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LETRA Y PSICOANÁLISIS

RESEÑA DEL LIBRO EL DOLOR HUMANO. PSICOANÁLISIS PARA


DESPREVENIDOS

Isabel Prado Misas

En el tiempo de concluir este encuentro, los libros y la escritura quedaron como


cierre para despedir dos días de intenso trabajo. Me gustaría entonces,
además de hablar un poco sobre mi libro “El dolor humano. Psicoanálisis para
desprevenidos”, hacer una corta reflexión sobre el acto de escribir y el
psicoanálisis.

¿Qué significa la escritura? ¿Qué es lo que hace a esa letra que al quedar
impresa nos angustia, nos compromete, nos desvela y nos devela? Escribir es
como dejar la piel en una hoja de papel, especialmente cuando ya no nos
escondemos detrás de lo que otro dijo, aunque estemos diciendo lo que dijo el
otro.

¿Y por qué será también que entrar en contacto con el psicoanálisis mueve al
deseo a escribir? Sólo hay que ver la cantidad de tinta que corre en el mundo
psicoanalítico. Preguntas para hablar de la escritura y respuestas que sólo son
posibles a título personal.

La escritura pareciera ser la posibilidad de encontrar esas palabras


amordazadas, para que dejen de ser mudas y empiecen a hablar. Como en un
análisis. Que la palabra pueda discurrir, pero no en un parloteo constante,
aunque lo haya, sino en una puntuación donde la coma ocupe su lugar, el
punto final lo sea. Los puntos suspensivos lleven a otra forma de decir; el punto
y coma dé un respiro. Que a lo expectante de los dos puntos siga algo que
ordene, que lo encomillado tenga valor y que la cita remita a algo puntual. Que
los signos de pregunta abran grandes espacios para encontrar otra, que remita
en forma vertiginosa a una conclusión no esperada, que, por serlo, estará
enmarcada en signos de exclamación.

Ejercicio del límite. Escribir y publicar es hacerse cargo de lo que se dice,


queda dicho, queda expuesto. Fe de errata que por algo existe, para señalarse
a sí mismo la equivocación imposible de corregir, pero sí de remediar.

También, tal vez, una forma de dejar de repetirse, pues cuando las palabras se
las lleva el viento se pueden decir una y otra vez. Una forma de cortar con un
discurso que marea al sujeto para que, al verlo ahí, como un desecho, pueda
dejarlo ir por el vertedero y decir de otra manera, lo que antes había dicho
siempre de la misma.

También un espejo, una forma de verse y recibir su propio mensaje invertido,


como en el caso de este libro: “Psicoanálisis para desprevenidos”. Mensaje que
después entiendo, desprevención que obedece a una forma de ser particular
que no se refiere solamente al texto, más bien a un texto propio y hasta el
momento desconocido.

Un libro con el que logré deshacerme de ejemplos que guardaba de tiempos


actuales y tiempos remotos y no sabía para qué. De frases que siempre me
han gustado y quería volverlas a leer, epígrafes que me lo permitieron. Un libro
que quería leer pero que no existía y ya, en la posibilidad de no seguir
esperando, apareció.

De pronto a algunos les guste, a otros no, pero eso ya no es lo importante. Lo


que importa es lo que se pudo dejar, lo que dejó, el trabajo, la apuesta de
empezar a decir para poder entregar algo que antes no había. Como en un
análisis, eso es lo que angustia, que aparezca algo supuestamente
desconocido, aunque de ello se conozca. Espejo, tan cierto como se refleja en
los comentarios de aquellos que habiéndolo leído dicen: ¡ahí está pintada! Eso
que los demás saben pero que uno desconoce y que, aunque lo lea mil veces,
tampoco llegaré a conocer. Es el inconsciente.

La escritura y la publicación podrían pensarse en los tiempos del sujeto.


Oralidad primera, letras y más letras para nutrirse, solazarse en la placidez de
la lectura donde uno no se compromete. Posición pasiva de recibir, a veces,
hasta lo que no sirve. Analidad que sigue, deseo de complacer o rechazar, de
responder a una demanda, de demandar, de evacuar lo recibido, de entregar
aquello que ya no puede cargar, por eso escribir se vuelve, como bien dice la
palabra, una necesidad. Para que, después, en la genitalidad, aparezca ese
deseo innombrable, vacío insondable que angustia por encontrarse con que no
hay saber que lo contenga. Sólo algo propio que como pueda encontrará salida
y allí hallará, en sus consecuencias, la respuesta.

Y más allá de la escritura, quisiera también interrogar la otra parte del título: “el
dolor humano”, eso a lo que el psicoanálisis apunta. Una pregunta concreta
sobre la escritura psicoanalítica y una respuesta quizá más clara desde el
momento en que empecé a escribirlo, sabiendo aún antes de hacerlo que ese
sería su título. Tal vez el deseo de poner el psicoanálisis en palabras sencillas,
si fuera posible. La intención de transmitir, de dar a conocer lo que permite un
alivio al dolor de existir. Algo que pudiera ser leído no sólo por analistas, donde
el saber no pesara y que no hablara en una vanidad de ser lacaniano. Un
intento de transmitir con lo que no se tiene, pues aún escribiendo, eso que se
quiere decir, se puede volver a cerrar por la insistencia del tener. Tener de unas
palabras congeladas, síntoma del lenguaje, evidente también en nuestro
mundo lacaniano. Instaurado tal vez por la erudición del creador, válido en su
estilo, pero imposible en su imitación.

Y, para terminar, no sólo esta reseña sino también este feliz encuentro, una cita
de Lacan:

“Pero en relación a esta obra genial que ha sido la de Freud, atravesando su


siglo como un trazo de fuego, el trabajo está muy atrasado. Lo digo con toda mi
convicción. Y no se comenzará a retomarlo más que cuando haya suficiente
gente formada para hacer lo que necesita todo trabajo científico, todo trabajo
técnico, todo trabajo donde el genio puede abrir un surco, pero donde
enseguida hace falta un ejército de obreros para cosechar” 1.

Ejército de obreros que escriben para mantenerlo vivo, como nosotros, en


estos quince años, laboriosos también como ustedes que han tenido la
amabilidad de acompañarnos porque nos unen los mismos intereses. Una
pasión que nos lleva a viajar para reunirnos en torno a reflexiones que nos
conciernen y a una transferencia iniciada con muchos de los que aquí nos
acompañan, con quienes en el transcurso de estos quince años hemos logrado
compartir ideas y el privilegio de encontrar la calidez y la amistad propicia para
poder trabajar. A todos, muchas gracias y la invitación para que aquellos que
apenas se acercan, encuentren un lugar donde puedan desplegar sus
preguntas y, si es su deseo, iniciar una formación que no es sin consecuencias.

A todos, muchas gracias.

1
Entrevista hecha por Madeleine Chapsal y se publicó el día 31 de Mayo de 1957 en
L'Express

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