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Robert Fossier et. al.. (1988). La Edad Media I.. Barcelona: Crítica.
Lucien Musset. (1967). Las Invasiones: Las Oleadas Germánicas. Barcelona: Labor.
‘’En Austrasia, en la provincia más salvaje del reino franco, alrededor de una gran
familia, la de los antepasados de Carlomagno, y de los hombres que se habían
unido a ella por lazos de amistad vasallática, se afirmó progresivamente durante el
primer tercio del siglo VIII una fuerza de agresión; que se lanzó con éxito contra
otros clanes aristocráticos, y más tarde contra otras etnias. Las bandas así formadas
extendieron sus depredaciones en círculo, en todas las direcciones, hasta las
profundidades de Germania, como respuesta a las incursiones enemigas, en
expediciones de castigo llevadas cada vez más lejos: hacia Neustria, Borgoña, las
comarcas más romanizadas del sur de la Galia, a la búsqueda de riquezas; más
tarde, hacia la Italia lombarda. El ejemplo de Aquitania muestra que durante largos
decenios estos ataques sólo llevaron consigo ruina y destrucción; pero, finalmente,
sobre estas devastaciones se edificó el nuevo Imperio, un inmenso Estado que fue
sólidamente mantenido bajo
‘’Pipino el Breve decidió que de la libra de plata se hicieran veintidós sueldos; uno
sería el salario de los monederos, que nuevamente se convirtieron, al restaurarse la
autoridad soberana, en auxiliares retribuidos. Su nombre desapareció pronto de las
monedas, que en adelante serían propiedad del rey. El personal de los talleres
monetarios fue integrado, a la manera lombardo-bizantina, en colegios que los
condes debían vigilar de cerca. Luis el Piadoso daría un poco más tarde nueva
vigencia a la sanción imperial de cortar la mano a los falsificadores; y a la de
castigar con el exilio y la confiscación de sus bienes a quienes acuñaran moneda
fuera de las cecas del Estado. La acuñación había definitivamente recobrado su
uniformidad: en un tesoro enterrado en Wiesbaden antes del 794, los cinco mil
dineros, emitidos por distintos talleres, son del mismo peso. En el 806, Carlomagno
intentó incluso centralizar la acuñación: «Que no haya moneda en ningún lugar
salvo en nuestro palacio.» La medida era inaplicable en un Estado tan amplio. Dado
que la moneda seguía teniendo un uso limitado y que era preciso acuñar monedas
por encargo cuando un pago era indispensable, convenía que hubiera talleres en las
cercanías de todos aquellos lugares en los que el uso de monedas era más
corriente, y especialmente cerca de los centros de administración de justicia, puesto
que la moneda servía ante todo para pagar las multas’’
‘’lo esencial del avance franco se hizo independientemente de Roma. Las primeras
etapas seguramente estuvieron relacionadas con una modificación de las defensas
romanas después de los desastres de 268-277. Aguas abajo de Xantén, fue
abandonada la orilla del Rin, y el limes lineal reemplazado por castella dispersos,
algunos cerca del río, pero la mayor parte en el interior, protegiendo la ruta Colonia-
Tongres-Bavai-Bolonia. El siglo IV ya no ofrece más vestigios romanos entre el Rin
y este camino, lo que quizás no prueba una evacuación, pero por lo menos un
empobrecimiento, un desprendimiento de la civilización. […] De ese modo, un
pequeño pueblo, cuyos reyezuelos se disputaban penosamente, hacia 470, algunos
cantones a orillas del Rin y en Bélgica, en tres generaciones se había convertido en
dueño de un territorio que abarcaba desde los Pirineos hasta el Saale y desde la
Mancha hasta el Danubio medio. Y lo más asombroso es que este Estado
rápidamente construido fue el más duradero del Occidente bárbaro. Sin duda fue
debido al relativo equilibro entre sus elementos romanos y germánicos.”
Hay una iglesia bien construída con todo su mobiliario, una habitación y además
edificios en cantidad suficiente. De ella dependen tres mansos. Repartidos entre el
cura y sus hombres hay veintisiete bonniers de tierra arable y una ansange,
diecisiete arpendes de viña, vienticinco arpendes de pradera. De ella procede en
calidad de "regalo" un caballo. Tiene a su cargo la labranza para el señor de nueve
perches y una ansange, y dos perches para los cereales de invierno, y debe cercar
cuatro perches de prado.
"Poliptico de Saint Germain des Prés” en G. Duby, Economía rural y vida campesina
en el Occidente medieval, Barcelona, 1968, pp. 468-470.
Mapa: