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CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL

Los procesos especiales

Herrero de Egaña y Octavio de Toledo, Fernando


Magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid

EL PROCESO MONITORIO

Ponencia

Serie: Civil

VOCES: PROCEDIMIENTO MONITORIO.

ÍNDICE

I. Nota aclaratoria
II. Introducción
III. Antecedentes
IV. Clases
V. Naturaleza
VI. Ámbito de aplicación
VII. Competencia
VIII. Petición inicial
IX. Postulación y defensa
X. Admisión a trámite
XI. Requerimiento de pago
XII. Conductas que puede adoptar el demandado
1. El pago
2. Falta de pago y de oposición
3. Oposición del deudor
XIII. Transformación del procedimiento monitorio en juicio declarativo ordinario
XIV. Cosa juzgada
XV. Bibliografía

TEXTO

I. NOTA ACLARATORIA

Abordamos en la presente ponencia el estudio del proceso monitorio (arts. 812 a


818 de la LEC), procedimiento cuyo antecedente legislativo más inmediato en nuestra
legislación viene dado por el art. 21 de la LPH, en su redacción dada por la
modificación introducida por al Ley 8/99 de 6 de abril. No obstante, tal precepto
queda, a su vez, modificado por la Disposición Final Primera de la LEC, la cual ha
venido a solventar gran parte de la problemática que dicho art. 21 de la LPH
generaba.
Aun cuando actualmente se halla vigente la LEC de 1881, nos referiremos a ella
también como anterior o antigua Ley de Enjuiciamiento Civil, por contraposición con

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la futura o nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. En todo caso, cuando hagamos
referencia a la Ley de Enjuiciamiento Civil, o LEC, sin más especificaciones, nos
referiremos a la futura Ley de Enjuiciamiento Civil.

II. INTRODUCCIÓN

En esencia, el proceso monitorio es aquel que se inicia sobre la base de una


reclamación de cantidad por parte del acreedor, basándose en documentos que
constituyen un principio de prueba de la existencia de la deuda cuyo pago se
reclama.
Admitida a trámite la pretensión del acreedor se requiere de pago al deudor y,
caso de que éste no haga pago ni oposición a la pretensión del actor en el plazo que
señala la ley, se procede a hacer efectiva la deuda reclamada por los trámites de
ejecución de sentencia. Pero bastará que el deudor se oponga al pago que se le
reclama, para que la pretensión del actor haya de substanciarse por los trámites del
juicio declarativo correspondiente a la cuantía de lo reclamado.
Se caracteriza por tanto este proceso, entre otras cuestiones, por el hecho de que
su desarrollo procesal depende de la conducta que adopte el deudor ante la
pretensión del actor.
Podría resultar anómalo el considerar que será la voluntad del deudor la que
determine que la deuda pueda hacerse efectiva a través del expeditivo procedimiento
de acudir al trámite de la ejecución de sentencia, cabiendo pensar que el deudor,
ante el requerimiento de pago, siempre se opondrá con el fin de dilatar el pago al
obligar, en tal caso, a acudir al juicio declarativo, sin embargo la experiencia
demuestra que existen multitud de procesos de toda índole, y señaladamente en los
de reclamación de cantidad, en los que el deudor se limita a permanecer ajeno al
proceso, esto es, en situación de rebeldía procesal; pero tal situación, como es
sabido, no supone aceptación de los hechos ni de las pretensiones del actor (salvo el
supuesto del art. 43 párrafo 2.° del Decreto de 21 de noviembre de 1952, regulador
del juicio de cognición, en el que, en determinadas condiciones, se entiende que la
rebeldía del demandado implica reconocimiento de los hechos de la demanda) y por
tanto, precisa de la continuación del procedimiento hasta su fin para obtener
sentencia estimatoria, siempre, claro está, que a la vista de lo actuado se entienda
por el juzgador que procede la estimación de las pretensiones del actor.
De lo dicho resulta la creación del procedimiento que analizamos. Efectivamente,
el Libro Blanco de la Justicia cifra en el 38,6% el porcentaje de asuntos civiles que se
tramitan sin oposición. Sobre la base de esta realidad y con el fin de proteger el
crédito de pequeños y medianos empresarios, se articula el proceso monitorio con la
finalidad declarada de otorgar una protección "rápida y eficaz" al crédito dinerario
líquido de "muchos justiciables y, en especial, de profesionales y empresarios
medianos y pequeños" (Exposición de Motivos de la futura Ley de Enjuiciamiento
Civil, apartado XIX), a ello cabe añadir la protección que se otorga, igualmente, a las
comunidades de propietarios a través del procedimiento monitorio propiamente dicho,
y a través del art. 21 de la Ley de Propiedad Horizontal.

III. ANTECEDENTES

Siguiendo a GÓMEZ COLOMER, podemos señalar que históricamente, surge el


procedimiento monitorio en la Italia del siglo XIII, buscando dar respuesta a la
necesidad de articular un proceso especialmente ágil y expeditivo que diese
satisfacción a los intereses de los comerciantes que veían frustradas sus expectativas
por la lentitud y complejidad de los procesos ordinarios. Al responder a las
expectativas suscitadas, pronto tomó carta de naturaleza en las legislaciones

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europeas, salvo en España donde sólo se trató de su existencia a nivel doctrinal,
aplicándose en la práctica, según TOMÁS Y VALIENTE, como una corruptela del
juicio sumario ejecutivo, lo cual trajo como consecuencia el que no fuese recogido por
la codificación, siendo prohibido por la instrucción del Marqués de Gerona de 1853 y
por la LEC de 1855.

IV. CLASES

Distingue CALAMANDREI, y con él cierto sector doctrinal, dos tipos de


procedimientos monitorios, como son el monitorio puro y el documental.
Se caracteriza el procedimiento monitorio puro por:

A) En él, a la vista de la exclusiva manifestación del acreedor, y sin necesidad de


aportar prueba que corrobore tal afirmación, el Juez emite una orden condicionada de
pago.

B) La simple oposición no motivada del deudor hace que la orden de pago resulte
plena y absolutamente ineficaz, debiendo acudir el acreedor al correspondiente juicio
declarativo para obtener el resarcimiento de su crédito; pero en este proceso
declarativo se solventará la acción del actor cual si la orden de pago emitida en el
procedimiento monitorio no hubiese existido, sin discutirse, por tanto, si la orden de
pago ha de mantenerse o dejarse sin efecto, ya que, en definitiva, ésta ha quedado
sin efecto alguno por la sola y simple oposición del deudor, no existiendo, en
consecuencia, limitación alguna en cuanto a los motivos de oposición que el
demandado pueda esgrimir.

El procedimiento monitorio documental se caracteriza por las siguientes notas:

A) El mandato de pago que emite el Juez se sustenta en que los hechos


constitutivos del crédito reclamado quedan probados a través de documentos que se
aportan con el escrito inicial del procedimiento.

B) La oposición del deudor no hace, sin más, que el mandato de pago resulte
ineficaz, ya que tal oposición lo que provoca es la apertura de una fase de cognición
contradictoria en cuyo seno se discute si el motivo de oposición del deudor es
fundado y, por ello, debe dejarse sin efecto el mandato de pago, o si por el contrario
éste debe ser mantenido y hecho ejecutivo, quedando limitadas las causas de
oposición a esgrimir en el seno de este proceso.

CORREA DELCASSO señala que la nota diferencial entre uno y otro modelo
viene dada, principalmente, por el grado de intervención judicial a la hora de dictar el
mandato de pago, de tal manera que si el juzgador emite la orden de pago sin
necesidad de comprobar los hechos en que el actor basa su demanda, estamos ante
el modelo puro, si, por el contrario, el legislador se inclina por un mayor control
judicial en esta primera fase de emisión del mandato de pago, estaremos ante el
procedimiento monitorio documental. En igual sentido se pronuncia LORCA
NAVARRETE.
Por su parte, TOMÉ GARCÍA, refiriéndose al proyecto de la LEC, pero en materia
que no ha sido modificada por la redacción definitiva de la misma, considera que el
juicio instaurado por la futura LEC es de carácter mixto, ya que, como se verá, no
existe límite alguno en cuanto a las causas de oposición a esgrimir, citando en igual
sentido a GÓMEZ AMIGO.

V. NATURALEZA

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No es pacífica la doctrina a la hora de determinar la naturaleza del procedimiento
que analizamos, puesto que mientras la doctrina alemana se decanta por la
consideración de la naturaleza ejecutiva del procedimiento monitorio, la doctrina
italiana se orienta en el sentido de considerarlo como un juicio declarativo, no faltando
autores, como CALAMANDREI que sostienen su naturaleza mixta.
HERCÉ QUEMADA lo considera juicio declarativo, al entender que el título
ejecutivo marca la separación entre la declaración y la ejecución. Con el
procedimiento monitorio no comienza la ejecución, precisamente se acude al proceso
monitorio para obtener un título ejecutivo, obtenido éste, en caso de no oposición del
deudor, se obtiene el título ejecutivo y se entra en fase de ejecución procesal.
GÓMEZ COLOMER distingue dos fases en el procedimiento, la inicial que
discurre hasta la creación del título y la posterior, que dependerá de la conducta del
deudor. La primera fase la considera este autor como propia de un procedimiento
declarativo especial, dado que existe conocimiento desde el momento en que el
órgano judicial debe examinar los documentos y vigilar si concurren los demás
requisitos legales, y ha de dar traslado al deudor de la pretensión "y eso es conocer
procesalmente hablando".
La segunda fase dependerá de la postura del demandado. Si no comparece, el
proceso se transforma en ejecución. Si comparece y se opone, se transforma en
declarativo ordinario.
GUASP cataloga el proceso monitorio como proceso de facilitación. A través de él
se tiende a crear un título de ejecución del que el acreedor carece. Si requerido el
deudor de pago no se opone a la pretensión del actor, se otorga a éste un título
ejecutivo que evitaría tener que acudir al correspondiente declarativo para obtener
una condena en que basar la ejecución.
En todo caso, pese a las analogías que existen entre éste proceso y el juicio
ejecutivo, distintos autores han resaltado las diferencias entre ambos procesos, así,
siguiendo a SERRA DOMÍNGUEZ, podemos sintetizar tales diferencias en las
siguientes:

A) El juicio ejecutivo se basa en un título, mientras el monitorio persigue la


creación de tal título.

B) El juicio monitorio produce excepción de cosa juzgada, mientras que el juicio


ejecutivo permite reproducir en juicio declarativo las cuestiones que no pueden
plantearse en el seno del juicio ejecutivo.

C) En el juicio monitorio las causas de oposición no están limitadas, mientras en


el juicio ejecutivo necesariamente han de ser limitadas.

D) En el juicio ejecutivo existe inversión de la carga de la prueba, despachada


ejecución, al demandado corresponde probar los motivos en que basa su oposición,
mientras que en el monitorio no existe tal inversión de la carga de la prueba, queda,
cierto es, a la iniciativa del deudor el que exista juicio declarativo o no, pero opuesto
el deudor a la pretensión del acreedor, y abierto por ello juicio declarativo,
corresponderá al acreedor la carga de la prueba del derecho que invoca.

En sentido similar se orientan CORREA DELCASSO y GUTIÉRREZ CABIEDES.

VI. ÁMBITO DE APLICACIÓN

Ante todo debe señalarse que el acudir a este procedimiento es facultativo para el
acreedor, tal y como se desprende del término "podrá" que utiliza el art. 812.1 de la

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futura LEC al indicar las reclamaciones que por este procedimiento pueden ser
substanciadas.
A través del procedimiento monitorio se podrán reclamar deudas vencidas,
líquidas y exigibles. En definitiva, no cabe acudir a este procedimiento para reclamar
deudas sometidas a término o condición o cuyo importe líquido, esto es, determinado,
no conste.
El importe de la deuda no debe exceder de cinco millones de pesetas, límite
cuantitativo desconocido en la legislación comparada, y que el legislador justifica en
la Exposición de Motivos de la LEC por razones de prudencia, al introducir este
instrumento procesal novedoso en nuestro derecho (Exposición de Motivos, apartado
XIX).
Además de los requisitos indicados anteriormente, es preciso aportar el
documento o documentos que acrediten la existencia de la deuda, señalando, en
concreto, el art. 812 LEC como tales:

A) Los que podríamos denominar documentos ordinarios (art. 812.1.1.° y 2.°),


siendo éstos:

1.° Documentos, cualquiera que sea su forma y clase o el soporte físico en que se
encuentren, que aparezcan firmados por el deudor o con su sello, impronta o marca o
con cualquier otra señal, física o electrónica, proveniente del deudor.
2.° Facturas, albaranes de entrega, certificaciones, telegramas, telefax o
cualesquiera otros documentos que, aun unilateralmente creados por el acreedor,
sean de los que habitualmente documentan los créditos y deudas en relaciones de la
clase que aparezca existente entre acreedor y deudor.

B) Los que podríamos denominar como documentos con eficacia probatoria


legalmente establecida (art. 812.2.1.° y 2.°), siendo éstos:

1.° Cuando, junto al documento en que conste la deuda, se aporten documentos


comerciales que acrediten una relación anterior duradera.

2.° Cuando la deuda se acredite mediante certificaciones de impago de


cantidades debidas en concepto de gastos comunes de comunidades de propietarios
de inmuebles urbanos.

Como veremos más adelante, al tratar de la admisión a trámite, uno y otro tipo de
documentos producen el mismo efecto, siendo éste el de abrir el procedimiento
monitorio, pero el margen de valoración judicial es más restringido en los segundos
que en los primeros de los enunciados.

VII. COMPETENCIA
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El art. 813 establece como competente territorialmente al Juez de Primera
Instancia del domicilio o residencia del deudor, pero si se ignorase tal dato, podrá ser
demandado en el lugar en que el deudor pueda ser habido a efecto de verificar el
requerimiento de pago.
Tratándose de deudas comunitarias comprendidas en el art. 812.2.2.° de la LEC,
también será competente el Juez del lugar en que se halle la finca, quedando la
elección del fuero territorial, en este caso, a la voluntad del solicitante.
Los fueros territoriales indicados son inderogables, no cabiendo la sumisión
expresa o tácita de las partes.

VIII. PETICIÓN INICIAL

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Se inicia el procedimiento por medio de escrito que tan siquiera es denominado
demanda por el legislador, bastando con que conste en este escrito inicial (art. 814.1
LEC):

- La identidad y domicilio del acreedor.


- La identidad y domicilio o residencia del deudor o el lugar en que pueda ser
hallado para efectuar el requerimiento.
- La indicación del origen y cuantía de la deuda.

Dada la sencillez del escrito inicial, señala el art. 814.1 pfo. 2.° que podrá
cumplimentarse a través de impresos o formularios, si bien no establece
expresamente quien confeccionará tales impresos, en todo caso, no parece que
hayan de serlo por el propio órgano que tendrá que valorar, entre otras cuestiones, la
validez formal de la petición inicial.
Con el escrito inicial, indica el art. 814.1.° LEC, deberán acompañarse los
documentos en que el actor base su pretensión, esto es, los indicados anteriormente.

IX. POSTULACIÓN Y DEFENSA

En esta materia se aprecia la influencia de los debates existentes con los


Colegios de Abogados, en orden a dar entrada en este tipo de procesos a tales
profesionales, efectivamente, si bien la petición inicial no precisa de abogado y
procurador (arts. 814.2.°, 31.2.1.° y 23.2.1.°, todos ellos LEC), no obstante, la
oposición del deudor sí precisa de la intervención de abogado y procurador con
arreglo a las normas generales (art. 818.1, pfo. 2.° LEC). Por tanto será precisa tal
intervención para formular oposición, cuando la cuantía de lo reclamado supere las
150.000 ptas. (arts. 31 y 23 LEC). Obviamente, para el posterior declarativo se
aplicarán las normas generales, esto es, será precisa la intervención de abogado y
procurador, tanto para el actor como para el demandado, cuando la cuantía de lo
reclamado supere las 150.000 ptas.
No obstante, aun cuando el deudor no se oponga, para llevar a efecto la
ejecución del auto dictado en el procedimiento monitorio, es precisa la intervención de
abogado y procurador siempre que la cuantía de lo reclamado sea superior a 150.000
ptas. (art. 539.1, pfo. 2.° LEC).
En definitiva, para la petición inicial no será precisa la intervención de abogado y
procurador, pero será precisa tal intervención cuando exista oposición si el importe de
lo reclamado supera las 150.000 ptas. y, exista o no oposición, será preceptiva la
intervención de tales profesionales en la ejecución cuando el importe de lo reclamado
ascienda a más de 150.000 ptas.

X. ADMISIÓN A TRÁMITE

Presentado el escrito inicial junto con los documentos en que el actor base su
reclamación, deberá el juez examinar la solicitud presentada para determinar si
procede su admisión a trámite (art. 815 LEC).
En primer término deberá determinar si cumple los requisitos formales la solicitud
inicial, esto es, si determina el nombre y domicilio de las partes, etc. Su competencia
territorial, y la aportación de los documentos.
Si formalmente la pretensión es correcta, el juzgador deberá examinar los
documentos presentados para determinar si a través de ellos puede entenderse que
el actor aporta un principio de prueba que acredite la existencia del crédito y que éste
es líquido, vencido y exigible.

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No obstante, cuando se trate de los documentos previstos en el art. 812.2 de la
LEC, a los que convencionalmente hemos denominado como de eficacia probatoria
legalmente establecida (vid. apartado VI), el legislador presume que constituyen
principio de prueba de la existencia del crédito del peticionario, bastando en tal caso
con examinar la procedencia formal de la reclamación y, obviamente, si a través de
dichos documentos se deduce la liquidez, exigibilidad y vencimiento del crédito.
XI. REQUERIMIENTO DE PAGO

Si del examen de la petición inicial y los documentos aportados resulta


procedente la admisión a trámite del procedimiento, el juez procederá a requerir de
pago al deudor para que en veinte días pague al actor, acreditándolo ante el tribunal,
o bien comparezca ante dicho órgano y alegue sucintamente, por escrito, las razones
por las que a su entender, no debe, en todo o en parte, la deuda que se reclama (art.
815.1 LEC).
De la redacción del texto legal parece desprenderse que no bastará con requerir
de pago y emplazar al deudor para que comparezca en plazo legal oponiéndose,
siendo preciso hacer indicación en el emplazamiento de las circunstancias que
enumera el art. 815.1.° LEC, es decir, que deberá formular su oposición por escrito,
alegando sucintamente los motivos que tiene para oponerse en todo o en parte a la
pretensión del actor, que el pago deberá verificarse al acreedor, si bien haciéndolo
saber y acreditándolo ante el órgano judicial requirente, y, obviamente, puesto que
así expresamente lo indica la LEC, que en caso de no oponerse o no pagar en tal
plazo, se procederá a despachar ejecución por la cantidad adeudada, la cual se
llevará a efecto por los trámites de ejecución de sentencia.
Aun cuando no lo indique el precepto legal, no parece que exista inconveniente
legal en admitir el pago por medio de la consignación en pago de lo reclamado ante el
propio órgano requirente.
Igualmente, aun cuando no lo indique el precepto, parece conveniente indicar en
el emplazamiento que será preceptiva la intervención de abogado y procurador para
formular oposición si el importe de lo reclamado supera las 150.000 ptas., evitando
así tener que recurrir a la subsanación del art. 11.3.° LOPJ en caso de que, siendo
preciso, no se formule oposición con intervención de letrado y procurador.
Tampoco lo indica expresamente la ley en los artículos destinados a la regulación
del procedimiento monitorio, pero es evidente que junto con el requerimiento de pago
deberá darse traslado al demandado de los documentos aportados por el actor y del
escrito de petición inicial, sólo así podrá saber éste si lo reclamado es procedente y,
en su caso, los motivos que pueda tener para oponerse a la reclamación. Así resulta
del art. 276.3 LEC en relación con los arts. 273 y 274 de la misma.
El requerimiento de pago y traslado de los documentos y escrito inicial se
verifican en la forma ordinaria, esto es, a través de lo indicado en el art. 161 de la
LEC (art. 815.1, pfo. 2.° LEC)
No obstante, el art. 815.2 LEC establece que el requerimiento, en caso de deudas
comunitarias, se efectuará en el lugar que a tal efecto haya designado el comunero, y
no hallándole se verificará en el local o piso que motive la reclamación y, de no ser
hallado, se procederá en la forma prevista en el art. 164 LEC, precepto éste que
recoge la notificación por edictos a publicar en el tablón de anuncios del juzgado, o en
Boletín Oficial si así lo insta el actor.
Cabe plantearse, si lo que pretende el precepto indicado es acudir a la vía edictal
de comunicación cuando no sea hallado el deudor en los domicilios indicados, ello sin
necesidad de acudir a la averiguación previa que establece el art. 156 a través del
recurso a organismos, Colegios profesionales, Registros, o centro de trabajo del
demandado. La solución no parece clara desde la perspectiva del texto legal, ya que
si bien el art. 164 prevé que previamente a acudir a los edictos ha de haberse
realizado lo dispuesto en el art. 156; es decir, la averiguación del domicilio a través de
Registros, Colegios Profesionales, etc., pese a ello el art. 815.2 LEC parece indicar

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que no siendo hallado el deudor en los domicilios indicados ha de acudirse, sin más,
a la comunicación edictal. No obstante, si se tiene en cuenta la reiterada doctrina del
Tribunal Constitucional en el sentido de vincular los actos de comunicación con el
derecho de tutela judicial efectiva (SSTC 78/93, 129/91, 275/93 y 227/94, entre otras),
y la necesidad de apurar los mecanismos de búsqueda del domicilio de la parte,
acudiendo a la notificación por edictos únicamente como último recurso y ante la
imposibilidad de realizar la notificación efectiva de la resolución de que se trate
(SSTC 181/85, 22/87, 16/89, 236/92, 70/94 y 227/94, entre otras muchas), y dada la
vital transcendencia que tiene en este proceso la voluntad y postura que adopte el
demandado ante la reclamación, es por lo que entendemos que antes de acudir al
requerimiento de pago y emplazamiento por edictos, es preciso agotar las
posibilidades de investigación que otorga el art. 156 LEC.

XII. CONDUCTAS QUE PUEDE ADOPTAR EL DEMANDADO

El demandado puede adoptar alguna de las siguientes posturas ante el


requerimiento de pago:

A) Pagar.
B) No pagar ni oponerse.
C) Oponerse.

Analizaremos las distintas opciones indicadas.

1. El pago
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El art. 817 LEC indica que, verificado el pago y tan pronto como el deudor
acredite su realización, se procederá a entregar al deudor justificante del pago y se
archivarán las actuaciones.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que en principio el pago se realiza ante el
acreedor y se justifica tal pago ante el órgano judicial, de tal manera que, en tal
hipótesis, no será el órgano judicial el que de justificante de pago al deudor, sino a la
inversa. Por ello debe entenderse, como pone de relieve MATILDE VICENTE, que lo
que deberá entregarse al deudor será la resolución que tenga por acreditado el pago
y acordando el archivo de las actuaciones; salvo que el deudor haya verificado el
pago directamente ante el órgano judicial, en cuyo caso parece que también bastará
con entregar al deudor copia de la resolución acordando el archivo de lo actuado y
teniendo por realizado el pago.
Una cuestión que debe plantearse es la relativa al pago de costas, ya que el
precepto indicado no recoge nada a tal respecto para el caso de pago del deudor
ante el requerimiento, y ante ello cabe plantearse si el pago, en los términos aquí
analizados, exonera al deudor del abono de costas.
Ciertamente, el silencio del legislador a tal respecto no parece obedecer a olvido
de la cuestión ya que en el anteproyecto de la LEC, sí preveía tal cuestión,
estableciendo (art. 807 Anteproyecto de la LEC) que el deudor debería abonar las
costas causadas, cuando el actor acreditase haber intentado infructuosamente el
cobro, pero tal previsión no ha quedado incorporada ni al proyecto de la LEC, ni en su
redacción definitiva. Todo ello lleva a considerar que en los supuestos indicados no
existirá condena en costas al deudor, ya que no existe previsión legal al respecto.
Cabe plantearse, no obstante, si la condena en costas al deudor puede basarse
en el art. 394 y siguientes de la LEC, sin embargo, la solución no es clara, ya que:

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- El art. 394 está previsto para los juicios declarativos, y la naturaleza del presente
procedimiento no es indiscutida como ya expusimos anteriormente (vid. apartado V).

- Cuando el legislador ha querido establecer la imposición de costas en el


procedimiento monitorio lo ha indicado expresamente, como ocurre con lo dispuesto
en el art. 818.2 para el supuesto de que la demanda de juicio ordinario, en caso de
oposición del deudor, no se formule en plazo de un mes (vid. apartado XIII).

- En todo caso, aún si se considera que es aplicable el régimen de costas


establecido para los juicios declarativos, es claro que nos hallamos ante un supuesto
de allanamiento del deudor, ya que no cabe mayor conformidad que aquella que se
exterioriza con el pago de lo reclamado. Por tanto, sería aplicable el art. 395.1 LEC,
siendo preciso que existiese mala fe por parte del deudor para que la imposición de
costas fuese viable, mala fe que el propio artículo señala que siempre se dará cuando
el deudor haya sido objeto de "requerimiento fehacientemente y justificado de pago" o
hubiese sido demandado en conciliación. Lo dicho, nos aproxima al régimen que
pretendía establecer el Anteproyecto y que no fue incorporado ni al proyecto ni
recogido en la redacción definitiva de la Ley, lo cual parece otro argumento a favor de
considerar que no procederá la imposición de costas, dado que cuando el legislador
entendió que la mala fe del deudor había de generar costas a éste, así lo estableció
expresamente en el Anteproyecto.

En conclusión, parece que el pago del deudor exonerará a éste del pago de
costas, pero si se entiende aplicable el régimen que la ley establece para los juicios
declarativos, habrá de existir mala fe en el deudor y ser así apreciada por el juzgador
en la correspondiente resolución.
En todo caso, debe tenerse en cuenta que aun cuando exista condena en costas,
es decir, si se entiende que cabe tal condena en los términos ya indicados, para que
los gastos de abogado y procurador sean repercutibles a la parte contraria en
concepto de costas será preciso que se declare en la resolución que se dicte la
temeridad del demandado o que el actor resida en localidad distinta al lugar en que
se desarrolle el juicio, ya que para interponer la solicitud inicial no es preceptiva, en
ningún caso, la intervención de abogado y procurador (vid. apartado IX), y en tal
supuesto la LEC, en su art. 32.5, establece que los honorarios de abogado y
procurador serán repercutibles al contrario condenado en costas en los casos
indicados, esto es, cuando se declare la temeridad o el litigante que haya obtenido en
su favor la condena en costas resida en localidad distinta de aquella en la que se
sigue el juicio.

2. Falta de pago y de oposición

Si el demandado no comparece ni paga en el plazo establecido legalmente, se


dictará auto en el que se "despachará ejecución por la cantidad adeudada" (art. 816
LEC).
Dado que estamos ante un auto despachando ejecución, por aplicación del art.
551.2.° LEC, parece que contra él no cabrá recurso, sin perjuicio de la oposición que
se indicará a continuación. Esta opinión es mantenida por TOMÉ GARCÍA y GÓMEZ
COLOMER.
La ejecución indicada se llevará a efecto por los trámites de ejecución de
sentencias y resoluciones judiciales, pudiendo formularse la oposición prevista "para
estos casos", es decir, con arreglo a lo previsto en el art. 556.1 y 2 de la LEC, la cual
admite la alegación sobre el pago o cumplimiento de lo ordenado en la sentencia o
resolución de que se trate, caducidad de la acción y pactos o transacciones

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alcanzados en torno a la ejecución de que se trate, siempre que consten, tales
acuerdos, en documento público.
El art. 816.2 LEC indica que, no obstante la oposición indicada, "el solicitante del
procedimiento monitorio y el deudor ejecutado no podrán pretender ulteriormente en
proceso ordinario la cantidad reclamada en el monitorio o la devolución de la que con
la ejecución se obtuviere". Esta ambigua expresión, ya contenida en el Proyecto de la
LEC, y en el art. 21 de la LPH en la redacción dada por la ley 8/99, lleva a la doctrina
a plantearse si lo indicado por el legislador supone que el auto indicado produce
excepción de cosa juzgada, TOMÉ GARCÍA, citando a CORREA DELCASSO, y
refiriéndose al Proyecto de la LEC, señala sus dudas sobre la consideración de que la
resolución analizada produzca, verdaderamente, tal efecto, pronunciándose a favor
de una indicación expresa, sobre tal cuestión, en la, entonces futura, redacción
definitiva de la LEC.
Desde un punto de vista exclusivamente práctico, cabe indicar que si la expresión
utilizada por el legislador no pretendiese otorgar el carácter de cosa juzgada a la
resolución indicada, establece algo que se le asemeja enormemente, ya que el efecto
que genera la cosa juzgada es, precisamente, el de impedir que se reproduzca la
misma cuestión en otro proceso posterior, lo cual es lo que en definitiva indica el
precepto que analizamos, el cual utiliza una auténtica perífrasis para eludir la
utilización de la expresión "cosa juzgada", pero recogiendo sus efectos. MATILDE
VICENTE y GÓMEZ COLOMER opinan que pese a no utilizarse la expresión cosa
juzgada, ésta se produce en el supuesto que analizamos.
Probablemente la razón de ser del circunloquio legal haya que buscarla en el art.
222 de la LEC, el cual limita a las sentencias el valor y efecto de cosa juzgada, no
haciendo referencia a los autos u otro tipo de resoluciones, de ahí que el legislador,
para ser coherente con ello, haya evitado la utilización del término "cosa juzgada" que
reserva para las sentencias.
Desde que se dicte el auto despachando ejecución la deuda generará el interés
previsto en el art. 576 LEC, es decir, el legal incrementado en dos puntos o, en su
caso, el pactado por las partes o el especialmente determinado por ley.

3. Oposición del deudor

El deudor, en el plazo estipulado legalmente, puede formular oposición al


requerimiento de pago efectuado a instancia del actor (art. 818 LEC).
La oposición deberá ser firmada por letrado y procurador cuando el importe de lo
reclamado sobrepase la cuantía de 150.000 ptas., tal y como se indicó anteriormente
(vid. apartado IX).
La oposición debe indicar, sucintamente, los motivos de oposición (art. 815.1
LEC), lo cual excluye la necesidad de efectuar una exposición motivada y exhaustiva
de los motivos de oposición.
No parece que las alegaciones que efectúe el demandado le vinculen de cara al
posterior proceso declarativo en que se debatirá la legitimidad de la deuda
reclamada, en el sentido de que el deudor podrá alegar cuestiones no expuestas en
este escrito o no hacer uso de alegaciones que haya recogido en su oposición, ello
porque aún sin indicarlo expresamente la LEC, resulta de la propia finalidad del
escrito de oposición, siendo ésta, esencialmente, la de exteriorizar la voluntad del
deudor contraria a la pretensión de pago que formuló el actor, pero el posterior
declarativo no tiene límite alguno en cuanto a su contenido y debate, ya que nada de
ello establece la ley; de tal manera que no cabrá restringir los medios de defensa del
demandado en términos no previstos en la ley.
Lo dicho, no obstante, no significa que lo alegado por el demandado no le vincule
en todo caso, así cabe, en las circunstancias que la jurisprudencia establece al
efecto, aplicar al demandado la doctrina de los propios actos en cuanto a lo alegado

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en su escrito de oposición, es decir cuando a través de lo manifestado cree,
reconozca, modifique, esclarezca, fije, defina o extinga, de forma inequívoca, una
situación jurídica que afecte al deudor (doctrina recogida, entre otras, en SSTS de 30-
12-95, 16-2-96 y 16-2-98), pero, como se dijo, tales alegaciones no le vinculan de
cara al posterior declarativo, más allá de lo que sea de aplicar la doctrina de los
propios actos (v.g., si se reconoce la autenticidad de algún documento, o se reconoce
la existencia de relaciones comerciales con el acreedor, no cabrá negar
posteriormente la autenticidad del documento, o la existencia de tales relaciones). En
definitiva, la vinculación del deudor por lo manifestado en su oposición no provendrá
de causas procesales, por así decirlo, sino de la eventual idoneidad de la oposición
formulada para vincular al deudor a través de la doctrina de los actos propios. Dicho
de otro modo, tal doctrina igualmente podría aplicarse si lo manifestado por el deudor
lo hubiera sido en acto de conciliación, o en escritura pública, o en otro proceso
previo y distinto, y en general, a través de cualquier acto procesal o extraprocesal
apto para ser vehículo de la doctrina de los propios actos. Sin embargo, hemos
considerado conveniente resaltar este posible efecto de la oposición del deudor, ya
que de no hacerlo podría llegarse al equívoco de que la oposición es plenamente
inocua para el deudor.
No obstante lo indicado, sí existe un supuesto en el que lo alegado por el
demandado condiciona a éste tanto procesalmente como materialmente y por
disposición legal expresa, nos referimos a la pluspetición, ya que el art. 818.1 pfo. 3.°
de la LEC establece que en tal caso se tendrá por allanado al deudor en la cantidad
que reconozca como debida, aplicándose con respecto a ésta cantidad lo dispuesto
en el art. 21.2 LEC, es decir, se procederá a dictar auto acogiendo las pretensiones
que hayan sido objeto de allanamiento, auto que será ejecutado por los trámites de
los arts. 517 y siguientes de la LEC.
Sin embargo debe indicarse, que para que la pluspetición sea tenida por
allanamiento parcial a la demanda, es preciso que no se aleguen otras cuestiones
que nieguen de manera plena la procedencia de la reclamación, dado que, por
definición, el allanamiento supone aceptación incondicional de las pretensiones del
actor. Efectivamente, si el demandado alega, por ejemplo, la prescripción de la deuda
y además la pluspetición de lo reclamado para el caso de que se entienda que la
deuda no ha prescrito, no cabrá entender que existe allanamiento parcial a las
pretensiones del actor, dado que se estará negando, en primer término, la
procedencia de la reclamación en su totalidad.

XIII. Transformación del procedimiento monitorio en juicio declarativo


ordinario

Formulada la oposición, el procedimiento se acomodará a los trámites que


correspondan con arreglo a las normas establecidas para los juicios declarativos en
atención a la cuantía de lo reclamado (art. 818.2 LEC). De tal manera que:

A) Si se trata de reclamación que no supere las 500.000 ptas. se acomodará la


continuación del procedimiento a lo establecido para el juicio verbal, en cuyo caso se
dará traslado al actor de la oposición formulada por el deudor y se convocará a las
partes a juicio (a vista, siguiendo la terminología utilizada por la futura LEC),
continuando el proceso a través de las normas establecidas para el juicio verbal y
ante el propio órgano que ha venido conociendo de la petición inicial del actor.

B) Si se trata de reclamación que supere las 500.000 ptas. y, por tanto, es


procedente el juicio ordinario, se dará traslado al actor del escrito de oposición,
disponiendo éste del plazo de un mes para interponer la correspondiente demanda,

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caso de no hacerlo se sobreseerán las actuaciones imponiendo al actor el pago de
las costas causadas.
Si el actor interpusiese en plazo la demanda, el órgano judicial que haya venido
conociendo del asunto, dará traslado de ella al deudor en los términos establecidos
en los arts. 404 y siguientes de la LEC, es decir, con arreglo a lo previsto para el
juicio ordinario, continuando el procedimiento a través de lo establecido para tal clase
de juicios.

XIV. COSA JUZGADA

Indica el art. 818.1 LEC que la sentencia que se dicte en el declarativo que se
siga tendrá valor de cosa juzgada, utilizando en este caso la ley la expresión
indicada, a diferencia de la ya indicado con respecto al auto despachando ejecución
(vid., apartado 12.B).
Tal indicación sobre el valor de la cosa juzgada es consecuencia de la
consideración del juicio declarativo posterior, no como un proceso en que debatir la
procedencia del requerimiento de pago, exclusivamente, sino como un proceso en
que debatir, en plenitud y sin limitación alguna de los medios de prueba y defensa, la
procedencia de la reclamación de cantidad.
Cabe señalar que la excepción de cosa juzgada no es aplicable al supuesto en
que, procediendo el juicio ordinario, es decir, cuando se reclamen más de 500.000
ptas., el acreedor no interponga la demanda en plazo de un mes, ya que en tal caso
no se habrá seguido, precisamente, juicio declarativo, y la LEC establece que el valor
de cosa juzgada se dará a la sentencia que se dicte en juicio de naturaleza
declarativa ordinaria. Por tanto, tal auto producirá como consecuencia el cerrar el
procedimiento monitorio abierto, con imposición de costas al actor, pero permitiéndole
acudir posteriormente al declarativo que corresponda.

XV. BIBLIOGRAFÍA

CALAMANDREI, P.: El procedimiento monitorio. Buenos Aires, 1953.


CORREA DELCASSO, El proceso monitorio. Barcelona. Bosch. 1998.
GÓMEZ AMIGO, L.: "La introducción del proceso monitorio en el sistema procesal
español". Actualidad Civil n.° 38. 1999.
GÓMEZ COLOMER, J. L.: "El proceso monitorio", dentro de la obra colectiva El
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GUTIÉRREZ DE CABIEDES, E.: Estudios de Derecho procesal. Pamplona, 1974.
LÓPEZ SÁNCHEZ, J.: El proceso monitorio. La Ley, Madrid, 2000.
LORCA NAVARRETE, A. M.: "El proceso monitorio", dentro de la obra El proceso
civil y su reforma. Madrid, Colex. 1998.
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Enjuiciamiento Civil. Pricewaterhouse Coopers, 1998.
TOMÉ GARCÍA, J. A.: "Los recursos, los procedimientos especiales y la función
ejecutiva en el Proyecto de la Ley de Enjuiciamiento Civil", ponencia dada en el
CEJAJ, dentro del curso El proyecto de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
VICENTE MATILDE: curso de la Ley de Enjuiciamiento Civil, "los procesos
especiales", especial consideración del proceso monitorio, ponencia dada en el
CEJAJ.

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