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EL PROCESO MONITORIO
Ponencia
Serie: Civil
ÍNDICE
I. Nota aclaratoria
II. Introducción
III. Antecedentes
IV. Clases
V. Naturaleza
VI. Ámbito de aplicación
VII. Competencia
VIII. Petición inicial
IX. Postulación y defensa
X. Admisión a trámite
XI. Requerimiento de pago
XII. Conductas que puede adoptar el demandado
1. El pago
2. Falta de pago y de oposición
3. Oposición del deudor
XIII. Transformación del procedimiento monitorio en juicio declarativo ordinario
XIV. Cosa juzgada
XV. Bibliografía
TEXTO
I. NOTA ACLARATORIA
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la futura o nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. En todo caso, cuando hagamos
referencia a la Ley de Enjuiciamiento Civil, o LEC, sin más especificaciones, nos
referiremos a la futura Ley de Enjuiciamiento Civil.
II. INTRODUCCIÓN
III. ANTECEDENTES
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europeas, salvo en España donde sólo se trató de su existencia a nivel doctrinal,
aplicándose en la práctica, según TOMÁS Y VALIENTE, como una corruptela del
juicio sumario ejecutivo, lo cual trajo como consecuencia el que no fuese recogido por
la codificación, siendo prohibido por la instrucción del Marqués de Gerona de 1853 y
por la LEC de 1855.
IV. CLASES
B) La simple oposición no motivada del deudor hace que la orden de pago resulte
plena y absolutamente ineficaz, debiendo acudir el acreedor al correspondiente juicio
declarativo para obtener el resarcimiento de su crédito; pero en este proceso
declarativo se solventará la acción del actor cual si la orden de pago emitida en el
procedimiento monitorio no hubiese existido, sin discutirse, por tanto, si la orden de
pago ha de mantenerse o dejarse sin efecto, ya que, en definitiva, ésta ha quedado
sin efecto alguno por la sola y simple oposición del deudor, no existiendo, en
consecuencia, limitación alguna en cuanto a los motivos de oposición que el
demandado pueda esgrimir.
B) La oposición del deudor no hace, sin más, que el mandato de pago resulte
ineficaz, ya que tal oposición lo que provoca es la apertura de una fase de cognición
contradictoria en cuyo seno se discute si el motivo de oposición del deudor es
fundado y, por ello, debe dejarse sin efecto el mandato de pago, o si por el contrario
éste debe ser mantenido y hecho ejecutivo, quedando limitadas las causas de
oposición a esgrimir en el seno de este proceso.
CORREA DELCASSO señala que la nota diferencial entre uno y otro modelo
viene dada, principalmente, por el grado de intervención judicial a la hora de dictar el
mandato de pago, de tal manera que si el juzgador emite la orden de pago sin
necesidad de comprobar los hechos en que el actor basa su demanda, estamos ante
el modelo puro, si, por el contrario, el legislador se inclina por un mayor control
judicial en esta primera fase de emisión del mandato de pago, estaremos ante el
procedimiento monitorio documental. En igual sentido se pronuncia LORCA
NAVARRETE.
Por su parte, TOMÉ GARCÍA, refiriéndose al proyecto de la LEC, pero en materia
que no ha sido modificada por la redacción definitiva de la misma, considera que el
juicio instaurado por la futura LEC es de carácter mixto, ya que, como se verá, no
existe límite alguno en cuanto a las causas de oposición a esgrimir, citando en igual
sentido a GÓMEZ AMIGO.
V. NATURALEZA
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No es pacífica la doctrina a la hora de determinar la naturaleza del procedimiento
que analizamos, puesto que mientras la doctrina alemana se decanta por la
consideración de la naturaleza ejecutiva del procedimiento monitorio, la doctrina
italiana se orienta en el sentido de considerarlo como un juicio declarativo, no faltando
autores, como CALAMANDREI que sostienen su naturaleza mixta.
HERCÉ QUEMADA lo considera juicio declarativo, al entender que el título
ejecutivo marca la separación entre la declaración y la ejecución. Con el
procedimiento monitorio no comienza la ejecución, precisamente se acude al proceso
monitorio para obtener un título ejecutivo, obtenido éste, en caso de no oposición del
deudor, se obtiene el título ejecutivo y se entra en fase de ejecución procesal.
GÓMEZ COLOMER distingue dos fases en el procedimiento, la inicial que
discurre hasta la creación del título y la posterior, que dependerá de la conducta del
deudor. La primera fase la considera este autor como propia de un procedimiento
declarativo especial, dado que existe conocimiento desde el momento en que el
órgano judicial debe examinar los documentos y vigilar si concurren los demás
requisitos legales, y ha de dar traslado al deudor de la pretensión "y eso es conocer
procesalmente hablando".
La segunda fase dependerá de la postura del demandado. Si no comparece, el
proceso se transforma en ejecución. Si comparece y se opone, se transforma en
declarativo ordinario.
GUASP cataloga el proceso monitorio como proceso de facilitación. A través de él
se tiende a crear un título de ejecución del que el acreedor carece. Si requerido el
deudor de pago no se opone a la pretensión del actor, se otorga a éste un título
ejecutivo que evitaría tener que acudir al correspondiente declarativo para obtener
una condena en que basar la ejecución.
En todo caso, pese a las analogías que existen entre éste proceso y el juicio
ejecutivo, distintos autores han resaltado las diferencias entre ambos procesos, así,
siguiendo a SERRA DOMÍNGUEZ, podemos sintetizar tales diferencias en las
siguientes:
Ante todo debe señalarse que el acudir a este procedimiento es facultativo para el
acreedor, tal y como se desprende del término "podrá" que utiliza el art. 812.1 de la
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futura LEC al indicar las reclamaciones que por este procedimiento pueden ser
substanciadas.
A través del procedimiento monitorio se podrán reclamar deudas vencidas,
líquidas y exigibles. En definitiva, no cabe acudir a este procedimiento para reclamar
deudas sometidas a término o condición o cuyo importe líquido, esto es, determinado,
no conste.
El importe de la deuda no debe exceder de cinco millones de pesetas, límite
cuantitativo desconocido en la legislación comparada, y que el legislador justifica en
la Exposición de Motivos de la LEC por razones de prudencia, al introducir este
instrumento procesal novedoso en nuestro derecho (Exposición de Motivos, apartado
XIX).
Además de los requisitos indicados anteriormente, es preciso aportar el
documento o documentos que acrediten la existencia de la deuda, señalando, en
concreto, el art. 812 LEC como tales:
1.° Documentos, cualquiera que sea su forma y clase o el soporte físico en que se
encuentren, que aparezcan firmados por el deudor o con su sello, impronta o marca o
con cualquier otra señal, física o electrónica, proveniente del deudor.
2.° Facturas, albaranes de entrega, certificaciones, telegramas, telefax o
cualesquiera otros documentos que, aun unilateralmente creados por el acreedor,
sean de los que habitualmente documentan los créditos y deudas en relaciones de la
clase que aparezca existente entre acreedor y deudor.
Como veremos más adelante, al tratar de la admisión a trámite, uno y otro tipo de
documentos producen el mismo efecto, siendo éste el de abrir el procedimiento
monitorio, pero el margen de valoración judicial es más restringido en los segundos
que en los primeros de los enunciados.
VII. COMPETENCIA
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El art. 813 establece como competente territorialmente al Juez de Primera
Instancia del domicilio o residencia del deudor, pero si se ignorase tal dato, podrá ser
demandado en el lugar en que el deudor pueda ser habido a efecto de verificar el
requerimiento de pago.
Tratándose de deudas comunitarias comprendidas en el art. 812.2.2.° de la LEC,
también será competente el Juez del lugar en que se halle la finca, quedando la
elección del fuero territorial, en este caso, a la voluntad del solicitante.
Los fueros territoriales indicados son inderogables, no cabiendo la sumisión
expresa o tácita de las partes.
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Se inicia el procedimiento por medio de escrito que tan siquiera es denominado
demanda por el legislador, bastando con que conste en este escrito inicial (art. 814.1
LEC):
Dada la sencillez del escrito inicial, señala el art. 814.1 pfo. 2.° que podrá
cumplimentarse a través de impresos o formularios, si bien no establece
expresamente quien confeccionará tales impresos, en todo caso, no parece que
hayan de serlo por el propio órgano que tendrá que valorar, entre otras cuestiones, la
validez formal de la petición inicial.
Con el escrito inicial, indica el art. 814.1.° LEC, deberán acompañarse los
documentos en que el actor base su pretensión, esto es, los indicados anteriormente.
X. ADMISIÓN A TRÁMITE
Presentado el escrito inicial junto con los documentos en que el actor base su
reclamación, deberá el juez examinar la solicitud presentada para determinar si
procede su admisión a trámite (art. 815 LEC).
En primer término deberá determinar si cumple los requisitos formales la solicitud
inicial, esto es, si determina el nombre y domicilio de las partes, etc. Su competencia
territorial, y la aportación de los documentos.
Si formalmente la pretensión es correcta, el juzgador deberá examinar los
documentos presentados para determinar si a través de ellos puede entenderse que
el actor aporta un principio de prueba que acredite la existencia del crédito y que éste
es líquido, vencido y exigible.
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No obstante, cuando se trate de los documentos previstos en el art. 812.2 de la
LEC, a los que convencionalmente hemos denominado como de eficacia probatoria
legalmente establecida (vid. apartado VI), el legislador presume que constituyen
principio de prueba de la existencia del crédito del peticionario, bastando en tal caso
con examinar la procedencia formal de la reclamación y, obviamente, si a través de
dichos documentos se deduce la liquidez, exigibilidad y vencimiento del crédito.
XI. REQUERIMIENTO DE PAGO
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que no siendo hallado el deudor en los domicilios indicados ha de acudirse, sin más,
a la comunicación edictal. No obstante, si se tiene en cuenta la reiterada doctrina del
Tribunal Constitucional en el sentido de vincular los actos de comunicación con el
derecho de tutela judicial efectiva (SSTC 78/93, 129/91, 275/93 y 227/94, entre otras),
y la necesidad de apurar los mecanismos de búsqueda del domicilio de la parte,
acudiendo a la notificación por edictos únicamente como último recurso y ante la
imposibilidad de realizar la notificación efectiva de la resolución de que se trate
(SSTC 181/85, 22/87, 16/89, 236/92, 70/94 y 227/94, entre otras muchas), y dada la
vital transcendencia que tiene en este proceso la voluntad y postura que adopte el
demandado ante la reclamación, es por lo que entendemos que antes de acudir al
requerimiento de pago y emplazamiento por edictos, es preciso agotar las
posibilidades de investigación que otorga el art. 156 LEC.
A) Pagar.
B) No pagar ni oponerse.
C) Oponerse.
1. El pago
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El art. 817 LEC indica que, verificado el pago y tan pronto como el deudor
acredite su realización, se procederá a entregar al deudor justificante del pago y se
archivarán las actuaciones.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que en principio el pago se realiza ante el
acreedor y se justifica tal pago ante el órgano judicial, de tal manera que, en tal
hipótesis, no será el órgano judicial el que de justificante de pago al deudor, sino a la
inversa. Por ello debe entenderse, como pone de relieve MATILDE VICENTE, que lo
que deberá entregarse al deudor será la resolución que tenga por acreditado el pago
y acordando el archivo de las actuaciones; salvo que el deudor haya verificado el
pago directamente ante el órgano judicial, en cuyo caso parece que también bastará
con entregar al deudor copia de la resolución acordando el archivo de lo actuado y
teniendo por realizado el pago.
Una cuestión que debe plantearse es la relativa al pago de costas, ya que el
precepto indicado no recoge nada a tal respecto para el caso de pago del deudor
ante el requerimiento, y ante ello cabe plantearse si el pago, en los términos aquí
analizados, exonera al deudor del abono de costas.
Ciertamente, el silencio del legislador a tal respecto no parece obedecer a olvido
de la cuestión ya que en el anteproyecto de la LEC, sí preveía tal cuestión,
estableciendo (art. 807 Anteproyecto de la LEC) que el deudor debería abonar las
costas causadas, cuando el actor acreditase haber intentado infructuosamente el
cobro, pero tal previsión no ha quedado incorporada ni al proyecto de la LEC, ni en su
redacción definitiva. Todo ello lleva a considerar que en los supuestos indicados no
existirá condena en costas al deudor, ya que no existe previsión legal al respecto.
Cabe plantearse, no obstante, si la condena en costas al deudor puede basarse
en el art. 394 y siguientes de la LEC, sin embargo, la solución no es clara, ya que:
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- El art. 394 está previsto para los juicios declarativos, y la naturaleza del presente
procedimiento no es indiscutida como ya expusimos anteriormente (vid. apartado V).
En conclusión, parece que el pago del deudor exonerará a éste del pago de
costas, pero si se entiende aplicable el régimen que la ley establece para los juicios
declarativos, habrá de existir mala fe en el deudor y ser así apreciada por el juzgador
en la correspondiente resolución.
En todo caso, debe tenerse en cuenta que aun cuando exista condena en costas,
es decir, si se entiende que cabe tal condena en los términos ya indicados, para que
los gastos de abogado y procurador sean repercutibles a la parte contraria en
concepto de costas será preciso que se declare en la resolución que se dicte la
temeridad del demandado o que el actor resida en localidad distinta al lugar en que
se desarrolle el juicio, ya que para interponer la solicitud inicial no es preceptiva, en
ningún caso, la intervención de abogado y procurador (vid. apartado IX), y en tal
supuesto la LEC, en su art. 32.5, establece que los honorarios de abogado y
procurador serán repercutibles al contrario condenado en costas en los casos
indicados, esto es, cuando se declare la temeridad o el litigante que haya obtenido en
su favor la condena en costas resida en localidad distinta de aquella en la que se
sigue el juicio.
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alcanzados en torno a la ejecución de que se trate, siempre que consten, tales
acuerdos, en documento público.
El art. 816.2 LEC indica que, no obstante la oposición indicada, "el solicitante del
procedimiento monitorio y el deudor ejecutado no podrán pretender ulteriormente en
proceso ordinario la cantidad reclamada en el monitorio o la devolución de la que con
la ejecución se obtuviere". Esta ambigua expresión, ya contenida en el Proyecto de la
LEC, y en el art. 21 de la LPH en la redacción dada por la ley 8/99, lleva a la doctrina
a plantearse si lo indicado por el legislador supone que el auto indicado produce
excepción de cosa juzgada, TOMÉ GARCÍA, citando a CORREA DELCASSO, y
refiriéndose al Proyecto de la LEC, señala sus dudas sobre la consideración de que la
resolución analizada produzca, verdaderamente, tal efecto, pronunciándose a favor
de una indicación expresa, sobre tal cuestión, en la, entonces futura, redacción
definitiva de la LEC.
Desde un punto de vista exclusivamente práctico, cabe indicar que si la expresión
utilizada por el legislador no pretendiese otorgar el carácter de cosa juzgada a la
resolución indicada, establece algo que se le asemeja enormemente, ya que el efecto
que genera la cosa juzgada es, precisamente, el de impedir que se reproduzca la
misma cuestión en otro proceso posterior, lo cual es lo que en definitiva indica el
precepto que analizamos, el cual utiliza una auténtica perífrasis para eludir la
utilización de la expresión "cosa juzgada", pero recogiendo sus efectos. MATILDE
VICENTE y GÓMEZ COLOMER opinan que pese a no utilizarse la expresión cosa
juzgada, ésta se produce en el supuesto que analizamos.
Probablemente la razón de ser del circunloquio legal haya que buscarla en el art.
222 de la LEC, el cual limita a las sentencias el valor y efecto de cosa juzgada, no
haciendo referencia a los autos u otro tipo de resoluciones, de ahí que el legislador,
para ser coherente con ello, haya evitado la utilización del término "cosa juzgada" que
reserva para las sentencias.
Desde que se dicte el auto despachando ejecución la deuda generará el interés
previsto en el art. 576 LEC, es decir, el legal incrementado en dos puntos o, en su
caso, el pactado por las partes o el especialmente determinado por ley.
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en su escrito de oposición, es decir cuando a través de lo manifestado cree,
reconozca, modifique, esclarezca, fije, defina o extinga, de forma inequívoca, una
situación jurídica que afecte al deudor (doctrina recogida, entre otras, en SSTS de 30-
12-95, 16-2-96 y 16-2-98), pero, como se dijo, tales alegaciones no le vinculan de
cara al posterior declarativo, más allá de lo que sea de aplicar la doctrina de los
propios actos (v.g., si se reconoce la autenticidad de algún documento, o se reconoce
la existencia de relaciones comerciales con el acreedor, no cabrá negar
posteriormente la autenticidad del documento, o la existencia de tales relaciones). En
definitiva, la vinculación del deudor por lo manifestado en su oposición no provendrá
de causas procesales, por así decirlo, sino de la eventual idoneidad de la oposición
formulada para vincular al deudor a través de la doctrina de los actos propios. Dicho
de otro modo, tal doctrina igualmente podría aplicarse si lo manifestado por el deudor
lo hubiera sido en acto de conciliación, o en escritura pública, o en otro proceso
previo y distinto, y en general, a través de cualquier acto procesal o extraprocesal
apto para ser vehículo de la doctrina de los propios actos. Sin embargo, hemos
considerado conveniente resaltar este posible efecto de la oposición del deudor, ya
que de no hacerlo podría llegarse al equívoco de que la oposición es plenamente
inocua para el deudor.
No obstante lo indicado, sí existe un supuesto en el que lo alegado por el
demandado condiciona a éste tanto procesalmente como materialmente y por
disposición legal expresa, nos referimos a la pluspetición, ya que el art. 818.1 pfo. 3.°
de la LEC establece que en tal caso se tendrá por allanado al deudor en la cantidad
que reconozca como debida, aplicándose con respecto a ésta cantidad lo dispuesto
en el art. 21.2 LEC, es decir, se procederá a dictar auto acogiendo las pretensiones
que hayan sido objeto de allanamiento, auto que será ejecutado por los trámites de
los arts. 517 y siguientes de la LEC.
Sin embargo debe indicarse, que para que la pluspetición sea tenida por
allanamiento parcial a la demanda, es preciso que no se aleguen otras cuestiones
que nieguen de manera plena la procedencia de la reclamación, dado que, por
definición, el allanamiento supone aceptación incondicional de las pretensiones del
actor. Efectivamente, si el demandado alega, por ejemplo, la prescripción de la deuda
y además la pluspetición de lo reclamado para el caso de que se entienda que la
deuda no ha prescrito, no cabrá entender que existe allanamiento parcial a las
pretensiones del actor, dado que se estará negando, en primer término, la
procedencia de la reclamación en su totalidad.
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caso de no hacerlo se sobreseerán las actuaciones imponiendo al actor el pago de
las costas causadas.
Si el actor interpusiese en plazo la demanda, el órgano judicial que haya venido
conociendo del asunto, dará traslado de ella al deudor en los términos establecidos
en los arts. 404 y siguientes de la LEC, es decir, con arreglo a lo previsto para el
juicio ordinario, continuando el procedimiento a través de lo establecido para tal clase
de juicios.
Indica el art. 818.1 LEC que la sentencia que se dicte en el declarativo que se
siga tendrá valor de cosa juzgada, utilizando en este caso la ley la expresión
indicada, a diferencia de la ya indicado con respecto al auto despachando ejecución
(vid., apartado 12.B).
Tal indicación sobre el valor de la cosa juzgada es consecuencia de la
consideración del juicio declarativo posterior, no como un proceso en que debatir la
procedencia del requerimiento de pago, exclusivamente, sino como un proceso en
que debatir, en plenitud y sin limitación alguna de los medios de prueba y defensa, la
procedencia de la reclamación de cantidad.
Cabe señalar que la excepción de cosa juzgada no es aplicable al supuesto en
que, procediendo el juicio ordinario, es decir, cuando se reclamen más de 500.000
ptas., el acreedor no interponga la demanda en plazo de un mes, ya que en tal caso
no se habrá seguido, precisamente, juicio declarativo, y la LEC establece que el valor
de cosa juzgada se dará a la sentencia que se dicte en juicio de naturaleza
declarativa ordinaria. Por tanto, tal auto producirá como consecuencia el cerrar el
procedimiento monitorio abierto, con imposición de costas al actor, pero permitiéndole
acudir posteriormente al declarativo que corresponda.
XV. BIBLIOGRAFÍA
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