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TEMA: Mi Ser Joven al Estilo de María.

Cita Bíblica: “Finamente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable,
laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta ” (Flp 4,8).

Presentación: Desde nuestra Juventud estamos llamados a Ser y a Vivir con virtudes propias de
un Cristiano, Pero ¿Cuáles son esas Virtudes? ¿Quién es el mejor modelo a Seguir?. Hay
tanto que se nos ofrece en la iglesia, Carismas, Actividades, Emociones, pero mosca, en todo
esto ¿Estarán presentes las virtudes cristianas?

Dinámica la Memoria y la Pista: Cada joven tendrá un minuto por ronda para adivinar la
mayor cantidad de virtudes y léxico de la legión de María.

Palabras: Amor, Humildad, Fe, Aceptación, Obediencia, Caridad, Sabiduría, Piedad,


Paciencia, Fortaleza en el Dolor, Reflexiva, Buena Escucha, Pobreza, Confianza en Dios,
Esperanza, Oración, FRANK DUFF, Socios, Curia, Presidium, Presidente, Tesorero, Secretario,
Vicepresidente, Patricios, Evangelización, Patronos, 7 de septiembre de 1921, Oficiales de
Curia, Iglesia, Testimonio, Alegría, Bondad, Responsable, María, Misericordia, Espíritu Santo,
Compartir, Frutos, Juventud, Carisma, Eucaristía, Junta Semanal, Solidaridad Humana,
Inmaculada, Milagrosa, Chinita, Del Valle, Del Carmen, Guadalupe, Concepción, Candelaria,
Del Pilar, La Dolorosa, Rosa Mística, Divina Pastora.

Introducción al Tema:

“Finamente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo
que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta ” (Flp 4,8).

Con estas palabras de San Pablo a los filipenses, el Catecismo de la Iglesia Católica (CAT)
inicia en la tercera parte, la Vida en Cristo, su exposición sobre las Virtudes.

A continuación define la Virtud como la disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a
la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas
sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de
acciones concretas.

San Gregorio de Nisa decía que el objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser
semejante a Dios.

El Catecismo hace una distinción entre las virtudes humanas y las virtudes teologales.

En su número 1804 y siguientes, nos define las virtudes humanas como actitudes firmes,
disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan
nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe.
Proporcionar facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre
virtuoso es el que practica libremente el bien.

Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y gérmenes de
los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse
con el amor divino. Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se llaman
cardinales; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la prudencia, la justicia, la
fortaleza y la templanza.
Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una
perseverancia, reanudada siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia
divina. Con la ayuda de Dios, forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre
virtuoso es feliz al practicarlas. Para el hombre herido por el pecado no es fácil guardar el
equilibrio moral. El don de la salvación de Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar
en la búsqueda de las virtudes. Cada cual debe pedir siempre esta gracia de luz y de fortaleza,
recurrir a los sacramentos, cooperar con el Espíritu Santo, seguir sus invitaciones a amar el bien
y guardarse del mal.

En el número 1812 y siguientes, el CAT nos habla de las virtudes teologales, y nos dice que las
virtudes humanas se arraigan en aquéllas que adaptan las facultades del hombre a la
participación de la naturaleza divina. Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios.
Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen,
motivo y objeto a Dios uno y trino. Fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano.
Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles
para hacerlos capaces del obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la
presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Tres son: la fe la
esperanza y la caridad (cf.1 Co 13,13).

En la constitución dogmática sobre la Iglesia Católica del Concilio Vaticano II, Lumen
Gentium, en su capítulo VIII dedicado a la Santísima Virgen María, nos presenta a Nuestra
Señora como tipo y ejemplar acabadísimo de la Iglesia en la fe y en la caridad.

Los Santos Padres piensan que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de
Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Por eso no
pocos Padres antiguos, afirman gustosamente que lo atado por la virgen Eva con su
incredulidad, fue desatado por la Virgen María mediante su fe, y comparándola con Eva, llaman
a María, Madre de los vivientes, afirmando con mayor frecuencia que la muerte vino por Eva, la
vida por María.

Continúa diciendo la Lumen Gentium, que la Santísima Virgen cooperó a la obra del Salvador
con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida
sobrenatural de las almas. Y por eso María es nuestra madre en orden de la gracia.

San Ambrosio nos enseño que la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la
caridad y de la unión perfecta con Dios.

Ahora a modo de reflexión con los chamos, se abre un diálogo: ¿Qué Pienso de la Virgen?
¿Qué Virtudes Conozco? ¿Escuche un dato nuevo, interesante hasta ahora?

Explicitación: Vamos a entregar a cada participante una o dos virtudes de María que deberán
analizar y luego presentar a los demás en forma de publicidad, esto para motivar que cada uno
pueda ver lo mejor de María desde una perspectiva juvenil.
La primer de las virtudes que debemos imitar de María es su humildad, dice San Alfonso
María de Ligorio. María, siendo la primera y más perfecta discípula de Jesucristo en todas las
virtudes, también lo fue en esta virtud de la humildad, gracias a la cual mereció ser exaltada
sobre las criaturas.

María se vería tan pequeña, que si bien conocía que está enriquecida de gracias más que los
demás, no se ensalzaba sobre ninguno. No es que la Virgen se considerase pecadora, porque la
humildad es andar en la verdad, y María sabía que jamás había ofendido a Dios. Dice San
Bernardino que no hubo criatura en mundo más exaltada que María porque no hubo criatura que
más se humillase que María.

Dijo María a santa Brígida: ¿Por qué me humillé tanto y merecía tan gracia sino porque supe
que no era nada y nada tenía como propio?

Es propio de los humildes el servicio. María se fue a servir a Isabel durante tres meses; a lo que
comenta san Bernardo: Se admiró Isabel de que llegara María a visitarla, pero mucho más se
admiraría al ver que no llegó para ser servida, sino para servirla.

La segunda de las virtudes que debemos imitar de María es el amor a Dios, Dice San
Bernardo donde hay mayor pureza, allí hay más amor. Cuanto más puro es un corazón y más
vacío de sí mismo, tanto más estará lleno de amor a Dios. María Santísima, porque fue humilde
y vacía de si misma, por lo mismo estuvo llena del divino amor, de modo que progresó en ese
amor a Dios más que todos los hombres y todos los ángeles juntos. Como escribe San
Bernardino, supera a todas las criaturas en el amor hacia su Hijo. Por eso San Francisco de
Sales la llamó con razón la reina del amor.

La tercera de las virtudes que debemos imitar de María es su amor al prójimo, El amor a
Dios y al prójimo se contienen en el mismo precepto. “Este mandato hemos recibido del Señor:
que quien ame a Dios ame también a su hermano” (1Jn 4,21). La razón es, como dice santo
Tomás, porque quien ama a Dios ama todas las cosas que son amadas por Dios. Santa Catalina
de Siena le decía un día a Dios: Señor, tu quieres que yo ame al prójimo, y yo no sé amarte más
que a ti. Y Dios al punto le respondió: El que me ama, ama todas las cosas amadas por mí. Mas
como no hubo ni habrá quien haya amado a Dios como María, así no ha existido ni existirá
quien ame al prójimo más que la Virgen María.

La Virgen María, viviendo en la tierra, estuvo tan llena de caridad que socorría las necesidades
sin que se lo pidiesen, como hizo precisamente en las bodas de Caná cuando pidió al Hijo el
milagro del vino exponiéndole la aflicción de aquella familia. “No tienen vino” (Jn 2,3). ¡Qué
prisa se daba cuando se trataba de socorrer al prójimo! Cuando fue para cumplir oficios de
caridad a casa de Isabel, “se dirigió a la montaña rápidamente” (Lc 1,39). No pudo demostrar de
forma más grandiosa su caridad que ofreciendo a su Hijo por nuestra salvación.
La cuarta de las virtudes que debemos imitar de la Virgen María es su fe.

Así como la santísima Virgen María es madre del amor y de la esperanza, así también es madre
de la fe. “Yo soy la madre del amor hermoso y del temor, del conocimiento y de la santa
esperanza” (Ecclo 24,17). Y con razón, dice san Ireneo, porque el daño que hizo Eva con su
incredulidad, María lo reparó con su fe. Eva, afirma Tertuliano, por creer a la serpiente contra lo
que Dios le había dicho, trajo la muerte; pero nuestra reina, creyendo a la palabra del ángel al
anunciarle que ella, permaneciendo virgen, se convertiría en madre del Señor, trajo al mundo la
salvación. Mientras que María, dice san Agustín, dando su consentimiento a la encarnación del
Verbo, por medio de su fe abrió a los hombres el paraíso. Ricardo, acerca de las palabras de san
Pablo: “El varón infiel es santificado por la mujer fiel” (1Co 7,14), escribe: Esta es la mujer fiel
por cuya fe se ha salvado Adán, el varón infiel, y toda su posteridad. Por esta fe, dijo Isabel a la
Virgen: “Bienaventurada tú porque has creído, pues se cumplirán todas las cosas que te ha
dicho el Señor” (Lc 1,45). Y añade san Agustín: Más bienaventurada es María recibiendo por la
fe a Cristo, que concibiendo la carne de Cristo.

La quinta de las virtudes que debemos imitar de la Virgen María es su esperanza, ya que
de la fe nace la esperanza. Para esto Dios nos ilumina con la fe para el conocimiento de su
bondad y de sus promesas, para que nos animemos por la esperanza a desear poseerlas. Siendo
así que María tuvo la virtud de la fe en grado excelente, tuvo también la virtud de la esperanza
en grado sumo, la cual le hacía proclamar con David: “Mas para mí, mi bien es estar junto a
Dios. He puesto mi cobijo en el Señor” (Sal 72,28). María es la fiel esposa del divino Espíritu
de la que se dijo: “Quién es ésta que sube del desierto apoyada en su amado” (Ct 8,5). Porque,
comenta Algrino, despegada siempre de las aficiones del mundo tenido por ella como un
desierto, y no confiando desordenadamente en las criaturas ni en los méritos propios, apoyada
del todo en la divina gracia en la que sólo confiaba, avanzó siempre en el amor de su Dios.

La sexta de las virtudes que debemos imitar de la Virgen María es su Castidad. Después de
la caída de Adán, habiéndose rebelado los sentidos contra la razón, la virtud de la castidad es
para los hombres muy difícil de practicar. Entre todas las luchas, dice san Agustín, las más
duras son las batallas de la castidad, en la que la lucha es diaria y rara la victoria. Pero sea
siempre alabado el Señor que nos ha dado en la Virgen María un excelente ejemplar de esta
virtud.

Con razón, dice san Alberto Magno, se llama virgen a la Virgen María porque ella, ofreciendo
su virginidad a Dios, la primera, sin consejo ni ejemplo de nadie, se lo ha dado a todas las
vírgenes que la han imitado. Como predijo David: “Toda espléndida la hija del rey, va dentro
con vestidos de oro recamados…; vírgenes con ella, compañeras suyas, donde él son
introducidas” (Sal 44,14-15). Sin consejo de otros y sin ejemplo que imitar. Dice san Bernardo:
Oh Virgen, ¿quién te enseñó a agradar a Dios y a llevar en la tierra vida de ángeles? Para esto,
dice Sofronio, se eligió Dios por madre a esta purísima virgen, para que fuera ejemplo de
castidad para todos. Por eso la llama san Ambrosio la portaestandarte de la virginidad.
La séptima de las virtudes que debemos imitar de la Virgen María es su Pobreza. Nuestro
amado Redentor, para enseñarnos a desprendernos de los bienes efímeros, quiso ser pobre en la
tierra. “Por vosotros se hizo pobre siendo rico, y con su pobreza todos hemos sido
enriquecidos” (2Co 8,9). Por eso Jesús exhortaba al que quería seguirle: “Si quieres ser
perfecto, vete, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y ven y sígueme” (Mt 19,21).

La discípula más perfecta y que mejor siguió su ejemplo fue María. Es de opinión san Pedro
Canisio que la santísima Virgen, con la herencia dejada por sus padres hubiera podido vivir
cómodamente, pero quiso quedar pobre reservándose una pequeña porción y dando todo lo
demás en limosnas al templo y a los pobres. Se cuenta en las revelaciones de santa Brígida que
le dijo la Virgen: Desde el principio resolví en mi corazón no poseer nada en el mundo. Los
regalos recibidos de los Magos serían ciertamente valiosos, afirma san Bernardo, como
convenía a su regia majestad, pero se distribuirían a los pobres por manos de san José.

La octava de las virtudes que debemos imitar de la Virgen María es su obediencia. Por el
amor que María tenía a la virtud de la obediencia, cuando recibió la Anunciación del ángel san
Gabriel no quiso llamarse con otro nombre más que con el de esclava: “He aquí la esclava del
Señor”. Sí, dice santo Tomás de Villanueva, porque esta esclava fiel ni en obras ni en
pensamiento contradijo jamás al Señor, sino que, desprendida de su voluntad propia, siempre y
en todo vivió obediente al divino querer. Ella misma declaró que Dios se había complacido en
esta su obediencia cuando dijo: “Miró la humildad de su esclava” (Lc 1,48), pues la humildad
de una sierva se manifiesta en estar pronta a obedecer. Dice san Agustín que la Madre de Dios,
con su obediencia, remedió el daño que hizo Eva con su desobediencia. La obediencia de María
fue mucho más perfecta que la de todos los demás santos, porque todos ellos, estando
inclinados al mal por la culpa original, tienen dificultad para obrar el bien, pero no así la
Virgen. Escribe san Bernardino: María, porque fue inmune al pecado original, no tenía
impedimentos para obedecer a Dios, sino que fue como una rueda que giraba con prontitud ante
cualquier inspiración divina. De modo que, como dice el mismo santo, siempre estaba
contemplando la voluntad de Dios para ejecutarla. El alma de María era, como oro derretido,
pronta a recibir la forma que el Señor quisiera.
La novena de las virtudes que debemos imitar de la Virgen María es su Paciencia. Siendo
esta tierra lugar para merecer, con razón es llamada valle de lágrimas, porque todos tenemos
que sufrir y con la paciencia conseguir la vida eterna, como dijo el Señor: “Mediante vuestra
paciencia salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19). Dios, que nos dio a la Virgen María como
modelo de todas las virtudes, nos la dio muy especialmente como modelo de paciencia.
Reflexiona san Francisco de Sales que, entre otras razones, precisamente para eso le dio Jesús a
la santísima Virgen en las bodas de Caná aquella respuesta que pareciera no tener en cuenta su
súplica: “Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti?”, precisamente para darnos ejemplo de la paciencia de
su Madre. Pero ¿qué andamos buscando? Toda la vida de María fue un ejercicio continuo de
paciencia. Reveló el ángel a santa Brígida que la vida de la Virgen transcurrió entre
sufrimientos. Como suele crecer la rosa entre las espinas, así la santísima Virgen en este mundo
creció entre tribulaciones. La sola compasión ante las penas del Redentor bastó para hacerla
mártir de la paciencia. Por eso dijo san Buenaventura: la crucificada concibió al crucificado. Y
cuánto sufrió en el viaje a Egipto y en la estancia allí, como todo el tiempo que vivió en la casita
de Nazaret, sin contar sus dolores de los que ya hemos hablado abundantemente. Bastaba la sola
presencia de la Virgen María ante Jesús muriendo en el Calvario para darnos a conocer cuán
sublime y constante fue su paciencia. “Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre”. Con el mérito
de esta paciencia, dice san Alberto Magno, se convirtió en nuestra Madre y nos dio a luz a la
vida de la gracia.

La décima de las virtudes que debemos imitar de la Virgen María es su vida de Oración.
Nadie en la tierra ha practicado con tanta perfección como la Virgen María la gran enseñanza de
nuestro Salvador: “Hay que rezar siempre y no cansarse de rezar” (Lc 18,1). Nadie como la
Virgen María, dice san Buenaventura, nos da ejemplo de cómo tenemos necesidad de perseverar
en la oración; es que, como atestigua san Alberto Magno, la Madre de Dios, después de
Jesucristo, fue el más perfecto modelo de oración de cuantos han sido y serán. Primero, porque
su oración fue continua y perseverante. Desde el primer momento en que con la vida gozó del
uso perfecto de la razón, como ya dijimos en el discurso de la natividad de nuestra Señora,
comenzó a rezar. Para meditar mejor los sufrimientos de Cristo, dice Odilón, visitaba
frecuentemente los santos lugares de la natividad del Señor, de la Pasión, de la sepultura. Su
oración fue siempre de sumo recogimiento, libre de cualquier distracción o de sentimientos
impropios. Escribe Dionisio Cartujano: Ningún afecto desordenado ni distracción de la mente
pudo apartar a la Virgen de la luz de la contemplación, ni tampoco las ocupaciones.
Reflexión. ¿Por qué se legionario? ¿Mi verdadero Carisma? ¿Vale la pena mi Carisma?

Joven que nadie menosprecie tus dones por ser joven, al contrario que la sociedad vea en
ti un ejemplo alegre de un Cristo siempre vivo. El camino de la cruz no es fácil, no fue
fácil para María tampoco, pero María fue la única que mantuvo, calma, temple y un
profundo amor por la obra de Dios.

Oración: Vamos a contemplar nuestro cuerpo como lo vería María, tomar conciencia de
que todos aportamos unas virtudes al presídium. Desde el espacio de oración,
construyamos cuales son las virtudes de mi Presidium.

--- colocar a los chicos en circulo en el piso, de manera que queden acostado,
contemplando y sintiendo su cuerpo, cada parte, y escojan cuales son las virtudes que
físicamente pueden tener, resaltándolas en el compartir de experiencias. Para ellos
utilizaremos una dinámica de resistencia, “reclinado en mi hermano”…

--- Actividad, a cada joven se le pegara un papel en la espalda, e ira pasando enfrente de
sus compañeros y estos le colocaran la virtud que ven en el, y a partir de allí se observara
cuantas virtudes tiene el Presídium.

--- Lectura Biblica, 1 Corintios 12 – 4 … Diversidad y unidad de los dones

4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. 5 Y hay diversidad
de ministerios, pero el Señor es el mismo. 6 Y hay diversidad de operaciones, pero es el
mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. 7 Pero a cada uno se le da la
manifestación del Espíritu para el bien común. 8 Pues a uno le es dada palabra de
sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; 9 a
otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu; 10 a otro,
poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas
clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas cosas las hace
uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de
El.

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