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8 Los períodos de renovación de la Iglesia son también tiempos fuertes de la catequesis.

Así, en la gran
época de los Padres de la Iglesia, vemos a santos obispos consagrar una parte importante de su ministerio
a la catequesis. Es la época de san Cirilo de Jerusalén y de san Juan Crisóstomo, de san Ambrosio y de san
Agustín, y de muchos otros Padres cuyas obras catequéticas siguen siendo modelos.

236 Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando con el primer
término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se
revela y comunica su vida. Por la Oikonomia nos es revelada la Theologia; pero inversamente, es la Theologia, la
que esclarece toda la Oikonomia. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de
su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas.
La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su
obrar.

250 Durante los primeros siglos, la Iglesia fórmula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar
su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de
los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el
sentido de la fe del pueblo cristiano
748 “Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea
vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia,
anunciando el evangelio a todas las criaturas”. Con estas palabras comienza la “Constitución dogmática sobre la
Iglesia” del Concilio Vaticano II. Así, el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende
enteramente de los artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es,
según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol.
845 El Padre quiso convocar a toda la humanidad en la Iglesia de su Hijo para reunir de nuevo a todos sus
hijos que el pecado había dispersado y extraviado. La Iglesia es el lugar donde la humanidad debe volver a
encontrar su unidad y su salvación. Ella es el “mundo reconciliado” (San Agustín, serm. 96, 7-9). Es, además, este
barco que “pleno dominicae crucis velo Sancti Spiritus flatu in hoc bene navigat mundo” (“con su velamen que es
la cruz de Cristo, empujado por el Espíritu Santo, navega bien en este mundo”) (San Ambrosio, virg. 18, 188);
según otra imagen estimada por los Padres de la Iglesia, está prefigurada por el Arca de Noé que es la
única que salva del diluvio.
846 ¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de
modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo:
El santo Sínodo... basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia
peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de
salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien
explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la
Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían
salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como
necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella.
1094 Sobre esta armonía de los dos Testamentos10 se articula la catequesis pascual del Señor, y luego
la de los apóstoles y de los Padres de la Iglesia. Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía
oculto bajo la letra del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis “tipológica”,
porque revela la novedad de Cristo a partir de “figuras” (tipos) que la anunciaban en los hechos, las
palabras y los símbolos de la primera Alianza. Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a partir de
Cristo, las figuras son explicadas. Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la salvación por el
Bautismo,13 y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de la roca era la figura de los dones
espirituales de Cristo; el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía, “el verdadero Pan del Cielo”.
1375 Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este
sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de
Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así, san Juan Crisóstomo declara que:
No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo,
sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas
palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra
transforma las cosas ofrecidas.195
Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión:
Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la
bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque
por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada... La palabra de Cristo, que pudo hacer de
la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía?
Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela.

1446 Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su
Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan
perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial. El sacramento de la Penitencia ofrece a
éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la justificación. Los Padres de la
Iglesia presentan este sacramento como “la segunda tabla (de salvación) después del naufragio que es la
pérdida de la gracia”.

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