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como mi memorial
Celebraciones del Año Litúrgico según la tradición
del Camino Neocatecumenal
En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente muriese por nuestros
pecados, sino también que gustase la muerte, es decir, que conociera el estado de muerte, el
estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el
momento en que él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo
muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado
Santo, en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios
después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero.
Del “Catecismo de la Iglesia Católica”, núm. 624
Introducción
El Sábado Santo es otro de los días del Triduo Pascual. El segundo día, que celebra un importante misterio: la
sepultura de Cristo. Así lo confesamos en el Credo: “padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado,
muerto y sepultado. Descendió a los infiernos y al tercer día, resucitó de entre los muertos”
En este día la Iglesia no celebra la Eucaristía, en espera de la celebración gozosa de la resurrección del Señor,
nuestra Pascua inmolada. Permanece por tanto, en esta “espera” que es sacramental, recordando y celebrando ese
momento en que Cristo permanece en el sepulcro, y desciende a los infiernos para rescatar a los justos que
murieron antes que él.
En el Sábado Santo, se celebran las Laudes con el Oficio de Lecturas. Los ornamentos serán morados, como
signo de austeridad, y de luto por la muerte del Señor. No hay flores.
La Iglesia permanece junto al sepulcro con María, la madre del Señor, esperando el momento alegre del triunfo
de Jesucristo Resucitado. El himno de las laudes de este día debe ser “Stabat Mater”, para recordar el misterio del
sufrimiento de María, asociada a la Pasión de su Hijo: “Junto a la cruz de Jesús estaba su madre”.
Durante estas laudes se deben hacer los ritos prebautismales, con aquellos niños que vayan a ser bautizados en la
noche de Pascua, tal como lo prescribe el Ritual del Bautismo de Niños. El mejor modo de hacerlo es el
siguiente: Después de la entrada del Presidente en la celebración de Laudes, y después del saludo, se hace el rito
de acogida (diálogo con los padres y padrinos y signación). Sigue el himno de Laudes, los salmos, las lecturas, la
oración silenciosa, el Benedictus y las preces, en las que se pedirá de manera especial por los niños que van a ser
bautizados y por sus familias. Inmediatamente después de las preces sigue la oración de exorcismo y la unción
prebautismal, el padrenuestro y la oración conclusiva. Se terminan las laudes, con la bendición y la despidana.
Durante todo el día se guarda el ayuno. El signo concreto del ayuno sacramental, como tensión de espera, es
fuertemente expresivo: pero cuidando de tomar líquidos suficientes para que no obstaculice la atención de la
celebración. No se trata de fastidiarse en este día, sino de estar en una ansiosa espera, significada (padecida) por
el ayuno, que será roto por la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en la solemne Vigilia de Pascua.
COSAS NECESARIAS:
Paño morado en el ambón. Sin flores.
Capa pluvial morada para el Presidente. Estolas moradas para los demás concelebrantes.
Albas, cíngulos.
Liturgia de las Horas, tomo II.
Ritual del Bautismo de Niños.
Bandeja con las Crismeras.
Formulario de petición del Bautismo.
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Celebración de las Laúdes, con los
ritos prebautismales y recepción de
los Santos Óleos
Rito de entrada
Los padres y padrinos de los niños que serán bautizados se colocan en primera fila de la asamblea. Los demás
niños ocuparán también un lugar destacado, para que vean bien el desarrollo de la celebración. En los días
anteriores habrán sido instruidos por sus didáscalos sobre estos ritos que ahora van a presenciar. En un lugar
reservado, fuera de la Asamblea, se coloca una mesa pequeña donde estarán depositados los Santos Óleos,
preparados para ser introducidos en el momento oportuno.
En el centro de la Asamblea estará la Cruz, destacada de un modo solemne. A su lado el ambón, cubierto con
paño morado. Si se dispone de un icono grande con la Sepultura de Cristo, o la Unción de las santas mujeres, es
muy oportuno hoy situarlo dentro de la Asamblea, acompañado con ciriales, para que haga presente el misterio
que en este día celebramos.
El Presidente, revestido de capa pluvial morada, se dirige en silencio hacia la Cruz, acompañado de los demás
concelebrantes y los ministros. Al llegar a la Cruz, se detiene y hace una reverencia con inclinación profunda.
Después se dirige a la Sede.
Saludo
El Presidente saluda con las manos extendidas, diciendo con estas u otras palabras:
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Rito de acogida en la Iglesia
El Presidente se dirige a los padres y padrinos, con estas o parecidas palabras:
El Presidente dice:
Por esto, yo les pregunto:
¿Qué nombre han elegido para estos niños?
Los padres dicen en voz alta el nombre de sus hijos.
R/. N., N.
De nuevo pregunta a los padres:
¿Qué piden a la Iglesia para sus hijos?
R/. La fe. (o R/. El Bautismo). (o R/. La vida eterna).
Al pedir la fe, la vida eterna para sus hijos,
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saben que ustedes, ayudados por los padrinos, y
por la Iglesia, se obligan a educarlos en la fe en
el único Dios, para que amen al Señor, con todo
su corazón, con toda su mente, con todas sus
fuerzas y al prójimo como a ellos mismos. ¿Lo
saben?
R/. Sí, lo sabemos.
Después de este escrutinio, los catecúmenos serán marcados en la frente con la señal que les identifica como
ovejas del rebaño de Cristo, Buen Pastor. Se cumplirá así la profecía del Libro del Apocalipsis: “Verán a Dios
cara a cara y llevarán su nombre en la frente” (Ap 22,4)
El Presidente, dice los nombres de todos los catecúmenos:
N., N., la Iglesia les recibe con gran alegría. Yo,
en su nombre, les signo con la Cruz gloriosa, la
señal de Cristo Salvador. Y también ustedes,
padres y padrinos, hagan sobre ellos la señal de
la cruz.
En silencio, signa a cada niño en la frente. Después los padres y padrinos hacen lo mismo.
Terminada esta primera parte del Bautismo, se continúa con las Laudes.
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Laudes
Invocación Inicial
Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Oración
El Presidente, si le parece oportuno, hace una oración colecta espontánea. También puede dejarla para el final,
antes de la bendición. O bien hace esta oración propia del día. Con las manos juntas dice:
O remos.
Con las manos extendidas:
S eñor todopoderoso,
cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos
y salió victorioso del sepulcro,
te pedimos que concedas a todos tus fieles,
sepultados con Cristo por el bautismo,
resucitar también con él a la vida eterna.
Oficio de Lecturas
Terminados los salmos, si parece oportuno, se proclama la lectura breve de las Laudes y su responsorio. O bien,
se pasa directamente a escuchar las lecturas del Oficio.
Responsorio.
A continuación, si parece oportuno, se dice el responsorio, fragmentando el texto tantas veces como sea
necesario, para que la asamblea pueda memorizarlo y repetirlo con facilidad. Se puede omitir.
Responsorio.
Si parece oportuno se dice el responsorio, tal como se ha indicado antes.
Evangelio.
Es conveniente proclamar un Evangelio. Mejor que sacarlo al azar, es obligado proclamar hoy el relato de la
sepultura de Cristo, tomado del ciclo litúrgico que corresponda.
Un concelebrante, o el mismo Presidente se acerca al ambón, saluda a la asamblea y canta o proclama el
Evangelio.
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Ciclo A: San Mateo 27,57-66.
Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se
había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilatos y pidió el
cuerpo de Jesús. Entonces Pilatos dio orden de que se le entregase. José
tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro
nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran
piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue.
Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al
sepulcro. Al otro día, el siguiente a la Preparación, los sumos sacerdotes y
los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: «Señor, recordamos que
ese impostor dijo cuando aún vivía: 'A los tres días resucitaré.' Manda,
pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que
vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: 'Resucitó de entre
los muertos', y la última impostura sea peor que la primera.» Pilato les dijo:
«Tienen una guardia. Vayan, asegúrenlo como saben.» Ellos fueron y
aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
Palabra del Señor.
Oración silenciosa
Todos se sientan. Se hace ahora un tiempo de oración silenciosa (unos minutos), a juicio del Presidente. Cuando
se ha terminado el tiempo de oración, todos se levantan.
Benedictus
Un salmista sale al ambón y dice la antífona del Benedictus. Todos la repiten. Después inicia el cántico
Evangélico. Al terminar dice “Gloria al Padre”, y lee de nuevo la antífona, que todos repiten después.
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Recepción de los santos óleos.
Los Santos Óleos estarán depositados en unas Crismeras de suficiente tamaño y dignidad para poder ser
mostradas y ofrecidas a la veneración de los fieles. Los signos han de ser sensibles; estarán sobre una bandeja, o
en un arca abierta. La recepción la hace el Presidente, en la Sede.
Tres ministros se desplazan hasta el lugar donde están depositadas las Crismeras, acompañados de cruz y ciriales.
Otro ministro traerá, con el paño de hombros, la bandeja, o la urna donde están los Santos Óleos.
Si se prefiere darle mayor solemnidad, la introducción podrían hacerla diversos hermanos de la comunidad, de
esta manera: primero un hermano anciano, o mayor en edad, trae en una bandeja, él solo, el Óleo de los enfermos.
Después, algún catequista de la Pastoral de Bautismos, en otra bandeja, el Óleo de los catecúmenos. Por último,
alguno de los padres que van a bautizar a su hijo, en otra bandeja, el Santo Crisma.
Se inicia la procesión, primero va la Cruz, acompañada con dos ciriales. Después viene el hermano o hermana
que trae el Óleo de los enfermos, luego el hermano o hermana catequista que porta el Óleo de los catecúmenos, y
por último, algún padre o madre, que trae el Santo Crisma. Se hace un canto adecuado.
La cruz se coloca al lado del ambón, y los ciriales se quedan delante del Presidente, dejando sitio donde se
colocan los tres hermanos que traen los Óleos.
Se sitúa delante del Óleo de los enfermos, y mostrando el Óleo a la Asamblea, dice:
Preces
El Presidente dice esta monición. Después un hermano sale al ambón y hace estas preces, u otras parecidas, pero
pidiendo por los bautizandos, sus padres y los padrinos.
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Para que el Señor haga de nosotros su Iglesia,
Sacramento de salvación para todas las gentes,
para que vivamos en el amor y en la unidad, y
seamos así luz, sal y fermento para los que nos
contemplen.
R/. Escúchanos, oh Señor.
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Ritos prebautismales
Es un momento significativo e importante, en el cual el poder de Jesucristo, que expulsaba demonios y espíritus
inmundos, arrancará ahora, con el Dedo de Dios, por la acción del Espíritu Santo, todo espíritu del mal, dejando
así el sitio preparado para que el catecúmeno sea “invadido” del Espíritu Santo.
Oración de exorcismo
El Presidente dice con las manos extendidas:
Unción prebautismal
Si la debilidad es signo del poder del pecado, el Espíritu que ahora se recibe confiere fortaleza para luchar contra
el demonio y deshacer sus mentiras, para no caer en sus trampas.
Prosigue el Presidente:
El Presidente toma el óleo de los catecúmenos y unge en el pecho a los niños, despacio y con abundante óleo para
que sea un signo visible.
Después se lava las manos.
Ritos conclusivos
El Presidente hace una monición para rezar juntos el “Padre nuestro”.
Bendición
Si no se hizo al principio la oración colecta, se hace ahora. Después el Presidente extiende las manos
y dice:
El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.
R/. Amén.
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Despedida
Si hay avisos que dar, hacer grupos para preparar la Vigilia, horarios, etc. se dan ahora.
El Presidente, o un diácono, despide a la asamblea:
Pueden irse en paz.
R/. Demos gracias a Dios.
Los salmistas inician un canto, mientras los ministros abandonan la asamblea, portando
los Santos Óleos hacia su reserva
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Domingo de Pascua
En la Resurrección del Señor
A una hora adecuada se congregan los hermanos para celebrar la Vigilia Pascual.
La Vigilia Pascual no es una “misa de medianoche” mas o menos larga y pintoresca. Es una celebración santa
que se extiende durante toda la noche, desde que se pone el sol hasta el alba.
Si la noche de Pascua es una VIGILIA, es decir, una noche en la que no se duerme, se debe ante todo, al hecho de
que es LA NOCHE DEL ÉXODO, la noche en que los israelitas fueron liberados del yugo de Egipto y entraron
en la libertad de los hijos de Dios. Por eso es ante todo UNA NOCHE, y es UNA VIGILIA, una espera de toda la
noche. Es una Vigilia en la noche. El marco es la noche y la espera en fiesta, porque Dios se ha comprometido
con esta noche de Pascua. En esta noche, se nos da una garantía: EL SEÑOR PASARÁ. Él nos enseña a
ESPERAR.
Hay que dar a la Vigilia Pascual toda la importancia que tiene, ya que de la Pascua nace la Iglesia: la Pascua hace
la Iglesia y la Iglesia realiza la Pascua.
No puede haber Pascua sin Historia de Salvación: experimentar la posibilidad de la libertad, para este año,
deprisa. Dios se ha comprometido con una noche para pasar de nuevo, para hacerse presente, para liberarnos.
La Pascua no es un mero rito: ha de hacerse carne en nosotros, hacerse vida. Nosotros somos el cuerpo de la
Pascua, nosotros somos la Pascua. No dijo Jesucristo “recordad”, sino “haced esto”.
El paso del Señor es un paso en la fe, no en el sentimiento. Y aunque a veces la fe desborda en el sentimiento,
puede darse sin él. Puede por el contrario, correrse el riesgo de quedarse en mero sentimentalismo. Esto se
descubrirá por la aceptación o no de la historia de cada uno.
Noche luminosa por la aparición gloriosa del Señor: signos que son la manifestación del Señor, si pasamos de los
signos a lo que significan y realizan: sacramento.
En esta Liturgia, madre de todas las liturgias, son importantísimos los signos, verdaderas catequesis que hablan
por sí mismos. Son fundamentales, y hay que cuidarlos mucho para que aparezcan con toda su expresividad.
Puede, sin embargo, correrse el riesgo de dar culto a los signos en vez de ponerlos al servicio del culto que se
celebra. Los signos, si son de verdad, llevan al misterio y no quedan en espectáculo. La celebración ha de ser al
mismo tiempo solemne y sencilla, ni pobre ni espectacular.
Si toda celebración litúrgica requiere un ritmo para su desarrollo, mucho más hay que decirlo de ésta. Debe
evitarse la prisa, pero también el estancamiento. Hay que cuidar de este equilibrio, que no es tanto en acortar
cosas o en alargar otras, cuanto en dar fluidez a todas las necesarias. Hay que combinar el dinamismo ritual, que
no es aceleración, con la contemplación sosegada, que no es adormilamiento. Hay que proporcionar la
contemplación y la acción. En una palabra, hay que observar el ritmo litúrgico.
La Vigilia Pascual, como toda celebración, resulta tal y como Dios la quiere y dispone, según la necesidad de
cada uno de los participantes. Dios nos da la Vigilia que nos conviene en la realidad concreta de cada año. Ello no
nos dispensa a nosotros de prepararla lo mejor posible, pero luego no inquietarse por su desarrollo.
Es básico para la Vigilia: asientos cómodos, temperatura adecuada, audición perfecta, iluminación amplia, visión
total. Descansar algo durante la tarde, para evitar dormirse durante la noche.
Las lecturas se preparan el sábado en la mañana, las nueve, con sus correspondientes moniciones breves, seguidas
de un pequeño paso al canto (excepto en la tercera lectura), y sobre todo estando atentos a no ahogar la Palabra
con alargadas moniciones o catequesis innecesarias. Las moniciones serán breves, atinadas y alertadoras. Las
lecturas han de hacerse fluidas: ni deprisa ni demasiado despacio o a golpes, proclamadas con fuerza, alto y claro.
Los cantos se elegirán y prepararán adecuadamente. Respetad el sentido de los mismos. Son respuesta a la
lectura, y deben estar en íntima conexión con ella. No vale cualquier canto. Aquí hemos sugerido aquellos que
mejor se adecuan a las lecturas a las que acompañan. No es un capricho el cambiarlos. Durante muchos siglos la
Iglesia ha cantado estos salmos y no otros después de estas lecturas. Ningún canto, ni siquiera la aclamación al
Cirio, debe adelantar “aleluya” hasta el momento propio del mismo, esto es, antes del Evangelio. El canto que
sugerimos aquí para después de la cuarta lectura (Jerusalén reconstruida) se cantará sin aleluya.
En esta noche se estrena el Aleluya Pascual. Es Cristo Resucitado quien lo hace, es el primero que lo canta y lo
hace como un grito de su propia victoria. Es el primogénito de entre los muertos y es Él el que inaugura este
canto. Por eso debe hacerlo el Presidente de la Celebración, - igual que hace con el Gloria -. El aleluya se le
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anuncia al Presidente. Si hay un diácono, debe ser él quien lo haga, como se hace con el Evangelio, el anuncio de
la Resurrección. Esta tradición es antiquísima en la Iglesia. Si no hay diácono, el mismo salmista se acerca al
Presidente y le anuncia este momento tan solemne, y lo hace cantando, en el mismo tono que el Presidente
utilizará para introducir este canto. El Presidente canta en voz solemne: “Aleluya, aleluya, aleluya” y luego se
une la Asamblea en respuesta al mismo canto.
Los cantos no serán largos ni monótonos por las circunstancias que concurren. Se habrán ensayado previamente.
Los pasos a los cantos serán breves y complementarios, que ayuden a interiorizar la Palabra y a personalizarla
respondiendo con el canto. Se elegirán los mejores cantores, que canten con la mayor humildad posible de
espíritu, sabiendo que el corazón y la fe valen más que la voz y la música. ¡Quien no tenga fe ni amor a Jesucristo
que no cante!. Lo importante no es solamente dar participación a todos los salmistas, sino que el servicio se haga
bien, que aparezca Jesucristo siervo, y no el protagonismo personal.
Tener en cuenta que hay un ciclo que no se puede romper y que hay que respetar: MONICIÓN – LECTURA –
CANTO - ORACIÓN. Es un bloque unitario, con cuatro partes que se relacionan entre sí. La monición introduce
la lectura, a la que se responde con un canto, y se concluye orando. La oración sálmica que cierra este ciclo hace
una interpretación cristológica y pascual de la lectura del Antiguo Testamento. La oración dice cómo se ha
cumplido en Jesucristo, en la Iglesia y en nosotros. Es una catequesis breve y reducida. Por tanto, y para respetar
esta estructura, los ecos, cuando se hacen, van después de la oración y no antes.
Los ecos van después de la oración de la tercera y la séptima lectura, y después del Evangelio. Son el eco a cada
una de las tres partes de la Liturgia de la Palabra: Libros Históricos, los Profetas, y el Nuevo Testamento.
Para la intervención de los niños, es mejor que los mayores que contestén a sus preguntas lo hagan a una sola
pregunta cada uno, a no ser que conteste el mismo Maestro a todo. Los niños deben limitarse en sus preguntas a
lo relacionado con la Pascua y para eso orientarles y disponerles previamente. El maestro se reunirá
anteriormente con los niños para preparar los cantos y la celebración.
Una observación sobre la Liturgia Bautismal. Si hay bautismos, los padres y padrinos, después de la bendición
del agua, e inmediatamente antes del Bautismo, hacen personal y públicamente las renuncias y la profesión de fe,
independientemente de las renuncias y profesión de fe que hará toda la asamblea, cuando renueve su Bautismo.
Son dos momentos distintos y diferenciados. No deben juntarse haciéndolo una sola vez todos juntos, padres,
padrinos y asamblea. El Presidente, antes de bautizar a un catecúmeno, le pide de forma individual y personal
estas renuncias y también la profesión de fe. Después, lo hará conjuntamente a todos los fieles.
El lugar donde se coloca el Cirio es cerca del ambón, salvo que exista otra costumbre. Desde allí se traslada
luego a la fuente, durante toda la liturgia bautismal. El Cirio Pascual es la LUZ con la que la Iglesia lee la Palabra
de Dios, especialmente el Antiguo Testamento, que ahora está cumplido en Jesucristo. Es esta Luz la que ilumina
este cumplimiento; así lo expresa la oración sálmica de la tercera lectura: “Oh Dios que has iluminado los
prodigios de los tiempos antiguos con la luz del Nuevo Testamento”. Es muy importante que el Cirio esté al lado
del ambón, que sea “la linterna” que alumbra la lectura de la Palabra, que sin Jesucristo - Luz Pascual - no se
puede ni leer ni entender. Es lo que experimentaron los discípulos de Emaús cuando Jesús “caminó a su lado” y
les abrió la mente para que “entendieran las Escrituras” y les explicaba “comenzando por Moisés y siguiendo por
los Profetas, lo que se refería a Él en toda la Escritura” . Esto es precisamente lo que hacemos en la Liturgia de la
Palabra de la Vigilia Pascual.
Es importante en esta Liturgia, madre y modelo de toda liturgia, resaltar los distintos y múltiples ministerios:
Presidente, diáconos, maestro de ceremonias, acólitos, lectores, salmistas, monitores, ostiarios, catequistas,
didáscalos, ... Que cada uno realice aquél carisma con el que ha sido enriquecido, para edificación del Cuerpo de
Cristo, que es la Iglesia. Todos somos necesarios y nadie es imprescindible. Evitar el protagonismo y el
lucimiento personal. Con humildad y actitud de servicio.
Preparar con el Presidente cada detalle de la celebración, en comunión con él, sin improvisar ni inventar nada.
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Cosas necesarias.
Para toda la vigilia
Designar y preparar los diversos ministerios: Presidente, presbíteros concelebrantes, diáconos, maestro de
ceremonias, acólitos, lectores, salmistas, monitores, catequistas, didáscalos, ostiarios.
Mesa de altar adornado con flores abundantes. Dos cirios nuevos a cada lado del altar.
Menorá con ampollas de aceite o velas. Manteles lujosos.
Mesa de credencia, sencilla, sin manteles demasiado lujosos para que no parezca un “segundo altar”.
Ambón, velo blanco festivo, y centro de flores.
Ornamentos blancos, los mejores:
Alba, cíngulo, estola y casulla blancas para el Presidente.
Alba, cíngulo y estola blanca para los concelebrantes. Dalmáticas para los diáconos.
Alba y cíngulo para los acólitos.
Leccionario del ciclo que corresponda. O también una Biblia (grande) de plata, con las lecturas seleccionadas.
Misal Romano, Libro de la Sede (o este ritual) y Ritual del Bautismo.
Incensario con carbones, y naveta con incienso perfumado.
Alfombras.
Micrófonos, focos.
Sala para los niños que van a ser bautizados, con calefacción adecuada.
Persona encargada de los niños.
Persona encargada del agua, de calentarla y mantenerla en la temperatura adecuada.
Persona encargada de las luces y del sonido.
Candela para tomar el fuego del Cirio y encender las velas del altar, y también para distribuir el fuego antes de las
promesas bautismales.
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Liturgia de la luz
INTRODUCCION::
En un lugar adecuado, fuera de la Iglesia, se enciende fuego. Todos están en la Iglesia
sentados, donde se hace la monición ambiental de toda la Vigilia, y también una monición al
Lucernario. Se indica el orden de la procesión, y los lugares que se ocuparán. Si hay
invitados, se presentan a la asamblea.
Si no se hicieron antes los ritos prebautismales (Véase el Sábado Santo), este es el momento
de hacerlo. Después de la monición ambiental, y antes de comenzar el Lucernario, el
Presidente hará el rito de acogida, la signación, el exorcismo y la unción prebautismal con el
óleo de los catecúmenos.
Terminada la monición [y si procede, los ritos prebautismales], todos abandonan el templo y
se apagan todas las luces.
Fuera de la Iglesia se congrega el pueblo, llevando cada uno su cirio. Una vez reunido el
pueblo, acuden junto al fuego el Presidente y los ministros, uno de los cuales lleva el Cirio
Pascual, y otro lleva el incensario sin carbones, y la naveta con incienso.
Saludo
Monición
H ermanos:
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Bendición del fuego
El Presidente bendice el fuego. Con las manos juntas.
O remos.
O Hijo
h Dios, que por medio de tu
Después hace sobre él la letra griega Alfa, y debajo la letra Omega, y entre los brazos de
la cruz los cuatro números que expresan el año en curso, mientras dice:
L glorioso,
a luz de Cristo, que resucita
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Como en otro tiempo los hijos de
Israel, guiados en la noche por la
columna de fuego, pasaron de la
esclavitud de Egipto a la libertad de la
tierra prometida, así también ahora
nosotros, iluminados por la luz del
Cirio pascual, seguiremos a Cristo que
sale resplandeciente del sepulcro y, a
la luz de su triunfo, nos dispondremos
a inaugurar las fiestas pascuales.
Luego el acólito turiferario toma del fuego algunas brasas encendidas y las deposita en el turíbulo. Se acerca con
la naveta al Presidente, que pone incienso tres veces, y lo bendice sin decir nada.
Seguidamente, el diácono o, en su defecto, el Presidente, toma el Cirio Pascual y, teniéndolo elevado, canta él
solo:
¡Luz de Cristo!
R/. Demos gracias a Dios.
Después se inicia la procesión. Precede el acólito turiferario, con incienso humeante, y después el diácono con el
Cirio Pascual. Sigue el Presidente, que también lleva cirio, los presbíteros en dos filas, los cantores, los niños
acompañados de su didáscalos, y por último, el pueblo.
¡Luz de Cristo!
R/. Demos gracias a Dios.
Todos encienden sus velas de la llama del Cirio Pascual, y avanzan. El diácono con el Cirio, se sitúa al lado del
ambón, y vuelto al pueblo, canta por tercera vez:
¡Luz de Cristo!
R/. Demos gracias a Dios.
Pregón Pascual
Cuando el Presidente ha llegado al altar, va a su sede. El diácono pone el Cirio Pascual sobre el candelabro
colocado en medio del presbiterio o junto al ambón.
El Presidente entrega su cirio a un ministro. El acólito turiferario se acerca al Presidente, con el incensario y la
naveta. El Presidente pone incienso tres veces y lo bendice sin decir nada. Se acerca el diácono, y pide la
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bendición del Presidente, para cantar el pregón pascual.
El Presidente dice:
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Exulten los coros de los ángeles, en que Cristo ha vencido la muerte
exulte la asamblea celeste, y del infierno retorna victorioso.
y un himno de gloria
¡Oh admirable condescendencia de tu amor!
aclame el triunfo del Señor resucitado.
¡Oh incomparable ternura y caridad!
Alégrese la tierra por rescatar al esclavo has sacrificado al Hijo.
inundada por la nueva luz; Sin el pecado de Adán
el esplendor del rey Cristo no nos habría rescatado.
destruyó las tinieblas,
destruyó las tinieblas, ¡Oh feliz culpa que mereció tan grande
las tinieblas del mundo. redentor!,
¡Oh feliz culpa!
R/. El esplendor del rey,
Destruyó las tinieblas, ¡Oh noche maravillosa, en que despojaste al
destruyó las tinieblas, Faraón y enriqueciste a Israel!
las tinieblas del mundo. ¡Oh noche maravillosa,
tú sola conociste la hora en que Cristo
Que se alegre nuestra Madre la Iglesia,
resucitó!
resplandeciente de la gloria de su Señor
y que en este lugar resuene unánime
¡Oh noche que destruyes el pecado
la aclamación de un pueblo en fiesta.
y lavas todas nuestras culpas!
[El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.] ¡Oh noche realmente gloriosa
Levantemos el corazón. que reconcilias al hombre con su Dios!
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Esta es la noche
Demos gracias al Señor, nuestro Dios. en que Cristo ha vencido la muerte
R/. Es justo y necesario. y del infierno retorna victorioso.
Realmente es justo y necesario,
exaltar con el canto la alegría del espíritu, R/. Esta es la noche
y elevar un himno al Padre Todopoderoso en que Cristo ha vencido la muerte
y a su único Hijo, Jesucristo. y del infierno retorna victorioso.
Él ha pagado por todos al eterno Padre En esta noche acepta, Padre Santo,
la deuda de Adán, este sacrificio de alabanza
y con su sangre, derramada por amor, que la Iglesia te ofrece
ha cancelado la condena antigua del pecado. por medio de sus ministros,
en la liturgia solemne de este Cirio
Esta es la Pascua que es signo de la nueva luz.
en que se inmola el Cordero. Te rogamos, Señor,
Esta es la noche que este Cirio ofrecido en honor de tu Nombre
en que fueron liberados brille radiante;
nuestros padres de Egipto. llegue hasta Ti como perfume suave,
Esta es la noche se confunda con las estrellas del cielo;
que nos salva de la oscuridad del mal. lo encuentre encendido el lucero de la mañana,
esa estrella que no conoce el ocaso;
Esta es la noche que es Cristo tu Hijo, resucitado,
en que Cristo ha vencido la muerte resucitado de la muerte.
y del infierno
retorna victorioso. R/. Es Cristo tu Hijo, resucitado, resucitado de
la muerte.
R/.Esta es la noche Amén, amén, amén.
Terminado el Pregón, se apagan las velas y todos se sientan.
Liturgia de la Palabra
Monición
Oración sálmica:
O remos.
Canto: “Aquedá”
Oración sálmica.
O remos.
O h Dios, Padre supremo de los creyentes,
que multiplicas sobre la tierra
los hijos de tu promesa con la gracia de la
adopción
y, por el misterio pascual,
hiciste de tu siervo Abrahán
el padre de todas las naciones,
como lo habías prometido:
concede a tu pueblo
responder dignamente a la gracia de tu llamada.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
Oración sálmica.
O remos.
O h Dios, que has iluminado los prodigios
de los tiempos antiguos
con la luz del Nuevo Testamento:
el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal,
y el pueblo liberado de la esclavitud
imagen de la familia cristiana;
concede que todos los pueblos,
elevados por su fe a la dignidad del pueblo
elegido,
se regeneren por la participación de tu Espíritu.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
Ecos de la Palabra
El Presidente invita a dar el eco de esta Palabra que se ha proclamado. Termina recogiendo estos ecos y haciendo
una pequeña exhortación.
Oración sálmica.
O remos.
Palabra de Dios.
Oración sálmica.
O remos.
El Presidente, o algún catequista, introduce la intervención de los niños, explicando este momento tan importante
de pasarles la fe, en esta noche santa.
Oración colecta
El Presidente, con las manos juntas, invita a todos a la oración:
O remos.
Extiende las manos y dice:
Aleluya
A leluya,
Aleluya, Aleluya.
Terminado el Evangelio, bendice a la asamblea. Después lleva el Libro al Presidente y lo besa. El Presbítero, o el
diácono que ha cantado el Evangelio, lleva de nuevo el Libro hasta el ambón y lo deja sobre él, abierto.
Ecos de la Palabra
Todos se sientan y el Presidente invita a dar el eco de la Palabra proclamada. Que sean breves y sin dejar espacios
de tiempo entre ellos.
Homilía
El Presidente, desde la sede, hace la homilía.
Liturgia Bautismal
Un responsable, o catequista, hace una monición breve a toda la Liturgia del Bautismo. Si no hay bautismos, se
procede como se indica más adelante.
Los padres (y padrinos) con los niños, se colocan cerca del presbiterio, preparados para iniciar la procesión hacia
la fuente.
El Presidente, amonesta a los presentes con estas palabras:
Se inicia la procesión, muy lenta, hacia la fuente bautismal, que estará en el centro, en un lugar visible. Va delante
un ministro con el Cirio Pascual, siguen los catecúmenos con los padrinos, o los padres con los niños, y,
finalmente, va el Presidente con los ministros.
Los padres y padrinos se colocan al otro lado de la fuente, mientras que los ministros permanecen delante
Letanías de los Santos
Los cantores inician el canto de las Letanías de los Santos, en las que se pueden añadir
algunos nombres de Santos, especialmente el del titular de la iglesia o de los patronos del
lugar, y de los patronos de los que van a ser bautizados:
O remos.
Q ue tu eficacia,
Dios todopoderoso y eterno,
se manifieste en estos sacramentos,
obra de tu amor.
Que el espíritu de adopción
descienda sobre los nuevos hijos
que van a nacer de la fuente bautismal.
Que tu poder dé eficacia
a la acción de tu ministro.
R/. Amén.
Oración de exorcismo
El Presidente dice con las manos extendidas:
Unción prebautismal
Si la debilidad es signo del poder del pecado, el Espíritu que ahora se recibe confiere fortaleza para luchar contra
el demonio y deshacer sus mentiras, para no caer en sus trampas.
Prosigue el Presidente:
Terminada la consagración del agua, devuelve el Cirio a un ministro, que lo colocará sobre un soporte preparado.
Si no hay bautismos, se pasa a la renovación de las promesas bautismales por la asamblea, tal como se indica más
adelante.
Si hay bautismos, el Presidente se dirige a los padres y padrinos con estas u otras palabras:
¿ R enuncian a Satanás,
padre y príncipe del pecado?
R/. Sí, renuncio.
Profesión de fe bautismal
Seguidamente, el Presidente les pide esta triple profesión de fe (responden en singular):
El Presidente concluye:
D ios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos regeneró por el agua y el Espíritu Santo
y que nos concedió la remisión de los pecados,
nos guarde en su gracia,
en el mismo Jesucristo nuestro Señor,
para la vida eterna.
R/. Amén.
El presidente bautiza primero a los niños y después a los elegidos. Antes de cada
bautismo, preguntará a los padres de los niños ( no así a los adultos, a quienes no
preguntará nada, y bautizará directamente). Se acerca la primera familia que va a
bautizar a su hijo. El Presidente pregunta a cada familia, esta pregunta:
N ., yo te bautizo
en el nombre del Padre,
y le hace una primera inmersión en el agua.
y del Hijo,
segunda inmersión en el agua.
y del Espíritu Santo.
tercera inmersión en el agua, sumergiéndole completamente.
Después del Bautismo de cada niño, el Presidente o el diácono muestra al neófito a la asamblea, levantándole en
alto, mientras se hace una breve aclamación cantada.
Terminados los bautismos, el Presidente o el diácono regresa a la sacristía a cambiarse de alba, si se hicieron por
inmersión, o recibe una toalla para secarse.
Unción con el Santo Crisma
D ios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que les ha liberado del pecado
y dado nueva vida por el agua y el Espíritu
Santo,
les consagre con el Crisma de la salvación
para que entren a formar parte de su pueblo
y sean para siempre miembros de Cristo,
sacerdote, profeta y rey.
R/. Amén.
Seguidamente, en silencio, el Presidente unge en la coronilla a cada niño, con el Santo Crisma. Después un
ministro le ofrece al Presidente la bandeja con el recipiente de agua para limpiarse, y una toalla o un purificador.
Se omiten en la Vigilia Pascual la entrega del cirio encendido y el rito del “Effetha”, según se indica en el Ritual
del Bautismo de niños (Notas pastorales, núm. 78,c).
El cirio de los niños bautizados ya lo llevaban encendidos sus padres o padrinos en el Lucernario. Para no
duplicar el signo no se hace esta entrega ahora.
Entrega de la Luz a los neófitos
El celebrante toma el cirio pascual, o al menos lo toca con las manos diciendo a los
padrinos:
I nvoquemos,
hermanos, a Dios Padre
todopoderoso, para que con su poder
santifique esta agua, que va a ser
queridos
¿Renuncian al pecado
para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
R/. Sí, renuncio.
¿Renuncian a todas las seducciones del mal?
R/. Sí, renuncio.
¿Renuncian a Satanás, padre y príncipe del
pecado?
R/. Sí, renuncio.
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra?
R/. Sí, creo
¿Creen en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de santa María Virgen,
murió, fue sepultado,
resucitó de entre los muertos
y está sentado a la derecha del Padre?
R/. Sí, creo.
Un acólito se acerca a la fuente bautismal, toma agua en un recipiente y se lo ofrece, junto con el hisopo, al
Presidente. Éste toma agua con su mano y se santigua, y después asperja al pueblo con el agua bendita,
recorriendo ampliamente toda la sala, con abundante agua, mientras se canta una antífona bautismal.
Terminada la aspersión, devuelve el hisopo al ministro, recibe una toalla, se seca, y sube a la sede. Se apagan las
velas. El Presidente dirige la oración de los fieles.
Oración de los fieles
El Presidente dice:
El diácono, u otro ministro idóneo, canta o dice las siguientes intenciones, con las manos
juntas:
Oremos hermanos a Cristo, / que por su resurrección ha vencido la
muerte y ha destruido el pecado, para que todos los cristianos
sean siempre fieles a las promesas del bautismo que han renovado
en esta noche santa.
R/. Escúchanos, oh Señor.
Oremos hermanos a Cristo, que por su resurrección, / ha hecho
renacer a los nuevos hijos de la Iglesia, / engendrándolos por el
agua y el Espíritu Santo, para que confirme en ellos los dones
que les ha concedido en esta Pascua.
R/. Escúchanos, oh Señor.
Oremos hermanos a Cristo, / que por su resurrección ha dado la
vida verdadera al mundo y ha renovado toda la creación, para
que aquellos que viven sin fe y sin esperanza / encuentren la paz y
la alegría de la Vida Eterna.
R/. Escúchanos, oh Señor.
Oremos hermanos a Cristo, / que por su resurrección ha abierto el
cielo a quienes gemían en el abismo del pecado, para que otorgue
la Vida al hombre mortal, / y le alivie de todos sus sufrimientos.
R/. Escúchanos, oh Señor.
Oremos hermanos a Cristo, / que anunció la alegría de su
resurrección apareciéndose a las mujeres y a los apóstoles, para
que nos conceda a todos nosotros celebrar su triunfo / y anunciarlo
a todas las naciones.
R/. Escúchanos, oh Señor.
El Presidente, con las manos extendidas, concluye:
S eñor
glorificado
Jesucristo,
Iglesia,
en esta fiesta gloriosa de tu resurrección
te suplicamos que escuches nuestras oraciones
y extiendas tu diestra misericordiosa
sobre este pueblo
que pone toda su esperanza en tu resurrección.
Tú que vives y reinas, inmortal y glorioso,
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
Rito de la paz
El diácono:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
Dense fraternalmente la paz.
Todos se ponen de pie, y el Presidente, desde la Sede, dice la oración sobre las ofrendas. Si no se hace el “Orad
hermanos”, comienza con la monición “Oremos”.
Con las manos juntas:
O remos.
Con las manos extendidas.
El es el verdadero Cordero
que quitó el pecado del mundo;
muriendo destruyó nuestra muerte,
resucitando restauró nuestra vida.
E l cual,
cuando iba a ser entregado a su Pasión,
voluntariamente aceptada,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
y elevando los ojos a ti, Padre, Padre,
pronunció la bendición,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Hagan esto
en memoria mia.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
Después prosigue:
A cuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra
y reunida aquí en la noche santísima
de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo,
y con el Papa N.
con nuestro Obispo N.
y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
R/. Amén.
Rito de la comunión
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el Presidente, con las manos juntas, dice:
S eñor
apóstoles:
Jesucristo,
Seguidamente el Presidente hace la fracción del Pan, y muestra el Pan partido a toda la asamblea, que lo venera
haciendo una inclinación simple.
Deja caer una parte del mismo en el cáliz. Hace ahora una inclinación profunda, sube a la sede y se sienta.
Otros concelebrantes, o los diáconos, se acercan al altar y hacen la fracción de los panes. Mientras tanto, un
ministro acerca los purificadores hasta el altar.
Cuando todos han terminado de partir el Pan, el diácono, o el presbítero que ha fraccionado el Pan presidencial,
toma la patena del altar y se la acerca al Presidente, quien toma directamente el Cuerpo de Cristo, o bien lo recibe
del diácono.
Después se reparte la comunión a todos los fieles; los presbíteros se desplazan a través de los bancos y entregan
el Cuerpo del Señor a los hermanos, que lo reciben sobre las manos colocadas en forma de cruz.
El Presbítero dice a cada hermano cuando le ofrece el Pan:
El Cuerpo de Cristo.
R/. Amén.
O remos.
Con las manos extendidas dice:
Ritos conclusivos
El Presidente extiende las manos y dice:
El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
El diácono:
Inclinaos para recibir la bendición.
El Presidente:
Despedida
Si hay avisos que dar, con respecto al ágape, a la recogida de la asamblea, etc., se dan ahora.
El diácono despide a la asamblea, cantando (con el tono del Evangelio o con melodía
gregoriana):
Los salmistas inician un canto festivo: Dayenú, u otro parecido. Un ministro toma la cruz alzada e inicia la salida. Le
siguen los demás ministros, los diáconos y los presbíteros concelebrantes. Por último el Presidente, que besa el Altar y
se incorpora a la procesión hacia el Secretarium, en la forma acostumbrada. La asamblea canta y danza alrededor del
Altar.
Toda la asamblea se reúne en el Agape de comunión pascual.
En la tarde el Domingo de Pascua, sería conveniente si parece oportuno, celebrar las Vísperas solemnes de Pascua,
según una costumbre antiquísima en la Iglesia. En estas Vísperas se hace una procesión a la fuente bautismal, durante
el canto del Magníficat, donde los fieles son asperjados de nuevo con el agua bautismal de la Vigilia de Pascua
(Ceremonial de los Obispos, núm. 371)