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Hugo Zemelman

CRÍTICA
EPISTEMOLÓGICA
DE LOS INDICADORES

jo rn a d a s
1 14

EL COLEGIO DE MÉXICO
C E N T R O DE ESTU D IO S S O C IO L O G IC O S
H u g o Zemelman

CRfTICA EPISTEMOLC3GICA
DE LOS INDICADORES

|M

J O R N A D A S 114
E L C O L E G IO DE M E X IC O
Primera edición, 1989
© D .R . £1 Colegio de México
Camino al Ajusco 20
Pedregal de Santa Teresa
10740 México D.F.
ISBN 968-12-0420-4
Impreso en México / Printed in M éxico
IN D IC E
La huella de lo dado y el trazo del indicador,
por Raúl Prada 7
Reconocimiento 19
Introducción 2>\
1. El diagnóstico y el problema de los indicadores 23
1.1. Características del enfoque del diagnóstico
como campo de posibilidades 32
1.2. La problemática de los indicadores desde la
perspectiva del diagnóstico como campo de
posibilidades 38
2. Criterios para la lectura de los indicadores
desde la perspectiva de la reconstrucción articulada 45
2.1 Los planos de la articulación y el proceso
reconstructivo 50
2.2 La articulación de niveles 52
2.3 La articulación de dimensiones espacio-
temporales 55
2.4 La articulación praxis-estructura 59
3. La articulación y los tres momentos del
diagnóstico 63
3.1 El diagnóstico y los indicadores como recons­
trucción gnoseológica de la realidad 64
3.2 La delimitación del campo de posibilidades 83
3.3 La reconstrucción del campo de posibilidades 90
3.4 Determinación del campo de opciones viables 98
3.5 Consecuencias de aplicar a los indicadores de
resultado una lectura procesual 102
3.6 Hermenéutica de la información secundaria 111
Anexo. Concepto, realidad y teoría de los indi­
cadores 119
Bibliografía 173

[5]
La huella de lo dado y el trazo
del indicador
Raúl Prada*
El problema del indicador planteado por H u g o Ze-
melman en el presente texto se refiere a los espacios
cerrados por el indicador desde la visualización
abierta por la huella de lo dado; es decir, que supone
la problemática de las relaciones establecidas entre
realidad y representación. Desde un ángulo más par­
ticular que el connotado por las proyecciones con­
ceptuales, consideramos las delimitaciones instru­
mentales de las evaluaciones, de los diagnósticos, de
las descripciones, de las mediciones, de las cuantifi-
caciones y de aquellas tareas, en fin, que se proponen
indicar y señalar desde una pretendida positividad.
H u g o Zemelman postula criticar los diagnósticos
que “ comparten por lo menos dos características.
Por una parte, no se aborda, en términos generales, la
relación entre lo micro y lo macroespacial, y cuando
llega a estudiarse, se le reduce a la construcción de
índices que extrapolan para el plano macroespacial
lo que ocurre en el plano microespacial, y viceversa” .
De otra parte, los diagnósticos, más que constituir

* Maestro de demografía de El Colegio de México. Se desempeña


actualmente como profesor en la Universidad de San Andrés, La
Paz, Bolivia.

[7]
8 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LOS IN D IC A D O R E S

una búsqueda de un campo de posibilidades alterna­


tivas de desarrollo, son evaluadores de las condicio­
nes requeridas por una meta fijada previamente a la
realización del diagnóstico. Por ambas razones, los
identificamos como “ diagnósticos normativos” . Sin
embargo, la crítica se convierte, a su vez, en la base
organizativa de una formulación articuladora de las
“posibilidades alternativas de desarrollo” encerradas
en un conjunto de procesos dados como coyuntura o
periodo sociales.
En el texto se enfrentan dos opciones en la
construcción de los indicadores: una, tradicional,
que erige el indicador a partir de una prescripción
teórica supuesta, recorta la realidad de acuerdo a una
norma y persigue una finalidad preestablecida de
antemano; la otra, epistemológica, que se abre a los
campos de posibilidades de la realidad, articula los
procesos reales considerados de acuerdo a la necesi­
dad de concreción, y es sugerida por las fuerzas socia­
les concurrentes como alternativas de la praxis.
El debate está planteado: frente a una práctica
apropiadora-simbolizadora de la realidad, de acuer­
do al procedimiento de la mathesis (analítica), se
opone la práctica transformadora-simbolizadora de
la realidad con arreglo al procedimiento social arti-
culador (dialéctica) de los procesos existentes en un
espacio concreto histórico cultural. L a llam ada
“ ciencia experimental” ha procedido de la siguiente
manera:

1) H a aislado sus objetos de estudio del contexto


L A H U E L L A DE L O DADO 9

histórico-social donde éstos se dan de manera obje­


tiva;

2) H a descompuesto sus objetos de estudio en unida­


des de análisis elementales desarticuladas entre sí;

3) H a contrastado sus hipótesis empíricas indivi­


dualizadas en relación a las unidades de análisis con­
vertidas en variables;

4) U n a vez que deductivamente ha encontrado un


supuesto espacio investigable, ha intentado generali­
zar sus descubrimientos al espacio real.

Dentro de esta estrategia metodológica, los datos y


los indicadores juegan un papel fundamental: son
los hechos experimentales que validan o invalidan
una forma de conocimiento. Pero, ¿qué recortan los
datos y los indicadores experimentales de la realidad
física y social estudiada? ¿Una variable aislada puede
representar objetivamente al conjunto de procesos
que concurren en la formación constitutiva de un
fenómeno? Para H ugo Zemelman, esta variable forma
parte como signo de un discurso social que represen­
ta un modo de percepción del mundo; estamos, pues,
ante la constitución sólida de una ideología, en el
sentido de una forma de conciencia social relativa a
su historicidad concreta. L a episteme del racionalis­
mo ha dado lugar al ordenamiento de esta forma de
conocimiento científico de la sociedad burguesa. Es­
ta ha logrado legitimar su ubicación en el mundo
mediante la verificación de sus observaciones.
10 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

Zemelman se refiere a esta experiencia normativa


del siguiente modo: “L o anterior permite formular una
primera conclusión: los diagnósticos normativos re­
cortan a la realidad con base en fragmentos cuyas
relaciones se establecen y justifican por el solo hecho
de ser detectados paralelamente en un momento dado
del tiempo y del espacio, esto es, por criterios de
‘isocronotopía’ (igualdad de tiempo y espacio). C o ­
mo corolario podríamos decir que en este tipo de
diagnóstico hay una reconstrucción del contexto
identificada con la agregación de información posi­
ble de sistematizarse y resumirse, y no una recons­
trucción crítica basada en la forma específica en que
los diversos planos de la realidad se articulan en un
espacio y tiempo determinados” .
L a fragmentación y la agregación de información
son posibles a partir de una práctica experimental
separadora y aisladora de recortes regulares (lógicos):
recortes que logran descontextuar los datos y los
indicadores del ambiente en el que se dan, converti­
dos en variables componentes de funciones matema-
tizables, y recortes que escapan a toda determinación
histórica. Así, de esta manera, el conocimiento exter­
no es posible; el logos .ha abolido la concreción y ha
exilado la praxis social a la condena de una existen­
cia externa e irracional.
¿Qué es aquello de reconstrucción articulada?:
“ Desarrollando con detenimiento el planteamiento
de la articulación, en combinación con los recortes de
realidad, es posible distinguir tres planos distintos e
interrelacionados de la realidad como articulación,
L A H U E L L A DE L O D AD O 11

que sirven en conjunto como claves reconstructivas,


tanto de la realidad misma, como de los recortes
practicados por un modelo de indicadores” . Los pla­
nos de referencia definen las siguientes alternativas
de articulación:

a) la reconstrucción articulada de espaciamientos


reales, como el espaciamiento económico, político,
cultural, lingüístico, etcétera.
b) la reconstrucción articulada espacio-temporal co­
mo las vinculaciones macro-micro, periodo-coyun­
tura, secu en cia-m o m en to , pro ceso -estru ctu ra,
presente-apertura y otras.
c) la reconstrucción articulada de “ la dialéctica
praxis-estructura” , como la de los sujetos produc-
tivos-relaciones sociales de producción, cognición-
realidad objetiva apropiada, sujeto activo-fuerzas so­
ciales, sujeto insurgente-conciencia política, etcétera.

Estas alternativas reconstructivas se comportan


como los parámetros configurantes de “ conexiones y
mediaciones” teóricas, que pueden permitir la orga­
nización de indicadores concretos.
“ Este primer plan o de articulación plantea, tanto
para un estudio de coyuntura (articulación vertical)
como para un estudio de secuencia (articulación lon­
gitudinal) la necesidad de establecer las conexiones y
mediaciones teóricas necesarias entre los diferentes
recortes de realidad de los conceptos-indicadores. Es­
to bajo el supuesto de que la realidad en su articula­
12 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LOS IN D IC A D O R E S

ción es transitiva y no fragmentaria” . Podemos decir


que la complicidad de “ los recortes de realidad” com­
promete toda percepción-cognición de los procesos a
armar, a través de las mediaciones correspondientes,
en una reproducción explicativa articulada de los
mismos.
En otras palabras, no se puede desligar un indica­
dor — la tasa bruta de mortalidad— de las condicio­
nes objetivas y de las acciones sociales que “ traba­
jan ”, por así decirlo, la sincronización de procesos
que son leídos por el indicador. Si en Bolivia, por
ejemplo, la tasa de mortalidad bruta que se maneja el
año 1985 es de 12 muertos anuales por cada mil
habitantes en el área urbana — mientras que para el
área rural la tasa calculada es del orden de 18 muertes
anuales por cada mil habitantes— estos números
índices terminan formando relaciones aritméticas
entre proporciones de acontecimientos demográfi­
cos, sin que estas relaciones nos digan nada acerca de
cómo ocurre un fenómeno social como el de la muer­
te en los espacios rural urbanos de una ubicación
político-espacial como Bolivia. Es, pues, indispensa­
ble rescatar a los números índices del mutismo al que
han sido condenados por interpretaciones “ fragmen­
tarias” y “ agregacionistas”; es decir, se trata de resca­
tarlos de una percepción limitante como la que redu­
ce la praxis a la práctica, los procesos a los hechos, lo
posible a lo probable.
Articular las condiciones económico-sociales, ru­
ral urbanas y las acciones sociales constitutivas de los
sujetos masa al espacio métrico del indicadores más
L A H U E L L A DE L O D AD O 13

que necesario para poder organizar la información y


la cognición desde la perspectiva de la praxis. El
desarrollo del minifundio, la pauperización de la
tierra, el proceso de proletarización, la velada tribu­
tación campesina a la “sociedad urbana” — a través de
la conversión de los productos agrarios en mercan­
cías, por medio de la “ transferencia” de valores que
se efectúa en la determinación de bajos precios para
la producción campesina— forman parte como con­
junto de procesos concatenados de las condiciones
objetivas que condicionan el índice de mortalidad en
las zonas rurales. De otra parte, también hay que
considerar las acciones del sujeto campesino, por
ejemplo la defensa de los sindicatos de la vida en el
agro, como fuerzas que intervienen en las posibilida­
des de modificación tanto de las condiciones como de
los resultados coyunturales de la muerte. En conclu­
sión, no se puede descontextuar un indicador debido
a que éste expresa la medida de la magnitud de una
fuerza en un momento dado; fuerza que a su vez
resulta de la articulación de un conjunto de procesos
integrados de modo condicional, articulados a las ac­
ciones constitutivas de los sujetos.
Retomando el ejemplo anterior, en un caso regio­
nal más específico, podemos decir que cuando nos
referimos a la tasa de mortalidad regional en el de­
partamento de Potosí (Bolivia) para 1985 se utiliza
un indicador demográfico obtenido del censo de po­
blación de 1976, dando como resultado 30 muertes
por cada mil habitantes. Sin embargo, esta medida
debe primero retrotraerse a su momento, ya que se
14 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

asocia con un nivel de producción agrícola como es


el rendimiento de la producción de tubérculos de
aproximadamente 12 465 kilogramos por hectárea;
pero a este dato contextual debe añadirse que apenas
el 1% de la tierra regional es cultivada (1 242 km2).
Sin embargo, aquí no acaba la cuenta, ya que pode­
mos seguir extendiendo el renglón de números índi­
ces comprometidos con esta realidad determinada.
Por ejemplo, detallar que más del 76% de la p obla­
ción rural es trabajadora por cuenta propia; en otras
palabras, que es propietaria minifundista, lo que
como hecho plantea una red de relaciones sociales
que dan cuenta de la complejidad del contexto (8 557
obreros agrarios, 402 empleados, 47 282 trabajadores
familiares no remunerados, 181 000 trabajadores por
cuenta propiay 186 patrones). Esto permite que otros
datos, como son la baja productividad agrícola, se
hagan más comprensibles a través de la "re jilla ” de
esta red de relaciones sociales. Cabe también mencio­
nar el carácter paternal del Estado en relación a los
campesinos, desarrollado a partir de la reforma agra­
ria (1953) así como la función del caciquismo en los
sindicatos campesinos de entonces.
Todos estos procesos formativos conforman el
contexto espacio-temporal de aquella sincronía con­
ceptuada como fuerza de la muerte — en la medida de
la tasa de mortalidad captada el año 1976— . Desde
esta percepción es posible asumir la posición del
texto de Zemelman de estructurar un referente a par­
tir del encuentro articulado entre el momento (dia­
léctica coyuntura-secuencia) la dimensión espacial
L A H U E L L A DE L O D AD O 15

(dialéctica macro-micro) los recortes de la realidad


(dialéctica percepción-cognición) y la praxis de las
fuerzas sociales (dialéctica apropiación-transforma­
ción).
Pero, ¿qué es el concepto-indicador nombrado por
Zemelman? N o se trata de un indicador que sea el
resultado de la agregación o el resumen de otros
números índices; tampoco de una función que derive
en una medida. A l contrario, se trata de una métrica
subordinada a un conjunto de fuerzas que cristalizan
y descristalizan en un tiempo: un conjunto de fuerzas
sintetizadas en la sincronía de una fuerza en un mo­
mento (la fuerza de la muerte en un momento y en un
contexto regional determinado); fuerza que significa
la intensidad de un proceso tanto como la densidad
de una estructura (estructura demográfica, peso de la
muerte a determinadas edades, en regiones circuns­
critas y clases sociales específicas). Fuerza que connota
la negatividad o la positividad de una apertura — la
fuerza de la muerte frente al crecimiento social, el
desarrollo de las fuerzas productivas, la socialización
de la propiedad— . Se trata, pues, de la configuración
posible de lo potencial en proceso: conocer para
transformar.
“El in d ica tu m o realidad — dice Zemelman— co­
mo ya se ha señalado anteriormente es un complejo
de procesos que requieren ser sometidos a una re­
construcción. Esta reconstrucción debe respetar la
especificidad de cada uno de los procesos, para lo cual
debemos estar alerta acerca de que la relación a esta­
blecer con la realidad pueda estar teóricamente en­
16 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LOS IN D IC A D O R E S

cuadrada (diagnósticos normativos); o bien, respon­


der a una ap reh en sió n ra c io n a l abierta a las
determinaciones específicas de lo concreto” .
En relación al in d ica tu m , se sugiere tejer una red
representativa de los procesos, red que debe expresar­
se en el concepto-indicador; en consecuencia, así co­
mo podemos referirnos al concreto-abstracto como
estructura significativa de categorías articuladas, p o ­
demos también hablar del concepto-indicador como
de una estructura indicativa que articula indicacio­
nes, de acuerdo a la presencia concreta de la sincronía
que quiere figurar. Nuevamente, volviendo al ejem-
pl o que mencionamos más arriba, las 18 muertes
anuales por cada mil habitantes, señaladas como
indicador para la región rural de Bolivia el año 1985,
deben articularse a otras indicaciones — además de
considerar la vigilancia epistemológica al proceso
constructivo de los datos— como el nivel de produc­
tividad agraria, la situación de la tenencia de la tierra
en el campo, la intensidad de la participación de los
sujetos campesinos constituidos en la transforma­
ción de su realidad, etcétera. Red de indicaciones que
conforma la textura del concepto-indicador, y debe
ser revisada de acuerdo con la relación de especifici­
dad que establecen los indicadores con el recorte de
realidad que caracterizan.
Así, por ejemplo, si consideramos la intensidad de
la muerte anual, 18 por mil habitantes, en singular
relación con la velocidad de despoblamiento rural
anual (tasa neta de migración anual = -10.98 por cada
mil habitantes) debemos sospechar que la cinética
I ,A H U E L L A DE L O D AD O 17

demográfica espacial y la fuerza de la muerte no son


separables como indicadores analíticos, pues están
sostenidos, por así decirlo, por el contexto coyuntu-
ral rural relacionado con las condiciones específicas
objetivas y las fuerzas sociales existentes en el momento.
L a fuerza de la muerte y la velocidad demográfica
cinética están comprometidas con su momento de
encuentro que se somete a la apertura de los procesos,
liste momento puede configurarse por una textura de
indicaciones correlacionadas por categorizaciones
especificadoras que, a su vez, estructuran un sistema
significativo, una concreción de sentido. Esta es la
razón por la que se puede hablar de concepto-indicador.
Una estructura de indicaciones así obtenida se
cimenta en un sistema de categorías que dan lugar al
sentido de apertura buscado en la descomposición de
los indicadores analíticos y en la construcción de
configuraciones indicativas totalizantes.
Reconocimiento

Kl texto de las primeras partes del trabajo fue objeto


ele reelaboración gracias a la ayuda y crítica de la
señorita Teresa Incháustegui, a quien expreso mi
reconocimiento por su actitud perceptiva y su labor
de ordenación de ideas que no habían sido suficiente­
mente expresadas.

[19]
Introducción

l'’.l trabajo que se presenta tiene como objetivo ofrecer


al lector interesado en la generación y organización
<le* información algunos planteamientos conducen­
tes a estimular una discusión, insuficientemente de­
sai rollada, acerca del concepto y función de los in-
cIi( adores.
Kn este sentido, se pretende desarrollar un enfoque
<le análisis, todavía teórico, que sirva de marco para
recuperar la discusión del tema en el contexto defini­
do por los mecanismos que capaciten para influir
sobre la realidad. En esta línea se replantea el concep­
to de diagnóstico desde la perspectiva del concepto de
viabilidad histórica y de sujeto social, trascendiendo
los límites de los modelos organizados según la ló g i­
ca de medios-fines.
l'oi lo anterior, el texto puede ser de interés para
lodos los estudiosos preocupados por determinar,
cada vez en forma más sólida, la relación entre cono-
< imienio y definición de políticas.
El conjunto de planteamientos que constituyen el
<<iiiienido de este trabajo están fundamentados en
una exploración epistemológica que hemos desarro­
llado en un texto aparte, Uso c ritic o de la teoría (F.1
(lo le g io de M éxieo/U niversidad de las Naciones
Unidas, 1987).

E21]
1.E1 diagnostico y el problema
de los indicadores

Antes de abordar el problema de los indicadores y su


1 i ítica, se hace necesario señalar las prácticas usuales
do diseño de diagnósticos y sus implicaciones, tanto
dosde el plano gnoseológico, como de sus consecuen­
cias prácticas.
Una primera aproximación sobre las característi­
cas más relevantes de los diagnósticos, que son fre­
cuentemente utilizados por las agencias de planea-
ción, permite destacar la idea de que el desarrollo se
apoya en la determinación de magnitudes dadas de
recursos naturales y económicos, donde la población
os un tlato demográfico con muy poca atención a su
oNlim lora interna. Los diagnósticos se olvidan de
que "la población no constituye exclusivamente un
recurso entre otros, sino que es el sujeto social que
tlinamiza el conjunto de estructuras económicas, po-
líiicas y culturales. En razón de este carácter, repré­
senla un elemento de articulación de la realidad a
llaves de sus diferentes prácticas sociales. Por ello, es
el eje de cualquier diagnóstico que incluya elementos
«le la realidad especialmente concernientes a la diná­
mica poblacional... en este sentido, se deben exami­
nar Ion aspectos subjetivos de la capacidad de la

[23]
24 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

población para dinamizar una región determinada.


Solamente de esta manera se puede llegar a convertir
a la población, como sujeto social, en un efectivo
factor dinámico de las estructuras económicas, socia­
les y políticas locales” .1
L a ausencia de elementos políticos, culturales y
psicosociales determina vacíos en los diagnósticos
usuales. En las consideraciones que siguen, por el
contrario, se intenta abordar el diagnóstico a partir
de un “enfoque de totalidad en el que se encuentra
articulado el plano de las estructuras productivas
(regidas por su propia lógica interna) con el de las
múltiples prácticas que desarrolla la población” .2
A partir de la forma en que se oganice racional­
mente el relevamiento de la realidad se pueden cons­
tatar dos grandes clases de diagnósticos: unos, la
inmensa mayoría, que proceden mediante un análi­
sis lineal y estático de las distintas esferas de la reali­
dad, adoptando un enfoque que aisla el estudio de
cada una de éstas. Otros, los menos, procuran estu­
diar la relación entre las esferas de la realidad, pero
determinando tales vinculaciones en función m u­
chas veces de teorías implícitas a través de hipótesis

1 H ugo Zemelman, “ Sugerencias para un diagnóstico socioló­


gico para apoyar programas de educación radiofónica orientadas
al cambio social1' (Revista del Centro de Estudios Educativos,
vol. V, núm. 2, 1975, p. 54).
2 Hugo Zemelman, op. cit. p. 55. A este respecto no deben
olvidarse trabajos ya antiguos como los de J. Ziolkowsky y H.J.A.
Morsink: “ Problemas metodológicos en la sociología del desarro­
llo regional’’ ( c t r A t . , 1969) y "Fivo Fields for a Sociology oí Regio­
nal Development’’ ( U N R i s n , .1969).
D IA G N Ó S T IC O 25

teóricas que, por definición, no pueden garantizar la


validez de las selecciones postuladas. Así mismo, si
!>ien ambos tipos de diagnósticos incorporan la di­
mensión tiempo, la reducen a la función de unidad
de recolección de información y comparación más
que considerarla una propiedad intrínseca de los
procesos mismos que se analizan.
Por ello, a pesar de las diferencias apuntadas,
estos tipos de diagnósticos comparten por lo menos
dos características. Por una parte, no se aborda, en
términos generales, la relación entre lo micro y lo
macroespacial, y cuando llega a estudiarse se la redu­
ce a una construcción de índices que extrapolan para
el plano macroespacial lo que ocurre en el plano
microespacial y viceversa. De otra parte, los diagnós­
ticos, más que constituir una búsqueda de un campo
de posibilidades alternativas de desarrollo, son eva-
luativos de las condiciones requeridas por una meta
lijada previamente a la realización del diagnóstico.
Por ambas razones, los identificamos como diagnós-
licos normativos.
I.o anterior permite form ular una primera con-
<Iusion: los diagnósticos normativos recortan a la
realidad con base en fragmentos cuyas relaciones se
establecen y justifican por el solo hecho de ser detec­
tados paralelamente en un momento dado del tiempo
y del espacio; esto es, por criterios de “ isocronotopía”
(igualdad de tiempo y espacio). C om o corolario, po­
dríamos decir que en este tipo de diagnósticos hay
una reconstrucción del contexto identificada con la
agregación de información posible de sistematizarse
26 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

y resumirse, y no una reconstrucción crítica basada


en la forma específica en que los diversos planos de la
re a lid a d se a rtic u la n en un espacio y tiem po
determinados.
En una segunda aproximación, atendiendo al tipo
de fenómeno que se estudia en estos diagnósticos,
según la distinción entre fenómenos referidos al di­
namismo estructural objetivo y los que resultan de
la praxis5 se aprecia una clara preferencia por los
primeros, en particular por los fenómenos económi­
cos, dejando de lado otros de diferente naturaleza.
Entre los fenómenos económicos más analizados,
ya sea que ofrezcan un carácter estructural o relacio­
nado con praxis sociales, se pueden distinguir los
siguientes: 1) de carácter estructural: capital, acum u­
lación, ingreso, producción, etc.; 2) de praxis: comer­
cialización, formas de explotación de la tierra, políti­
ca de in su m o s, p o lític a de in versió n , precios,
salarios, y otros.
Sin embargo, desde un razonamiento en articula­
ción, la adscripción de estos fenómenos no quedaría
fijada a una sola región de la realidad, sino ubicada
entre dos o más áreas temáticas de ésta según apunte
la problemadzación de los mismos: por ejemplo,
fuerza de trabajo (económica y política); economía 3

3 Se hace referencia a la distinción entre procesos estructurales


caracterizados por reconocer un autodinamismo, con procesos
coyunturales cuyo dinamismo se explica por la intervención de
prácticas sociales, las cuales no pueden confundirse con una sim­
ple subjetividad, sino como una necesidad potencial objetiva de la
realidad.
D IA G N Ó S T IC O 27

familiar (económica, política y cultural); migracio­


nes (económica, política y cultural). L o mismo pue­
do decirse de los fenómenos económicos vinculados a
praxis que también se ubican en varias áreas temáti­
cas: formas de explotación de la tierra (económico y
político); jornada de trabajo (económico y político);
distribución del ingreso (económico y político); con­
diciones de trabajo (económico, político y cultural),
etcétera.
Por otra parte, en los diagnósticos normativos
están ausentes los Cenómenos que, no siendo econó­
micos, puedan revestir un carácter estructural. Es el
caso de la ideología y de ios patrones de actitudes de
la población. Sin embargo, se consideran algunos
fenómenos que con facilidad se vinculan con aspec­
tos económicos del desarrollo. Por ejemplo, partici­
pación de la población y organización social del
trabajo que pertenecen al área política. Diferente es
la situación que se presenta con otros fenómenos
políticos, com o proyecto y control político, que
prácticamente están ausentes de los diagnósticos. Es­
to determina una importante distorsión en el cuadro
de la realidad que se pretende dibuje el diagnóstico,
por efecto de dejar fuera de su observación fenóme­
nos que influyen decisivamente en el curso del
desarrollo.
Com o consecuencia de que en los diagnósticos
usuales no se distinga entre procesos coyunturales y
estructurales, queda excluido el análisis de las rela­
ciones entre los procesos estructurales micro y ma-
( roespaciales, en razón de que esta relación está me-
28 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

diada por los procesos coyunturales, especialmente


por los procesos coyunturales microespaciales. En
consecuencia, no se puede captar en los diagnósticos
usuales el modo de inserción del desarrollo local o
regional en el desarrollo nacional y, a la inversa, el
m odo como este último se especifica en los diferentes
puntos de! territorio.
Si examinamos la estructura del diagnóstico desde
la perspectiva del cam po de condiciones y alternati­
vas, por un lado, y de las opciones de alternativas, por
el otro, se puede constatar que las condiciones y
alternativas se reducen a fenóm enos económ icos
con una insignificante inclusión de fenómenos de
otras áreas temáticas. Así, el campo de condiciones y
alternativas para el desarrollo está representado por
fenómenos como capital, acumulación, empleo y
demanda, mientras el campo de opciones de alterna­
tivas lo está por distribución de ingreso, comerciali­
zación, forma de explotación de la tierra y organiza­
ción del trabajo.
Com o puede observarse, el contenido es principal­
mente de naturaleza económica, o con factores direc­
tamente relacionados con ésta, lo que hace difícil
superar sus fronteras (ejemplo: organización del tra­
bajo, explotación de la tierra). Las áreas política,
cultural y psicosocíal, en cambio, están ausentes o
muy reducidas en la ponderación total del diagnósti­
co. E llo es importante si se piensa que los diagnósti­
cos pretenden dar cuenta de las potencialidades de
alternativas que contiene una situación concreta.
Com o alternativa a la crítica anterior, pensamos
D IA G N Ó S T IC O 29

en un diagnóstico que llamaremos de reconstrucción


de un campo de posibilidades, el cual intenta dar
Nolución a los problemas y dificultades tanto gnoseo-
lógicos como prácticos que conllevan los diagnósti-
i os normativos.
Por principio, habría que señalar que detrás de
ambos tipos de diagnósticos hay una idea concreta de
lo que es la realidad y las formas adecuadas para su
conocimiento, sobre cuya base se organizan los diver­
sos propósitos de la planificación.
Para el caso del diagnóstico aquí propuesto se
parte de una concepción dinámica de la realidad,
entendida como la articulación de procesos que se
desenvuelven en diferentes niveles y en diversas dimen­
siones espacio-temporales (macro y microespacio;
corto y largo tiempo) los cuales reconocen dinamis­
mos de desarrollo, propios o no, y apuntan hacia
direcciones diversas.
Metodológicamente, dicha concepción se expresa
como una exigencia de reconstrucción de la situa­
ción concreta, en términos de determinar la articula­
ción específica que estos diferentes niveles y momen­
tos presentan en un espacio dado y en un tiempo
determinado, así como sus direcciones posibles.
L a cuestión anterior implica un uso de la teoría
diferente a la lógica de la formulación de hipótesis o
del razonamiento apriorístico.4 Este uso crítico de la
leoría consiste en una problematización de los fenó-

1 Para mayor abundamiento sobre este punto, consúltese


Hugo Zemelman, Uso crítico de ia leoría (El Colegio de México,
Universidad de las Naciones Unidas, 1987).
30 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

menos y sus diversas conceptualizaciones, de modo


tal que permita definir un campo de relaciones posi­
bles, antes que reducir estas relaciones a los conteni­
dos expresos en los conceptos y a las jerarquizaciones
propuestas por los cuerpos teóricos.
Desde esta postura, el contenido específico de cada
uno de los niveles de lo real se alcanza solamente en el
contexto que define la articulación específica de estos
niveles en un recorte espacial y temporal específico,
lo cual sustituye la formulación de hipótesis por un
razonamiento reconstructivo en busca de la concre­
ción.
Para fines del diagnóstico — como etapa del pro­
ceso de planificación— este enfoque tiene varias im ­
plicaciones. L a primera en relación a la conforma­
ción de modelos teóricos y de indicadores, derivados
de ellos, a partir de los cuales se confronta y evalúa la
realidad. De otra parte, en la determinación de las
metas y fines de la planificación, en tanto constitu­
yen un procedimiento a partir del cual se fija una
direccionalidad y se organiza la intervención sobre la
realidad.
Con respecto al primer punto, la exigencia de la
realidad como articulación se traduce en el diseño del
diagnóstico en la necesidad de romper con los esque­
mas teóricos que la reducen a un nivel estructural o a
un enfoque de lectura de la misma. Desde este enfo­
que, la realidad puede ser “ leída” desde diferentes
enfoques teóricos sin que quede aprisionada en nin­
guno de ellos. Por tanto, la pretensión de aprehen­
derla a partir de un modelo teórico definido aprio-
D IA G N O S T IC O 31

rísticam ente, al su p o n e r h ipó tesis im p lícitas,


determina lo “significativo” de ella y fija lo que debe
ser objeto de la intervención, con exclusión de aque­
llos elementos que han quedado fuera del marco
teórico.
Con esto, deja al margen niveles, fenómenos, obje­
tos y sujetos que no estaban contemplados en el
esquema teórico de partida y que pasan a constituir
“elementos exógenos” al modelo de planificación.
Paradójicamente, estos elementos, eliminados de la
observación y, por consiguiente, de la participación,
actúan muchas veces como obstáculos, o contradicto­
riamente respecto de las metas y objetivos propuestos.
Por el contrario, desde la perspectiva del diagnós­
tico como reconstrucción de un campo de posibilida­
des, la búsqueda se orienta hacia la determinación de
“ lo significativo” para cada momento y lugar, de
acuerdo a la articulación del contexto. A l mismo
tiempo, plantea abrirse tanto a distintas posibilida­
des de desarrollo como a diversos fines de interven­
ción, lo que le permite configurar un campo de o p ­
ciones en vez de determinar una sola meta.
El presupuesto de la articulación, por su parte,
intenta romper con la estructuración y jerarquiza-
ción que sobre lo real establecen los modelos teóri­
cos, y que además extrapolan para todos los lugares,
así como para diferentes recortes temporales. Con
ello trasladan acríticamente proposiciones que, pu-
diendo ser válidas para universos macrosociales en el
largo alcance, están sesgadas para ámbitos microso-
ciales y coyunturales. En este punto, el diagnóstico
32 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

que proponem os es sensible a cuestiones com o las


que plantean la generación y distribución de los
procesos sociales en el territorio de la sociedad, lo que
no es ajeno a interrogantes tales como: ¿qué significa
optim izar una meta en el largo tiempo, a nivel nacio­
nal, en relación con la m axim ización de metas en el
espacio local, a m ediano y corto plazo?; ¿cómo se
com plem entan (si es que ello ocurre) los desarrollos
nacional y local? En otras palabras, considerando el
desarrollo com o un com plejo articulado de procesos
(económicos, sociales, políticos, culturales, etc.) que
tienen lu gar simultáneamente en diferentes planos
del espacio, ¿cómo se puede intervenir sobre la reali­
dad simultáneamente en los diversos planos espaciales?

1.1 Características del enfoque del diagnóstico


como campo de posibilidades

Desde el diagnóstico com o cam po de posibilidades


— cuyo sustrato es la concepción del desarrollo como
un proceso com plejo— no se puede reducir la reali­
dad a lo que el fin norm ativo determina com o perti­
nente de ser conocido, sino, por el contrario, lo que
en últim a instancia preocupa es la determinación de
esos fines; pero no com o valores opcionales sino
como viabilidad social. Se trata de captar a la reali­
dad no en función estricta de un fin, sino de determi­
nar un cam po de posibilidades de cuyo conocimiento
D IA G N Ó S T IC O 33

dependa la organización y orientación de las praxis


necesarias para una intervención efectiva.
En este marco el diagnóstico no es teórico, ya que
prepara el terreno para distintas m odalidades de or^
ganización de la relación praxis social— fin, no cir­
cunscribiéndose a la configuración estructural defi­
nida por un fin determinado. De manera que al
am pliarse la perspectiva de enfoque de esta relación*
tom ándola desde el án g u lo del proceso y no estricta­
mente desde el án g u lo del fin normativo, se replantea
la naturaleza del objetivo como una expresión, entre
otras, de los campos de posibilidades detectadas.
Desde este enfoque, lo que hacemos es problem a ti­
zar al fin normativo privilegiando la atención en el
cam po de posibilidades, y abriendo, mediante el
diagnóstico, un espectro de objetivos posibles dentro
de los cuales sean factibles varias opciones estratégi­
cas.
L o que subyace a esta discusión es la relación del
diagnóstico con la teoría. Los diagnósticos norm ati­
vos se fundam entan en requerimientos teóricos que
pueden variar en grado de profundidad, estructura­
ción y fuerza, en tanto que la propuesta se basa en la
necesidad de reconocer alternativas no definibles en
función de fines normativos, sino de la potencialidad
de la realidad.
Si optam os por la segunda perspectiva, debemos
abordar los modos de razonar que son previos a la
construcción del diagnóstico y que basaremos en la
categoría de la totalidad concreta. E llo im plica, p ri­
mero, razonar a la realidad lógicamente, lo q u e sign i­
34 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

fica hacerlo con sentido pero no con atributos ya


definidos; segundo, dar cuenta de la relación del
sujeto con el momento histórico en su mismo trans­
currir sin ser recuperado como culminación de pro­
cesos, o mediante la convencional determinación de
los parámetros temporales. Es la historia como movi­
miento de estructuración de lo real; la determinación
de la génesis de sus perfiles sociales antes que de la
descripción de su morfología. Historia no como el
producto del desarrollo de fuerzas motrices, sino co­
mo secuencia de momentos, devenir de estadios,
transformación de lo estructurado. Esto exige capaci­
dad para situarse históricamente y apropiarse del
momento como movimiento abierto pleno de poten­
cialidades; tarea que no puede llevar a cabo la teoría
sino el rázonamiento crítico; esta es la función que
entendemos como propia del diagnóstico.
En consecuencia, el diagnóstico debe situarse, por
principio, en una relación de conocimiento con la
realidad que le permita, en primera instancia, recu­
perar la doble dimensión de cualquier corte del pre­
sente: a) la dimensión en el momento o coyuntura, y
b) la dimensión secuencia de momentos. Esto signifi­
ca recuperar la observación de elementos que reflejen
tanto la especificidad del momento o coyuntura (di­
mensión vertical) como de elementos propios de la
secuencia de momentos (dimensión longitudinal),
ya que lo que se pretende es conocer lo objetivamente
posible en una situación dada para el logro de deter­
minados fines.
El diagnóstico, en cuanto se refiere a la situación
IHA<.N<YSTICO 35

iluda o coyuntura, refleja a la articulación como pro-


diu lo de procesos anteriores; en cuanto a la secuencia
ile momentos, se ocupa de determinar la capacidad
iul de construir la articulación interior de lo obje­
tivamente posible, esto es, abarcando el universo de
elementos de la realidad posibles de articularse, aun­
que* en la situación dada aún no se encuentren arti-
i libidos.
( '.liando hablamos de capacidad social, aludimos a
liiei/»s sociales organizadas que plantean diferentes
ntialegias de desarrollo de la realidad, siendo la
lime ión del diagnóstico la determinación de la viabi­
lidad de los objetivos contenidos en las diferentes
cMiulrgias.
Indo lo anterior implica que el diagnóstico no se
iciiiinju al marco definido por la meta de ninguna de
luí estrategias, ya que su función es poder dar cuenta
di' una visión de alternativas sin reducirse a una
i >|m ión predeterminada, o* bien, ampliar el margen
dr alternativas más allá de las que puedan derivarse
de la |mutilación de ciertas metas (como serían: ma-
Nlmi/ai ión del ingreso, inversión, etcétera).
I' ii el iransfondo de lo expresado, está planteada,
juila el diagnóstico, la necesidad de reconocer, en una
titilación dada, todas las potencialidades que ésta
Mtuicngu, |mes se pretende aprehender las posibili-
dttdei ob)elivas de desarrollo, loq u e exige unconoci-
niieiilo del momento dado desde la perspectiva de su
iiiovimiento hacia un devenir posible.
Aliom bien, la idea de devenir posible solamente es
i ompienidblc si no se pierde de vista que la realidad
36 C R ÍT IC A E P IS T E M O L O G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

reconoce como una dimensión la direccionalidad


que resulta de la confrontación de diferentes estrate­
gias de desarrollo, en las que se expresan distintos
sujetos sociales. Por consiguiente, la reconstrucción
de lo real por medio del diagnóstico se fundamenta
tanto en las posibilidades que se contienen, como en
las direcciones que resultan del juego de estrategias y
tácticas del conjunto de fuerzas sociales. En suma, la
reconstrucción lograda por el diagnóstico debe com­
prender: i) el contexto de la situación dada; y ii) su
d irecc iona Ii d ad.
El diagnóstico, desde esta perspectiva, reconoce,
como su función más importante la reconstrucción
del contexto, entendido como el marco de las alterna­
tivas de estrategias posibles, ya que desde el enfoque
de la reconstrucción se considera que la relación más
significativa con la realidad es aquella que refleja las
potencialidades que presenta urta situación dada, cu­
yo conocimiento, en el corto plazo, debe servir de
base para organizar en forma efectiva la intervención
sobre la realidad, lo cual es totalmente opuesto a la
lógica dominante en la definición de estrategias de
desarrollo, que reconstruyen a la realidad como un
conjunto de condiciones funcionales para conseguir
un fin determinado.
La racionalidad que se expresa en este segundo
tipo de diagnóstico se orienta hacia el logro de una
capacidad para dar cuenta de alternativas posibles de
intervención, sobre la base de considerar el cambio y
el movimiento como atributos de la realidad. Esta
actitud implica reconocimiento de las diversas po-
IUAU N O S T IC O 37

lene iulidades de desarrollo que puden darse según la


ualui'uleza de las influencias políticas que se ejerzan.
I ,a racionalidad implícita en los diagnósticos nor-
inuiivos opera de otra manera. El estudio de la reali­
dad, a partir de modelos cerrados y apriorísticos, no
sólo im pide el co n o cim ien to de lo específico-
iu iii reto, sino que supone, en forma subyacente, la
i oirespondencia del modelo con la realidad. Sus hi­
pótesis intrínsecas le obstruyen la captura de lo po-
irm ial de la realidad, reduciendo el conocimiento de la
misma a la determinación de los requisitos necesa-
i ios jiara alcanzar un fin, predeterminado e implícito
ya en el modelo de partida.
De esta forma, los diagnósticos normativos trába­
la n con una idea de cambio social definido unilate-
laliuente, según el modelo privilegie tal o cual nivel
de la realidad. Por otra parte, elcambio y sus diversas
posibilidades de dirección se sustituyen por el esta­
ble» itniento de una direccionalidad impuesta desde
an iba y al margen de los procesos de transformación
•|iie ne clan efectivamente.
Kcsumiendo, el enfoque del diagnóstico como re-
• m u s í mee ton de un campo de posibilidades, en tanto
enbili/a la apropiación del movimiento de lo real me­
díanle la reconstrucción abierta a distintas alternati­
vas de clesai rollo, maneja un concepto más am pliode
mi tonalidad soc ial de forma que las distintas racio­
nalidades viene n a ser expresiones particulares de
tf'sia, Irm a que merece ser objeto de un trabajo apar­
le, por lo que nos limitaremos a señalar algunos
tangos en el plano particular de las conexiones racio-
38 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

nales con la realidad cuando el énfasis no está puesto


en la necesidad de explicar.

1.2 La problemática de los indicadores desde la


perspectiva del diagnóstico como campo de
posibilidades

C u a n d o h ab lam o s de diagn osticar u n fenóm eno


enfrentamos un desafío com plejo, pues significa dar
cuenta de lo que ocurre en el fenómeno en el m om en­
to que sucede. Diagnosticar significa enfrentarse con
los apremios del presente acuciante, con sus im pera­
tivos de conocer en el corto plazo, lo cual anula
nuestro bagaje teórico que resulta lento e ineficaz,
grandioso pero mediatizado de las necesidades. El
presente, incalculable en sus dimensiones, muchas
veces confundido con lo cotidiano, obliga, paradóji­
camente, a ser pensado sin teoría. Pero no sin razón
crítica. Razonar como distinto de saber, como m o­
mento anterior a la información organizada.
T an to desde el punto de vista de la planificación
como de la investigación social, los indicadores son
el medio por el cual se pretende tomar conciencia de
la realidad del fenómeno, y, a partir de este conoci­
miento, definir las alternativas que aseguren conse­
guir mejores objetivos.
Usualmente, la noción de indicador se asocia con
las de operatividad y medición, ya que surgida de la
necesidad de hacer que sean instrumentales los con-
I ) ia c ; nc 5s t i c o 39

crptos abstractos, se confunde con la función de re­


gistro de la realidad empírica. Pero los indicadores
*on algo más que registro. Constituyen un aap rop ia-
<ión racional en la medida que lo que interesa es la
<oncxión con lo real empírico que establece; entendi­
da esta conexión como condición para el posterior
desarrollo teórico.
En este sentido, la función del indicador no puede
discutirse independientemente de la relación con la
i calidad, pues vincula a lo aprehendido (como son el
<on junto de propiedades definidas del indicador)
con lo simplemente apuntado por éste, o, para em­
plear el término de Mukherjee, como mera indica-
c ión. En la función del indicador cristaliza una deter­
minada solución al problem a de la relación con la
leal idad; por eso los indicadores, cuando se conciben
corno mecanismos para influir sobre los procesos
objetivos, no significan que se les indentifiquen con
un simple pragmatismo.
El diagnóstico como reconstrucción de la articula-
< ión de la realidad, al plantear que la forma de cono­
cimiento más significativa de ella es la que refleja las
potencialidades que presenta una situación dada,
sitúa la problemática de los indicadores en un lugar
muy importante; más aún, se les concede importan-
< ia cuando se advierte que ellos sirven de base para
organizar, en forma efectiva, la intervención sobre la
leal idad, antes que probar hipótesis acerca de la
misma.
El problem a se agudiza, sobre todo, en el hori-
zonie de to n o plazo. Pero la problemática de los
40 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

indicadores no se circunscribe al diagnóstico de cort<)


tiempo, pues también debe considerarse la necesidad
de resolver la relación entre los diferentes planos de la
realidad, con sus características y racionalidades pro­
pias, como es el caso, por ejemplo, de la articulación
entre desarrollo nacional y local. Así, el problema de
los fines y su cuantificación, que ha desembocado en
una modelística de indicadores aparentemente efi­
caz, encubre problemas metodológicos que, de no ser
resueltos, obstaculizarán el enriquecimiento de los
diagnósticos, y, en consecuencia, continuarán dejan­
do fuera de las estructuras racionales regiones de la
realidad que son, o pueden ser, determinantes para la
definición de las alternativas de desarrollo.
Si la objetividad de lo potencial constituye la refe­
rencia del esfuerzo racional, por ser más objetivo que
la referencia a cualquier realidad ya asimilada en
estructuras explicativas, los indicadores no deben
analizarse exclusivamente desde el ángulo de las teo­
rías particulares, sino desde los campos posibles de
contener diferentes opciones de teorización y acción.
En esta dirección, la captación de los procesos
reales a través de indicadores no se puede reducir a la
mera proyección de un fin normativo, ni a la aplica­
ción de un modelo teórico, sino que se ubica en el
marco de una forma de análisis más abierta y enri-
quecedora de la realidad, la cual simultáneamente
está desplegada y es potencial.
Se trata de incorporar al control racional regiones
de lo social que, por su rápida mutabilidad, no reco­
nocen fronteras nítidas y que tampoco, necesaria-
D IA G N Ó S T IC O 41

mente, se han transformado en contenido de teorías


particulares. Pensemos en el esfuerzo por controlar
i calidades que no siempre han sido teorizadas. En
este contexto, los indicadores plantean necesaria­
mente la cuestión de la teoría y de su uso, así como el
lema de la racionalidad que sirve de base para crear
instrumentos de acción y el carácter de fundamento
que les sirve de apoyo.
Las implicaciones de lo anterior se pueden resu­
mir en los siguientes términos: desde el diagnóstico
basado en un modelo teórico cerrado, uno entre mu-
<hos posibles, se establece una organización concep­
tual donde los indicadores, su contenido y jerarquía,
son referentes del modelo que representa una cierta
explicación sobre el desarrollo de lo real.
L a perspectiva de la reconstrucción, por el contra­
rio, no supone ninguna organización teórica predefi-
n ida de los indicadores: ni de su contenido concep­
tual, ni de su jerarquización. Su intención es más
bien organizar, a partir de los indicadores, una forma
de aprehensión de la realidad, que, rescatando lo
específico de cada situación concreta, dote a los indi­
cadores del ordenamiento y la significación determi­
nada por el recorte espacio— temporal de estudio
(región, localidad, ámbito nacional y de corto o largo
plazo).
Para esto, encuentra necesario mantener con res­
pecto a los indicadores una vigilancia crítica y una
cierta flexibilidad, de modo tal que permita recons­
truir a la realidad como campo de posibilidades al
inierior de la <nal puedan determinarse muchos de
42 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

éstos en conformidad a las problemáticas que intere­


se abordar.
En términos concretos, se trata de encontrar indi­
cadores, que, además de representar cierto orden de
magnitud, puedan dar cuenta de una situación total.
En esta línea se ubica el intento de forjar indicadores
“ trazadores” o de conjunto, que se han elaborado en
algunos programas de desarrollo comunitario, en
forma de enriquecer la visión de la realidad con
indicadores cualitativos (por ejemplo, los de carácter
perceptivo) que pretenden recoger el significado que
tiene para la población local la realidad de su de­
sarrollo; así mismo, determinar las nuevas posibilida­
des de éste para efectuarse con apoyo en la capacidad
de iniciativa de la propia población.
Estos nuevos tipos de indicadores como son los de
“conjunto” , así como los que se expresan en medi­
ciones no numéricas (por ejem plo la medición de la
maduración política y organizativa de la población)
tratan de mejorar los límites de comprensión de la
realidad. N o obstante, el problem a planteado no se
resuelve como sumatorias de indicadores de diversos
tipos.
L a cuestión no es llegar a explicaciones cada vez
más exhaustivas por agregación, sino poder enrique­
cer la relación con la realidad en la forma más inclu­
siva posible; esto nos plantea la urgencia de tener que
mejorar las conexiones con lo real-empírico.
Así, el problem a a resolver es, en el fondo, el de
cóm o establecer una relación entre los diversos
conceptos— indicadores y le» empírico que pretenden
I>I A G N Ó S T IC O 43

denotar, para que la estructuración o encadenamien­


to de ellos, al mismo tiempo que refleje las caracterís-
ticas específicas de una situación dada, pueda señalar
las diferentes d ire c c io n a lid a d e s p o sib le s de su
desarrollo.
A estas cuestiones pretende el planteamiento del
diagnóstico como campo de posibilidades si bien no
ofrecer respuestas definitivas, al menos señalar el
camino por donde es plausible encontrarlas.
L a perspectiva de la reconstrucción de una situa­
ción dada, en cuanto busca descubrir la articulación
de la misma, la visualiza como producto de procesos
anteriores. Y en tanto intenta descubrir las potencia­
lidades que ofrece, busca determinar la capacidad
social necesaria para im prim ir posibles cambios.
T o d o ello supone dar cuenta de la doble dimen­
sión de todo corte del presente: a) la dimensión verti­
cal, esto es, la articulación de un momento o coyun­
tura y, b) la dimensión longitudinal, esto es, el
movimiento o la secuencia de momentos.
¿Qué papel juegan en este punto los indicadores?
¿cómo pueden usarse o construirse de forma que
respondan a estos requerimientos?
Considerando la conjugación de estos dos pará­
metros, lo central en el diagnóstico es dar cuenta de la
capacidad social para reconocer alternativas de o p ­
ciones. Por ello, el problema se ubica en las diferentes
estrategias de las fuerzas sociales que intervienen y
que son las que configuran el contexto que permite
definir los significados específicos de los indicadores.
IV tal sucMc que los indicadores y el in d ica tu m a que
44 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

hacen referencia pueden variar de sentido — en tanto


denotaciones-— de acuerdo al punto de partida, esto
es, al proyecto estratégico que sustenta su interpreta­
ción como datos de la realidad.
2. Criterios para la lectura
de los indicadores desde la perspectiva
de la reconstrucción articulada

Con objeto de intentar responder a las cuestiones


señaladas en la primera parte, a continuación se
desarrollan algunas proposiciones, surgidas de una
reflexión crítica acerca del contenido de realidad de
los indicadores, así como algunos criterios a partir de
los cuales p u ed an ser usados en el diagnóstico
reconstructivo.
El prim er criterio se ubica en el principio enuncia­
do en la parte primera, en cuanto que en los concep­
tos indicadores cristaliza una determinada relación
de conocimiento con la realidad que se expresa en lo
aprehendido por ellos. Esto es en el perfil de la reali­
dad que rescatan y que puede corresponder a distin­
tos niveles y recortes espacio-temporales de la mis­
ma. Este punto es particularmente importante, por
cuanto en la mayoría de los diagnósticos no se cobra
conciencia clara del recorte de realidad de los indica­
dores. C om o consecuencia, la reconstrucción que
practican es totalmente acrítica y sumamente hetero-

[4 5 ]
46 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

génea por el hecho de que m anejan diferentes recor­


tes no articulados.
Este prim er án gu lo podem os enunciarlo como la
disyuntiva proceso-resultado. En este sentido, pue­
de suceder que el in d ica tu m se conciba como proceso
cuyas propiedades, por lo mism o que son transitivas,
se transforman constantemente y no quedan necesa­
riamente reflejadas por el indicador. L o que es dis­
tinto a concebirlo com o resultado, ya que en este caso
se presume una mayor simetría entre las propiedades
del indicador y las del in d ica tu m .
A efecto de alcanzar mayor precisión sobre este
punto, habría que señalar q u e en un indicador de
resultado cristaliza una relación de conocimiento
con la realidad, a partir de la cual se capta un perfil
determinado de la realidad em pírico-m orfológica
— o si se prefiere fenoménica de la realidad— y ello
aun cuando el concepto indicador sea producto de un
desarrollo teórico más o menos sofisticado, p.e., en el
caso d el in d ic a d o r P ro d u c to N a c io n a l B ru to ,
etcétera.
¿Por qué esto es así? En prim er término, porque, al
recoger datos específicos, el indicador de resultado
aisla del in d ic a tu m ciertas características o m anifes­
taciones que considera significativas, haciendo abs­
tracción de las condiciones o procesos que están en la
raíz del surgim iento de los fenómenos. El indicador
sólo recupera, según su construcción conceptual, a l­
gunas dimensiones del plano fenom enológico de la
realidad, pero no el proceso genético que da lugar a
esas manifestaciones determinadas.
C R IT E R IO S P A R A L A L E C T U R A 47

Esta circunstancia permite caracterizar a los indi­


cadores, sean cuantitativos o cualitativos, como co­
nexiones empírico-m orfológicas, ya que describen
la forma y no el contenido específico del in d ica tu m .
A hora bien, en tanto arrojan datos de resultado y
no de procesos, es decir, en tanto conexiones que no
recuperan la transición entre diferentes niveles rea­
les, los indicadores son estáticos. A esta característi­
ca no sólo contribuye la delimitación rígida de su
cam po de observaciones, junto con las dimensiones
específicas que de ese cam po rescata, sino además la
ubicación je rá rq u ic a q u e o cu p an en el m odelo
teórico-explicativo del que forman parte.
Todas estas dificultades para la reconstrucción de
la articulación específica de cada realidad no im p i­
den un uso generalizado de este tipo de indicadores.
A partir de ellos se establecen estudios comparativos
entre regiones y naciones que son absolutamente
diferentes. Por esta vía se han llegado a equiparar
contextos que aun cuando presentan datos semejan­
tes (p. e., de desarrollo social o de crecimiento econó­
mico, entre otros) los procesos de generación de estas
realidades obedecen a causas y articulaciones distin­
tas de las que no dan cuenta estos indicadores de
resultado.
De todo ello se deduce que, desde la perspectiva del
diagnóstico como reconstrucción, los indicadores de
resultado, aun cuando necesarios y útiles, no son
suficientes para establecer una relación de conoci­
miento que permita aprehender lo específico-con­
creto de una situación frente a otra, tanto a nivel
48 C R ÍT IC A E P IS T E M O L O G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

de su articulación com o de sus potencialidades diver­


sas de desarrollo que son también específicas.
Para ilustrar lo anterior hay numerosos ejem ­
plos: tomemos por caso las teorías de desarrollo que a
partir de indicadores tales com o PIB , inversión, aho­
rro, producto p e r capita, etc., establecen un a línea
continua de países que agru p an a regiones del m u n ­
do que, au n que presentan resultados cuantificables
semejantes, cada una de ellas comparta una co n figu ­
ración estructural específica, agentes y fuerzas socia­
les diferentes, etcétera. Por consiguiente, la puesta en
marcha de políticas de intervención sobre la realidad
que prescinda del conocim iento de esta especifici­
dad, bajo el supuesto de su semejanza, está ignorando la
articulación particular, el peso diferencial de los d i­
ferentes factores en cada lugar y, por tanto, está ex­
puesta al fracaso.
O tro ejem plo más de lo anterior, esta vez ubicado a
nivel de la planeación regional, puede estar represen­
tado por las mediciones de la producción agrícola
que, en la región A y la región B, tomadas por caso,
sean equivalentes, aun cuando los procesos que se
articularon en A para lograr determinados volúm e­
nes de producción estén im pulsados por un p ro gra­
ma de inversiones públicas; en tanto que en B, dichos
volúmenes sean producto de un proceso organizativo
autogestionario de los productores.
En este caso resulta obvio que un mismo p ro gra­
ma de desarrollo para ambas regiones, construido
sobre la base de que son semejantes, no estaría consi-
C R IT E R IO S P A R A L A L E C T U R A 49

clerando las posibilidades efectivas que para el éxito


del program a tiene una región frente a la otra.
C om o habrá podido observarse en los ejemplos
anteriores, los indicadores tomados com o resultados
no recuperan la particularidad del contexto, n i por sí
mismos permiten especificar la significación de un
dato dentro de su encuadre topològico y cronológico.
Los datos permanecen en un p lan o abstracto, no sólo
originado p or su recorte rígido y aislado, sino por su
generalización a contextos distintos. A u n q u e estén
relacionados con otros indicadores del m ism o tipo
por funciones matemáticas complejas derivadas del
modelo teórico a que pertenecen, el aislamiento de
sus recortes de observación, la cristalización del dato
estático, en suma, su carácter abstracto, no queda
superado. Por ello, estos indicadores no pueden, por
sí mismos, perm itir una reconstrucción articulada y
dinám ica de lo específico-concreto de cada situa­
ción, en virtud del tipo de recorte de la realidad que
establecen.
L o q u e hemos expuesto no significa q u e los in di­
cadores de resultado sean desechados por la actividad
diagnóstica, y en su lugar se construyan otros indica­
dores com o criterio básico. Intenta, más bien, preve­
nir contra un manejo acritico o in genuo de los m is­
m os. Se d ir ig e , p recisam en te, a c u e s tio n a r las
posiciones de investigadores o planificadores con­
vencidos de que a partir de un conjunto de indicado­
res están recuperando la realidad y pueden explicar
sus procesos, independientemente de los contextos de
referencia.
50 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

N o se trata tampoco de minimizar el papel de los


indicadores, ya que de algu n a manera reflejan o recu­
peran un aspecto de lo dado. Pero las preguntas que
son pertinentes hacerse para manejarlos críticamente
son las de cómo reflejan la realidad, qué aspecto
revelan y en qué dim ensión temporal y espacial esta­
blecen el recorte de observación. Esto, en suma, sign i­
fica responder, por una parte, a la cuestión de qué
lectura de la realidad puede hacerse con un modelo o
conjunto de indicadores; y p or la otra, cómo romper
con el aislamiento y la estática de los conceptos in di­
cadores para recuperar la transitividad y el m ovi­
miento de la realidad en la reconstrucción de los
mismos. Y esto, tanto a nivel de los estudios de co­
yuntura com o de los de secuencia.

2.1 Los planos de la articulación y el proceso


reconstructivo

En la parte anterior se propone la lectura del recorte


de realidad de los indicadores como el criterio básico
para delim itar sus campos de observación y restable­
cer críticamente la reconstrucción de la realidad en
estudio.
L a directriz de este ejercicio la constituye la con­
cepción de la realidad como proceso articulado y en
movim iento hacia transformaciones posibles, cuya
dinám ica está sujeta a la intervención de las fuerzas
sociales y la estructura.
I IU l ERIOS P A R A L A L E C T U R A 51

A partir de estos principios se plantea la crítica


epistemológica de los indicadores, que, por lo mis­
mo, es fundamentalmente teórica. En este sentido,
los planteamientos que efectuaremos no deben ser
interpretados sumariamente como lincamientos di-
iet lamente operativos en la práctica, aunque tampo-
ii) se excluye el que puedan llegar a cobrar algunas
(orinas operativas.
Desarrollando con detenimiento el planteamiento
de la articulación, en combinación con los recortes de
leal idad de los indicadores, es posible distinguir tres
planos distintos e interrelacionados de la realidad
t orno articulación que sirven en conjunto como cla­
ves reconstructivas, tanto de la realidad misma, como
de los recortes practicados por un m odelo de indica­
dores. Estos tres planos son:

1) la articulación entre niveles o áreas tematizadas de


la realidad (lo económico, político, cultural, etc.);

2) la a r t ic u la c ió n entre d im e n s io n e s e s p a c io -
temporales (macro-micro, coyuntura, secuencia), y

.1) la articulación como producto de la dialéctica


praxis-estructura (sujetos y fuerzas sociales, reali­
dad objetiva). A q u í es preciso agregar que esta distin-
t ión es sólo para fines metodológicos, no una carac­
ha lsti< a intrínseca de la totalidad.
52 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

2.2 La articulación de niveles

Este primer plano de la articulación plantea, tanto


para un estudio de coyuntura (articulación vertical)
como para un estudio de secuencia (articulación lo n ­
gitudinal) la necesidad de establecer las conexiones y
mediaciones teóricamente necesarias entre los dife­
rentes recortes de realidad de los conceptos indicado­
res. Esto bajo el supuesto de que la realidad en su
articulación es transitiva y no fragmentaria. Es decir,
que no se pueden establecer recortes segmentados
(por ejemplo, de algunas dimensiones del nivel eco­
nóm ico como es el caso del ingreso, si no se relaciona
con el modelo de acum ulación, y éste, a su vez, con la
política económica, lo que nos remite a instancias
del nivel político) sin alterar la recuperación objetiva
de la realidad. De ahí que la articulación no queda
aprehendida en un esquema segmentario de indica­
dores que represente diferentes aspectos en forma
aislada.
P o r ello, la reconstrucción articulada — en este
p lan o — se especifica en la exigencia de recuperar la
transitividad m ediante una le c tu ra p ro c e s u a l q u e
rom pa con la cristalización aislada de los recortes y
establezca las conexiones y mediaciones entre ellos.
L a lectura procesual supone la problematización
de los recortes de realidad de los indicadores. Es una
lectura de lo que está im plícito en ellos como cone­
xiones con lo real-empírico: ¿qué supone un in di­
cador como ingreso p e r ca p ita ? ¿qué idea de realidad
y del nivel económico lleva implícita? ¿qué implicacio-
( U N ISRIOS P A R A L A L E C T U R A 53

lies de reconstrucción tiene al constituir una medición


|Homedial? En otras palabras, la problematización
tli* este concepto-indicador equivale a preguntarse
i ómo se produce y cómo se distribuye la riqueza,
♦tutes que considerar lo que como indicador refleja
este proceso. L a lectura procesual contribuye a ubi-
i tu el indicador y el dato, a través de mediaciones
«m gidas de su problematización, en calidad de requi­
sitos para contextualizar una medición como esa.
Un indicador com o “demanda óptim a de bienes
tlr c<msumo” en función del ingreso, por ejemplo,
« orno indicador de resultado cristaliza en volúmenes
de bienes, en una distribución dada de valores. A
partir de una lectura procesual, el concepto de de­
manda com o volum en constituye sólo la expresión
de un momento de la demanda; ésta constituye un
proceso m ucho más com plejo e inclusivo y que invo-
lu< ra aspectos económicos más am plios, como pro­
ducción, inversión, etc., así como aspectos más de
praxis, es decir, políticos, tales como la distribución
y .ispeetos culturales relativos a todo lo q u e demanda
una población.
Además de lo anterior, la cuestión de la demanda
debe contextualizarse, de modo que la reconstruc-
i íón determine lo que es específico de la demanda
óptima en un lugar y en otro.
I ,a lectura procesual en este prim er plano de la
mtic ulación permite reconstruir las relaciones entre
lenómeno.s y áreas tematizadas de la realidad, que los
indicadores de resultado m antienen separadas, o
bien, que í liando las relacionan lo hacen a través de
54 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

la agregación de variables. O peración que, en reali­


dad, no es otra cosa que vincular por encima, artificial
y apriorísticamente, lo que está separado en la cons­
trucción m ism a del recorte de realidad contenida.
L a lectura procesual, al restablecer la reconstruc­
ción articulada de las relaciones entre los diferentes
fenómenos y áreas de realidad, contribuye a delimitar
los universos de observación que han quedado ex­
cluidos del recorte del indicador. Lee lo q u e no está
considerado merced a la problem atización de lo que
sí está contemplado. A l hacerlo, establece las media­
ciones entre los diferentes universos incluidos en los
recortes. Y al mediar, restituye la transitividad de lo
real.
A h o ra bien, estos universos excluidos — según su
naturaleza— pueden ser o no susceptibles de cuanti-
ficación o de m edición de algú n tipo, es decir, consti­
tuirse o no en indicadores. Pero esto no es lo medular
de la lectura procesual. Su im portancia central radi­
ca en que, en virtud de la reconstrucción que p ro p o ­
ne, permite contextualizar los datos; devolver al dato
aislado e inconexo la riqueza heurística que posee
para caracterizar una situación dada. C on ello trans­
forma al dato em pírico en dato de significado, cuya
precisión no está en el m ecanism o cuantificador,
sino en la reconstrucción de la articulación de los
niveles de la realidad en el ám bito de referencia de los
datos L o que es totalmente distinto a la sim ple
agregación de indicadores que practican los diagnós­
ticos normativos.
I Rl I'K R IO S P A R A L A L E C T U R A 55

2.3 L a articulación de dimensiones espacio-


lemporales

1’.) segundo p la n o en q u e se sitúa la articulación


i orno criterio de reconstrucción es la articulación
einre las diferentes dimensiones espaciales (lo macro
y lo m icro) y entre los diferentes momentos (coyuntu-
i .i o secuencia).
Este segundo nivel se basa en el presupuesto de
qiie existe una relación entre los diferentes planos
espaciales en que se manifiestan los fenómenos, los

(
que determinan en éstos ciertas características especí-
1i« as. El p ro b le m a radica en p u n tu a liz a r cóm o se
m anifiesta lo m acroespacial o n ac io n al en lo m i-
<i oespacial o regional, esto es, en cómo se articula el
desarrollo microsocialen el p lan o macrosocial.
Desde la perspectiva del recorte de realidad de los
( onceptos-indicadores, este presupuesto plantea la
exigencia de delimitar a qué nivel espacial hace refe-
i encía un indicador determinado. Es decir, cuál d i­
mensión espacial está incorporada im plícita o e x p lí-
i i lamente en su construcción y en la observación del
fenómeno; por ende, qué consideración le merece la
observación de la dimensión micro de un determina­
do fenómeno, ya que no se considera válido situarse
en la observación de un fenómeno en su dimensión
micro con instrumentos de captura que, por estar
í onfe<'donados para operar en otra dimensión, no
son lo suficientemente precisos para registrar la ex­
pansión específica de un fen óm eno general en un
56 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

ámbito más restringido. L a pretensión es doble: se


trata de recuperar la expresión de lo general en lo
particular, y cóm o lo p articu lar contribuye en la
articulación general. En una palabra, reconstruir la
dialéctica de este doble movimiento: la articulación
macro-micr oespacial.
L a articulación de estos dos niveles es también
parte de la reconstrucción de relaciones entre fenó­
menos o áreas tematizadas de la realidad, ya expues­
tos anteriormente. En este caso, se enfatiza la dim en­
sión espacial de los indicadores en su recorte de
realidad en consideración al presupuesto de que la
dimensión espacial no es sólo un parámetro o recorte
convencional, sino una propiedad de los fenómenos.
Los fenómenos no son aislables de su contexto; por el
contrario, son manifestaciones específicas de un con­
texto determinado: son ellos y su contexto los que los
configura como tales o cuales. Por eso mismo, la
lectura procesual del recorte de los indicadores debe
perm itir un a delim itación espacial del fenóm eno,
según está im p lícita en el indicador. C o n ello, a
partir de una delimitación de la dimensión espacial,
determinar la dinámica de lo micro-macro.
Sí analizamos ahora el recorte del indicador desde
la perspectiva de la articulación de m om entos, es
decir, con referencia al tiempo, ésta supone dos án gu ­
los distintos de consideración.
P o r un lado, la referencia al tiempo como pro­
piedad de lo real, es decir, la transitividad de la arti­
culación en movimiento; y por otro, como parámetro
de investigación, esto es, como recorte convencional.
C R IT E R IO S P A R A L A L E C T U R A 57

Desde la primera vertiente, el tiempo como propie­


dad, el supuesto de la totalidad articulada, en m ovi­
miento y con direccionalidades posibles, exige tomar
en cuenta la heteroritmia de los diferentes niveles con
sus respectivos contenidos de procesos particulares,
así como se han considerado las escalas espaciales,
porque constituyen otro plano de mediaciones entre
los recortes de los indicadores.
L a lectura procesual debe articular aquí los dos
planos anteriores (niveles y espacios, parágrafos 2.2.
y 2.3.) con el tiempo como propiedad. L o que signifi­
ca no sólo el rom pim iento de la estructura concep­
tual aislada y el restablecimiento de los puntos de
articulación entre las diversas áreas tematizadas de lo
real (prim er plan o de la articulación); sino, además,
el restablecimiento y rescate de la d o b le d im e n s ió n
espacial (m icro-m acro) de los fenómenos y sus d i­
namismos, concatenada con la reconstrucción de sus
diferentes ritmos de desarrollo, lós cuales están muy
relacionados con la dimensión espacial desde la cual
se ubique la observación.
A manera de ilustración puede situarse el proble­
ma siguiente: la forma y el ritmo de la producción y
reproducción de los ciclos productivos agrícolas (el
( icio de rotación del capital) vistos desde una dim en­
sión microespacial pueden manifestar un m ovim ien­
to más dinám ico en algunos aspectos, en tanto que
ciertas condiciones del mismo, sujetas a factores ex­
ternos al ámbiLo microespacial, por ejem plo en el
plano nacional, pueden manifestar un ritmo más de
largo tiempo que de coyuntura. De tal forma, que al
58 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

reconstruir el proceso que ha servido de ejem plo se


tengan q u e considerar las dim ensiones espaciales
que articula, así como los diferentes ritmos o dim en­
siones temporales que son parte intrínseca de la dia­
léctica macro- micro.
M anejado desde la segunda vertiente, la del tiem­
p o com o parám etro, los recortes de tiem po com o
cronología ofrecen menos dificultades en términos
de su reconstrucción. En este caso, la convencionali-
dad de los recortes es problematizable sólo desde la
perspectiva de la direccionalidad de los procesos rea­
les, ya que no es lo mismo el cam po de observación
que delimita un indicador de coyuntura que un indi­
cador de secuencia.
En este caso, la problematización enfatiza no el
recorte, sino el criterio que está en la base del recorte.
Y ello en función a la consideración de que las direc-
cionalidades posibles de cada estrategia, que inter­
vienen en la realidad, no se reconstruyen de la misma
manera en el caso de la coyuntura (o corto tiempo)
que en los casos de secuencia (o largo tiempo). Es
decir, no se recupera lo mismo de una realidad cuan­
do se la exam ina en un horizonte de corto plazo, que
si se visualiza en horizontes más dilatados. Problem a
estrechamente vinculado eon el plan o de la articula­
ción como relación praxis-estructura, tema que se
desarrolla a continuación.
CR ITER IO S P A R A L A L E C T U R A 59

2.4 La articulación praxis-estructura

El movimiento de la realidad como articulación de


niveles no es sólo dinámica de la configuración es-
iructural por sí y en sí, sino que es producto de las
intervenciones de las fuerzas sociales que pueden
imprimir — bajo circunstancias determinadas— cier­
tas direcciones posibles.
Por estas reflexiones, el tercer plano de la articula­
ción se expresa como relación entre las praxis y la
estructura. L a especificación que la articulación lo ­
gra en este p lan o permite enlazar el conocimiento de
lo específico-concreto con la apertura hacia el cam­
bio; la potencialidad y la direccionalidad no como
atributos intrínsecos de la estructura, sino como pro­
ducto de la intervención de la praxis social.
Este enfoque rescata a los diferentes sujetos so­
ciales y sus acciones que han sido con mucha fre­
cuencia ignorados por la planeación normativa. P a ­
ra ésta, los únicos sujetos con intervención son las
agencias gubernamentales. L o anterior se trasluce
claramente en la observación crítica de los modelos
de indicadores utilizados, donde se advierte una
ausencia total de universos de observación referidos a
las prácticas y estrategias de intervención de las diver­
sas fuerzas sociales.
El universo delimitado en estos modelos define
una gran ausencia: la participación de instancias
organizativas y fuerzas sociales no organizadas. El
Estado es el gran sujeto y el único.
60 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

Por el contrario, el diagnóstico como cam po de


posibilidades exige considerar la intervención de es­
tas fuerzas y sujetos, ya que no busca definir una meta
sino configurar un abanico de alternativas viables,
lo que supone considerar la articulación de praxis y
estructura.
Bajo la consideración de esta articulación — de lo
micro y lo macro y la intervención de las fuerzas
sociales en esta articulación— el estudio de coyuntu­
ra puede señalar direcciones posibles y el análisis de
secuencia puede distinguir diferentes momentos de
la articulación.
De lo expuesto en los tres párrafos anteriores, pue­
de deducirse que para considerar a la articulación
vertical como referente de significados reconstruidos
se tienen que tomar en cuenta los tres niveles en que
se específica (véase esquema más abajo). De esta m a­
nera, la reconstrucción constituye un marco para
conferir a los datos empíricos el significado real que
adquieren en una configuración concreta.
C om o construcción teórica, este referente sería es­
tructurado a partir de los puntos de fusión o de
articulación de los tres planos de la misma. L a fu n­
ción de éstos sería, precisamente, la aprehensión de
lo específico de un contexto frente a otro, bajo el
supuesto de que en espacios distintos y en tiempos
distintos no son iguales las articulaciones que se
establecen, tanto a nivel de los fenómenos como del
carácter de las fuerzas sociales y sus estrategias de
intervención; como consecuencia, tam poco serán
iguales las potencialidades y las direccionalidades
C R IT E R IO S P A R A L A L E C T U R A 61

posibles (véase esquema, donde se intenta ilustrar la


articulación de los tres planos señalados).

M o m e n to s

P r a x is d e
fu e r z a s s o c ia le s

D im e n s ió n e s p a c ia l
(m a c r o — m ic r o )

Según se plantea en esta gráfica la contextualiza-


ción de cada indicador requiere de la lectura articula­
da de los tres planos (momentos-dimensión-niveles-
praxis) a partir de los cuales se puede ubicar el re­
corte de realidad y la forma como puede reconstruirse
el contexto. Las líneas interiores representarían las
diversas estrategias de las fuerzas sociales y los puntos
la forma en que cada una de ellas reconstruye la arti­
culación; de esa manera configurar el campo de p o ­
sibilidades. L a importancia de estos puntos de arti­
62 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

culación es crucial para la determinación de las ca­


racterísticas del contexto. Estos puntos pueden ser o
no ser susceptibles de cuantificación. Equivalen,
quizá, a lo que algunos autores han llamado “el indi­
cador de los indicadores“, porque constituyen el re­
ferente o los referentes a partir de los cuales se conca­
tenan y toman sentido concreto los indicadores. En
este sentido, los puntos de articulación son expresión
de un contexto específico.
Sin embargo, en el caso de la reconstrucción de
estrategias, estos puntos representan la articulación
de la praxis con el contexto; aunque no sólo de lo
“dándose“ en el momento del diagnóstico, sino, ade­
más, de lo potencialmente articulable a partir de las
estrategias.
Por las razones anteriores aducidas, los puntos de
articulación constituyen los auténticos universos de
observación del diagnóstico como campo de posibili­
dades. Ello sin menoscabo de ser, en sí mismos, obje­
tos construidos por la racionalidad crítica a partir de
la lectura procesual en los tres planos de la
articulación.
De tal suerte, que los resultados de un diagnóstico
relativo al problema A pueden ser diferentes para dos
comunidades. En la comunidad X, el problema A
podría tener los puntos de articulación m,n,o,p,q; en
tanto que, en la comunidad Z, el mismo problema
podría articularse con los pumos m, n, 1, k, rescatán­
dose de este cuadro el in d ic a tu m específico de A en
cada una de las dos comunidades.
3. L a articulación y los tres
momentos del diagnóstico
Hemos planteado en páginas anteriores las limita­
ciones de los conceptos-indicadores en términos de
la aprehensión de la realidad. Se han esbozado algu­
nos criterios para romper con las reducciones teóri­
cas y con los recortes de realidad de estos mismos, con
miras a establecer una relación de conocimiento que
recupere lo específico-concreto y proporcione un
panorama amplio de alternativas de intervención
sobre la realidad.
Trataremos ahora de determinar la operatividad
de estos criterios en tres momentos del diagnóstico
como reconstrucción del campo de posibilidades.
En el apartado dedicado al diagnóstico (parte 1,
parágrafo 1.2) se definió a éste en función a su capaci­
dad para determinar un campo de posibilidades, en
lugar de restringirse a un conocimiento de las condi­
ciones para la instrumentación de una meta definida.
Se apuntó también la necesidad de romper con mar­
cos teóricos apriorísticamente elegidos en los que se
encajona la realidad, para estar en condiciones de
reconocer alternativas viables en función de lo poten­
cial de esta misma realidad.
Las preguntas que inmediatamente nos asaltan
son cómo se pueden reconocer las diferentes posibili-

[63]
64 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

dades de desarrollo de una realidad; cómo pueden


determinarse, dentro de las posibilidades, aquellas
que son realmente viables de las que no lo son; bajo
qué base se evalúan las diversas opciones.
Para intentar responder a estas cuestiones, se han
distinguido tres momentos en el diagnóstico:

1Q determinación de la base o reconstrucción gno-


seológica de la realidad;
2o la delimitación del campo de posibilidades y,

3Q la determinación de alternativas de opciones, es


decir, la viabilidad de lo potencial.

En estos tres momentos tienen aplicación los dis­


tintos planos de la articulación desarrollados en pá­
ginas anteriores, por lo que los ejercicios que se
desarrollan a continuación tienen por objeto ilus­
trar, con más detalle, la intervención de dichos
criterios.

3.1 £1 diagnóstico y los indicadores como re­


construcción gnoseológica de la realidad

El in d ica tu m o la realidad, como ya se ha señalado


anteriormente, es un complejo de procesos que re­
quieren ser sometidos a una reconstrucción. Esta
reconstrucción debe respetar la especificidad de cada
uno de estos procesos, para lo cual debemos estar
alerta acerca de que la relación que se establezca con
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 65

la realidad puede estar teóricamente encuadrada


(diagnósticos normativos) o bien, responder a una
aprehensión racional abierta a las determinaciones
específicas de lo concreto.
L o primero permite configurar la objetividad de
la realidad en función de ciertas condiciones del en­
cuadre teórico, mientras lo segundo determina la
objetividad en términos de la capacidad para recons­
truir relaciones posibles de transformarse en conteni­
dos teóricos.
En la relación teóricamente encuadrada, el m ovi­
miento hacia la especificación equivale al proceso
gnoseológico de precisar el orden jerárquico de deter­
minaciones, en tanto que en la relación de captación
racional abierta a la especificación supone un proce­
so de reconstrucción de la articulación posible que es
anterior a la explicación.5
El indicador no puede quedar como simple deri­
vación de un marco teórico, sino abrirse a lo específi­
co y potencial de cada situación.
La fijación cuantitativa de los indicadores, así
como la determinación en magnitudes de una meta,
ocultan la cuestión de la exigencia de construir las
articulaciones de procesos de la realidad en que ésta
se plantea.
Por ello, cuando se trabaja con indicadores cuanti-
ficados, con magnitudes abstraídas, no se conserva el

s Véase a este respecto el desarrollo de la idea de aprehensión y


reconstrucción articulada en nuestro trabajo Uso critico de la
teoría (ed. cit.)
66 C R IT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

carácter com plejo y concreto de la realidad, porque se


sustituye la reconstrucción de la situación específica
por la de agregación de indicadores, perdiéndose la
referencia específica; en consecuencia, no se puede
alcanzar a distinguir entre contextos.
Por estas razones, el problema no radica tanto en
la construcción de nuevos indicadores — situación
que además no se excluye— ni de diseñar sistemas
cada vez más elaborados de éstos, sino, ante todo, de
encontrar un conjunto de criterios que hagan posible
la reconstrucción de la articulación concreta a partir
de diferentes indicadores.
Es indispensable una búsqueda orientada a rom ­
per con la relación “ cristalizada” entre indicador e
in d ica tu m , mediante la incorporación de elementos
de la realidad que no estén contenidos en la propia
definición del indicador. Recuperar el carácter tran­
sitivo, procesual, del in d ic a tu m .
A q u í el problema de las magnitudes queda subor­
dinado a la aprehensión de la realidad. Los indicado­
res quedan situados en el marco de las conexiones
conceptuales que se establecen con la realidad con­
creta; identificados como instrumentos para recons­
truir la objetividad. *
Por estas razones, previamente a la definición de
un indicador resulta necesario establecer sus funcio­
nes de reconstrucción.
La idea de reconstrucción como exigencia para el
diagnóstico es, por tanto, fundamental, ya que
orienta el esfuerzo cognoscitivo hacia la articulación
mediada de lo real, no a su simple composición por
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N O S T IC O 67

agregación; esto es, construir a la articulación sobre


la base de la mediación entre niveles y momentos de
la realidad.
Com o manera de ejemplificar lo anteriormente
expuesto, supóngase el caso siguiente:
Nos proponemos considerar las condiciones para
impulsar un programa de desarrollo de la Infraes­
tructura de Servicios en dos regiones A y B, para lo
cual es necesario efectuar un diagnóstico. Desde un
cierto modelo teórico predefinido puede plantearse
la Infraestructura de Servicios (I.S.) como función de
los siguientes indicadores de resultado:

1. La población y sus di- = X |X„ X 2, X „ Xnj


ferentes estratos y varia­
bles
2. El ingreso per cápita = Y |Y„ Y 2i Y 3, Y «)
3. El volumen de produc- = Z l Z,, Z2, Z3, Znj
ción
4. Población económica- = N |n „ N 2, N 3, Nn
mente activa
5. Los ramos o sectores de = O lo ., 0 2, O s, On
la producción
Decimos que: IS (f) [x , Y, Z, N, oj
y que: IS A = (f) (x, Y, Z, N, o|
lo mismo que: IS B = (f) {x, Y, Z, N, o ]
(traficando la realidad recortada por los indica­
dores de resudado, tenemos el cuadro siguiente:
68. C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

Región A

Región B
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 69

donde X = clasificación de la población por edad,


sexo, estado civil, etcétera.
Y = distribución promedio entre la población
del ingreso producido en la comunidad.
Z= clasificaciones del volumen de produc­
ción según parámetros escogidos.
N — clasificación de la población según con­
diciones de empleo de la población ma­
yor de 15 años.
O = sectores productivos de la región, tales
como industria, agricultura y servicios, y
dentro de éstos, una subclasificación.
L o que puede resultar de este modelo, en el mejor
de los casos, es una combinatoria o agregación de las
variables que cristalicen en resultados o datos de
magnitudes diferentes para cada una de las regiones,
sin recuperar el proceso y la articulación que definió
ciertos datos como resultados para una y para otra.
Tam poco llegan a delimitarse las diferentes viabi­
lidades de intervención sobre la realidad, ya que el
modelo aplicado, al equipararlos con el plantea­
miento IS (f) |X ,Y,Z,N ,o] no permite aprehender las
diversas estrategias o articulaciones posibles para
lograr IS en cada una de las dos regiones; es decir, que
el diagnóstico queda aprisionado en un marco de
condiciones para lograr el fin, antes que constituir
un conjunto de posibilidades en la consecución del
mismo.
Por ello, el ejemplo anterior es un caso de diag­
nóstico normativo que parte de un modelo teórico,
70 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

apriorísticamente definido, sobredas relaciones entre


los indicadores. Com o no se ha especificado la fun­
ción de reconstrucción de lo real que cumple cada
uno y el conjunto de los indicadores, nos encontra­
mos con un agregado de información, cuya estructu­
ra es la que puede desprenderse del contenido defini­
do en los conceptos y de las relaciones hipotéticas
subyacentes; pero la estructura real, que expresa la
articulación concreta, no se muestra.
En razón de lo anterior, los datos empíricos asu­
men un carácter abstracto (normatividad, cuantifica-
ción , fines p royectados); la a p ro p ia c ió n de lo
real-objetivo queda hipostasiada por magnitudes
que reflejan la proyección de un estudio anterior del
fenómeno con respecto al fin proyectado, o bien, por
una hipótesis (no formulada en forma explícita mu­
chas veces) acerca de su comportamiento.
Acercándonos al recorte de la realidad desde la
perspectiva de la articulación, el recorte que se des­
prende de los indicadores es confuso, por cuanto no
queda claro cómo reconstruyen a la realidad.
Pero una lectura procesual, basada en los señala­
mientos anteriores, permite restablecer y mediar en­
tre los diferentes recortes de realidad de los conceptos
indicadores. Siguiendo con el ejem plo que venimos
desarrollando, el problema de la articulación de los
diferentes conceptos no se limita a la cuestión de la
cuantificación. Precisamente, en la reducción de la
realidad, recortada por el indicador a una magnitud,
radica la confusión entre lo que es la delimitación de
un campo de observaciones sobre la realidad con una
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 71

form a p a rticu la r de co n o c im ie n to com o es la


cuantificación.
A partir de la reconstrucción, el problema de la
cuantificación toma otro sentido. N o es lo cuantifi-
cable lo que determina lo susceptible de capturarse
en la realidad, sino, a la inversa, es lo que se va a
captar lo que define las formas de cuantificación y el
escalaje; es la forma de delimitación de la realidad, el
recorte (de nivel, fenómeno, dimensión, praxis, etc.),
lo que va a determinar cóm o es apropiable tal
realidad.
Sobre esta advertencia, la lectura procesual enfati­
za, más que en la cuantificación, en las relaciones
posibles de los diferentes recortes establecidos por los
indicadores. L o que significa, en principio, deslin­
dar de ellos el universo incluido o delimitado en su
observación, con objeto de perfilar lo que queda
excluido en este recorte.
A través del recorte o universo delimitado, el indi­
cador debe someterse a un análisis que permita en­
contrar su significado dado en la conexión que esta­
blece con la realidad empírico-morfológica, indepen­
dientemente de su carácter cuantitativo o cualitativo y
del corpus conceptual del que se deriva.
Delimitando el recorte y problematizando su signi­
ficado, a través de la lectura procesual, se revela lo
implícito, lo que está excluido. Los universos exclui­
dos constituyen así objetos de la investigación de esta
lectura. Se pueden determinar los universos exclui­
dos a partir de la aplicación de los planos de la
articulación (véase la parte 2), como criterios de
72 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

lectura de los universos delimitados y sus im plicacio­


nes de exclusión.
Es así como se presenta un doble m ovim iento de
especificación: la exigencia de articulación entre los
diferentes universos delimitados permite visualizar
los diferentes universos excluidos, y éstos a su vez
— como productos de la problematización— contri­
buyen a especificar el contenido del recorte de reali­
dad incorporado en la delimitación conceptual de los
conceptos indicadores.
L o anterior hemos tratado de ilustrarlo con los
esquemas siguientes, basado en el mismo ejemplo
propuesto anteriormente:

Esquema A

donde X = recorte de la población en grupos de edad,


sexo, escolaridad, etcétera.
Y = distribución promedio del ingreso producido
en la comunidad.
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 73

Z = clasificación del volumen de producción


según parámetros escogidos.
N = clasificación de la población mayor de 15
años según condición de empleo.
O = recorte de la estructura productiva según
sectores económicos.
R = realidad.

Como puede advertirse, los recortes no recuperan


la transitividad de la realidad y la fraccionan sin
articularla, lo que es distinto a lo que se ilustra en el
esquema B.

Esquema B
L .P .
_ /V X

Donde, Uex f (U d)
así, Uex “ X ” pueden ser las demandas potenciales
de la población, según grupos de edad,
más las agrupaciones organizadas de la
población que plantean demandas ex-
pl ícitas.
74 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

Uex “ Y pueden ser los elementos o fenómenos


J f

asociados con la producción y distri­


bución efectiva del ingreso.
Uex “ Z ” las consideraciones de la proble-
matización del volumen de pro­
ducción como resultado de un pro­
ceso más inclusivo que involucra
inversión, ahorro, tecnología, mer­
cado y fuerza de trabajo, tanto co­
mo cuestiones relativas a los secto­
res de población inversionistas y
sus intereses, organizaciones labo­
rales, etcétera.
Uex “ N la problematización del empleo a
partir de cuestiones como capital,
tecnología, fuerza ociosa, etcétera.
Uex “ O ” la problematización de los sectores
productivos según estructura de
concentración o desconcentración
según empresas y origen del capital.

Aunque las esquematizaciones siempre sim plifi­


can los planteamientos que como éste suponen va­
rios planos de complejización, es posible que hayan
contribuido a ilustrar el problema. De cualquier ma­
nera, no está de más enfatizar algunos puntos. La
reconstrucción articulada de la realidad pasa por la
construcción de mediaciones entre los universos que
delimitan en forma fragmentaria los indicadores.
Dichas mediaciones quedan constituidas — a partir
de la problematización del universo delim itado—
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 75

por los universos excluidos. La reconstrucción arti­


culada, lograda de esta manera, permitiría delimitar
la significación específica que en el contexto tienen
los diferentes universos delimitados, leídos con el
concurso de los excluidos.
Así, los universos excluidos, en tanto mediacio­
nes, restablecen las conexiones y el encadenamiento
específico, del contexto a partir de los puntos de
articulación. Los indicadores dejan de ser perfiles
aislados, resultados estáticos; se restablece la transiti-
vidad entre áreas y niveles tematizados, entre dimen­
siones y momentos. En suma, se reconstruye la rea­
lidad.
Los puntos de articulación encontrados específi­
camente para ese contexto, no necesariamente váli­
dos para otro, reconstruyen a la articulación.
A efectos de ilustrar la cuestión mencionada, ob­
sérvese la siguiente gráfica.

^v_ yv y
AA A/“ "V
1>A, pa2 PA3 pa 4
76 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

donde, Ud = universo delimitado.


Uex = universo excluido.
PA = puntos de articulación.
M = mediación.

Las líneas diagonales representarían las media­


ciones mientras que las áreas rayadas, los puntos de
articulación a nivel de cada indicador en línea se-
cuencial. Si tornamos la variable “ X ” , se representa­
ría, según el esquema, así: Ud “ X ” Uex “ X ” ^iiUd
“Y 19
A nivel de la articulación y jerarquización especí­
fica de los indicadores en el contexto, estarían repre­
sentadas por los subsegmentos del área rayada y de­
signada con las letras PA. Vincularía el Ud “ X ” con el
Ud “ Y ” a través del Uex “ X ” y el Uex “ Y ” , lo que
determinaría la articulación del contexto específico
por los puntos de articulación.
Con el objeto de evitar interpretaciones sesgadas
del papel de los universos excluidos, habría que seña­
lar que, en cuanto son mediaciones, no tienen el
sentido de constituir una suerte de indicadores “ in­
termedios” que a través de una sumatoria o función
matemática se relacionaran. Subrayemos que la re­
construcción articulada no opera con criterio de
agregación. Si fuere así, la propuesta cristalizaría en
una propuesta consistente en un listado de estos in di­
cadores intermedios, aunque nada está más lejos de
nuestra intención tpie este enfoque.
L o anterior, sin embargo, no es óbice para que
algunos aspectos o fenómenos ubicados dentro del
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 77

campo mediado por los universos excluidos puedan


ser eventualmente susceptibles de medición por pro­
cedimientos cuantitativos o cualitativos, dependien­
do de su naturaleza; pero esto no constituye el criterio
general. En todo caso, los indicadores que se deriva­
sen de esta práctica, necesariamente tendrían, a su
vez, que ser objetos de la lectura procesual.
Hemos ya sostenido que la función principal de
los puntos de articulación es la reconstrucción del
contexto. En este sentido, si se buscó captar la especi­
ficidad de los indicadores, en relación a su recorte de
realidad, fue para determinar no sólo sus contenidos
sino sus significados (el significado del dato) según
como se articulen entre si, de acuerdo a los puntos de
articulación, en una situación determinada.
La evaluación de magnitudes queda subordinada
a la reconstrucción de la realidad. La precisión del
dato no queda sujeta al problema de los escalajes o
las mediciones, sino a la especificidad del contenido
del dato según la reconstrucción del contexto. El dato
empírico-morfológico, que como se ha visto puede
ser resultado de diferentes procesos y articulaciones,
no implica un solo significado, sino muchos. La
reconstrucción del contexto, al descubrir la articula­
ción específica de los diferentes indicadores, transfor­
ma al dato empírico en dato de significado; esto es,
función de una situación concreta, no de una deriva­
ción teórica.
Cuando afirmamos que el significado determina
al dato morfológit o, sostenemos que constituye la
base para lo concreio; por lo tanto, es equivalente a la
78 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

idea de opciones teóricas. Por ejemplo, si tenemos los


datos empíricos sobre una “ masa social’’ (cuya com­
posición de elementos empíricos está constituida por
la estratificación de la población según ocupación,
cantidad de población por cada estrato, diferencian­
do al interior de éstos según edad, sexo, etc.) y el dato
“ inserción institucional de esta masa’ ’ (compuesta
por el listado de organizaciones existentes, acceso de
la población a estas organizaciones estratificando
según edad, sexo y ocupación, y por intereses com­
partidos que resultan de la homogeneidad del estrato
ocupacional y demográfico y del reconocimiento por
la población de ciertos intereses que la cohesionan) el
significado de uno y otro estará determinado por la
relación recíproca entre ambos:

Masa social ________________ dato empírico-


j m orfológico

------------------------------- ^datode significado


I
Inserción institucional
í
------------- dato empírico-
m orfológico

El dato de significado es el producto de la recons­


trucción realizado con base en el registro de los datos
empíricos del universo de observación.
La magnitud de un indicador, por lo tanto, debe
examinarse en el contexto en el que se recupera, pues
es éste el que le confiere significado y contenido a la
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 79

cuantificación. El requisito es considerar a la situa­


ción reconstruida a partir de los puntos de articula­
ción como el ángulo desde el cual es posible interpre­
tar el significado del indicador.
Esto exige la recuperación de la situación concreta
a partir del ordenamiento y la jerarquización especi­
fica que asumen en ella los diferentes indicadores, lo
cual plantea la posibilidad de una ponderación pri­
vilegiada de ciertos indicadores sobre otros, según
cómo se deriven de la reconstrucción misma.
De esta manera, se reformula el viejo problema de
“ determinar la variable a la cual pueda ser reducida
toda agregación de variables” , como es, por ejemplo,
el caso del producto nacional bruto como el valor de
todos ios productos; o que la agregación entre educa­
ción y tiempo libre lo es de satisfacción o insatisfacción
de la gente. El problema no es sólo encontrar un valor,
sino, más bien, definir la situación de especificidad
que le confiera significado, y permita, en consecuen­
cia, ponderar a los indicadores, empíricos y aislados,
según la articulación de la que forman parte.
La magnitud en función de una simple agrega­
ción de datos empíricos no recoge la especificidad de
la situación. Es necesario previamente una recons­
trucción de ésta para después situar al indicador en
su contexto. N o obstante, es frecuente soslayar esta
tarea de reconstrucción para remplazaría por la de
simple agregación de valores. Tomemos algunos
ejemplos de Tubin (véase la bibliografía).
Este antes observa que si agregamos “ el volumen
de producción de varios ítems ...estamos sumando
80 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

los valores de una am plia gama de productos de uso


diversificado, aplicación y cualidades” ; pero al su­
mar sólo los valores (agregación) y dejar fuera la
variabilidad de “ aplicación de esos productos” , se
determina que el índice del producto nacional bruto
(P N B ) que resulta de esta operación “ nos proporcio­
na la característica de sólo un aspecto de los bienes
manufacturados, esto es, su valor” , sin proporcionar
información sobre la situación dentro de la cual debe
ser interpretada la sumatoria de valores = (PN B ) la cual
está conformada por la variabilidad de aplicación de
los productos. Esta variabilidad constituye el contex­
to que permite determinar el significado del valor
numérico que asume el PN B en diferentes sociedades.
Consideremos otro ejemplo. Puede ocurrir que
dos países tengan “ el mismo número de camas por
cada m il habitantes pero difieran ampliamente en
la calidad de los servicios médicos” . El valor del
indicador “ número de camas por cada mil habitan­
tes” no tiene, por sí mismo, un significado si no se le
ubica en el contexto a que alude “ la calidad de los
servicios médicos” , que, de este modo, apunta aúna
situación más compleja que la registrada por el nú­
mero de camas. Podría darse, efectivamente, una con­
tradicción entre número de camas y calidad de los
servicios médicos, en razón de contextos tan diferen­
tes como los definidos por una política estatal de
construcción de hospitales; política de formación de
médicos; mecanismos de retención de profesionales,
etcétera. De manera que se pueda observar que el
indicador número de camas queda ubicado al inte­
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 81

rior de situaciones que al ser reconstruidas dan cuen­


ta de la calidad de los servicios y, por lo tanto, del
significado del valor que asume, el citado indicador
número de camas.
La reconstrucción de la situación específica y con­
creta es importante para comprender el significado
del indicador en la perspectiva del movim iento con­
tradictorio de la realidad. La reconstrucción articula­
da se constituye en el marco para distinguir entre
opciones, lo que significa no basar las opciones en la
mera m an ipu lación de los indicadores aislados
(ejem.: incremento del número de camas, disminu­
ción en el costo de los servicios, etc.) sino en determi­
nar el rango de importancia que los valores de cada
uno de los indicadores particulares tiene en función
de una situación concreta; es decir, el significado que
asuma el valor de cada indicador en la complejidad
de la situación reconstruida.
Por ejemplo, es diferente el significado del “ nú­
mero de camas” en una población estrechamente
comunicada con otros centros urbanos que en el caso
de una localidad aislada; también es diferente el costo
del servicio de salud en una localidad con ocupación
permanente de su población, que en una localidad
cuya población tiene ocupación floLante; también es
diferente el significado de “ número de camas y costo
de servicios” en una institución médica diversificada
en sus especialidades, que en otra donde no haya tal
di versificación, etcétera.
Una visión art icuhula de la realidad puede llevar a
distinguir opciones tom o las siguientes: en vez de
82 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

aumentar el número de camas de medicina general,


en cierto lugar, es preferible incrementar el número
de camas en ciertas especialidades que se complete
con el número de camas en otras especialidades en
sitios cercanos, aunando, a esto, una política de trans­
porte que facilite el acceso a los servicios.
L o anterior ilustra acerca de cómo el número asu­
me significado según el contexto, ya que el número
es función de un significado y no es, .en sí mismo, un
significado. Así también ocurre con la relación con­
tradictoria entre altos niveles de vida que se acompa­
ña con depredación del medio ambiente; lo que sirve
de base para definir opciones solamente cuando la
información de cada indicador aislado puede ser in ­
terpretado en el marco de la situación total recons­
truida por ambos.
Concluimos que la situación concreta es un requi­
sito previo para ponderar la información estadística,
especialmente cuando se opta por no trabajar con un
modelo teórico que defina de antemano el significa­
do de cada indicador particular aislado.
Cada indicador, considerado aisladamente, puede
lógicamente ser analizado desde una doble perspecti­
va: a) en la perspectiva de una relación de “ mucho a
uno1', que corresponde a una reducción; y, b) en una
relación de “ uno a muchos“ , que responde a la nece­
sidad de apertura. La verdadera función de la articu­
lación se encuentra en esta segunda acepción de la
relación que es opuesta al concepto de agregación.
La articulación, al incluir niveles de la realidad,
da cuenta de un contexto que permita especificar al
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 83

indicador en cuestión, mientras que la agregación


establece relaciones cada vez más complejas en forma
mecánica y externa a las exigencias de especificidad
que se desprenden del contexto. La articulación pro-
blematiza; la agregación, en el mejor de los casos,
com p lica, sin atender a n in gu n a ex igen cia de
problematización.
Por todo lo anterior, cuando nos enfrentamos al
paso desde el universo de observación a la reconstruc-
ción es preciso tener en cuenta las siguientes
advertencias:

Primero: que el dato empírico-morfológico care­


ce de significado unívoco.
Segundo: que es necesario someter el dato
em pírico-morfológico a un manejo de relaciones
posibles que posibiliten la reconstrucción articulada
sin encuadrarla en estructuras teóricas.
Tercero: no inferir del dato empírico-morfoló­
gico un significado según una estructura teórica sub­
yacente, sin que medie la reconstrucción articulada
del contexto.

3.2 La delimitación del campo de posibilidades

Hemos ya planteado que en la línea de los diagnósti­


cos normativos el razonamiento de partida, con res­
pecto a los indicadores, se encamina hacia la cons­
trucción de aquellos que son los exigidos por el
84 C R ÍT IC A E P IS T E M O L O G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

modelo para la consecución del fin determinado.


La perspectiva de la articulación, al plantear co­
mo principio el establecimiento de una forma de
diagnóstico que recupere las potencialidades y direc-
cionalidades posibles de una situación determinada,
exige un razonamiento diferente. En lugar de postu,-
lar un fin determinado, pretende configurar un cam­
po de opciones para desarrollar lo potencial.
El problema im plícito es el siguiente: ¿bajo qué
criterios y procedimientos puede romperse con la
filiación de los indicadores al marco estrecho de fina­
lidades del que se derivan? En otras palabras ¿cómo
puede lograrse que se abran a las diversas posibilida­
des de desarrollo que potencialmente presenta una
situación dada?
La cuestión enunciada merece detenerse antes en
esta consideración: los indicadores como conexiones
conceptuales con la realidad, revisten o encubren
distintos tipos de racionalidad.
Desde un aspecto más comprensivo, la racionali­
dad representa una forma de establecer la relación de
conocimiento con lo real para poder organizar una
intervención sobre ella con la intención de alcanzar
ciertos fines. En un segundo aspecto más específico,
la racionalidad de un indicador es propia del recorte
de un nivel determinado de la realidad: por ejemplo,
el nivel económico, cultural, político, demográfico,
etcétera.
Atendiendo al primer aspecto, el problema se pre­
senta como una disyuntiva entre: a) una concepción
ceñida a un modelo tcórico-explicativo, aunque sea
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 85

implícito, cuya lógica de conocimiento se expresa


como correspondencia del modelo con la realidad, o
de la realidad con el modelo; y, b) como una lógica de
racionalidad reconstructiva de la articulación especí­
fica del contexto, requisito sine qua n o n es posible la
determinación de sus potencialidades.
Visualizados desde la perspectiva medios-fines,
los dos caminos de la racionalidad difieren en el
procedimiento que sirve de base para la determina­
ción de las metas u objetivos que persigue la
intervención.
De la racionalidad normativa, la que diseña mode­
los, deriva una práctica racional que consiste en la
búsqueda de las condiciones, que, de acuerdo a un
modelo dado, constituyen los requisitos para alcan­
zar el fin de la intervención. Fin que, por lo demás,
está definido previamente al estudio diagnóstico y
que, en la mayoría de los casos, es resultado de una
estrategia política general.
Fa segunda noción, por el contrario, busca dar
cuenta de un conjunto de condiciones, no apriorísti-
<amente definidas, que delinean alternativas de fines
posibles, contenidos real o potencialmente en el con­
texto. De este modo, no se determina una meta sino
varias, entre las cuales es posible escoger las más
viables.
Por esto, <‘n la segunda alternativa, en lugar de
imponerse un cambio definido muchas veces por
encima de las posibilidades de una situación, o sim­
plemente descontextualizado, lo que se busca es de­
terminar las posibilidades y direccionalidades de los
86 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

cambios según se estén dando o puedan llegar a darse.


El cambio y las metas no se definen a partir de un
desiderátum, o de estrategias preestablecidas que,
por traslado, traducen al ordenamiento de los indica­
dores según el modelo diseñado ex profeso por aqué­
llas. Se determinan a partir del conjunto de estrate­
gias de las distintas fuerzas sociales que actúan al
interior del contexto. Por ello, el producto no es una
meta sino un campo de posibilidades de intervención.
La alternativa del diagnóstico como campo de
posibilidades considera que no se logra la cabal re­
construcción de contextos específicos cuando se ex­
cluyen a los diversos agentes sociales. A qu í se consi­
deran cruciales los distintos sujetos que, a partir de
estrategias implícitas o explícitas que son función de
sus específicos intereses, imprimen una cierta direc-
cionalidad a los procesos sociales que resultan de sus
formas de intervención, independientemente de que
lo hagan de forma concierne, expresa o formal, o, por
el contrario, de modo ingenuo, tácito o informal.
En la racionalidad normativa, contrariamente, los
diferentes sujetos sociales, excluyendo al sujeto que
planifica, no son considerados en el diagnóstico;
forman parte del universo excluido por los indicado­
res, los cuales expresan, exclusivamente, la estrategia
correspondiente al proyecto del sujeto normativo (el
Estado).
Los proyectos y estrategias de los sujetos sociales
configuran un “ elemento residual” del modelo de
program ación, constituyendo un elem ento “ exó-
geno” porque, al ser excluidos del campo de observa­
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 87

ciones y decisiones, se colocan fuera del horizonte de


previsibilidad de la intrumentalización de los fines.
N o obstante, estas fuerzas excluidas y sus estrategias
constituyen la fuente de las conocidas “ desviaciones”
de las metas normativas.
Pero la cuestión no se limita a lo expresado. Ade­
más se plantea una segunda implicación en los diag­
nósticos normativos. A l excluir de la observación la
intervención de las diferentes fuerzas sociales —esto
es, la dialéctica praxis-estructura— la racionalidad
normativa se aparta de la idea de direccionalidades y
de movimiento; con ello se separa el diagnóstico del
conocimiento de procesos.
Por este motivo, la racionalidad normativa queda
aprisionada en representaciones estáticas de la reali­
dad y, por supuesto, en las condiciones requeridas
para el fin normativo; esto representa serias dificulta­
des para la previsión de modificaciones de estas con­
diciones, precisamente provocadas por la interven­
ción de las fuerzas sociales que han sido excluidas del
diagnóstico.
Por ello quizá se enfrenta con dificultades para
explicar el tránsito entre momentos distintos de la
configuración estructural, y se haya en aprietos tanto
para la determinación de las características de una
coyuntura y sus diversas direccionalidades de des­
arrollo, como para la reconstrucción y/o proyección
de secuencia de momentos.
A l principio de la exposición del apartado, distin­
guimos dos aspectos de la aplicación de la racionali­
dad a los indicadores construidos o utilizados en los
88 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

diagnósticos: el primero referido a la racionalidad


como forma de organizar el conocimiento de la reali­
dad, vinculado con la posición desde la cual se deter­
minan los fines de la intervención; el segundo, como
la racionalidad im plícita en el indicador en tanto
recorte de la realidad. A este segundo punto dedicare­
mos algunas líneas.
N o obstante, sin menoscabo de la distinción prac­
ticada, habría que señalar, para efectos de mayor
claridad, que estos dos aspectos se corresponden mu­
tuamente. L o que significa que una determinada
concepción de la realidad y su forma de conocim ien­
to se expresa en la construcción y utilización de in di­
cadores relativos a las características y los niveles de
lo real, en suma, las dimensiones de la realidad que
sean consideradas como las más significativas, tanto
para diagnosticar como para organizar la interven­
ción sobre la misma.
Com o recortes de realidad, ios indicadores tradu­
cen siempre la racionalidad de un nivel particular de
la articulación social. En este punto, los indicadores
expresan una racionalidad predefinida; así, son in di­
cadores económicos, sociales, culturales o políticos,
según el nivel al que corresponde el recorte.
Aún más, de acuerdo a la forma en que practiquen
el recorte de lo real, esto es, independientemente del
nivel al que se refieran, pueden ser indicadores cuan­
titativos o cualitaiivos, situación que contribuye a
especificar la racionalidad implícita en el indicador.
Racionalidad ¿pie es correspondiente a un determi­
nado tipo de estrategia según un determinado fin.
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 89

Advertidos sobre este punto, conviene distinguir


las diferentes maneras de diseñar las estrategias a
partir de los indicadores desde los diagnósticos nor­
mativos, en comparación al modo de diseñarse en el
diagnóstico como campo de posibilidades.
Partiendo de la primera alternativa, el diseño de
las estrategias está en función de la jerarquización
impuesta por el modelo a los diferentes indicadores;
de ahí que la racionalidad que traduce es siempre la
correspondiente a un nivel específico de lo real. Refle­
ja la reducción de todas las dimensiones de la reali­
dad a una; aquélla representada por el indicador de
mayor ponderación según el modelo teórico de parti­
da. Así, se establecen estrategias de desarrollo a partir
de indicadores que reducen todo lo potencial de la
realidad a factores particulares (económicos o p o líti­
cos, según sea el caso) o se limitan a establecer fines
de maximización de ciertas magnitudes en situacio­
nes cuya especificidad no puede captar mediante crite­
rios de cantidad sino de cualidad.
Por el contrario, desde el diagnóstico como campo
de posibilidades, donde el desarrollo se concibe como
proceso articulado de niveles, espacios y momentos
de la realidad, la estrategia no puede estar reducida a
un nivel de racionalidad, sino que debe dar cuenta de
la complejidad, tanto de la estructura, como de ’ a
participación de los sujetos.
El problema de las alternativas estratégicas en fun­
ción a situaciones concretas remite a diferentes pla­
nos de la realidad, que recuperados por los indicado­
res a través tic la delimitación del universo delim ita­
90 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

do-universo excluido, permiten la reconstrucción


de las estrategias de los diversos sujetos, de forma que
permita influir sobre los procesos con base en lo que
es viable.
Resumiendo, en la perspectiva del diagnóstico co­
mo campo de posibilidades, la racionalidad que se
maneja es mucho más amplia que en el caso de los
diagnósticos normativos.
Por un lado, porque considera el desarrollo como
complejos articulados de procesos que transcurren
en diferentes niveles, tiempos y espacios según dife­
rentes fuerzas sociales. Por ende, exige que las estrate­
gias diseñadas contemplen en su formulación esta
complejidad, y no se reduzcan a un solo nivel o una
sola dimensión de la realidad.
Por el otro, porque considera a las estrategias no
explícitas de los sujetos sociales, en tanto praxis,
como formas de apropiación de la realidad; iguales,
aunque de distinto rango, que la apropiación forma­
lizada a través de estructuras gn o seo lóg ica s o
sistemáticas.
De esta forma, la apertura de la noción de raciona­
lidad da cabida a las diversas formas de intervención
o de apropiación; de tal suerte que la racionalidad
normativa o la formalizada vienen a ser expresiones
particulares y no las únicas posibles y válidas.

3.3 La reconstrucción del campo de posibilidades


En el desarrollo anterior se indicó que la característi­
ca esencial del diagnóstico que proponemos es el
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 91

intento de recuperar las potencialidades de una situa­


ción dada, con base en considerar el movimiento de
la articulación de lo específico-concreto como pro­
ducto de la interrelación de los sujetos con la confi­
guración estructural.
De aquí que la delimitación del campo de posibi­
lidades suponga la recuperación de los diferentes
significados que adopten los distintos indicadores,
en orden a las estrategias correspondientes a los dife­
rentes sujetos que intervienen en el contexto.
Si los significados responden a las estrategias, y
éstas a los sujetos, el problema de la reconstrucción
del campo de posibilidades se retrotrae al problema
de los sujetos. Pero ¿quiénes son los sujetos y cómo
son aprehensibles en el diagnóstico?
Con objeto de intentar dilucidar esta problemáti­
ca, es pertinente efectuar las siguientes distinciones
básicas en el análisis de sus sujetos: la base social y la
base política.
L a base social retoma la diferenciación de la po­
blación en función a variables relativas a su inserción
al proceso productivo (ocupación, ingresos, origen
de los ingresos, etc.) y a sus características sociodemo­
gráficas (edad, sexo, estado civil, escolaridad, condi­
ción de salud, vivienda, etc.) permitiendo diferentes
agrupamientos sociales. L a base p o lític a considera
las modalidades en que los agrupamientos partici­
pan en instancias organizativas, formales o no según
la naturaleza de su base social.
La aplicación de estos criterios al conjunto de la
población permitiría distinguir entre fuerzas sociales
92 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

y sujetos sociales. Las fuerzas sociales harían referen­


cia a agrupamientos sociales que, no obstante que
presentan intereses en torno a la consecución de satis-
factores, bienes o servicios, no tienen inserción en
instancias organizativas a partir de las cuales pro­
pugnen por ellos.
Los sujetos sociales, por el contrario, serían aque­
llos que, a partir de instancias organizativas, persi­
guen un cierto fin. En el primer caso estaríamos en
presencia de un sujeto no constituido; en el segundo,
de sujetos constituidos.
Ahora bien, distintos agrupamientos sociales pre­
sentan distintas voluntades colectivas. Este último
concepto se definiría como una compleja red de prác­
ticas orientadas hacía un fin compartido por inte­
grantes de un mismo agrupamiento social, y que
siempre tiene carácter no coyuntural sino de largo
alcance. Es, en cierto sentido, un intento de hacer
operativo un concepto tan abstracto como el de clase
e interés de clase.
De acuerdo a lo anterior, todo sujeto constituido
presenta un proyecto político. El proyecto no es
siempre y en todos los casos un programa de acción
definido. En ocasiones, un programa puede expresar
no uno sino varios proyectos distintos, e, inclusive,
contradictorios; piénsese, por ejemplo, en progra­
mas políticos de corte populista.
El proyecto sería la orientación hacia una direc­
ción definida, explícita o implícitamente, por una
voluntad colectiva en circunstancias históricas que
especifican al proyecto en cada coyuntura, resultante
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 93

de las reacciones de las diferentes voluntades colecti­


vas a sus propias condiciones de desenvolvimiento.
Diferentes sujetos sociales y diferentes fuerzas so­
ciales —en otras palabras, tanto sujetos constituidos
como sujetos no constituidos, representantes de d i­
versas voluntades colectivas pueden— en determina­
das circunstancias, sostener un interés compartido.
Este interés compartido es siempre coyuntural, pues­
to que responde a la circunstancia de que intervienen
diferentes agrupamientos sociales que tienen diver­
sas voluntades colectivas, lo que significa que no
siempre que nos encontramos con un concierto de
intereses hay detrás una misma voluntad colectiva.6
Las cuestiones anteriores constituyen conceptos
de enorme utilidad, sobre todo en el momento de
determinar las estrategias que más puedan articular
fuerzas y sujetos sociales, ya que aun cuando en
circunstancias específicas estos agrupamientos ten­
gan un interés compartido, el desarrollo de estrate­
gias puede, en ocasiones, resultar opuesto al interés de
unos y favorecer el de otros.
Supóngase, por ejemplo, el caso de una com uni­
dad que persiga un mejoramiento en sus condiciones
de vida y que está compuesta por agrupamientos
campesinos ejidatarios, pequeños propietarios, jo r ­
naleros, así como sectores urbanos y otros. Mientras
que a los campesinos ejidatarios favorece el incre­
mento en los precios de garantía, a los sectores urba­
nos les afecta al representar esto un aumento en los
6Kstos misinos tennis se han desarrollado con m ayor d e te n i­
m ien to en el trabajo C o n o c im i e n t o y sujetos sociales.
94 C R ÍT IC A E P IS T E M O L O G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

precios de productos básicos. Mientras a los jornale­


ros favorece un incremento del salario rural, a los
ej ida taños y pequeños propietarios empleadores les
perjudica.
A partir de estas consideraciones, el diagnóstico
como campo de posibilidades intenta la recupera­
ción de los sujetos sociales, sus respectivos proyectos
y estrategias, así como también las potencialidades
de los agrupamientos sociales, no constituidos toda­
vía como sujetos, para vincularse a las estrategias
propuestas en función a intereses conjuntos.
Si en la reconstrucción de la realidad recortada por
los indicadores los criterios de lectura estuvieron
constituidos por las mediaciones establecidas por los
universos excluidos, con respecto a los delimitados
en la determinación del campo de posibilidades, los
criterios de lectura lo constituyen las estrategias de
los sujetos sociales. Recordemos que nos hemos veni­
do planteando la necesidad de que el recorte de los
indicadores refleje lo que hemos llamado la transiti-
vidad de lo real, la cual se procura recuperar a través
de las mediaciones de los universos excluidos (véase
el esquema 2). Sin embargo, en el marco del campo
de posibilidades, el significado del indicador estará
determinado por el sentido que le da la articulación
propuesta por las estrategias de los diferentes sujetos.
En este marco, las mediaciones a que hemos aludido
están determinadas por las exigencias de acción pro­
pia de la estrategia (y no por la simple problematiza-
ción del recorte definido por el indicador como en el
caso del punto 3.1).
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 95

En síntesis, si en el apartado dedicado a los planos


de la articulación (Parágrafos 2.1, 2.2 y 2.3 de la parte
2, relativos a las formas de la articulación), el énfasis
se puso en la transitividad de los niveles y dimensio­
nes de los recortes implícitos en los conceptos indica­
dores, en la determinación del campo de posibilida­
des el acento se coloca en la relación de la praxis con
la estructura.
De esta manera, el criterio de lectura articulada se
conjuga con el uso de las estrategias como ángulos de
lectura, con objeto de reconstruir la manera en que
ellas proponen, implícita o explícitamente, la articu­
lación de la configuración estructural con vista a una
direccionalidad posible.
Prosiguiendo con el ejercicio que ha servido para
ejemplificar otras partes de este trabajo, el procedi­
miento apuntado en los párrafos anteriores se ilus­
traría de acuerdo al siguiente esquema.

(Is) de E,
96 C R I T IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

donde (Is) = infraestructura de servicios.


Ej = una estrategia determinada.
P = punto de articulación entre X y Y que
propone dicha estrategia.
M = punto de articulación que vincula Z,N.

De tal suerte que para E x, Is (f) [(X ,Y ), (X ,Z ,Y ),


(X,Z, N )] otra estrategia distinta podría proponer una
articulación diferente de los indicadores.
Para E2, por ejem plo, Is podría ser función de los
puntos de articulación a, d, ñ, p, e, inclusive, destacar
un recorte com o el de más ponderación, com o en el
ejem plo graficado, cuya articulación ponderó a “ X ” .
De suerte que la ponderación mayor de los factores
articulados, según las diversas estrategias, será fun­
ción del carácter del interés de los agrupamientos
sociales, o del tipo de proyecto que una voluntad
colectiva presente en la coyuntura. Por tanto, pode­
mos decir que

P f(E )
donde, P = ponderación
y E = estrategia.

En la dirección de esta argumentación, son las


estrategias y sus articulaciones propuestas las que se
convierten en los universos observables del diagnós­
tico, deviniendo en criterio para manejar la lectura
de la articulación en la secuencia de diferentes m o ­
mentos.
A R T I C U L A C I Ó N Y M O M E N T O S D E L D IA G N O S T IC O 97

Gráficam ente, la cuestión anterior podría repre­


sentarse de la siguiente manera:

Cam po de posibilidades para I.S.


(secuencia de momentos).

Meta 1
Meta 2
Meta 3

Meta n

donde E x, E2) E3,..., representan diversas estrategias


o proyectos de los sujetos sociales;
P¡ y P 2 = a intereses compartidos en los momentos 2
y 3, entre diferentes voluntades colectivas;
m = momentos o coyunturas.

Com o puede advertirse, la reconstrucción de las


estrategias propone ordenamientos y jerarquizacio-
nes diversas a los indicadores, lo que determina va-
98 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

riaciones en su significado en tanto medios para


distintas finalidades, tanto de aprehensión de la re­
alidad como de intervención sobre ésta. E llo implica,
como decíamos, la consideración no de una meta, sino
de muchas metas posibles.

3.4 Determinación del campo de opciones viables


La determinación del campo de opciones via b les^
como última etapa del diagnóstico, tiene por objeto'
delimitar aquellas potencialidades y direccionalida-
des de la articulación que tienen mayores posibilida­
des de transformarse en vías o proyectos de desarrollo.
Este planteamiento conserva la especificidad de
cada alternativa de ser expresión de intereses organi­
zados que se sustentan en una determinada elección
de indicadores. De ahí que lo medular de la determi­
nación de opciones sea identificar la relación que las
diversas proposiciones estratégicas mantienen, tanto
en lo relativo al ordenamiento interno de los indica­
dores, como especialmente a la articulación de la
base de rea lid a d considerada para la tom a de
decisiones.
La reconstrucción de las estrategias, a partir de sus
indicadores, debe reflejar la relación de p o s ib ilid a d
objetiva de cada alternativa, en función de la presen­
cia o la ausencia de voluntades colectivas o de intere­
ses compartidos que representen una capacidad efec­
tiva de intervención.
Esta capacidad se considera no sólo dependiente
de los sujetos y fuerzas soc iales articulables, sino del
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 99

carácter de congruencia que manifiesten las estrate­


gias en tanto conexiones entre lo realmente objetivo
y la praxis.
Ea determinación de alternativas viables represen­
ta, como la última etapa de diagnóstico, el nivel más
comprensivo de la articulación; esto es, la articula­
ción como referente de significados: a) la direcciona-
liilad de la estructura producto de la intervención de
los sujetos; b) lo devenido o el momento de la confi­
guración estructural; y, c) lo deviniendo, es decir, la
potencialidad.
El modo de operar de la reconstrucción en este
punto sería el siguiente:
Partiendo de la reconstrucción de las estrategias y
sus diferentes requisitos de articulación — es decir,
considerando los diferentes recortes de los indicado­
res de cada estrategia y la estructura de su articulación—
la lectura de alternativas viables debe someter dichas
proposiciones a una especie de confrontación con la
reconstrucción de la articulación de la base real.
Expliquemos esto último. Toda estrategia cons­
truye puntos de articulación entre niveles de lo real,
(auto desde el punto de vista de sus niveles de conoci­
miento, como desde el de sus dimensiones espaciales
y temporales. En este sentido, para efectuar unaselec-
i ion de alternai ivas estratégicas viables, la lectura de
los indií adoies correspondientes a cada una con sus
mediaciones necesarias, es decir, con la considera-
<ióii de sus ti nivel sos excluidos, puede someterse a
un modelo de simulación a partir del cual sean déter­
minables los puntos de articulación objetivamente
100 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

posibles de realizarse, así como los movimientos que


deberían darse para que los puntos potenciales pu­
dieran ser posibles de encadenarse.
L o anterior hace necesario determinar en qué pla­
nos de la realidad (micro, marro, coyuntura, secuencia,
niveles, etc.) se localizan los elementos de las articula­
ciones propuestas por las estrategias, y cómo tendrían
que expresarse en el contexto determinado para que
la propuesta estratégica determinada sea viable.
De esta manera, la reconstrucción de las alterna­
tivas posibles abre no sólo un abanico de objetivos
factibles, sino de vías y caminos de intervención en tre
los cuales pueda especificarse históricamente, es de­
cir, en cada momento determinado, la toma de deci­
siones.
Con ello se rompe la restricción de los diagnósti­
cos a una finalidad restrictiva de otras y a la defini­
ción de una sola estrategia como la única viable.
Un punto es necesario aclarar para evitar posibles
interpretaciones sesgadas de lo que hemos venido
exponiendo. La viabilidad de las estrategias no se
determina con el simple criterio de la congruencia
lógica interna que propongan en su articulación. Un
planteamiento como ése supondría, en la base, una
concepción de la realidad absolutamente racionalis­
ta. Pero la realidad no se comporta de acuerdo a la
lógica del pensamiento racional. La cuestión anota­
da se clarifica considerando que tanto las interven­
ciones de las fuerzas y sujetos sociales como la especi­
ficación histórica de cada voluntad colectiva (esto es,
los proyectos) siguen muchas veces un rumbo en la
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 101

toma de decisiones que no es precisamente racional,


sino político, (ion ello no se quiere decir que la políti­
ca sea irracional; la cuestión es que la mayoría de las
veces una voluntad colectiva obra no de acuerdo a la
razón, sino de acuerdo a sus intereses, que desde una
lógica rae ional — es decir, considerando lo objetiva­
mente posible— pueden resultar irracionales.
Por ello debe matizarse el concepto de viabilidad,
que remite, más bien, a una concepción normativa,
t on un elemento que recupere también, en este pun­
to, la intervención de voluntades encontradas, inclu­
so antagónicas, ai mismo tiem po que enfatice la
condición de construcción y especificación que re­
quiere la puesta en marcha de cada estrategia en cada
momento del proceso de desarrollo.
Así, el término más cercano no sería el de via b ili­
dad, sino el de viabilización; lo que, por otra parte,
quedaría inmerso en una idea de proceso: la via b ili­
dad como proceso, esto es, como transformación en
realidades de lo potencialmente posible.
En este contexto, resulta de medular importancia
que la determinación del campo de opciones viables
considere la relevancia que presentan las articulacio­
nes entre sujetos y fuerzas sociales susceptibles de
tlarse a partir de cada estrategia. Esto supone evaluar
la concordancia o discordancia de las articulaciones
propuestas poi las estrategias con respecto a la arti­
cula* ion que está en la base de las opciones, según
testilla de la reconstrucción de lo específico concreto,
de ac uerdo a lo seña lado en el parágrafo 3.1 relativo a
la re* onstnu i ión gnoseológicade la realidad.
102 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

El punto anterior im plica considerar, en la recons­


trucción de las estrategias, los diferentes recortes de
tiempo, espacio, niveles y fuerzas que se propone
articular, en razón, sobre todo, a que el campo de
opciones es heterogéneo. Así, la conjunción p ro ­
puesta, contrastada con la reconstrucción de lo espe­
cífico concreto, perm ite determinar, hasta cierto
punto, lo que es posible de lo que no lo es objetiva­
mente, cuestión que, en suma, persiguen y justifican
los análisis de coyuntura.

3.5 Consecuencias de aplicar a los indicadores


de resultado una lectura procesual

Con el objeto de ilustrar los planteamientos enuncia­


dos en el texto, se ha seleccionado un indicador como
el Indice Nacional de Precios al Consumidor (IN P C )
según aparece construido en el Informe Anual 1980
del Banco de M éxico.7
Para efectos didácticos, el ejercicio distingue dos
momentos: a) el de la construcción estadística, y b) el
de la reconstrucción epistemológica del indicadoT.

L a co n s tru cció n estadística

El diseño estadístico del indicador IN P C es como


sigue: se selecciona un conjunto de bienes considera-
7 De la Sexagésim a Asamblea General O rd in a ria de A c c io n is ­
tas,México, D.F., enerode 1!)K2.
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 103

ilos básicos y algunos bienes duraderos, identificauos


como los rubros de gasto más representativos del
consumo general:
I. Alimentos, bebidas y tabaco
II. Prendas de vestir, calzado y accesorios
III. Artículos brutos, combustible y alumbrado
IV. Muebles, accesorios, enseres domésticos y cui­
dado de lacasa
V. Servicios médicos y conservación de la salud
VI. Transportes y comunicaciones
VII. Educación, esparcimiento y diversiones
VIII. Otros bienes y servicios (bares, restaurantes y
cuidado personal, entre los mencionados)

De estos rubros de gasto y sus productos integran­


tes se toman las variaciones porcentuales de sus res­
pectivos precios en cada mes, con lo que se constituye
una variación promedio para cada rubro de gasto.
Del mismo modo se opera para la construcción del
índice general de cada mes. La base del cálculo de las
variaciones se establece tomando como base los pre­
cios corrientes de esos mismos productos en el último
mes del año inmediato anterior. En este sentido, no es
un índice agregado, sino relacionado con el último
corte anual.
Para obtener las variaciones trimestrales, la ope­
ración consistí' en promediar los promedios mensua­
les y para obtener la tasa media anual se saca la media
estadística de los promedios mensuales.
(io n respecto a los componentes seleccionados,
puede señalarse la imprecisión conceptual de catego­
104 C R ÍT IC A E PIS T K M O T Ó G IG A DE LO S IN D IC A D O R E S

rías como “ accesorios” , “ cuidado de la casa” , “ con­


servación de la salud” y “ cuidado personal” , que no
identifican los objetos precisos de su observación, ni
por qué son agregados al listado.
La cobertura geográfica de los datos, aun cuando
se presenta como “ nacional” , está constituida por
una muestra de 16 ciudades cuyo criterio de selección
no es enunciado en ninguna parte del informe cita­
do.8 N o obstante, las divergentes características, tan­
to de las ciudades como del entorno regional en que
se localizan cada una de ellas, así como la forma en
que se distribuyen en el territorio nacional, obligan a
preguntarse qué tipo de criterios orientaron la selec­
ción de la muestra, o bien, si la selección fue
aleatoria.
A nivel de concentración dem ográfica, algunas
ciudades constituyen áreas metropolitanas (Guada­
lajara, Puebla, ciudad de México, Monterrey); otras
son ciudades intermedias cuyas poblaciones fluctúan
entre los 350 y los 450 m il habitantes9(Ciudad Juárez,
León , Culiacán, M ex ica li); y otras ciudades con
poblaciones entre los 100 y 250 mil habitantes. No
obstante, una, Morelia, queda fuera de las clasifica­
ciones anteriores pues constituye una ciudad de mu­
cho menor población que, por ejemplo, Tamaulipas
(m illón y medio de habitantes), Matamoros, o, en el*

* Las ciudades seleccionadas son: Ciudad de M éxico, Mérida,


M orelia. Guadalajara. M o n ie n e y , Mexic ali, Cid. Juárez, Culiacán,
León , Puebla, San Luis Potosí. T ap achu la, T o lu c a , Torreen] y
Veracruz.
v Datos del I X Censo de P o b la c ió n y V ivienda, 1970.
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 105

sureste, Villahermosa o Coatzacoalcos, las cuales, sin


embargo, quedaron fuera de la muestra.
En cuanto a su distribución en el país, tampoco
aparece sustentado el criterio de selección. Seis ciuda­
des de la muestra se localizan en el centro del país, en
un radio aproximado entre los 70 y los 400 km (Pue­
bla, México, Toluca, León, Morelia); tres son fronte­
rizas, dos en la frontera norte y una de la del sur
(Ciudad Juárez, Mexicali, Tapachula); Monterrey y
Torreón del centro-norte; Guadalajara, en el occi­
dente; Mérida al sureste; Acapulco en la costa suroes­
te; y, Culiacán, en el noroeste. Así 50% de la muestra
se concentra en el centro del país, mientras que el
resto de las regiones sólo aparecen punteadas y con
vacíos considerables.
Tam poco presentan homogeneidad los entornos
regionales de estas ciudades en cuanto a sus activida­
des económicas. En algunos casos las actividades
agropecuarias son el principal rubro de actividad
económica, mientras que en otros es el sector indus­
trial. Incluso, regiones cuya actividad principal es la
agropecuaria (Chiapas o Sinaloa) la estructura de las
unidades de producción, su tecnificación, etc., son
profundamente divergentes, lo que las diferencia en­
tresí.
En suma, con respecto a la selección de la muestra
de ciudades que integran el IN PC , no hay una deli­
mitación clara de la elección del parámetro espacial
que controle el papel que éste cumple en la distribu-
eión del fenómeno, romo son las variaciones de pre­
cios.
106 C R ÍT IC A E P IS T E M O L O G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

A partir de estas consideraciones, es posible abor­


dar la naturaleza que reviste el recorte de realidad
im plícito en el indicador apuntado.

R e c o n s tru c c ió n e p is te m o ló g ica del I N P C

Hemos visto qué elementos y dimensiones observa el


indicador IN P C y cómo construye sus mecanismos
decuantificación.
Veamos ahora cuál es el significado de su recorte
de realidad; es decir, la diferencia que existe entre el
valor del dato como cifra y su significado en tanto
forma de aprehensión de un fenómeno específico (los
precios). Esto se persigue resolver a través de la doble
lectura señalada en el texto: universo delimitado a la
luz del universo excluido, y viceversa. De esta manera
se pretende especificar el significado del recorte de
realidad del dato y, por ende, el dato mismo.
Comenzando por perfilar el universo incluido o
delimitado por el indicador, obtenemos el siguiente
cuadro:
1. El concepto precios; sus variaciones en un pará­
metro de tiempo elegido.
2. 16 ciudades heterogéneas demográfica y económ i­
camente que constituyen el parámetro espacial en el
cual se observan las variaciones de los precios de los
productos componentes del indicador.
3. El listado de productos componentes.
4. Unaseriedetiempo fijadaentre 1970y 1980.
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 107

Basados en la idea de la articulación y transitivi-


dad de la realidad, la problematización supone el
cuestionamiento del fenómeno precios, y la necesidad
de visualizarlo como cristalización de una serie de
procesos relacionados con él, de los cuales, él mismo
y sus variaciones son un resultado. L o que, en suma,
exige no estudiar los precios aisladamente de aque­
llos procesos.
Considerando lo anterior, determinaremos los
universos ex clu id o s del recorte con ten id o en el
indicador.
La problematización comienza observando que:
1. Los precios de los productos, además de fijarse por
los volúmenes de producción —oferta— se estable­
cen por los montos brutos de ganancia (M A R K -
C A P); a su vez relacionados con el grado de tecnifica-
ción y de inversión fija y circulante de las empresas o
unidades productivas que generan los artículos refe­
ridos, lo cual los pone en relación con el tipo de
empresas (familiares, oligopolios, monopolios, etc.)
que los producen y sus prácticas de fijación de beneficio.
2. Que responden, también, a mecanismos propios
del mercado, como oferta-demanda, lo que los rela­
ciona con las redes e instancias regionales y naciona­
les de distribución (es decir, instancias que operan
tanto a nivel macro como en lo micro) que constitu­
yen una mediaci ón em re la producción y el consumo
3. Que otro nivel de esta mediación lo constituye la
comercialización, ton los agentes sociales ocupados
de ésta, sus intereses y sus prácticas
108 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

4. Que el dinero circulante en la región determina


también la magnitud y el tipo de demanda; aunque,
por otra parte, el circulante es, a su vez, producto de
la inversión bruta, los acervos de capital fijo y, consi­
guientemente, de las características del mercado de
trabajo; esto, en suma, constituye el mercado de con­
sumo
5. - Que la demanda efectiva se determina por los nive­
les de ingreso de la población económicamente activa
6. Que la distribución social del ingreso (y concreta­
mente el margen adquisitivo de los salarios, y por
tanto la relación precios-salarios) se relacionan con
el tipo de organizaciones gremiales de trabajadores;
con la existencia o inexistencia de instancias organi­
zativas que faciliten y favorezcan la negociación de
remuneraciones directas o indirectas
7. Que en el fenómeno precios y en la producción
tienen incidencia las políticas nacionales y regiona­
les del Estado, tanto a través de programas de inver­
sión, desarrollo de infraestructura, etc., como a nivel
de políticas de subsidios, precios de garantía, tributa­
ria, importación, y otros.
Como corolario de las reflexiones efectuadas, pue­
de afirmarse, por una parte, que en el fenóm eno
p recios y en sus variaciones cristaliza una correlación
de factores económicos y políticos de nivel micro y
macro espacial. De oirá parte, que las articulaciones
de estos factores son específicas de cada contexto
regional; por consiguiente, que una misma varia­
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 109

ción dada de los precios reflejada en el IN P C para dos


regiones distintas es cristalización de procesos distin­
tos; o, en otro extremo, que las variaciones desiguales
en cada una de las regiones son producto, por ejem­
plo, de la articulación específica de la estructura
productiva, de mercado, de las instancias y agentes de
la mediación producto-consumo, etcétera.
Ahora bien, si con base en estos universos exclui­
dos hacemos la lectura del recorte de realidad del
indicador IN P C , el dato en que cristaliza, supóngase
3.1., además de constituir un resultado fijo , tiene
asociado el agravante de ser cristalización de una
abstracción suprema: el mercado de cada una de las
regiones en que se localizan las ciudades y sus deter­
minaciones económicas y políticas.
En este sentido, no es sólo un dato descontextuali-
zado por el hecho de no recuperar la constitución
específica del mercado en cada una de las regiones;
además, es un resultado terriblemente simplificado y
deformado, ya que no sólo se contenta con abstraer
las determinaciones estructurales de los precios y su
contextualización en cada región, sino que también
pretende constituir un parámetro nacional.
Si incluimos a los productos que integran el indi­
cador, a las críticas anteriores se añade el hecho de
que estos productos, además de ser en muchos aspec­
tos imprecisos (cuidado de la casa, cuidado personal,
accesorios, etc.) constituyen un patrón de consumo
no necesariamente’ adecuado a las diferentes regiones
seleccionadas. En cíeclo, la demanda posible de pro­
ductos en cada una de ellas no solamente es función
110 C R ÍT IC A E P IS T E M O L O G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

del acceso potencial a ciertos productos, la distribu­


ción, sino que también está determinada por los
factores culturales e incluso climáticos de cada re­
gión. N o es posible, desde esta perspectiva que la
demanda de servicios de restaurantes y bares sea
igual, digamos para la ciudad de México, donde por
las distancias entre los lugares de trabajo y de vivien­
da se hacen necesarias, a la que pueden tener estos
mismos servicios en Tapachula, Morelia o Acapulco,
en el otro extremo.
Dos conclusiones más son pertinentes en este as­
pecto; una, que los componentes se abstraen de la
conformación regional de la demanda estructurada a
partir de factores económicos, políticos, culturales y
climatológicos; otra, que por las características de
dichos componentes hay todo un continente de ob­
servación excluido, el sector rural de los consumido­
res, puesto que el índice se conforma, en su mayoría,
con elementos propios del consumo de sectores me­
dios acomodados y de inserción urbana.
Como consecuencia de todo lo apuntado, el análi­
sis a partir de este indicador no puede explicar
—nada más que hipotéticamente— por qué el índice
general de precios al consumidor era más bajo, en
1978, en la ciudad de Guadalajara que para la ciudad
de México (105.7 y 106.1, respectivamente) mientras
que para 1980 es casi el mismo para ambas ciudades
(164.2 y 164.7). En este punto se plantea el problema
de la recuperación de la coyuntura y la reconstruc­
ción de secuencias, resultantes de recortar la realidad
que subyace al indicador, como procesos articulados
a r t ic u l a c ió n y m o m e n t o s d e l d ia g n ó s t ic o 111

de los diferentes factores que intervienen en la forma­


ción o variaciones de los precios y que se expresan
diferencialmente en el tiempo y el espacio, lo cual es
distinto a construir una serie de tiempo, esto es, una
cronología sobre el aconLecimientoy no apartó de él.
Esto último es lo que se hace con el IN PC , tanto en
los cortes trimestrales por año, como en las series de
tiempo; pero no es lo único. Además de ello, lo que se
construye en los datos por trimestres son promedios
de los promedios mensuales, y lo que se presenta
como dato anual es la media de los promedios.
Con base en las reflexiones anotadas, podemos
preguntarnos qué es lo que realmente dice del fenó­
meno precios al consumo un indicador construido
como el IN PC . En su acepción más radical, la res­
puesta afirmaría que el IN P C es simplemente una
tasa porcentual de variaciones en las cifras de precios
que no va más allá de eso; es decir, que no sirve para
analizar la realidad de la cual pretende ser una medi­
da. La pregunta complementaria que surge se puede
formular así: cómo usar un indicador de este tipo y
qué alternativas existen para romper con su abstrac­
ción y su cristalización.

3.6 Hermenéutica de la información secundaria

La alternativa ideal sería construir indicadores que


desde su base fuesen indicadores articulados. En
otros términos, (pie partiendo de la problematiza-
ción del recorte (pie establecen, pudiesen determinar
112 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

las relaciones con los factores que definen al fenóme­


no como proceso resultante de la confrontación de
praxis con distintas orientaciones. N o obstante, esta
alternativa, aunque idónea, no es factible de viabili-
zarse en el corto plazo, pues exige definir, de partida,
toda una estructura de la inform ación secundaria;
ésta debe acometerse, ya que la mayor parte de los
sistemas de inform ación básica y derivada con los
que se trabaja, tanto en los ámbitos académicos com o
en el sector p ú blico, está signada por las mismas
deficiencias apuntadas.
Por ello, lo que aquí se plantea para el corto plazo
es una “ hermenéutica” de los datos secundarios exis­
tentes. Propuesta que, com o posibilidad, se asienta
en la observación de que existen diferentes m odalida­
des de construcción lógica de los indicadores de re­
sultado, esto es, de los indicadores que constituyen
los sistemas usuales de información. Estas m odalida­
des están asociadas con la flexibilidad que ofrece el
dato construido en términos de posibilitar la cons­
trucción de indicadores articulados.
Las modalidades a que nos referimos son: a) el
conteo; b) la relación analítica y c) la composición.

In dicad ores de c o n te o

Los indicadores de c o n te o agrupan aquellos datos de


resultado con características básicamente enumera­
tiva. Sus componentes cuantificables obedecen, no a
una lógica de teorización o asociación convencional,
sino a la naturaleza misma del fenómeno relevado.
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 113

Estos se configuran a partir de los atributos técnicos,


materiales, etc., específicos de cada campo de observa­
ción. Así se miden hectáreas, unidades productivas,
ganado porcino, bovino, etc., en estadísticas agrope­
cuarias; o pozos, barriles, masade producto, población
y otros en los respectivos sistemas de información.
Hay enestosindicadoresunciertogradode flex ib ili­
dad o de neutralidad epistemológica que da cabida a
una construcción articulada; máxime cuando, en una
buena par tedeloscasos, es tas fuentes primarias conser­
van todavía su encuadre espacial y temporal de origen.

In dicad ores de re la ció n

El segundo tipo de indicadores de resultado presenta


otro tipo de lógica de construcción: son indicadores de
relación porque ensudiseñotienenimplícitosrecortes
de realidad que subsumen la enumeración de atribu­
tos en relaciones de inclusividad, contrastación,
combinación, etc.; en suma, participación de ciertas
características del fenómeno con relación a conjun­
tos o segmentos diferentes de la misma realidad o de
otra (verbigracia, participación de la producción bru­
ta de la industria petrolera en el PIB del sector indus­
trial; relación de intercambio de la industria petrole­
ra por rama de actividad; etcétera).
L a lógica de la relación establecida por ellos obe­
dece en algunos casos a razonamientos teóricos, en
otras a los fines específicos de los diagnósticos o
programas estatales y, en otras más, a planteam ien­
tos ideológicos. Es decir, se condiciona una variada
114 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

convencionalidad ad h o c en la construcción de los


datos.
Este es el caso de la mayor parte de la información
derivada, la cual presenta, porestasmismasrazones,un
nivel más o menos importante de rigidez en relación a
un posible m anejo distinto. L a necesidad de construir
agregaciones y subclasificaciones adecuadas a la con­
vencionalidad que orienta la producción de estos
datos, al mismo tiempo que im pone límites al uso de
éstos, constituye un cierto grado de abstracción de los
con textos espaciales y tempo rales delosquesederivan.

In dicad ores de c o m p o s ic ió n

El tercer tipo de indicadores denominados de composi­


ción corresponde a construcciones más complejas, al
grado de constituir, en ocasiones, verdaderas obras de
ingeniería estadística. Su principal característica es
que se derivan de modelos teóricos o de simulación de
un fenómeno en la realidad. Se componen de varias
variables actuantes a las cuales se asignan diferentes, o
semejantes, grados de ponderación.
Su nivel de referencia espacial es, generalmente, el
macrouniverso, esto es, la estadística nacional. Por
ello, sus niveles deabstracciónconrespectoalcontexto
de origen de los datos es muy alto. Son síntesis de
muchas variables no siempre recuperadas en su cons­
trucción; constituyen el vértice de un iceberg que
queda soslayado en la búsqueda de combinatoria de
valores equiparables para todos los lugares. E nelloslo
micro se abandona para alcanzar lo macro; se deja de
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 115

ludo la búsqueda de lo específico concreto para arribar


a la abstracción de “ lo nacional” como idéntico a lo
general. N o se advierte que lo nacional, lomacroespa-
t ial, no existe más que como abstracción. Que en la
realidad concreta, opuestamente, existen procesosmi-
croespaciales que en su articulación constituyen al
macroespacio; pero que si bien los microprocesos
i (instituyen el plano macro, éste último no constitu­
ye a aquéllos.
El análisis de los grados de flexibilidad de los datos
disponibles, según su modalidad de construcción,
define diferentes opciones para dar cuenta de las
posibilidades que tienen éstos, en términos de generar
indicadores articulados. Dicha flexibilidad se mide o
determina a partir de la consideración de sus universos
excluidos.
Así, según las modalidades de su construcción,
existe información que puede ser utilizada en forma
articulada, aun cuando seencuentredispersaendistin­
tas fuentes de información; segundo, información
cuya construcción en sí misma excluye la posibilidad
de someterla a una lectura articulada; y, finalmente, la
información necesaria desde el punto de vista de la
articulación que no es generada por ningún tipo de
mecanismo.
En otras palabras, el análisis de la flexibilidad de la
información permite distinguir dos tipos de situacio­
nes; u n i versos excl u idos susceptibles de ser ar ticul ados
y iiniversoscxcluidossin posibilidaddeincorporación
a través de la información disponible y que requerirían
de un proceso tic generación específico.
116 C R ÍT IC A E P IS T E M O L O G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

Llegado a este punto, la propuesta que se plantea


consiste en un uso crítico de los indicadores disponibles.
Uso que estriba en problematizar desde los distintos
planos de la articulación (que hemos distinguido en el
punto 2. l)a l datocristalizadoenellos, para determinar
sus significados posibles a partir de la intervención de
los factores que son parte de los procesos de los que el
dato es un reflejo.
La lecturade los indicadores a partir desús universos
excluidos permite relativizar el contenido y la preci­
sión del dato. N o se tratadeconferirleunsignificadode
conformidad con diversas proposiciones teóricas, sino
de penetrar el dato, a partir de sus recortes, rompiendo
con su abstracción mediante la recuperación de su
contexto.
A título de honestidad intelectual, cabría agregar,
sin embargo, quenoexistelapretensióndeafirm arque
el uso hermenéutico que se esboza represente una
solución al problema de la abstracción y cristalización
de la inform ación estadística disponible y que se
genera constantemente. Su función es llamar la aten­
ción sobre la necesidad de manejarla con precauciones
epistemológicas.
Más allá, se visualiza la urgencia de construir bases
articuladas de indicadores (no agregaciones o com bi­
natorias formales de éstos); pero para que esta tesis sea
factible habría que invertir la ruta de construcción:en
vez dedes tacar los perfiles másagregados, la macroesta-
dística como siendo los vértices de la pirámide, debería
recuperarse la base de ésta, esto es, lomicroespacial. L o
que permitiría responder con mayor eficiencia a las
A lt l K D IL A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 117

exigencias de estrategias dedesarrollosregion ales que,


cu su articulación, hicieron realidad el desarrollo
nacional, pues, de no tomarse en cuenta, el desarrollo
nacional es sólo un conjunto de objetivos y metas sin
pert inencia a lo concreto representado por el microes-
pacio en que actúan los hombres.
I ,o anterior supone abandonar la óptica del estado-
nación como único sujeto activo, para llegar a produ-
t ir la información desde la óptica de la sociedad civil,
esto es, reflejando al conjunto de sujetos reales que
i n tervienen en la realidad concreta en el microespacio.
114 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

convencionalidad ad h oc en la construcción de los


datos.
Este es el caso de la mayor parte de la información
derivada, lacual presenta, por estas mismasrazones, un
nivel más o menos importante de rigidez en relación a
un posible manejo distinto. La necesidad de construir
agregaciones y subclasificaciones adecuadas a la con­
vencionalidad que orienta la producción de estos
datos, al mismo tiempo que impone límites al uso de
éstos, constituye un cierto grado de abstracción de los
contextos espacialesy temporalesdelosquesederivan.

Indicadores de c o m p o s ic ió n

El tercer tipo de indicadores denominados de composi­


ción corresponde a construcciones más complejas, al
grado de constituir, en ocasiones, verdaderas obras de
ingeniería estadística. Su principal característica es
que se derivan de modelos teóricos o de simulación de
un fenómeno en la realidad. Se componen de varias
variables actuantes a las cuales se asignan diferentes, o
semejantes, grados de ponderación.
Su nivel de referencia espacial es, generalmente, el
macrouniverso, esto es, la estadística nacional. Por
ello, sus niveles de abstracción conrespectoalcontexto
de origen de los datos es muy alto. Son síntesis de
muchas variables no siempre recuperadas en su cons­
trucción; constituyen el vértice de un iceberg que
queda soslayado en la búsqueda de combinatoria de
valores equiparables para todos los lugares. En elloslo
micro se abandona para alcanzar lo macro; se deja de
A R T IC U L A C IÓ N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 115

lado la búsqueda de lo específico concreto para arribar


a la abstracción de "lo nacional” como idéntico a lo
general. N o se advierte que lo nacional, lo macroespa-
cial, no existe más que como abstracción. Que en la
realidad concreta, opuestamente, existen procesos mi-
croespaciales que en su articulación constituyen al
macroespacio; pero que si bien los microprocesos
constituyen el plano macro, éste último no constitu­
ye a aquéllos.
El análisis de los grados de flexibilidad de los datos
disponibles, según su m odalidad de construcción,
define diferentes opciones para dar cuenta de las
posibilidades que tienen éstos, en términos de generar
indicadores articulados. Dicha flexibilidad se mide o
determina a partir de la consideración de sus universos
excluidos.
Así, según las modalidades de su construcción,
existe información que puede ser utilizada en forma
articulada, aun cuando seencuentredispersaendistin-
tas fuentes de información; segundo, información
cuya construcción en sí misma excluye la posibilidad
de someterla a una lectura articulada; y, finalmente, la
información necesaria desde el punto de vista de la
articulación que no es generada por ningún tipo de
mecanismo.
En otras palabras, el análisis de la flexibilidad de la
información permite distinguir dos tipos de situacio­
nes: universos exclu irlos susceptiblesde ser articulados
y universosexcluidossinposibilidaddeincorporación
a través de la información disponible y que requerirían
de un proceso de generación específico.
1 16 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

Llegado a este punto, la propuesta que se plantea


consiste en un uso crítico de los indicadores disponibles.
Uso que estriba en problematizar desde los distintos
planos de laar ticulación (que hemos distinguido en el
punto 2.1) al datocristalizadoenellos, paradeterminar
sus significados posibles a partir de la intervención de
los factores que son parte de los procesos de los que el
dato es un reflejo.
La lectura délos indicadores apartir desús universos
excluidos permite relativizar el contenido y la preci­
sión del dato. N o se trata de conferir leun significadode
conformidad con diversas proposiciones teóricas, sino
de penetrar el dato, a partir de sus recortes, rompiendo
con su abstracción mediante la recuperación de su
contexto.
A título de honestidad intelectual, cabría agregar,
sin embargo, quenoexistelapretensióndeafirmarque
el uso hermenéutico que se esboza represente una
solución al problema de la abstracción y cristalización
de la información estadística disponible y que se
genera constantemente. Su función es llamar la aten­
ción sobre la necesidad de manejarla con precauciones
epistemológicas.
Más all á, se visualiza la urgencia de construir bases
articuladas de indicadores (no agregaciones o com bi­
natorias formales de éstos); pero para queesta tesis sea
factible habría que invertir la ruta de construcción: en
vez de destacar los perfiles m ás agregados, 1a macroes ta-
dística como siendo los vértices de la pirámide, debería
recuperársela base de ésta, esto es, lomicroespacial. L o
que permitiría responder con mayor eficiencia a las
Alt U L U L A C I Ó N Y M O M E N T O S D E L D IA G N Ó S T IC O 117

exigencias de estrategias dedesarroilosregionalesque,


en su articulación, hicieron realidad el desarrollo
nacional, pues, de no tomarse en cuenta, el desarrollo
nacional es sólo un conjunto de objetivos y metas sin
pertinencia a lo concreto representado por el microes-
pacio en que actúan los hombres.
L o anterior supone abandonar la óptica del estado-
nación como único sujeto activo, para llegar a produ­
cir la información desde la óptica de la sociedad civil,
esto es, reflejando al conjunto de sujetos reales que
i n tervienen en la realidad concreta en el microespacio.
ANEXO

Concepto, realidad y teoría


de los indicadores

Intentaremos un examen de algunos temas centrales


sobre indicadores sociales para profundizar en su
problemática lógica-epistemológica, de acuerdo con
los siguientes criterios de razonamiento:

a) romper con los mecanismos "form alizados” o


"cristalizados” , como son las definiciones que no se
ajustan a lo específico de una situación dada;
b) estos mecanismos dejan de ser afirmaciones
sobre la realidad para cum plir la función de demarcar
el campo de proposiciones específicas posibles acerca
de un ind icaturn;
c) en consecuencia, los mecanismos de conexión
con lo empírico son guías de lectura de lo empírico,
pero no determinan su contenido aisladamente consi­
derados, ya que la relación con lo real no es de corres­
pondencia, si no que está referida acampos articulados
de posibilidades, y
d) el plano de abstracción de los mecanismos con-
cept nales de conexión se corresponde con la idea de un

[119]
120 C R IT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

in d ic a tu m como campo de posibles in d ic a tu m s , antes


que fija r una relación unívoca entre indicador-
in d ic a iu m particulares.
L a exposición crítica que sigue se sintetizará esque­
máticamente en cuadros organizados con base en tres
columnas, cada una de las cuales cumple la función
siguiente:
Columna A. Define el tema y su descomposición en
lös elementos constitutivos.
Columna B. Refleja la problematización a través de
los siguientes criterios: a) la totalidad no como objeto
en sí mismo sino como modo de formular juicios; b) la
realidad como articulación; c) niveles constitutivos de
la articulación; y, d) la especificidad del hecho o
fenómeno determinado por la totalidad qüé lo incluye.
Columna G. Define el replánteamiento del tema
qué ha servido de puntó de partida.
Los autores que se citan responden a diferentes
orientaciones teóricas, aunque no se pretende un
examen exhaustivo, sino sólo ilustrativo de los plan­
teamientos teóricos im plícitos en la forma de cons­
truir las relaciones conceptuales con lo empírico
(véase las pp. 116-117).

Lös resultados obtenidos en la columna C resultan


de aplicarse a la columna A el razonamiento esquema­
tizado en B-, que, en tanto constituye una forma de
razonamiento y no una teoría, no representa una
contraéstructura sino sólo ciertas exigencias lógico-
epistemológicas. Así, tenemos que cuando hablamos
de “ un interés norm ativo” en el indicador (A 2) cabe
A N EXO 121

plantearse que, o bien expresa lo históricamente dado


que se encarna en un conjunto de patterns, o bien una
alternativa de fin elegida entre otras muchas. Las
preguntas proceden no desde un esquema teórico
(aunque la norma en sí misma puede constituir un
esquema teórico) sino desde una exigenciade realidad
que trasciende al “ interés norm ativo” , en el sentidode
ubicar a este interés en “ algo más inclusivo” que le
confiere un carácter específico. Quien no le interese
conocer ese “ algo más inclusivo” convierte el interés
normativo en una exigencia para formular juicios;
pero si nos interesa rescatar el interés normativo en ese
‘ ‘algo más’ ’ , esto llevaapreguntarnossobresuespecifi-
eidad en el marco de ese “ algo más” y acerca del papel
que cumple. Discusión que permite discernir cuáles la
estructura del indicador cuando se entiende a éste cir­
cunscrito a un valor estadístico.
Nos encontramos con que hay dos componentes
fundamentales: el componente “ interés” de medir una
cier ta realidad (ejemplo: camas paraatenderenfermos)
y el componente déla transformación de este interés en
una norma susceptible de calificarlo en número (ejem ­
plo: número de camas en su forma de relación con
número de habitantes). Esto significa que el indicador
impone una estructura a la realidad, por cuanto ésta no
es reducible a número de camas por habitantes, ya que
mucho más real es hablar de propensión a la m orbili­
dad de la población, en cuyo marco debe ubicarse el
indicador “ número tie camas por habitantes” . La
propensión de morbilidad de la población implica, a
su vez, un contexto que lo especifique, pues será
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I. CONCEPTO DE INDICADORES

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124 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

resultado de una reconstrucción capaz de incluir cada


vez más niveles de esa realidad con sus respectivos
referentes empíricos. El “ algo más inclusivo” pretende
reflejar estaexigencia lógica.
Cuando afirmamos que los indicadores son base
para formular “juicios concisos, comprehensivos y
equilibrados” (A 3), se presenta el problema de que los
indicadores aparecen restringidos a juicios, pues los
mecanismos de vinculación con la realidad aparecen
limitados a éstos, lo que supone la presencia de una
estructura teórica. Pero en la medida que la articula­
ción no exige teoría, se plantea la necesidad de pensar
en función de aquélla antes que explicar desde una
perspectiva teórica. De esta manera, los indicadores en
la modalidad (A 3), al reducirse a un campo teórico
delimitado por los “ ju icios” , pierden la función de
reconstrucción de lo real de manera abierta o preteóri­
ca, esto es, no sujeta a una función de explicación sino
sólo con base en la forma articulada de razonamiento.
Por su parte, la afirmación “ condiciones de los
principales aspectos de la sociedad” (A 4), obliga a
cuestionar los “ aspectos de la sociedad” que implican
una concepción de “ sociedad” como indicaturn. D élo
que resulta que los “ aspectos principales” son una
seudoteorización, ya qué están seleccionados con base
en una teorización implícita sobre la sociedad que fija
la jerarquía de los aspectos en principales y no princi­
pales. De otra parte, la expresión “ aspectos” alude a un
plano m orfológico, ya que son objeto de una descrip­
ción empíric a sin mediar la reconstrucción del in d ica -
ítem que permitedelinii losaspectosdelasociedad. Por
ANEXO 125

eso la estructura interna de (A 4) resulta ser una reduc­


ción m orfológica de un in d ica tu m que no está deter­
minado.
L o qu e decimos pareciera restringirse alanecesidad
de determinar la teoríaelegida,peroelproblemaesmás
complejo. Se requiere determinar las bases de la propia
selección teórica para evitar reducir la complejidad de
la realidad a un conjunto de expresiones morfológicas
no especificadas en su significado. Se debe reconstruir
el in d ica tu m como campo de objetos siguiendo los
lineamientos del razonamiento articulado, de manera
que el in d ica tu m , así reconstruido, sirva de base para
poder deducir diferentes aspectos de la realidad que
puedan ser tratados en un p la n o m o rfo ló g ic o -
descriptivo. El in d ica tu m plantea sus propias exigen­
cias de indicadores; lo que es congruente con laafirma-
ción de que ningún indicador es posible definirse fuera
de su articulación concreta.
N o se trata de decir cuales son los “ aspectos princi­
pales de una sociedad” , sino más bien de preguntarse
qué sociedad es la que se puede captar por medio de
“ aspectos” así definidos. Comenzar la exploración
racional como la definición a p r io r i de los aspectos
de la sociedad, significa resolver la incógnita del
in d ica tu m con la pura descripc ión de los aspectos
morfológicos derivados de una concepción teórica
implícita, en forma que se les asigna a éstos una
determinada jerarquía desde la partida. Más bien se
trata de partir de los aspectos morfológicos para re­
construir las relaciones entre éstos mediante la arti­
culación posible4de reconstruirse. Esto permite cons­
126 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

truir un in d ica tu m , en tanto campo de objetos, desde


el cual derivar diferentes opciones teóricas para po­
der determinar cuáles son los principales aspectos de
la sociedad en diferentes situaciones concretas.
Podríam os ejem p lifica r esta discusión seleccio­
nando un conjunto de indicadores que aparentemente
muestren que el in d ica tu m está claramente reflejado
en ellos. Si los problematizamos en su relación con el
in d ica tu m verificamos que el in d ica tu m reviste una
complejidad no previsible por la simple lectura de
los indicadores. Elijamos los siguientes:

incremento en el ingreso nacional;


tasa de cesantía;
incremento de las exportaciones;
volumen de exportaciones;
p a L ró n d e d e s a r r o llo t e c n o ló g ic o .

Si pensamos en el “ ingreso nacional” , aparece


evidente que su significado estará especificado por la
“ tasa de cesantía” , ya que los efectos del ingreso
nacional quedan mediados por el acceso de la pobla­
ción al ingreso; acceso que será función de la tasa de
desempleo y de su distribución entre los sectores
sociales, aunque, a su vez, esta distribución está espe­
cificada, en sus efectos sobre la capacidad de consu­
mo del mercado interno, por la circunstancia de si la
cesantía se acompaña o no de una política de subsi­
dios. Política de subsidios que no indica nada si no es
analizada en función de un contexto caracterizado
por un desempleo estructural o solamente estaciona­
ANEXO 127

rio. Como podrá observarse, cada indicador reconoce


un in d ica tu m preciso, que sin embargo depende de
cómo se articulen los indicadores entre sí. La articu­
lación del conjunto de indicadores (que responde al
esfuerzo de reconstrucción de una situación concreta)
determina un in d ica tu m que no tiene ninguna seme­
janza con los propios de cada indicador aisladamente
considerado. Veamos los tipos de in d ica tu m que
pueden surgir de la articulación de indicadores:

A: Incremento del ingreso nacional — activación


del mercado interno por mayor consumo;

B: incremento del ingreso nacional, mediado por tasa


de cesantía — desigual capacidad adquisitiva
contracción del mercado interno por
menos consumo;

C: incremento del ingreso nacional, mediado por ce­


santía y por política de subsidio al desempleo—►
aumento del gasto público—►-efecto compensato­
rio sobre la contracción del mercado interno debido
a la cesantía -►aumento del endeudamiento ex­
terno, o aumento de los impuestos a los sectores de
más altos ingresos.

Si pensamos en oíros indicadores como “ incremento


en el volumen de las importaciones” y “ diversifica­
ción de las exportaciones” , éstos sirven para ilustrar
situaciones problemáticas en que se reflejan las reía-
128 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

ciones contradictorias entre los indicadores. En efec­


to, el incremento en las importaciones (sin conside­
rar su com p osición , lo que daría lugar a otra
situación problemática) asume diferentes significa­
dos, según tenga lugar en el contexto determinado
por un deterioro de las relaciones de intercambio o
en una situación en que no se han deteriorado las
relaciones de intercambio. Relaciones de intercam­
bio que serán función de la dism inución en el precio
de los productos de exportación, o bien el resultado
de un insuficiente desarrollo tecnológico que impida
penetrar y conservar los mercados en condiciones de
com peten c i a.
Por su parte, los indicadores de progreso tecnoló­
gico pueden también cumplir una m ultifunción,
pues, pudiendo contribuir a incrementar la produc­
tividad, volumen y calidad de la oferta de servicios,
no indican nada sobre los efectos sociales, ya que
éstos pueden estar mediados por la exigencia de auto­
financiamiento de los servicios que impedirá su acce­
so a una proporción de la población, a pesar de la
excelencia técnica de los mismos. Podemos decir,
además, que el significado de los indicadores de
avance tecnológico será diferente según la tecnología
se vincule a actividades agrícolas de exportación, o
actividades económicas orientadas a crear las bases de
autosustentación del desarrollo (producción de me­
dios de producción).
Aplicando el esquema de razonamiento proble-
matizador a los temas, se puede destacar que está
im plícito un determinado concepto de realidad. M e­
ANEXO 129

diante la exposición de la problemática subyacente


podemos definir los mecanismos de conexión con la
realidad, ya que estamos en condiciones de controlar
cualquier concepción im plícita que conforma la re­
lación con la realidad empírica.
(A j)101sirve de base para problematizar las conexio­
nes probables entre aspectos de lo real em pírico que
requieren de un marco teórico. Solamente mediante
su problemalización se puede avanzar en el esclareci­
miento de los problemas conceptuales que subyacen
en ( Ai ) y que sirven de base para determinar el in d ica -
tu m . El intento de especificar interrelaciones entre
“ salud, fam ilia, instituciones políticas y culturales”
im plica que la objetividad de lo real es la articula­
ción entre situaciones específicas, lo que permite
pensar que en la medida en que esta articulación está
compuesta de ellas (salud, instituciones políticas,
etc.) lleva a la conclusión de que la realidad es un
conjunto de puntos de articulación.
Ea problemalización del in d ic a tu m como relación
entre varios aspectos, consiste en ubicar a cada uno de
éstos en el in terior de situaciones específicas que
interactúan entre sí. Esto es posible solamente a par­
tir del enfoque que se fudamenta en la articulación
(B2)n que, simultáneamente, con cuestionar a la obje­
tividad como relación entre aspectos, también se le

10 “ Intento de es pee ificar interrelaciones entre salud, familia,


instituciones políticas y culturales” (K. Land).
11 Las relac iones deben analizarse como componentes de una
articulación y no como tela* iones con base en funciones aisladas.
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142 C R IT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE LO S IN D IC A D O R E S

critica como independiente de los fines que se propo­


nen (B3).12 Cabe observar, no obstante, que no se
desarrolla la crítica, pues al no llegar a formularse la
idea de sujeto social no se supera el plano subjetivista
en el análisis de los fines. Por eso, cuando se plantea
que la objetividad (B a) constituye una interrelación
(B2) 13 se incurre en un análisis abstracto de ésta, ya
que no se le ubica en ninguna situación concreta que
le confiera especificidad. N o se avanza hasta el límite
de abordar la tarea de cómo reconstruir a las situacio­
nes que determinan la especificidad de la “ interac­
ción” ; esto im plica que al no plantearse la necesidad
de esta reconstrucción, no se aborda la cuestión del
ajuste entre indicadore in d ic a tu m .
Si la verdad del indicador está determinada por el
in d ic a tu m , pudiendo éste reflejarse en diferentes in ­
dicadores, se plantea el problema de la relación multí-
voca entre ambos, que se ha pretendido resolver me­
diante la idea de “ conjunto de indicadores” . Pero
aún así, no se asegura ninguna solución, ya que la
cuestión de la multiplicidad de la relación es función
de cómo se conceptualice al in d ic a tu m ; de ahí que la
mera agregación de indicadores, hasta llegar a con­
formar un conjunto complejo, no resuelve ningún
problema de conceptualización, sino que, más bien,
lo soslaya.

12La objetividad es función de proyectos; por lo tanto, es


necesario definir a la real idad como campos de alternativas.
13E1 concepto de conjunto se transforma en marco para orga­
nizare! pensamiento{B12).
ANEXO 143

Si el in d ica tu m resulta siendo la concreción de


situaciones históricas en diferentes recortes de tiem­
po y espacio, su reconstrucción es previa a la elabora­
ción de indicadores, ya que la reconstrucción deviene
en la articulación que sirve de base a la relación entre
indicador e in d ic a tu m , siendo, además, el marco pa­
ra hacer posible la ponderación de los indicadores
particulares. De esta manera, la antigua idea de “ con­
junto de indicadores” se transforma en un mecanis­
mo de ajuste del indicador a la situación concreta,
pues sirve para organizar el pensamiento constructor
de indicadores.
Com o lo señalábamos en (B7),14 el problema no se
resuelve en “ hacer conjuntos de objetos” , sino en
examinar cada objeto desde el ángulo de una exigen­
cia de totalidad que no im plique agregar indicado­
res, sino definir las bases para el examen de cada uno
en una relación posible. Criterio de conjunto que
conceptualizamos como articulación, y que sirve de
base para la reconstrucción de la situación concreta
en que los indicadores asumen su contenido específico.
Pero esta reconstrucción de la situación es la me­
diación entre indicador y el in d ica tu m . El indicador
reconoce un cierto desfase que no es fácil de contro­
lar, toda vez que la realidad misma tiende a confun­
dirse con sus “ síntomas” para los efectos de poder

14 El problema de la multidimensionalidad debe reexaminarse


desde la perspectiva del tipo de relación entre elementos de la
realidad: en este sentido, ai ticularn oes hacer conj un tosde “ objetos”
sinoexaminarcada “ objeto” desde laexigenciaepistemológicadela
totalidad.
144 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

organizar las acciones sobre ésta. De ahí que sea


indispensable enfrentar la cuestión del ajuste entre
indicador e in d ica tu m mediante la recuperación de
la especificación del indicador, lo que se alcanza a
través del esfuerzo de reconstrucción del campo de lo
real ( in d ic a tu m ) con el cual podría estar relacionado
el indicador; o bien, derivando de la propia recons­
trucción la form ulación de ciertos indicadores.
En el primer caso, estamos en presencia de crite­
rios para “ interpretar” a indicadores ya existentes; en
el segundo, se trata de elaborar un listado de “ indica­
dores” . El problema de fondo es el papel de la teoría en
este esfuerzo de reconstrucción, lo que plantea la
conveniencia de distinguir entre estructuras teóricas
con función de explicación y el campo de observa­
ción que puede admitir una o más soluciones de
orden teórico.
Cuando pensamos en una estructura teórica esta­
mos fijando un orden en las determinaciones; esto no
ocurre cuando hablamos de campos de observación.
En este último caso, lo que se persigue es construir
un campo que pueda contener diferentes opciones
teóricas. Por ello, cuando decimos que el indicador
está mediado respecto de su in d ica tu m por una situa­
ción concreta reconstruida, no estamos confrontán­
dolo con un cuerpo teórico, sino con una exigencia
de objetividad que no necesariamente se resuelve a
través de una estructura teórica. El campo de observa­
ción predomina sobre la estructura teórica en la tarea
de reconstrucción (B sub 15, 16, 17, 18)15con base en
15 Es necesario enfatizar la función reconstrucción con base en
ANEXO 145

la distinción entre función de aprehensión y de exp li­


cación.
Se puede considerar que la exigencia de explica­
ción está asociada con el planteamiento de lograr un
fin-proyecto, mientras que la aprehensión se relacio­
na con el planteamiento de campo de alternativas. La
razón de esto reside en que cuando partimos de ún fin
o proyecto, éste cumple la función de delimitar un
conjunto de determinaciones teóricas y una jerar­
quía entre ellas que llena la función de condiciones
para el logro del fin o proyecto. En cambio, con la
idea de reconstrucción de campo de alternativas, se
pretende un recorte de la realidad que pueda darnos
cuenta de varias posibilidades como esferas de obser­
vación, pero sin avanzar en ninguna jerarquía de
determinaciones.
Una exploración más a fondo de la columna C
permite destacar los problemas que surgen cuando se
quieren precisar los criterios para la construcción de

una exigencia de objetividad en lugar de formular sólo juicios


teóricos estructurados.
Esto es particularmente importante cuando se trata de aprehen­
der la dinámica actual cuya reconstrucción no siempre es posible en
función de modelos teóricos; más bien, debe hacerse con base en
potencialidades como campo de al ternativas fundado en la ideade lo
obj eti vamen te posi ble ( B,5). E1campode los indicadores sociales está
determinado por fuerzas alternativas según sean los proyectos de
fuerzas sociales (B 16). Campos alternativos, según proyectos de
fuerzas sociales, que se traducen en indicadores reconstructivos que
sirven de contexto a los indicadores de fines normativos (B 17).
Relaciones con base en una suposición teórica, o bien con base
en un campo de objetos posi bles (Bl8).
146 C R ÍT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

las conexiones conceptuales con lo empírico. Resul­


tan tres aspectos fu n dam en tales del p rob lem a :
a) concepto de realidad; b) los criterios de construcción
de las conexiones conceptuales; y c) el papel de la
teoría.
Respecto al prim ero de los temas, tenemos que del
análisis16 surge un concepto de realidad que reviste
las siguientes características: primero, que la reali­
dad se concibe como puntos de articulación (C 2, C 12);
segundo, que es una potencialidad (C 4, C 8) que no se
debe confundir con la idea de m odelo (C 4); y, tercero,
que la realidad se ha de captar com o campos de
alternativas antes que como proyección de una es­
tructura teórica. L o que im porta destacar de esta
concepción es su carácter abierto, no estructurado, y
el predom inio de las exigencias epistemológicas so­
bre las estrictamente teóricas en la aprehensión de la
realidad.
Este concepto de realidad define exigencias para la
construcción de las conexiones conceptuales con lo
empírico. Estas consisten en ubicar a las conexiones
en un contexto especificado que cumpla la función
de marco para articular a los indicadores. N o obstan-

16 La realidad como puntos de articulaciones dadas y posibles


(C 2). Es necesario definir a la realidad como campos de alternativas
(C 3). Es necesario distinguir entre la realidad como potencialida­
des y la realidad que es definida por la exigencia de organización
de una alternativa de fin dada (C 4). La realidad debe observarse en
su potencialidad de articulación (C 8), lo cual lleva a la idea de que
el “ conjunto de indicadores” , siguiendo con la lógica de la articu­
lación, lo representan los puntos de articulación de la situación
específica reconstruida (C 12).
A NK X O 147

ir, si queremos que cumpla esta función, debe cui­


darse de que el contexto no sea el producto de una
i elación previa de indicadores, esto es, una simple
descripción empírica reflejo de la copresencia entre
( lertos indicadores. El contexto debe reconstruirse de
manera que sirva de marco para la definición de los
indicadores, ya que cumple la función de recortar la
i calidad como campo de observación que puede reco­
nocer, entre sus componentes empíricos, unaseriede
microrrealidades que pueden corresponder a in d ica -
tum s propios de distintos indicadores cuando han
sido seleccionados a p r io r i. En síntesis, se trata de
romper el círculo vicioso del indicador como supues­
to reflejo de un in d ica tu m que se transforma en el
instrumento para determinar a este mismo in d ica ­
tu m .11
Un ejem p lo puede contribu ir a aclarar lo que
sostenemos. Por lo general, el problema de la alimen-

o R elación entre productos en el marco de una situación


específica reconstruida (C!). Es necesario, por lo tanto, situar a los
indicadores en un contexto histórico concreto para que no deven­
gan utópicos o simplemente formales, posibles sólo de manifesta­
ción numérica (C 5).
Los indicadores de orientación normativa quedan situados al
interior del contexto que determinan los indicadores reconstructi­
vos, rompiendo con la delimitación de aquéllos en función estricta
de sus propiedades (C6).
La articulación específica es la base en que descansa la relación
indicador-indicatum y el marco para la ponderación de los dife­
rentes indicadores (C u).
La relación entre indicador-mdicaíum es función de una espe­
cificidad que resulta de una articulación dinámica de factores que
configuran una situación ob jetiva(C 13).
148 C R ÍT IC A E P IS T E M O L O G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

tacíón se enfrenta a través de preguntas como: ¿qué


come la gente y cuántas veces al día? Lógicamente,
esta manera de enfrentar el problema im plica una de­
finición del in d ica tu m por estos indicadores, ya que
el in d ica tu m aparece definido como: “ insumo de calo­
rías en cierto tiem po” . Ahora bien, de lo que se trata
es de invertir el planteamiento en forma de recortar el
in d ica tu m como marco para definir los indicadores y
no ser el resultado de éstos. ¿Cómo cabría plantearse
el problema de ‘‘alimentarse’' desde la perspectiva de
un concepto de realidad entendido como articula­
ción, potencialidad y campo de alternativas?
Sí aplicamos el concepto de la realidad articulada
a la actividad de alimentarse, resulta que ésta es parte
de una actividad social más genérica que incluye
aspectos tales como valores de comportamiento (esti­
los de vid a); volum en y periodicidad del ingreso;
acceso a los centros de compra; participación o no en
organismos de protección al consumidor (defensa del
salario, control de precios, control de calidades);
etcétera.
Analizando lo anterior desde el punto de vista de la
potencialidad, o dinámica, que se contiene en las re­
laciones entre estas dimensiones, resulta que es muy
distinto el in d ica tu m entendido como “ consumo de
cierta dieta dado cierto ingreso” , que entender el
consumo de la dieta como “ un mecanismo de la
reproducción del individuo según determinados pa­
trones de vida y en función de los factores que in flu ­
yen sobre el ingreso (protección al consumidor)” . En
el primer caso, la potencialidad puede resultar en
ANL’.XO 149

<juc a mayor ingreso mejor alimentación; en cambio,


rn el segundo los efectos de un incremento en el ingreso
pueden estar mediados por el campo de alternativas
en el uso de ingreso según el patrón de vida dominan­
te. De esta manera, el in d ica tu m “ alimentarse'' se
transforma en una dimensión del in d ica tu m “ consu­
m o” . En ello consiste problematizar el in d ica tu m
“ alimentarse” , esto es, en determinar las relaciones
con otros fenómenos de la realidad que contengan
potencialidades de desarrollo tales como:

1} acceso al consprno, que se puede disgregar en


indicadores tales como volumen de ingreso, periodi­
cidad del ingreso y distribución del ingreso según
gastos; y,

2) efectos del consumo sobre el nivel de vida, que


puede descomponerse en dimensiones como
a) el consumo según mecanismo de reproducción
biológica, que puede reflejarse en los siguientes indi­
cadores:
- calidad de la dieta alimenticia, periodicidad de
la dieta, distribución de la dieta al interior de la
familia, y,
b) el consumo como mecanismo de reproducción
social, que puede servir de base a indicadores tales
como:
r Selección de grupos de referencia; influencia
de los grupos de referencia en la conformación
de expectativas para la distribución del gasto
familiar, etcétera.
150 C R IT IC A E P IS T E M O L Ó G IC A DE L O S IN D IC A D O R E S

Cada uno de estos indicadores, por su visión, no


significan nada cuando se les analiza por separado.
Así, por ejemplo, el volumen de ingreso com o indi­
cador de “ acceso al consumo” puede quedar anulado
por “ la periodicidad del ingreso” ; mientras que el
“ volumen de ingreso” , en su efecto sobre la “ calidad
de la dieta alimentaria” , puede quedar anulado por
las influencias que los grupos de referencia impriman
sobre las "expectativas para la distribución del gasto
fam iliar” , etcétera.
Hemos concebido a la realidad como un campo de
objetos y com o potencialidades, no desde un modelo
teórico cerrado.
La óptica modelo-teoría lleva, lógicamente, al
problema de la prueba; por lo que su operacionaliza-
ciór está mediada por la formulación de hipótesis.
En cambio, la perspectiva de campos de objetos-po­
tencialidad no obliga a plantearse el problema de la
prueba, aunque, lógicamente, no excluye la cuestión
de la correspondencia con la realidad. L a prueba, en
este caso, no consiste en la de adecuación del modelo
a una realidad fenoménica dada, sino en desarrollar
su capacidad para discernir situaciones alternativas,
y, en función de un problema-eje, reconstruir una
situación específica (B 2).18

18 Se remplaza la teoría, que parte de una opción dada, por una


forma de razonamiento que avance en la determinación de situa­
ciones alternativas: la regla es la determinación de situaciones
alternativas en función de cierta capacidad de reconstrucción de
una situación específica (Il2).
ANEXO 151

El razonamiento de reconstrucción puede girar en


torno de “ fines normativos” , “ hipótesis” o en torno
de la “ potencialidad de lo real” (C 2).19 Cada una de
estas alternativas constituyen una situación en que la
correspondencia con lo real-objetivo se plantea de
manera diferente. Si se trata de un “ fin” , la corres­
pondencia toma la forma de la viabilidad, que con­
siste en determinar los indicadores que hagan posi­
ble ese fin; obviamente ello no puede circunscribirse
a la prueba, sino que se relaciona con la capacidad de
hacer efectivas las potencialidades definidas por las
exigencias del fin propuesto. Pero, si de lo que se
trata es de una hipótesis, la correspondencia toma la
forma de la prueba.
Cuando la reconstrucción de la situación específi­
ca no gira en torno a un fin ni a una hipótesis, sino a
la potencialidad de lo real, el problema es más com­
plejo. La correspondencia del pensamiento con lo
real se da, en este supuesto, sin mediar un eje demar­
cador, como en el caso del fin o de la hipótesis. Por
eso, más que hablar, sensu stricto, de corresponden­
cia, se trata de privilegiar la exigencia que plantea la

19La reconstrucción no es un tema, ni menos posible de una teo­


ría: supone un modelo metodológico que sugiere criterios para la
construcción de indicadores con base en una forma determinada
de razonamiento. La reconstrucción determina alternativas según:
a) fines; b) hipótesis; c) potencialidad, las cuales suponen relacio­
nes diferentes entre las conexiones conceptuales y la teoría. En la
situación a), la teoría es la organización de proyectos; en b), es
propiamente una teoría; y, en c), la teoría es remplazada por un
conjunto de criterios para organizar universos de observación sin
mediar funciones explicativas (C 2).
III. INDICADORES Y TEORÍA
B IB L IO G R A F ÍA 175

cional de Plancación de Colombia y Fondo de las Nacio­


nes Unidas para la Infancia, Bogotá, enero de 1981 (mi-
meo).
Descripción del Proyecto de Mejoramiento de las Condi­
ciones de Vida de la Comunidad de (Auamote (C him bo-
razo-Ecuador), Departamento de Planeación de Colom ­
bia y Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia,
Bogotá, enerode 1981.
Descripción del Proyecto de Seguridad Alimentaria (Costa
del Pacífico) para las Areas de López, T im b iq u i y el
Charco, Departamento de Planeación de Colombia y el
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Bogotá,
enerode 1981.
Indicadores de educación, Taller de Indicadores Sociales a
Nivel Local, Bogotá, enerode 1981.
Indicadores a nivel local, trabajo e ingreso, Nohra Rey de
Marulanda, enerode 1980.
Indicadores sociales de la vivienda, Taller de Indicadores
Locales, U NICEF, febrero 1981.
Measurement and analysis of progress at the local level,
United Nations Research Institute for Social Develop-
ment, Vol. III, Geneve, 1979.
Propuesta para el análisis de los datos antropométricos de
las encuestas P A N , Bogotá, 1981.
jo rn ad as
114

El camino y la residencia, dos momentos, dos acep­


ciones de jornada definen el carácter de esta colec­
ción que El Colegio de México ha venido ofreciendo
desde sus primeros días al lector interesado en las
humanidades y las ciencias sociales. Cada una de
estas jornadas es así un libro sencillo —ni la mono­
grafía especializada ni el tratado monumental— que
satisface la curiosidad por el tema que aborda y, al
mismo tiempo, proporciona los medios necesarios
para detenerse en él y aun para emprender un nue­
vo trayecto.

Centro de
Estudios Sociológicos

EL COLEGIO DE MÉXICO

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