En la actualidad encontramos una sociedad en decadencia, en donde los principios
morales penden de un hilo, y la pérdida de identidad han hecho florecer en el ser humano un espíritu de apatía por todo, un ser humano egocéntrico, en el que prima la individualidad y el bienestar propio por encima de todo. En su mayoría, el ser humano actualmente se encuentra programado como una máquina de hacer dinero, esto por una parte, porque encontramos también aquellos en los que la pobreza se apodera de todo su ser y no son capaces de romper las barreras que esta genera, auspiciado en parte por el actual sistema que favorece la desigualdad y amplía las brechas entre clases. El mundo nos ha consumido, en su afán, en forjar y hacer realidad lo que concebimos como futuro; en su globalidad, que a pesar de constituir un abanico de posibilidades, de enlazarnos más como raza, buscando la tolerancia en las diferencias, la mezcla de cultura, se ve empañada por aquellos que aborrecen lo diferente, aquellos que se creen superiores, aquellos egoístas, que sin motivo alguno nada más que por odio, son capaces de agredir a un extranjero, que en realidad, es extranjero por las fronteras creadas por el hombre. Esta realidad nos conduce a perder el amor por el otro, a despreciar al ser humano, a lo banal, a perder sensibilidad, ser frívolos para poder sobrevivir, un mundo que parece un campo de batalla, y no por las luchas diarias que enfrentamos como persona y ser racional, que necesita satisfacer unas necesidades; si no, porque literalmente estamos trayendo del pasado aquellos campos de batalla romanos, coliseos donde ganaba el “más fuerte”, en eso parece ir convertida la tierra, en un campo abierto, de millones de kilómetros, en los que pelearemos a sangre por seguir ocupando un lugar. Pero más allá, de la decadencia aún hay esperanzas, aún existen personas humanas, que sienten, que cada día se despiertan con el deseo de entregar lo mejor de sí, que aún tienden la mano al otro, y que en gestos tan simples como un cordial saludo o una sonrisa amable y espontánea, son capaces de transformar a aquel abatido o arrogante. Personas con ganas de transformar y crear un mundo mejor, en el que todos podamos convivir de la mejor manera; seres pujantes que con su sudor, día a día se esfuerzan por aportar al desarrollo. Por otro lado, nuestra sociedad exige un hombre con carácter, pero ojo, carácter para luchar cada día, carácter para dar lo mejor de sí, carácter para no dejarse vencer por los obstáculos innatos de la vida; aquel hombre en el que la esperanza y el amor sean su sello, en el que la empatía y la tolerancia sea su mejor arma para forjar comunidad. Necesitamos seres humanos con visión de futuro, pero un futuro en el que hombre sea capaz de vivir en armonía, en el que las diferencias no nos separen si no que nos fortalezcan. Seres que se preocupe por generar bienestar, transformar entornos y servir a la comunidad, en resumen, buscar el bien común. Necesitamos hombres con sed de aprender, de educarse, que haga del conocimiento un tesoro para servir. Hombres que se preocupe por generar equidad, justos, y que busquen la unión para forjar un presente llevadero y un mañana mejor.