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LA BENDICIÓN DE AMAR A LOS DEMÁS.

Reflexiones biblicas * lee, medita, comparte )

1 Pedro 1.22

Si reaccionamos por impulso natural, es probable que seamos amables con las personas que nos
traten bien. Pero, en otras ocasiones, seríamos vengativos, agresivos e hirientes.

El Señor Jesucristo nos dice categóricamente que amemos, incluso a quienes no lo merecen. Él
vivió de verdad lo que enseñó: nos amó hasta el punto de morir por nosotros, siendo aún
pecadores (Ro 5.8). Por consiguiente, por gratitud a lo que Él hizo, y con su poder, podemos, como
sus seguidores, amar a los demás (1 Jn 3.14).

Aunque es difícil demostrar amor ante la falta de bondad, la conducta piadosa puede llevar a
grandes bendiciones. Primero, esto complace al Padre celestial, porque da a sus hijos gozo, paz y
una sensación de victoria. Segundo, los creyentes deben sentirse emocionados y expectantes al
pensar cómo obrará Dios en la relación, y cómo derramará su bendición. Tercero, habrá la
conciencia de que el Espíritu Santo está actuando en la vida de sus hijos, permitiendo que el amor
de Dios fluya a través de vidas rendidas a Él.

Juan 13.35 nos habla de un importante beneficio: Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois
mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.

Tratar a los demás como queremos ser tratados, es lo que crea las relaciones profundas,
placenteras y duraderas que todo el mundo desea. Sin relaciones significativas, la vida carece de
sentido, no importa todas las cosas materiales o los conocidos que tengamos. Por tanto, piense en
las personas con las que se relaciona durante la semana. ¿Las trata usted como Jesús enseñ

uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuMateo 22.35-40

Jesús dijo a sus discípulos: “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que
ellos los traten a ustedes”
(Mt 7.12 NVI). La mayoría de nosotros conocemos este código de conducta como la “regla de oro”.
En teoría, todos convendríamos en que esta es una buena base para unas relaciones excelentes,
pero es difícil vivir a la altura de la norma. Si hacemos una lista de las maneras como esperamos
ser tratados y la comparamos con nuestra conducta, es probable que no quedemos bien.

Por supuesto, es fácil amar a quienes nos tratan bien. Pero, ¿cómo reaccionamos cuando nos
hieren? La verdad es que Jesús quiere que amemos a los demás todo el tiempo, no solo cuando se
hacen querer. No importa la actitud de esas personas hacia nosotros, tenemos que pensar en las
cualidades relacionales que valoramos, como son lealtad, confianza, perdón y aceptación; y que
todas ellas fluyan hacia las demás personas.

Lamentablemente, nuestra sociedad engendra orgullo, egoísmo y codicia, que son los enemigos de
lo que Jesús mandó. Pero si amamos a los demás como lo ordena nuestro Señor, las relaciones
pueden profundizarse y florecer.

Tratar a los demás con esta clase de amor no es natural ni fácil, especialmente si las personas son
poco amables. En realidad, amar como Jesús mandó, es imposible por nosotros mismos. Pero si
tenemos fe en Cristo como Salvador, el Espíritu Santo nos dará el poder para vivir su vida en
nosotros (Gá 2.20).

Saque tiempo para hacer una lista de las maneras como espera ser tratado, y hágase después la
pregunta: ¿Es así como yo trato a los demás? Pídale a Dios que le indique el ámbito en donde Él le
ayudará a aplicar la regla de oro.

rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrIOS ES NUESTRO GUARDADOR

Reflexiones biblicas * lee, medita, comparte )

Salmo 121.3-8

Ayer aprendimos que Dios es nuestro Protector. El canto de David en el Salmo 121 presenta
también al Señor como nuestro Guardador.

“Ni se dormirá el que te guarda” (Salmo 121.3). Muchos niños pequeños sienten miedo en la
oscuridad. Si se despiertan cuando todos los demás están durmiendo, pueden sentirse solos y
asustados. Nuestro Dios no necesita dormir; Él está siempre alerta y atento a nuestro clamor,
aunque nuestros sentimientos nos digan lo contrario.

“Jehová es tu guardador ... El guardará tu alma” (Salmo 121.5, 7). Cuando los padres tienen que
dejar a sus hijos, escogen a una persona de confianza para que los cuiden; se espera que ésta les
proteja y alimente. ¡Cuánto más dedicado y capaz es nuestro Padre celestial! Además de
preservarnos física y espiritualmente, controla los malos pensamientos, las palabras dañinas y el
proceder incorrecto. Su Espíritu Santo nos advierte del mal, y también nos guía para que
crezcamos conforme a la voluntad de Dios.

“Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” (Salmo 121.8). Dios es
soberano. Él está con nosotros siempre —protegiendo, señalando el camino y enseñando. Nos
acompaña y guía, aun en las tareas pequeñas que parecen insignificantes.

Cuando somos adultos, muchos sentimos tristeza y un poco de temor al dejar la seguridad del
hogar de nuestros padres. Pero nunca nos ausentamos del amor y el cuidado precioso de nuestro
Padre celestial. Dios es nuestro Guardador, y Él cuida de nosotros mejor que cualquier madre o
padre terrenales.

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+Salmo 121.1-3

En el Salmo 121, David habla de la seguridad que él encuentra en el Señor. Hoy y mañana
miraremos con atención varios versículos para entender mejor nuestra seguridad.

“Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová” (Salmo
121.1, 2). Cuando se escribió esto, había ladrones que vivían en las montañas, acechando a
viajeros inocentes que se convertirían en sus víctimas. El trabajo de David como pastor de ovejas
lo llevaba a zonas peligrosas, donde no solamente los ladrones sino también los animales salvajes
constituían una amenaza.

Nuestra vida puede ser como un territorio montañoso. ¿Se pregunta usted qué peligros le acechan
en el futuro? El Señor es nuestro ayudador; únicamente Él puede protegernos. Nuestros seres
queridos pueden dar ayuda hasta cierto punto, pero Dios lo sabe todo, y tiene todo el poder
necesario para socorrernos.
“No dará tu pie al resbaladero” (Salmo 121.3). Dios ha provisto todo lo que necesitamos para
evitar el pecado. El Espíritu Santo nos dirige y nos da poder; la Palabra de Dios alumbra nuestro
camino para que no resbalemos. Pero, a veces, elegimos pecar. El Dios todopoderoso podría
impedir que desobedezcamos, pero Él no interfiere con nuestro libre albedrío. Lo que hace es
sostenernos, dándonos el poder para andar en sus caminos.

Estos primeros versículos se centran en el poder del Señor para protegernos. Ya sea que la fuente
del problema sean otros, las circunstancias externas, o nuestro propio pecado, podemos
encontrarnos en peligro y atemorizados. Afortunadamente, tenemos un Dios que nos protege.

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