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PRIMER

PARCIAL DE INTRODUCCIÓN AL TRABAJO SOCIAL - UNLu

Lessa y Tonet-"La Relación del hombre con la naturaleza: el trabajo"

El único presupuesto del pensamiento de Marx es el hecho de que los hombres, para
poder existir, deben transformar constantemente la naturaleza (el hecho de tener por
presupuesto algo que puede ser verificado en la realidad hace del pensamiento de Marx
una teoría muy distinta de todas las otras corrientes filosóficas que casi siempre
"deducen" o "infieren" sus presupuestos de sus propios fundamentos), sin su
transformación, la reproducción de la sociedad no sería posible. Esa dependencia de la
sociedad con la naturaleza no significa que el mundo de los hombres esté sometido a
las mismas leyes y procesos del mundo natural. La lucha de clases, los sentimientos
humanos, una obra de arte, son algunos ejemplos que demuestran que la vida social es
determinada por otros factores que no son biológicos, sino sociales.
Esta simultánea articulación y diferencia del mundo de los hombres con la naturaleza
tiene como fundamento el trabajo. Por medio del trabajo, los hombres no sólo
construyen materialmente la sociedad, también promueven las bases para construirse
como individuos. A partir del trabajo el ser humano se diferencia de la naturaleza, se
vuelve un auténtico ser social, con leyes de desarrollo histórico completamente
distintas de las leyes que rigen los procesos naturales.
Entre los hombres, la transformación de la naturaleza es un proceso muy diferente de
las acciones de ejemplos de organizaciones parecidas hechas por otras especies, como
pueden ser las abejas y las hormigas. En primer lugar, porque la acción y su resultado
son siempre proyectados en su conciencia antes de ser construidos en la práctica. Es
esa capacidad de idear (crear ideas) antes de objetivar (de construir objetiva o
materialmente) que funda, para Marx, la diferencia del hombre en relación con la
naturaleza, la evolución humana.

(Previa-ideación y objetivación)

Imaginemos que alguien tiene la necesidad de quebrar un coco. Para alcanzar ese
objetivo, hay varias alternativas posibles. Para elegir entre éstas alternativas, debe
imaginar el resultado de cada una, osea que, debe anticipar en la conciencia el
resultado probable de cada alternativa.
Esta anticipación posiblita a las personas elegir aquella alternativa que evalúan como la
mejor. Una vez hecha la elección, el individuo la lleva a la práctica, es decir, objetiva la
alternativa.
Vamos a imaginar que la alternativa elegida para quebrar el coco sea la de construir un
hacha. Al construirla, el individuo transformó la naturaleza, ya que el hacha era algo que
no existía antes. Esto es fundamental, ya que toda objetivación es una transformación
de la realidad.
Toda objetivación produce una nueva situación, ya que la realidad no es más la misma,
y también el individuo no es más el mismo, ya que él aprendió algo con aquella acción.
Según Marx esto significa que al construir el mundo objetivo el individuo también se
construye. Al transformar la naturaleza, los hombres también se transforman, ya que
adquieren siempre nuevos conocimientos y habilidades. Esa nueva situación hace que
surjan nuevas necesidades y nuevas posibilidades para satisfacerlas.
Esas nuevas necesidades y posibilidades impulsan al individuo a nuevas previas-
ideaciones, a nuevos proyectos y a nuevas objetivaciones.

Tres aspectos de este complejo proceso son decisivos para la comprensión del ser
social:

1-La objetivación no significa la desaparición de la naturaleza, sino su transformación en


el sentido deseado por los hombres.

2-La previa ideación es siempre una respuesta, entre otras posibles, a una necesidad
concreta.

3- Como toda objetivación origina una nueva situación, la historia jamás se repite.

EN SÍNTESIS: De la previa ideación a su objetivación: esto es el trabajo.

Astarita-"¿Qué es el Capitalismo?"

(1-Las dos grandes clases sociales)

El sistema capitalista se caracteriza en primer lugar, por el hecho de que los medios de
producción (las fábricas, campos, bancos, comercios, etc.) son propiedad priada de un
grupo social, los capitalistas. Frente a ellos se encuentra la inmensa mayoría de
personas, que no son propietarias de ningún medio para producir. Ésta clase está
compuesta por los obreros, que deben trabajar para los capitalistas por un salario.
Ser obrero o capitalista no es algo que podamos elegir a voluntad, ya que está
determinado por la forma en que está organizada la sociedad. Los que no son
propietarios están obligados a trabajar bajo el mando de los que son propietarios.
A los grupos de personas que se distinguen por la propiedad o no propiedad de los
medios de producción se los llama clases sociales.
Entre estas dos grandes clases sociales existe otra clase, que llamaremos la pequeña
burguesía. Este grupo ocupa una posición intermedia entre la clase obrera y la classe
capitalista, porque por lo general tienen una propiedad, pero no emplean obreros, y
viven de su trabajo.

(2-La explotación 1: ¿qué es el valor?)

¿De dónde viene el precio de las cosas que compramos o vendemos?


Cuando hablamos de precio, nos referimos al valor económico que tiene una mercancía.
¿Qué es lo que le da valor a las cosas? ¿Por qué algunas tienen mucho valor (son caras)
y otras no?
En el siglo pasado (XIX), varios economistas llegaron a la conclusión de que lo que
otorga valor a las mercancías es el trabajo humano empleado para producirlas.
La fuente de valor es el trabajo humano que se invierte en producir, en modificar
materias tomadas de la naturaleza, para crear los bienes de uso que empleamos en
nuestras vidas.
Entonces el valor es una cualidad de los bienes que compramos o vendemos, que tiene
algo así como dos caras: por un lado, es el tiempo de trabajo que se emplea para
producir este bien (la cara oculta del valor). Por otro lado, ese tiempo de trabajo se nos
muestra en el precio, en el dinero que pagamos o que recibimos (la cara visible del
valor). Estamos comprando o vendiendo tiempos de trabajo.

(3-La explotación 2: ¿qué es el plusvalor?)

Conociendo lo que es el valor, podemos saber cómo surge la ganancia del empresario.
Veamos qué sucede cuando el obrero trabaja en una fábrica por un salario.
¿Dónde está la ganancia del dueño de la empresa? ¿De dónde puede salir?
Retomemos el ejemplo, el obrero agregó con su trabajo 50 pesos de valor al hilado.
Pero el dueño de la empresa no le devuelve ese valor que produjo, el valor que creó.
Supongamos que el precio de su reproducción y subsistencia de su grupo familiar sea el
de 25 pesos; el empresario procurará pagarle sólo esos 25 pesos, que representan 5
horas de trabajo. De esta manera, el obrero habrá empleado 5 horas para producir un
valor igual al de su salario y otras 5 horas habrá trabajado gratis, produciendo plusvalía
de 25 pesos, que se los apropia el capitalista.
Siempre existirá ese plusvalor en favor del capital.
Observemos entonces que el capitalista le paga al obrero no de acuerdo al valor que
produjo, sino de acuerdo al valor de los alimentos, de la ropa, de la vivienda, que
necesita para vivir. Por eso Marx dice que el dueño de la empresa le paga al obrero el
valor de su fuerza de trabajo. El valor de la fuerza de trabajo es el valor de la canasta de
bienes que consume el obrero para vivir y reproducirse.
De esta manera el dueño de la empresa dispone de una forma de generar ganancias
sin tener que trabajar. Contrata a capataces y supervisores para esta tarea. A esto le
llamamos explotación, porque el obrero produce más de lo que recibe a cambio.
¿Por qué el capitalista pudo hacer esto? Porque es el dueño de los medios de
producción. Sin herramientas, sin materias primas, sin dinero para mantenerse, el
obrero no puede vivir. Por eso está obligado a vender su fuerza de trabajo al burgués y
a producir plusvalía para éste.

(4-¿Qué es capital?)

El capital es el dinero, los medios de producción y las mercancías que son propiedad
de los empresarios y se utilizan en la extracción de plusvalía.
Cuando el empresario decide invertir su dinero, ese dinero es la forma que toma su
capital; el capital del empresario cambia de forma (ejemplo de inversión en algodón,
telar, edificio de la fábrica, etc.): antes era dinero, ahora se transformó en medios de
producción.
Pero además, nuestro empresario contrata obreros y, por lo tanto, una parte de
nuestro dinero se transforma en trabajo humano que genera plusvalía. Así, otra parte
de su capital que tenía forma de dinero, ahora, mientras trabaja el obrero, se ha
transformado en trabajo, que está creando valor.
Posteriormente, aparece el hilado terminado, que se destinará a la venta. Nuevamente
el capital cambió de forma. Cuando el empresario vende el hilado, habrá obtenido
dinero, es decir, que su capital ha vuelto a la forma de dinero.
El valor se valoriza gracias al trabajo del obrero.
En vista de esto, podemos decir que el capital es valor en movimiento y
transformación: primero aparece bajo la forma de dinero, luego de medios de
producción y trabajo, luego de mercancía, y por último de nuevo como dinero. Capital es
entonces valor que genera más valor sustentado por la explotación de los obreros.
Sólo hay capital cuando se invierte con vistas a obtener una ganancia.

(5-La acumulación de capital)

Una vez que un capitalista inició el proceso de comprar medios de producción y fuerza
de trabajo para producir plusvalor, puede seguir acrecentando su capital.
A partir de la explotación del obrero el capitalista pudo acumular la plusvalía,
acrecentando más y más su capital. Esto se llama acumulación de capital.
Por otra parte, los obreros no pueden acumular. Si los capitalistas se enriquecen cada
vez más, si con ello aumentan sus fuerzas de producción y su riqueza, y si los
trabajadores siguen ganando lo mismo, entonces, en proporción, los trabajadores son
cada vez más pobres.
Podemos decir que los obreros y las masas oprimidas son hoy tan o más pobres que lo
eran hace 100 años.

(6-La lucha entre el capital, el trabajo y el ejército de desocupados)

A medida que ha ido creciendo el número de obreros agrupados bajo el mando de los
capitales, se fueron organizando para luchar por una parte de esa riqueza. Los
sindicatos, los partidos obreros y otras formas de organización surgieron al calor de
este movimiento de los trabajadores. Los obreros pelearon por aumentos del salario,
para que se les pagara mejor el valor de lo único que pueden vender, su fuerza de
trabajo. Esta es una manifestación de la lucha de clases en la sociedad capitalista, unos
por aumentar la explotación, otros por ir en el sentido contrario. Las mejoras de vida de
la clase obrera no fueron el resultado de la bondad de los empresarios, sino con la
lucha de la clase obrera. Los revolucionarios mostramos la raíz de la explotación para
fortalecer la conciencia de clase obrera, para demostrar que la lucha entre el capital y el
trabajo es inevitable y necesaria, y el único camino para acabar con la explotación.
Los empresarior lograron, a lo largo de la historia, mantener a raya los salarios; los
trabajadores nunca pudieron hacer desaparecer la plusvalía con la lucha sindical. ¿Puede
seguirse así hasta acabar con la plusvalía y la explotación?
La experiencia nos muestra que no, que esta lucha económica tiene un límite. Llegado
a un punto los capitalistas aceleran las innovaciones, introducen maquinarias que
reemplazan la mano de obra y despiden obreros.
Así generan más y más desocupados, es decir, se crea un ejército de desocupados, que
es la principal arma que tiene el capital para derrotar las luchas sindicales. La maquinaria
se ha transformado en un arma poderosa contra la clase obrera. La maquinaria bajo el
dominio del capital se convierte en un instrumento para esclavizar más al obrero;
porque crea desocupados, pero también los que conservan el empleo son sometidos a
mayores ritmos de producción y a peores salarios.
Pero existe otra vía por la cual se crea desocupación. Cuando los capitalistas ven que las
ganancias están disminuyendo, comienzan a interrumpir sus inversiones. Por ejemplo,
el empresario en lugar de contratar de nuevo a los obreros, guarda el dinero a la espera
de que mejoren las condiciones para sus negocios. Cuando muchos capitalistas hacen lo
mismo, hablamos de una crisis, y por todos lados aparecen obreros sin trabajo. En estos
períodos se crean enormes masas de desocupados.
El capitalismo crea constantemente una masa de marginados, de pobres absolutos,
que son utilizados como arma de dominación contra la clase obrera.

(7-Hablan los defensores del sistema capitalista)

Estas teorías justifican la desocupación y los bajos salarios, porque de lo que se trata es
de mantener sobre los obreros esa "presión pacífica, silenciosa e incesante" para que
hagan los "esfuerzos más intensos", de manera que siga aumentando la acumulación de
riqueza y el goce de la clase propietaria de los medios de producción.

(8-El racismo, la discriminación, la xenofobia, ayudan al capital)

El capitalismo no sólo ha dominado a través de la desocupación, la amenaza del habre


o de la represión.
El sistema capitalista también ha dominado con las divisiones que se producen entre
los trabajadores a partir de la discriminación. De múltiples maneras en la sociedad se
inculca la idea de que, por ejemplo, los negros son inferiores. Expresiones como "negro
villero" son comunes, y meten la idea de que una persona de piel oscura puede ser
sometida a las peores condiciones de trabajo porque "es un ser inferior".
De la misma manera las mujeres son discriminadas sistemáticamente. Por ejemplo, está
comprobado que una mujer gana un 30% menos de salario que el hombre.
Otro ejemplo es lo que pasa con nuestros hermanos paraguayos, bolivianos, peruanos,
etc. Constantemente en los medios se los presenta como "sucios", "ladrones", incluso
como "no ciudadanos". De esta manera también a ellos se los presiona para que acepten
las peores condiciones de trabajo.
Todo luchador social debería combatir por todos los medios estas formas de
discriminación que dividen al pueblo. Toda división del pueblo sólo favorece el
dominio del capital.

(9-La competencia y la concentración de la riqueza)

Si bien los capitalistas están unidos cuando se trata de mantener la explotación, entre
ellos existe la más feroz competencia. Cada empresario trata de vender más que sus
competidores, sacarle clientes. Para eso, cada uno busca aumentar la explotación de sus
obreros y tecnificarse. Si un capitalista descibre una técnica mejor para producir, procura
que la competencia no la conozca, con la esperanza de bajar los precios y arruinar a los
otros. Los capitalistas que no logran seguir el ritmo de la renovación tecnológica, se
arruinan y son absorvidos por la competencia o van a la quiebra.
Por eso Marx decía que la competencia es como un látigo que obliga a cada
empresario a ir hasta el fondo en la explotación de sus obreros. Por esta razón la
explotación no tiene que ver con la buena o mala voluntad de algunos empresarios
individuales. Por eso no hay que esperar que los capitalistas "comprendan" las
necesidades de los trabajadores y modifiquen voluntariamente sus comportamientos.
Hoy este impulso del sistema capitalista se ve multiplicado por la competencia
internacional. Los capitalistas de todos los países están lanzados a una carrera
desesperada por bajar los costos, por aumentar la explotación. Los empresarios hacen
un chantaje a los trabajadores porque dicen: "si no aceptan todas las condiciones de
trabajo que impongo, voy a invertir en otro país".
Esta lucha entre los capitalistas por aumentar la explotación para sobrevivir es la
razón principal por la cual en el capitalismo existe un impulso permanente a aumentar
la explotación.
En la lucha entre los capitales inevitablemente muchos caen y son "comidos" por los
más fuertes. Un ejemplo es lo que sucedió con la entrada de los hipermercados.
Así los capitales cada vez se concentran en pocas manos. En cada país podemos ver
cómo un puñado de 300 o 400 empresas tiene un peso descomunal en la economía. En
manos de algunas decenas de miles de grandes capitalistas se concentra el poder de
dar trabajo o no a cientos de miles de desposeídos.

(10-¿Qué es el capitalismo hoy?)

El sistema capitalista impulsa a aumentar la explotación. Tengamos entonces una


visión global.
En todos los países se procura que cada producto "contenga el máximo posible de
trabajo impago" y para eso todo capitalista busca acelerar los ritmos de trabajo y reducir
el valor de la fuerza de trabajo. ¿Por qué puede el capital imponer esto?

1- Una razón es la amenaza de mudar planta o de no invertir si la fuerza laboral no


acata las exigencias del capital. Es el chantaje de la llamada huelga de inversiones.
También está la presión de las importaciones. Es que hay empresarios que dicen: "si no
se aceptan estos salarios y condiciones de trabajo, cierro la empresa porque me
conviene importar más barato de otro país".

2- En segundo lugar, por la presión que ejerce el ejército de desocupados. En Argentina


la desocupación sigue siendo muy alta. A esto se suman las corrientes migratorias de
mano de obra. También se agrega la incorporación de la fuerza laboral de mujeres,
niños, inmigrantes y minorías que en su mayoría tiene bajos índices de sindicalización.
De esta manera aparecen formas de explotación que nos retrotraen a las escenas de
Inglaterra en los siglos XVIII y XIX en los orígenes del capitalismo industrial.
En los 90´, luego de la Convención de los Derechos del Niño (1989), el mundo se hizo
conciente de que desde una perspectiva global la situación del trabajo infantil no era
mucho mejor de lo que había sido durante la Revolución Industrial.
Se nos ha venido diciendo que aquellas épocas habían quedado en el pasado, que en
el capitalismo moderno semejantes atrocidades no sucedían. Pero vemos que no es así,
que siguen sucediendo y a una escala mayor, porque ahora se trata del capitalismo en
todo el mundo.

En lo que hace a los procesos de trabajo, a partir de 1988 se extendió el toyotismo.


Con esta forma de organización laboral, la dirección de la empresa fomenta la
competencia entre los trabajadores y debilida la solidaridad sindical; introdice
multiplicidad de tareas; descarga en los obreros una mayor responsabilidad por el
cumplimiento de las tareas, sin compensación salarial y sin darles mayor autoridad;
fomenta el sindicalismo de empresa en detmineto a la unión a nivel rama. El resultado
es el trabajo súper intensivo.

El ataque a las condiciones laborales abarca también a países con fuete tradición
sindical y de izquierda. En algunos lugares la ofensiva del capital comenzó por los
trabajadores inmigrantes, aprovechando al inseguridad jurídica a la que están
sometidos.
Como resultado de estos procesos en la mayoría de los países aumentó la
desigualdad.

(11-Desarrollo cada vez más desigual, carencias y padecimientos sociales)

Una de las teorías que se han planteado muchas veces es que a medida que el
capitalismo se desarrolla y se hace más mundial, los ingresos entre los países tiende a
igualarse. La realidad es otra.

(12-Conclusión)

Peleamos por mejorar en todo lo posible dentro del sistema; necesitamos defender
reformas que hagan más llevadera la vida bajo el sistema capitalista. Pero al mismo
tiempo hay que tener en cuenta que estas mejoras tienen un límite. Como decía Rosa
Luxemburgo "en tanto no se acabe este sistema de explotación, los sindicatos y
trabajadores estarán obligados a recomenzar siempre sus luchas, porque el hambre por
el plusvalor del capital es insaciable". Lo cual plantea la necesidad de tomar conciencia
de que existe un problema de fondo, que es social, y a él tenemos que apuntar.

Lessa y Tonet-"Alienación y Capital"

Los procesos de alienación son muy numerosos en la historia humana y, según Marx y
Lukács, se manifiestan en las más diversas esferas de la praxis social. Hay procesos de
aliencación que inciden directamente en la esfera de la subjetividad y otros que poseen
un carácter más amplio, abarcando al conjunto de la sociedad. Todos ellos poseen en
común el hecho de ser expresiones de la deshumanización social históricamente
creada por los hombres.
Veamos el ejemplo del dinero, una relación social que se desarrolló en el capitalismo y
que es hoy la alienación predominante.
En el pasaje de la sociedad primitiva a las sociedades asiáticas y al esclavismo, el dinero
surgió para facilitar el intercambio entre los hombres. En aquél momento se
consideraba prioritariamente la producción de objetos de consumo (valores de uso) del
propio productos y sólo el excedente era intercambiado.
Con el desarrollo del comercio y de la propiedad privada, esa relación se invirtió. Las
necesidades comerciales se volvieron prioritarias y la producción dejó de estar destinada
a las necesidades de quien producía para responder al lucro comercial.
Ese proceso introdujo nuevas diferenciaciones entre los hombres. Surgieron las clases
sociales y, con ellas, las contradicciones sociales antagónicas. De igual manera, se
impuso en la sociedad una división del trabajo cada vez más intensa, haciendo que las
relaciones mercantiles tuvieran un peso cada vez mayor. Ya es posible percibir, en ese
momento, cómo las relaciones mercantiles asumen una enorme autonomía y una gran
fuerza en la determinación del destino de los individuos.

Con el surgimiento y el desarrollo del capitalismo, esta situación se agravó más


todavía. La esencia de la sociedad burguesa es la acumulación privada de capital y eso
sólo es posible si los hombres viven en una sociedad sumisa a las exigencias del proceso
global de acumulación de capital. El capital, por lo tanto, pasa a ser el referencial
decisivo de todas las esferas de acción de los hombres. En el plano individual, una vida
de éxito es la vida de alguien que acumuló riqueza. En el plao social, los hombres son
reducidos a la fuerza de trabajo, que no es más que una mercadería como cualquier
otra.
El capital asume, en la sociedad capitalista, la dirección de la vida de los hombres.
Ellos actúan y piensan según las necesidades del proceso global de acumulación del
capital, siempre con la esperanza de alcanzar su riqueza personal.
El capital, por lo tanto, es una relación social creada por los hombres y que domina a
toda la sociedad. Ésta se vuelve una sociedad capitalista alienada. La sumisión del ser
humano al capital es un ejemplo típico de los fenómenos que Marx denomina
alienación.

(La esencia de las alienaciones generadas por el capital)

Las alienaciones que surgen por la sumisión del ser humano al capital son muy
variadas. Consumir para demostrar status social es una de las formas más frecuentes de
alienación contemporánea.
Sin embargo, hay una esfera de las alienaciones capitalistas a la cual los revolucionarios
deben prestar especial atención ya que tiene enormes consecuencias políticas.
Recordemos que, para Marx y Lukács, el Estado es un organismo especial de represión
a favor de las clases dominantes. Entre tanto, con el surgimiento de la sociedad
burguesa, ese papel represor del Estado ya no es tan evidente como en el pasado. En la
sociedad capitalista, la explotación del trabajo asume una forma diferente de aquella de
las formaciones sociales asiáticas, esclavistas y feudales. En el capitalismo, el trabajo
termina por convertirse en meradería. En esta sociedad, el valor de una mercadería
corresponde al costo de su producción.
¿Cuál es el costo de producción de un trabajador asalariado? Lo que le cuesta a la
sociedad la reproducción de su fuerza de trabajo. Eso vale tanto para el trabajador del
primer mundo, que puede recibir un salario elevado, como para el trabajador más
miserable de África o de Brasil. En ambos casos, a pesar de la evidente diferencia del
confort de la situación de cada uno de ellos, el ser humano sólo es considerado como
una cosa, una cantidad de fuerza de trabajo. Por eso, el costo de esa fuerza es muy bajo
y su valor (el salario) está siempre muy por debajo de las necesidades del trabajador
como ser humano. El salario expresa cuanto cuesta para el Sistema Capitalista la
reproducción de la fuerza de trabajo, pero no expresa las reales necesidades humanas
de quien esta ejerciendo la función asalariada. Es claro que lo que es necesario varía en
lugares y momentos históricos diferentes y, además es establecido por el mercado y no
por las relaciones individuales.
Pero obsérvese que lo que el salario expresa es real. Según las leyes del mercado
(siempre leyes capitalistas en nuestros días), el valor de la fuerza de trabajo es
exactamente el salario recibido por el trabajador; el trabajador, en la sociedad burguesa,
vale lo que cobra. No hay aquí cualquier robo por parte del capitalista. El patrón paga lo
que compra, de la misma forma que el trabajador paga las mercaderías que compra. Y
las que establecen los precios, inclusive el de la mercadería fuerza de trabajo, son las
famosas "leyes del mercado, y no el
individuo-patrón que contrata al individuo-trabajador.

Por eso, para Marx y Lukács, la alienación (deshumanización) de la relación de las


personificaciones del capital que se expresan en el burgués y en el trabajador no está en
los bajos salarios, "está en el propio hecho de existir salario". La esencia de la
alienación de la sociedad capitalista es que ella trata como mercadería lo que es
humano; y, como la mercadería es una cosa y no es humana, la deshumanización de
ese trato no podría ser mayor. Lo que importa es el lucro de los capitalistas. Si, para eso,
el hambre, la ignorancía, la falta de vivienda, que la humanidad esté al borde de la
catastrofe nuclear, romper el equilibrio ecológico, etc., todo eso será hecho en nombre
del capital y en detrimento de las necesidades humanas.
En ese contexto, las tensiones sociales se vuelven cada día más graves. Las
desigualdades imperantes se hacen más insoportables sabiendo que disponemos de los
recursos para eliminar todas esas deshumanizaciones.

Entre tanto, la sociedad burguesa cuenta con un enorme triunfo para mantener esta
situación, el hecho de que el mercado establezca el valor de su fuerza de trabajo como
mercadería y no los patrones en particular. Esto hace que la relación capital/trabajo no
se caracterice como un robo.
Esta situación social genera la ilusión, en el trabajador, de que él comparte un destino
común con el capitalista. El trabajador, engañado, cree que si la economía crece y la
ganancia del patrón aumenta, el salario va a mejorar y los empleos serán más
numerosos. Eso no pasa de una ilusión. En verdad, la ganancia del burgués siempre
aumenta y el salario permanece igual a lo que siempre fue: el valor de la reproducción
de la fuerza de trabajo como una mercadería y no como expresión productiva de un
individuo humano. Además, cuando la economía se expande, el burgués emplea
teconologías más avanzadas y produce más con menos trabajadores. Por otro lado, con
el aumento de la desocupación, los salarios caen mucho y el trabajador tiene que
someterse a condiciones tan duras de producción que él se vuelve más productivo y, aún
así, recibe un salario más bajo.

Esta ilusión de que capitalistas y trabajadores comparten un destino común, según


Marx y Lukács, tiene mucha influencia en las luchas políticas, ya que es el fundamento
de la ilusión de que el Estado y el Derecho son instituciones sociales que representan
los intereses de toda la sociedad. En verdad, son instituciones que expresan los
intereses históricos de las clases dominantes, entonces, los trabajadores engañados se
proponen objetivar una previa-ideación imposible: construir un Estado y un Derecho
"verdaderamente democráticos", que representen los intereses de la sociedad "en su
conjunto".
Como ya vimos, previas ideaciones que no toman en consideración lo que la realidad es
tienden a conducir a objetivaciones mal sucedidas. En este caso, desconocer que la
sociedad no es homogénea, en la medida en que es una sociedad de clases,
fragmentada por intereses antagónicos. Esto ha llevado a los trabajadores a engañarse
con propuestas políticas irrealizables, que buscan eliminar el carácter de clase del
Estado y del Derecho y a humanizar al capitalismo.

Esa ilusión de que burgueses y trabajadores comparten el mismo destino es el


fundamento de todas las propuestas conservadoras que buscan un "capitalismo más
humano". Tratar la fuerza creativa y productiva de un individuo como una cosa,
ignorando por completo que esa cosa es un ser humano: ¿puede haber mayor
deshumanización?
Y, por más alto que sea el salario, ¿puede dejar de ser la expresión de esa deshumana
reducción del individuo a mercadería? No hay capitalismo humano posible, por la
misma razón de que no hay salario "justo" posible. Tanto uno como otro, según Marx y
Lukács, sólo pueden existir por la sumisión de las necesidades humanas a la acumulación
del capital.
Para los capitalistas es sumamente importante alimentar esa ilusión en los trabajadores
y, para eso, todos los mecanismos son válidos:

-En los medios de comunicación se intenta engañar a los trabajadores y desmoralizar a


los revolucionarios, haciéndolos parecer como bandidos y criminales.

-En las universidades se paga a peso de oro aquellos investigadores que "demuestran"
que la mejor sociedad posible es la capitalista.

-En la política se realizan elecciones para dar la impresión de que todos los "ciudadanos"
dirigen los destinos del país, como si entre esos ciudadanos no existiese el abismo que
hay entre capitalistas y trabajadores.

Se afirma, todo el tiempo, que los gobernantes administran el país en nombre de todos,
y no a favor de las clases dominantes. Y se quiere hacer creer que las miserias de los
trabajadores son "incomodidades" pasajeras e inevitables para que se alcance el
desarrollo de la economía que llevará a todos al paraíso. Como si el capitalismo pudiera
existir sin reproducir las miserias humanas y como si las crisis no formaran parte de su
historia.
Son innumerables las alienaciones; la esencia de todas ellas, según Marx, está en
tratar al se humano como mercadería. Desconsiderando por completo las necesidades
del ser humano, lo que impulsa cotidianamente las previas-ideaciones es sólo el objetivo
de la acumulación privada del capital, tanto en el plano individual, como en el plano
global de la sociedad capitalista.

López y Siede-"Introducción a las categoría de Estado y Política Social en el marco del


desarrollo capitalista"

(Intro)

Este texto tiene por objetivo acercar a los estudiantes de ITS algunas reflexiones y
análisis en relación a las categorías de Estado y Política Social. Ambas son
imprescindibles para la comprensión de los orígenes y desarrollo del Trabajo Social como
profesión en el marco de las relaciones sociales capitalistas, ya que históricamente su
principal empleador ha sido (y es) el Estado y el lugar por excelencia de su inserción
laboral, la ejecución de la Política Social.

Es común que se confunda al Estado con la figura del gobierno y se comprenda


equivocadamente a la política social como "ayuda del Estado" o se la reduzca a los
planes sociales. Estas formas de comprender al Estado y a la Política Social no son más
que expresiones ligadas al sentido común.
El estado organizado de la forma en que lo conocemos hoy, no existió siempre y lo
mismo puede decirse de la política social. El Estado moderno tiene sus orígenes
vinculados a la propia formación del capitalismo y ha redimensionado sus funciones
en los distintos momentos de este modo de producción, como consecuencia de las
diferentes configuraciones que la lucha de clases adquiere en cada momento histórico.

(Capitalismo: introducción a su proceso histórico)

El modo de producción capitalista se consolida en el siglo XVIII y encuentra en la


relación capital/trabajo una particular concretización de las relaciones sociales. Su
principal relación de producción es el trabajo asalariado consagrando, así, el carácter
privado de la apropiación de la riqueza socialmente producida. Los trabajadores crean
un enorme excedente que es apropiado por los dueños de los medios de producción.
Esta relación estructuralmente contradictoria entre las clases se expresa en la
mercantilización de los medios de subsistencia (los bienes materiales necesarios para la
propia reproducción de los hombres pasan a valorizarse como mercancías) y, en
consecuencia, aquellos que no cuentan con los medios de producción están obligados
a vender lo único que les pertenece, su fuerza de trabajo, a cambio de un salario. Este
proceso histórico lleva a que los trabajadores pasen a constituirse en una
"mercadería" intercambiable en el mercado.
Es así que la relación capital/trabajo no sólo organiza la producción, sino que envuelve
y determina todas las esferas de la vida social (el mercado es el gran regulador de la
vida cotidiana y el dinero lo que mide y determina las relaciones entre los hombres).

El modo de producción capitalista tiene como objetivo último la acumulación y


valorización del capital; a lo largo de su desarrollo se fueron instaurando cambios en la
lógica de la organización de la producción (organización del trabajo e incorporación de
nuevas tecnologías) que determinaron cambios y reconfiguraciones en las relaciones
socio-políticas.

En el desarrollo histórico del modo de producción capitalista podemos identificar un


PRIMER MOMENTO que se inicia con la acumulación originaria (la privatización de los
medios de producción) y que va hasta mediados del siglo XVIII: el capitalismo comercial.
Este proceso tiene su génesis en el marco de la crisis de la sociedad feudal, cuando
comienza a extenderse la separación entre el productor (trabajador) y los medios de
producción, así como la transformación de un tipo de vida rural a un tipo de vida cada
vez más urbano. En este contexto, la actividad comercial toma relevancia y el
descubrimiento de nuevas rutas comerciales posibilita la ubicación de nuevos mercados
para los cuales era necesario ampliar la producción de bienes. Se van delineando las dos
clases sociales fundamentales del modo de producción capitalista: burguesía y
proletariado.

Un SEGUNDO MOMENTO se ubica desde mediados del siglo XVIII hasta el último tercio
del siglo XIX: el capitalismo competitivo. En este período la burguesía avanza en la
búsqueda de consolidarse como poder político debiendo para ello enfrentarse con la
nobleza y la Iglesia para eliminar los privilegios de sangre. La expresión histórica más
emblemática de este proceso es la Revolución Francesa en 1789, con sus banderas de
Libertad, Igualdad y Fraternidad.
En términos económicos la expresión más contundente de este período es la
Revolución Industrial y la consolidación de los procesos de urbanización. Estas
transformaciones impactaron en la totalidad de la vida cotidiana de los sujetos.
Dos nuevos lugares pasan a ser determinantes en esta nueva organización social: la
fábrica y la ciudad (la centralidad puesta en la máquina, en detrimento de las
herramientas, determina que el lugar de trabajo es el lugar donde la máquina se
encuentra; los trabajadores deben trasladarse a los alrededores de las fábricas para
poder ofrecer su fuerza de trabajo, se separa el lugar de trabajo y el lugar de vivienda).
Se consagra la creación del mercado mundial, intensificando las relaciones comerciales
entre los países y se internacionaliza la división social y técnica del trabajo en trabajos
especializados que se conectan y relacionan en un proceso de trabajo colectivo que
ensambla la maquinaria productiva global.
EN SÍNTESIS, éste es el período en que la burguesía accede al poder del Estado y lo
limita a garantizar el desarrollo de la economía y el crecimiento de la misma sin
intervenciones directas de éste. El estado representa los intereses del capital y su
función de la de Estado Gendarme para garantizar la libre circulación en el mercado y
reprimir cualquier manifestación contra el orden. Pero, CONTRADICTORIAMENTE, es el
período en que irrumpe la clase trabajadora en el espacio político y público,
demandando mejores condiciones de vida y trabajo. Esto da cuenta de la toma de
conciencia de los trabajadores que buscan en las luchas obreras la representación de sus
propios intereses, dado que las condiciones de sobreexplotación y la ausencia de
protecciones vinculadas al trabajo evidencian las condiciones de deshumanización y
dominación del capital. Como ejemplo tenemos movimientos como el Luddismo (una de
las primeras organizaciones obreras. Entienden que el desarrollo industrial y las
maquinarias que se incorporan en el proceso de producción son las que provocan el
aumento de la desocupación y por lo tanto, su reacción va dirigida a la destrucción de las
máquinas), el Cartismo (entre 1837 y 1848, emerge esta organización obrera. Llamada
así por defender lo que se denominó la Carta del Pueblo; ésta contenía 6 puntos que
pedían por un cambio en el orden establecido) y luego la organización de los sindicatos y
partidos políticos de masas que manifiestan el proceso de consolidación del
movimiento obrero.

El TERCER MOMENTO se extiende desde finales del siglo XIX hasta nuestros días y se lo
denomina capitalismo monopólico.
Las características fundamentales de este período se expresan en el proceso de
monopolización de la economía, las transformaciones en la organización del proceso
productivo, el avance organizativo del movimiento obrero y la reconfiguración del
Estado, que reconoce la necesidad de otro tipo de intervención ante la cuestión social.

El plano económico está determinado por el surgimiento de los monopolios, dando


como resultado una mayor concentración y centralización del capital en menos manos.
También se altera el proceso de trabajo en el pasaje a la producción fordista. Así se
organiza una producción en serie, homogénea y verticalizada, que divide en diferentes
tareas a grupos de trabajadores posibilitando el crecimiento de los ritmos de
producción.
Este proceso de crecimiento industrial provoca en los trabajadores condiciones de
pauperización y aumento de la pobreza, por lo que los reclamos organizados de la clase
trabajadora, durante el siglo XIX, ponen en evidencia las desiguales condiciones de vida
y las fallas que expresa el modo de producción capitalista.
Es en el marco del capitalismo monopólico que la función del Estado se reconficura
pasando de ser un ESTADO GENDARME (sin intervención en lo económico y con
intervención sólo represiva en lo social) a ser un ESTADO INTERVENTOR en cuestiones
económicas y sociales, constituyéndose así en un espacio contradictorio donde la lucha
de clases también se expresa.

Hobsbawm-"La era de la Revolución, 1789-1848"

(Introducción)

Consideremos algunos vocablos que fueron inventados o que adquirieron su


significado moderno en el período que abarca este volumen.
Entre ellos están: Industria, industrial, fábrica, clase media, clase trabajadora,
capitalismo, socialismo, aristocracia, ferrocarril, liberal, conservador, nacionalismo,
científico, ingeniero, proletariado, crisis (económica), periodismo, ideología, huelga, etc.
Imaginar el mundo moderno sin esas palabras es medir la profundidad de la revolución
producida entre 1789 y 1848, que supuso la mayor transformación humana desde los
remotos tiempos. Esta revolución transformó y sigue transformando al mundo entero.
La gran revolución de 1789-1848 fue el triunfo no de la "industria" como tal, sino de la
industria "capitalista"; no de la libertad y de la igualdad en general, sino de la sociedad
"burguesa" y liberal; no de la "economía moderna", sino de las economías y estados en
una región geográfica particular del mundo (parte de Europa y algunas regiones de
Norteamérica), cuyo centro fueron los estados rivales de Gran Bretaña y Francia.
Pero no es irrazonable considerar esta doble revolución, no tanto como algo
perteneciente a la historia de los dos países que fueron sus principales mensajeros y
símbolos, sino como el doble cráter de un anchísimo volcán regional. Ahora bien, que
las simultáneas erupciones ocurrieran en Francia y Gran Bretaña y tuvieran
características ligeramente diferentes no es cosa accidental ni carente de interés.
Es evidente que una transformación tan profunda no puede comprender sin
remontarse en la historia a las décadas que precedieron inmediamente a esta fecha y
que reflejan la crisis de los antíguos regímenes del mundo occidental del norte, que la
doble revolución iba a barrer. Es menester considerar la revolución norteamericana de
1776 como una erupción de significado igual al de la anglo-francesa, o por lo menos
como su más inmediata precursora; hemos de conceder fundamental importancia a las
crisis constitucionales y a los trastornos y agitaciones económicas de 1760-1789.
Aquí sólo necesitamos observar que las fuerzas sociales y económicas, y los
instrumentos políticos e intelectuales de esta transformación, ya estaban preparados en
todo caso en una parte de Europa lo suficientemente para revolucionar al resto.
Nuestro problema es explicar, no la existencia de esos elementos de una nueva
economía y una nueva sociedad, sino su triunfo. También señalar los profundos
cambios que este súbito triufo ocasionó en los países más inmediatamente afectados
por él y en el resto del mundo, que se encontraba de pronto abierto a la invasión de las
nuevas fuerzas, del "burgués conquistador".
La consecuencia más importante para la historia universal de la doble revolución fue
el establecimiento de unos cuantos regímenes occidentales (especialmente por el
británico) sin paralelo en la historia. Ante Occidente, los viejos imperios y civilizaciones
del mundo se derrumbaban y capitulaban. En 1848 nada se oponía a la conquista
occidental de los territorios y el progreso de la empresa capitalista occidental sólo era
cuestión de tiempo.
A pesar de todo ello, la historia de la doble revolución no es simplemente la del
triunfo de la nueva sociedad burguesa. También es la historia de la aparición de las
fuerzas ue un siglo después de 1848 habrían de convertir la expansión en contracción.
Todavía no se podía creer que una vasta revolución mundial contra Occidente pudiera
producirse al mediar el siglo XX. El "espectro del comunismo" ya rondó a Europa en
1848, pero pudo ser exorcizado. Pero si miramos al mundo de la década de 1960, no
caeremos en la tentación de subestimar la fuerza histórica de la ideología socialista
revolucionaria y de la comunista, nacidas de la reacción contra la doble revolución, y que
hacia 1848 encontró su primera formulación clásica. El período histórico iniciado con la
construcción de la primera fábrica del mundo moderno en Gran Bretaña y la
Revolución Francesa de 1789 termina con la construcción de su primera red ferroviaria
y la publicación del Manifiesto Comunista (1848).

(El Trabajador Pobre)

(1)

Tres posibilidades se abrían al pobre que se encontraba al margen de la sociedad


burguesa:

1-Esforzarse en hacerse burgués


2- Desmoralizarse
3-Rebelarse
Lo primero parecía a los hombres críados en las sociedades tradicionales poco mejor
que ma maldad desenfrenada.
De aquí su resistencia incluso a las más racionales proposiciones de la sociedad
burguesa, siempre unidas a la inhumanidad.
Uno de los principales beneficios que se esperaban de la iniciativa privada y la libre
competencia era el de la nueva maquinaria. Pero no sólo se levantaron los luditas,
destructores de máquinas, también los pequeños negociantes y granjeros simpatizaban
con ellos porque consideraban a los innovadores como destructores de la vida de los
hombres. Los granjeros algunas veces dejaban sus máquinas al alcance de los
amotinados para que las destrozasen. Las dudas y vacilaciones con las que empezaban
los nuevos empresarios su histórica tarea de destruir el orden social y moral,
fortalecían las convicciones del hombre pobre.
Claro está que había trabajadores que hacían lo posible por unirse a la clase media.
Claro que, por otra parte, había muchos más que se hundían en la desmoralización. El
alcoholismo en masa expandía una pestilencia de fuertes licores por toda Europa.
Pero, desde luego, los contemporáneos que deploraban la desmoralización de los
nuevos pobres urbanos e industrializados no exageraban. Las ciudades y zonas
industriales crecían rápidamente, sin plan ni supervisión, y los más elementales servicios
de vida de la ciudad no conseguían ponerse a su paso. La consecuencia más patente de
este abandono urbano fue la reaparición de grandes epidemias de enfermedades
contagiosas como el cólera, que reconquistó Europa desde 1831 y barrió el continente
de Marsella a San Petesburgo. El desarrollo urbano en nuestro período fue un gigantesco
proceso de segregación de clases, que empujaba a los nuevos trabajadores pobres a
grandes concentraciones de miseria alejadas de los centros del gobierno y los negocios,
y de las nuevas zonas residenciales de la burguesía. ¿Qué instituciones sociales se
crearon en aquellas nuevas aglomeraciones obreras? Sólo a partir de 1848, cuando las
nuevas epidemias desbordando los suburbios empezaron a matar también a los ricos,
se emprendió una sistemática reconstrucción y mejora urbana.
La bebida no era la única muestra de desmoralización. Infanticidios, prostitución,
suicidios, el desequilibrio mental, han sido relacionados con aquél cataclismo económico
y social. El aumento de la criminalidad como el de violencias eran una especie de
afirmación personal contra las fuerzas que amenazaban con destruir a la humanidad.
Todas estas formas de desviación de la conducta social tenían algo en común entre
ellas, e incidentalmente con la ayuda a uno mismo. Eran intentos para escapar del
destino de ser un pobre hombre trabajador, o al menos para aceptar u olvidar la
pobreza y la humillación. Estos seres individuales, desviaban sus ojos de la condición
colectiva, eran apáticos respecto a la posibilidad de una acción colectiva. Esta apatía de
la masa representó un papel mucho más importante de lo que suele suponerse en la
historia de nuestro período.

(2)

La alternativa de la evasión o la derrota era la rebelión. La situación de los trabajadores


pobres, y especialmente del proletariado industrial que formaba su núcleo, era tal que la
rebelión era casi obligada. Nada más inevitable en la primera mitad del siglo XIX que la
aparición de los movimientos obrero y socialista, así como el desasosiego
revolucionario de las masas. La revolución de 1848 sería su consecuencia directa.
Sin duda, la verdadera pobreza era peor en el campo. Una mala cosecha provocaba
verdaderas hambres.
Pero, de hecho, la miseria que llamaba más la atención era la de las ciudades y zonas
industriales en donde los pobres se extenuaban menos pasivamente y menos
inadvertidamente. No cabe duda de que la situación general de los pobres en las
ciudades era pavorosa. Podemos asegurar que la brecha entre ricos y pobres era cada
vez más ancha y más visible.
Es probable que hubiera un deterioro general en grandes zonas de Europa, es que, no
sólo faltaban instituciones urbanas y servicios sociales correspondientes a la súbita e
inesperada expansión, sino que además el dinero y los jornales tendían a bajar desde
1815, y también la producción y el transporte de los alimentos disminuyeron en muchas
grandes ciudades hasta la época del ferrocarril. El mero cambio de la tradicional dieta
alimenticia del hombre preindustrial por la más austera del industrial y urbanizado, iba a
llevarle a la desnutrición, lo mismo que las condiciones de vida y el trabajo iban a
debilitar su salud.
Además, el cambio en la economía trasladó y desplazó a grandes núcleos de
labradores, casi siempre en su perjuicio. Grandes masas de población permanecían
totalmente al margen de las nuevas industrias o ciudades, como un sustrato permanente
de pobreza y desesperación.
Aparte de estas tormentas generales, algunas catástrofes especiales estallaban sobre
las cabezas de los diferentes géneros de trabajadores humildes. La fase inicial de la
Revolución industrial no impulsó a todos los trabajadores hacia las factorías
mecanizadas. En la década de 1820-1830 el avance poderoso e impersonal de la
máquina y del mercado empezó a dejarlos de lado. En el mejor de los casos, los hombres
independientes se convertían en dependienes, las personas en "manos". En el peor de
los casos, se producían aquellas multitudes de degradados, empobrecidos y
hambrientos. No eran gente ignorante e inexperta; habían sido siempre los más hábiles,
los más educados, es decir, la flor de la clase trabajadora. Materialmente, es probable
que el nuevo proletariado fabril estuviera algo mejor. Claro que no era libre; estaba bajo
el estricto control y la disciplina impuesta por el patrono o sus representantes. Tenían
que trabajar las horas y en las condiciones que se les impusieran. Para el hombre libres,
entrar en la factoría como simple "mano" era entrar en algo poco mejor que la
esclavitud. En la década de 1830-1840 y en parte de la siguiente, puede afirmarse que
incluso la situación material del proletariado industrial tendió a empeorar.
Cualquiera que fuese la situación del trabajador poblre, es inevitable que todo el que
pensara un poco en su situación tendía que advertir que el trabajador era explotado y
empobrecido por el rico, que se hacía más rico mientras el pobre se hacía más pobre. Y
que el pobre sufría porque el rico se beneficiaba. El mecanismo social de la sociedad
burguesa era profundamente cruel, injusto e inhumano. ¿Quién construyó todas las
casas, almacenes y palacios poseídos por los ricos, que nunca trabajaron o produjeron
algo? Los obreros.

(3)

El movimiento obrero proporcionó una respuesta al grito del hombre pobre. No debe
confundirse la mera revulsión colectiva contra la intolerable injusticia que se produjo en
otros momentos de la historia, ni siquiera con la huelga y otras formas de beligerancia.
Lo verdaderamente nuevo en el movimiento obrero de principios del siglo XIX era la
conciencia de clase y la ambición de clase. No era el "pobre" el que se enfrentaba al
"rico". Una clase específica, la clase trabajadora, el proletariado, se enfrentaba a otra,
los capitalistas. La Revolución Francesa dio confianza a esta nueva clase; la Revolución
Industrial imprimió en ella la necesidad de una movilización permanente. Se requería
de la vigilancia continua, la organización y la actividad del "movimiento": sindicatos,
sociedades mutuas y cooperativas, instituciones laborales, periódicos, agitación. El
cambió social incitó a los trabajadores a pensar en los términos de una sociedad
completamente distinta, cooperativa y no competidora, colectivista y no individualista;
sería socialista y representaría una alternativa permanente y practicable al presente
sistema.
En este sentido, la conciencia de la clase trabajadora no existía en 1789, ni siquiera
durante la Revolución Francesa. En los dos países que incorporaron la doble revolución
existía desde luego entre 1815 y 1848. Entretanto, la discusión intelectual en Inglaterra y
Francia dio lugar al concepto y a la palabra "socialismo" en los años 1820. En resumen,
en los primeros años de la década de 1830, ya existían la conciencia de clase proletaria
y las aspiraciones sociales. Casi seguramente era más débil y mucho menos efectiva que
la conciencia de la clase media que los patronos adquirieron y pusieron de manifiesto
por aquellos años. Poero hacía acto de presencia en el mundo.
La conciencia proletaria estaba combinada y reforzada por la conciencia jacobina, o
sea, la serie de aspiraciones, experiencias, métodos y actitudes morales que la
Revolución Francesa (y antes la norteamericana) infundió en los pobres. La Revolución
Francesa hizo subir al movimiento obrero al escenario de la historia como actores más
que como a simples víctimas. Los ciudadanos de pobre apariencia externa paseaban
ahora por donde lo hacían los ricos, llevando la cabeza muy alta. Deseaban respeto,
reconocimiento e igualdad.
Las conciencias proletaria y jacobina se completaban. La experiencia de la clase
trabajadora daba al trabajador pobre las mayores instituciones para su defensa de cada
día: la "unión general" y la sociedad de ayuda mutua, y las mejores armas para la lucha
colectiva: la solidaridad y la huelga. Sin embargo, su alcance era bastante limitado. La
tentativa de utilizar un modelo puramente unionista fracasó y su fracaso ahogó durante
medio siglo a un movimiento proletario y socialista precoz, pero notablemente maduro.
Por el contrario, los métodos de agitación política propios del jacobinismo y del
radicalismo en general, mostraban su flexibilidad y eficacia: campañas políticas por
medio de periódicos y folletos, mitines y manifestaciones, motines e insurrecciones si
eran necesarios.
A su vez, la tradición jacobina sacó fuerzas y una continuidad sin precedentes de la
cohesiva solidadridad y lealtad característias del nuevo proletariado. La solidaridad
inquebrantable era su única arma, sólo con ella podían demostrar su modesto, pero
decisivo haber colectivo. En 1849 los cartistas ocupaban casi la mitad de los escaños del
ayuntamiento.
Bajo la clase trabajadora y la tradición jacobina yace el sustrato de una tradición más
antigua que refuerza a una y otra: la de la protesta pública ocasional de gentes
desesperadas. En 1830 y en 1848, tales movimientos pesaron de manera extraordinaria
en los sucesos políticos, al convertirse de expresiones de descontento en franca
insurrección.

(4)

Por todo ello, el movimiento obrero de aquel período no fue un movimiento


estrictamente "proletario" (de trabajadores industriales o jornaleros). Fue, más bien, un
frente común de todas las fuerzas y tendencias que representaban a los trabajadores
pobres, principalmente a los urbanos. La novedad de la situación después de 1815
estribaba en que el frente común se dirigía cada vez más contra la clase media liberal,
contra los reyes y los aristócratas; y en que lo que le daba unidad era el programa y la
ideología del proletariado, aunque todavía la clase trabajadora industrial apenas existía y
estaba mucho menos madura políticamente que otros grupos de trabajadores pobres.
Todo el que se sentía confuso por el creciente sentimiento general de que en el actual
estado de cosas había una falta de armonía que no podía continuar, se inclinaba al
socialismo como la única crítica intelectualmente válida y alternativa.
La jefatura del nuevo movimiento reflejaba un estado de cosas parecido. Los
trabajadores pobres más activos, militantes y políticamente conscientes, no eran los
nuevos proletarios de las factorías, sino los maestros artífices, los artesanos
independientes, los trabajadores a domicilio a pequeña escala y algunos otros que
trabajaban y vivían como antes de la Revolución Industrial.
El movimiento obrero era una organización de autodefensa, de protesta, de
revolución. Pero pra el trabajador pobre era más que un instrumento de combate: era
también una norma de vida. La burguesía liberal no le ofrecía nada. El movimiento les
exigía una forma de vivir diferente, colectiva, comunal, combativa, idealista y aislada, ya
que, esencialmente, era lucha. Les proporcionaba coherencia y objetivos. El mito liberal
suponía que los sindicatos estaban formados por toscos trabajadores instigados por
agitadores sin conciencia; pero en realidad los trabajadores toscos eran los menos
partidarios de la unión, mientras los más inteligentes y competentes la defendían con
ardor.

(5)

Y, sin embargo, cuando volvemos la vista sobre aquel período, advertimos una gran y
evidente discrepancia entre la fuerza del trabajador pobre temido por los ricos y su
real fuerza organizada. La expresión pública de su protesta era, más bien, un
movimiento que una organización.
Había poca dirección y coordinación. El intento más ambicioso de convertir un
movimiento en una organización (la "unión general" de 1834-1835) fracasó
rápidamente. Lo que mantenía firme el movimiento era el hambre, la desgracia, el odio
y la esperanza. Y lo que lo derrotó, tanto en la Inglaterra cartista como en el continente
revolucionario de 1848, fue que los pobres carecían de la organización y la madurez
capaz de hacer de su rebelión algo más que un momentáneo peligro para el orden
social.

Villeta, Mendoza, Fink, Weber-"La limosna y el consejo. Formas de intervención previas a


la política social"

(Introducción)

Este artículo tiene el objetivo de poder realizar aproximaciones a la configuración


histórica y contemporánea del espacio socio-ocupacional del trabajador/a social. Es con
este objetivo que se abordan las principales estrategias de intervención en el campo
de lo social, que configuraron con anterioridad a la consolidación de las políticas
sociales.
Cabe la aclaración de que la reconstrucción histórica del contexto social, político y
cultural estará limitada al continente europeo.
En este marco, se vuelven centrales los conceptos de caridad y filantropía, ya que las
mismas operaron y operan, con gran influencia, en la comprensión de la realidad social
hacia el interior del colectivo profesional del Trabajo Social. Estas formas de
intervención parten de una naturalización del orden social, no cuestionan las bases
que originan la realidad social y económica desigual, ni la tensión riqueza-pobreza.
Con respecto a la caridad, nos remontaremos a la sociedad feudal, desarrollada entre
los siglos IX y XIII. Para las prácticas filantrópicas se hará referencia a las
transformaciones sociales en los orígenes y desarrollo del capitalismo. Sin embargo, no
se debe considerar dichos períodos como homogéneos y mucho menos creer que la
filantropía guarda una secuencia lineal con la caridad, más bien se identifica que el
origen de cada una se da en momentos diferenciados y han coexistido en el terreno de
abordaje de lo social.
Fue la sociedad feudal el momento de auge de la intervención caritativa, acorde a la
característica teocéntrica propia de ese momento histórico. Hacia el final del siglo XVIII
surgieron las prácticas filantrópicas, enmarcadas por la consolidación de la sociedad
capitalista y sus clases sociales inherentes, siendo la clase burguesa la que llevó adelante
prácticas filantrópicas destinadas a individuos y familias pobres pertenecientes a la clase
trabajadora.
La caridad y la filantropía persisten, actualmente, conviviendo con la intervención
estatal, materializada en políticas sociales.

(La intervención social en el antiguo régimen: La Caridad)

La Caridad se constituyó en una práctica asistencial (hegemónica) hacia los pobres en


la Edad Media, formando parte de las respuestas socio-políticas que se construyeron en
la época como estrategia para enfrentar a los sujetos sin familia.
Para entender y comprender la caridad como práctica asistencial en la Edad Media
hacia los pobres, resulta indispensable identificar algunos de los aspectos centrales del
feudalismo.
Como formación social, el feudalismo se caracterizó por ser una estructura cerrada,
estamental, con predominio del linaje y de los lazos de sangre, sin movilidad social,
con relaciones de dependencia e interdependencia asentadas en territorios
restringidos. Nos interesa señalar que las relaciones sociales en la Sociedad Feudal eran
horizontales y verticales. Las relaciones horizontales estaban dadas por ser su base la
comunidad, formada por familiar del mismo linaje, nucleadas a las exigencias del señorío
que domina el territorio donde se asientan, determinándose de ese modo las relaciones
verticales, donde los individuos quedan sujetos a una red social de intercambios
desiguales que lo posicionan en el lugar de la obligación hacia el Señor Feudal a cambio
de su protección. El modo de pensamiento era el teocéntrico, donde la iglesia actuaba
como Señor Feudal y representaba una de las instituciones básicas sobre las que se
asentaba el orden del feudalismo.
De esta manera, como señala Donzelot, la familia durante este período se conforma
como sujeto y objeto de gobierno, estando sus miembros sujetos al jefe de familiar
quien respondía social y políticamente por la familia, todo el grupo familiar ocupaba un
lugar dependiente de las relaciones de servidumbre. La familia era sujeto por la
distribución interna en la que sus miembros obedecen al jefe de familia, adquiriendo
hacia su interior cierto carácter independiente de su comunidad. No obstante, el jefe de
familia aseguraba la obediencia de sus miembros, de aquí que era objeto perpetuador
del régimen externo, por su rol de dependencia con respecto a distintos "grupos de
pertenencia que podían ser redes de solidaridad, como las corporaciones o las
comunidades aldeanas, o bloques de dependencia, de tipo feudal o religioso".
Así la familia, como pequeña organización política, se veía afectada por el "sistema de
obligaciones, honores, favores y desfavores" y participaba activamente del sistema
feudal. Esta modalidad aseguraba la conservación de cada individuo en su lugar y
condición, en tanto, el Estado Feudal se apoyaba directamente sobre la familia,
utilizando como coerción, por ejemplo, el temor al descrédito público.
Sin embargo, el orden feudal no eliminó la existencia o emergencia de problemas. La
situación que plantean los huérfanos señala la imposibilidad de resolución o asistencia
dentro del orden familiar. Se genera una falla que imposibilita al individuo reproducir su
existencia y asegurarse su protección.
En el orden feudal la existencia de problemas ponía en tensión la regulación de esas
instituciones que conforman la sociabilidad primaria, al ultrapasar las posibilidades de
asistencia por parte de la familia y de la comunidad, debiendo recurrir a la asistencia
dada por grupos o instituciones especializadas.
En el feudalismo los sujetos que no contaban con una familia que respondiera por ellos
o que se encontraban en situación de extrema pobreza se constituían en un problema
para el orden público, ya que no contaban con un responsable socio-político.
Los sin familia eran considerados "anormales" dentro del sistema social y se realizaba
una clasificación de los faltos de representación socio-política y se trataba de definir los
requisitos exigidos a los beneficiarios de las instituciones de caridad y de la misericordia
individual.
Las principales respuestas de asistencia para los sin familia provenía de la Iglesia,
institución que formó parte del Estado Feudal, con un predominio político y económico
que se mantuvo hasta el derrumbe del antiguo régimen. Podemos identificar como sus
principales prácticas caritativas los Hospitales Generales y cárceles para vagabundos, las
Compañías de Caridad organizadas en torno a parroquias para los denominados pobres
vergonzantes y la limosna individual para los mendigos.
Afirmamos al principio, que la caridad cristiana se presenta como una práctica
asistencial hegemónica durante el feudalismo, pero ¿qué se construye cómo caridad?:
La caridad es la virtud cristiana por excelencia y la pobreza se valoriza efectivamente
con la referencia a Cristo y a los modelos de la vida apostólica. Es interesante el análisis
que realiza Castel (1997) respecto de las valorizaciones ambivalentes que subyacen en
los fundamentos de la caridad cristiana: se valora la pobreza elegida, sublimada a lo
espiritual, pero la condición social del pobre genera desde sentimientos vinculados a la
lástima hasta el desprecio y el rechazo: ¿cómo supera esta ambivalencia el
cristianismo? A través de dos modalidades de gestión de la asistencia a la pobreza: la
economía de la salvación y la clasificación de las formas de pobreza.
En la economía de salvación el pobre se constituye en el medio para que el rico ejerza
los valores propios de la caridad cristiana y de ese modo lograr salvarse redimiendo sus
pecados.
Así, se logra un financiamiento de la asistencia a través de limosnas, legados a
instituciones caritativas, en un período histórico donde se creía en la existencia del
infierno. Al mismo tiempo que se dejaban de lado sentimientos de culpa por el modo en
que se enriquecían los integrantes de los estamentos más altos. Se invertía para el más
allá.
En este escenario en que la limosna adquiere un valor de intercambio que permite
eliminar el pecado, el rico obtiene su salvación a través de las actividades de caridad
permitiendo que el pobre también se salvara aceptando su condición de pobre. De
esta manera, también se colabora con el mantenimiento del orden social vigente: se
reconoce la pobreza como necesaria, se justifica y naturaliza su existencia.
La clasificación de las formas de pobreza, discriminaba entre los pobres que merecían
ayuda y los que no. Los "malos pobres" son quellos que se revelaban contra el orden
establecido. Los "pobres dignos" serán aquellos que acepten con resignación su destino
y su consecuente miseria.
En síntesis, la lógica de la caridad será la forma predominante de intervención social
durante el feudalismo, ligada a las características de esta formación social.

(La Filantropía en el marco del Estado Liberal Capitalista)


La filantropía surge ya iniciado el modo de producción capitalista, a finales del siglo
XVIII, destacándose luego, dentro de los filántropos, en el siglo XIX, los llamados
"Reformadores Sociales" y se mantiene durante gran parte del siglo XIX como
intervención preponderante.
El término filantropía designa el amor a los hombres, se trata de una concepción que
se basa en el espíritu de buena voluntad activa hacia los semejantes, sostenido en la
idea de fraternidad humana que toma como principio la moral laica de origen racional.

El surgimiento de éstas prácticas filantrópicas llevadas adelante por la clase burguesa se


da en una sociedad que pasa de sostenerse desde un pensamiento teocéntrico a
adoptar progresivamente características antropocéntricas. Todo ello, como fruto de los
procesos históricos y cambios filosóficos más sobresalientes que impactan en la
sociedad europea, como la Revolución Industrial, el sostenimiento de las ideas
iluministas, la Revolución Francesa, el Proyecto de la Modernidad y la conformación de
la clase obrera, así como el traspaso de una economía de uso a la consolidación de una
economía orientada a la comercialización.
El concepto de hombre libre (libre de los medios de producción, sólo tiene su fuerza de
trabajo para vender) se vuelve el fundamento, tanto de la idea de libertad civil-social,
como de la económica. Con estas transformaciones, la iniciativa privada también se dará
en el campo de intervención en lo social, junto con la constitución de un Estado en su
fase liberal.
Tanto Donzelot como Geremek, coinciden que en este período histórico (siglo XIX)
surgieron interrogantes vinculados a qué hacer con el pauperismo social (existencia de
un gran número de pobres), con la indigencia y cómo disciplinar a la clase trabajadora
en un nuevo contexto en el que las obediencias del Antiguo Régimen han perdido
sustento. La continuidad del uso de la represión resulta inviable y la economía liberal
requiere la puesta en marcha de procedimientos de conservación y formación de la
población. La respuesta será la intervención filantrópica.
Los filántropos critican las prácticas caritativas, porque, según éstos, las mismas
resultan ineficaces, dado que recompensan la pobreza, mantienen e incluso promueven
su proliferación (no la erradican), humilla al que la recibe, reprime más que preserva y
refuerza la mendicidad.
Los filántropos consideran que la limosna es otra trampa, ya que contribuye a que todo
aquel que se resigna a la mendicidad haga de ella un oficio, al mismo tiempo que
complace a los ricos a través de adulaciones.
La filantropía, entonces, se presenta a sí misma como una intervención superadora de
las acciones de caridad.
Resulta interesante el análisis que realiza Donzelot respecto de las diferencias entre la
caridad y la filantropía: la filantropía se distingue de la caridad en la elección de sus
objetos, por ese afán de pragmatismo (conceder primacía al valor práctico de las cosas
sobre cualquier otro valor). El consejo antes que el don, porque no cuesta nada. La
asistencia a los niños antes que a los ancianos, porque a largo plazo eso puede al menos
evitar un gasto futuro.
Pueden resumirse las características principales de esta estrategia en los siguientes
puntos:

- La filantropía incluirá la difusión de técnicas de bienestar social y de gestión de la


población, desde un carácter moralizador, principalmente a través de consejos.

- Los filántropos adjudican a los individuos desfavorecidos la responsabilidad de su


situación de pobreza y entienden que la solución será del orden individual, a través de
la modificación del comportamiento.

-La actividad filantrópica se organiza a una distancia calculada entre las funciones del
Estado liberal y la iniciativa privada. No refuerza la idea de derecho a la asistencia social,
más bien reconfigura una cuestión de derecho en una moralidad económica,
diferenciándola de las decisiones económicas y en consecuencia desincentivando la
participación política en la lucha por el acceso a derechos sociales.

- Genera que las condiciones de pauperismo social que viven vastos sectores sean
invisivilizadas; tiene la necesidad de modificar la moralidad de los individuos dado que
entienden que es allí donde reside el pauperismo y el malestar social.

- La filantropía se plantea como un acto basado en la igualdad: el consejo es dado por


alguien a un otro desde una relación "entre iguales". De esta manera se facilita su
aceptación y permite a los filántropos inculcar las pautas morales legitimando el modo
de vida de la sociedad burguesa, sin mayores resistencias. La perspectiva filantrópica
ejerce una relación de tutela.

- Otro aspecto relevante es que se funda como una práctica pragmática, incluye ayudas
materiales pero siempre para servirse de ellas como medio para su "influencia moral
legítima".

-El fortalecimiento de la autonomía familiar y la reforma del carácter de los sujetos fue
un eje importante durante el siglo XIX. Así se restringe al ámbito familiar la
responsabilidad de su condición de vida, evitando, por un lado, el reclamo de
respuestas al Estado y, por otro, se fomenta la despolitización y se deseconomizan las
causas que originan la emergencia y expansión de la desigualdad social que padecen
vastos sectores sociales, evitando interpelar la estructura social y económica de la
sociedad burguesa.

Existen, según Donzelot, dos polos de acción dentro de la filantropía en sus orígenes.
Un polo denominado Asistencial, que utiliza al Estado como medio formal para
introducir consejos y pautas de comportamiento en las familias de los sectores
trabajadores; entendiendo entonces que la familia debe encargarse de reparar "sus
problemas" (Justificado en que ya no hace falta reclamar derecho alguno a ser asistidos
por el Estado, pero tampoco existen motivos para rechazar nuestros consejos, puesto
que ya no son órdenes).
El otro polo es la estrategia filantrópico es el médico higienista, vinculado al proceso de
urbanización propio del momento histórico. Siempre orientado a la preservación de la
sociedad liberal donde el Estado debe guardar una relación equidistante entre la
intervención directa y la privada.
La filantropía higienista intervendrá a fin de preservar la sociedad liberal a través de
medidas relativas a la higiene pública y privada, a la educación y a la protección de los
individuos y harán de la esfera industrial el punto de aplicación y sostén de una
civilización de las buenas costumbres, de una integración de los ciudadanos.

Asimismo, la moral del ahorro impactaba positivamente en las familias, otorgando


cierta cuota de autonomía a las mismas, es decir, la filantropía acompaña un doble
proceso que se da en torno a la familia en el siglo XIX, por un lado su liberalización y, al
mismo tiempo, la valorizaación de la familia.
Recordemos que para la lógica liberal todos los sujetos pueden competir libremente en
el mercado. Además se diferencia a la realidad social en dimensiones estancas: la
económica, la social y la política, admite la existencia de problemas sociales, pero
encuentra su causa en la falta de adaptación de los sujetos. Aquí aparece, entonces, la
filantropía acompañando el proceso y desarrollo del Estado en su fase liberal.
El Estado en su fase liberal sólo deja la regulación económica en manos del mercado y
su función se centra en asegurar los derechos civiles, configurándose las condiciones
necesarias para la existencia del trabajo libre y asalariado. Serán reconocidos los
derechos políticos sólo de aquellos que puedan aportar con sus impuestos y, respecto a
los derechos sociales, el Estado liberal, entiende que involucrarse en ello constituye una
relación de tutela y de intromisión en la autonomía de los individuos, lo que
supuestamente invalida su libertad.
De este modo, el Estado liberal actúa en dos direcciones para el enfrentamiento de la
cuestión social:

1-por la vía de la fuerza, eliminará y reprimirá las manifestaciones obreras que


demanden por mejores condiciones de vida y de trabajo.

2-deja en manos privadas, con el auxilio de la filantropía o la caridad, la asistencia a


los pobres.

A mediados del siglo XIX, ante una explosión de la pobreza, encontramos a los
denominados Reformadores Sociales. Estos filántropos pregonaban una intervención
social ante el avance de la pauperización social y por tanto, diseñaron variadas
estrategias de asistencia que atendiesen las manifestaciones de la cuestión social,
evitando que los sectores desfavorecidos económicamente cuestionaran el orden
burgués vigente y sirvieran como instrumento desmovilizador de las reivindicaciones
colectivas.

Es importante subrayar que las asociaciones filantrópicas, así como las instituciones
vinculadas a la estrategia caritativa, se constituyeron como parte de los espacios
ocupacionales donde se incorporaron profesionales del Trabajo Social y, del mismo
modo, el pensamiento filantrópico representó el marco referencial para la comprensión
de las manifestaciones de la cuestión social, propiciando la creación de Escuelas de
Trabajo Social.
Por su parte, desde fines del siglo XIX, será el Estado quien comienza a tomar medidas
para atender directamente las manifestaciones de la cuestión social, a través de las
Políticas Sociales, éstas tomarán distintas formas y abordarán problemáticas por áreas
específicas de la realidad social. Las instituciones encargadas de ejecutar dichas políticas
sociales configurarán también, y preponderantemente, el espacio socio-ocupacional de
la profesión en sus orígenes. Se puede afirmar que sólo cuando el Estado comienza a
intervenir en lo social el trabajo social se profesionaliza.
Por lo tanto, la expansión de los derechos políticos y sociales llegará a partir de fines
del siglo XIX, extendiéndose progresivamente en el siglo XX, como parte de la lucha
dada por el movimiento obrero ante el estallido de la "cuestión social".

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