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MATERIA: NUEVO TESTAMENTO

CLASE 3
SEGUNDA GENERACIÓN CRISTIANA
La memoria de Jesús nos rescata en las crisis

Puntos de encuentro

Si en la clase anterior nos ocupamos de la primera generación cristiana (30 al 67


d.C.), aquí nos dedicaremos, a la vida y los escritos de las comunidades del período co-
nocido como sub-apostólico o segunda generación cristiana. Se trata de las personas
convertidas a partir del trabajo pastoral desarrollado por quienes habían sido testigos ocu-
lares de Jesús. En las comunidades de la primera generación, participaban casi exclusi-
vamente individuos que adherían al Evangelio de Jesús de Nazaret. En cambio, en la se-
gunda generación, las iglesias estaban conformadas mayoritariamente por familias. Esta-
mos ante cristianos que habían nacido en familias cristianas.
Para situar el inicio de esta época, optamos por el año 67 d.C., considerada como la
fecha aproximada en que han desaparecido los testigos que convivieron con Jesús. Para
el término de este período, nos inclinamos por el año 97 d.C., cuando ya nos encontramos
en la tercera generación cristiana, el período pos-apostólico, segunda parte de esta ficha.
En la época sub-apostólica, las comunidades comenzaron a vivir un período de cri-
sis. Primero, por causa de la desaparición de la primera generación de discípulos y discí-
pulas. Segundo, como consecuencia de la persecución desplegada por los líderes de las
sinagogas al momento de reorganizar el Judaísmo, después de la destrucción del templo
y de Jerusalén. Por último, a causa de la represión del imperio romano en la época de los
emperadores Vespasiano (69-79 d.C.), Tito (79-81 d.C.) y, especialmente Domiciano (81-
96 d.C.).
Buscando ayudar a las comunidades a sobrevivir ante esta crisis, nacieron los escri-
tos del Segundo Testamento de las épocas sub-apostólica y pos-apostólica. El primer es-
crito de este período fue el evangelio de Marcos, en torno al año 70 d.C. Este evangelio
no pretende presentar discursos de Jesús, sino describir su práctica en defensa y promo-
ción de la vida de los marginados de la sociedad de entonces.
En la clase anterior, dedicada a las primeras comunidades, hemos visto que entre
los líderes más influyentes en las primeras iglesias se encontraban el Discípulo Amado,
los apóstoles Pablo, Pedro y, más cercanos a éste, Juan y Santiago, el hermano del Se-
ñor. Detrás de cada uno de estos apóstoles encontramos una forma peculiar de vivir la fe
en la presencia de Jesús resucitado en la vida de las comunidades de la primera genera-
ción. Nos referimos concretamente a las iglesias del Discípulo Amado, las comunidades
helenistas y las iglesias de Judea. Las comunidades de la segunda y tercera generación

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se comprendieron como herederas de estos grandes misioneros de la era apostólica. Pa-
ra dar autoridad a sus escritos, atribuyeron su autoría a testigos de la primera generación.
El tema de la próxima clase será el período que corresponde a la tercera genera-
ción cristiana. También es conocido como época pos-apostólica que va desde el final del
reinado del emperador Domiciano (97 d.C.) hasta los años 140 d.C. En cuanto a la litera-
tura del Segundo Testamento de este período abordaremos la literatura producida por las
iglesias herederas del Discípulo Amando, como las comunidades de herencia paulina. De
la herencia de las iglesias del Discípulo Amado, veremos el evangelio de Juan, Apocalip-
sis y las tres cartas que se le atribuyen. De la herencia paulina, veremos la Carta a los
Hebreos, las Cartas Pastorales (1Tm, 2Tm y Tt) y, por último, la Segunda Carta de Pedro.

Actividad
 ¿Qué prácticas, ideas, imágenes que formaron parte de la experiencia de fe recibida
fueron transformándose a lo largo de mi biografía creyente?
 ¿Qué novedades aparecieron?
 ¿En qué cosas sentimos que fuimos perdiendo el fuego y el entusiasmo del primer
amor? ¿En qué cosas sentimos que nos “fuimos acomodando” a la lógica dominante?
 ¿Cómo ser discípulo/a de Jesús de Nazaret ante las nuevas situaciones?
Para mantener el fuego del amor encendido …

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Mapeando nuevos territorios

LAS COMUNIDADES DE LA SEGUNDA GENERACIÓN CRISTIANA


La Guerra judaico-romana y las comunidades
El Sanedrín se reúne en Jamnia
El aumento de la persecución imperial y la religión de los césares

 EVANGELIO SEGÚN MARCOS

 HERENCIA DE LAS COMUNIDADES PAULINAS


SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES
EVANGELIO DE LUCAS Y LA CUESTIÓN SINÓPTICA
LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CARTAS A LOS COLOSENSES Y A LOS EFESIOS
PRIMERA CARTA DE PEDRO

 HERENCIA DE LAS COMUNIDADES DE SANTIAGO


EVANGELIO DE MATEO
CARTA DE SANTIAGO
CARTA DE JUDAS

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LAS COMUNIDADES DE LA SEGUNDA GENERACIÓN CRISTIANA

En esta primera parte, luego de situar el primer escrito de la era sub-apostólica, el


Evangelio de Marcos, agruparemos los libros de la segunda generación cristiana de
acuerdo con su pertenencia a una u otra herencia apostólica. Como dejaremos el estudio
de la literatura producida por las comunidades del Discípulo Amado para el próximo capí-
tulo, nos restan especialmente dos grandes bloques de escritos.
El primero está bajo la influencia de las comunidades paulinas. Entre los textos de
herencia de estas iglesias, situamos la Segunda carta a los Tesalonicenses cercana al
año 80 d.C.; Lucas/Hechos por los años 85 - 90 d.C. y Colosenses/Efesios en torno al 95
d.C. Como veremos, aún cuando la Primera carta de Pedro sea atribuida al apóstol, ella
forma parte de la herencia paulina. Situamos su redacción en el 96 d.C.
El segundo bloque de escritos está bajo la influencia de las comunidades fundadas
por los apóstoles, especialmente las de Judea. En ellas, Pedro, Juan y Santiago, el her-
mano del Señor, fueron sus mayores líderes. Son iglesias formadas, en su origen, por
personas judías de nacimiento. Entre los escritos heredados de las iglesias de Santiago,
datamos el Evangelio de Mateo entre los años 85 y 90 d.C. y las cartas de Santiago y de
Judas en torno al 95 d.C.

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La diversidad eclesiológica presente en los escritos del Segundo Testamento nos
ayuda a repensar todo aquello que nos divide, no sólo entre las diferentes confesiones
cristianas, sino también dentro de cada una de ellas. Nos desafía a convivir en el respeto
por las diferencias. Nos impulsa a buscar la unidad en torno a lo esencial, dejándonos
cuestionar permanentemente por la propuesta de fraternidad y vida anunciada por Jesús.
Existe una clara diferencia entre las grandes líneas de las cartas auténticas de Pablo
y los escritos de la época sub-apostólica. Pablo, ante todo, quería ayudar a las comunida-
des a superar sus crisis internas principalmente en lo que se refiere a: relaciones de géne-
ro, clase, culturas, carismas, liderazgo, como también las amenazas de cristianos judai-
zantes. Estas cuestiones están presentes en los escritos de la segunda generación. Pero
encontramos un nuevo dato. Los escritos de la era sub-apostólica y pos-apostólica quie-
ren ayudar a las comunidades a sobrellevar la crisis generada por la muerte de los prime-
ros testigos de Jesús y la persecución de los líderes de las sinagogas y de las autoridades
romanas. Además de estar volcados a cuestiones internas, también están interesados en
el fortalecimiento de la estructura de las comunidades para su supervivencia dentro de un
nuevo momento histórico.
Como eran comunidades pequeñas y débiles, no tuvieron la fuerza suficiente para
resistir la persecución. En buena medida, su lenta institucionalización es consecuencia de
esta fragilidad estructural ante fuerzas opresivas. El patriarcado, que posiblemente nunca
haya sido vencido en su totalidad, poco a poco fue reforzándose, mientras que fue per-
diéndose el proyecto de comunidades de iguales. Además de las cuestiones propias de
identidad de cualquier grupo humano, la persecución romana acentuó este proceso de
jerarquización, patriarcalización, uniformidad y unificación doctrinal. Mientras tanto, recor-
damos que la persecución romana no alcanzó a todas las comunidades con la misma vio-
lencia. Aquellas cuya práctica y estructura eran más democráticas y diferentes al imperio
fueron, por cierto, las más reprimidas. Las comunidades menos conflictivas con las estruc-
turas imperiales, sufrieron menos sobresaltos.

La Guerra judaico-romana y las comunidades

Conviene recordar varios acontecimientos que agitaron la vida de las comunidades


judaicas y cristianas en los años 60 d.C.
Uno de estos acontecimientos fue la persecución de Nerón a los cristianos de Roma
a partir del 64 d.C. Otro, fue la masacre de judíos que se rebelaron en varias regiones del
imperio, sobre todo en Egipto en el 66 d.C. Un tercer hecho a considerar fue la guerra
judaico-romana (66-73 d.C.) que tuvo como punto más crítico la destrucción de Jerusalén
y del santuario. Con la destrucción de la ciudad santa y del Templo, los judíos perdieron
sus principales referencias visibles. Pero no se trataba sólo de algo solamente exterior,
sino que sacudía la esencia misma del Judaísmo.
La principal consecuencia religiosa para la comunidad judaica fue que no podrían
ofrecer culto: el altar y el templo estaban en ruinas. Además, la casta sacerdotal habría
muerto durante la guerra, posiblemente en manos de los zelotas. En consecuencia, el
grupo de los saduceos habrían desaparecido. Ellos habían permanecido del lado de los
romanos durante la guerra. La consecuencia inmediata de esta catástrofe, fue la trans-
formación de Judea en provincia directamente vinculada a Roma.
También las primeras comunidades cristianas de Jerusalén fueron alcanzadas por el
impacto de la guerra. Ellas sólo habrían perdurado unos 40 años. En el 70 d.C., muchos
cristianos habrían muerto en la guerra o huido hacia el norte de Galilea, el sur de Siria o
Transjordania. Es posible que, después de la guerra, algunas comunidades se hayan re-
organizado, pero la iglesia de Jerusalén había perdido totalmente su importancia en el
contexto de las otras iglesias. El Cristianismo perdía desde muy temprano una importante

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referencia. Las comunidades de otras ciudades adquirieron mayor relevancia: Antioquía,
Éfeso y Roma.
Las iglesias ingresaron en una nueva fase. Estamos en la segunda generación, que
abarca desde la guerra judaico-romana hasta el 97 d.C., final del gobierno del emperador
Domiciano. Después de la caída de Jerusalén, la marca más fuerte de este período es la
trágica separación entre cristianos y judíos.

El Sanedrín se reúne en Jamnia


A partir del 70 d.C. la sinagoga pasó a ser el único lugar de culto al Señor para el
Judaísmo. A partir de ahora, la Ley escrita y la tradición oral, que ya tenían una conside-
rable importancia, pasan a ser el único elemento unificador del pueblo judío.
La guerra con Roma no sólo trajo el fin del Templo y de Jerusalén, sino también, el
fin de varios grupos: zelotas, saduceos, los sacerdotes, esenios y muchos de los samari-
tanos.
Con la desaparición de la elite sacerdotal, los fariseos, se convirtieron, desde la
asamblea de Jamnia, en el nuevo canal para mediar entre el imperio y los judíos.
Como el antiguo Sanedrín había sucumbido, los rabinos de orientación farisaica es-
tablecieron uno nuevo en Jamnia, alrededor del año 74 d.C.
Jamnia fue el centro de referencia para reorganizar el Judaísmo. En torno al 80 d.C.
nace el fariseísmo rabínico, el judaísmo sin Templo, que tiene como principal punto de
referencia la Escritura y la tradición oral de los escribas. Los fariseos rearticularon alrede-
dor de la sinagoga, la Palabra y el libro de la Ley.
El judaísmo rabínico, en realidad, da una nueva identidad a los israelitas dispersos
por las grandes ciudades del mundo greco-romano. Ser judío es pertenecer a un pueblo
que vive de acuerdo con las mismas tradiciones, con la misma Ley. La Torah como nor-
ma de vida para las comunidades que se reúnen en las sinagogas del mundo, hasta nues-
tros días.
Jamnia se volvió el lugar de formación de los rabinos, especialistas de la Ley. En
torno al 85 d.C., deciden la expulsión de los judeo-cristianos, también establecen el canon
definitivo de la Biblia hebrea, excluyendo los textos conocidos solamente en griego (Caja
de Herramientas Ficha I). Este nuevo Sanedrín excluyó de las sinagogas a los judíos que
adherían a Jesús como el Mesías. Entre los evangelios, quienes más transparentan este
conflicto son Juan y Mateo.

El aumento de la persecución imperial y la religión de los césares


Tito Flavio Vespasiano (69-79 d.C.), que combatía a los judíos rebelados, es acla-
mado emperador en el 69 d.C. y funda la dinastía de los Flavios, que se extendió hasta el
emperador Domiciano (81-96 d.C.). Vespasiano, refuerza la religión de los césares con el
fin de garantizar la unidad ideológica del imperio. En ella se rendían culto a los emperado-
res muertos.
Domiciano fue uno de los más crueles emperadores de Roma. Se atribuyó títulos
divinos, exigiendo se rindiera culto a su persona. Hacía llamarse Señor y Dios. Sus docu-
mentos oficiales comenzaban con estas palabras: "Nuestro Señor y Dios ordena que se
haga..." La divinización del emperador formaba parte de una estrategia política de domi-
nación.
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Las persecuciones a los cristianos se desencadenaron, principalmente, porque se
negaban a rendirle culto al emperador (Ap 6,9; 7,14; 12,11; 13,15; 20,4). La violencia se
acrecentó cuando Domiciano emitió un decreto contra las comunidades cristianas, consi-
derando ilícita su religión. Sucedió al mismo tiempo que los judeo-cristianos fueron expul-
sados del Judaísmo, a mediados de los años 80 d.C.
En el Segundo Testamento, encontramos reflejos de esta divinización del poder:
1. Las comunidades de Asia Menor, elegidas por Dios, son llamadas a obedecer a
Jesucristo y no a los poderes de este mundo (1 P 1,1-2). Son invitadas a no divinizar al
emperador. 1 P 2,13, anima a considerar al emperador criatura humana y no divina.
2. A medida que aumentaba la divinización del emperador, las comunidades cristia-
nas afirmaban con mayor énfasis que Jesús era el Rey de reyes y Señor de los señores.
El testimonio de fe en boca del incrédulo Tomás, proclama a Jesús como "Señor mío y
Dios mío" (Jn 20,28) en oposición a Domiciano que se presentaba como "Señor y Dios".
3. Ap 13,11-18 desenmascara el culto al emperador divinizado.

Evangelio según Marcos

"Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Me-


sías, Hijo de Dios." (Mc 1,1)

En las primeras décadas del Cristianismo, la


memoria de Jesús de Nazaret estaba aún muy
presente. Casi todos los testigos que convivie-
ron con él estaban presentes y se reunían con
las comunidades. Al igual que Jesús, los prime-
ros cristianos esperaban la inminente irrupción
del Reino (Mc 9,1; 13,26-32; 1 Ts 4,13-5,11).
Por lo tanto, no tenían necesidad de colocar por
escrito la práctica y mensaje de su maestro. Al
estudiar las cartas auténticas de Pablo, se per-
cibe que el apóstol escribe para orientar las
comunidades sobre cuestiones bien puntuales.
No está preocupado de la historia de Jesús de
Nazaret. Está más interesado en el Cristo de la cruz-resurrección, en el Mesías glorioso.
El tiempo fue pasando, y la primera generación, que conviviera junto a Jesús, fue murien-
do o estaba siendo martirizada. Además su retorno no se concretaba. Las iglesias sintie-
ron la necesidad de escribir los evangelios para mantener viva la memoria de Jesús e ilu-
minar la vida de las comunidades en este nuevo contexto.
Los autores de Marcos inauguran un nuevo género literario en la Biblia. Escriben un
evangelio: una narración de la práctica y el mensaje de Jesús incluyendo su pasión, muer-
te y resurrección, organizada como una biografía, presentada como una Buena Noticia.

Fecha, lugar y autores


Este evangelio fue elaborado durante los últimos años de la década del 60 d.C. Su
redacción final se habría concretado inmediatamente después de la destrucción de Jeru-
salén en el 70 d.C. Mc 13 hace referencia a la guerra judaico-romana y a la destrucción
del Templo.
Es incierto el lugar en donde fue escrito. Es probable que haya sido en alguna región
próxima a Galilea: en la frontera este del lago de Genesaret, en la Decápolis o en Ce-

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sarea de Filipo, al norte. Los autores de Marcos tienen como destinatarias a las comuni-
dades cristianas de origen palestinense. Debido a que se mueven en medio de personas
de origen no judaico, dan explicaciones sobre costumbres judías (Mc 7,3-4). En Cesarea
de Filipo, encontramos una gran diversidad étnica; allí Marcos localiza la escena de la
profesión de fe (Mc 8,27-30).
Al igual que sucede con los otros evangelios, los autores de Marcos son anónimos.
Sin embargo, una tradición del siglo 2 d.C. lo atribuyó a Juan Marcos. En su casa de Je-
rusalén se reunía una iglesia doméstica (Hch 12,12-13). Según Col 4,10, era primo de
Bernabé, con quien fue a Antioquía (Hch 12,25). Integró el primer equipo misionero de
Pablo, abandonándolo al poco tiempo (Hch 13,5.13).
Los autores de Marcos fueron personas de liderazgo en las comunidades, varones y
mujeres recogieron las tradiciones orales y algunas colecciones escritas. Por último, una o
más personas hicieron la redacción final, dejando también su propio estilo y marcas.

Fuentes de Marcos
Los autores de Marcos no disponían de mucho material escrito, a no ser de peque-
ñas colecciones y de la tradición oral. Sus fuentes de consulta fueron estas colecciones
que circulaban en las comunidades. Eran recopilaciones sobre la pasión, muerte y resu-
rrección de Jesús, sobre sus parábolas y su actividad sanadora. Además, otra fuente im-
portante fue la tradición oral, que se mantenía viva desde el inicio de los años 40 d.C. Pa-
saron 40 años desde el final de la vida pública de Jesús hasta el momento en que se es-
cribe el primer evangelio.

Objetivos de Marcos
Al igual que los otros evangelios, Marcos describe la vida de Jesús íntimamente li-
gada a la vida de propia comunidad. Debido a esto, entremezcla la práctica y los conflic-
tos de Jesús, con la práctica y los conflictos de las comunidades de los años 60 d.C. Rein-
terpreta en un nuevo contexto la Buena Noticia del Mesías. Es un escrito con un fuerte
compromiso con la militancia en favor del Reino. Esto debe motivarnos a actualizar per-
manentemente el Evangelio en diálogo con los nuevos tiempos.
Los principales objetivos del evangelio de Marcos son dos: mostrarnos quién era Je-
sús de Nazaret para las comunidades e indicarnos que significaba ser discípulo de Jesús
en los días en que este evangelio fue escrito.

Quién es Jesús de Nazaret


Respondiendo a este interrogante, los títulos otorgados a Jesús reflejan el caminar
de las comunidades luego de la experiencia con el Resucitado. Son una confesión de fe
pospascual:
 Mesías, Cristo o Ungido (1,1; 8,29;  Santo de Dios (1,24).
14,61; 15,32).  Profeta (6,4.15; 8,28).
 Señor (1,3; 5,19; 11,3).  Maestro (5,35; 10,17.51; 11,21).
 Hijo de Hombre (2,10.28; 8,31.38;  Pastor (14,27).
9,9.12.31).  Nazareno (1,24; 10,47; 14,67; 16,6)
 Siervo sufriente (8,29-31)
 Hijo de David (10,47-48).
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Desde el comienzo es claro que Jesús es el Hijo de Dios (1,1). Los espíritus impuros lo
reconocen (3,11; 5,7). En el bautismo (1,11) y en la transfiguración (9,7), “la voz desde el
cielo” lo confirma. En Mc 14,61-62, Jesús se comprende como tal ante el el Sumo Sacer-
dote. El libro llega a su punto más alto al colocar en boca del oficial romano la profesión
de fe. Todos deben mirar al Crucificado y concluir: “¡Verdaderamente, este era el Hijo de
Dios!” (15,39).
El único título que Marcos coloca en boca de Jesús es el de Hijo de hombre
(2,10.28; 8,31.38; 9,9.12.31). En el libro de Ezequiel, este título significa ser humano (Ez
2,1.3.6.8). En el libro de Daniel, Hijo de hombre es una referencia al pueblo que fiel a
Dios, recibe el Reino prometido (Dn 7,13-14.18.22.27). Uniendo estos dos significados,
Jesús asume la misión de concretar el Reino, un Reino de vida plena, un proyecto colecti-
vo en medio de la humanidad.
Otro aspecto de la persona de Jesús es que él enseña con autoridad y no como los
escribas (1,21-22.27; 11,17). Tiene el poder de perdonar pecados (2,5-10), curar enfer-
mos (1,32-34), vencer las fuerzas del mal (1,27; 3,27) e, incluso, sobre la naturaleza
(4,41).
Sin embargo, Marcos advierte que se evite la fe en un Jesús triunfalista y todopode-
roso. Una fe que niegue la cruz, asumida a causa de su fidelidad al proyecto del Reino.
Esta podría ser una de las razones por las que se insiste en guardar secreto sobre su po-
der sanador (1,44; 5,43; 7,36; 8,26) y su poder sobre las fuerzas del mal (1,25.34; 3,12).
Además pide a sus discípulos que guarden secreto sobre su identidad mesiánica (8,29-
30). Deben mantener oculta la revelación de Jesús como Hijo Amado del Padre que vino
a cumplir la esperanza anunciada por la Ley, representada en Moisés, y por los profetas,
representados en Elías (9,2-9). Él es el Mesías que asume la cruz, el Siervo sufriente
(8,29-31).
Marcos, más que presentar al Nazareno haciendo grandes discursos, describe es-
pecialmente su práctica liberadora. En el relato de la curación de un paralítico (2,5-10),
podemos observar cómo Jesús liberaba a las personas del poder religioso de su época.
Esta práctica ayuda a las personas a realizar una nueva experiencia de Dios. Los sacer-
dotes y los sacrificios ya no son mediación. En Jesús, el Dios misericordioso ofrece su
perdón gratuitamente, lejos de Jerusalén.
Jesús libera de las enfermedades y de todas las fuerzas que dañan la vida. Estimula
a las personas a liberar sus energías potenciadas por la fuerza divina. Vincula la fe a esta
confianza en la plena comunión con Dios, es decir, nuestra propia capacidad reforzada
con la acción del Espíritu. Capacidad que conduce a las personas a percibir que Dios ac-
túa en Jesús, y a tener coraje de romper cualquier obstáculo para aproximarse a él. Al
curar, Jesús rescata la dignidad de las personas enfermas que eran discriminadas como
pecadoras y castigadas por Dios.
También rescata a otros grupos excluidos: mujeres, leprosos, deficientes y pobres.
Jesús concreta el anuncio del Reino de Dios como Buena Noticia a los pobres, margina-
dos y excluidos, principalmente invitándolos a comer a su lado. Esto debe haberlo hecho
con una relativa frecuencia, pues Marcos nos muestra a Jesús muchas veces en torno a
la mesa, (Mc 1,29-31; 2,15-16; 14,3.17-25; 16,14), hablando del pan (Mc 2,23-26; 8,14-
21), de la comida (Mc 2,18-19; 7,1-23; 8,27-28) y del repartir el pan (Mc 6,30-44; 8,1-9).
De tal forma que hasta se lo apoda glotón y borracho (Mt 11,19; Lc 7,34).

Qué significa ser discípulo y discípula de Jesús de Nazaret


Desde el inicio del evangelio, Jesús aparece invitando al seguimiento, al discipulado
(1,17-20; 2,14). Se trata de varones (1,16.19; 2,14) y mujeres (15,40-41) que lo seguían
desde Galilea, en su camino a Jerusalén. Es justamente en este camino hacia la cruz y la
resurrección, que prepara de cerca a quienes lo siguen, dándoles instrucciones sobre el

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seguimiento. Durante el camino deja claro cuáles son las principales actitudes de los se-
guidores y seguidoras de su proyecto. El bloque en el que se describe este camino hacia
Jerusalén, tiene como moldura dos curaciones. Comienza con la curación del ciego de
Betsaida (8,22-26) y termina con la del ciego Bartimeo de Jericó (10,46-52). En realidad,
está curando la ceguera de sus discípulos.
En la primera escena, el ciego de Betsaida representa a los discípulos que se en-
cuentran en un lento proceso de abrir los ojos, el corazón y la conciencia. A partir de la
enseñanza y la práctica liberadora de Jesús, ven a las personas "como si fueran árboles
que caminan" (8,24b). Sin embargo, con la fe en la presencia de Jesús resucitado, pasan
a ver todo con claridad (8,25b). Pero esta claridad aún no es suficiente si no lleva a un
cambio de mente y corazón. Es insuficiente si no se comprende el mesianismo desde la
cruz y resurrección. Por esto, "lo mandó a su casa" (8,26), a fin de seguir madurando. Es-
te proceso está propuesto en Mc 8,31-10,45, durante el camino a Jerusalén. Podemos
leer este bloque, prestando atención principalmente a los que significa ser seguidor y se-
guidora de la Buena Nueva.
Al leer estos textos, percibimos que sólo se puede ser discípula y discípulo de Jesús
de Nazaret siendo nuevas mujeres y nuevos varones, sólo si se viven nuevas relaciones.
Por esto, la segunda escena, la curación del ciego Bartimeo (10,25-52) representa la ma-
durez en la fe, la claridad en cuanto a las exigencias del seguimiento. Representa la com-
prensión de Jesús como el Mesías Siervo. Teniéndolo claro, es que se está listo para se-
guirlo por el camino (10,52). En tres verbos, Marcos nos entrega una síntesis de lo que es
ser discípula y discípulo del Nazareno: seguir, servir y subir (Mc 15,40-41).
Según Mc 1,1, este texto es apenas el "comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Me-
sías, Hijo de Dios". Al iniciar de esta forma su obra, los autores de Marcos nos están invi-
tando a llevar adelante el anuncio y la vivencia del Reino de Dios en nuestros días.

HERENCIA DE LAS COMUNIDADES PAULINAS

En la segunda generación cristiana, los discípulos de Pablo llevaron adelante el pro-


yecto misionero del apóstol con las debidas adaptaciones. Daban respuesta a las nuevas
preguntas y dificultades que iban apareciendo en el caminar. Con este fin, redactaron va-
rios textos en forma de cartas y uno como evangelio. La primera parte de este evangelio
presenta la vida de Jesús (Lucas) y su segunda parte, la vida de las primeras comunida-
des (Hechos de los Apóstoles). Se trata de una misma obra en dos volúmenes.
Otro objetivo de la escuela paulina fue coleccionar las cartas auténticas de Pablo
que no se habían extraviado. Consiguieron que fuesen integrados a la lista de libros reco-
nocidos por iglesias de otras tradiciones, las comunidades del Discípulo Amado o las de
Pedro y Santiago. Hicieron que el estilo paulino de seguir a Jesús pase a formar parte de
toda la iglesia.
La Segunda carta a los Tesalonicenses es el primer escrito de la escuela paulina du-
rante la era subapostólica. Están también las cartas a los Colosenses y a los Efesios. La
autoría de ambas es atribuida a Pablo, y en el caso de Colosenses, esta es compartida
con Timoteo (Col 1,1). Los dos escritos tienen mucha afinidad entre sí. Incluimos aquí la
Primera carta de Pedro, debido a su semejanza con Colosenses y Efesios. Aun cuando se
atribuya la autoría al apóstol Pedro, sería de herencia paulina.

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SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES

"Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les
rogamos, hermanos, que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen…" (2 Ts 2,1-2a)

Autoría
La carta es atribuida a Pablo, Silvano y Timoteo (1,1; 3,17). Sin embargo, es más
probable que los autores hayan sido sus discípulos. Motivos para esta sospecha:
1. La enseñanza de 2 Ts 2,1-12 se opone a 1 Ts 4,13-5,11.
2. Frases enteras de la Primera carta a los Tesalonicenses son retomadas en la Se-
gunda. Comparemos, por ejemplo, 1 Ts 1,1-3 con 2 Ts 1,1-3. La Segunda habría sido es-
crita varios años después, para completar las enseñanzas sobre los acontecimientos de
los últimos tiempos.

Lugar y Fecha
Pudo haber sido redactada tanto en Asia Menor como en Macedonia, con posteriori-
dad al año 80 d.C.

Contexto
El contexto de la Segunda carta a los Tesalonicenses refleja una situación tardía,
principalmente en lo que se refiere a la expectativa de la parusía. En los años 80 d.C. to-
dos los apóstoles habían muerto y aún no había tenido lugar la vuelta de Jesús. Para
aclarar las dudas sobre esta demora se escribe la segunda carta. Sus autores quieren
ayudar a las comunidades a sobrevivir y mantenerse firmes en la esperanza.

Tema central
La segunda carta fue escrita principalmente para presentar el escenario apocalíptico
de 2,1-12 y responder a los interrogantes de las comunidades sorprendidas porque el Día
del Señor no llegase tan pronto. 2 Ts 2,2 refiere a 1 Ts 4,13-5,11. El autor de la segunda
carta no concuerda con Pablo, redefiniendo el plazo para la venida del Señor.
La carta recomienda que no se espere de brazos cruzados. La fe debe ser activa y
la esperanza no dispensa de la lucha. La segunda carta estimula a la resistencia (2 Ts
2,3). No hay esperanza sin resistencia, como no hay resistencia sin fe en la victoria de la
justicia y la verdad.

EVANGELIO DE LUCAS Y LA CUESTIÓN SINÓPTI-


CA
"Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador,
que es el Mesías, el Señor." (Lc 2,11)

El tiempo pasaba y la segunda Venida del Mesías no


sucedía. Muchas comunidades reelaboraron sus ex-
pectativas. Comenzaron a dar mayor énfasis a la ex-
periencia del Resucitado ya presente, de diversas
formas, en la vida de los fieles y de las iglesias. Lc
24,13-35, es uno de los textos que quiere ayudar a las
comunidades paulinas a percibir y experimentar el
Cristo presente en el compartir fraterno, en la solidari-
dad.
Como vimos, los autores de Marcos poseían en sus
manos pequeñas colecciones escritas. Eran recopila-

10
ciones de parábolas, de curaciones y, sobre todo, la pasión, muerte y resurrección. Ade-
más, conocían la tradición oral sobre Jesús.
Las comunidades ya tenían ante sus ojos el texto de Marcos. Incluso, reprodujeron
buena parte en sus obras, introduciendo modificaciones. Marcos habría sido la fuente
principal que les sirvió de base a la redacción de sus evangelios.
Además de esta fuente, Lucas y Mateo usaron un segundo documento, del que tam-
bién repitieron muchas cosas. Es la llamada fuente Q. Son textos comunes a Mateo y Lu-
cas, ausentes en Marcos. Q, por ser esta la primera letra de la palabra alemana quelle
(fuente). Hasta hoy no se ha encontrado ninguna versión de este documento. A través de
estos evangelios tenemos indicios de la posibilidad de su existencia. Por el uso que Mateo
y Lucas, Q no presentaría los conflictos de Jesús con las autoridades judaicas. Tampoco
el enfrentamiento con el poder romano, dejando de hablar de la cruz-resurrección. Su én-
fasis está en las parábolas y en los pequeños dichos de Jesús.
Al mismo tiempo, cada uno contiene material exclusivo, o sea, narraciones propias y
solamente conocidas en ellos. Como ejemplo, citemos los relatos sobre la infancia de Je-
sús (Mt 1-2; Lc 1-2). No están en Marcos ni en la fuente Q. Igualmente, son totalmente
diferentes entre sí. Cada evangelista elaboró los relatos sobre el Niño a partir de la situa-
ción de sus comunidades y en función de la situación que se vivía entorno a los años 80
d.C.
Podemos percibir las características propias de las comunidades que están por de-
trás de los evangelios de Mateo y de Lucas en este material exclusivo (ME) de cada
evangelio, junto con las modificaciones introducidas sobre las versiones de Marcos y de la
fuente Q.
Podríamos resumir en un esquema lo que acabamos de decir:
Mc Q

ME Lc Mt ME

Podemos ver que los autores de Lucas copiaron, con adaptaciones, alrededor de
430 versículos de Marcos. Sobre todo son los textos respectivos al ministerio de Jesús en
Galilea, Judea y Jerusalén.

Estructura básica de los evangelios sinópticos


Marcos Mateo Lucas
Prefacio y dedicación del 1,1-4
libro
Historias de la infancia 1-2 1,5-2,52
Juan Bautista; bautismo y 1,1-13 3,1-4,11 3,1-4,13
tentaciones de Jesús
Misión de Jesús en Galilea 1,14-6,13 4,12-13,58 4,14-9,50
Actividad itinerante y viaje 6,14-10,52 14,1-20,34 9,51-19,27
hacia Jerusalén
Actividad en Jerusalén, últi- 11,1-15,47 21,1-27,56 19,28-23,56
ma cena y crucifixión

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Resurrección y apariciones 16,1-8 28 24
(16,9-20 se-
ría un agre-
gado)

Fuente Q en Mateo y Lucas


Tanto Mateo, como los autores de Lucas tomaron 230 versículos de la fuente Q. Se
trata, sobre todo, de dichos y sentencias de Jesús, que destacan su cariño, su opción por
los pobres y excluidos. Estas sentencias también lo presentan como el Hijo de Hombre
que vino juzgar a esta generación, anunciando la venida inminente del Reino de Dios.
Apelan a la vigilancia.

Material exclusivo de Lucas


Los versículos restantes, 490 aproximadamente, son material elaborado o reunido
exclusivamente por las comunidades de Lucas. Veamos los principales textos.
Recordemos que los evangelios reflejan la catequesis de las iglesias primitivas. Por
un lado, son parecidos entre sí, debido al hecho de tratar el mismo tema: la vida del Naza-
reno. Por otro lado, tienen diferencias y variaciones porque, también reflejan la vida de las
comunidades donde nacieron y su peculiar comprensión del acontecimiento Jesús.

Autoría del evangelio de Lucas


Este evangelio fue atribuido a Lucas por la tradición posterior (Siglo II). Lucas era
miembro del equipo misionero de Pablo. Juntos, fundaron comunidades en el mundo he-
lenista.
Lucas y Hechos forman una obra en dos tomos. En el libro de Hechos, luego de la
fuerza del Espíritu, Pablo es el personaje más importante. Es el principal responsable de
llevar la Buena Noticia de Jesús hasta los confines de la tierra.
Los autores de Lucas y Hechos son discípulos de Pablo de la segunda generación
cristiana. Además de elaborar una teología centrada en la vida de Jesús (Lucas) y de la
iglesia (Hechos), tienen un interés histórico. Comienzan sus dos libros con una dedicatoria
similar a las que poseen las obras históricas greco-romanas de aquella época (Lc 1,1-4;
Hch 1,1-2). Poseen una elevada comprensión de la cultura griega y no conocieron perso-
nalmente a Jesús. Parecen desconocer la geografía palestina (Lc 4,44). No usan los es-
critos de Pablo; existen muchas divergencias entre las cartas paulinas y el libro de He-
chos de los Apóstoles.

Fecha y lugar
Lucas-Hechos fue redactado a finales de los años 80 d.C. Posible su origen se en-
cuentre en Antioquía o Éfeso, (Hch 11,19-26; 13,1-3; 14,24-15,2; 19-20). Sin embargo,
también podría ser de Grecia. Lucas revela una sociedad altamente estratificada. Tiene
una fuerte preocupación por los pobres y la solidaridad (Lc 1,52-53; 4,18-19; 6,20-26;
12,13-21; 12,33-34; 16,19-31; 19,1-10).

Destinatarios
Sus destinatarios son las comunidades paulinas de la segunda generación, esparci-
das por Grecia, Macedonia y Asia Menor. En los dos volúmenes de la obra de Lucas, es-
tos destinatarios son llamados con el nombre de Teófilo (Lc 1,3; Hch 1,1). Es muy proba-
ble que Teófilo sea una referencia a todos los lectores del evangelio y de Hechos, pues
significa amigo de Dios o amado de Dios. Hoy, somos nosotros ese Teófilo.
Uno de los elementos que nos permiten ver a las comunidades helenistas como sus
destinatarias, es el hecho que Lucas insista en el universalismo de la misión de Jesús.
Lucas insiste en decir que Cristo es luz de las naciones (2,32). Lucas es el único evange-

12
lio que habla del envío de los setenta y dos discípulos (10,1-16). Según la Septuaginta,
son setenta y dos los pueblos citados en Gn 10. La misión de los discípulos es llevar la
Buena Nueva del Reino a todos los pueblos. Ese universalismo se confirma en el libro de
Hechos.
Otro aspecto a considerar es su insistencia en hablar de la ciudad. Lucas hace refe-
rencia a ella cerca de 40 veces (1,26.39; 2,3.4.11.39; 4,29.31.43). Debemos concluir que
los destinatarios son comunidades urbanas, en donde hay ricos y pobres de diversas cul-
turas.

Contenido central
Un tema central en Lucas es presentar a Jesús como el Salvador del mundo
(2,11.30-32; 1,69.71.77; 23,35). Él viene a proclamar el amor universal y la misericordia
de Dios. Su material exclusivo revela, de modo especial, a ese Dios misericordioso que
busca, protege y sale al encuentro de quien se ha perdido o fue excluido (Lc
1,50.54.58.72.78 y 6,36). En otros textos exclusivos de Lucas Jesús presenta a samarita-
nos como modelos de misericordia y gratitud (10,29-37; 17,11-19), a mujeres y publicanos
como ejemplo de oración (18,1-8.9-14). Cura enfermos (13,10-17; 14,1-6) y recibe a pu-
blicanos y pecadores (5,29-32; 7,36-50; 15,1-3.8-32).
Otro tema que traspasa toda la obra de Lucas es la presencia del Espíritu Santo co-
mo fuerza que acompaña, conduce e inspira la misión de Jesús y de la iglesia (Lc
1,15.35.41.67; 2,25-28; 3,16.22; 4,1.14.18-19; 10,21-22; 11,13; 12,10.12 y 24,49). Tam-
bién en Hechos percibimos la fuerte presencia del Espíritu en 1,2.8; 2,1-13.17-18; 4,31;
8,15.29.39; 10,19.44-48; 13,2.
Lucas enfatiza la cuestión del seguimiento. Si Marcos describe la subida a Jerusalén
en dos capítulos (Mc 8,22-10,52), Lucas le dedica diez capítulos al camino del discipulado
(Lc 9,51-19,27). El camino del discípulo es el mismo camino del Maestro.
Por último, conviene mencionar la importancia otorgada a la mesa en este evangelio.
Encontramos a Jesús frecuentemente en casas junto a pecadores, publicanos y fariseos.
Además, encontramos referencias al pan compartido y denuncia de negar el pan a quien
tiene hambre. Jesús rompe con la lógica del Templo y la sustituye por la de la casa. Lo
mismo que rompe con la lógica del altar de sacrificios. Ahora es la mesa el lugar del en-
cuentro. Finalmente, rompe con la lógica de la ofrenda de carnes sobre el altar, sustitu-
yéndola por el vino y el pan compartidos (5,29-32.;7,36-50; 9,10-17;10,38-42;11,37-
54;14,1-6;15,11-32;16,19-3119,1-10; 22,14-20; 22,28-30; 24,13-35; 24,41-43)

LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

"Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.”
(Hch 1,8)

Así como el evangelio se centra en la vida de Jesús, el libro de Hechos de los Após-
toles es una teología del Espíritu que se manifiesta y se torna visible en la vida de la igle-
sia primitiva.
Ya sabemos que no podemos leer el libro de los Hechos al pie de la letra, como si se
tratase de una historiografía. Estamos ante una teología de las iglesias helenistas. El libro
circunscribe el inicio de las comunidades cristianas a los apóstoles y a Jerusalén. Su
perspectiva teológica es mostrar cómo éste es el punto de partida de la Buena Nueva lle-

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vada por Pablo al mundo greco-romano, hasta los confines de la tierra, con la fuerza del
Espíritu (Hch 1,8). Vimos que Hechos no hace ninguna referencia a la evangelización en
Galilea; tan sólo merece una pequeña nota en Hch 9,31. Este dato nos permite levantar
sospechas, sabiendo que el movimiento de Jesús surgió en Galilea y había continuado allí
luego de su muerte.
Como Hechos es el segundo volumen de una única obra, sus autores, destinata-
rios, lugar y datación de redacción son los mismos del primer tomo.
En la ficha anterior ya hemos hablado sobre el contenido del libro de los Hechos, al
estudiar las Comunidades de Jerusalén, las Comunidades helenistas y el Concilio de Je-
rusalén.
El evangelio de Lucas presenta el camino del Mesías, la renovación de la Alianza, la
llegada del Reino y la revelación de la voluntad del Padre. Hechos describe el camino de
la Palabra, anunciada y vivida por la iglesia, llamada a testimoniar a Jesús en el mundo
entero. Las comunidades son guiadas por el Espíritu Santo, continuación de la presencia
de Jesús en medio de sus iglesias. Recordemos cuatro objetivos centrales en Hechos:
1. Quiere ayudar a sus destinatarios a aceptar la comunión de mesa entre las perso-
nas de origen judaico y de otras culturas. Dios no hace acepción de personas (Hch 10,34-
35).
2. Quiere ayudar también a los judíos en conflicto con sus sinagogas a entender que
no fueron ellos los que se apartaron de la tradición de Israel. Valora el Templo (Hch 2,46),
pero lo relativizan (Hch 6,8-7,53). La casa va sustituyendo al santuario.
3. Un tercer objetivo de esta obra es ayudar a los funcionarios del imperio romano a
comprender que también podían participar de las comunidades cristianas. No es incompa-
tible. Consideremos que estamos en un momento en que la persecución del imperio au-
mentaba durante el gobierno de Domiciano (81-96 d.C.). La obra de Lucas quiere presen-
tar, de una manera no tan contundente, el conflicto de Jesús y de las primeras comunida-
des con las autoridades romanas. En este sentido, los autores de Hechos amenizan el
conflicto entre cristianos y el imperio, acusando solamente a las autoridades judaicas co-
mo responsables por la muerte de Jesús (Lc 22,1-6.66-71). De esta manera, exculpan a
los romanos (Lc 23,13-25).
4. Por último, como Lucas-Hechos se dirige a comunidades en donde hay pobres y
ricos, sus autores advierten y exhortan a compartir los bienes. Es más, parecería ser la
condición para que los ricos puedan ser cristianos y participar de la comunidad.

CARTAS A LOS COLOSENSES Y A LOS EFESIOS

"(…) porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza


y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo." (Ef 5,23)

Las epístolas a los Colosenses y a los Efesios son presentadas como cartas. Sin
embargo, tienen la clara intención de desarrollar una determinada comprensión teológica,
una visión de Cristo (cristología) y de la iglesia (eclesiología). Por eso, podemos decir que
son tratados teológico-pastorales. Más que referirse a cuestiones determinadas de comu-
nidades concretas, son circulares escritas para las iglesias de Asia Menor. Realizan una
reflexión sobre el Cristo cósmico (Col 1,15-20 y 2,9-10; Ef 1,10.20-23). Esta comprensión
revela un alto grado de inserción de la mentalidad griega. Cristo es primicia y Señor de la
creación.
Ambas cartas hacen referencia al misterio de Cristo (Col 1,26-27; 2,2; 4,3; Ef 1,9;
3,3-12). Este misterio lo entienden como la reconciliación de Dios con el universo a través
de la cruz-resurrección; es el plan de salvación en Jesús (Col 1,20; Ef 1,7-10). Es la victo-
ria de Cristo sobre todos los poderes opuestos a Dios (Col 2,15; Ef 1,21-22). Es la recon-
ciliación de todos los pueblos entre sí y con Dios, derribando el muro de la separación

14
entre judíos y las otras naciones, de modo que todas las personas accedan a la ciudada-
nía, ofrecida gratuitamente por la nueva justicia de Dios (Ef 2,11-22; Col 1,26-27).

Cristo es cabeza de la iglesia


La carta a los Efesios, profundiza y amplía la de Colosenses, haciendo una reflexión
teológica sobre el misterio de la iglesia (Ef 1,20-23 y 5,21-32).
En las cartas auténticas de Pablo, la iglesia es entendida como cuerpo de Cristo.
Las iglesias cristianas forman un mismo cuerpo en Cristo, siendo miembros unos de otros
(Rm 12,4-5; 1 Co 12,12-30). Pero al mismo tiempo, toda la comunidad conforma el cuerpo
de Cristo (Rm 12,5; 1 Co 12,27). No se destacaba ninguna parte del cuerpo como podría
ser la cabeza. Al comprender así a las comunidades, Pablo desea enfatizar tanto la diver-
sidad como la unidad de quienes las integran.
Esta imagen de la comunidad como cuerpo de Cristo indica una experiencia comuni-
taria que posee variedad de dones, sin jerarquización. No distingue a nadie como cabeza
que dirige a los otros miembros de la iglesia. A diferencia de Pablo, los discípulos de la
siguiente generación no entienden a las comunidades como el cuerpo total del Mesías. No
afirman que todos los miembros de las iglesias forman parte del cuerpo entero de Cristo.
Prefieren destacarlo como la cabeza de la iglesia (Ef 1,22-23; 4,15-16; Col 1,18; 2,19).
Esta imagen de Cristo como cabeza de la iglesia debe ser fruto de la lenta jerarqui-
zación que está instalándose en las comunidades. Dentro de este proceso hacia una es-
tructura cada vez más sólida durante la tercera generación cristiana.

La lenta jerarquización en las comunidades de herencia paulina


La literatura producida por las comunidades de herencia paulina de la segunda ge-
neración cristiana, especialmente Hechos de los Apóstoles, Colosenses y Efesios, nos
revelan una lenta mudanza en la forma de ejercer el liderazgo en las iglesias helenistas.
Estamos en un proceso de jerarquización y de patriarcalización.

La patriarcalización de la iglesia
Uno de los puntos que las dos epístolas tienen en común son las listas de los debe-
res de los miembros de la familia. Son códigos familiares que establecen las obligaciones
de esposas y maridos, de hijos y padres, de esclavos y señores. Detectemos que, parale-
lamente al proceso de una lenta jerarquización de las comunidades, se da también el de
su patriarcalización.
Se trata del proceso gradual en que las iglesias van retomando la forma de vida de
las familias patriarcales, tanto de la cultura greco-romana, como de la judía. Especialmen-
te en la cultura greco-romana, la familia era una representación menor de las relaciones
sociales, en que el poder estaba centralizado en las manos de adultos varones, señores
de esclavos. Este sistema reproduce en cada familia las mismas relaciones, donde cada
segmento tiene bien definido su papel. La posición de los menores, las mujeres y los es-
clavos estaba sometida al padre de familia. De sus decisiones dependen todos los demás
miembros de la casa.
Es posible que ya existiesen relaciones discriminatorias en algunas iglesias durante
la primera generación. Pero no era una realidad mayoritaria. En la segunda generación se
van asumiendo los códigos domésticos patriarcales. Podemos leer 3,18-4,1; Ef 5,21-6,9 y
1 P 2,18s.

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Podemos entender este proceso en dos sentidos. Primero, sabemos que las comu-
nidades cristianas comienzan a llamar la atención de sus vecinos y autoridades, por vivir
relaciones alternativas consecuentes de su fidelidad a la Buena Nueva. Ante esto, las co-
munidades orientan a sus miembros a seguir las normas de comportamiento comunes a
esa sociedad.
Una segunda posibilidad es que, a la medida que crecía el número de personas de
cultura greco-romana en las comunidades se iba incorporando su mentalidad y forma de
relacionamiento, reproduciendo, con sus adaptaciones, las formas jerárquicas de relacio-
narse.
Los códigos familiares leídos en Colosenses y Efesios, son una adaptación de textos
patriarcales y clasistas existentes en la literatura griega.
Ante el hecho de la expansión de las comunidades en el imperio romano y ante la
cada vez más penetrante mentalidad patriarcal, la segunda generación cristiana estaba
ante un serio problema ¿Cómo ser fiel a la Buena Noticia de la igualdad anunciada y vivi-
da por Jesús, dentro de una estructura que esclaviza y discrimina a mujeres y niños?
Sin embargo, introdujeron una novedad dentro de los códigos domésticos patriarca-
les. Además de mantener los derechos de los padres de familia sobre esposas, hijos y
esclavos, agregan algunos deberes. No eliminaron su poder, pero suavizaron la opresión
de la familia tradicional. Estos deberes introducidos no constaban en la literatura griega.
Entendamos que, si fue necesario establecer estas orientaciones de sumisión y
obediencia, es porque encontramos mujeres y esclavos intentando concretar un nuevo
tipo de relaciones. Relaciones alternativas a los patrones de la cultura dominante.
Otro aspecto a considerar en las cartas a los Colosenses y Efesios, es la relación de
las mujeres solamente con la familia. Pablo se remitía a ellas dentro del contexto comuni-
tario, donde ejercían la misión de apóstolas, discípulas, diaconisas y predicadoras. El he-
cho que, en la segunda generación, ya no se hable más de este espacio, puede significar
que estos roles estaban siendo cuestionados y las mujeres, poco a poco, iban siendo ex-
cluidas.
En esta segunda generación, no se hablará de la emancipación de esclavos, como
defendía Pablo. En este momento, la presencia de esclavos parece común. Se acepta
una sociedad según los moldes establecidos por la cultura greco-romana. Apenas se sua-
viza el poder del padre de familia. Para tornarlo más tolerable, sugiere que los esclavos
imaginen estar sirviendo a Cristo (Col 3,22-25; Ef 6,5-8). De cualquier manera, continua-
ban esclavos. Es verdad que consideraban injusto el sufrimiento infringido por las manos
de sus señores (1 P 2,19). Pero para amenizarlo, se recomendaba que recordasen los
sufrimientos de Cristo (1 P 2,21-25). Muchas veces la teología del sufrimiento de Jesús,
contribuyen a la resignación ante la opresión.
Debemos recordar, al mismo tiempo, el gran crecimiento de las iglesias cristianas en
esta época a pesar que las persecuciones romanas amenazan la vida de sus miembros.
Esto nos hace pensar que la diferencia con la vida en el imperio no fuese menor. Existía
algo que atraía a las mujeres y esclavos hacia las iglesias. Era la mesa compartida y la
experiencia de ser sujetos libres, dignos, con igual valor al de los otros miembros de la
comunidad.
Con esta reflexión, decimos una vez más que existe un criterio básico para la inter-
pretación de las Escrituras bajo la óptica cristiana. Ese criterio consiste en jamás perder
de vista la Buena Noticia de Jesús de Nazaret. Su mensaje y su práctica liberadora son la
medida para releer cualquier otro texto.

16
Carta a los Colosenses

Lugar y fecha
Probablemente la carta a los Colosenses fue escrita en Éfeso, alrededor del año 95
d.C., con anterioridad a la carta a los Efesios, que depende de ésta.

Carta a los Efesios

Lugar y Fecha
Probablemente su composición se haya dado en Éfeso por el año 95 d.C., con pos-
terioridad a la carta a los Colosenses.

PRIMERA CARTA DE PEDRO

“Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo
padecen los mismos sufrimientos que ustedes” (1 P 5,9)

Autoría
Al escribirse la carta, Pedro ya estaba muerto. La misma deja entrever que no es su
autor, al no asociarlo al Jesús histórico. Además está escrita en un griego culto, mientras
que Pedro era galileo y, por cierto, no era versado en esta lengua. Se suma que el escrito
se dirige a comunidades cristianas de Asia Menor, conformadas por personas que venían
de otras religiones y no del Judaísmo (1,1.14.18; 2,9-10; 4,3-4). La carta trae fuertes tra-
zos de la teología de Pablo. Sus autores habrían sido discípulos suyos.

Lugar y Fecha
Al concluir la carta, los mismos autores dicen que la están escribiendo desde Babilo-
nia. Consideremos que a partir de los años 90 d.C., fue Roma quien pasó a ser llamada
de esta forma por las comunidades cristianas perseguidas (5,13). Coincide con los auto-
res del Apocalipsis, que con ese nombre hacen referencia a Roma (Ap 14,8; 16,19; 17,5;
18,2s). La carta debe estar compuesta alrededor del 95 o 96 d.C., durante los últimos
años de la dominación de Domiciano.

Contexto
Las comunidades destinatarias de la carta las podemos ubicar al norte y al oeste de
Asia Menor (1,1). Estaban formadas en su mayoría por extranjeros; se los consideraba
forasteros (2,11). Pertenecían a una categoría social sin derechos civiles ni políticos: per-
sonas no ciudadanas, sin amparo jurídico. Por esta razón, no podían votar, casarse, tener
propiedades ni recibir herencia. Eran inmigrantes (1,1; 2,11).
Se trata de comunidades muy perseguidas, tanto por la represión del imperio, como
por los vecinos no cristianos (1,6; 2,12.16.18-25; 3,14-15; 4,4.12-19; 5,9-11). Sufrían las
calumnias, sospechas, desprecio, marginación y oposición por ser seguidores de Jesús.
Son acusados de subversivos, por su modo alternativo de relacionarse.

Tema central
Ante las dificultades de estas comunidades, la carta quiere dar razones para la fe y
la esperanza, bajo la forma de una catequesis bautismal (3,15). Quiere transmitir coraje y
consuelo ante la persecución (5,9). Recuerda la gracia del bautismo (3,21) y la esperanza

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en la manifestación del Mesías (5,4). Quiere ser un estímulo en la resistencia. Alienta para
soportar el sufrimiento y las persecuciones impuestas por el imperio. También motiva a
resistir la hostilidad de sus vecinos (2,11-12; 3,16). Recuerda el sufrimiento que puede
acarrear la lucha por la justicia. Al leer 2,20; 3,13-17 y 4,12-19, percibimos que la perse-
cución encuentra un sentido nuevo por causa de Jesús, del proyecto de Dios y de la prác-
tica del bien. En 2,18-19 queda claro que no es justo el sufrimiento de los esclavos. Y re-
comiendan resistir en el sufrimiento, pues Cristo sufrió injustamente (2,20-25). La esclavi-
tud no forma parte del plan de Dios (3,13-17; 4,3-4.12-19; 5,9-11).
En cuanto a los códigos familiares (2,18-3,7) son similares a Colosenses y Efesios.
Si bien, como en Rm 13,1-7, la Primera carta de Pedro llaman a las comunidades a
respetar la autoridad civil, 1 P 2,13-17 deslegitima la divinización del emperador. Es hu-
mano, no divino (2,13). Su función como autoridad es promover el bien y castigar a los
que hacen el mal (2,14). Los cristianos son invitados a temer sólo a Dios y no honrar so-
lamente al rey, sino a todos por igual (2,17).

HERENCIA DE LAS COMUNIDADES DE SANTIAGO

Bajo el nombre de comunidades de Santiago, nos referirnos a aquellas iglesias que


fundadas o atribuidas a los apóstoles, como el caso de Pedro. Uno de los líderes impor-
tantes fue Santiago, hermano del Señor (Ga 1,18-19; 2,9; Hch 15,6-21). A diferencia de
las comunidades de herencia paulina, estas iglesias estaban conformadas por personas
que en su mayoría provenían del Judaísmo. En ellas, la tradición judaica ocupaba un lu-
gar central, estando muy ligadas a la observancia de la Ley.
Clasificamos como herederos de las iglesias de Santiago al Evangelio de Mateo, la
carta de Santiago y la carta de Judas. Tanto Santiago como Judas además, eran conoci-
dos como familiares de Jesús (Mc 6,3).

EVANGELIO DE MATEO

"En cuanto a ustedes, no se hagan llamar ‘maestro’,


porque no tienen
más que un maestro, y todos ustedes son hermanos.”
(Mt 23,8)

El evangelio de Mateo fue escrito a finales de los


años 80 d.C. Lo gestan comunidades que vivían en
Palestina, tal vez en Galilea, en una región donde
predominaban las iglesias conformadas por perso-
nas de origen judaico. La primera generación de cris-
tianos pertenecientes a estas comunidades que da-
rán origen al texto de Mateo vivieron inicialmente en
Judea. Se perciben como herederas de Pedro. Es el
de Mateo quien da mayor importancia a la figura de
Pedro. Por ejemplo, veamos cómo se lo destaca en Mt 16,17-19. Al copiar de Marcos la
profesión de fe de Pedro (Mc 8,27-30), Mateo agregó los versículos 17-19.
Con la guerra judaico-romana, muchos miembros de estas comunidades emigraron hacia
Galilea, Siria u otros lugares. Esta migración se intensificó con la persecución de parte de
los líderes de las sinagogas durante los años 80 y 90 d.C. El conflicto de los judeocristia-
nos con las sinagogas podría ser la razón por la que Mateo insiste en que los mayores
adversarios de Jesús fueron los fariseos. Entre los evangelios, es él quien más cita el
término fariseo, unas 30 veces.

18
Mateo también refleja la tensión entre los cristianos venidos del Judaísmo y los que pro-
venían de otras culturas. Esto se percibe en su insistencia por observar la Ley (5,17-48).
Debemos entender que este evangelio está polemizando especialmente, con las comuni-
dades de herencia paulina.

Autores y fuentes
Sus autores deben haber sido escribas judeocristianos. En Mt 13,52, observamos la
conversión de escribas a la Buena Noticia de Jesús, que sacan de las Escrituras aquello
que se debe aprovechar (lo viejo), añadiéndole la novedad del Nazareno (lo nuevo). En Mt
23,34 podemos encontrar el nombre escriba referido a los cristianos.
A mediados del siglo 2 d.C., los padres de la iglesia atribuyeron a Mateo (Mt 9,9;
10,3) la autoría de este evangelio.
Los autores de este evangelio pertenecen a una escuela de rabinos cristianos, el
texto que usaron para realizar las transcripciones corresponde a la versión griega, llama-
da Septuaginta. Paralelamente y en oposición al intento de Jamnia, también los rabinos
cristianos, que lideran las comunidades que están por detrás de Mateo, aspiran a recons-
truir la tradición de Israel. Parten de la fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios. El evan-
gelio que elaboran busca darle identidad a este nuevo Israel que son las comunidades
cristianas, hegemónicamente de origen judaico. Mateo es fruto de este conflicto con el
fariseísmo rabínico. En cuanto a sus fuentes, además de la Septuaginta, recordemos que
los autores de Mateo usan a Marcos como texto base, al igual que lo hecho por Lucas.
Recodemos que los rabinos mateanos transcribieron alrededor de 510 versículos de Mar-
cos, que representa más del 75% de aquel evangelio. Mateo supera a Lucas en los ver-
sículos contenidos de Marcos. Lucas tiene mayor cantidad de material exclusivo. También
los autores de Mateo usaron la fuente Q, insertando 230 versículos en su obra. Hay que
sumarle material propio de las tradiciones que circulaban en sus comunidades. Estos
elementos exclusivos totalizan unos 330 versículos.

Destinatarios
Sus destinatarios son las comunidades judeocristianas nacidas en Palestina y es-
parcidas por Galilea y Siria. Se diseminan por estas regiones luego de la destrucción de
Jerusalén en el 70 d.C. y de la expulsión de las sinagogas a partir de los años 80 d.C.
Leamos algunos de los textos que son fruto de la memoria, aún muy viva, del sufrimiento
de estos judeocristianos: 6,1-6.16-18; 10,17-18.21; 13,10-16; 16,1-12; 21,33-46; 22,1-14;
23,1-39. Las comunidades de Mateo están formadas por personas sin tierra (5,1-5), des-
empleadas (20,1-16), migrantes (2,13-23; 4,13-16.24-25; 19,1), perseguidas (5,10-12;
23,13-32) y pobres (11,25-26; 6,25-34; 15,32; 25,31-46).

Tema central
Encontramos varios títulos cristológicos en Mateo: Mesías (1,1.16.17); Hijo de Dios
(3,17; 14,33; 16,16; 27,54); Emanuel (1,23); Rey (2,2; 21,5; 27,11.37); Hijo de David (1,1;
12,23; 21,15); Hijo de Hombre (8,20; 9,6; 10,23) y Siervo de Dios (8,16-17; 12,18). Mateo
desea presentar a Jesús como el Maestro de Justicia. Él es el único maestro (9,11; 17,24;
19,16; 23,8; 26,18) que vino a cumplir "todo lo que es justo" (3,15).
Mateo es el Evangelio que insiste en la practica de la justicia y en el cumplimento de
la voluntad de Dios: 5,6: En la bienaventuranza "Felices los que tiene hambre...", que Lu-
cas y Mateo transcriben de la fuente Q, Mateo agrega "y sed de justicia". Comparémoslo
con Lc 6,21. Mt 5,10: Es material exclusivo de Mateo la bienaventuranza "Felices los que

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son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cie-
los".
Como Maestro de Justicia, presenta Jesús pronunciando grandes discursos, que ve-
remos al hablar de la estructura del evangelio. Su enseñanza tiene autoridad (7,28-29),
propone modificar la Ley (5,21-48).
Otros aspectos centrales del evangelio de Mateo. Lo presenta anunciando la Buena
Nueva a todos los pueblos, valorando, de modo especial la tradición de Israel y enfatizan-
do la presencia de Dios en medio nuestro. En primer lugar, conviene destacar que uno de
los objetivos de Mateo es dejar claro que el Evangelio es para todos los pueblos, pero el
centro de esta universalidad es el Judaísmo. Los otros pueblos "vendrán de Oriente y Oc-
cidente, y se sentarán a la mesa de con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cie-
los" (Mt 8,11). Las iglesias mateanas están abiertas a otras culturas, mientras asuman la
tradición judaica..
Mateo comienza incluyendo a Jesús dentro de una genealogía ligada a Israel (Mt
1,1-17). Continúa presentándolo como el nuevo Moisés. Al igual que el líder del Éxodo, se
salva de la masacre de niños (2,1-12); va a Egipto (Mt 2,15); proclama solemnemente la
Ley en la montaña (Mt 5) y pronuncia cinco discursos que nos evocan los cinco libros de
la Ley, el Pentateuco (Mt 5-7; 10; 13; 18; 24-25). Como nuevo Moisés, corrige y perfec-
ciona la Ley (Mt 5,17-47). Al destacar a Doce entre sus muchos discípulos, simbólicamen-
te Jesús estaba formando el nuevo pueblo de Israel.
Finalmente, los autores de este evangelio de presentan a Jesús como el Emanuel.
Del mismo modo que en casos anteriores, este tema atraviesa todo el evangelio. Desde el
inicio, se afirma con todas las letras que el niño por nacer es el Emanuel, "Dios está con
nosotros." (Mt 1,23). Su práctica va revelando que es el Mesías esperado y que su Reino
ya está con nosotros (Mt 11,2-6). Al presentar a Pedro confesando "Tu eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16), la comunidad de Mateo lo está reconociendo como Ema-
nuel. Por último, en el envío, están en boca de Jesús: "Y yo estoy con ustedes hasta el fin
del mundo" (Mt 28,20).

Eclesiología en Mateo
El evangelio de Mateo destaca la cuestión eclesiológica, enfatizando las relaciones
de la comunidad. Es el único evangelio que cita la palabra griega ekklesia (iglesia), que
quiere decir asamblea, comunidad (16,18; 18,17). En Mateo, ekklesia se refiere preferen-
cialmente a las comunidades locales. El capítulo 18 es el punto alto de esta eclesiología.
Más de la mitad del capítulo es material exclusivo de Mateo.
Mateo insiste en la vivencia fraterna (5-7; 18). La palabra hermano aparece cerca de
40 veces. La reconciliación (5,23-24; 6,12-15; 18,15-18.21-35) y la solidaridad (5,7; 9,13;
12,7; 23,23; 25,31-46) son fundamentales para entender las nuevas relaciones entre mu-
jeres y varones en la comunidad.

Estructura
Los autores de Mateo organizan la enseñanza del Maestro de Justicia en cinco
grandes discursos. Cada uno de ellos termina con la fórmula "cuando Jesús terminó de
decir estas palabras" (7,28; 11,1; 13,53; 19,1; 26,1). En cada uno de estos discursos, Je-
sús presenta sucesivamente, cuestiones relacionadas al Reino. Cada discurso viene pre-
cedido por una parte narrativa. De esta forma, juntando las narraciones sobre el actuar del
Maestro con las partes discursivas, los autores buscaban organizar la obra en cinco libros,
tal como los cinco libros de la Ley de Moisés.

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CARTA DE SANTIAGO
"Pongan en práctica Palabra y no se contenten sólo con oírla,
de manera que se engañen a ustedes mismos." (St 1,22)

Autoría
Debe tratarse de un autor judeocristiano, con un profundo conocimiento de las Escri-
turas judaicas. Es posible que haya sido un cristiano de las comunidades de Jerusalén del
70 d.C. Podemos percibir que la Carta de Santiago tuvo su cuna en comunidades simila-
res a las del evangelio de Mateo. Existen muchas semejanzas entre ambos textos, espe-
cialmente con el Sermón de la Montaña (Mt 5-7).
Llama la atención que Santiago mencione a Jesús solamente dos veces (St 1,1;
2,1). Fuera de esto, no nos quedan otras referencias explícitamente cristianas. Se trataría
de una colección de sentencias. Se aproxima al género literario de los libros sapienciales,
de la fuente Q y del evangelio apócrifo de Tomás.

Lugar y Fecha
Al ver que el texto de Santiago se destina a comunidades profundamente enraizadas
en el Judaísmo, la carta debe haber sido escrita en algún lugar de Palestina o más proba-
blemente en Siria. La carta fue escrita en torno al año 95 d.C. Por su insistencia en la pa-
ciencia, resistencia y perseverancia (St 5,7-11) nos encontramos en una época tardía, en
la que no se espera de modo eminente, la venida de Jesús.

Tema central
Tanto Mateo como Santiago están polemizando con las iglesias de herencia paulina,
especialmente en lo referido a la observancia de la Ley. Comparemos, Ga 2,15-21 con St
2,14-26 y Rm 7,6 con Mt 5,17-19.
Una frase de Santiago trajo mucha polémica en la historia del cristianismo: "está
muerta la fe sin las obras" (St 2,26). Se encuentra debatiendo con las comunidades hele-
nistas. Santiago defiende un cristianismo a partir de obras que concreten la observancia
de la Ley. Santiago insiste en la práctica. Entre otras obras, recomienda que no se deje de
dar de comer al hambriento y de vestir a quien está desnudo (St 2,15-16). En esto encon-
tramos semejanzas con Mt 25,35-36.
Resulta interesante comparar Rm 4,1-25 y Ga 3,6-14 con St 2,21-26. Al leerlo, per-
cibimos que Pablo afirma que Abraham fue justificado, no por las obras de la Ley, sino por
la fe (Gn 15,6). Justificación recibida con anterioridad a la Ley dada a través de Moisés.
Pablo desea abrir las portas del Evangelio a los no judíos sin que tuviesen que pasar por
la Ley judaica. Sin embargo, Santiago, al referirse a Abraham, saca conclusiones contra-
rias, afirma que fue justificado justamente por sus obras (St 2,21-22).
En las iglesias destinatarias de la Carta de Santiago, existen desigualdades sociales
(St 1,9-11; 2,1-9; 4,13-5,6). Es por eso la insistencia en el cuidado de los pobres y en la
igualdad social. Existen también quienes quieren ser maestro y abusan de la palabra; la
carta insiste en controlar su lengua (St 1,19.26; 3,1-12).

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CARTA DE JUDAS
Porque se han infiltrado entre ustedes ciertos hombres, cuya condenación estaba
preanunciada desde hace mucho tiempo. Son impíos que hacen de la gracia de Dios un
pretexto para su libertinaje y reniegan de nuestro único Dueño y Señor Jesucristo
(Judas 4)

Autoría
Esta carta es atribuida a Judas (v. 1). Se trata del Judas nombrado en la lista de los
familiares de Jesús en Mc 6,3. Cuando Santiago fue martirizado en el 62 d.C, su hermano
lo sustituye en el liderazgo de las comunidades de Judea. Atribuir la carta a Judas nos
revela la autoridad ejercida por las comunidades judeocristianas de Jerusalén aún a fina-
les del primer siglo.

Lugar y Fecha
El tipo de griego culto utilizado por los autores de esta carta nos hace pensar que
pudo haber sido escrita en algún lugar de Siria o Asia menor. Por destinarse a comunida-
des enraizadas en el Judaísmo, hace muchas referencias al Primer Testamento y a libros
apócrifos.
La época más probable de redacción corresponde a los años 90 d.C., período en
que se intensifica el surgimiento de falsos doctores en las comunidades. Deja entrever
que ya no encontramos vivo a ningún apóstol; presenta su predicación como algo del pa-
sado (17-18).

Contexto
Posiblemente, son las mismas comunidades a quienes fueron dirigidos el evangelio
de Mateo y la Carta de Santiago. El principal problema que la carta quiere resolver es de-
fender a las comunidades de la influencia de falsos doctores que, en la década final del
primer siglo, se estaban infiltrando en el Cristianismo.

Tema central
La carta es apenas un folleto de 25 versículos. Su objetivo es alertar a las comuni-
dades contra el peligro de los falsos doctores que generan divisiones. Ponen en riesgo la
unidad de las iglesias en la fe, el amor y la esperanza. Amenazas con duros castigos. Cita
ejemplos de la Biblia y de libros piadosos usados por el pueblo judío. Apocalipsis muy po-
pulares, actualmente considerados apócrifos, debido a que no forman parte del canon
oficial, ni en el Judaísmo ni en el Cristianismo: Henoc (Judas 6.12-16), La Asunción de
Moisés (Judas 9) y el Testamento de los Doce Patriarcas (Judas 6-7).

Habitando territorios

 ¿Qué visión tenías de este período del origen del cristianismo antes de transitar es-
ta clase? ¿Qué nuevas miradas pude incorporar? ¿Cuáles son tus mayores descu-
brimientos con relación al período del que estudiaste en este paso?
 ¿Qué diferencias percibís en relación a las acentuaciones, modos de organización,
concepción del poder, mirada sobre Jesús entre esta Segunda generación cristiana
y la primera?
 ¿Con qué texto o textos, que recogen sus experiencias comunitarias, encontramos
mayor empatía con nuestra vivencia actual? ¿En qué elementos específicos?

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 ¿Qué claves nos presenta la literatura bíblica de este período para nuestra espiri-
tualidad y para nuestras prácticas?

Cantamos Canción de fuego

Para escuchar la canción, haz click aquí.

Los perros ladran, cumpas


y no sabemos que quieren decir
el sol nos brilla cumpas
alimentando historias pa' vivir.

Desde su corazón
el monte no está lejos, se me arrima
como un nido gigante
como una sombra verde que ilumina.

Canción de fuego que no se apaga nunca


hay cosas irrompibles todavía, como la luna;
canción de fuego que no se apaga nunca
hay cosas generosas todavía, como la lluvia...

Ay! Va la carcajada
el ademàn furioso de la espiga
las cosas invisibles
protegen la verdad de la mentira

La música de siempre
un soplo de la infancia nos habita
corazón musiquero
los sueños van prendidos con la vida.

Canción de fuego que no se apaga nunca


hay cosas irrompibles todavía, como la luna;
canción de fuego que no se apaga nunca
Adici onar en la pl aylistT amanhoAAAc ordesImprimirC orregir
hay cosas generosas todavía, como la lluvia...

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¿Qué nuevas miradas sobre los evangelios sinópticos puedo mencionar al
ubicarlo en “herencias” diversas?

Texto complementario de profundización


Nestor Miguez, entrevistas en Jerusalén. Relatos en torno del relato lucano de la Pasión
(RIBLA 44, pg 124): http://www.claiweb.org/images/riblas/pdf/44.pdf

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