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Universidad Nacional de Colombia

Departamento de Filosofía
SFM-Hegel

David Alejandro Roa Ramírez

LA APARIENCIA (Schein)

Apariencia es el nombre que lleva el primer capítulo de La esencia como reflexión, primera
sección de la doctrina de la esencia. Esta ocupa, dentro de la exposición de la Ciencia de la
lógica, un lugar intermedio entre la doctrina del ser y la doctrina del concepto. Sabemos que
esto implica entender que este momento no ha surgido de la nada, sino que es producto del
movimiento lógico que atraviesa el sistema filosófico de Hegel. Así, introducirse en el
estudio de la doctrina de la esencia implica reconocerla como la superación de la esfera del
ser, la cual, desde sus tres determinaciones principales (cualidad, cantidad y medida), se ha
mostrado insuficiente para aprehender la realidad. Es por esto que Hegel comienza la doctrina
de la esencia afirmando que “la verdad del ser es la esencia” (p. 9). Con esto señala que las
irresolubles contradicciones presentes en las determinaciones de la esfera del ser han
generado un nuevo movimiento en el proceso del pensar, mostrando que la aparente verdad
que las sostenía no es sino una verdad limitada y estrecha, que se ve superada por una nueva
determinación.
Más concretamente, cabe recordar el punto último al que se llegó en la doctrina de la esencia,
es decir la insuficiencia de la determinación de la medida. En ella, encontramos la reunión
de lo que antes se había presentado por separado en las determinaciones de cualidad y
cantidad. Tenemos entonces que la medida, en su intento por aprehender el ser de la realidad,
conjuga lo cualitativo y lo cuantitativo. En efecto, el quantum se entiende como herramienta
que permite cuantificar la realidad, pero ya no es algo externo a ella misma, puesto desde
fuera (como sucedía en el plano de la cantidad), sino que se le concibe como expresión de la
cualidad interna de cada cosa. Este aspecto es importante, pues da cuenta de un
desdoblamiento de la realidad, lo que se puede entender inicialmente como el desvelamiento
de una capa más profunda donde reside la cualidad última de las cosas, una capa en donde
reside el verdadero ser de la realidad, por oposición a una capa donde el ser se presenta en su
más radical inmediatez. Así, ya desde la medida, como momento último de esta primera
doctrina, se muestra la imagen de un desdoblamiento del ser, en el que la realidad se presenta
en dos capas: la del ser inmediato; y una más profunda, donde residirían las cualidades
últimas de las que la capa de la inmediatez es solo una expresión. Sin embargo, esta
determinación también fracasa, pues no es capaz de precisar la relación entre quantum y
medida y, así, por ejemplo, no es capaz de captar cuándo un cambio en lo cuantitativo podría
ejercer un cambio en la cualidad de la cosa. La medida fracasa como determinación que
pretende aprehender el ser de la realidad, y es superada por la esfera de la esencia.

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Esta superación es, entonces, la superación de la inmediatez, que es lo que se ha mostrado
como la determinación fundamental de la esfera del ser. El ser parecía estar en el momento
del en-sí y, puesto que “el saber quiere conocer lo verdadero, lo que el ser es en sí y para sí”,
debe avanzar a nuevas determinaciones. Este avance parte, sin duda, de la imagen de la
realidad desdoblada que ya comenzaba a proyectarse desde la determinación de la medida.
En efecto, Hegel mismo sugiere una imagen similar, al afirmar que, desde el ser inmediato,
“el saber se interna”. En ese internarse (sich erinnern) halla la esencia. No obstante, es
importante resaltar que no debe entenderse esta superación como un olvido de todo lo
recorrido por el pensamiento. Por ejemplo, en la doctrina de la esencia será común volver a
encontrar la influencia de determinaciones que ya habían aparecido (como el algo, o lo otro,
por mencionar algunas). Quizás sea este el sentido del señalamiento etimológico que Hegel
destaca para la palabra esencia en alemán (Wesen), emparentada a simple vista con el pasado
del verbo ser (gewesen). Afirma entonces que “la esencia es el ser pasado, pero el pasado
intemporal”. No se trata de que el ser, por haber sido superado, haya sido sepultado en un
pasado, como destinado a olvidarse, a ser eliminado. Simplemente, ahora se ve como parte
de una esfera con determinaciones más significativas y, por ello mismo, más importante
desde el punto de vista lógico: “el ser no es eliminado, sino solamente degradado a un lugar
secundario en importancia desde el punto de vista de la explicación” (Fleischmann, p. 134)1.
Hay otro aspecto de gran importancia en el paso de la doctrina del ser a la de la esencia y que
estará a la base de todo el recorrido que el pensar desarrolle dentro de esta última. Todas las
determinaciones de la doctrina del ser mostraron su carácter de insuficiencia para aprehender
el ser de la realidad, se quedaron en el nivel de la inmediatez, como ajenas al ser de las cosas,
como impuestas desde fuera. Todas se muestran como exteriores a aquello que pretenden
determinar y, por ello, entra en consideración la idea de que la unidad del objeto en
consideración está por fuera de él, de que sus determinaciones en realidad surgen del sujeto
que las piensa (Noël, p. 69). En algún sentido, el paso de una esfera a la otra implica el
reconocimiento de que el pensamiento humano influye en esos intentos por aprehender el ser
del mundo. Así, en el desarrollo de esta doctrina, nos encontraremos con una progresiva
aparición del sujeto como escindido de la realidad que se le presenta.
Con todo este nuevo panorama, se conjuga la noción de reflexión, proceso por medio del cual
surgirán todas las determinaciones propias de la doctrina de la esencia y que será, justamente,
uno de los puntos capitales de la primera sección de esta doctrina. ¿Cómo comprender esta
reflexión? En un sentido generalizado en la modernidad, se la puede entender como un
movimiento de la conciencia que se sabe consciente, de un pensamiento que se sabe pensante.
La imagen es la del pensamiento, cuyo objeto de pensamiento es su propio pensar. De
acuerdo con Schmidt, en esta noción de reflexión también resuena Kant, quien la concibe
como un camino para dilucidar las categorías que posibilitan el conocimiento. En Kant, la
reflexión tiene un carácter trascendental. Su movimiento arrojaría las categorías que son
condiciones de posibilidad de la constitución de los objetos fenoménicos. Sin embargo, se

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La traducción es mía.

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trata sobre todo de un pensar subjetivo, es decir, de un movimiento que es exterior al ser de
la realidad, justamente porque en última instancia este es inaprehensible por el sujeto mismo.
Sin abandonar la dimensión subjetiva de la reflexión, hay una distancia en la forma como
Hegel abordará esta noción en la doctrina de la esencia, pues para él la reflexión está sobre
todo en la objetividad, en el ser mismo de la realidad. El desdoblamiento mismo al que hemos
hecho referencia no es sino expresión de la reflexión, es decir, de una realidad que se interna
en sí misma y que, con ello, halla la capa de la esencia. Es, si se quiere, un movimiento del
ser dentro der sí, que no se sale de él mismo, que reflexiona sobre sí. Así, Hegel pretendería
conjugar ambas dimensiones: “hacer de la reflexión el análisis que permite indagar por las
condiciones de constitución y validez de la objetividad, pero a la vez ver la reflexión como
propia de la esencia de la realidad - no sólo de un mundo fenoménico” (Schmidt, p. 1).
Un último punto introductorio a esta nueva doctrina de la Lógica, relaciona este sentido de
la reflexión con una especie de negatividad radicalizada que atraviesa toda la doctrina. En
esto, podemos seguir a Noël, quien parte del hecho de resaltar que la esencia debe ser
considerada como una negatividad absoluta. Esto significa que en esta sección de la lógica
la negatividad se ha radicalizado a tal punto que se trata de una negación que se niega a sí
misma y, luego, niega ella misma esta primera negación, que a su vez, será nuevamente
negada. Si entendíamos que la negatividad era aquel proceso por el cual un objeto negaba su
mismidad hasta devenir su contrario, esta negatividad absoluta de la esencia se nos presenta
como un permanente retorno a sí misma, pues la primera negación que saca a algo de sí
mismo para ir a lo otro, es a su vez negada. El movimiento es interior, se mantiene dentro de
sí, no va a lo otro. En otras palabras, se trata de un movimiento reflexivo, de un movimiento
que reflexiona sobre sí mismo y que no hace sino desdoblarse dentro de sí.
Dentro de esta primera sección de la doctrina de la esencia y como primer capítulo, se
encuentra La apariencia, a su vez dividido en tres partes: A. Lo esencial y lo inesencial; B.
La apariencia; y C. La reflexión. Una presentación de los puntos más importantes de este
capítulo, acompañada por la interpretación de algunos comentaristas, será el objetivo de esta
exposición.

A. Lo esencial y lo inesencial

“La esencia es el ser superado” (p. 15). Ya dentro de las consideraciones de la doctrina de la
esencia, Hegel señala que la esencia debe ser comprendida, a la luz del movimiento del
pensar, como derivada del ser. Ella es su negación o, como hemos visto antes, su verdad.
Como esta negación no es una eliminación u olvido del ser, se afirma que primeramente la
esencia se coloca frente a la principal determinación del ser, es decir la inmediatez. Así,
esencia e inmediatez parecen presentarse, en primer lugar, como opuestos. Desde este plano,
en el que se los presenta uno frente a otro, ambos son un existente (seiendes), seres que se
relacionan como otros, siendo apenas un negativo del otro y sin otro contacto entre sí más
que esta oposición inmediata. Ambos “son indiferentes [gleichgültig] recíprocamente” (p.
15), es decir que, en este plano de mero contraste, no hay ninguna determinación
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verdaderamente significativa que los distinga. En este plano en el que parecen contrastarse,
Hegel señala cómo frente a la esencia el ser se presenta como lo inesencial (Unwesenliche)
y, a su vez, la esencia, como lo esencial (Wesenliche). Ambos son dos existencias con el
mismo valor uno frente a la otra y se colocan en una oposición que parece no avanzar. Así,
parece necesario encontrar distinciones más significativas, a partir de lo cual una de las
instancias se mostrará como inferior a la otra. La existencia inesencial en que se halla el ser
en este punto, se presenta ahora, también como una no-esencia. Esta instancia del ser, como
algo completamente insubstancial, es la apariencia (Schein).
No obstante, sería fácil imaginar que este nuevo paso puede llevar a una nueva y simple
oposición entre lo esencial y la apariencia, en la que, otra vez, una instancia se presente como
insignificante frente a la otra. Para evitar este estancamiento del pensar, se pasa ahora a tratar
de mostrar que la apariencia no se opone a la esencia, sino que es una de sus formas, más
exactamente, que se trata de su parecer (scheinen).

B. La apariencia

Esta sección comienza afirmando que “la apariencia es el ser”, que la “apariencia es todo lo
que ha quedado todavía de la esfera del ser” (p.17). En tanto que superado por la esencia, el
ser no subsiste sino en la forma de lo aparente. Esto significa que aquello que era la
inmediatez del ser se ve ahora, a los ojos de la esencia, como una ilusión, como una mera
apariencia. Sin embargo, Hegel señala que, por ser lo que queda del ser, parece que la
apariencia tiene un lado inmediato que aún es independiente de la esencia y, por eso mismo,
parece seguir en la determinación que veíamos anteriormente entre lo esencial y lo inesencial,
es decir, como un otro indiferente que se opone a la esencia. Pero ya vimos la afirmación
misma de que “la apariencia es el ser”, y que, en esta superación, todo lo que era ser está
ahora contenido en la esencia, de manera tal que suponer esa inmediatez subsistente como
un independiente de la esencia no parece sino poner al pensar en un impase infructuoso para
su desarrollo mismo. Ante esto, Hegel se propone demostrar que esta determinación de una
inmediación que parece externa a la esencia es una determinación de la esencia misma (p.19).
Para ello, acude a la noción de la negatividad infinita como carácter de la esencia. Para
entender esto, podemos recordar lo señalado al respecto en la sección introductoria. Estamos,
en la doctrina de la esencia, frente a una negatividad absoluta, es decir un movimiento por
completo interior que no sale de sí mismo, puesto que una negación es a su vez negada y así
sucesivamente, lo que implica que aquí el objeto no hace sino regresar a sí mismo, reflexionar
en sí mismo. Así, podemos pensar que el ser es la negación de la esencia (pero una negación
interior a ella misma) y, por lo tanto, igual a ella. Creo que esto es lo que quiere decir Hegel
cuando afirma que “El ser se ha conservado en la esencia, en cuanto que ésta tiene en su
infinita negatividad esta igualdad consigo misma; por eso la esencia misma es el ser” (p.19).
Así, la inmediación que parece subsistente como otro independiente de la esencia (la
apariencia), no es sino una inmediación reflejada de la esencia misma.

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La indiferencia que teníamos al principio se rompe, pues lo que se mostraba como un otro
opuesto a la esencia, se muestra ahora como conservado en esta superación, pero tan solo
como apariencia: “Desde el punto de vista de la esencia el ser ya no es el ser, sino únicamente
la apariencia. Esta apariencia es […] el ser que ya no es en sí ni para sí, sino en y para otro;
y ese otro se ha producido aquí como esencia” (Noël, p. 71). La apariencia se nos muestra
entonces ya no como un lado independiente de la esencia, sino como la forma del ser
absorbida en la esencia. Ella es una determinación de la esencia misma: “No hay una
apariencia del ser en la esencia o una apariencia de la esencia en el ser; la apariencia en la
esencia no es la apariencia de otro, sino es la apariencia en sí, la apariencia de la esencia
misma (p.19). Así, se insinúa también que esta identidad no es absoluta. No debemos
entender que apariencia y esencia son lo mismo. Es fundamental entender que la esencia,
como negatividad absoluta, encuentra la apariencia como uno de esos movimientos sobre sí
misma, como una forma específica de reflexión sobre sí. Esto es lo que quiere resaltar Hegel
cerca del final de esta sección, cuando dice: “La apariencia es, por ende, la esencia misma,
pero la esencia [que se halla] en una determinación, si bien de manera tal que ésta es
solamente su momento, y que la esencia es su propio parecer [Scheinen] en sí misma” (p.20).
Así, la apariencia es uno de los momentos del movimiento interno, reflexivo de la esencia.
El parecer (Scheinen) de la esencia en sí misma es la apariencia (Schein). Ahora, Hegel va a
concentrarse en detallar con más precisión ese movimiento interno de la esencia, en el que
ella es y por eso, afirma al final de la sección que la esencia misma, concebida desde su
“automovimiento” es la reflexión (p.21).

C. Reflexión

No sería un desacierto afirmar que en esta sección tiene lugar la presentación de aquello que
mencionamos brevemente como punto introductorio con respecto a la reflexión como ligada
a un carácter de negatividad absoluta, lo que la convierte en una absoluta reflexión. En efecto,
por esta negación permanente de sí, la esencia parece sustraerse al devenir mismo, pues la
negación que la saca de sí es negada inmediatamente, negación que se verá nuevamente
atravesada por otra negación. Hegel expresa esto al decir que el devenir de la esencia, es
decir, su movimiento reflejado, no es sino un “movimiento de la nada a la nada”. Así, “el
traspasar o devenir se elimina en su traspasar; el otro, que se forma en este traspaso, no es el
no-ser de un ser, sino la nada de una nada, y este hecho, de ser la negación de una nada,
constituye su ser” (p. 22). Con esto, tenemos que la realidad de la reflexión está en el proceso
mismo y no en las instancias entre las que se mueve el proceso, pues estas no son sino una
nada. A pesar de esa aparente indeterminación o vacuidad interna de la reflexión, Hegel
procede a estudiarla a partir de tres momentos:

1. La reflexión que pone (setzende Reflexion)

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Esta primera forma de la reflexión parte de la exposición inmediatamente anterior, es decir,
la caracterización de la reflexión como un movimiento de la nada a la nada. En ese infinito
movimiento de la negación, Hegel encuentra que hay una fusión, una igualdad de la negación
consigo misma, pues toda diferencia generada por una negación es de inmediato negada por
otra, con lo que se mantiene la igualdad. A esto, da el nombre de inmediación (p.23). En un
pasaje más bien oscuro, Hegel afirma que esta inmediación, si se le considera como
determinación, es un ser puesto (Gesetzsein), y que es esto lo que constituye la determinación
de la apariencia. Parece ser entonces que aquello que entendíamos como apariencia es el ser
puesto de esta primera forma de reflexión. Este ser puesto no debe, sin embargo, concebirse
como una instancia con un contenido preciso, una instancia estática. No hay que perder de
vista la idea de que estamos frente a una negatividad radical, así que este ser puesto será
nuevamente negado, con lo que el poner (setzen) de esta reflexión se volverá también un
presuponer. Así, la reflexión que pone se nos presenta como movimiento entre algo
presupuesto y algo puesto. Lo que cobra mayor importancia es, entonces, el proceso que hay
entre ambos polos y no la instancia de los polos mismos. Sin embargo, es fácil suponer que
este ya no es un proceso que vaya de la nada a la nada, puesto que representaría un
estancamiento para el pensamiento. De manera que debe haber algo que se gana en este
proceso. Hegel no es muy explícito al respecto, pero podríamos ayudarnos con algunos
comentaristas. Schmidt señala que este proceso es la instancia de constitución de la
objetividad: “es como si pasáramos de la pura inmediatez de un Schein que es reflexivo por
ser proceso de autoreferencia negativa, a un punto en el que vemos que ese proceso es
también el proceso por el que surge la objetividad” (p. 4). Podemos quizás afirmar, a partir
de esto, que lo que pone esta reflexión, como movimiento entre el poner y el presuponer, es
la objetividad misma. No obstante, es importante destacar que el carácter de esta objetividad
es inmediato. En efecto, Hegel ha señalado anteriormente que “la apariencia es lo mismo que
la reflexión; pero es la reflexión como inmediata” (21), de manera tal que esto que ha puesto
la setzende Reflexion pueda quizás estar determinado por el carácter de la inmediatez, de lo
dado como desde una superficialidad.

2. La reflexión extrínseca (äussere Reflexion)

Esta segunda forma de reflexión puede entenderse como un distanciamiento de aquello que
ha quedado como puesto por la reflexión que pone, es decir, de la objetividad inmediata. Es,
en algún sentido un movimiento en el que la reflexión se separa de su producto, que ahora
parece mostrarse como externo a ella, como una cosa que ella no ha determinado, y que
incluso se le opone como su otro inmediato. De ahí, su carácter de exterior o extrínseca, pues
parece que determina su objeto desde la exterioridad. “Lo que la reflexión extrínseca
determina y pone en lo inmediato, son […] determinaciones extrínsecas a éste” (p.26).
Aunque no sean muy explícitos en este punto de la exposición de Hegel, quizá sea plausible
pensar en los términos del dualismo sujeto y objeto, con lo cual podríamos afirmar que este
momento de la reflexión puede entenderse como la concepción de que la objetividad (lo
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puesto) no es sino el conjunto determinaciones que le vienen de fuera de ella, es decir del
sujeto. (Nöel, p. 74). Parece entonces que estamos frente a un impase, pues nos encontramos
frente a un producto (el ser puesto inmediato) que parece externo al movimiento mismo de
la reflexión, de manera tal que, o seguimos en el movimiento reflexivo (que es un movimiento
permanente de negación), pero sin lograr determinar algo concreto, o nos quedamos con lo
externo, pero que ya no sería reflexión y, por tanto, nos saldríamos del movimiento mismo
de la esencia. Esta última consideración abre el paso al último momento de la reflexión, a
saber, la reflexión determinante.

3. La reflexión determinante (bestimmende Reflexion)

A los ojos de esta reflexión, los primeros dos momentos, con todas sus disposiciones (poner,
presuponer, etc), no son más que momentos abstractos que se verán reunidos en esta tercera
consideración. Así, se trata de retomar algunos aspectos ya presentes en los momentos
previos con un fin particular: mostrar que aquello que parecía externo a la reflexión misma
siempre ha estado determinado por ella. En efecto, Hegel comienza la sección afirmando que
“la reflexión determinante es en general la unidad de la reflexión que pone y de la reflexión
extrínseca” (p. 29). Ya desde el final de la sección anterior se anuncia este paso, que parte
del hecho de recordar el inherente carácter de negatividad absoluta que está la base de la
reflexión, de manera que lo puesto inmediato va a ser, a su vez, negado, porque la reflexión
es también la eliminación o negación de su propio poner (p. 27). Ese negar su poner es un
presuponer inmediato, cuya negación será, a su vez, nuevamente un poner. Este poner es el
empezar mismo del movimiento. Así, por este movimiento interno, lo inmediato puesto, que
antes aparecía como algo externo, no es sino la reflexión misma y también lo que ella misma
pone (p. 27). Con esto, Hegel cree demostrar que la reflexión extrínseca ha perdido ese
carácter de exterioridad, pues lo puesto exterior inmediato ha sido absorbido en ella. Este
movimiento completo de reflexión es la esencia, pero ya no una esencia puesta como un
inmediato exterior (la apariencia), sino “la esencia que existe en sí y para sí” (p.27). Ese
inmediato que en un momento parecía exterior a la reflexión es una determinación misma de
la reflexión, o como Hegel lo llama, una determinación reflexiva (Reflexionsbestimmung).
Es importante señalar que este capítulo está marcado por un carácter introductorio a todo lo
que será la sección de la esencia como reflexión en sí misma, de manera tal que cerca del
final Hegel sugiere un par de contrastes significativos con respecto a la doctrina del ser. “En
la esfera del ser, el ser determinado (Dasein) era el ser, que tenía en sí mismo la negación, y
el ser era el inmediato terreno y elemento de esta negación” (p.29). Por contraste con esta
afirmación, Hegel señala a continuación: “En la esfera de la esencia, al ser determinado
(Dasein) corresponde el ser puesto. Éste es igualmente un ser determinado, pero su terreno
es el ser como esencia o como pura negatividad”. ¿Cómo debe entenderse este contraste? Me
parece que lo que se quiere resaltar aquí es que el algo existente, determinado de la doctrina
del ser (el ser determinado o Dasein) es el ser mismo, es decir que la realidad se presenta
como un conjunto de algos separados que no se tocan entre sí, casi como si cada uno
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permaneciera en una quietud dentro de sí. Por el contrario, lo que se nos dice en la segunda
afirmación es que en la doctrina de la esencia también nos encontraremos con un ser
determinado (Dasein), pero esta vez como ser puesto, es decir, solamente como momento del
movimiento de la reflexión. En efecto, el terreno sobre el que se sitúa ese ser determinado es
la esencia o, lo que es lo mismo, la pura negatividad. En esto último, también parece sugerirse
otro contraste: lo que antes era una negación, en la esfera de la esencia será negatividad,
noción que enfatiza la idea de movimiento absoluto. En la esfera del ser la negación saca al
ser determinado de sí mismo para ir a lo otro. Es, si se quiere, un movimiento rectilíneo
(Noël. p.72). En contraste, en la esfera de la esencia, la negación es negatividad, por lo que,
como lo señalamos al principio, el ser determinado no es sino un momento de permanente
negación que no sale de sí mismo. Esta reflexión absoluta, como la hemos visto trabajar hasta
ahora, es, en efecto, un movimiento entre dos polos cuya existencia (o ser determinado) no
es sino únicamente en su relación con su negación que, a su vez, no tiene otra realidad que el
ser negada. Esto es lo que quiere señalar Hegel cuando dice, más adelante, que “la
determinación reflexiva es diferente de la determinación del ser; […] ésta es relación
inmediata a otro en general. También el ser puesto es relación a otro, pero al ser reflejado en
sí.” (p. 30). El otro al que lo envía su negación es él mismo. Por eso, ahora se hablará de
determinaciones reflexivas, es decir determinaciones en las que se relacionan pares de
instancias, que no existen sino en relación mutua. “La determinación reflexiva representa,
por consiguiente, la relación con su ser otro en ella misma” (p.32). A esta unidad, la del ser
puesto de la esencia como un ser otro (y viceversa), Hegel da el nombre de esencialidad
(Wesenheit). La exposición de distintas esencialidades, o determinaciones reflexivas será el
objeto del segundo capítulo de esta doctrina.

Esta noción de esencia, como una absoluta reflexión, hace que la realidad, lejos de ser un
conjunto de seres determinados que se oponen unos a otros, se nos presente ahora como una
procesualidad radical, en la que, siguiendo a Fleischmann, las existencias son reducidas a
puros procesos, al ser que no es sino el puro reenvío permanente entre una figura y su imagen
en un espejo (p. 48). Evidentemente esta es otra noción común de reflexión que bien se puede
aplicar aquí.

Referencias bibliográficas

Fleischmann, E. (1968). La science universelle ou la logique de Hegel. Paris, Francia :


Librairie Plon.
Hegel, G. W. F. (1982). Ciencia de la lógica. Tomo II. Traducción: Rodolfo Mondolfo.
Buenos Aires, Argentina: Ediciones Solar.
Noël, G. (1995). La lógica de Hegel. Traducción: Jorge Aurelio Díaz. Bogotá, Colombia:
Editorial Universidad Nacional.
Schmidt, T. (¿?). Die Logik der Reflexion. Der Schein und die Wesenheiten. (Reseña escrita
en español).
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