You are on page 1of 31

biblioteca de

signos

Jorge Rendón Alarcón


{coordinador)

Filosofía política: sus clásicos


y sus problemas actuales

CASA JUAN PABLOS


UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
UNIDAD IZTAPALAPA

MÉXICO, 2007
Filosofia política: sus clásicos y sus problemas actuales
Jorge Rendón Alarcón (coordinador)

Primera edición, 2007

D.R. <D Universidad Autónoma MNropolitana, 2007


Unidad lztapalapa
División do Ciencias Sociales y Humanidades
San Rafael Atlixco núm. 186, Col. Vicontina
lztapalapa, 09340 México, D.F.
tel. 5804-4600 oxt. 2786
<pubf�i xanum.uam.mx>

D.R. © Casa Juan Pablos, Centro Cultural, S.A. de C.V., 2007


Malintzin 199
Col. del Carmen, Coyoacán
04100 México, D.F
<casajuanpablos(!t prodigy.rwt.mx>

ISBN 970-31-0'192-3
978-970-31-0'192-6

Impreso en México
Printed in Mexico
,

INDICE

INTRODUCCIÓN
Jorge Rendón Alarcón ... ..... .. ...... ...... ....... .. ... .. .. ..... ........ 7

LA POLÍTICA COMO GARANTÍA DE LA MORAL:


EMMANUEL KANT
Enrique Dussel . . . . .. . . . . . . . . .. .. ... .. . . . .... .. ... . . .. ... . .. .... .. ..... .. .. .. 19

LA FILOSOFÍA POLÍTICA DESDEN UNA PERSPECTIVA KANTIANA


Enrique Serrano Gómez............ . . . ... .. .. . . ... . .. .... .. ... .. .... ..
. . 59

HEGEL: SU CONCEPTO DE LIBERTAD


Sergio Pérez Cortés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

EN TORNO AL CONCEPTO DE "CONCIENCIA DESGARRADA"


EN EL PENSAMIENTO DE HEGEL. LOS FUNDAMENTOS
JUDEO-CRISTIANOS DE UNA MODERNIDAD
Francisco Piñón Gaytán .. J • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 117

LIBERTAD Y VIDA CÍVICA EN HEGEL


Jorge Rendón Alarcón . . . .. . . . . . . . .... ... ... .. .. . . ... . . . .. .. ... .. . . . . .... 149

FILOSOFÍA Y POLÍTICA EN NORBERTO BOBBIO


Luis Salazar Carrión . . . . . . . . . . . . . . .. .. . .. .. .. .. . .. . .. ... . . .. ..... . . . . .. . . 1 73
.
EL MARX DE BOBBIO: REFLEXIONES CRÍTICAS
SOBRE SU CONCEPCIÓN DE MARX Y DEL MARXISMO
Gabriel Vargas Lozano ...................... ............................ 205
.

JÜRGEN HABERMAS: ESPACIO PÚBLICO Y DEMOCRACIA


Gustavo Leyva Martínez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235

HACIA UN NUEVO IMAGINARIO SOCIAL: LA CUESTIÓN


DE LA IDENTIDAD COLECTIVA GLOBAL
María Pía Lara... ............................................................. 283

IGUALDAD Y NO DISCRIMINACIÓN: DILEMAS CONCEPTUALES


DE LA ACCIÓN AFIRMATIVA
Jesús Rodríguez Zepeda ................................................ 325
HEGEL: SU CONCEPTO DE LIBERTAD

Sergio Pérez Cortés*

L
a filosofía política de Hegel no está de moda. Por uno de
esos pliegues del saber que provocan que en un determi­
nado momento ciertas doctrinas sobresalgan mientras
otras se eclipsan temporalmente, a Hegel la situación actual le
resulta desfavorable. A lo largo del texto se irán precisando al­
gunas de estas razones, pero es un hecho que hoy las doctrinas
contractualistas predominan ampliamente y éstas tienen buenos
motivos para desconfiar de aquél. Las cosas cambiarán, no hay
duda, pero ese tránsito es aún impredecible. Mientras tanto, la fi­
losofía política de Hegel permanece más bien en la penumbra. A
decir verdad, ella ha sido siempre polémica. Por momentos, una
extraña unanimidad se ha establecido en su contra: denunciado
(lo mismo que Platón) por Popper entre los principales enemigos
de la "sociedad abierta", 1 tampoco ha obtenido los favores de una
izquierda que no cesa de leerlo a través de la mirada excesiva del
joven Marx.2 Es verdad que desde el primer momento sus parti­
darios manifestaron por ella grandes pruebas de aprecio, pero
también surgieron voces extremadamente adversas que declara­
ban a los Principios de filosofía del derecho "un libro servil, de
doctrinas y principios tales que todo hombre que ame la libertad

* Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.


1 Karl Popper. La sociedad abierta y sus enemigos.
2 Karl Marx. Crítica a la filosofía del derecho de Hegel.

[91]
92 SERGIO PÉREZ CORTÉS

debe mantenerse alejado con repulsión".3 El debate se extendió de


la doctrina al individuo y pueden citarse intentos por mostrar al
filósofo, lo mismo como un hombre comprometido contra la opre­
sión y la tiranía, que como un conservador más bien conformista,
cuando no un reaccionario abierto. Durante largos periodos, la fi­
losofía política de Hegel ha sido el partido de un solo hombre.
Por nuestra parte creemos, como lo hacía Eduard Gans, su dis­
cípulo y sucesor de la cátedra de Berlín, que la filosofía de Hegel
está enteramente construida con el metal de la libertad.4 É sta
anima literalmente toda la obra del filósofo: de manera explíci­
ta la Filosofía del derecho y las Lecciones sobre la filosofía de la
historia universal, pero también la Fenomenología, la Filosofía de
la religión y hasta la Lógica. Sin embargo, la idea de libertad que
Hegel defiende lo aleja de la fe liberal y de ciertos prejuicios co­
rrientes, lo que explica en gran medida su marginación. Resul­
ta, pues, necesario dejar en claro cuál es la noción de libertad que
propone. A ello se dedicarán estas páginas.
Conviene iniciar por una caracterización general: Hegel com­
parte con Rousseau, y más adelante con Kant. la idea de que el
fundamento de la vida política es la voluntad, la voluntad libre. La
cuestión tiene relevancia porque recientemente se ha insistido
en que una característica de la filosofía política moderna, en opo­
sición a las doctrinas antiguas, es que aquélla coloca como funda­
mento del Estado a la voluntad y a la libertad, en el lugar que el
pensamiento clásico colocaba a la razón o a la naturaleza. A la vez
que descansaba la idea de "obligación moral" en la razón y la na­
turaleza, la filosofía política antigua poseía una noción indife­
renciada de voluntad o de acción voluntaria, mientras la filosofía
moderna, a partir de Rousseau, fundamenta la obligación amplia­
mente en la voluntad y el consentimiento. 5 El término "racional"

" Reacción de la época de la publicación de los Principios de la filosofía del


derecho, citada por Karl H. llting, p. 107.
4 A ello hemos dedicado el libro La política del concepto.
s Véase Paul Franco, Hegel's Philosophy of Freedom, pp. 1 54ss.
IIEGEL: Sé! CONCEPTO DE LlBERTAll 93

aplicado a la voluntad que aparece en Hegel no debe crear confu­


sión: ello no implica ninguna trascendencia ni ninguna predicación
acerca de la naturaleza de las cosas. Puede afirmarse, entonces,
que esta filosofía política pertenece a la modernidad en la medida
en que hace de la voluntad el fundamento del derecho y del Esta­
do: "El derecho forma parte del dominio del Espíritu, pero en el
seno del Espíritu, tiene más precisamente su lugar y su punto de
partida en la voluntad". 6
Ahora bien, lo primero que conviene reconocerle a la voluntad
es su poder de manifestarse: ella es energeia, energía, una fuerza
de efectuación que se manifiesta en todo el campo de la vida éti­
ca y social, al grado que una voluntad que no se exterioriza recibe
el nombre de "impotencia". En su exteriorización, la voluntad es
esencialmente actividad libre: "Una voluntad sin libertad es una
palabra carente de sentido y la libertad no es real sino como vo­
luntad, como suj eto". 7 La voluntad es acción, realización de
sí, pero además, puesto que esa actividad persigue un fin, está
necesariamente acompañada por el pensamiento. En la acción
humana, la voluntad, su libertad y el pensamiento siempre van
juntos, asociación que se percibe mej or al considerar la única pre­
misa "antropológica" de la doctrina. En efecto, para Hegel, el ser
humano es "negatividad"; es decir, que enfrenta un mundo natu­
ral sólo para hacerlo suyo, conociéndolo por su actividad teórica
y transformándolo por su trabajo y su actividad práctica. Ante
el mundo, el hombre nunca adopta una actitud puramente pasi­
va o contemplativa; por el contrario, él lo "niega" cuando lo trans­
forma en categorías y conceptos mediante su conocimiento, y lo
"niega" cuando lo modifica mediante su trabajo. Al actuar, el
ser humano lo hace movido por una voluntad guiada por un fin
preestablecido en su pensamiento, lo mismo cuando construye
cualquier instrumento de trabajo que cuando se propone una insti-

6 Principios de la filosofía del derecho, § 4 ( Werke 7, p. 46).


7 Idem.
94 SERGIO PÉREZ CORTÉS

tución política. De manera que el ser humano piensa y actúa, pien­


sa y desea simultáneamente y no hay, no puede haber, una historia
del pensamiento separable, independiente de sus actos prácticos.

[. ..] no se puede imaginar que el hombre es. por un lado un ser que
piensa y por el otro un ser quo quiere, y que tiene en una bolsa de
su pantalón el pensamiento y en la otra la voluntad. Ésta sería una
representación vacía. La diferencia entre la voluntad y el pensa­
miento es únicamente la diferencia entre la actitud práctica y la
actitud teórica. Pero no se trata de dos facultades diferentes."

La voluntad logra sus fines justamente porque es guiada por


el pensamiento, de modo que "voluntad razonante" es exactamen­
te lo mismo que "razón práctica". Ahora bien, siguiendo a Kant,
Hegel otorga a esta razón práctica un papel que igualmente per­
tenece a la modernidad: tal razón no es una facultad que sirva
únicamente para describir el lugar humano en la naturaleza. pa­
ra orientar al individuo hacia un fin natural, o para satisfacer una
pasión: ésta sirve mils bien para legislar a la naturaleza, es de­
cir, para proscribir las reglas de la actividad humana, para hacer
a la naturaleza como debe ser. En otras palabras, la razón en su
uso práctico es legisladora. La novedad reside en que, para Hegel,
la razón en su uso teórico también es legisladora. En un movi­
miento mucho más radical que en Kant, quien en el plano teórico
restringía la libertad del pensamiento atándolo a la existencia de
una exterioridad irreductible, la cosa en sí. en Hegel la libertad
del pensamiento no está circunscrita al plano práctico. Por tanto,
para éste, la libertad no es un puro ideal de la razón, sino que es
conocimiento verdadero que los hombres reconocen y se propo­
nen (y cuya fuente consideraré más adelante). La libertad es pensa­
miento reflexivo que se sabe libre y cualquiera que desee hablar
de libertad rechazando al pensamiento, no sabe lo que está di­
ciendo.

"Idem.
HEGEL: SU CONCEPTO DE LIBERTAD 95

Lo propio de la voluntad es su libertad de manifestarse, de


exteriorizarse. Sin embargo, esta salida de sí que la lleva al mun­
do, la obliga a determinarse, a admitir limitaciones, antagonis­
mos y hasta reveses. Tal encuentro resulta entonces crucial, sea
para su efectuación o para su frustración. ¿Qué determinaciones
va a elegir? ¿Qué clase de libertad resulta para la voluntad? Puesto
que en estas preguntas se resuelve el fundamento de la obliga­
ción política, los Principios de la filosofía del derecho se inicia con
el examen de tres "momentos" de la voluntad: la voluntad inme­
diata, la voluntad reflexiva y la voluntad sustancial. Hegel llama
voluntad "inmediata" a la pura reflexión del yo en sí mismo, a un
simple "querer", sin que por el momento admita ninguna determi­
nación exterior o interior. Se trata de una voluntad entregada a
sus impulsos y sus inclinaciones inmediatas, cada una de las cuales
es, a la vez, indeterminada (pues se desea ahora esto, y luego aque­
llo) y generalizable, pues cada una de esas querencias puede ser
satisfecha por distintos obj etos y de diferentes maneras. Los de­
seos recalcitrantes son diferentes unos de otros, numerosos y vio­
lentos, y pueden enterrar la libertad o la autoactividad del yo. No
hay mucho que decir de esta voluntad inmediata salvo que, pues­
to que no interpone ningún obstáculo a sus tendencias, está diri­
gida por una apetencia inextinguible y sin descanso.�
Desde luego, esta primera voluntad, aún informe e infantil
debe abandonar pronto ese estado, tal indiferencia, y admitir algu­
na determinación, debe querer "algo", cualquier cosa. El querer
algo es por supuesto una limitación, una negación, puesto que
querer algo es renunciar a muchas otras cosas también deseables.
Las voluntades inmaduras protestan, pero eso no impide que con
ello se particularicen, se doten de un contenido. Es ya un signo
de libertad, piensa Hegel, porque muestra que el agente es libre de
actuar contrariamente a cualquiera de sus deseos, o incluso con­
trario a todos ellos en bloque. Este segundo momento es la vo-

"lbid. § 11 (Werke 7, p. 62).


.
96 SERGIO PÉREZ CORTÉS

!untad "reflexiva", aquella que mediante deliberación ha elegido,


ha tomado una decisión, se ha vuelto finita, quiere algo y lo quie­
re en este mundo, en la objetividad que tiene frente a sí, por eso
ella posee este doble aspecto: por una parte es reflexión libre, abs­
trayéndose de sus apetitos; y por la otra, depende de un conte­
nido que le es dado, sea exterior o interiormente. El haber tomado
conscientemente una decisión no es poca cosa, pero es aún insu­
ficiente porque esta voluntad, que no ha determinado su propio
contenido, puede orientar su elección en un sentido o en otro. Su
elección es entonces contingente, en el pleno sentido del térmi­
no "contingencia", esto es, aquello que puede ser así, o de otro
modo. La libertad que esta voluntad reflexiva ej erce no es, desde
luego, falsa, pero es todavía una mera posibilidad, una opción en­
tre posibles, por eso Hegel la llama "voluntad formal" y la asimila
al "libre arbitrio", el cual lo mismo quiere una cosa que otra.10
Ella no procura estabilidad al agente, pues la satisfacción que
obtiene con algo la paga con la satisfacción perdida, con lo que no
posee. No obstante, esta realización de la voluntad es importan­
te porque corresponde en gran medida a la idea moderna de li­
bertad, entendida sencillamente como posibilidad de actuar y
elegir como nos plazca, sin interferencias externas.
La carencia básica de esta voluntad reflexiva o formal des­
cansa en que aún subsiste una separación entre lo que el mundo
objetivo ofrece y lo que la voluntad persigue. Aunque hay inde­
pendencia, no hay verdadera libortad, porque el contenido de esa
voluntad no está dado por ella misma, sino por otro. La solución
consiste en resolver esta separación haciendo coincidir ambos ex­
tremos, es decir, haciendo que la voluntad se otorgue a sí misma
sus contenidos al determinar lo que desea, lo que persigue y lo
que quiere alcanzar. Guiada por el pensamiento, la voluntad es­
tablece sus objetivos y se dota de los medios para lograrlos: es la
voluntad "sustancial". Este tercer momento es la voluntad verda-

'" lbid.. § 15 ( Werke 7, p. 1 19).


111< ;EL: SU CONCEPTO DE LJBERTI\IJ 97

d1•ramente libre; lo es en un doble sentido: primero, porque se ha


o�l>straído de la contingencia de sus impulsos y su tendencias pri­
lllilrias y actúa bajo el dominio del pensamiento y la razón. Luego,
]Hlrque la superación de esa inmediatez no la conduce a otra forma
'''! contingencia, esta vez exterior, sino a transformar ese exterior
1 •n una universalidad establecida por ella misma. De este modo, es
•11:t.ividad del pensamiento ejerciéndose en la voluntad, es inte­
liqoncia pensante, voluntad racional: se ha hecho libre no sólo en
�;í, es decir, respecto a sus tendencias, sino también para sí, en su
1 •xterioridad. Lo propio de la voluntad es manifestarse, pero si esa
1nanifestación consiste en construir un mundo trabajando para su
1 d'ectuación, estamos ante una voluntad efectivamente libre. É s-

1 ¡¡ no es una quimera, sino el acto más cotidiano, y los seres huma­


nos lo prueban todos los días, construyendo con sus actos prácticos
innumerables artefactos y realizaciones espirituales que no son
otra cosa que realización de sus propósitos. Cuando esa noción de
la voluntad pasa a ser realidad, se han unido en ello el pensamien­
to y la existencia, se ha logrado lo que Hegel llama una "idea". Es
t'micamente desarrollándose a sí misma en existencia efectiva que
"el concepto abstracto de la idea de voluntad o voluntad libre
que quiere la voluntad libre" puede convertirse en la idea. es de­
cir no en un algo "ideal", sino en una efectividad totalmente desa­
rrollada o explícita. 11
Un largo rodeo que ocupa desde el § 4 hasta el § 25 de los
Principios de la filosofía del derecho ha sido necesario, pero el re­
sultado puede ser resumido de este modo: la voluntad no es ver­
daderamente libre cuando se entrega a sus impulsos y carece de
determinaciones, sino en la medida en que se otorga a sí misma
sus determinaciones, no recibiéndolas pasivamente de un mundo
extraño, sino estableciendo en éste, mediante la razón, su propia le­
gislación. Entonces es autosubsistente, porque ella se coloca a sí
misma como contenido, objeto y fin de su acción. Es libre no sola-

11
/bid .. § 21 ( Werke '1, p. 72).
98 SERGIO Pl;REZ CORTÉS

mente en sí, respecto a sus im¡>ulsos, sino para sí, en un mun­


do que es su propia obra. Ella t.a superado tanto su inmediatez
como su particularismo, alcanz:mdo su univer salidad. Pero esa
supresión de lo inmediato y esta elevación a la universalidad son
precisamente lo que se llama actividad del pensamiento. 12 En conse­
cuencia, la libertad de la voluntad requiere del pensamiento, pri­
mero para liberarse de sus ine:linaciones y sus manías, luego
actuando como razón práctica, p:�ra legislar sobre el mundo desa­
rrollándose a sí misma en existencia efectiva. De este modo se
llega a la voluntad "racional"; Hegel la llama también "sustan­
cial", pues asegura que, lo misll}o que el peso es la sustancia de
la materia inerte, la libertad es la sustancia de la voluntad, del rei­
no del espíritu.
La voluntad conduce de manera inevitable al tema de la liber­
tad. Ahora bien, la voluntad sólo existe como sujeto, aloj ada en la
acción práctica de los individuos. Aunque la voluntad ha permiti­
do prefigurar ciertos temas cruciales, es necesario examinar aho­
ra lo que significa la libertad er1 la acción de los individuos. En
efecto, del mismo modo que la voluntad, la libertad tiene dos as­
pectos que, por razones analítica.s, pueden ser considerados como
separados, pero que deben ser unificados para dar lugar a una
realización efectiva: éstos son la libertad subjetiva y la libertad ob­
j etiva. Contra lo que normalmente se asegura, en Hegel, uno de
los momentos indispensables d� la obligación política es la liber­
tad subjetiva que él define com() "la reflexión del individuo en su
propia conciencia".1:l En Hegel n o hay ninguna sugerencia de que
la libertad individual se eclipse en beneficio del Estado y él no
acepta que el individuo se limit<e a obedecer los preceptos de un
déspota. ¿cómo podría ser llamado libre un suj eto moral que no
consulta a su conciencia en el momento de su acción? En este
punto, le otorga completa razón a. Kant: la autonomía es una propie-

"lbid., § 21 Ad. (Werke 7, p. 72).


13
Ibid., § 26 Ad. (Werke 7. p. 78).
IIEGEL: SC CONCEPTO DE LIBERTAD 99

dad de la voluntad sólo en la medida en que es capaz de abstraer:...


se completamente de las determinaciones que le son impuestas,
encontrando la base de su acción en los fines y deberes a los que
está obligado sólo en virtud de su libertad y su racionalidad. Hegel
retiene como suyo ese principio de autonomía de origen kantiano:
la libertad subj etiva, en su determinación concreta, es el derecho
del sujeto a encontrar su satisfacción en su acción.
Pero, y ésta es la diferencia crucial. para Hegel la libertad moral
no consiste únicamente en el hecho de realizar la acción correc­
ta, aquélla permitida por la razón, sino también en tener la moti­
vación correcta en el fuero interno, lo mismo que la comprensión
racional del valor efectivo de tal acción. Recuérdese que en Kant,
la autodeterminación de la conducta consiste en que esté sujeta a
un principio fundamental: la ley moraL que él desea establecer
como principio incondicionado, universal y obj etivo de la acción
humana. GQué clase de principio es esta ley moral? De acuerdo
con Kant. una ley práctica sólo puede ser obj etiva si existe un fun­
damento que la haga necesariamente válida, incondicionada, para
todo ser humano como tal. Un fundamento de esta clase no puede
consistir en otra cosa que en el acuerdo entre la máxima que diri­
ge la acción del agente, con el concepto de una ley que sea obje­
tivamente válida. A su vez, este acuerdo entre la máxima de la
acción y la ley práctica únicamente puede consistir en la posibili­
dad de que dicha máxima sea universalmente aceptada. En conse­
cuencia, la única ley posible es: actúa siguiendo una máxima que
puedas desear que sea universalmente válida, por ej emplo, inunca
mentir! Éste es el imperativo categórico. De manera que el agen­
te, para guiar su conducta, sique máximas cuyo único examen es la
comparación con esa ley: una acción es moral si aprueba la univer­
salidad que le impone el imperativo categórico, cualesquiera que
sean las circunstancias y cualesquiera que sean las consecuen­
cias. Él reflexiona y delibera, sin duda, pero lo hace únicamente
con su razón y sigue esa ley porque estima que todo ser racional
actuará del mismo modo. Obedecer a esa ley moral aprobada por
100 SERGIO PEREZ CORTÉS

la razón es ser libre, de modo que, como lo sostienen los


Funda­
mentos de la metafísica de las costumbres, una voluntad libre y
una voluntad moral son una y la misma cosa.
En Hegel, por el contrario, la virtud no se reduce a obedecer
un principio formal, así se llame imperativo categórico. Para él, la
libertad debe realizarse también en un mundo sujeto a las incerti­
dumbres de la vida, repleto de otras autoconciencias, por eso la
libertad subjetiva debe completarse con la libertad objetiva. A
la libertad no se le encuentra únicamente entre los principios ra­
cionales de los individuos, sino también en un mundo efectivo
que ellos habitan. La libertad, como cualquier otro fin, debe pre­
sentarse en la existencia, por eso el agente moral debe dar cuen­
ta del acuerdo de su acción, no sólo con su autonomía, sino también
con los principios de la vida ética en la que vive. Para hablar de
obj etividad, es indispensable referirnos a un mundo propiamente
humano, y a ese mundo creado por la acción de los hombres Hegel
lo llama "espíritu". 14 Con el término "espíritu" no se trata de dar
una existencia imaginaria a un ser intangible, sino de designar sen­
cillamente el horizonte de experiencias y acciones comunes de un
grupo humano, algo que, por comodidad podría ser llamado "cul­
tura". El espíritu no es un ser universal abstracto, sino aquello que
se objetiva de manera permanente por los actos y valores de una
organización comunitaria. Hegel lo llama "espíritu" para oponerlo
a la naturaleza, indicando con ello que, aun situados en ésta, por
su actividad los seres humanos logran una forma de autonomía,
una separación creciente de aquello que podría imponerles res­
tricciones ciegas. El espíritu es una segunda naturaleza, aquella
en la que se desenvuelve necesariamente toda existencia, porque
para todo ser humano se cumple que éste habita un medio espiri­
tual que, siendo suyo, exige justificaciones, razones y normas.

11 Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, p. 59.


IIEGEL: SU CONCEPTO DE LJBERTAD 10 1

La libertad debe poseer cierto contenido y sólo hay un espa­


cio capaz de proveerlo: el espíritu. Afortunadamente, con su activi­
dad los seres humanos han creado tal mundo que los constituye
espiritualmente y les enseña a ser libres, otorgando a esta liber­
tad contenidos precisos. Es sólo por la educación y la aculturación
que un individuo o un pueblo pueden reflexionar sobre su liber­
tad e intentar desarrollarla. Por tanto, es legítimo decir que, para
Hegel, el individuo es libre, pero no es causa de sí, una causa in­
causada, radicalmente libre o espontáneo. Desde luego, el narcisis­
mo de la conciencia no quiere oír hablar de ello. La conciencia
prefiere colocarse ella misma como fuente de la idea de libertad,
icomo si el individuo pudiera por sí mismo ser tal como es actual­
mente y lo universal no lo hubiera hecho tal como es en verdad!
Hegel piensa, por su parte, que es ese medio espiritual el que
ofrece sus contenidos a la conciencia, desplegándose ante los par­
ticulares, introduciéndolos en ciertos fines colectivos e históricos.
Los individuos pueden llamarlos suyos, pero esos fines ya están
contenidos en el proceso interminable de la historia humana y
exigen su realización. Se percibe ahora de dónde extrae la volun­
tad sus propósitos: no es de la imaginación o de un ej ercicio libre
de la razón, sino de un proceso que, según Hegel, involucra toda
la historia humana.
La libertad efectiva resulta de la unificación de las libertades
subjetiva y objetiva. La libertad concreta introduce así, aliado de la
autonomía de la conciencia, al otro, a "los otros", a un ser heteróno­
mo a la conciencia individual. Decimos "los otros", porque de esa
otredad se puede hablar al menos en una triple dimensión: el
espíritu, el reconocimiento intersubj etiva y las pasiones. Veamos.
En primer lugar, la libertad es consustancial al espíritu porque
éste es justamente aquello que es libre. Cuando se habla de liber­
tad como autodeterminación, la única entidad en la que puede
ser reclamada es el espíritu, porque éste se mantiene a sí mismo
por su propio impulso, no obedece sino a su propia potencia, exis­
te por necesidad de su propia naturaleza y es determinado a ac-
102 SERGIO PEREZ CORTÉS

tuar únicamente por sí mismo. La naturaleza, la materia inerte


no es libre y no puede ofrecer ninguna libertad, porque su sustan­
cia se encuentra fuera de sí misma, mientras que el espíritu, es
decir, el mundo que resulta de la actividad humana, es autónomo
y autosuficiente. Quiere decir que, para Hegel, el mundo que los
seres humanos crean con sus actos es una totalidad autosuficien­
te, que no tiene ninguna causa fuera de sí, que no obedece a otra
ley que la que se da a sí mismo y no admite ninguna trascenden­
cia; por eso no vacila en llamarlo "divino". Por su naturaleza, el
espíritu es activo y la actividad es su esencia: él es su propio pro­
ducto y, por tanto, su propio principio y su propio fin. Su libertad
no consisto en estar estático, sino en la constante nef]ación de
todo aquello que amenaza su autonomía. Es sólo en ese dominio
infinito y autodetorminado, que a la vez los hombres realizan y
los determina, donde tiene sentido discurrir sobre su voluntad
y su libertad efectiva.
Sur�Jen de ahí dos consecuencias: primero, la autodetermi­
nución de la conciencia no involucra ningún retorno a la naturale­
za; se�¡ún Hef]el, los seres humanos no eran libres en un pasado
idílico para luef]O caer en la tiranía de la vida en común. En eso
coincido con Hobbes: la naturaleza es el reino de la violencia ge­
neralizada, el monopolio de los brutos, la ley delrm1s fuerte. En la
junf]la no cabe hablar de derechos, por eso la libertad no consiste
en volver a ningún estado "natural". En H.ef]el no se encontrará
ninguna celebración de la naturaleza y aun se permite decir que
el paraíso terrenal debió ser como un gran parque silvestre, apto
para ser habitudo por las bestias, pero no por los seres humanos.
Ya se ha visto que lo mismo vale para la conciencia individual:
estar sujeto al impulso no es ser libre, es sólo estar sometido a lo
más primitivo. No es verdad que se respire mejor en un mundo
selvático, porque ahí la conciencia es oprimida por los temores
más elementales.
Segunda consecuencia importante: la libertad no es una sim­
ple idea surgida de la imaginación humana y tampoco pertenece
]]EGEL: SU CONCEPTO DE LIBERTAD 103

al código de ideas innatas del hombre. Es una categoría que resul­


ta de la experiencia de la historia universal, que los seres huma­
nos conocen y han alcanzado mediante el rechazo progresivo a
diversas formas de opresión, expandiendo gradualmente ese prin­
cipio hasta alcanzar, tendencialmente, a todos. En la actualidad,
la libertad se ha vuelto un derecho natural e inalienable, pero su
naturaleza es histórica, resultado de un largo y tumultuoso pro­
ceso humano. La libertad y los derechos inalienables no preceden,
sino que son consecuencia de ese progreso: el resultado de una
lucha compleja y contradictoria para construir un mundo en el que
el hombre pueda reconocerse y actualizarse a sí mismo. Y es en
esta "segunda naturaleza", que es su obra, donde el ser humano
obtiene el reconocimiento de su libertad y de su subjetividad ra­
cional. La libertad es un concepto, un conocimiento y no únicamen­
te un ideal. Por eso, y sólo por eso, la libertad tiene un fundamento
efectivo y no sólo un fundamento imaginario. Comenzando por
Hegel, lo inalienable de los derechos y de la libertad no deriva de
la naturaleza ni de la pura razón, sino de la historia universal,
porque ésta ha desarrollado y acumulado un legado común para
todos los hombres, para el hombre como tal, para el hombre uni­
versal.1!'
La irrupción del "otro" en la idea de libertad tiene un segundo
sentido que se concentra en la categoría de reconocimiento; es
decir, en el encuentro de la conciencia de sí con otras conciencias,
en el espacio colectivo. Ya se ha visto que para Hegel, el ser huma­
no no logra su libertad en la reclusión de su interioridad, sino en
encontrarse en su otro, como en sí mismo, dependiendo de sí mis­
mo y estableciendo en ese encuentro su propia determinación.
Tó mese como ejemplo la categoría de propiedad: si considero un
objeto de mi propiedad puedo aferrarme a él, aun con los dientes,
pero ¿cómo podría ese obj eto ser considerado mi propiedad si no
hubiera otras conciencias que lo reconocieran y algún tipo de de-

1" Domenico Losurdo, Hegel and the Freedom of Modems, p. 63.


104 SERGIO PÉREZ CORTÉS

recho que lo sancionara? A ese espacio de encuentro entre con­


ciencias Hegel lo llama "Estado", y al individuo que actúa en él
para realizar su libertad, lo llama ciudadano. Es importante seña­
lar que la categoría de "Estado" no es equivalente a la noción mu­
cho más limitada de "gobierno", ni se reduce a una institución
jurídico-política. Hegel, siguiendo a los clásicos griegos, llama "Es­
tado" al orden social en su conjunto, a la sociedad humana. ¿por
qué tiene entonces que haber un Estado? Porque una condición
para ser libre consiste en comprometerse con una elección razona­
ble, que sea admisible para nuestro pensamiento y nuestra razón.
Pero para que esa elección pueda realizarse, debe manifestarse
en la vida efectiva; es decir, reconocer y ser reconocida por otros
seres humanos. En un mundo que carezca de nociones como las de
propiedad, justicia, ley, castiS)O, amor o compasión, no puede exis­
tir tal reconocimiento, porque faltan todos los mecanismos pa­
ra que ese reconocimiento se exprese: "Es sólo en un mundo social
que conten�a al Estado que los ciudadanos desarrollan esas ca­
pacidades, porque tal mundo es el mínimo autosuficiente que es
cupaz de mediar en el reconocimiento mutuo" .11; La existencia del
Estado (entendamos: de la sociedad humana) no es simplemen­
te un mal, una limitación que la conciencia individual tiene que
soportar con resi�nución, sino que es el lunar de su méls alta rea­
lización, porque (,cómo realizar el bien, cómo ser virtuoso (o mal­
vado), si no se pertenece a comunidad al�una? Y justo porque
sólo se puede ser al interior de esa sustancia, el Estado no es del
orden del consentimiento. Poco importa que los hombres otor­
�uen su acuerdo: existe una razón fundada en la libertad para
afirmar y sostener el mundo social (incluido el Estado moderno),
sea que hallarnos consentido a él, o no.
Existe un tercer sentido en que la conciencia obtiene su liber­
tad a través del otro: son las pasiones y los impulsos. Este tercer
sentido es importante porque permite reconocer la distancia que

'" Alan Patten, Hegel's Idea of' Freedom, p. 134.


liEGEL: SU CONCEPTO DE LIBERTAD 105

Hegel se esfuerza en mantener respecto de lo que considera el for­


malismo moral kantiano. En efecto, para HegeL Kant tiene el mé­
rito insuperable de haber defendido el valor de la autonomía moral
del individuo, pero lo ha hecho mediante la estrategia de mante­
ner separadas dos esferas: la sensibilidad, la inclinación, el amor
patológico, por una parte, y por la otra, la razón, la ley, la norma.
La ley moral descansa enteramente en la razón, pero excluye cual­
quier heteronomía. El individuo es moral porque su conducta se
apega a la razón, pero debe mantenerse ansiosamente alejado
de toda forma de contingencia, especialmente de sus pasiones. He­
gel se opuso sin cesar a esta separación: según él, Kant se había
propuesto originalmente realizar la unidad entre derecho y deber,
entre lo real y lo ideal, afirmando que la esencia del suj eto pen­
sante y del sujeto volitivo son una y la misma. Pero el resultado es
diferente a las intenciones, porque la doctrina pura del deber esta­
blece un desacuerdo entre la diversidad de las inclinaciones y los
imperativos ideales de la razón. En Kant. la facultad sensible de
desear no tiene ningún acuerdo necesario con la unidad pura de la
razón práctica. Ésta contiene una idea radical de la libertad del yo
porque supone un "q uerer", un ejercicio de la voluntad mediante
una actividad y una autonomía completas, pero se realiza a costa
de someter a la sensibilidad. Kant ha dejado abierto un abismo
entre la legalidad y la moralidad. Es cierto que ha subrayado la
libertad esencial de la voluntad como autodeterminación, pero es
para someterla a otra tiranía, porque donde quiera que hay "de­
ber ser", hay agresión a la libertad. Absolutizando al deber, ha
fragmentado al hombre y no cesa de sugerirle que oprima sus
impulsos naturales. Elevar los mandamientos de la moral a rango
de principios de la razón, como él lo pide, significa obrar contra las
inclinaciones por respeto al deber, instaurando "una contradicción
permanente entre el corazón y la cabeza". Obedeciendo únicamen­
te a la voluntad racional el sujeto es moral en sentido radical, pe­
ro su razón se opone sistemáticamente a su naturaleza, porque la
obligación resulta de un criterio puramente formal.
106 SEHGIO PÉHEZ COHTÉS

Hegel se esfuerza en ofrecer una visión diferente: él afirma


que la libertad que está al alcance del individuo no consiste en
suprimir sus pasiones, sino en modificar la relación que mantiene
con ellas, con las representaciones que las acompañan y con los
impulsos que las suscitan. Los deseos y las inclinaciones forman
uno con el individuo, aunque es verdad que pueden convertirse
en su otro, al menos en la medida en que interfieren con su acti­
vidad racional. que limitan su actividad cuando no se encuentran
en armonía con su razón práctica. Por ello, el individuo debe mo­
delarlas. En ello Hegel se encuentra mucho más cerca de Spinoza:
el individuo no puede, ni debe, liberarse do sus pasiones, porque
éstas son parte de su acción, son aquello que lo conduce a reali­
zarla. GQué sería de una acción sin el incentivo de la pasión? Nada
grande puede hacerse sin pasión y la vida moral no tiene por qué
ignorarJo.1·1 A diferencia de Kant en Hegel la acción no está mo­
tivada únicamente por la razón, sino por la inclinación y el impul­
so, a condición de que estén guiados y puestos en escena por Ja
rozón, en determinadas situaciones específicas. Un sujeto racio­
nal qun estó vivo, suele estar motivado por sus pasiones, pero no
por ellas inmediatamente, sino por una deliberación inteligible
que, independiente de toda contingencia, eline tal o cual pasión y
la pone en juego, diri�¡iéndola acorde con el objetivo que persi­
gue. Determinarlas, informarlas, es una manera de reconocer que
ellas son verdaderas y necesarias, pero también es una forma de
convertirlas en imágenes claras, en pasiones positivas. La libera­
ción de los impulsos no consiste en oprimirlos creando una esfera
inteligible y separada, pero tiránica, sino en modificar la relación
que se guarda con esas querencias, integrando los deseos y las

11 "Cuando diga 'pasión' entenderé la determinación particular de carácter,


por cuanto estas determinaciones de la voluntad no tienen solamente un conte­
nido privado, sino que son el elemento impulsor y activo de los actos universa­
les. No se hablará aquí de los propósitos en el sentido de interioridades impotentes
con los cuales los caracteres débiles se desorientan y paren ratones". Leccio­
nes de filosofía de la historia universal. p. 83.
HEGEL: SU CONCEPTO DE I.IBERIAD 107

elecciones en un todo coherente. Eso es la virtud: "lo llamamos


virtud cuando las pasiones están de tal manera relacionadas con
la razón que ellas hacen lo que la razón ordena". 18
Hegel utiliza con frecuencia una expresión para referirse a la
libertad: "estar en casa consigo mismo en su otro, dependiendo
de sí mismo, y estableciendo su propia determinación". :9 El sen­
tido de esa expresión debe ser claro ahora: la libertad no es sólo
ser en sí mismo, con su razón, sino también en sí mismo en el
otro. La libertad del espíritu -dice la Enciclopedia- no es me­
ramente una ausencia de dependencia obtenida a espaldas del
otro, sino ganada en el otro; ella no se actualiza escapando del otro,
sino subsumiéndolo, haciéndolo partícipe de la libertad. En Hegel,
lo mismo que en Kant, el individuo es libre en la medida en que
obedece a una ley de la que es, a la vez, autor y objeto. Pero a di­
ferencia de Kant, esa ley no proviene de un paradójico momento
único de elección por el cual el individuo acepta obedecer a un
principio racional, más bien que a su impulso o a su amor de sí
mismo. La formación de sí y la autosujeción a la ley se dan, según
Hegel, de manera gradual, colectiva y realmente histórica. Esta
presencia del otro otorga a la idea de libertad su característica
hegeliana. En la tradición liberal, la libertad refiere usualmente a
una esfera de privacidad en la que los individuos pueden hacer lo
que les plazca, inmunes a la injerencia de otros, especialmente del
Estado. Normalmente, a esta libertad de hacer lo que se quiera
se agrega la expresión "siempre y cuando no coarte la libertad de
los demás". Aquí "los demás" no son más una precaución indispen­
sable para evitar el desenfreno. Hegel no tiene una idea de liber­
tad tan trivial. Para él, la libertad es autorrealización, un logro en
el dominio del otro, en la que la voluntad planta sus obras, reco­
noce y es reconocida por los otros. Libertad quiere decir que el

'" Ibid., citado en Patten, op. cit, p. 57.


:<J Enciclopedia de las ciencias filosóflcas, § 24 AZ (Werke 8, p. 84).
108 SERGIO PÉREí: CORTÉS

individuo realiza sus fines, busca y obtiene satisfacción con sus


actos, efectúa su esencia racional.
Con esta idea de libertad, ciertas expresiones que normalmen­
te son utilizadas para desprestigiar al filósofo, pierden su aspecto
paradójico. Así, ante la cuestión ¿qué es el derecho?, Hegel res­
ponde que, puesto que la libertad sólo existe si es vivida, ella se
materializa en el derecho y en completa congruencia llama a la
filosofía del derecho "un sistema de la libertad objetiva"; es decir,
una serie de instituciones en las que la voluntad se encuentra
"consigo misma" :::o El derecho es la expresión material de la volun­
tad libre. Desde luego, por "derecho" Hegel no entiende una ley
estrictamente jurídica contenida en códigos o legislaciones: por
"derecho", en sentido extenso, él entiende todo el sistema de ins­
tituciones y prácticas que son premisas de la libertad: "El dere­
cho es toda existencia en general que es existencia de la voluntad
libre. El derecho es, por tanto, libertad en general, la idea" .<1 A la
pregunta ¿qué es entonces el deber?, Hegel responde que el de­
ber no es, como en Kant, una forma de sumisión al imperativo ca­
tegórico, sino la liberación del individuo. Liberación en un doble
sentido: por una parte el individuo se encuentra liberado de sus
tendencias naturales y, por la otra, se encuentra liberado de
su subjetividad indeterminada, incapaz de ninguna actualización.
Ciertamente, en el deber el individuo obedece una ley, pero ésta
es su ley materializada en el mundo efectivo. El deber es ante to­
do una actitud hacia algo que, para mí, es sustancial y universal
en y para sí, pero si éste es el caso, entonces hay reciprocidad en­
tre la libertad y el deber en el sentido que, obedeciendo, soy li­
bre: "En el deber, el individuo se libera a sí mismo y obtiene así
su libertad sustancial".�' Esto es así porque la libertad es efectua­
ción, autorrealización; de ahí se sigue que los deberes éticos que

20 Principios de la filosofía del derecho,§ 4 (Werke 7, p. 46).


2' /bid.,§ 29 ( Werke 7, p. 80).
2' !bid.,§ 149 (WcrkEY 7, p. 298).
HEGEL: SU CONCEPTO DE LlllERTAD \09

nuestros papeles sociales nos imponen son indispensables para


la actualización de nosotros mismos como seres racionales. Los
deberes liberan al individuo porque cumpliéndolos se define a sí
mismo por medio de su acción y esta acción debe conducir a un
proceso social más amplio en el que se busca. entre el conflicto y
el tumulto, el bien. Es preciso, sin embargo, tener presente que la
asociación de ideas como razón, voluntad, deber, Estado y liber­
tad, crean una galaxia conceptual que causa estupor y disgusto a
la conciencia liberal.
La libertad es la voluntad libre que quiere la voluntad libre.23
Esta expresión aparentemente circular es la solución que Hegel
ofrece a una situación contradictoria. En efecto, para ser libre la
voluntad tiene que cumplir con dos momentos: primero debe in­
dependizarse de todo lo que en ella es contingente y particular;
luego, debe proceder a negar toda esa indeterminación; el primer
momento representa la transición a la indeterminación, el segundo
la transición a la particularidad; el primero es independizarse a sí
misma de cualquier determinación, el segundo establecer su pro­
pia determinación. Para sersubjetivamente libre, la voluntad debe
liberarse de cualquier heteronomía, pero para ser objetivamen­
te libre debe determinarse en la existencia reintroduciendo una
forma de heteronomía. Ese movimiento antagónico constituye
la libertad. Autodeterminación quiere decir justamente ponerse
uno mismo como lo negativo de uno mismo, como limitado por el
otro, manteniendo sin embargo la voluntad de no unirse sino con
uno mismo. Cierto, es una contradicción, pero que se resuelve
porque la determinación objetiva que admite es su propia obra
y por tanto ella no obedece sino a sí misma. Naturalmente, intro­
ducir esa oposición en el seno de la voluntad no implica problema
alguno para Hegel. pues éste afirma que nada, ni en el cielo, ni
sobre la tierra, existe sin contradicción. Bien considerado, el ser
humano, en el reino del espíritu. es el único capaz de soportar en

n Ibid., § 27 (Werke 7, p. 79).


110 SERGIO PÉREZ CORTÉS

sí esa contradicción y resolverla, subsumiendo ese antagonismo


en una forma más alta de libertad, mientras en el reino natural,
por el contrario, toda contradicción culmina con la destrucción de
uno de los opuestos.
Además de mostrar la naturaleza dialéctica de la libertad,
aquella expresión de apariencia circular permite responder de
manera fundada a una pregunta crucial: ¿por qué los seres huma­
nos buscan la libertad? Resulta claro ahora que ellos no la buscan
como un ideal surgido de su imaginación, o como un fin siem­
pre inalcanzable e indefinidamente pospuesto. La libertad no es
una invención subjetiva o un impulso innato, sino una obligación
que se les impone, porque la han creado ellos mismos a través de
su historia. Los seres humanos hacen la libertad, la han estado
haciendo. No se dirá entonces que la libertad surgió en un momen­
to determinado, sino que siempre ha estado en obra, en lugares
insólitos y por causas diversas, hasta llegar al presente. En la mo­
dernidad, el individuo vive obligatoriamente una serie de condi­
ciones que le dan contenido real a su libertad: él tiene que elegir
entre una diversidad de posibilidades en una serie de dominios
tanto públicos como privados, y está obligado a hacerlo, porque
su itinerario vital ya no está predeterminado, como en las socie­
dades tradicionales. ¿cómo podría renunciar a ello sin perder la
mayoría de edad que ha alcanzado? Desde luego, en muchos ca­
sos ese margen de elección es limitado y en algunos de ellos es
inexistente, pero basta para afirmar que hoy la obligación moral
es inseparable de la libertad. Resulta, no obstante, que esa liber­
tad como autorrealización racional no es, ni homogénea para la
mayoría, ni completa para todos. Si la libertad es ya una catego­
ría obligatoria, está lejos de ser una existencia efectiva; por eso
los seres humanos continúan su incesante lucha política, buscan­
do que su existencia se aproxime cada vez más a su concepto, a la
idea que tienen de sí mismos como seres autónomos y racionales.
Los seres humanos no tienen que buscar en su imaginación
ningún fin, porque esos fines ya están presentes, como nega-
HEGEL: SU CONCEPTO DE LIBER'!All 11 1

ción de aquello que los limita y los oprime. En su acción política


no persiguen determinaciones ilusorias, sino sólo aquellas que se
revelan necesarias para que todos y cada uno se encuentre en po­
sición de deliberar y expandir los fines que dan contenido a esa
misma libertad. "La libertad que quiere la libertad" no es una ex­
presión circular sino recursiva:24 puesto que su libertad requie­
re de un ordenamiento social y político que le permita mantener
y desarrollar esa autonomía, el individuo busca, reflexiona y persi­
gue justamente aquel ordenamiento que le permite mantener y
desarrollar esa libertad y la racionalidad que la acompaña. La justi­
ficación básica a la que el ciudadano puede apelar para reflexionar
acerca de su acción política no es ningún deseo subjetivo, ni una
meta que resulte de alguna deliberación colectiva, sino mantener
y expandir las condiciones objetivas de su propia libertad y racio­
nalidad. Ya se ha visto que en Hegel, el Estado no es del orden del
consenso, por eso la pregunta que se plantea no es ¿cuáles son los
principios sobre los cuales los seres humanos pueden ponerse de
acuerdo para vivir en libertad?, sino más bien, ¿cuáles son las con­
diciones objetivas, es decir las instituciones y las prácticas que
son necesarias para mantener y desarrollar la libertad ya alcan­
zada?<!• AsL la libertad, que corno sabernos es la "sustancia del
espíritu", se convierte cm el motivo, el móvil y el objetivo de su
acción política, su propia justificación. A propósito de la libertad
puede afirmarse, como lo hacía la filosofía clásica, "no me busca­
rías si no me hubieses ya encontrado". La libertad objetiva exige
la presencia del Estado, de una forma de organización social y po­
lítica en la que esa autorrealización se haga manifiesta. Los indivi­
duos son libres en el Estado, porque actuando corno ciudadanos
están trabajando no sólo para satisfacer sus necesidades y sus de­
seos, sino para preservar y desarrollar las propias capacidades
de libertad y racionalidad que ya poseen.

"Patten, op. cit., p. 100.


<5 Tbid., pp. 118-119.
112 SERGIO PEREZ CORTÉS

En resumen, mediante la categoría de libertad, la filosofía po­


lítica de Hegel no consiste en descubrir, cueste lo que cueste, la
razón que se oculta en la historia, sino incitar a los hombres a re­
conocer que, por su razón, ellos realizan un mundo tangible y
afectivo. Si los hombres decidieran retirar el velo que creen que
les oculta al mundo (pero es aquí donde muchas filosofías conspi­
ran), no solamente sería necesario que ellos penetraran para que
haya alguien que vea, sino para que haya algo digno de ser visto.
Nada en la filosofía de Hegel condena a los seres humanos a la
inacción. Por ello resultan especialmente desdichados los comen­
tarios que hacen del concepto una doctrina conservadora. Hegel
tiene razón en rebelarse: eso es traicionar lo esencial de la em­
presa. Para él, la libertad no es un fundamento metafísico, ni una
escala externa contra la cual los seres humanos pueden compa­
rar sus carencias: ella sólo existe si es vivida. La libertad y lo ver­
dadero no se pueden descubrir porque no se ocultan en ningún
sitio: se alcanzan y se construyen en el tumulto de la historia. La
felicidad y el amor no los esperan al final del camino, porque ya es­
tán siendo, desde el momento en que, con sus actos, realizan la
reconciliación con su diferente. Pueden ya entregarse a la reali­
zación de esos principios con In certeza de que todo temor a errar
es injustificado.
Cada hombre debe aspirar a la felicidad que su autonomía
moral le permite, pero para ello requiere alcanzar una cierta recon­
ciliación con Jos otros y consigo mismo. Lograrla significa acep­
tar que la libertad no existe en la soledad, sino que se realiza en
un mundo y se hace presente en su cultura y sus instituciones. Y
sin embargo, reconciliarse con esa sustancia ética no es abdicar:
no es cuestión de evocar un abstracto pasado o de imaginar un
futuro inaccesible, sino de colocarse en el presente realizando en
éste su verdad, olvidando aquellos momentos en los que se du­
daba de su íntima solidaridad con los hechos. No es Hegel, sino
Fichte, quien ha hecho sentirse melancólicos a los hombres por su
unidad con el universo; por su parte, Hegel ofrece un impulso op-
HEGEL: SU CONCEPTO DE LIBERTAD 113

timista y asegura que q uien sólo les habla de s u finitud, quien


sólo se refiere a los límites de su razón y no cesa de recordarles lo
minúsculo de su acción, ése miente contra el espírit u . Nada en
esta filosofía condena a los seres humanos a la inmovilidad: ella
no los lleva a contentarse con lo que existe, sino a indignarse con
la situación horrible de la sociedad y a tener la certeza de que,
actuando, ellos hacen aparecer su propio juicio. ¿por qué sentirse
entonces indescriptiblemente miserables? Los seres humanos han
alcanzado ya el principio de su libertad y buscan expandirlo, eso
es lo único que cuenta, lo único que su bsistirá.
La filosofía tiene un lugar asegurado en ese proceso. Para quien,
como Hegel. cree que ella debe alcanzar la vida, ella no puede re­
ducirse a un ejercicio intelectual y debe ser incluida entre los
medios reflexivos por los que se anuncia la reconciliación. La filo­
sofía es el pensamiento militante que permite abandonar ciertos
errores tenaces acerca de la naturaleza, la impotencia y la inepti­
tud hu manas; ella divu lga la confianza de que los seres humanos
dominan las circunstancias de su existencia y revela el combate
que se libra para dar consistencia a lo que se intuye de verdadero
en la realidad efectiva. No es verdad que la filosofía busque sepa­
rarse de la vida: ella sólo desea precipitar el advenimiento de la
vida verdadera. En su actividad, se opone a esas perspectivas que
despueblan el cielo y lo degradan a las formas más triviales de
finitud y limitación. ¿cómo podría actuar de otro modo si la frivoli­
dad y el aburrimiento del presente descubren a su manera la for­
ma nueva que se anuncia, si el presente ya se revela preñado de
un mej or futuro? La filosofía política de Hegel es lo opuesto a una
filosofía de la razón satisfecha; sería más j usto definirla como
una filosofía de la razón indignada.
Es posible que algunos prefieran no escucharlo. Es seguro
que no es el filósofo que ha llevado más lejos la revuelta por la
dignidad humana -honor que en nuestra opinión corresponde­
ría a Spinoza-, pero con todo, Hegel propone con sus medios,
los suyos propios, el deseable fin de todas las servidumbres.
1 14 SERGIO PÉREZ CORTÉS

BIBLIOGRAFÍA

Obras de Hegel citadas

Hegel, G .W.F., Lecciones sobre la f/Josofía de la h istoria universal, trad .

de José Gaos, Madrid, Alianza Universidad, 1 9 8 2 .

____ , Principios de la filosotla del derecho o derecho nat ural y cien­

cia del Estado, t ra d . y pró l . de J u an Luis Ve rmal, Barce lona, Edhasa/

Los l i b ros de S ís ifo, 1 9 9 9 .

L a s referencias a los textos d e Hegel e n lengua alem ana


provienen de la siguiente edición

HegE, I , G . W. F. , Werko in L:wanziq Bf-inden, Theorie Werkausqabe, Fra n kfu rt,


S u h rkarnp Ve r l a g , 1 9 7 1 - 1 9 7 8 .

Estudios· sobre HfJqel

Avi nieri, S halomo, l-lo,r¡e/ '.<; Tl w or y of Modorn Sta te, C a rn b r idqo, Ca m­


bridge U n ivor s i t.y Press, 1 fl7H.

Bednsc h i , G i usc�ppn, l 'olitica e st oriéi i n Hf!,r¡el, H o m a - B m i , Lat.orza, 1 !1 7 3 .

Bourgoois, BPr nélrd, t:l pe nsam ien to político d e Hoqol, B t wnos A i n�s.

A rn o r rortu, 1 9 7 0 .

C e s a , C:l a u d io, Hoqo/, tllósofó político, N á po les, C u ida Ed i t o r i , 1 Sl 7fi.

D ' H o n d t., J ac: q u o s , finge! et: son temps, Pa r í s , Éd i t i o n s S o c i il l flS, 1 Slfi8.


---- · Heqol, filósofó de la historia vivien te, Buenos A i res, A rn o r rortu,

H l71 .

Fleisch rnan, E ric, Introduction a la philosophie du Droit de Heqel, Pa rís,


É d itions Plon, 1 96 8 .

Fmnco, Pa ul, Hegef 's· Philosophy of'Freedom, N e w Haven, Va le University

Press, 1 9 9 9 .

I l ting, K a r l H . , Hegel diverso, Rorna-Bari, Laterza, 1 9 7 7 .

J arczyk, Gwendol i n e, Sys teme et liberté dans la "Logique " d e Hegel, Pa­

rís, É d itons Aubier Montagne, 1 980.


H EGEL: SU CONCEPTO DE LIBERTAD 115

Losurdo, Domenico, Hegel and the Freedom on Moderns, Durham, D u ke

Univers ity Press, 2004 .

Macherey; Pierre y Jean-Pierre Lefevre, Hegel et la societé, París, Presses


Universitaires de France, 1 980.

Marx, Karl, Crítica a la filosofía del derecho d e Hegel, México, G rij a l bo,

1 9 70.

Patten, Alan, Hegel 's Idea ofFreedom, Oxford, Oxford Un iversity Press,

200 2 .

Pelczynski , Zhignew A . , Introduction to Hegel's Política/ Writings, Oxford,

Oxford University Press, 1 9 6 2 .


___ , Hege/ 's Politica/ Philosophy, Cambridge, Cambridge University

Press, 1 9 7 1 .

Peporzak, And ré, Lejeune Hegel et la vision mora/o du monde, The Ha­

gue, E d i tons Martinus N ij hoff, 1 96 9 .

Pérez Cortés, Sergio, L a política del concepto, México, Universidad Au­

tónoma Metropolitanu, 1 98 9 .

P i p p i n , Robert, " Hegel's Practica! Philosophy. T h e Realization o f Free­

d o rn " , en K. Ameriks (ed . ) , The Cambridge Companion to German

Tdealism, Cambridge, Cambridge Univers ity Press, 2000.

Po pper, Ka rl, l.a sociedad abierta y sus enemigos, Barce lona, Paidós,

2000.

Q u e l q uejeu, Berna rd, La volonté dans la phi/osophie de Hegel, Pa rís,


É d i tons du Seuil, 1 9 7 2 .

Ried e l , Manfred, Ma teria/en z u Hegls Rech tsph ilosophie, Frankfurt, S u h r­

karnp Ve rlag, 1 9 7 5 .

Rosensweig, Franz, Hegel e lo stato, Bologna, Societá Editrice I l M u l ino,

1 976.

Ta minaux, Jacques, Présentation du systeme de la vie éthique de Hegel,

Pa rís, Éd itions Payot, 1 9 7 6 .

____ , Naissance de la ph ilosophie hegelienne de l 'état, París, Éd itions

Payot , 1 98 4 .

Taylor, Charles, Hegel, Cambridge, Cambridge University Press, 1 9 7 5 .

____ , Hegel and Modern Society, Cambridge, Cambridge Univorsity

Press, 1 9 7 9 .
116 SERGIO PÉREZ CORTÉS

Weil. Eric, Hegel et J 'état, París, Librairie Philosophique J . Vrin, 1 9 74 .

Wílliams, Robert R . , Hegel 's Ethics of Recognítion, Berkeley, California

University Press, 1 9 9 7 .

Wood, A l l e n W. , Hegel 's Ethical Thought, Cambridge, Cambridge Uni­

versity Press, 1 9 9 0 .

You might also like