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Discernimiento:

Actualidad y motivaciones
MAXIMILIANO HERRÁIZ

Este es el hilo de nuestra exposición: presentamos de en-


trada lo que es el discernimiento, para pasar inmediatamente a
la afirmación de su perenne actualidad, que viene acrecida en
situaciones concretas, históricas. Derivamos luego hacia la cues-
tión de los campos o enfoque del discernimiento.
Es esta descripción somera y ambientadora la que nos des-
vela las motivaciones que urgen y alimentan la tarea discerni-
dora de la Iglesia. Unas que responderían a la perennidad de su
razón de ser en la vida de la comunidad eclesial y del cristiano.
y que dan al discernimiento su dimensión teologal, especificán-
dolo como cristiano, al tiempo que lo definen como esencialmen-
te dinámico, abierto, proyectado sobre la historia. Y otras que
arrancarían inmediatamente de la historia misma, del hoy en
que estamos situados. Situaciones circunstanciales, más o menos
incisivas respecto a la vida cristiana, con mayor o menor perdu-
raclOn, pero que requieren ser discernidas y que, a la vez,
afectan al discernimiento mismo.

l. DISCERNIMIENTO

1. Qué es el discernimiento. Asumimos como punto de


partida y marco en el que se desarrolla nuestro estudio la defi-
nición descriptiva que del mismo hace Therrien: el acto del
discernimiento aparece "a la vez uno y complejo, humano y
divino, personal y eclesial, 'en situación' e inmerso en el único
REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 38 (1979), 509-534
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designio de salvación, orientado a la edificación de los hermanos


y ordenado a la gloria de Dios, cumplido en el tiempo, pero
participando ya del Juicio escatológico" l. Es la más completa
de cuantas definiciones conocemos. Recoge con precisión y fide-
lidad todos los elementos que componen el acto de discernir.
De algún modo afluirán estos distintos componentes en las pá-
ginas que siguen.
El discernimiento es una palabra temprana en el vocabulario
de la comunidad cristiana. Y grávida de contenido. Palabra
clave, por tanto. Su historia corre pareja con la del cristianismo.
y esto no por capricho del azar, sino por la fuerza intrínseca
de la Buena Nueva: el cristianismo es discernimiento radical,
absoluto, definitivo. El cristiano es un hombre que discierne en
cuanto que es previamente discernido. Por este lado se exorciza
cualquier sospecha de moda intelectual y también toda· vanali-
zación del tema. Como se desautoriza todo mimetismo. El dis-
cernimiento es una exigencia inherente y una dimensión esen-
cial de la fe. Se ha presentado con razón como la llave de la
moral evangélica 2.
Definir el cristianismo como discernimiento es situarnos con-
venientemente para la comprensión más radical del hoy y del
ayer de esa búsqueda constante, ininterrumpida y vigilante de
la voluntad de Dios 3. Hoy y ayer hermanados en el núcleo cen-
tral y diferenciados en las perspectivas, en los campos sobre los
que se proyecta, en la sensibilidad misma con que se afronta, y
hasta en la intensidad de la luz con que se lleva a cabo.

Todo esto hay que tenerlo en cuenta pára entender la cues-


tión de la necesidad de discernir hoy. Leemos frecuentemente:
"No hay tema más central en la espiritualidad cristiana, ni más
urgente en el momento actual" 4. "En estos últimos años ha ve-
1 G. THERRlEN, Le discernement dans les écrlts paullniens, Parls, 1973, p. 292.
Explica brevemente la definición, ib., 292-301.
2 lb., 303, citando a Cullmann y matizando el alcance de su afirmación.
3 Huelga insistir en lo que es una constante Ininterrumpida de la tradición, aun
cuando quepa y sea obligado advertir cómo, de hecho, pueda darse una Inteligencia
fixista de la voluntad de Dios ya manifestada, o dinámica, que se va manifestando
históricamente; como plan y programa ya establecido y trazado, o como algo que
acontece y que sucesivamente va saliendo a la superficie de la historia. La concep·
ción que se tenga afecta profunda y determinantemente a la concepción misma del
discernimiento.
, JosÉ M.a GUERRERO, El discernimiento comunitario. Desafio y respuesta a nues-
tra búsqueda esperanzada, en Vida Religiosa, 38 (1975), 272.
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nido a convertirse [el discernimiento] en algo céntrico." "Se ha


venido a convertir... en uno de los grandes problemas de la
Iglesia" 5. Los textos se podrían multiplicar. La evidencia del
caso nos ahorra eduerzos. Nos preguntamos: ¿por qué esta
centralidad y primacía del discernimiento en la actividad de la
Iglesia? ¿Cuáles son los motivos que hacen de él el tema de la
vida y misión de la Iglesia? ¿Y cuáles las motivaciones hodiernas
que se suman a las de siempre y que añaden urgencia y ponen
apremio?
Tendremos ocasión de ver que la razón del t·ema no está
primeramente en la situación histórica, sino en el corazón de
la revelación.
Si hoy las circunstancias ponen prisa y perentoriedad, tal vez
sea porque no supimos discernir a tiempo, con valentía, la vo-
luntad de Dios y la historia se nos ha echado encima. En cual-
quier caso, motivaciones permanentes y pasajeras no constituyen
dos órdenes yuxtapuestos, sino Íntima y profundamente entre-
verados. Si recordamos que Dios, por y en su Hijo, entra en la
historia poniendo de manifiesto los designios de su voluntad sal-
vífica y los fondos de pecado del corazón del hombre, enten-
deremos cómo cuando se le escapa al cristiano la historia es
porque ha perdido al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo
y se ha postrado ante las obras de sus manos, ídolos de inmo-
vilidad y de muerte. Porque Dios es, como veremos, la exigencia
del discernir y del vivir alertado a los "asomos" de Dios en la
hsitoria de la humanidad como en la vida del hombre. No hay
más razón de actualidad del discernimiento que la confesión de
un Dios que sigue actuando en la historia, manifestándose en
ella e impulsándola hacia un objetivo de plenitud y consumación.
Discernir es percibir esta revelación de Dios y consagrarse a la
realización de la misma. Descubrir y asentir "al Espíritu que
está delante de nosotros". El discernimiento "es el modo en
que el Espíritu .se introduce en el movimiento de la historia,
dándole una orientación erística. En vez de lo que a menudo
puede convertirse en simple análisis de sí mismo, el discerni-
5 J. PIKAZA, El discernimiento de espiritus en el Nuevo Testamento, ib., 259. No
faltará quien, considerando la importancia capital de la actividad discernidora de
la Iglesia y la situación de confusión y ambigüedad en que vivimos, se lamente de
la falta de discernimiento en momentos tan críticos. «Después del Vaticano II ha
faltado mucho discernimiento cristiano» (P. FERNÁNDEZ, Discernimiento de la situa-
ción crítica actual de los religiosos y caminos concretos de renovación, en Con/er,
17 (1978), 648).
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miento enfatiza las características del Espíritu Santo que mo-


delan el perfil sobre el que proyectamos nuestros movimientos
espirituales" 6. El discernimiento pone, pues, el acento sobre la
acción del Espíritu que exige y define la acción del hombre.
Acción del Espíritu sobre la totalidad de la historia de la huma-
nidad, como sobre la entera persona, haciéndola historia de sal~
vación. Alcanza a todo hombre y a todas sus cosas. Desde aquí
se comprende la superación operada modernamente en el en-
foque del discernimiento.

2. Motivaciones del discernimiento hoy. Si el discerni~


miento es una dimensión inherente al ser cristiano y, por 10
mismo, su ejercicio una necesidad imperiosa y una exigencia
insoslayable siempre, con todo hay momentos y situaciones en
los que se acreoe y se hace más acuciante esa necesidad y exi-
gencia. Situaciones y momentos que inciden de una manera de-
terminante, no sólo dando viveza y actualidad, sino también en
el enfoque y perspectivas del mismo. Creer en un Dios que se
revela en la historia significa aceptar que ésta ofrece siempre una
"oportunidad" de gracia. Descubrirla y aprovecharla es un deber
del cristiano y una tarea propia del discernimiento. En todo caso,
rastrear la voluntad de Dios no puede hacerse fuera de la historia
porque en ella nos cita Dios. La historia actualiza siempre, sea
cual fuere su cariz, la necesidad de discernir.
La Iglesia ha operado este giro en la comprensión de su
labor discernidora: "Es un deber permanente de la Iglesia es-
crutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz
del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación,
pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la hu-
manidad" 7. Y después de presentarnos la imagen de un mundo
moderno cambiante -cambios profundos, acelerados y univer-
sales 8_, el Concilio afirma: "El Pueblo de Dios ... procura
discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos... los sig-
nos verdaderos de la presencia de los planes de Dios" 9. Cuando
miramos cristianamente a la historia estamos indagando los sig-
nos auténticos de la presencia de Dios. El hoy no es un apéndice
• J. R. SHEETS, Prolile 01 the Spirit: A theo!ogy 01 discernment 01 spirits, en
Review lor re!., 30 (1971), 364.
7 as. 4.
8 lb., 5-8.
9 lb., 11.
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 513

al que hay que traer el hallazgo de la voluntad de Dios encon-


trado en un rincón del pasado. El hoyes el lugar de cita en el
que Dios manifiesta su voluntad al hombre. De las palabras de
la GS anteriormente citadas cabe deducir que para un cristiano
discernimiento "es necesario atender por igual a estos dos pun-
tos: situarse con lucidez en la historia de salvación y valorar
los signos de los tiempos" 10. Aquélla nos da la clave de lectura,
éstos nos ofrecen el material a discernir. Sin la primera éstos
se nos tornan irremediablemente opacos; sin los segundos aquélla
se nos convierte en datos de archivo. En cualquier caso, Dios
deja de s'er el Dios que se desvela en la historia en un presente
infinitamente abierto.
y los signos de los tiempos, los datos que de algún modo
configuran al hombre de nuestros días y le dan una fisonomía
propia, son múltiples, polivalentes, no tan simples que cedan a
una mirada superficial, ni tan fútiles que puedan despacharse con
dos palabras ingeniosamente combinadas. Parece que los más
importantes para nuestro caso son éstos: el despertar religioso,
la situación de cambio y el pluralismo. Son los que examinare-
mos más adelante porque vemos en ellos los fenómenos más
relevantes del momento eclesial que requieren un discernimiento
detenido, serio, urgente.

3. Superación de un discernimiento estrecho. A cualquier


lector perspicaz de la literatura de un ayer no muy lejano y de
un hoy todavía corto se le aparece con claridad que en el campo
del discernimiento se han abandonado enfoques estrechos y se
hacen planteamientos amplios y radicales. Se superan parcela-
miento s privilegiados hasta hacerse exclusivos, y se dilata la
visual del discernimiento hasta abarcar la totalidad de la vida
cristiana.
Tradicionalmente el discernimiento enfocaba solamente al
sujeto y a los movimientos internos del alma. Se dirigía y limi-
taba a provocar, asistir y verificar el desarrollo de la vida cris-
tiana del individuo de acuerdo a una concepción espiritualista
en la que quedaban fuera partes y campos amplísimos e impor-
tantes de la vida del creyente. Hoy el discernimiento se ha vuelto
decididamente a la vida. Todo lo que es del hombre y alcanza su
actividad es objeto de discernimiento. Este se extiende a la vida
10 A. Bocos, Discernir hoy en la vIda religIosa, en VR, 38 (1975), 249.
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pública, a las decisiones políticas. "No puede restringirse funda-


mentalmente a la dimensión de la llamada 'vida espiritual' o
'vida interior' de las almas piadosas" 11. La misma tesis apun-
tan los presentadores del número monográfico de Concilium,
haciendo notar la coincidencia relevante de todos los colabora-
dores en este punto: "El discernimiento cristiano no debe res-
tringirse a la vida espiritual o interior de las almas piadosas, sino
que es asunto eclesial y comunitario" 12. Asunto eclesial y comu-
nitario, no tanto ni sólo porque la comunidad eclesial es el
sujeto que discierne 13, sino ante todo y principalmente porque
es el sujeto discernido. ¿Qué quiere Dios de su Iglesia en este
momento preciso? ¿Cuáles son las líneas operativas de una Igle-
sia que se ha· dicho a sí misma que "desde fuera no se salva
el mundo" 14, que ha hecho una confesión solemne de solidari-
dad y comunión con el hombr'e que sufre y goza, espera y se
angustia? 15 ¿Una Iglesia que se declara dialogante del mundo,
que tiene, por tanto, que oírle, aprender de él muchas cosas, y
hablarle desde la fe, pero de los asuntos y problemas que le
acucian? Pablo VI señaló en su primera carta encíclica la rela-
ción estrecha, de dependencia existente entre un mundo marcado
por transformaciones y cambios profundos y extensos y la nece-
sidad de "definirse" como camino para inmunizarse de los peli-
gros que dicha situación representa para la Iglesia 16.
En esta misma línea de superación de enfoques estrechos y
reduccionistas se ha planteado la crítica más radical a la espiri-
tualidad tradicional. La Iglesia ha adquirido una nueva concien-
cia de sí misma. Simplificando mucho podría presentarse como
servidora del hombre 17, más como misión que como institución,
11 E. M. UREÑA, Discernimiento cristiano, psicoanálisis y análisis marxista, en
Concilium, n. 139, 14 (1978), 579.
12 Ch. DUQuoC y C. FLORISTÁN, ib., 502. En esta Unea de apertura a otras áreas
(la poUtlca concretamente) y a otros enfoques más amplios está el libro tan meri·
torio de L. B. LIBANIO, Discernimiento y política, Sal Terrae, Santander, 1978.
13 cr. Ch. DUQuoC y C. FLORISTÁN, ib., y EQUIPO MUNDO MEJOR, El discernimiento,
n. 43 (monográfico), julio-septiembre (1975), 17.
14 ES. 33. Citamos según Colección de encíclicas y documentos pontificios, Ma-
drid, 1967.
15 Cf. GS. 1.
16 ES. 8. Nos encontraremos más adelante expUcltamente con este texto.
17 «Los cristianos... no pueden tener otro anhelo mayor que el de servir con
creciente generosidad y con suma eficacia a los hombres de hoy» (GS. 93), Pablo VI,
en el discurso de clausura del Concilio, hizo la vibrante confesión de la «presencia»
del hombre en los trabajos conciliares: «La Iglesia del Concilio, sí, se ha ocupado
mucho... del hombre tal cual hoy en la realidad se presenta... También nosotros
-y más que nadie- somos promotores del hombre» (Concilio Vaticano JI, BAC,
Madrid, 1968, p. 1110, n. 8).
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 515

más interesada por la praxis que por la doctrina, más como


misterio de comunión y ámbito de la experiencia de Cristo que
como "sociedad perfecta". Esta nueva conciencia acentúa la
preocupación por todo lo que edifica la comunidad, rechaza lo
que no construye. Salta a la vista "la importancia de esta nueva
conciencia eclesial en la elaboración de criterios para el discer-
nimiento" 18. Desde esta ppemisa se ha podido con razón escri-
bir: "Espiritualidades clásicas y de abolengo quedan bruscamen-
te desfasadas ( ... ), otras espiritualidades son reconocidas como
auténticos fallos de la Iglesia ( ... ) ... Se busca ansiosamente una
espiritualidad que int'ente de forma nueva 'encontrar a Dios en
el hombre'" 19. Un planteamiento nuevo, un nuevo enfoque y
nuevas perspectivas. Es la única vía que le queda a la espiri-
tualidad cristiana si quiere salir de la cárcel del descrédito que
ella misma se ha construido. Se entiende que no se trata de
ampliar las generosidades, de una sobredosis de voluntad. "La
cuestión no está 'en que faite buena voluntad, sino en que la
voluntad se oriente en el sentido de una espiritualidad rectamen-
te entendida" 20. Un planteamiento nuevo que arranque desde
la vida concreta y ordinaria de la gente, que asuma al hombre
en la totalidad de sus relaciones y que revierta íntegramente
sobre la vida. Una espiritualidad, en suma, programada "como
proyecto de coherencia en el conjunto de todas las relaciones
de la persona" 21. Si la espiritualidad qukre ganar la atención
y suscitar el interés del hombre "no tiene más remedio que preo-
cuparse no sólo por la relación 'religiosa' del hombre y por sus
relaciones 'interpersonales', sino además por sus relaciones 'so-
ciales', 'económicas', 'políticas', 'culturales'" 22.
La superación de los enfoques de otrora, por la conciencia
más clara que la Iglesia ha adquirido de sí misma y las "pre-
siones" que sobre ella ejerce un mundo cambiante, acrece la difi-
cultad del discernimiento, al tiempo que agudiza la necesidad de
lB LIBANIO, O. c., 152.
19 J. M.a VIGIL GALLEGO, La {(lucha por el hombre)), nueva conciencia de la Igle-
sia, en Misión abierta, 70 (1977), 20B_ El titulo del número ya es indicativo de la
linea que se sigue: {(Lucha por el hombre, lucha cristiana)).
'0 JosÉ M.a CASTILLO, La alternativa cristiana, Sigueme, Salamanca, 197B, p. 19B.
" lb., 207.
"lb_, 206. {(Muchos hombres no tomarán seriamente a Dios en tanto la Iglesia
no tome en serio al hombre, y mientras la Iglesia hable un lenguaje ajeno a lo
humano los hombres no entenderán el lenguaje de lo divino)) (P. ALVAREZ NAVA-
RRETE, Crisis de identidad. Reflexiones sobre el momento de la Iglesia española,
Cristiandad, Madrid, 1977, p. 25; eL ib., 26.
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su ejerciciO. Con todo, el ensanchamiento de perspectivas y la


ampliación de campos a discernir no pueden hacerlo menos
claro e incisivo, menos "práctico". Sí más inquisitivo, menos
dogmático, más humilde. Y porque en su elaboración entrarán
en juego nuevas disciplinas del saber humano, el diálogo y la
confrontación tendrán por necesidad más prestancia y cabida
que en tiempos pasados. Si el cristiano en cuanto tal se acer-
cará siempre a la realidad desde la fe, también es verdad que
antes previamente tiene que darse una lectura de la misma de
acuerdo a las exigencias y postulados de la ciencia, y todavía
antes una "sensibilidad" para advertir la realidad y los hechos
que el mundo y la historia nos presentan.

n. MOTIVACIONES DEL DISCERNIMIENTO

La frecuente afirmación de Rahner de que "lo permanente-


mente antiguo es siempre lo más nuevo" 23 se verifica también
en el campo de las motivaciones del discernimiento. Dios es la
exigencia permanentemente nueva de discernir para el cristiano.
Por aquí empezamos.

1. Dios siempre mayor. El discernimiento trata de des-


cifrar lo que genéricamente llamamos "la voluntad de Dios" 24.
Lo que quiere decir que Dios la y se ha manifestado. Esa ma-
nifestación es un auténtico discernimiento: pone a plena luz el
proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo, declarando vi-
ciados e inviables todos los demás. El hombre discierne cuando
se deja discernir, cuando asume libremente el "juicio" que Dios
hace de todo en su Hijo. Esta dimensión necesariamente y pri-
meramente pasiva es innegable y hay que afirmarla para salvar
la esencia y especifiicidad del discernimiento cristiano. "El dis-
cernimiento exige que nosotros nos dejemos discernir por una
historia más amplia que la nuestra, aquella de la salvación del
mundo en Jesucristo" 25. "Antes que uno pueda discernir tiene
"La gracia como libertad. Breves aportaciones teológicas, Herder, Barcelona,
1972, p. 229.
24 J. BOTs, La pratique du discernement des esprits, en Vie consacrée, 49 (1977),
291; N. HAUSMAN, Pour discerner spirituellement, lb., 51 (1979), 167; G. THERRIEN,
O. c., 281-292.
25 HAUSMAN, arto e., 168.
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que ser discernido" 26. Y esto se dice no sólo referido a un "prin-


cipio", kilómetro cero de la historia de la salvación, sino de todo
el largo proceso que recorre esa historia. Discernir el vivir y el
hacer del hombre será siempre verdaderamente discernir el vivir
y el hacer de Dios en él. No es su propio proyecto, su propia
voluntad lo que discierne el hombre, sino el proyecto de otro
que tiene para él valor normativo. La referencia a Dios, o el
descubrimiento de la Alteridad, que nos discierne y capacita
para el discernimiento, es constitutiva del acto de discernir. En
el "ser discernido" encuentra el hombr'e los rasgos y la defini-
ción de su praxis discernidora.
y en este punto surge desafiadora la pregunta: ¿En virtud
de qué y cómo podemos nosotros rastrear siquiera el paso salvÍ-
fica de Dios? 27, La respuesta nos fluye con inquietadora natura-
lidad; en virtud de su historia de salvación, haciendo memoria
y recordando las maravillas de Dios en el pasado. Y es cierto.
No obstante sin dejar de reconocer la permanente y abismal
nov'edad de Dios, su "extrañeza" esencia1 28 ; no olvidando que
los "dichos" de Dios -y sus obras- "son abismo y profun-
didad de espíritu" 29. Dios en cada hoy desborda el ayer. El
pasado viene siempre superado 30. Por eso, tratar de "definir"
a priori lo que es o deba ser el discernimiento es deformarlo
desde el inicio. O "poner unos límites al Espíritu" 31. Perma-
nencia y cambio. Plenitud de revelación y fragmentaria compren-
sión se conjugan y armonizan, aunque en tensión dialéctica y
vital 32.
La transcendencia de Dios, no sólo estática, sino dinámica
y operativa, substrae al discernimiento a toda definición, lo deja
en su inevitable misteriosidad y, por lo mismo, hace incitante
su búsqueda y exige vivir permanentemente alertados sobre el
"quien es realmente Dios". Dios es "exigencia de discernir".
Así se descubre del examen del comportamiento de Jesús para
quien "la exigencia primigenia d~ discernir le viene dada parale-
"SHEETS, arto c., 368.
27 Desde esta perspectiva particularmente se pregunta un autor moderno por la
posibilidad del discernimiento cristiano; cí. J. BOTS, arto c., 285-286.
"SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras completas, El Monte Carmelo, Burgos, 1972,
C. 14,8.
2' Id., 2S. 19,10.
30 Is. 43,18.19.
31 J. SOBRINO, El seguimiento de Jesús como discernimiento, Conc. 139, 14 (1978),
526.
32 O. G. DE CARDEOAL, Elogio de la encina, Sfgueme, Salamanca, 1973, 108·109.
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lamente al descubrimiento del ser mayor de Dios" 33. Lo que


le hace ver y experimentar "que lo ya dado, incluso como vo-
luntad de Dios en el AT, no es absoluto y definitivo" 34. Dios
no se agotó en ningún pasado, ni pura y simplemente se repite
en el presente. Dios es lo que "El se quiere". Esta es la motiva-
ción intrínseca, permanente, del discernimiento. Primer y último
capítulo a tener en cuenta a la hora de proceder a la búsqueda
e indicación de la voluntad de Dios como imperativo de vida
moral.

Los místicos son testigos excepcionales en este campo. Hay


que oírlos nuevamente y con nueva sensibilidad para proceder
a un discernimiento auténtico. Ellos han experimentado con
aguda viveza que las etapas anteriores, por largas e intensas, de
luz y seguridad, de cercanía de Dios, no sólo no vienen conti-
nuadas indefinidamente, sino que son bruscamente y duramente
quebradas, derrumbando con ello el sistema de criterios que el
hombre se había ido montando. El hombre se encuentra con una
total incapacidad para "ver" e interpretar el hecho como obra
de Dios. Dios rompe su línea de actuación, provoca la crisis,
cambia el ritmo. El hombre inmovilizaría y eternizaría el mo-
mento. Pararía la historia. Con ello Dios se substrae al intento
de comprensión del hombre, dejándole sin certezas. Dios se le
escapa y huye. Es como si la historia empezara de nuevo, ale-
jando "afectivamente" hasta los confines del sueño la anterior
etapa, y poniéndole en la necesidad de recomenzar el acopio de
datos que le encaminen al descubrimiento de la voluntad de
Dios y al modo de abrazarse a ella. El hombre sucumbe siempre
a la tentación de "absolutizar" y "eternizar" el presente festivo
o doloroso. Se empeña en detener la historia. Dios, por el con-
trario, la dinamiza relativizando todo. Así se erige El como el
único absoluto. El está delante, no detrás.
La evocación de la transcendencia, como referencia obligada
y última de discernimiento, está para recordarnos que nada
"nuestro" puede aducirse como explicación definitiva de una
realidad 35. Descubrir y asumir la provisionalidad de todo hoy
33 J. SOBRINO, ib., 520.
34 lb., 519.
35 «El mirar a la trascendencia de Dios quiere significar que la explicación total
de una realidad o una situación nunca será «nuestro yO)), «nuestro grupo)), «nuestro
proyecto)), sino que supone en nosotros una apertura a lo diferente, a lo otro))
(J. B. LIBANIO, O. c., 136).
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 519

-abierto al pasado y tenso al futuro, entre los dos aconteci-


mientos definitivos que dan toda su consistencia y densidad a
nuestro discernimiento, encarnación y escatología-, es la tarea
extremadamente difícil y delicada encomendada al discerni-
miento.
Cuando el hombre acepta a un Dios transcendente que re-
lativiza todo, debelador de absolutos, encuentra la clave para
participar en el dinamismo de la historia con ánimo firme y sin
reticencias. La fe en la transcendencia divina se hace fáctica-
mente en la abertura al futuro y en la construcción del mismo 36.
Es cuando se apaga en el ánimo del hombre la r,eferencia a la
transcendencia de Dios cuando la historia se para, justificándose
todos los inmovilismos. Al hacer del propio proyecto, de sí
mismo, un absoluto, no hay razón convincente para ir lineal-
mente hacia adelante, superándose siempre, dejando atrás rea-
lizaciones parciales, nunca definitivas. En este sentido razón le
sobra a Navarrete cuando afirma: "La Iglesia nunca termina,
pero siempre empieza ... Cuando ella pi,ensa en sí debe pensar
mucho más como en algo por hacer que como en algo ya hecho
y definido. Ella está en perpetua creación, y nunca debe dar por
dicha su última palabra ni por conseguida su realización pl,ena" 37.
Cuando decimos esto no tenemos que olvidarnos del fundamen-
to desde donde lo decimos: el Dios transcendente. Dios llama
desde esa cima y nos pone en constante vía de futuro. Y El no
ha dicho todavía su última palabra desde el momento que queda
historia por delante. Y si al lector le agrada más decir con San
Juan de la Cruz que sí, que dándonos a su Hijo, "que es una
Palabra suya -que no tiene otra-, todo nos lo habló junto
y de una vez en esta sola Palabra suya, y no tiene más que ha-
blar" 38, que oiga también al místico carmelita que Cristo "es
como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que,
por mis que ahonden, nunca les hallan fin ni término" 39. Pala-
bra insondable, Cristo es la transcendencia divina que el cris-
tiano profesa, con lo que aquélla pierde la frialdad de la lejanía
y adquiere la caliente y desafiadora proximidad del hombre en
estado de kénosis. La referencia a Cristo entra por esta puerta
36 lb., 137.
"o. e., 18.
38 28. 22,3.
39 C. 37,4.
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de la transcendencia a constituirse en punto clave del discerni-


miento: en El el discernimiento de Dios y el atenimiento a ese
ser discernido alcanzan la expresión cumbre y definitiva.

La confesión de la transcendencia del "Dios siempre mayor"


dinamiza la vida del cr'eyente. No sólo no es rémora para vivir
la aceleración histórica y comprometerse en ella decidida y sin-
ceramente, sino que es la motivación más fuerte y constringente.
Por el hecho que la aceptación de un "Dios siempre mayor" es
la superación de todos los absolutos, el creyente viene liberado
de pesos inútiles que le impiden caminar, ser y hacer historia.
Máxime cuando ésta ha pasado de una concepción extática a
otra dinámica y evolutiva 40. Es ahora cuando los sueños pláci-
dos de ayer se han convertido en molesta y permanente vigilia
de tensión y dramatismo. La dureza de la incertidumbre y el
cerco tenaz de la inseguridad nacen siempre en el suelo del
dogmatismo a ultranza y de las seguridades ficticias porque su-
perficiales. Dicho de otro modo: cuando el hombre se defiende
de la transcendencia divina haciéndose fuerte (?) tras el muro
de "sus" construcciones espirituales. Y cuando convierte el dis-
cernimiento en una fórmula que aplica -sería mejor decir a la
que aplica en inversión farisea de hombre para el sábado y no
a la inversa- su vida. Porque el discernimiento es todo menos
una fórmula. Es dinámico, vivo, historia como la transcenden-
cia divina que lo motiva y que procura, debe rastrear para orien-
tar en el sentido que indique la vida del hombre. Es un pro-
ceso 41. El discernimiento está creativamente abierto a la per-
sona y a la Iglesia, porque la ley del amor es incodificable y nos
la ofreoe Jesús para estimularnos "a tomar responsabilidades
inventivas" 42. Progresivas y parciales encarnaciones de la vo-
luntad de Dios, que progresiva y parcialmente, en cadena soli-
daria, va descubriendo y vivenciando la comunidad de creyentes.
y esto no sólo cualitativamente, en el sentido de que cada vez
la Iglesia, el hombre responde más fielmente a los designios de
Dios, sino también en un sentido extensivo, en cuanto que as-
pectos de la revelación &e ponen más de manifiesto en el decurso
de la historia y llaman más poderosamente la atención de los
'0 as. 5.
" A. Bocas, arto e., 246.
42 R. SIMÓN, Ley moral y discernimiento, en Concilium, n. 139, 14 (1978), 595.
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 521

cristianos, definiendo de este modo y matizando su concreta y


particular respuesta a la única e idéntica voluntad de Dios.
Sería ésta la motivación más actual y nueva porque más
permanentemente antigua del discernimiento cristiano. A la vez
que le da altura lo hace extremadamente y agudamente incisivo,
en el s·entido de que mete en la entraña de la historia --personal
o comunitaria- la fuerza mayor de dinamismo y de futuro.
Apunto por último, únicametne, a una perspectiva que tiene
aquí su fundamento y raíz: la capacidad de discernir le viene
al hombre de la experiencia de haber sido discernido. Quien ha
padecido el "juicio" de Dios transcendente y se ha sometido a
su acción profunda y abismal, desconcertante adquk:re el sen-
tido de Dios, viendo las conexiones que unen hechos o etapas
de la historia aparentemente discontinuas cuando no abierta-
mente contrastantes. Sabe que Dios no procede a saltos, y que
no se contradice aunque constantemente rompa y contradiga
nuestros esquemas. Oye la palabra cuando apenas es un leve
rumor y detecta la presencia que irrumpe cuando hay todavía
quietud en la superficie.

2. Carismas. El "tema" de los carismas lo ha hecho actual


y lo ha puesto sobre la mesa de la teología y del discernimiento
el Espíritu mismo. "El despertar religioso" 43, múItipl.e, univer-
sal, fuerte, ha hecho a la teología apresurarse a escrutar la
Escritura y a decir su palabra sobre el elemento carismático de
la Iglesia. Alguien ha llegado a diagnosticar que la crisis de
la Iglesia está fundamentalmente en la "liberalización" de los
carismas, que son como el amanecer de una nueva era en la
historia de la comunidad cristiana 44. Pablo VI se hacía eco, con
preocupado gozo, de este despertar en el discurso al colegio
cardenalicio el 23 de diciembre de 1973: "El soplo oxigenante
del Espíritu Santo ha venido a despertar en la Iglesia energías
adormecidas, a suscitar carismas durmientes ... " 45, trazando en
" ef. Concilium, n. 89, monográfico, noviembre 1973, bajo el titulo Movimientos
del «despertar religioso». En la presentación confiesa la Redacción que no pretende
({Otra finalidad que llamar la atención sobre los movimientos del •despertar' (310),
Aunque avanza una constatación, independiente del jUicio de valor que merezcan
esos movimientos: «revelan la insuficiencia actual del elemento místico en el inte·
rior de las iglesias» (ib.).
" M. JOSECH LE GUILLOU, Carismas personales y carismas episcopales, en Proble·
mas de la Iglesia hoy, BAC minor, Madrid, 1975, P. 24.
45 Eccl. n.1673 (1974, 1), 6.
522 MAXIMILIANO HERRÁIZ

otra ocaSlOn brevemente los criterios del "indispensable discer-


nimiento" 46. Todos reconocen que este "alarmante signo de los
tiempos" se ha convertido en una motivación fuerte y apre-
miante para el discernimiento porque "provoca una verdadera
tensión entre unidad y pluralismo, entre comunión jerárquica y
espontaneidad", tensión que es sentida por muchos "como un
verdadero probl,ema de conciencia eclesial" 47. Son éstos los pun-
tos neurálgicos que debe compulsar el discernimiento, aunque
no exclusivos 48.
La dimensión eclesial de todo carisma, ampliamente atesti-
guada por la revelación y unánimemente destacada por la teo-
logía, la han señalado con precisión dos teólogos de reconocida
solv'encia, Vrs van Balthasar y K. Rahner. El primero ha escrito
que para S. Pablo "carisma es la tarea encomendada por Dios
al individuo dentro de la estructura del organismo; es decir, ca-
risma es ante todo responsabilidad (en favor de todo), insertarse
(en el todo), entrecruzarse con otras tareas ... En el organismo
no existen entre los miembros espacios vacíos en los que cada
uno podría ejercer su libertad, 'organizar su tiempo libre'" 49.
El segundo, comentando el texto de Ireneo, Ubi est ecclesia, ibi
et Spiritus Dei; et ubi Spiritus Dei, illic et ecclesia et omnis
gratia, dice: "De esta forma la vida espiritual católica está
siempre y en todas partes dentro de la Iglesia. Y todo lo demás
no es vida del Espíritu, sino espiritualismo fanático. No hay
Espíritu Santo sin el Cuerpo Santo que es la Iglesia" 50. Pablo VI,
en discurso últimamente citado, recordaba lo mismo: "Toda la
renovación espiritual (de la Iglesia) ... ha de partir de esta sólida
base de comunión eclesial, que es comunión de espíritus y de
propósitos en una fidelidad absoluta a la doctrina de la fe".

La verificación de los carismas corresponde a la Iglesia


porque solamente a ella se le ha concedido la plenitud del Espí-
ritu. Es ésta una palabra firme de nuestra fe. Se tutela de este
modo un minist,erio y servicio de unidad. Sobre la relación re-
" Ecc!. n. 1745 (1975, n, 796.
47 EQUIPO MUNDO MEJOR, El discernimiento, o. c., 18. Me agrada recordar la pre-
cisión de Peters de no confundir «la espontaneidad con la moción del Espíritu»
(Ignacio de Loyola y la {(discreción de espiritus», en Conc. 139, 14 (1978), 537.
" Cf. JESÚS CASTELLANO, Movimenti spirituali moderni. Criteri di discernimento,
en Riv. Spir., 30 (1976), 167-181, particularmente págs. 173-181.
49 La obediencia en la Iglesia, en Problemas de la Iglesia hoy, o. c., 47.
50 La Iglesia como lugar de la venida del Espíritu, en Escritos de teologla, VII,
Taurus, Madrid, 1967, pp. 205-206.
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD y MOTIVACIONES 523

cíproca Jerarquía-carismas anota Urs van Balthasar: "Una de


las tareas de este ministerio [episcopal] es nxonocer los carismas,
despertarlos, discernirlos, hacerlos fructíferos para la comunidad.
y precisamente por esto, una de las tareas de los carismas es
reconocer al ministerio su autoridad, facilitar su justo ejercicio
con un comportamiento eclesial, en vez de provocarlo a actos
de fuerza ( ... ) con una conducta 'corintiana'" 51.
Relación difícil, tensa, conflictiva. La Iglesia-Institución ha
mirado con derto recelo a los carismas. Los ha considerado
como un peligro para su estabilidad y unidad = disciplina. De
ahí la lentitud y las reticencias en el procew de reconocimiento
de los carismas, Los carismáticos, por su parte, han pecado a
veces de estrechamiento de mirada, no menos que de impacien-
cia. Rahner escribió con profundidad que sólo deja espacio libre
al Espíritu para que actúe "quien es eclecial e independi,~nte,
humilde y audaz, obediente y consciente de su responsabilidad" 52.
Todo carisma es para común edificación, pero no para "im-
ponerlo" a todos los mi'embros de la Iglesia o para reducir ésta
a ellos. Todo carisma "se pierde" en la Iglesia. Despierta y ca-
pacita para la corresponsabilidad en la extensión y consolida-
ción del Reino. Introduce más vivamente, también más doloro-
samente a veces, en el misterio de la comunión eclesial. Unica-
mente "en comunión con todos los creyentes y permaneciendo
a la escucha de la enseñanza apostólica es como se puede en
cristiano discernir y cumplir en cada instante la auténtica vo-
luntad de Dios" 53. Busca el carisma el "juicio" de la Iglesia, su
verificación 54. Y también de y en la Iglesia encuentra la fuerza
para su vivencia.
La voluntad de Dios que nos descubre el carisma no se lleva
a cabo en solitario, individualmente. La comunidad eclesial
arropa y cura la debilidad del cari~mático, le alienta y estimula.
No es sólo una presencia de "juicio", de discernimiento y "desde
fuera", sino que se trata de una presencia de comunión y soli-
daridad, de compartimiento del peso de la gracia recibida en
sufrida y larga paciencia. Es un rasgo importante del carisma
del que tiene que hacerse consciente el carismático y la Iglesia:
un carisma personal fructifica abundantemente, desarrolla todas
51 Art. e., nota 49, 48.
52 Art. e., nota 49, 207.
53 THERRIEN, o. e., 304.
54 R. SIMÓN, Ley moral ... , arto e., 595.
524 MAXIMILIANO HERRÁIZ

sus virtualidades cuando se vive amparado por la comunidad,


asistido y acompañado. Acrece las generosidades el saberse en
amor y compañía, como las mengua la sensación de soledad y
aislamiento.
He dicho que la comunidad eclesial ampara y camina en
amor y compañía "en sufrida y larga esperanza" al lado d,e
quienes han recibido diversos carismas, porque no siempre es
fácil reconocer que se está ante una efusión del Espíritu, bien
sea por la imperfección del receptor, bien por los condiciona-
mientos múltiples a los que está sometida la comunidad que
experimenta en su cuerpo la sacudida y el estremecimiento que
produce el Espíritu sacando "del paso ordinario" y rompi,endo
la beatífica quietud que se deriva de la exacta y mecánica res-
puesta a todos los programas establecidos. Al asombro, primero,
debe seguir, defpués, la oración larga, la reflexión serena y la
purificación del corazón para "ver" la presencia del Espíritu
invisible. ."
y viene bien recordar que el discernimiento de un carisma
no puede traducirse en un "sistema de seguridad". El Espíritu
es siempre inasible. Sufrimos el golpe de su fuerza y la presión
de su gracia en la sospecha permanente de la incertidumbre e
inseguridad, mejor, en la tiniebla de la fe. Hemos cometido el
pecado de identificar el "tormentoso Espíritu" que "anima" al
creyente con el sometimiento al orden establecido, la obedien-
cia a sus mociones con el estar a bien con la autoridad, y la fide-
lidad a El con el cumplimiento de las normas que nos ha dado.
El discernimiento tiene que meter la quilla de su luz en esa
noche de confusionismo.

3. Cambios y discernimiento. El hecho del cambio no lo


niega nadie porque las evidencias no se niegan: se saludan con
gozo o se padecen con resignada impotencia. El cambio ha afec-
tado al hombre en lo íntimo y en lo superficial, por dentro y por
fuera. Por eso se ha convertido en un desafío profundo y amplio,
radical para el cristiano. Se asegura igualmente que ha hecho
saltar a la palestra el tema del discernimiento "no tanto por sí
mismo ... , cuanto por las dimensiones que asume en el contexto
del cambio universal y rápido que invade a la humanidad" 55.
" EQUIPO MUNDQ MEJOR, El discernimiento, o. c., 14.
r-----

DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 525

Nueva situación que exige perentoriamente un discernimiento


evangélico.
Desde la cima de su ministerio eclesial Pablo VI es un tes-
tigo particularmente calificado de la relación que media entre
el cambio y el discernimiento: "Nos encontramos ante un deber
nuevo, propio de nuestra época, el deber del discernimiento entre
lo que está caído o, acaso mejor, lo que es perfeccionable y lo
que, en cambio, debe ser estable y fijo, queremos d·ecir que tiene
la razón de ser inalienable y permanente" 56. Cambios y perma-
nencia son simultáneamente abarcables en una misma confesión
de fidelidad. El Concilio había avanzado ya esta postma: "Afir-
ma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay
muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en
Cristo" 57. Con anterioridad Pablo VI había visto en las grandes
transformaciones y cambios que se están dando en el mundo un
peligro que puede "sacudir la inmensa solidez" de la Iglesia.
y apuntaba el remedio: "Creemos que para inmunizarse contra
tal peligro ... , remedio bueno y obvio es el profundizar en la
candencia de la Iglesia, en lo que ella es verdaderamente" 58.
Porque el cambio puede generar "una manía de cambiarlo to-
do" 59, arrancando al hombre del cimiento sobre el que ir cons-
truyéndose, y echándole en manos de "un relativismo infiel a
nuestros saludables principios humanos y cristianos" 60. Peligro
de desidentificación y desnaturalización.
La exigencia de clarificación es perentoria. Y esto desde
dos puntos convergentes: la "definición" del ser cristiano ate-
niéndose a sus fidelidades constitutivas e históricas; y la actitud
con que hay que afrontar estos tiempos de inclemencia y dolo-
rosa transición para salvar a la persona en búsqueda y hacer
posible la aprensión más clarividente de la vocación propia. Nos
interesa el primer punto.

3.1. Identidad cristiana. En un tiempo de cambio sobre


el que cabalga el espectro del relativismo más radical, la cues-
tión primera, casi instintivamente percibida, es la de la propia
56 Aud. gen. 5/7/72, Eccl., n. 1601 (1972, II), 998.
!il as.
lOb.
58 ES. 8.
5' Aud. gen. 30/8/72, Eco!. n. 1609 (1972, lO, 1254.
60 lb.
526 MAXIMILIANo HERRÁIZ

identidad como creyentes 61. Y es que estamos ante un misterio


sobre el que nunca se dice el hombre la última palabra, ni, por
eso, le basta cuanto sus antepasados dijeron. "Constantemente,
la historia exige una especie de revisión de las notas constitu-
yentes del espíritu evangélico para hacerlas responder a las res-
ponsabilidades verdaderas del hombre de hoy" 62. La revisión
se debe efectuar "en una doble línea: recreándola desde sus
fuentes de sentido constituyente, y reformándola de las defor-
maciones que le va infligiendo cada generación" 63, Poda de lo
accesorio, depuración y decantación de lo esencial. "¿Qué in-
terpretación o realización del cristianismo es la exigible -la ra-
zonable-? ¿Qué características y acciones son las que corres--
ponden en esta época de la historia a la proclamación del reino
de Dios y qué significado debe darle al anuncio del evange-
lio?" 64. Porque la situación de cambio es ambivalente: podemos
deslizarnos hacia la pérdida de la propia identidad, haciéndonos
irreconoscibles como cristianos, o podemos hacer de la ocasión
un momento de gracia para la realización cristiana. La fidelidad
a la propia fe y la integración activa en el mundo son las dos
coordenadas que definen la realización viva de esa identidad 65,
y porque hemos dicho que hay que recrear y rehacer cons-
tantemente nuestra identidad cristiana "desde sus fuentes de
sentido", nos detenemos brevemente sobre las dos referencias
esenciales, más vivamente percibidas en tiempos de cambios pro-
fundos y crisis de valores: Cristo y la Iglesia. Cristo de donde
y la Iglesia en donde se es cristiano 66.
Por lo que respecta a Cristo ya oímos anteriormente al Con-
cilio afirmar que es el fundamento de las cosas permanentes que
emergen por entre los cambios. La referencia a Cristo es el cri-
terio más fuerte aducido por el NT y la teología. "Criterio su-
61 Muchas son las obras. revistas, articulos que han dedicado atención al tema de
la Identidad cristiana. Citamos en nuestro trabajo el de Alvarez Navarrete; también
la serie de conferencias editadas bajo el titulo Cambios históricos e identidad cris-
tiana. Sígueme, Salamanca. 1978. En este sentido también URS VaN BALTHASAR,
¿Quién es un cristiano? Guadarrama. Madrid. 1967; R. GUARDINI. La esencia del
cristianismo. Cristiandad. Madrid. 1977; entre las revistas. Sal Terrae, n. 781 (mo-
nográfico). 66 (1978). 419-469; Rev. Esp .• n. 137. 34 (1975), 455-543.
62 J. DANIÉLOU. La noción de evangelización, en Iglesia y secularización, BAC
minor, Madrid, 1971, p. 56.
63 O. G. DE CARDEDAL. La identidad cristiana, ¿quién es cristiano?, en Cambios ... ,
o. e., nota 61, p. 111.
64 A. NAVARRETE. Crisis .... o. e.• 17
65 MARTíN VELASCO. Cambio religioso e identidad cristiana, en Cambios ... , o. c., 92 •
.. O. G. DE CARDEDAL, La identidad ... , arto c., 95.
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 527

premo de discernimiento es la actitud de relación a Jesucristo" 67.


La referencia a Cristo es todavía, si cabe, más imp,eriosa en
momentos de crisis de valores, en situaciones de cambio. Hasta
el punto de que el acto de adhesión a El podría caracterizar la
actitud religiosa fundamental. "Podríamos invitaros a todos a
realizar un vivo, profundo y consciente acto de fe en Jesucristo.
Deberíamos caracterizar este momento de nuestra vida religiosa
con esta profesión de fe" 68. O. G. de Cardedal abre su lista de
criterios "para tiempos de incertidumbre" con éste: "realizar
una adhesión absolutamente veraz e incondicional a Cristo como
signo y palabra de Dios a los hombres" 69. Nos define y especi-
fica la adhesión a Cristo, a la vez que nos dispensa la fuerza
para estar en pie de fidelidad cuando los contornos de las cosas,
de la realidad misma, se nos tornan borrosos 70.
y junto con esta referencia a Cristo, sin hiato posible, en
una misma línea de fidelidad, la Iglesia en donde se realiza
siempre la adhesión viva a Cristo. "La Iglesia es esencial a la
identidad del cristiano" 71. Añade más adelante: "Un cristia-
nismo sin Iglesia es una creación propia, que no tardará en di-
solverse ante otras ideologías espirituales y seculares, o en olvi-
darse a sí mismo" 72.
Ya hemos hablado de esta necesaria referencia a la Iglesia
cuando reflexionamos sobre los carismas. Recuerdo un texto
fuerte de J. Mouroux: "Quien recibe una inspiración no es un
buen espiritual -y su experiencia no es auténtica- más que
67 J. GUILLET, Discernement des esprits, en Dictionnalre de Spirituallté, t. llI,
col. 1243. Cf. J. R. F. DE LA CIGOÑA, El discernimiento de espíritus en la primera
carta de S. Juan, en Manresa, 49 (1977), 126; J. PIKAZA, El discernimiento ... , arto c.,
266·269; H. F. SMITH, Discernment of spirits, en Rev. for rel., 35 (1976), 441.
68 Pablo VI, ES. 7. En este sentido es revelador el proceder del Vat. n, termi·
nando los cuatro primeros capitulas de GS. con la evocación de Cristo: Cristo
corona y termina, focaliza la exposición que precede sobre el hombre y su actividad
en el mundo; cf. nos. 22.32.38.45.
69 Elogio ... , O. c., 131. S. Juan de la Cruz ya urgió a una comunidad de carmeli·
tas descalzas a que desde el comienzo de su andadura fundacional dieran «a en·
tender lo que profesan, que es a Cristo desnudamente». Y esto con un fuerte y
advertido sentido testimonial: «para que las que se movieren sepan con qué espíritu
han de venir» (Cta. a María de Jesús, 18/7/89; 32. Adhesión a Cristo- porque es la
Palabra del Padre: «Ya no tiene más que decirnos ... » (2S 22,3-8); con la llamada
a polarizar en Cristo la vida abrirá la serie de avisos para entrar con buen pie
en el camino de la unión: «traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo ... » (lS
13,3L
70 Ya nadie se extraña, por la evidencia con que la exégesis bíblica y la teolo·
gla lo presentan, de las varias cristologías existentes. Por supuesto esto tendrá
una influencia determinante en el discernimiento. Pero la slntesis es factible, y neo
cesaria, a nivel eclesial (cf. LIBANIO, O. e., 139-149).
7l O. G. DE CARDEDAL, La identidad, ¿quién es un cristiano?, arto c., 95.
72 lb., 97.
528 MAXIMILIANO HERRÁIZ

por su inserclOn en la vida total de la Iglesia, su compromiso


de servicio a la caridad ... " 73. Inserción cordial, sin reservas en
la Iglesia histórica, aquejada de no pocas incongruencias, pero
siempre ámbito de comunión con Cristo. Inserción en la Iglesia
porque ella -referida sustancial e íntegramente a Cristo- lo
rememora y suscita en y ante los hombres. "La Iglesia es de
Cristo." Es ésta una fidelidad constituyente de la Iglesia, que no
puede perder sin desnaturalizarse. La fidelidad a Jesús nunca
puede generar ni justificar conflicto de fidelidad con la Iglesia.
Aunque pueda pasar por "noches" tan dolorosas que la amena-
cen seriamente. El "aguante en la tribulación" traerá la expe-
riencia de un amor acrecido y purificado.
3.2. Fidelidad a la historia. Junto a estas fidelidades cons-
tituyentes -Cristo e Iglesia- tenemos que hacer mención de
las fidelidades históricas. Que son inseparables y mutuamente
determinantes 74. La historia y los valores terrenos que en ella
se dan ha sido uno de los descubrimientos más consistentes del
cristianismo de los últimos tiempos. El Vaticano II ha sido el
acontecimiento que dejó definitivamente atrás una historia de
ruptura y s'eñaló el comienzo de otra de diálogo y entendi-
miento 75.
Dejemos constancia de la inacabable variedad de modelos
posibles de presencia al mundo. Aquella por la que se opte será
el resultado de una praxis y de una teología que se iluminan y
corrigen mutuamente. Y porque difícilmente será la única posi-
ble, no sólo estará sometida a un discernimiento constante que
nos cerciore de la oportunidad o no de permanencia o cambio,
sino que en todo caso se cuidará vivir sin estrechamientos de
corazón, en apertura a otros modelos legitimados también por
el mismo proceso de discernimiento 76.
Más importante y apremiante hoyes cultivar y desarrollar
esta nueva sensibilidad por la historia 77. Porque arrastramos
años de teología y espiritualidad intemporales. "La Iglesia habrá
de entender. .. que la escatología y la historia ... forman, ambas,
73 L'expérience chrétienne, Paris, 1952, p. 143.
74 Cf. O. G. DE CARDEnAL, Elogio ... , p. e., 281·282.
75 J. DANIÉLOU, Mépris du monde et valeurs terrestres d'apres le Vatican II, en
Revue d'ascetique et de mystique, 41 (1965), 421·428.
76 Cf. RAHNER, La gracia como libertad ... , o, c., 261.
77 La sensibilidad ante el hecho es paso obligado para que pueda darse dlscer·
nlmlento. Cf. M. COSTA, El discernimiento espiritual comunitario, en Manresa, 51
(1979), 219.
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 529

parte de un todo ... Siempre bajo la cláusula escatológica, la his-


toria es sujeto de encarnación, transformación y cristificación
igual que el hombre espiritual. Evadirse de esta tarea es escar-
necer el evangelio" 78. Conversión al mundo y a sus valores, al
hombre y a su servicio sin tibieza. Reconocer que el futuro de
la fe pasa por la defensa de la justicia, que la causa del hombre
es la causa de Dios.
Pero en esta situación la Iglesia no debe olvidar su dimen-
sión transcendente, mal que le pese al hombre secular. Afirmar
el primado del espíritu y de la transcendencia 79. Está en juego
la autenticidad y la integridad del evangelio. "Hay que mantener
el dificil equilibrio que tenga en cuenta la necesidad de encarnar
el Evangelio en la sociedad moderna y mantener el mismo Evan-
gelio en su autenticidad, sin dejar caer partes importantes del
mismo" 80.
El cambio podría expresarse en términos profundamente hu-
manos como el paso de la certeza granítica a la incertidumbre
movediza, de la paz a la turbación. El cambio ha generado la
incertidumbre y ha hundido la duda en el corazón del hombre.
El hombre moderno es hijo de la duda. Se ha quedado sin puntos
fijos, firmes y claros de referencia. Desde luego sin posibilidad
de seguir repartiendo dogmatismos traídos incontaminados y
desafiantes de un ayer lejano a un hoy crispado. La duda ha
cogido al hombre por dentro, secándole las fuentes de la aLegría
y cegándole los ojos para disfrutar la luz que le bañaba en tiem-
pos no muy lejanos. Dando por irrefutable el hecho, y con la
sospecha de que la cosa vaya para largo, se ha hablado de
"Espiritualidad para un tiempo de duda" 81.
La labor del discernimiento que alumbre las claridades que
apaga la duda y cure la parálisis que engendra la ambigüedad e
incertidumbre es evidente. Porque no se pueden caminar cami-
nos de fidelidad sino a impulsos de la verdad amorosamente
78 A. NAVARRETE. Crisis ...• o. c .• 72.
79 Cf. ib .• 70. Pero ya vimos -siguiendo a Sobrino- que la trascendencia divina
en la vida de Jesús es crisis permanente y exigencia de cambio. de abertura y dina·
mismo en la realización de la voluntad del Padre. «Es la realidad de un Dios tras·
cendente. de un Dios siempre mayor ...• lo que explica la vida de Jesús. los cambios
y rupturas dentro de esta misma vida» (In .• La oración de Jesús y del cristiano.
en Sel. Teol .• 18 (1979). 199.
60 J. DANIÉLOU. La noción .... en Iglesia .... o. c .• 58 .
• , Rev de Esp .• 33 (1974). 5-108; G. MREGAN. Spirituality in a time 01 transition.
en Rev. lar Rel .• 32 (1973). 989-1001; «Criterios para tiempos de incertidumbre». en
Elogio de la encina. o. c.. 130-134.
530 MAXIMILIANO HERRÁIZ

perseguida, aunque siempre parcialmente aprendida y más par-


cialmente vivida. Fidelidad iluminada. Paralizando la vida, por-
que se carece de luz, se hacen más densas y fuertes las tinie-
blas sobre la propia identidad. Nos urge vivir la verdad parcial
para que toda la verdad nos vaya entregando sus secretos. "Sus-
pender" la vida porque no se tienen las certezas suficientes o
vivirla cerrados a cal y canto a los cuestionamientos que la Pala-
bra de Dios y la historia de los hombres levantan ante nuestros
ojos, es condenarse a eternizar la noche que nos envuelve. El
discernimiento tiene que llevar a los cristianos, junto al humilde
alumbramiento de lo que es voluntad de Dios aquÍ y ahora, la
palabra de confianza en el poder iluminador y pacificante del
impostergable compromiso de vida, suscitar y mantener la ne-
cesidad de vivir para permanecer en la búsqueda de la verdad
de un modo eficaz y esperanzado.
Bastante se ha escrito ya sobre el talante con que el hombre
debe afrontar este presente inclemente 82. Y con el convenci-
miento de que hay que alumbrar "una nueva espiritualidad" que
capacite al cristiano "para acompañar eficazmente los cambios,
dando a éstos nuevas energías y nuevos horizontes" 83.
La atención al hoy, exigencia de la fe, y el r,equerimiento
de una espiritualidad "nueva" surgida en el hoy y para el hoy,
no puede convertirse en una preterición, y mucho menos en un
rechazo, del pasado. La amenaza de semejante despropósito es
real. O porque se nos presenta como una cárcel que ha roto
nuestros mejores años, retrasándonos el acceso a la modernidad,
o porque lo vinculamos al inmovilismo y cerrazón, o simple-
mente porque daña nuestra instintiva opción por el futuro, el
pasado se ha convertido en un tabú que crispa e indispone al
hombre moderno 84. Se han señalado con toda razón como datos
a tener en cuenta, dos fundamentales criterios que de algún
modo empapan al hombre de nuestros días y que le dificultan
el acceso a la fe: la trans10cación del pasado al futturo y del
valor-permanencia al valor-cambio 85. Hay que tomar buena
B2 Cf. RAHNER, La gracia como libertad ...• o. c .• 326; O. G. DE CARDEDAL. Elogio ....
85.
B3 S. GALILEA. ¿Un cristiano para tiempos de revolución? en Sel. Teol.. 11
(1972). 308.
" Cf. R. ALBERDI. La identidad cristiana ante los cambios sociales y pollticos.
en Cambios .... o. c .• 65.
85 O. G. DE CARDEDAL. Elogio .... 35-443.
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 531

cuenta del hecho. Y proceder a un buen discernimiento. ¿Qué


cabe decir al respecto?
Miembros de la comunidad eclesial, debemos haoernos soli"
darios de toda su historia, como algo realísimamente nuestro.
La preterición del pasado cierra nuestro paso al futuro o, al me-
nos, lo angosta excesivamente. Y en todo caso lo desnaturaliza
cristianamente hablando. Necesitamos "saber" y asumir nuestro
pasado eclesial para hacer accesible el futuro. El pasado es el
suelo en que nos arraigamos para crear futuro. Aquél no nos
distancia de éste. "La capacidad proyectiva de una comunidad
es directamente proporcional a la capacidad reasumptiva y pre-
sencializadora de su propio pasado" 86. El cristiano hace pre-
sente "recordando". El arraigo en el pasado de toda nueva espi-
ritualidad es un "importante criterio" de discernimiento para
autentificar esa espiritualidad que "sólo será auténtica cuando
sepa mantenerse en una relación llena de vida con el pasado" 87.
La relación al pasado no es mimética, sino creadora, no ciega,
sino crítica, no contemplativa, sino prospectiva. Si nos volvemos
al pasado es porque nos interesa saber estar y hacer cristiana-
mente el presente y esperar activamente el futuro.

4. Pluralismo y discernimiento. De la mano del cambio


entramos en el campo del pluralismo. Tal vez hasta se pueda
decir que el pluralismo es el cambio más llamativo, hondo, preo-
cupante y esperanzador al mismo üempo, del pos concilio. "Una
de las adquisiciones más valiosas de la nueva mentalidad, in-
cluida la eclesial" 89.
Pluralismo es confesión de la inabarcable riqueza del cris-
tianismo, a la vez que de su capacidad de acomodación y encar-
nación en las múltiples situaciones, metiéndose dentro de los
entresijos de la historia, no permaneciendo distante o simple-
mente superpuesto al "aquí" y al "ahora", situación y tiempo,
circunstancia e historia 90.
86 lb., 82.
87 RAHNER, Espiritualidad antigua y actual, en Escritos de Teología, VII, o. e.,
p. 19; cf. ib., 17 Y 35.
SB A. NAVARRETE, Crisis ... , o. C., 65.
89 A. NAVARRETE, Crisis ... , o. c' I 65.
90 Al Magisterio de la Iglesia le ha preocupado y se ha preocupado del plura-
lismo. Ha reconocido el hecho como legítimo, ha señalado sus limites, ha alertado
contra posibles tentaciones, señalado caminos abiertamente transitables y ha recla-
mado su presencia necesaria junto a la teología para clarificación de este fenómeno
532 MAXIMILIANO HERRÁIZ

El pluralismo no se sitúa a nivel de estructuras, de manifes-


taciones, de formas de la praxis "religiosa" o de opciones de
compromiso cristiano. Todo lo incluye, pero lo supera. Es algo
más hondo: se trata de pluralismo de "teologías". Enfrenta-
miento de dos teologías de signo contrario, "una teocéntrica, de
dirección vertical, y otra antropocéntrica, de dirección horizon-
tal" 92. Yendo más atrás todavía, a la raíz originante y legiti-
madora de las distintas teologías, nos encontraríamos con distin-
tas lecturas del Evangelio 93. La "situación" desde donde se lee
es condicionante y determinante. Las vibraciones que produce la
lectura de la Palabra de Dios tienen mucho que ver con el
entorno histórico, cultural, de opciones previas. Y esto no tiene
por qué extrañarnos, siempre que no se reduzcan las perspectivas
universalistas de la revelación.
Pluralismo y discernim1ento. No son dos "temas" yuxta-
puestos ni aproximados por caprichos de la historia. Cualquiera
que se detenga inquisitivamente ante los datos de la revelación
llegará a la conclusión de que el discernimiento no se avi,ene
con, ni legitima la uniformidad. "La apertura a lo plural le es
congénita" 94. Plural, no sólo en las distintas secuencias de la
historia, sino también simultáneamente. Plurales opciones coexis-
tentes en la comunidad eclesial, urgidas y nacidas al calor de la
misma fidelidad al Evangelio y de la misma voluntad de acer-
carlo a los hombres 95.
¿Qué papel desempeñará el discernimiento en esta situación
de pluralismo teológico? Debe ayudar a buscar y a optar por la
clave teológica y consiguiente línea pastoral, de presencia. Bus-
car y optar por una teología que sirva para la clarificación cris-
tiana de los datos que ofrece la realidad, para el alumbramiento
con poca historia y muchas posibilidades (cf. PHILIPPE DELHAYE, Unidad de la fe
y pluralismo teológico según los documentos del Magisterio romano en los diez
últimos años (1962-1972), en El pluralismo teológico, BAO, Madrid, 1976 pp. 149-175.
91 Of. F. URBINA. Identidad cristiana y pertenencia a la Iglesia. Problemas bási··
coso en Sal Terrae. 66 (1978). 468.
92 O. Pozo. Teologia humanista y crisis actual de la Iglesia, en Iglesia y secula-
rización. o. c .• 63-64.
93 Of. M. BENzo. quien pone entre las «cinco dimensiones fundamentales» que
caracterizarían hoy la identidad cristiana. «la libertad de opción en la lectura del
Evangelio» (La identidad cristiana y el cambio cultural. en Cambios ...• o. c .• 41).
Ya no hieren nuestros ojos títulos como Lectura materialista de la Biblia. de M.
OLEVENOT. Sígueme. Salamanca. 1978. En la presentación del libro X. PIKAZA habla
brevemente de los diversos tipos de lectura. pp. 11-24.
94 R. SIMÓN. Ley moral .... arto c .• 595.
9S GS. 43. Esta pluralidad se hace evidente en el campo de las opciones políticas;
cf. LIBANIO. Discernimiento y Política; JosÉ 1. GONZÁLEZ FAUS. Pluralismo poHtico
de los cristianos y conversión al Evangelio, en Sal Terrae. 65 (1977). 177-193.
DISCERNIMIENTO: ACTUALIDAD Y MOTIVACIONES 533

de las posibilidades que se nos presentan y para impulsar la


elección que se crea mejor. Pertenece esto a la estructura del
acto de discernir. "La estructura del acto de discernir consiste
en encontrar una mediación concreta de vivir la 'intención ge-
neral' de buscar la voluntad de Dios en todas las cosas" 96,
y esto, más que al acto aislado, se refiere a la línea a seguir
y en la que deben engarzarse los actos particulares que inspirará
la opción hecha. Advertía Pablo VI en la ES que las relaciones
de la Iglesia con el mundo pueden definirse bajo la fórmula de
"un diálogo, que no podrá ser evidentemente uniforme, sino
adaptado a la índole del interlocutor y a las circunstancias rea-
les" 97,
Esto mismo nos dice cómo las opciones distintas, plurales,
que se den en la Iglesia pueden vivirse con radicalidad, pero sin
exclusivismos, complementariamente. El disoernimiento tiene que
señalar esa actitud de abertura frente a las opciones que no son
las propias directamente, pero con las que cordialmente nos
solidarizamos en virtud de nuestra vocación comunitaria. Aquí
también se abre un buen principio de discernimiento del sano
pluralismo: la asunción de las demás opciones porque se reco-
noce que la propia es radicalmente insuficiente, pobre para abar-
car todas las dimensiones de la fe. Como también tendrá que
señalar el discernimiento, en virtud de la misma fe, la necesaria
atención a la realidad cambiante que cuestionará sin cesar la
opción adoptada. Cerrarse al dinamismo cambiante de la histo-
ria es deformar desde la raíz la naturaleza del discernimiento,
y su ejercicio.
En este campo del pluralismo cobra todo su relieve un as-
pecto y un servicio al tiempo del discernimiento: vehicular la
actitud abierta y dialogante en la comunidad eclesial, magnifi-
cando el amor, la referencia a Cristo y a la Iglesia como centros
de convergencia, fuente y término a la vez, de todas las legíti-
mas diferencias, que se reconocen y aceptan, pero que no se
exaltan ni absolutizan. Hay sitio para discernimientos diferen-
ciados dentro del único discernimiento cristiano, por origen y
terminación. Pero no puede darse "conflicto de discernimien-
tos" 98, a no ser que por discernimiento se entienda interés.
96 LIBANIO, Discernimiento, .. , o. c., 47.
97 Núm. 30.
,. E. DUSSEL, Discernimiento, ¿cuestión de ortodoxia u ortopi'axis?, en Canc"
n. 139, 14 (1978), 556.
534 MAXIMILIANO HERRÁIZ

y una última palabra: aún cuando se legitimen diversas teo-


logías y plurales lecturas del Evangelio, el discernimiento de y
en la comunidad eclesial tiene que alejar toda ambigüedad y
obviar todo pronunciamiento preciso e inequívoco. El servicio
a la verdad y de la verdad no puede compaginarse con la inhi-
bición o el silencio complaciente o la actitud contemporizadora.
"En el actual momento, frente a una infinita comprensión para
todos es urgente una lúcida capacidad de discernimiento de todo
y de desvelación de todas las ambigüedades" 99. Porque el dis-
cernimiento tiene que servir a la vida, impulsar el movimiento
de fidelidad y comunión con la voluntad de Dios, debe disipar
toda ambigüedad, desautorizar todos los enfoques y soluciones
erróneos, sometiéndolos para ello persistentemente al humilde e
insobornable confrontamiento con la Palabra y con las corrientes
comunitarias existentes. Y cuanto no resista una amorosa, dia-
logada verificación eclesial, será declarado ajeno al Evangelio
del Espíritu. El discernimiento que no llegue a pronunciar este
juicio, cuando se ofreciere la ocasión, es que ha degenerado en
una actividad afín perdiendo su auténtica naturaleza y función:
detectar la voluntad de Dios y mostrarla como ley y norma al
hombre creyente.

99 O. G. DE CARDEDAL, Elogio ... , o. c., 20.

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