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N inguna p a rte de esta p u b licació n , in clu id o el d ise ñ o d e la cu b ie rta y solapas, p u e d e ser rep ro d u c id a ,
alm acenada o transm itid a en m an era alguna ni p o r n in g ú n m edio, ya sea eléctrico, quím ico, m ecánico,
ó ptico, de grab a c ió n o de fo to co p ia, sin p e rm iso p rev io del editor.
Y POST
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P rólogo
~ 7~
ella, pero simula serlo. Este segundo m odo aflora en Fanny
HUI. La protagonista prostituida del relato contado en pri
mera persona lleva a su criterio una vida estupenda en que
alternan los placeres de la cocina y los del sexo.
Tanto la “fantasía de dominio” como la “fantasía de acep
tación” son modos legítimos para la pornografía, que afirma
un ámbito autónom o con respecto a la moral, a las costum
bres y a lo real múltiple de la vida corporal. De cualquier
modo, son fantasías: la pornografía no opera sobre el consu
midor de un m odo directo, como tampoco lo hace la litera
tura, que no tiene efecto directo sobre las condiciones socia
les, como pretendía el realismo socialista. Ambas, junto con
las otras artes, alcanzan una esfera de autonomía, escapan al
servicio de la iglesia o de la corona, cada cual dentro de sus
propios términos (lo cual no significa independencia en rela
ción a un contexto). Lo que aparece bajo el filtro de la lente
pornográfica son convenciones de una puesta en escena tea
tral y no es de suponer que los consumidores vayan a trans
ferir todas esas prácticas a sus vidas, como tampoco el lector
de una novela se identificará con un personaje hasta confun
dirse con él. El “eso era y no era” de la fantasía coloca sus
contenidos en una esfera discontinua, autónoma.
Aunque autónoma, la pornografía ha estado históricamen
te marcada por un conflicto sostenido con respecto a la
moral social y religiosa. Peter Wagner la define como “pre
sentación visual o escrita realista de cualquier conducta
sexual o genital concebida como una violación deliberada de
los tabúes sociales y morales más ampliamente aceptados.”2
Los escritos e imágenes pornográficos, desde un comienzo y
hasta hace pocas décadas, se enfrentaron a la intolerancia de
los teólogos, de los jueces y de la policía, si bien esta vigilan
cia y persecución puede considerarse hoy fenecida o atenua
da. La censura está siendo demolida en muchos lugares del
mundo y en otros se encuentra en crisis.
Puede sostenerse que el proceso de construcción de auto
nomía de lo pornográfico ha cumplido en cierto m odo su
primera fase, consistente en nom brar y hacer concebible esa
misma autonomía frente a lo que parecían las incontestables
imposiciones de los sistemas morales y religiosos durante
siglos, hasta hace bien poco.
Parecería que el derecho a determinar autónom am ente la
propia erótica, sin someterla necesariamente a las servidum
bres de los mecanismos de reproducción biológica — ni
mucho menos a los protocolos de instituciones com o el
matrimonio religioso o civil— se ha vuelto un derecho ple
namente asentado y poco menos que indiscutible. Ahora
quizá sea el m om ento de extraer consecuencias modales de
esa asentada autonomía de lo pornográfico, el m om ento en
que la autonomía puede pasar a desplegarse bajo las más
diversas formaciones relaciónales, estableciendo pautas posi
bles de vida y relación a fin de que toda una paciente labor
dé forma a la impaciencia p o r la libertad.
“Prefiero las transformaciones muy precisas” , escribe
Michel Foucault, que han podido tener lugar desde hace vein
te años en cierto número de dominios concernientes a
modos de ser y de pensar, a relaciones de autoridad, a rela
ciones entre los sexos o a la manera de percibir la locura o la
enfermedad. Prefiero más bien esas transformaciones, inclu
so parciales, que se han producido en la correlación del aná
lisis histórico y la actitud práctica, que las promesas del hom
bre nuevo que los peores sistemas políticos han repetido a lo
largo de siglo x x ”3.
Si bien autónomo, el porno es concreto y ejemplar en cada
una de sus manifestaciones y forma parte de esas “transfor
maciones parciales” de que habla Foucault. Vale decir, no es
independiente del contexto de donde nace y sobre el cual
repercute, jalón o aspecto de una empresa libertaría de la ilus
tración.
Por más que la estética formuló en la tercera crítica de K ant
{Crítica del juicio) su reclamo libertario, de autonomía de las
artes, del libre juego de facultades — sin preocuparse de las
opiniones prevalecientes y ni siquiera de la moral práctica—
de todos modos el juicio estético, en su pretensión universal
emancipatoria, articula una experiencia crítica específica de
impresiones sensibles episódicas que se plasman en una obra.
Cada obra es ejemplar, aunque no sea fácil determinar de
qué. Una obra, un ejemplo. El juicio estético las sitúa en un
horizonte de otras realizaciones concretas en la misma línea
y valora su destreza, inventiva, diferencia. E n el ámbito esté
tico comparamos y deducimos la calidad de los productos.
Aborrecemos lo torpe, secundario, trillado, buscamos lo
nuevo y eternizamos lo que multiplica nuestro impulso de
vida.
De acuerdo a esto, la autonomía de la literatura o de la por
nografía no significa independencia sino situación, respuesta
a un contexto y efecto sobre él. La pornografía por lo tanto
recae sobre políticas de ganancia y de monopolio. Cabe pre
guntarse por su razón social y su m odo de funcionamiento,
lo que podríamos calificar como “la responsabilidad social de
la pornografía”.
“El perfecto laissez faire con cpe sueñan los libertarios no
es real en un mundo en que los medios de comunicación, así
como las editoriales o las productoras de cine tienden a fun
cionar en un régimen de quasi monopolio.”4 Se trata de
ampliar el horizonte de las prácticas, de multiplicar las rela
ciones y los contactos para mantener el impulso de la libre
expresión. E n la actualidad, las redes de internet tienen ese
efecto. Se plantea un terreno internecino de ofertas, de de
sequilibrios de poder.
Partiendo del mismo enfoque de la responsabilidad social
de la pornografía, grupos feministas y queer han preconiza
do un contraataque con las mismas armas y han estimulado
la formación de productoras cinematográficas como Femme
Productions, iniciativas como la de Annie Sprinkle (reseñada
más abajo), o revistas feministas con contenido de sexo explí
cito como Eidos, en las que las mujeres o los queers, a veces
ex actrices o actores porno, pueden dirigir su propia produc
ción pornográfica siguiendo sus criterios y prioridades. A fin
de que no se trate simplemente — según Foucault-— de la
afirmación o del sueño vacío de la libertad, este trabajo rea
lizado en los límites de nosotros mismos debe aprehender los
puntos en que el cambio es posible y deseable, así como
determinar la form a precisa que haya que darle a ese cambio.
El presente volumen se inscribe en ese punto de inflexión
y crítica cuando la esfera autónom a del porn o es reexamina
da y recreada de acuerdo a pulsiones minoritarias erráticas. A
esta tarea se ha dado en llamar postporno.
El ensayo de Amir Hamed, “D em onio a chorros”, se sitúa
antes de la pornografía tal como la entendem os hoy.
Investiga el estatuto y función de la prostituta en la antigüe
dad, su función de umbral o vía de acceso a la cultura a par
tir del coito de las bestias. “La del porno no es reminiscencia
de naturaleza; todo lo contrario, lo es de civilización.” La
prostitución funcionó como un modo de resolver el proble
ma del celo sostenido de la especie hum ana frente a los pro
blemas prácticos de la vida social y la organización de la con
vivencia. “¿No es el lenguaje la respuesta al celo sostenido?”
La relación sexual mercenaria cumple una función relativa al
control de la natalidad según una política maltusiana avant la
lettre. Las comunidades griegas procuraban reducir la natali
dad y por lo tanto el núm ero de bocas a alimentar multipli
cando el apetito sexual de objetos no reproductivos: el ado
lescente, la prostituta.
Lo que en una ciudad como Pompeya estaba en exhibición
pública y corriente, pinturas, ilustraciones, inscripciones de
los genitales y el coito, la restauración y la era victoriana lo
reservaron a museos secretos de acceso exclusivo a los varo
nes pudientes y prohibidos a las mujeres y a las clases inferio
res. El ojo, ofuscado por la pudibundez eclesiástica que redu
jo el sexo a la reproducción y al desposorio, persigue en cerra
duras, grabados, vistas o archivos el sexo que le es extraño.
La industria pornográfica resultaba económicamente m ar
ginal y apenas viable debido a las restricciones legales. Los
productos ocultos o de circulación clandestina libraron una
batalla sostenida contra la censura, hasta que la segunda gue
rra mostró que nada podía ser peor de lo que ya había ocu
rrido durante las hostilidades. Se aflojó gradualmente un cor
dón de tolerancia y los productos pom o se difundieron a tra
vés de las nuevas tecnologías.
La industria tal como la conocemos hoy es consecuencia
del fin de la censura, que se procesa en Europa y en los
Estados Unidos en el pasaje de los cincuenta a los sesenta, así
como de la Revolución Sexual que vino después. A partir de
entonces cada salto tecnológico (del cine al casete de video y
de ahí a Internet) significó un incremento prodigioso en el
tamaño del negocio pornográfico y por consiguiente en su
nivel de visibilidad e influencia.
I-reo le Lissardi, en su ensayo “Después de la pornografía”,
deslinda su ámbito con respecto a la literatura, el cine, la pin
tura, la fotografía, vale decir al ámbito artístico. “El objetivo
del arte erótico es la representación del deseo; el objetivo de
la pornografía es la representación del coito.” Pasa a consi
derar el efecto que la explosión del mercado porno y la nueva
tolerancia trajeron sobre las artes a partir de manifestaciones
tempranas y en particular desde mediados del siglo, cuando
la industria comenzó su proceso de crecimiento y hasta la
actualidad, cuando la omnipresencia del cuerpo porno llega
al colmo de impregnar los medios masivos de difusión. Las
artes mantuvieron con la imaginería porno un intercambio
donde se planteó la necesidad de asumirla en sus términos
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— de explicitación ante todo— para superarla, para ir más
allá, para revelar la verdad o las verdades que oculta.
El porno es un aspecto soberano de nuestro devenir ilus
trados, y cumple, o puede cumplir, diversas funciones. Es un
instrum ento político de cambios, rescata escamoteadas posi
bilidades de disfrute, postula una reversión de valores, como
tanny HUI o Sins of the Cities of ihe Plain, que discuto más
abajo. Es también un incalculable mercado de consumo,
acerca de cuyos productos y distribución podemos tomar
apercibimiento y formar juicio. Es en fin un campo de
acción, una posibilidad de intervenir, o de criticar. E l post-
porno, como otros post, es un pre, una vuelta atrás a fin de
entender lo que ya se hizo, trabajo o labor paciente, las estra
tegias, los recursos humanos puestos en juego para vehicular,
equilibrar, juzgando hasta qué punto y de qué m odo se arm o
nizan, en nuestras vidas, el deseo y la economía. Y es también
un campo de fuerzas y de acciones que construyen, o recons
truyen, las, pulsiones y los modos de presentación del rela-
cionamiento erótico.
R. E.
N otas
1- jordi C laram ente, Lo que puede un cuerpo, ensayos de estética modal, mUtarismoj
pornografía, M urcia, C k n d k a c, 2009.
2- Peter Wagner, Tiros Revived: Fìrót/ca of ibe Enlightenment in U ng¡Mld.and America^
Londres, Seeker and W arburg, 1988.
3- Michel Foucault, “¿Quedes la Ilustración?”
4- Claram onte, ibid.
al poeta A gatón, que es afem inado, para que se travista c, infiltrado en el festival,
tuerza la voluntad de las mujeres. C om o Agatón se niega, envía a su suegro,
Mnesíloco, al que afeita y acicala.
16- Existía tam bién la voz KÁ,£lTOpiaí¡CO (klelloriá^p), que significaba “ acari
c ia rle ) el elítoris para dar placer” .
17- Caiando el hum us pagano com ienza a hacerse sentir en el Renacim iento y
el cuerpo hum ano se devela una vez más, tam bién lo hará el elítoris, entendido
por M ateo C olom bo en su De re anatómica de 1559 com o “ la sede del placer fem e
nino”, al que llamó “ el am or o dulzura de Venus” . Tanto se había contraído el clí-
toris que este C olom bo, tal vez creído émulo de Cristóforo, decía haber descu
bierto un continente ignoto, algo que fue negado por su sucesor en la cátedra de
Padua, G abrielc l'alloppio, el m ism o que descubrió las tubas uterinas, quien se lo
atribuyó a sí mismo. A m bos serían rebatidos en el siglo xvn, p o r Caspar
Bartholin, anatom ista holandés que dio nom bre a la glándula secretora y que, con
exactitud filológica, determ inó que el elítoris ya era lugar com ún en la ciencia del
siglo que siguió a Rufo.
18- Por su parte, en t i l espíritu de las leyes (lib ro xv) M ontesquieu encendía que
el “p u d o r” o m odestia era un universal que pertenece en exclusiva al sexo fem e
nino y que por lo tanto el derecho debía volver a las m ujeres a ese estado de natu
raleza.
19- Ver Rebecca Challase, The Cliloral 'í'ru.lh: The Secret World ai Your Vingerlips,
Seven Stories Press, 2000.
20- Ver su New ¡ntroductory ¡jecluns on Psychoatialysis (1933).
21- D e su ensayo sobre el fetichismo.
22- Ver, al respecto, los litigios que enm arcaron el surgim iento de la literatura
p o m o de los que da cuenta R oberto E chavarren en este m ism o volum en, en “J .a
invención del p o rn o ” .
23- E s com o la luz roja del prostíbulo de barrio, una señal de alarma pública.
Al varón hom osexual en la era victoriana se lo absorbe m ientras no haga pública
su práctica; las prostitutas, p o r el contrario, deben señalarse en público.
24- D esde H ipócrates, la m asturbación, practicada p o r m édicos o m aridos, se
entendió práctica para la cura de la histeria. Para m ediados del s ig lo XIX se en ten
día que el 60% de las m ujeres eran histéricas crónicas; la terapia eran m asajes cli-
torianos p o r parte del médico. C om o terapia, surgieron los vibradores: en la
Inglaterra victoriana, en 1880, fue inventado el M anipulator, m asajeador vib rato
rio de elítoris. Tam bién británico, el m édico Josepb M ortim er Granville inventó
el prim er consolador, un vibrador con form a fálica que producía un orgasm o en
diez m inutos.
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C a p ít u l o ii
L a in v e n c ió n d e l p o rn o
por R o b erto E ch av arren
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como en el estilo. Sin traicionar el fondo anecdótico, la trans
forma en literatura porno, notablemente bien escrita, un
compendio de las oportunidades homoeróticas en el ambien
te inglés del campo y la ciudad.
La novela es un docum ento intercalado entre dos escánda
los relativos a la sodomía.
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Los acusados se defendieron describiendo fiestas, bailes de
disfraz, como evidencia de cjue el travestirse era una actividad
inofensiva y que no implicaba ninguna falta al decoro.
“La madre de Boulton testificó que él siempre había dis
frutado usando ropas de mujer. Contó una anécdota acerca
de la abuela de Boulton llegando a la casa cuando él era niño.
Boulton respondió a la puerta vestido de mucama. La abuela
comentó a la madre: ‘¿Estás segura de que quieres que esta
muchacha procaz ande alrededor de tu hijo?’” .
Boulton vivía con Lord A rthur Clinton, un joven miembro
del Parlamento (conocido por muchos com o Lady A rthur
Clinton). Lord Clinton murió antes de que empezara el jui
cio, no se sabe si a causa del colapso físico debido a la ten
sión producida por el escándalo, o por haberse suicidado.
“Mucha gente que vio a Boulton y Park los tomó por pros
titutas atractivas, pero su construcción de género era más
complicada que eso. A veces se vestían de hombre, pero usa
ban polvos y cosméticos. Algunos estaban convencidos que
eran mujeres disfrazadas de hombre.”
El caso capturó la atención pública. “El prim er día que fue
ron llevados a juicio vestían de mujer, pero la segunda vez
aparecieron como hombres. Los diarios dijeron que la gente
silbó y protestó porque se había perdido el show de drag” .
Cuando resultaron absueltos, salvo de un delito m enor (de
mala conducta por travestirse), el público gritó vivas de apro
bación y Fanny Park se desmayó. Un detalle curioso: Park fue
el primer homosexual en utilizar la palabra camping en una
carta a Lord Clinton, en un sentido que anuncia la sensibili
dad camp de ciertos homosexuales en el siglo XX.
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Este podría haber sido el fin del asunto — que el gobierno
no tenía interés en ventilar— salvo que Ernest Park, un
periodista en busca de notoriedad, escribió en el N orth
London Press que “el heredero de un duque y el hijo m enor
de otro duque” habían frecuentado Cleveland Street. Llegó
tan lejos como para nom brar a Arthur Somerset y a H enry
James Fizroy, ("onde de Euston, como clientes del burdel,
insinuando además que alguien “más distinguido y de mayor
jerarquía” — se entiende un miembro de la familia real—
estaba implicado también. A E rnest Park le pareció p ruden
te nom brar a dos jóvenes aristócratas que habían huido del
país, pero se equivocó en cuanto al Conde de Euston, que no
se encontraba en el Perú, com o él creía, sino en Inglaterra.
Para defender su reputación, el Conde de Euston se sintió
obligado a denunciar a Ernest Park por difamación. El juicio
tuvo lugar en Oíd Bailey en enero de 1890. Mientras el
Conde de Euston admitió que había estado en 19 Cleveland
Street, declaró cjue había sido por error. D e acuerdo a su p ro
pio testimonio, concurrió porque le dieron en la calle una tar
jeta para ver un tableau plastique (presumiblemente femenino)
y al darse cuenta de la naturaleza del establecimiento, se excu
só y se fue. E rnest Park, sin embargo, hizo comparecer a un
testigo, llamado john Saúl, que relató en detalle el tipo de ser
vicios que había provisto para el Conde de Euston en
Cleveland Street, pero dado que Saúl, según propia confe
sión, era un prostituto (presumiblemente con mujeres) su I
evidencia resultó fácilmente desacreditada por la defensa. Por j
lo tanto el periodista Ernest Park fue encontrado culpable de
difamación y sentenciado a un año de trabajos forzados. Tal
vez esta sentencia, favorable al Conde de Euston, sospecho
so de sodomía, decidió a Oscar Wilde, cinco años más tarde,
a proceder del mism o m odo y acusar al duque de
Queensbery por difamación. Su juicio sin embargo tuvo el
resultado inverso.
A rthur Newton, el abogado de Arthur Sometset, fue acu
sado a su vez de pervertir el curso de la justicia al arreglar la
desaparición de testigos a Francia. Recibió una pena leve, seis
semanas de cárcel; le permitieron incluso restablecer su prác
tica. N ewton resultó más conocido en 1895, al representar a
Oscar Wilde en sus juicios.
!
y desde el cuarto vecino los espía por el agujero de la cerradu
ra. “Me recordó — cuenta— la escena del coito entre dos
muchachos que la notoria Fanny Hill relató que había visto a
través de un agujero de cerradura en un hostal de carretera.”
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Tal utopía, que glorifica los placeres sexuales, resulta incon
gruente con el destino común de las rameras en ese tiempo.
Fanny Hill describe los deleites picantes de la prostitución
pero ninguno de sus inconvenientes y desilusiones. E n otros
relatos de la época, de tipo moralizante, una puta era com pa
decida y temida no sólo porque con ella llegaban los peligros
de la enfermedad y la traición, sino también por la decaden
cia rápida del cuerpo ofrecido. Se consideraba que era ade
más venal, que fingía el placer por el negocio.
Cleland, en cambio, descartó drásticamente este acerca
miento al asunto.
“Su argumento desplegó un propósito ideológico. Si la
segunda parte de la novela hubiera seguido la pauta previsi
ble de la biografía de una puta, tanto en la prosa de la época
como en la serie de cuadros de H ogarth, habría continuado
con su arresto, prisión y m uerte por enfermedad. E n lugar de
eso, el libro se vuelve lírico y arcádico. Su principal escena
describe el viaje a Citera organizado p o r los jóvenes que
esperan restaurar el placer sexual a su condición original,
libre de dolor y culpa. Las parejas van a la isla de Venus para
venerar el amor a través del ayuntamiento de sus cuerpos. El
sexo se vuelve el sacramento del amor, el signo exterior y
visible de la gracia interna” .2
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El pretendido autor de las memorias, Jack Saúl, presenta
materiales que suenan auténticos, aunque trastrocados y
embellecidos. Lapornografía es un género fantástico, porque
exagera el vigor de los cuerpos y suprime lo desagradable. Al
incluir a individuos históricos, Boulton y Park, como perso
najes, el libro agrega un efecto de verosimilitud. Según todos
los indicios, el jack Saúl “autor” de la memorias es real y tiene
un nom bre parecido, John Saúl, que declara incriminando al
Conde de Euston en el juicio por libelo vinculado al escán
dalo de la calle Cleland.
La prédica venusina de Fanny HUI ha sido acogida. Y los
horizontes del sexo se han ampliado. El sodomita ya no es
visto en Sins de m odo peyorativo, según el cliché generado a
partir del siglo xvin, de un varón femenino que odia a las
mujeres. Y otra novedad: ningún personaje de los muchos
que aparecen en el libro, tanto si se travisten como si no,
tiene un rol exclusivamente pasivo, ni tampoco exclusiva
mente activo. E l descubrimiento del placer anal en cada uno
no elimina el placer del pene. Penetran y son penetrados,
según una fórm ula igualitaria, libertaria, que levanta las dis
yunciones del régimen binario esencialista (o masculino o
femenino). El vestirse de mujer, por parte de algunos, sean
prostitutos o consumidores, es apenas un ingrediente que
contribuye al atractivo, a la excitación. El varón no se vuelve
femenino, sino hermafrodita. Puede gozar alternativamente
o al mismo tiem po como activo y como pasivo. Lo fascinan
te es reunir esas dosjprácticas, esas dos fuentes de placer, en
un solo cuerpo. Este igualitarismo libertario es demasiado
perfecto para ser realista. Pero puede ser real.
Sins es un docum ento precioso, único para su época. N o
sólo describe el intercambio sexual entre varones, sino el
ambiente específico, la sensibilidad y el vocabulario relativo a
esos encuentros y esas prácticas. Reconstruye una vida de
grupo, un habla y una subcultura clandestina particular.
Cumple una función estratégica dentro de lo que podríamos
llamar “guerras de estilos” .
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El lenguaje de la ley parece claro, pero su interpretación
cambió con el tiempo. Sodomía se refiere al comercio anal
(que a partir de León H ebreo y otros pasó a ser considerado
como el pecado de las “ciudades de la planicie”, Sodoma y
Gom orra, que dios castigó con el fuego).
D urante el juicio al Conde de Castlehaven en 1630, la pene
tración anal no fue probada, pero hubo prueba de “emisión”.
El solo eyacular, concluyó el juez, constituía prueba suficien
te de sodomía. El Conde fue decapitado. La jurisprudencia a
partir del caso de Castlehaven hizo punible el contacto
sexual, de cualquier clase que fuere, aunque no incluyese la
penetración anal tradicionalmente prohibida.
A fines del siglo xvm la ley fue reinterpretada una vez más
por los jueces, significando que la relación con el mismo sexo
no era criminal en sí, excepto cuando hubiera eyaculación
durante el enclavamiento anal. Esta interpretación restrictiva
descriminalizó el sexo oral, la masturbación mutua y el con
tacto interfemoral (un caso de sodomía liviana, cuando el
activo coloca el pene entre los muslos del pasivo). El cambio
de la jurisprudencia hizo el delito muy difícil probar. Y los
fiscales debieron esforzarse para obtener testigos que relata
ran sus testimonios acerca de puntos tan intrínsecamente
difíciles de observar. A partir de entonces las condenas se
hicieron raras, aunque ocurrieron.
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sexual era adulto o adolescente, o activo o pasivo en el coito.
Esos hombres afeminados se imaginaba que deseaban ser
mujeres y odiaban a las mujeres reales. E ran descritos como
moviéndose con el balanceo de las mujeres, hablando y vis
tiéndose como ellas, ocupándose de tareas femeninas. N o
hay duda de que, en grados variables, el nuevo sodomita afe
minado hacía todas esas cosas, a veces en la calle, a veces en
la cervecería. Molly era el nom bre callejero de esos individuos.
E l té rm in o había sido empleado inicialmente para nom brar a
las prostitutas. El molly, tanto como la prostituta, pasó a ser
un individuo enteramente definido por su conducta sexual.
La prostituta y el sodomita demostraban los límites conde
nables del com portam iento de género.
La nueva homosexualidad era monolíticamente masculina.
Floreció en secreto, y los lazos de afecto formados en las
escuelas de varones tendieron a durar de por vida. Se vivía
bajo el terror cotidiano de ser denunciado y chantajeado. La
designación de sodomita adquirió un tinte inexorablemente
peyorativo. Aunque la prueba exigida de penetración con
emisión hacía difícil la condena a la pena capital por sodomía,
se hizo claro a mediados del siglo xvni que llevaba a la des
honra pública y al cepo. La gente, fanatizada por las nuevas
sectas y religiones fundamentalistas, igualaba la más leve sos
pecha de conducta impropia con el diablo, la bestia. A pesar
de su mala fama, el “vicio” abundaba, com o también dem os
tró la literatura que, uniendo alegoría, sátira política y com en
tario social, lo atacaba con frecuencia.
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se volvieron más fáciles de establecer. Aunque después de
1838, ya no se dictaron sentencias capitales, la pena de muer
te siguió en los libros hasta 1861, cuando fue reemplazada
por diez años de prisión.
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de advertencia y son un aspecto del propósito didáctico de la
novela, que busca cubrir el espectro de experiencias de ese
m undo particular.
Una vara que usan los maestros ingleses para castigar a los
alumnos es vehículo de sensación intensa, un recuerdo de las
experiencias infantiles que los adultos incorporan a su de
sempeño erótico. El maestro, con poder de crear disciplina,
, dar órdenes que no pueden ser discutidas, castigar físicamen
te, produce una cancelación de la dignidad de la persona. Esa
experiencia infantil de sometimiento incondicional, de pérdi
da del honor, es recuperada como excitante erótico. Los per-
! sonajes azotan y son azotados, a veces con saña, hasta verter
sangre. Este procedimiento de intensificación extrema tea-
traliza la subordinación, el sometimiento, dándole un cariz
gozoso. El castigo y la falta que lo justifica son inventados
para aumentar la excitación. Y el dolor produce un cambio
cualitativo de la experiencia. Al mezclarse con el dolor, el pla
cer se intensifica, alcanza la plenitud del gozo.
El relato teatraliza la fantasía de aceptación (el prostituto
disfruta tanto como el cliente) así como la fantasía de domi
nio (la Humillación y el dolor de los azotes). Esas fantasías
alternan para lograr el gozo más intenso de los participantes.
Desde el punto de vista de la escena porno, en tanto proce
dimientos para realzar el placer, ambas fantasías equivalen. Y
ambas son pactadas. La fantasía de dominio está aquí avala
da por el consentimiento del que juega el rol de víctima.
rá-
15i
E n la Inglaterra victoriana, Sins funciona como una pieza
de com bate político. Muestra que, a pesar de las prohibicio
nes, los sodomitas impregnan la fábrica entera de la sociedad
y pertenecen a todas las clases, desde la más baja hasta la más
encumbrada.
Notas
1- M orris K aplan, Sodom on the Thames, Ithaca, N ew York, Cornell University
Press, 2005.
2- R andolph T ru m b aeh , “ E ro tic Phantasy a n d Male lib e rtin is m in
E nlightenm ent E ngland” , cn Lynn H u n t, The Invention of Pornography, N e w York,
Z one Books, 1993.
3- T rum baeh, ibid.
4- 'tru m b aeh , ibid.
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C a p ít u l o iii
E l n e g o c io d e l p o r n o
por R o b erto E ch a v atren
~ 53~
: de films que habían estado prohibidas décadas antes.
Dworkin y Catharine McKinnon, una profesora de Derecho,
intentaron, sin éxito, modificar la legislación para prohibir, no
sólo la exposición del sexo genital, sino cualquier situación o
conducta que llevase a degradar la dignidad de la mujer.
~ 54~
tria en su conjunto — incluyendo revistas, páginas web, cana
les por cable y películas para circuitos privados como hoteles
y sex-shops— ascendían a catorce mil millones de dólares
anuales: una cifra que superaba en Estados Unidos, desde
luego, los ingresos de la industria cinematográfica tradicional,
pero también los del negocio del deporte profesional: béis
bol, fútbol americano y baloncesto juntos” .2
Cabe preguntarse: ¿dónde está el eros?
¿En el porno que cumple sus promesas con una mecánica?
¿O en otros registros? ¿En la polinización de las superficies y
del aire?
La industria del_pomo_es un com ponente insoslayable del
consumo en nuestra cultura. Sin embargo, ¿qué es, o puede
ser, erótico? ¿Aurático? E n la red podem os elegir entre dos
vertientes del interés sexual. Por un lado hay un servicio gra
tuito de porno, porn tube, y por otro está YouTube, una
pecera, un laboratorio de estilos. E n mi caso, no tengo dudas:
me parece más erótico YouTube, que no acepta el porno, vale
decir la desnudez, el coito, el sexo explícito. Acepta el beso,
el baile, la presentación de estilos, la argumentación, la músi
ca, cualc]uier tipo de docum ento visual y sonoro, en un con
texto inclusivo de prolijidad enciclopédica, pero no indife
rente, porque está transitado por derivas interactivas.
El porno..su desnudo .público....su reducción de cualquier
intercambio al coito, a partes extra partes, o intra partes, obli
tera a la persona, oblitera el conjunto atmosférico de un suje
to. Al costado de su función como excitante, puede producir,
y de hecho produce, en algunos, asco, desazón, tedio. Al recor
tar tal función fisiológica, trucada o no, oblitera el carisma de
la persona, nos empobrece, nos deja desahuciados, reducidos
a una forma pública, limitada, pedestre, de la fantasía. Es una
masturbación ja r caliente que acaba en frío. Los límites preci
sos de la gratificación la vuelven banal, sin estilo. Borra todo
lo demás, malo o bueno. Habita una tierra de nadie donde no
hay dolor de muelas. Tampoco obligaciones de trabajo o res
ponsabilidades. O afectos. Un paraíso mecánico, robótico,
vacío. Una isla que funciona p or sí misma. N o nos necesita. Se
reduce a planos de cuerpos fragmentados y el money shot, la
toma de la eyaculación. Aunque la masturbación del voyeur,
ver porno en compañía, nos “integre” hasta crerto punto.
El porno fantasea un poder absoluto que transforma al
otro en objeto. Calma la calentura, pero el eros es la llave de
las intimidades. N ada es obsceno; el desnudo no es obsceno.
Lo obsceno es el procedimiento, la actitud, el recorte, el pre
sentar los genitales aislados de todo el resto.
En las relaciones entre las personas, hay revelaciones pau
latinas, mutuas o no, recíprocas o no. Coqueteo, distancia,
rechazo, entrega. Cuando alguien confiesa su dependencia
sin condiciones, si el apego no es recíproco, la confesión se
vuelve indigna, resulta patética. Produce fastidio, vergüenza
ajena, lástima.
Necesitamos al otro autónomo; su misterio, su intimidad,
su secreto. Proyectamos sobre él un espectro de nuestras fan
tasías. Deseamos ver, sobre esa pantalla del otro, un soporte
de nuestra expectativa de disfrute. E n tanto dimensión de la
mente, la fantasía es solitaria. Pero se refiere a otro, a una pla
taform a de aterrizaje, a una pantalla de otro planeta donde se
desliza y encuentra predicamento, un ejemplar preciado. Esa
fantasía culmina en el tacto, el calor animal por donde pasa el
afecto.
El porno, en cambio, es una tierra de nadie. Un nicho espe
cializado, pero genérico. Una vía más, y una vía robusta, de
consumo. Su dinámica pulsional de ayuntamiento es ofrecida
al voyeur gracias a las proezas acrobáticas de los actores para
que la cámara pueda filmar la cópula sin obstáculos; incluso,
se diría, el interior de los órganos.
Si el deseo abre el teatro porno, se desvanece aún antes de
terminar (la función, el film). Nos han chupado el alma.
•56 ~
Cuando lo íntimo se hace público sin afecto, sin mundo, sin
circunstancia, nos rob i el alma. Quedamos desolados, aburri
dos. Sin conjunción. Lo cuerpos conjuntos se diferencian de
los cuerpos conectados. Los cuerpos conectados por internet
al porno, se ha dicho, están sujetos a una progresiva incapaci
dad de sentir placer. La simulación del placer, más allá de la
estética de las películas, o de las imágenes, está dada p o r el
interfase. ¿Es real lo que sucede en la pantalla? ¿Es real — en
definitiva— para el consumidor? “La conducta iuti ti puede
ser descrita com o la incapacidad de captar la u n >eion del
otro, o proyectar en el cuerpo del otro el placer y ei uoior que
sentimos en el nuestro. Falta de empalia parece ser un efecto
epidémico de la mayor exposición de la m ente a la infoesfera
virtual acelerada... La pornografía llama tu atención rápido, r
no es necesario hacer un gran esfuerzo, no es necesario sen
tir empatia, uno solo observa; un estado de mente casi auris
ta. N o es necesario tratar de entender los sentimientos de otra *
persona, no es acerca de ellos; son sólo objetos o instrum en
to s para una satisfacción... El tiempo, una dimensión indis
pensable del placer, se divide en fragmentos que ya no pue
den ser disfrutados... El porno se vuelve un acto de ver repe
titivo, que no cumple un propósito emocional”.3
El porno existe como existen los casinos, las apuestas, las
loterías; existe como una rama, o una racha del consumg, en
la vida de cada cual. Es una oferta del mercado. ¿Quién no se
asomó a esos registros, a veces áridos, a veces ásperos del
porno? ¿Quién no se asomó a las nalgas breves de los m ucha
chos? A las formas, por lo general abruptas, mal encaradas,
de los fetiches fabricados com o disfraces de Halloween, de
factura pobre.
Los fetiches, ropa, maquillaje, peinado, joyas, crean el aura
de la persona. Los fetiches, en tanto formas de la vestimen
ta, tienen su lugar en el porno especializado, pero suelen
carecer de la magia del estilo. El fetichista que se prueba
botas puede aparecer en un porno. El fetiche inorgánico pro
yecta un resplandor de emanación delegada. Es la cifra del
misterio de la persona. E n la vida corriente, en la fotografía
artística, el fetiche ilumina la persona; surge e ilumina el cuer
po, lo dota de un resplandor, que está en los zapatos, el ves
tido, la cofia, el maquillaje, la música que alguien produce o
escucha.
t Aparte del porno están las formas del erotismo y se
encuentran en el arte, cine, literatura, YouTube y dondequie
ra. Destellan aquí y allá, en el terreno de la fantasía y de las
relaciones entre las personas. El eros es psíquico tanto como
físico. E n YouTube nos atrae el pequeño teatro, la existente
palpitación real, la impresión de que penetramos — hasta
cierto punto— el secreto de cada uno, y por eso nos con
mueve.
¿Y el porno por teléfono? ¿Y el porno on line? ¿Y el chat?
, A medida que nos comunicamos nos vamos apartando del
I porno.
El porno actu a l— salvo el porno infantil— no está defini
do desde fuera por la censura; sino desde dentro de la indus
tria a partir de_ sus productos. Ya no hablamos del porno
como lo prohibido, o una forma de lo secreto, sino del porno
como producto. Ya no se discute si el arte, un cuadro o un
relato, son pornográficos y deban por lo tanto ser prohibi
dos. Arte y porno circulan muchas veces en circuitos dife
rentes, ocupan nichos diferenciales de preferencia.
La crítica al porno no implica una defensa de la censura. La
existencia del porno como ingrediente de internet y de los
medios implica libertad de comunicación, explorar los regis
tros posibles de nuestra sensibilidad, realzar las experiencias
con que se combine. Es un derecho de la persona. También
es un rubro dentro de una economía de mercado. Como el
aprendiz de hechicero, el porno crece y prolifera indetenible,
sorprenden te, planteando preguntas acerca de nuestro deseo
•5 8 ~
y su relación con la ética y lajpolítica. E n el porno m edran los
intereses de la industria, a la par que los intereses del consu
midor.
N otas
- 59-
21/29
C a p ít u l o iv
E l porno gonzo
por R o b erto E ch av arren
~ 61~
“Eso es lo que fue Buttman: sin guión, sólo escenas floja
mente anudadas para mayor diversión y para filmar el mejor
sexo que pudiéramos. La gente que dice que el gonzo no
tiene trama no ha visto mis películas. N o aprecian mi dedica
ción para m ontar el inicio de cada escena. Trato de crear
expectativa y erotismo para empezarlas... Muchas de las esce
nas Buttman son tomas de exteriores... N o es gente diciendo
líneas de un guión, pero es una historia.”
~ 62~
22 /
corresponde al punto de vista masculino. Una evolución del
porno g onzo es que se_ha vuelto irrespetuoso y notoriamen-
te violento hacia las actrices.
La actriz porno Mika Tan declara en una entrevista: “Las
líneas D V D , o cada título de porno, se producen para satisfa
cer diferentes nichos en el mercado. N adie filma un D V D a
menos que su investigación de mercado le muestre que podrá
venderlo. El porno no crea los fetiches., sino que los abaste
ce. Incluso si pienso que hay un mercado p ara cierto_tipo de
films, aún así debo convencer a la compañía de distribución
de que ese m ercado existe... E l porno nunca será ciego al
color, porque los hombres que compran buscan cierto tipo
de mujer. A quienes prefieren las latinas, no les vendas un
D V D que tenga negras” .
Por otra parte, Mika Tan niega que en todas estas líneas
especializadas las víctimas sean siempre las mujeres: “Trabajo
en un sitio web llamado meninpain.com, y en otro meanbit-
ches.com. Los hombres son sujetos a humillación en esos
lugares. Por favor métanse en la cabeza que el porno no se
dirige sólo a un sexo o a un género... ¿Cuáles son los estereo-
tipos? Yo misma he sido varias veces dominatrix, prostituta,
niña de escuela, mujer de negocios, doctor, nurse... Cuando
me llaman para una escena, sólo me comunican el género
(por ejemplo fetiche, asiática, niña de escuela) para que sepa
qué tipo de ropa llevar. Los estereotipos exceden las razas.
Puedes tom ar esos mismos personajes que representé y dár
selos a una rubia, a una mejicana o a una negra. Todas las chi
cas porno que conozco representaron diversos roles de fan
tasía en un m om ento u otro. Yo tuve roles muy fuertes y
también muy subalternos”.
¿Cuál es la función del p o m o según Mika Tan? “Lo dije
antes y lo diré ahora: el porno no es necesariamente para
hombres que ya están con una chica asiática. El porno es
para quien ama a las asiáticas y no puede conseguir una. Para
algunos, el porno es la única vía para obtener el tipo de sexo
que les gusta” . En este sentido, representa una válvula de
escape, un medio para concretar fantasías, aunque sólo en
calidad de voyeur.
POSTPORNO
por R o b erto E ch av arren
~ 65~
tipo de cine que sólo busca el placer masculino. De hecho,
sus primeras obras postporno incidieron sobre el orgasmo
femenino, la cópula con transexuales, el sexo colectivo e
incluso la interactividad, teniendo contacto con los especia-
dores en un cine mientras se proyectaba su propia película.”
(Javier Blanquez).
/\ //.r treinta años de puta multimedia, título del espectáculo pre
sentado, no alcanza el grado de provocación de obras anti
guas de Annie Sprinkle, como Post porn modernisrn, en la que
invitaba al público a contemplar la cérvix de su útero median-
j te un espejo situado ante sus órganos sexuales. Frente a la
audiencia atónita, desnuda sus genitales y a medio acostar,
| coloca unos espéculos de m odo que su cavidad vaginal quede
i bien visible; enseguida entrega una linterna a los participan-
i tes y los invita a mirar sin reservas. Exhibe las láminas del sis-
¡ tema reproductor femenino y profiere: “Conozca la vagina,
!I es su amiga • 53.
La fuente de placer mitologizada y difusa es despojada en
un abrir y cerrar de ojos de su peso simbólico, mostrada en su
carnalidad profana, sin atributos, más que ser aquella región
del cuerpo femenino alrededor de la cual funcionan las con
venciones y normas del género y la familia. Ese porno, más
desnudo £]ue_el desnudo, nos fuerza a pensar en otra cosa, nos
lleva a su revés, a un terreno que sobrepasa la mera literalidad
% los órganos; nos lleva a tom ar conciencia de un campo efe
intensidades corporales que no se refieren específicamente a
éste o aquél órgano, un campo magnético en que Eros vuela
con las alas de Psique, justam ente esas alas necesitan a veces
la oscuridad de las imágenes, el apagón momentáneo, la sus-
pensúSn del porno. para liberar un campo de intensidades más
allá de las fronteras calculadas de un cuerpo fragmentado en
c|ue cada órgano tiene estrictamente una función.
Sprinkle no ataca la existencia del porno comercial, más
bien defiende a los actores y su valor como enseñantes, más
allá de las convenciones del film poíno. E n su show hubo
mom entos para el hum or hiperbólico; según Annie, suman
do los centímetros de los penes con los que ha trabajado en
las últimas tres décadas se podría superar la altura del Empire
State Building. También hubo m om entos para la parodia
sobré el mercadeo de arte (sus cuadros, realizados con la
marca de sus senos embadurnados en pintura, los vendía a
treinta euros) o lo apoteósicamente cursi: una coreografía de
danza mamaria sin pudor ni sentido del ridículo al compás ele
“El Danubio azul” , de Strauss.
E n How to be a Sex Godess in 101 Hasy Steps escoge el papel
de maestra de ceremonia, un m entor sexual sicodélico y
amistoso que da clases privadas de forma juguetona dirigién
dose al espectador. Paralelamente, destaca su propia presen
cia en la pantalla, y reconoce la compañía del observador
concreto mirando directamente al lente de la cámara. Freud i
define el voyeurismo como una forma sexualmente gratifi- (
cante de la escopofilia, relacionada con el acto de mirar a per
sonas que no pueden devolver la mirada, o que no saben que
están siendo vistas. Al dirigirse directamente a quien observa,
Annie devuelve la mirada y p o r tanto conquista el concepto
de voyeurismo al eliminar la actividad sexual preferencial de
espiar con astucia. Elimina la despersonalización de la m ira-,
da pornográfica, al transform ar alvoyeur en cazador cazado.
Ziad Touma considera que este exhibicionismo autocons-
ciente de Sprinkle indica que “cansada de ser la fantasía de
alguien más, ella utiliza su performance para deconstruir el
objeto de deseo estándar” , lo cual supone “una estrategia
mucho más militante que la simple reversión de los roles de
género” .
E n una entrevista para la revista Bright Light, la Sprinkle
declara: “ Pienso que, en térm inos de performance, de
medios y de arte, cualquier exploración del sexo es intrínse
camente algo bueno... Los mom entos de ser erótica, sensual,
~ 67~
sexual con mi amante, son los más bellos, espirituales y cura
tivos que experimento en mi vida. Cuando estuve en la pros
titución, no siempre era como en las películas. Las prostitu
tas no siempre son asesinadas violentamente o salvadas por
un multimillonario. E n esas películas, nunca ves a la puta
feliz, a la mujer enérgica que hace un buen trabajo.”
Annie Sprinkle propone una pornotopía, una uu pn:
“Tengo una visión del futuro en el cual toda la educaci jn
sexual necesaria estará disponible para todos; no habrá nece
sidad de abortar ni transmisión de enfermedades por vía
sexual... El sexo es un arma curativa poderosa que será usada
regularmente en hospitales y clínicas siquiátricas. A pren
deremos a usar el orgasmo para prevenir y curar enferm eda
des tal y como los antiguos tántricos y taoístas hicieron. Los
trabajadores sexuales serán ampliamente respetados... y el
deseo dejará de ser un crimen. Los hombres serán capaces de
tener múltiples orgasmos sin eyacular, por lo cual podrán
mantener una erección cuanto quieran. Las mujeres eyacula
rán... A nadie le im portará con gente de qué sexo tiene sexo
cada quién. E n el futuro todos estarán tan satisfechos sexual-
mente que será el fin de la violencia, la violación y la guerra” .
~ 72~
que les parece bien, y esta estrategia llevó en efecto-a^nna
tnuy_interesante variedad de escenas... El p om o queer es un
lugar donde todo cabe, d o n d e 'tódo es p o sible, donde cada
cuerpo es objetivado y fetichizado porque quiere serlo. El
porno queer es democracia...”
La autora de estas líneas, Barbara De Genevieve, reconoce
que el s / m , la dominación, son escenas justificadas de la reía-
ción si (como en el caso de los actores queer), hay un com
promiso explícito de tom ar los roles com o en un ]uego, aun
que sean roles “serios”. Los asumen por propi i decisión o
arbitrio, son pactados.
“Fui una feminista anti porno — agrega De Genevieve—
hasta 1988; estoy absolutamente estupefacta (y entre parén
tesis excitada) acerca del m odo en que las cosas han cambia
do completamente de dirección... Por otra parte, la fantasía
de estar a la merced de una fuerza más allá de tu control, de
renunciar completamente a tu propio control, que te hagan
hacer algo que de otro m odo no harías, y viceversa, volver a
alguien totalmente sumiso a tu autoridad, es caliente. Creo
que muchas mujeres tienen fantasías de que las violen.
Crecemos con el miedo y la fascinación. Los queer no son
inmunes a esa influencia de la cultura dominante. ¿Quieren
que los violen en sentido criminal? No. Pero cuando la fan
tasía es controlada y todas las partes consienten en jugar sus
roles, es de veras caliente” .3
~ 75~
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