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Abuso Infantil.
Fernando Slater
Introducción
La política social está basada en un gran supuesto: “Se parte de que existen
en la sociedad algunos problemas sociales que no son atribuibles a condiciones
individuales y grupales, sino que tiene su origen en el orden social establecido. Por
tanto la responsabilidad de esos problemas es un asunto colectivo” (Montenegro,
2001, p. 99). De este modo, se producirá un modelo asistencial desde la idea de que
existen problemas sociales que son producto del orden social y por tanto de
responsabilidad social y de interés público. Esta acción del Estado tiende a evitar la
exclusión, y a apoyar a las personas y grupos que demandan apoyo.
La política social puede ser vista pues como las acciones del Estado para
intervenir el espacio público en términos de mejorar las condiciones de bienestar
social, entendido como la garantía a los ciudadanos de la satisfacción de sus
necesidades (Casas, 1996, p. 82). Algunos la vinculan básicamente al tema de
pobreza y de la calidad de vida en tanto que ésta incluye toda una serie de valores
de la vida de las personas en un sentido global y no solamente los aspectos
económicos o materiales, pero quizá la manera más correcta de entenderla es como
acciones del Estado que apuntan a superar o al menos a reducir las inequidades
dentro de la sociedad (Guell, 2002).
Otro punto importante que siempre está presente en el análisis de las políticas
sociales, es el tema de la participación. Los beneficiarios, usuarios o clientes, etc.
están vinculados con la ejecución de las políticas sociales con algún grado de
participación, que puede ir desde la simple información, pasando por la consulta a las
poblaciones beneficiarias o incluso en algunos casos, tal como la teoría lo señala, a
formas de participación cada vez más potentes que conducen al tema de la decisión
o incluso de la misma ejecución de los programas o de los proyectos.
Por otra parte, frente a la doctrina de la situación irregular para enfocar el tema
de la infancia, progresivamente se consolidó como visión dominante el denominado
paradigma de la “protección integral”, cuyo centro de gravedad está en el concepto
del niño como “sujeto de derechos”, con consecuencias transversales en todos los
ámbitos de los temas de infancia. Este cambio se enfoca en la concepción de la
infancia como personas reconocidas como sujetos de derechos, “es decir, titular y
portador de ciertos derechos y atributos fundamentales que le son inherentes por su
condición de persona humana y especialmente por su condición de niño(a)”
(Contreras, 1999). Esta consideración jurídica tiene un correlato potente en la
concepción del niño como sujeto social, como participante de su sociedad, portador
de una visión de mundo, de una historia de vida, portador de relaciones e inmerso en
redes de interacciones sociales. De tal modo, el niño es considerado como un ser
completo, no como carente sino dueño de recursos y potencialidades acordes a su
desarrollo. Tal vez el principal aspecto latente en esta mirada es la de visualizar las
necesidades como derechos, como un conjunto de potencialidades posibles de
satisfacer de acuerdo con el nivel de desarrollo de su sociedad. Tal perspectiva es
acorde con la señalada anteriormente en la revisión de las políticas sociales respecto
al tema de la ciudadanía, entendiéndola como el conjunto de derechos civiles,
políticos, y especialmente sociales cuyo ejercicio es requerido para asegurar el
disfrute del bienestar económico, de la herencia sociocultural, y la participación en
los aspectos que les afectan. Esta idea de participación implica superar la idea de la
incapacidad del paradigma anterior y abre la perspectiva de entender el valor de la
subjetividad infantil como una lectura válida de la realidad. La asociación entre este
tema y la intervención participativa está obviamente relacionada y se necesitan
mutuamente.
La integración social es definida por una relación dual entre los individuos y la
sociedad (Peyser, 2002), pues por una parte éstos participan de los beneficios,
bienes y productos que existen en esa sociedad, y por otra parte, en las decisiones y
las actividades que orientan dichas decisiones. La integración en el caso de la
población infantil responde, en la lógica de derechos y de protección integral, a
potenciar la inserción y generar la reinserción al sistema social en aquellos casos de
vulnerabilidad, tanto en una lectura de lógica de derechos y ciudadanía plena así
como de cohesión social.
Por otra parte, de acuerdo con lo señalado sobre las temáticas intervenidas
por los programas, las causales de ingreso a los sistemas presentes en los niños y
adolescentes, si bien son variadas, se concentran en alrededor de un tercio (33,6%)
en situaciones de dificultad para el ejercicio de los roles parentales y problemas de
protección general (abandonos parciales, inhabilidades, incompetencias y formas de
peligro físico o moral), en tanto que el 35.09% comprende problemas de violencia y
formas de maltrato. En otra dimensión, el 8,4% de la población presenta faltas o
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Los datos estadísticos están basados en: SENAME (2007).
conflicto con la justicia en diversos grados, con 1,5% de infracciones graves,
principalmente delitos contra las personas.
Proyecciones y Reflexiones
Sin duda que un componente de fondo es el cambio cultural. Sin caer en una
ingenuidad inmediatista que pretenda cambiar todo un sistema de valores y pautas
culturales, sí es posible potenciar cambios en la comunidad. En tal sentido, cabe
señalar procesos vividos en las últimas décadas: hace veinte años el maltrato infantil
era visto como un término técnico, una categoría conocida sólo por algunos, y en
este momento es un tema reconocido por la sociedad. La necesidad de que temas
como el abuso sexual, la explotación sexual infantil, los adolescentes abusadores,
sean tópicos de los cuales se hable y estén situados en los medios y en el discurso
genera un primer movimiento de cambio cultural y de avance en su intervención.