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INCERTIDUMBRE

DE SERES
ESCONDIDOS

WOLF RATZ

"quise enseñar y terminé aprendiendo / quise regalar y volví con las manos llenas"

Lunes, 10 de abril de 2017


Dos niños surgen de la neblina como pequeños fantasmas y persiguen un balón por toda la
cancha. Nubes pasan rozando y envuelven las montañas caucanas. Estamos a 1.900 m sobre el
mar. Después de una noche helada (sentí el frío a pesar de mi saco de dormir) estoy contento
de subir desde la zona de recepción hacia el campamento del sexto frente. Son las siete de la
mañana, a esta hora los guerrilleros ya llevan dos horas y media levantados después de pasar
la noche en sus cambuches que llaman caletas.

Nuestra motivación
No es posible visitar todos los puntos álgidos del planeta para comparar las noticias o las
experiencias de terceros con la experiencia propia. Pero si aparece una oportunidad vale la
pena aprovecharla. Así había sucedido con nuestro viaje a Palestina y así fue ahora cuando
unos amigos nos presentaron la idea de llevar a cabo un taller de pintura, teatro y música de 6
días en Monterredondo, una de las llamadas ZVTN (Zonas veredales transitorias de
normalización) donde se agrupan el sexto frente y la columna Gabriel Galvis para entregar las
armas y prepararse para la reintegración a la vida civil. Amparo y yo no dudamos un segundo
en aceptar la propuesta. Intuíamos que la experiencia iba a ser enriquecedora para ambas
partes y contactamos a otros dos talleristas para apoyar el trabajo teatral con los
excombatientes. No teníamos idea qué es lo que ibamos a encontrar en el campamento.
¿Guerrilleros o civiles?
Es la semana santa, por ello hay muchos niños de visita, hijos de guerrilleros, o de guerrilleros
con civiles. Como los integrantes del sexto frente casi todos pertenecen a esta región al norte
del Cauca sus relaciones con la población rural son estrechas. En la zona de recepción (los
civiles teóricamente no deben ingresar al campamento propiamente dicho) es imposible
distinguir a los guerrilleros sin camuflado de los civiles que vienen a visitar o a trabajar en las
obras de adecuación del campamento. Son las mismas caras mestizas o indígenas, curtidas por
el sol y el viento. Como detalle me sorprende el buen estado de la dentadura después de años
o décadas en el “monte”. Los cuerpos son musculosos y duros, aunque la dieta campesina
abundante en harinas combinada con la inactividad forzada de los guerrilleros comienza a
ablandarlos.

Primeros encuentros
El taller arranca con alguna dificultad. Después de la avalancha de Mocoa algunos han pedido
permiso para ayudar en trabajos de búsqueda y reconstrucción. Otros se ausentan para apoyar
a sus padres en la cosecha. Unos aparecen el primer día, pero ven la propuesta como
demasiado experimental y prefieren asistir al taller de pintura que promete un resultado más
inmediato (y la exposición al final del taller revela algunos talentos extraordinarios).

Entre los participantes y los 4 "profes" decidimos desarrollar una obra nutrida de las propias
experiencias y expectativas de los guerrilleros en esta fase de transición, espera e
incertidumbre. No hay libreto escrito, todo -texto y música- surgirá (eso esperamos) de su
memoria y sus emociones.

Los muchachos son algo reservados al comienzo pero pronto aprovechan la oportunidad de
poder compartir sus historias con personas de “afuera”. Entre ellos no les gusta masticar
siempre las mismas hazañas y tragedias de la guerra. Ya que casi todos ingresaron a las filas de
las FARC antes de terminar su formación escolar la ortografía a veces no es perfecta, pero no
nos encontramos con analfabetas. Comienzan a fluir sus recuerdos.

“Mi papá era un borracho y somos muchos hermanos, no había que comer y a partir de los 10
años tenía que trabajar en las fincas de café. Cargar estos bultos pesados, imagínese … Un
hermano mío ya había estado con las FARC, murió en un combate. Entonces a los 15 años me
fui pa’l monte.” “Cuando era chiquito siempre la guerrilla se tomaba el pueblo, los vi peleando
y se me hacían como héroes. De muchacho eso a uno le llama la atención. A los 12 años me
volé de la casa y caminé muchas horas para encontrar la guerrilla, pero me vieron muy niño y
dijeron: así no nos sirves, vuelve cuando seas más grandecito. Entonces volví a los 13 y
tampoco, pero a los 14 años me dijeron que sí. Me dieron un mes de prueba, para que lo
pensara bien, y al mes ya me habían explicado mejor las cosas y entonces me quedé. Esto fue
hace 26 años.” “Salí del colegio un año antes de terminar bachillerato. Crecí en un resguardo
indígena y no veía oportunidades. No hay opción fuera de trabajar en los cultivos de coca o de
marihuana.”

¿Matas que matan?


De hecho cuando se observan las montañas de Corinto de noche hay cuadros de lucecitas por
doquier, los bombillos de los invernaderos de marihuana. “Y si es tan visible, ¿por qué la
policía no se mete?” “Si muchos de los cultivos les pertenecen a los propios policías y militares,
¿pa’ qué se van a meter?”
Distinto es el caso de la coca que se cultiva también abiertamente en los alrededores de
Monterredondo. Estas tierras le pertenecen a la comunidad nasa y de hecho para acceder al
campamento de las FARC hay que pasar un control de la guardia indígena. Para los nasa la coca
no es la “mata que mata” sino la planta de la vida y una parte irrenunciable de su cultura.
Ahora falta por ver cuánta coca se destina realmente al consumo nasa y cuánta sale del
territorio, pero no me atrevo a opinar al respecto.

Autopercepción
A medida que llego a conocer mejor a los participantes del taller me asombra su alto grado de
convicción, pero en el fondo no hay de qué sorprenderse. Han dejado atrás a sus familias, es
lógico que las FARC se hayan convertido en su familia, los compañeros en hermanos. La
formación política es parte de su vida cotidiana. Los guerrilleros están muy enterados de lo
que pasa en el mundo y siguen los acontecimientos con mayor interés que muchos de sus
compatriotas, sin embargo la imagen que tienen de ellos mismos difiere fundamentalmente de
la imagen que gran parte del país tiene de la guerrilla.

A pesar de toda la información recibida (también ven las noticias de RCN y escuchan Radio
Caracol) hay cierta ingenuidad en su percepción de la realidad colombiana. O como lo dice uno
de los protagonistas de la obra que vamos construyendo: “Estamos dispuestos a dar la vida por
gente que no conocemos.”

Realmente hay un abismo entre la Colombia urbana donde viven las dos terceras partes de la
población y esta Colombia rural, huérfana, abandonada por las instituciones (pero por
desgracia rica en minerales y apta para cultivos ilícitos y biocombustibles).

Los temores de la paz


Hay miedo y desconfianza entre los colombianos frente al proceso de la paz, y no solamente
entre los seguidores de cierto "mesías" político o de pastores cristianos que pescan almas en
río revuelto. Pero también existe una inmensa desconfianza y preocupación por parte de los
guerrilleros. “¿Sí nos cumplirá el Estado después de que entreguemos las armas?”“Acuérdense
no más de lo que pasó con la UP, es la misma situación.” “Matan a tantos líderes sociales que
no tienen nada que ver con las FARC …” (de hecho más de 160 víctimas desde el comienzo de
2016 hasta marzo de 2017, en pleno proceso de paz) “… entonces ¿cómo será cuando los
guerrilleros salgamos a la vida civil?”

Un abuelo con historia


A Miguel Pascuas (nacido en 1928, 1940, 1942, 1952 dependiendo de las fuentes consultadas
en la red, pero según él mismo tiene “por ahí 75 años”) el ejército le dio el apodo de “Sargento
Pascuas” y los EEUU ofrecen 2,5 millones de dólares por su cabeza. Cuando uno lo ve de
sudadera y gorra de beisbol cuesta imaginarse que lleva más de medio siglo combatiendo. Nos
cuenta que es uno de dos fundadores de las FARC que aún están vivos. A los 12 años tuvo su
primer contacto con la autodefensa campesina que más tarde iba a convertirse en guerrilla. Al
escucharlo vuelven a mi mente las historias y anécdotas sobre Marquetalia y Riochiquito en los
libros de Arturo Alape y Alfredo Molano (que son esenciales para cualquier persona que desee
conocer las raíces y razones del conflicto armado en Colombia).

Las memorias preferidas del Comandante se enfocan precisamente en aquellos tiempos


míticos; su cara impasible muestra rasgos de picardía cuando relata los primeros golpes de
sorpresa dados a mediados de los años sesenta en diferentes departamentos. En cambio
revela poco o nada sobre su actuación como comandante del sexto frente desde 1979 en el
norte del Cauca.

Y cuando llegue la paz, ¿a qué se dedicará? “Quisiera pasar tiempo con mis nietos” dice el
comandante. Lo percibo muy distante de todo, un anciano que vive en y de los recuerdos, pero
las apariencias pueden engañar. Debe ser bastante sagaz para haber sobrevivido medio siglo
de combates y bombardeos. Es escéptico pero fatalista en cuanto al proceso de paz, a pesar de
haber sido uno de los negociadores. “Marulanda no hubiera entregado las armas tan pronto
…” dice al final de una conversación.

Contando sus propias historias


Con entusiasmo los actores y músicos del taller, sobre todo los dos protagonistas, David y
Mabel, arman la historia de la obra. Consiste en una secuencia de escenas que se desarrollan
en una "caleta" original, armada en pleno escenario. De hecho esta casa móvil del combatiente
se convierte en una protagonista más. Mabel medita sobre su forma de vida y su deseo de paz,
citando unos versos del cantautor guerrillero Julián Conrado "...quiero en vez de un fusil en mis
manos llevar una flor..." Recuerda a un amigo que influyó en su decisión de volverse
enfermera.

David describe sus sentimientos encontrados al dejar las armas y abandonar la existencia
guerrillera.

Sigue una danza de ambos que simboliza la búsqueda, la espera y el re-encuentro.

Como escena final todos avanzamos hacia el público recitando el poema “Te quiero” de
Benedetti. Es un texto que establece el paralelo entre amor y solidaridad y fue una propuesta
de nuestro percusionista, amante de la poesía.

A medida que avanza la producción veo con asombro la transformación de nuestros actores
que nunca habían incursionado en el teatro. Si al comienzo todo parecía bastante mecánico,
ahora las emociones empiezan a fluir y liberarse. Como David y Mabel se habían dedicado
anteriormente a las danzas del folclor colombiano, en el cuadro de la danza logran imágenes
impactantes de gran ternura y sinceridad.

Germán, el poeta y percusionista, aporta espontáneamente unas líneas inspiradas en el


destino incierto del guerrillero. Estos versos se convierten en una canción al son de su tambor
y dos guitarras. También la danza es acompañada y apoyada por el ritmo insistente del tambor
y las guitarras.
El estreno
El sábado todos los participantes estamos haciendo fuerza por que no vaya a llover. El
traqueteo de las gotas en el plástico que cubre el "auditorio" no dejaría escuchar ni una
palabra y el invierno está en su apogeo. Los integrantes de "K-LETA" - nombre que ellos
mismos dieron a su nuevo grupo de teatro - se reúnen detrás del telón. En las sillas rimax
dispuestas en semicírculo toman asiento unos 150 guerrilleros, entre ellos el comandante
Pascuas. Mabel y David arman la caleta al sonido de los animales nocturnos del bosque
producido por los demás (entre ellos varios niños que se habían sumado a los ensayos);
algunos perros se contagian y le dan el toque realista a la escena. Es seguramente para casi
todos la primera obra teatral de su vida. Tenía temores de que el contenido fuera demasiado
melancólico y ambiguo para un público acostumbrado a la propaganda política, pero parece
que retrata perfectamente la incertidumbre que sienten muchos espectadores. Cuando David
y Mabel después de su danza de expresión se funden en un abrazo, hay aplausos espontáneos.

Epílogo. 16 de abril.
El Domingo de Pascua llega con un sol picante que parece burlarse de las noches frías que
habíamos aguantado. La despedida es muy emotiva, también porque el futuro de estos
jóvenes es realmente tan incierto como ellos lo perciben. "¿Volverás?" me preguntan los
músicos. "Quisiera, pero quién sabe donde estén ustedes para cuando vuelva ..." Algunos
afirman que aún después de dejar las armas no se dispersarán, que se quedarán juntos para
montar por ejemplo un pequeño proyecto turístico. El tiempo lo dirá.

Es extraño como el trabajo intenso de una semana ha creado lazos entre nosotros, y como
estos días han sacudido algunos conceptos que yo había cultivado. Estas líneas son por
supuesto una impresión subjetiva. No me convierto en vocero de los guerrilleros, ni siquiera
hablo a nombre de mis compañeros talleristas, es simplemente lo que yo vi y percibí.

Sigo creyendo firmemente que la guerra no puede ser y nunca fue la solución y agravaba la
situación que - en el caso de las guerrillas latinoamericanas - pretendía remediar. Sin embargo
los males principales que padece Colombia - el abandono del campo, la inmensa desigualdad,
la corrupción omnipresente - existen y han existido independientemente de la guerra aunque
ésta siempre haya servido de cortina de humo. La dejación de armas de uno de los actores
históricos del conflicto armado abre una ventana de oportunidades pero si no se toman en
serio los factores subyacentes no se habrá ganado mucho.

Espero que la sociedad colombiana reconozca la importancia de este momento y responda


positivamente al gesto de estos seres aún escondidos que a cambio de entregar sus fusiles
quieren salir de las sombras y perseguir sus sueños a la luz del sol.

P.D. El 17 de junio de 2019 lo asesinaron a sangre fría en Caloto, Cauca. Lo había conocido
como David Marín pero a la hora de su muerte ya llevaba su nombre de civil: Ánderson Pérez
Osorio. Era padre de una niña y esposo de una mujer campesina de la región. En 2017 había
participado en el taller de teatro en Monterredondo. Quedamos impresionados con su talento
y su creatividad, pero también con su calidad humana, su compromiso con la paz, la justicia
social y la transformación del país. En medio de la guerra su esencia humana había quedado
intacta. Él cumplió con su compromiso, el gobierno no. En el tema de los asesinatos de
excombatientes y líderes sociales solamente hay indiferencia y complicidad.

Ánderson Pérez Osorio era comunicador social, actor, integrante de la Asociación de


Trabajadores Pro Constitución Zonas de Reserva Campesina de Caloto, miembro de la
Federación Sindical Unitaria Agropecuaria, la Asociación Nacional de Zonas de Reserva
Campesina, la Juventud Rebelde Cauca, el Proceso de Unidad Popular del Suroccidente
Colombiano y de la Coordinación Social y Política Marcha Patriótica Cauca.

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