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QUIERO SABER / ESPÍRITU DE PROFECÍA – Febrero de 2005

El sentido de la reverencia - 1

¿Qué enseña Elena de White acerca de la reverencia?


Responde DANIEL OSCAR PLENC director del Centro de Investigaciones White en la Argentina.

La reverencia tiene mucho que ver con nuestro concepto respecto de Dios y de las cosas
sagradas. En los escritos de Elena de White encontramos la misma tensión que en las Escrituras: por
un lado, habla de la trascendencia y la soberanía de Dios, invitando a un culto solemne, digno,
ordenado y reverente. Por otro lado, destaca la presencia amorosa de Dios entre nosotros,
animándonos al íntimo compañerismo con él y con los demás creyentes, en un culto caracterizado
por la naturalidad, la espontaneidad y la alegría (C. Raymond Holmes, Sing a New Song!: Worship
Renewal for Adventists Today [Berrien Springs, Michigan: Andrews University, 1984], pp. 163,
164).

Los objetos de la reverencia


Podemos extraer, de los escritos de Elena de White, ideas claras acerca de los destinatarios
de la reverencia.
1. Reverencia para con la Palabra de Dios. Las Escrituras deben manejarse con sumo
cuidado. “Debiéramos abrirlas con gran reverencia, y no en forma descuidada y desganada” (Alza
tus ojos, p. 366). Particularmente delante de los niños y los jóvenes, la Palabra de Dios “debe ser
tratada con respeto y reverencia” (Consejos para los maestros, p. 413). Se nos aconseja estudiar el
libro sagrado “con reverencia y temor piadoso [...]” (Consejos sobre la salud, p. 366). Con humilde
reconocimiento de nuestra incapacidad, “debemos abrir su Palabra con tanta reverencia como si
entráramos en su presencia” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 309). Las Escrituras deben estudiarse
con paciencia, reflexión y oración. Dejando de lado toda liviandad y frivolidad, se debe solicitar la
iluminación del Espíritu Santo. “Hemos de abordar el estudio de la Biblia con reverencia, sintiendo
que estamos en la presencia de Dios” (Mensajes para los jóvenes, p. 259; véase también
Testimonios selectos, t. 4, p. 398).

2. Reverencia para con el nombre de Dios. Debemos ser cuidadosos al mencionar el


nombre de Dios, incluso cuando oramos. “También se debería mostrar reverencia hacia el nombre
de Dios. Nunca se debería pronunciar ese nombre con ligereza o indiferencia. Hasta en la oración se
debería evitar su repetición frecuente o innecesaria” (La educación, p. 238). Se ofrecen algunos
consejos prácticos. “Vi que el santo nombre de Dios debe usarse con reverencia y temor. Las
palabras Dios Todopoderoso son expresadas juntas, y empleadas por algunos en oración de una
manera descuidada y negligente, que le desagrada [...]. Dijo el ángel: ‘No las unáis; porque terrible
es su nombre’ ” (Primeros escritos, p. 122).

3. Reverencia hacia la Ley de Dios. La mirada reverente de los querubines hacia el arca
“representaba la reverencia con la cual la hueste celestial mira la Ley de Dios y su interés en el plan
de redención” (Patriarcas y profetas, p. 360). Del mismo modo, los hijos obedientes de Dios han de
mostrar “su estima y reverencia por su Ley pisoteada” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 31). Al
observar el cuarto mandamiento, Cristo “manifestó reverencia hacia la institución que él mismo
había dado” (Profetas y reyes, pp. 135, 136).
4. Reverencia para con la casa de Dios. Una buena ilustración de la enseñanza de Elena de
White acerca de la reverencia en la iglesia es el capítulo “La conducta en la casa de Dios”, de Joyas
de los testimonios, tomo 2, páginas 193 a 203. La autora muestra que un adecuado sentido de la
grandeza, la santidad y el poder de Dios producirá la actitud correcta. “La humildad y la reverencia
deben caracterizar el comportamiento de todos los que se allegan a la presencia de Dios. En el
nombre de Jesús podemos acercarnos a él con confianza, pero no debemos hacerlo con la osadía de
la presunción, como si el Señor estuviese al mismo nivel que nosotros” (Patriarcas y profetas, pp.
256, 257; véase también pp. 374, 375). Elena de White dejó recomendaciones concretas. Entre ellas,
la del cuidado por el arreglo y la higiene personal. Exhorta a los creyentes a no ser descuidados en
la manera de vestir, ni llevar al culto de adoración la misma ropa que se usa durante la semana
(Mensajes selectos, t. 2, p. 540). Recomienda enfáticamente evitar toda conversación durante el
sermón (Mensajes para los jóvenes, p. 264), así como las risas y los cuchicheos (Joyas de los
testimonios, t. 2, p. 194). Al término del culto, aconseja salir sin desorden ni conversación, y sin
detenerse en los pasillos, porque la iglesia “es el lugar donde Dios se encuentra con su pueblo y lo
bendice” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 196).

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