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Otros países, como Francia o los Estados Unidos, se mostraron más receptivos hacia los esfuerzos por establecer una relación más
estrecha entre la historiografía y las ciencias sociales.
Siguiendo la línea avanzada por Turner, James Harvey Robinson propuso en 1912 la creación de una Nueva Historia cuyas bases
rompían radicalmente con la “escuela científica” historicista:
Ampliación de la perspectiva del estudio de los hechos políticos, los grandes personajes y el Estado al conjunto de la población.
Ruptura con el objetivismo en beneficio de la interpretación hipotético-deductiva.
Consideración de los métodos y aportaciones de las ciencias sociales.
Relación directa con la sociología y la economía.
Intento de aprovechamiento del conocimiento del pasado en el presente.
Utilización política por la sociedad democrática estadounidense y el nacionalismo americano.
Alejamiento de la ideología marxista y de la lucha de clases.
Esta propuesta innovadora propició el surgimiento de una corriente progresista cuyo desarrollo tuvo como consecuencia la
consolidación de la New History como la tendencia historiográfica dominante en los Estados Unidos hasta los tiempos
inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Los seguidores de esta Nueva Historia fueron denominados “progressive historians”. Entre ellos, los más destacados fueron Car l
Becker, Vernon Parrington, Perry Miller y, sobre todo, Charles Beard.
Charles Beard fue el líder de los “progressive historians”. Sus obras reflejan claramente posiciones historiográficas de la New History,
como la búsqueda de razones socio-económicas para la explicación de los acontecimientos y los procesos históricos o la
aproximación a las ciencias sociales.
Su aportación más célebre fue la interpretación economicista de la Constitución de los Estados Unidos. Beard partió de las tesis de
otro historiador progresista, Carl Becker, quien en su obra History of Political Parties in the Province of New York, 1760-1776,
publicada en 1909, explicó que la revolución americana había sido doble: la lucha por la independencia contra los británicos y la
lucha de los distintos grupos sociales por el dominio de la nueva nación. Beard desarrolló esta última idea sobre los conflictos entre
clases en su obra más popular, An Economic Interpretation of the Constitution of the United States, publicada en 1913. Tras analizar
los Federalist Papers de los padres fundadores de la nación estadounidense (Alexander Hamilton, James Madison y John Jay),
Beard llegó a la conclusión de que la Constitución fue motivada por motivos económicos, más que filosóficos. En su opinión, l a
Constitución fue una “contra-revolución”, una respuesta de las clases altas contra los granjeros y plantadores, y fue elaborada con
la intención principal de proteger la propiedad privada o, de forma más general, los intereses de la clase alta frente a las tendencias
radicales democráticas desencadenadas por la Revolución.
Las ideas de Beard sobre la Constitución estadounidense tuvieron una gran repercusión y recibieron múltiples críticas, especialmente
en los años 50 y 60 del siglo XX, en el contexto histórico de la Guerra Fría:
Algunos historiadores refutaron los planteamientos de Beard por simplistas, argumentando que la Constitución no se vio influida
únicamente por el conflicto de intereses entre las clases altas y las masas populares, sino que hubo mucho más factores que
intervinieron en la elaboración de la carta magna.
Otros, en cambio, criticaron a Beard afirmando que los padres de la nación no se dejaron llevar por sus propios intereses y q ue
actuaron en beneficio de la unidad política, el desarrollo económico de la nación y la seguridad diplomática.
La evolución histórica de los Estados Unidos, que aparecía tras el conflicto bélico como una sociedad sin clases, libre, que no había
sufrido grandes conflictos políticos o sociales (tras la Guerra de Secesión) y que se hallaba en pleno crecimiento económico al
amparo de la expansiva economía de mercado capitalista. Esta nueva imagen de los Estados Unidos requería una historiografía
modernizada y cientificista.
La crítica generalizada a los planteamientos de los historiadores progresistas, que basaban fundamentalmente sus explicaciones
históricas en los conflictos sociales.
Los avances en la teoría económica efectuados por John Maynard Keynes y sus discípulos (especialmente en los conceptos de
medición macroeconómicos, como la contabilidad social o el cálculo de productividad).
La importancia de los estudios económicos realizados por economistas, como Simon Kuznets (que sería uno de los pioneros de la
Cliometría) o Walter Rostow (quien presentó en su obra Las etapas del crecimiento económico la teoría del desarrollo).
El avance de la tecnología informática, que permitió el tratamiento y la explotación de ingentes cantidades de información estadística.
El inicio de la utilización de métodos cuantitativos de análisis orientados a la mejora del estudio histórico (análisis de lo s
comportamientos electorales, de los censos para estudiar la movilidad social, de aspectos propios de la demografía histórica como
la reconstrucción de familias, o de los procesos económicos).
La nueva corriente dominante presentaba las siguientes características historiográficas:
Simon Kuznets. Fue uno de los pioneros en la aplicación de métodos cuantitativos a los estudios económicos. Desde finales de los
años 30 del siglo XX comenzó a realizar estudios económicos (sobre los ingresos de los EE. UU.) a partir del tratamiento y análisis
de datos estadísticos. Entre sus obras, podemos destacar El crecimiento económico moderno (1966).
Alfred Conrad y John Meyer. Estos dos autores firmaron en 1958 uno de los primeros trabajos de cliometría, The economics of
slavery in the Antebellum South. Gracias a la aplicación de distintas técnicas de análisis matemático sobre diversas fuentes
estadísticas con la ayuda de ordenadores, Conrad y Meyer llegaron a la conclusión de que la afirmación de algunos historiadores
sobre el hecho de que el sistema esclavista habría desaparecido sin la Guerra de Secesión era una hipótesis “romántica” contr aria
a la realidad. Y demostraron que el esclavismo sureño era rentable económicamente, si bien necesitaba expandirse hacia los
territorios del sudoeste.
Robert Fogel. Es el máximo representante de la tendencia cliométrica. Fue Premio Nobel de Economía en 1993, precisamente por
sus innovaciones en la investigación de la historia económica a partir de la aplicación de técnicas cuantitativas para la explicación
de cambios económicos e institucionales. Su obra más destacada es Railroads and American Economic Growth, publicada en 1964.
En ella, consiguió refutar la creencia general (basada en los estudios de Schumpeter y Rostow) de que el desarrollo capitalista
estadounidense había sido posible gracias a la red de ferrocarriles creada en el país. Para ello, construyó un modelo contrafáctico,
imaginario, sin ferrocarriles, pero con otros medios de transporte alternativos, y aplicando técnicas de análisis cuantitativas, logró
demostrar que la red ferroviaria no había sido un factor decisivo para el desarrollo económico de los Estados Unidos.
Robert Fogel y Stanley Engerman. Junto a Engerman, Fogel publicó años más tarde, en 1974, otro estudio cliométrico de gran
trascendencia, Time on the Cross: The Economics of American Negro Slavery. En ella, trataron de rebatir algunas ideas
generalizadas por la historiografía anterior sobre el sistema de producción esclavista: su estado de decadencia en los momentos
previos a la Guerra de Secesión, su ineficiencia, el hecho de que hubiese sido la causa del estancamiento del sur de los EE. UU.,
las extremadamente penosas condiciones de vida de los esclavos o la creencia de que la Guerra Civil norteamericana solo adelantó
su final unos años. Gracias a la aplicación de técnicas cuantitativas y al apoyo de la tecnología informática, Fogel y Engerm an
pudieron demostrar que la esclavitud era una institución vigorosa y eficiente, que su eliminación se debió a la voluntad política y que
las condiciones de vida de los esclavos eran mejores que las de los trabajadores libres de las fábricas. Las afirmaciones de los dos
cliometristas generaron una gran polémica.
No obstante, no solo fueron objeto de crítica los resultados de las investigaciones de los historiadores de esta nueva tenden cia
cuantitativista. El debate sobre la cliometría enfrentó a sus representantes con historiadores de otras corrientes:
Lawrence Stone dirigió sus críticas contra la falta de fiabilidad y la disparidad de las fuentes utilizadas para los estudios, los problemas
de verificación de los resultados de los análisis, y la dificultad para comprender las obras, en las que se primaba el análisis
matemático sobre la explicación de los resultados y su interpretación histórica.
David S. Landes polemizó sobre el fetichismo del número y de la cuantificación en perjuicio de la interpretación histórica.
Eric Hobsbawm criticó la aplicación de modelos contrafactuales y el presentismo de los enfoques.
Jon Elster atacó igualmente los modelos contrafácticos.
Douglas North revisó la evolución de la cliometría y descubrió algunos problemas: la elaboración de análisis superficiales de eventos
y de problemas microeconómicos, sin realizar interpretaciones de procesos históricos, como la transformación de los sistemas
económicos o el crecimiento a largo plazo.
La historia social y económica en Europa
Gran Bretaña
Desde los años finales del siglo XIX, con el desarrollo del capitalismo y la difusión de las tesis económicas marxistas, el estudio de
la historia económica experimentó un considerable auge en Gran Bretaña. Hitos claros de este período son los trabajos de los
siguientes historiadores:
Beatrice y Sidney Webb. Iniciaron en 1894 el estudio de las organizaciones sindicales con la publicación de la obra The Histo ry of
Trade Unionism. El ensayo relataba el origen y crecimiento de los sindicatos desde el siglo XVII. Recuperaba abundante
documentación sindical de enorme valor para la historia industrial. En su contra, se puede señalar que se trataba de una simp le
descripción, carente de análisis histórico, y que su enfoque era moralista, parcial, idealizado y paternalista (retrataba al obrero bueno
y sufridor frente al patrono malo y explotador).
Barbara y John Hammond. Escribieron una trilogía sobre los efectos de la industrialización sobre las clases trabajadoras populares:
The Village Labourer (1911), The Town Labourer (1917) y The Skilled Labourer (1919). En ellos, describen las condiciones de v ida
de los campesinos, los obreros y los mineros, incidiendo en temas como los desequilibrios económicos y sociales, las reacciones
populares contra la opresión de los propietarios y el maniqueísmo moralista entre buenos y malos. Los tratados cuentan con
abundante bibliografía y una mínima reflexión plasmada en sendos capítulos de conclusiones.
Tras la publicación de estos autores socialistas fabianos, la historia económica británica cobró auge y a partir de 1929 los
historiadores económicos contaron con un excelente instrumento de difusión de sus trabajos: The Economic History Review (aún
activa en la actualidad).