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UNIDAD 4: ESTRUCTURAS Y PROCESOS ECONÓMICOS

ROUQUIE, A. Extremo Occidente. Introducción a América Latina

Burguesías y oligarquías
(Págs. 111-130)

En este capítulo se aborda el examen de los actores estratégicos, los grupos sociales o las
organizaciones latinoamericanas que cumplen papeles o funciones diferentes de los de sus homógolos de
los países industrializados del Occidente.

Extraversión y estratificación social: ¿modelos específicos?


En los países donde la exportación de bienes primarios, minerales o agrícolas, constituye el motor de
la vida nacional, ¿quién controla los recursos exportables?
En este punto es posible diferenciar dos tipos de economía. En primer lugar, encontramos las
naciones donde los grupos económicos locales tienen en sus manos las palancas del mando de la economía
y controlan el “salario nacional”. Se forma un poderoso grupo dominante que se impone sobre los demás
sectores productivos en la medida en que la posesión de bienes de alto valor en el mercado mundial va
generalmente de la mano, con la instalación de los medios financieros e industriales ara su transformación
y exportación. En Colombia, El Salvador, el Brasil, Argentina y Uruguay, los propietarios cafetaleros,
ganaderos y cerealeros detentan un poder económico decisivo. Alrededor de ellos se polarizan tanto los
proyectos de ascenso social como los intentos de transformación política.
En segundo lugar, encontramos las “economías enclave”, donde los intereses extranjeros poseen las
minas o plantaciones que constituyen la riqueza nacional. Aquí se alcanza un grado de extraterritorialidad
o de dominación colonial que varía en función del producto y del tamaño del país. Chile, Venezuela y
Honduras son claros ejemplos. En estos países se imponen políticas económicas y salariales que favorecen
al sector dominante, se institucionaliza su presencia en los centros de decisión y se extienden sus
funciones económicas a fin de impedir el surgimiento de grupos rivales. A su vez, aunque la riqueza
principal escapa al control de la burguesía, el poder del Estado se fortalece con las regalías y los impuestos
que aplica sobre las actividades de las compañías extranjeras. Esta riqueza se puede redistribuir para
estimular el desarrollo industrial o paliar las tensiones sociales, lo cual le otorga al Estado mayores
posibilidades de intervención y, por consiguiente, mayor autonomía.
Los dos tipos de sociedad muestran distintos grados de permeabilidad al cambio. No es imposible
expropiar el enclave y nacionalizar la fuente de riqueza explotada por el extranjero, pero no sucede lo
mismo cuando se trata de afectar los intereses del grupo nacional que domina el sector motor de la
economía.

Categorías dominantes y desigualdades acumulativas


El término oligarquía es indudablemente polémico. Es un concepto político, pero situado en el
tiempo: se constituyó en el momento de la integración de las economías en el mercado mundial como
proveedoras de bienes primarios.
Con este término se designa generalmente un grupo identificable de familias que concentran en sus
manos los resortes decisivos del poder económico, controlan directa o indirectamente el poder político y
ocupan la cima del poder social en cuanto a autoridad y prestigio.
¿Aristocracia rural o burguesía internacional?
En países como El Salvador y la Argentina, cuando se dice “oligarquía” se habla de un poder
económico basado en el agro. Esta primera impresión es de alcance limitado. En todos los casos es una
elite modernizadora que se erige en oligarquía, sin perjuicio de formar alianzas con sectores arcaicos que
reconozcan su preeminencia a cambio de conservar su arcaísmo. Esta elite generalmente deriva su
legitimidad histórica del hecho de haber presidido la integración de la economía nacional en el mercado
mundial.

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A su vez, estos grupos se formaron con agentes económicos dinámicos, dispuestos a incorporar las
innovaciones y a utilizar el poder público para vender todos los obstáculos sociales en el camino de su
expansión.
En las economías enclave no surgen oligarquías, las burguesías locales están subordinadas a los
intereses de los exportadores extranjeros, y los administradores de las empresas extranjeras no poseen
legitimidad ni la tradición familiar, indispensable para la legitimación del poder acumulativo.
Gracias a su antigüedad y su papel clave en la estructura económica, la oligarquía es también una
clase de “negocios” caracterizada por su capacidad financiera y su eclecticismo. La diversificación de sus
intereses no redunda en una mayor heterogeneidad social de sus miembros.
Enriquecidos por a valorización de las tierras y la especulación comercial, los miembros de los
grupos dominantes ven en la propiedad de la tierra en refugio y un símbolo de su estatus social.
Por último, es posible afirmar que se trata de un grupo nacional, pero que ocupa un lugar particular,
“multifuncional”, en las relaciones con el mundo exterior. Al cumplir conscientemente el papel de
mediador obligado, la oligarquía aumenta al máximo su poder y consolida su dominación.

Estilo de dominación y legitimidad social


En las sociedades oligárquicas, los sistemas políticos formalmente representativos funcionan sobre la
base de una participación a la que sólo tienen acceso los miembros de la elite dominante y sus
subordinados. En virtud de un “plebiscito tácito”, la sociedad reconoce en las familias “idóneas” en el
manejo de los asuntos públicos la aptitud necesaria y la capacidad suficiente para conducir la nación.
El establishment oligárquico no ejerce el poder en forma directa, sino que lo delega en una “clase
reinante” que no pone en peligro el pacto de dominación y se limita a “controlar a la distancia” la buena
marcha de la cosa pública. La elite generalmente logra inculcar sus valores e imagen en el conjunto del
cuerpo social. La prensa y la escuela son los dos canales institucionales para un trabajo de impregnación
ideológica que ayuda a formar las mentalidades.
La internalización de la dominación oligárquica conduce sobre todo a la neutralización de las clases
medias y las nuevas capas burguesas. Existen mecanismos para cooptar a los elementos más audaces de la
nueva clase empresaria. Cuando éstos se ven amenazados por reformas o nuevas reglas de juego que
limitan peligrosamente su manera de operar, disponen de una temible capacidad de veto derivada de su
posición central en la organización de la economía nacional y su legitimidad social.

Las etapas de desarrollo y los procesos de industrialización


(Págs. 255-269)

La mayoría de las economías son de tipo mixto, con una importante participación del Estado, pero
no faltan las políticas económicas abiertas, ultraliberales, ni un sistema de economía estatal centralizada.
Ni la riqueza natural es garantía segura del despegue industrial, ni la falta de un recurso crítico
impide en forma absoluta el desarrollo.

Las fases del desarrollo


Historiadores y economistas coinciden generalmente en que las economías latinoamericanas en su
conjunto han pasado por tres fases, y que a cada fase corresponden formas de industrialización definidas.

1. Crecimiento extravertido (1860 a 1930, un poco más tarde en los países de menor desarrollo): Los
países latinoamericanos se integran al mercado mundial como proveedores de materias primas, productos
mineros o agrícolas. En el caso de los primeros, su explotación perpetúa la economía nacional. Las
economías agroexportadoras, por su parte, se benefician con el progreso del transporte marítimo y la alta
demanda de los países europeos en proceso de industrialización.
Las economías se especializan en bienes primarios y adquieren productos manufacturados en virtud
de la teoría de las “ventajas comparativas”, es decir, de los costos comparados.
Pero existen varios factores que obstaculizaron el surgimiento de la industria moderna en la misma
época. Frente a la competencia europea y las virtudes del librecambio, la pequeña industria artesanal se
debilita hasta morir. A su vez, apenas una fracción de la población del siglo XIX se integró al mercado, la
inmensa mayoría vivía en una economía de subsistencia o semisubsistencia.
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No obstante lo anterior, el dinamismo propio de la economía de exportación fomentó la industria por
varios motivos: la transformación y elaboración de los productos agrícolas son actividades
verdaderamente industriales, ya que requieren de infraestructura y de actividades paraindustriales o
cuasiindustriales.
A pesar de sonar a contradicción, la actividad exportadora, así como es industrializante, al mismo
tiempo es fuertemente “antiindustrializante”. La dinámica del crecimiento inicial extravertido hace de la
industria un sector periférico y dependiente del sector productor de bienes para la exportación. La
transferencia de ingresos hacia las actividades es siempre provisoria, revocable y subordinada a otros
factores.

2. Industrialización nacional o desarrollo hacia el interior (1930 a 1960 aproximadamente): La


importación de bienes manufacturados permitió de alguna manera el surgimiento del mercado interno. La
fabricación de bienes hasta entonces importados estimulará la industrialización. Es un proceso gradual, de
lo simple a lo complejo, en función de las necesidades en materia de capital y tecnología.
Los primeros pasos de la industria abarcan el área de los bienes de consumo no duraderos de bajo
valor agregado, cuya fabricación requiere generalmente una materia prima abundante en el país o de fácil
obtención. El paso siguiente los constituyen en general los bienes de equipos sencillos, herramientas,
máquinas para la fabricación de bienes exportables. Finalmente aparece la producción de bienes
intermedios, sobre todo la química tradicional y la industria pesada, casi siempre por impulso del Estado.

3. Internalización del mercado interno (a partir de 1960)

Recursos y desarrollo
No fue la ausencia o insuficiencia de minerales y energía lo que frenó el desarrollo. América Latina
es desde su descubrimiento el continente minero por excelencia, pero la distribución de sus riquezas, así
como de sus recursos energéticos, es muy desigual. A su vez, los países del continente, con sus reservas de
materias primas agrícolas y mineras, poseen ventajas culturales como pocas regiones del Tercer Mundo:
elites científicas y técnicas de calidad, nivel de educación relativamente elevado en zonas urbanas, acceso
directo a los conocimientos y la tecnología occidentales.

Problemas agrícolas y cuestión agraria


(Págs. 295-308)

La agricultura cumplió un papel decisivo en el crecimiento extravertido de la mayoría de las


economías latinoamericanas, pero hoy se advierte que el sector agrario está en crisis o directamente
constituye un freno al desarrollo de casi todos los países. Si la revolución agrícola es la condición previa
para la industrialización sostenida, las posibilidades de desarrollo del continente son más bien dudosas.

Tipos de agricultura y modalidades de explotación


Las desigualdades en cuanto a la concentración de la propiedad terrateniente se agravan
constantemente. En función de la apropiación de la tierra, el destino de la producción y la situación de los
productores se pueden distinguir muchos tipos de agricultura.
Es posible diferenciar en primer lugar entre establecimientos grandes y pequeños.
La pequeña propiedad encubre sistemas de aprovechamiento directo o indirecto. En el
aprovechamiento directo, el agricultor exportador puede ser pequeño propietario independiente, el
miembro de una comunidad indígena, tal vez el beneficiario de un proyecto oficial de colonización de
tierras o bien un ocupante ilegal que trabaja la tierra. El aprovechamiento indirecto está en principio
ligado a la gran propiedad, pero comprende una gran cantidad de casos muy distintos: agricultores a la
europea, como los argentinos; algunos de los cuales son verdaderos empresarios del campo; distintas
clases de aparceros, etc.
Por su parte, la gran propiedad no es siempre sinónimo de agricultura o ganadería extensivas. En
ellas suelen superponerse distintos modelos de explotación.

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La situación de los trabajadores refleja lo anterior: encontramos asalariados y semiasalariados,
trabajadores permanentes y estacionales, mano de obra familiar, servidumbre, combinados con las formas
más arcaicas de trabajo comunitario y ayuda mutua.
En cuanto al destino de la producción, la agricultura de subsistencia sólo destina al mercado una
parte ínfima de la producción y según modalidades bastante antieconómicas. El sector dominante es la
gran especulación exportadora, a la cual se sacrifican los cultivos alimenticios. Los cultivos de
exportación, incluso cuando abundan en un mismo país, acaparan las mejores tierras. Y al proveer a la
economía de divisas indispensables, ocupan posiciones de privilegio.

Problemas agrícolas, estructuras agrarias y desarrollo


Las naciones del continente son o han sido, con escasas excepciones, países agrícolas extravertidos.
Su porvenir económico y su estabilidad social dependen principalmente del sector agrario.
El principal problema de la agricultura latinoamericana es la baja productividad: impide vender los
excedentes necesarios para importar bienes de equipo o industrias y provocar un cambio en la economía.
Provoca un grave déficit de productos alimenticios y obliga a aumentar las importaciones.
Se puede atribuir esta crisis a muchos factores no relacionados con el crecimiento demográfico
acelerado que ha afectado a la casi totalidad del continente. La división de las tierras en unidades de
producción demasiado pequeñas, la gran propiedad con escasa inversión y la combinación de ambas
cumplen un papel decisivo.
El segundo problema grave de la agricultura latinoamericana deriva justamente del carácter
extravertido de las economías. La producción alimentaria debe competir con los productos de exportación.
La ausencia de política alimentarias concertadas y la atracción que ejercen los beneficios de exportación
sobre el capital privado, pero también, y principalmente, sobre el Estado estimulan la expansión de los
productos destinados al mercado externo, mientra los bienes alimenticios requeridos por el interno se
estancan. La agroexportación se moderniza y se desarrolla, mientras los cultivos alimenticios, obtenidos
con métodos arcaicos, muestran un rendimiento muy bajo.

Conflictos agrarios y movimientos campesinos


En muchos casos la gran propiedad se forma mediante la usurpación de las tierras de las
comunidades indígenas, la expropiación de los campesinos arruinados o endeudados y la apropiación de
las tierras públicas por particulares con la ayuda o el consentimiento del Estado.
Las tensiones sociales son un factor permanente de la vida en zonas de alta densidad campesina. Las
“invasiones” de grandes propiedades y su ocupación colectiva o individual forman la trama del drama
rural latinoamericano. La toma de conciencia de una injusticia secular se transforma en organización. La
tradicional pasividad cede ante la explosión, el motín o la reivindicación revolucionaria.
En el período contemporáneo, el detonante de la vuelta campesina es en general la penetración del
capitalismo en el campo, con un proceso de modernización que despoja al campesinado de sus derechos
adquiridos. El movimiento zapatista en México es un fiel reflejo de esto.
Con frecuencia, los movimientos campesinos conducen, si no a revoluciones, al menos a la
realización de reformas agrarias. Esta transformación, anhelada por algunos grupos sociales, temida por
otros, pero siempre dramática, encubre realidades muy diversas.

Las reformas agrarias


La redistribución de la propiedad de la tierra es siempre una respuesta a la sed de tierra del
campesinado. Los gobiernos no toma la decisión obligados por la agitación campesina ni bajo la presión
de las circunstancias, sino fríamente, con la intención de instaurar un modelo agrario nuevo. Además de
dividir las grandes propiedades, crean formas complejas de explotación de la tierra, comunitarias o
colectivas.
Las seudorreformas agrarias, en cambio, en nombre de la productividad o del derecho de propiedad,
se limitan a repartir las tierras públicas o colonizar las tierras vírgenes.
Las reformas agrarias revolucionarias no son todas, ni mucho menos, de inspiración marxista. La
primera y más prolongada reforma agraria del continente fue realizada por la revolución mexicana, a
principios del siglo XX. Setenta millones de hectáreas fueron distribuidas de manera muy irregular, de

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acuerdo con la coyuntura y con la política agraria de cada presidente. Preveía la desaparición de los
grandes latifundios, y dio lugar al surgimiento del “ejido”.
La revolución agraria boliviana nace de la coincidencia de una sublevación política contra el
“antiguo” régimen oligárquico y la lucha de los campesinos sin tierra de las comunidades indígenas. Se
trataba de campesinos cautivos.
El autor menciona también los ejemplos de Perú y Cuba.

¿El fin de los campesinos?


Con ayuda del Banco Mundial se iniciaron programas de Desarrollo Rural Integral (DRI) a fin de
frenar el éxodo rural y aumentar la producción agrícola y así, según el título aplicado en Colombia,
“cerrar la brecha” entre la gran agricultura capitalizada y el campesino autóctono. Gracias a los créditos y
la asistencia tecnológica, con servicios de salud y educación, esos planes aspiraban a integrar las
poblaciones marginalizadas del campo y reducir el contraste entre los sectores moderno y tradicional del
mundo rural.
En México, el Sistema Alimentario Mexicano de 1980 preveía fomentar la producción campesina de
bienes alimenticios por medio de grandes subsidios y asistencia tecnológica y facilitar la integración
económica de los agricultores marginales.
Sin embargo, muchos analistas consideran que estos planes no fueron beneficiosos. Afectaban a la
elite campesina más eficiente: los mejor dotados en tierras y capitales. En consecuencia, fortalecían un
campesinado medio, convirtiendo a los agricultores más pobres en mano de obra de aquéllos.
Por todo esto, algunos autores sostienen que la eliminación gradual del pequeño propietario y su
inevitable proletarización es parte inevitable del desarrollo del capitalismo agrario. La desaparición de los
campesinos sería ineluctable.

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