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Mojocoya de
"El Tambo" de Comarapa
2016
2da Edición
Cochabamba, Bolivia
INDICE
Prefacio …………………………………………………………………………………… 1
Introducción ………………………………………………………………………………. 3
La excavación …………………………………………………………………………….. 5
Conclusiones …………………………………………………………………………….. 12
Bibliografía ……………………………………………………………………………… 14
Discusión ………………………………………………………………………………… 34
Anexo antiplásticos:
Pastas y antiplásticos en fragmentos pintados…………………………………………… 38
Bibliografía ……………………………………………………………………………… 40
Anexos, imágenes………………………………………………………………………… 45
“No respondas al necio según su necedad, para no hacerte como él.
Responde al necio como merece su necedad, para que no se tenga por sabio”
Los Proverbios
Han pasado ahora seis años desde que llegamos a España, dieciséis de mi cumpleaños
Nº 34 en El Tambo de San Isidro, tiempo veloz e implacable, a la vez espeso de vida.
El artículo “Notas sobre el estilo Mojocoya de El Tambo de Comarapa”1 se gesta en ese
acontecimiento privado de 1991; un regalo de Pachamama. Un presente de
responsabilidad, serio y profundo como la imagen de la muerte encerrada en esa urna-
huevo de cerámica rediviva 17 siglos después. Resulta inevitable el breve relato de lo
sucedido; fumábamos Don y yo unos cigarrillos cerca de la orilla del río luego de
caminar rastreando el terreno durante más de una hora, el sol empezaba a calentar y
había que iniciar los sondeos, preguntó dónde quería hacer un pozo, le contesté: -Aquí -.
Donde estaba parado, me miró a los ojos y propuso tirar a la moneda porque también
quería abrir el suyo en el mismo lugar. -Cara o cruz - gané, unas horas más tarde
aparecieron las cuatro urnas de ese conjunto, todas del mismo momento, tres con
ofrendas y una con los restos del individuo y también ofrendas.
Dos años investigando el material a fondo. El resultado fue ese informe completo con
los dibujos, estadísticas e interpretaciones que entonces se podían dar, encabezando los
nombres de los cuatro con la intención de sacar luego un libro como lo hicieron los 1
otros tres en 2005 en honorable omisión a mi co-autoría con sus plagios, añadidos y
retoques consecuentes.
En 1998 cuando ejercía docencia en antropología a distancia de la Universidad Católica
de Cochabamba, fui invitado a inaugurar los cursos presénciales junto con M. Ruiz
dando una conferencia en el marco de un seminario sobre arqueología sur andina, el
artículo que presento es el resultado de aquella. La carrera de antropología de la
universidad nunca lo publicó a pesar de mantener “colgado” en la red el anuncio entre
“publicaciones docentes” desde entonces hasta marzo de 2007 que se borra el “link”.
Del informe original (1993) existen el texto, los dibujos, el análisis de materiales, las
conclusiones y el anexo comparativo con las “láminas de Knutson” y las propias
interpretaciones. Confieso que entonces entre 1994 y más o menos 1996 varios colegas
1
En realidad debería ser: “Notas sobre…El Tambo de San Isidro”. El yacimiento se encuentra localizado
en el cantón San Isidro de la provincia Manuel María Caballero del departamento de Santa Cruz en
Bolivia. Se viene llamando “Tambo de Comarapa” por ser este pueblo en el cantón Comarapa, capital de
la provincia M.M. Caballero.
extranjeros y bolivianos conocieron el informe a través de fotocopias excepto el anexo
Knutson. En aquella época ya estaba claro lo que luego sucedería y pensaba que de esa
manera se podía hacer algo, resta la satisfacción que esas minúsculas acciones
preventivas son útiles para aclarar algunas verdades sepultadas durante un par de
décadas; una arqueología de arqueólogos de la arqueología en Cochabamba, un
proyecto sin límite temporal que se inicia un par de años antes del deceso de Geraldine
Byrne de Caballero y sigue en proceso, con una cronología densa en horas, días, meses,
años y décadas, abundante material rescatado de los periplos geográfico-temporales y
pegado al presente, que hace una arqueológica al revés, cara al devenir inmediato, con
múltiples bifurcaciones y cuyo balance pronto es a llegar… Sin este “boom” de la
informática con el acceso democrático y mundializado al Internet, casi seguro que este
artículo se quedaba bajo toneladas de olvido, y todos palpando solo aquello que
legitimado por conveniencias ocultas es hecho materia papel casi por decretos…
A pesar de lo expresado es arduo y complicado desmantelar esa compleja e
hipertrofiada estructura de verdades artificiales, tan acostumbrados a vivir en
permanentes falacias porque es más fácil de digerir fantasías bien aderezadas que
cualquier verdad cruda, pero la certeza de que la palabra escrita ahora se queda
“colgada”, “congelada”, “fijada” en el ciberespacio, sin retorno, cara al mundo,
testimonio de la vida y que espera si es necesario toda una eternidad, eso y solo eso hace
que en estos momentos este frente a esta máquina tecleando…
2
Pensaba en algún momento “retocar” y “maquillar” el artículo, había pasado tanto
tiempo y resultaba incompleto, muchas cosas nuevas habían ocurrido, pero creo que
como fue escrito y presentado ese día de julio de 1998 debe salir, con sus carencias y
debilidades, su terrible atraso escolar que llega tarde, muy pero muy tarde pero al fin
llega. Durante este “agujero negro” se han realizado investigaciones, estudios y avances
sobre el período Intermedio Temprano en los andes meridionales y tierras bajas de
Bolivia, por lo que éste es un aporte intermedio y bastante temprano sobre el estilo
Mojocoya de las cerámicas del campo de urnas de El Tambo de San Isidro.
He mantenido las láminas que entonces había preparado para la publicación de la
Universidad Católica con su numeración, orden, y escalas originales, a ellas añado el
material gráfico que debido a las limitantes que una conferencia impone, no se incluían.
Valencia, 30 de Julio de 2007
Notas sobre el estilo Mojocoya de "El Tambo" de Comarapa
Introducción:
Durante unos días realizamos siete "pozos de sondeo" a orillas del río
San Isidro, un área elegida por la cantidad de fragmentos cerámicos en
superficie. En el pozo No 2 se hallaron cuatro urnas de entierro con
ofrendas en sus interiores, urnas que estaban colocadas dentro de pozos
circulares excavados en tierra estéril; el espacio entre las urnas y las paredes
de los pozos había sido rellenado con leña de Cacha Cacha (Aspidosperma
quebracho blanco Engl.) y Quebracho colorado (Schinopsis lorentzii.
Griseb. Engl.), identificados en base a sus carbones. Los restantes pozos
contenían solo cerámica fragmentada, material óseo (algunos trabajados) y
algún material lítico.
La cerámica pintada
7
De los 432 fragmentos de cerámica pintada, pertenecen a cuencos
cóncavos 174 (40 %) fragmentos. Una selección primaria es por formas y
sus variantes; los cuencos enteros hallados en las urnas han servido mucho
en esta tarea. Se logró distinguir tres formas de cuencos (A, B y C), cada
una con sus variantes propias:
Cuencos trípode
Vasos y keros
10
Jarras
En la urna 1 estaba una jarra globular con asa vertical que acaba
modelada en forma de un cánido (perro?). Tiene un decorado de líneas
rojas y negras en el borde y las espirales con sus escalonados en el cuerpo
pero solo en negro sobre un fondo marrón oscuro muy pulido y bruñido. En
la misma urna estaba la jarrita pequeña y asimétrica que acompañaba en
"estilo" al cuenco C de los orificios.
Otros objetos
11
+El estilo Mojocoya de "El Tambo" puede ser una fase temprana de la
cerámica Mojocoya que luego, al establecer su presencia en los valles inter-
andinos de Cochabamba y Chuquisaca se extiende hacia el sur e influye en 12
las culturas contemporáneas de Tarija y el noroeste argentino. Las formas
originales de trípodes cambian y se estilizan a partir del s. IV-V d.C pero la
iconografía se mantiene hasta el fin del período Tiwanaco (aprox. s. XII
d.C.)
+El estilo Tupuraya es una variante originaria del mismo tronco que el estilo
Mojocoya; aunque la decoración varía en el uso cromático repite ciertos
símbolos iconográficos.
+Los estudios sobre el período intermedio temprano y sobre los desarrollos
regionales previos a la aparición de Tiwanacu en el sureste boliviano son
escasos y sin una consecución temporal que permita aclarar todas las dudas
que surgen al respecto.
+Los entierros con urnas son una tradición amplia y difundida durante el
período Formativo en las tierras bajas de Bolivia que continua por los valles
sur occidentales hasta el norte de Argentina en los períodos posteriores
hasta entrada la conquista Inka.
13
Bibliografía
Branisa, Leonardo.
Cochabamba - Bolivia.
Nordenskiold, Erland
Ryden, Stig.
Walter, Heinz.
Reimer, Berlin.
16
Prólogo de introducción
El anexo “Estudio comparativo del material cerámico Knutson y del material cerámico
“Proyecto Formativo UMSS” del sitio Mojocoya de “El Tambo” deSan Isidro”, surgió a
raíz de los contactos que Brockington había hecho con John Knutson entre 1992-93 y
gracias a los cuales se podía contar con un valioso informe gráfico y textual sobre los
trabajos de éste en El Tambo a principios de los años 70`del siglo pasado, además,
también Brockington había logrado que el Sr. Swartz en Cochabamba nos permitiese
observar su colección privada de piezas de El Tambo. Al momento de recibir dicho
material y de la visita a Swartz, el trabajo de laboratorio y el informe correspondiente a
la cerámica de nuestras excavaciones en El Tambo estaba en su fase final, un par de
meses después rescindiría el contrato de la UMSS y el anexo quedaría inconcluso sin
respaldo, como un trabajo “abortado” porque además y por razones desconocidas de
entonces a hoy la comunicación con el resto de miembros del equipo acabo
desvanecida.
Al principio de su elaboración saltaron a la vista una serie evidencias que enriquecían de
manera notable el estudio realizado durante todo el año y medio anteriores centrado en
los restos de nuestra excavación, además de aclarar muchos aspectos sobre la naturaleza
de “campos de entierros con urnas” frente a lo que podría ser un sitio funerario
correspondiente a un asentamiento Mojocoya temprano como una parte constitutiva del
espacio habitacional o urbano. El análisis comparativo tiende a aclarar el origen de
factura de muchas piezas y sus posibles funciones y mejora la caracterización del estilo
Mojocoya El Tambo y sus formas, resulta un útil ejercicio para destacar “marcadores -
diagnóstico” en el discernimiento espacial y cronológico del Intermedio Temprano en
sus fases iniciales en esa área que es el divortio aquarium y cultural de Bolivia, también
de la cultura que podemos denominar “Mojocoya Temprano” en cuestión. Ha pasado
una década y más desde entonces y ese inconcluso trabajo nos ha seguido por los
derroteros geográficos, semi-archivado porque siempre volvía una y otra vez buscando
algún sentido, más revisiones o una posible edición. Al fin ellos, ex – compañeros de la 17
investigación aventuraron una publicación (Mojocoya y Grey Ware, 2005) que provoca
la necesidad de que este anexo salga a la luz, claro, la diferencia con el artículo sobre el
estilo Mojocoya de “El Tambo” es que el “anexo” sufre las modificaciones
interpretativas que supongo, desde esta condición, le son legítimas y competentes para
aclarar diferencias entre lo que Brockington y Pereira han intentado y lo que yo venía
desarrollando, además que son fundamentales para confirmar la involución personal en
la investigación y el uso que se dio a un trabajo original con todas las consecuencias
éticas que ello conlleva. La aplicación del lenguaje triunfal y apodíctico que practican
Brockington et al., 2005 en algunas partes de su libro lleva a pensar en necesidades
extremas de autoafirmación que en lugar de solapar, justo provocan lo contrario,
destacan lagunas y levantan dudas, algo imposible de soslayar, una cuestión que plantea
un reto; saber que se esconde detrás de esa cordillera semántica, o “beyond the
clouds”?. Poco hay que decir sobre algunas partes donde analizan a Branisa, Ibarra,
Querejazu, Walter, Ryden; Nordenskiold y otros, discusiones que por supuesto son
elaboradas, casi auténticas pero coincidentes con las que llevamos entonces como
equipo y cuyos resultados centrales estaban ya delineados en el informe de 1993 y en el
artículo de 1998 (Cf. Gonzáles, 1998). En lo que concierne a la interpretación de los
materiales de “El Tambo”, el plagio está bastante mal realizado a través de un uso
arbitrario y distorsionado de los dibujos, la selección y clasificación de formas, las
conclusiones estadísticas, la descripción de los hallazgos y contenidos en las urnas,
puntos que obligan a ser tomados con detalle para su aclaración real. Dicen por
ejemplo:
“la cerámica pintada fue al principio estudiada por Javier Gonzáles S. … Su
clasificación de formas ha sido útil y la hemos usado con varios cambios.”
(Brockington, et al., 2005:28)1. Aclaramos que fue estudiada por J. Gonzáles S. de
principio a fin y que la clasificación que se logró es un hito imposible de evitar y si se
cambia o “adapta” su esencia es preciso argumentar con algunas bases sólidas dichas
alteraciones o apropiaciones, por lo que se puede observar en el libro, se intenta una
“nueva” clasificación de los soportes trípodes basada en observaciones superficiales,
con omisión de los análisis morfológicos y estadísticos como se propone en la
investigación original. Provoca suponer que la obviedad del plagio obligaba en algún
momento a replantear dicho esquema para aparentar originalidad. Continúan intentando
medrar el rol de co-autor con la excusa de que “…este estudio no enfatizará mucho esos
detalles, reconociendo las variaciones por supuesto, …más bien estará orientado
a…establecer una definición preliminar de la tradición Mojocoya de… 1000 años en un
amplio territorio.” (p.28) Sin embargo desde esa página hasta página 57 solo se
“enfatizan” los detalles de la cerámica intentando en medio caos resolver un laboratorio
improvisado de “lecturas Munsell” al azar. Reconozco que en su momento no contaba
con la famosa “Tabla Munsell” porque no la cedieron para el estudio, como reservando
un quid científico en la historia, luego apareció un tiempo antes de abandonar el museo
para que una investigadora extranjera realice sus trabajos… A estas alturas las cosas son
diferentes, la prolijidad del esfuerzo y sus resultados permiten hacer una entrega
detallada del estudio cerámico dando cuenta de que a los escritos propios se suma la
“Tabla Wiphala” de la memoria, fiel y permanente que nos acompaña en cualquier
circunstancia para dar colores a los recuerdos. Resulta harto triste saber que contaban
con un buen informe de estudio que es lo que habíamos imaginado: la materia prima
para una buena publicación y que fue mal usado, recortado a prisa, sin criterios de
análisis y pobre ética científica2. La aclaración final plantea una cuestión de los
posibles vínculos entre Grey Ware y Mojocoya de El Tambo y se ciernen dudas muy
serias en torno a ello, además que resultó extraño y sospechoso en su momento la
milagrosa “aparición” de mi nombre como co-autor del artículo sobre Laimiña
(Brockington et al., 2001), en realidad ese fue uno de los últimos trabajos que hice con
ellos y como era un yacimiento pobre es posible que me cedieran ese honor, también 18
queda la sospecha de que hayan querido involucrarme en un primer momento cuando
todavía me consideraban potencial co-autor del libro sobre Mojocoya, en la relación El
Tambo – Laimiña o Mojocoya y Grey Ware, finalmente hay la duda también de que lo
hicieran así para evitar reacciones en cuanto a las omisiones y plagios tempranos en los
estudios sobre Valle Ivirza, Sehuencas, en fin, cualquier elucubración es ahora posible.
La “intrusión” del sitio La Laja en el libro, más que un aporte que ayuda a entender la
transición del Formativo Tardío al Intermedio Temprano al sur-este de Cochabamba, se
me asemeja un “camuflaje” intelectual improvisado a última hora y de corto aliento,
orientado a mitigar el peso de El Tambo sobre alguna conciencia. Según lo poco que se
puede decir, esa forma C de cuencos tendría algún símil lejano, muy lejano y
monócromo en Laimiña y eso no dice nada, la decoración incisa tampoco es mucho
porque ningún motivo relaciona a uno y otro sitio, más bien las cercanías culturales y
geográficas están en otras direcciones. Ambos yacimientos se diferencian en todo; en
Laimiña encontramos restos de cerámica de pésima calidad incluidas la pipa y las dos
jarras con apliques y decorados, piezas enteras todas. En El Tambo se encontraron
1
Subrayado nuestro.
2
Ese informe se titulaba: “Nuevos aportes sobre la cerámica Mojocoya: del Formativo Tardío al
Intermedio Temprano en el Sur-Este de Bolivia”. Firmábamos: D. Pereira, J. Gonzáles, R. Sanzetenea y
D. Brockington en el año 1993.
algunos fragmentos del Formativo medio-tardío coincidentes más con el sur-este de
Cochabamba (Aiquile) algo significativo per se, no como para importar una relación
con el material mayoritario (¿?). Podría ser que en el mismo área de El Tambo haya
existido un sitio formativo de cuyos materiales dispersos tenemos algunas muestras
salidas del contexto, ocupación temprana en la misma zona pero sin evidencias claras de
alguna relación con la tradición Mojocoya aunque tampoco descartable. La
imposibilidad de realizar mejores estudios en dicho yacimiento es evidente debido a que
es una propiedad privada. Quizás hoy la mayor parte haya desaparecido por erosión
natural y por otras causas por lo tanto, es importante tener una visión cierta y objetiva
del material rescatado que es todavía posible estudiar, además es preciso intentar
plantear proyectos de mayor envergadura en el área de las provincias M.M. Caballero,
Vallegrande, Ichilo y Florida en Santa Cruz y las provincias de Mizque, Aiquile, y
Carrasco de Cochabamba, que consideren prospecciones sistemáticas y excavaciones
areales. Razón por demás que obliga a rectificar los errores, con el sincero deseo de que
los colegas asuman la verdad con la altura de originales científicos; reconociendo sus
equívocos y omisiones. Así las cosas, tengo la obligación moral de replicar a esa
afrenta “warawas tricolor”3 y propongo este contra-plagio “walaycho polícromo” para
que todos tengamos un estudio científico comparativo en “technicolor” sobre el estilo
Mojocoya temprano de “El Tambo” del Cantón San Isidro de la provincia Manuel
María Caballero del Departamento de Santa Cruz en Bolivia, y que sea además un
reflejo nítido de ese “cholo” espíritu que es parte de la esencia del “ser kjochalo” que
llevamos dentro.
19
3
Cholo: mestizo de los andes. Kjochalo:
habitante de Cochabamba. Walaycho:
(quechua) irreverente, travieso.
Warawas: (aymarañol) del aymara “wara”: estrella; adornos que van por demás en el vestido,
colorinches, lentejuelas, “kitsch”, etc.
Wiphala: bandera andina con cuadros de todos los colores.
ANALISIS COMPARATIVO DEL MATERIAL CERAMICO “KNUTSON” Y
DEL MATERIAL CERAMICO “PROYECTO FORMATIVO UMSS” DEL
YACIMIENTO MOJOCOYA “EL TAMBO” DE COMARAPA
De las antes mencionadas piezas, las siguientes están en el Museo de Samaipata: 2503,
2504, 2509, 2511, 2512, 2517, y 2524. Yo creo que ellos tienen ambos tipos de urnas de
almacenamiento. Las siguientes piezas están en la Casa de la Cultura en Santa Cruz:
2518, 2521, y 2522.
1
Algo inevitable es la gran cantidad de erratas: “…, debemos señalar que dos Cuencos A fueron
hallados en las urnas Entierro 1 y Entierro 3 en el pozo 1.” (Brockington et al., 2005:51, subrayado
nuestro). Otro detalle es designar la forma como cuencos convexos siendo que son cóncavos.
estratigrafía inversa, pero aledaña a los entierros de urnas. La poca presencia de
cuencos A en general orienta también a pensar que fueron hechos como piezas para
ofrendas funerarias, su escasez como material fragmentario en la excavación pero su
presencia como piezas completas en las urnas pueden indicar ello. Aunque se debe
remarcar que también tenemos dos cuencos tipo C en las urnas 1 y 2, mientras que en
los pozos 2, 2 ad, 2 ad N y pozo 3 se obtuvieron 26 fragmentos cuencos C (14,85%). El
pozo 4 contenía 80 fragmentos de cuencos tipo C ( 55,17 %), el pozo 1 dio un total de
36 fragmentos de cuentos tipo C (24,82 %) mientras que pozos 5 y 6 solo dieron 3
fragmentos de cuencos tipo C o el (2,8 %). Los cuencos tipo C representan el 82,8 %
del total de cuencos A, B y C, precisando que se debe ello a que existen al menos tres
sub-variantes por formas, dimensiones, cualidades cerámicas y de uso, y decorados de
cuencos de dicho tipo y que más adelante se analizarán.2 En todo caso el estudio de los
soportes trípode arroja una secuencia de cambios que puede ser utilizada como una
posible aunque aún insegura orientación cronológica (Cf. Gonzáles, 1998). La
aproximación inicial al estudio comparativo es que tanto las urnas de Knutson como las
del proyecto Formativo son asumidas como unidades junto con los hallazgos en sus
interiores. La disgregación de los componentes ofrendatorios para una clasificación
tipológica por formas solo fue posible luego de un detallado examen de dichas
unidades. Es probable que algunas de las piezas al interior de las urnas fueran hechas ex
profeso, como componentes tradicionales para los entierros y otras fueron cerámicas de
25
uso cotidiano. También es posible que al menos en el caso de los hallazgos de proyecto
Formativo, las urnas podrían hacer conjuntos, como se explicó antes. La urna 1502 de
Knutson, al igual que urna 1 contenía restos óseos humanos, quizás también de un niño
y además receptaba el mayor número de ofrendas como en el caso nuestro. No se puede
decir nada al respecto de otras urnas entorno o cercanas a urna 1502 puesto que no se
cuenta con la continuación del boceto de plano que Knutson facilitó, en el que cedió
solo constan las ubicaciones de urnas 1507, 1506, 1508, 1509 y 1510 aunque estas dos
últimas distan un metro la una de la otra. Tampoco es posible decir más ya que el
boceto solo refleja el plano con respecto al borde de la barranca del río, habría sido
importante tener al menos un croquis de ubicación de las restantes urnas para aclarar lo
referente a posibles conjuntos. También un plano de corte estratigráfico.
2
Es imposible entender la tabla 9 (Brockington et al., 2005:51) las cifras no se sabe que representan:
número de fragmentos total (¿?) . Estilos IA y IB (¿?). Si se suman todos los números de dicha tabla se
tiene la cifra de 1173. Ver Cuadro 1
Descripción comparativa de los materiales “Knutson” – “Proyecto Formativo”
La selección de formas del material de excavación proveniente del Proyecto Formativo
fue realizada a partir de las estadísticas resultantes del estudio ceramológico de los
fragmentos de cerámica pintada hallados en los pozos de excavación. Tal como se
especifica en los resultados del informe final (Gonzáles et al., 1993), la materia prima
pudo ser de origen local, los procesos de cocción denotan un avanzado estadio de
tecnología puesto que las combinaciones de antiplásticos con núcleos oxidados y
reducidos y en algunos casos combinados, los engobes, las pinturas tanto pre como
post-cocción lo certifican. Algunas piezas aparentan haber sido elaboradas para el uso
exclusivo en ritos funerarios, unas como ofrendas y otras como sacrificios, en tanto que
otras parecen haber sido vajilla común. De las primeras hay algunas cuyos rasgos hacen
sospechar que fueron hechas por niños(as), en consecuencia son bastante irregulares y
los trazos torpes de pintura apuntan a ello, sería importante demostrar lo antedicho a
través de un análisis dactiloscópico de las huellas que se puedan hallar tanto al interior
como exterior de dichas piezas y algunos fragmentos similares (cfr. Sjöquist y Aström,
1991). Los ejemplos mas evidentes son la jarrita hallada en Urna 1 y la jarra con asa
moldeada en forma de cánido hallada en Urna 4. Otras parecen ser receptáculos
especiales como el cuenco tipo C con dos perforaciones laterales y una basal del que
además existe una similar en los hallazgos de Knutson. Este tipo de piezas fueron
26
fabricadas al parecer como parte constitutiva de ofrendas para urnas y ritos fúnebres, la
cerámica es siempre blanca o crema (caolinita), delgada, muy frágil y porosa, con
antiplásticos de carbonatos, y casi siempre con pintura postcocción. La medida entre los
orificios laterales es de 2,5 cm. Coincidente con los orificios del llamado “medallón”. El
diámetro de la tapa-“medallón” es de 8,2 cms. Mientras que el borde de los cuencos de
este tipo es de 8,5 – 14 cms. El “medallón” fue hallado fragmentado en el pozo 3, nivel
3, no en una urna (Cf. Brockington et al., 2005:47). El desgaste por contacto es en el
borde externo, es decir que la cara con el diseño iría tapando algún recipiente como los
que detallamos y sujeto a la pieza con una cuerda a través de los orificios mencionados,
además, por el tipo de desgaste, parece ser una pieza utilizada con el mismo fin en
varias ocasiones. También los cuencos tipo A podrían haber sido manufacturados como
parte del ajuar funerario para las urnas, deducción fortalecida por la cualidad pobre de
las cerámicas; sin engobes y muy porosas. Las piezas tipo “sacrificios” halladas sobre la
laja del entierro es posible que fueran también fabricadas para los ritos funerarios, el
vaso con borde inverso y decorado con secuencias dentadas en rojo y negro y el Kero
tipo II, el primero sin engobe y sin pulido además de poroso y el segundo con engobe
pulido pero muy poroso. Dichas características indican que no fueron objetos de uso
cotidiano y orientan a una artesanía especializada y dedicada a rituales mortuorios para
su consecuente sacrificio.
Las urnas “Knutson” muestran una amplia variedad de piezas “atípicas” que
incrementan el número de formas, en particular trípodes cuyos cuerpos tienen
características escultóricas que salen de los patrones de cerámicas comunes. El
identificador en este caso son los soportes que según nuestra clasificación resultan un
rasgo común para destacar formas Mojocoya tempranas del estilo El Tambo. Urna 1502
contenía vasijas miniaturas entre ellas un kero tipo II (2509) en cuyo interior se hallaba
un cuenco tipo C (2508), un silbato (2506) y una urna miniatura (2507). Urna 1503
llevaba dos piezas; 2511 que es una vasija tipo cántaro esculturado antropomorfo con
apliques en el borde - cuello y en la base: en el cuello lleva pastillas en forma de ojo
“grano de café”, nariz agüileña y un par de orejas, en la base lleva una cinta de
contorno, dos pies y al centro una vagina “grano de café”debajo la cinta que hace de
“falda”. El trípode 2512 es tipo B, con decoración interior. Urna 1505 cuenta con dos
vasijas trípode; 2513 y 2515. la primera es un cuenco con soportes tipo A (imitación
tipo A; planas) que contiene otro cuenco inverso con base anular pero moldeado en la
misma pieza a modo de tapa, en el libro de Brockington sale una foto de ésta y en la
27
siguiente página hay una serie de ilustraciones de diseños, entre ellos uno con signatura
K – 2513 en donde se muestra el decorado parcial de la banda superior de dicha pieza
que cuenta con dos bandas de decorado (Brockington et al., 2005: 20, 21). La pieza
2515 es también un cuenco con soportes tipo A (1 o 2). La pieza 2514 es una jarra
biglobular con asa que parte del borde hasta medio cuerpo. Urna 1506 cuenta con tres
piezas de las que 2516 es una vasija tipo urna con protuberancias voluminosas
alrededor de la parte inmediata al cuello y cuenta con soportes trípode tipo A (1 o 2). La
vasija 2518 es un cuenco con soportes trípode tipo C. La pieza 2517 es el cuenco C con
el par de orificios laterales y el basal. Urna 1507 con tres piezas; dos cuencos con
soportes trípode, el cuenco 2520 con soportes de tipo A (2) en apariencia sólidos y el
cuenco 2521 con trípodes tipo A (1) (huecos¿?). La vasija 2522 es una jarra biglobular
con asa puente y corte anular que parte desde medio cuerpo del primer ensanchamiento
hasta el inicio del segundo ensanchamiento del cuerpo. Sobre esta urna y sus ofrendas
hay que explicar que Knutson, tal como se puede ver en las fotocopias, las signó como
las presentamos, en la publicación de Brockington et al., 2005, Pág. 19 donde aparecen
las mencionadas piezas llevan otra signatura, todas son A.K-1502, además se añaden
un trípode con soportes tipo C y una jarrita con asa-moldura zoomorfa(¿?). Estas dos
últimas piezas no estaban en el inventario y los dibujos que en 1993 envió el autor.
Según el tipo de urnas como se dijo, todas las de Knutson son variante A, de mayores
dimensiones y en forma de huso, los hallazgos datan de principios de los años 70, época
en que la orilla del río distaba mucho de la orilla de 1991 por lo que corresponderían a
un sector que se podría llamar El Tambo I del campo ( siglo I dC. – siglo 4 dC.) , con
las urnas alargadas y sus alfares como los trípode tipo A 1 y A 2, el cuenco C ofrenda
y los Kero II. El sector de pozo 2 del proyecto Formativo con sus urnas mas pequeñas y
abombadas de variante B y sus ofrendas como los cuencos A trícromo y C ofrenda y
el trípode tipo A 3 corresponderían al sector El Tambo II. (siglo 4 dC. – siglo 6 dC.) .
Knutson excavó siete urnas variante A y dos variante B, de estas últimas, 1501 y 1510
no tenemos información de 1993, en el libro de Brockington et al., 2005, página 22 hay
un trípode tipo C con decoración interior y en página 23 un Kero II que llevan la
signatura 2501 y que podrían provenir de dichas urnas (¿?), luego en la página 24
aparecen un trípode 1 tipo A (1-2¿?) y 2 tipo C junto a una jarra globular, dícen de
ellas: “Piezas mojocoya, probablemente todas de El Tambo, Knutson”. (Brockington et.
al. 24:2005). Las formas completas de los cuencos con soportes trípodes tipo A 1 y A 2,
considerados en nuestro trabajo como mas antiguos y también algunas formas
28
escultóricas con dichos soportes todas vienen de las urnas Knutson, son cuatro cuencos
y dos piezas moldeadas con los soportes trípodes mencionados. La forma para cuencos
con soportes tipo B que son de paredes restrictas con pintura en rojo con borde blanco o
solo rojo sobre gris al interior, muchos de ellos con exteriores bastos color violeta, a
veces pintados con negro, la forma completa proviene de la ofrenda 25123 . Como se
aprecia en las láminas de Knutson, solo contamos con los colores básicos de los diseños
pero no de los fondos. Para los cuencos con soportes tipo C tenemos una reconstrucción
en base a un fragmento de la forma completa y del cuenco 2518 de Knutson, por lo que
también pueden ser formas más antiguas de trípodes y que prevalecen como tales. La
transición de soportes abultados huecos y luego rellenos hacia el trípode con soportes
tipo A 3 es un punto de inflexión importante puesto que marca el abandono de una
3
en el libro de Brockington et. al., solo aparece el motivo pero no la pieza pero también aparece una pieza
con soportes tipo B y con decorado en rojo sobre(¿?) signada como 2510. (Cf. Brockington et al.,
22:2005)
tradición de siglos y por ello ciertas creencias y costumbres relacionadas con esa
peculiaridad se transforman en significantes solo conmemorativos como el botón de los
soportes del trípode ofrenda urna 4. La tradición del “modelaje” de piezas
extraordinarias en cerámica decoradas con pintura y pastillaje da paso a la producción
de alfarería en serie como un tributo a las nuevas condiciones económicas y políticas
derivadas del paulatino desarrollo de los pueblos portadores del estilo Mojocoya y su
expansión geográfica. Sobre esta última cuestión merece hacer hincapié en la
plausibilidad de que Mojocoya El Tambo I derivó en Mojocoya El Tambo II para
luego adentrado en las tierras más andinas de los valles de Cochabamba y Chuquisaca
continuar la tradición con trípodes planos, hipertrofiados y de marcada rigidez
geométrica, decorados con la iconografía estilizada pero manteniendo los motivos
fundamentales de su origen hasta su fusión con Tiwanacu entre los siglos VII – VIII
dC., mientras que hacia el nor-este esta tradición de trípodes con sus soportes
globulares huecos también hipertrofiados, cuencos con base anular y decoración barroca
y los entierros en urnas florece en las lomas de los llanos de Mojos. El balance
estadístico de soportes trípode da las siguientes relaciones para las excavaciones del
Proyecto Formativo: tipo A, 24 %, tipo B, 26 % y tipo C, 50 %. En la colección
Knutson prevalecen los soportes tipo A. 4Las jarras de la excavación del Proyecto
Formativo son escasas como material fragmentario, apuntan a dos tipos de perfiles;
jarras con cuerpos bi-globulares con asas grandes y jarras pequeñas con cuerpos
29
globulares angulares y asas pequeñas. También existen las jarras atípicas enteras como
las mencionadas en los hallazgos de urnas 1 y 4. Las formas completas de jarras
biglobulares vienen de los hallazgos Knutson 2514 y 2522: la primera decorada con la
serie de espirales con sus dentados en rojo, con un ribete en negro sobre la franja
decorada y con el labio también pintado en negro con asa en arco y de sección circular
que parte del labio al segundo cuerpo, la segunda pieza va decorada con dos bandas de
espirales la superior en negro y la inferior en rojo y negro ambas seguidas con sus
escalonados, con asa en arco y de sección anular que parte del medio del primer cuerpo
al segundo.5 Entre los fragmentos excavados existen algunos con pintura que sugieren la
forma biglobular y otros como el fragmento de reconstrucción de jarras pequeñas
4
Se encontraron un total de 42 fragmentos de trípodes durante la excavación además del trípode ofrenda
de urna 4.
5
Nótese el tratamiento de ambas piezas en el libro de Brockington et al.; pieza 2522 que ellos signan
como 1502, según la ilustración, ambas bandas tienen decorados en negro y rojo. De acuerdo a las
ilustraciones de Knutson eso no es tal. Lo mismo ocurre con 2514 que tiene dos líneas en negro; en el
labio y luego, al fin del cuello y luego la banda de motivos es en rojo. (Brockington et al., 2005: 18, 19)
globulares que dan el perfil a tales piezas. Aunque el número es escaso, la cualidad y
los motivos de los fragmentos mencionados son de alta calidad de acabado en la factura,
sus diseños sugieren entramados de inspiración textil, insinúan un origen de
manufactura común, además de expresar una madurez artística eximia. La jarrita
globular tiene una factura y dibujos que recuerdan a la cerámica que suponemos fue
realizada por infantes que imitan las formas y diseños de piezas elaboradas por adultos.
La decoración aparece siempre realizada con pintura negra en tales circunstancias,
también replican los motivos de “interlocking” seguidos de los tres escalonados que en
este caso acaban en garfios. La banda superior que hace el cuello de la pieza es una
cinta zig-zag con puntos dentro de los triángulos. Este motivo aparece en dos
fragmentos de cuencos tipo C de la excavación y en el cuenco 2517 tipo C con las
perforaciones proveniente de urna 1506 como decoración de la banda superior. La jarra
2524 de urna 1508 con cuello restricto, cuerpo globular y asa redonda que parte del
borde hasta el inicio del cuerpo es una variante ofrendatoria sin fragmentos
equivalentes. Entre las formas poco comunes como la pieza 2504 de Knutson, una jarra
biglobular con asa-ducto que termina en un rostro humano, se cuenta en el material del
proyecto Formativo con un fragmento de jarra con asa-ducto de pozo 4, nivel 3 (ver
lámina de Jarras). La pieza es monocroma, el fragmento viene con trazos de pintura
sobre color marrón. Contamos entre los fragmentos con un rostro en apliqué
proveniente de alguna pieza más grande, está muy meteorizado pero se puede discernir
30
un rostro con ojos “grano de café” y una nariz aguileña.
URNAS, CERAMICA UTILITARIA, FORMATIVA, METALES, HUESOS
Pozo 4 con su adicional contienen la mayor concentración de restos (29,70 %). Pozo 2
con sus adicionales le sigue, se puede notar que la concentración está en los pozos
31
adicionales, pueden ser los restos de excavación depositados durante la preparación del
enterramiento (29,60 %). Pozo 1 es la mayor concentración de restos como unidad sin
adicionales, por el contenido de cenizas, restos óseos y otros podría tratarse de un
basural o también concentración de materiales debido a la preparación de un
enterramiento (24,60 %).
De este total tenemos 432 fragmentos con pintura y de acabado fino que hacen el 11,2
% del total de 3.855 fragmentos.
Selección por cualidad y acabado
Se dividió en principio por utilitarios + “escobillados”6 y especiales (pintados +
fragmentos monócromos de alta calidad + fragmentos del Formativo).
Fragmentos utilitarios
6
Se denominaron así fragmentos de piezas mayores como urnas que tienen un tratamiento exterior como
“escobillado” dejando surcos rugosos en la superficie.
1: Urnas:
Se tiene dos formas; Urna A y Urna B en base a 82 fragmentos de bordes; Urna A
corresponde a borde verticales con el ángulo de transición al cuerpo de 45º aprox. Sus
promedios de diámetros de borde son de 26 a 30 cm. Y su altura es de 55 – 60 cm.7,
para Urnas B no contamos con la altura pero es mayor. La Urna B tiene una transición
suave casi indiferenciada de cuello a cuerpo con diámetros de 24 a 28 cm. Del borde.
Ambas formas serían utilizadas como urnas. El 53 % son Urna A y el 47 % de Urna B
por lo que las proporciones están bastante equilibradas. El volumen de las urnas del
Proyecto Formativo es de 30 – 40litros de capacidad por urna8. Las urnas de ambas
variantes llevan dos pares de protuberancias laterales en la parte superior del cuerpo
iniciando el angostamiento hacia el cuello. En algunos casos apéndices, se supone que
servían para el transporte o sujeción con cuerdas.
2: Ollas y cántaros:
Las ollas van de muy globulares a menos globulares, con cuellos cortos eversos, a veces
ribeteados, los bordes tienen entre15 hasta los 22 cm. De diámetro aunque aunque
algunos ejemplares tienen 6 cm. De diámetro. De los 43 fragmentos hay 5 ejemplares
con asa horizontal plana con 37 cm. de diámetro el borde, 3 fragmentos con asa vertical.
Los colores de la cerámica son en general negros, grises, marrones y en menor
proporción naranja, las piezas grandes fueron quemadas desigual; en algunos sectores la
superficie bien oxidada anaranjada y en otros reducida en diferentes tonalidades del gris 32
al negro.
3: Otros materiales; metales, huesos, piedras, metales:
7
Para urnas tipo B el tamaño es según Knutson. Por lo que se puede ver en el libro, ellos se basan en las
dimensiones y reconstrucciones de Knutson (Cf. Brockington et. al., 32:2005)
8
Dicen: “de acuerdo a nuestras estimaciones, la urna A pudo contener… seis litros y B… quizá diez.”
(Brockington et al., 2005:33)
sentido de que no tenemos información sobre menas de cobre en la región. Es posible
que llegara a través de las rutas hacia los valles detrás de las serranías de Siberia o
también que su origen sea de otras más alejadas áreas. En cualquier caso, su presencia
en el entierro mencionado alerta en la búsqueda de similares hallazgos en otras áreas,
encontrando algún paralelo para períodos muy posteriores como en el caso del sitio de
Yoroma en el valle de Oroncota entre los departamentos de Chuquisaca y Potosí en
donde se halló en contexto una ofrenda con seis láminas cuadradas de cobre dobladas
haciendo a modo de campanas, a las que se atribuye ser bienes de prestigio social
(Alconini, S., 2005:51).
En hueso trabajado se cuenta con dos lanzaderas para trama de tejidos denominadas
“wichuñas” en quechua y que hasta el presente se utilizan tanto en la región aymara de
Bolivia como en los valles hasta el sur de Potosí. Su presencia en El Tambo es también
un indicador de los profundos vínculos de los portadores del estilo con las áreas de los
andes. Otra pieza trabajada en hueso es la tembeta, un adorno de amplísima difusión
tanto en los andes como en la región amazónica y el Chaco y que podemos seguir hasta
épocas recientes en la bibliografía etnográfica (Metraux, A., 1946). En la literatura
arqueológica próxima existen innumerables ejemplos tanto para el área de Moxos como
para el altiplano circumlacustre (Pruemers, H., 2007 en Internet, Sagárnaga, J. et al.,
2005).
El objeto, a nuestro parecer más interesante, de la colección de materiales óseos resulta
33
ser un tubo inhalador adaptado de un hueso de ave, esto indicaría de que en el sitio
además de ser un área donde abundan árboles del género Anadenantera, también se
practicaba la inhalación de este producto. Según las observaciones realizadas
personalmente en el área entre Santa Cruz y Cochabamba, se ha podido detectar la
presencia de Anadenantera peregrina muy dentro en los valles altos de Cochabamba.
Su uso actual en la zona de los valles cochabambinos está restringida a ser un
componente específico en los enterratorios rituales de los cimientos previos a la
construcción de viviendas, acompañando a los fetos de llama, las hojas de coca y q`oa y
otras plantas. Se puede observar en los mercados de la propia ciudad como en pueblos
aledaños la presencia tanto de semillas locales de Anadenanthera colubrina (Vell.)
Brennan var. Colubrina (Griseb.) von Reis Alt.(Reis – Altschul,1964), llamada
localmente “Willca” asi como de Piptadenia macrocarpa Benth. Conocida como
“Cebíl Colorado” o “Cebíl Moro”, mucho más potente con un 12,4 % de Bufotenina
mientras que la primera variedad solo contiene de 2 a 5 % de dicho principio activo
(Ott, J., 1998, Reis, S. Von, 1979, Torres, C.M.& Repke, D.B., 2006). Además del
mencionado hallazgo del tubo inhalador, es preciso decir que se hallaron algunas
piedras de origen volcánico en formas naturales de receptáculos que podrían haber sido
“tabletas para rapé” pero que fueron descartados como posible material cultural siendo
consideradas “simples piedras”. El área en cuestión es también conocido
tradicionalmente por ser una de las zonas de producción de tabaco (Nicotiana tabacum)
en Bolivia (pampas de Mairana en provincia Florida), lo que no descarta la posibilidad
de que también los portadores del estilo Mojocoya temprano hayan sido productores.
Por último, cabe destacar que es probable un área también de cultivos de coca
(Erithroxilum coca) en su sector nor-oriental, sobre el cantón San Mateo, añadido a ello,
existen variedades rústicas de ambas plantas, tabaco y coca sobre los 2.000 m.s.n.m.
Discusión:
9
subrayado nuestro
gravitacional en el desarrollo de manifestaciones culturales post-formativas, en tanto zona
de contacto entre las montañas y los llanos hacia el chaco y hacia el amazonas (Standen et
al., 2004, Muñoz, I. 2004, Nuñez, L., 2004, Alconini, S., 2004). El acceso a una gran
diversidad de recursos para la producción, comercio e intercambio entre amplios espacios
hacia el este y hacia el oeste tiene que haber generado dinámicas de desarrollo en las que se
habrían fusionado desde épocas muy tempranas elementos venidos de la cuenca del
amazonas, del oeste de los andes y el Pacífico y del Chaco, también es plausible que dichas
sinergias hayan propiciado desarrollos culturales originales, resulta difícil negar el hecho de
que la simbología gráfica del estilo Mojocoya temprano tiene sus fuentes de origen en la
zona andina de los valles altos de Cochabamba así como sus paralelos a lo largo del
altiplano boliviano-peruano, en el norte de Chile, el sur de Bolivia y noroeste Argentino
(Angelo et al. 2000, Lecoq, P. et al., 1998, Alconini, S., 2004). Lo antedicho no descarta las
posibilidades de que el mosaico étnico de la época en que aparecía la cerámica pintada en el
área , haya sido muy plural y cambiante en el sentido geográfico y temporal más amplio, es
decir que también hayan existido enclaves de poblaciones antiguas de sustrato amazónico
en los andes, incluso hasta en el norte de Chile (Standen et al., 2004), también invasiones
tempranas de grupos de filiación guaraní en épocas muy anteriores a la presencia Inka en el
área con reflujos periódicos a través de los siglos (Parsinnen et al, 2003). En sentido
inverso sucede que grupos andinos durante milenios, a través de ese incesante caravaneo
hacia las punas, el chaco y las vertientes orientales de los andes, se establecieran en un área
35
que penetra hasta el espacio que devendrá la alta cultura de los Llanos de Moxos, en
sentido de un transecto que marcarían las “rutas del cebil, la sal y el cobre”. Siguiendo esos
derroteros, se puede afirmar que los elementos típicos de posible origen amazónico
(arawak?) como los soportes trípode, el decorado de pastillaje (ojos “grano de café)
aparecen como aporte a la influencia de un sustrato poblacional vigente y fluctuante
entonces en el mismo espacio y cuyo origen se remontaría a los tiempos del Formativo
Temprano o quizás Arcaico de la cuenca amazónica.(Meggers, B., 1982; Morales, Ch.D.,
1989, 1992; Myers, Th.P., 1985; Lathrap, D.W., 1970, 1985; DeBoer, W. 1981, Erickson,
C., 2003, etc.). Aunque tampoco lo antedicho podría resultar demasiado concluyente para
el caso que tratamos porque hay todavía información que se debe contrastar o que resulta
paradójica como en el caso de los trípodes, según los indicios más antiguos que se tienen
para la zona de los llanos de Moxos, en la fase Casarabe de Dougherty y Calandra situada
en el 300 dC. Aparece una forma de cerámica con soportes trípode muy pequeños, los
decorados son lineales y verticales, en algunos casos punteados sin relación con los
materiales del área de nuestro estudio. Por otra parte, el mismo autor afirma que los
entierros en urnas son una característica posterior: “…, para etapas más recientes, cuerpos
flexionados cubiertos con grandes platos o depositados en grandes vasijas campaniformes y
entierros secundarios en vasijas ovoidales no citados para Mojos etnográfico.” (Calandra et
al., 2004:10). De todas maneras, el fechado mas temprano de El Tambo antecede al menos
con una centuria y media a la fecha a la fecha que asignan los autores para la fase Casarabe.
Ahora bien, aunque sin datos cronológicos precisos, el pastillaje o moldeaje tipo “granos de
café”, se encuentra hasta en el extremo sur de Bolivia en Lipez (Lecoq, P., et al., 1998) con
esto no pretendemos plantear nuevas hipótesis al respecto de un posible origen andino de
Mojocoya, mas bien queremos alertar sobre las relaciones y vínculos tempranos entre
poblaciones de diferente origen, tanto amazónico, andino como chaqueño intentando
entender que las fronteras culturales que asumimos desde la perspectiva sincrónica son
meros planteamientos hipotéticos que pueden resultar deleznables al momento del contraste
con resultados factuales. Tales circunstancias son parte de los procesos mas amplios que se
vienen realizando productos de la involución de un número cada vez creciente de
investigadores interesados en estos espacios.
El área en cuestión vista desde sus posibilidades ecológicas y productivas es muy rica
en diversidad de cultígenos tanto los de origen andino como las papas y el maíz como
aquellos de regiones semi-tropicales y tropicales como el maní, calabazas, frijoles, yuca, 36
coca, tabaco, kurupau (cebíl). Estos últimos tres productos parecen haber sido de suma
importancia para la religión y la medicina desde épocas tempranas (Arcaico) y en ese
amplio espacio que va desde la costa del pacífico hasta muy dentro de las tierras bajas
de Bolivia, y habrían generado las dinámicas de intercambio de largas distancias
durante milenios y propiciado las bases para el impulso de los desarrollos regionales
culturales tempranos dentro la franja transversal entre el Pacífico, los Andes, el Chaco y
parte de la Amazonía. (Angelo et al., 2000, Mathers 1986, Núñez 1995, Torres, 2001).
Las características morfológicas generales y la decoración con pintura de la cerámica
de El Tambo, sin duda establecen un clara distinción de las tradiciones Formativas
dando paso a ese período en donde se estructuran y afianzan nuevas formas de dominio
político y religioso de los espacios geográficos. Para esta región de los valles
interandinos al sur –este de la cordillera oriental de Bolivia y fuera del espacio
gravitacional de Tiwanacu en sus fases tempranas, la aparición de los estilos Mojocoya
y Tupuraya a partir del primer siglo de nuestra era resulta todavía algo confuso y
complejo para su entendimiento, las investigaciones son todavía muy escasas y de
coberturas bastante modestas. Al presente los fechados abundan mas para el Formativo
y para el Horizonte Medio, como referentes a materiales asociados tanto a Tupuraya
como Mojocoya en Cochabamba están vinculados a estudios que contemplan la
transición del Intermedio Temprano al Horizonte Medio. Además de lo planteado, se
debe entender que en la época en que Barnissa e Ibarra Grasso habían distinguido
ambos estilos como tradiciones originales y locales anteriores o contemporáneas a
Tiwanacu en los valles de Cochabamba y Chuquisaca, los estudios arqueológicos eran
muy puntuales y escasos, llevados de manera particular y con pocos recursos, lo que
implicaba más el laboreo prospectivo o recolectivo . Además de los mencionados
estilos, Ibarra identifica un tercer supuesto estilo que llama “Sauces” ya que lo halló en
la estancia Sauces del sitio Sauces-Lakatambo; una hacienda localizada en el valle de
Mizque, en asociación con cerámica del estilo Mojocoya. (Branissa, L., 1957, Ibarra
Grasso, D., 1965, 1986, Gonzáles, 1998). Estudiado el material presente podemos decir
que esa variante decorativa es parte del conjunto estilístico-iconográfico que conocemos
como Mojocoya Temprano I y II de El Tambo. Esta cuestión no descarta la idea
fundamental de la existencia de otros estilos contemporáneos a Mojocoya y Tupuraya,
como por ejemplo Céspedes R. advierte que en el valle central de Cochabamba existiría
el estilo “Kochapampa” descrito en principio como perteneciente al Formativo Tardío
pero luego hallado en prospecciones en el sudeste de Potosí junto a materiales del
37
Intermedio temprano regional (Tica Tica y Yampara Temprano) y del Horizonte Medio,
del que aún se sabe muy poco en tanto como estilo como en cuanto a su distribución
espacial (Céspedes, R. 1998 Comunicación personal). Lo mismo podría ser para los
valles mesotérmicos de Santa Cruz con estilos evidentes como el gris de San Juan del
Potrero con sus jarra globulares y rostros humanos con pastillaje “grano de café) todo
en arcilla gris muy fina y pulida (Museo Arqueológico de Samaipata) sin fechas. La
coexistencia de variados estilos con distancias físicas, cronológicas o genéricas
relativamente cercanas o lejanas indican un flujo demográfico positivo de tradiciones
con larga data de arraigo en las microcuencas o valles vecinos de la provincia M.M.
Caballero, el área de San juan del Potrero pertenece a las cuencas de los ríos San Mateo
y Alto Ichilo de la hoya amazónica mientras que El Tambo de San Isidro está
enclavado en las cuencas del río San Isidro y el río Mizque pertenecientes a la hoya
(Gonzáles, 1993)
Se puede observar que los tipos de antiplásticos 2, 3 y 5 son dominantes y hacen el 79,2
% del total también cuentan con el rango de núcleos oxidados mayoritario con el 51,72
% del total, a este grupo le sumamos los núcleos negro/oxidado, gris/oxidado que juntos
hacen el 8 % del total, en ambos casos dichas combinaciones son intencionales y con
fines estéticos. Se llega entonces al 59,72 % de fragmentos con núcleos oxidados lo que
indica un alto nivel de conocimientos en la alfarería.
39
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