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La arqueología del poblamiento americano: las evidencias del hemisferio norte

2.2. El poblamiento de las planicies interiores de norteamerica.

Un hito importante en la trayectoria de este debate se produjo a partir de la década del


treinta, cuando la mayoría de los arqueólogos estadounidenses pareció coincidir, por fin, en
que los pobladores más tempranos convivieron con los grandes mamíferos extinguidos luego
del último avance glacial. Esto implicaba el reconocimiento de que la presencia humana en el
nuevo mundo se remontaba, cuanto menos, al Pleistoceno final, idea poco favorecida luego de
la estrepitosa caída de la hipótesis del origen americano de la humanidad propuesta por
Ameghino y de la popularidad que tenían las ideas de Hrdlicka sobre un poblamiento muy
tardío –posterior a los 10.000 años AP– de América. Aun cuando la coexistencia entre
sociedades cazadoras recolectoras y megafauna había sido planteada varias décadas antes,
sólo a partir de los años ‘30 recibió una aceptación masiva por parte de la comunidad
arqueológica norteamericana.

La cultura Clovis se convertirían en el centro del debate sobre el poblamiento americano.


Estos sitios fueron reportados en diferentes puntos del actual territorio de los Estados Unidos
y sur de Canadá y definidos a partir de sus distintivos y más recurrentes componentes: 1)
manufactura y utilización de un tipo especial de grandes puntas de proyectil bifaciales (hasta
15 cm de longitud) con una acanaladura en una o ambas caras –similares a las Folsom– cuya
función habría sido facilitar y fortalecer su sujeción con el astil de madera 2) empleo de
materias líticas en forma de grandes hojas obtenidas mediante percusión de bloques
conocidos como “núcleos de hojas” (no se registraron evidencias de uso de micro-hojas como
las típicas del Paleolítico de Siberia); 3) confección y uso de instrumentos de marfil (p. ej.
agujas y puntas de proyectil) y utilización de ocre rojo. Incluso, algunos autores (como Haynes,
1982) creyeron suficientes estos atributos para considerar que Clovis no sólo constituye un
tipo especial de contexto arqueológico sino también una “cultura”, es decir, el correlato
arqueológico de un grupo cazador-recolector discreto claramente.

El modelo Clovis sostiene que alrededor de los años 11.500 CAP las primeras bandas de
cazadores recolectores que ingresaron a América lo hicieron a través del puente
intercontinental de Beringia. Una vez en Alaska, estas bandas habrían alcanzado el centro y sur
de Norteamérica a través del único corredor libre de hielos disponible en ese momento
(corredor de Alberta), ubicado, como se adelantó, entre los enormes glaciares que cubrían la
mayor parte del actual territorio de Canadá. Estos indígenas organizaron su economía,
movilidad y asentamiento sobre la base de la práctica de la caza especializada de mamíferos de
gran tamaño, como mamuts y, en menor medida, bisontes.

Todos estos sitios habrían sido generados por pequeños grupos de cazadores recolectores
generalizados altamente móviles que aprovechaban estacionalmente distinto tipo de recursos
y que se establecieron allí al menos hace unos 11.800 años 14C AP. Frente a este panorama, la
discusión acerca de que es exactamente lo que los arqueólogos llamamos Clovis, de sus
orígenes y de sus antecesores, se vuelve cada vez más difícil. Lo único que parece claro a la luz
de la nueva información es que, independientemente de cuándo arribaron los primeros
indígenas al continente, el proceso de expansión, la adaptación a los diferentes ambientes y la
diversificación tecnológica se desarrolló de una manera más compleja que lo que el modelo
Clovis- primero sugiere.
2.3 Las sociedades tempranas de la costa pacífica de Norteamérica

esta faja de costa pudo haber constituido una vía de comunicación utilizada por los primeros
aborígenes llegados desde Asia. Incluso, la información paleoclimática y paleoambiental
sugiere que esta vía habría estado libre de hielos más tempranamente que el corredor de
Alberta –ubicado al este de la cordillera– y que, tal vez, ofreció mejores condiciones de
habitabilidad para los primeros pobladores. Igualmente los restos de las ocupaciones humanas
establecidas aquí a finales del Pleistoceno también se encuentran bajo las aguas y, por lo
tanto, presentan grandes dificultades para ser hallados e investigados. Además muchos
pudieron simplemente desaparecer durante el proceso de ascenso marino.

A pesar de las limitaciones señaladas, las investigaciones en el extremo oeste del continente
están generando abundante información sobre los habitantes tempranos de esas regiones. las
características de los hallazgos ponen de relieve que estas poblaciones desarrollaban una
forma de vida muy diferente a la de los cazadores de tierra firme. Estos grupos no sólo habrían
empleado embarcaciones para moverse mar adentro, sino que disponían de una tecnología
especializada para el aprovechamiento de los recursos del mar, como anzuelos y redes de fibra
vegetal y se alimentaban principalmente de moluscos, peces y mamíferos marinos. En este
caso también habrían subsistido sobre la base del aprovechamiento de los recursos del mar, lo
cual fue corroborado mediante estudios específicos de paleodieta efectuados sobre huesos
humanos de más de 9.000 años.

2.4 Mexico y Centroamerica

En el territorio actual de México existen numerosos estudios en los que se propone la


existencia de registros arqueológicos con antigüedades mayores a los 20.000 años (Mirambell,
1994). Sin embargo, la precisión de las descripciones de los materiales y de las metodologías
aplicadas para su análisis es insuficiente aún para considerarlos como pruebas seguras de un
poblamiento pre-Clovis de América

Sobre la ocupación temprana de México hay que mencionar también la conocida localidad
arqueológica Valsequillo (ubicada al sur de Puebla) que ha sido objeto de numerosas
investigaciones y polémicas desde mediados del siglo XX. De esta zona proceden numerosos
reportes de sitios con una gran abundancia y diversidad de fauna extinguida como bisontes,
caballos, antílopes, gliptodontes y perezosos. si la profundización de los estudios, que se
encuentran en sus etapas iniciales de desarrollo, confirma la antigüedad de este sitio, pronto
podría convertirse en la evidencia sólida más temprana del poblamiento americano.

Aun reconociendo que la hipótesis de la ocupación muy antigua del actual territorio de México
carece de respaldo empírico, debe señalarse que existen evidencias concretas de presencia
humana pre-Clovis o para-Clovis (es decir contemporáneo de Clovis) en este sector del
continente. Entre estas evidencias se destacan los restos humanos de 11.650 años en el sitio
Naharon en la península de Yucatan. el avance de los mares sobre los continentes a finales del
Pleistoceno se debió al derretimiento de los glaciares, cuyo efecto más visible fue el
anegamiento de amplias extensiones de ambientes litorales y de los sitios arqueológicos
generados con anterioridad por las sociedades establecidas en la costa. Sólo en el extremo
este de la península de Yucatán se identificaron más de 150 cuevas de este tipo, en algunas de
las cuales se hallaron abundantes y diversos restos arqueológicos. El estudio de este tipo de
conjuntos es muy costoso y constituye la tarea principal de un área especial de la arqueología
denominada arqueología subacuática.
En resumen podemos decir que parece claro que las ocupaciones más tempranas se
establecieron en Norteamérica entre los 12.000 y 17.000 años 14C AP. Segundo, hacia los
11.000 años 14C AP, los grupos asociados con estas ocupaciones ya se habían distribuido a lo
largo de una amplia diversidad de ambientes y exhibían una gran variabilidad adaptativa,
desde cazadores especializados en la captura de megafauna pleistocénica ocupantes de las
planicies interiores, hasta grupos típicamente litoraleños que aprovechaban recursos del mar.
Tercero, hacia esta misma fecha no se observa ninguna tendencia en cuanto a la cronología y
distribución espacial de los sitios y, por lo tanto, no sugieren una direccionalidad en el
desplazamiento de los grupos

En términos generales, la idea del ingreso de un grupo colonizador único en el continente hace
poco más de 11.000 años 14C AP, como proponen los defensores del modelo Clovis-primero,
parece improbable. No se esperaría, en este caso, un proceso de expansión y diferenciación
adaptativa tan veloz.

Tampoco parece consistente el modelo con la ausencia en Siberia de una tecnología


equivalente a la de Clovis, lo cual se esperaría si el desplazamiento de esta cultura desde el
viejo mundo fue tan rápido como se propone. Esta hipótesis también ha encontrado serias
dificultades para explicar el ingreso de los grupos a través del corredor de Alberta, donde las
condiciones debieron ser extremas para la supervivencia. Debe también señalarse que, así
como la simplicidad del modelo Clovis primero no parece explicar la complejidad del registro
arqueológico de Norteamérica y Siberia, tampoco existen evidencias sólidas de ocupaciones
significativamente más tempranas.

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