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COLECCIÓN ESTUDIOS ANDINOS

Los hijos de Huari


Etnografía y etnohistoria de tres pueblos
de la sierra de Ancash, Perú
Sofia Venturoli
Los hijos de Huari
Etnografía y etnohistoria de tres pueblos
de la sierra de Ancash, Perú
Colección Estudios Andinos 10
Dirigida por Marco Curatola Petrocchi
Los hijos de Huari
Etnografía y etnohistoria de tres pueblos
de la sierra de Ancash, Perú

Sofia Venturoli

Programa de Estudios Andinos (Escuela de Posgrado)


Facultad de Letras y Ciencias Humanas
Los hijos de Huari
Etnografía y etnohistoria de tres pueblos de la sierra de Ancash, Perú
Sofia Venturoli
© Sofia Venturoli, 2011
De esta edición
© Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2011
Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú
Teléfono: (51 1) 626-2650
feditor@pucp.edu.pe
www.pucp.edu.pe/publicaciones
Imagen de cubierta: Músicos de Huari. Charles Wiener, Pérou et Bolivie, 1880
Cuidado de la edición, diseño de cubierta y diagramación de interiores:
Fondo Editorial PUCP
Primera edición: noviembre de 2011
Tiraje: 500 ejemplares
Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente,
sin permiso expreso de los editores.
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-14401
ISBN: 978-9972-42-980-4
Registro del Proyecto Editorial: 31501361101376
Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa
Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú
A Fabio
Algunas divinidades de los mundos antiguos solían denominar a
los hombres con el nombre de: «efímeros».

Como esas flores que florecen un solo día al año: un evento de


poca importancia, aunque lleno de expectativa.

Algunas veces, hasta los mortales logran, aun con sus ojos miopes
y destinados por los rayos cortos de sus tráficos, ver cuán breve
será nuestro viaje, y de poca importancia, si se le mira en la vaste-
dad inmensa de la espiral de la historia.

Y sin embargo, en la duración insignificante y no mesurable de


esa mirada, la luz, por una razón improvista, se hace blanca y fija
y las regiones del bien y del mal, se abren vastas y sin tiempo. Es
el momento en que todas las cosas se acercan entre ellas, como
tocadas por el latido de otro mundo, que puede ocurrir solo a
través de su mismo ocurrir.
Azzurra D’Agostino, Donne e Resistenza. Creature d´azione.
(obra teatral inédita, 2005)
Índice

Prólogo 15
Agradecimientos 19
Introducción 21
Llegar a Huari 21
Nombres y apellidos... 24

El hombre en el Callejón de Conchucos 27


Las huellas de Raimondi y más allá 27
Dos comunidades campesinas y una cabecera provincial 35
Qué cosa... 42
El paisaje como texto 43
La lectura del proceso 47
... Y cómo 49

Huaritambo. Una mirada hacia el pasado 53


Huarirunas 53
Huari: ¿entre historia y mito? 69
Huari y su mito de origen 76
Huari en las crónicas 82
Yayarunas: Yacya y su pasado 91
El obraje: Acopalca y su pasado 96
El manejo del pasado hacia las relaciones presentes 100
Divisiones espaciales y organización ritual 103
Espacio en Huari: la reducción y la construcción del espacio 103
Las dos biparticiones 107
Huari (Llacta) y Llacuaz: el rey extranjero 114
Los barrios y sus fiestas: ser «cobarriano» 122
La Mama Huarina 125
«La Virgen hace que las cosas pasen» 142
Las comunidades y sus fiestas 143
Mama Ñati en Yacya 143
Yacya en su plaza 146
Mama Consolaciona y Tayta Bartolo en Acopalca 149
Acopalca en su plaza 154
Los que no cumplen 157
Relaciones entre Huari y las comunidades: espacio y rito 159

El trabajo del hombre y los dones de la tierra 165


Organización económica y política 165
Acopalca, de obraje a comunidad 167
Yacya, comunidad «expansionista» 178
El trabajo y la reciprocidad 190
Ciclo agrícola 195
El maíz 199
El trigo 201
La pareja, ¿‘fundamento de la sociedad’? 202
«Los huarinos somos gente decente» 209
Relaciones sociales entre Huari y las comunidades 213

Ruku, chakwa y runa 221


Personificación del espacio 222
«Yo hablo con los cerros» 230
«Antes era chúcaro, ahora es manso» 238
El diálogo individual 243
Diálogo colectivo 249
La fiesta de las cruces en Yacya 250

Awilu turkuy: el ritual de los huesos en Acopalca 256

Epílogo 261
Lo que es y lo que parece... 262
Todavía en movimiento... 270

Bibliografía 273
Prólogo

En su último capítulo, Sofia Venturoli nos explica los nombres quechua ruku,
chakwa y runa, y las relaciones entre ellos: son los cerros, los «awilitos» (abuelos), el
viejo ruku y la vieja chakwa, con quienes hablan la gente, los runa, personalmente
y por medio de interlocutores privilegiados. Su libro antropológico, histórico
y poético nos lleva a entender, desde sus primeras páginas, por qué ese es el
enfoque de su estudio sobre los pueblos de Huari, Yacya y Acopalca. Ya en una
obra anterior había analizado en forma más general el concepto teórico de cómo
pueblos andinos construyeron y siguen construyendo una identidad entre su
territorio y la memoria de su pasado por medio del ‘paisaje como texto’ (Venturoli
2004). Ahora demuestra la importancia de esta idea en casos concretos.
El libro es también uno de los primeros resultados de más envergadura del
Proyecto Arqueológico y Antropológico «Antonio Raimondi» en los Andes de
Ancash, el proyecto italiano iniciado por Laura Laurencich-Minelli en 1996 y
ahora dirigido en el campo por Carolina Orsini y la autora. Su riqueza resulta
también de la colaboración de otros estudiosos y estudiantes, italianos y peruanos,
de la ‘fertilización cruzada’ de intereses diversos. Podemos esperar publicaciones
sobre otras conexiones, a la música, la comida, la representación del cuerpo, la
política, como resultado del mismo proyecto1. En conjunto van a ser nuestra
mejor introducción al conocimiento del Callejón de Conchucos.

1
Véase el libro en prensa coordinado por Sofia Venturoli, Espacios, tradiciones y cambios en la
provincia de Huari, Ancash, Perú, donde se recollectan los últimos trabajos de los estudiantes que
desarrollaron trabajo de campo en la region Conchucos, en el marco del proyecto Antonio Rai-
mondi. También véanse los trabajos de Canghiari, Ciccacci, Garra, Ingar, Lollo, Molinari, Romio
Rossi, Trentanove, Weissensteiner, en la bibliografía.
Los hijos de Huari

Todos los capítulos tienen un tema central, y documentan adecuadamente los


intereses más amplios. El de la historia regional, sobre la base de una buena inves-
tigación documental, parte del nombre tan sugerente de su capital. Huari había
sido el dios de la tierra, su nombre probablemente usado más en esta región del
Perú central y todavía conocido con aplicaciones específicas en la cultura actual.
Fue adorado en primer lugar por la gente de los pueblos con raíces locales anti-
guas, reconocidos por eso también como (la gente) Huari. Pero aparte de esto, lo
estimulante del capítulo es que podemos conocer, de los tres pueblos actuales, ya
desde tiempos inca, sus personalidades tan distintas entre sí. Somos introducidos
tanto en la historia progresiva de los pueblos como en la memoria regresiva en
su pasado de entonces.
El siguiente capítulo, más etnográfico, empieza con una discusión de la
construcción del espacio de origen colonial. Muestra hasta qué punto está influido
y transformado por ideas anteriores, de mitades de arriba y abajo, de la derecha
y de la izquierda, y especialmente de la oposición de los Huari a los Llachuas,
los pastores advenedizos cuyo nombre claramente derivó de un rito que ellos
ejecutaban, lo de llachuar (el verbo quechua en su forma españolizada) «matando
una llama gentilmente metiendo la mano por el ijar del carnero, sacándole el
corazón y bofes palpitando, soplando los bofes en que, por ciertas señales, sabían
lo que había de suceder; repartían la carne supersticiosamente» (Visita de Rodrigo
Hernández Príncipe a Recuay (1622) en Duviols 2003: 771). Denominar una
clase de gente como Llachua fue algo específico de esta región pero su rito de
matar una llama es todavía conocido en todo el Perú, aunque con cuis (cavia) para
determinar la enfermedad de una persona. Más interesante todavía, la discusión
de los Llachua es la mejor introducción para la segunda parte del capítulo sobre
Mama Huarina, «la Virgen como madre de Huari», y los mitos actuales de origen
de los tres pueblos en que la mujer ancestro juega un rol tan principal. Son ellas
las que, como «reinas extranjeras», introducen las nuevas condiciones sociales en
los pueblos. Recuerdan a Mama Huaco, la conquistadora mítica Inca del Cuzco,
que ejecutó el mismo rito como lo de llachuar, soplando los bofes de los vencidos
matados, y que introdujo el nuevo cultivo de maíz. En cada pueblo la Virgen
tiene otro nombre; su mito y su celebración en la fiesta más importante del año
es la expresión más viva y bella de la cultura local.
Prosigue en el libro el capítulo sobre la organización económica y social. La
autora nos hace conscientes de las diferencias todavía notables entre los tres
pueblos: Huari, la capital donde antes vivían las familias ricas y que ahora se han
modernizado mucho; Yacya, más pequeño y tradicional que defiende la propiedad

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Prólogo

de sus tierras; y Acopalca, que lucha contra su pasado como antiguo obraje.
Pero somos llevados también hacia el último capítulo: Ruku, chakwa y runa.
Aquí, Venturoli evoca la relación emocional que la gente de cada uno de los tres
pueblos mantiene con sus terrenos, con la tierra, con sus cerros y las fiestas de
santas y santos que en honor a ellos con intensidad celebran. Nos da los textos
de las sentidas e íntimas palabras que hombres y mujeres dirigen a los cerros con
que tienen más conexión, los «mansos» y los «chúcaros», y a las piedras illas, las
que representan ya sea una vaca u oveja o una mazorca de maíz.
Este capítulo y sus textos me hicieron releer los capítulos anteriores, desde el
final al principio. Da mucho a pensar el nombre del cerro más adorado en Huari,
el de Llamoq que aparece también en pueblos no tan lejanos. Pero el uso más
intrigante es en el antiguo pueblo de Recuay, más cercano y que ya mencioné
(Duviols 2003: 756). Allí, los llachuases adoraban al Rayo como tres personas:
Lliviac, el mismo dios del Rayo; Ñamoc (= Llamoc) su padre; y Uchu Lliviac, su
hijo. Sospecho que Ñamoc realmente fue el dios de la antigua gente del pueblo
(llacta), los Huari. Somos introducidos a una idea teológica que los españoles en
otras partes de los Andes iban a comparar con la Trinidad Cristiana. Pero el dato
más revelador para mí son las cortas citas que Venturoli nos da de una costumbre
durante la fiesta (movible) de Corpus Cristi «cuando los santos patronos de todos
los pueblos y comunidades del distrito de Huari ‘bajan a la iglesia de Huari’».
Corpus reemplazó la antigua gran fiesta de celebración de la cosecha. Ahora,
durante toda la noche, «se dice jueguen a timba» con las cartas, «Cada santo
apuesta sus moradores, quien pierde los hace morir», «charlan y juegan, los
santos que pierden, muere alguien en su comunidad». ‘Timba’ es una antigua,
oscura palabra española para jugar a las cartas. Reemplaza a los antiguos juegos
andinos. Pero lo que leemos aquí es, por lo que yo sé, la primera y más evocadora
descripción de una costumbre a la cual el cronista indígena Felipe Guaman Poma
de Ayala ya nos introdujo en forma más inocua. Él describe cómo, solamente
durante la cosecha en el Cuzco incaico, en un mes cuando la gente no tenía
que trabajar para el rey, se podía jugar diferentes juegos, uno de los cuales era
la pichqa, que todavía por todos los Andes se juega durante las cinco (pichqa)
noches después de la muerte de una persona. El dato moderno nos revela que
había algo mucho más profundo tras esta costumbre.
Sin embargo, el epílogo defiende, con mucha razón, que lo que interesa es el
estudio de la sociedad en movimiento, hacia el futuro inseguro. «Conocer el pa-
sado es esencial para entender el proceso y no para utilizarlo como fundamento
de una inmovilidad». El epílogo no es una conclusión sino un anuncio de lo que

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Los hijos de Huari

podemos esperar de otros estudios sobre el Callejón de Conchucos. Esta región


tiene, como hemos aprendido ahora tan elocuentemente, una rica tradición que
mucho contribuye al estudio antropológico general del Perú. El libro de Sofia
Venturoli es una mina de información y defiende una teoría importante que hace
mucha falta tomar en consideración.

R. T. Zuidema

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