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TEMA RELEVANTE
MARO NORMATIVO
Introducción
Son lamentables los “criterios” desacertados emitidos por parte de algunos jueces,
quienes a veces hasta infringen normas expresas, es el caso, muy común de quienes
sostienen que “el propietario poseedor” no ostenta legitimidad para demandar
usucapión, porque para eso hay que ser “poseedor no propietario”[2]; quienes los
sostienen, creen encontrar fundamento en que siendo la usucapión una modalidad de
adquisición del derecho de propiedad, mas no un mecanismo de saneamiento, es
improcedente su invocación por alguien que adquirió mediante un contrato de
compraventa válido (o por lo menos sin impugnación), en otros términos, para algunos
operadores jurisdiccionales, que el justiciable invoque una compraventa como
fundamento de la usucapión, sería una cuestión legalmente prohibida, casi un pecado.
Sin embargo, tal criterio, no solo es un craso error, sino que también constituye una
abierta y evidente infracción normativa, además, deviene de la ausencia de
conocimiento de la naturaleza jurídica y el fundamento histórico de la usucapión, sobre
todo de la lectura e interpretación aislada del artículo 949 del Código Civil, según el
cual, la compraventa o actos jurídicos similares hacen operar por sí sola la
transferencia de propiedad.
Sin duda alguna, los operadores jurídicos (magistrados y abogados), a veces nos
encontramos en unas encrucijadas jurídicas que desde perspectivas reduccionistas
serían insalvables. Es verdad, cuando alguien alega que ostenta la propiedad sobre un
bien inmueble en virtud de una compraventa que consta ya en documento privado, ya
en documento privado con intervención de Juez de Paz, ya en documento privado con
firmas legalizadas por notario, ya en Escritura Pública, en última instancia que su
derecho goce de inscripción registral, surge siempre alguna duda mínima de si este
está jurídicamente habilitado para demandar y obtener una sentencia favorable de
prescripción adquisitiva.
La gran duda de todo justiciable adviene pues, por la razón de que en nuestro sistema
jurídico la transferencia de propiedad sobre bienes inmuebles, no está revestida de
formalidad alguna, afirmándose más bien, que la compraventa suscrita aún en la
etiqueta de una botella de cerveza es suficiente para adquirir el derecho de propiedad,
que no se necesita de ningún requisito adicional, ni de Escritura Pública, ni es
obligatoria la inscripción registral al ser esta eminentemente declarativa, sino que más
bien, la compraventa aún verbalmente celebrada, es suficiente para adquirir la
propiedad.
Para entender a qué problema nos enfrentamos, hay que tener en cuenta que nuestro
Código Civil ha regulado distintas formas de adquirir la propiedad, en específico, sobre
los bienes inmuebles, existen dos modos de adquisición: i) la modalidad originaria:
dentro de la cual se comprende a la accesión en sus diversas formas[3], la
usucapión[4], y; ii) la adquisición derivativa o por transferencia en ella encontramos las
más variadas formas de traslación (compraventa, donación, permuta, compensación,
dación en pago, permuta, transacción judicial o extrajudicial, aporte societario,
sucesión testamentaria, etc.). En este breve espacio que se nos otorga, queremos dar
algunas perspectivas objetivas estrictamente jurídicas que permitan dilucidar, sobre si
¿es jurídicamente posible la mutación de la adquisición por la modalidad derivativa de
un bien hacia la adquisición por la modalidad originaria?, específicamente se pretende
dar respuesta al problema. Quien haya adquirido válidamente un bien por compraventa
u otro título similar, ¿está habilitado para demandar prescripción adquisitiva del mismo
bien?
2. Esbozo filosófico
Conforme indica el profesor Ferri[7], si bien el derecho, en todos sus sentidos, es una
entidad cuya existencia es innegable, también es verdad que es un fenómeno
imperceptible por los sentidos, existe solo para la razón, en cuanto el Derecho es un
ente ideal. La circunstancia de que el Derecho sea un ente espiritual, una creación
mental humana, apreciable solo a través de la razón, hace que la esencia, naturaleza,
contenido y eficacia del Derecho, ahora en su sentido subjetivo –entendido como
prerrogativa– sea su posibilidad de probar.
Acerca del tema de los conflictos de intereses sobre un determinado bien, en una
ilustrativa sentencia el profesor Gonzales Barrón[11] refiere que pueden versar de
diversa naturaleza: así puede haber conflicto de uno que invoca usucapión versus otro
que invoca contrato de enajenación (compraventa, donación, permuta, dación en pago,
aporte societario, compensación, etc.), herencia versus contrato de enajenación,
contrato de enajenación inscrito frente a otro no inscrito, contrato de enajenación en
instrumento público versus contrato en instrumento privado. Por ejemplo, si alguien
ostenta un derecho de propiedad que consta en Escritura Pública de compraventa,
siempre cabe la posibilidad de que pueda ser objeto de interferencia por otro que
ostenta una Escritura más antigua o un título de adjudicación judicial, un testamento,
inclusive una Escritura Pública posterior pero con inscripción registral.
El hipotético desorden antes referido no es del todo ajeno a la realidad, más bien, es
perceptible en ella, por eso, conforme hemos postulado en otra ocasión[12], la
afirmación de que “la transferencia derivativa del derecho de propiedad no revista
ninguna formalidad”, no es más que una mera y burda falacia; pues la propiedad para
su eficacia (oponibilidad erga omnes) necesita ser probada mediante el medio más
idóneo posible.
Desde lo anterior, además, porque él único derecho capaz de existir es aquello que
ostenta seguridad jurídica, también, porque la seguridad jurídica es una categoría
inexorable de todo derecho –incluido los fundamentales–, sin duda alguna, si la
prescripción adquisitiva es capaz de sobreponerse a cualquier otra forma de
adquisición, evidentemente estará fuera de toda razón la mínima idea por la cual se
postule que un sujeto que adquirió por compraventa o título similar, esté impedido de
acudir a la usucapión sobre el bien objeto de compraventa; sin embargo, por más
inconcebible que parezca, muchos nos hemos topado con algunos jueces y fiscales
con competencias en materia civil, que se han inclinado porque se declare
improcedente la demanda de usucapión que formule alguien que cuente con un título
válido; lo cierto es que para concebir la inexistencia de tal impedimento imaginado, ni
siquiera es necesario realizar todo un esfuerzo doctrinario, toda vez que está previsto
en el segundo párrafo del propio artículo 950 del Código Civil, mas como una situación
que aporta un grado mayor de legitimidad a la adquisición por dicha modalidad, esto
es, invocar usucapión cuando medie justo título (compraventa, donación, permuta,
etc.) es más legítimo todavía, que invocarlo sin tener título alguno, ese es el
fundamento o razón para que el mencionado artículo reduzca el plazo de la posesión
cuando existe justo título.
En efecto, la doctrina entiende unánimemente al justo título como aquel que tiene por
objeto trasmitir un derecho de propiedad, estando revestido de las solemnidades
exigidas para su validez[20]. Para Gonzales Barrón, “el justo título implica que el
poseedor ha tomado control sobre el bien con base en una causa de adquisición, es
decir, a un acto jurídico válido y verdadero, con virtualidad transmisiva de dominio”[21].
Nuestro Código Civil, no define el justo título, como sí lo hacen otros Códigos. Ante esa
concordancia sobre lo que es el justo título no hay cabida para sostener que quien ha
adquirido mediante una compraventa válida (no nulificada) esté impedido de demandar
usucapión. Dicha postura evidentemente estaría reducida al absurdo.
Para quienes entienden la ontología de la usucapión, no será muy difícil concebir que
quien cuenta con una compraventa o acto jurídico similar que no ha sido materia de
invalidación; es decir, quien ha adquirido válidamente un bien, está habilitado para
demandar prescripción adquisitiva, invocándolo como justo título, sin importar que
dicha compraventa conste en documento privado, con fecha cierta o escritura pública,
sin importar inclusive que el acto jurídico de adquisición haya sido inscrito en los
registros públicos.
1. Derecho del poseedor –que adquirió el bien por escritura pública– acudir a la
usucapión
El mismo Gonzales, con gran acierto sostiene que las modalidades originarias de
adquisición son más poderosas que las derivativas; por cuanto, ellas operan ex novo;
es decir, el titular estrena el derecho o lo recibe novedosamente, sin vinculación alguna
con el anterior propietario; más bien, se produce un rompimiento del dominio, una
especie de línea divisoria por la cual el titular primigenio termina su historial, mientras
el nuevo lo comienza sin vinculación con el pasado. La preponderancia de las
adquisiciones originarias se debe también a que en ellas no interesa dilucidar quién es
el propietario primigenio, pues el dominio igual se pierde cualquiera que este fuese; de
allí que por definición teórica la adquisición derivada cede o es vencida por la
originaria. Si en la primera el derecho está supeditado a la titularidad del transmitente,
y en la segunda no, entonces esta última es superior porque opera en forma absoluta e
irremediable. Por lo tanto, la usucapión es más poderosa que el registro y su tracto
sucesivo (publicidad de actos de transmisión y adquisición derivativas); ni qué decir,
entonces es más poderosa todavía contra las titularidades amparadas únicamente en
Escrituras Públicas o documentos privados con fecha cierta.
Podría surgir la interrogante, pero el poseedor que ostenta una compraventa elevada a
escritura pública o quien ya posee un documento privado con firmas certificadas o
quien ostenta una escritura imperfecta ¿para qué necesita acudir a la usucapión?
Responderemos a esa interrogante de modo pragmático, de paso también
prevendremos las eventuales acusaciones acerca de que nuestra postura tiene solo
una justificación teórica más no experimental. Imaginemos que “A” celebró hace más
de diez años un contrato de compraventa mediante escritura pública sobre un bien
inmueble, aparentemente su derecho de propiedad estará consolidada; sin embargo,
es latente la posibilidad de que su vendedor o el vendedor de su vendedor, o
cualquiera de los antiguos propietarios de la cadena de trasmisión que llegan hasta
“A”, haya otorgado en compraventa también mediante escritura pública a favor de un
tercero al que le llamaremos “C”, si “C” demanda mejor derecho de propiedad a “A”,
alegando que su título es de fecha cierta más antigua, “A” podrá resultar vencido con
absoluta facilidad por imperativo del artículo 1135 del Código Civil[23]. En todo caso,
siendo menos imaginativos, es inminente también la posibilidad que el vendedor de
“A”, puede celebrar una nueva compraventa digamos a favor de “D”, si este lograse la
inscripción registral a su favor, y luego también demandara reinvindicación (que lleva
implícito la determinación del mejor propietario), en este supuesto, por la misma regla,
“A” también será vencido por “D”.
Como podemos apreciar, el problema para “A” es seriamente preocupante, eso sin
considerar aún los otros supuestos más graves como por ejemplo las ineficacias
estructurales (invalidez), inoponibilidad, etc.; entonces ¿qué mecanismo jurídico está al
alcance de “A” para que pueda blindar el derecho adquirido por escritura pública
aparentemente invulnerable? De considerarlo así (toda vez que es una prerrogativa no
un imperativo), justamente necesita acudir a la institución de la usucapión, este es el
único modo de que su derecho de propiedad goce de eficacia, la garantía de la eficacia
de su derecho implica que ostentará seguridad jurídica, recordemos que un derecho
que no ostenta tal cualidad, simplemente no es derecho, pues como hemos afirmado
en otra ocasión la seguridad jurídica es la dimensión axiológica de toda prerrogativa,
como tal, le es un valor inmanente[24].
Lo que intentamos dejar en claro, es que una escritura imperfecta (como llaman
algunos), un documento privado con fecha cierta, ni una escritura pública (digamos
perfecta) generan un derecho de propiedad invencible como la usucapión, las
adquisiciones derivativas, generan solo una expectativa razonable; solo la usucapión
posee la fuerza necesaria para dotar a la propiedad de su elemento esencial que es la
“exclusión universal”, un derecho real que no ostenta esa cualidad no pasa de ser una
mera ilusión[25], a veces, tan fugaz como un suspiro; por eso, como reiteramos, no es
casual que la usucapión sea la única realidad de la propiedad, lo es porque le otorga
esa cualidad tan indispensable e inherente que es la posibilidad de que sea opuesta
erga omnes; la usucapión tiene esa fuerza avasalladora proveniente del poder imperial
que le ha sido investido con el cetro de la posesión y la corona del tiempo.
Pero para entender la real magnitud del fantasma que le acecharía a un titular registral
que ha adquirido derivativamente su propiedad, acudiremos otra vez a un ejemplo,
para ello, traeremos a nuestro mejor colaborador “A” quien es poseedor y titular
registral con compraventa inscrita de un lote “L” que corre en la partida registral
“RRRR”, bajo nuestro sistema registral no convalidante y no basado en el catastro, no
tiene su derecho seguro porque es posible que el mismo inmueble “L” esté inscrito en
una partida registral más antigua “QQQQ” a favor de otro propietario “B”. En una
eventual demanda que le instaure “B” sobre mejor derecho de propiedad, tratándose
de adquisiciones por la modalidad derivada, “A” resultará vencido por la prioridad en el
tiempo; además como el registro no convalida los actos inscritos “A” puede perder la
propiedad por las múltiples causas de decaimiento del negocio causal que le podría
interponer cualquier tercer legitimado sea “C”, “D”, “E” o “F”.
La única alternativa que el poseedor y titular registral “A” tiene para blindar su
propiedad de ataques de terceros es la usucapión, en este caso la usucapión
secundum tabulas que extinguirá el derecho del tercero que ostenta una titularidad,
que el derecho de este goce de inscripción en otra partida registral o que no cuente
con inscripción registral. En suma, en este caso a “A” también le asiste el
incuestionable derecho de acudir a la majestad de la usucapión que goza del poder de
la posesión y el tiempo, precisamente para garantizar la inatacabilidad de su derecho,
atributo de vida o muerte para probar y defender su propiedad que no podría ser
negado bajo una vacua premisa que “‘el propietario poseedor’ no ostenta legitimidad
para demandar usucapión, porque para eso hay que ser ‘poseedor no propietario’”; por
el contrario, que tenga el derecho inscrito le otorga mayor legitimidad para invocar la
usucapión, pudiendo sin duda alguna invocar la propia inscripción como justo título.
Con todo ello consideramos haber eliminado cualquier fundamento adjetivo que
pudieran tener los que consideran que el poseedor que ostenta compraventa en
documento privado con fecha cierta, escritura imperfecta, escritura pública o con
compraventa inscrita, no tiene legitimidad para demandar prescripción; pero más que
eso, hemos advertido la miseria del fundamento sustantivo de semejante criterio.
Conclusiones y sugerencias