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Antonio Baylos
Nunzia Castelli
Universidad de Castilla La Mancha
SUMARIO: 1. El tránsito desde el sistema autoritario franquista al sistema democrático de relaciones
laborales: sus repercusiones en la configuración del modelo sindical español. 2. El marco democrático de
relaciones laborales inaugurado por la Constitución Española de 1978: libertad sindical y función
institucional del sindicato. 3. La actuación del modelo constitucional: Sindicatos, representatividad
sindical y audiencia electoral. 4. Los niveles de representatividad sindical. 5. Fuentes heterónomas de la
representación sindical. 6. Perfil institucional europeo
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Se trata de una parte del trabajo de investigación titulado, Trade Union representation in the
European Union member Countries: Spanish Report, dirigido por la CGIL italiana bajo la dirección de
Stefano Oriani, que será publicado a comienzos de 2013.
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Elaborada cuando no se había promulgado aún la Ley sobre Regulación del Derecho de Asociación
Sindical, ni se había producido la ratificación por parte de España de los Convenios OIT en materia de
libertad sindical, la normativa derivada del DLRT se introdujo en el ordenamiento jurídico español con
sustrajeron del ámbito del derecho penal (la huelga se consideraba delito de lesa
patria primero y de sedición después, es decir dentro de los delitos contra la seguridad
del Estado). Con el objetivo de proceder al desmantelamiento del aparato político,
jurídico y social represivo del régimen franquista se procedió también por ley a la
anulación de “las resoluciones judiciales y actos gubernativos o administrativos que
hayan producido despidos, sanciones, limitaciones o suspensiones de los derechos
activos o pasivos de los trabajadores por cuenta ajena” derivados de la vulneración de
los derechos reconocidos a los trabajadores en “normas y convenios internaciones
vigentes”, lo que implicaba restituir “a los afectados todos los derechos que tendrían
en el momento de aplicación de la misma de no haberse producido aquellas medidas”
(Ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía).
Sin embargo, el definitivo y radical alejamiento del ordenamiento jurídico español del
sistema antidemocrático y autoritario del régimen dictatorial franquista, tuvo que esperar
hasta la promulgación de la Constitución democrática española de 1978.
carácter meramente provisional, a la espera del desarrollo legislativo post-constitucional. Sin embargo,
la falta de intervención en este sentido ha terminado por consolidar este texto normativo como la
principal fuente legal de regulación del ejercicio del derecho de huelga en España de forma tal que el
derecho de huelga se configura en España como el único derecho fundamental que carece de ley
orgánica de desarrollo. Y ello a pesar de que las disposiciones del DLRT mantienen frente a la huelga una
aptitud desconfiada, en ocasiones manifiestamente hostil, y perfilan una regulación claramente
restrictiva y fuertemente limitadora de la huelga que poco tienen que ver con la amplitud con la que la
CE reconoce el derecho. Las evidentes incongruencias entre el sistema de valores, principios y derechos
consagrados en el texto constitucional y la regulación que dimana del DLRT ha obligado a un
intervención masiva de la jurisprudencia y en especial de la jurisprudencia constitucional encargada de
adecuar la regulación legal preconstitucional al marco constitucional, con consecuencias importantes en
orden a la judicialización del derecho y a la seguridad jurídica en el disfrute del mismo. BAYLOS GRAU A.,
CASTELLI N., “National Report: Spain”, in LA MACCHIA C. (Ed.) The right to strike in Europe. ...
ordenamiento jurídico, como derechos fundamentales de los trabajadores (art. 28.1 y 2 CE) y
consagra al sindicato como como pilar básico del funcionamiento del sistema social y
económico del país, asignándole un rol institucional de primaria importancia: el de contribuir a
la defensa de los intereses sociales y profesionales de los trabajadores (art. 7 CE) en cuanto
clase social infra-representada.
Situados en “una posición dialéctica de contrapoder respecto de los empleadores” (STC
134/1994, de 9 de mayo), los Sindicatos se estructuran en el nuevo marco constitucional como
agentes que operan no solo en el plan económico-profesional, desarrollando una función de
reequilibrio de las posición de fuerza contractual entre empresarios y trabajadores, sino como
instituciones fundamentales a través de las cuales se canaliza la participación democrática del
ciudadano/trabajador. La configuración de los Sindicatos como “organismos básicos del
sistema político” (STC 11/1981, de 8 de abril) determina pues que el horizonte de actuación
del Sindicato no se limita al campo de la lucha salarial y de las condiciones de trabajo y
empleo, sino que el campo de intervención sindical se amplía hacia el sistema político en su
conjunto, lo que se traduce en la asunción de espacios propios, tales como la negociación
generalizada con el Gobierno, el poder legislativo y los partidos políticos sobre la política
económica y social o los fenómenos de negociación legislativa y el recurso a medidas de
presión colectiva en defensa de los intereses en ella actuados.
En esta nueva realidad, el sindicato, que quiere expresar la identidad social de los ciudadanos
cualificados por una situación de desigualdad económica y social y que con su actuación
pretende nivelar progresivamente hasta hacerlo desaparecer ese desequilibrio social y de
poder, tiene un proyecto autónomo de sociedad y de las reformas del sistema que se deben
emprender, en una adecuada combinación entre objetivos a largo y a medio plazo. Es un
proyecto general, porque afecta a la ciudadanía social entendida en un sentido lo más amplio
posible, y reúne ante todo dos notas caracterizadoras de extraordinario relieve: autonomía
respecto del proyecto político de sociedad que sostiene el partido político, lo que implica
posiblemente amplias zonas de coincidencia pero que no excluye la posibilidad de disenso
puntual o de fondo con el programa del partido que conduzca a una relación conflictiva, e
independencia del proyecto sindical respecto de los procesos de representación política y sus
avatares, en el doble sentido de no subordinar el programa de reformas al éxito electoral de
las formaciones políticas más homogéneas ideológicamente con el enfoque sindical, ni de
poner a disposición de la labor de oposición política la fuerza erosionante del gobierno que
puede catalizar la acción reivindicativa sindical.
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Sobre la compatibilidad y la corrección constitucional de la selección de los Sindicatos en función de la
representatividad véase la STC 65/1982 de 10 de noviembre, con la que el Alto Tribunal aclara como “la
existencia de un sistema de pluralismo sindical que tiene su origen en la libertad sindical del art. 28.1 CE
y responde en su concreta configuración a un proceso electoral de tipo proporcional, trae consigo la
existencia de una multiplicidad de centrales sindicales y plantea el problema de determinar a cuáles de
estas ha de corresponder la representación de intereses de los trabajadores, que sería notablemente
mermada en su eficacia si se atribuye por igual a todos los Sindicatos existentes”. Así, si es cierto que
tanto el art. 28.1 como el 14 CE proporcionan los límites y condiciones a los que deben de sujetarse los
criterios de representatividad para su convalidación constitucional, “la promoción del hecho sindical y la
eficaz y efectiva defensa y promoción de los intereses de los trabajadores [art. 7 CE] (…) pueden mal
lograrse por una excesiva atomización sindical y la atribución de un carácter absoluto al principio de
igualdad de trato (...) y del libre e igual disfrute del derecho reconocido en el art. 28.1 CE” (STC
188/1985, de 18 de diciembre).
derivadas del reconocimiento de la libertad sindical (derecho de auto-organización y acción
colectiva)4.
Entre todas ellas, se destacan las siguientes:
- la PARTICIPACIÓN INSTITUCIONAL, es decir, la capacidad de las organizaciones sindicales
más representativas de erigirse a representantes generales de la clase trabajadora
ante las Administraciones Públicas. Si embargo, a la hora de interpretar lo que había
que entender por participación institucional a efectos de la LOLS, el TC se ha acogido a
una noción restrictiva y orgánica de la misma, entendida como integración del
sindicato más representativo en los organismos públicos, de carácter estatal o de
Comunidad Autónoma, que la tengan prevista. La consecuencia ha sido la
imposibilidad de configurar en términos de derecho de participación institucional, la
participación sindical en órganos (comisiones, comités, etc.) creados por la misma
autonomía colectiva que, en cuanto ajenos por completo a la estructura orgánica del
Estado, “no constituyen manifestaciones de participación institucional” (STC 38/1986,
de 31 de marzo). El resultado final de esta operación ha sido cierta “privatización” del
intercambio político en el que se cifra la participación sindical en los procesos
informales de concertación y diálogo social, reconducidos a la lógica del intercambio
negocial, con la consecuencia de no poder configurar la participación sindical en
funciones públicas y semipúblicas como una facultad asociada a la “singular posición
jurídica” asociada a la consideración de sindicato más representativo. De ahí que el
gobierno político de las relaciones económicas y sociales se configure en el
ordenamiento español como actividad ejercitable de manera discrecional por parte de
Gobierno que cuenta formalmente con amplios márgenes de discrecionalidad a la hora
de seleccionar sus interlocutores sociales y, más en general, como actividad de
definición de las políticas públicas que presupone la previa aceptación del marco
general, los objetivos y las propuestas de esta concertación por parte sindical. Ello no
ha impedido que, en determinados momentos político-institucionales, los agentes
sociales tomasen mayor protagonismo en la elaboración de las estrategias de gobierno
de las relaciones industriales y laborales de forma más independiente y autónoma con
respecto a las opciones políticas del Gobierno en funciones.
- la posibilidad de PARTICIPAR EN LOS SISTEMAS NO JURISDICCIONALES DE SOLUCIÓN DE CONFLICTOS
DE TRABAJO (es decir, en sistemas creados y generados por la propia negociación
colectiva y a la facultad de convocar elecciones para los órganos de representación
unitaria, sin que ello altere la posibilidad de cualquier Sindicato, al margen de su
representatividad, de participar en las mismas presentando su candidatura),
- la HABILITACIÓN PARA EJERCER EL DERECHO DE NEGOCIACIÓN COLECTIVA EN LOS TÉRMINOS PREVISTOS
EN EL ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES, es decir, la legitimación para negociar convenios
colectivos de eficacia normativa y personal general, sin que ello implique la negación
del principio de autonomía colectiva reconocido a cualquier Sindicato (art. 37.1 CE), al
margen de su representatividad, que por tanto tendrá acceso a la negociación
colectiva común de eficacia personal limitada;
- el DERECHO DE PROMOVER ELECCIONES PARA DELEGADOS DE PERSONAL Y COMITÉ DE EMPRESA y
órganos correspondientes de las AA.PP, aunque en aplicación del derecho de libertad
sindical, cualquier sindicato podrá participación en las mismas aunque no haya
conseguido la consideración de sindicato representativo (infra).
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Se trata de una opción de política del derecho cuya compatibilidad con los principios constitucionales
ha sido confirmada por la STC 98/1985.
4. Los niveles de representatividad sindical.
La representatividad sindical se gradúa en la norma en tres fases. En primer lugar se fija un
umbral de acceso a la condición de Sindicato representativo en un sector o territorio
determinado si se obtiene un 10% del número de representantes elegidos en el mismo. Este
umbral del 10% implica la condición de Sindicato representativo. Sobre esta condición, la LOLS
delimita una posición jurídica más fuerte para aquellos Sindicatos que hayan obtenido un score
electoral del 10% en todos los sectores y territorios del Estado español, posición que denomina
mayor representatividad de ámbito estatal. Finalmente, se fijan reglas especiales para la
mayor representatividad de Comunidad Autónoma, consistentes en un 15% de audiencia
electoral y una densidad mínima de representación basada en la cantidad de al menos 1.500
delegados.
Si se analizan los términos de los cuadros siguientes, correspondientes a los resultados de la
representatividad sindical para el año 2011, se puede comprobar la concentración de los
resultados electorales en torno a las dos opciones del sindicalismo confederal español: CC.OO
y UGT (se habla en este sentido de bisindicalismo en el sistema sindical español).
CUADRO 1
Representatividad sindical
(1 de enero 2011) Total representantes electos:342.903 /8,7 millones
trabajadores representados (56% representación)
Otra característica peculiar del sistema español es pues la existencia de sujetos sindicales que
asumen como elemento central de su estrategia y programa de acción la identidad nacional.
Estos sindicatos, que cuentan con una referencia política en algún partido nacionalista,
entienden que la defensa de los trabajadores se realiza de forma más eficaz en el ámbito de la
comunidad nacional de la que se reclaman representantes. Se trata de una aplicación del
principio básico de territorialidad estatal de los Sindicatos como espacio “natural” del ejercicio
de la actividad que se traspone al ámbito de la Nación sin Estado que se reivindica. El problema
del Estado unitario y su crítica tiene por consiguiente su repercusión en el espacio sindical
español. La configuración de la Comunidad Autónoma como un terreno de autonomía política
plantea la posibilidad teórica de crear marcos autonómicos de relaciones laborales
yuxtapuestos – no necesariamente contrapuestos, por tanto - al modelo estatal de los mismos.
En este diseño, el sindicalismo autonómico cumple por tanto una función determinante.