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NOTAS SOBRE LA REPRESENTACIÓN Y LA REPRESENTATIVIDAD SINDICAL EN ESPAÑA1

Antonio Baylos
Nunzia Castelli
Universidad de Castilla La Mancha
SUMARIO: 1. El tránsito desde el sistema autoritario franquista al sistema democrático de relaciones
laborales: sus repercusiones en la configuración del modelo sindical español. 2. El marco democrático de
relaciones laborales inaugurado por la Constitución Española de 1978: libertad sindical y función
institucional del sindicato. 3. La actuación del modelo constitucional: Sindicatos, representatividad
sindical y audiencia electoral. 4. Los niveles de representatividad sindical. 5. Fuentes heterónomas de la
representación sindical. 6. Perfil institucional europeo

1. El tránsito desde el sistema autoritario franquista al sistema democrático de


relaciones laborales: sus repercusiones en la configuración del modelo sindical
español.
La evolución del sistema de representación sindical español está especialmente marcada por el
curso y las peculiaridades del recorrido seguido por España en su configuración como Estado
Social y Democrático de Derecho después de 40 años de dictadura franquista.
La muerte del dictador en 1975 abrió una nueva etapa en la historia del País caracterizada por
dos exigencias fundamentales estrechamente relacionadas: por un lado, la necesidad de
proceder a desmantelar el sistema político y sindical franquista y su estructura de referencia,
el SINDICATO VERTICAL, entendido como organismo de derecho público en donde estaban
integrados obligatoriamente obreros, empleados y empresarios; por el otro, la necesidad de
proceder a la reconstrucción del sistema sindical en línea con la renovación de los principios,
valores y derechos así como consagrados en la Constitución democrática de 1978 (CE, en
adelante). En este contexto, la superación de la situación de excepcionalidad política y social
que supuso el franquismo se configuraba como condición previa imprescindible para la
institucionalización y consolidación del nuevo orden democrático.
El primer paso en esta dirección fue dado con la promulgación de un conjunto de disposiciones
normativas a través de las cuales se procedió a:
- la legalización de las organizaciones sindicales en el marco clásico de las asociaciones
de derecho privado (Ley 19/1977, de 1 de abril, sobre regulación del Derecho de
Asociación Sindical). La reconducción del sindicato al campo del derecho privado
respondía a la necesidad de desmarcarse del sistema publicista franquista, asegurando
al mismo tiempo al movimiento sindical la autonomía e independencia necesaria para
asegurar su correcto y eficiente funcionamiento. Veremos sin embargo como la
reconducción del Sindicato al ámbito del derecho privado no ha impedido cierto
desbordamiento de la representación sindical hacia un espacio más amplio de
intervención, alejándose de la voluntariedad o de la adhesión como clave de la
actuación sindical, e incorporando aspectos típicos de la representación institucional.
- La legalización y el reconocimiento de los derechos al conflicto y a la huelga, (RD-Ley
17/1977 de 4 de marzo, sobre Relaciones de Trabajo - DLRT en adelante)2, que se

1
Se trata de una parte del trabajo de investigación titulado, Trade Union representation in the
European Union member Countries: Spanish Report, dirigido por la CGIL italiana bajo la dirección de
Stefano Oriani, que será publicado a comienzos de 2013.
2
Elaborada cuando no se había promulgado aún la Ley sobre Regulación del Derecho de Asociación
Sindical, ni se había producido la ratificación por parte de España de los Convenios OIT en materia de
libertad sindical, la normativa derivada del DLRT se introdujo en el ordenamiento jurídico español con
sustrajeron del ámbito del derecho penal (la huelga se consideraba delito de lesa
patria primero y de sedición después, es decir dentro de los delitos contra la seguridad
del Estado). Con el objetivo de proceder al desmantelamiento del aparato político,
jurídico y social represivo del régimen franquista se procedió también por ley a la
anulación de “las resoluciones judiciales y actos gubernativos o administrativos que
hayan producido despidos, sanciones, limitaciones o suspensiones de los derechos
activos o pasivos de los trabajadores por cuenta ajena” derivados de la vulneración de
los derechos reconocidos a los trabajadores en “normas y convenios internaciones
vigentes”, lo que implicaba restituir “a los afectados todos los derechos que tendrían
en el momento de aplicación de la misma de no haberse producido aquellas medidas”
(Ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía).
Sin embargo, el definitivo y radical alejamiento del ordenamiento jurídico español del
sistema antidemocrático y autoritario del régimen dictatorial franquista, tuvo que esperar
hasta la promulgación de la Constitución democrática española de 1978.

2. El marco democrático de relaciones laborales inaugurado por la Constitución


Española de 1978: libertad sindical y función institucional del sindicato.
Fundamentada sobre la libertad, la justicia y el pluralismo político (y social) consagrados como
“valores superiores del ordenamiento jurídico” (art. 1 CE), la Constitución española recupera
una concepción dialéctica de las relaciones laborales, fundamentadas tanto sobre la existencia
de una estructural contraposición de intereses entre sus protagonistas, como sobre una
igualmente insalvable desigualdad de poder, consecuencia de la distinta posición ocupada por
cada una de las partes en el proceso productivo y en la sociedad, en un sistema de
organización económica y social fundado sobre el libre mercado, la propiedad privada y la
libertad de empresa (arts. 33 y 38 CE).
La aceptación del sistema de mercado se combina sin embargo con la asunción por parte de
los poderes públicos del firme compromiso de proceder a compensar esta desigualdad a través
de la remoción de aquellos “obstáculos” que impiden u obstaculizan la plenitud de la “libertad
y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra”, lo que se considera condición
previa imprescindible para garantizar “la participación de todos los ciudadanos en la vida
política, económica, cultural y social”. En línea con lo anterior, propiedad privada y libertad de
empresa se configuran en la CE como derechos cuya relevancia constitucional se vincula a su
reconducción a fines sociales (art. 33 CE) y, más en general, a “las exigencias de la economía
general y, en su caso, de la planificación” (art. 38 CE).
En este nuevo contexto democrático y pluralista, el legislador constitucional procede al
reconocimiento de la libertad sindical y del derecho de huelga en el más alto nivel del

carácter meramente provisional, a la espera del desarrollo legislativo post-constitucional. Sin embargo,
la falta de intervención en este sentido ha terminado por consolidar este texto normativo como la
principal fuente legal de regulación del ejercicio del derecho de huelga en España de forma tal que el
derecho de huelga se configura en España como el único derecho fundamental que carece de ley
orgánica de desarrollo. Y ello a pesar de que las disposiciones del DLRT mantienen frente a la huelga una
aptitud desconfiada, en ocasiones manifiestamente hostil, y perfilan una regulación claramente
restrictiva y fuertemente limitadora de la huelga que poco tienen que ver con la amplitud con la que la
CE reconoce el derecho. Las evidentes incongruencias entre el sistema de valores, principios y derechos
consagrados en el texto constitucional y la regulación que dimana del DLRT ha obligado a un
intervención masiva de la jurisprudencia y en especial de la jurisprudencia constitucional encargada de
adecuar la regulación legal preconstitucional al marco constitucional, con consecuencias importantes en
orden a la judicialización del derecho y a la seguridad jurídica en el disfrute del mismo. BAYLOS GRAU A.,
CASTELLI N., “National Report: Spain”, in LA MACCHIA C. (Ed.) The right to strike in Europe. ...
ordenamiento jurídico, como derechos fundamentales de los trabajadores (art. 28.1 y 2 CE) y
consagra al sindicato como como pilar básico del funcionamiento del sistema social y
económico del país, asignándole un rol institucional de primaria importancia: el de contribuir a
la defensa de los intereses sociales y profesionales de los trabajadores (art. 7 CE) en cuanto
clase social infra-representada.
Situados en “una posición dialéctica de contrapoder respecto de los empleadores” (STC
134/1994, de 9 de mayo), los Sindicatos se estructuran en el nuevo marco constitucional como
agentes que operan no solo en el plan económico-profesional, desarrollando una función de
reequilibrio de las posición de fuerza contractual entre empresarios y trabajadores, sino como
instituciones fundamentales a través de las cuales se canaliza la participación democrática del
ciudadano/trabajador. La configuración de los Sindicatos como “organismos básicos del
sistema político” (STC 11/1981, de 8 de abril) determina pues que el horizonte de actuación
del Sindicato no se limita al campo de la lucha salarial y de las condiciones de trabajo y
empleo, sino que el campo de intervención sindical se amplía hacia el sistema político en su
conjunto, lo que se traduce en la asunción de espacios propios, tales como la negociación
generalizada con el Gobierno, el poder legislativo y los partidos políticos sobre la política
económica y social o los fenómenos de negociación legislativa y el recurso a medidas de
presión colectiva en defensa de los intereses en ella actuados.
En esta nueva realidad, el sindicato, que quiere expresar la identidad social de los ciudadanos
cualificados por una situación de desigualdad económica y social y que con su actuación
pretende nivelar progresivamente hasta hacerlo desaparecer ese desequilibrio social y de
poder, tiene un proyecto autónomo de sociedad y de las reformas del sistema que se deben
emprender, en una adecuada combinación entre objetivos a largo y a medio plazo. Es un
proyecto general, porque afecta a la ciudadanía social entendida en un sentido lo más amplio
posible, y reúne ante todo dos notas caracterizadoras de extraordinario relieve: autonomía
respecto del proyecto político de sociedad que sostiene el partido político, lo que implica
posiblemente amplias zonas de coincidencia pero que no excluye la posibilidad de disenso
puntual o de fondo con el programa del partido que conduzca a una relación conflictiva, e
independencia del proyecto sindical respecto de los procesos de representación política y sus
avatares, en el doble sentido de no subordinar el programa de reformas al éxito electoral de
las formaciones políticas más homogéneas ideológicamente con el enfoque sindical, ni de
poner a disposición de la labor de oposición política la fuerza erosionante del gobierno que
puede catalizar la acción reivindicativa sindical.

3. La actuación del modelo constitucional: Sindicatos, representatividad sindical y


audiencia electoral.
Esta nueva perspectiva inaugurada por la Constitución democrática de 1978 requería de la
existencia de un sujeto sindical ampliamente representativo de todos los sectores en los que
se proyecta la acción sindical. Se trataba pues de decidir cómo construir y seleccionar un
Sindicato que estuviese a la altura de la función institucional que se le asignaba desde la
Constitución en un contexto caracterizado por un sindicalismo acostumbrado a la
clandestinidad y a expresarse como movimiento, por una presencia no uniforme del Sindicato
en los diversos sectores de la producción y territorios del Estado y por la explosión de las siglas
sindicales, es decir, por un marcado pluralismo sindical tendencialmente disperso.
El criterio al que se acudió para proceder a la selección, entre todos los existentes, del
Sindicato que prefiguraba la Constitución fue el de la REPRESENTATIVIDAD SINDICAL, entendida
como criterio de verificación de la implantación material del Sindicato entre sus
representados, como especial y específica capacidad de éste de aglutinar y sintetizar los
dispares intereses individuales de los trabajadores que lo hace singular y diferente de los
demás, presupuesto de legitimación para erigirse en representante general del mundo del
trabajo. La representatividad se conforma pues, en primer lugar, como un criterio de selección
que permite la concentración de las opciones de representación en torno a sujetos realmente
representativos, preservando al mismo tiempo el pluralismo del sistema3.
La atribución de la especial posición jurídica derivada de la consideración de representativo del
Sindicato se hace depender de la AUDIENCIA ELECTORAL, es decir, de los resultados obtenidos por
cada Sindicato en las elecciones a los órganos unitarios de representación de los trabajadores
en la empresa. Estructurándose a partir del consenso obtenido entre los trabajadores (afiliados
y no) manifestado a través del voto en las elecciones sindicales, este criterio de medición de la
representatividad sindical – objetivo, cuantificable y verificable por parte de cualquiera -
termina exaltando el principio democrático sin interferir con el principio pluralista, ambos
principios ordenadores del orden constitucional establecido (art. 1.1 CE). A ello se añade su
carácter dinámico que permite medir periódicamente (cada 4 años) – y por tanto actualizar
constantemente – la real implantación de cada sindicato entre la generalidad de los
trabajadores.
Dos años después de la promulgación de la Constitución, este criterio se formaliza en el
Estatuto de los Trabajadores (ET en adelante) presentándose como la forma de seleccionar los
sujetos habilitados para la negociación colectiva de eficacia general o erga omnes en los
ámbitos supraempresariales. El resultado es la atribución a los sindicatos de un poder de
negociación que es proporcional al peso de su representatividad, es decir, al consenso
obtenido entre todos los trabajadores en las elecciones a los órganos de representación
unitaria en la empresa (y a los órganos correspondientes de las Administraciones Públicas).
Veremos más adelante como el riguroso control del respecto de los principios de
representatividad y mayoría (realizado por medio del necesario respecto de las reglas fijadas
en el ET para llevar a cabo la negociación colectiva) se justifica en razón de la necesidad de
asegurar que la atribución al convenio colectivo de eficacia personal general y eficacia jurídico-
normativa se corresponda a su negociación por parte de sujetos efectivamente
representativos de los intereses de los trabajadores en su conjunto.
Esta solución normativa se consolidó pocos años después en la Ley Orgánica de Libertad
Sindical (LO 11/1985 de 2 de agosto de Libertad Sindical – LOLS) a través de la cual se procedía
a regular el ejercicio del derecho fundamental de libertad sindical, tal como se consagraba en
el art. 28.1 CE. Sin embargo, en la LOLS, la representatividad sindical va adquiriendo una
funcionalidad añadida como mecanismo idóneo no sólo para seleccionar los sujetos
habilitados para la negociación colectiva de eficacia normativa y personal general, sino más en
general como instrumento para asegurar la gobernabilidad del sistema de relaciones laborales.
La representatividad se configura así como criterio para otorgar a ciertas organizaciones
sindicales y no a otras facultades de actuación adicionales que se añaden a las propias

3
Sobre la compatibilidad y la corrección constitucional de la selección de los Sindicatos en función de la
representatividad véase la STC 65/1982 de 10 de noviembre, con la que el Alto Tribunal aclara como “la
existencia de un sistema de pluralismo sindical que tiene su origen en la libertad sindical del art. 28.1 CE
y responde en su concreta configuración a un proceso electoral de tipo proporcional, trae consigo la
existencia de una multiplicidad de centrales sindicales y plantea el problema de determinar a cuáles de
estas ha de corresponder la representación de intereses de los trabajadores, que sería notablemente
mermada en su eficacia si se atribuye por igual a todos los Sindicatos existentes”. Así, si es cierto que
tanto el art. 28.1 como el 14 CE proporcionan los límites y condiciones a los que deben de sujetarse los
criterios de representatividad para su convalidación constitucional, “la promoción del hecho sindical y la
eficaz y efectiva defensa y promoción de los intereses de los trabajadores [art. 7 CE] (…) pueden mal
lograrse por una excesiva atomización sindical y la atribución de un carácter absoluto al principio de
igualdad de trato (...) y del libre e igual disfrute del derecho reconocido en el art. 28.1 CE” (STC
188/1985, de 18 de diciembre).
derivadas del reconocimiento de la libertad sindical (derecho de auto-organización y acción
colectiva)4.
Entre todas ellas, se destacan las siguientes:
- la PARTICIPACIÓN INSTITUCIONAL, es decir, la capacidad de las organizaciones sindicales
más representativas de erigirse a representantes generales de la clase trabajadora
ante las Administraciones Públicas. Si embargo, a la hora de interpretar lo que había
que entender por participación institucional a efectos de la LOLS, el TC se ha acogido a
una noción restrictiva y orgánica de la misma, entendida como integración del
sindicato más representativo en los organismos públicos, de carácter estatal o de
Comunidad Autónoma, que la tengan prevista. La consecuencia ha sido la
imposibilidad de configurar en términos de derecho de participación institucional, la
participación sindical en órganos (comisiones, comités, etc.) creados por la misma
autonomía colectiva que, en cuanto ajenos por completo a la estructura orgánica del
Estado, “no constituyen manifestaciones de participación institucional” (STC 38/1986,
de 31 de marzo). El resultado final de esta operación ha sido cierta “privatización” del
intercambio político en el que se cifra la participación sindical en los procesos
informales de concertación y diálogo social, reconducidos a la lógica del intercambio
negocial, con la consecuencia de no poder configurar la participación sindical en
funciones públicas y semipúblicas como una facultad asociada a la “singular posición
jurídica” asociada a la consideración de sindicato más representativo. De ahí que el
gobierno político de las relaciones económicas y sociales se configure en el
ordenamiento español como actividad ejercitable de manera discrecional por parte de
Gobierno que cuenta formalmente con amplios márgenes de discrecionalidad a la hora
de seleccionar sus interlocutores sociales y, más en general, como actividad de
definición de las políticas públicas que presupone la previa aceptación del marco
general, los objetivos y las propuestas de esta concertación por parte sindical. Ello no
ha impedido que, en determinados momentos político-institucionales, los agentes
sociales tomasen mayor protagonismo en la elaboración de las estrategias de gobierno
de las relaciones industriales y laborales de forma más independiente y autónoma con
respecto a las opciones políticas del Gobierno en funciones.
- la posibilidad de PARTICIPAR EN LOS SISTEMAS NO JURISDICCIONALES DE SOLUCIÓN DE CONFLICTOS
DE TRABAJO (es decir, en sistemas creados y generados por la propia negociación
colectiva y a la facultad de convocar elecciones para los órganos de representación
unitaria, sin que ello altere la posibilidad de cualquier Sindicato, al margen de su
representatividad, de participar en las mismas presentando su candidatura),
- la HABILITACIÓN PARA EJERCER EL DERECHO DE NEGOCIACIÓN COLECTIVA EN LOS TÉRMINOS PREVISTOS
EN EL ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES, es decir, la legitimación para negociar convenios
colectivos de eficacia normativa y personal general, sin que ello implique la negación
del principio de autonomía colectiva reconocido a cualquier Sindicato (art. 37.1 CE), al
margen de su representatividad, que por tanto tendrá acceso a la negociación
colectiva común de eficacia personal limitada;
- el DERECHO DE PROMOVER ELECCIONES PARA DELEGADOS DE PERSONAL Y COMITÉ DE EMPRESA y
órganos correspondientes de las AA.PP, aunque en aplicación del derecho de libertad
sindical, cualquier sindicato podrá participación en las mismas aunque no haya
conseguido la consideración de sindicato representativo (infra).

4
Se trata de una opción de política del derecho cuya compatibilidad con los principios constitucionales
ha sido confirmada por la STC 98/1985.
4. Los niveles de representatividad sindical.
La representatividad sindical se gradúa en la norma en tres fases. En primer lugar se fija un
umbral de acceso a la condición de Sindicato representativo en un sector o territorio
determinado si se obtiene un 10% del número de representantes elegidos en el mismo. Este
umbral del 10% implica la condición de Sindicato representativo. Sobre esta condición, la LOLS
delimita una posición jurídica más fuerte para aquellos Sindicatos que hayan obtenido un score
electoral del 10% en todos los sectores y territorios del Estado español, posición que denomina
mayor representatividad de ámbito estatal. Finalmente, se fijan reglas especiales para la
mayor representatividad de Comunidad Autónoma, consistentes en un 15% de audiencia
electoral y una densidad mínima de representación basada en la cantidad de al menos 1.500
delegados.
Si se analizan los términos de los cuadros siguientes, correspondientes a los resultados de la
representatividad sindical para el año 2011, se puede comprobar la concentración de los
resultados electorales en torno a las dos opciones del sindicalismo confederal español: CC.OO
y UGT (se habla en este sentido de bisindicalismo en el sistema sindical español).

CUADRO 1

Representatividad sindical
(1 de enero 2011) Total representantes electos:342.903 /8,7 millones
trabajadores representados (56% representación)

CCOO 134.044 39,1 %

UGT 126.793 37,0 %


USO 10.967 3,2%
CSI-CSIF 8.596 2,5%
CGT 4.945 1,4%
No sindicales 6.948 2,0%
FSIE 3.398 1,0 %
CEMSATSE 563 0,2 %

Un segundo dato relevante es la escasa presencia de las candidaturas que no se hallan


recogidas o encuadradas en una lista sindical. Los llamados “no afiliados” no llegan al 2% del
total de los representantes, lo que avala la implantación de la forma sindical como vehículo de
representación colectiva de los trabajadores y empleados públicos en España.
Un tercer punto interesante es señalar que salvo USO (Sindicato histórico, constituido a finales
de los años 50 del siglo pasado, procedente de los ambientes católicos obreros) y CGT (de
inspiración anarquista), que se configuran como Confederaciones “Generales”, el resto de los
Sindicatos representativos son Sindicatos que limitan su campo de aplicación a un sector
determinado de trabajadores, especialmente en el sector público, bien a nivel general como
sindicalismo limitado a los empleados públicos (CSIF), bien como sindicalismo sectorial en
enseñanza o sanidad. Es decir, el sindicalismo representativo residual se inserta
fundamentalmente en el sector público, lo que implica una mayor pluralidad sindical en el
empleo público y especialmente en enseñanza y sanidad.
El otro punto de atención lo constituyen los resultados de la audiencia electoral de los
Sindicatos de Comunidad Autónoma.
CUADRO 2

Representatividad sindical 2011


(Comunidades Autónomas)

ELA - 7.885 40,3 % 1.373 21,1 %


STV Euzkadi Navarra
LAB 3.176 16,2% 817 12,6%
Euzkadi Navarra
CIG 5.701 27,5 %
Galicia
Intersin 1.157 7,8 %
dical Canarias
Canaria

Otra característica peculiar del sistema español es pues la existencia de sujetos sindicales que
asumen como elemento central de su estrategia y programa de acción la identidad nacional.
Estos sindicatos, que cuentan con una referencia política en algún partido nacionalista,
entienden que la defensa de los trabajadores se realiza de forma más eficaz en el ámbito de la
comunidad nacional de la que se reclaman representantes. Se trata de una aplicación del
principio básico de territorialidad estatal de los Sindicatos como espacio “natural” del ejercicio
de la actividad que se traspone al ámbito de la Nación sin Estado que se reivindica. El problema
del Estado unitario y su crítica tiene por consiguiente su repercusión en el espacio sindical
español. La configuración de la Comunidad Autónoma como un terreno de autonomía política
plantea la posibilidad teórica de crear marcos autonómicos de relaciones laborales
yuxtapuestos – no necesariamente contrapuestos, por tanto - al modelo estatal de los mismos.
En este diseño, el sindicalismo autonómico cumple por tanto una función determinante.

5. Fuentes heterónomas de la representación sindical.


De lo hasta aquí dicho resulta evidente el papel central desempeñado por el legislador – in
primis, el legislador constitucional - en (la normalización democrática a través de) la promoción
del sindicato y de su efectiva implantación en la sociedad española. Ya hablamos de la especial
posición jurídico-institucional asignada a estas organizaciones sociales desde la Constitución,
que las equipara, en cuanto a trascendencia en la configuración del modelo de Estado y de
sociedad (Título Preliminar CE) a los partidos políticos (art. 6 CE), asignándoles el papel de
instituciones portadoras de un proyecto de transformación democrática de la sociedad y
cometidos relacionados con la gestión de asuntos de interés general.
También central en la reconstrucción sobre bases democráticas del modelo sindical español ha
sido el papel jugado por la jurisprudencia, y por la jurisprudencia constitucional en particular,
que se ha encargado en no pocas ocasiones de adecuar la legislación vigente a los valores y
principios constitucionales, aunque no siempre con la intensidad esperada.
Expresión paradigmática de la intervención promocional del Estado en función de la necesidad
de fomentar el fenómeno sindical y su real implantación en las empresas y en los lugares de la
producción fue (y sigue siendo) la promulgación de la LOLS en su calidad de instrumento
normativo de definición de las modalidades de ejercicio del derecho fundamental de libertad
sindical del art. 28.1 CE y de sus garantías. Partiendo de la premisa de que la consagración de
la libertad sindical comprende “inexcusablemente aquellos medios de acción que contribuyen
a que el Sindicato pueda desenvolver la actividad a que está llamado desde el propio texto
constitucional” (STC 39/1986, de 31 de marzo), la LOLS intervino no solo para regular los
aspectos más propiamente orgánicos del derecho, sino también su contenido, individual y
colectivo, de actividad, sin descuidar su proyección en la empresa.
A la actuación promocional de la LOLS se añade la intervención reguladora del ET (Título II) que
se encarga de disciplinar tanto los aspectos orgánicos de la representación unitaria de los
trabajadores en los lugares de trabajo (composición de los órganos, reglas para su constitución
en las empresas o centros de trabajo, procedimiento electoral, etc.) como del conjunto de
funciones, facultades y garantías de los representantes electos. Es de destacar también la
importante juridificación que la norma estatutaria lleva a cabo en materia de definición de las
reglas que han de presidir al proceso de negociación colectiva (selección de los sujetos
habilitados, estructura, composición y funcionamiento de las mesas de negociación,
procedimiento y contenidos de la negociación, solución de los problemas derivados de la
concurrencia conflictiva entre productos negociales de ámbito diferente, etc.) cuyo
escrupuloso respecto se premia con el otorgamiento al producto de la negociación de una
eficacia normativa equiparable a la propia de la ley y de una eficacia personal erga omnes.

6. Perfil institucional europeo.


La presencia de un fuerte movimiento sindical clandestino durante el franquismo, perceptible
de forma evidente a partir de los años 60 del pasado siglo, y de manera ya extendida y muy
visible socialmente durante el tardo franquismo, impulsaba en sus plataformas reivindicativas
el reconocimiento de la libertad sindical, las libertades democráticas y la amnistía frente a las
condenas penales, despidos y sanciones producidos en el ejercicio de una acción sindical
prohibida por la dictadura. En ese contexto, la inserción en una organización internacional
sindical era un elemento que favorecía el ansia de libertad y democracia sindical y política y
que aseguraba una cierta protección en los supuestos de represión sobre los miembros de
éstas al garantizar la solidaridad internacional contra la misma. Cuando se fundó la CES en
1973, formaron parte de la misma la UGT y ELA-STV, ésta última pese a que tradicionalmente
se entendía que la pertenencia a la confederación europea se realizaba por centrales sindicales
con implantación en un estado determinado, y ELA sólo representaba a los trabajadores de
una nación sin estado, Euzkadi. El otro gran sindicato español, CCOO, emprendió desde su
legalización en 1977, una larga marcha hacia su ingreso en la CES, haciendo valer no sólo su
reconocimiento estatutario de un principio de autonomía, sino que no se había afiliado a la
FSM, pese a lo cual sólo consiguió su objetivo a finales de los años 80. Ya en los últimos años,
se ha incorporado también a la CES la confederación sindical USO, de origen cristiano, de
representatividad minoritaria (ver supra cuadro 1 sobre resultados audiencia electoral).
Es decir, que las dos centrales sindicales más representativas a nivel estatal, la confederación
sindical más representativa del Pais Vasco, y una confederación sindical de escasa
representatividad son los componentes de la CES en España. Se puede por consiguiente
concluir que hay una inserción importante del sindicalismo español en el nivel europeo, en
torno a un 80% de la audiencia electoral, que se corresponde con un porcentaje semejante en
cuanto a trabajadores afiliados.
La inserción europea de los sindicatos españoles es doble. La participación se verifica en tanto
que confederaciones nacionales directamente como miembros de la CES, pero de manera
indirecta, forman también parte de las muy decisivas federaciones europeas de sector. Esta
segunda opción es sobre todo real para las federaciones de rama de UGT y de CCOO, puesto
que son estas las que participan en estas federaciones en razón de su mayor audiencia
electoral, y en función asimismo de su mayor presencia en los comités de las grandes
empresas y en especial las empresas y grupos de empresas de dimensión comunitaria.
En el plano de los hechos, sin embargo, la presencia de las confederaciones es más decisiva en
la actividad de la CES que la actividad desplegada en las federaciones europeas por las
federaciones sectoriales de UGT y CCOO, que vuelcan su trabajo sindical en la actividad de las
empresas transnacionales y en la participación en los comités de empresa europeos en el seno
de la Federación europea correspondiente. No hay cláusulas de reserva en los estatutos
sindicales a favor de la competencia en la toma de decisiones vinculantes para el sindicato o
confederación nacional, por lo que no existe en este punto un problema legal o estatutario,
sino que todo se traslada al espacio de la acción sindical.
La atención a la dimensión sindical europea por parte de los dos sindicatos más
representativos españoles en el nivel estatal-nacional, ocupa una buena parte del programa y
la estrategia de los mismos, seguramente en mayor medida que otros sindicatos europeos,
muy cerrados todavía en su propia realidad nacional, que coincide por otra parte con la
tendencia general a una “renacionalización” de la Unión Europea. No en vano en los últimos
años, desde el congreso de Sevilla al Congreso de Atenas de la CES, esta confederación
europea ha tenido como presidente a dos secretarios generales de los dos sindicatos
mayoritariso españoles, Cándido Méndez primero, de la UGT y, actualmente, Ignacio
Fernández Toxo, de CC.OO.
En los congresos de estas confederaciones, una importante parte de las ponencias presentadas
para su aprobación por el mismo, se refieren a la dimensión europea del sindicato y al
programa de acción en este ámbito, aunque todavía se siguen situando en el espacio relativo a
la acción internacional del sindicato, no adquiriendo por consiguiente una dimensión
autónoma o específica.
Por otra parte, la actuación internacional – no sólo europea – de los dos grandes sindicatos
españoles es particularmente notable en el plano confederal. Es reconocido el papel muy
activo en la propia construcción de la Confederación Sindical internacional en Viena, en el
2006, y en la adopción del 7 de octubre como fecha para reivindicar el trabajo decente a nivel
global. La acción sindical hacia Europa y hacia Latinoamérica es por tanto un hecho adquirido
en la práctica sindical de CCOO y de UGT.
En el sindicalismo español, en el que la dimensión confederal es especialmente relevante, y
donde desde 1988 de forma ininterrumpida – y acelerada en los últimos tiempos – ambos
sindicatos representativos actúan en unidad de acción, la relación con la CES es relativamente
fácil y asequible. El problema no debe por tanto fijarse en el acceso y en la participación en la
toma de decisiones, sino en los complicados equilibrios que la CES debe realziar entre los
diversos tipos de “sindicalismos” europeos, y la dificultad que encuentra para adoptar
decisiones vinculantes de manera general y permanente.
Los últimos acontecimientos a raíz de las políticas de austeridad programadas por la Comisión
y el BCE con el auxilio del FMI, han puesto de manifiesto la complejidad del proceso de toma
de decisiones y lo difícil que resulta “transformar” los sucesivos conflictos nacionales en que se
resuelve la política europea de austeridad y las medidas antisociales correspondientes en un
conflicto europeo, aunque a partir del Congreso de Atenas (2011) y del cambio del equipo
dirigente de la CES, se ha podido comprobar una mayor capacidad de respuesta y de
coordinación de acciones y de presencia sindical europea. Se espera sin embargo movimientos
más contundentes y unitarios en este sentido, como la convocatoria de una jornada de lucha
europea para noviembre de 2012. Los sindicatos españoles son quienes están presionando de
forma muy neta por la adopción de una decisión de la CES en este sentido., para lo que se
requiere un consenso básico entre el sindicalismo del centro-norte de Europa, del sindicalismo
insular, y de los sindicatos del Sur y del Este.
Estos procesos, que está acelerando la crisis y la imposición de las políticas restrictivas de los
servicios públicos y de los derechos laborales y sociales, plantean la posibilidad de construir en
los hechos, en paralelo a la estructuración institucional ya conocida – una dimensión sindical
europea con capacidad para demandar y obtener un momento constituyente democrático y
federal para Europa a la vez que se rediseña y vigoriza el marco social de la Unión Europea
como elemento inseparable de la ciudadanía democrática europea.
La atención a la dimensión sindical europea por parte de los dos sindicatos más
representativos españoles en el nivel estatal-nacional, ocupa una buena parte del programa y
la estrategia de los mismos, seguramente en mayor medida que otros sindicatos europeos,
muy cerrados todavía en su propia realidad nacional, que coincide por otra parte con la
tendencia general a una “renacionalización” de la Unión Europea. No en vano en los últimos
años, desde el congreso de Sevilla al Congreso de Atenas de la CES, esta confederación
europea ha tenido como presidente a dos secretarios generales de los dos sindicatos
mayoritariso españoles, Cándido Méndez primero, de la UGT y, actualmente, Ignacio
Fernández Toxo, de CC.OO.
En los congresos de estas confederaciones, una importante parte de las ponencias presentadas
para su aprobación por el mismo, se refieren a la dimensión europea del sindicato y al
programa de acción en este ámbito, aunque todavía se siguen situando en el espacio relativo a
la acción internacional del sindicato, no adquiriendo por consiguiente una dimensión
autónoma o específica.
Por otra parte, la actuación internacional – no sólo europea – de los dos grandes sindicatos
españoles es particularmente notable en el plano confederal. Es reconocido el papel muy
activo en la propia construcción de la Confederación Sindical internacional en Viena, en el
2006, y en la adopción del 7 de octubre como fecha para reivindicar el trabajo decente a nivel
global. La acción sindical hacia Europa y hacia Latinoamérica es por tanto un hecho adquirido
en la práctica sindical de CCOO y de UGT.
En el sindicalismo español, en el que la dimensión confederal es especialmente relevante, y
donde desde 1988 de forma ininterrumpida – y acelerada en los últimos tiempos – ambos
sindicatos representativos actúan en unidad de acción, la relación con la CES es relativamente
fácil y asequible. El problema no debe por tanto fijarse en el acceso y en la participación en la
toma de decisiones, sino en los complicados equilibrios que la CES debe realziar entre los
diversos tipos de “sindicalismos” europeos, y la dificultad que encuentra para adoptar
decisiones vinculantes de manera general y permanente.
Los últimos acontecimientos a raíz de las políticas de austeridad programadas por la Comisión
y el BCE con el auxilio del FMI, han puesto de manifiesto la complejidad del proceso de toma
de decisiones y lo difícil que resulta “transformar” los sucesivos conflictos nacionales en que se
resuelve la política europea de austeridad y las medidas antisociales correspondientes en un
conflicto europeo, aunque a partir del Congreso de Atenas (2011) y del cambio del equipo
dirigente de la CES, se ha podido comprobar una mayor capacidad de respuesta y de
coordinación de acciones y de presencia sindical europea. Se está trabajando en la
consecución de movimientos más contundentes y unitarios en este sentido, como la
convocatoria de una jornada de lucha europea para el 14 de noviembre de 2012. El éxito de lo
que se denominó una “huelga europea”, que sin embargo afectó fundamentalmente a los
países del sur, pero con una agitación importante de los sindicatos de otros países del centro
de europa – Bélgica, Holanda, Alemania de manera muy clave – ha hecho que se esté
preparando otra acción sindical unitaria europea contra las políticas de austeridad para marzo
de 2013. Los sindicatos españoles son quienes están presionando de forma muy neta por la
adopción de una decisión de la CES en este sentido., para lo que se requiere un consenso
básico entre el sindicalismo del centro-norte de Europa, del sindicalismo insular, y de los
sindicatos del Sur y del Este.
Estos procesos, que está acelerando la crisis y la imposición de las políticas restrictivas de los
servicios públicos y de los derechos laborales y sociales, plantean la posibilidad de construir en
los hechos, en paralelo a la estructuración institucional ya conocida – una dimensión sindical
europea con capacidad para demandar y obtener un momento constituyente democrático y
federal para Europa a la vez que se rediseña y vigoriza el marco social de la Unión Europea
como elemento inseparable de la ciudadanía democrática europea.

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