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EXPLICACION

DE LAS QUATRO PARTES

DE LA

D O CTM ZJSTA CMM ISTIANA;

Ó INSTRUCCIONES DOGMÁTICO - MORALES

EN QUE SE VIERTE

TODA LA DOCTRINA DEL CAT3£ISM0 ROMANCE

SE AMPLIAN LOS DIFERENTES PUNTOS QUE EL MISMO CA


TECISMO REMITE Á LOS PÁRROCOS PARA SU EXTENSION;
Y SE TRATAN DE NUEVO OTROS IMPORTANTES.

POR EL R. P. M. FR. PLÁCIDO RICO FRONTAURA, ASAD


DEL REAL MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE OÑA
DE LA CONGREGACION DE SAN BENITO
DE ESPAÑA.

TOMO I.

MADRID
en la Imprenta de Don Benito Cano.
Año de z 796.
]
PROLOGO.

-T^Lunque las cosas invisibles de Dios se dexan


conocer , como dice el Apóstol (a), por ¡as cosas vi-
sibles que ba becbo , las quales nos representan su
eterno poder y su divinidad , y nos sirven como de
escalones para elevarnos á su conocimiento ; sin em
bargo es cierto que los juicios de Dios son incom
prehensibles , é inapeables sus modos de gobernar sus
criaturas. ¿Porque quién ba conocido los designios de
Dios , ó quien ba entrado en el secreto de sus con
sejos , dice el mismo Apóstol (b) ? Si el hombre por
la contemplación de las criaturas se eleva ai cono
cimiento del Criador, y llega á convencerse de al
gunas de sus perfecciones, es preciso que eche de
ver al mismo tiempo que el Señor habita en una luz
inaccesible , y que no puede penetrar sus mysterios
el que vive en la región de las tinieblas, si el Se-
üor no le ilumina.
Dios solo en efecto puede enseñarnos las inefa
bles maravillas que oculta en su seno} descubrir
nos sus libres voluntades; manifestarnos las riquezas
de la gloria del gran Sacramento en las gentes, que
es Christo (c), fixar los homenages que exige de noso
tros , y prescribir las reglas y condiciones con que
debemos servirle ; á lo quai ningún estudio huma
no podría arribar. Por esto el benignísimo Dios
proporcionándose á nuestras necesidades , desde
el
{a) Rom. I. 20. {b) Román. 11.34. (c) Colos. i. 27.
r Ü2
el principio del mundo habló á nuestros Padres en
diferentes tiempos y de diversas maneras por los Pro
fetas , y en fin nos ha hablado á nosotros en estos
últimos dias por su proprio Hijo (a), mandando con
una voz venida del Cielo desde el trono de su glo
ria , que iodos le oyesen, y obedeciesen sus man
damientos. El nos habia prometido, que enviaría al
Doctor de la justicia para luz de las gentes y
qútfuese su salud hasta los extremos de la tierra (t)}
y eri cumplimiento de esta promesa ha dado á su
Hijo á las naciones por Maestro y guia (d), para des
cubrirlas las verdades que habia bebido en el seno de
su Padre. Pues como la fe se concibe por el oido (e}9
no sé podría conseguir la perfecta instrucción de las
gentes sin el ministerio fiel de un Maestro legítimo,
que' substituyese la gracia y la verdad de los rnys-
terios de Dios á la ley dada por Moyses (f). Por
que ¿cómo oirán \ si no se les predica? ¿M' cómo pre
dicarán si no son enviados (g)? Y de aquí es, que des
pués de haber prédicado el mismo Jesu-Christo la
palabra de Dios en cumplimiento de su misión , en
vió á sus Apóstoles , y les encargó que enseñasen á
todos los pueblos de la tierra (h). Así como mi Padre
me ha enviado , les dixo, asi también os envió yo (i):
es decir: asi como el Padre me ha enviado no sola
mente á enseñar á los hombres y conducirles á la
salud , sino también para establecer Ministros en
cargados de exercer en mi Iglesia estas funciones,
I > • . .' . . ... ' asi

(a) Hebr. i. i. (b) Joel. 2. (c) ísai. 49. 6. (d) Isai. 5J.
(<?) Rom. 10. (f) Joan. 1. 14. 16. seq. (¿) Rom. 10.
(tí) Math. 28. ij. (») Joan. 20. 21.
III
asi os envió yo , y os doy potestad para que -las
exerzais también vosotros , y perpetuéis el ministe
rio en la Iglesia , comunicando á otros por la im
posición de las manos la misma potestad que habéis
recibido de mí. Y para que los pueblos recibiesen
su palabra no como de hombres , sino como de Dios,
autorizó su misión diciéndoles: el que os oye , me oye,
y el que os desprecia, me desprecia (a); lo qual se de
be entender no solo de aquellos con quienes habla
ba , sino también de todos los que por legítima suce
sión habian de exercer después el cargo de enseñar,
porque á todos prometió que estaría siempre con
ellos hasta el ñn del mundo ib). Es pues necesario
que se sucedan unos á otros los Ministros de la pala
bra para que conserven el depósito de la fe , traba
jen en la consumación de la grande obra de la santi~
ficacion (c) de los hombres, impidan al pueblo que se
dexe ir á la seducción del error, ó á la incertidumbre
de las opiniones humanas , y les contengan en la piedad
y Religión^ y esto no por algún tiempo determinado,
sino hasta que lleguemos todos á la unidad de una mis
ma fe y un mismo conocimiento del Hijo de Dios , ai
estado de hombre perfecto, á la medida de la edad y
plenitud , según la qual Jesu-Cristo debe ser for
mado en nosotros', esto es, hasta la consumación de
los siglos.
Desde el nacimiento mismo de la Iglesia ; aurr en
aquellos dias felices , quando el espíritu del Cris
tianismo brillaba en todo su esplendor, y los Chris-
tianos permanecian firmes á toda prueba en la profe
sión
(a) Luc. io. (¿) Math. 28. (r) Ephes. 4. 8. seq.
IV
sion de la Religión de Jesu-Chrisro , se echó de ver
claramente la necesidad indispensable de la predi
cación de la palabra, no solo para instruir y animar
á los fieles , sino también para conservar la pureza de
la fe una vez encomendada á los Santos (a). Y por
tanto San Pablo exhortaba á Timoteo á que guardase
el buen depósito {b) , porque amenazaban á la Iglesia
de Dios tiempos peligrosos (c), por haber en ella
hombres perversos {d) y seductores, de quienes se
sirve el tentador maligno para pervertir á las al
mas incautas con errores contrarios á la verdad Evan
gélica.
Y efectivamente sé puede decir, que en la suce
sión de los tiempos nunca ha cesado este inexorable
enemigo de suscitar profetas falsos, que siembran
atrevidamente doctrinas varias y peregrinas, que aun
que opuestas entre sí, todas sin embargo conspiran á
manchar, según pueden, la pureza de la fe católica:
y de estos decia el Señor: To no les enviaba, pero
ellos corrían. No les hablaba yo, mas ellos predica
ban (e).
Pero si los Ministros del Señor debieron siempre
velar como centinelas de Israel, predicar, argüir,
instar oportuna, é importunamente; ¿qué deberán ha
cer en estos últimos tiempos, en estos desgraciados
tiempos, en que no parece sino que todas las potes
tades del infierno se han desencadenado, y reunido sus
fuerzas para perseguir la verdadera Religión? La Igle
sia, esta viña plantada por la mano del Señor, se ve ro-
dea-
(*) Jud. 3. (¿) II. Tim. r. (c) Ibid. 3. (¿) Ibid.
(?) Jerem. 23.
V
deada de enemigos, que la acometen y ataltan, destru
yen su cerca , y la abandonan á que los pasageros la
vendimien (a). Los java/íes han salido de la selva pa
ra talarla, y bestias feroces han devorado sus frutos.
Los enemigos del Señor han incendiado y destruido su
herencia. Su fuerza consiste en las máximas impias
que esparcen, y como estas favorecen á las pasiones,
m todas partes hacen prosélitos que se apresuran
por alistarse baxo los estandartes de la libertad , ó
libertinage. Nosotros hemos visto á una de las Na
ciones mas grandes separarse escandalosamente de la
Comunión Romana ; y acaso no hay Reyno alguno
christiano,en donde no haya intentado introducirse
la incredulidad que domina en Francia: de suerte que
la Esposa de Jesu Christo se halla en el dia ennegre
cida por el sol, porque los hijos de su Madre, sus pro
pios hijos, combaten contra ella. ¿Qué barrera pues se
deberá oponer áeste torrente de infelicidades?
Penetrados de dolor los Padres del Concilio de
Trento á vista de los males que en aquellos tiem
pos sufría la Iglesia, juzgaron, que no era bastante
definir contra los hereges los puntos mas graves de
la doctrina católica , sino que además de esto les pare
ció preciso hacer un formulario y método de instruir al
pueblo christiano en los rudimentos de la fe, á el qual
se debiesen arreglar todos los que exercen en la Igle
sia el cargo de legítimo Pastor y Maestro. T á este fin
tuvieron por conveniente , que por autoridad del santo
Concilio se compusiese un libro de donde ¡os Párrocos
puedan tomar reglas ciertas para la edificación de los
fieles j y para que así como es uno el Señor, y una la fe,
así
(a) Ps. 79.
VI
así también sea una y común á todos la norma y modo
de instruir al pueblo christiano en los rudimentos de
lafe, y en los demás oficios de virtud y piedad (a):
y este libro es el Catecismo que llaman del Conci
lio , porque contiene su fe, y se ha compuesto de or
den suya. Y para facilitar mas la execucion de este
designio , los Pares del mismo Concilio encargáron
á los Señores Obispos, que cuidasen mucho de la ver
sión del Catecismo en lengua vulgar, y de que todos
los Párrocos instruyesen por él al pueblo : jQuam
{cathechesim) Episcopiin vulgarem linguamfideliter
verti, atque á Parocbis ómnibus populo exponi cura-
bunt (b). Este ha sido el saludable remedio, que la
Iglesia creyó mas oportuno, para preservar á sus
hijos del contagio del error, y de las divisiones intes
tinas que habia entre ellos , á causa de la zizaña que
el enemigo común habia sembrado entre el trigo. ¿Se
podrá pues omitir al presente su aplicación y uso, ha
biéndose aumentado visiblemente la incredulidad, y
el peligro de seducción?
Sin embargo se observa con dolor, que el amor
& la novedad , dice el Papa Clemente XIII , casi ha
desterrado ya en estos tiempos de las manos de los
Párrocos este libro compuesto con mas que mediano
trabajo y desvelo , aprobado por el consentimiento de
todos , y celebrado con sumos elogios , aplaudiendo
ya unos, ya otros Catecismos , de ningún modo dignos
de ser comparados con el Romano : de donde han dima
nado dos males $ el uno , haberse como desvanecido
aquella uniformidad de observar un mismo método en
la
[a) Prooem. Cath. Rom. n. 8. (¿) Sess. 24. de Rcform. c. 7.
_ VlV
la enseñanza , y con esto se dió álos'peqüeTmeks algún '
género de escándalo, parecíéndoles que ya no morm
en tierra de un mismo idioma y lenguage: el otro , ha
berse originado de los varios y diversos modos de en- '
señar contiendas y disensiones (que es la cosa mas per
niciosa ) , capaces de extinguir los frutas que es razón
perciban losfieles de la enseñanza christiana. Por tan
to , para desterrar estos dos males de la Iglesia, he
mos creído deber volver á aquel estado, de qu¿ al
gunos con consejo poco prudente , y otros ¡levados
de su soberbia , por jactarse de mas sabios en la
Iglesia , habían apartado tiempo ha al pueblo fiel:
y resolvimos poner de nuevo en manos de los Curas
de almas el mismo Catecismo Romano , para que del
mismo modo con que antiguamente fue confirmada la
fe católica , y fortalecidas las almas de los fieles en
la doctrina de la Iglesia, que es la columna de la ver
dad {a), sean también ahora por el mismo camino apar
tadas , quan lejos se pudiere , de las opiniones nue
vas, á las quales ni favorece el unánime sentir, ni
la antigüedad. Mayormente quando el Catecismo Ro
mano abraza toda la doctrina en que es menester ins
truir á los fieles , y que con palabras muy claras y
distintas se propone esta misma doctrina para el fia
de enseñarla públicamente al Pueblo (b).
Tales han sido las piadosas recomendaciones con
que la Iglesia deseosa siempre de la unidad , ha ex
hortado y recomendado altamente á todos los Pár
rocos del Orbe católico el uso del Catecismo Ro-
ma-

[a) "L Tim. 3. [b) InBrer. ed. pcstrid. ¡d. Jun. acu 1761. J
Tom. I. 9
VIII
mano (a). Nosotros, á la verdad , no podemos ménos
de alabar el zelo santo con que á porfía se ha tradu
cido á nuestra lengua este precioso libro en cumpli
miento de una parte del decreto del Concilio Triden-
tino$ ¿pero se ha obedecido igualmente á la otra par
te del mismo decreto, esto es, se ha conseguido por
este medio que los Párrocos expliquen por él al pue
blo la doctrina cristiana? No advertimos al con
trario con mucho dolor, que se prefieren otros libros,
que no son dignos- de ser comparados con el Catecismo,
ó por lo ménos que no tienen tanta recomendación y au
toridad como él? Para impedir, pues , quanto está de
nuestra parte esta injusta preferencia, hemos pensa
do en formar una obra muy acomodada , y la mas
á propósito para facilitar insensiblemente á los Pár
rocos el uso del Catecismo Romano. A este fin dare
mos vertida en ella toda la doctrina de dicho Catecis
mo, no seguidamente, porque esto mas bien seria
transcribir, que escribir de nuevo j sino con las in
terrupciones que pida el encadenamiento de los dis
cursos y el orden que nos hemos propuesto seguir en
ellos, para arribar á una explicaciom metódica de
las quatro partes en que dividiremos la doctrina
cristiana , y á qué se reduce ciertamente todo lo
que enseña la sagrada Escritura: y son el Credo ó
Símbolo de los Apóstoles , los Sacramentos, el Decá-
. ' lo*

- ( /) Brev. S. Pii V. ed. an. 1566. Bul. ejusd. ed. 6. idus Mart
ín. 1570. alia ed. 3. Kalend. Jun. an. 1569. alia ed. pridie idus Julii
an. 1570. Greg. XIII. in Brev. ed an. 1593. ^reg. XV. ap. Conc.
Aquileiense. Vide Conc. 4. Milán, sub S. Carol. bab. 1676. 3. p.
Conc. Qrem. hab. 1603. Tárant. bab. 1609. 1
logo , y la oración del Padre nuestro (a).
Pero como el Catecismo Romano no es mas, según
sus mismas expresiones que un método ó norma
para exponer al pueblo la doctrina christiana, los sa
bios varones que le compusieron remiten con freqüen-
cia á los Curas de almas á las puras fuentes de la Es
critura y de los Santos Padres, para que amplien y
extiendan por sí mismos dife remes puntos, que ellos
no hacen sino apuntar y tocar en él : y he aquí lo que
tal vez ha sido causa de que no se haya dado el de
bido cumplimiento á la segunda parte del sobredi
cho decreto del Tridentino, porque en realidad mu
chos Pastores no se hallan con todas las aptitudes ne
cesarias para desempeñar dignamente este encargo:
por lo qual hemos querido prevenirles este trabajo, y
darles estos mismos puntos ampliados y extendidos,
añadiendo al mismo tiempo muchas reflexiones, y aun
instrucciones enteras concernientes ya á la explica
ción del Dogma, ya á la reforma de las costumbres,
que procuraremos no perder jamas de vista : porque
creemos justamente que un Párroco no debe con
tentarse con ilustrar el entendimiento de los fieles, sin
inflamar también su voluntad 5 debe exponerles las
verdades de la fe, y hacérselas amables; mostrarles
la luz, y enseñarles el uso que deben hacer de ella
para conducirse á Dios, y rectificar sus acciones, de
suerte que sus instrucciones no deben ser puramen
te doctrinales, sino también morales. De este prin
cipio se deduce como naturalmente la obligación que
tienen los Párrocos de explicar á los fieles el Sántó
Evan-
(a) Prxm. Qtkec. n. 12. et 13. (b) Ib», u. 8.- •
b2
X
Evangelio, en el qual se nos enseña no solamente
el Dogma, sino también las reglas de Ja mas sana
moral: obligación, que nos ha inspirado el pensa
miento de proporcionar en alguna manera á los Cu
jas de almas el desempeño de ella, poniendo á lo últi
mo de esta obra los Evangelios de las Dominicas y
Fiestas principales de todo el año traducidos á nues
tro idioma, con las remisiones mas oportunas á los lu
gares de ella que digan relación con la materia del
Evangelio del día. Por lo demás el estilo será en todo
conforme á la naturaleza de los discursos ó instruc
ciones, y al fin que nos hemos propuesto en ellas. Sa
bemos que unas instrucciones doctrinales compuestas
para la enseñanza del pueblo exigen esencialmente un
estilo llano y sencillo, como el mas á propósito y aco
modado á la capacidad del común de los fieles, cuya
mayor utilidad debemos promover, y jamas nos apar
taremos de esta regla. Porque sea lo que fuere de la
delicadeza del gusto de algunos ilustrados del tiem
po, no hay duda que en semejante género de obras no
.tanto se debe atender á la belleza , quanto á la facili
dad y claridad de la expresión.
Felices nosotros, si los Curas de almas lograsen
por medio de nuestros trabajos instruir perfectamente
á los fieles, de suerte que puedan darse á sí mismos á
.Jo me'nos después de un cierto espacio de tiempo, el
testimonio tan lleno de consuelo que se daba el Após-
lol,, y de que tomaba á Dios por testigo, hablando á
los Sacerdotes de la Iglesia de Efeso {a), á saber,
que nada habia emitido en su instrucción de lo que les
i. era
{a) Actor. ;o. aq.
XI
«ra lítil, y con venia qué supiesen 5 y en esto creia
haber empleado bien los tres años, que habia con
sagrado enteramente á la instrucción de esta Iglesia.
Nada sin duda mas dulce para un Pastor que ha go
bernado algunos años una Parroquia, que el poderse
dará sí mismo un testimonio semejante. Felices noso
tros, vuelvo á decir, si contribuyésemos á este con
suelo, ayudando en su penoso trabajo á los Pastores
zelosos, y facilitándoles con nuestras instrucciones la
execucion de un designio tan importante para el bien
de las almas, de que están encargados.
Porque en efecto no pretendemos sino ayudarles
en el trabajo Pastoral, que miramos con el mayor res
peto, y en que deseamos tener parte , ó suplir lo
que no siempre les permite hacer la multitud de ocu
paciones en que les empeña la necesidad de la caridad
que les hace ser todas las cosas para todos.
No escribimos para instruirles 5 al contrario no
sotros quisiéramos aprender de ellos; sino para fa
cilitarles , como hemos dicho, la instrucción que el
Concilio de Trento quiere que den á los fieles que les
están encomendados, y á quienes son deudores, á
los pequeños como á los grandes, á los pobres como
á los ricos, á los ignorantes como á los sabios, y mas
que á los sabios. Nada hallarán de nuevo para ellos
en las instrucciones que han de componer esta obra$
ni las instrucciones en materia de Religión deben ha
cer mas que desenvolver y explicar la fe, y la ver
dad antigua , porque debemos huir en todo la novedad
aun en las voces , como San Pablo escribe á Timoteo.
Por tanto nada diremos en ellas que no sea tomado
de la Escritura, y de los Santos Padres, del Conci
lio
XII
lio de Trento, de su Catecismo, y de los Autores mas
clásicos que tenemos á mano: y esperamos que no
solamente sean útiles á los Párrocos para el desem
peño de su ministerio , sino también á los particula
res que quieran leerlas por sí mismos. Pero estamos
muy distantes de querer por esto apartarles de reci
bir las instrucciones christianas de boca de sus pro*
pios Pastores. Este es un ministerio privilegiado de
los Curas de almas, y el canal ordinario establecido
por Dios para la comunicación de la verdad, y la
luz. Los demás pueden muy bien ser sus Precepto
res , y ser también en gran número, mas no sus Pa
dres en Jesu-Crkto (a). Léjos de retraerles de sus Par
roquias, en donde el Pastor como Padre común dis
tribuye á sus hijos el pan de vida con sus instruccio
nes, las quales van acompañadas de la bendición par
ticular unida á su ministerio,- exhortamos encareci
damente á los fieles á que asistan á ellas con la mayor
freqüencia, siguiendo el orden establecido desde el
principio, y tan antiguo como la Iglesia misma, ó á
lo menos, como la distribución ó división del rebaño
de Jesu-Christo en Parroquias particulares. Recono
cemos lo mucho que contribuye esta práctica á la
reforma de las costumbres del pueblo, y deseáramos
que se promoviese quanto fuera posible. No obstante
todo esto, nuestras instrucciones podrán servir de lec
tura muy útil á los particulares , para traer á la me
moria las que hubieren oido de boca de sus Pasto
res j para suplir á las que no hubieren podido asistir
algunas veces ; y para entender con mas quietud y
re-
{a) I. Cor. 4. if.
XIII
feflexíonlas que no hubieren podido comprehender por
la rapidez con que muchas veces se pronuncian los
discursos.
Igualmente tenemos motivos para esperar, que
será muy útil á los padres y madres el hacer leer
estas instrucciones á sus familias, á quienes deben
instruir particularmente sobre las importantes ver
dades de la Religión , de que depende la salvación de
los que conducen, y de los que son conducidos. A la
verdad, es una cosa vergonzosa (a), según dice el Chry-
sóstomo, que empleándose tantos cuidados y des
velos para formar á los hijos en las ciencias, y dis
ponerles para los empleos humanos, se cuide tan
poco de conducirles á la virtud, la qual es mucho
mas difícil que todos los empleos, porque tiene mas
obstáculos interiores , y exteriores que vencer: y ved
abí la causa de que los hijos salgan perversos. Con
la lectura , pues, de estas instrucciones evitarán los
padres el que se pierdan sus hijos por la ignoran
cia de las verdades de la salud, y que sean del nú
mero de aquellos infelices que tomando las tinieblas
por Ja luz, y el mal por el bien, andan sin temor por
un camino que les parece recto, pero que les conduce á
la muerte (b)í y evitarán asimismo su propia perdi
ción, á que les conduciría la negligencia y descui
do de instruirles.
Pero (no puedo callarlo) se nos dice : ¿Qué ne
cesidad tiene el Reyno de esta Obra , ni qué utili
dad podrá sacar de ella? Habiendo ya tanta copia
de
(a) Líb. 3. adv. Opuga. Vit. moaatt. n. 4. et j.
(¿} Prov. 16. 25.
XÍV
de impresos sobre ías materias que nosotros quere
mos tratar producidos con el mayor primor, no de
bemos cometer Ja injusticia de fatigar al Público con
nuevos libros sobre unos mismos asuntos, y que no
tienen tanto mérito como los que están ya impresos.
Si para responder á esta objeción , y justificar el
designio de publicar esta obra, fuera necesario re
levar su mérito sobre las otras que corren ya impre
sas acerca de la misma materia, desde luego desis
tiríamos de nuestro empeño, y la suprimiriamos con
mucho gusto. Mas sin entrar en esta comparación, se
puede responder lo i.° Que no tenemos noticia de im
preso alguno en que se vierta la doctrina del Cate
cismo Romano, y se amplíen al mismo tiempo los di
ferentes puntos, que el mismo Catecismo remite á los
Párrocos para su extensión , lo qual se executa en es
ta Obra, á fin de facilitar á los Párrocos el uso del
Catecismo conforme á los deseos del Concilio de Tren-
to: asi que el designio de ella viene á ser totalmen
te nuevo, y por consiguiente la objeción fuera de
propósito. 2.0 Es indubitable , que la utilidad de los
libros no depende precisamente de su mérito real y
absoluto, es decir, de lo que tienen en sí mismos de
bueno y estimable; sino que depende también de la
proporción que tienen con el espíritu y disposiciones
de los lectores, lo qual se puede llamar mérito rela
tivo 5 pues sucede muchas veces, que los mejores li
bros por falta de esta proporción no son los mas úti
les. Y por esto deseaba San Agustín {a) , que se es
cribiesen muchos libros sobre unas mismas materias,
por-
(.í). De Trin. 1. x. c. 3. a. x.
XV
porque no debiéndose esperar qué unos mismos libros
agraden á todo el mundo, seria muy útil, que unos
fuesen leídos con gusto por unos, y otros por otros. .
Hay en los hombres diferentes luces, diferentes
inclinaciones, diferentes gustos, y diferentes preven
ciones que producen en ellos una prodigiosa diver
sidad de juicios, y de aquí nace que se agradan, se
fastidian , ó se enfadan de los libros por muy diver
sas razones sólidas, ó no sólidas, verdaderas, ó falsas;
y sucede á veces que para no leer un libro sea bas
tante el que haya diez años que se ha publicado, y
bo se hable ya de él en las conversaciones del mun
do. Que en esto haya mas de fantasía que de razón,
no es del casoj porque la razón y caridad dictan que
nos debemos acomodar á estas fantasías de los hom
bres, ó usar de cierta condescendencia con un defec
to, que no es posible remediar, siempre que se con
siga que la verdad pueda hallar entrada en el espíri
tu de todos los hombres , presentándose á ellos baxo
diferentes formas, de las quales unas agraden á unos,
y otras á otros.
No es, pues, necesario, quando se publica un es
crito, creer que sea mejor y mas ventajoso que los
otros ya impresos, porque esto seria una presunción
muy grande, y es bastante creer que puede ser propor
cionado con el espíritu de algunos Lectores, y serles
útil por esta proporción. Ni se condenan tampoco los
libros antiguos, quando se publican otros nuevos,
sino que se quiere suministrar un nuevo medio á los
que tuvieren gusto en leerlos de no ser privados de las
verdades que contienen. Dios no se estrecha á ilustrar
á los hombres únicamente por los caminos mas exce-
Tom. I. c len
XVI
lentes, sino que se sirve para esto dé muchos y muy
diferentes medios. Por tanto , sin preferir y aun sin
igualar los libros nuevos á los antiguos, es bastante
que haya lugar de creer que Dios se puede servir de
ellos para comunicar á algunas personas el conoci
miento y amor á las verdades que en ellos se encier
ran, para darlos sin temor al público. Consiguiente
mente todo lo que se puede alegar contra el mérito de
nuestra obra no nos debe detener, para darla á luz,
supuesto que no impide que debamos esperar que pue
de ser útil á los que la leyeren, y que asimismo la lean
con algún suceso, aunque ella no sea la mejor, por
que est quídam etiam in bujusmodi rebus fortuna'^
quídam merentur famam , quídam habent.
En fin aunque un Escritor está obligado á observar
diversas reglas respecto de Dios en la publicación de
sus libros, para que ésta le sea agradable } pero res
pecto de los hombres no hay propiamente sino una
que sea enteramente indispensable, y es que nada se
contenga en ellos que pueda dañar á quienes los leye
ren, corrompiendo su espíritu con máximas pernicio
sas, y esto es lo que se ha procurado observar en es
ta Obra con todo el cuidado posible. En lo demás son
disimulables sus defectos, los quales comunmente no
impiden el suceso de los libros.
Quiera Dios, que es el Autor de todo bien, ben
decir nuestros trabajos, y hacerlos dignos de que me
rezcamos por ellos los inefables bienes, que serán pa
ra siempre la herencia de los verdaderos hijosüel Se
ñor, y de los fieles ciudadanos de la celestial Jeru-
salen. Amen.

L\T
XVII
INDICE

DE LAS INSTRUCCIONES CONTENIDAS


EN ESTE TOMO.

Prologo I.
Instrucción primera preliminar. Nada nos es mas
necesario ni mas útil , que instruirnos en la
Religión pág. . i.
Primera parte de la Doctrina Christiana. Del
Credo , ó Símbolo de los Apóstoles.
Instrucción II. Del Símbolo y de su uso. ... 10.
Instrucción III. Sobre el primer Artículo del
Credo. Creo en Dios Padre Todo -poderoso,
Criador del Cielo y de la tierra ijr.
Instrucción IV. Sobre las palabras del primer
Artículo : Creo en Dios Padre.
Diferentes sentidos en que conviene á Dios el
nombre de Padre : y de la primera persona de
ta Santísima Trinidad. . . . 32.
Instrucción V. Sobre las mismas palabras: Creo
en Dios Padre.
Del misterio de la Santísima Trinidad. .... 40.
Instrucción VI. Sobre las palabras del primer
Artículo del Símbolo: Creo en Dios Padre
Todo -poderoso.
Omnipotencia de Dios 47.
Instrucción VII. Sobre las últimas palabras del
primer Artículo del Credo: Criador del Cielo
y de la tierra.
Creación del Universo 54.
Artículo segundo del Credo. Ten JesuChris-
C2 to
XVIII
to su único Hijo Nuestro Señor.
Instrucción VIII. Sobre estas palabras : T en
Jesu-Cbristo.
De la fe y conocimiento de Jesu-Cbristo. ... 6/.
Instrucción IX. Sobre las mimas palabras: T en
Jesu-Cbristo. ,
"De los nombres de Jesús, y Christo 74.
Instrucción X. Sobre las palabras del segundo
Artículo: Y en Jesu-Christo su único Hijo.
Jesu Cbristo Hijo de Dios, y verdadero Dios. . 84»
Instrucción XI. Sobre las últimas palabras del
segundo Artículo : Nuestro Señor 92.
Artículo tercero del Credo. Que fué concebido
por el Espíritu Santo, y nació de Santa Ma
ría Virgen.
Instrucción XII. Sobre las palabras del tercer
Artículo: Que fué concebido por virtud del
Espíritu Santo. . 101-
nstruccion XIII. Sobre las últimas palabras del
< tercer Artículo : T nació de Santa María
Virgen,
Nacimiento del Salvador I IO.
Instrucción XIV. Sobre las mismas palabras del
tercer Artículo : T nació de Santa María Vir
gen.
Virginidad perpetua de la Madre de Dios. . . . 118.
Artículo quarto del Credo. -Padeció debaxo del
poder de Poncio Piloto, fue crucificado, muer
to y sepultado. ' 1
Instrucción XV. Sobre las primeras palabras
. del Artículo quarto: Padeció debaxo del po
der de Poncio Pilato. . . . ......... 125-
.. . Ins-
XIX
Instrucción XVI. Sobre las mismas palabras del
Artículo quartu: Padeció debaxo del poder de
Pondo Pilato.
Continuación de la Pasión de Jesu-Christo desde
el monte de los olivos hasta el Calvario. . . 135.
Instrucción XVII. Sobre las palabras del quar-
to Artículo: Fué crucificado.
Jesu-Christo crucificado 144.
Instrucción XVIII. Sobre las mismas palabras
del quarto Artículo: Jesu-Cbristo fué cruci
ficado.
M.i xfmas importantes que Jesu-Cbristo nos en
seña desde la Cruz . . . 154.
Instrucción XIX. Sobre las palabras del quarto
Artículo: Jesu Chisto fué muerto.
Verdad, y frutos de la muerte de Jesu Christo. . 164.
Instrucción XX. Sobre las últimas palabras del
quarto Artículo: Jesu Christo- fue sepul
tado ijri.
Artículo quinto del Credo. Descendió á los In
fiernos, al tercero dia resucitó de entre los
muertos.
Instrucción XXI. Sobre las primeras palabras
del Articulo quinto: Descendió á los In
fiernos 180.
Instrucción XXII. Sobre las últimas palabras del
Artículo quinto: Al tercero dia resucitó de
entre les muertos 188.
Instrucción XXIII. Sobre las mismas palabras
del Artículo quinto del Credo: Resucitó de
entre los muertos.
Resurrección espiritual. iejr.
Ar-
XX
Artículo sexto del Credo. Subió á los Cielos,
y está sentado á la diestra de Dios Padre To
do poderoso.
.Instrucción XXIV". Sobre las primeras palabras
del Artículo sexto: Subió á los Cielos. . . . 205.
Instrucción XXV. Sobre las últimas palabras del
Artículo sexto: 2" está sentado á la diestra
de Dios Padre 216.
Artículo séptimo del Credo. De alliha de venir
á juzgar á los vivos'y á los muertos.
Instrucción XXVI. Sobre el Juicio universal. . 226.
Instrucción XXVII. Sobre el mismo Artículo
séptimo del Credo.
Juicio particular. . -. . 240.
Artículo octavo del Credo. Creo en el 'Espíri
tu Santo.
Instrucción XXVIII. Sobre la Divinidad del Es
píritu Santo 249.
Instrucción XXIX. Sobre las operaciones , y efec
tos del Espíritu Santo. 260.
Artículo nono del Credo. Creo la Santa Igle
sia Católica, y la comunión de los Santos.
Instrucción XXX. Sobre las primeras palabras
del Artículo nono: Creo la Santa Iglesia Ca
tólica. 269.
Instrucción XXXI. Sobre las mismas palabras
del Artículo nono.
Propiedades de la verdadera Iglesia 280.
Instrucción XXXII. Continuación del mismo
asunto. 290.
Instrucción XXXIII. Continúase el mismo asun
to, y se hace ver que la Iglesia es verdade
ra
XXI
ramente Apostólica . .... ¡298.
Instrucción XXXIV. Sobre las ultimas palabras ,<¿
del Artículo nono ; Creo la comunión de los
Santos. ....... . 30^,
Instrucción XXXV. Sobre las mismas palabras
del Artículo nono, •. ,
De la intercesión é invocación de los Santos, . . 318,
Instrucción XXXVI. Sobre la oración por los . *
Difuntos. . . y., vv .... » w . ^ . ? ... 32^.
Artículo décimo del Credo : Creo el perdón de
los pecados. ' . ,.' '• ■ .. ' '
Instrucción XXXVJL De la potestad que Je- . .
su-Cbristo ba dado á la Iglesia para perdo
nar los pecados. iu>ri.l(t '. T y ,; .. ¿' ; V
Artículo undécimo del Credo : ha Resurrección
de la carne. 1 •VjL'",T *»-"■ '; -u '-:<H
Instrucción XXXVIII. £<? la véVdad y utilidad'■ • 1
</e ¿ífe Artículo. . , . . . . ..í. , ..344.
Artículo duodécimo del Credo : T la vida per^ ■ . ...
durable, ; '«.u'úl-jV.-X '.¿.- ,"í
Instrucción XXXIX. , . . * ?. r m',j . '. ... ^355.
Instrucción XL. Sobre el mismo Artículo. 365,
■ . . • . A .--a .n; r»
. " - 1 •' ' ■ ' 1 1 V .1 . . * " * *\
.ir. ■ >

COR-
.i -
CORRECCION DE ERRATAS DEL TOMO I

Nota. En el cuerpo de este primer Tomo se halla errada el 6rden


numeral de las Instrucciones en la pág. §4 ,y desde la que corre/-
2vide día pág. J2 J todas las demás que se siguen hasta el fin; pe
ro este defecto esta corregid» por el orden con 'que dichas Instruccio
nes van puestas en el Indice. Los demás defectos se corregirán eéei
modo siguiente; ; ,

Pág. . . . Lin. Erratas. , Correcciones,


40. . . .4 . ; 13. también en ellos ' también ellos.
.53. ..... 3. que un diluvio de agua ¿Que un diluvio de agua.
\ j - ^nunde la' tierna. . . . inunde la tierra?
76 2J. y dio la razón porque el y d\¿ la razón: porque el
salvará á su pueblo. _ salvará ásu pueblo.
109. .,7,1 22. i que estrecheces ha re- i á que estrecheces os ha
' ; <Jucido. . . . . v . . . . reducido. \
lUi.,. . • . 8. porloqual por la qual.
175. .'*. ..." 8. ' don tanto efnpe&o tos Ju- con tanto empeño los Jn-
■>'■'•■ dios, luego. . t . ■ < • dios : luego. ' 4 : \
¡bid 34. ¡Qué podéis responder. ¿Qué podéis responder.
176. . . 1 * . 6. desmentir lo que ven. . . desmentir lo que ven?
204. . . . . '. n. diestra Dios diestra de Dios.
206. .', . . 1». • Quien este* . ■ » . s Quien es este.
259. . . . ;;.2i. habia, . i ..j •'. . habita. >lv ,,./«.
263 2. hallaban hablaban.
273 16. del mismo Jesu Christo. del mismo Jesu-Christo\
283. . .. . . / 20. - barríante. .......... ■ bastante.
aSj. ..... 19. de su.mismo cuerpo , di' de su mismo cuerpo ,y
cen '. . dicen.
393 ao. nos ha hecho aun no ha hecho aun.
399 I. y establecer en el or- y establecer en él el or
den. ' den.
300. ..... I. / dar á otras. y dar d otros.

\
t

INSTRUCCION PRIMERA PRELIMINAR.

Nada nos es mas necesario , ni mas útil que instruirnos


en la Religión.

E. necesario confesar , hermanos míos , que se puede


hacer á muchos christianos la misma reconvención que en
otro tiempo hacia el Apóstol á los Atenienses en el A reo-
pago , esto es , que adoraban á un Dios , que no conocían (d).
En efecto hay muchos christianos , que habiendo hecho pro
fesión de creer en Jesu-Christo , participando de sus miste
rios , y practicando exteriormente los exercicios de la Reli
gión Christiana ; no obstante Jesu-Christo es para ellos un
Dios desconocido , porque ignoran la grandeza de su Ma-
gestad , la eficacia de sus méritos , la santidad de los mis
terios que participan , y la excelencia de las disposiciones con
que deben recibirlos : hábiles , é instruidos en otras muchas
cosas , ignoran la sola cosa que les es necesario saber. ¡Ig
norancia criminal en un christiano el no saber á Jesu-Chris
to , y éste crucificado , sus misterios , sus leyes , su religión,
su evangelio! ¡Ignorancia deplorable , que es el origen de
una infinidad de males en el mundo!
Para desterrar esta ignorancia hemos emprendido con la
ayuda de Dios estas instrucciones. Felices nosotros , si des
cubriéndoos en ellas las maravillas de nuestra santa Reli
gión , y ayudándoos á conocer á Jesu-Christo , os inspira
mos el amor y respeto que se merece , y contribuimos á que
seáis sus adoradores en espíritu ¿y en verdad , quales los pide
nuestro Padre Celestial (b\
Empezarémos , pues, estas instrucciones por la que debe
ser el fundamento de todas las otras , convenciéndoos de la
necesidad de instruiros en la Religión , y naciéndoos ver
las utilidades que debéis prometeros del conocimiento de
ella. La necesidad se demuestra fácilmente por la obliga
ción.
(a) Actor. 17. v. «3. (i) Joan. 4. v. 33. & 24.
, Tom. I. A
2 Instrucciones
cion. Porque ¿qué es la ciencia de la Religión? Es la cien
cia de Dios , y de sus adorables perfecciones ; el conocimien
to de lo que ha hecho por nosotros , y de lo que nosotros
debemos hacer por él : la ciencia de sus misterios , de su
voluntad , de sus leyes el conocimiento del fin á que nos
ha destinado , de la felicidad eterna que nos prepara , y de
los medios necesarios para conseguirla. ¿Puede haber obli
gación mas importante para un christiano que la de procu
rar estos santos conocimientos? La naturaleza misma nos lo
inspira en algún modo ; la Religión nos da los motivos , y
facilita los medios , y Dios lo manda expresamente.
i.° La naturaleza nos lo inspira en cierto modo. Porque
decidme : ¿para qué hemos sido criados? ¿Para qué Dios nos
ha dado el entendimiento, y voluntad, sino para conocerle y
amarle? ¿Para qué ha derramado sobre nosotros la luz de su
rostro (a) sino para obligarnos á buscarle , y rendirle los ho-
menages , de que no son capaces las criaturas irracionales?
¿Para qué nos ha dado el mismo Dios tantos testimonios, si
no para ayudarnos á conocerle? El Señor ha querido ser
representado por las mismas criaturas , imprimiendo en ellas
vestigios claros de sus divinas perfecciones , para que nosotros
pudiéramos contemplarlas. Los cielos , dice el Profeta , publi
can la gloria de Dios , y el firmamento anuncia la obra de sus
manos. Un dia enseña esta verdad á otro dia, y una nocbe da
conocimiento de ella & otra noche (b). ¿Qué hombre hay tan
estúpido , ni nación tan bárbara , que no entienda este lengua-
ge'1. ¿Para qué Dios nos colma de beneficios sino para obligar
nos á conocer á nuestro adorable Bienhechor, y manifestar
le nuestra gratitud? ¿Pues cómo el hombre se mantiene cie
go en medio de tantas luces ; ignora á Dios en medio de tan
tas maravillas que le descubren? "Escuchad cielos , dice Isaías,
y tú tierra prepara tu oido , porque ha hablado el Señor. ¿Y
qué es lo que provoca á espanto á cielos , y tierra? Vedlo
aquí. To he criado hijos , y los he alimentado, y después de es
to ellos me han despreciado (r). ¿Qué desprecio mas injurioso
que
(«) Ps. 4. v. 7. (¿} Ps. 18. r. 1. ieq. (c) Isaiae 1. g. & teq.
sobre el Catecismo. Part. I. .g
que el no querer conocer á aquel que nos ha dado el ser,
nos conserva , nos alimenta , y colma de bienes? El buey co
noció á su dueño , y el asno , tan estúpido como es , cono
ció el pesebre de su señor , y al señor mismo , á quien perte
nece , é Israel , el ingrato Israel no me ha conocido , y mi pue
blo no ha entendido los avisos que le he dado, ni ha hecho apre
cio de los beneficios de que le he colmado. Infelices de aque
llos, que merecen por su ingratitud iguales reconvenciones.
a.o Toda la Religión nos obliga á buscar á Dios y á co
nocerle : nos suministra los motivos , y nos facilita los me
dios para conocerle , y amarle. ¿Qué nos enseña la Religión ,
de nuestro Dios? Que es nuestro Dios, y esto es decirlo'
todo de una vez : que es nuestro Criador , nuestro Padre,
nuestro Rey , nuestra salud , nuestra vida : que él mismo ha
hablado á los hombres para manifestarse á ellos : que no con
tento con enviarles Profetas , les ha dado su único Hijo pa
ra atraerlos á sí. ¿No es esto bastante para empeñarnos en su
conocimiento? ¿Tanta bondad de su parte no pide un perfecto
reconocimiento de la nuestra?
¿Qué son por otra parte todos estos monumentos reli
giosos que encontramos por todas partes , y que se presen
tan á cada paso á nuestros ojos? ¿Los Templos erigidos en
honor del Altísimo ; los altares en que se sacrifica todos los
dias una víctima pura {a) y sin mancha ; las cruces enarbola-
das por todas partes como estandartes de la salud : los Mi
nistros destinados á servir al Todopoderoso ; las solemnida
des santas instituidas para traer á la memoria sus maravi
llas; las piadosas prácticas, las ceremonias religiosas que Dios
mismo , ó la Iglesia movida por el espíritu de Dios ha esta
blecido? ¿Qué es la escritura santa , este libro divino, á quien
Dios , como dice San Agustín (¿) , no hubiera dado una au
toridad tan grande en todo el universo , si no hubiese que
rido servirse de ella para conducirnos á él? ¿Qué es la Igle
sia , esta Ciudad edificada sobre el monte (c) y visible á todas
las
(a) Malach. I. v. 11. (i) Lib. Confes. 6. $.
(c) Matth. 3. v. 14,
A2
4 Instrucciones
las naciones del mundo? ¿No son otras tantas voces que nos
obligan á conocer á Dios , y nos facilitan este conocimiento?
¿Mas al mismo tiempo no son otros tantos testigos que depon
drán contra nosotros , si despreciamos el instruirnos en la
Religión? .•.•>» : • •
3.0 Nada mas expreso , ni mas freqüente en las divinas
Escrituras que el precepto que Dios nos pone para que nos
apliquemos á conocerle , y á instruirnos en la Religión. Si
en la ley de naturaleza obra maravillas en favor de los hom
bres , obliga á los padres á contarlas á sus hijos , y á los
hijos á aprenderlas de la boca de sus padres (<*) : si da á
los primeros hombres novecientos 6 mil años de vida , es á
fin de que tengan tiempo de enseñarlas á su numerosa fa
milia ; y en efecto en los primeros tiempos se conservó la
Religión de generación en generación por medio de esta
tradición doméstica.
En la ley de Moyses se reitera este precepto. Al mis
mo tiempo que el Señor dió esta ley al Pueblo , le mandó
instruirse en ella : Tened este libro , dice , continuamente entre
las manos : meditadle dia y noche Si después establece Sa
cerdotes de la misma Ley , quiere que sus labios sean los de
positarios de la ciencia de la Religión , y que los pueblos se
dirijan á ellos para aprenderla de su boca. Si dispersa los Le
vitas por todo Israel , es para que mas fácilmente puedan
llevar por todas partes el conocimiento de la Ley. Si ins
tituye fiestas , ceremonias , y sacrificios , es para conservar
la memoria de los milagros que habia hecho en favor de
su pueblo : quiere que los padres sean los Maestros , y Pre
ceptores de sus familias para que los expliquen á los hijos,
y que el conocimiento de la verdadera Religión pase de
los Sacerdotes al pueblo , y de los padres á los hijos de ge
neración en generación.
Hijo mió, dice por Salomón (c) , observa los preceptos de
tu padre Dios , ténlos siempre ligados al corazón , esto es , grá-
ba-
(«) Dcnter. 6. v. 7. (í) Malacfa. 1. v. 7, »»
(c) Proverb. 6. y. ao. & seq. ...1
sobre el Catecismo. Part. I. <
balos en el corazón por una meditación continua y llena
de afectos. Ponlos al rededor de tu cuello , porque lejos de
avergonzarte , debes hacer tú gloria de ellos. Quando andu
vieres , que te acompañen ;. quando durmieres , que te guar
den ; y en despertando conversa con ellos. Es decir , siempre
y en todas partes deben los hombres tenerlos presentes , y
meditarlos dia y noche. ¿Y por qué ? Porque el precepto es una
¡impara , y la ley una luz , y el camino de la vida ; es necesario
pues seguir esta luz , andar por este camino, y conocerle.
¿Y qué diremos de lo que sobre este mismo particular nos
enseña la Ley de Gracia? ¡O bondad inefable de nuestro Dios!
Con el deseo de proporcionarse el Señor á nuestras necesidades,
habiéndonos hablado en diferentes tiempos, y de diversas maneras
por los Profetas , nos ha hablado en fin en los últimos dias por su
propio Hijo (a) , y le ha dado á las Naciones por maestro , y por
guia (¿) : este es el Hijo adorable que ha venido lleno de gra
da , y de verdad (c) para comunicar á los hombres de su ple
nitud : para substituir á la ley 2ada por Moyses la gracia ,y la
verdad que él ha traído (d) : para descubrir las verdades que
labia bebido en el seno de su Padre ; y para cumplir y enseñar la
ley á los hombres. Y con el designio de perfeccionar su obra,
y derramar su sabiduría como un rio {e) en todos los lugares
del mundo envió á sus Apóstoles , y les encargó que ense
ñasen á todos los pueblos de la tierra (/) , y subiendo á los cie
los nos dexó Apóstoles , Profetas , Evangelistas , y Doctores,
para que trabajasen en la perfección de los Santos , y en la edi
ficación del cuerpo místico de Jesu-Christo, hasta que todos nos
otros llegásemos á la unidad de una misma fe,yde un mismo
conocimiento del Hijo de Dios , en el estado de hombre perfecto,
en la medida de la edad , y de la plenitud , según la qual Jesu-
Christo debe ser formado en nosotros (g) : en una palabra:
para formarnos , é instruirnos en la Religión hasta la con
sumación de los siglos.
¿Con
(a) Hebr. i. i. (i) Isa!, g v. 4. (c) Joan. 1. v. 14.
id, Hebr. 1. r. 16. seq. (*) Eccles. 1. r. 5. (/) Matth. a8. v. rg.
(g) Epbes. 4. 1a. & 13.
6 Instrucciones
¿Con qué empeño , pues , deberemos aprender las leccio
nes de este Divino Maestro para corresponder á sus cuida
dos? ¿No será obligación el conocer una Religión que Jesu-
Christo nos ha ensenado con tanto desvelo y tan á costa
suya ? Si los Judíos debían estar tan instruidos de ella , ¿los
Christianos deberán serlo menos que este pueblo carnal? ¿No
somos nosotros hijos de la verdad y la luz? ¿Pues por qué
no deberemos hacer todos los esfuerzos para avanzar y cre
cer de luz en luz , hasta llegar al dia perfecto (a) , al ver
dadero dia de luz ?
2.P. Mas si la ciencia de la Religión es la ciencia de Dios
mismo (b) , y por consiguiente nuestra obligación á Dios debe
movernos á aprenderla; siendo también la ciencia de la salud(c)
nuestro propio interés debe inducirnos á aplicarnos á ella.
Lo primero para evitar los males que trae consigo la ig
norancia de la Religión : y lo segundo para procurarnos los
bienes que son conseqüencias del conocimiento de ella.
i . La ignorancia de la Religión es suficiente por sí misma
para perdernos , como lo enseña la Escritura. Señor , dice
el Profeta , derramad vuestra ira sobre las Naciones que no os
conocen , y sobre los Reynos que no invocan vuestro nombre (d).
Vanos , é infelices, dice el Sabio , son todos los que no tienen la
ciencia de Dios , y que siendo bastante hábiles para estimar sus
obras , según su verdadero valor , desconocen en ellas al Ar
tífice (e) que las hizo. Los pueblos que le ignoran sirven en la
región de las tinieblas , y en la sombra de la muerte.
Yo bien sé que no todos pueden llegar á un mismo gra
do de luz , ni están obligados á un mismo grado de cono
cimiento. La edad , el estado , la capacidad piden mas ó mé-
nos conocimiento de la Religión, ¿pero hay* alguno que no
deba estar instruido de ella ? ¿No es obligación de todos
los Christianos el procurar instruirse según el grado de su
capacidad en los asuntos de Religión ? Aunque la fe pueda
suplir muchas cosas , que no son necesarias al común del
pue-
(n) Prov. 4. v. 18. (A) Sapient. 3. v. 1. (c) Loe. i. r. 77.
(d) Ps. 78. v. 6. (e) Sapient. 13. r. 1.
SOBRE EL CaTECISVO. PaRT. I. J
pueblo, ¿por ventura no están obligados todos los fieles á ins
truirse de esta fe misma de la Iglesia , á lo menos de los ar
tículos principales de ella ? Santo Tomas decide , que todos
están obligados á creer expresamente , y por consiguiente á saber
los principales misterios de nuestra creencia , que son los Artícu
los de la fe , de la misma manera que están obligados á tener
fe (a). San Carlos Borromeo dice , que todos los que tienen uso
de razón están obligados baxo la pena de pecado mortal á saber
los Artículos de la fe, á lo menos en quanto á la substancia , los
Mandamientos de Dios , y de la Iglesia (b). ¿ Porque cómo se
puede creer , si á lo menos no se saben los principales Ar
tículos de la fe ? ¿Cómo se han de observar los Mandamien
tos de Dios y de la Iglesia , si se ignoran?
Ni penséis , amados mios , que sea bastante una ciencia
de palabras que se aprenden sin entenderlas : ¿por qué seme
jante ciencia podria acaso ilustrar el entendimiento , é infla
mar el corazón? ¿Seria capaz de producir en nuestras almas
los sentimientos necesarios de -una piedad sólida? ¿Podria
servir de regla á nuestra conducta para discernir el bien
del mal? No , hermanos , la ciencia útil de la Religión no
es ciencia de palabras , es la ciencia de la verdad , y es muy
cierto que no conocemos la Religión , sino en quanto cono
cemos las verdades que nos enseña.
Pero si del mal que encierra en sí misma esta funesta
ignorancia de la Religión pasamos á los males que produce,
ay! ¿Qué de males en el mundo , y aun entre los Christianos
que no tienen otro Origen , que esta funesta ignorancia? De
aquí el olvido de Dios en que viven los mas de los hombres.
¿Qué idea es la que tienen de Dios ? ¿Será de extrañar que
amen tan poco á un Dios , á quien conocen tan mal ? De
aquí la criminal indiferencia con que miran su salvación,
cuya importancia no conocen. De aquí el desprecio de la
Religión : El impio blasfema lo que ignora , mientras que como
los animales sin razón , sigue la corrupción de sus deseos (f) :
de aquí la profanación de las cosas santas , cuya excelen
cia
(a) ». ». q. a. a. $. (¿) Actor, part.4. instruc. Confes. (c) Jud. r. 10.
8 \ Instrucciones
cia y santidad Ignoran : de aquí la negligencia y el disgusto
de la oración , y de los exercicios espirituales ; de aquí los
sacrilegios en la recepción indigna de los Sacramentos : de
aquí la superstición , el libertinage , la impiedad , la here-
gía , el cisma , la impenitencia , ó la falsa penitencia : y de
aquí por consiguiente el infierno , y la condenación eterna.
Qué remedio, pues , hermanos mios , jquál es el preservativo
para precaver todos estos males sino la instrucción en las
verdades de la Religión christiana ?
a.° Mas si este es el remedio de tantos males , es también
el origen de verdaderos bienes , quales son la verdad , la
santidad , y la salvación. La verdad , porque esta se conoce
en la Religión : todos vuestros caminos , ó Dios mió , son
verdad, y justicia, y la Religión es quien nos los descubre.
Felices , pues , aquellos que se esfuerzan á conocer vuestros testi
monios , y que os buscan de todo corazón (a). Felices los que se
exercitan en la meditación de vuestra ley , y que consideran vues
tros caminos. Felices los que^aciéndose vuestros discípulos,
aprenden de Vos la bondad , ja disciplina , y la verdadera cien
cia (b). Felices los que escuchan tu palabra , porque ella ilus
tra las almas , y da inteligencia á los párvulos (f).
Es también la Religión una semilla de justicia , y de
santidad : pues por ella, y por la sabiduría que nos comu
nica , dice la Escritura (d) , que conocemos la justicia , el jui
cio , la equidad , y todos los caminos rectos , y andamos por
ellos. Se dice que la fe es bastante , que la esperanza sos-
tiene al Christiano , y la caridad le santifica ; es verdad;
pero ¿qué cosa mas útil para fortalecer la fe, animar la es
peranza , y excitar la caridad que el conocimiento de la Re
ligión , el qual nos suministra los motivos , y nos pres
cribe reglas para esto ? ¡Qué alimento para la piedad ! ¡ Qué
principio de prudencia , de justicia , de templanza , y for
taleza! ¿No hallamos en la Religión los motivos mas pode
rosos , las reglas mas seguras , los exemplos mas perfectos de
es-
fa) Ps. ii 8. v. i. seq. (é) Ibid. v. 66. (c) Pi. 18. 8.
(d) Proy. %. t. p.
sobre el Catecismo. Parte I. -9
estas virtudes? No hay , pues , cosa mas digna de nuestra
aplicación y nuestros deseos que esta ciencia. Si se desean
riquezas , dice el Espíritu Santo (a) , iqué cosa mas rica que
esta sabiduría-I Si se ama la justitia , ella produce las virtudes:
si se desea la profundidad de la ciencia ella lo penetra todo, sa
be lo pasado ,. conoce lo presente , y prevee lo futuro. To he
resuelto , decia el Sabio , tenerla por compañera de mi vida,
porque me hará participante de sus bienes , y en misipenas,y
trabajos me servirá de consuelo (b). Y efectivamente ¿rué con
suelo mas dulce en las penalidades de esta vida , que el que
nos puede dar el conocimiento de las verdades de la Re
ligión? ¿Qué cosa mas eficaz para endulzarla amargura de
los trabajos presentes , que la esperanza que nos da de los
gozos eternos? ¿Este incomparable tesoro no merece todos
nuestros esfuerzos para adquirirle, y poseerle? Padres y ma-'
dres , vosotros no podéis dexar mayores riquezas á vues
tros hijos , ni adquirirles mas precioso tesoro que la instruc
ción en la Religión , porque el conocimiento de ella excita 1
al amor, el amor produce, la observancia- de sus {prácticas >
religiosas, y la observancia de estas prácticas asegura la
vida eterna. ¡Ah! Yo no me espanto que dixese David (r):
Que prefería la Ley de Dios al oro mas puro , v Á tas piedras
mas preciosas : y que era mas dulce á su paladar que la miel
ivas excelente. Feliz el que la medita dia y noche , y la ama
con todo su corazón. El es semejante á un árbol plantado i
la orilla de las aguas , que da su fruto á su tiempo , y. conser
va siempre el verdor de sus hojas (cfy. .
Aplicaos, pues , Católicos á esta santa instrucción para
recoger á su tiempo los preciosos frutos que produce. Y'
concluyo pidiendo á Dios con el Apóstol : que os llene del
conocimiento de su voluntad , y os de toda la sabiduría é inteli
gencia espiritual , á fin dé que os conduzcáis de una manera
digna de'Dios , procurando agradarle en todas las cosas , llevan
do frutos de buenas obras , y creciendo en el conocimiento de
DÍOSy
(o) Sap. cap. 8. v. g. 8. (¿) Sap. loe. cit. 9.
(c) Ps. 18. v. 11. {d) Pí. 1. v. 1.
Totn. I. B
io Instrucciones
Dios , para que seáis dignos de tener parte en la suerte de los
Santos (a) por toda la eternidad, k

. PRIMERA PARTE

DE LA DOCTRINA C H R I S T 1 A N A.

■ ' - < ' dei Credo , ó símbolo de ¿os Apóstoles.

• . INSTRUCCION n.

Del símbolo , y dé su uso.

JTjlsí como un Maestro para facilitar á sus discípulos


la inteligencia y memoria de la doctrina que les ha dado
reduce á pocas palabras las lecciones que les ha enseñado
con mayor extensión ; así el Señor proporcionándose á nues
tra flaqueza , y necesidades , ha inspirado á los Apóstoles el
designio de formar un compendio corto , pero divino, de la
doctrina celestial , que les habia enseñado , y que ellos de
bían enseñar á todo el mundo ; el qual se llama símbolo de
los Apóstoles. Símbolo en la lengua original significa tres
cosas. Primera , el resultado de alguna conferencia de mu
chas personas. Segunda , un compendio que presenta á un
tiempo muchas cosas baxó un mismo punto de vista. Ter
cera , una señal ó divisa por la qual se distinguían los sol
dados entre sí , y de los que no lo eran. Y tal es el sím
bolo que se llama de los Apóstoles. Es el resultado de una
conferencia de los fieles discípulos del Salvador, de aque
llos grandes Maestros de la fe , de los Padres de la Iglesia
christiana. La tradición constante de todas las Iglesias es
una prueba invencible de que el símbolo es obra de los
Apóstoles, cuya denominación ha conservado siempre. S. Cle
mente Papa , discípulo <le los Apóstoles, nos enseña que:
estos divinos Predicadores de ¡a fe antes de dispersarse por el
mua-
(o) Colot. i. r. p. ...
sobre el Catecismo." Parte I. ri
mundo para anunciar el Evangelio en todas partes , formaron
el símbolo , á fin de establecer entre ellos , y sus discípulos una
perfecta uniformidad de doctrina , y de expresiones , siendo con
veniente que toda Ja tierra tuviese un mismo lenguage , así
como babia de tener una misma fe. San Ireneo , quien vió,
y conoció á los primeros discípulos délos Apóstoles, re
fiere (a) los artículos del símbolo como obra de los Apósto
les. Tertuliano nos enseña , que esta obra divina precedió á
todas las heregías (b). San Ambrosio dice (c) , que estos di
vinos obreros se reunieron entre sí. , para formar , de. \conpÁerto
esta llave del cielo , y de la doctrina divina que, ¡Ha baxaclo- de
él. San Gerónimo dice igualmente , que este excelente, com
pendio de nuestra fe , y esperanza ha sido formado por los
Apóstoles (d). San Agustin (e) mira como una cosa indubi
tablemente establecida por la tradición , que los Apóstoles^
llenos del Espíritu Santo formaron juntos este admirable comí
pendió de toda la doctrina que habían de enseñar. San León
nos enseña (/) que los doce Apóstoles recogieron en los doce ar
tículos del símbolo las armas necesarias para combatir el errori
Y en fin todos los Autores Eclesiásticos son de este mismo
sentir. ' . . . . ... ; .l .,.,;•.?•„.. .
- ' i.° ¡Qué gloria para la Iglesia el poseer en el símbolo las
reliquias preciosas de los Santos Apóstoles! Reliquias no de
uno solo , sino de todos : no de su cuerpo , sino de su es
píritu , ó mas bien del Espíritu Santo que les animaba , del
espíritu de verdad que venia á enseñar toda verdad al mun
do (,§■), y á librarle del error! ¡Qué respeto por consiguien
te no debemos teñera este divino compendio! ¿Qué ventaja,
para los fieles aprender aun de la misma boca de los Após
toles las verdades «aludables que han enseñado al mundo?
tQué consuelo para los ignorantes , que no pueden leer la
Escritura , tener un compendio de toda ella en los doce ar-i
■. i"..-.' joL'...'.!. . ~- .' ; ti

lo) Lib. I. cont. bxres. cap. i. & 3. (b) Lib. de Prarscrípt. cap, 37.
(c) Ep. ad Syriac. Pap. (</) Ep. ad Pammac. contr. crr. Joan. Jo-
roso I. (e) Serm. i8i.detemp. (/) Ep. 13. ad Pulcher. .
ig) Joaa. 16. t. 13. t. 4¡J
B 2
ia J - -Instrucciones
títulos , 6 doce sentencias que comprehende el símbolo? ¿Qué
gozo para los sabios el ver recopilado en pocas palabras to
do lo que han leído en las Escrituras , y han aprendido de
la tradición?' ,; ■
2.* En efecto los doce artículos, ó las doce verdades com-
prehendidas en el símbolo , son otros tantos oráculos, ó otras
tantas piedras preciosas sobre que está fundado el edificio
de nuestra fe ; otras tantas fuentes de agua viva que re
frigeran á Israel , figuradas en la Escritura por las doce
fuentes de>Elim{¿>). Verdades en que se cifra todo lo que
Dios ha hecho en nuestro favor como Criador , y como Pa
dre , como Redentor y Salvador , como Juez y Glorificación
todo lo que pertenece al Padre adorable , á su Hijo unigé
nito y al Espíritu Santo : la adorable Trinidad , la Encarna
ción del Verbo , el mysterio de nuestra Redención , el esta
blecimiento de la Iglesia : en fin todo lo que ha sido figura
do en el antiguo Testamento , y cumplido en el nuevo.
- ¿Qué ha hecho la Iglesia en sus Concilios sino desen
trañar estas divinas verdades , y defenderlas contra los ene
migos de la fe ; explicar mas distintamente lo que creia obs
curamente (c) , defender con zelo lo que creia con simpli
cidad , consagrar nuevas expresiones para conservar el senti
do del símbolo , y para prevenir , y destruir las falsas inter
pretaciones con que los hereges pretendian corromperle? De
esta fuente ha bebido la Iglesia su doctrina en todas las oca
siones. Porque , como dice San León , el símbolo- es una es
pada , que basta por sí sola para exterminar todas las beregtas .
Es un compendio , dice San Agustín (e), que abraza toda la
extensión de la fe católica. Competidlo (/) simple , corto , y
perfecto. Simple para proporcionarse á /.« rudeza de los igno-
norantes ; corto para facilitar la memoria de él ; perfecto para
instruir plenamente. ■ - * «i*»- ' A •■:
3.0 Sí, católicos, el símbolo combate todos los errores, y
!< ¡" " * c • .- .«t- . • ..-«»• es
(a) Apocal. ai. r. 14. (3) É*od. r¿. «7. (c) Vincent. Lirio.
Com. 1. (d) Ep. 13. (?) Lib. 1. de fid. & sijub. cap. 1. {/) Sera**
de temp. -v -
sobre el Catecismo. Parte T. 13
es por tanto la señal preciosa que distingue al fiel del in
fiel , al soldado de Jesu-Christo , del que es soldado del de
monio , y desertor de la fe. Los Apóstoles , dice San Maxi-
iro (í¿) , queriendo armar á la Iglesia contra el furor del de"
monio , y contra la malignidad de sus emisarios , la han sumi
nistrado el símbolo : preveían , que baxo el nombre ckristiano,
se verian algún dia diversas sectas de diferente creencia ; y
han formado el símbolo , para que fuese como el sello de la fe,
como la piedra de toque que sirviese para discernir al fiel del
enemigo de la fe : han querido que se mirase como extraño á
la Religión , y como enemigo de la Iglesia , á quaiquiera que
después del bautismo ignorase los misterios del símbolo , ó que
corrompiese la pureza de ellos con el veneno de la heregía.
Tal es fieles el divino símbolo que se nos propone para
nuestra creencia : divino en su origen , porque el espíritu
Santo le dictó á los Apóstoles , habiéndoles inspirado el de
signio de enseñarle á los fieles : divino en su plenitud , por
que él solo basta , como dice San León , y comprehende todo
lo que Dios nos ha revelado : divino por la facilidad de
aprenderle , y llevarle consigo á todas partes. Veis ahí su
excelencia : veamos guál debe ser su uso.
1. p. Por la naturaleza del símbolo , y por el fin que los
Apóstoles se propusieron para formarle , se comprehende fá
cilmente que el uso que debemos hacer de él , es saberle per
fectamente , rezarle freqüentemente , y creer firmemente las
verdades que contiene.
i.» En efecto los Apóstoles no fueron destinados para
Maestros nuestros sino para que nosotros fuésemos sus discípu
los; y en vano nos hubieran enseñado esta lección importante, si
nosotros no debiésemos aprenderla. Pero los Apóstoles supo
nían esta obligación, y por tanto ellos formaron el símbolo tan
compendiado, y t.-.n corto, que pudiese ilustrar el entendimiento,
sin cargar la memoria Así la Iglesia en todos tiempos ha
mandado á sus hijos que se instruyan en él , á los Pastores que
se le expliquen á sus ovejas, á los^padres y madres que le ense
ñen
(«) S. Maxim, serna, de sim. (¿) Setm. uy. de temp.
14 Instrucciones
ñen á sus hijos , á los padrinos y madrinas que le inculquen
incesantemente á las personas que presenten al bautismo.
Nada es mas cierto., por consiguiente que esta obliga
ción de aprender el símbolo. San León dice (#) , que á nin
guno es permitido el ignorarle. San Máximo (b) cuenta en
tre los enemigos de la fe á los bautizados que le ignoran.
Santo Tomas (c) gradúa esta ignorancia de pecado mortal.
San Carlos (i) quiere que se niegue la absolución al que no
supiere los Artículos á lo menos en quanto á la substancia.
Y un Sínodo Provincial declara por indignos de la absolu
ción , é incapaces de los Sacramentos , especialmente de la Eu
caristía y Matrimonio, á los que ignoran el símbolo (e). To
dos , pues , debemos saberle. Y no es bastante que sepamos
sus palabras , y las retengamos en la memoria , sino que de
bemos entenderlas , esto es , debemos saber qué verdades en
cierran , y debemos saber estas verdades , de manera que po
damos distinguirlas del error : sin esto el símbolo seria
para nosotros un libro cerrado sin uso alguno.
2.0 El segundo uso que debemos hacer del símbolo es
rezarle freqüentemente. La Iglesia misma para inspirar á sus
hijos esta santa práctica , ha dispuesto que se rece en el
oficio de la noche , de la mañana , y de la tarde , para de
notar , dice Santo Tomas (/) , que por la luz del divino sím
bolo se disipan todos los errores pasados , presentes , y futuros.
Igualmente ha mandado , que se rece en voz baxa en los
oficios , para traernos á la memoria , que en los primeros
siglos ocultaba el símbolo á los infieles , y porque no se di
vulgase entre ellos , no se permitía escribirle , sino que ca
da uno estaba obligado á grabarle en su corazón , como di- -
ce San Gerónimo (g) , lo que hace ver su importancia , y
dignidad. Y si en el sacrificio de la Misa se canta en voz al
ta el símbolo de Nicea , ó de Constantinopla , que en subs
tancia es el mismo que el de los Apóstoles , es porque á es
ta
(<j) Loe. sup. cit. (i) Serm. de simb. (c) a. a. qusst. i. art. 7.
(</)-Conc. Mediol. 5. vid. Act. Eccles. Mediol. q. 4. (*) Conc Ca-
mer. tit. 11. cap. 6. (f) a. *. q. i.art. o. {g) En. ad Paramach.
sobre el Catecismo. Parte I. i<
ta parte del sacrificio no asistían sino los fieles.
Pero no solamente debemos rezar el símbolo en los divi
nos oficios, sino con mayor freqüencia , y en todas ocasiones,
como lo recomiendan los Padres. San Ambrosio exhorta á
su hermana á rezarle muchas veces por la mañana quando se
levanta , por la noche quando se acuesta-, y á mirarse en él fre-
quentemente como en un espejo , para reconocer allí su fe . y exa
minar si es verdaderamente fiel (a). San Agustín da el mismo
consejo á los catecúmenos (¿) , y generalmente amonesta á
todos que jamas se cansen de rezarle (c). Y para quitar to
do pretexto á la' negligencia , añade : No digáis , ya le he
dicho ayer , ya le he dicho hoy , siempre le digo , estoy plena
mente instruido de. él. Acordaos sin cesar de vuestra fe (di), con
tinua este Santo Doctor , miraos en el símbolo como en un es
pejo , ved si creéis verdaderamente lo que exteriormente hacéis
profesión de creer. Buscad todos los Mas vuestro consuelo , y
vuestro gozo en esta prueba de vuestra fe. Que el símbolo sea<
vuestra riqueza , y vuestro vestido. Toáoslos dias vestís vues
tro cuerpo, haced lo mismo con el alma, rezando el símbolo.
Nuestra fe es á- un mismo tiempo el hábito que nos cubre , y la
coraza que nos defiende , el hábito que nos cubre la desnudez,
la coraza que nos defiende iontra los ataques del enemigo , y
nos hace impenetrables á sus tiros.
3.0 Rezad, pues , amados fieles, rezad el símbolo con
fteqüencia , pero rezadle de una manera útil , esto es con
atención, y devoción. ¿Porque de qué serviría rezar fre-
qüenternente esta oración divina , si no se reza con uná seria
«tención , no solamente á las palabras que la componen, sí-
no también á las verdades que explica? ¿Seria honrar á Diós
el rezarle con un espíritu disipado , y distraído á otras co
sas? ¿Seria instruirse á sí mismo y dar testimonio á Dios de
«ufe? ]Ah! Rezar el símbolo sin atención , seria irritar á
Dios por el desprecio y profanación de una cosa tan santa;
seria privarse voluntariamente á sí mismo de todo el frutb
que
(o) Lib. 3. de Virgin, (£) Lib. de simb. ad Cathec. init.
(c) Lib. 5. Horo. 42. (d) Serna. 59. sup. Mata.

16 Instrucciones
que se puede sacar de una lección tan saludable. Los Após
toles nos dieron el símbolo para que contemplásemos en el,
como en un espejo , nuestra fe : y sí le hicieron corto pa
ra aliviar nuestra memoria , explicaron en él las verdades
mas sublimes con términos claros é inteligibles , para faci
litar nuestra atención , de suerte que estas verdades divi
nas nos instruyan , nos fortalezcan y defiendan de nuestros
enemigos. ¿Pero qué instrucción , ni fortaleza sacaríamos de
él rezándole sin atención? No , no se debe rezar así. Todas
sus palabras son otros tantos misterios , otros tantos orácu
los : luego se debe rezar con la atención que es debida á los
oráculos mas santos.
Ni es bastante rezarle con atención , es menester rezar
le también con devoción , para que nuestra confesión de
fe sea saludable («). La Iglesia no exige de sus hijos el re
zo del símbolo como un vano cumplimiento , sino como un
justo tributo de su fe , como un testimonio auténtico de su
creencia , como un sacrificio de sus labios á quien debe
acompañar el corazón. Por esta razón le hacia rezar públi
camente á los. catecúmenos ántes de admitirles al bautismo,
que es el Sacramento de la fe : por esta razón le hace re
zar á los padrinos en nombre del infante que presentan al
bautismo ; y por la misma razón le hace cantar en la Misa
después del Evangelio , confesando públicamente las verda
des que se acaban de anunciar, y comienza por él la parte
de la Misa que se llama de los fieles.
¿Qué frutos no produciría este divino símbolo , si se re
zase con una fe viva y devota? ¿Qué gozo no recibiría núes-,
tro corazón con la memoria , y creencia de estas verdades?
¿Qué fuerza para vencer á nuestros enemigos? Recemos,
pues , el símbolo con aquella fe con que el ciego de naci
miento dixo á Jesu-Christo : Te creo Señor , y al mismo tiem
po, le adora postrándose en su presencia (c) : con la mis
ma fe con que Marta le dixo : Señor, yo creo ^ y sé que sois
el
(a) Román. 10. v. xo. (b) Hebr. 13. v. i¿.
(e) Joan. 9. v. %6.
sobre el Catecismo. Parte. I. ij
el Hijo de Dios que ha venido al mundo (a) , para dar la vida
á los muertos : ó á lo menos con la fe de aquel padre que
decia : Señor, yo creo , ayudad mi flaqueza (b) , sostened mi fe.
To he creído , dice el Profeta , y por esto he hablado fe).
Confesad la fe con fe y devoción ; creed firmemente las
verdades que el símbolo encierra , y confesadlas generosa
mente , y ved ahí el tercero y mas principal uso del símbolo,
porque el símbolo no es mas que una profesión de fe que de
bemos renovar todos los días, para vencer las tentaciones con
tra la fe. Es necesario creer con el corazón las verdades que
contiene y confesarlas con la boca para ser salvos , para reci
bir en el cielo la recompensa de la fe , que es la gloria.

INSTRUCCION III.

SOBRE EJL PRIMER ARTÍCULO DEL CREDO.

Creo en Dios Padre Todopoderoso , Criador del Cielo y de


la tierra.

Ei símbolo es aquella palabra compendiada , que según


el Apóstol contiene la ley y los Profetas {£) : y así como el
espíritu divino que le ha dictado, aunque simplicísimo, y úni
co en sí mismo , se multiplica en sus efectos {e) ; así cada artí
culo del símbolo nos suministra muchas instrucciones dife
rentes , y conformes á la sabiduría del espíritu de Dios , co
mo se dexa ver en este primero. ¿Qué de reflexiones po
dríamos hacer sobre cada palabra de él? Pero es preciso ce
ñirnos á las mas substanciales, para no molestar vuestra
atención.
El sentido, pues , de este primer Articulo es: Creo cier
tamente , y sin duda alguna confieso á Dios Padre , es á sabert
á la primera persona de la Santísima Trinidad , la qual con su
virtud omnipotente crió de la nada el cielo y la tierra , y todas
lat
(a) Joaa. 13. r, 44. (i) Marc. 9. r. «4. (c) Ps. uj¡.
{d) /loman. 9. t. ft8. (#) Sapieat. 7. v. aa,
Tom. 1. C
18 Instrucciones
las cosas que el cielo y la tierra contienen en su ámbito : y que
después de haberlas criado las conserva , gobierna , y dirige á
los altísimos fines de la divina providencia. Expliquemos por
partes todos estos puntos.
Por esta palabra creo no se entiende aquí lo mismo que*
pienso , soy de dictamen , me parece &c. sino que significa un
asenso certísimo , con el qual el entendimiento juzga fir
me y constantemente que es verdad lo que Dios ha reve
lado ; y por quanto el entendimiento humano por sí so
lo no puede comprehender qué cosas son las que Dios ha
revelado , ni distinguirlas de las que no han sido reve
ladas , porque todas son sagrados secretos , y misterios ocul
tos á nuestra inteligencia , cree y tiene por cierto lo que
la autoridad Infalible de la Santa Madre Iglesia nos pro
pone como dicho por Dios , y este juicio ó asenso del
entendimiento se llama acto de fe divina. Porque la fe es
una virtud por la qual asentimos firmemente á las cosas
que Dios ha revelado. Y aunque estas cosas reveladas sean
impenetrables , y muy superiores á nuestra inteligencia,
y por consiguiente el juicio de la fe sea obscuro ,- y no
vea lo que cree , no por eso dexa de ser cierto, constante,
é infalible , como lo es el testimonio de Dios en que se fun
da. Pues el Señor que hizo salir la luz de las tinieblas (a)
iluminó nuestros corazones , para que su Evangelio no esté
encubierto á nosotros , como lo está para los que se pier
den (¿) ; y esta luz divina no nos permite dudar de las co
sas reveladas , porque cautiva suavemente nuestro entendimien
to baxo el yugo de la fe (f) , y le somete al testimonio de Dios,
que es el mayor que puede haber. Yo no dudo que el sacri
ficio de la razón es muy duro por sí mismo , y muy pesado
á la naturaleza , pero él es no obstante el sacrificio mas ra
zonable que hubo jamas (d) ; porque nada hay mas conforme
á razón , que el ver al hombre someterse á Dios , y creer
á la verdad misma baxo su palabra. En efecto ¿qué cosa
\ mas
(a) a. ad Cor. 4. (¿) Ibid. (c) a. Cor. 10. r. j.
l¿) Román. ia, . . • •
sobre el Catecismo. Parte I. 19
mas justa que el hombre renuncie á su razón é inteligen
cia en las cosas que no puede comprehender , prefirien
do á ella la autoridad de Dios que ha revelado todas las
verdades'? ¿Qué fundamento mas infalible de la verdad, que
la palabra de Dios mismo? ¿Qué otro testigo mas seguro,
que los tres testigos que están en el Cielo , como dice San Juan,
el Padre , el Hijo y el Espirita Santo , que ton un solo Dios,
y la verdad soberana (a)? ¿Qué decis vosotros libertinos , es
píritus orgullosos , ¿es usar legítimamente de la razón el opo
nerse á la fe, ó por mejor decir, á Dios mismo? ¿Conviene
al hombre disputar contra Dios (¿)? Huid fieles de sus discur
sos , que cunden como gangrena , y llegan bien presto al cora
zón (c). No queráis ser curiosos como ellos , que quieren pe
netrarlo todo, y arreglar su fe por sus propias luces , inves
tigando la razón y causas de lo que creen. Porque si el no
dar crédito á un hombre grave y docto que afirma una co
sa , sin estrecharle á probar con razones y testigos lo que
dice , seria una arrogancia y presunción temeraria , ¿con qué
juicio después de oir la voz de Dios , le pediremos razón de
su celestial y saludable doctrina? No , dice el Apóstol , que
Dios es yeraz , y todo hombre mentiroso (d). ¡Oh \To sé á quie»
creo , debemos decir con el Apóstol (e). No es Dios como el
hambre , que es mentiroso (/). Dios no puede engañarse , ni
engañarme : esto me basta. Dios ha hablado : yo no quie
ro mas. ■ 1 i
Pero no nos engañemos fieles , porque no es bastante te
ner la fe de Dios en el corazón , es menester también publi-'
caria y confesarla con la boca , porque : con el corazón se
cree para la justicia , mas con la boca se hace la confesión pa
ra ¡a salvación (_§•). Y en esta atención lo primero que se exi
ge de nosotros al entrar en la Iglesia , y antes de recibir el
bautismo , es la protestación solemne de la fe. Pues se nos
pregunta : ¡creeisl Y cada uno responde por boca de los pa-*
dri-
(a) J**n. £. (i) Jer. 11. (r) a. ad Thím. 4. v. 17.
{d) Román. 3. («) a. Thim. 1. (/) Num. 13. v. JO.
(g) Román. 10.
C a
ao Instrucciones
drinos : Creo , y con esta condición es recibido en el núme
ro de los hijos de Dios y de la Iglesia. Deben, pues, los fíe
les tener aquel espíritu con que decía el Profeta : Creí , y
por eso he hablado {a) : y aquella fortaleza con que los Após
toles respondieron á los Príncipes del pueblo : No podemos
dexar de predicar ¡o que vimos y oimos (b) ; y decir con »1
Apóstol en las ocasiones que ocurran : No me avergüenzo del
Evangelio , porque es virtud de Dios , para salud de todos los
creyentes (r).
Sí , católicos. La confesión de la fe es el primer home-
nage que rendimos á Dios para acercarnos á él por el bau
tismo , y esto mismo demuestra , que la fe es el primer sa
crificio de nuestro espíritu , el fundamento de todo el edifi
cio espiritual , el principio de todas las virtudes , y como
dice el Concilio de Trento (*/) ¡a raiz de toda la justicia. Y por
tanto dice San Ignacio Mártir , que la fe es el principio de tv-
dos los bienes : San Ambrosio , que es la raiz de todas las vir
tudes : San Agustín , que es el principio de todo mérito , las
primicias de la vida christiana , y la hija primogénita de nues
tro corazón (e); y últimamente nos dice el Apóstol , que sin la
--/<? es imposible agradar á Dios. Nada, pues, nos es mas ne
cesario que la fe.
¿Y qué es lo primero que debe creer el que se acerca á
Dios? Que hay un Dios , dice el Apóstol (/) , y por eso de
cimos en el primer artículo del Símbolo : Creo en Dios. Mas
creer un Dios, dice San Agustín (g) , creer á Dios y creer en Dios,
son tres cosas diferentes. Creer un Dios, es creer que hay un Señor
Soberano é independiente que gobierna el universo : creer á Dios,
es creer que todo lo que Dios ha dicho es verdadero • pero creer
en Dios es amarle. Tres verdades que debe creer el chris-
tiano para ser justificado por la fe , como dice San Pablo (b\
i .° Aunque la Magestad de Dios es incomprehensible (í),
por-

(o) Ps. iij. (*) Actor. 4. (c) Rom. 1. {d) Sesión 6. cap. 8.
(?) Ang. in Ps. 134. Srrm. 8. de decena plag. & prsecept.
(/) Hebr. j 1. v. 8. (g) Tract. ap. in Joan. a. 6. (¿) Rom. 10. 10.
l¿) Jerem. 32.
sobre E"ir Catecismo. Parte I. ai
porque como dice el Apóstol («) , habita en un lugar inac
cesible : á quien ningún hombre vió , ni puede ver : y el mis
mo Señor dixo á Moyses : No me verá el hombre y vivirá:
con todo eso el Señor ha dado testimonio de sí mismo criando
Cielos y tierra , y haciendo beneficios desde el Cielo , dando
lluvias , y tiempos abundantes , y llenando de sustento y alegría
los corazones de los hombres
, En efecto, el Cielo y la tierra , y todo lo que en ellos
hay , publican altamente que hay un Dios. Todas las criatu
ras desde lo mas alto del Cielo , hasta lo mas profundo del
abismo , claman con razón cada una en particular y todas
juntas : Dios es quien nos ha hecho , y nosotras no nos hemos'
hecho á nosotras mismas (r). Mirad los Cielos y su hermo
sura , que ellos anuncian la gloria de Dios Volved los ojos
á la tierra , y admirad su fecundidad ; y reconoceréis , que
Dios ha preparado esta mesa magnífica, para dar á los hom
bres , y á los animales su sustento en el tiempo (e). Observad
el curso de los astros , sus vicisitudes tan arregladas , tan
constantes , tan proporcionadas á las necesidades de la na
turaleza , y en este admirable concierto reconoceréis la sabi
duría divina , que todo lo hizo con peso y medida (/). Pre
guntad á los animales mas estúpidos , como dice Job (g') , y
ellos os instruirán : preguntad á las aves del Cielo , y ellas os
descubrirán su Criador : hablad á la tierra , y la tierra os res
ponderá : ¡os peces del mar os enseñarán , que no se puede igno
rar , que Dios ha hecho todas las cosas. Entrad dentro de
vosotros mismos , y escuchad la voz de la naturaleza que
os descubre esta verdad en el fondo de vuestro corazón:
voz que Tertuliano llama el testimonio de una alma natural
mente christiana (¿) : y es , este instinto de la naturaleza que
nos conduce á levantar los ojos al Cielo en los peligros que
nos amenazan , y en los accidentes que nos sorprenden , pro-
rumpiendo sin libertad en estas expresiones : \Dios mió, buen
Dios,
(a), i. Tim. 6. (í) Actor. 14. (c) Ps. 99. & S. Aug. Conf. 1. 10. c.tf.
(rf) P». 18. v. 1. (e) Ps. 144. 1$. .(/) fcapieat, u, ai,
(£J jQb i%, 7. (¿; Apolog. c. 17, v
22 Instrucciones
Dios , ay Dios ! expresiones que no pueden referirse , sino
á la impresión de la naturaleza. Por lo qual dixo el mismo
Autor, y con él San Cipriano (a) , que el conocimiento de Dios
está grabado en el alma desde el momento de su creación , de
suerte , que es el colmo de la maldad no querer conocer á aquel,
á quien no podemos ignorar. Ninguno pues, ignora, que hay-
Dios ; y si el impio se atrevió á decir : No hay Dios, no Jo
dixo sino en su corazón , según el Profeta (¿) : en su corazón,
porque la corrupción de su corazón le hizo desear que no
hubiese Dios, para entregarse mas libremente al desorden de
sus pasiones , pero su entendimiento jamas se pudo conven
cer á ello. En su corazón (f) , en aquel corazón abominable
y corrompido , en donde no hay rectitud , verdad , ni justi
cia: en su corazón , en aquel mal corazón , en donde sofoca
los sentimientos mas inviolables de la naturaleza y de la
Religión : en su corazón , en aquel sepulcro (dt) hedionda y
tenebroso , en donde no ha entrado la luz de la verdad , y
todo es infección y desorden. . -( ■ • . i
Mas si Dios no es uno solo no hay Dios , dice Tertulia
no (e). Porque Dios es un Ser infinitamente grande y per
fecto , y si hubiera muchos dioses , ninguno de ellos podria
ser infinitamente grande y perfecto : pues como serian dis
tintos entre sí , cada uno de ellos tendría una perfección
particular , que no tendrían los otros , y por consiguiente,
ninguno tendría todas las perfecciones , ni seria Dios. Por
tanto dice San Cipriano: Una Magestad tan grande como la de
Dios , no puede tener igual , porque comprebende en sí misma
toda la plenitud , la grandeza , y el poder (/). El mismo Dios
testificó esta verdad á su Pueblo , diciéndole : No tendrás
dioses ágenos delante de mí : To soy el primero y el último,
y fuera de mí no hay Dios (A) : To soy el Señor , no hay otro.
Todos los que están al Oriente , y al Occidente saben que n<t
boy otro Dios sino yo , no hay otro , ni conmigo , ni fuera de
mi
(a) Ibi. & 1. i. cont. Marcion. c. to. & S. Cypr. lib. de idol. vanit.
(A) Ps. 13. (f) Ibi. v. a. (d) Ibi. v, 3. (e) Lib. 1. cont. Marcio.
c. *. (f) De idol. vaoit. (g) Exod. 30. (i) Isai. 44. 8t 48.
SOBRE ÉL CATPCISMO. PARTE I. 23
«/(a). Y en el Deuteronomio se dice: Escucha'Israél , tu Dios
es uno solo (A). No hay, pues, sino un Dios : y para de
notarlo el Señor , en el antiguo Testamento, no habia , por
disposición suya , sino un solo Templo en donde quería ser
adorado ; un solo Altar , en donde se le ofrecían sacrificios;
una sola Ciudad , en donde todo el Pueblo debía congregarse
para ofrecer sus votos al Señor : y en el Testamento nuevo
no hay sino una fe , y un bautismo , para enseñarnos, como dice
el Apóstol (r) , que no hay sino un solo Dios, que es el Padre
¿e todos , que es sobre todo , que extiende su providencia á to
das las cosas, y reside en todos nosotros.
i.° Pero quando creemos en Dios, no solamente creemos
que hay un Dios , sino que Dios es veraz en sus palabras,
fiel en sus promesas , infinitamente sabio y bueno , tan in
capaz de engañarse á sí mismo , como de engañar á otros.
Un Dios que es el Padre de las luces (¿) , y la Verdad misma.
Un Dios , que no es como el hombre para mudarse , ni como el
bijo del hombre para usar de la mentira (e). Un Dios , que ilu
mina á todo hombre , que viene al mundo (/) ; y .un Dios que
nos enseña toda verdad. Sí , Dios mío. Vos mismo nos ha
béis enseñado todas las verdades que sabemos por la fe , y
Vos solo podíais enseñárnoslas. Nosotros creemos á Moyses,
y k) que ha dicho Moyses , pero lo creemos porque Moyses
era el hombre de Dios , y Dios mismo le ha dado testimo
nio de lo que era. El Egipto desolado con plagas milagro
sas por haber resistido á su palabra , el tránsito del Pueblo
de Dios por el mar Roxo , la lluvia del maná , y otros mi!
prodigios nos han convencido que Dios mismo hablaba por
medio de su siervo. La santidad , la sublimidad de su doc
trina no permitía dudar que fuese de Dios , pero sus mila
gros han quitado todo pretexto de duda. Creemos á los Pro
fetas , porque reconocemos en estos santos hombres caracte
res verdaderamente divinos : el resplandor de sus virtudes,
- la
- , . 3* ' .** **
(•> Tsaí. 4$. v. g. & seq. & c. 46. Deuter. c. 4. & 3a.
\b) Deuter. c. 6. (e) Ephes. 4. (rf) Jacob. 1. r. 17.
(e) Num. 33. r. 19. (/) Joaa. 1. y. ¡,
24 .1 :• ■ " Instrucciones
la evidencia de sus milagros , y el cumplimiento de sus pro
fecías obligan á los mas incrédulos á reconocerles por Em-
baxadores de Dios cerca de los hombres , por intérpretes de
sus voluntades, y depositarios de su palabra. Creemos á Jesu-
Christo , porque el mismo Dios nos le ha anunciado por los
Profetas , y porque ha hecho obras , que solo Dios podia ha
cer : obras que nos prueban invenciblemente que Dios des
pués de habernos hablado en diferentes tiempos , y de diferentes
maneras por los Profetas , nos ha hablado novísimamente por su
propio Hijo, á quien constituyo heredero de todas las cosas , y
por quien hizo todos los siglos (a). Creemos á los Apóstoles,
porque el Hijo de Dios les ha enviado , asi como el mismo Hijo
de Dios fué enviado por su Padre (b) ; les ha establecido para
enseñar al universo ; les ha dado á su espíritu para enseñar
les toda verdad (c) , y. enseñarla á otros por su ministerio ; y
sus milagros han hecho ver que siempre estuvo con ellos (d)y
y enseñó siempre por medio de ellos. Creemos á la Escritu-^
fa , porque es la obra de Dios mismo , y Dios , como dice
San Agustín , no hubiera dado á los Libros sagrados una auto
ridad tan grande en el universo , si no hubiera querido servirse
de ella para conducir al mundo á su conocimiento , y asegurarle
de su verdad' (e). Creemos á la Iglesia , porque Jesu-Christo la
ha establecido para ser coluna y apoyo de la verdad (/), y
nos ha asegurado , que las Potestades del infierno jamas pre
valecerán contra ella (g) , y que el oiría á ella , es oir al mis
mo Jesu-Christo. La iglesia nos conduce á Jesu-Christo, y Jesu-
Christf> confirma su voz y autoriza su testimonio (h). El Se
ñor pues nos ha ensenado todo lo que debemos creer ; y los
Profetas , y Apóstoles solo son testigos de Dios , como dice
Isaías (;). Así los Profetas ponen al frente de sus obras : Hxc
dicit Dominus (£) : el Señor dice estas cosas. La carne y ¡a san
gre no revelaron á Pedro, que Jesu-Christo es Hijo de Dios, sino
el Padrp Celestial, (/) : ní oimos la predicación de Pablo como
Pa"
(a) Hebr. i. v. i. 8c a. (i) Joan. 10. v. ai. (c) Joan. 16". 18.
(rf) Matth. a8.ao. (e) Lib.tf. Conf. c.$. (/) 1. Tim. 3. ij.
(g~) Matth, 16. 18. (b) Luc. 10. i<5- («') Isai. 43. 10.
(A) Jereni. 9. a. Eicch. 3.4. &c, . {t) Matth. 16.. 17.
sobre Bt Catecismo. Parte I.
palabra del hombre , sino como palabra de Dios , según que lo es
verdaderamente (a) , y si escuchamos á San • Juan Bautista es
porque vino para dar testimonio á la luz , á fin de que todos
creyesen por él (é). La fe se concibe por el oido , dice el Após
tol (f) , ¿porque cómo se ha de creer lo que no se ha oido?
¿Y cómo se han de oir las verdades de fe , si no hay quien las
predique (d) ? Pero el objeto de nuestra fe , como también su
fundamento y motivo es la palabra de Dios ; lo que hace que
yo crea á la Escritura no es la autoridad del Escritor , el quál
do es mas que un Secretario de Dios , sino la autoridad de Dios^
que ha hablado por su boca , y nos instruye por su pluma (e).
La Iglesia es el medio de que Dios se sirve para instruirnos,
la regla visible que nos ha dado para discernir las verdades
de la fe , pero el fundamento de la fe es la palabra de Dios
conservada en la Iglesia , y predicada en la Iglesia por sus
Ministros en la serie de todos los siglos.
¿Qué falta pues á la certidumbre de la fe , y qué fun
damento mas infalible de la verdad que la palabra del mis
mo Dios ? ¿Qué otro testigo mas seguro y fidedigno , que los
tres que dan testimonio en el Cielo , como dice San Juan (/), el
Padre , el Hijo , y el Espíritu Santo , que son un solo Dios,
y la verdad soberana? ¿Libertinos, espíritus orgullosos que
presumis de fuertes , é ilustrados , pertenece , ó conviene al
hombre disputar contra Diosl (g) ¿Es usar legítimamente de la
razón el oponerse á la fe , supuesto que el oponerse á la
fe , es oponerse al mismo Dios? O! yo sé á quien creo, debe
decir el Christiano con el Apóstol , scio cui credidi: (Jj) yo
sé de quien me fio. No es Dios como el hombre , el qual es
mentiroso (i) , ciego en sus conocimientos , tímido en sus pen
samientos , incierto en sus testimonios. Dios no puede enga
ñarse , ni engañarme : esto me basta. Dios ha hablado: yo no
quiero mas. Que busquen razones los que quieren someterlo
todo á la razón : la regla del Christiano es la revelación de
Dios

(a) Thesal. t. 13. (£) Joan. 1.6. (c) Rom. 10. 17.
id) Ibi. 14- (*) Aug. I. 11. Conf. c. 3. (/) Joan. g. v. 7.
Jg) Jerem. ia. v. 1. (¿) %. Tim. 1. v. 1. (i) Num. 3. v. 19.
Tom. 1. D
26 - Instrucciones
Dios manifestada por el testimonio de su Iglesia. Pero no es
bastante á un Christiano el creer que hay un Dios , y asen
tir á su palabra, es necesario creer en él , y unirse á él co
pio bondad soberana. Porque creer que hay un Dios , dice
San Agustín , (a) los demonios mismos lo creen y la reconocen
convencidos por la evidencia de la verdad. Creer que su palabra es
verdadera , es común á los buenos , y á un gran número de ma
los pero creer en él , esto es propio de los que le aman (r):
solo, creen verdaderamente en él les que hacen obras de Chris—
tianos (dj: es verdad que estafe no se halla en un mismo grada
en todos los justos ; que los pecadores mismos que comienzan á
volverse a Dios por un piadoso afecto del corazón , y que juntan
6 este deseo que les inspira la fe , la esperanza en Dips , y l-a
confianza de alcanzar misericordia , creen en Dios en este sentido^
que les es- común con los buenos. Mas respecto de todos es cier
to , que creer en Dios en este sentido , es creer y amar á un
mismo tiempo , dice el mismo Santo (e) , es creer amando , y
amar creyendo : es mirar á Dios como á nuestro Soberano
Bien , y dirigirnos á él por el amor. Tal es la fe que fué
imputada á justicia al Patriarca Abrahan ; tal es la fe de que
habla el Sabio quando dice : El que cree en Dios guarda sus
mandamientos (/): y el Apóstol quando dice, que se cree con
el corazón para la justicia , y la salud y en otra parte,
que de nada sirve el estar circuncidado, ó no estarlo , sino la fe
que obra por la caridad (b\ Esta fe llena es la que Dios exige
de nosotros , y la que nos hace verdaderamente fieles , ha
ciéndonos creer y amar , derir"y hacer lo que ella enseña.
¿Pero se puede decir de un mal Christiano , que cree
verdaderamente en Dios ? A la verdad es preciso confesar
con el Concilio de Trento , que el pecador puede exerci-
tarse en actos de fe en el estado de injusticia , porque per
manece en él esta virtud aun después del pecado , supuesto
que no sienta mal de los misterios revelados ; y por con-
si-

(a) Aug. Tract. lo. in Joan. (¿) Id. Serm. 61. de Verb. Dom.
(c) Serm. 181. de temp. (d) Tract. 1. in Joan. 19. n. 6. (c) Ibid.
(/) Eccle». 3a. v. »8. {g) Román. 10. y. 10. (*) Galat. g. v. 6:
sobre el Catecismo. Parte I. 37
siguiente puede creer en Dios , esto es , puede asentir á Jas
verdades de la Religión , porque Dios las ha revelado , y esta
fe es absolutamente necesaria para su conversión , y como
el principio de ella. Mas el pecador , que no trata de con
vertirse , no cree en Dios , según toda la extensión, que
San Agustín y Santo Tomas han dado á estas palabras , es
decir , que no cree en Dios con el corazón , que no cree
con una fe acompañada del amor , y de las obras : que no
cree con fe viva , porque la fe sin obras es muerta , como
dice San Pablo.
Tales son , amados Christianos, los piadosos sentimientos
que debéis tener , quando decis aquellas palabras : Creo en
Dios. Saquemos de aquí algunas importantes conseqüencias.
i . La fe ha sido siempre una misma en todos los tiempos,
en Ja ley de Naturaleza , en la ley de Moyses , y en la de
Gracia. Jesu-Christo , que es el Autor y consumador de la
fe (tí) , ha sido siempre el centro y el objeto de ella , con
esta diferencia , que los Patriarcas antiguos esperaban su
venida , nosotros reconocemos , que ya ha venido : los
Patriarcas antiguos tenían las figuras , nosotros la verdad;
pero en las figuras adoraban la verdad figurada ; y nos
otros reconocemos en la verdad el cumplimiento c'e las fi
guras. De suerte que Jesu-Christo es aun hoy lo que era
ayer , y lo que será en todos los siglos (¿) , como dice el
Apóstol. Lo que ha sido verdadero en la Religión , lo es'
aun , y lo será siempre. Los misterios de la fe pueden ser
mas ó menos conocidos • se pueden explicar con expresiones
mas precisas y distintas , pero no pueden mudarse , ni pa
decer alteración alguna en su substancia. La Iglesia los con
serva según Jesu-Christo los enseñó á los Apóstoles, y de
la misma manera los enseña á sus hijos en la serie de los
siglos , oponiéndose y combatiendo con fuerza las novedades
profanas (c) que los espíritus libertinos han querido intro
ducir en ellos. Así nosotros hemos sido edificados sobre ei
fun-
ia) Hebr. 11. V. »• (*) Hebr. 13. v. 8.
fe) j. Tina. 6. v. ao.
Di
1% Instrucciones
fundamento de los Apóstoles y Profetas (a) , y formamos el edi
ficio divino , cuya piedra angular es Christo. Conservemos,
pues , el depósito de la fe según le hemos recibido, sin añadir,
ni quitar cosa alguna. Este es el encargo que los Apóstoles
hicieron á sus Discípulos (¿) ; y si alguno anunciare otro Evan
gelio , aunque sea un Angel del Cielo , dicen que sea excomul
gado (c). No olvidemos nosotros jamas tan saludable docu
mento.
2. Que debemos someter sin dudar nuestras luces al que
es el Padre de las luces (cí) , y creer firmemente todo lo que
está apoyado sobre la verdad immutable de su palabra. Tal
es el homenage debido á la primera verdad y á la certeza
infalible de la palabra de Dios , que exige de nosotros una
creencia firme , é inalterable. Toda duda voluntaria es inju
riosa á Dios , y envuelve una desconfianza criminal de la
verdad de su palabra. Así el Señor no ha dexado sin cas
tigo las desconfianzas aun en los siervos mas fieles. Moyses
y Aaron hirieron la peña con alguna desconfianza para sacar
agua de ella , y esto fué bastante para atraerles de parte de
Dios las reconvenciones mas vivas , y el castigo mas sensible.
Los Israelitas dudaron que Dios pudiese introducirles en la
tierra prometida, y fueron excluidos de ella. San Pedro an
duvo sobre las aguas mientras se mantuvo firme su fe ; em
pezó á dudar , y empezó luego á sumergirse. Los Discípulos
del Salvador no pudiendo conciliar la ignominia de su Pa
sión con la verdad de sus promesas , dudaron de su Resur
rección ; y el Señor les reprehendió su incredulidad , y les
hizo sentir que le eran muy injuriosas sus incertidumbres, y
podrían serles á ellos muy funestas , porque el que duda es
como el que no cree , y el que no cree será condenado (e) , ya
está juzgado , añade el Señor , porque rehusa lo que puede
procurarle su reconciliación y salud.
Pero es necesario no solamente evitar con cuidado todo
lo que puede extinguir la fe , sino también todo lo que po
dría
{a) Ephes. a. v. 40. (A) i. Tim. 6. v. ao. (c) Galat. a. 8.
(d) Jac. i. 17. (e) Marc. itf. 16.
sobre el Catecismo. Parte I. 19
dria debilitarla. Tales son los discursos contagiosos de aque
llos hombres corrompidos , que se atreven á blasfemar lo que
ignoran (a) , que baxo el pretexto de buscar la verdad la com
baten ; y que semejantes á Elymas Mago no contentos
con extraviarse ellos mismos , pretenden apartar á otros del
camino de la fe. Huid de estas pestes ; cerrad los oidos á sus
discursos que cunden como gangrena (r) , y llegan bien presto al
corazón. Tales son aquellos libros perniciosos en que la falsa
ciencia quiere prevalecer contra la verdadera doctrina
y en donde el veneno se bebe con placer y gusto. ¿Tenéis
vosotros semejantes libros ? Haced de ellos el sacrificio que
hicieron los primeros fieles de los libros de superstición y
magia , que los quemaron generosamente á presencia de los
Apóstoles (e). Tales son también las disputas temerarias en
que sin necesidad , y sin precaución se empeñan algunos dé
biles , ó poco instruidos en la fe , y cuyos frutos son siem
pre funestos. Yo no sé disputar , decia un Santo , pero sé mo
rir si es necesario por la defensa de mi fe. Imitemos , pues
la firmeza de la fe de los Santos , por la qual se hicieron
victoriosos del mundo (/).
3. Que Dios exige de nosotros una fe verdadera y viva,
y esta fe nos es necesaria para servirle y agradarle , y con
seguir la justicia y salud eterna. Sin la fe es imposible agrá-
Jar á Dios , dice el Apóstol (g) ; por ella le han agradado
todos los que han tenido la dicha de agradarle ; y por ella
mereciéron los Santos los testimonios ventajosos que han recibido
de Dios ¿Por dónde , en efecto, el inocente Abel ofreció
á Dios sacrificios tan diferentes de los de su hermano Cain,
y tan agradables á los ojos del Señor? Por la fe , dice el
Apóstol (/). Por la fe mereció el justo Henoch ser arreba
tado del mundo , que no era digno de él , así como por
ella habia tenido la dicha de agradar á Dios quando vivia
en el mundo. Por la fe lo dexó todo Abrahan al primer
man-
fa) Jad. v. to. (b) Actor. 13. 8. (c) <i. Tim. 1. 17.
(^1 1. Tim. ó. 10. (e) Actor, ip. 19. (/) i.Joan. 5. 4.
{g) Hcbr. 11.6. (¿) Ibi. v. a. (i) Hebr. v. 4. seq.
30 Instrucciones
mandamiento de Dios ; se miraba como extraño en la tierra
misma que Dios le habia prometido , y no la consideraba
sino como figura de una herencia mas excelente , de una Ciu
dad mas estable , y de una patria mas feliz ; y por ella me
reció que Dios se dixese y fuese verdadera y particularmente
su Dios. Por la fe prefirió Moyses los dolores y oprobrios de
JeswChristo á todas las riquezas del Egipto , y á todas las
delicias de la Corte de Faraón. Por la fe agradaron al Se
ñor j Sansón, Jepthe , David , y los demás Profetas. Por la
fe las prostituidas mismas, y las extrangeras como Raab me
recieron ser admitidas en la sociedad del pueblo de Dios,
y fueron herederas de sus promesas. En fin los Santos por
la fe triunfaron de los Reynos , obráron la justicia , y consi
guieron el efecto de las promesas de Dios (a).
La fe , dice un Santo Padre de la Iglesia , es la que con
duce al Catecúmeno á la gracia , conduciéndole al bautismo. La
fe es la que justifica al fiel , hace recobrar á los penitentes los
bienes que habían perdido , y forma y perfecciona al justo. La
fe es la que corona á los Mártires , conserva la pureza de las
vírgenes , de las viudas , y de los casados , santifica los Minis
tros del Señor , y debe reunimos, é igualarnos á los Angeles
mismos Por la fe somos mortificados, dice San Pablo (í),
y- es necesario creer con el corazón para arribar á la justicia (a). .
Con la gracia , decia el mismo Apóstol * l°s Efesios , nos he
mos salvado , y esto por la fe (e).
De aquí se comprehende fácilmente que no es bastante,
creer para salvarnos , si se considera la fe separada de la
gracia que alcanza , y de las buenas obras que produce. La
fe se nos ha dado , dice San Agustín , y por ella se nos da todo
lo demás (/). La fe nos hace orar y obrar ; vive y nos hace
vivir por la caridad, y en este sentido es la raiz de la jus
ticia. . e! principio de la vida, y la puerta de la salud,
jQué misericordia, pues , Dios mió, no habéis usado con
nos-
(a) Hebr, ju 33. (b) Sertn. 133. Inter serm. D. Aug. ,
{c) Rom. 5, v. 1. {d) Rom. 10. 10.
(e) Ephes. a. v. 1. (f) Encbir. c. 31»


sobre el Catecismo. Parte T. 31
nosotros , habiéndonos llamado á vuestra admirable luz (a)
por la fe , haciéndonos nacer en el seno de vuestra Iglesia,
y concediéndonos una gracia , que no habéis concedido á tan
tas tuiciones , á quienes no habéis descubierto vuestras maravi-
llas(b~)\ Ah! Nosotros flaqueariamos como ellas al capricho de
las opiniones humanas , y viviríamos en la sombra de la
noche , si no hubiéramos recibido la fe , para ser luz en el
Señor (r) , y dirigir nuestros pasos en el camino de la paz y
de la vida. Porque la fe es una luz que brilla en un lugar
obscuro , y nos ilumina hasta que lleguemos al gran dia de la
gloria : es la coluna de luz y fuego , que libra al género hu
mano de las tinieblas , y error del Egipto , y á su luz ca
minamos en la noche de la vida presente por el camino de
Ja verdad. ¿Pensáis alguna vez en esto , Christianos ? ¿Re
conocéis atentos este gran don de la divina misericordia?
Don grande y gratuito. Porque , ¿qué hemos hecho nosotros
para merecerle? ¿Acaso las obras que han precedido á la fe?
¿Pero no es la fe el principio de todas las buenas obras ?
Vivamos pues reconocidos á Dios , y procuremos conservar
con el mayor cuidado el rico tesoro de la fe, porque se puede
perder, Christianos ; ¿y quántas naciones le han perdido?
Y se merece perderla , despreciándola , y no conformando
con ella las acciones de la vida , porque la mala conciencia
conduce por grados al naufragio de la fe (d). Conservémosla
en una conciencia pura , y cuidemos de fortalecerla con la
oración que es el fruto de la fe , con la palabra de Dios,
que es la semilla de la fe , con la freqüencia de actos de fe
y caridad , para hacerla crecer en nosotros , y hacer crecer
con ella la piedad y caridad. Aumentad , Señor , nuestra fe
y caridad : dadnos su acrecentamiento , y su fruto que es
la vida eterna,
INS-

(0) j. Perr. ». 9. (*) Ps. 147. 8.


(c) Bphes. 5. 8. (d) 1. Tim. 1. 19.
3* Instrucciones

INSTRUCCION IV.

Sobre las palabras del primer Artículo : Creo


en Dios Padre.

Diferentes sentidos en que conviene á Dios el nombre de Padret


y de la primera Persona de la Santísima
Trinidad.

>¿uando decimos en el primer artículo del Símbolo:


Creo en Dios Padre , queremos significar , que Dios no sola
mente es Dios, sino también Padre : que no solamente se halla
en él la autoridad y amor de Padre , sino también la virtud
y fecundidad ; porque el que da la fecundidad á otros , no es
estéril , como nos dice el Señor por Isaías (a) : el que da í
otros virtud para ser padres , es verdaderamente el Padre de
todos , el principio y cabeza de esta gran familia que está en el
Cielo y en la tierra (¿) , pero sobre todo de su Hijo único
igual á él , y uno mismo con él.
Nosotros, pues , reconocemos que Dios es Padre en todos
estos sentidos : Padre de todo lo que es , por la creación
y providencia : Padre de los hombres , á quienes ha formado
á su imagen , y principalmente de los Christianos , á quie
nes ha adoptado por su gracia : pero Padre de un modo muy
singular é inefable de su Hijo único , á quien comunica su
misma naturaleza y esencia. Expliquemos estos diferentes sen
tidos , y detengámonos particularmente en el último.
i. p. El que el nombre y qualidad de Padre convenga á
Dios como Autor de todos los seres , es una verdad que la
naturaleza nos enseña , y la ha inspirado á los paganos mis
mos , quienes en medio de las tinieblas de la idolatría , no
han podido menos de reconocer , que el verdadero carácter
de Dios es su bondad , y que el nombre de Padre , es el que
mejor le conviene. Qualquiera , dice Lactancio (c) , que adora
í
(«) Imí. 66. 9. (b) Ephss. 3. ig. (c) De ver. Sap.l.4.
sobre el Catecismo. Parte I. 33
i un Dios y le ruega , debe adorarle y rogarle como á "Padre, no
solamente para testificarle su respeto , sino también para reco
nocer que como Padre nos da la vida y todos los bienes.
En efecto , ¿quién mas verdaderamente Padre que Dios,
que es el Criador de todas las cosas : el origen primitivo
del ser y la vida ; y que no se desdeña de tomar este nom
bre aun respecto de las menores gotas de agua? ¿Quién es el
Padre de la lluvia , pregunta Dios á Job , y quién ha pro
ducido las gotas del rocío («)? Acaso \no es este tu Padre , se
dice en el Deuteronomio, quien te poseyó, te hizo, y te crió
Y en otro lugar : ¿Per ventura no es uno el Padre de todos
nosotros^ 1N0 nos crió un mismo Dios (c)? En conseqüencla de
esto nos advierte el Apóstol , que aunque por error de los
hombres , se haya dado á muchas cosas el nombre de Dios y Se
ñor , no hay sin embargo sino un solo Dios , que es el Padre,
de quien han recibido el ser todas las cosas (¿) ; y á esto ha
cemos también alusión en el símbolo , quando después de ha
ber confesado á Dios Padre Todopoderoso, decimos luego que
es el Criador del cielo y la tierra.
Pero si Dios es Padre por el título de la creación , lo es
aun mas por el de la conservación , la qual es una continua
creación. Dios no es como las otras causas : los efectos que
estas han producido pueden subsistir sin ellas ; la obra sub
siste aun quando ya no subsiste el artífice : el hijo no dexa
de vivir después de muerto su padre ; mas no se puede de
cir lo mismo de Vos , Dios mió. Vos nos habéis dado el ser,
y no podemos subsistir sino por Vos. Para conservarnos en
el ser que hemos recibido de-Vos , tenemos necesidad á ca
da instante de la continuación y renovación del beneficio
que nos le ha dado. En cada momento volveríamos á nues
tra nada , si vuestra mano cesase de sostenernos , y vuestra
bondad de conservarnos. Nuestra vida es en cada momento
un nuevo don de vuestra liberalidad ; y cada momento por
consiguiente pide de nosotros las mismas adoraciones , el mis-
. . mo
(a) Job 38. v. a8. (£) Deuter. 3». (c) Malach. 3.
(d) 1. Cor. 8. $• & <5.
Tom. /. • E
34 Instrucciones
dio reconocimiento , el mismo amor , las mismas acciones de
gracias , que deberíamos haberos dado en el primer momen
to de nuestra vida , si hubiéramos tenido la dicha de co
noceros.
Mas si á los beneficios de la creación , y conservación
juntamos la atención y dulzura de su providencia, ¿con quán-
ta mayor razón deberemos llamarle Padre de todos los seres?
Los lirios del campo , á quienes viste con mayor magnificencia^
que lo estaba Salomón en su gloria (a) : los páxaros mas despre
ciables , que se venden dos por un quarto , y ninguno de ellos es
tá olvidado de Dios¿ ni cae en tierra sin la voluntad de nuestro
Padre celestial (¿) : los polluelos de los cuervos que le invo
can (c) : nuestros cabellos que están contados (d) : todas las cria
turas , que reciben de él su socorro en el tiempo señalado (e),
nos dicen bastante , y hacen sentir quál es la extensión , la
vigilancia y cuidado de la providencia de Dios.
Esta bondad paternal del Señor, aun respecto de sus me
nores criaturas , y el cuidado que tiene de ellas , llenaba de
admiración al Profeta , quando considerando las fuentes cu
yas aguas corren en los valles para apagar la sed de los mas vi
les animales (/) , los árboles que sirven á las aves para hacer
sus nidos en ellos (g) , estando destinados los mas altos para
la cigüeña (ti): los montes encumbrados que sirven de asilo á los
ciervos , y las peñas á los conejos (i) : el heno (£) que cubre la
tierra , y crece para el alimento de las bestias : los leoncillos que
salen de sus cuevas en busca de la presa , y parece que piden
á Dios con el rugido su alimento (/) : exclama con razón : \Qué
grandes y excelentes son vuestras obras , Señor : Vos habéis he
cho todas las cosas con sabiduría , y habéis llenado la tierra de
vuestros bienes (mf. Y con estos mismos sentimientos debemos
nosotros decir : vos sois Padre 3 Dios mió , vos sois el Padre
de todas las criaturas.
Mas

(a) Matth. 6. a8. Loe. 14. 17. (í) Matth. 10. 39. Luc. i«. 6.
(c) Ps. 146. 10. (á) Matth. 10. 30. (e) Ps. 144-
(/) Ps. 103. 11. (g) r. 18. (A) v. 19. (i) Ibid. (*) v. 1$.
(I) v. aa. (m) Ibi v. ag.
sobre el Catecismo. Parte I. 3f
a. p. Mas aunque su admirable providencia se extiende á
los bueyes (a) , y á todas las criaturas , no se puede llamar
Padre , sino impropia é imperfectamente respecto de aquellos
seres , que estando privados de razón , no pueden conocerle,
ni poseerle. Ellos son á la verdad sus obras , pero no se les
puede dar el glorioso nombre de hijos, porque no tienen se
mejanza , ni conformidad en la naturaleza con él. A el hom
bre solo entre sus criaturas visibles puede convenir este pre
cioso título , por haber sido formado á su imagen , y mas
principalmente por ha«>er sido reengendrado en el bautismo,
y adoptado por su gracia : y respecto de él es verdadera
mente Padre.
En efecto , todo Padre , dice San Epifanio (b) , engendra
á un hijo semejante á él , á lo ménos en la naturaleza. Pero
Jo que hace la gloria del hombre es el haber sido formado
no solamente por la mano de Dios , sino á imagen del mismo
Dios. No solamente formó del barro el cuerpo del bombre (r),
y le dió una figura recta y elevada al cielo , para denotar
que le formaba para él ; sino que le dió un soplo de vida
una alma racional , espiritual , libre , y señora de sí misma
y de todas- las criaturas inferiores , por la qual el hombre fué
verdaderamente formado á semejanza de Dios , que es espíri
tu purísimo , inteligente , libre , y Señor de todas las cosas.
Por esta particular razón los hombres y los Angeles son lla
mados en la Escritura hijos de Dios (e) : y por la misma , en
la genealogía de Jesu-Christo según la carne , Dios ha que
rido ser contado entre los padres , que le dieron la vida , y
que de padre en padre se subiese por Adán hasta él (f\
¡Pero qué mal hemos conservado el glorioso título de hi
jos de Dios! ¡Qué inútil nos hubiera sido el título de hijos
de Dios por la dignidad de nuestra naturaleza , si hubiéra
mos sido siempre hijos rebeldes á nuestro Padre! ¿De qué nos
hubiera servido el primer nacimiento habiéndonos hecho el
pecado hijos de ira destinados á la venganza (^g) , si no hubié-
ra-
(o) 1. Cor. 9. 9. (b) Haré». 7. cap. 6. (c) Genes, a. 7. (</) íbi.
(í) Genes. 6. v. a. Job. 38. v. 7. (/) Luc. 3. 38. (g) Epbeí. a. ».
E 2
36 Instrucciones
ramos recibido un nuevo nacimiento en el bautismo? Aquí es
principalmente donde debemos comprehender la caridad de
nuestro Dios , y con quánta razón es nuestro Padre. Si el
pueblo de Israel debia reconocer á Dios por Padre suyo á
vista de los prodigios que hizo para sacarle de Egipto (a);
si Dios dixo á Jacob (¿) , esto es , al pueblo que descendía
de él , que le había formado en el seno de su madre , por
que le habia rescatado de la casa de servidumbre ; si el Pue
blo llamó padre suyo á Dios , porque habia sido su Reden
tor (c} por esta milagrosa libertad : ¿con quánto mayor moti
vo debemos nosotros llamarle Padre nuestro , nosotros que
hemos sido voluntariamente engendrados por la palabra de su ver
dad (d) ; nosotros que somos hijos nacidos , no de la sangre , ni
de la voluntad de la carne , ni de la voluntad del hombre , si
no de Dios (e) por la gracia del bautismo : nosotros en fin
que hemos sido hechos nuevas criaturas en Jesu-Christo (/),
para vivir con la vida del mismo Jesu-Christo? Conside
rad , pues , dice San Juan , , qual sea el amor que nos ha
testificado el Padre, queriendo que seamos llamados , y que sea
mos verdaderamente hijos de Dios ; adoptándonos en Jesu-Chris-
to , y predestinándonos en él (h) , para recoger el fruto de esta
dichosa adopción: pues si somos hijos, somos también herederos de
Dios, y coherederos de Jesu-Christo (i). Pero el que tiene esta es
peranza en Jesu-Christo , dice San Juan , debe procurar santifi
carse, así como él mismo es santo (£). Considerad, pues , christia-
nos la santidad á que os obliga la ventaja inestimable de te
ner á Dios por Padre , y el glorioso nombre de hijos suyos.
¿Qué respetos no le debemos baxo esta qualidad? El hijo
honra á su padre , dice Dios por su Profeta , y el siervo á su
Señor. Sí yo soy vuestro Padre , jen dónde está el respeto que
me debéis (1)% ¿Qué sumisión , qué obediencia debemos á uñ
Padre tan bueno que nos ha adoptado en su Hijo único , cu
ya

(a) Deuter. 1». 6. (b) Isa!. 44. 14. (c) Isii. (Sg. 6.
(¡i) Jacob 1. 18. (e) Joan. 1. 13. (/) Ephes. a. TO.
(g) 1. Joan. 3. 1. (¿>) Ephes. 1. 18. (i) Román. 8. 17.
(A) 1. Joan 3. 3. (/) Malach. 1. 6.
sobre el Catecismo. Parte I. 37
ya obediencia y sumisión es el precio de nuestra adopción y
herencia? Si somos hijos de Dios y hermanos de Jesu-Chris-
to , debemos quanto está de nuestra parte cumplir á su exem-
plo la voluntad de su Padre celestial ¿Qué motivo de pa
ciencia en nuestras aflicciones y trabajos considerando que son
castigos de un Padre que nos trata con misericordia como á hi
jos suyos (¿) , y que nos castiga , porque nos ama (f).
Mas no es bastante considerar á Dios como Padre de to
das las criaturas , y en especial de sus elegidos , subamos mas
arriba , y considerémosle como Padre de su Hijo único , en
cuyo sentido propria y principalmente le confesamos Padre
quando decimos en el símbolo : creo en Dios Padre.
j. p. El nombre solo de Hijo único que la Escritura da
á Jesu-Christo , y que se le atribuye expresamente en el
símbolo nos hace comprehender bastantemente que Dios es
Padre de su Hijo adorable de una manera muy diferente de
la que es Padre nuestro : que es Padre de su Hijo plenamente
y de un modo incomunicable á otro. En efecto , christia-
nos ; por muchas ventajas que Dios haya comunicado á los
Angeles ; por muchas gracias que haya hecho á los hombres
adoptándolos por amor , y destinándolos para ser conformes
á la itnágen de su Hijo , el qual es el Primogénito entre mu
chos hermanos (¿) , con todo eso no es Padre de los Angeles y
hombres del mismo modo que de su Hijo ; porque : \á quién
de los Angeles ha dicho : tu eres mi Hijo , yo te he engendrado
hoy , que es la gran reflexión del Apóstol (e)% Si Jesu-Chris
to enseñó á los hombres á llamar Padre á Dios en la admira
ble oración del Padre nuestro ; si después de su Res"rrec-
cion les trae á la memoria que Dios es verdaderamente el
Padre de ellos ; les hizo conocer al mismo tiempo que lo
es suyo de una manera infinitamente mas perfecta , y que
no tiene semejante en la naturaleza. To subo , dixo , á mi
Padre , y vuestro Padre : á mi Dios , y vuestro Dios (/). ¿Por
qué
(a) Mat'b. ia. g. (A) Ps. 101. 13. Ps. 88. 30. seq. Sap. 13. 94.
(c) Hebr. ia. <5. (d) Rom. 8. a^>. (e) Heb. 1. 5.
(Jj Joan. a. vid. S. Aug. in Ps. 88.
38 . Instrucciones
qué, pues , no dice á nuestro Padre , y nuestro Dios , pregun
tan los Padres de la Iglesia? ¿Para qué, dicen ellos , una dis
tinción tan visible en sus palabras , sino para darnos á enten
der la diferencia infinita , que hay entre él y nosotros? Pa
ra denotar , dice San Agustín (a) , que Dios es su Padre de
ana manera muy diferente que lo es nuestro : que nosotros so
mos hijos adoptivos , y que él solo es hijo verdadero , igual al
Padre , eterno como él , y el mismo Dios con él. El Hijo de
Dios ni nos confunde de tal suerte con él , que no signifique
distintamente la diferencia que hay entre él y nosotros ; ni nos
distingue de él de tal modo que nos separe enteramente de él.
Quiere que seamos uno en él , como él es una misma cosa con el
Padre ; pero haciéndonos siempre conocer la desproporción infini-
mi a que hay entre él y nosotras.
Así que Dios es Padre de su único H'jo por naturaleza,
porque le engendra desde toda la eternidad , y comunicán
dole su misma naturaleza y esencia , le comunica todas sus
adorables perfecciones , su sabiduría , su poder , su justicia, su
grandeza , su magestad , su eternidad , su inmensidad : de ma
nera , que aunque el Hijo es una Persona distinta del Padre,
porque es Hijo , es con todo eso un mismo Dios con el Padre:
es el Señor , a quien el Señor dixo : siéntate á mi derecha , yo
te he engendrado antes que hubiese criado la aurora (¿) : es el
Hijo adorable á quien el Padre mismo reconoció por su Hi
jo único , y por el único objeto de sus complacencias (c).
No esperéis , christianos , que yo emprenda sondear lag
profundidades de esta generación eterna , y de esta adora
ble Paternidad : porque nos es bastante creer y adorar lo que
no podemos comprehender. Lo que yo sé , lo que la fé me
enseña , es que Dios es Padre de un Hijo igual á él , y un:
mismo Dios con él : que así como el Sol no ha existido jamas
sin derramar su luz , así Dios jamas ha existido sin engen
drar á su Hijo único : que el Padre de tal suerte ha sido
siempre Padre , que no ha podido menos de serlo , que to
do
(a) Aug. ib¡. & trace, ai. in Joan. (¿) Ps. lop. 4.
(c) Matth. 3. 17.
sobre el Catecismo. Parte I. 39
do lo que tiene lo ha dado á su Hijo sin -diminución , ni di
visión , ni otra diferencia , sino que el Padre es Padre , y el
Hijo , Hijo. Lo que yo sé y me enseña el Evangelio es, que
así como el Padre tiene la vida en sí mismo , así también dio
al Hijo tener la vida en sí mismo (a) , y que se la ha dado co^
rnunicándole su misma naturaleza y vida , y esto sin suje
ción ni dependencia del Hijo respecto del Padre.
Tal es , rieles. , la profesión de fe que hacemos en el pri
mer artículo del símbolo : tal es el sentido verdadero y pro
pio de estas palabras : Creo en Dios Padre : tal es la expli
cación que de ellas han dado los Padres en todos tiempos ; y
la que exige la serie misma del símbolo. Porque así como
hacemos profesión de creer en los artículos siguientes , que
hay en Dios una segunda Persona , que es Jesu-Christo su
Hijo único , y otra tercera Persona , que es el Espíritu San
to } el Espíritu Consolador , que Jesu-Christo nos ha prometi
do y enviado de parte de su Padre , así hacemos profesión de
creer en el primer artículo , que hay una primera Persona,
que es el principio de las otras dos , y el Padre eterno de su
único Hijo.
¡O Padre adorable ! Enseñadnos á creer con una fe hu
milde estas inefables verdades : á respetar en Vos esta augus
ta quañdad de Padre , f á adoraros como á Dios vivo y ver
dadero y como á Padre de vuestro Hijo Jesu-Christo, á
quien habéis enviado , para que nos diese la vida eterna.
Enseñadnos á amaros como á nuestro Padre con el amor mas
tierno y verdadero , y á renovar este amor siempre que re
cemos el primer artículo del símbolo. "Enseñadnos también á
cumplir con el precepto de Jesu-Christo , de ser perfectos, co
mo Vos Padre Celestial sois perfecto (c) : de ser misericordio
sos como Vos sois misericordioso (d) : y de ser benéficos , como
Vos lo sois , Vos que hacéis salir el Sol sobre buenos y malos^
y llover sobre justos , é injustos (e). Enseñadnos, en fin , á hon
rar en nuestros padres y madres , y en todos aquellos que
tie-
(«) Joan. 5. 16. (i) Joto. 17. (c) Matth. ¿. 48.
Id) Luc. 6. 43. (*) Matth. 5. 45.
40 Instrucciones
tienen lugar de padres , Párrocos , Superiores , Príncipes y
Magistrados , el sagrado nombre de Padre , el qual os perte
nece principalísimamente á Vos solo (a). Concedednos Padre
santo que vivamos de hoy mas como dignos hijos de tal Pa
dre adorándoos , amándoos , y sirviéndoos por Jesu-Christo
vuestro Hijo , quien vive y reyna con Vos en los siglos de
los siglos.

INSTRUCCION V.

SOBRE LAS MISMAS PALABRAS : CrEO EN DlOS PaDRS.

Del misterio de la Santísima Trinidad.

doctrina de la instrucción precedente nos conduce


como por necesidad á daros alguna idea del inefable miste
rio de la Santísima Trinidad, supuesto que este nombre Padre
nos da á entender , como dice el Catecismo Romano , que en
una sola esencia de la Divinidad se debe creer , no una
Persona sola , sino Personas distintas. Porque tres son las
Personas en Dios : la del Padre que de ninguno procede , la
del Hijo , que ante todos Iqs siglos es engendrado por el
Padre , y la del Espíritu Santo que procede del Padre y del
Hijo , y estas tres Personas son un mismo Dios. Misterio
adorable , que es el fundamento de todos los otros misterios;
misterio que hemos confesado para ser admitidos en la Iglesia;
misterio que se nos propone claramente en el símbolo. Ex
pliquemos, pues, por menor i.° lo que la fe nos enseña;
3.° lo que la piedad exige de' nosotros respecto de este mis
terio divino.
i, p. Un christiano no debe contentarse con tener una
idea confusa de este misterio , sino que debe saber todo lo
que la fe nos ensena de él ; esto es , la unidad de la esen
cia divina , la distinción de las Personas , su perfecta igual
dad , sus propiedades personales , sus operaciones particula
res,
(«) Mattb. 13. 9.
sobre el Catecismo. Parte I. 41
res , como también las que se atribuyen especialmente á ca
da una de las Personas , aunque en realidad sean comunes á
todas tres.
Aunque son tres las Personas en Dios , no por esto se
ha de entender que son tres Dioses , porque la naturaleza ó
esencia de Dios , que es la Divinidad , es única y una mis
ma en todas tres Personas Padre , Hijo , y Espíritu Santo,
y así todas tres son un solo Dios verdadero , pues para que
fueran muchos Dioses era necesario que hubiese en ellas mu
chas y distintas divinidades , ó esencias , lo qual es impo
sible. Y de aquí se sigue que las Personas Divinas son per
fectamente iguales : porque como la naturaleza , ó Divini
dad es infinitamente perfecta , y una misma en todas tres
Personas , es indispensable que todas tengan unas mismas per
fecciones , así como tienen una misma esencia infinitamente
perfecta 5 por lo qual así como el Padre , el Hijo , y el Es
píritu Santo son un solo Dios , así también son un solo Se
ñor , un solo Criador , un solo Ser Eterno , Todopoderoso,
independiente , inmenso , bueno , justo , &c.
El Padre , el Hijo y el Espíritu Santo se distinguen entre
sí por las propiedades personales ; esto es , el Padre es una
Persona distinta del Hijo , porque es Padre ; el Hijo se dis
tingue del Padre porque es Hijo , y el Espíritu Santo se
distingue del Padre y del Hijo , porque és un Espíritu que
procede del Padre y del Hijo como de un principio.
Las operaciones propias y personales de estas tres au
gustas Personas son : que el Padre engendra al Hijo , que
es su Sabiduría y su Verbo : el Padre y el Hijo produ
cen al Espíritu Santo , que es el término de su amor y e!
sagrado lazo que les une. El Hijo nace del entendimiento del
Padre ; porque el Padre entendiéndose á sí mismo , engen
dra al Verbo que es el Hijo ; y el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo , porque amándose mutuamente el Pa
dre y el Hijo , producen el Espíritu Santo. Así el Padre es
la primera Persona porque es principio sin principio , la
segunda es el Hijo , y la tercera el Espíritu Santo : mas 110
se ha de entender por esto , que alguna Persona es antes , ó
To;tt. I. F des
4» Instrucciones
después , mayor , ó menor , sino que todas tres Personas son
iguales, y eternas; en todas confesamos una misma Mages-
tad , y una misma eternidad de gloria. Y si en la confesión
de este primer artículo del Símbolo pronunciamos juntos los
nombres de Padre y Dios , diciendo : Creo en Dios Padre , es
para dar á entender que siempre fué juntamente Dios y
Padre.
En fin , hay algunas operaciones que se apropian á cada
una de las Personas , aunque realmente son comunes á to
das : la creación y las obras de la Omnipotencia se atri
buyen al Padre , porque es el origen y principio de todo
ser : las obras de la sabiduría al Hijo , porque es el Ver
bo, y la sabiduría eterna del Padre : la santificación y las
obras de amor al Espíritu Santo , porque es el .amor del
Padre y del Hijo ; pero todas estas obras divinas proceden
no obstante de un mismo poder , de una sabiduría , y un
amor que son comunes á las tres Divinas Personas.
Ved ahí , Christianos , lo que la Religión nos ensena del
misterio de la Trinidad ; misterio , que no nos ha revelado
la carne , y la sangre, sino que nuestro Padre Celestial se ha
dignado revelarle á los hombres ¿Qué otra prueba necesi
tamos para creerle ? Lo que el Judío adoraba quando leia
en el Génesis , que Dios en el augusto consejo de sus .ado
rables Personas dixo al. principio del mundo : Hagamos al
hombre á nuestra imagen y semejanza (¿) : lo que Abrahan
protestó en el camino de Sodoma, quando habiéndosele apa
recido tres Angeles , adoró á un solo Dios., y á un solo Se-
fíor (c) : lo que David nos hace entrever en muchos luga
res de sus Salmos : lo que los Serafines reconocen en el Cielo
clamando tres veces , como lo oyó Isaías (d) : Santo , Santo,
Santo , el Señor , Dios de los exércitos : esto mismo nos lo
anuncia claramente el Evangelio en muchos lugares : nos ase
gura que hay tres Personas en Dios ; que cada una de estas
tres Personas es Dios ; y que todas tres son un solo Dios (e).
Dios
(a) Matth. 16. 17. (*) Genes. 1. 26. (c) Gen. 18. Vid. S. Ang.
1. coat. Maxim, (d) Isai. 6. 3. (#) Joan. 5. 7.
sobre el Catecismo. Parte I. 43
Dios mismo nos ha descubierto este misterio de una ma
nera sensible en el bautismo de su Hijo , quando se oyó la
voz del Padre que le reconocía públicamente por su Hijo
amado (a) , y se vió baxar el Espíritu Santo en figura de
Paloma sobre el Hijo de Dios. Y. Jesu-Christo nos ha ensenado
también , que en el bautismo somos igualmente consagrados
á estas tres Divinas Personas , en cuyo nombre deben ser
bautizadas todas las gentes de órden y por mandamiento
suyo. Y en fin , no hay verdad alguna que la Iglesia mas
inculque á los fieles. Todas sus prácticas religiosas , todas
sus santas ceremonias son otras tantas lecciones que les da
de este misterio. Si somos reengendrados en el bautismo ; si
somos fortalecidos por la gracia de la confirmación ; si se
nos perdonan los pecados por la penitencia ; si somos con
sagrados por el carácter del Orden , es en el nombre del
Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo. Si recibimos la ben
dición de los Sacerdotes y de los Prelados , es en el nombre
del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo. Si la Iglesia di
rige sus oraciones á Dios , si canta salmos , himnos y cán
ticos , concluye siempre invocando estas tres, augustas Per
sonas. Cien veces al día hace repetir á sus Ministros este sa
grado verso : Gloria sea al Padre , y al Hijo , y al Espíritu
Santo. Y hasta para comenzar las acciones mas comunes , acos
tumbra á sus hijos á hacer la señal de la cruz, invocando la
Santísima Trinidad.
2. p. Pero Christianos , la fe de la Santísima Trinidad no
debe ser estéril en nosotros. Este misterio augusto nos em
peña en las grandes obligaciones de creerle , adorarle, amar
le , y aun me atrevo á decir, imitarle, según que un ob
jeto tan alto puede ser proporcionado á nuestras fuerzas au
xiliadas por la divina gracia.
1 .0 El creer este sacrosanto misterio de la Trinidad es la
primera obligación del Christiano, y el fundamento de to
das las otras. Dios ha hablado : calle pues el hombre , y
crea con una fe humilde y firme lo que no puede compre-
hen-
(o) Match. 3. 13. Marc. 1. 10. Luc. 3. 13.
F a
44 Instrucciones
hender : acuérdese , que solo el Espíritu de Dios comprebende
las grandezas de Dios que la sabiduría de Dios encerrada
en sus misterios , es una sabiduría oculta y profunda (¿) ; qu$
el que escudriña la Magestad, será oprimido por el peso de su
¿loria (r) : que no debemos .investigar lo que está sobre nos
otros , ni querer penetrar lo que excede nuestras fuerzas : que
la fe allana las alturas , que se elevan contra Dios , y reduce
á servidumbre á nuestro entendimiento , para someterle á la obe
diencia de Jesu-Cbristo (d) : y que la fe perdería su mérito si
dexase de ser obscura. Si la razón no comprehende el mis
terio , y parece combatirle ; si los sentidos se rebelan ; si la
imaginación se turba ; si el pagano nos insulta ; si el herege
se rie de nuestra credulidad ; nada importa todo esto : la
autoridad de Dios nos basta : el testimonio de la Iglesia
debe prevalecer ; la firmeza de la fe debe vencer las difi
cultades frivolas, que la razón humana parezca oponer á ella.
\0 hombre , exclama el Apóstol (e) , quién eres tú para atre
verte á sondear las profundidades de Dios , y contestar con
él ! ¿Dios seria Dios si pudiésemos comprebenderle ? ¡ Qué
temeridad ! ¡ Qué locura , dice San Atanasio (/) , que el hom
bre , que no se comprebende á sí mismo , é ignora las menores
cosas , quiera profundizar los secretos de Dios , y medir su gran
deza !
a.° Creamos, pues, y adoremos profundamente este di
vino misterio. Los Serafines le adoran en el Cielo ; y como
ofuscados con el resplandor de la . magostad de Dios , se cu—
"bren el rostro con las alas , y claman el uno al otro : Santo9
Santo , Santo el Señor , Dios de los exércitos (g). Toda la tierra
está llena de su magestad y gloria : y por este profundo ano
nadamiento nos hacen comprehender , que no- podemos hon
rarle dignamente , sino adorándole con un religioso terror,
y en un silencio humilde.
3.0 Mas; que reconocimiento, que amor debemos tener á
? , es-
(a) T.Cor. 1. (i) Ibid. v. 6. (c) Prov. ag. (d) 1. Cor. 10.
(*) Román. 9. ao. (f) S. Ath. in illutl : Omoia mihi traddica.
(£) Isai* 6. 5. •
sobre el Catecismo. Parte I. 4$"
estas tres augustas Personas : al Padre , que nos ha engen
drado con la palabra de la verdad (<?) : al Hijo que se ha he
cho nuestro hermano para hacernos hijos de Dios : y al Es
píritu Santo , que nos ha hecho un mismo espíritu con Diosl
]Qué ! debe .decir un Christiano , el Padre me ha amado hasta
darme á su único Hijo : el Hijo me ha amado hasta entre
garse á la muerte por mí : el Espíritu Santo ha baxado so
bre la Iglesia , sobre los Apóstoles , y sobre mí mismo , para
ser el alma de mi alma , y el principio de todos mis movi
mientos! Estas tres Divinas Personas quieren habitar en mí,
para colmarme de sus mas preciosos dones , ¿cómo , pues,
no estaré yo penetrado de los sentimientos mas tiernos de
admiración , de amor , de respeto , de reconocimiento á un
Dios tan santo y bueno ? Confesémoslo , fieles ; si hasta aquí
hemos sido tan frios , y tan lánguidos , que nos hemos con
tentado con creer un Dios en tres Personas , reconozcamos
ya con San Agustín , que no hay mas que un bien en el mun
do ; un solo bien con quien debemos unirnos , que es un Dios en
tres Personas. Todas las demás cosas se nos han dado para
nuestro uso , mas la Trinidad adorable debe poseer nuestro cora
zón (b). El mundo no nos conoce , dice San Juan (c), no conoce
ni la dignidad del Christiano , ni la santidad del Cristia
nismo , porque no conoce la sociedad que tenemos con el Pa
dre (</) , de quien somos hijos ; con el Hijo , de quien somos
hermanos y miembros ; y con el Espíritu Santo , de quien
somos templos , y cuyas impresiones debemos seguir en to
das las cosas.
4.0 En fin , debemos imitar á la Santísima Trinidad.
¿Pero cómo imitar, me diréis, una cosa tan elevada y su
blime ? Podemos en alguna manera imitarla , Christianos;
supuesto que el Altísimo Dios ha querido ser nuestro mo
delo. Sed santos , nos dice en la Escritura (<»), porque yo soy
Santo. Sed perfectos , nos dice Jesu-Christo en el Evange
lio (/), como vuestro Padre Celestial es perfecto. Sed misericor
dia—
(a) Jacob, i. (b) Lib. i. de Doctr. Christ. c. g. (c) Joan. 3. ji.
\d) i.Joaa. 1. 3. (*) Levic. 11.44. (/) Matth. 5. 48.
4& Instrucciones"
diosos , como vuestro Padre Celestial es misericordioso (a). Por
grande , é incomprehensible que sea la unidad de las tres
Divinas Personas en una misma naturaleza , podemos imi
tarla uniéndonos con Dios- por amor \ porque el que perma
nece unido al Señor, es un mismo espíritu, con él y^omo dice el
Apóstol Podemos imitarla , uniéndonos también entre
nosotros mismos por Dios , amándonos mutuamente , como
nos lo dex6 mandado Jesu-Christo. El mismo Jesús pidió al
Padre por nosotros esta unión de caridad , diciendo : No pido
solamente por ellos (por sus Discípulos), sino también por aque
llos , que han de creer en mí por medio de su palabra :: para que
todos sean una sola cosa^ como ra, Padre , estás en ?»/, y yo
en tí , para que también en ellos sean una sola cosa en nosotros'
y crea el mundo que tú me enviaste* To les he dado la gloria
que me diste , para que sean como nosotros somos- , una sola cosa.
To en ellos , y tú en mí , para que sean consumados en la uni
dad (c) ; esto es , para que por medio de la caridad estén
perfectamente unidos, con el Padre, con el Hijo , y entre sí
mismos. Unámonos , pues , amados Christianos , seamos uno
por la caridad que debe unirnos: tengamos unos mismos sen
timientos , así como tenemos una misma fe , y un mismo bau
tismo (d) : obremos todos, por el mismo espíritu , que es el
espíritu de Dios r considerémonos todos como miembros los
unos de los otros , y como que formamos un mismo cuerpo,
cuya cabeza es Jesu-Christo , y tomemos parte en todo lo que
interesa á nuestros hermanos r hagamos comunes por la ca
ridad nuestros corazones , y bienes , y de esta suerte se per
feccionará en la tierra esta santa sociedad , que tenemos coa
Dios , y en Dios con nuestros hermanos , y después se coa-
sumará en el Cielo»
INS-
(«) Luc. 6. 36". (3) 1; Cor. 6. 17.
(f) Joau. 17. ao. seq. (</) Ephes. 4. £»
sobre el Catecismo. Parte I. 47

INSTRUCCION VI.

Sobre las palabras del primer Artículo del Símbolo:


Creo en Dios Padre Todo-Poderoso.

Omnipotencia de Dios.

o Tiay perfección alguna que no se halle en Dios,


y que no sea infinita en él. Dios es bueno , é infinitamente
bueno : es santo , é infinitamente santo : es justo , é infini
tamente justo ; es sabio , é infinitamente sabio : es inmenso,
y eterno. Sin embargo , después de haber confesado en este
primer artículo , que hay un Dios , reconocemos luego que
es Todopoderoso : y de esta sola perfección de Dios , esto
es , de su omnipotencia , se hace expresa mención en el sím
bolo ; esta sola se nos propone particularmente á nuestra
creencia. ^ Sabéis por qué ? Porque ninguna cosa puede dar
nos mas alta idea de la grandeza de Dios, que el saber que
lo puede todo , y que es Señor de todo porque nada puede
disponer mas -eficazmente á nuestro espíritu á someterse á la
autoridad de Dios, que el saber -.que todas las cosas le son
posibles: porque nada puede inspirarnos mayor confianza,
ni mayor respeto á la magestad de Dios , que el saber que
ninguna cosa puede substraernos de su poder.
1. p. En efecto , entre todos los nombres de que se sirve
la Escritura , para hacernos comprehender la grandeza y
magestad de Dios, ninguno es mas freqüente , que el de
Todopoderoso. Este es el título de que se muestra Dios mas
zeloso , y el carácter por el qual se ha hecho conocer. To
soy el Dios Todopoderoso , decía en otro tiempo á Abraban , an
dad en mi presencia , y sed perfecto («). Lo mismo dixo á Ja
cob , para asegurarle que cumpliría en él y su descenden
cia las promesas que habia hecho á Abrahan (¿) : y lo mis
mo á Moyses para fortalecer la fe de este Santo Legisla-
,dox
\a) Gene». 17. v. 1. (i) Genes. 35. y. 11.
48 Instrucciones
dor (t?). Y Jacob enviando sus hijos á Joseph , hizo oración
por ellos de este modo : Mi Dios Todopoderoso os le haga
favorable (b). Jesu-Christo mismo confesó también la omni
potencia de Dios , diciendo : Padre , todas las cosas os son
posibles (c). Y últimamente en el Apocalypsis se escribe : El
Señor Dios que era y que es , y que ha de venir Todopode
roso Y mas adelante se hace mención del uia grande de
Dios Todopoderoso (e).
i Pero qué entendemos por este nombre Todopoderoso ?
Entendemos , que no hay , ni se puede pensar cosa alguna,
que Dios no pueda hacer por su propia virtud , porque no
solo tiene poder para aquellas cosas , que aunque muy gran
des , todavía se ofrecen en alguna manera como posibles , y
el entendimiento no encuentra en ellas repugnancia alguna,
sino también otras mucho mayores , que ni aun imaginarlas
puede el entendimiento humano. Sí , Católicos. La omnipo
tencia de Dios es infinita , y sin límites. Dios lo puede to
do , es Señor de todo , lo dispone todo , sin que nada pueda
resistir á su poder (/). Porque ¿qué puede ser imposible á
aquel cuya voluntad es el mismo poder , y para quien el
poder , y el querer es una misma cosa? Nada }>ay imposi
ble (g) ni difícil para Dios. ¿Queréis juzgar de la omnipo
tencia de Dios por sus efectos ? Levantad los ojos al Cielo^
os dice Isaías , considerad quien ha hecho estas maravillas (h):
baxadlos á la tierra y contemplad lo que en sí encierra.
El que ha hecho los Cielos , y los pesa con su mano , ha
hecho también la tierra , y la sostiene con tres dedos. El
sacó la luz de las tinieblas , dió virtud á la tierra para
producir flores y frutos ; arregló todos los movimientos, con
gregó las aguas en un lugar , y ordenó todas las cosas con
esta admirable variedad , que anuncia claramente ser obra
suya. Admirables son tus obras , podremos decirle con David,
y mi alma que se aplica á conocerlas , es toda penetrada de
ellas
(a) Num. 11. v. «3. (b) Genes. 43. (c) Matth. 14. 36.
(rf) Apoc. 1.8c 4. (e) Apoc. i<5. (/) Esth. 43. v.
(g) Luc 1. v. 37. (b) lsai. 40. r. 1».

1
sobre el Catecismo. Parte I. 49
ellas (a). Y con el Autor del libro de la Sabiduría: Vos,
Dios mío, hacéis ver vuestro poder , entonces mismo , quando no
se os cree soberanamente poderoso : Vos sabéis confundir la ig
norancia y osadía de aquellos que no quieren conoceros Vos
sois Omnipotente , todo lo podéis. Sin duda católicos. Y si
hay algunas cosas , que se puede decir le son imposibles, esto
es, porque el poderlas hacer es imperfección , es un defecto
de que Dios es absolutamente incapaz. Así Dios no puede
mentir , porque es la verdad misma : no puede pecar , ni in
ducir á pecar , porque es la misma santidad : no puede mo
rir , porque es la vida por esencia ; no puede ignorar , por
que es la misma luz, y en él no puede haber tinieblas (c)i
no puede olvidarse , ni renunciarse á sí mismo (d) , porque es
su propio fin , y el de todas las cosas : pero la imposibilidad
misma de caer en estos defectos es una prueba evidente de
s'i poder infinito. Sí , infinito , pues ni el número , ni la per
fección de las obras que ha hecho , ni otra cosa alguna pue
de agotar la plenitud de su poder ; siempre puede mas y
mas , y el que ha hecho el mundo jugueteándose , como dice
la Escritura (e) pudiera hacer otros mil mundos , si quisie
ra , con la misma facilidad , que este , que admiramos.
Mas como Dios lo ha hecho todo , es el Señor de todo,
y nada hay en el cielo , ni en la tierra , en el hombre , ni
fuera del hombre que no esté sujeto á su poder : porque á
todo se extiende , y no se limita á lugar alguno. Desde lo
mas alto del Cielo , hasta lo mas profundo del infierno exer-
ce Dios su poder según la expresión del Profeta (/) ¡Cómo
pues , dice San Cyrilo , no le exercerá en la tierra , que está
en medio de dos extremos tan distantes (g)% Y no solamente
earerce su poder sobre los cuerpos , sino también sobre las
almas , pues se nos dice en el Evangelio : que tiene potestad
para arrojar al infierno los cuerpos y las almas (h). Las vo
luntades mismas de los hombres le están sujetas en medio
de
[o) Ps. 138. {b) Sapient. 11. v. xa. (e) 1. Joan. 1. (d) ». Thimot. a.
r. i*, (e) Prover. 8. v. 31. (/) Ps. 138. v. 7. (g) Catbech. 8. n. ».
(b) Match. 10. y. a8.
Tam, I. G
jo Instrucciones
de ser libres , porque como dice la Escritura : el corazón del
Rey está en manos del Señor (a) , así como lo están las aguas
en manos del jardinero , que las distribuye á su arbitrio , y
las hace correr ácia donde quiere. El sabe mudar , y atraer
á sí las voluntades mas rebeldes, sin perjuicio de su libertad;
testigo Saulo que de perseguidor de la Iglesia vino á ser en
un momento Apóstol de las Gentes. Dios , dice San Agustín,
se llama Omnipotente , y lo es verdaderamente , porque puede
todo lo que quiere , y porque la voluntad de las criaturas no
puede impedir el efecto de su voluntad absoluta. Así el Señor
dispone absolutamente del mundo , y de todos los sucesos
que se ven en él. Por él reynan los Reyes , y ¡os Legislado
res establecen leyes equitativas (h). Su poder se deriva del po
der de Dios , y los Reyes mismos no son sino Ministros de
Dios para exercer su justicia (f).
Pero se dirá : ¿Por qué se cometen tantos pecados , y su
ceden tantos males en el mundo , siendo Dios Todopoderoso
para impedirlos? Este es fieles un secreto admirable de su
providencia en que nosotros debemos adorar lo que no po
demos comprehender. No hay duda que Dios podría impedir
todos estos males , porque es Todopoderoso ; y como dice
San Agustín , nada se bace en el mundo que Dios , que es Todo
poderoso no lo quiera , ó no lo permita. Pero no se puede dudar
sin impiedad que Dios obre infinitamente bien , entonces mismo
quando permite que suceda el mal , porque no lo permite sino
por un juicio justísimo , y todo lo que es justo , es verdadera
mente bueno.
Dos especies de males debemos distinguir en el mundo,
los pecados de los hombres , y las penas con que son casti
gados. Respecto de las penas , decimos que Dios puede en
viarlas , y las envia en efecto , por lo qual nos asegura por
sus Profetas (rf) , que da la paz , y cria también los males para
castigar al hombre : y iqué males suceden á la ingrata Jeru-
salen , que el Señor no la haya enviado , para castigarla (e)?
Mas
(a) Prov. ii. (i) Pro». 8. v. i¡. (c) Román. 13. t. 4.
(d) Isa i. 43. v. 7. (*) Amo» 3. v. 6. „
sobre el Catecismo. Parte I. yI
Mas por lo que toca al pecado , es cierto que no puede
.venir de Dios , sino de la corrupción voluntaria , y libre de
la criatura : y si Dios le permite, es porque sabe sacar bien
del mal , y hacer servir los desórdenes mismos á sus desig
nios , y á la salud de sus elegidos. No es por impotencia, di
ce San Cyrilo sino por sabiduría , el que Dios sufra la ma
licia del demonio , y de los hombres , pues sabe confundir al
demonio por su misma malicia , y hacerle servir al triunfo de
sus siervos ; así como hizo servir la crueldad de Cain á la
felicidad de Abel , la envidia de los hermanos de Josef á la
elevación de este Santo Patriarca , la injusticia de Saúl á la
gloria de David , el furor de los tiranos á la gloria de los
Mártires , y los esfuerzos de los hereges á la confirmación de
las verdades del christianismo.
Creamos , pues , amados fieles , que Dios es Todopode
roso : y aunque en este artículo solamente llamemos al Pa
dre Todopoderoso , no por esto debéis entender , que no lo
sean también el Hijo , y el Espíritu Santo , porque la Omni
potencia es una perfección común á todas tres Personas. Y así
como decimos que el Padre es Dios , el Hijo es Dios , y el
Espíritu Santo es Dios , pero no son tres Dioses , sino un so
lo Dios ; así también confesamos igualmente Todopoderoso al
Padre , al Hijo , y al Espíritu Santo , mas no decimos que
son tres Todopoderosos, sino un solo Todopoderoso. Y si particu
larmente llamamos al Padre Todopoderoso , es porque el Padre
es la fuente de todo origen , y Principio sin principio ; así
como atribuimos la Sabiduría al Hijo , que es la Palabra eter
na del Padre ; y la bondad al Espíritu Santo , que es el amor
del Padre , y del Hijo , aunque estos y otros nombres seme
jantes se digan comunmente de todas tres Personas según la
regla de la fe católica.
2. p. Mas después de haber considerado el infinito poder
de Dios , veamos el uso que debemos hacer de esta verdad
importante. ¡O y qué frutos tan preciosos podemos sacar de
la consideración de la Omnipotencia de Dios! Pues en primer
lllr
(0) Cstech. «.
G a
ft Instrucciones
lugar , ¿el conocimiento del infinito poder de Dios podrá me
nos de fortalecer nuestra fe? ¿Qué hay en efecto , que pue
da parecemos increíble en los misterios mas incomprehensi
bles de nuestra fe , y en las obras maravillosas de Dios , si
reflexionamos, que su palabra las revela, y su infinito por
der las executa? ¿Seria Dios , seria infinito , seria Todopode
roso , si solamente pudiese hacer , lo que nosotros podemoi
comprehender? Sus obras serian tan maravillosas, si nosotros
pudiésemos dar razón de ellas? En las obras de Dios no de
bemos buscar mas razón que su poder y su voluntad. Así el
Señor para fortalecer nuestra fe acerca de las maravillas que
ha hecho , ó que quiere hacer , nos trae á la memoria su
infinito poder , como razón bastante para obligarnos á creer
las. iHay alguna cosa dificil á Dios , dice el Angel á Sa
ra , que dudaba poder concebir siendo anciana , y estéril (a)l
Si Moyses parece dudar , que Dios en un desierto estéril pu
diese alimentar á seiscientos mil hombres , le responde el
mismo Dios : %por ventara es impotente mi mano% Ta verás
ahora si se cumple mi palabra (l>). Si quiere asegurar á su pue
blo de la verdad de sus promesas , le dice por Isaías : Que
él vendrá en el resplandor de su poder , y hará sentir la fuer
za de su brazo (c). Y el poder infinito de Dios es toda la ex
plicación que dió el Angel á la Virgen María de una mara
villa nueva (d) é inaudita , que creia ya sin comprehender-
la. Así que por mas increibles que nos parezcan los miste
rios de Dios , solo debemos decir á su Magestad lo que de
cía Job : To sé, Señor , q¡ue todo lo puedes (e) : la Omnipoten
cia de Dios debe ser bastante para movernos á creer , que
ha podido hacer todo lo que nos dice que ha hecho , y
que puede cumplir todo lo que ha prometido hacer en fa
vor nuestro. Y este es fieles el mas firme apoyo de nuestra
esperanza.
Porque en efecto , ¿qué motivo mayor de confianza pa
ra los siervos de Dios , que el saber , que tienen un Señor,
■ un
(t) Gen. 18. v. 14. (¿) Num. ix. v. «3. (c) Isaiae 46. v. 10.
(d) Jerem. 31. v. aa. (e) Job 4a. v. a.
sobre el Catecismo. Parte. I. y3
un Amigo , un Protector Todopoderoso? ¿Qué pueden te
mer baxo su protección? ¿Qué? que un diluvio de agua
inunde la tierra. Pero las aguas no se acercarán al justo (a).
Testigo Noe. ¿Es necesario que Dios haga obrar al cie
lo y la tierra , para librar á sus siervos de la opresión?
Pues él lo ha hecho á favor del pueblo de Israel. ¡Ab! Yo
no me sorprehendo al oir decir á Job : Señor , ponedme cer
ca de Vos , y que pelee después quien quiera contra mí (¿) : y
á David : el Señor es mi luz, y mi salud, \á quién temerei
El Señor es mi protector , ipodrán amedrentarme los mas gra
ves peligros? j4unque mis enemigos me cerquen por todas par
tes , no se turbará mi corazón (r) : y últimamente de oir de
cir á San Pablo : si Dios está por nosotros , iquién prevalecerá
contra nosotros (//)? Sabían estos Santos que Dios es Todopo
deroso para defenderlos , y colocaban en él su seguridad y
confianza. Que teman aquellos que olvidan , ó que ignoran
que Dios es Todopodero : yo no extraño que teman aun en
donde no hay que temer (e) , porque ponen su confianza en
el hombre , se apoyan sobre brazos de carne , y por tanto
su confianza es vana. Pero el que pone su confianza en Dios
será inalterable , se mantendrá siempre tan firme como el mon
te de Sion , dice David (/).
Mas al mismo tiempo que la Omnipotencia de Dios For
talece nuestra esperanza , nos inspira un temor santo y re
ligioso á la suprema Magestad del Señor. Porque ¿quién no
temerá á un Dios Todopoderoso ; á un Dios , que muda los
montes de un lugar á otro , como dice Job (g) ; á un Dios,
que conmueve la tierra , y hace estremecer las columnas que la
sostreneni ¿Quién podrá resistir la Ira del Omnipotente , y
quién osará medir sus fuerzas con él? Si me preguntáis, quál
sea su fuerza , dice el Santo Job (¿) , os diré que es el fuerte
por excelencia ; si me preguntáis , quál sea su justicia , nin
guno puede justificarse delante de él. Temed , pues : Temed,
os
(o) Ps. 31. 6". {b) Job 17. v. 3. (c) T¿. í6. v. 1. a. g.
(d) Román, c. 8. v. 3». (», Ps. 13. v. {/") Ps. 114. I.
ig) Job p. l¿> Ibid.
74 Instrucciones
os dice Jesu-Christo , no á los hombres , que pueden muy bien
matar al cuerpo , pero no pueden hacer perecer al alma ; sino
temed á aquel , que puede arrojar al infierno al alma , y al
cuerpo. Sí , á este os digo yo que temáis ¡Dios terrible!
Si Vos estáis contra nosotros ¿quiin estará á nuestro favor?
¿Quién podrá substraernos de vuestro poder , ó escondernos
de vuestra ira? Humillémonos , católicos , debaxo de la pode~
rosa mano de Dios (b). Temamos siempre al Señor ; y nuestro
corazón , nuestra carne sea penetrada de aquel santo temor (c^ y
que inspira á los justos un vivo horror á todo lo que pue
de desagradarle. Sirvamos al Señor con temor , y alabémosle
con temblor (d). Si la fe de la Omnipotencia de Dios debe
animarnos á emprender cosas grandes en honra de Dios , y
utilidad del próximo , confiados de que si tuviéremos fe , co
mo un grano de mostaza , nada imposible habrá para nosotros (e^z
la fe de la misma Omnipotencia debe inspirarnos también un
temor saludable , un respeto y reverencia filial á nuestro
Padre Omnipotente. Dignaos , Padre amoroso , concedernos
esta confianza y este temor , que son los frutos de la fe.
Dignaos ser nuestro Protector , nuestro refugio , y nuestra
defensa ahora y siempre. Amen.

INSTRUCCION VIII.

SOBRE LAS ÚLTIMAS PALABRAS DEL PRIMER ARTÍCULO DEL


Credo : Criador del Cielo , r de la tierra.

Creación del universo.

Si es bastante conocer á Dios , para creer que es Todo


poderoso , porque la idea de un ser infinito comprehende to
das las perfecciones , y por consiguiente un poder sin lími
tes , el qual es una perfección Soberana : también es bastan
te contemplar las obras del Señor , para entender que su po
der es infinito ; y es así que las grandezas invisibles de Dios,
S' su
(o) Matth. io. (*) i. Petr. $. (c) Pi. 118. (rf) Ps. a. (í) Matth. 17.
sobre k% Catecismo. Parte I. ff
M poder , y su Divinidad se dexan conocer por las .cosas visi
bles que ha hecho ; de suerte que los que ignoran , ó dudan
de su divinidad , ó poder son enteramente inexcusables (a).
Nada es , pues , mas natural en el símbolo , que traernos á
la memoria la creación del universo , después de habernos
propuesto la Omnipotencia de Dios , á fin de que la fe de
la Omnipotencia nos dispusiese á creer las maravillas de la
creación ; y las maravillas que brillan en todas las obras del
Señor fuesen una prueba invencible de su omnipotencia. Apli
quemos ya nuestra atención á considerarlas.
Tres cosas nos enseña la Religión acerca de la creación
del universo en las palabras del símbolo : Criador del cielo y
de la tierra : i.a que Dios lo ha hecho todo : 2.a que lo ha
hecho de la nada: 3.a que lo ha hecho libremente, y por
sola su palabra. *
1. p. Quando decimos, que Dios crió el cielo y la tier
ra , por cielo y tierra entendemos que hizo también todo lo
que en ellos hay , como dice el Profeta Rey , y por consiguien
te que hizo todas las cosas. El mismo Profeta considerando
en otro lugar la creación del universo , la compendió bre
vemente en estos términos: tuyos son los cielos , y tuya es la
tierra , la redondez de ella con todas las cosas de que está po
blada , tú la fundaste (b). San Juan la explica aun con mayor
precisión al principio de su Evangelio , diciendo , que to
das ¡as cosas han sido hechas por el Verbo , y de t»do lo que
ha sido hecho , nada fué hecho sin él (c). Y á este modo S. Pa
blo (d) dice también : Que Dios ha hecho por su Hijo todo lo
que hay en el Cielo y sobre la tierra , las cosas visibles , y
Us invisibles , ¡os Tronos y ¡as Dominaciones , los Principados y
las Potestades ,y todo^ en una palabra , ha sido criado por él {e}.
¿Y que habrá que Dios no haya hecho , supuesto que los An
geles mismos , los Arcángeles , los Querubines y Serafines , y
las Inteligencias mas sublimes son obras de sus manos, y que
estos hijos de Dios , según la expresión de Job , le adoran en
el cielo como al Autor de su ser?
Pe-
(a) Rom. i- (*) Ps- 88. ■ (e) Joan. 1. y. 3. & 10.
[a") Coles. 1. 16. (e) Matth. xa. ao.
f6 Instrucciones
Pero procedamos con orden , y veamos separadamente
por qué se llama Dios Criador del cielo , y por qué lo es
también de la tierra. No penséis que Dios ha hecho sola
mente este mundo exterior y visible en que nosotros habita
mos , sino que es necesario reconocer también , que ha cria
do ademas otro mundo espiritual é invisible , un mundo de
espíritus é inteligencias , los Angeles en una palabra que son
la parte mas excelente de sus obras. ¿Mas quiénes son los
Angeles? Su sociedad , y la esperanza que tenemos de ser
como ellos (a) no nos permite ignorar su creación , «u natu
raleza , su estado , y su ministerio.
I. Toda la Religión nos enseña que los Angeles son obras
de Dios , y que no existen , sino porque Dios les ha criado.
Todo , en efecto , ha sido hecho por él (b) • y de ellos , como
también del resto de las criaturas se verifica lo que dice
David : Dios habló , y ellos fueron hechos , él lo mandó , y ellos
fueron criados (c). Y conforme á las palabras del Apóstol
que hemos referido poco ha , en que reconoce á Dios por
Autor de todas las cosas visibles é invisibles , de los Tro
nos , Dominaciones., Principados y Potestades , confesamos
en el símbolo de Nicea y Constantinopla , que Dios es cria
dor del cielo y la tierra , de las cosas visibles, é invisibles.
II. Porque todas las cosas que han sido criadas por
Dios , ó .son materiales , y pueden percibirlas los sentidos,
y estas son las visibles ; ó solo las podemos percibir por el
entendimiento , y estas se llaman invisibles , de cuyo número
son los Angeles , en quienes nada hay material y corpóreo:
porque son espíritus , dice el Profeta (d~) , que Dios ha es
cogido para hacerles sus Angeles , esto es , sus ministros , y
embixadores. Y el Apóstol nos dice , que los ángeles malos
no tienen carne , ni sangre , y que sen espíritus de malicia , é
inteligencias totalmente espirituales (e). Y aunque leemos, que
los Angeles se han aparecido muchas veces en figura cor
poral á Abrahan , á Lot , á Tobías , á los Apóstoles , y á
otros,
(o) Matth. ií. 10. (£) Join. i. 3. (c) Ps. 148. g.
{d) Ps. 133. (e) Epb. <S.
sobre el Catecismo. Parte I. f7
otros , no se ha de entender , que son verdaderos cuerpos,
sino que han tomado estas figuras para hacerse visibles á
nuestros ojos. Pero si los Angeles son espíritus , son de con
siguiente inmortales por su naturaleza. Así mientras que en
tre los hombres una generación pasa, y otra sucede (a) , los An
geles subsisten siempre sin mudanza alguna. El número de
ellos , dice un Padre de la Iglesia , no necesita del matri
monio para conservarse , porque no se disminuye por la
muerte. No hay diferencia entre ellos de edad , ni de sexó,
y exentos de todas las necesidades á que nosotros estamos
sujetos , no tienen otro alimento que el pan invisible , de que
habló el Angel Rafael á Tobías (¿) , y que consiste en ver
á Dios y obedecerle. Su vestido no es otro que la gloria
de Dios , que resalta en ellos , y les hace resplandecientes
con su luz.
III. Dios crió á los Angeles en la inocencia : pues di
ciendo la Escritura , que el diablo no estuvo firme en la ver
dad (r) , es manifiesto que él , y todos los demás Angeles
fueron adornados con la gracia desde el principio de su
creación. Acerca de lo qual dice San Agustín : Crio Dios &
los Angeles con buena voluntad , esto es , con el amor casto , con
que se unen á él , formando en ellos la naturaleza , y dándoles
al mismo tiempo la gracia (d). También les dió el Señor la
ciencia , y así se dice en la Escritura : Tú , Señor , mi Rey,
eres sabio , así como lo es un Angel de Dios : de modo , que
entiendes todas las cosas sobre la tierra (e). Asimismo les dió
un gran poder , según el testimonio de David , que dice:
Sois poderosos , y llenos de fuerza para hacer lo que os dice,
y obedecer á sus órdenes (/). Y por esta razón se llaman mu
chas veces en las Sagradas Escrituras , virtudes , y exércitos
del Señor. En fin les enriqueció con todas las gracias nece
sarias y suficientes , para que pudiesen perseverar en la
justicia , en aquel instante de libertad que se les concedió,
á fin de merecer por la perseverancia la felicidad eterna de
fc
(a) Eccles. 1. (A) Tobiae 11. (c) Joan. 8.
\d) L. ia. de C. D. c. p. (e) a. Reg. 14. (f) Ps. 10a. id.
Tom. 1. H
y8 ■ . Instrucciones
la gloria. Pero , ¡ó juicios de Dios ! en este solo instante en
que se dexó á su arbitrio la perseverancia , dexándose ofus
car una parte de ellos por el resplandor de sus perfeccio
nes , quiso igualarse á Dios mismo , y establecer su trono
sobre los astros de Dios. Por esta soberbia , y temeraria ar
rogancia , Lucifer y sus Angeles cayeron del Cielo como un
relámpago (a) , según la expresión de Jesu-Christo , y fueron
precipitados en los infiernos , no habiendo conservado su pri
mera dignidad. Mas los Angeles buenos permaneciendo fieles
al Señor , recibieron la recompensa de la gloria eterna de
que gozan en todas partes , aun quando se hallan entre los
hombres , porque ven siempre la cara de Dios (¿). Tal es
aquel gran combate que San Juan nos pinta en su Apoca
lipsis , y que sucedió en el Cielo , quando San Miguel y sus
Angeles pelearon con el dragón ; quando el dragón y sus An
geles resistieron al Príncipe de los espíritus bienaventurados;
y quando el demonio fué vencido , y perdió para siempre el
lugar que tenia en el Cielo (c). Tal es la terrible caida que
el Profeta Isaías nos trae á la memoria baxo la imagen de
la ruina de la orgullosa Babilonia , quando lleno del espí-
>ritu de Dios insulta á Lucifer de esta suerte; \Cómo has caído
del Cielo , Lucifer , tú que parecías tan brillante al principio
del dia ! cómo has sido arrojado sobre la tierra... tú que decías
en tu corazón , subiré al Cielo , colocaré mi trono sobre los astros
de Dios ., me sentaré sobre el monte de la alianza , me colo
caré sobre las nubes mas altas , seré semejante al Altísimo ; y
no obstante has sido precipitado de esta gloria al infierno , y
basta lo mas profundo de sus abismos (¿d). Tal es el discerni
miento que Dios ha hecho de la luz y las tinieblas, según
el pensamiento de San Agustín , de las luces que perma
necieron luces , porque se unieron inviolablemente á Dios,
que es el Padre de las luces (e) , y de las tinieblas , que
vinieron á ser tinieblas , porque prefiriéron las tinieblas á la
luz (/). Y tal es la lección que da el Señor á todas sus
cria-
(a) Lucio, (b) Matth. 18. (c) Apoc. 19. (d) IsaL 14.
l«) Jac. 1. 17. (/) Joan. 3. 19.
sobre el Catecismo. Parte I. j9
criaturas en las personas de los Angeles buenos y malos,
de que resiste siempre á los soberbios , y da su gracia á los
humildes.
IV. La ocupación y ministerio de los Angeles buenos y
malos, son tan diferentes como su suerte. Los unos sirven á
Dios , los otros continúan en hacerle guerra : los unos pro
curan la salud de los hombres , y los otros su perdición. Los
Angeles malos igualmente enemigos de Dios , que de los
nombres , aplican todo su conato y malicia para perder á
los hombres , y rebelarles contra Dios. El Señor ha permi
tido que tienten y combatan á los hombres , ó para su con
fusión , como dice San Cirilo ; ó para exercicio de los hijos
de Dios , y hacer triunfar su gracia en medio de los com
bates , sacándoles victoriosos de sus enemigos. Mas para con
seguir estas victorias , es necesario que seamos sobrios , y ve
lemos en la oración (a) ; que desconfiemos de nuestra propia
fragilidad y de sus lazos , que resistamos animosamente por
la fe , y pidamos á Dios que no nos dexe caer en la tenta
ción 1
El ministerio de los Angeles buenos es un ministerio de
obediencia y caridad , porque se ocupan siempre en hacer la
voluntad de Dios, y contribuir á la salud de los hombres,
como se echa de ver por la misteriosa escala que vió en otro
tiempo el Patriarca Jacob. Dios estaba en lo alto , dice la Es
critura (r) , y los Angeles subían y baxaban por ella , para
ensenarnos que son los Ministros de sus voluntades , y que
sin dexar de verle van adonde quiera que les envia , siem
pre fieles en executar sus órdenes , siempre atentos á darle
cuenta de su obediencia. Pero Dios ha querido que estas Ce
lestiales Inteligencias se ocupen sin cesar en favor de aque
llos á quienes ba llamado á la herencia de la salud (V). ¿Y con
qué caridad no lo executan ? Asegurados ya de su gloria,
solo cuidan de asegurar la nuestra. Y de aquí viene aquel
gozo tan vivo que sienten en el Cielo quando un pecador hace
pe
ía) 1. Petr. 5. 8. (*) Matth. 6. 13.
(c) Genes. a8. n. (rf) Hebr. 13. 14.
H 2
6o Instrucciones
penitencia (a) } de aquí las fervorosas oraciones que hacen
por nosotros , y la atención con que presentan las nuestras
ante el trono del Señor. Ved ahí Católicos lo que la fe nos
enseña de las principales obras del Criador del Cielo. Vea
mos ya porque Dios es también Criador de la tierra.
a. p. El que el mundo no se haya hecho á sí mismo es
una de aquellas verdades , que demuestra fácilmente la razón
humana. ¿Porque cómo se habia de producir antes de ser,
si antes de ser era nada , y la nada nada puede ? Y si te
nia ser antes de producirse , tenia ser ántes de ser , lo qual
es un imposible y absurdo , porque no se recibe el ser sino
por la producción.
¿Podrá el mundo ser efecto de un ciego acaso ? La per
fección , el órden , la proporción , la diferencia , y armonía
de sus partes convencen que no puede ser. Levantad los ojos
y ved , os dice Isaías (¿>) , ved quien ha criado todas las cosas:
quien ba extendido los Cielos como un rico pabellón , quien ha
sembrado en ellos estrellas tan brillantes , y colocadas en tan buen
érden ? ¿Quién ha criado el Sol , y le ha colocado en una
distancia tan justa para iluminar y calentar la tierra? ¿Quién
le ha dado un movimiento tan arreglado , é invariable para
hacer la sucesión admirable de los dias y las noches , y la
revolución constante de las estaciones tan necesarias á la na
turaleza ? ¿Quién ha enseñado afl dia y á la noche á se
guirse mutuamente para hacer suceder el trabajo al des
canso con tanta sabiduría 1 Así el dia anuncia al dia que se
sigue las maravillas del Señor. ¿Quién ha colocado la tier
ra en medio de esta vasta circunferencia , para recibir por
todas partes las influencias del Sol , que la hacen fecunda?
¿Quién ha podido enriquecerla con tanta multitud , y tan
prodigiosa diversidad de animales y plantas ? ¿Quién ha po
dido rodearla de mar , y fixar á las aguas ciertos términos
que no las es permitido pasar ? ¿Quién ha enseñado á sus-
olas á respetar un grano de arena que las detiene ? ¿Quién
Jha podido lknar el mar de una multitud tan espantosa de
pe-
(/>) Luc. i$. io. (¿) Isai. 40. 16. (c) Ps. 18. 3.
sobre el Catecismo. Parte I. 6r
peces , y hacerles vivir en un elemento , que "parecía mas
propio para sofocarles , y darles la muerte ? ¿Quién ha dado
á los animales aquel admirable instinto con que procuran su
conservación ? Vos , Dios mió , Vos solo habéis hecho estas
maravillas : y todo el universo publica vuestra grandeza,
vuestra sabiduría , vuestra bondad , vuestro poder. Pero lo
que demuestra mas bien vuestra magnificencia y vuestra glo
ria es el hombre , quien por esta razón fué la última obra
que hicisteis , y como el fin y consumación de las otras. No
pasemos , pues , en silencio una obra tan grande , porque
nada en efecto es mas digno de nuestra atención , que nos
otros mismos , nada mas importante para nosotros que el
conocimiento de nuestra naturaleza , y estado , supuesto que
este conocimiento nos conduce al de nuestro último fin , y
de nuestras obligaciones.
Dios crió al hombre para que le tributase los homena-
ges que no podían darle las criaturas corporales , porque
eran incapaces de conocerle , y á este fin le compuso de es
píritu y cuerpo. Dios , dice la Escritura (a) , formó ai hom
bre del barro de la tierra. Ved ahí el cuerpo y su origen.
É inspiró sobre su rostro un soplo de vida. Ved ahí el alma y
su creación. Y por la unión incomprehensible de alma y
cuerpo , el hombre vino á ser viviente y animado , y le llamó
Adán , cuyo nombre denota el polvo de su origen. Conside
remos , pues , estas dos partes de que se compone el hom
bre , espíritu, y cuerpo.
i .» Yo no veo desde luego sino un poco de barro entre
las manos de Dios para formar al hombre. ¡Qué de prodi
gios en esta nueva producción ! ¿Qué poder no es necesario
para hacer de una materia tan informe una obra tan ex
celente y perfecta ? ¿Quién sino Dios Todopoderoso pudo
formar de una masa tan tosca y grosera un cuerpo que consta
de tantas partes tan diferentes , tan delicadas y consisten
tes , y darlas una estructura tan proporcionada para el ejer
cicio de todas las funciones vitales ? ¿Quién ha podido dar
mo
til) Gen. a. 7.
6a Instrucciones
movimiento á los resortes que le comunican á todo el cuer
po? ¿Quién ha podido producir en el corazón un fondo de
calor tan vivo y tan activo , que mantiene y conserva to
do el resto? ¿Pero quién pudo criar de la nada un alma
espiritual , inmortal , y racional ? Un alma sobre la qual
derramó la luz de su rostro (a) , para que reconociendo á su
Criador , le adorase en espíritu , y en verdad (b) ? Un alma,
que no perece en la muerte del hombre , sino que el cuerpo
vuelve á la tierra de donde ha salido , y el espíritu vuelve al
Señor que le ha dado (r)? ¿Y quién pudo formar esta unión
admirable de partes tan diferentes, como son el espíritu, y
él cuerpo? ¿Quién podrá explicar como las impresiones del
alma se comunican ai cuerpo , y las del cuerpo al alma ?
¿Quién pudo enseñar á la mano á obedecer á la voluntad,
y á la lengua á explicar los pensamientos del alma? ¿Có
mo el dolor aflige al espíritu de resultas de las heridas del
cuerpo ? Vuestra sabiduría , Dios mió , ha obrado todos es
tos prodigios. Una obra tan admirable y perfecta no pudo
tener otro modelo que á Dios mismo : Hagamos, dice la Tri
nidad Santísima , bagamos al hombre á nuestra imagen y se
mejanza (di) : una obra tan excelente y digna del supremo
Artífice , debia justamente ser preferida desde su formación
á todas las otras obras visibles : Hagamos al hombre , dice el
Señor , para que mande á los peces del mar , á las aves del Cie
lo , á las bestias , á toda la tierra , y á los reptiles que se
mueven debaxo del Cielo (e). \Todas las cosas , gran Dios , las
sujetasteis á él , y las pusisteis debaxo de sus pies ! Y por esto
habiendo hecho venir á todos los animales delante de Adán-,
quisisteis , que les diese á cada uno su nombre , á fin de po
nerle por este medio en posesión de su dominio y señorío.
Una obra , en fin , que salia inmediatamente de las manos
de Dios , era menester que fuese recta y agradable á sus ojos,
como dice la Escritura (/) ; y en esto se compendian todas
las ventajas y prerogativas del primer estado del hombre.
Sí,
(a) Ps. 4. (b) Rom. 1. (f) Eccles. 11. (rf) Genes. 1.
(e) Ibid. & Ps. 8. v. $. seq. (/) Eccles. 7. 3.
sobre el Catecismo. Part. I. 63
Si, Católicos. Esta rectitud, que la Escritura atribuye
al primer hombre , denota en compendio, según los Padres,
tocas las luces de su espíritu (<?) , toda la bondad de su co
razón , la justicia original , en que fué criado , y todas las
gracias que le hacían agradable á les ojos de su Criador.
Ftro , ¡qué dolor! Colmado Adán de todos los dones y gra
cias, y exento de esta penosa ley de la carne, que contra
dice <n nosotros á la del espíritu, fué colocado en el Pa
raíso de delicias para que le trabajase y guardase ; y ha
biéndole permitido el Señor , que comiese del fruto de todos
los árboles que habia en aquel jardín de delicias , solamente
le prohibió comer del fruto de un árbol que se llamaba de
la ciencia del bien y el mal, amenazándole que le conde
naría á muerte en el día que comiese de él Y hé aquí que
la compañera que Dios le habia Jado , su muger Eva , á quien
el Señor habia formado de una costilla de Adán , la habia
hecho á su imágen y semejanza , y colmádola de gracias , y
á quien habia impuesto el mismo precepto que á Adán , exi
giendo de ellos este ligero tributo de su reconocimiento,
esta libre servidumbre-, según la expresión de San Agustin (r):
la incauta Eva , digo yo , dexándose engañar del demonio
en figura de serpiente (c£) , que la aconseja que coma del
fruto de aquel árbol , come, é induce á Adán á que coma
también de él , y tan breve como comiéron , Dios les des-
tierra del Paraíso en castigo de su pecado condenándoles á
una vida laboriosa y miserable , que se habia de terminar
por la muerte. Y á Eva la castiga en particular sujetándola
á su marido, y condenándola á parir con dolor á sus hijos,
á quienes, y á toda su posteridad hacen pasar Adán y Eva
la funesta herencia de su pecado , y de sus penas. Ved ahí
la historia de la creación del hombre.
3'. p. Pasemos ya á demostraros que Dios ha creado al
universo de la nada. Para esto no es necesario mas que
abrir los libros .santos que Moyses nos ha dexado , pues lo
pri-
(<0 Eccl. 17. v. 1. *eq. (A) Genes, a. (c) L. 44 de Civ. D. c. i¿.
(d) La Escritura llama al diablo la antigua serpiente. Apoc. ia.
64 Instrucciones "
primero que hallaremos en ellos , es , que Dios ha hecho to
das las cosas de la nada : En el principio , dice , crió Dios ei
Cielo y la tierra (a). Y qué nos dan á entender estas palabras:
en el principio , sino que todo , fuera de Dios ha comenzado
á ser; y que antes que Dios hiciese el Cielo y la tierra , nada
era sino él solo , y él es quien ha producido todas las co
sas ? En efecto , así nos lo enseña la Religión Christiana^ y
así lo enseñaba á sus hijos la madre de los Macabeos para
exhortarlos á morir por Dios : Hijos mios , decia , mirad el
Cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay ; y comprehendedy
que Dios ha hecho de la nada todas las cosas (b). Y esto mis
mo nos enseña también el Apóstol , diciendo : que Dios llama
lo que no es , como si fuera (c) ; y que el mundo , por la crea
ción , de invisible, ha venido á ser visible (d) ; esto es, el mun
do antes de ser criado , era invisible , porque no era , y ha
venido á ser real y visible quando Dios le ha producido. Es,
pues , necesario decir con Santo Tomas (e) , que en el prin
cipio todas las cosas fueron inmediatamente criadas por Dios
de la nada , y para mostrar esto Moyses , dixo : en el princi
pio crió Dios , el Cielo y la tierra : de 3üerte , que Dios en
la primera producción de las cosas lo hizo todo indepen
dientemente de otra causa , y por sola la virtud de su volun
tad omnipotente , lo que no sucede ahora en las produccio
nes ordinarias , en que obran también las causas segundas.
Pues aunque es verdad , que produxo el cuerpo del hombre
del barro de la tierra ; pero lo primero , la tierra misma fué
criada de la nada , y en esto se manifiesta suficientemente, di
ce Santo Tomas (/) , la virtud del Criador en la producción
del cuerpo del hombre. Lo segundo , no se ha de entender,
que el cuerpo del hombre fué naturalmente producido del
barro de la tierra , como ni el de la muger de la costilla de
Arlan , sino milagrosamente , como dice el mismo Santo (j¡)^
porque ni el barro , ni la costilla tenían virtud activa para
es
te) Gen. 1. x. (b) Machab. 7. (c) Rom. 8.
(J) Hebr. it {e) 1. p. q. 65. a. 3. c. (/) 1. p. q. 91. a. 1. ad 1.
{g) lbid. a. a. ad 3.
sobre el Catecismo. Parte I. bf
estas producciones , y así uno y otro fueron inmediatamente
producidos por Dios (a\
p. Pero el colmo del poder de Dios se manifiesta en
haber criado el cielo y la tierra par sola su palabra. El
ha hablado y todo ha sido hecho. El lo mandó y todas las co
sas fueron criadas El dixo , hágase el firmamento en me -
dio de las aguas , y sepárense las aguas de las aguas , y así se
hizo (c). Y lo mismo dixo de todo lo demás , y así fué execu-
tado. Mas la palabra de Dios es su voluntad , dice San Euché-
rio , y así quando decimos, que Dios habló , y todas las cosas
fueron hechas , queremos significar, que todo fué hecho quan
do el Señor ha querido , como ha querido , y porque ha que
rido. Su voluntad lo ha hecho todo , lo multiplica todo , lo
conserva todo. Porque no entendáis , que después de criadas
las cosas, puedan subsistir por sí mismas , pues así como fue
ron hechas por la voluntad de Dios , así al punto , se redu
cirían á la nada que eran , si la divina providencia no estu
viera presente , conservándolas con la misma virtud , con que
Jas crió al principio. Y por tanto se dice en la Escritura:
%Qué hay que pueda subsistir , si Vos no queréis , ó que pueda
conservarse sin vuestra voluntad (¿) ? Y oo está Dios lejos de
nosotros , porque en él vivimos , nos movemos , y somos {e).
Solo resta advertir , católicos , que aunque en este artícu
lo atribuimos al Padre la creación del Cielo y la tierra por
la misma razón , que le hemos atribuido la Omnipotencia , es
cierto que la creación ( lo mismo que la Omnipotencia ) es
común á las tres divinas personas : al Padre , porque así nos
lo enseñan los Apóstoles en el Símbolo : al Hijo , porque lee
mos en el Evangelio: que todas las cosas fueron hechas por él (/");
y al Espíritu Santo , porque se dice en los Salmos : Por la pa
labra del Señor fueron establecidos y afianzados los Cielos , y
por el Espíritu de su boca fué hecha toda la virtud de ellos ^gj.
jO Gran Dios! A vos sea ciada toda la gloria :y á nosotros
to~
(»> Ibt ad 4. & quast. o», arf. 4. c. (*) Ps. 148. j.
(r) Gines. 1. 3. (d) Sapieat. 11. (ff) Actor. 17. (/) Joan. 1.
íg) P»- 3a-
Tom. I. I
66 Instrucciones
toda la confusión («). A Vos toda la gloria , y gracias por to
dos los bienes ; porque todo lo que habéis hecho es bueno,
y no hay bien que no venga de Vos , que sois el origen y
fuente dé toda bondad. A nosotros toda confusión , porque no
reconocemos y amamos al Autor de todo lo bueno que hay
en nosotros. Todas las criaturas os reconocen , os sirven, y
obedecen, porque á todas las habéis criado: ¿y seremos nosotros
los solos ingratos, desobedientes y rebeldes, habiéndonos Vos
sobrepuesto á todas ellas? Aprendamos, católicos, de los Ange
les á cumplir la voluntad de Dios en la tierra con prontitud,
con fidelidad y con gozo , así como ellos lo hacen en el Cie
lo. Aprendamos de las demás criaturas á servirle y alabar
le : pero reconozcamos al mismo tiempo que nuestra digni
dad , y excelencia sobre ellas nos obliga á servirle de un
modo mas elevado y mas digno. Dios nos ha distinguido de
los animales sin razón , por la razón misma que nos ha da
do para conducirnos á él. ¿Qué confusión , pues , para el
hombre olvidarse de su dignidad , y degradarse envileciéndose
hasta hacerse semejante á las bestias (¿) , por las pasiones bru
tales , ó los cuidados terrenos? Elevado por su misma na
turaleza sobre la tierra y todos sus bienes , sobre el oro y
la plata , sobre los placeres del cuerpo y de los sentidos , se
degrada y hace infeliz á proporción que hace su Dios , y su
ídolo de ellos (*•). No , no es necesario ser christiano , basta
ser racional , basta ser hombre , para conocer el desorden de
una conducta tan indigna del hombre. ¿Quál , pues , debe
ser la regla de su conducta y acciones? La que San Agus
tín le propone en el libro primero de la Doctrina Christia-
na : la de no unirse á las criaturas por sí mismas , puesto que
fio ha sido hecho para ellas , sino al contrario ellas han sido he
chas para él. Elevado sobre las criaturas corporales , puede muy
bien servirse de ellas , porque se le han dado para su uso , pe
ro no le es permitido el buscar en ellas su felicidad, ni hacer
de ellas el objeto de su amor ,y el descanso de su corazón. Igual
Í
(a) Baruc. i. (b) Ps. 48. v. 13. ai.
(f) Philip. 3. 19. Galat. 4. 10.
sobre el Catecismo. Parte I. 67
& los otros hombres , debe amarles como á sí mismo : y su sa
lud mas que su misma vida ; pero debe amar mucho mas á Dios.
Habiendo sido hecho únicamente para Dios , debe amarle y unir
se únicamente á él , referirle todo lo que tiene , y todo lo que
es (a) : de suerte que no viva , ni obre sino por él en la tier
ra , para hacerse digno de poseerle en el Cielo.

ARTICULO SEGUNDO DEL CREDO.

r EN JESU-CHRISTO SU UNICO HIJO NUESTRO SEÑOR.

INSTRUCCION VIH.

SOBRE ESTAS PALABRAS : T EN jESU-CfiRISTO.

De la fe y conocimiento de Jesu-Christo.

J^Lbismado el hombre en un profundo de males y mi


serias por el pecado, ¿á que deberá aplicarse con mayor anhe
lo , que á conocer bien á Jesu-Christo , el único Mediador
de Dios y de los hombres El Dios Salvador , la víctima
de expiación inmolada por nuestros pecados , el Repara
dor de nuestras miserias , y el fundamento de nuestra es
peranza. Nada en efecto le es mas necesario y útil : y por
tanto no es de extrañar , que los Apóstoles hayan emplea
do la mayor parte del Símbolo en hacernos conocer los mis
terios de Jesu-Christo , su Divinidad , su Encarnación , su
Nacimiento , su Vida , su Pasión y Muerte , su Resurrección
y su Gloria. Toda su ciencia era Jesu-Christo , toda su' pre
dicación era Jesu-Christo , toda su* aplicación y zelo se orde
naba á hacernos conocer y adorar á Jesu-Christo. Siguiendo,
pues , el espíritu de los Discípulos del Salvador , que son
nuestros Padres en la fe , no os hablaré de otra cosa en es
ta instrucción , que de la necesidad de este divino conoci
miento , y os haré ver 1 ,° que sin el conocimiento de Jesu-
Chris-
(«) Galat. cap. 3. 4. $. 10. (/>) a. Tim 1. g.
I 2
6% Instrucciones
Christo no hay Religión para el christiano : 2.° que sin el
conocimiento de Jesu-Christo no hay salud para el pe
cador.
i. p. La verdadera Religión es el verdadero culto del
verdadero Dios : es, dice San Agustin (a) , el sagrado lazo que
nos une con él , apartándonos de la impiedad , y de la supers
tición ; y haciéndonos conocerle según lo que es en sí , y res
pecto de nosotros , adorarle y servirle dignamente. Y para
esto nos es indispensable la fe y conocimiento de Jesu-
Christo.*
I. Por mas sabios , é ilustrados que sean los hombres,
si no conocen á Jesu-Christo , se puede decir de ellos , lo
que el Apóstol decia á los Efesios , que antes de haber co
nocido á Jesu-Christo por la fe , estaban sin Dios en el mun
do (¿) , y sus conocimientos les eran inútiles. Porque ¿de qué
serviría á los hombres el conocer á Dios ó como Autor de
la naturalezá , y del orden de los elementos , como le han
conocido los Filósofos Paganos • ó como Señor de la vida y
de los bienes temporales de los hombres para concedérse
les á los que le son fieles , ó quitárseles á los que le ofen
den , como le han reconocido los Judíos groseros y carna
les , si no le reconocen al mismo tiempo como Autor de la
gracia , como Dios de su corazón (r) , como origen de los
verdaderos bienes , y remedio de los males ; y si no cono
cen los verdaderos medios que pueden conducirles á él? Pero
¿cómo conocerán á Dios de esta suerte, si no conocen á Jesu-
Christo? ¿Qué fruto podrían sacar del conocimiento de Dios
por sí solo? Conocer á Dios sin conocer nuestras miserias
es una ciencia muy expuesta al orgullo y la soberbia. Cono
cer nuestras miserias sin conocer á Dios , ó sin conocer el
medio de hallar en Dios el remedio de nuestras miserias , es
un conocimiento que nos conduciría á la desesperación. Mas
conociendo á Jesu-Christo , conocemos á Dios verdadera y
útilmente , porque conociendo á Jesu-Christo , conocemos á
' ua
(a) Aug. 1. de Ver. Relig. 3. (b) Ephes. a. 12.
(c) P«. 7». 9<S.
sobre el Catecismo. Part. I. 69
un mismo tiempo á Dios , á nuestras miserias , y al remedio
de nuestras miserias , pues Jesu-Christo no solamente es Dios,
sino Dios reparador de nuestras miserias.
Así en todos tiempos ha sido necesaria á los hombres
la fe de Jesu-Christo , y Dios la manifestó por sí mismo des
de el principio del mundo : porque en aquella condenación
del linage humano , que inmediatamente se siguió á la cul
pa , quiso el Señor inspirar á Adán la esperanza de la re
dención de su culpa por aquellas palabras con que intimó
al demonio el daño que le habia de venir por el rescate
de los hombres : To pondré , dixo Dios , enemistades entre tí
y la muger , y entre tu semilla y la suya. Esta te quebrantará
la cabeza , y tú andaras siempre acechando á sus calcañares (¿7).
Si después hace el Señor, alianza con Abrahan , Isac , y Ja
cob , Jesu-Christo es el fin , el sello , y el fruto de esta alian
za , pues les promete bendecir en él á todas las Naciones de
la tierra (¿) ; y en la sucesión de los tiempos ilustró y confir
mó repetidas veces esta promesa. Si elige y forma un Pue
blo consagrado á su servicio , es para hacerle depositario de
la promesa del Mesías : si se le da la Ley , y le prescribe sa
crificios , es á fin de que todas estas sombras le conduzcan á
la verdad , y que la Ley misma sea un Preceptor (r), que ins
truya y guie á los hombres á Jesu-Christo , que es el fin de
ella (d) : si le da las Escrituras , es para conservar esta pro
mesa : si suscita en él Profetas , es para renovarle la memo
ria de ella , y anunciarle de antemano todas las circunstan
cias de este gran suceso : si dispersa este pueblo por todos
los lugares del mundo , es para que lleve á todas partes el
testimonio y la prueba de ella. Y en fin , Jesu-Christo en
vía á sus Apóstoles por todo el orbe para anunciar á las gen
tes la dichosa nueva de su venida al mundo : de suerte, que
la fe de Jesu-Christo es la verdadera llave deDavid (e) la llave
de toda la ciencia de la Religión, y tan antigua como la Reli
gión misma. Los verdaderos Israelitas le han conocido en la Ley
un
ió) Genes. 3. ig. (i) Genes. 11. y. 18. a5. v. 4. as. v. 14.
(*) Galat. 3. v. 34. (d) Rom. io. 4. (e) Apoc. 3. 7.
7b ' Instrucciones
antigua , y no hay otra diferencia , dice San Agustín, entre tos
antiguos justos y nosotros , sino que nosotros adoramos como ya
venido al mundo , á aquel cuya esperanza hacia el consuelo de
los antiguos justos. Ellos profesaban la misma fe baxo un nom
bre diferente ; y se han salvado por la fe de la Pasión que Je-
su-Christo debia sufrir , así como nosotros nos salvamos por la
fe del que la ha sufrido (<*) : y respecto de unos y otros es
cierto , que la vida eterna ha consistido y consiste , como di
ce Jesu-Christo , en conocer al verdadero Dios y á Jesu-Chris-
to , á quien debia entonces enviar al mundo ,yá quien ha en
viado (b) después.
a. Pero si la fe de Jesu-Christo es necesaria al christia-
no para conocer á Dios como debe ; lo es también para ado
rarle y servirle dignamente. Los hombres después del pecado
no pueden acercarse á Dios, sino por Jesu-Christo (c) , que es
el Mediador entre Dios y los hombres (di) el Soberano Pontífice^
que intercede por nosotros (e) • la víctima de propiciación que
aplaca la ira del Padre , nü£ reconcilia con él ; y así para que
nuestros servicios y adoraciones le sean agradables es nece
sario que estén fundadas en la fe , y sean santificadas por
la gracia que recibimos por Jesu-Christo. Tales han sido las
adoraciones de aquellos justos que adoraron y sirvieron ver
daderamente en el antiguo Testamento. Todos han sido, como
dice S. Agustín (/) ciudadanos de la celestial Jerusalen cuyo Xefe
es Jesu-Christo ; todos han sido miembros unidos por la fe al
cuerpo y á la cabeza. Abrahan deseó con ansia ver el dia de la
venida de Jesu-Christo al mundo (g) , le vio en espíritu , y fué
colmado de gozo. Jacob esperaba al Salvador , y esta esperan
za le llenaba de consuelo á la hora de su muerte (h). Job
esperaba ver al Redentor en su carne y por sus propios
ojos (t) , después de su resurrección. Moyses prefería los su
frimientos y oprobrios de Jesu-Christo á toda la gloria y rique
zas

(a) Lib. i. Retract. c. ig. lib. 10. Conf. c. 43. (A) Joan. 17. 3.
(c) Ephes. 3. i», (d) a. Tim. a. 5. (e) Hebr. 7 ig.
(/) Lib. de Cathec. rud. cap. 19. (g) Joan. 8 ¡6.
(A) Genes. 49. 18. (») Job 19. a$.
sobre el Catecismo. Parte I. jx-
zas del Egypto («). Los Profetas anunciaban á otros sus sufri
mientos y gloria , á fin de preparar al mundo para recibirle.
Y por tanto los verdaderos Israelitas no miraban los sacrifi
cios que ofrecían , sino como figuras del gran sacrificio que
debía ser ofrecido algún dia : porque sabian que Dios no se
alimenta de la sangre de los cabritos , ni de los toros (¿) ; que
¡a ceniza de la becerra quemada (f) no es capaz de expiar los
pecados , ni purificar los pecadores ; que las ceremonias no
eran por sí mismas sino elementos vacíos y estériles , y así no
las practicaban sino para hacer profesión de la fe del Me
sías , y adorar en las figuras de la Ley antigua los misterios
de la nueva.
Mas si en la Ley antigua era necesaria la fe de Jesu-Chris-
to para adorar y servir á Dios dignamente, ¿quánto mejor lo
será en la Ley nueva establecida por el mismo Jesu-Christo?
Concluyamos, pues, que sin el conocimiento de Jesu-Chris
to , el hombre no conoce á Dios como debe ; sin él no se co
noce á sí mismo ó se conoce inútilmente ; es un viagero sin
luz y sin guia que camina al acaso y no puede menos de ex
traviarse y perderse. Por consiguiente , sin este conocimien
to no hay salud para él , como lo vamos á demostrar.
2. p. Dios solo puede enseñarnos el camino por donde
quiere salvar al hombre , y sabemos , que este camino no es
otro que Jesu-Christo. To soy el camino , la verdad , y la vida^
dice el mismo Salvador : ninguno viene al Padre sino por
mí (d). Jesu-Christo , dice San Agustín (e) , es el camino del
Cielo adonde caminamos : es la verdad que ilustra nuestro
entendimiento , para que caminemos rectamente : es la vida
en que debemos permanecer. Es el camino con su exemplo;
es la verdad con su doctrina ; es la vida con su gracia. De
donde se infiere , que el que no conoce á Jesu-Christo y
le sigue no puede conseguir su salvación ; porque no hay
salud en algún otro que en Jesu-Christo, como predicaba el Prín
cipe de los Apóstoles á los Judíos.
• - Y
(a) Hebr. ir, r5. (b) Ps. 49. 10. 14. (c) Hebr. 9 11. c. 7. ip.
{d) Joan. 14. 6. (?) Serm. 141. al 54. gg. de Verb. Dom.
73 Instrucciones
* Y en efecto ¿qué otra cosa nos enseñan las qualidades
que la Escritura atribuye á Jesu-Christo de Mediador, Re
dentor , Abogado , Pontífice , Víctima , Templo y Altar,
Camino y Puerta , Verdad y Vida , Pastor y Esposo , Mé
dico y Rey ; sino que hallamos la salud en él , y que no
podemos hallarla sino en él y por él?
Pero Jesu-Christo es único en qualidad de Mediador.
Así como no hay sino un Dios , así tampoco hay sino un sola
mediador entre Dios y los hombres , dice el Apóstol (a) , y
este Mediador es Jesu-Christo. El solo ha podido reconciliar
nos con Dios (¿>) : destruir con su muerte las enemistades que
habia entre Dios y los hombres ; pacificar todas las cosas con
su sangre ; y ser nuestra paz
El solo es nuestro Redentor. ¿Y qué otro sino él podia
serlo"? Porque no nos ha rescatado con oro , o plata ; ni po
díamos ser redimidos, sino con el precio de la sangre del Cor
dero sin mancha : y ningún otro precio podia ser bastante.
El hermano no podia rescatar á su hermano , porque ambos
eran pecadores (d). Un hombre no podia redimir á .otro hom
bre , porque no podia dar un precio bastante para satisfacer
la injuria infinita que el hombre habia hecho á Dios. Resta
ba, pues, que Dios se hiciese hombre y hermano nuestro , pa
ra redimir á los hombres.
El solo es nuestro Pontífice, y el que ha entrado primero
en el verdadero Santuario , para introducirnos á nosotros en
él (e) , y qualquiera que no esté unido con él por la fe , no
participa de su sacrificio. La multitud de víctimas que se ofre-
cian en la Ley antigua no figuraban sino una sol¿ víctima,
una sola hostia , que es Jesu-Christo , quien se ofreció al Pa
dre por la salud de todos los hombres.
Jesu-Christo es el único camino que conduce á la vida,
y no hay otra puerta para entrar en ella. Si alguno entra
por mí, dice el mismo Salvador, hallará pastos (/"), y estos
pastos son la gracia y la vida. El es el fundamento de la sa
lud
(o) Tim. 3. e. (b) Rom. ¿. 10. (c) Ephts. a. 14. seq.
{á) Ps. 48. 8. Ps. 10. 4. ^) Hebr. ». 3. secj. (/; Joan. 10. 9,
sobre el Catecismo. Parte I. 73
lud (a) , y qualquiera que edifique sobre otro fundamento , verá
su obra destruida. Es el Maestro (b) , el Rey , y el único es
poso de nuestras almas : el que no le oye no puede ser ins
truido ; el que no le tiene por Rey es un vasallo rebelde;
y el que no conoce á este Divino Esposo (*•) , no tiene parte
en su alianza. De aquí es fácil concluir , que sin el cono
cimiento de Jesu-Christo no hay salud para el hombre. El
que no cree en mí, dixo Jesu-Christo {¿) , ya está juzgado:
¿y por qué ? Porque no cree en el nombre del Hijo único de
Dios : por consiguiente el que no le conoce ; el que quiere
mas permanecer en sus tinieblas , que abrir los ojos á esta ad
mirable luz (e) , lleva consigo su condenación , depone contra
sí mismo. El mismo Hijo de Dios se sirvió de una compara
ción admirable , y de una de las mas brillantes figuras del
antiguo Testamento para persuadirnos esta importante verdad.
Dice pues : Así como elevó Moyses la serpiente en el desierto,
así conviene que el Hijo del hombre sea elevado en la cruzi
es decir : así como la vista de aquella misteriosa serpiente,
que en realidad era solo figura de la serpiente , y no tenia"
veneno alguno , curaba á los Israelitas heridos por las ser^
pientes de fuego , que Dios habia enviado contra ellos : así
la vista , el conocimiento , y la fe de Jesu-Christo , quieri ha
tomado la naturaleza del hombre , y la apariencia de peca
dor, sin haber cometido el pecado , nos sana de la morde
dura de la serpiente infernal , que es el demonio : y así
como el que no miraba aquella saludable serpiente , pereda
sin remedio ; del mismo modo el que no cree en Jesu-
Christo , perece para siempre (/) , y permanece en la muer
te , porque no conoce á su Médico , ni se aprovecha de sus
eficaces medicinas. Con qué ardor , pues , debemos pedir á
Dios aquel espíritu de sabiduría en el conocimiento de Jesu-
Cbristo , aquellos ojos del corazón iluminados con las lüdes de
la fe , deque habla el Apóstol (g), para poder comprehendeñ
con
{a) 1. Cor. 3. 11. seq. (í) Matth. 25. 8. Colos. 1. 8. Joan. 18. 37.
Ephe». j. 40. (c) Matth. o. 15. (d) Joan. 3. 18. (e) Joan. 3. 10.
c. 14. (/) Joan. 8. 24. {g) Ephes. 1. 17. 18. Si c. 3. 18. rj).
Tom. I. K
74 Instrucciones
con todos los Santos quinta sea la latitud , la altura , y profun
didad del misterio de Jesu-Christo , oculto en Dios ante todos
los siglos , y manifestado en el fin de los tiempos (o) : á fin de
conocer la grandeza infinita del amor que nos tiene , y llenar
nos de esta ciencia divina , según la plenitud del mismo Dios"i
Si este conocimiento , y estas luces son necesarias á todo
hombre que viene á este mundo , ¿quánto mas lo serán á
un Christiano que ha profesado la fe de Jesu-Christo para
entrar en su Iglesia ? ¿Qué seria un Christiano que ignorase
á Jesu-Christo, sino un hijo ciego é ingrato, que no quiere
conocer al que le ha dado la vida ; un discípulo que no co
noce á su Maestro , ni oye sus lecciones ; un hijo de luz por
su vocación , pero que vive en las tinieblas , y las prefiere
á la luz? ¿Qué fruto sacará del bautismo que ha recibido
en el nombre de Christo? ¿No desaprueba su profesión con
su conducta ? ¿Qué gusto tendrá en los exercicios de la Re
ligión ? ¿Qué hará en el templo santo del Señor quando se
celebran los misterios de Jesu-Christo? Apliquémonos, Chris-
tianos, á conocer bien á Jesu-Christo : creamos en él , pero
que nuestra fe no sea muerta , sino viva por la caridad,
conozcámosle para amarle : conozcámosle para seguirle, por
que el qne le sigue no anda en tinieblas (¿>) , sino que tendrá
la luz de la vida , y llegará sin tropiezo al Reyno de la lus
por nuestro Señor Jesu-Christo.

INSTRUCCION IX.

Sobre las mismas palabras : T en ^¡esu-Chrjsto*

De los nombres de Jesús , y Christo.

J^Lsí como es necesario conocer al Padre que es el


primer principio de todas las cosas , así también lo es el
conocer al Hijo , por quien lo ha hecho todo , y lo ha repa
rado todo en el Cielo , y en la tierra (f). Jesu-Christo reúne
en
i/í) Cplw. i. atf. (¿) Joan. 8. it. (c) Ephei. j. iq.
sobre el Catecismo. Parte I. yj-
en el Evangelio estos dos conocimientos como igualmente
necesarios y saludables. La vida eterna , dice á su Padre,
consiste en que te conozcan á tí por el solo verdadero Dios , y
á Jesu-Christo , á quien tú has enviado (rt). Al modo que su
posesión hará igualmente nuestra felicidad en el Cielo , así
su conocimiento hace igualmente en la tierra el principio y
fundamento de nuestra salud. Es necesario creer igualmente
en el uno y en el otro. Creéis en Dios , decia Jesu-Christo á
los Apóstoles , creed también en mí (b). El que rehusa creer
en el Hijo , hace injuria al Padre , dice San Cirilo (r). Apli
quémonos , pues , á formar alguna idea de lo que debemos
creer en este Hijo adorable , y empecemos por las gloriosas
qualidades que significan los nombres i.° de Jesús; a.° de
Christo.
i. p. El nombre de Jesús significa Salvador: título pro
pio y particular del Hijo de Dios hecho hombre por nos
otros : título , que él solo ha merecido ; y título , que él solo
ha desempeñado eri toda la extensión de su significacionj '
i.° La salud viene de Dios , dice el Real Profeta (í/) ; él
es mi protector , y la fuerza de que depende mi salud. Es mi
salud y mi luz. Toda salud que viene solo de los hombres , es
vana , así como es vana la esperanza que se pone en el hom
bre. Es , pues j menester confesar que Dios es el Autor de
nuestra salud : esta es una gloria que le es propia , y no co¿-
munica á otro (e). Por esta razón queriendo Dios salvar al
hombre , envió su Hijo al mundo , para que el mundo fuese sal
vado por él (/). Si el Hijo de Dios no fuera Dios , dice
San León , no hubiera podido sanarnos con su gracia • si no
fuera hombre , no hubiera podido instruirnos con su exemplo:
si Dios no se hubiese hecho hombre , no hubiera podido sufri?,
y por consiguiente ni satisfacer por nuestros pecados : y si el
hombre no hubiera sido Dios , no hubiera podido ofrecer por el
gé-

(a) Joan. 17.3. (í) Jotn. 14. 1. (c) Cttech. 10.


(d) Ps. 3. 8. Ps. 17. 3. Ps. 16. i. Ps. 59. ia. (*) Imí.°4«. 8. ¡ I
if) Joan. c. 1. 3. c. 3. 17. Luc. 19. 10. C. 15.4.
(¿) Serm. 1. de Nat. Dom.
K 2
76 Instrucciones
género humano una satisfacción infinita y proporcionada á la in
juria , que el pecado del hombre habia hecho á Dios.
Comprehended , ó hombres , de que Salvador teníais ne
cesidad , y quál es el 'jesús que se os ha dado. Comprehen
ded por la excelencia del remedio la profundidad de vuestras
llagas, y por la magnificencia del don la liberalidad de nues
tro Dios. Vosotros necesitabais de un Dios hombre para sal
varos , y este Dios hombre se os ha dado. No hay salud,
dice San Pedro {a) , sino en él , y por él, y no hay otro nombre
laxo el Ciclo , que haya sido dado á los hombres , en que podáis
salvaros. A él solo pertenece el nombre de Jesús , esto es,
Salvador , nombre verdaderamente admirable en toda la tier
ra (b) y nombre mas dulce y suave que el perfume mas exce
lente (r) ; nombre que no puede ser pronunciado con el res
peto debido sino por el movimiento del Espíritu Santo (¿Jj
nombre sagrado que destierra los demonios , y hace temblar
al infierno mismo (e) ; nombre por cuya virtud se han hecho
los mayores milagros (/) ; nombré que inspira á los Chris-
tianos una segura confianza de que serán oidas favorablemen
te sus oraciones ; nombre , que nos hace hallar gozo en
las tribulaciones , y gloria en los oprobrios (&) : nombre que
se le impuso no casualmente , sino por especial consejo y
mandato de Dios , como el mas propio para explicar los de
signios de su misericordia : Le llamarás Jesús ; dixo el Angel
á Joseph , y dio la razón por que él salvará á su pueblo (i}.
Dichoso pueblo , dice San Bernardo (£), qus\4iene á Jesús por
■Señor y Dios. Este es el nombre que se le impuso en la cir
cuncisión como ¡a prenda y sello de la alianza feliz y nueva que
$)iene,á contraer con los hombres , como la prenda de nuestra
salud , y la prueba de la voluntad que tiene de salvar á los
"hombres.
\:. II. Pero el Hijo de Dios ha querido además merecer este
■ nom-
(a) Actor. 4. ij. (b) Ps. 8. v. ». (c) Cant. t.
(d) 1. Cor. i». 3. (í) Marc. 16. 17. (/) Actor. 3. 16. c. jp. 18.
(g) Joan. n. 13. (b) Actor. 5. 41. (i) Matth. 1. ai.
(Jy Hoia. 1. sup. Mistus ett.
sobre el Catecismo. Parte I. 77
nombre , y que fuese como el trofeo de su victoria , y el
fruto de sus conquistas : ha querido comprarle al precio de
sus humillaciones, de sus sufrimientos y muerte, á fin de
que todo lo que sirve para aumentar sus derechos, sirva
también para aumentar nuestra confianza. En efecto , jpara
qué se humilló hasta hacerse hombre , teniendo la forma y na
turaleza de Dios ? 1 Para que siendo igual á Dios , se anonadó á
si mismo , hasta tomar la forma y naturaleza de siervo (a) ?
Para salvarnos. ¿Para qué quiso' ser en todo semejante á los
hombres , á excepción del pecado que venia á destruir, y
no podia cometer ? Para salvarnos. ¿Para qué se ha humi
llado á sí mismo , haciéndose obediente hasta la muerte , y muer
te de cruz (f) ? Para salvarnos. Jesu-Christo, pues , se hizo
hombre , vivió , padeció , y murió para redimirnos y sal
varnos : y para coronar sus humillaciones y sufrimientos,
Dios le dió un nombre , que es sobre todo nombre , para que
al nombre de Jesús todos se arrodillen en el Cielo , en la tier
ra , y en el infierno , y toda lengua confiese que el Señor Jesu-
Christo está en la gloria de Dios su Padre , dice el Apóstol
III. Pero si el nombre de Jesús es sobre todo nombre,
¿quién podrá dudar que sea propio y particular de este Sal
vador adorable? ¿A qué otro podrá convenir según toda la
extensión de su significación ? Pues aunque es verdad que el
nombre de Jesús también ha sido impuesto á otros , según
refiere la Escritura , á saber , á Jesús hijo de Nave , esto eS)
á Josué , aquel famoso Capitán del pueblo de Dios : á Jesús
hijo de Josedec , que fue soberano Pontífice : y á Jesús, hijo
de Sirach , escritor del libro del Eclesiástico : ¿quién ignora
que el nombre de Jesús no ha podido convenirles sino como
á figuras de nuestro único Salvador ? Si Dios ha querido fi
gurar á su Hijo en los hombres ilustres del antiguo Testa
mento ; si ha querido indicar de antemano todos sus carac
teres , su inocencia y muerte en Abel , su sacrificio en Isac,
sus trabajos en Jacob , su paciencia en Job , su mansedum
bre
(o) Pbilip. 4. v. $. seq. (b) H*br. 4. 1$.
(f) Philip, a. 8. & seq. (d) Jbid.
78 Instrucciones
bre en Moyses , su gloria y la felicidad de su Reyno en el
de Salomón ; ¿quién duda que nos haya figurado su nom
bre y las funciones de Salvador , en los Santos que se han
llamado así , y han librado ó conducido al pueblo de Dios,
para figurar la gracia y la verdad que el Hijo de Dios debia
traer á los hombres (a) ?
¿Mas quién no conoce la diferencia que hay de la figura
á la verdad ? ¿ Qué diferencia , en efecto , entre un Escritor
Sagrado , que fué ilustrado con cierta porción de la luz de
Dios , y el Hijo de Dios mismo que es la sabiduría , y Verbo
del Padre , la luz verdadera que ilumina á todo hombre que viene
al mundo (¿) , y en quien están encerrados todos los tesoros de
¡a sabiduría y ciencia de Dios (r) ? ¿Qué diferencia entre un
Sacerdote de la estirpe de Aaron , que sucede á otros , y otros
le suceden á él , porque la muerte les impide vivir siempre (á);
que ofrece á Dios víctimas muertas , é incapaces de santifi
car («?) , cuyo sacerdocio debe ser abolido como enfermo é
inútil y el Sacerdote eterno según el orden de Melchisedech (f ),
quien nos ha santificado para siempre por la efusión de su
sangre , y la oblación de su propio cuerpo , y quien vive
siempre delante de Dios para interceder por nosotros? ¿Y
por grandes que sean las qualidades y ventajas que la Es
critura (g) atribuye á Josué , ¿qué comparación hay entre él
y Jesu-Christo ? Josué (lo mismo que Moyses) no era mas
que un siervo en la Casa del Señor Qj): Jesús es el Hijo único
de Dios , y el heredero de todas las cosas. Josué recibió el
espíritu de Dios con medida : Jesús le posee en toda su ple
nitud. Josué sacó al pueblo de Israel de un horroroso desier
to : Jesús salvó á todo el universo de la esclavitud del de
monio y del infierno mismo. Josué triunfó de muchos pue
blos enemigos que se oponían á su paso : Jesu-Christo triun
fó del demonio y de todo el poder de los espíritus de ti
nieblas. Josué introduxo á los Israelitas en una tierra, en
. . . que
(*) Jotn. i. 17. (i) Joan. t. (e) Colos. a. 3.
(rf) Hebr. 7.13. (e) Hebr. 9. ti. 18. (/) Pí. 100. 4. Hebr. 10.
14. c. 7. «5. (g) Eccles. 46. (¿) Hebr. 3. 5.
sobre el Catecismo. Parte I. 79
que á la verdad corria la leche y la miel , pero en donde
el pueblo de Dios tuvo no obstante muchos trabajos que su
frir : Jesu-Christo nos introduce en el Cielo , en donde los
justos serán saciados eternamente de un torrente de delicias.
Josué hizo pasar al pueblo las aguas del Jordán : Jesu-Christo
nos purifica con las aguas del bautismo. Josué hizo circun
cidar los cuerpos : Jesu-Christo circuncida con su gracia los
corazones. Josué hizo caer las murallas de Jericó al sonido
de las trompetas : Jesu-Christo convierte á todo el universo
por la virtud de su palabra. Josué salvó á Rahab de las
ruinas de esta Ciudad criminal : Jesu-Christo salva á los Ju
díos y Gentiles llamándolos á la fe , y santificándolos con su
gracia. Josué al frente de su pueblo , le hace entrar con él
en la tierra de Canaan : Jesu-Christo por su muerte nos abre
la puerta del Cielo , y habiendo entrado en él como Rey de
la gloria , hace entrar después de él á todos sus escogidos
para que participen de la abundancia de su casa. Reconoz
camos , pues , que solo Jesu-Christo es el verdadero Salvador
del mundo: ha potestad que nos salva, como dice Zacarías (a):
la salud de Dios , como dice Simeón : el Príncipe , y el Sal
vador , como le llama San Pedro (¿) : El Autor de la salud
«terna para todos los que le obedecen , como dice el Apóstol
á los Hebreos (c). Reconozcamos , que en él solo debemos po
ner nuestra confianza, y de él solo debemos esperarlo todo.
Mas no nos engañemos , Christianos , pensando acaso tan-
poco ventajosamente del Salvador , como pensaban los Judíos
carnales del Mesías que esperaban. Como no conocian otros
bienes que los de la tierra , esperaban al Mesías ( y le es
peran aun á pesar de las pruebas que ha dado de su venida)
como un Rey poderoso , que les haria gozar de la abundan
cia de estos bienes en una paz no interrumpida , y esta éra
la salud que se prometían con su venida. ¡Qué ilusión! La
salud que Jesu-Christo ha traído al mundo es mucho mas
preciosa , y de un órden mas elevado : la salud que le ha
merecido el nombre de Salvador , es toda espiritual , y con-
... '. ■ ... . - . #"
{f) Luc. 1. 6f. c. a. jo, (b) Actor. $K («); Htbr. j. f¿ - • .
8o Instrucciones
siste en la destrucción del pecado, y el establecimiento de
la verdadera justicia. Tal es la salud que esperaban los San
tos Patriarcas quando pedian al Cielo que lloviese al justo,
y á la tierra que diese al Salvador (a). Tal es la salud que
el Angel anunció á Daniel , asegurándole que vendría el Me
sías , á fin de que las prevaricaciones fuesen abolidas , que cesase
el pecado , que fuese borrada la maldad , y que la justicia se
estableciese en la tierra (b). Tal es la salud que el Angel
anunció á San Joseph , mandándole que el Hijo de María se
llamase Jesús , esto es , Salvador , porque él salvará á su pue
blo de sus pecados (c).
Sí , Christianos. Este ha sido el fin de la venida de Jesu-
Christo. Y si alguno tuviere la osadía de dudar de una
verdad tan constante , yo le remito á las Escrituras. Ellas
le enseñarán : que Jesu-Christo ha venido para salvar á todos
los pecadores (di) : que se ofreció á su Padre como víctima
de propiciación por los pecados , y no solamente por nuestros,
pecados , sino por los de todo el mundo (e) : que rompió la
muralla de división (/) , que nos separaba de Dios ; clavó á
su cruz el decreto de muerte á que estábamos condenados ; y
nos lavó (g) , nos purificó , y nos santificó con su sangre (h):
que por la sangre del mismo Jesu-Christo hemos conseguido
el perdón de los pecados (i) : que es el Cordero de Dios , que
ha quitado el pecado del mundo (k) : y en fin que nos ha res
catado , y salvado de nuestros enemigos espirituales (l) , como
¿o prometió el Señor Dios de Israel por la boca de sus Profetas^
nos ha dado la ciencia de la salud y perdonado los pecados^
para que le sirvamos sin temor servil , con santidad y justicia
delante de él todos los dias de nuestra vida (ni). Y ved ahí,
Christianos , el fruto de su encarnación ; la gracia que co
mienza , continua , y acaba nuestra salud , haciéndonos no
• *.»; SO-

fc} Isai. 4g. 8. [b) Dan. 9. 14. (c) Matth. 1. ai.


(d) 1. Tim. 1. ig. (?) 1. Joan. a. a. (/) Ephes. a. 14.
(g) Colosens. 2. ib) Apoc. 1. (»') Ephes. 1. 7.
(A) Joan. 1.29. (/) Ibi. v. 71. & 1. Colos. c. 13. 14.
\m) Joan^ l. v.70, 74. 7S..saq; ,. ' \ .; .
sobre el Catecismo. Parte I. ir
solamente conocer , sino también amar y obrar el bien , y
perseverar fielmente en él.
2. p. Pero el Hijo de Dios no solamente se llama Jesús,
sino también Cbristo , y por este nombre augusto se nos en
seña lo que es respecto de Dios que le ha enviado , y res
pecto de los hombres en cuyo favor exerce su misión. Apli
quémonos , pues , á conocer este gran nombre , de donde
nosotros tomamos el nuestro ; quiero decir el glorioso nom
bre de Christianos , ó mas bien el nombre de Christo mismo,
puesto que , según San Agustin (<j) , el Cbristo entero com-
prehende la cabeza y los miembros.
El nombre de Christo significa ungido ; y la Escritura le
atribuye á los Sacerdotes , Reyes y Profetas , porque eran
consagrados y destinados á sus augustas funciones por un*
unción santa , símbolo de la unción celestial con que fué un
gido Jesu-Christo. Ni penséis , que esta unción de los Sa
cerdotes , Reyes y Profetas ha sido una pura invención de
los hombres , sino que eran ungidos por mandado de Dios
en consideración á la dignidad de su ministerio. Pues los
Sacerdotes son Ministros del Altísimo que ofrecen sacrificio*
á Dios por el pueblo , y le ruegan por el bien de la Re
pública. Los Reyes están encargados del gobierno de los
pueblos , de mantener la autoridad de las leyes , y de re
primir á los malhechores, y defender á los inocentes. Los Pro
fetas son los intérpretes de Dios para descubrirnos los se
cretos celestiales , anunciarnos las cosas venideras , é ins
truirnos con saludables preceptos en los caminos del Señor.
Mas sobre todos estos Christos figurativos , de que habla
la Escritura (¿) , es el Cbristo del Señor , Jesu-Christo Dios y
hombre , el qual fué ungido , no por el ministerio de algún
hombre mortal , sino por virtud del Padre Celestial , ni con
oleo terreno, sino con oleo espiritual, con la plenitud de
la gracia y dones del Espíritu Santo , como lo mostró el
Profeta , diciendo : Amaste la justicia , y aborreciste la mal"
dad : por tanto te ungió Dios , tu Dios con oleo de gozo mas
que
{a) S. Aug. in Pit »o\ (¿) Daniel, p. i¿.
Tfim- h I»
82 Instrucciones
que á quantos participaron de él (a). Y en Isaías se dice : El
espíritu del Señor está en mí : porque él me ungió con su gra
cia , y me envió á predicar á ¡os pacíficos y humildes (b). Me
ungió , dice , y me envió á predicar : de donde se infiere,
que Jesu-Christo fué ungido para cumplir los cargos y ofi
cios de Sacerdote , Rey y Profeta que reunió en su Persona:
porque fué Sacerdote Eterno , Rey Soberano , y Profeta por
excelencia.
i .o Sacerdote Eterno , según el orden de Melchisedecb , di
ce David (c) , que consuma en el Cielo el sacrificio que ofre
ció en la tierra. Pontífice Santo , dice el Apóstol , inocente^
separado de los pecadores , y mas elevado que los Cielos (rf),
quien se ofreció á sí mismo por los pecados de todo el mundo.
2.o Rey soberano , cuyo Reyno tiene una extensión sin lí
mites , y una duración sin fin : Reynará , dixo el Angel, en
la Casa de 'Jacob para siempre , y su Reyno no tendrá fin (e\
El Profeta Daniel habia predicho que los Persas sucederían
á los Asyrios , los Griegos á los Persas , los Romanos á los
Griegos, y que á estos Imperios sucedería otro que debe ser
eterno , y que es el del Mesías (/). Todas estas revoluciones
se han verificado ya , y apénas nos han quedado vestigios
de aquellos vastos Imperios. El Reyno de Dios y del Mesías
les ha sucedido , y debe subsistir eternamente.
Pero este Reyno es espiritual y eterno ; se empieza en
la tierra , y se perfecciona en el Cielo. Y no solamente per
tenece á Christo en quanto Dios , sino aun en quanto hom
bre. Porque Dios atesoró en él todo el poder , grandeza y
dignidad de que era capaz la naturaleza humana , para que
reynase en todo el mundo , y en el dia del juicio se le su
jetarán cumplida y cabalmente todas las cosas , como ya ha
empezado á ponerse por obra. Y así no fué Rey por derecho
hereditario , ó humano , aunque descendía de Reyes , sino
porque Dios le constituyó sobre todas las cosas. Y en con-
seqüencia exerce admirablemente los oficios de Rey en su
Igle-
(«) Vs. 44. (b) Isaiae 61. (c) Ps. 109.
id) H«br. 7. a8. (e) Luc. 1. (/) Dan. 8. 34.
sobre el Catecismo. Parte I* 83
Iglesia : porque él mismo la gobierna ; él la defiende de los
ímpetus y asechanzas de los enemigos , establece leyes , y
la da no solamente la justicia y santidad , sino también vir
tud y fuerzas para perseverar en su gracia.
3.0 Jesu-Christo fué el gran Profeta, que Dios había de
levantar en medio de nosotros , y á quien nos mandó oir.
Los otros Profetas solo participaron una porción de sus lu
ces , y fuéron determinadamente enviados para anunciar á
este Profeta que había de venir á salvar, á todos , y por tan
to es el Profeta por excelencia , que ha venido al mundo
para instruir á su pueblo , y darle la ciencia de la salud en
remisión de sus pecados : para iluminar á los que vivían en ti
nieblas y en las sombras de la muerte , y dirigir nuestros pasos
en el camino de la paz ,
¿Qué motivo , pues , para nosotros de reconocimiento y
amor á este adorable Salvador ? ¿Qué motivos de confianza
en su bondad y en los sagrados nombres que ha tomado,
para vencer nuestros temores? ¿Y qué motivos para obli
garnos á vivir de una manera conforme á sus designios, y :
digna de la salud que nos ha traído ? ¡Qué no os debo yo,
Dios mío , por haberme salvado , y con qué viveza me trae
á la memoria vuestro santo nombre los beneficios que me ha
béis hecho ! No es bastante , Señor , que yo le pronuncie
con respeto y freqüentemente , que le lea con placer en
donde quiera que le halle , que le oiga con gozo , que me
aliste en las Cofradías destinadas á honrarle , sino le honro
también con mis acciones , si toda mi vida no da á enten
der la grandeza de vuestras misericordias , el poder de vues
tra gracia , y la verdad de mi libertad : si no se reconoce
por la santidad de mi conducta que Vos habéis venido á
santificarme , y librarme de la esclavitud del demonio. To
das las veces que pronuncio el nombre de Jesús , me acuerdo
que Vos sois el autor de mi salud , que os lo debo todo,
y que debo ser todo de Vos sin reserva. Este sagrado nom
bre me hace esperar mi salud con confianza , y me alienta
r
a
(a) Deuter. 18. ij. (¿) Luc. i."
La
i4 Instrucciones
á decirme á mí mismo : que si Jesu-Christo me justifica,
ninguno podrá condenarme , y que pues Dios me ha dado ít su
Hijo por Salvador , me lo ha dado todo en él, y con él {a).
]Qué motivo de confianza para mí , y qué dulce debe ser
á un Christiano el pronunciar este nombre en la vida y en
la muerte ! San Pablo no se cansa de pronunciarle , y le re
pite mas de doscientas veces en sus cartas. Pronunciémosle
nosotros , y esperemos en nuestro Salvador Dios. ¿Y qué no
debemos esperar de él? ¿Los beneficios que nos ha hecho
no son la preciosa prenda de los que nos ha prometido ?
Esperemos y trabajemos en esta esperanza. Decid á la bija
de Sion , que su Rey ha venido á consolarla (¿) , y á todos los
pueblos de la tierra (c) , para que busquen en él su alivio,
se lleguen á él con confianza , se acerquen al trono de su"
gracia para hallar misericordia , y el socorro oportuno^ (</).

INSTRUCCION X.

Sobre las palabras del segundo Artículo: Y en Jíesu-


Christo sff único Hijo.

Jesu-Christo Hijo de Dios , y verdadero Dios.


T
J esu-Christo es Hijo único del Padre , Dios verdadero
de Dios verdadero , y engendrado ante todos los tiempos,
desde la eternidad misma. Ved ahí , Christianos, el colmo
de las grandezas de Jesu-Christo , y el fundamento glorioso
de todos sus títulos. Si es la imagen perfecta del Padre , la
figura de sú substancia , y el esplendor de su gloria , como dice
el Apóstol (f) , esto le conviene porque es su Hijo , y su
Hijo único. Si es el Verbo del Padre , la sabiduría de Dios '
mismo , el primogénito ante todas las criaturas , es porque le
engendra ante todos los siglos, y es el Hijo por quien ha hecho
to
te) Román. 8. 31. & 33. (í) Isaise 6a. 11. (c) Zacbar. 9. 9.
(d) Hebr. 4. 16. (?) Hebr. 1. 3. Juan. 1. 1, 1. Tic. I. 3. a. Cor. 1,
94. Colos. 1. 15. . .*
sobre el Catecismo. Parte I. 8j
todas las cosas. Si es el Salvador del mundo , es porque la
dignidad de Hijo de Dios ha dado un precio infinito á sus
satisfacciones.
Esta filiación divina , y esta generación eterna se pro
ponen a nuestra fe en las palabras del segundo artículo i
Su mico Hijo. Pero ¿ quién podrá explicar la generación del
Hijo de Dios , dice el Profeta (a) ? ¿Quién podrá compre-
hender un misterio tan alto , y que excede infinitamente la
penetración de nuestro entendimiento? Sin embargo no nos
es permitido ignorarle , porque , como dice San Juan: El que
no conoce al Hijo , no conoce al Padre. El que no cree en el
Hijo , no verá la vida , ántes permanece sobre él la ira de
Dios (b). Y todo lo que se ha escrito en el Evangelio , se ha
escrito á fin de que -nosotros creamos que Jesu-Cbristo es Hijo
de Dios , y creyéndolo tengamos la vida en su nombre , y vi
vamos en una eterna sociedad con el Padre y el Hijo (c).
Apliquémonos , pues , con respeto á conocer á este Hijo ado
rable ; aprendamos lo que debemos creer , meditemos lo que
debemos saber , adoremos lo que no podemos comprehender,
reconozcamos en las palabras del segundo artículo estas fun
damentales verdades de nuestra fe : i.° que Jesu-Christo es
Hijo de Dios consubstancial al Padre : a.° Que es verdadero
Dios , y un mismo Dios con el Padre.
n p. Para elevarnos á esta fe, y conocimiento del Hijo
de Dios , debemos dirigirnos al Padre , suplicándole que nos
enseñe lo que es su Hijo , porque ninguno ¿abe quién es el Hi
jo , sino el Padre ; ni quién es el Padre , sino el Hijo , y aquel
á quien quisiere el Hijo revelárselo (d). La razón humana no
puede servirnos de guia para arribar á un conocimiento tan
sublime ; y debemos recurrir á la verdad infalible de la
revelación de Dios , la qual sola puede ilustrarnos y condu
cirnos á la fe de sus misterios. Pero el Padre Celestial ha'
declarado del modo mas solemne en el bautismo del Sal
vador , que Jesu-Christo es su Hijo , haciendo salir una voz
de
(a) Isa!. 53. 8. (b) i. Joan. a. 43; Joan. 3. 36".
{c) Joan. ao. 31. {d) Luc. jo. v. a».
86 Instrucciones
de los Cielos que decía : Este es mi Hijo querido en quien yo
me be agradado (a). Y para que no se pudiese dudar , que
estas palabras debían entenderse de Jesu ■ Christo , le fueron
abiertos los Cielos , y vió al Espíritu de Dios baxar en forma
de paloma , que venia á descansar spbre él El mismo Padre
Eterno reiteró este testimonio en la Transfiguración de su
Hijo , por medio de una voz que decia : Este es mi Hijo amado
en quien yo he puesto toda mi complacencia : Oidle (r) con aten
ción. Y porque no se pensase , que un elogio tan magnífico
podía convenir á Moyses , ó á Elias , desaparecieron uno y
otro , y Jesús quedó solo con sus Apóstoles , los quales esta
ban arrebatados de admiración. Ya ántes el Angel habia
anunciado á María Santísima , que el fruto bendito de su
vientre se llamaría , y seria en efecto el Hijo de Dios (tí).
Y quando Caifas conjuró por Dios vivo á Jesu-Christo , que
les dixera , si era el Christo Hijo de Dios ; Jesús le dixo : Tú
lo has dicho : esto es : soy , como has dicho el Hijo de Dios
vivo (e). Y en fin , Dios mismo dixo á Jesu-Christo en la
persona de David : Tú eres mi hijo (/) : y : Siéntate á mi
derecha , To te he engendrado en mi seno ántes de la aurora. Esta
es una verdad constante , y reconocida de muchos : verdad,
que reconoció Natanael , diciendo al Mesías : Señor , Vos
sois el Hijo de Dios , el Rey de Israel (g). Verdad que confesó
Marta , quando dixo al Salvador : To sé que tú eres Christo
Hijo de Dios vivo , que has venido al mundo Verdad que
reveló á San Pedro no la carne , ni la sangre , sino el Padre
Celestial (*'). ¿Quién , pues , se atreverá á negar una verdad
que toda la Escritura enseña , y hasta los demonios mismos
reconocen
Mas confundiremos nosotros al Hijo de Dios , con aque
llos á quienes Dios ha dicho : Vosotros sois dioses , y los hijos
del Altísimo (!) : con los hijos adoptivos á quienes Dios ha
santificado con su gracia ? No , amados Christianos : Jesu-
Chris-
(a) Mattb. 3. 17 (b) Matth. 3. i5. (c) Matth. 17. g. & 1. Petr.i. 17.
(d) Luc. 1. 35. , (e) Matth. aó. (/) Ps. ». 109. 1.4. (g) Joan. 1.
?. 34.. (/>) Joan. 11. (<) Matth. 16. (A) Marc. 5. (J) P5. 81.fi.
sobre el Catecismo. Parte I. 87
Christo es H'jo único , y como Hijo de Dios no tiene , ni
puede tener hermanos. El dixo de sí mismo que es Hijo úni
co , quando recomendó la caridad infinita del Padre , que
nos le ha dado (a). Es verdad que Jesu-Christo fué conce
bido por obra y gracia del Espíritu Santo , y que aun en
quanto hombre no debia recibir el espíritu con medida
sino que poseyó toda la plenitud de ¡a gracia, y que de esta
plenitud recibimos nosotros ; pero Jesu-Christo no es Hijo de
Dios por gracia , sino porque el Padre le ha engendrado
de su substancia , porque es el esplendor de su ¿loria , y el
carácter de su substancia (c).
Por esto debéis entender que hay dos nacimientos en
Christo , el uno temporal , por el qual es hijo del hombre,
y de David según la carne ; y el otro eterno , por el qual
es Hijo de Dios : por consiguiente tiene dos naturalezas ; la
naturaleza divina , que el Padre le comunica por su gene
ración eterna , y la naturaleza humana que ha tomado de la
Virgen en el tiempo : la una que le hace semejante á nos
otros , y la otra que le hace perfectamente igual , y con
substancial al Padre. Y esto es lo que distintamente nos da
á entender el Profeta Micheas , quando hablando del Me
sías , del verdadero Rey de Israel , que debia nacer en Be
lén , dice , que su generación es desde el principio • desde la
eternidad (d). De esta generación eterna hablaba San Juan
Bautista , quando dixo: que Jesu-Christo babia venido al mundo
después de él , pero que es antes que él (e). Con respecto á esta
generación eterna , dixo Jesu-Christo á los Judíos , que él
es antes que Abrcban hubiera nacido. Por órden á esta misma
generación , Jesu-Christo pedia al Padre que le glorificase con
aquella gloria que tenia antes que el mundo fuese criado. Y en
fin de esta generación eterna habla San Juan al principio
de su Evangelio (/) , diciendo : En el principio era el Verbo,
jr el Verbo estaba en Dios , y Dios era el Verbo ; así como
na
fa) Joan. 3. (f>) Joan. 3. v. 34. c. ir. v. 15.
(c) Hebr. 1. (d) Mich. 5. {¿y Jotn. i.v. i¿,
{/) Joan. 1. v. i. Sí 14.
38 Instrucciones
habla de su Encarnación , y nacimiento temporal , quando
dice : El Verbo se ha hecho carne , y habitó entre nosotros.
¿Pero quién podrá comprehender los secretos de esta ado
rable generación ? No esperéis , fieles , qué yo os la haga
comprehender. Todo lo que yo sé es que nada tiene común
con la producción de las criaturas , nada terrestre , nada
imperfecto , nada temporal. Nada común con la producción
de las criaturas : porque ¿á quien de los Angeles , según la
reflexión del Apóstol Dios ha dicho jamas , tú eres mi
hijo , yo te he engendrado hoy ? Y si no lo ha dicho á los
Angeles , ¿á qué otra criatura pudo decirlo? Nada terres
tre , porque, como dice San Cirilo , siendo Dios espíritu, todo
es espiritual en él : nada imperfecto , porque siendo Dios per
fecto , todo es perfecto en él : nada temporal , porque siendo
Dios eterno , todo es eterno en él (¿).
a. p. Todo lo que yo sé es , que el Padre Eterno co
nociéndose á sí mismo desde la eternidad, engendra por este
conocimiento á un Hijo , que es su imagen , pero una ima
gen , que en nada es inferior á este divino original ; un Hijo
que es Dios como su Padre , y un mismo Dios con su Pa
dre. Así Isaías justamente le atribuye el nombre de Dios,
quando nos anuncia que el Hijo de la Virgen es el verda
dero Manuel , ó Dios con nosotros ; y que el Niño que se
nos ha de dar se llamará el Admirable , el Consejero , el Dios
fuerte , el Padre del siglo venidero , el Principe de ¡a paz (c).
San Juan Evangelista nos dice también , como ya hemos vis
to , que en el principio era el Verbo , y el Verbo estaba en
Dios , y el Verbo era Dios (</). Santo Tomas Apóstol habiendo
visto á Jesu-Christo resucitado , lleno de admiración , dixo:
Vos sois mi Señor , y mi Dios (e). Y el Apóstol nos dice tam
bién : que Dios adquirió la Iglesia por su sangre (/) : ¿ y por
qué otra sangre que la de Jesu-Christo verdadero Dios y
hombre ? El es , dice el mismo Apóstol , quien teniendo por
as
ía) Hebr. i. v. ¡». (5) S. Cyril. Jerosol. cathech. n.
(e) Isaiae 7. & y, (d) Joan. 1. (e) Ibi. c, ao.
(f) Actor. »o.
sobre el Catecismo. Parte I. 89
ascendientes á los Patriarcas según la carne , es sobre todas
las cosas , Dios bendito en todos los siglos (a).
Mas si 4a Escritura atribuye á Jesu-Christo el nombre
de Dios , es porque le conviene la naturaleza del mismo
Dios. El espíritu de Dios que manifestó su gloria á Isaías,
quando vió á los Serafines en el Cielo adorar al Señor, y cu
brirse en su presencia , descubrió á San Juan (b) que al Hijo
de Dios pertenece esta gloria , que es la gloria de Dios mismo.
- El mismo Profeta hablando de los milagros del Mesías cum
plidos por Jesu-Christo , nos enseña , que es Dios el que ha
rá estos prodigios (f). El Apóstol San Pablo nos da también
pruebas invencibles de la divinidad de Jesu-Christo , no so
lamente quando dice , que toda la plenitud de la Divinidad
habita en él corporalmente , esto es , en substancia , y no en fi
gura , por naturaleza , y no solo por gracia , sino también
quando nos explica el abatimiento voluntario del Hijo de
Dios hecho hombre por nosotros en estos términos : Jesu-
Cbristo , siendo Dios verdadero como su Padre , y no juzgando ser
usurpación esta igualdad de naturaleza , se anonadó , por decirlo
así , y se humilló basta ocultar su divinidad baxo la forma de
siervo , haciéndose semejante á ¡os hombres , y siendo reconocí-
do en su exterior por hombre verdadero ¿Pero podria sin
usurpación atribuirse la igualdad con el Padre si no tuviese
la misma naturaleza que el Padre? ¿Qué digo yo? ¿Seria
igual al Padre si no tuviese las mismas perfecciones que el
Padre?
En efecto las Escrituras divinas atribuyen al Hijo todas
las perfecciones que convienen á Dios. Sí, á solo Dios pertenece
ser el único principio , y único fin de todas las cosas ; Jesu-
Christo nos dice de sí mismo en el Apocalipsis que es el Alpha y
Omega,el primer principio, y el último fin de todas las cosas (e).
Si Dios solo es inmutable, el Apóstol nos dice que Jesu-Christo
es el mismo ayer que boy,y que el mismo sera en todos los siglos (/);
y también nos enseña, que se deben entender del Hijo de Dio»
- . • ' aque-
(a) Román. 9. (*) Isai* 7. Joan. ia. (e) Isai» 3$.
(d) Philip, a. (») Apocalips. 1. & ai. (f) Hebr. 13.
Tom. I. M
9o .i .. Instrucciones >».
aquellas palabras del Profeta : Los Cielos perderán algún dia su
belleza , y esplendor , se gastarán como un vestido : mas Vos, Dios
mió , permaneceréis siempre el mismo (á). Si Dios solo es in
menso , Jesu-Christo nos enseña (b) que está en el Cielo al
mismo tiempo que está con nosotros en la tierra. Si Dios so
lo es eterno , Jesu-Christo nos muestra que es antes de todos
los tiempos , y que su Reyno no tendrá fin (c). Si Dios solo es
la verdadera vida , y la vida eterna , Jesu-Christo lo es tam
bién , y es asimismo el camino que conduce á ella Si Dios
solo conoce los secretos de los corazones, el Evangelio nos dice
en muchos lugares , que nada está oculto á Jesu-Christo (e)
y el mismo Señor asegura en el Apocalipsis , que sondea los co
razones (/). Si Dios solo es Omnipotente , la Escritura testi
fica que Jesu-Christo es Todopoderoso (g) , el Rey de la Glo
ria (A) , el Rey de los Reyes , el Señor de ¿os Señores. Y en una
palabra : Jesu-Christo dice al Padre : todo lo que hay en mí es
tá en Vos , y todo lo que hay en Vos está en mi (i).
De aquí es , que todas las obras de Dios tanto en el ór-
den de la naturaleza , como de la gracia se atribuyen al Hi
jo de Dios. ¿Quién ha criado el Cielo y la tierra? Dios , me
responderéis , y el Señor lo testifica de sí mismo en la Escri
tura (£). Pues la misma Escritura nos enseña que el Hijo de
Dios ha hecho todas las cosas (/). ¿Quién conserva todas las
cosas después de producidas? Dios : Todo es de él , dice el
Apóstol (m) , todo es por él ,y todo en él. Pues el mismo Após
tol nos dice : que todo ba sido hecho por Jesu-Christo en el Cie
lo , y en la tierra , las cosas visibles , y las invisibles : los Tronos
mismos , y las Dominaciones , los Principados , y las Potestades-
que todo ha sido criado por él , y para él , y que todo sub
siste en él («). ¿Quién obra en nosotros , por nosotros , y con
nosotros? Dios , dice Isaías (o) , hace en nosotros todas nuestras
obras. Pues Jesu-Christo dice : que si su Padre no cesa de
obrar

{a) Ps. iot. Hebr. i. (b) Joan. 3. (c) Luc. 1. (¿) L»c. 6.
(e) Joan. 31. (/) Apocal. a. (g) r. Cor. a. (¿) 1. Thim. 6.
(i) Joan. 17. (k) Iiaue 4. (/) Joan. 1. (m) Rom. 11.
(«) Coles. 1. (o) Isaix %6.
soere el Catecismo. Parte I. o1
obrar hasta el presente , él obra también continuamente («), y
todo lo que hace el Padre , lo hace también el Hijo.
¿Quién puede perdonar los pecados? Dios solo, decian los
Escribas y Fariseos , y en esto tenian razón , mas eran unos
impíos en concluir de aquí , que Jesu-Christo blasfemaba per
donándolos al Paralítico. Y así el- Señor les dió una prueba
evidente de que tenia potestad para perdonar los pecados., sa
nando repentinamente al Paralítico (b). ¿Quién da la gracia y
la gloria? Dios , dice el Profeta (c) ; y el Príncipe de los
Apóstoles nos dice , que esperamos salvarnos por la grada dei
Señor Jesús (d). San Pablo desea á los fieles en todas sus car
tas (e) la gracia , y la paz , que vienen de Dios nuestro Padre,
y de Jesu-Christo nuestro Señor. Y Jesu-Christo mismo nos
dice, que él es el que da la vida eterna á los que -creen en
éJ (/). Es , pues , Jesu-Christo el gran Dios , el Dios Crúu
dor, el Dios Conservador, el Dios Santificador, y en una pa
labra el Dios vivo y verdadero. Por consiguiente no debéis
extrañar , que el Padre Eterno mandase á los Angeles mis-
mos (^g) adorar á Jesu-Christo quando entró en el mundo: que
jure , que todo doblará la rodilla delante él , y toda lengua le
confesará (A); porque esta adoración se«debe á Dios , y Jesu-
Christo es verdadero Dios. Por el mismo principio es claro
que debemos al Hijo de Dios todo lo que debemos al Padre.
La misma fe. Creéis en Dios , nos dice Jesu-Christo , pues
creed también en mí (i\ La misma esperanza. Mi esperan
za está en Dios , dice el Profeta (£) : Jesu-Christo es mi Sal
vador , y mi esperanza (/) , dice el Apóstol , y diciendo esto
no temia incurrir en la maldición fulminada, eontra el que
espera en el hombre (/«), porque sabia que Jesu-Christo no es
3>uro hombre , sino hombre Dios. El mismo amor , la misma
obediencia , y la misma fidelidad. Si alguno me ama , dicé
el Salvador , guardará mi palabra , y mi Padre le amará : ven-
-••Vi dre-
...... - j . »
Joan. (í) Luc. g. (f) Ps. 83. (d) Actor. 15.
(?) Román, i. (/) Joan. 20. {g) Hebr. 1. (b) Romao. 14.
(i) Joan. 14. (*) P*. 6u (/) t. Thimot. 1,
(*) Jerem. 17. f. ¿. ■ ^
M a
9i Instrucciones
¿remos á él , y haremos mansión en él {a).
Venid pues á mí, ó Señor Jesús y permaneced en mí pa
ra siempre. Venid á mí, os digo con la Esposa: Vos sois mi Se
ñor y mi Dios (r): Vos sois el Hijo único de Dios vivo, Vos sois
el mismo Dios vivo y verdadero. Yo creo en Vos , espero en
Vos, os adoro, y os amo; y amándoos y adorándoos, yo adoro
y amo á mi Dios. Yo uno mivozálade losmisteriososanimales,
y de los ancianos que están postrados delante de vuestro Tro
no; á la voz de aquellos millares de Angeles , á quienes
vio San Juan en el Cielo , y que clamaban : El Cordero que
ha sido muerto es digno de recibir el poder , la divinidad , la
sabiduría , la fuerza , el honor , la gloria , y la bendición (di).
Yo clamo con todas los criaturas : Al que está sentado sobre
el Trono, y al Cordero sea dada la bendición , el honor , la glo
ria j y el poder en los siglos de los siglos. Amen.

INSTRUCCION XI,

Sobre las últimas palabras del segundo Artículo?


Nuestro Señor.

J?Vunque el título de Señor no es tan particular á Dios"


que no convenga también á aquellos hombres á quienes Dios
ha establecido sobre otros , en cuyo sentido dice el Apóstol:
que hay muchos Señores (e) : con todo eso es cierto que este
título no solamente conviene á Dios de un modo mas perfec1-
to y eminente, queá ninguno otro , sino tambitn que á él
solo le conviene en toda la extensión del sentido que encief~
ra. El título de Señor en qualquier otro es pasagero, limi
tado, y subordinado á la potestad soberana de quien dima
na : pero en Dios no sufre límites , ni subordinación alguna,
porque toda potestad proviene de Dios(/)iy así él solo es
.verdaderamente Señor , y el Señor absolutamente soberano,
cuyo nombre le dan mil veces las Escrituras , en las quales
- " '• es
(«V Joan. 14. (i) Apocal. as. (e) Joan. ao. v. s8.
(¿) Apocal. 5. t. 11. & seq. (1) j. Cor. 8, (/) Romas, 13.
- sobre Ei Catecismo. Parte. I. ;o$
•es bien común este modo de hablar. Por lo qual remos que
el Hijo de Dios nos dice en ellas quísolo Dios es bueno
y en otro lugar : que no tenemos sino un soto Padre , que es
tá en el Cielo , y un solo Maestro , que es Christo (¿) : esto es
en el sentido perfecto y absoluto. Pues á este modo decimos
que Dios es el solo Señor de todas las cosas*
De aquí es fácil concluir que Jesu-Christo es nuestro Se
ñor ; pues siendo verdadero Dios, es también Señor de todo;
y así como él y el Padre no son distintos Dioses , sino un
mismo Dios; así tampoco son diversos Señores , sino un
solo Señor. ¿ Pero por quántos títulos es Jesu-Christo Señor
nuestro ?
r. p* Jesu-Christo es Dios , es Hombre Dios , y es nues
tro Redentor , tres títulos por los quales justamente debe
mos llamarle Señor nuestro. Como Dios , es nuestro Criador.
¿Y qné título mas legítimo de dominio, que el de un Artí
fice sobre su obra , y el de Criador sobre la criatura ? El
Criador ha" hecho todo lo que es la criatura , y puede dis
poner absolutamente de ella , como el ollero dispone de su
barro , para formar de él el vaso qüe Te agrade. Pues por
este título pertenecemos nosotros á Jesu-Christo como Dios.
Todo- ha sido hecho por él , dice San Juan* (f) ,- j> sin él nada
se ha hecho.- Y el Apóstol dice también : Nosotros creemos que
no hay mas que' uñ Señor que es Jesti-Christo , por quien todas
tas cosas han sido criadas , y a quien somos deudores de todo lo
que somos (rfj. ' •
Es también Señor nuestro como Hombre Dios , porque ef
Padre le ha establecido Señor y Christo baxo esta considera
ción f y lá qualidad de Señor ha sido comunicada á la na
turaleza humana por una conseqüencia necesaria á su Union
con el Verbo. En este sentido el Apóstol aplica al Hijo de
Dios- hecho Hombre aquellas palabras de David : Le habéis
hecho un poco menor que los Angeles , le habéis coronado de glo
ria y honor $ le habéis dado el imperio sobre todas vuestras'
' • fibras,
la) Matth. 19. {i) Ibid. c. «3. (c) Jo&n. I,
(d) 1. Corint. 8. ••' • .
,94 IfSTRUCCIOWEÍ
obras , habéis sujetado á él , y puesto baxo sus pies todas las co
sas (a). Conforme á esto dixo el Padre Eterno á su Hijo por
boca del Profeta : Tú ere? mi Hijo , yo- te be engendrado en es
te dia eterno , que ni comenzó , ni acabará. Pídeme : que te da
ré el imperio de todos los pueblos por herencia , y extenderás tu
dominio de uno á otro extremo de ¿a tierra. Los gobernarás con
una vara de hierro , y los romperás c»mo un vaso de bnrro (b).
En conseqüencia de este derecho le ha dado el Padre la
potestad de juzgar (c) , y le, ha constituido Juez soberano de los
vivos y los muertos {£). Potestad que le ha sido confirmada en
su Resurrección ; potestad que exerce al presente sobre sus
enemigos , ó convirtiéndoles por su misericordia , ó confun
diéndoles , y castigándoles por su justicia : potestad que.exer-
cerá en toda su extensión al fin de los siglos , quando el Señor
subirá sobre su tribunal . para juzgar á los pueblos (e). Enton
ces juzgará las naciones , lo llenará todo de ruinas de sus enemi
gos , quebrantará las cervices orgullosas que osaren levantarse,
cont ra él : y. después de hahfir bebido sin tasa las aguas de amar—
gura en el torrente de la vida mortal , levantará la cabeza (/),
esto es, aparecerá en su gloria , y en el resplandor de su po
der y magestad. Porque en efecto la gloria, el poder, y señorío
de Jesu-Christo son también la recompensa de sus méritos, %
el fruto de su pasión y muerte. Y por esto dice el Apóstolr.
que habiéndose humillado á sí mism» ^ y hecho obediente hasta la
muerte , y muerte de cruz , Dios en atención á sus humillaciones y
sufrimientos le ha elevado sobre todas las cosas , y le- ha dado un
nombre sobre todo nombre , para que al nombre de Jesús todo se
arrodille en el Cielo , en la tierra, y en el infierno: y que toda len
gua confiese que el Señor Jesu-Christo está en la gloria de su Pa
dre (g). Sí Católicos. Jesu-Christo por su pasión y muerte
mereció, que el Padre le hiciese sentar á su derecha en el Cielo
sobre todos los Principados , Potestades, Virtudes, y Dominacio
nes , y todos los nombres que puede haber en el presente siglo y en
el venidero. T le dio el imperio sobre todas las cosas visibles , é.
in—
i ■•
(á) Hebr. a. (b) Ps. ». (#) Joan. ai. (d) Actor. 10.
(») Pt. 7. (/) P*. 10. (¿) Philip. *. T. 8. seq.
sobre el Catecismo. Parte I. gj
invisibles , y le constituyó cabeza de toda la Iglesia ; la qual sien
do su cuerpo, y nosotros sus miembros, es la perfección, y comple
mento que todo lo llena (a), -
Pero si Jesu-Christo mereció el glorioso título de Señor
por su humildad, y abatimiento, con justa razón, habiéndo
se como anonadado á sí mismo por nosotros, habiendo pade
cido y muerto por redimirnos del pecado , es, y debe ser lla
mado Señor nuestro. Vosotros ya no sois de vosotros mismos, dice
el Apóstol , porque habéis sido rescatados con un gran precio (b},
que es la sangre de Jesu-Christo. Por el pecado nos habíamos
hecho esclavos del pecado, y del demonio, porque en reali
dad nos hacemos siervos de aquel á aquien damos voluntariamente
Id obediencia (r). Para librarnos pues de esta esclavitud , y
darnos la preciosa libertad de hijos de Dios , que el pecado y
el demonio nos habian quitado, Jesu-Christo no solamente
borró la escritura , que nos era contraria , y abolió enteramente el
decreto de nuestra condenación clavándole á su cruz , sino que
habiendo desarmado los Principados , y las Potestades de las ti
nieblas , las llevó en triunfo después de haberlas vencido con su
cruz (d) : y por lo mismo tiene sobre nosotros un derecho in
contestable á título de victoria y de conquista. Porque si el
derecho de victorioso , y conquistador , en una guerra justa,
es un título legítimo de dominio sobre lo que se ha conquistado;
¿qué dominio Tnas justo que el que el Hijo de Dios adquirió
sobre nosotros en una guerra emprendida para salvarnos , y
por una victoria conseguida á costa de su sangre? Nosotros
eramos cautivos , y nos ha hecho sus hijos , sacándonos del
profundo lago en que nos habíamos precipitado , por los mé
ritos de la sangre de la nueva alianza {e). Ved ahí porque le
llamamos Señor nuestro ; porque ha hecho por nosotros , lo
que no hizo por los Angeles mismos, y por tanto le es tan
proprio el nombre de Señor nuestro , que aunque convenga
también al Padre, y al Espíritu Santo , viene á ser no obs
tante como el carácter particular de nuestro Salvador. Mas
aun
{a) Ephes. i. (¿) t. Cor. 6*. (O Romaa. 6. (</) Colos. a.
(«) Zachar. 9.
96 * Instrucciones
aun quando no perteneciéramos á Vos, Salvador adorable, por
tantos títulos, ¿no nos hemos dado, y consagrado á Vos en
el bautismo? Nosotros hemos sido reengendrados en vuestro
nombre ; hemos renunciado para siempre al demonio, como á
un injusto usurpador ; á sus obras que son el pecado; como
al título infeliz de nuestra primera esclavitud , á las pompas,
y vanidades del mundo como á las redes que nos aprisionan
y cautivan de nuevo ; y hemos prometido solemnemente unir
nos á Vos solo. ¡Oh! La fuente sagrada del bautismo, ó mas
bien el Cielo, y la tierra que han oido nuestras promesas, se
rán los testigos que depondrán contra nosotros, si os somos
infieles. Vos sois pues nuestro verdadero Señor.
2. p. ¿Pero quáles son las obligaciones de un siervo res
pecto de su Señor? Sin duda que el respeto, el amor, y la
obediencia. Obligaciones sagradas , obligaciones las mas esen
ciales , que debemos desempeñar con el mayor esmero res
pecto de Jesu-Christo Señor nuestro. Paremos aquí nuestra
consideración , Católicos. Reflexionemos qué respeto , y qué
adoraciones debemos al Hijo de Dios. ¡ Ah ! Si Dios ha estable
cido Príncipes, y Reyes sobre la tierra , y los ha hecho á su
imagen , ha sido para que respetándoles á estos aprendamos
á respetarle á él y á su Hijo. Este es el Señor á quien debe
mos temer , y respetar ; el Legislador , que Dios ha estable
cido s"hre las Naciones , á fin que los hombres , aun los mas
bárbaros , reconozcan que son hombres (0). Este es el Juez que
debe parecer algún dia revestido de todo su poder , y mages-
tad , acompañado de los Angeles , y en todo el resplandor
de su gloria. Este es el Rey de la Gloria á quien todo dobla
la rodilla , en el Cielo, en la tierra, y en el infierno (b). Y aun
que se haya vestido de la enfermedad de nuestra naturaleza,
se haya humillado y abatido por nosotros , esta humillación
profunda no debe disminuir , sino aumentar nuestro amor y
nuestros respetos. Los Magos le adoran en el pesebre, le re
conocen por Dios , y le ofrecen incienso. San Juan Bau
tista Profeta y Angel del Señor (f), se reputa indigno de des
atar
(a) Pi. p. v. ai. <J>) Philip, ». (c) Malach. 3.
sobre el Catecismo. Parte I. 97
atar la correa de su zapato. Pedro turbado y confuso á vista
de sus pecados , y de la grandeza del Salvador , se reconoce
indigno de estar en su presencia. ¿Qué digo yo? Los Angeles
le adoran no solamente en el Cielo, sino también en su en
trada en el mundo Todos los Angeles y Santos que rey-
nan con él en el Cielo publican , que á este Cordero que ha
sido muerto por nosotros , le pertenece la bendición , el honor,
¡a gloria ,y el poder en los siglos de los siglos (¿). El es el
Hijo del Hombre , que vió Daniel (c) que venia con las na
les del Cielo , y avanzaba hasta el antiguo de los dias , y que
fué presentado delante de él. Este es á quien el Padre ha dado
el poder , el honor , y el reyno : todos los Pueblos , todas las
Tribus , y todas las lenguas le servirán : su poder es un poder
eterno , que no le será quitado , y su reyno jamas será destruido.
Aprendamos pues de los Angeles y Santos á adorar al Hijo
de Dios. Que este Señor adorable sea nuestro terror , y temqr,
como dice el Profeta (d), no solamente en el Cielo, sino tam
bién en la tierra. Adorémosle , y respetemos la Persona de
Jesu-Christo en la sagrada Eucaristía , en donde se ofrece
á Dios como oblación pura (¿) : en la Iglesia , que es su casa:
en los altares sobre los que es sacrificado. Honrémosle en los
Sacerdotes que son sus Ministros , en los Pastores y Superio
res que son su representación , y su imagen, en los fieles , que
son los miembros de su cuerpo : venerémosle en todos nues
tros hermanos , y temamos ofender, y escandalizar el menor
de sus hijos que creen en él.
Pero si Jesu-Christo debe ser nuestro temor , debe ser
aun con mayor razón nuestro amor : este es el nombre , que
le daba San Ignacio Mártir , y que deben darle todos los
Christianos : Jesu-Christo es mi amor (/). El nos amó con una
excesiva caridad , según la expresión del Apóstol , y prefie
re los dulces títulos de Amigo , de Hermano , y de Esposo,
al de Señor , y de Rey. Si anuncia á la hija de Sion que vie
ne á ella (g) como su Rey , la hace ver al mismo tiempo , que
el
(a) Hebr. j. v. 6. (¿) Apocal. 3. {c) Dan. 7. v. 13. 8r 14. (d) Isai. 8.
13. (e) Malac. 1. v. 11. (/) S. Ignac. ep. ad Rom. (g) Zach. o. v. 9.
Tom. I. N
98 Instrucciones
el aparato con que viene es prueba cierta de su dulzura , y
de su amor. Todos sus Misterios son misterios de amor , su
ley es ley de amor , su trono es trono de gracia , y su reyno
reyno de amor ; y el reconocimiento que exige de nosotros
es el amor. ¿Mas con qué amor podremos reconocer digna
mente el de un Señor tan amable? ¿Qué no debemos hacer, em
prender , sufrir para corresponder á su amor , y testificarle
el nuestro? ¡Ah! El amor á Jesu-Christo debe ser para un
Christiano el motivo , y el fundamento de la confianza mas
dulce , y mas firme ; el que le inspira al mismo tiempo el
ánimo mas inalterable en las adversidades , y trabajos ; el
que hacia decir á San Pablo aquellas palabras llenas de con
fianza , y de zelo : ¿Quién nos separará del amor de Jesu-
Christo"1. ¿Será la tribulación , ó la angustia , ó la persecución,
ó la hambre , o la desnudez , o los peligros , o la espada , o la
violencia^ Estoy seguro , que ni la muerte , ni la vida , ni ¡os
ángeles , ni los Principados , ni las Potestades , ni las cosas pre
sentes , ni las futuras , ni la violencia , ni lo mas alto , ni lo mas
profundo, ni qualquiera otra criatura podrá separarnos del amor
de Jesu-Christo nuestro Señor (a). Este es un amor que no con
siste en palabras, ni para en la lengua , sino que se comprue
ba con la verdad de las obras. Así que en vano nos lisonjea
mos de permanecer , y amar á Jesu-Christo , si no le somos
obedientes , y fieles , si no le escuchamos , le seguimos , y
nos sometemos á su voluntad.
Dios ordenó á su Pueblo por medio de Moyses , que et+
cuchase al gran Profeta que le habia de dar (h) , el qual no es
otro que Jesu-Christo. En el Tabor reiteró este mandato or
denando á los Apóstoles , y en estos á todos los hombres, que
escuchasen-á su Hijo amado (c) , como á su Señor y Maestro.
Baxo esta qualidad de Señor habla con autoridad , y poder,
como dice el Evangelio (d) , y á los hombres solo les toca
el escucharle. ¿Con qué respeto, pues , con qué gozo , con qué
docilidad debemos escuchar su palabra , sea quando nos ha
bla
(a) Román. 8. (A) Deuter. 18. Joan. 1. Actor. 3.
(cj Matth. 17. (¿) Mare. 1. .
sobre el Catecismo. Parte I. 99
bla exteriormente por medio de sus Ministros , ó quando nos
habla interiormente por sí mismo , y por los movimientos de
su gracia? Humillados á sus pies debemos decir sin cesar
como Samuel : Hablad Señor, que vuestro Siervo os escucha
ó como Saulo aterrado , y convertido : Señor , iqué queréis
que yo haga (¿)?
Mas no solamente debemos escuchar á nuestro Señor Je-
su-Christo , sino que también debemos seguirle. Por esta
prueba reconoció David la fidelidad de Ethaí quando este
generoso siervo dixo : Viva el Señor , y viva mi Rey: en qual~
quiera parte en donde esté el Señor mi Rey , estará su siervo,
sea en la muerte, sea en la vida(c}. Pues si un vasallo de
be esta fidelidad á su Príncipe , ¿por qué título no la debe
remos nosotros á Jesu-Christo nuestro Señor? ¿Es nuestro
Señor? Pues debemos seguirle en todas partes , sea en la vi
da , sea en la muerte , sea en el Tabór , sea en el Calvario,
sea en la humillación , sea en la Gloria. Esto es lo que de
sea el Señor de nosotros , y esto es lo que hace nuestro mé
rito. En qualquiera parte donde yo esté , dice , estafa mi sier~
vo conmigo (dy. Concededme , Dios mió , que yo os siga por
todas partes: atruedme á Vos por la suavidad de vuestros per
fumes , y por la fuerza de vuestra gracia (e). Pero seguir á
Jesu-Christo en todas p irtes , es obedecerle en todas las co
sas , porque no le. seguimos con los pies del cuerpo , sino
con los movimientos del corazón : y así todas las veces que
le llamamos Señor nuestro , traemos á la memoria la obliga
ción que tenemos de obedecerle.
En efecto , ¿seria bastante el llamarle Señor despreciando
al mismo tiempo lo que él manda? No por cierto. El mis
mo Jesu-Christo nos dice , que no todos los que dicen Señor,
Señor , entrarán en el Reyno de los Cielos (/) : que solo el que
hace la voluntad de su Padre , que está en el Cielo , será admi
tido en su Reyno : y que ni la Profecía , ni los milagros , ni
los
(a) 1. Feg. 3. (b) Actor. o. (c) <i. Reg. 1$, r. ai.
(flñ Joan. 14. v. a6." (?) Cant. 1. r. 4.
(f) Match. 7. v. ai. & seq.
N2
i oo Instrucciones
los otros dones impiden que qualquiera , que le es infiel,
sea un obrero de iniquidad , indigno de tener parte en su
Reyno. ¿Mas á quántos Christianos se podría decir lo que
decia Dios en otro tiempo á los Judíos por boca de Mala-
chías : Si yo soy vuestro Padre • jen dtnde está el honor que
debéis darme"1. Si soy vuestro Señor , \en dónde esta el temor
respetuoso que me debéis (d)% Si reconociéramos verdaderamen
te á Jesu-Christo por nuestro Señor , cuyo título ha mereci
do por su muerte , viviríamos para él solo , pues para esto
ha sido muerto , dice el Apóstol (¿) , para que los que viven,
no vivan ya para sí , sino para aquel , que ha sido muerto por
ellos , y ha resucitado. Ninguno de nosotros , dice en otro lu
gar (c) : vive , ó muere para sí ; porque como somos de Dios,
solo para él vivimos ó morimos. Pues Christo murió , y resucitó
para reynar sobre vivos, y muertos. ¿Pero sabéis, Católicos, lo
que es necesario para vivir enDios, y para Dios? Oid al mismo
Apóstol , que dice de sí : Para vivir en Dios* y conseguir mi 'jus
tificación , he dexado de ser lo que era , y me hallo unido' á la
cruz de Christo (d). Vivamos pues del espíritu de Jesu-Chris
to , abracemos su cruz , sigamos sus pisadas , obedezcamos á
su ley por amor , hasta poder decir '..Vivo yo , o mas bien no
soy yo el que vivo , sino que es Jesu-Christo el que vive en mh
Jesu-Christo mismo es mi vida , y la muerte mi ganancia (e),
jiorque debe unirme eternamente á Jesu-Christo mi Señor.

(a) Malach. r. v. 6. (£) i. Cor. g. v. 15. (c) Román 14. r. 7. & t.


(d) Galat. a. v. 10. (e) Philip. 1. v. ai.

INS-
sobre el Catecismo. Parte I. 101

ARTÍCULO TERCERO DEL CREDO.

Que fué concebido por el Espíritu Santo ? r nació


de Santa María Vírgen.

INSTRUCCION XII.

sobre las palabras del tercer Artículo : Que fué


CONCEBIDO POR VIRTUD DEL ESPÍRITU SaNTO.

a Encarnación del Hijo de Dios es la maravilla nue


va , é inaudita , que Dios habia preparado en la eternidad
de sus consejos ; la grande obra que habia predicho por Ha-
bacuc (¿t) , que se debia cumplir en medio de los años • el pro
digio admirable que habia prometido por Isaías (¿) , y en que
debia reunir lo mas elevado del Cielo , y lo mas baxo de la
tierra : el Misterio de Dios hecho hombre , y nacido de una
Virgen ; la concepción del verdadero Manuel por virtud del
Espíritu Santo , que venia á salvar á los hombres. Este es el
gran Misterio , que ha sido oculto ante todos los siglos , co
mo dice el Apóstol (r) , pero que Dios ha descubierto en el
tiempo señalado por su adorable Providencia ; Misterio inefa
ble del amor de un Dios que se ha dexado ver en la carne, y
que se ha hecho conocer por la comunicación de su espíri
tu que ha dado á los hombres , como el fruto de su venida*
que ha sido manifestado á los Angeles , y los Angeles mismos
han manifestado á los hombres , que ha sido predicado á las
Naciones por medio de los Apóstoles , creído en el mundo á
pesar de todas las oposiciones de la razón humana , y reci-*
bido en la gloria , adonde ha subido el Hijo de Dios por
sus humillaciones , y sufrimientos. Este es el Misterio que
San Juan nos explica en dos palabras diciendo : El Verbo se.
ha
(a) Habac. 3. v. a. (¿) Isai. 7. v. 11. (c) 1. Tbimot. 3. v. 16.
Ad Colos. i. v. a<5.
loa Instrucciones
ha hecho carne , y ha quedado entre nosotros (a). Palabras que
comprehenden el gran objeto de nuestra fe , y al que es Au
tor y consumador de ella (¿>). Apliquémonos pues á conocer
las maravillaste la Encarnación , examinando con diligencia
todas sus circunstancias.
i ,° La Encarnación fué anunciada á la Virgen en el sex
to mes del preñado de Santa Isabel , dice San Lucas (f). Prime
ra circunstancia verdaderamente notable , que nos prepara
á la fe de un milagro por otro milagro , esto es , por la fe
cundidad milagrosa de una muger anciana y estéril, qual
era Santa Isabel, nos dispone Dios , según el Evangelista , á
creer y adorar la concepción de un Dios en el seno de la
Virgen. ¿Qué nos enseña en efecto un suceso tan nuevo y
poco esperado como el preñado de Isabel , sino que Dios es
sobre todas las leyes de la naturaleza , y que las muda q lian
do le agrada ; que la naturaleza misma no obra sino lo que
él quiere : que el que ha sacado la luz de las tinieblas , y,
el mundo de la nada : y ha dado á la tierra seca y árida
virtud para producir todo género de plantas y frutos , sin
que fuese cultivada por los hombres ; que el que ha dado
fecundidad á una muger anciana , y estéril , puede darla
igualmente á la virgen mas casta , y apartada del comercio
de los hombres? En una palabra , que nada le es imposible
ni difícil , que puede todo lo que quiere , y que para hacer
los mayores prodigios , le es bastante el quererlos.
a.9 En el sexto mes del preñado de Isabel , el Angel
San Gabriel fué enviado por Dios á una Ciudad de Galilea, cuyo
nombre es Nazaret , á una Virgen desposada con Joseph , de la
Casa de David , y esta Virgen se llamaba María. Segunda cir
cunstancia digna también de toda nuestra atención. A el Ar
cángel San Gabriel convenia ser diputado para una embaxa-
tia tan divina , y ser diputado inmediatamente por Dios.
A este Angel , uno de los siete que asisten siempre delante del
trono de Dios (e) , le convenia de scubrir á los hombres el
gran
(fi) Joan. i. v. 14, (b) Hebr. ta. a. (c) Loe. 1. y. *S.
(d) Luc 1. v. 37. 26. 07. (?) Tob. 13. r. 15. .,
sobre el Catecismo. Parte I. 103
gran secreto de Dios : á este Angel , cuyo nombre significa
la virtud de Dios , le convenia venir á anunciar la concep
ción y el nacimiento del que es la sabiduría , y la virtud de
Dios («) : á este Angel , que habia consolado á Daniel (¿) , y
le habia señalado tan distintamente el tiempo fixo de la ve
nida del Mesías , le pertenecia venir á anunciar , que aquel
tiempo feliz habla ya llegado , que aquellas semanas miste-
riosas estaban ya cumplidas , que el Christo iba á nacer , y
que aquel que habia hablado (c) desde tan lejos por los Pro
fetas , decia en fin : Veisme aquí (¿). Tan cierto es , mi Dios,
que Vos sabéis arreglar en vuestras obras y en vuestras ma
ravillas hasta las menores circunstancias , con una sabidu
ría y una proporción admirable.
3.0 Pero el Angel ( tercera circunstancia) viene á hallar
á María , á esta Virgen desconocida al mundo , Virgen po
bre, aunque de la familia mas ilustre, aunque hija de Da
vid , y Abrahan ; Virgen , aunque casada con Joseph , á
quien Dios habia confiado la custodia de su pureza. [Castos
Esposos , cuya unión habia sido formada por el espíritu de
Dios , sin perjudicar en nada á la inviolable pureza del sa
grado cuerpo de María ! El nombre mismo de este Santo
Esposo , de este nuevo Joseph , mas casto aun que el anti
guo , era presagio de la fidelidad , que guardaría á su Señor,
y del respeto con que debia mirar á la que habia de ser
Madre de Dios.
4.0 En efecto ( quarta circunstancia ) el Angel halla á
María en su retiro ; jy en dónde podría hallar á una Vir
gen tan pura? Sola , dice San Ambrosio (e), oculta al mundo,
á quien es difícil ver , sin contraer alguna mancha • inaccesible
á los hombres , para conservarse toda para Dios. Sola en su
retiro conservaba su virginal pureza , y se hacia objeto dig
no de las complacencias de Dios. En el retiro, pues, la halla
el Angel , y la saluda , diciendo : Dios te salve , llena de gra
da , el Señor es contigo , bendita eres entre todas las mugeres*
Pa-
íu) i.Cor. 1. v. 18. (¿) Daniel, p. (#) Hebr. 1. r. ».
id) hüm 5. 3. v. <$. {«) lab. a. de Virgin.
104 Instrucciones
Palabras sencillas , pero que encierran los misterios mas pro
fundos , los elogios mas grandes que pueden convenir á una
criatura. Palabras que nosotros repetimos muchas veces, pero
que deberiamos decir siempre con los mismos sentimientos de
veneración , y respeto con que las dixo el Angel : Dios te
salve llena de gracia , dixo , porque lo era efectivamente por
los dones del Espíritu Santo , y por una plenitud de san
tidad , que excedía sin comparación á la de todos los San
tos , aun de los mas favorecidos de Dios. El Señor es conti
go por la abundancia de sus dones , por la presencia de su
espíritu , por los favores mas singulares • y que luego habia
de ser con ella de un modo mas inefable haciéndola Madre
de Dios, y por tanto bendita entre todas las mugeres. .
María se turba al oir estos elogios , porque es humilde;
se turba asimismo aun á la vista de un Angel , porque es
casta ; y se turba con el resplandor de esta aparición im
prevista , porque es prudente , y sabe que es necesario dis
cernir ios espíritus , porque no todo espíritu viene de Dios (a).
Pero esta turbación no ofusca su entendimiento. Piensa den
tro de sí misma quál podría ser esta salutación ; y entonces el
Angel para animarla , dixo : No temas, María , porque has
hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre , y
parirás un Hijo , á quien llamarás Jesús. El será grande , y
será llamado el Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono
de David su Padre : reynará eternamente en la Casa de Jacoby
y su Reynó no tendrá fin
Extraña nueva para una Virgen que habia consagrado á
Dios su virginidad. Sabia que el Señor es Dios Todopode
roso , y el que hace cosas grandes (c) ; pero no penetraba
aun sus secretos : oye que ha de ser madre , sin saber cómo
debe concillarse esta fecundidad tan poco esperada , con la
virginidad que habia. prometido , pero su fe permanece fir
me , y mas fiel que Sara y Zacarías ; pregunta cómo se ha
de hacer esta maravilla , porque yo , dice , no conozco hombret
de. cuyas palabras concluyen los Padres de la Iglesia , y er»
par
co) 1. Joan. 4. v. x. (b) Joan. 30. & seq. (c) Lucí. y. 49.
sobre el Catecismo. Parte I. iojr
particular San Agustín (a) , que María se había consagrado
á Dios , para permanecer siempre Virgen por una generosi
dad que no había tenido ejemplo hasta entonces. El Angel
la explica luego este prodigio , y la dice : El Espíritu Santo
sobrevendrá en tí , y la virtud del Altísimo te cubrirá con su
sombra , esto es , se cumplirá en tí este misterio por la Ope
ración invisible del Espíritu Santo , sin concurso de varón (¿>);
y por tanto el fruto santo que nacerá de tí , será llamado Hij«
de Dios. A estas palabras María cree , adora , acepta , con
siente. Hé aquí , dice , la sierva del Señor, que se haga en mfy
según tu palabra. Y en este momento feliz el Espíritu Santo
vino verdaderamente sobre ella : y formando un cuerpo de
la purísima sangre de la Virgen , crió una alma racional,
y la unió á este cuerpo , y luego uniéndose á este cuerpo
y á esta alma la segunda Persona de la Santísima Trnidad,
que es el Hijo , se hizo hombre , y quedó perfecto Dios, •
y perfecto hombre , todo en un mismo instante de tiempo.
Y en el mismo punto en que fué criada esta alma y unida
al cuerpo , recibió todo el lleno de los dones del espíritu
de Dios ; porque , como afirma San Juan (r) : No le da Diot
con medida el espíritu , como á los demás hombres que son
adornados de santidad , y gracia , sino que derramó sobre
aquella alma toda la gracia tan abundantemente , que todos
recibiésemos de su plenitud (di). De esta maravillosa unión
de la Persona del Hijo con la naturaleza humana provino,
que una misma Persona permaneciendo Dios , como lo era
desde la eternidad , se hiciese hombre , lo qual ántes no era,
y conservase las acciones , y propiedades de ambas natura
lezas : de suerte , que como dice San León , ni la gloria de
la divina consumiese á la humana , ni la baxeza de la humana
disminuyese á la divina (e). Y de aquí es también que la San
tísima Virgen se dice verdadera , y propiamente Madre de
Dios , por haber concebido en su vientre á Dios hombre,
co
fa) Lib. de Sanct. Virgínit. c. 4. n.4. 1
(¿) S. Chrys. in Genes. S. Greg. lib. itf. Mora), c. 11. 8c hora, ia
Evang. 33. ic) Joan. 3. [d) Joan. 1. (e) S«xm. 1. de Natirit,
Zm. I. O
io6 ' -. Instrucciones
como lo declaró Santa Isabel, quando llena del Espíritu
Santo entendió la concepción del Hijo de Dios, y dixo : ¿D«?
dónde á mí tan gran bien , que la Madre de mi Señor venga
á mí (a) ? Ella es la Madre del Señor , y el Señor es hijo
de María, como Isaías lo habia predicho , diciendo : que esta
Virgen concebiría , y pariría un Hijo , que seria el verdade
ro Manuel (¿) ; el Angel la dice que nacería de ella el Hijo
de Dios (f): y á San Joseph , que el Hijo del Altísimo es el
nacido , esto es , formado y concebido en ella, y de ella mis
ma : y por tanto el Hijo de Dios ha venido á ser verdade
ramente el Hijo del hombre , nacido de la muger , como dice
San Pablo (d) , el Hijo de María , y por María el hijo de
David, el hijo de Abraham y de los otros Santos Patriarcas
á quienes habia sido prometido , y de quienes debía nacer.
Mas aunque el Hijo de Dios fué concebido por virtud
del Espíritu Santo , no por eso el Espíritu Santo se llama
Padre de Jesu-Christo , por-que no fué concebido de la subs
tancia del Espíritu Santo , sino de la substancia de María.
ÍNi fué el Espíritu Santo solo el que obró esta maravillosa
concepción , y la encarnación del Hijo de Dios, sino todas
:tres Divinas Personas. A la verdad sola la Persona del Hijo
fué la que encarnó y se unió á la naturaleza humana ; pero
.todas las Personas de la Trinidad Santísima obraron por una
•misma virtud este adorable misterio. Porque siempre se debe
.retener aquella regla de la fe christiana: Que todo quanto hace
Dios fuera de sí en las cosas criadas , es común á todas tres
Personas , y que ni obra una mas que otra , ni una sin otra hace
cosa alguna (e). Lo que no puede ser común á todas es el
proceder una Persona de otra. Porque el Hijo es engendra
do por el Padre solamente , y el Espíritu Santo procede del
Padre y del Hijo. Mas la Encarnación es una cosa hecha
en el tiempo , y fuera de Dios , y por consiguiente común 4
las tres Divinas Personas. No obstante , las sagradas letras
suelen atribuir á alguna determinada Persona ciertas obras,
que
(a) Luc. i. (¿) Isai. 7. v. 14. (c) Luc. 1. v. 3$.
ifí) Galac. 4. v. 4. (e) Aug. lib. 1. de Triait. c. 4.
sobre el Catecismo. Parte I. 107
que realmente son comunes á todas : así atribuyen especial
mente al Padre las obras de la omnipotencia , porque es prin
cipio sin principio , al Hijo las de ia sabiduría , porque es
la sabiduría eterna del Padre , y al Espíritu Santo las del 1
amor , porque es el vínculo del amor del Padre y del Hijo.
Y como el misterio de la Encarnación declara la singular,
inmensa benignidad de Dios ácia nosotros , por tanto se atri
buye especialmente esta obra al Espíritu Santo, y se dice
que Jesu-Christo fué concebido por virtud de este Divino
Espíritu. Porque en ningún misterio brilla mas el amor de-
Dios que en éste. El Apóstol le llama (a) el gran misten*
de la caridad , y del amor ; y el mismo Hijo de Dios nos
enseña , que es la prueba mas brillante del excesivo amor
de nuestro Dios , quando dice: Que Dios ha amado al mundo,
basta darle su unigénito Hijo , para que el que cree en él m
perezca , sino que consiga la vida eterna (é). En efecto este
es el don mas magnífico que pudo darnos : es don de Dios,
no solamente porque es Dios quien nos le da , sino porque
es Dios el que se nos da. ¿Mas á quién da el Padre Eter
no á su Hijo? ¿Porqué le da? ¿Cómo le da? Circunstan
cias que relevan infinitamente su caridad. Considerémoslas
por un instante para nuestra instrucción.
Dios es rico en misericordias , y desde el principio del
mundo hizo ver con qué profusión derrama sus riquezas: el
Cielo y la tierra , y todos los bienes que en sí contienen he
chos para el hombre , y dados al hombre , hicieron conocer
bien desde entónces el amor perpetuo con que nos ama y.
la inclinación que tiene á comunicarse , y á darnos todo lo,
que tiene , y todo lo que es , lo qual hizo decir á Tertulia
no que Dios es bueno , y la bondad misma por su propio fondo,
y que no es justo , por decirlo asi , sino por el nuestro , esto
es, porque nosotros con nuestros pecados le obligamos á
exercer su justicia. ¿Pero qué bondad , qué don puede ser
comparable á el que nos ha hecho de su Hijo único; de su.
Hijo amado en quien se complace; de su Hijo , á quien ba be-
th
(a) 1. Timoth. 3. v. 16. (b) Jo»«. 3. V. 16.
O a '
IOS J ' lííSTTUJCCIONES 1 *
cbo heredero de todas las Cosas , y por quien ha criado los si
glos (tí) ; de su Hijo que es el esplendor de su gloria , y el
carácter de su substanciad ¿Qué otra cosa se puede comparar
con este Hijo , que e$ Dios de Dios, é igual al Padre? ¿Acaso
Dios no nos bu dado todas las cosas dándonos á su Hijo , como
dice el Apóstol (b) ? <• r • '
¿Mas á quien le dio? Aun si le hubiera dado á sus hi
jos , á sus amigos , á sus siervos fieles , seria menos extra
ño ; pero dió su Hijo único á sus enemigos , y para sus'
enemigos , te envió para salvar á los pecadores que se ha
bían rebelado centra él. Por esta circunstancia releva el
Apóstol la caridad de nuestro Dios , al mismo tiempo que
saca de ella los mas poderosos motivos de una firme con
fianza : en esto , dice , recomienda Dios su caridad con nosotros^
que quaudo eramos pecadores , y enemigos suyos , Jesu-Christo
murió por nosotros en el' tiempo señalado. Así siendo ahora jus
tificados por su sangre , con Mayor razón nos libraremos de la
ira de Dios. Porque si quando eramos enemigos de Dios , hemos
sido reconciliados Con él por la muerte de su Hijo , mucho me
jor estando ya reconciliados con él , seremos salvos por la vida
del mismo Hijo (c), ¡O amor de Dios ! ¡O caridad inefable , y
poco conocida de los hombres !
¿Y para qué nos dió á su Hijo ? Para redimirnos , para
rescatarnos con su sangre de la esclavitud del demonio , para
satisfacer por nosotros á la divina justicia. Porque , ¿qué
otra satisfacción , que la de un Dios humillado , y anona
dado hubiera, podido igualar la injuria hecha á Dios por el
pecado ? Injuria' infinita , porque se habia hecho á un Dios
infinitamente grande , y por consiguiente era necesaria una
satisfacción de un precio infinito. ¿Y quién podría darla? El
hombre no puede redimir al hombre } el hermano no puede res
catar al ; hermano ^ no puiyle apiaúar áf'&ios , ni darle tm precio
que sea capaz de1 resCatarlÁ' m alma (dy Solo las acciones de
Dios son de un precio > y estimación infiniti* Pero no pu-
• ¿< ■' ' - • ■ ' '■>■ dkn-
" {a) Hebr. i. v. ». 3. (¿) Romsn. 8. v. 3a.
(t) Rom. s. v. 8. (J) Ps. 48. v. 8. '. " 1
sobre el Catecismo. Parte I. 109
diendo humillarse y satisfacer en su propia naturaleza, tomó
la naturaleza humana para ponerse en estado de pagar por
los hombres (a). ¿Y cómo nos le dió ? Como padre, maestro,
Redentor , Salvador , guia , camino , lúa , vida , Sacerdo
te , víctima. En una palabra , como el remedio de todas
nuestras necesidades. El empieza en el vientre de su Ma
dre el sacrificio que habia de consumar en la cruz. Se hu
milla , se reduce á la pequenez de un niño recientemente
concebido. ¡Qué humillación para un Dios tan grande ! ¡La
luz del mundo , la sabiduría eterna encerrada en un calabozo
tan obscuro! ¡El Sol eclipsado sin manifestar algún rayo de
iu gloria! ¡El Verbo Eterno en el silencio ! ¡Qué prodigio!
Ah! Nosotros padecemos la misma suerte antes de nacer.
¡Pero qni diferencia! La ignorancia absoluta de nuestro es
tado nos impide sentir sus miserias é incomodidades. Mas
Jesu-Christo desde su concepción es un hombre perfecto en
luces , según la predicción de Jeremías Es un hombre
Dios , en quien desde el primer instante estuvieron encer
rados todos los tesoros de la sabiduría , y ciencia de Dios mis'
too (f). Desde entonces lo vé todo , lo conoce todo , y el
conocimiento de su estado aumenta su humillación. ¡O Dios!
¡Y á qué estrecheces ha reducido el amor á los hombres!
Haced buen Jesús que os correspondamos humillándonos en
presencia vuestra , y amándoos como nos habéis amado. Y
Vos, Eterno Padre , concédenos que no olvidemos jamas las
gracias que hemos recibido, y que os demos eternamente
gracias por el don inefable (d) que nos habéis hecho. Amen.

(fl) Ps. 137. v. 8. (b) Jercm. 31. y. a*,


(f) Cotos; a. v. 3. {d) 1. Cor. y. v. 15.
..1. .. i .• ■! ■. . . •»
-5

INS
no Instrucciones

INSTRUCCION XIII.

Sobre las ultimas palabras del tercer Artículo:


Y nació de Santa María Vírgen.

Nacimiento del Salvador.

55!abiéndose hecho carne el Divino Verbo en las purísi


mas entrañas de María , y pasado nueve meses después de
su adorable concepción , nació el Hijo de Dios hecho hom
bre para habitar entre nosotros. ¡Momento de bendición tan
necesario á los hombres , en que la vida misma se ha hecho
visible, y en que la vida eterna que está en el Padre (a),
y que habia estado oculta nueve meses en las entrañas de
María , se manifiesta en fin á los hombres! Momento feliz,
en que descansando todo en un agradable silencio , y estando l*
noche en medio de su carrera , vuestra palabra omnipotente , que
reyna con Vos en el Cielo , ó Padre adorable , y que está
sentada en vuestro trono , va á parecer en el mundo no
para exterminar á los hombres , sino para salvarlos , pues
como dice el Apóstol (c) : Habiéndose cumplido el tiempo,
Dios tíos ha dado á su Hijo formado de una muger , y sujeto
á la ley , para rescatar á los que estaban baxo la ley , y ha
cernos sus hijos adoptivos. Momento dichoso , en que hemos
Comenzado á ver aquella palabra de vida que era desde el prin
cipio momento en que hemos visto con nuestros ojos, to
cado con nuestras manos , oido con nuestros oidos , y aun los
animales mismos pudieron ver á el que hace la felicidad de
los Angeles en el Cielo. Yo no pienso instruiros, amados her
manos , acerca de este misterio , sino siguiendo la relación
del Evangelista , y haciéndoos ver lo que precedió , lo que
acompañó , y lo que siguió á este feliz nacimiento.
Los Profetas habían anunciado claramente este misterio;
y
(a) i.Joan. i. y. a. (b) Sapient. 18.14.
(*) Galat. 4. v. 4. (</<) i.Joan. 1.
sobre el Catecismo. Parte I. 111
y habían consolado á los que lloraban en Sion (a) con reite
radas predicciones del nacimiento del Salvador. El cetro qui
tado á Judá , el cumplimiento de las semanas de Daniel , las
revoluciones de los imperios predichas por el mismo Profeta, y
sucedidas en el tiempo señalado por sus profecías , anunciaban
que esta pequeña piedra desprendida del monte sin intervención d¿
la mano del hombre (¿>) iba bien presto á aparecer £n el mun
do , á ser un monte por sí misma ,y cubrir toda la tierra (r).
La paz reynaba entonces en todo el universo : el mundo
entero no tenia sino un solo Señor que era Augusto Enpera-
dor Romano. Circunstancia que habían señalado los Profe
tas para denotar el tiempo de la venida del Mesías, del Prín
cipe de la paz que venia á reconciliar el Cielo con la tier
ra. El preñado de SaHta Isabel siendo estéril , y de edad
avanzada j el enmudecimiento de Zacarías por haber sido
incrédulo , y el recobro del habla por el nacimiento de un
hijo milagroso : las maravillas de este mismo hijo anuncia
das por el Angel á Zacarías (</) , y por Zacarías á toda la
Judea , publicaban el nacimiento de un niño muy superior,
de aquel niño de quien habla Zacarías en su Cántico , del
Niño Dios , en quien el Dios de Israel debia visitar , y redi
mir á su pueblo , dar á la casa de su siervo David un Salva
dor Todopoderoso ; cumplir lo que babia prometido por boca
de los Santos Profetas , exercer su misericordia , renovar para
siempre su alianza santa , según que lo habia prometido , y
jurado á Abraham , librarnos de nuestros verdaderos enemigos,
y hacer que le sirviésemos sin temor , caminando en la santi
dad , y la justicia.
Este divino Niño es el Hijo de Dios , y el Salvador del
mundo á quien adoró San Juan Bautista antes de nacer, sal
tando de gozo en el vientre de su madre. El nacimiento del
Bautista que era su Profeta (e) , y su Precursor , fué como la
aurora que anunciaba al verdadero Sol de Justicia , que ve
nia de lo alto á visitarnos , para iluminar á ¡os que estaban se
pul
ta) Eclef. 48. r. 47. (£) Dan. ». (c) Isai. a. v. 3.
{d) Luc. 1. v. 68. (?) Luc. 1. Se MaUch. 3.
I11 iNTRUCCrONES
paitados en las ttnieílas , y en la sombra de la muerte , y para
dirigir nuestros pasos en el camino de la paz.
En fin el feliz momento se acerca , y este divino Sol aun
que concebido en Nazaret , debia nacer , y aparecer en Beth-
lem , como los Profetas lo habian predicho (a). Todo se pre
para á este gran suceso por una providencia invisible y so
berana , que lo conduce todo á su fin. Por un efecto de esta
providencia ordenó el Emperador Augusto el empadrona
miento de los vasallos de su Imperio (¿). Dase comisión á
Quirino para executarle en la Syria , y en todos los Paises
de su dependencia , y éste manda que todos los Judíos se
restituyan al lugar de su origen para empadronarse en él.
¡O gran Dios , qué admirable es vuestra Providencia! Lo que
parece un puro acaso , y de parte del hombre no es ver
daderamente sino el efecto del orgullo ó de la avaricia de un
Emperador pagano , viene á ser el medio que Vos empleáis
para la execucion de vuestros designios , una prueba clara
del -cumplimiento de las Profecías , un testimonio público del
lugar del nacimiento del Mesías , y de su origen de la casa
de David. Con la ocasión de este empadronamiento , y para
obedecer á las órdenes de un Emperador infiel , viene Jo-
seph á Bethlem con María su Esposa que estaba ya cercana al
parto (í). Sale con ella de Galilea para venirse á empadro
nar al lugar de su origen , y viene á Bethlem de Judá su
Tribu y patria de David su padre. Los archivos mismos del
Imperio contestan esta verdad , dice Tertuliano (d).
Mas ¿quién no ve en esta primera circunstancia del naci
miento del Salvador , que no viene para mandar sino para obe
decer (e) , y para enseriarnos á nosotros á obedecer , y vivir
sumisos á todas las Potestades (/)? Un Dios obedece al hom
bre : ¿habrá hombre que se atreva á no obedecer á Dios? ¡Y
qué obediencia Dios mió ! Obediencia pronta. Dios obede
ce aun antes de nacer : buscaremos nosotros pretextos frivo
los
(o) Mich. g. v. ». (b) Luc. t. v. i. (c) Luc. t. v. g.
{d) Lib. 4. adrers. Marcioa. cap. 7. (?) Matiiu 10. v. 28.
(f) Román. 15.
sobre el Catecismo. Parte I. 113
los para retardar nuestra obediencia? Obediencia perfecta.
Dios obedece á un Príncipe infiel : pretextaremos nosotros los
defectos de los que mandan para dispensarnos de su obedien-*
cia? Obediencia la mas humilde. Dios , el Verbo eterno obe
dece en el silencio , y oculta su obediencia baxo el velo de
la de su Madre : ¿y haremos nosotros vana ostentación de la
nuestra?
Ciega Betlen , ¡qué feliz serias , si conocieras el tesoro
que posees! ¡Ah! Sitó supieses quál es el don -que Dios te
hace , y quién es el que te pide alojamiento en la persona de
su Madre! ¡Si tu conocieses quién es el que te lleva hoy la
paz (a) ! Mas no , el hombre animal , y carnal no conoce las co
sas de Dios (¿) ; no se mueve sino por la impresión de los sen
tidos. Una muger pobre , un anciano de un exterior despre
ciable , y un equipage humilde no era propio para atraerse
la estimación , y respeto de los mundanos. Los habitantes
de Betlen desprecian por tanto á Joseph y María. El Rey
del Universo , el Hijo de David vino á lo que era suyo , y los
suyos no le recibiéron (r). María y Joseph no hallando casa ea
donde hospedarse , se viéron obligados á alojarse en un esta
blo : y en este lugar tan despreciable nació el Hijo de Dios.
Estando en este lugar María y Joseph , dice San Lucas
se cumplió el tiempo en que Marta debia parir , y parió á su
Hijo primogénito : y le envolvió en unos panales ,' y le recli
nó en un pesebre. ¡O hombres! ¡ ó pecadores! ¿Qué sois vosotros
para elevaros y ensoberbeceros , quando un Dios se abate , y
se anonada de esta suerte? ¿Conviene al polvo el gloriarse (e)%
Escuchad al Hijo de Dios , que os dice desde su pesebres
Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (/). So
berbios del siglo , ricos y poderosos de la tierra , venid á la
cuna del Salvador, y aprended de la sabiduría encarnada
lo que debéis pensar de vuestros títulos , de vuestra nobleza,
de vuestros honores , de vuestras riquezas , de esos Palacios
magníficos , de esos preciosos muebles , de esos costosos ador
nos
(á) Luc. 19. r. 4a. (b) 1. Cor. a. t. 14. (e) Joan. 1. v. it.
(d) Luc. a. r. 7. (#) Ecle». 10. r. 9. (/) Mattb. ti. v. «p. ,
Tom. I. P
/
ii4 -í Instrucciones
nos , de esas adquisiciones que no tienen otra regla que vues
tro poder. ¡Oh! Todas las circunstancias de su nacimiento
condenan claramente vuestra conducta. El Hijo de Dios eli
ge para Madre suya á una Virgen pobre , y humilde , y pa
ra Esposo de su Madre á un. hombre despreciable á los ojos
del mundo , á un Carpintero que gana su vida con el traba
jo de sus manos. El lugar de su nacimiento es una aldea po
co conocida , y nace en ella como extraño. La casa en don
de, nace es un establo : su cuna es un pesebre : el lecho en
que descansa es un poco de heno , su vestido unos pobres
pañales: su compañía::: ¿pero qué compañía se ha de buscar en
un establo? ¡O prodigio de humildad , y de pobreza! Todo
respira aquí un desprecio absoluto de la ostentación y ri
quezas;., , ■ . • • .
Venid también vosotros pobres del mundo , venid y ved
que Jesu-Christo es por elección lo que vosotros sois por
necesidad. Aprovechaos de las lecciones que os da desde el
pesebre. Aprended á preferir lo que él prefiere , ó á lo mé-
nos á sufrir en vuestro estado lo que él elige para sí. Venid
y ved si hay pobreza semejante á la suya , y aprended de su
pobreza á consolaros en la vuestra. La pobreza no es infeli
cidad , antes por el contrario los pobres son felices , y bien
aventurados (<?) , si son pobres de espíritu y de corazón , sí
son pobres sufridos y resignados en la voluntad de Dios, por
que -entonces son lo que Jesu-Christo ha sido. Su estado es
un estado santo , porque habiendo santificado Jesu-Christo
todos los estados que él eligió santificó también la pobre
za viniendo á ser pobre por amor de los hombres , de rico , y
<ie infinitamente rico que es en el seno de su Padre que está
en los Cielos. Pero ¿cómo pobre? El fué mas pobre aún que
los mas infelices que conocemos. Porque ¿quién de vosotros
ha nacido en el desamparo que Jesu-Christo? Adoremos pues
Católicos , al Hijo de Dios en este estado de pequenez , de
pobreza, y de humildad ; escuchemos la voz de Jos Angeles
.mismos que nos convidan á adorarle , sigamos á los pastores,
que
(«) Mattb. ¿. y. 3. (b) a. Cor. 8. v. p.
sobre el Catecismo. Parte I. 1 1 j-
que van á rendirle sus homenages , considerando lo que si
guió al nacimiento de Jesu-Christo. Si Dios se oculta á sí
mismo , y nos propone en la obscuridad sus misterios , porque
quiere que nuestra fe sea humilde , y triunfe por sí misma
de la razón y los sentidos , sabe también manifestarse y con
firmar su palabra con milagros claros y visibles , para qtíe
nuestra sumisión sea razonable , é ilustrada. Así habiendo na
cido en un estado tan humilde , y poco proporcionado á la
grandeza de su Magestad , manifiesta con prodigios que él
es el Señor de Cielo y tierra , concurriendo Cielo y tierra 'á
hacerle conocer, y descubrirle. Un Angel del Cielo le anuncia
á los pastores ; una multitud de Angeles se une á ellos para
alabar á Dios y celebrar esta maravilla : los pastores van á
ser testigos de ella , la ven , la adoran , y la publican. Ha"
bia en aquellos contornos , dice San Lucas (a) , unos pastores^
que pasaban la noche en el campo velando en la guarda de sus
ganados. T be aquí que apareció delante de ellos un Angel del
Señor , y una luz celestial los cercó , y se llenaron de un gran
espanto. T el Angel les dixo : no temáis , porque mirad que os
anuncio una gran nueva que llenará de gozo á todo el pueblo:
y es que hoy ha nacido para vosotros en la Ciudad de David
el Salvador , que es Christo Señor. T esta será la señal para
vosotros : hallareis un niño envuelto en unos pañales , y puesto en
un pesebre. Animaos , pues , dichosos pastores , que el Cielo os
hace confidentes de sus secretos , os descubre un misterio, que
el mundo ignora aun , y revela á los pequeños , y humildes, Ib
que oculta á los sabios , y prudentes del siglo (b). El Angel del
Cielo es un testigo fiel de los designios y obras de Dios. La
luz divina que os cerca es figura de la que interiormente ós
ilustra. No temáis , porque os anuncia un gozo grande , y es
que hoy en la Ciudad de David ha nacido , y nacido para
vosotros el Salvador del mundo , el deseado de todas las na
ciones (c) , el Christo , el verdadero ungido del Señor, el Pro
feta , el gran Sacerdote. Este es el Niño que se os ba dado (d).
Pe-
(a) Loe. 9. t. 8. (*) Matth. II. (c) Agg. 9.
(d) Isai. p. v. 6.
P a
1 16 .' Instrucciones
¿Pero qué señal os da para conocerle? Escucha hija de Sion,
tu Rey viene á tí en un aparato lleno de dulzura (a) , y la
señal que se te da es , que hallarás al niño envuelto en unos pa
ñales , y puesto en un pesebre (¿>). ¡O gran Dios! ¿Qué señales
son estas para conocer á un Rey tan grande? Los pañales son
los adornos y vestidos Reales? El pesebre es el trono de su
gloria? ¿El establo es el palacio de su Reyno? ¿Qué señales
son estas para reconocer vuestras grandezas? Sí, Christianos,
por estas señales debemos reconocerlas. Nuestro Rey no tie
ne necesidad de las grandezas del mundo para hacernos sen
tir su presencia, y todo el peso de su Magestad. Toda su gloria
está dentro de sí mismo , y él mismo es su gloria. Sin embargo
de su humillación y pobreza los Angeles claman: Gloria sea da
da á Dios en las alturas , y paz á los hombres de buena voluntad.
Gloria á Dios, por la comunicación de su bondad, y la manifes
tación de su poder infinito habiendo unido extremos tan distan
tes, como son Dios y el hombre. Paz en la tierra , pues por el
nacimiento de Dios se reconcilia la tierra con el Cielo , se da
la paz á los hombres de buena voluntad , aquella paz , que
excede toda inteligencia (c) : se da á Dios mismo , el qual es
nuestra paz. Glorifiquemos , pues, nosotros á Dios por Jesu-
Christo el qual ha nacido para nosotros. Imitemos el exem-
plo de los pastores. Reconozcamos los inmensos beneficios
de Dios en el nacimiento de Jesu-Christo. Amemos á quien
tanto nos ama. Busquemos á Jesu-Christo con un zelo ar
diente , adorémosle sin dilación , y démosle alvergue en nues
tro corazón. El Angel no mandó á los pastores que fuesen á
Betlen á adorar al Salvador , ni hizo mas que anunciarles su
nacimiento, pero ellos llenos de amor y de zelo partieron á
Betlen sin dilación alguna á ver lo que el Señor les había
manifestado , y balláron á Marta , y Joseph , y el Niño pues
to en el pesebre , y sin discurrir sobre la desproporción del
lugar , la pobreza del pesebre , y 4a for¡ma de siervo del re
cien nacido, le adoran como Dios, y tratan de publicar sus
maravillas , volviendo , dando gloria á Dios (di). Su zelo no
les
(«) Zachar. 9. v. 9. (¿b) Lnc. 3. (c) Philip. 4. {d) Luc. a. v. ao.
sobre el Catecismo. Parte T. 117
Ies permitió tener cautiva la verdad que habían conocido,
ni quisieron ocultar á los hombres , al mundo hambriento el
pan de vida que había laxado del Cielo (¿) , y que ellos habian
hallado en Betlen , que se interpreta la casa del pan. Pase
mos también nosotros á Betlen con los ojos de la fe , y re
flexionemos atentamente lo que allí sucede. ¡O gran DiosI
¡Quán incomprehensible es vuestro amor ! ¿Vos Señor después
de haberos abatido , y anonadado á Vos mismo tomando la
flaqueza y enfermedad de los hombres , para salvarlos , ha
béis querido nacer pobre , como peregrino en el lugar de
vuestros padres , en un establo en medio de dos animales, y
tener por cuna un pesebre? ¡Qué humildad! ¡Qué desampa
ro ! El Evangelista refiriendo las circunstancias del nacimien
to de Dios , no dice que no habia lugar en el mesón , sino
que no le hubo para María y Joseph , y por consiguiente no
le hubo para aquel á quien adoran los Angeles en el Cielo,
para aquel á cuya seña se estremecen y tiemblan las colum
nas del Cielo , como dice la Escritura (r) , para aquel que di
ce : Mía es la redondez de la tierra y su plenitud (d) : lo qual
testificó otro Evangelista diciendo : A los suyos vino , y los
los suyos no le recibieron (e). Pero los habitantes de Betlen,
Católicos, eran figura de los malos christianos , que ó destier-
ran de su corazón , ó no quieren recibir en él á Jesu-Christo.
Desgraciados nosotros si no damos lugar á Jesu-Christo en
nuestros corazones , si no nos preparamos para que nuestro
Salvador nazca espiritualmente en nosotros ; pues este naci
miento es el que desea vivamente el Señor , como tan amantí-
simo de nuestras almas. Amemos á Jesu-Christo , guardemos
su palabra , y él vendrá á nosotros con el Padre , y el Es
píritu Santo , y toda la Trinidad Santísima hará mansión
en nosotros , como dice el Evangelio. De esta suerte nace-
rémos nosotros también espiritualmente no de ¡a sangre, ni de
fa voluntad de la carne , sino de Dios (f) , y luego como nuevas
criaturas andarémos en novedad de espíritu , esto es , se-
gui-
<•) Román. 1. r. 18. (í) Joan. 6. v. 4. (c) Job 26. (<f) Ps. 88.
(#) Joan. x. (f) Joan. 1. (g) Román. 7. 6.
118 Instrucciones
guirémos las inclinaciones , y sentimientos inspirados por el.
Espíritu Santo , y guardaremos aquella santidad , y entereza
de alma que corresponde á los reengendrados por el mismo
espíritu de Dios. Así expresaremos en nosotros mismos algu
na imagen del nacimiento del Hijo de Dios , que creemos
con ánimo fiel , y creyéndole , veneramos , y adoramos la
sabiduría de Dios que está escondida en el misterio (a). Ple
gué á Dios que así sea conocido y adorado por todo el mun
do , para que así como el Señor se ha dado á todos en su na
cimiento , así todos participemos de la plenitud de su gloria.

INSTRUCCION XIV.

sobre las mismas palabras del tercer artículo z t nació


de Santa María Virgen.

Virginidad perpetua de la Madre de Dios.

JLia Iglesia jamas ha sufrido que se pusiese en duda la


virginidad perpetua de la Madre de Dios : y ha creído , que
el zelo con que defendió siempre el honor de la Madre era
una parte del respeto que debía al Hijo. La Escritura nos
suministra las pruebas mas auténticas de la virginidad de
María. Y la tradición constante nos enseña , que María fué
Virgen ánte« del parto , en el parto , y después del parto.
i.° Fué Virgen ántes del parto. El Profeta Isaías lo
predixo así de la Madre del Mesías : y el Evangelista nos
enseña que este gran prodigio se cumplió en María. ¿Quál es
el prodigio anunciado por Isaías Una Virgen concebirá,?
parirá un Hijo , el qual se llamará Manuel , es decir , Dios
con nosotros: cuyo título no podia convenir , ni los antiguos
Judíos le entendiéron jamas, sino del verdadero Mesías. Por
que á la verdad , ¿seria un milagro singular , un prodigio
nuevo el que una muger pariese un hijo con detrimiento de
su virginidad? El gran milagro, el milagro divino anuncia
do
(«) i. Cor. i. (b) Isa» 7. y. 14. 8c 11.
sobre el Catecismo. Parte I. 119
do por Isaías , es una Virgen que conciba y para sin dexar
de ser Virgen , una Virgen que reúna la virginidad mas pu- >
ra con la fecundidad mas divina.
En María , pues , y en sola María se cumple este gran
prodigio. El mismo Espíritu Santo que ha inspirado al Pro
feta , ha revelado este misterio por boca del Evangelista.
Dios mismo nos enseña que María era Virgen («) aunque des
posada con Joseph ; que aunque unida con él por el sagrado
lazo del matrimonio que el Señor había formado , no conocía
hombre alguno (¿) , y estaba resuelta á no conocerle; que no
pudo ser mas extraña para ella la predicción del Angel que
la prometía un Hijo , aunque este hijo se debia llamar Hi
jo del Altísimo ; y que el Angel la enseña que Dios podrá
obrar esta maravilla sin perjuicio de la resolución que te
nia de conservarse siempre Virgen, y que á este efecto la
xaría sobre ella el Espíritu Santo , y la virtud del Altísimo la
cubriría con su sombra (r). Y efectivamente todo sucedió se
gún la declaración del Angel : el Espíritu Santo formó en las
entrañas de María el fruto santo de su vientre : su esposo
Joseph no tuvo parte alguna en él : y María cooperando con
su misma substancia á este gran misterio, entró en la par
ticipación de esta obra divina por el mérito de su fe , y el
sacriñcio de su obediencia.
María, pues, consigue ser Virgen y Madre ; porque como
dice San Agustín (d) , era conveniente que naciese de una
Virgen el Hijo de Dios; el Hijo único cuya concepción tem
poral fuese inefable , y singular , como lo es la generación
eterna ; este Hijo que no tiene Madre en la eternidad , ni
Padre en el tiempo; este Hijo Dios de Dios desde toda la
eternidad , y hombre por la operación de Dios en el tiempo.
Convenia que el que había de hacer á su Iglesia fecunda,
aunque Virgen , naciese de una Virgen fecunda , y nos con-
duxese así á los milagros por otros milagros. Convenia que
el segundo Adán naciese de una Virgen por virtud de solo
. . > . . Dios,
(o) Loe. t. v. 17. (b) Ibi v. 34. (c) Luc. 1. v. 3$.
{d) Lib. de Sanct. Virgini. 1. j.
1 16 Instrucciones
Dios , al modo que el primer Adán habia sido formado de
una tierra virgen por la mano del mismo Dios. Conventa que
una Virgen reparase la injuria que otra virgen habia hecho
s al mundo , y que María Virgen nos diese el fruto de vida,
después que Eva siendo todavía virgen, aunque esposa de
Adán nos habia dado el fruto de muerte.
Esto es lo que nos enseña el Evangelio diciendo: como
estuviese Marta desposada ton Joseph , se halló ántes que se hu
biesen juntado , que habia concebido por virtud del Espíritu San
to (a). Joseph ignoraba aun este milagro : y un Angel del
Señor se apareció á este casto esposo para decirle: Joseph hi
jo de David no temas tener contigo á María tu muger , por
que lo que ha nacido en ella es obra del Espíritu Santo Mi
lagro singular del poder de Dios, en que no ha tenido parte
la corrupción del hombre.
2.° Pero María conservó también su virginidad en el
parto de su Hijo. Porque ¿perdería esta preciosa flor su her
mosura por el parto de un Dios? No amados oyentes, no
permita Dios que lleguemos á tener un pensamiento tan irre
ligioso, y tan impío. Para esto seria necesario no conocer la
verdad de las Escrituras , ni el poder de Dios. Isaías no sola
mente predice que una Virgen concebirá , sino también que
una Virgen parirá , y por consiguiente que esta sagrada Vir
gen permanecerá Virgen aun en su parto. La Escritura, y la
tradición no menos dan el nombre de Virgen á María des
pués de haber parido á su Hijo , que ántes de haberle con
cebido , por donde debemos entender que el nacimiento del
Hijo de Dios lejos de ofender en nada á la pureza de Ma
ría , ha servido al contrario para hacerla mas perfecta.
Grande milagro , Católicos. Pero quanto mayor es la obra
es mas digna del supremo Artífice , el qual no se sujeta á las
leyes de la naturaleza , sino que la naturaleza toda le está,
sumisa , y le obedece. ¡Qué! ¿el que pudo formar á Adán de
una tierra virgen , y el que pudo formar á Eva de Adán
virgen , no podría nacer de María Virgen? Todo es posi
ble
(•) Matb. i. r. 18. (¿) Ibid. r. M.
sobre el Catecismo. Parte I. ut
ble á Dios: esto es bastante para concluir que el Hijo de Dios
pudo nacer de María Virgen , y para estar ciertos de que lo
ha hecho , nos es bastante que él mismo lo haya asegurado.
Creamos pues firmemente que así como Jesu-Christo salió des
pués de su sepulcro sin embargo de estar cerrado y sellado;
y entró en el cenáculo de sus Discípulos estando cerradas las
puertas; y así como los rayos del Sol penetran el cuerpo só
lido del vidrio, sin quebrarle ni hacerle lesión alguna, así y
de un modo mas admirable salió á luz Jesu-Christo del ma
terno alvergue sin detrimento alguno de la integridad de su
Madre.
Dios ha querido instruirnos por las circunstancias del
nacimiento del Hijo de Dios, que no debemos contemplar en
él cosa alguna que no sea divina. Como María no tuvo
parte en la concupiscencia , ni en el pecado, tampoco la tuvo
en la maldición del pecado , ni en sus conseqüencias. Así
ella parió á su Hijo sin dolor, le dió sus pechos desde que
nació, y no tuvo necesidad de aquellos socorros , que son
indispensables en estas ocasiones á las otras mugeres. ¿Qué
fflucho, pues, que habiéndola Dios privilegiado de esta suer
te, la conservase su preciosa virginidad en el parto ? ¿Y no
»olo en el parto, sino también después del parto?
3.0 En efecto María fué Virgen también después del par
to. Quando la Escritura no nos lo dixese , la tradición de
todos los siglos , y la fe perpetua de la Iglesia serian bas
tantes para convencernos de esta verdad. El nombre de Vir
gen , que siempre se ha dado á María sin restricción de cir
cunstancias ni de tiempos , es una prueba auténtica de su
perpetua virginidad. Todos los Padres la han defendido
constantemente : y la Iglesia ha mirado siempre con horror
á los que osáton combatirla.
Mas lo que la Escritura nos dice de María y Joseph,
debe ser bastante para asentir á esta verdad. ¿Por qué quien
creerá , que la que tuvo valor y firmeza ( sin exemplo hasta
entónces ) para resolverse á no covocer jamas á hombre al
guno , se apartase de una resolución tan santa después de
haber concebido, y parido al Hijo de Dios , y quisiese man
ió/». I. Q cbar
i2 a. Instrucciones
char el tabernáculo sagrado que el Señor había santificado
con su presencia ? Lejos de nosotros un pensamiento tan in~
jurioso al Hijo , y á la Madre. ¿Quién creerá , que la que
no consintió en ser Madre , hasta haberla certificado el An
gel , que podia serlo sin dexar de ser Virgen , se resolvería
después á perder este tesoro? ¿Joseph, aquel hombre justo
se atrevería á profanar el santuario del Señor? ¿Menos fiel
que el antiguo Joseph , podría olvidar lo que debia á su
Señor , y á la que debia honrar como á Señora suya , aun
que era verdaderamente su esposo? Ah ! Este esposo casto,
y respetuoso de una Virgen consagrada á Dios , y elegida
para Madre suya , sabia que no era su esposo , sino para
su consuelo y defensa ; para ponerla á cubierto por medio-
del matrimonio de la calumnia de los Judíos ; y para ocul
tar al demonio el conocimiento del Niño Dios , como dice
San Ignacio Mártir (a) ; y era siervo muy fiel del Señor
para atreverse á traspasar los límites que le habia. puesto.
María ( confesémoslo Christianos ) es la puerta sagrada de
quien habla Ezequiel (b). Puerta que permanecerá siempre cer
rada , y no se abrirá : ningún hombre pasará por ella , porque
el Señor Dios de Israel entró por ella. Es aquella Zarza mis
teriosa (c) que ardia y no se consumía con las llamas , por
que estaba el Señor en ella : el Arca sagrada (d) en donde
descansa el Señor , la qual es incorruptible : la Urna pre
ciosa (e) que encierra el Maná , y no puede servir á otros
usos: la Vara de Aaron (/) , que florece milagrosamente, y
conserva siempre su flor y fruto : es la Tierra bendita (¿-j,
que solo lleva frutos del Cielo ; el Candelero (ti) precioso,
que da una luz divina , y no contrae mancha alguna : la
"Nube ligera , de quien habla Isaías (/) que lleva al Señor,
y es incapaz de ser manchada. ¡Qué respetos y cultos no
debemos dar á una Virgen tan santa y tan pura ! ¡Qué ad
miraciones y elogios no debemos dar á esta Madre de la pu
ré—
<«■) S. Ign. Ep. ad Philip. (*) E«cb. 44. v. a. (c) Exod. 3. v. 3.
[d) Ibid. 15. v. 10. (*) E*od. 16. v. 33. (/) Nura. 17. t. 8.
(g) Ps. 66. r. 7. & 84. 13. (¿) Zachar. 4. v.a. (») Isai. tf, r. z«
sobre el Catecismo. Parts I. jaj
riza misma, como la llama la Iglesia! ¿Pero con qué zelo
debemos alabar su pureza ? Nuestras alabanzas deben sin
duda ir acompañadas de la imitación , supuesto que María
no solamente fué la Virgen mas perfecta , sino también el
mas perfecto modelo de las Vírgenes.
Antes de María la virginidad era virtud desconocida en
el mundo. Los paganos habían afectado inútilmente una vana
apariencia de ella. Entre los Judíos la esterilidad era un
oprobrio , y la fecundidad sola se tenia entre ellos por ben
dición. Si habia en esta nación algunos hombres santos que
pasaban su vida en el celibato como Elias , Eliseó , y otros
Profetas, se creia que el sexo mas frágil no podía aspirar
á una virtud tan elevada. María fué la primera que le
vantó el estandarte sagrado de la perfecta pureza , de aque>
lia virginidad , que según el Apóstol es Santa de cuerpo,
y de espíritu {a). Aprended de María , vírgenes devotas. Y
si la fragilidad de nuestra haturaleza , si la corrupción que
heredamos de huestro primer Padre no os permite arribar
á una perfección tan alta : si la ley de la carne resiste á
la del espíritu , y no pudiereis ofrecer á Dios el sacrificio
entero de vuestro cuerpo y espíritu , conservad á lo ménos
la pureza del espíritu , la castidad del corazón , renuncian
do constantemente á todas las ideas , y pensamientos impu
ros. ¿Pero qué precauciones nO debéis tomar para esto? Ma
ría os lo enseña con su conducta. Ella se consagra á Dios
desde su infancia , para fixarse con la firmeza de un voto
contra la inconstancia de la naturaleza. Y para precaverse
del mundo , y nO concebir deseos seculares , se separa del
siglo y no tiene comercio alguno con él. Cerrada en su casa,
oculta á los hombres , y conocida de Dios solo , vive siem
pre en su presencia , y no desea Sino agradarle* En este
retiro la encuentra el Angel , y ella se turba aun á la vista
<3e un Angel , porque tiene la apariencia de hombre. Los
elogios que recibe aumentan su turbación , y solamente se -
anima , quando no puede dudar que la habla de parte -del
Se
ta) i. Cor. 7. r. 34.
7 24 Instrucciones
Señor. Si le responde , es obligada de los intereses de su
virginidad , y para preguntarle cómo podría ser madre, sin
dexar de ser virgen , y no consiente hasta estar asegurada
del milagro. ¡Qué lección tan importante, Christianos! Ma
ría , aunque llena de gracia , creia que era necesario preca
verse para conservarse pura á los ojos de Dios. Y nosotros
estando tan distantes de su santidad , queremos ser castos sin
apartarnos de los peligros, sin huir el trato familiar, las
conversaciones freqüentes, el comercio íntimo con personas
de otro sexo. ¡Qué locura , amados oyentes ! El que ama el
peligro , perecerá en él , dice el Espíritu Santo. Llevando
siempre con nosotros mismos todo el peso de nuestra corrup
ción , qualquiera ocasión es capaz de hacernos caer. De aquí
la necesidad de velar continuamente sobre los sentidos , para
cerrar la entrada á los atractivos de la seducción : de huir
de todos los placeres inútiles , y peligrosos : de renunciar
para siempre las diversiones y pasatiempos profanos , que
corrompen el corazón , ó por lo menos debilitan el espíritu:
porque la castidad es una flor que solo crece entre las es
pinas (rt) ; es una sabiduría que no se halla en los que pasan
una vida deliciosa. Y además es necesario recurrir á Dios
por la oración para que se digne conservarnos puros y cas
tos , aun después de haber puesto de nuestra parte las pre
cauciones necesarias á este fin. Porque ninguno puede poseer
la castidad , dice el Espíritu Santo (h) , si Dios no se la da,
y es una parte de la sabiduría , el saber de quien es este don.
Interceded Vos , Virgen Santísima , con vuestro Divino Hijo
para que nos le conceda. Alcanzadnos una perfecta pureza
de espíritu y cuerpo , para que siguiendo en la tierra al
cordero , por la imitación de su inocencia , le sigamos en
el Cielo adonde quiera que vaya , por la participación de
sus delicias. Amen.
AR-

(4) Job 18. v. 13. (b) Sapient. 8. r. si.


sobre el Catecismo. Parte I. iajf

ARTÍCULO QUARTO DEL CREDO.

PADECIÓ DEBAXO DEL PODER DE PONCIO PlLATO , FVÚ


CRUCIFICADO , MUERTO , T SEPULTADO.

INSTRUCCION XV.

Sobre las primeras palabras del artículo quarto : "Pa


deció DEBAXO DEL. PODER DE PoNClO PlíATQ*

jA.unque toda* las acciones , y trabajos de Jesu-Chrisro


hayan tenido una santidad y un precio infinito derivado
de Ja Persona del Hijo de Dios , hay algunas no obstante
mas importantes que otras respecto de nosotros , y tales son
la pasión y muerte del Salvador , cuya fe es enteramente
necesaria á la salvación , como lo defendió San Agustín (a)
contra los Pelagianos en nombre de la Iglesia. Se pueden
ignorar sin pecado algunas acciones de Jesu-Christo , pero
no se puede ignorar la pasión dolorosa del Señor , la qual
fué el precio que el Padre exigió en satisfacción de nues
tros pecados , y el fin de la venida del mismo Salvador al
mundo. Este es el bautismo , decia el Señor , con que debia
ser bautizado ,* y que deseaba ardientemente se consuma
se (b). Por tanto decia San Pablo : To no be hecho profesión
de saber otra cosa entre vosotros, que á Jesu-Christo , y éste
erucificado (c)i ni anunciaba otra cosa mas particularmente
en sus continuas predicaciones (di). Y de tal suerte se ex
tendió alguna vez en la explicación de este articuló , que
dixo á los Galatas : Después de una pintura tan viva como
es be hecho de la pasión y muerte de Jesu-Christo , se puede
decir que ha sido crucificado á vuestra vista (e).
Es
(a) Aug. lib. 3. ad Bonif Lib. 3. de pee, merct, c. «o. Ep. a $7. & 77»
(t) Luc. 1». 50. (c) x. Cor. 3. 3.
(«Ó 1. Cor. 1. 33* (t) Qilit. 3. y. 1.
ta6 Instrucciones
Es pues necesario el conocimiento de la pasión de Jesu-
Christo , y el Christiano que despreciase instruirse de un
asunto tan importante , daría una prueba evidente de la in
diferencia con que miraba á Jesu-Christo , y su propia sal
vación. Porque ¿quién puede ignorar tranquilamente de qué
suerte ha sido rescatado de su esclavitud , sin tener en poco
á su libertad , y á su Libertador ? ¿No es una extrema in-
gratitud acia el bienhechor , ( despreciar el saber lo que ha
sufrido para procurarnos el beneficio ? En esta atención es-»
pero haceros seguir al Señor con una amorosa meditación
en todas las partes del sacrificio que ofreció por nosotros,
y comenzare considerándole en el monte de los olivos , para
▼er allí quál haya sido la amargura de su agonia , y la
ignominia de su prisión.
Después de haber entrado Jesu-Christo en Jerusalen en
una especie de triunfo , y en medio de las aclamaciones de
un pueblo , que poco después habia de pedir su muerte, para
darnos á entender la firmeza y voluntad con que se entre
gaba á ella; después de haber cumplido las figuras de la
ley cenando el cordero pasqual con sus discípulos 5 después
de haber dado á los Apóstoles el exemplo de la humildad
mas profunda , postrándose á sus pies para lavárselos , el
que es su Señor , y Maestro (a) ; después de haberles dexado
el empeño del amor mas tierno , é inefable en la institu
ción de la sagrada Eucaristía ; después de haberles alimen
tado con su sagrado Cuerpo ; después de haber sellado ei
nuevo Testamento (¿) por la efusión mística de su sangre
preciosa en este Divino Sacramento ; después de un largo
discurso lleno de caridad , y de amor con que instruyó á
sus discípulos de su última voluntad ; Jesu-Christo , el ver
dadero David , pasa el torrente Cedrón (f) , como aquel Rey
santo , y afligido le habia pasado en otro tiempo , huyendo
de la ¡ra de un hijo desnaturalizado , y pérfido (d) : sube%
como él , al monte de los olivos , y habiendo llegado á un lu
gar
(a) Joan. 13. t. 14. (b) Matth. a&. ». atf.
(c) Jo&fl. i& r. 1. seq. (d) a. Reg. 15. v. 30.
sobre el Catecismo. Parte I.. x^j
gar llamado Gethsemani , entra en un jardin , adonde acos—
tumbraba ir con sus Discípulos. Jardín bien diferente de aquel,
en donde pecó el primer hombre. Jardia de lágrimas para
el Salvador ; pero al mismo tiempo jardin. tan saludable para
nosotros , como doloroso para él. Jardin , en que la agonía
del Divino Mediador comenzó á reparar el abuso que el
primer hombre habia hecho del Paraiso que Dios mismo ha
bía plantado (a) , y en donde la verdadera Madre de los vi
vientes , esto es , la Iglesia comienza á formarse por los do
lores del nuevo Adán* Jardin adonde Jesu-Christo acos
tumbraba ir con sus Discípulos, y allí les hablaba de su
muerte , cerno para instruirles de antemano del triste espec
táculo que habían de. presenciar algún dia.. Lleva consigo á
San Pedro , Santiago , y San Juan ,. para que los mismos que
habían sido testigos de su gloria en el Tabor, lo fuesen tam
bién de sus. humillaciones, y angustias, en el jardin de los
olivos , enseñándonos ea esto la importante regla que in
culca el Evangelio , que no podemos tener parte en la glo
ria de Jesu-Christo , si no la tuviéremos también en sus su
frimientos. Allí pasa las noches enteras en la oración , y
en las personas de sus Discípulos nos manda velar y orar
para no entrar en la tentación. ¡Allí , ó Dios mió , qué es—
pectáculo ! ¡Quién podría persuadirlo , si la verdad misma
no nos lo asegurara en. el Evangelio! ¿Pero quién no se con
moverá al ver un Dios penetrado de. temor , agoviado de
aflicción , declarar á sus Discípulos , que su alma está triste
hasta la muerte caer en la agonía por la extremidad del
dolor , y brotar por todas, las partes de su sagrado cuerpo
vn sudor de sangre , que riega la tierra en que estaba pos
trado (c)\ Venid incrédulos, venid, y ved la prueba, y
una de las. pruebas mas sensibles de la verdad de su natu
raleza humana , y de la realidad de sus sufrimientos. Ella
á la verdad estaba unida á la Persona del Verbo , pero con
servaba en la unión sus propiedades naturales , y era pasi
ble y mortal oomo la nuestra.. En conseqüencia sentia toda
la.
(#) Genes, a. v. 8. (¿) Matth. 26. 38. (c) Luc, aa, v. 44..
-ra 8 , Instrucciones
la acerbidad de los dolores , y solo Dios puede comprehen-
der la medida de sus sufrimientos.
¿Pero quál es el objeto de tan profunda aflicción? ¿Quál
el motivo de tan extraña agonía ? Ah ! No es solamente
la tempestad de males , que va á descargar sobre él , ni los
dolores de la muerte , que le cercan por todas partes (a). El
Señor los ha deseado , y los desea. Mas hé aquí lo que
principalmente le ocupa , y le aflige en extremo. El mismo
nos dice por su Profeta , que los torrentes de iniquidad son
los que le turban : los pecados de todos los hombres son los
que le oprimen , porque Dios ha puesto sobre sus espaldas el
peso de nuestras maldades , como dice Isaías (b) , para que
nuestras heridas fuesen curadas por las suyas. Son vuestros
pecados , Christianos oyentes , son los mios , son los pecados
de todos los hombres , los que forman el peso á que parece
rendirse Jesu-Christo. En él se cumple todo lo que se figu
raba en los sacrificios ofrecidos por el pecado en la ley an
tigua \ sacrificios en que aquel que los ofrecía se recono
cía culpable á presencia de la víctima ; imponía sus manos
sobre la cabeza de la víctima , para denotar que la substi
tuía en su lugar , que la cargaba con sus faltas , y la en
tregaba á la muerte que él mismo habia merecido. La vista,
pues , de todos los pecados del mundo de que estaba car
gado , es la que penetra el corazón del Hijo de Dios , y le
llena de dolor ; pero sobre todo la vista de la inutilidad
misma de su pasión respecto de tantos pecadores , y tantos
reprobos que abusan de ella. ¡Qué modelo tan perfecto de
un verdadero penitente ! ¡Qué indignación sentia contra el
pecado! ¡Qué deseo de borrarle! ¡Qué ardor para destruir
le ! ¡Qué zelo para vengar el honor de Dios , y satisfacer á
su justicia! ¡Qué ternura acia el pecador! ¡ Mas al mismo
tiempo qué crueles dolores producían en su corazón estos
diversos movimientos! ¿En dónde estáis vosotros Angeles dei
Cielo , y qué pensáis á vista de este espectáculo ? Rehusa
reis consolar á aquel á quien adoráis en el Cielo , aunque
hu-
<*) P«. i7. r. (. (b) luí* 13. r. 5.
sobre el Catecismo. Parte I. 129
humillado en la tierra , y heclio poco menos que vosotros
Un Angel viene en efecto á consolarle , y fortificarle (b).
¡O Dios ! j Vos , en cuya presencia tiemblan las Potestades
mismas, os dignáis ser consolado y confortado por un Angel!
Mas en esto quiso enseñarnos á no despreciar los consuelos
que nos dan nuestros inferiores , y á mirarlos como que vie
nen siempre del único origen de los consuelos , que es Dios.
Tal fué, amados oyentes, la dolorosa agonía del Salvador,
en la qual este inocente Abel consiente en ser sacrificado á la
envidia de sus enemigos ; este divino y caritativo Joñas quie
re ser arrojado á la mar , y sepultado en el vientre de la ba
llena para calmar la tempestad que amenaza á los pecadores,
y en conseqüencia hace esta oración al Padre: Vadre mió , le
dice , {c) si es posible , haced que este cáliz pase de mí , pero no
obstante cúmplase vuestra voluntad , y no la mia. Oración que
repite tres veces , y que solo fué interrumpida por la caridad
de este buen Pastor , que no quiso dexar á sus ovejas dormi
das , quando se acercaba el lobo , esto es , á sus Apóstoles
sobrecogidos del sueño y de la tristeza , en el momento de la
tentación, quanda ya se acercaba Judas con los otros Minis
tros del furor de los Judíos que venian á prenderle.
¡Oración admirable! ¡Oración igualmente llena de ins
trucciones, y misterios! Padre mió, yo veo el cáliz que me
presentáis, y siento ya toda su amargura: yo siento en la na
turaleza que he tomado todo lo que su flaqueza puede sen
tir en las cercanías de los suplicios , y de la muerte. Vos sois
un Padre irritado , que queréis hacerme beber hasta la hiél
el cáliz de los pecadores , cuyas personas represento : pero
yo os explico los deseos naturales de mi humanidad. Todo
oses posible, bien lo sé, y vuestra voluntad es la regla de
vuestro poder. Si es posible, pues Dios mió , pase este cáliz, y
apártese de mí, pero cúmplase vuestra voluntad y no la mia,
porque yo he venido á hacer vuestra voluntad , y á obedecer
basta la muerte (d). ¡ Que lección para nosotros amados oyen
tes!
(a} Pj. 8. v. g. (¿) Luc. aa. r. 43. (c) Matth. 26. v. 39.
(rf) Philip, a. v. 8.
Tom. I. . R
i jo Instrucciones
tes! ¡Qué instrucción! ¡Qué regla para conducirnos en las
tribulaciones, en los trabajos, y sobre todo en las cercanías
déla muerte! No se os pide, Christianos, que no tengáis
horror á la muerte , este horror es natural , porque la muer
te no es natural al hombre , sino pena del pecado. La Reli
gión no exige que no sintáis los trabajos , que no tengáis re
pugnancia á las afrentas , dificultad y pena en el cumplimien
to de la ley , sino que os venzáis por amor de Dios , por una
aceptación generosa de todo lo que es desagradable á la na
turaleza , por una voluntad superior á todos los deseos natu
rales. Este es el fruto de los sufrimientos de Christo.
Hágase vuestra voluntad. Esto es lo que debéis decir con
tinuamente en las enfermedades , en las tribulaciones , en los
sucesos adversos , y especialmente en la hora de la muerte.
¡Ah! el que está resignado, y conforme con la voluntad de
Dios , nada encuentra amargo , ni difícil , se expone á todo,
y todo lo sufre con paciencia y con gozo , así como Jesu-
Christo sufrió no solamente los dolores de su agonía , sino
también la ignominia de su prisión.
2.° Esta es verdaderamente oyentes, la hora , y el poder de
las tinieblas (a). En este momento va á desencadenarse el de
monio, y hallará en los hombres impíos instrumentos dignos
de su furor. En este momento el trigo mas puro va á ser acri
bado y no resistirá á la prueba. En este momento el Hijo
de Dios , de una parte será entregado al poder de los hom
bres mas perversos , y de otra abandonado de sus mas amados
amigos. ¡Jesús entregado por Judas , y entregado por un be
so! ¡Jesús abandonado de sus amados Discípulos! ¡Jesús pre
so por los soldados y cargado de cadenas! Ved ahí fieles,
lo que nos resta que considerar en el primer acto de esta
cruel tragedia. Jesús entregado por Judas. Espantaos Cielos,
puertas del Cielo permaneced en la desolación (c) y en la triste
za. ¿Quién podrá sufrir la vista y el horror de tal pecado?
Infeliz hijo de perdición (d) , \quánto mejor te fuera no haber na
ci
da) Luc. 3a. v. ¿3. (í) Ibid. v. 51. (c) Jerem, a. y. xa.
\d) Joan. 17. v. xa.
sobre el Catecismo. Parte I. 131
cido (a) ! \Sea para siempre tenebrosa la noche que te conci
bió Y el día que te parió sea borrado del número de los
dias. Judas , á quien Jesu-Christo habia elegido por Após
tol ; Judas á quien el Hijo de Dios habia colmado de singu
lares favores ; Judas á quien habia confiado sus secretos con
sejos $ Judas , á quien habia hecho el dispensador de sus mis
terios , forma el designio de entregar á su Maestro , y vende
por el precio de treinta monedas de plata al Criador del
universo. Pónese de acuerdo con los sacrilegos Sacerdotes de
los Judíos , y va al frente de una multitud de verdugos á
execurar el mas horrible deicidio. Aprovéchase del conoci
miento que tenia del lugar á donde se retiraba Jesu-Christo
para encontrarle , y un ósculo de paz es la pérfida señal que
elige para cubrir un atentado tan horrible. ¿De qué no so
mos capaces , Dios mió , si por un juicio terrible , pero siem
pre infinitamente justo , nos abandonáis á nosotros mismos?
¿De qué no es capaz una pasión desenfrenada? ¡Ah! Chris-
tianos , aprendamos por este exceso á temer, á evitar , y mor
tificar nuestras pasiones.
Judas se acerca á Jesús para besarle , dice el Evangelio (f),
y besándole le dice : yo te salud» Maestro. Ved ahí lo que Da
vid habia predicho , explicado , y figurado en su persona , y
en la traición que la hizo el pérfido Achitophel , imagen na
tural dal traidor Judas. Si fuera un enemigo declarado , decia,
ó mas bien Jesu-Christo por su boca (d) , el que me ha carga
do de maldiciones , lo hubiera sufrido con paciencia ; si el que
habla de mí con tan extraña insolencia fuera un hombre , cuyo
aborrecimiento tuviese yo experimentado , quizá hubiera hallada
medios para precaver sus conseqüencias. Mas este hombre eres
tú , que creía yo eras un mismo corazón conmigo , tú á quien
consultaba yo en todo , y de quien tenia tanta confianza , tú á
quien yo hacia testigo de todas mis acciones , tú que participabas
de mis delicados manjares , y me acompañabas á la casa del Se
ñor , procediendo en todo conmigo de común consentimiento. Ex-
ter-
(a) Math. 16. v. 45. (b) Job 3. y. 6. (e) Math. a6\ T. 4$.
(d) Ps. ¿4. v. 13. se^.
R 2
iji Instrucciones
terminad , Señor , estos monstruos , sorprebéndalos la muerte en la
execucion de sus delitos , ábrase el infierno ¿y sepúltelos en su se
no , quando se vean mas colmados de salud y vida.
¿Mas qué hará el Hijo de Dios quien leii en el corazón
de Judas la perfidia de su traición, y le habia hablado de ella
algunas horas ántes? ¿Lanzará rayos del Cielo para extermi
narle? ¿Mandará á la tierra que se abra para tragarle? ¡Ah
Christianos! Estoes lo que sin duda hubierais hecho vosotros
si os hallarais en sus circunstancias , y tuvierais su poder,
vosotros que sois tan vivos en vuestros resentimientos , y
tan ardientes en vuestras venganzas. Pero venid , ved, y ad
mirad la bondad del Hijo de Dios , y aprended á vencer y
triunfar del mal con el bien (a). Amigo , le dice (b) , ¿qué es lo
que bas venido á baceri ¿Has venido á entregar el Hijo del
hombre con un beso(c)l Palabras dulces , pero mas terribles que
tocios los rayos del Cielo. Sin condenarle Vos Señor , su pe
cado le condena bastante. Bien presto va á ser su propio ver
dugo , él se ahorcará , y su cuerpo abierto y rebentado por el
medio (d) , no dexará salir su alma criminal , sino para ser se
pultada en los infiernos. ¡Pecado horrible , pecado digno de
toda la execración del Cielo , y de la tierra! ¿Pero este peca
do tan afrentoso como es , ¿no se repite todos los dias? ¡(Juan-
tos Judas hay entre los Christianos! ¡Quántos Christianos sa
crilegos que deshonran el sagrado cuerpo de Jesu-Christo co
mulgando indignamente , y entregándole quanto está de su
parte , no á los Judíos sus enemigos , sino al mismo demo
nio que posee sus almas! De esta suerte se hacen aun mas
criminales que Judas por la circunstancia que ellos le ultra
jan , no ya en el tiempo de sus humillaciones , como aquel
traidor , sino en el tiempo mismo de su gloría.
Como Judas habia prevenido á los Judíos , que luego
que verificase la señal de su traición , se apoderasen de Jesu-
Cbristo,y le llevasen con seguridad (e) , ellos lo executáron
puntualmente, y se arrojaron atropelladamente sobre el Cor-
ds-
(o) Román, ia. v. ar. (l>) Math. 26. v. go. (c) Luc. aa. v. 48.
(rf) Actor. 1. v. 18. {e) Math. 26. r. 48. »
\
sobre el Catecismo. Parte I. 133
dero de Dios , para conducirle á la muerte. Pero antes qui
so el Señor hacer brillar su poder en el tiempo mismo en que
debía ceder á la enfermedad de su naturaleza sin faltar por
esto al precepto del Padre. Y la misma virtud , por la qual
se liabia birlado de todo el furor de Herodes , que quería
perderle en su cuna ; por la qual había pasado por medio
de los habitantes de Nazareth , quando querían precipitarle;
por lo qual había contenido las manos de los que querían
apedrearle , esta misma virtud , vuelvo á decir , se hizo sen
tir á los pérfidos J udíos. Aquel que podia pedir al Padre do
ce legiones de Angeles (¿) para que le defendiesen , ó mas bien
que podia mandar á los Angeles mismos , quiso á lo menos
dar á entender á estos impios haciéndoles volver atrás , y
caer en tierra diciéndoles solamente : To soy el que buscáis, que
estaba en su voluntad el ponerse en sus manos.
Pero no, ya había llegado el momento, en que el verda
dero Sansón quería parecer despojado de su fuerza , y venir
á ser el juguete de los Filisteos. Si Pedro saca la espada para
defenderle, le contiene y obliga á respetar hasta en sus in
justos perseguidores las órdenes de su Padre. Vuelve, le dice,
tu espada á la vayna. ¡ Que no quieres , que yo beba el cáliz que
mi Padre me presenta (¿y. Si el mismo Pedro llevado de su
zelo hiere al siervo del sumo Sacerdote , él le cura en el ins
tante , y diciendo á los Judíos que dexen ir á sus Discípulos,
porque ninguna potestad se les ha dado sobre ellos, se entre
ga libremente á estos pérfidos, y se dexa prender y atar.
Angeles del Cielo, ¿sufriréis vosotros este ultrage? ¿en dónde
está vuestro zelo? ¿No haréis nada para defender á vuestro
Señor? No, Christianos, no les es permitido sino ser los ex-
pectadores de su combate y los adoradores de su paciencia. ¿Y
qué haremos nosotros, fieles, á vista de un Dios maltratado
y ultrajado , que conserva toda su paciencia y dulzura , y
no hace sentir su poder, sino para favorecer á los que le ul
trajan? ¡Ah Christianos, qué exemplo para nosotros, ó qué
confusión!
Mas
(a) Joan. a. r. 39. (*) Main, ao". r. ¿3. (c) Joan. 18. v. ia.
134 ■ Instrucciones
Mas Jesu-Christo no solamente fué entregado por Judas
á sus enemigos , sino también abandonado de sus Discípulos.
¿Nos quejaremos nosotros de vernos abandonados en nuestras
desgracias? Jesús lo es en este momento de sus amigos, de
aquellos á quienes habia creído mas fieles. Luego que es heri
do el Pastor, huye y es dispersado el rebaño (a). Tomas, que
queria morir con Jesu-Christo, todos los Apóstoles que pro
testaban algunas horas antes, que ninguna cosa podría apar
tarles de él, todos huyen, todos le abandonan: solo Pedro le
sigue á lo léjos, y es para negarle dentro de pocos momentos:
promesas, protestaciones todo se desvanece como un sueño. Y
Vos Dios mió, quedasteis solo para ser oprimido en el lagar
de los dolores , como dice el Profeta
¿Y qué otra cosa, Christianos, figuraba la huida de los Após
toles, sino lo que sucede entre nosotros todos los dias? ¿Quán-
tos siguen á Jesu-Christo quando se trata de sufrir por él,
6 de aventurar por él alguna cosa? ¿su causa no es abando
nada todos los días por los menores intereses? ¿quántos Chris
tianos le son infieles al salir de la comunión? ¿Y qué cosas
son necesarias para negarle? Qualquiera ocasión, un respeto
humano , la menor complacencia es bastante para esto. Aver
goncémonos amados mios, de nuestra inconstancia, temamos
nuestra flaqueza. Temblemos de nosotros mismos consideran
do la perfidia de Judas, y la infidelidad de los Discípulos.
Creamos, dice San Agustín, que no hay pecado alguno de
que no sea capaz el hombre, si el que hizo al hombre no le
sostiene con su gracia poderosa. Sostened nos , pues , Dios mió
por los méritos de vuestra pasión , confortadnos con vues
tra gracia ; unidnos á Vos con el lazo del amor , el qual es
fuerte como la muerte; y que ni la vida ni la muerte pueda ja
mas separarnos de Vos (c) , ni faltaros á la fidelidad que os de
bemos. Amen.

(a) Zachar. 13. v. 7. (i) Isaie 63. t. %. (c) Román. 3. v. 38.

INS-
sobre el Catecismo. Parte I. i$$

INSTRUCCION XVI.

SOBRE LAS MISMAS PALABRAS BEL QUARTO ARTICULO: PADECIÓ


BAXO DEL PODER DE PONCIO PlLATO.

Continuación de la Pasión de Jesu-Christo desde el monte


de los olivos hasta el Calvario.

Habéis visto , amados Christianos , al inocente cordero


preso y atado por los verdugos que debían degollarle , le ha
béis visto sacrificándose á sí mismo á la muerte, habéis ad
mirado su obediencia, su paciencia , y su dulzura, sigá
mosle, pues, en todas las partes de su sacrificio, rociemos
con nuestras lágrimas las huellas de su preciosa sangre ; to
memos parte en sus ignominias (¿r) mil veces mas gloriosas , que
toda la pompa del Egipto ; y supuesto que sufre por nosotros,
suframos nosotros con él.
Después de haber visto al Justo por excelencia acusado,
como criminal , y puesto en el número de los malvados , según
lo predixo Isaías (¿); veréis la impiedad en el lugar del juicio,
y la iniquidad sobre el tribunal de la justicia (f) ; veréis consu
marse el misterio de la iniquidad (di) de parte de los hombres;
pero al mismo tiempo veréis consumarse el misterio de la ca
ridad de parte de Jesu-Christo. Jesús acusado calumniosa
mente: Jesús juzgado injustamente: Jesús condenado á muer
te por la sentencia mas cruel: ved ahí lo que hará el grande
objeto de vuestra fe, y piedad en esta instrucción.
i.° ¿Quién creería, oyentes mios, que la inocencia misma
no estuviese libre de la calumnia ; que el Pontífice Santo, ino
cente, segregado de los pecadores (e), incapaz de pecado, hubiera
podido ser acusado como criminal? Que el que habia de pre
guntar á los Judíos : iquién de vosotros me podrá acusar de pe
cado (/), sin que ninguno pudiese responderle; que el que
ve
ía) Hebr. it. v. *6. (b) Isaix 53. v. n, (c) Eccles. 3. v. 16.
(d) 3. Thwal. a. t. 7. (») Hebreor. 7. v. atí. (£) Joan. 8. y. 46,
136 .: Instrucciones
venia á traer la paz al mundo , á establecer el Reyno de su
Padre, y sacrificarse á gloria suya, se hubiera visto llevar de
tribunal en tribunal como sedicioso , impío , y blasfemo? Vos
lo habéis querido, Dios mió , para consuelo de los inocentes,
que en la serie de los siglos se habian de ver calumniados y
oprimidos por la injusticia. Consideremos ya al Santo de los
Santos acusado principalmente en los dos tribunales de Caifas,
y Pilato, y primero en el de Caifas. ¿Quién hubiera creído,
Católicos , que la autoridad mas sagrada habría de servir pa
ra la opresión del Mesías ; que el sumo Sacerdote según el
orden de Melchisedech (a) debería ser calumniado en la casa
misma del sumo Sacerdote del linage de Aaron ; en una casa
que debía ser el santuario de la verdad, y el asilo de la ino
cencia ; que Caifas , que era el Pontífice de aquel año (¿) y
que en esta qualidad pronunciaba los oráculos , hubiera he
cho servir la autoridad misma de su ministerio, y su crédito
en la synagoga , para favorecer la mas horrible injusticia? en
efecto, Jesús atado es conducido desde luego á Anas suegro de
Caifas (c) , y de aquí es llevado al mismo Caifas sumo Sacer
dote , el qual debia presentar la víctima. ¡Pero qué sacrificio,
gran Dios, de parte de este Sacerdote ciego, de este indigno
Balitan , que no veia con los ojos abiertos (d), y que solo pro
nuncia los oráculos para su propia condenación y ruina! Allí
estaban juntos todos los Príncipes de los Sacerdotes , los Escribas^
y los Ancianos (e). Consejo respetable por la qualidad de las
personas, pero detestable realmente por la perfidia de su de
signio. El sumo Sacerdote pregunta á Jesús tocante á sus Discí
pulos, y á su doctrina (/). ¿Y qué necesario era preguntarle
sobre un punto que ninguno podia ignorar en Jerusalen y en
la Judea? Pero se le pregunta para condenarle, y no para
instruirse. To he hablado públicamente al mundo, le responde Je-
su-Christo ;yo he enseñado siempre en la Sinagoga, y en el Tem
plo, donde concurren todos los Judíos, y nada he hablado en se
creto (g). jPara qué me preguntas á mil Pregunta á los que han
oi-
(a) V$, 109. 4. 0") Joen. 18. v. 13. (c) Ibi. (d) Nura. 14. v. 4.
(í) Math.atf. r. 57. Alare. 14. v. 53. (/) Joan. i8. v. 19. (g) Ibid. T.ao.
sobre el Catecismo. Parte I. 137
oído lo que yo les he hablado. Estos saben las cosas , que yo he
dicho. ¿Y qué les habéis dicho, Dios mió, sino que anderr-en
la verdad, y la justicia; que den á Dios lo que es de Dios ,y
al César lo que es del César (a) ; que no hagan á otros lo que
no quisieran que se hiciese con ellos (b) , y que hagan á otros lo
que desearían se hiciese con ellos mismos"1.
To he hablado públicamente. Respuesta digna del Maestro
de la verdad , pero que no sirve sino para irritar los ánimos
de los malos , porque estos hacen guerra á la misma verdad.
¿Y qué sucede? Uno de los ministros que asistían dió una bo
fetada á Jesús , diciendole : \así respondes al Pontífice (V)? Cie
los , ¿no vengareis este ultrage? ¿No lanzareis rayos sobre
este insolente que insulta así á vuestro Rey, y á vuestro Se
ñor? Mas no , Jesús quiere ser humillado , y curar con su pa
ciencia nuestra delicadeza y demasiada sensibilidad á las me
nores injurias. Si he hablado mal , responde , hazme ver el
mal que he dicho ; y si bien , ¿por qué me hieres1: Palabras lle
nas de sabiduría , y dulzura, capaces de confundir á los hom
bres mas perversos. 1
Pero el designio estaba ya formado ; y los Príncipes de
los Sacerdotes , y todo el Concilio buscaban algún falso testimo
nio contra Jesús para hacerle morir (d) : y no le hallaron , aun
que se presentaron muchos testigos falsos. En vano buscan
pretextos á su malicia en las acciones mas santas del Salva
dor ; en vano procuran emponzoñar las palabras mas inocen
tes 5 en vano intentan graduar de blasfemia á un oráculo de
la verdad , acusándole que habia dicho , que podía destruir
el Templo de Dios (e) , que era su cuerpo , el qual debia ser
destruido por la muerte ; y reedificarle en tres dias , lo que se
verificó resucitando al tercero dia : su maldad se desmiente á
si misma (/), y solo hablan para contradecirse , y confun
dirse.
¿Qué haria, pues, el Sumo Sacerdote supuesto que que
ría condenar á Jesús , y guardar no obstante alguna aparien
cia
(a) Math. ai. v. ai. (*) Ibid. 7. y. ai. (c) Joan. 18. y. ai.
(d) Math. t6. v. $j>. (í) Ibid. 1$. v. 63. (/) Ps. 26. v. 13.
Tom. I. S
138 Instrucciones
cia de justicia? Viendo que Jesús callaba á las acusaciones que
le hacían , le conjura por Dios vivo , que le diga ¿si es el Chris-
to Hijo de Diosl Dt'xole Jesús : Tú lo has dicho. Pero os digo,
que después de ahora , veréis al Hijo del hombre sentado á la
diestra de la Magestad de Dios , y venir sobre las nubes del
Cielo (a) , para juzgar ¡as justicias Testimonio excelente,
como le llama San Pablo (c) ; testimonio que debia hacer á
Jesu-Christo el Rey de los mártires , y el mártir divino de
la verdad de Dios. ¿Mas de qué sirvió esta respuesta á aque
llos corazones obstinados y endurecidos? De injuriar de nue
vo á Jesu-Christo , de clamar % que habia blasfemado (d). E¿f
Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos en señal de indignación , y
pidiendo su parecer al Concilio , todos respondieron : Reo es
de muerte. Entonces le escupieron en el rostro , y le dieron pes
cozones , y otros le dieron bofetadas en el rostro , y vendándo
le los ojos decían : Profetízanos Christo ¿quién es el que te ha
herido"1. Porque, al mismo tiempo le herían , é insultaban. ¡O
buen Dios , y lo que sufrís! Vuestros enemigos se levantan
contra Vos , pero ¿son ellos solos los que os injurian , y no
os reconocen por Hijo de Dios? ¡Ah! Mientras Vos estabais
en el Concilio de los Príncipes de los Sacerdotes , ¿qué es lo
que hace Pedro que estaba sentado afuera en el atrio"1. ¡Ay Dios!
Pedro , el Príncipe de los Apóstoles r el xefe de vuestros con
fidentes , el mas animoso entre todos vuestros amigos expe
rimenta la verdad de vuestras predicciones , y el profundo
de su miseria. El habia prometido seguiros hasta la muer
te (e) : y no obstante esto , os abandona , os niega á la sim
ple voz de una criada , que le reconoce por discípulo de Je
su-Christo. ¡Exemplo terrible de lo poco que puede por sí
mismo el hombre , y de la necesidad continua que tenemos
de la gracia! Caida , que hubiera sido muy funesta para Pe
dro, si Jesu-Christo al paso no le hubiera mirado con ojos de
misericordia haciéndole acordarse de lo que el Señor le habia
dicho : ántes que el gallo cante me has de negar tres ve
ces^
{a) Math. «6. v. 64. (b) Ps. 34. v. a. (c) Timoth. 6. v. ig.
{d) Math. 4<S. v. <5$. (<?) Ibid. t. 35.
sobre ei Catecismo. Parte I. 139
ees (a) ; cuya memoria excitó en su corazón los sentimientos
mas sinceros de penitencia , y sacó de sus ojos abundantes, y
amargas lágrimas. . . •'
En fin Jesu-Christo es conducido ignominiosamente á Pi-
lato Gobernador de la Provincia de Judea por mandado de
Tiberio César , porque Jesu-*Christo debía padecer , y pade
ció en efecto baxo de su poder , como cuidadosamente lo
notó el Apóstol San Pablo (6) , siendo esta una circunstancia
que hace mas notorio el suceso , puesto que se señala el
tiempo fixo , en que se ha verificado. : Y también sirve para
declarar , que se cumplió á la letra; aquella profecía del Sal
vador: Entregarlo han á los Gentiles para ser escarnecido , azo
tado , y crucificado (r).
Un escrúpulo supersticioso fué bastante para impedir á
los Judíos entrar en la sala del Pretorio de este Gobernador,
pero nada fué capaz de contener Su furor contra Jesús. En
Vano Judas para significar su arrepentimiento viene á traer
les el dinero que le habian dado (¿) , y va á castigar por sí
mismo su traición ahorcándose desesperadamente : esta singu
lar demostración no hace impresión en los Judíos , sino que
permanecen obstinados en perder á Jesús con nuevas acusa
ciones , ó mas bien por medio de las mas indignas calum
nias. Ellos le acusan en el tribunal de Pilato como sedicio
so , por haberse llamado Rey (e) : como sacrilego , porque se
hacia Hijo de Dios (/) , y como perturbador de la quietud pu
blica , y enemigo del César. ¡O pérfidos! Vosotros decis á
Pilato, que no os es lícito hacer morir á ninguno (g), verificando
en esta confesión la predicción de los Profetas , y del mismo
Salvador. Pero ¿de qüé sirve este reconocimiento? Vosotros
sois ya deicidas , y hacéis morir á Jesu-Christo , calumnián
dole infinitamente , y entregándole á un juez injusto , para
hacerle morir : vosotros mismos le condenáis á muerte por
boca de Pilato , y bien presto le crucificareis por mano de
los verdugos. '
Por
(a) Lnc. n. v. 6t. {b) 1. Thim. 6. (c) Math. ao. (J) Math. 47. y. 3.
(#) Joan. 18. v. 33. (/) Luc. ai. v. 70. {g) Joan. \%. v. 31.
Sa
140 •' .:t Instrucciones
Por lo que toca á Pilato , yo confieso , que la malicia no
sofocó de repente la luz de la verdad que le hacia conocer
la inocencia de Jesu-Christo , sino poco á poco , y por gra
dos : pero tales son , Dios mió, los progresos que se hacen
en el pecado , quando una pasión secreta domina al corazón*
Pilato examina , resiste algún tiempo , y en fin cede á su pa
sión y á la de los otros. Conoce la inocencia , y se determi
na no obstante á condenar al inocente.
iQué acusación traéis contra este hombre , pregunta á los
Judíos (d)? Y ellos respondieron : Si no fuera malhechor no le
hubiéramos, traidv. Como si la acusación pudiera servir de-
prueba : como si los malos jamas hubieran acusado al ino
cente : como si la envidia, y el furor que demostraban te
ner , no fuese un testimonio , que depone contra ellos. Pilato
llamó á Jesús, y le preguntó : ¿Em tú el Rey de los Judíos (b)í
Mi rey no , le responde el Salvador, na es de este mundo (c)-.
To para eso nací, y para eso vine al mundo- para dar testimo
nio de la verdad (d). Así mi reyno no es otro que el de la
Verdad misma , que vengo á establecer. Y esto fué bastante
para convencer al juez de la injusticia de las acusaciones , y
de la malignidad de los acusadores , porque es visible que
los derechos de la verdad en nada se oponen á los derechos
del César, ántes bien la verdad , y la justicia son el apoyo
mas sólido del trono. En conseqiiencia dixo á los Judíos : To
no hallo en este hombre delito alguno (f). En vano pretende
Pilato instruir de la inocencia de Jesús á los que la conocen
tan bien como él, pero que sin embargo están resueltos á-opri-
mirle. La convicción del entendimiento no es remedio sufi
ciente contra la malignidad del corazón , y solo sirve á au
mentarla por el abuso de las luces y del conocimiento. Y
asi ellos insistían mas, diciendo : Amotina- al Mueblo con la doc
trina que enseña por toda la Judea , desde la Galilea , donde
empezó, hasta aquí (J). T oyendo Pilotos notnbrar la Galilea^
preguntó si aquel hombre era Galileo : y luego que supo que era
de
(a) Joan. 18. r. 30. (b) Ibíd. v. 33. (c) Ibid. v. 34.
(rfj Ibid. v. 36. (?) Luc. 33. r. 4. (f) Ibid. r. 5.
sobre el Catecismo. Parte I. 14.1
de la jurisdicción de Herodes le remitió á Herodes , que en aque-
Hos dias se bailaba en Jerusalen , creyendo eludir así el cono*
cimiento de esta causa : y de esta suerte expuso al Señor á
nuevos insultos. Porque Herodes con sus soldados , le despreció^
y se burló de él , haciéndole poner un vestido, blanco , y le remi
tió á Piloto. Herodes se burla de Jesús porque no respondia
á sus muchas preguntas , Ky su falsa sabiduría le hizo tratar
de loco , é insensato á aquel que es la Sabiduría eterna del
Padre. Así , gran Dios , habéis querido ser el juguete de los
falsos sabios , para enseñarnos á despreciar con valor , ó á lo
menos á sufrir con paciencia los juicios injustos de la falsa*
sabiduría del mundo. • ■
En fin Pilato con el deseo de salvar á Jesús quiso apro
vecharse de la costumbre que habia de dar libertad á urt
preso en el dia de Pascua, y teniendo un preso famoso , que
se llamaba Barrabas, dixo á los Judíos : \á quál queréis que
os dexe libre, á Barrabas, ó á Jesui, que se llama Christo (a)? ¡O
comparación^ ó paralelo afrentoso del Príncipe de la paz (¿)r
con un sedicioso; del Rey de la justicia (c) , y de la justicia
misma , con un ladrón; del Santo de los Santos , con un
hombre infame por sus pecados! Mas todos los Judíos volvié-
ron á gritar diciendo: no á éste , sino á Barrabas. Comparación
injusta ; preferencia criminal , que nosotros repetimos toaos
ios dias comparando, ¿qué digo yo? Prefiriendo muchas veces
la mentira ála.verdad, el pecado á la gracia, Belial á Jesu-
Christo , y el demonio á Dios. \Vues qué mal ha hecho este
hombre dice Pilato (d)? ¡Ah! ¿Quántos bienes ha hecho , pu
diera decir, á este pueblo ingrato? El ha sanado los enfermos,
y resucitado los muertos: ha dado vista á los ciegos , oido á
los sordos, y estos beneficios visibles solo eran figura, digá
moslo así, de otros prodigios invisibles, que obraba por todas
partes. ¿Por quál de estos beneficios se le quiere hacer morir?
Yo no hallo en él causa alguna de muert e , repuso Pilato (e) cas
tigaréie, pues, y le daré libertad. T entonces tomó Pilato á jfe-
SUSy
(a) Math. 47. ig. seq. (í) Isaí* 9. v. 6: (c) Hebr. 7. v.
{d) Math. «7. v. 33. (?) J-uc. 33. v. m.
1 4^ Instrucciones
sus, y le hizo azotar (a). Tal fué el expediente que halló Pi-
- lato para salvar á Jesús. El conoce que Jesús es inocente, pe
ro quiere contentar al pueblo, y le hace azotar. ¡Expediente
injusto! Porque si Jesús es inocente , como tú mismo lo co
noces, Juez iniquo , ¿por qué se le ha de castigar como á un
criminal? ¡Expediente insensato! Porque la sangre del divino
Cordero lejos de aplacar á aquellos lobos encarnizados en su
perdición , solo servirá para irritar mas su furor. Los ver
dugos, pues, rodearon al Rey de la Gloria, y hacen de él un
Rey de teatro. Le quitan sus vestidos, le ponen por derision
un manto de púrpura, y texiendo una corona de espinas la po
nen sobre su cabeza, y hacen correr por su rostro arroyos de
sangre. Le dan una caña en lugar de cetro, y unas veces le
hieren con ella , y otras doblando la rodilla le llaman para
insultarla, Rey -de los judíos (¿). ¡Qué ultrages gran Dios! Pe
ro nada satisface á estos pérfidos. ,
Después de haber sido azotado cruelmente , bañado en
sangre, coronado de espinas , y vestido de púrpura, Pilato lo
presenta en este estado á los Judíos , y les dice : ved aquí al
hombre (c) : y habiéndole visto gritaron todos : crucificóle , cruci
ficóle. Y para determinar en fin á este Juez tímido añadieron:
si no haces morir á Jesu-Christo , no eres amigo del César, ni
fiel á tu Príncipe. Pilato al oir esto , no pudo resistir al te
mor de su desgracia, y lavando sus manos, como si esta frivo
la ceremonia pudiese purificar su corazón, cede y se determi
na á condenarle á la muerte mas cruel.
Jesús, pues , es condenado á muerte, y Barrabas puesto
en libertad con universal aclamación de los Judíos. El pueblo
consiente en que la sangre de Jesu-Christo recaiga sobre ellos
y sobre sus hijos por una imprecación tan funesta para ellos,
como visiblemente cumplida. Pilato pone á Jesús en sus ma
nos, y le abandona á su voluntad , para crucificarle. Así el
Christo es entregado i la muerte , según la predicción de Da
niel , (d) y la iniquidad es consumada (e) por el pecado mayor
que
(a) Joan. 19. v. i. (¿) Ibid. v. 3. (<•) IUld. y. 6.
(d) Dan. 9. y. 16. (t) ibid. v. 34.
sobre el Catecismo. Parte I. 143
que se ha cometido en el mundo. En efecto se hace cargar á
este inocente Isaac con el madero , que debe servir á su sa
crificio: se le conduce en este triste estado fuera de Jerusa-
len, para ser sacrificado fuera de la ciudad como víctima del
sacrificio de expiación ofrecido por todo el universo ; para
ser muerto en el campo como verdadero Abel; y á fin de que
fuese mas visible por esta circunstancia , que no se ofrecía'
por una sola ciudad, por un solo pueblo , sino por todo el
mundo.
Mas como Jesús estuviese ya muy débil , y no tuviese bas
tantes fuerzas para llevar por sí solo la cruz , echaron mano
de un hombre de Cyrene, llamado Simón, que venia del campo, y
le cargaron con la cruz, para que la llevase detras de Jesús (a).
T le seguía mucho tropel de gentes y mugeres que le plañían , y
lloraban. T volviéndose Jesús á ellas, las dixo : Hijas de Jeru-
salen, no lloréis por mí, llorad por vosotras, y por vuestros hijos.
¡Terrible sentencia , amados Christianos! ¿Hay acaso algún
mal mas digno de ser llorado , que la muerte de un Dios?
¿puede haber algún mal mayor en el juicio ds Dios mismo? Sí
Católicos, el pecado es en algún sentido un mal mayor que
la muerte de Jesu-Christo ; porque el pecado es el que le ha
hecho morir; el pecado, después de haberle hecho morir una
vez , le crucifica de nuevo todos los dias, como dice el Após
tol (¿); y el pecado no solamente le da la muerte , sino que:
destruye , ó inutiliza respecto de nosotros el fruto de su pre
ciosa muerte. Llorad , pues, Christianos, llorad sobre Jesu-
Christo , porque ha sido crucificado por vosotros , pero llo
rad también sobre vosotros mismos, porque vosotros sois por
vuestros pecados los verdaderos autores de su muerte. ¡O ad
mirable Salvador mió! No permitáis , que vuelva yo á reno
var vuestra pasión con mis pecados : muera yo con vos , y
por vos, Dios mió, si es necesario, antes que volvér á ofen
deros, antes que faltar al reconocimiento, y amor que os
debo por la afrentosa y dolorosísima pasión que habéis sufri
do por mí. Haced , Señor, que el fruto de vuestra muerte , y
mi
(o) Joan. 18. i(5. teq. (¿) Hebr. 6. 6.
1 44 Instrucciones
mi debido reconocimiento sea renunciar y morir para siem
pre al pecado , y vivir solo para Vos , mi Jesús , por amorj
y por la práctica de todas las virtudes. Amen.

INSTRUCCION XVII.

SOBRE LAS PALABRAS DEL QUARTO ARTÍCULO : FUÉ CRUCIFICADO,


• x • i
Jesu-Christo crucificado.

lOespues de haber considerado la agonía del Salvador,


la perfidia de Judas , la ignominiosa prisión del mismo Jesús,
la huida de los Apóstoles, la negación de San Pedro , los in
sultos de los Sacerdotes, Magistrados, y ministros, los ultra-
ges de los verdugos, la comparación sacrilega que hizo Pila-
to de Jesu-Christo con Barrabas, la sentencia de azotes pro
nunciada contra el Santo de los Santos , la execucion san
grienta y cruel de esta sentencia impía, la corona de espinas,
los golpes y burlas hechas al Señor , llamándole por irrisión.
Rey de los Judíos, y en fin habiendo contemplado al Rey de
la Gloria con la cruz acuestas en el camino del Calvario , en
el qual cayó varias veces, porque su cuerpo extenuado no
tenia ya fuerzas para soportar el peso de la cruz, consideré
mosle ahora en el Calvario clavado en la cruz para consumar
su sacrificio.
Desde su entrada en el mundo habia dicho el Hijo de Dios
á su Padre: Vos no habéis querido la hostia, ni la oblación, tal
como se os ofrece en la ley : pero Vos me habéis formado un
cuerpo, que estando unido á la divinidad , será una víctima
digna de vuestra suprema Magestad. Los holocaustos y sacrifi
cios que se os ofrecen por el pecado, no os han agradado. En
tonces dixe yo: Veisme aquí: To vengo, según que está escrito de
mí en el libro de la ley y los Profetas , para hacer, Dios mió,
vuestra voluntad («). Yo la cumpliré en todo. Vuestra volun
tad será siempre la. regla de la mia. En consecuencia toda la
. i vi-
(a) Hebr. 10. g. Ps. 39. 10. seq.
sobre el Catecismo. Parte 1. t+f
tida de Jesu-Christo fué un continuo sacrificio que ofrecía
al Padre por la redención de los hombres. Mas como el Sacri
ficio no se consuma sino por la muerte de la víctima , y el
pecado no se perdona sin efusión de sangre , como dice el Após
tol («), el Hijo de Dios quiso derramar su sangre y morir en
una cruz , para consumar su sacrificio, ofreciéndose á sí mis
mo como inocente víctima por los pecados del pueblo.
Así, pues, que Jesu-Christo llegó al Calvario, los inso
lentes soldados despojan de su ropa á el que tiene la luz por
vestido, como dice el Profeta (¿), y exponen desnudo á los
impíos ojos del pueblo aquel cuerpo sagrado formado por el
Espíritu Santo en las entrañas de la purísima Virgen, aquel
cuerpo divino cuya pureza jamas se podrá admirar bastante
mente. ¡Qué expectáculo, Christianos! ¡Un Dios afrentosa
mente desnudo á vista de una multitud enemiga que le escar
necía, y se burlaba de él! De esta suerte, gran Dios, comen
záis la oblación de vuestro sacrificio. ¡Ah! ¡Qué de instruccio
nes no nos dais con vuestra desnudez! Para enseñarnos á re
nunciar los bienes de la tierra , y merecernos el desprendi
miento de ellos , habéis querido ser despojado de todo en la
tierra. Habéis querido que os desnudasen, para que se hiciese
manifiesto á todos , que vuestro cuerpo era todo una llaga , y
que nada habia en él que no siííriese por nuestro amor. Por
vuestra desnudez habéis querido reparar la afrentosa desnu
dez á que nosotros habíamos sido reducidos por el pecado , y
satisfacer al mismo tiempo por nuestro luxo y vanidad. Vos
mismo Señor habíais predicho por boca de David esta circuns
tancia de vuestra pasión por aquellas palabras: Han penetra*
do con clavos mis pies y manos , y de tal suerte han despeda
zado mi carne , que han podido contar todos mis huesos. Se han
agradado en mirarme, y considerarme en este estado á que su
crueldad me ha redücido, y después de desnudarme han re
partido entre sí mis vestidos , y cebaron suertes sobre mi túnica
para ver á quien le tocaba (c).
Desnudo así el Señor , los verdugos inhumanos le arro
jan
Hf br p. as. (¡t) Pi- 103- •• (*) Ps- "« **•
Totn, U T
•i 46 Instrucciones
jan con furia sobre la cruz , le tiran de sus pies y manos pa
ra extenderle sobre el lecho de sus dolores, añaden nuevas
heridas y Hagas á las antiguas, atravesando sus pies y manos
con gruesos clavos, á fin de asegurarle en la cruz, y estando
así clavado le levantan en ella , para que el peso del cuer
po aumentase sus heridas y dolores; y el pueblo impio pudie
se escarnecerle mas libre é ignominiosamente teniéndole á la
vista, y con estas miras sacrilegas clavan la cruz en la tierra
siendo cada golpe que dan para asegurarla un nuevo marti
rio para Jesu-Christo. Ved ahí, Católicos, al hombre de los
dolores, que sabe lo que es sufrir por experiencia. Nosotros le he
mos visto, dice Isaías su rostro ha perdido toda su hermo
sura , nada hay en él que atraiga nuestra vista , y le hemos
desconocido. Nos ha parecido un objeto de desprecio , y el últi
mo de los hombres : su rostro está como oculto ,'parece despre-
ciable , y así no hemos podido reconocerle. Verdaderamente ha
llevado sobre sí nuestras enfermedades , y ha sufrido los dolores^
que nosotros merecíamos. Le hemos considerado como á un le
proso , á quien Dios ha herido y humillado. El ha sido herido
por nuestras maldades , y quebrantado por nuestros pecados. El
castigo que nosotros merecíamos ha caído sobre él , y nos ha
sanado con sus tormentos.
Venid impios , vosotros que pretendéis disminuir los do
lores , y el mérito de la pasión de Jesu-Christo , venid , y
no ultrajéis de nuevo al Señor , acercaos á su cruz , y ve
réis que los tormentos que padeció así en el cuerpo co
mo en el alma , fueron los mayores que puede haber. Pues
por lo que toca á su cuerpo , la Escritura nos dice , que
no habia en él parte alguna sana , y que no sintiese gra
vísimas penas. Las manos y pies fueron taladrados con grue
sos clavos , la cabeza coronada de espinas , y herida con
una caña , su rostro afeado con salivas, y maltratado á bo
fetadas , y todo el cuerpo atormentado con crueles azotes.
Aun si hubiera alguno cerca de él para consolarle ::: pero
no : To mino de un lado, y de otro , dice el mismo Señor , por
ver
{*) Itaiae $3. a. *e<j.
sobre ei> Catecismo. Parte I. 147
fer si alguno viene en mi socorro , y ni aun encuentro quien
dé muestras de conocerme. No veo medio alguno de huir del
furor de mis contrarios , ni hay quien piense en salvar mi vi
da (a). En efecto, todos se conjuráron contra el Señor ,y contrm
su Cbristo (b). Porque los Judíos y Gentiles fueron conseje
ros , executores , y verdugos del Salvador , Judas le vendió,
Pedro le negó tres veces , y los demás Apóstoles le desampa
raron. Si algunas mugeres santas le siguen , es solo á lo le
jos (c). A la verdad , tenia cerca de sí á su Santísima Madre,
y á su Discípulo amado. ¡Pero ay! un espectáculo tan tris
te y doloroso podría manos de afligir su alma , y aumentar
indeciblemente sus tormentos? Si su pasión es una espada de
dolor que penetra el corazón de María, según la profecía de
Simeón ; los dolores de María extremamente afligida á vis
ta de las crueldades que hacían sufrir á su Hijo único , y su
Hijo Dios , ?no aumentarían terriblemente los dolores de Jesu-
Christo? Todo, todo concurría á agravar sus penas y tor
mentos.
Ni penséis que en estas circunstancias extremas su Padre
Celestial tendría conmiseración de él , y suspendería , ó ali
viaría en alguna manera el rigor de su aflicción. No Chris-
tianos. En la agonía es cierto que envió un Angel para qua
le confortase, pero ahora le abandona y desampara como si no
fuera su Hijo amado en quien puso sus complacencias , y lejos
de templar la amargura de su cáliz con alguna dulzura y
consuelo , se le hace beber hasta las heces. ¡ O severidad de
la justicia de Dios! El que habia de endulzar los martirios y
penas de los Santos derramando en sus almas abundantes con
suelos para que pudiesen tolerar con igualdad de ánimo la
fuerza y rigor de los tormentos , y aun haciendo sentir 2
muchos de ellos en medio de las penas una alegría incom
parable , como lo testifica el Apóstol , diciendo : Gózame en l»
que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que faltaba
de nuestra' parte á la pasión de Jesu-Christo sufriendo yo mis
mo para la formación de su cuerpo , que es la Iglesia (d) ; y
ea
f» P«. 141. j. (*) Pi.«. a. (f) Math. 47. gS. (d) Coloi. 1.
T a
Instrüccioweí
en otro lugar : Muy lleno estoy de consuelo , y rebosando gozo
en todas mis tribulaciones (<j) ; este mismo es abandonado en
sus dolores , y se le hace consumar en la cruz la cruel tris
teza que se apodt-ró de su alma en la agonía , y por tanto
se queja amorosamente á su Padre , y le dice : Dios mió, Dios
mío , ipor qué me habéis desamparado De suerte Christia
nos , que Jesu-Christo en su dolorosísima pasión padeció y
sufrió todo el rigor de los tormentos como si no fuera Dios,
sino puro hombre ; sufrió quanto pudo sufrir su naturaleza
humana. ¡O y quién pudiera entrar en el corazón de Jesús
para ver aquel mar de dolores en, que estaba anegada su al
ma , y dexarse penetrar de la mas tierna compasión! ¡Qué
aflicción no sentiríais , gran Dios , al considerar la multitud
innumerable de pecados que habian de cometer los hombres;
la perfidia y ceguera de los Judíos , de aquel pueblo ingra
to á quien tanto habías amado , y mas aun el criminal abu
so que harían los malos Christianos de vuestros sufrimien
tos , y la inutilidad de vuestros dolores para tantos como
habian de perecer á pesar de la eficacia del remedio! ¡Ay!
¿se podrán considerar bien sus dolores , sin clamar con el Pro
feta : Vuestro dolor , Dios mío , es mes vasto que la mar mas
dilatada , y mas profundo que la mar mas alta (ir)? •
Pero pasemos de los dolores á las humillaciones . para co
nocer mejor á dónde llegáron Jos sufrimientos del Señor. Je-
su-Cbristo llevando a cuestas su cruz, dice San Juan (V): fué
al lugar llamado Calvario j donde le crucificaron, y con él á
otros dos, uno de un lado, y otro de otro, y Jesús en medio.
T Pilato hizo también un letrero , y lo puso sobre la cruz , y
estaba escrito: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos. ¡O juicios
de Dios! ¡O designios de la sabiduría eterna! Era menester
que Jesu-Christo muriese por el pueblo : es verdad ; ¿pero
era necesario que muriese como un criminal , y con la muer
te mas afrentosa? Tal era , Christianos, la muerte de cruz» Pe-,
na destinada para los mas malvados ; pena que en las nació- ,
. • « • nei
(«> ». Cor. 7. (£) Mith. «7. 46". (<•) Taren. 3. 13.
(d) Joan. 19. 18.
sobre Et, Catecismo. Parte I. r<f</
íes civilizadas solo se usaba con los viles esclavos ; pena que
entre los Judies era mirada como objeto de maldición {a). Ved
an' porque la cruz de Jesu-Christo era locura para los Geni i-
escándalo para los Judíos. Pero si os avergonzáis, ¡ó hom
bres! de la cruz de un Dios , avergonzaos de vosotros mismos,
y de vosotros solos., porque la cruz no convenia á Dios, sino
porque representaba á los pecadores , y quería sufrir en qu?.-
lidad de Redentor vuestro las afrentosas penas que vosotros
merecíais. Así el Christo , el Santo de los Santos es tratado co
me un malvado (Z>) , porque Dios habia puesto sobre él los pe
tados de todos nosotros (¿) : le habia herido á causa de los pe
cados de su pueblo , y llevaba sobre sí nuestras maldades. £1 Hi
jo de Dios anadió á ia pena de muerte que se le daba como
si fuera criminal , la confusión de esclavo , porque habiendo
tomado la forma de siervo para salvar al hombre , quiso
cumplir en ella la voluntad de su Padre á quien había di
cho por boca del Profeta : Vos no haléis querido sacrificios,
ni ofrendas , pero os dignasteis concederme que oyese obediente
vuestros preceptos , porque be venido á hacer vuestra voluntad (d^.
El Dios bendito en todos los siglos quiso ser clavado en un ma
dero como objeto de maldición (t?) , porque habia elegido el
ser víctima por el pecado , y maldición por los pecadores (/),
á fin de redimirnos de la maldición que la ley pronuncia con
tra los que la violan. Convenia , pues , que así como IVIoy-
ses elevó en un madero la serpiente de metal c:i el desier
to , así fuese elevado el Hijo del hombre en una cruz.
Mas ¿qué es lo que yo veo á los lados de la cruz del Se
ñor? Dos ladrones acompañan al Salvador : el Hijo de Dios
es puesto en el número de los malvados (g) , para que de esta
suerte se hiciesen creíbles los delitos que le imputaban. El
título que pusieron sobre la cruz , no tanto servia para de
notar su dignidad , quanto para suministrar materias á los sa-
criJegos escarnios de un pueblo impío. Los que pasaban bles-
fe-
(a) Deuter. ai. 43. Galat. 3. 13. (í) Isai. 53. v. ia.
(c) Isai. 53. v. 7. & 11. (d) Ps. 3p. j). (f) Deuter. ai. 03.
(f) Galat. 3. 13. [g) l»ai. 53. ia.
i yo Instrucciones
femaban de él meneando la cabeza , y diciendo : \ab\ tá que
destruyes el Templo de Dios , y en tres dias le reedificas , sál
vate á tí mismo. Si eres Hijo de Dios , baxa de la cruz. De
la misma suerte los Príncipes de los Sacerdotes haciendo burla
con los Escribas y Ancianos , decían : á otros ha salvado, y á
sí mismo no se puede salvar ; si es Rey de Israel , que baxe aho
ra de la cruz , y creeremos en él (a). Y las mismas blasfemias
decia uno de los ladrones que estaban á sus lados. ¿Sufriréis,
Cielos , estos insultos? ¿Permitiréis que se deshonre así al
Rey de la Gloria (¿>)? ¿Se ultrajará impunemente á aquel cu
ya Magestad llena los Cielos y tierra? Por vosotros, Chris-
tianos , quiere sufrir Jesús humillaciones tan profundas. Pa
ra reparar la injuria que el pecado habia hecho á Dios , quie
re Dios ser saciado de oprobrios (f). Porque el hombre , el
gusano de la tierra habia querido ser semejante á Dios, quie
re Dios ser tratado como gusano vilísimo de la tierra
quiere ser la ignominia de los hombres , y la risa del pueblo. Así
lo habían predicho los Profetas (<?) , y el mismo Señor dixo en
los Salmos : Por tu gloria he sufrido tantos oprobrios , y mi ros
tro ha sido cubierto de confusión , é ignominia (/). De esta
suerte nos ha redimido de la maldición de la ley , habiéndose
hecho á sí mismo objeto de maldición , porque escrito está : Mal
dito es aquel que está pendiente de un madero (g). Pero Chris-
tianos , en medio de tantas afrentas nada se disminuye su
amor á los hombres : en medio de tantos ultrages nos da el
exemplo mas grande de la caridad ardiente con que amaba
hasta á los mismos verdugos que le escarnecían y atormen
taban. Jesu-Christo , como si fuera sordo, y rio oyera las in-.
jurias y blasfemias que los Judíos proferían contra él ; y
como si fuese mudo , ó no tuviese que responder , no dixo una
palabra , ni para quejarse , ni para justificarse (£) ; y no obs
tante , ¡ó amor inefable! Jesús habla , Jesús pide y suplica al
Padre , que perdone á sus mas crueles enemigos , á los mis
mos
(*) Math, vj. 44. {b) Ps. 43. 7. (e) Thren. 3. 30.
(</) Ps. ai. 7. Pg, 34. 41. Ps. 41. 13. 8c 14. {e) Loe. prox. oit.
(/) Ps. 6Í. 19. (g) Galat. 3. 13. {i) P*. 37. 14.
sobre el Catecismo. Parte I. i
idos Judíos que le han crucificado , y no cesan de blasfemar
su santo nombre. ¡O caridad inmensa, ó acción gloriosa y dig
na de un Dios! ¡O amor tan poco merecido de aquellos
ingratos, que no se saciaban de insultarle y atormentarle,
aunque ya no se le reconocía por el colmo de sus dolores , y
parecía ya el último de los hombres , como dixo Isaías! ¡O do
lores de Jesu-Christo , y qué poca impresión hacéis en los co
razones de los hombres , y quán incomprehensibles sois á sus
ojos! Vos , Señor , quisisteis d.irnos alguna idea de ellos por
«1 Profeta , diciendo : Mis miembros están ya sin vigor tan
secos como el barro cocido en el horno : tengo pegada mi len
gua al paladar : en suma , he sido reducido a tal extremo , que
puedo ya contarme entre los muertos (tí). Por esto , y para que
se cumpliera la Escritura , dixisteis , buen Jesus , que teníais
sed(b). ¡O sed misteriosa! ¡ó palabra toda llena de amor!
No hay dolor semejante al vuestro , gran Dios , ¿y aun tenéis
sed , deseáis con ansia padecer y sufrir mas por el hombre?
Sí , Christianos , mayor sin comparación fué esta sed de pa
decer y sufrir por los hombres, que la sed nalural. Mas jó
dureza de los Judíos! Al oir esto aquellos pérfidos , Jejos de
moverse á compasión , re dieron á beber vino mezclado con
hiél (c) , símbolo del dolor amargo de que estaba bañada su
alma. ¡Qué crueldad! Nada es mas natural al hombre que el
moverse á compasión de su semejante, viéndole en la aflic
ción y desgracia- Pero los Judíos degenerando de hombres,
renunciando á todos los sentimientos de humanidad , se irri
tan de nuevo á vista de un espectáculo tan doloroso , se enar
dece mas su furor viendo que desde la planta del pie, has
ta la cabeza no habia en Jesu-Christo parte algvna sana , y
bien distantes de concederle algún alivio , se hubieran ale
grado de que viviese mas tiempo pendiente de la cruz, pa
ra que aumentándose las heridas de los clavos con el j eso
del cuerpo , se aumentasen también sus dolores , ya que su
odio y perfidia no les sugería nuevos modos de atormen
tarle.
Mas
(a) ?t. a. 16. (*) Joan. 19. a8. (c) Math. 17. 34.
i/i Instrucciones v
Mas su sagrado cuerpo extenuado ya y sin fuerzas , era
preciso que cediese al rigor de los tormentos, y así habiendo
consumado el Señor todas las cosas, y cumplido todo lo que
la Escritura decia de él, encomienda su espíritu al Padre , y
muere, espira, su alma santísima se separa de su precioso
cuerpo : y aquí el Sol se eclipsa , la tierra tiembla , y una
mano invisible rompe el velo del Templo de arriba abaxo,
como que ya de hoy mas habia de ser inútil , y la verdad
debia substituir á la figura. Pensáis , Christianos , que unas
señales tan extrañas con que las criaturas mudas é insensibles
lloraban la muerte del Salvador ¿intimidarían á los Judíos, y
no se atreverían ya'á poner sus manos sacrilegas en el Hijo de
Dios? Nada menos. Aun no satisfecha su saña contra Jesús,
pidieron licencia á Pilato para poner el colmo á sus tormentos
para hacer con él la última demostración de ignominia, pa ra
quebrarle las piernas, como á los dos ladrones que tenia á
sus lados; y si no lo executáron, fué porque le encontraron
ya muerto, y según los designios de Dios no debían ser que
brados los huesos del cordero (a), sino que era necesario que la
víctima se conservase en toda su integridad : pero un soldado
le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y agua
figura de los Sacramentos de la Iglesia, dicen los Padres. Así
se consumó el sacrificio sangriento que el gran Sacerdote se
gún el órden de Melchisedech ofreció al Padre por la salud
de todo el mundo. Sacrificio verdaderamente divino, su—
p"esto que Christo verdadero Dios se sacrifico á sí mismo, y
nos redimió* de la servidumbre del pecado. Sacrificio suma
mente agradable á Dios, pues como dice el Apóstol \c) Chris
to nos amó, y se entregó á si mismo por nosotros , ofreciéndose á
Dios para expiar nuestros pecados, como una ablución y una vic~
tima de agradable olor. Sacrificio y satisfacción de un valor in
finito que excedió á nuestras deudas con indecibles ventajas,
porque era sacrificio y satisfacción de un Dios hombre. Con
siderad , pues, Católicos , que no habéis sido redimidos df la va-

(a) Jota. 19 33. 8c 31$. Esod. 1». 46. (#) Joan. 19. 34.
(f) £pbes. 5. a.
sobre el Catecismo. Parte I. i/l
na superstición, en que os habia hecho vivir la tradición que re
cibisteis de vuestros padres con oro ó plata que son cosas corrup
tibles, sino con la preciosa sangre de Christo como de un Cor
dero inocentísimo (a). Pensad en vosotros mismos, y contem
plad á aquel que sufrió tal contradicción de parte de los pecado
res que se levantaron contra él (h): y no queráis volver á cru
cificar de nuevo al Hijo de Dios, y exponerle aun á la ig
nominia de la cruz (c), haciéndoos de esta suerte mas culpa
bles que los Judíos mismos : porque estos, como afirma el
Apóstol , jí le hubieran conocido , nunca hubieran crucificado al
Rey de la Gloria (d) 5 pero vosotros le conocéis , porque habéis
sido llamados á su admirable luz, y por tanto seriáis inexcusa
bles , si trasladaseis la gloria y honor que le es debido á los
Ídolos que os forman vuestras pasiones (e). ¿Mas qué digo yo?
No es bastante que os apartéis del mal, y no queráis crucifi
car de nuevo á Jesu-Christo con vuestros pecados, si no obrait
el bien, y procuráis tener parte en la pasión y sufrimientos del
Salvador. Jesu-Christo padeciendo por nosotros nos ha dado
exemplo para que sigamos sus pisadas , si queremos tener parte
en su herencia. Porque ¿si no padecemos con él , serémos glo
rificados con él? Si fué necesario que Jesu-Christo padecie
se (/) para entrar en su gloria , ¿pretenderémos nosotros con
seguirla , sin hacernos antes participantes de su pasión? No
esperemos que Dios use de distinta conducta con nosotros,
que la que usó con su Hijo: antes bien porque su designio era
conducir á la Gloria á muchos hijos por el camino de los sufri
mientos , convenia que consumase y perfeccionase también por
los sufrimientos al que debia ser el Autor de su salud (g). No
nos opongamos, pues, á los designios de Dios , sigamos á Je
su-Christo por el camino de la cruz , pues no hay otro que
nos Heve al Cielo. Y á la verdad, si Jesu-Chrisio padeció y
murió en una cruz por nosotros sin haber él pecado ; habien
do pecado tantas veces nosotros, ¿rehusaremos padecer y llevar
nuestra cruz por seguir á Jesu-Christo? Mayormente quando
to-
(a) 1. Petr. 1. i«. (f>) Hebr. 1». 3. (e) Hebr. 6. 6.
\d) 1. Cor. ». 8, (t) Rom. t. 30, 93, (/) Luc. «4. 96". (g) Hebr. ». 10.
• Tm. I. V
1^4 Instrucciones
todas las penas y trabajos que nosotros padecemos no son
comparables con los crueles tormentos que sufrió el Salvador.
Porque su alma santísima sufrió á proporción del conocimien
to que tenia de su dignidad , del número y malicia de las
culpas de los hombres, que debía borrar, y del abuso ingrato
que muchos malos Christianos habían de hacer de sus dolores.
Su sagrado cuerpo formado por el Espíritu Santo de la san
gre mas pura de una Virgen era de un sentimiento el mas ex
quisito y delicado por la perfección misma de su tempera
mento, que era obra de la mano de Dios ; y los verdugos in
exorables enemigos de Jesús, hicieron en él quanto quisieron.
¿Qué restaba después de esto para que fuesen indeciblemente
grandes sus dolores y penas? Pero todo esto nos falta á nos
otros, Christianos , siendo nosotros los verdaderos deudores
de todos los tormentos que padeció Jesu-Christo. ¿Podremos
quejarnos de que nos mande padecer y sufrir? Confundámo
nos mas bien de lo poco que sufrimos por Dios, habiendo Dios
sufrido tanto por nosotros: esforcémonos á sufrir mas, á vi
vir inseparablemente unidos á la cruz del Hijo de Dios, para
leynar después con él en su Gloria. Amen.

INSTRUCCION XVIIL

Sobre las mismas palabras del quarto Artículo:


J ESU-CllRirrO FUÉ CRUCIFICADO.

Máximas importantes que Jesu-Cbristo nos ensena desde


Ja cruz.

INTuestro verdadero ínteres , Católicos, exige de nos


otros que no* detengamos algún tiempo en contemplar á Jesu-
Christo en la, cruz. La vida está suspendida á nuestra vista
para que considerándola con los ojos de la fe , pasemos espi-
ritualmente de la muerte á la vida , conformándonos con el
divino exemplar que hemos visto sobre el monte (b). El monte
Cal-
(u) Deuter. a8. 66. !J>) Exod. a$. 40.
sobre el Catecismo. Parte I. ' ic-y
Calvario , 6 mas bién la cruz del Salvador , es el altar de todo
el mundo , dice San León (<a) , porque en ella se sacrificó el Se
ñor por la salud de todos los hombres; y es también la cáte
dra, dice San Agustín (¿), desde donde nos instruye este Maes
tro celestial, y en donde continua hasta la muerte las funcio
nes de Legislador de los hombres ,- y de Maestro y Doctor
de todo el universo. Oigamos, pues, su voz con un corazón
dócil, sigamos su exemplo con una pronta voluntad , pues de
estas dos maneras nos enseña las verdades mas importantes , y
las virtudes mas eminentes.
i. p. Convenia que Jesu-Christo nos enseñase desde la
cruz , en la cátedra pública de todo el universo aquellas ver
dades penosas de que está lleno el Evangelio , y que tantas
veces había inculcado á sus Apóstoles, para que así las en
tendiesen mas fácilmente. Porque ¿se podría elegir medio mas
capaz de autorizar su doctrina , y mas propio para confirmar
todo lo que había enseñado durante su vida , que la cruz
preciosa y admirable en que quiso padecer y morir ignominio
samente? Yo por mí confieso, que concibo sin repugnancia la
necesidad que hay de renunciarse á sí mismo , y llevar su cruz
para seguir á Jesu-Christo (r) , quando considero que Jesu-
Christo mismo sacrificó todas las repugnancias de la naturale
za en el jardín de los olivos, que aceptó la muerte ignominio
sa que le estaba preparada, que llevó su cruz hasta el mon
te Calvario, y murió en ella por obedecer al Padre. Entien
do sin trabajo que el Reyno de los Cielos se toma por la violen
cia que se hace á las pasiones, y que los violentos de esta na
turaleza le arrebatan (á) , quando contemplo las violencias que
hubo de sufrir Jesu-Christo para entrar en él. Cotnprehendo
fácilmente que son bienaventurados (e) los pobres de espíritu,
quando veo á Jesu-Christo pobre y desnudo en la cruz ; por
que se hacen conformes á él por el desprendimiento del cora
zón de todas las cosas terrenas : que son bienaventurados los
mansos, porque llevan consigo el carácter del mansq Cordero,
que
(a) Serna. 3. de P»s. Dom. (A) Tract. 119. in Joan. n. a.
(c) Main. id. 14. (¿) Mata. 11. 11. (e) Math. 5. 3. seq.
Va
ijó Instrucciones
que sufrió la muerte sin abrir la boca para quejarse : que son
bienaventurados los pacíficos , porque participan el espíritu de
aquel divino Mediador , que pacificó con su muerte los Cielos
y la tierra: que son bienaventurados los que sufren persecución por
la justicia , porque Jesu-Christo fué perseguido por ella, y
toda nuestra gloria y felicidad consisten en parecemos á él.
De esta suerte explicó y confirmó Jesu-Chrisro con su exem-
plo las verdades que había enseñado en otro monte.
Sí , Católicos, Jesu-Christo nos ha enseñado prácticamen
te desde la cruz las verdades mas opuestas á las inclinacio
nes de nuestra naturaleza corrompida: nos ha enseñado á ven
cernos y negarnos á nosotros mismos ; á renunciar á todas lai
cosas temporales ; á llevar con gusto los trabajos y penalida
des de esta vida; y hacernos superiores á todas las desgracias
afrentas, y dolores qiu* sea menester sufrir para cumplir la
voluntad de Dios. Así lo ha executado el mismo Salvador
primero que nosotros, y con sus dolores ha suavizado nues
tras penas, y nos ha enseñado á buscar en él nuestro consue
lo : pues reduciéndose todas nuestras penas á la afrenta y el
dolor, hallamos admirablemente reunidos estos dos caracteres
en los sufrimientos del Hijo de Dios. Un suplicio afrentoso,
que no fuera cruel, hubiera podido consolarnos en la ignomi
nia , mas no hubiera mitigado el sentimiento y -violencia de
nuestros dolores. Los dolores violentos , pero honrosos, nos
hubieran dexado sentir todo el peso de la ignominia , quando
nos halláramos en ella. Siendo , pues, el suplicio de la cruz
igualmente ignominioso que cruel, debe hacer nuestro consue
lo en las aflicciones y desgracias.
Para convenceros por vosotros mismos de que la cruz es
el saludable remedio de todos vuestros males : acercaos á Je
su-Christo crucificado: venid , y ved no solamente si bay do
lor semejante al suyo (<*), sino también si hay algún dolor que
no halle alivio en el suyo. ¿Os quejáis de la injusticia con que
os infaman vuestros enemigos? Jesu-Christo es la víctima de
la calumnia. ¿Os quejáis de la ingratitud de vuestros amigos
que
(«) Threo. i. la.
sobre el Catecismo* Parte I. rfj
que os abandonan y aun venden? ¡Ay! ¿No sufrió mayores
perfidias vuestro Salvador? ¿Os quejáis de la violencia , ó du
ración de vuestras enfermedades? Jesu-Christo es el hombre
de los dolores, ¿Y no es consuelo para el siervo el ser tratado
como su Señor? ¡Oh! y que cierto es que la cruz de Jesu-
Christo es el leño misterioso que dulcifica las aguas amargas de
las aflicciones , y en el qual es conveniente gloriarnos.
2. p. Mas Jesu-Christo crucificado no solamente nos ins
truye y enseña las verdades mas importantes y necesarias para
nuestra salud , sino que también nos da exemplo de todas las
virtudes, pero mas señaladamente de la caridad, paciencia , y
obediencia. Consideremos , pues, en la cruz al Autor y con
sumador de nuestra fe (a) , y admiremos la caridad que triun
fa de sus dolores : considerémosle en el colmo de los opro-
brios , y admiremos la paciencia con que los sufre : conside
rémosle en los horrores de la muerte , y admiremos la sumi
sión con que consuma su sacrificio.
i.° Todas las pruebas que Jesu-Christo nos había da<fc>
de su caridad inmensa en el discurso de su vida , no eran
mas que un ensayo , por decirlo así , de las que nos da en
su dolorosísima pasión ; de las que nos da muriendo en una
cruz por Jos hombres. En efecto , quando yo me represen
to á mi Dios muriendo crucificado por redimir á los hom
bres , no puedo dudar que los ama , y que no hay caridad
mayor que la suya , supuesto que da su vida por ellos , y
la da de un modo el mas afrentoso y cruel : no puedo me
nos de confesar con el Apóstol San Juan, que habiendo ama"
do á los suyos , los amó hasta el fin (¿) , es decir , que les dió
al fin de su vida muy particulares, señales de su amor. La
cruz y sus dimensiones me traen á la memoria el pensamien
to de San Pablo de quál es la altura y latitud , la longitud y
profundidad de la caridad de Dios para con los hombres (c).
Todas las llagas y heridas que desfiguran y despedazan el
sagrado cuerpo del Salvador , son otras tantas bocas que pu
blican altamente el amor que les tiene , y elaman sin tesar:
He
(o) Hebr. xa. a. {¿) Joan, i %. i. (c) Epkes. .3. 1%,
iy8 Instrucciones
He aquí hdsta qué punto Dios amó al mundo , hasta ciarle su
unigénito Hijo (a) , y entregarle á la muerte por su salud : y
he aquí también hasta qué punto Jesu-Christo amó á los hom
bres hasta entregarse á sí mismo á la muerte por redimirlos,
y esto puntualmente quando eran enemigos suyos , como ló
pondera el Apóstol. Porque , no penséis que Jesu-Christo pa
deció muerte violenta , sino voluntaria , pues el mismo Se
ñor escogió no solo la muerte , sino también el lugar , y el
tiempo en que había de morir. Así lo predixo Isaías por es
tas palabras : Ofrecióse porque quiso Y el mismo Jesu-
Christo antes de su pasión dixo de sí : To doy mi vida para
volver á tomarla. Ninguno me la quita , sino que yo la doy"
de mi voluntad. T tengo poder para dexarla , y tengo poder
para volverla á tomar (r). Y por lo que toca al tiempo , y lu
gar de su muerte , dixo el mismo Señor , quando Herodes po
nía asechanzas á su vida : Decid á esa raposa : He aquí lan
zo demonios , y doy salud á los- enfermos hoy y mañana , y el
tercer dia seré consumado por mi muerte : empero conviene que
yo ande hoy y mañana, y el dia siguiente hasta llegar á Je~
rusalen , porque no cabe que muera el Profeta fuera de Jeru-
salen (d). Mas al tiempo señalado , él mismo salió al en
cuentro á sus enemigos , y se puso en sus manos paj-a ser
atormentado , y muerto en una cruz. Los hombres no fue
ron mas que instrumentos de su pasión , y lo que de par
te de ellos era un horrible sacrilegio , fué de su pane el
sacrificio mas augusto y divino. Su amor le obliga á sacri
ficarse , y él mismo es el Sacerdote y la víctima , que consu
mó para siempre nuestra santificación , y salud , por la única
oblación de su sacrificio.
¿Queréis mas pruebas de la caridad que Jesu-Christo ve
nia á traer al mundo , y quería encender por todas partes?
Pues oíd , Católicos , el exemplo de la caridad mas generosa.
Quando estaba expuesto á los ojos del pueblo como espec
táculo de ignominia clavado á la cruz , y sufría los dolores1
mas intensos en su cuerpo , y alma , cumple exactamente lo
que
(a) Jo»n. 3. 16. (*) luim $3. (c) Joto. 10. (é) Luc 13. 3*. 33.
sobre el Catecismo'. Parte I. 1 5-9
que se habia dicho de él , que rogaría por los~ violadores
Se la ley , y á grandes voces pide al Padre que perdone á los
verdugos mismos , que le crucificaron : Padre mió , dice , per
díanlos , porque tío saben lo que hacen, ¿Entendéis bien voso
tros Christianos esta oración de amor? En estas circunstan
cias, no pensaríais que iba á pedir al Padre , que la tierra
se abriese baxo sus pies para tragarlos , como tragó en otro
tiempo á Coré , Dathan , y Abiron ; que baxase fuego del
Cielo sobre aquellos impios , como Elias le hizo baxar sobre
bs ministros violentos dé un Rey impio y cruel? Podia sin
duda pedirlo , y nada hubiera sido mas justo que un casti
go semejante : ¿No puedo yo , dice el Señor , pedir á mi Padre
legiones de Angeles («)? Pero no lo hace , antes bien ruega
á favor de ellos , pide al Padre que atienda menos á lo que
hacen , que á la causa por la qual él sufre ; representa su ce
guedad como motivo de compasión para que se digne per
donarlos.
¿Qué decis á estoChristianos vengativos? ¿Vosotros á quie
nes el orgullo hace tan sensibles á las menores injurias: vos
otros que sentis tanta repugnancia en perdonar; que buscáis
tantos pretextos para justificar, y aun canonizar , si sé puede
decir así, vuestros resentimientos ; vosotros, que una vez
ofendidos, no tratáis sino de vengaros , aunque sea á costa de
sofocar los sentimientos mas justos de la naturaleza , y no re
paráis en violar las reglas mas indispensables de la sociedad,
y las obligaciones mas sagradas de la Religión: vosotros, di
go yo . hombres vanos y soberbios , qué juicio hacéis de esta
caridad de Jesu-Christo? ¡Ah! iQuereis vengaros , dice San
■Agustin (b}1 Acercaos á la cruz del Salvador , escuchad su ora-
ñon: Padre mió, dice, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Ved ahí el modelo que os presenta , y la regla que os da. No di
gáis , que vosotros sois hombres , y él es Dios. Ordenándoos lo que
debéis hacer, y dándoos exemplo, os ha merecido las fuerzas para
cumplirlo.
Mas si Jesu-Christo hizo brillar de esta suerte su caridad
pa
ta) Math. i6. $3. (£) Serm. 474.
t6o iNSTRtreeioNEs
para con los verdugos que le crucificaron, ¿será de extrañar
que testificase un amor muy tierno á aquellas personas , á
quienes singularmente había amado toda su vida? Ya com-
prehendeis, Católicos, que quiero hablaros de su Santísima Ma
dre, y de su amado Discípulo San Juan. Deteneos aquí un po
co conmigo, para considerar este tierno espectáculo de su cari
dad divina. Estaban, dice el Evangelio, cerca de la cruz dehesas
tu Madre, y la hermana de su Madre, María muger de Cleofas, y
María Magdalena. T habiendo "jesús visto á su Madre , y al
Discípulo á quien amaba , que estaba presente , dixo á su Madret
Muger ve ahí á tu hijo. Después dixo al Discípulo : ve ahí á tu
Madre. T desde aquella hora la recogió el Discípulo en su casa (a).
^Digna atención de un Dios moribundo! En medio de sus do
lores se acuerda que es Hijo de María para consolarla, y pro
veer á sus necesidades. A este fin substituye en su lugar á
otro hijo para que acompañe, consuele, y cuide de esta Ma
dre tierna y afligida. Se acuerda del amor que ha tenido á
su Discípulo, y le hace el incomparable honor de darle á Ma
ría por su Madre. ¡O ternura amable de Jesús! Perdonando á
sus enemigos, nos enseñó á triunfar de los movimientos desor
denados de la naturaleza ; y consolando á sus amigos santi
ficó los movimientos íntimos que la naturaleza misma nos ins
pira. De manera , Christianos , que no podemos dudar de la
obligación de amar en Dios á nuestros amigos , y por Dios
á nuestros enemigos , para que nuestra caridad sea christiana,
y generosa. Aprended de aquí hijos ingratos , y desnaturali-
xados que pretendéis hacer mérito , y hacéis en efecto ostenta
ción de la dureza de vuestro corazón: vosotros, que baxo
pretestos vanos faltáis impunemente á estas obligaciones esen
ciales con vuestros padres y amigos, aprended, digo, de Jesu-
Christo á conciliar las obligaciones de la naturaleza y de la
Religión: aprended del Apóstol , que el que no cuida de los su
yos renunció á la fe, y es peor que un infiel (b).
) Mas ¿qué' objeto de consuelo para nosotros, Católicos,
ce nos presenta en estas dos heroicas acciones de la caridad de
Je-
Jota. jp. r. «5. «<f. (*) <. Thira. j. r. 5.
sobre el Catecismo. Parte I. 161
Jesu-Christo?" Porque , rogando al Padre por sus enemigos,
¿no rogó también por nosotros? ¡ Ah ! Nosotros eramos ene
migos suyos por el pecado ; ¿y quántas veces hemos cruci
ficado de nuevo recayendo en él , y volviendo al vómit»
como animales inmundos? Por nosotros , pues , pidió al Pa
dre la gracia de perdonarnos quando eramos enemigos suyos.
¿Y qué amor no nos testificó en la persona de su Madre
Santísima , y de su discípulo S. Juan? Nosotros somos hijos de
ais dolores , y somos también hermanos suyos por gracia , si
cumplimos fielmente la voluntad del Padre celestial , porque '
el que hiciere la voluntad de mi Padre , dixo en otra ocasión
Jesu-Christo , ese es mi hermano , mi hermana , mi padre ,y mi
madre. A nosotros , pues , nos ha dado por hijos á María,
y nos ha dado á María por Madre, como figurados en la
persona de San Juan. ¿Qué gozo por consiguiente deben ins
pirarnos aquellas dulces palabras que dixo á su Madre : Ve
ahí á tu Hijo., y á su Discípulo : Ve ahí á tu Madrel Podía
habernos dexado un testamento mas ventajoso , una herencia
mas rica , un título mas glorioso? ¿Podia dispensarnos mayor
honor y mayor bien , que adoptarnos por hijos de su bien
aventurada ;Madre, asegurándonos por este medio de su pro
tección gloriosa? ¡O beneficio inextimable! ¡O caridad in
mensa !
Mas no os contentéis , Christianos , con admirar su cari
dad , admiremos también su paciencia para nuestra instruc1-
cion. Si el Apóstol Santiago nos dice , que pongamos los ojos
en ¡os Profetas , y consideremos su paciencia como nuestro mo
delo (a), ¿quánto mejor deberemos considerar para nuestra imi
tación la paciencia admirable y divina del Rey mismo de los
Profetas? ¿Y en dónde hizo brillar mas su paciencia que en
la cruz? Sobreesté altar se sacrificó ei divino Cordero ^ y
estuvo en él como la oveja delante del que la trasquila , ó en
las manos del que va á degollarla , que no abre la boca para
quejarse. Abismado en un mar de dolores ve con gozo que ser
ha llegado el tiempo de ser bautizado con el bautismo de san-

(a) Jacob. 5. v. 10.


Tom. I. X

r
1 61 Instrucciones
gre que habia deseado tan ardientemente y con una especie
de impaciencia (¿) , que era efecto de su caridad divina. Su
dolor y sufrimiento era inmenso y no tenia semejante: O
vosotros todos lo que pasáis , dixo el mismo Señor , considerad,
y ved si hay dolor semejante al mió : y no obstante parece me
nos ocupado de los males que sufre , que de los que amena
zan á la ingrata Jerusalen : no lloréis sobre m(, dice á las. hijas
de Jerusalen , sino llorad sobre vosotras mismas. A los. dolores
se juntaron los oprobrios. Porque el Rey de la gloria después
de haber sido acusado como criminal , siendo la santidad , y
la inocencia misma , después de haber sido condenado como
malvado , fué clavado en un madero infame , hecho el es
pectáculo de la ignominia , y ultrajado en este estado con
los insultos mas crueles. Vosotros lo sabéis , y habéis visto
ya , que como si fuese sordo y no oyese las injurias , ó como
si fuera mudo , no abrió la boca para quejarse , ni responder
á ellas. Pero vuestro amor, Dios mió, vuestra caridad, vues
tra paciencia respondían bastante por Vos. Vosotros, Chris-
tianos, ¿no entendéis este lenguage mudo de un Dios que
sufre sin quejarse? ¡Qué lección para nosotros de la paciencia
mas humilde , y generosa! Mas al mismo tiempo ¡qué exem—
pío de sumisión , y de obediencial
Toda la vida de Jesu-Christo fué un sacrificio de obe
diencia. Desde su entrada en el mundo , dixo al Padre , que
venia á darle el homenage de la obediencia mas perfecta (¿>), y
hasta las menores circunstancias de sus acciones , y su vida
fuéron todas regladas por la voluntad del Padre. Pero en
¿dónde se mostró mas obediente que en la cruz? Jesu-Chris
to , dice el Apóstol (c) , se hizo obediente hasta la muerte, y
muerte en la cruz. ¿Qué obediencia en efecto como la de un
Dios , que por hacer la voluntad de su Padre se entrega vo
luntariamente á la muerte mas ignominiosa y cruel , qual lo
era la cruz? Ni el amor de la vida , ni el horror á la muer
te , ni la ignominia de la cruz pudiéron retardar , ni debili
tar
(o) Luc. is. v. 30. (b) Hebr. 10. y. 7. Ps. 39. 7.
(c) Philip, a» v. 8.
sobre el Catecismo. Parte I. 163
tar la obediencia del Hijo de Dios. En el jardin de los Olivos
habia dicho al Padre : Hágase tu voluntad: en el Calvario
la cumple y executa. En el jardin aceptó el cáliz de su pa
sión y muerte ; y en la cruz le bebe hasta la hez. Si habia di
ferido su muerte , fué por obedecer al Padre , su obediencia
sola retardó el cumplimiento de su sacrificio. Si en la cruz,
dice que tiene sed, es para que se cumplan las Escrituras. Si mue
re , es después de haber dicho : que todo estaba consumado;
que estaban cumplidas todas las predicciones, y todas las fi
guras , y deseaba consumar su obediencia.
¡O muerte preciosa , é infinitamente saludable para los pe
cadores! Plegué á Dios que las altas verdades , que nos en
senó el Salvador en la cruz, y que los exemplos de caridad, de
paciencia , y obediencia que brillaron en su muerte causen
en nosotros los mismos efectos , que los prodigios , con que
la naturaleza reconoció la divinidad del que moria , causa
ron en el Centurión que estuvo presente á aquel sangriento
sacrificio , y que movido y convertido á Dios , clamó : \Cier-
tamente este hombre es Justo , y es verdaderamente Hijo de
Dios (a)! O que , como muchos que asistieron á aquel espec
táculo , y volvían compungidos dándose golpes de pecho , así
nosotros nos dexemos penetrar de un dolor santo de nuestros
pecados. Concedédnosle ¡, Dios mió , y que este sea el fruto
feliz de vuestros sufrimientos , y el origen de nuestra felici
dad. Amen.

(o) Math. 47. y. $4. Lic. i¿. v. 46.

X* INS-
164 INSTRUCCIONES •

INSTRUCCION XIX. f
1 ■ .
SOBRE EA3 . PALABRAS DEL QUARTO ARTÍCULO i JeSU-
Christo FUÉ MUERTO*

Verdad y frutos de la muerte de Jesu-Cbristo*

-.: , C^ue el hombre muera , es una sentencia pronunciada


contra todo el linage humano. Todos los hombres murieron
en Adán , y así como el pecado del primer hombre ha pasado
á todos sus hijos , así también ha pasado á todos la necesidad
de morir con todas las demás penas del pecado. A todos se
dixo en la persona del primer hombre: en el dia en que comie
reis del fruto prohibido, moriréis ciertamente (a). Y á todos se
dixo igualmente: sois polvo seréis convertidos en polvo (b}*
Todos mueren como pecadores , porque todos nacen peca
dores. - ' ■".
Pero que un Dios se haya sujetado á la ley de la muerte:
que el Santo de los Santos haya querido sufrir la pena de
los pecadores: que el que no fué participante en nada de la
prevaricación, y maldición de Adán haya querido sentir en
sí mismo el efecto de esta maldición : que la muerte haya
exercido su imperio sobre el que manda con un poder sobera
no á la vida , y á la muerte ; esto es , Christianos, lo que no
puede comprehender la razón humana ; y lo que ha servido
de escándalo á los Judíos , y de locura á los Gentiles , porque
ignoraban igualmente el poder de Dios ,y la verdad de las Es
crituras (í).
i.° Mas los Apóstoles, los sagrados intérpretes de los di
vinos misterios, los que fueron testigos de la pasión , y muer
te del Salvador , nos enseñan en el Símbolo , que el Hijo del
Padre Todopoderoso , que fué concebido por virtud del Es
píritu Santo, y nació de Santa María Virgen , el mismo fué
crucificado y verdaderamente muerto en la cruz. La Escritu
ra
(<i) Genes, t. y. 19. (i) Genes. 3. v. 19. (c) Math. aa. v. ap.
soere el Catecismo. Parte I. 16$
ra nos anuncia claramente que el Mesías debia morir; Jesu-
Christo mismo lo declaró de antemano á los Apóstolas en di
ferentes ocasiones , los Evangelistas están conformes en esta
verdad , y la naturaleza misma la ha atestiguado con una
multitud de prodigios. ¿Qué resta para que la creamos? Léa
se á Isaías , y se verá que hablaba de Jesu-Christo quando
dixo, que seria llevado como un cordero, para ser muerto', que
fué herido por la maldad de su pueblo , y no se contaría en el
número de los vivos. ¿Podia significarnos mas distintamente su
muerte y aun el género de muerte , esto es , que debia ser
tiolenta de parte de los hombres? ¿No nos dixo Daniel (a),
que el Cbristo seria muerto"1. ¿No denotaban esto mismo todas
las antiguas víctimas de la ley, las quales no solamente eran
ofrecidas, sino también sacrificadas en el campo , y el Pontífice
llevaba después su sangre al Santuario (ó)?
Pero ¿qué profecía mas expresa , que la del mismo Jesu-
Christo? ¿No decia freqüentemente á sus Apóstoles , que el
Hijo del hombre seria entregado en manos de los hombres, que se
ria muerto, y que tres dias después resucitaría á nueva vida (r)?
¿Que otra cosa significaba aquella parábola en que les pone
á la vista la injusticia y crueldad de. los labradores de la vi
ña, que después de haber maltratado á los criados del Padre
de familias , matáron á su hijo único , para hacerse dueños de
ella (dji ¡Así, gran Dios, nos habéis preparado á un espectá
culo tan grande, diciéndonos ántes lo que habia de suceder,
para que después que fuere hecho nos confirmemos mas en su
fe! Y por tanto reconviene el Salvador á sus Discípulos, y les
trata de necios, y tardos en creer porque no reconocían en el
hecho de su pasión y muerte el cumplimiento de los divinos
oráculos (e).
¿Pero un Dios morir? Ved ahí lo que escandaliza el or
gullo de ios Judíos, y Gentiles incrédulos. Como si los mismos
oráculos que nos dicen que el Mesías es Dios , no nos dixesen
también , que verdaderamente habia muerto. ¿No nos enseña
Da-
ffl) Dan. 9. y. 16. (b) H«br. 13. v. ri. ai. (c) Marc. 8. y. 31. Lúe.
48. v. ao. (d) Marc. 11. t. 7. 8. (#) Loe. (14. v. 25. & a<$.
1 66 ... Instrucciones
David que el Mesías es su Señor, y el Hijo de Dios engendrado
por el Padre Eterno antes de la aurora (a), y que sin embargo
seria humillado, bebería en el camino el agua del torrente, y
que después levantaría la cabeza, seria elevado á su Gloria?
¿No nos han predicho los mismos Profetas sus humillaciones,
y dolores, y también la gloria, que debía seguirles (¿>)?
Mas ¿qué responderá un Christíano al testimonio de los
Apóstoles? Estos le vieron por sí mismos hacer obras de Dios,
y morir como hombre: le vieron andar sobre las aguas, mul
tiplicar los panes, resucitar los muertos, y le vieron también
espirar y morir en una cruz. Así lo han anunciado á todo el
mundo y el ruido de su predicación se ha hecho oir hasta en las
estremidades de la tierra (r) : han dado testimonio de lo que vie
ron , y su testimonio es verdadero (tí).
Y si la incredulidad es capaz de resistir al testimonio de
los Apóstoles , ¿qué podrá responder al testimonio de toda la
naturaleza , y á la autoridad de tantos prodigios, como acom
pañaron la muerte del Salvador? ¿por qué el velo del Templo
se rasgó en dos partes de arriba abaxo, las piedras se partieron,
los sepulcros se abrieron (e) , el Sol se eclipsó , y tembló la tierra
sino para testificar la muerte del Autor mismo de la natura
leza?
Reconozcamos, pues , que el Hijo de Dios ha muerto por
nosotros, como dice muchas veces el Apóstol (/). ¡Ah! ¿Y qué
seria de nuestra redención , y de nuestra fe , si no hubiera
muerto verdaderamente? San Pablo funda sobre la verdad de
su muerte la de su Resurrección , y sobre la verdad de su
Resurrección establece la del Evangelio de Jesu-Christo , y
de toda la Religión Christiana. Negarla , ó ponerla en duda
seria destruir la Religión por el fundamento. Por tanto el
Evangelio de tal suerte testifica le muerte del Salvador , que
no nos dexa pretesto alguno para dudar de elta. El nos ense
ña , que Jesu-Christo espira y entrega su espíriru (g) : nos tes-
ti
fo) Ps. 109. {b'¡ Petr. i. v. ai. (c) i. Román. 10. v. 18. Ps. 18. v.4.
(d) Joan. 10. v. 35. (e) Math. 47. v. 51. (/) i. Cor. 15. 1, 3.
{g) Luc. 33. v. 46. Math. 27. v. ¿o.
sobre el Catecismo. Parte I. 167
tífica la sorpresa de Pilato, quando supo la muerte de Jesu-
Christo; que un soldado para asegurarse de la verdad de su
muerte, hirió su costado con una lanza, y que salió de él sangre
y agua («) Y si el Hijo de Dios nos había dicho , que era Se
ñor de dar su vida* y devolverla á tomar (¿) , el Evangelio nos
convence que la ha dado en el tiempo señalado para la con
sumación de su sacrificio. '
Sucedió pues , al Hijo de Dios hecho hombre , lo que
sucede á los otros hombres quando mueren : esto es, su alma
se separó de su sagrado cuerpo ; pero la divinidad estuvo
siempre unida al cuerpo y al alma en la persona del Hijo de
Dios. La violencia de los tormentos que quiso sufrir Jesu-
Christo pudo muy bien destruir la unión del cuerpo con el al
ma por una conseqüencia de la condición natural de la natu
raleza mortal que habia tomado, pero no pudo destruir la
unión indisoluble del alma, y cuerpo con el Verbo Divino,
por la qual el cuerpo y alma de Jesu-Christo fueron siempre
cuerpo y alma de Dios. ¡Prodigio incomprehensible, pero de
infinito consuelo para nosotros! Por nosotros , Dios mió , ha
béis querido padecer y morir ; vuestro amor inefable os ha
hecho perder la vida para hacernos participantes de los in
comparables frutos de vuestra preciosa muerte : frutos de
bendición , y misericordia , que habíais de comprar á tan
grande precio.
2. p. Sí Christianos. En el Hijo de Dios debían ser ben
ditas todas las naciones, según las promesas de Dios, y su
muerte ha sido el origen y el precio de estas bendiciones. Si
da su vida por el pecado , dice Isaías (f) , verá una larga pos
teridad, y la voluntad de Dios sobre los hombres se cumplirá por
medio de él. Verá el fruto de los sufrimientos de su alma , y se- 1
rá saciado de él ; justificará con su doctrina á muchos : yo le da
ré por herencia una gran multitud de hombres , y distribuirá los
despojos de los fuertes. ¿Y por qué esto? Ya lo dice el mismo
Profeta. Porque entregó su alma á la muerte, y ha sido puesto en
ti número de los malvados : porque llevó los pecados de muchos , y
ro-
(«) Joan. 19. v. 34. (¿) Joan. 10. v. 18. {c) Isai» 53. y. 10. tcq.
i68 • Instrucciones
rogó por los transgresores de la ley (a). Tales son los frutos de
la muerte del Hijo de Dios. La destrucción del imptrio del
demonio , y del pecado,, que es el despojo de los fuertes*/: la
formación de un pueblo santo, que sirva á Dios en la verdad
y en lá justicia (¿) : y la gloria que es la recompensa de la
justicia.
i.° En efecto el Hijo de Dios triunfó por su muerte del
"Príncipe de este mundo, y le quitó el dominio que le habia
usurpado. Así nos lo enseña el mismo Salvador, diciendo,
ahora se llega el juicio del mundo. Ahora sera echado á fuera el
Príncipe de este mundo. T si yo fuere levantado de la tierra,
atraeré á mí todas las cosas (f). T esto lo decia ( añade el
Evangelista ), para dar á entender de qué muerte debia morir.
Porque Jesu-Christo venció con su muerte al Príncipe de éste
mundo, no por fuerza, y poder, sino por justicia satisfacien
do sobreabundantemente por los pecados de los hombres (d).
Y en este sentido se debe entender lo que dice San Pablo, que
Jesu-Christo destruyó con su muerte al que tenia el imperio de la
muerte (e): y en otro lugar: que. triunfó en sí mismo, y por sí
mismo de los Príncipes y Potestades (/) ^ del mundo y del in
fierno : puesqual verdadero David venció á Goliat, no con
las armas de Saúl , esto es, no con el poder del mundo , sino
con la honda , y la piedra, figuras del Salvador y de su cruz.
Así que el Hijo de Dios no destruyó el imperio del demonio,
sino porque nos, lavó de vuestros pecados en su sangre (g)$.por-
que nos ha hecho vivir con él perdonándonos nuestros delitos , y ,
horrando la escritura del decreto que estaba contra nosotros , y la
quitó de en medio ctavándola en la cruz (h); porque con su muer
te nos ha reconciliado con el Padre , y nos ha abierto la entra
da del verdadero santuario (i) por lo qual dice el Apóstol (£):
tenemos confianza en la entrada de los Santos por la sangre de
Christo; porque nos ha purificado de nuestras culpas , nos ha .
he-

(a) Isai* $3. v. 1a. (b) Lúe. 1. v. ^g. (c) Joan. ia. v. 31.
(d) S. Cyril. I. 7. c. 8. in Joan. S. Aug. lib. 13. de Trin. c. 14.
{e) Hebr. a. v. 14. (/) Cotos, 3. v. j¿. (g) Apocal. I.
(b) Coles.», v. 14. (i) Hobt. 9. v. ta. (*) Hebr. 10.
sobre el Catecismo. Parte I. 1 69
hecho Santos, y sin mancha (a); nos ha sacado de las tinieblas
y de la sombra de la muerte (¿) y nos ha vuelto á la verdadera
luz: en una palabra, porque satisfizo al Padre nuestras deu
das , pagando la pena que nosotros habiamos merecido. Rías •
no solamente nos ha rescatado con su muerte de la esclavitud
del demonio , sino que nos ha merecido las armas de Dios, con
las quales podemos nosotros resistir al demonio , y burlamos de sus
astucias y artificios, y combatir no precisamente contra nuestra car
ne, y sangre, sino contra los Príncipes de este siglo tenebroso , con
tra los espíritus de malicia (r). Tal es la virtud y la gracia que
nos ha merecido la muerte de Jesu-Christo. ¡O muerte feliz
que ha obrado nuestra redención y libertad de un modo tan
admirable! ¡O sangre preciosa del Cordero sin mancha, que
nosotros llevamos en la frente para no avergonzarnos de nues
tra fe, y que nos libra de la muerte eterna por la comunica
ción de la gracia! Así , Dios mió , por la sangre de vuestro
testamento habéis hecho salir los cautivos del fondo del lago que
estaba sin agua (</). Así se ha cumplida lo que se figuraba en
la ley antigua , quando en la muerte del gran Sacerdote (e),
los que se hallaban desterrados en las ciudades de refugio, re
cobraban su libertad y entraban en el goce de su patria y de
sus bienes. ¿Quién es este gran Sacerdote , dice San Ambro
sio^) , sino el Hijo de Dios que se ha hecho nuestro Abogado
y Mediador con el Padre , y que exento de todo pecado, nos
ha librado de los nuestros? Este es el gran Sacerdote según el
orden de Melchisedech , dice Theodoreto cuya muerte ha
sido la destrucción del pecado.
2.0 Así también , Dios mió , habéis formado un pueblo
santo particularmente consagrado á vuestro servicio , y fervoroso
en buenas obras (Ji). A este fin habéis sido entregado por nosotros
á la muerte, y nos habéis rescatado y purificado de toda mal
dad. Muriendo sobre la cruz , y derramando vuestra sangre
ha-
(a) Ephes. ¿. 47. (b) Luc. 1. v. 19. (c) Epkes. 5. t. ti.
(d) Zachar. 9. r. 11. (e) Num. 15. v. 11. seq.
(/) Ambr. de fuga «¡ec. c. a. num. 13. (g) Thcodor. 9. ¿o. ia num.
{i) Tit. a. v. 14.
Tom. I. Y
1 70 INSTRUCCIONES
habéis formado una Iglesia sin mancha , y sin arruga. De vues
tro costado salió esta nueva Eva verdadera madre de los vi
vientes, y de sus hijos predixo Isaías que sacarían las aguas
con gozo de las fuentes del Salvador , y por tanto los exhorta
á cantar sus alabanzas , á invocar su nombre , y á acordarse que
su nombre es grande (a) y verdaderamente adorable. ¡Feliz
muerte que así unis les hijos de Dios! ¡feliz muerte del divi
no grano de trigo, que arrojado en la tierra reproduce ciento
por uno! ¡Feliz muerte, que á tantos ha dado la vida!
Pero ¿cómo nos ha dado la vida sino mereciéndonos la
santidad y la justicia (ti)"1. Así lo testifica el Apóstol diciendo:
que Jesu-Christo nos ha dado la vida justificándonos con su
sangre (r); y de aquí infiere estas admirables reglas , que jus
tificados por Jesu-Christo , y muertos con él al pecado no de
bemos vivir mas para el pecado (¿) ; que sepultados con él por el
bautismo, para morir al pecado , debemos andar en una vida nue
va , que hemos sido crucificados al pecado en Jesu-Christo , y
por Jesu-Christo , á fin de que sea destruido el cuerpo del peca
do • y que de hoy mas no seamos siervos del pecado. Jesu-Christo
muriendo en la cruz nos impuso esta obligación, y al mismo
tiempo nos ha merecido la gracia que necesitamos para cum
plirla ; y nos ha abierto la puerta del Cielo, para ser allí re
compensados con los infinitos bienes , que deben ser el único
objeto de nuestros deseos; verificándose á la letra , que solo
podemos ¡legar al Padre por Jesu-Christo , como dice el mismo
Apóstol , pues por su muerte ha merecido ser la llave que
abre sin que ninguno pueda cerrar , y que cierra sin que ninguno
pueda abrir (e).
Ved ahí, Christianos, los frutos de la muerte de vuestro
Dios. Juzgad por la excelencia de estos frutos del precio de
su muerte, y juzgad por su muerte del exceso de su caridad.
¡O caridad verdaderamente mas fuerte que la muerte (/) y el
infierno , pues ha vencido la muerte, y confundido al infier
no! Jesu-Christo ha muerto por vosotros porque os amó hasta
el
(a) Isaíae n. v. 3. 4. (Al Luc. 1. v. 75. (c) Román. 3. r. 14. j. v. 9.
(d) Román. 6. r. 44. {e) ApocaJ. 3. v. 7. (/) Cant. 3. r. ó.
sobre el Catecismo. Parte I. 171
el fin; medid, pues, su caridad por la grandeza de sus do
nes, y vuestro amor por el suyo. El ha comprado vuestro
amor, y vuestra salud al precio de su sangre, y fué elevado
en la cruz, para atraeros á él con los lazos del amor mas vi
vo y ardiente. ¿Seréis no obstante tan ingratos , é insensibles
que le neguéis vuestro amor? ¡O amor, ó caridad de nues
tro Dios! Caridad poco estimada , y poco conocida , pero
caridad , que pide todo nuestro reconocimiento , y nuestro
amor. Concedednos , Señor , que os demos amor por amor,
vida por vida , y muerte por muerte , y para que nuestro
amor corresponda al vuestro, concedednos también que sea
perfecto, y eterno. Amen.

INSTRUCCION XX.

JOBRE LAS ULIMAS PALABRAS DEL QUARTO ARTÍCULO : JeSCT-


Christo FUÉ SEPULTADO.

33espues de haber considerado á Jesu-Christo crucifica


do y muerto por nosotros , es justo que á imitación de la
Magdalena y de las otras santas mugeres , le sigamos hasta
su sepultura para darle los testimonios de amor y de adora
ción, que el reconocimiento, y la piedad nos inspiran. Los
mas de los Christianos no parecen sensibles sino á los dolores
de su pasión , y al gozo de su Resurrección gloriosa , como si
hubiera alguna circunstancia en la vida, y muerte del Salva
dor que no estuviese llena de instrucciones , y misterios : pero
los fieles mas ilustrados hallan en el sepulcro del Señor una
fuente inagotable de luz, y gracia , pudiéndose decir en este
sentido , que adonde estuviere el cuerpo muerto de Dios vivo,
allí se juntarán las águilas (a) , para adorarle , y alimentarse
de él. Y en efecto no hay cosa mas digna de la atención de
un Christiano, que las razones y circunstancias de la sepultu
ra de Jesu-Christo , para sacar de ellas las instrucciones mas
edificantes. Así yo os manifestaré en primer lugar, las razo
nes
(«) Math. 14. v. »8.
Y »
172 Instrucciones
nes por las quales nuestro Señor ha querido ser sepultado : y
en segundo que es lo'que nos ha querido enseñar con su se
pultura.
Tres son las razones mas importantes , que la fe nos des
cubre en la sepultura del Salvador : y que movieron á Jesu-
Christo á querer ser sepultado. Primera para sufrir en su
persona todas las humillaciones de la muerte , que eran com
patibles con su divinidad. Segunda : para probar con su se
pultura la verdad de su Resurrección. Tercera : para dar ma
teria á sus Discípulos de exercitar su zelo, y manifestarle su
amor.
i.° El Hijo de Dios quiso reparar el orgullo del hombre,
y la injuria que éste habia hecho á Dios , humillándose á si
mismo hasta la muirte y hasta la muerte mas afrentosa,
qual era la de la cruz ; y para que nada faltase á sus humi
llaciones quiso terminarlas por las de su sepultura.
Todo es humillación para el hombre en la sepultura.
La vanidad que hace trofeo de ella, la pompa que acompa
ña á la de los grandes del mundo , la magnificencia de sus
mauseolos, los elogios que se graban en los mármoles , to
dos los monumentos que se erigen para conservar su memo
ria , no impiden que la sepultura no sea una prueba sensible
de su insubsistencia, de su vanidad , y de su nada. El sepul
cro prueba ciertamente que ellos eran , y ya no son ; que eran
polvo, supuesto que se han convertido en polvo ; que eran
pecadores , porque sufren la pena del pecado ; y que de toda
su grandeza pasada nada les resta mas que una sombra vana,
y la memoria inútil de lo que eran.
Es verdad que no se debe juzgar lo mismo de la sepultu
ra del Salvador. Porque aunque Jesu-Christo murió , y fué
sepultado , conservó siempre en sí mismo el principio y orí-
gen de toda vida , en virtud del qual debia resucitar al terce
ro dia después de muerto : pues , como ya diximos otra vez, la
muerte no hizo mas que separar su alma de su cuerpo , pe
ro su cuerpo y alma estuvieron siempre unidos al Verbo, el
qual
(a) Phiüp. a. v. t.
sobre el Catecismo. Parte I. 1 73
qual jamas dexó lo que una vez tomó por nosotros. Por lo.
qual no solamente creemos , que el cuerpo de Christo fué se
pultado, sino que Dios fué sepultado, y esto es lo que prin
cipalmente se propone á nuestra fe en el presente artículo;
porque como la divinidad nunca se apartó del cuerpo , que se
depositó en el sepulcro , justamente confesamos , que Dios fué
sepultado , así como decimos que Dios nació de Santa María
Virgen , y que Dios padeció y murió. Y si bien todas estas
cosas no convienen á Jesu-Christo en quanto Dios , sino en
quanto hombre , porque el padecer y morir solo pueden te
ner cabida en la naturaleza humana pasible y mortal , no
obstante absolutamente pueden decirse con toda verdad , se
gún la regla de la fe católica , de aquella persona que jun
tamente es perfecto Dios , y perfecto hombre , por la unión
inefable de la naturaleza humana con la Persona del Verbo,
y por tanto decimos sin restricción alguna , que Jesu-Christo
fué sepultado. Pero ¡ó unión adorable de la Divinidad con
la naturaleza humana ! Por ella se atribuyen á Christo todas
las flaquezas que convienen al hombre ; y por ella también
convienen á Christo las ventajas y prerogativas que goza en
el sepulcro sobre todos los demás hombres. Por ella era muy
justo que su cuerpo no padeciese corrupción alguna en la se
pultura, como lo habia profetizado David , diciendo: No per
mitirás que tu santo cuerpo vea la corrupción (a): que el túmulo
fuese para el Señor un lugar de descanso, y por el tiempo que
él habia señalado, pues qual león de Judá (¿) no podia ser des-
pzrtado por otro , sino que él debia dispertarse á sí mismo
quando quisiese ; y que en vez que los grandes del mundo
pretenden sacar su gloria del túmulo , él por el contrario ha
hecho su sepulcro para siempre glorioso (c) , según la expre
sión del Profeta.
Mas todas estas maravillas que demuestran el poder de
Dios en su muerte , no impiden que la sepultura no sea para
él el colmo mismo del abatimiento. Consideremos al cuerpo
sagrado de Jesu-Christo desclavado de la cruz , sus ojos apá
ga
lo) Ps. 15. (¿) Genes. 49. v. 9. (c) Itaiie 11. v. 10.
1 74 Instrucciones
gados , sus manos sin acción , sus pies sin movimiento , todo
su cuerpo sin vida , y en las manos de los hombres que dis
ponen de él á su arbitrio. ¡Qué extremo de abatimiento pa
ra aquel que es el principio de toda vida , de todo movimien
to , y de todo ser (a)\ Considerémosle envuelto en un triste
lienzo , sus pies y manos atados : yo sé que el fuerte Sansón
romperá sus lazos quando le agrade, .y con la misma facilidad
que el fuego consume el menor hilo (ti): pero entretanto, ¿qué
cosa mas humilde , que el estar atado? Considerémos á este
divino Jonás en la obscuridad de su túmulo ,' y encerrado tres
dias en el seno de la tierra , como estuvo aquel Profeta en el
vientre de la ballena que le habia tragado (c). ¿Qué calabo
zo mas tenebroso? ¿Qué abatimiento para el que era la luz
del mundo (¿)? Considerémosle en el olvido de los hombres
después que desapareció á sus ojos, y que silos Judíos se acor
daban de él , era solo para insultarle aun después de muerto.
¡Ah! ¿No se parece á aquellos heridos , de quienes habla el
Profeta, y de quienes el mismoSeñor no se acuerda mas(e)? ¡Qué
instrucción para nosotros, Christianos! Aprendamos de jesu-
Christo en el túmulo á tener ménos horror á los abatimien
tos que nos convienen como hombres , y como pecadores:
aceptémos con humildad las humillaciones de la muerte y.
del túmulo : anticipémoslas de alguna manera , reflexionando
christianamente sobre el estado , á que nos debe reducir la
muerte : considerémonos , como si estuviéramos ya en el tú
mulo reducidos á polvo y ceniza , como deberémos serlo al
gún dia , y acaso será bien presto , para que esta conside
ración abata nuestra soberbia , y nos inspire sentimientos de
la mas sincera humildad.
Y si durante la vida nos miran los hombres como ya
muertos , si nos olvidan , si nos desprecian , y nos conside
ran como las heces , y superfluidades del mundo (/) , según la
expresión del Apóstol , lejos de quejarnos de su injusticia,
suframos con paciencia , á exemplo de Jesu-Christo , acepté
mos
(a) Actor. 19. a8. (i) Jud. 35. v. 14. (c) Jo»n. 4. v. 1. Math. ia-
▼. 40. (rf) Jo«n. 8. t. xa. í¿t) Ps. ¿7. v. 5. (/) 1. Cor. 4. v. 13.
sobre el Catecismo. Parte I. I jf
mos como Christianos lo que nos conviene como pecadores.
2.0 Pero la sepultura del Salvador no solamente sirve pa
ra convencernos de su profundo abatimiento , sino también
para demostrarnos la verdad de su muerte y de su resur
rección. Porque si ha sido sepultado : luego ha muerto
verdaderamente : si ha sido sepultado , y al tercer dia ya
no se halló su cuerpo en el sepulcro , sin embargo de ha
berle guardado con tanto empeño los Judíos , luego verda
deramente ha resucitado 5 y todas las precauciones de los Ju
díos para guardarle, han sido medios en los designios de Dios
para probar la verdad , y hacer brillar mas la gloria de su
resurrección. Consideremos sino la conducta de los Judíos en
esta parte. Viendo los Judíos , dice San Juan (a) , que Jesús
estaba muerto , no le quebraron las piernas , como á los dos
ladrones que habían sido crucificados con él , porque no con
venia que fuesen quebrados los huesos del Cordero (¿) , y un
soldado para asegurarse mas de su muerte , hirió su costado
con una lanza , y el mismo que lo vió dió testimonio de ello, y
su testimonio es verdadero (c). Su cuerpo fué desclavado de
la cruz por autoridad pública , y de órden del Gobernador,
para no dexarnos alguna sospecha de impostura , ó de sor
presa : y fué puesto en un lugar público , en un huerto in
mediato á Jerusalen y al Calvario , en el sepulcro de un hom
bre distinguido , para que fuese notorio á todos el lugar de
su sepultura. Fué sepultado en un sepulcro nuevo en donde
ninguno antes que él había sido puesto , á fin que no se
pudiese sospechar que otro, y no él hubiese resucitado. Los
Judíos imaginan , que podria ser hurtado el cuerpo de Jesu-
Christo , y ponen guardas al sepulcro , y le sellan. ¿Se po
dían llevar mas lejos las precauciones de la prudencia hu
mana? Pero , ¡ó ciegos Judíos! Con ellas probáis invencible
mente á pesar vuestro la verdad de la resurrección del Se
ñor , y os convencéis á vosotros mismos de pérfidos , é in
crédulos! ¡Qué podéis responder en efecto, después de ha
ber visto que el sepulcro se halla vacío, aunque sellado, que
la
(o) Joan. 19. v. 33. (í) Eaod. 1a. r. 46. Nwn. 9. v. 12.
(f) Joan. jo. v. 35.
176 • Instrucciones
la piedra enorme que le cerraba se halla movida de su lu
gar por una mano invisible , que solo se encuentra el lien
zo en que habia sido envuelto el cuerpo del Señor , y los
Angeles que testifican , que no se debe bascar entre las muer
tos al que vive (íj) , y ha resucitado ; y que los soldados mis
mos no se atreven á desmentir lo que ven. En vano seduci
dos por el dinero, intimidados con amenazas, y animados
con promesas pretenden disimular el terror que se habia apo
derado de ellos. En vano se atreven á decir , que mientras
ellcs dormian vinieron los Discípulos de Jesús , y hurtaron
el cuerpo de su Maestro. Vosotros sois los que verdaderamen
te dormís , Judíos ciegos, declama aquí San Agustin (¿) , quan-
do inventáis semejantes mentiras. Vosotros os confundís verda
deramente á vosotros mismos , produciendo á vuestro favor tes
tigos dormidos. La falsedad de vuestras medidas solo sirve á
descubrir la malicia de vuestros designios. Así convenia,
Dios mió , que desconcertaseis las medidas de la falsa pru
dencia , y establecieseis sobre principios incontestables la fe
de un misterio que debe servir de prueba á todos los otros.
3." Mas al mismo tiempo que el Hijo de Dios quiso for
talecer nuestra fe por medio de su sepultura , quiso también
dar ocasión á sus Discípulos de exercitar con él su caridad.
Aunque Dios no tiene necesidad de nuestros bienes , porque todas
las cosas son suyas, quiso con todo damos ocasión de sacrificárse
los voluntariamente, sujetándose á nuestras necesidades. Hacién
dose semejante á nosotros, nos puso en estado de consagrarle nues
tros obsequios. Con esta mira quiso depender en su infancia de
los cuidados paternales de María y Joseph ; y el que todo lo
nutre y alimenta, quiso recibir su alimento de ellos. Por es
to mismo quiso también depender en el exercicio de su minis
terio de la caridad de las santas mugeres , que le seguian , y
asistían en sus necesidades. Y últimamente con este mismo de
signio, quiso sujetarse después de su muerte á la sepultura,
para dar ocasión á sus amados Discípulos de testificarle su
amor , cuidando religiosamente de su sagrado cuerpo.
Así
(•) Luc. 24. v. j. (b) Aug. ia Pí. 63. y. 15.
tegua k, Cateoismo, Parts I. 177
v ' A*í en efecto JVlaría le testificó su reconocimiento , pre
viniendo s,u sepultura con el precioso ungüento que derramó
sobre él , pocos dias -untes de.su muerte. Así Joseph de Ari-
mathea. tuvo ocasión de exercitar su generosidad , y zelo,
quando sin temer pasar por Discípulo del Salvador , pidió su
cuerpo á Pilato , para ponerle en el sepulcro nuevo que él
mismo había cavado en una pena {a). Así el Hijo de Dios dió
ocasión á Nicodemus de sobreponerse á sus temores , y ma
nifestar su fidelidad (¿) , asociándose á Joseph en esta obra
santa. Así en fin hizo brillar la fe de aquellas santas mugeres,
que fuéron muy de mañana á embalsamar su cuerpo , y hon
rar su sepultura (c).
¡Qué de instrucciones , Católicos , no podemos sacar de
este piadoso zelo de los Discípulos del Salvador , y de la
conducta del Señor con ellos! ¿Quántos medios nos ha dexado
á nosotros para imitar á sus piadosos Discípulos , y honra f
aun el dia de hoy su sepultura? ¡Ah! si la distancia de los
lugares , el embarazo de los negocios , las obligaciones de
nuestro estado no nos permiten ir á visitar su sepulcro para
adorarle (</) en el lugar en donde estuvieron sus pies, y su cuerpo,
¿no le tenemos bien cerca en la Eucaristía como en un sepul
cro místico en donde quiere recibir todos los dias nuestras
adoraciones , y homenages? ¿No nos pide que nos lleguemos
á él , y le presentemos nuestros corazones como un sepulcro
nuevo, abierto en la, peña de una fe sólida, y cerrado al mun
do con la piedra, que es Christo, y en donde Jesu-Christo so
lo debe entrar por medio de la comunión? ¿Na le tenemos
también en los pobres, que son sus miembros vivos? ¿No nos-
pide que hagamos con ellos lo que quisiéramos hacer con él,
y que les embalsamemos con el sagrado ungüento de nuestros
consuelos., y limosnas ; que les procuremos en su muerte una
sepultura religiosa , y que pongamos con gozo nuestro pan sobre
la sepultura del justo , como lo hacia Tobías (e)?
Mas no son estas solas las lecciones , que nos da Jesu-
• Chris-
(a) I/uc. 43. v. ¿3. (b) Joan. 19. y. 39. (c) Luc. «4. y. i.
(</) Ps. 131. v. 7. {«) Tobi* 4. y. x&.
Tom. I. Z
178 Instrucciones
Christo por medio de su sepultura. El Apóstol nos descubre
otras muchas en pocas palabras escribiendo á los fieles de la
Iglesia de Roma. Todos nosotros , dice , hemos sido sepultados
espiritualmente con J esu-Christo, por medio del bautismo, para
morir al pecado ; para que así como Christo salió del sepulcro,
y resucitó de entre los muertos , así nosotros salgamos del estado
de la culpa, y resucitemos á nueva vida Palabras, que des
cubren admirablemente el misterio déla sep íltura de Jesn-
Christo , y nos la representan, i.° como la figura de nuestro1
bautismo ; 2.0 como el modelo de santidad , y la regla de
perfección á que debemos aspirar por las obligaciones con
traidas en el bautismo.
j.° Como figura del bautismo. Porque ¿qué es el bautismo sino
lina sepultura espiritual en que entramos muertos por el pe
cado, para salir vivos de él con la vida de Jesu-Christo? ¿Un
sepulcro místico en que hemos-sido sepultados con Jesu-Cnris-
to, para resucitar á la vida déla gracia? Así lo denotaban
expresamente las ceremonias antiguas del bautismo. Porque se
sumergía todo el cuerpo del bautizado en la sagrada fuente,1
así como todo el cuerpo de Christo estuvo dentro del sepul
cro: se sumergía en la fuente hasta tres Veces , para significar
los tres diasde la sepultura de Christo ; y se le sacaba des
pués como por una especie de resurrección , así como Jesu-
Christo salió por sí mismo del sepulcro : y al salir del bap
tisterio se le ponia una vestidura blanca; ya para significar
la gloria de la Resurrección de Christo , ya también para 1
figurar la inocencia que el bautizado habia recobrado en el
bautismo.
a.° De aquí concluye el Apóstol, que elChristiano una vez \
muerto al peeocio , y sepultado con J-esu-Christo , no debe vivir
mas para el pecado ::: bautizados en la muerte de Jesu-^hrísto,
y sepultados can él por el bautismo , no debe yareynar el pecado
en nuestro cuerpo mortal , de suerte que obedezcamos á sus coticu- 1
piscencias , sino que debemos darnos a Dios como miembros vivos,
de muertos que eramos (/>). Ln Christiano muerto al pecado no
de-
(0) Román. 6. r. 4. {b) Rom. 6. v. 3. 4. ai.
sobre el Catecismo. Parte I. 1^9
debe vivir mas para el pecado , porque ¿qué unión ó socie
dad puede habar entre el pecado , y la gracia que ha reci
bido haciéndose Christiano ; entre Jesu-Christo , y Belial ; la
luz y las tinieblas Ca)l Un Christiano sepultado con Jesu-Chris
to no debe vivir sino con la vida de Jesu-Christo, como ana-
de el mismo Apóstol diciendo : si hemos sido sepultados con
Jesu-Christo por el bautismo para morir al pecado, es á fin de
que así como Jesu-Christo resucitó de entre los muertos , asi
nowtrot andemos también en una vida nueva : en una vida con
sagrad 1 toda, al servicio de Jesu-Christo. Aunque vivamos
en el mundo debemos mirarle como un pais extraño para nos
otros, y sumamente peligroso para todos.
Así no» solamente debemos aborrecer los deseos seculares,
sino también huir los negocios , los afanes , los cuidados ter
renos , en quanto lo. permitan la caridad , y las obligaciones
de nuestro estado i y para esto es menester vivir en la so
ledad , en. el secreto de nuestras casas como en un sepulcro,
en el exercicio de la oración y de las buenas obras , de suer
te que nuestra vida sea escondida con Christe en Dios. •
Ni penséis que esta vida sea propia de solos los Religio
sos. El Apóstol á. todos prescribe una vida perfecta , y á los
mismos que usan del mundo les dice que usen de él , como si 110
usaran , á los mismos que poseen sus bienes , les dice , que los
posean coma si no Iqs poseyesen (b). Todos debemos vivir cru
cificados al mundo , y despreciarle como á una figura que pasa.
Despreciemos , pues , los cuidados mundanos , que solo pue
den traernos inquietudes , amemos el retiro y la paz , quan
to sea posible , y suspiremos por la paz eterna que halla
remos en Dios en la gloria.

(a) a. Cor. c. <5. 1$. (i) 1. Cor. 7. 30.

INS
*8o Instrucciones

. ARTÍCULO QUINTO DEL CREDO.

Descendió á los infiernos , ai tercero día resucitó


de entre los muertos.

INSTRUCCION XXI. ..
- ■ . . i ' ".- . j'" »\ .'• •. . . o
SOBRE LAS PRIMERAS PALABRAS DEL ARTÍCULO QUINTO:
- "• - ¡ ■ 'i' i ■ ■. .
Descendió á ¡os infiernos. i.j

C^uando . confesamos que Jesu-Cl>ri6ta baxó á hbs in


fiernos, entendemos, que su. alma santísima descendió á
aquellos lugares subterráneos , que se llartianaofiernos ,. y se
mantuvo allí haciendo brillar su poder,, todo el tiempo que
el sagrado cuerpo yació en el sepulcro : y pues el alma, y
cuerpo del Salvador aunque sep^nidos entr^si pon ía muer-*
te, se conservaron siempre unidos, a te persona del Hijo de
Dios, por tanto decimos justamente , que Jesu-Christo es
tuvo tres dias encerrado en, e\ sepulcro , y se mantuvo este
mismo tiempo en los infiernos;,
La sabiduría eterna nos habia prediebo muy de antemano
este prodigio de su caridad. To penetraré (a) , dixo , las par
tes mus baxas de la tierra , miraré á los que .duermen en el sue
ño de la muerte , é iluminaré á los que esperan en el SeZor. Y
e! Apóstol nos testifica haberse cumplido la promesa y pro-
.fecía de la Sabiduría eterna , diciendo , que el Hijo de Dios
descendió á las partes mas baxas deja tierra..(¡i). Lo mismo con
firma el Príncipe de los Apóstoles en aquel discurso admira
ble que hizo á los Judíos en el día de Pentecostés , en el qual
prueba que Jesu-Christo baxó á , los infiernos con aquel fir
mísimo testimonio de David : No dexaras mi alma en el infier
no , ni permitirás , que tu- santo] vea ¿a corrupción (í). Y como
los Judíos pensasen , que David habia proferido estas pala
bras
(o) Edes. 14. 45. {b) Ephts. 4. v. p. (c) Ps. 15. Actor, a.
sobre el Catecismo. Parte I. i£i
bns en persona propia, les dice : Séame permitido deciros, que
el Patriarca David ha muerto , que ha sido sepultado , y que su
sepulcro se ve hasta el dia de hoy entre nosotros ; que ha su
frido la suerte de nuestra condición natural • que su cuerpo
ha estado sujeto á la corrupción , y nada resta de él en sú
sepulcro, sino polvo y ceniza. Luego no dixo de sí mismo aque
llas palabras , sino que como era Profeta, con el conocimiento que
tenia de lo futuro ,1mbló de la Resurrección de Christo , dicien
do , que su alma no seria dexada en el infierno, y su cuerpo no ve
ría la corrupción. De aquí infiere San Agustín esta conseqüen-
cia necesaria : Que la fe christiana tiene un fundamento infali
ble para creer , que Jesu-Christo descendió verdaderamente á
los infiernos , que del mismo modo que fué sepultado en quanto
á su cuerpo , se sujetó en quanto á su alma , á la ley común de
todos los que habían muerto antes que él., y descendió como ellos
á los infiernos ; mas asi como su cuerpo no experimentó cor
rupción alguna en el sepulcro , así tampoco su alma pudo sufrir
dolor alguno en los infiernos (a).
Pero ¿quál es el lugar adonde descendió el Hijo de Dios^
y que la Escritura designa con el nombre de infierno"* El nom
bre de infierno significa unos senos inferiores , subterráneos,
y ocultos, en donde eran detenidas las almas que morían
antes que Jesu-Christo nos hubiese señalado con su sanare el
camino del Cielo , y nos abriese la puerta del verdadero San
tuario (b). Mas estos senos son muy distintos entre sí. Porque
uno de ellos es un calabozo horrible y muy obscuro en don-
di son atormentados los demonios , y las almas de los conde
nados con un fuego perpetuo , y que nunca se ha de acabar,
y este lugar se llama propiamente infierno , y también valle
de tristeza , abismo , y profundidad. Hay además otro seno,
que se llama Purgatorio , porque sirve de suplicio á las almas
de los justos imperfectos , por tiempo determinado , en el
qual deben ser purificadas de sus imperfecciones , para que
se les pueda franquear la entrada en el Cielo j donde no en-
.... tra
(a> Aug. ep. 199. & 57.
(i) Hebr. 9. v. 8.
18a Instrucciones
tra cosa manchaba (a). Y en fin el tercer seno es el lugar don-
de se depositaban las almas de los justos ántes de la venida
de Christo Señor nuestro , y allí sin algún dolor sensible se
mantenían con la esperanza dichosa de la redención, gozan
do de aquella morada pacífica , que se llama*ba el Seno de
Abrahan Q>) : bien diferente del lugar de tormento en donde
fué sepultado el Rico avariento , á quien decía el Santo Pa
triarca , que había entre los dos un gran caos , de- suerte que
no era posible pasar del uno al otro. Así , gran Dios , cuyos
juicios son arreglados con peso y medida , y cuya sabidu
ría infinita brilla en todas vuestras obras , habéis, sabido pro
porcionar estos lugares al mérito de los que habían de ser
destinados á ellos , y establecer el orden en la región misma
de tinieblas.. Y así también por una providencia infinitamente
justa respecto de todos , como dice el Apóstol Cc\ , pero in^
finitamente misericordiosa respecto de nosotros , habéis que
rido que los Santos: mismos del antiguo Testamento , aunque
muertos antes que nosot ros no recibiesen sino con nosotros el
premio entero que ganaron en la posesión de la gtaria , virda"
dera tierra de promisión (d\ Pues aunque el Seno de Abrahan
fuese lugar de refrigerio para los justos, no lo era aun de
aquella luz , que no se ve sino en la luz de Dios mismo (e);
y aunque pudiera llamarse Parayso , si se compara con el in
fierno de los condenados , pero supuesto que en él no se po
see á Dios , se debe llamar infierno , si se compara con el Cie
lo , y en efecto así le llaman la Escritura (f) , y el Símbolo
de los Apóstoles.
A este lugar , pues , adonde se prometía Ir Jacob después
de muerto , para esperar en él la salvación y el Salvador (g)y
y desde donde los Patriarcas y Profetas levantaban sus ojos
al Cielo , esperando que las nubes lloviesen al justo , y que
la tierra abriese su seno para dar al Salvador (£) ; á este lu
gar , vuelvo á decir , descendió el alma de Jesu-Christo en
rea-
(«) Apocal. ai. (b) Luc. 16. v. ai. s»q. (c) Hebr. ti. v. 40.
(d) Ibid. (e) Luc. 13. v. 44. (/i (¿-¿.íes. 4». r, 38. & 44. r. 19.
(g) Genes. 49. v. 18. {i>) Ih'.k 45. v. 3.
sobre el Catecismo. Parte I. i S3
realidad , y presencia , y esto es lo que creemos quando deci
mos, qu« el Hija de Dios descendió á los infiernos: pues
aunque '-el Señor baxó también á Jos otros Jugares subterrá
neos, que hemos irdi:ado , por su poder y virtud para con
suelo de unos , y confusión de otros , mas no bax_6 á ellos su
santísima alma (a). Ni el Señor baxó al Seno de Abrahan co
mo los otros justos que estaban cautivos en él , sino como
libre entre los muertos , y como vencedor de la muerte y del
infierno ; baxó para empezar á recoger el fruto de su victo
ria ; para quitar los despojos de las potestades infernales; y
libertar de aquella prisión á Jas olmas .santas, y Jlevarlas con
sigo al Cielo , como Jo executó maravillosamente y con su
ma gloria , cumpliendo así la promesa que habia hecho al
buen iadron por aquellas palabras: Hoy serás conmigo en el
Parayso. A este fin , después de haber -muerto en su carne , fué
su espíritu á predicar á los espíritus que estaban .encarcela
dos (¿) ; y despojando , como dice el Apóstol '(c) , Jos Princi
pados y Potestades , Ies hizo servir de espectáculo , llevándo
los confiadamente en público, y triunfando de ellos en sí mismo
por medio de su cruz. Mucho antes habia profetizado Oseas
esta libertad de los justps, diciendo : \0 muerte , yo seré tu
muertes seré tu mordedura , o infierno (df)\ Lo mismo significó
el Profeta Zacarías , quando dixo : Tú también en la sangre
de tu testamento sacaste tus prisioneros del lago donde no ha
bia agua (e).
Pero , Christianos , ¿nos contentaremos nosotros con saber '
que Jesu-Christo ha librado á los justos de la prisión en que
estaban , venciendo á Ja muerte y al infierno? ¡Ah! esta vic- ■
toria es infinitamente gloriosa para el -Hijo de Dios : llena de
consuelo para Jos justos á quienes ha dado libertad , y llena
asimismo de motivos de confianza para nosotros. Esto es 1q
que nos resta aun que considerar.
j.° Era muy justo, que el que habia baxado del Cielo -
para santificar la tierra, hiciese brillar su gloria hasta en los
io-
U) D. Thore. 3. p. 0) 1. Petr. 3. 19. (e) Colos. «.
(¿) Oteae J3. (í) Zacar. 9.
I 84 iNSTRUCCIOWEf
Infiernos; que aquel á cuyo nombre toda dobla la rodilla en el
Cielo, en la tierra,, y en los infiernos (a), hiciese sentir fiU poder
en todos estos lugares , y tomase posesión de todas las partes
de su imperio ; y que todas las criaturas , tanto las que estañ en
el Cielo , y sobre la tierra , como las que están baxo la tierra.
diesen gloria á el que está sentado sobre el trono , y al Corde
ro (¿) ; que le colmasen de bendiciones , y reconociesen su po
der eterno. Eira muy justo que el vencedor de la muerte y del
infierno obligase al infierno á dar sus muertos , é insultase á
la muerte misma después de haberla vencido con su muerte.
Era muy justo que el Libertador del mundo fuese á librar
los dichosos cautivos que esperaban su venida. Yo sé que una
palabra suya hubiera sido bastante para esto , porque todo
obedece á su voz, y que la misma voz que algún dia hará sa
lir á todos los muertos de sus sepulcros, hubiera podido rom
per las cadenas de todos estos cautivos , y darles la libertad'
que deseaban. Pero sé también que nada ha omitido de todo
lo que podia ser útil á la salud del hombre, ni le ha parecido
indigno de él , y en conseqüencia no se desdeñó de llevar por.
sí mismo á los justos cautivos en los lugares tenebrosos la fe
liz nueva de la libertad que les habia merecido con su muerte,
para darnos á entender que quería hacer depender su gloria
de su humildad y abatimiento. Porque ¿quando se humilló
mas que quando baxó voluntariamente á las partes mas ba-
xas de la tierra ; ó quándo hizo brillar mas la latitud , la longi
tud, y profundidad de su caridad (<:) que en este mismo abati
miento? ¿No dió entónces la última perfección ó complemen
to á su humildad y caridad? Y si su humildad era la medida
de su gloria , quántos millones de Angeles aplaudirían su
triunfo , y caminando delante de él anunciarían su venida di
ciendo : Príncipes , abrid vuestras puertas , abrios puertas eter
nas (d) , que parecíais deber estar cerradas para siempre; estas
son las aclamaciones debidas al Rey de la Gloria , al Dios de
los exércitos , al Dios fuerte y poderoso , al Dios incom-
pa-
(a) Philip. », v. 10. (l>) Apocal, g w. 13. • \
\c) Ephe». 4. y. ?¿ & 3. ?. JÍ. Pí. r¿. v. 7. ,
sobre ei Catecismo. Parte I. 18/
parable én las batallas , y admirable en las victorias. ;
¿Qué victoria en efecto como la que consiguió sobre la
mueete y el infierno? ¡O muerte : donde está tu victoria] \0
muerte: donde está tu aguijón ¿Si tu victoria debe ser eter
namente absorbida en aquel dia , en que resucitarán todos los
muertos, no te ha vencido ya el poder de Jesu-Christo , SU7
puesto que te obliga á pesar tuyo á restituirle las. primicias de
los que duermen? ¿Qué fuerza te¡ resta ya, ni como podrá
dañar tu aguijón á ninguno?
2.0 Pero ¿qué gozo para aquellos dichosos cautivos al ver
á su libertador, á aquel á quien habian deseado con tantas
ansias ver en la tierra , sin haber podido conseguir esta di
cha (¿)? Me parece que estoy viendo á nuestros primeros Pa
dres comparecer delante de él , adorarle como al único repa
rador de los males que habian introducido en el mundo con
su pecado , y decirle con un humilde reconocimiento: ¡Ah!
Vos sois el Salvador del mundo, aquel divino Hijo de la muger
que debia pisar y quebrantar la cabeza de la serpiente : nos
otros vemos cumplido en Vos, y por Vos, lo que Dios nos
habia revelado , y prometido por un efecto de su bondad y
misericordia. Me parece que veo á Abraham , quien se habia
regocijado (r) de antemano , viendo á lo lejos el dia de Jesu->
Cbristo que Uega al colmo de su gozo quando ve al Hijo de
su estirpe por quien debían ser benditas* todas las , Naciones , que
viene á derramar sobre él sus bendiciones (</). Me parece que
veo á Isaac recoger con gozo el fruto del sacrificio de. Jesu-
Christo , del qual habia sido figura, aunque imperfecta. Me
parece que veo á Jacob adorar al Salvador en quien habia es
perado en su muerte (e), y ver con admiración al que debia ser
enviado , y que era la esperanza de todas las Naciones del
mundo , á aquel divino León de la Tribu de Judá que aun en
su sueño hizo temblar al infierno , esperando que despertase
por sí mismo , resucitando por su propia virtud. Me parece
q,ue veo á David admirar á este heredero de su trono, que
ya
(a) 1. Cor. ig. v. 5$. (£) Math. 13. v. 17. (c) Joan. 8. v. gtf.
' \d) Gene*, aa. v. 18. & atf. v. 4. (#) Ibid. 40. v. íft.
Tom. I. Aa
i86 Instrucciones
va á reynar en los Cielos y en la tierra ; adorar al Señor , á
quien el Señor hahia dicho siéntate á mi derecha (a) ; verle con
admiración vencer á sus enemigos , y hacerles postrar de-
baxo de sus pies ; comenzar á juzgar las Naciones , á llenar
las ruinas, y vacíos que los Angeles apóstatas habían dexado
en el Cielo, sustituyendo en su lugar á los justos. Me pare
ce que veo a! Santo Job que reconoce por experiencia que
su Redentor vive (¿) , que le ve ton sus ojos , si no con los del
cuerpo , como su fe le asegura que ha de verle algún dia , á
k) menos con los de su alma ; y que si mientras su cuerpo es
tá en el sepulcro , solamente vive como Dios , luego le verá
resucitar , y vivir como hombre. Me parece que veo á todos
los Santos , que preguntan al Salvador : leres tú el que has de
venir , ó debemos esperar á alguno otro (cji O mas bien , que
sin duda alguna bendicen á aquel á quien hablan esperado,
y se disponen á acompañarle en su triunfo : yo les veo ya
aparecerse á muchos , como dice el Evangelio (<¿) para hacer
participantes á los hombres , que vivían aun en la tierra de
su felicidad, y gozo.
Como no debemos sondear lo que Dios no ha querido re
velarnos, nos abstenemos de decir aquí si las almas que enton
ces estaban detenidas en el purgatorio para ser plenamente
purificadas consiguieron en este dia de triunfo su entera li
bertad , y el fin de todas sus penas. Pero lo que la fe no nos
permite poner en duda es , que este dia de triunfo y alegría
para Jos justos, fué un dia de confusión y de tristeza para
los reprobos , porque la palabra de Dios nos enseña , que no
se pasa desde el infierno al Cielo (e) , que el suplicio de los
reprobos es un suplicio eterno , y que en donde cayeren estos
desgraciados árboles , allí quedarán para siempre. Que rabia
y desesperación seria para ellos , el ver que el mismo Señor
que ponia en libertad á los justos , cerraba para siempre las
puertas de sus calabozos ; que la misericordia de quien se
na
fa) Ps. lop. v. i. seq. (b) Job ip v. a¡*. (c) M»th. u. v. 3.
(rf) Ibid. 97. t. ¿3. (?) Luc. 16. v. ad. Math. 35. v. 46. Eccie*. 11.
sobre el Catecismo. Parte I. 187
habían hurlado en otro tiempo , se burla (a) ahora plenamente
de ellos; que habiendo despreciado el hacer penitencia, ya
no hay penitencia para ellos , porque no hay redención en el
infierno (b). " ■ ■
3.0 Mas no es así , Católicos, respecto de nosotros. ¡Qué
consuelo por el contrario, qué esperanza, qué gozo debe in
fundirnos la victoria de nuestro Redentor! Porque ¿quién es
este vencedor de la muerte, sino el que ha triunfado de ella
para librarnos á nosotros de sus funestas conseqüencias?
iQuién es este vencedor , sino el Salvador mismo que se nos
ha dado1? Llenos de confianza en su bondad , defendidos con
la sombra de sus alas, unidos á él por medio de la fe qu$
obra por la caridad , ¿qué no debemos esperar de su amor y
su poder? Su amor es mas fuerte que la muerte (r) , porque ha
triunfado de ella ; $u amor es mas poderoso que el infierno,
porque le ha vencido. ¿Qué no hará el Salvador por s,us
siervos fieles no habiéndose desdeñado de baxar por sí mis
mo á los infiernos para librar á los que ama? ¡Quién no dirá
confiadamente con el Apóstol : no , de parte de mi Dios estoy
seguro, que ni la muerte , ni la vida, ni los Angeles, ni los Prin
cipados, ni las Potestades ni lo presente , ni lo futuro , ni /(►
alto , ni lo profundo , ni la violencia , ni alguna otra criatura,
nos podrá separar de la caridad de Dios en Jesu-Cbristo nues
tro SeHor\ Felices (je), pues , los que esperan en él. Si estuvie
ren muertos vivirán , y vivirán eternamente , porque él mis
mo es la vida eterna i y no abandona á los que esperan en él,
v le buscan. Amen. ../i

(a) Prov. i. v. 47. (A) Ecles. 14. v. 17. (c) Cant. 8. v. 6. (á) Román.
8-». 38. 39. (¿)Ps. t. v. 13. Joan. 11. r. 45. Ps. p. v. 11.
t
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Aa 2 INS-
i8l •' ! Instrucciones ' '
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INSTRUCCION XXII.
.-..<;. . .
SOBRE LAS ÚLTIMAS PALABRAS DEL ARTICULO QUINTO! AL TER~
V¡ ' CER DIA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS.
-.l! -í ■»'/ . ■ . ' j, ■ . " '

Si el Hijo de Dios ha sido muerto , y sepultado ; si la


muerte exerció su imperio sobre él por algún tiempo , fué
parat triunfar el Señor de ella con mayor gloria , y resucitar
maravillosamente de entre los muertos. O muerte \dónde es-1
tó tu viafotial yiírnde está tu aguijón1, pregunta con este mo
tivo et Apóstol (a). En efecto , Católicos , al tercer dia des
pués de la muerte del Salvador , que fué Domingo muy de
madrugada , su alma santísima se volvió á juntar con el cuer
po^ qüe'yáciá en el sepulcro , se unió á él para no separarse
jamás, le animó ,! y le* tornó- á ía vida que le habia quitado
la muerte : y de este modo resucitó Christo de los muertos, pa
ra no morir otra vez , ni la muerte se señoreará mas de él (ti).
A la verdad , pudo el Señor haber resucitado en el instante
después que murió , porque en todos los tiempos era Señor
de la vida, yde la muerte, pero no quiso resucitar sino al
tercero dia , esto es , después de un dia natural entero de se
pulcro ^ parte del antecedente , y parte del siguiente , pa
ra hacer constar- á todos la verdad de su muerte ; como ni
tampoco fué su voluntad dilatar su Resurrección hasta el fin
del mundo , para convencernos de que era Verdadero Dios,,
y que no resucitaba, como habían de resucitar los otros hom
bres : y también para que sé cumpliesen las Escrituras, por
que escrito está que debia ser el' Primogénito de los muer-
tos (c) , ó el Primogénito de entre los muertos (rf). Y así dice
el Apóstol : Christo resucitó de entre los muertos , y ha venido
á ser las primicias de los que mueren : porque si por un hombre
vino la muerte , por un hombre debe venir también la resur-
rec-
(a) 1. Cor. 15. y. «¡g. (b) Román. 6. (c) Apocal. 1,
(d) Colos. 1.
sobre el Catecismo. Parte I. 1 89
reccion de los muertos : y así como todos mueren en Adán , asi
todos serán resucitados en Christo. Mas cada uno en su orden:
Christo el primero como las primicias de todos , después aque
llos que son de Christo (a). Lo qual se entiende de aquella
perfecta resurrección , con que somos llamados á la vida in
mortal excluida absolutamente toda necesidad de morir , en
cuyo sentido obtiene el primer lugar Christo Señor nuestro;
pues aunque algunos fueron resucitados antes que él , queda
ron no obstante sujetos á la muerte , y fueron resucitados pa
ra morir otra vez : pero Jesu-Christo de tal manera resucitó
sojuzgada, y vencida la muerte , que no pudiese volver á mo
rir , como dice el Apóstol
Ni se ha de entender , que Jesu-Christo resucitó de entre
los muertos , por algún poder extraño , como fueron resuci->
fados otros muchos, sino que resucitó por su propia virtud, y
poder , lo qual fué singular y privativo del Hijo de Dios,
como lo insinúa el Apóstol por aquellas palabras : Aunque
fué crucificado, según la flaqueza humana , vive empero por la
virtud de Dios (c). Pues como la divinidad nunca se apartó del
cuerpo del Señor que estaba en el sepulcro , ni del alma , que
descendió á los infiernos , había virtud así en el cuerpo para
juntarse con el alma , como en el alma para volverse á unir
al cuerpo , y en efecto fueron unidos entre sí por virtud de
la Divinidad, que residía en ellos. Esto es lo que profetizó
David , diciendo : Su diestra le salvó , y su santo brazo (d).,
Y el Señor lo declaró por sí mismo, quando dixo: To de-
xo mi vida para volver á tomarla , y poder tengo para dexar-
la ; y poder también para volverla á tomar (e). Y destruir este
templo , y : yo le reedificaré en tres dias , y esto lo decía Jesús
del templo de su cuerpo (/) , según el testimonio de San Juan.
Ved ahí , amados oyentes , como debéis entender el mis
terio de la Resurrección de Christo ; el qual es sin duda el
mas importante , y el mas necesario á todo Christiano , por
que es el fundamento de nuestra fe , y de nuestra esperan
za.
(a) 1. Cor. i¿. {b) Reman. 6. (c) o. Cor. 13. (d) Ps. 97.
(í) Joan. 10. (/) Ibid. a. v. 19. ai.
190 Instrucciones
za. Dios , dice San Pedro («) , resucitó á su Hijo , y ha hecho
brillar la gloria de su Resurrección, para que fuese el grande
objeto de nuestra fe , y de nuestra esperanza. Estos son los dos
importantes fines que se ha propuesto , y que merecen nues
tras reflexiones.
Dios ha querido convencernos de los misterios de su Hi
jo por el de su Resurrección , porque la Resurrección es el
prodigio mas cierto , y la prueba mas invencible de todos
los otros. Dios ha querido que la Resurrección de su Hijo
fuese el fundamento mas sólido de nuestra esperanza , porque
la Resurrección de Jesu-Christo es el principio , la prenda , y
el modelo de la nuestra. Desentrañemos estas verdades.
i." Nos importaba infinitamente que todo concurriese á
convencernos de la verdad de este misterio , y que las pro
fecías estuviesen de acuerdo con los testimonios , y los he
chos , para que en ningún tiempo pudiese ser contradicha
sino por la incredulidad mas ciega. Así, ¿qué de luces no
derramó Dios en las Escrituras para disponernos á la fe de
este prodigio? El león de Judá (¿) que se duerme , y despierta
de suyo y quando quiere , ¿no denotaba admirablemente á
aquel que ha podido dar su vida , y volverla á tomar á su ar
bitrio? Isaac , aquel hijo de bendición, que sobrevivió á su
sacrificio , y que después de haber tenido todo el mérito de
una muerte misteriosa , vino á ser el tronco de una familia
tan numerosa , como las estrellas del Cielo (c) , y de todo el
pueblo de los creyentes , ¿no nos figuraba á Jesu-Christo re
sucitado? El grano arrojado en la tierra (d) , que muere pa
ra revivir , y que halla en la misma muerte el principio de
la fecundidad mas abundante , y Joñas sepultado tres dias
en el vientre de la ballena (e) , y que sale vivo de ella para
predicar penitencia á Nínive , ¿no son la figura mas expresa
de Jesu-Christo muerto , sepultado , y resucitado al tercero
dia , y que después instruye á sus Discípulos en las maravi
llas
(a) 1 Petr. 1. v. ai. (b) Gen. 49. o. Joan. 10. v. 18.
[e) Gen. 15. v. j. (d) Joan. ia. v. 34. S. August. *up. hunc. loe.
(e) Joan. a. v. 14.
sobre el Catecismo. Parte I. 191
lias del Reyno de Dios , y les envia á convertir á todo el
universo? ¿No predice David , que Dios no permitirá que su
Santo vea la corrupción , y que no dexará su alma en el infier
no (a) , cuya profecía debe entenderse de Jesu-Christo, según
la reflexión de San Pedro? ¿Ni cómo se pueden concordar los
caracteres del Mesías , que nos pintan los Profetas , sin su
resurrección gloriosa? ¿Cómo se puede componer lo que han
dicho de sus humillaciones , y su gloria? En su vida mortal
es un arbusto que apenas sale de una tierra seca (¿) ; y en la
gloria de su Resurrección es aquel árbol grande , cuya som
bra , y protección hacen la esperanza de todas las Naciones:
en su vida mortal es herido , y humillado ; en su Resurrección
se le reconoce por Rey de la Gloria (c). Ved ahora si con ra
zón trata á los Discípulos que iban á Emaus , y dudaban aun
de su Resurrección , de necios , y tardos de corazón para creer
lo que los Profetas hahian escrito de él (d) , y á fin de con
vencerles de esta maravilla , empezando por Moyses ,y siguien
do después todos los Profetas } les explicó ¡o que se hahia dicho
de él en todas ¡as Escrituras.
Pero ¿con qué cuidado no disponía el mismo Señor á sus
Apóstoles , y á todos los Judíos á la fe de este misterio? ¿Les
podía hablar mas claramente de él? Destruid este templo, les
habia dicho , y yo le reedificaré en tres dias {e) , lo qual decía
de su cuerpo , que era el verdadero templo de su Divinidad:
Así como Joñas , decia también , estuvo tres dias y tres no
ches en el vientre de la ballena (/) , asi el Hijo del hombre esp
iará tres dias en el corazón de la tierra. Conviene , decia
en otra ocasión , que el Hijo del hombre padezca muchas cor
sas , que sea desechado de los Ancianos , y de los Sumos Sacer
dotes , y de los Escribas , y que sea muerto , y que resucite des
pués de tres dias (g). Y para convencer aun mas claramente
á sus Discípulos de la verdad de su Resurrección, y poner
les en estado de convencer á otros , apenas resucitó , quan-
do
(a) Ps. ij. v. 10. Actor, a. v. 39. (i) Isai. $3. v. a. seq,
. (c) Ps. 85. v. p. (d) Luc 44. v. «5. (e) Joan. a. y. 19.
I/) Mata. ta. v. 4. (g) Maxc. 8. v. 31.
1 92 Instrucciones
do se apareció á la Magdalena (a) , para recompensar su
amor , á las mugeres santas que le habian seguido-, para co
ronar sus servicios ; á los Discípulos que iban á Emaus pa
ra consolarles é instruirles , á Simón , esto es á San Pedro, á
los once Apóstoles , y á los que estaban con ellos , y en fin
en una sola vez á mas de quinientos discípulos. Y no sola
mente conversó con ellos por espacio de quarenta días , sino
que comió y bebió á su presencia , para asegurarles que no
era fantasma , ni puro espíritu , y hablando al incrédulo To
mas le dixo : Mete aquí tu dedo , y mira mis manos , y trae
' tu mano y métela en mi costado , y no seas incrédulo sino fiel.
¡Así , gran Dios , habéis sabido sacar admirablemente el bien
del mal! Si las dudas de los Apóstoles fueron injuriosas pa
ra Vos , han sido muy útiles para nosotros , pues su incre
dulidad por fin convencida con las pruebas mas ciertas , es
muy ventajosa para establecer invenciblemente nuestra fe.
Los Apóstoles no querían creer la Resurrección , si no veian
á Jesu-Christo resucitado, le vieron , y creyeron en él , y
convencidos de la verdad , van á convencer á todo el uni
verso.
Por todas partes predican la Resurrección de Jesu-Chris
to, y en todas encuentran contradicciones sin número. Pero
no temen , ni los discursos de los sabios , ni los excesos de
los ignorantes. Todos convienen en el testimonio , y ninguno
se desmiente. Sostienen el misterio en medio de los mas ter
ribles suplicios , y sellan con su sangre la verdad de su tes
timonio. Hacen una multitud de milagros en confirmación de
su doctrina , y el universo en fin vencido , y convencido, ce
de á su testimonio , y cree la verdad de la Resurrección, del
Señor. ¡Milagro de los milagros , exclama aquí San Agustín!
Sin detenernos en los milagros que obraban en nombre de
•Jesu-Christo resucitado, y que por consiguiente son una prue
ba invencible de su Resurrección gloriosa , ¿qué se podrá res-
•ponder á los testigos que la aseguran , y por dónde se les
ha-
(a) Marc. 16. v. 9. Math. a8. 9. Luc. 24. Ibi. v. 34. Marc. 16. y. 14.
Luc. 34. v. 36. Joan. 10. v. 19. 1. Cor. 15. v. 6.
sobre Et Catecismo. Parte I. 19$
liará recusables? Eran hombres toscos y comunes , convengo
en ello : mas por lo mismo eran mas sencillos , é incapaces
de formar , y executar el designio de engañar á todo el
universo. ¿Qué interés les podría llevará esto,quando no es
peraban de su testimonio sino persecuciones y tormentos? ¿Con
vendrían todos en querer padecer por la mentira? ¿Podrían
hacer milagros para comprobarla? ¿Pues qué se ha de res
ponder á los muertos que resucitan , á los ciegos á quienes
dan vista , y á los enfermos que sanan repentinamente , sin
emplear otra cosa que el nombre de Jesu-Christo resucitado?
¿Qué se ha de responder á todo el universo que ha creído, .
y cree aun la Resurrección de Jesu-Christo? ,
Mas si se cree la Resurrección del Salvador , ¿qué dificul
tad se hallará en creer los otros misterios? ¿No están todos li
gados con el de la Resurrección del Señor? Porque el que
cree que el Hijo de Dios ha resucitado, cree por consiguien
te que murió, que padeció , que vivió entre los hombres , que
nació de Santa María Virgen, y fué concebido por el Espíri
tu Santo, y que es verdadero Dios , y verdadero hombre. El
que cree que ha resucitado por su propia virtud, no duda de
su divinidad, y que la vida está en él ,y es la misma vida
que ha establecido su Iglesia , y en él se han cumplido todas
las figuras, y profecías: no duda de nuestra resurrección fu
tura , ni de la verdad de todas sus promesas.
Así los Apóstoles reducían al parecer todas las pruebas
de los misterios de Jesu-Christo, y de la verdad del Evange
lio á la Resurrección del Salvador. Dios ha resucitado á su
Hijo de entre los muertos , dice San Pedro (¿>) , y le ba colmado
de gloria para que nosotros creyésemos firmemente en él. Este era
el asunto principal de su predicación ; si hablan con fuerza,
es para dar testimonio á la Resurrección de Jesu-Christo (V) ; si
convencen á los Judíos que aquel que han crucificado y hecho
morir es el Mesías , el gran Profeta que Dios les había envia
do, se sirven como de medio de la Resurrección del Salvador,
y
I («) Joan. j. 9<J. (í) 1. Petr. r. ai.
(c) Actor. 4, y. 33. Ibid. a. v. 33.
Tom.I. Bb
■9
194 •' Instrucciones
y no pueden darles pruebas mas claras de esta verdad, que
los milagros que hacen en su confirmación , á que se sigue la
conversión del mundo, que es otra nueva prueba, y al mismo
tiempo el divino fruto de la Resurrección de Jesu-Christo.
De esta suerte , Dios mió, habéis hecho salir la luz de las
tinieblas de vuestro sepulcro , para iluminar todo el uni
verso. Así vuestro sepulcro ha venido á ser glorioso y su
gloria brilla en todas las partes del mundo. Y las precaucio
nes tomadas para obscurecer la verdad de vuestra Resurrec
ción, solo han servido para que sea el fundamento mas firme
de nuestra fe , como también el fundamento mas sólido de .
nuestra esperanza,
a.° Si esperamos en Jesu-Christo solamente para esta vida,
dice el Apóstol, somos los mas infelices de todos los hombres (b)i-
y esto mismo pueden decir todos los Christianos ; porque si
para arreglar su conducta al Evangelio , es menester que se
renuncien á sí mismos ; y lleven sa cruz(c) para seguir al Sal
vador ; que crucifiquen su carne, y los deseos desordenados
para revestirse de Jesu-Christo, y de su justicia; que para
observar la ley de Dios anden por caminos ásperos y penosos á
la naturaleza (d) • serian los mas infelices del mundo, si no
esperasen que su alma vuelva ó Dios que la ha criado (e); si
no esperasen su resurrección , y la vida feliz que Dios ha
prometido á los que le aman. Pero ¿sobre qué debe apoyar el
Christiano su esperanza , sino sobre la Resurrección de Jesu-
Christo , la qual es el principio, la prenda , y el modelo de
la nuestra?
Jesu-Christo no ha resucitndo para sí solo , así como no
vivió, padeció, ni murió para sí solo. El Apóstol nos dice,
que nosotros hemos sido muertos con Jesu-Christo , sepultados
con Jesu-Christo, resucitados con Jesu-Christo (/). ¿Qué digo yo?
en algún sentido se puede decir , que estamos sentados con Je
su-Christo en el Cielo , y gozamos ya de su gloria. Porque sien
do
(«) Tsaiie ii. v. 10. (b) i- Cor. ij. v. 19. (c) Math. 16.
(d) Ps. 16. v. 4. (í) Eccics. 1a. v. ¿.
¡J) Rom. 6. v. 4. Ephes. a. v. ¿.
Sobhe Et Catecismo. Parte I. ioj"
1Ó6 Jesu-Christo nuestra cabeza , y nosotros sus miembros por
la gracia del bautismo, ya no somos sino un cuerpo con él;
«u vida es el principio de la nuestra, y su Resurrección por
consiguiente ha venido á ser el principio de la nuestra. La
ris irreccion de la cabeza es el principio de la resurrección d
los miembros. Sin la resurrección de la cabeza , seria imposi*
ble la de los miembros , sin la resurrección de los miembros-
la de la cabeza seria imperfecta , y defectuosa. Por tanto ha
biendo resucitado Christo, tenemos esperanza cierta de que'
también nosotros resucitaremos, porque es necesario que sigan
los miembros la condición de su cabeza. Así concluye su dis
curso el Apóstol en el capítulo quince de la primera carta á
los Corintios, Si en todas partes , dice, se predica , que Christo
resucitó de entre los muertos , \cómo es , que hay entre vosotros,
algunos que dicen, que los muertos no resucitarán1. Si estos que
son miembros de Christo no han de resucitar , es conseqiiencia cla
ra , que este Señor no ha resucitado. T si esto fuera cierto , vano
seria el trabajo de nuestra predicación , y en vano creeríais lo
que os predicamos:: si los muertos no han de resucitar, es cierto
que Christo no ha resucitado. Si no es cierta la Resurrección de
este Señor, es vana vuestra fe , porque vuestros pecados aun na
están perdonados. Mas no , no dudéis , hermanos mios , que Jesu-
Cbristo ha resucitado de entre los muertos, y ha venido á ser las
primicias de los que duermen (a). Sí Christianos. Jesu-Christo
ha venido á ser las primicias de los que duermen , no sola
mente porque es el primero que ha resucitado , y después se se
guirán los que pertenecen á él : sino también porque su Resur
rección es el principio de la de todo el linage humano, /we*
era muy conforme á la misericordia de Dios , que así como un
hombre nos ocasionó la muerte , de la misma suerte otro nos diera
la vida, y que así como morimos por el pecado de Adán , voivié-
tamos también á vivir por medio de Christo , y que cada uno r««
sucitará según su orden
Mas la Resurrección de Jesu-Christo es también la pren
da de la nuestra. Jesu-Christo nos ha dicho : Nadie arreba
té'
[a) i. Cor. i6, v. x». »e<j. (£) Ibid. r. ii.
Eb 2
196 'Instrucciones' '" ?■
tara mis ovejas de mi mano (a). A mí me hari sido dadas
las llaves de la muerte y del infierno. Ninguno puede cer
rar lo que yo abro , ni abrir lo que yo cierro (í). El mis
mo Salvador nos dice : que el que perdiere su vida por él,
bailará esta misma vida , y la hallará para siempre (c). Y
en fin , que los muertos que están en los sepulcros oirán al
gún día la voz del Hijo de Dios (ci). ¿Podremos dudar de
esto después que salió el Hijo de Dios de su sepulcro , pa
ra hacer oir su voz á todo el universo? Si se ha podido re
sucitar á sí mismo, ¿no podrá resucitar á otros? Yo no lo du
do , gran Dios. Yo sé por la fe como Job , que mi Redentor
•vive, y de aquí concluyo como él , que saldré del seno de la
tierra, y resucitaré en el último dia (e). ¿Y cómo resucitare?
jAh! ¿Y quién podrá saber esto? Todo lo que yo puedo decir
es que la Resurrección de Jesu-Chrlsto será el modelo de la
nuestra. Esperamos, dice el Apóstol (/}, á nuestro Salvador y
Señor Jesu-Christo, quien reformará nuestro cuerpo vil ,y des
preciable, á fin de hacerle conforme á su cuerpo glorioso , en vir
tud de aquel poder con el qual puede sujetar todas las cosas , y
hacer todo lo que quiere. Y mas claro en otro lugar: el cuerpo
al presente es arrojado como una semilla en la tierra ¿levo de cor
rupción, y resucitará incorruptible , es arrojado en la tierra dis
forme , y resucitará glorioso ; es arrojado en la tierra privada
de movimiento , y resucitará lleno de vigor • es arrojado en la
tierra como cuerpo animal 4 y resucitará como cuerpo espiritual,
porque hay cuerpo animal , y cuerpo espiritual , según que está
escrito': Adán el primer hombre ha ' sido criado con una alma vi
viente , y el segundo Adán , que es Jesu-Cbristo , ha sido llena
de un espíritu vivificante. El primer hombre como fué formado
de la tierra era terrestre , y el segundo como baxó del Cielo es
celestial. Así como el primer hombre era terrestre , sus hijos son
también terrestres■,, y así como el segundo hombre es celestial;
tus hijos son también celestiales. Como ,pues , nosotros hemos lle
va-
' *. - ** ■ «
(«) Joto. 10. «S. (£) Aprcal. 3. v. 18. Ibid. 3. t. 7.
(c) Matb. 10. 39. (rf) Juan. 5. »5> (f) Job lo. a<.
if) Philip. 3. ».
sobre el Catecismo. Parte I. 197
vado la imágcn del hombre terrestre , por la corrupción y la
muerte á que estamos sujetos , llevaremos también la imágen del
hombre celestial , por la inmortalidad y gloria de que seremos
revestidos, si lo mereciéremos por nuestras buenas obras. To
dos resucitarán en un estado incorruptible , y entonces nosotros
que hemos sido elegidos por Dios para ser tratados COn mi
sericordia , pasaremos de repente de las tinieblas de la cor
rupción y muerte , á la luz de la inmortalidad y gloria («).
Y San Pedro dice también: bendito sea Dios, y el Padre de
nuestro Señor Jesu-Christo , quien según su grande misericordia,
ii/s reegendró en el agua del bautismo , por la Resurrección de
Jesu-Christo de entre los muertos , que nos fué aplicada para
darnos una viva esperanza de que seremos resucitados algún dia
con él (b). Animémonos , pues , con esta esperanza , sigamos
las huellas de Jesu-Christo , imitemos su exemplo , pues ha
biendo imitado al primer hombre en nuestra corrupción y de
fectos , razón es que imitemos también al segundo en su rec
titud y santidad para que participemos algún dia de su Re
surrección y promesas por una eternidad en la Gloria. Amen.

INSTRUCCION XXIII.

SoBUE LAS MISMAS PALABRAS DEL ARTÍCULO QUINTO DEL CREDO;


Resucitó de entre los muertos.

Resurrección espiritual.

No es bastante , Católicos , que esperemos vivamente


la resurreccion^futura de nuestros cuerpos , es necesario que
esperemos también , y procuremos desde ahora con todo es
fuerzo y diligencia la resurrección espiritual de nuestras al
mas. Porque debéis tener entendido, que hay en nosotros otra
vida, otra muerte, y otra resurrección ademas de la del cuer
po : una vida incomparablemente mas preciosa : una muerte
incomparablemente mas funesta ; y una resurrección absolu-
u-
Ifi) 1. Cor. i¿. 4»- se* W »• Petr- x- 3*
igS Instrucciones
tamente necesaria desde la vida presente , que es el princi
pio de la resurrección gloriosa que esperamos. Es decir , que
hay en nosotros una vida que recibe el ser de la gracia de
Dios ; una muerte que nosotros mismos nos damos por el pe
cado , y upa resurrección espiritual, que es la santificación de
nuestras almas. La muerte entró en el mundo por el pecado , di
ce el Apóstol (a), y del primer hombre pasó con el pecado á
todos sus descendientes. Nosotros, dice San Agustín (¿) , hemos
muerto en el alma y en el cuerpo ; en el alma por el pecado , en
el cuerpo por una justa pena del pecado , y de consiguiente por el
pecado mismo. El pecado es la muerte del alma , porque la se*
para de Dios , que es su vida , y su verdadera vida... El alma
pierde su vida , perdiendo su luz y sabiduría que es Dios mismo',
el cuerpo pierde su vida perdiendo al alma, y esta muerte es el (c)
estipendio del pecado que hace criminal al alma. Estas dos muer
tes exigían necesariamente dos resurrecciones que fuesen el
fruto de la Resurrección del Señor. Y es así que á estas dos
muertes, dice el mismo Santo (ct) , no ha opuesto el Salvador si
no una sola muerte , que es la muerte de su cuerpo , porque siendo
¡nocente y la inocencia misma , era incapaz de morir en el alma
por el pecado. Por su única Resurrección nos ha procurado la re
surrección del cuerpo , y la del alma. La del cuerpo no se cumplirá
basta el fin de los tiempos, quandp será consumada la justificación
de los elegidos. Entonces todos seremos semejantes á Jesu-Christo
porque lo veremos como él es en ú(e):pero el alma debe resucitar
desde ahora por la penitencia. Esta resurrección , esta vida nueva,
esta vida de gracia , esta renovación del hombre interior comienza
mi presente por la fe , por la qual creemos en aquel que justifica al
pecador y al impío. Tal es , Christianos , el fin de la Resur
rección de Jesu-Christo, porque Jesu-Christo, dice el Após-
' tol (/) : resucitó para nuestra justificación ; resucitó para que
siendo muertos al pecado, vivamos para la justicia , dice S. Pe
dro y la justicia misma sea nuestra vida. Era necesario,
«Ji
fa) Rom- J. lí. 17. (b) Lib. 4. de Trnit. c. 3. & 4.
(*) Rom. 6. 43. \d) Ubi supra. (?) 1. Joan. 3. a. (/) Rom. 4. *j.
(g) 1. Petr. a. 14.
sobre el Catecismo. Parte I. 199
dice el mismo San Pablo (a), que todos fues:n vivificados en
Jesu-Christo , y por Jesu-Christo , así como todos fueron muer
tos en Adán , porque todos perdieron en él la vida de la gra
cia. Todos, dice en otro lugar (b) han sido muertos en Adán,
y por todos ha muerto Jesu-Christo , á fin que los que viven , no
vivan ya para sí mismos , sino para aquel que murió y resucité
por ellos.
La primera vez que hemos resucitado por Christo á la vi
da de la gracia y fuimos hechos nuevas criaturas en el mismo
Jesu-Christo, ha sido en el bautismo. Porque allí fué quando
estando muertos por el pecado, Dios que es rico en misericordia,
llevado del amor extremo con que nos ha amado , nos dio la vida
en Jesu-Christo, por cuya gracia hemos sido salvados , y nos resu
citó con él... para hacer brillar en los siglos venideros las sobre- '
abundantes riquezas de su gracia , por la bondad que nos ha tes- *
tificado en Jesu-Christo. Porque nosotros somos obra suya tan
to en el orden de la gracia , como en el de naturaleza , ha
biendo sido criados en Jesu-Christo (c).
¡Felices los que han conservado esta nueva vida, y no
han vuelto á morir por el pecado! ¡Qué consuelo para ellos!
¡qué gozo, qué esperanza! Pero en fin, si por un efecto de
nuestra fragilidad tuviéremos la desgracia de recaer en la
muerte , recayendo en el pecado , ¿qué otro remedio sino el
de la penitencia , y de resucitar de nuevo con Jesu-Christo
por su gracia?
Sin esta resurrección, Católicos , la vida del cuerpo seria
inútil , y se podria decir , que no vivíamos. Tu pasas por vi-
vo , dice Christo á un pecador , y eres muerto (d). Porque de
lante de Dios , ¿qué es una alma en el pecado, sino una alma
muerta , y que lleva á todas partes su sepulcro , como dice k
un Padre de la Iglesia , un cadáver corrompido , cuya po
dredumbre es insoportable? Su boca dice el Profeta (e), es un
sepulcro abierto, que exhala álitos venenosos y corrompidos.
Pecadores , ved ahí lo que sois , y si no lo creéis, sino lo veis 1
si-
00 1. Cor. 1 g. <íi. (b) ». Cor. g. 14. seq. (e) Ephes. a. 6. seq. 1
W) Apocal. 3. v. 1. (#) Ps. 13. v, j.
aoo Instrucciones
sino lo sentís , vuestra misma insensibilidad es la prueba de
que estáis muertos. Ved ahí lo que sois aun quando vivís y
conversáis con los hombres , aun quando sois mas activos en
los negocios del mundo y de las pasiones. El que no ama per
manece en la muerte, dice San Juan (a) , la prudencia de la car
ne es muerte , dice San Pablo (¿) , el pecador está muerto,
quando vive en las delicias , porque la vida en el pecado , no
es vida, ¿y qüál puede ser, Dios mío, la vida de un hom
bre separado de Vos , que sois la verdadera vida?
Es , pues , necesario que procuréis vivir , y resucitar con
Christo por medio de la penitencia. Pero esto es poco. Es
menester que resucitéis como Jesu-Christo , esto es , que su
Resurrección sea el modelo de vuestra resurrección espiri
tual. Porque nosotros, dice el Apóstol (c) , hemos sido sepulta
dos con Jesu-Christo por el bautismo en su muerte , para que asi
como Jesu-Christo resucitó de entre los muertos por la gloria , y
el poder del Padre , así nosotros caminemos en una vida nueva : y
llevemos en nosotros la imágen del hombre celestial , que es Jesu-
Christo resucitado (d). Nuestra resurrección , pues , debe ser
como la suya , verdadera , constante , y perfecta. / :
i ,° Resurrección verdadera , primer carácter de la Re
surrección de Jesu-Christo , y que debe serlo también de la
nuestra. En Christo nada hay figurado , nada aparente, nada
epgafioso , todo es verdadero. Jesu-Christo resucitó verdadera
mente , decían los Discípulos del Señor á la vuelta de Etnaus
á los once Apóstoles. Su alma fué reunida verdaderamente a
su cuerpo , y volvió á tomar verdaderamente la vida que ha
bía sacrificado por nosotros, y así como verdaderamente ha
bía vivido entre los hombres , y murió verdaderamente por
ellos, así también resucitó verdaderamente para ellos. Y para
convencerles de esta verdad , se apareció muchas veces á sus
Discípulos después de su Resurrección , comió y bebió con
ellos , se dexó tocar de ellos , y permaneció quarenta dias co»
ellos, para instruirles en las cosas del Reyno de Dior.
Nos-
te) i. Joan. 3. v. T4. (f>) Rom. 8. t. €. 1. Thimoth. 5. y. 5.
(c) Roma». 6. 1. 4. {d) 1. Cor. 15. v. 49.
•-

sobre el Catecismo. Parte I. 30 r


Nosotros debemos también resucitar verdaderamente , pa
sando verdaderamente del pecado á la gracia por medio da
una verdadera conversión de corazón. Es necesario que se
pueda decir de un Christiano , lo que se dixo de Jesu-Chris-
to : Resucitó , no está aquí. ¿Por qué buscáis entre los muertos
al que vive (0)? Es necesario que el Christiano resucitado
no sea ya el que erales decir, que tenga una vida entera
mente nueva : que el que hartaba, no hurte ya 5 sino que tra
bajando con sus manos se ponga en estado de socorrer á los me->
nesterosos , como dice San Pablo (b) ; que los que corrían co~
mo animales sin razón tras los placeres impuros (c) , no sigan
ya los deseos desordenados de la carne , ni hagan servir las
potencias del alma , ni los miembros del cuerpo de armas,, é.
instrumentos á la injusticia ; en una palabra : que el pecado no
reyne mas en ellos (d). Sin esta mudanza de corazón , no hay
resurrección verdadera , y todas las absoluciones , confesiones,
y comuniones , todas son inútiles , y sacrilegas. Los Apósto
les no desataron i Lázaro sino después que Jesu-Christo le
habia resucitado (<?). Ni se dio de comer á la hija del ArchU
sinagogo, sino después de haberla resucitado Jesu-Christo (/),
Confesores , ved ahí la conducta que debéis imitar en la ab
solución de los pecados , experimentando á los penitentes de
una confesión para otra , «i queréis desempeñar exactamente
vuestro ministerio. Si los penitentes han resucitado verdade
ramente deben dar pruebas de vida , y estas pruebas son las
obras de piedad , y caridad , pero de una piedad sincera, de
una caridad verdadera, Si Jesu-Christo está en ellos , es prue
ba de que han resucitado verdaderamente con él ; si no está
en ellos , su resurrección ha sido una ilusión , una fantasma.
¡AyJ Quántas fantasmas de resurrecciones , y conversiones se
ven , que solo lo son en la apariencia.
i,t Pero, la resurrección verdadera debe ser constante.
Jesu-Christo una ves resucitado , «o muere mas , la muerte no
se
(«) Lúe, 94. v. 6. (#) Ephe». 4. ?8,
(c) s. Petr, ». 1». & Ephes. 4. iq. (rf) Román. <f. r. 1». 13.
(f) Joan, 1». v. 44. (/) M»rc. $. t. 43.
Tm, I. Co
203 Instrucciones '
s? señoreará mas de él (a). Y esta es en efecto la diferencia
que hay entre la Resurrección de Jesu-Christo , y la de los
otros muertos á quienes él resucitó. Lázaro fué resucitado, mas
para morir otra vez , dice San Agustín La bija del Archi-
sinagogo fué resucitada , mas para morir segunda' vez. El hijo
de la viuda de Nain fué resucitado , pero después de su resurrec
ción quedó aun sujeto á la muerte. Tal es la suerte , y condición
de estas resurrecciones pasageras. Mas no es lo mismo de la re
surrección de Jesu-Christo , porque ha resucitado para no morir
jamas. Pues así debe ser nuestra resurrección, Católicos.. Por
consiguiente , léjos de nosotros aquellas vergonzosas alterna
tivas de confesiones y recaídas por las quales unas llagas se
suceden á otras , y haciéndonos semejantes al perro que vuel
ve á su vómito , como dice San Pedro (c) , nos ponemos en un
nuevo estado peor que el primero. ¡ Ah I un corazón bien mu
dado , bien convertido , bien penetrado del dolor de sus pe
cados , ¿tomaría en tan poco tiempo disposiciones tan contra
rías? Semejantes resurrecciones ¿son un verdadero tránsito de
la muerte á la vida , del pecado á la gracia , pregunta San
Bernardo (djl To he lavado mis pies , decia la Esposa de los
Cánticos (e) , \cómo, pues , los mancharé de nuevol He dexado
mi ropa , \cómo , pues , la volveré á tornar! ¿Quién no sabe que,
el que habiendo echado la mano al arado vuelve atrás, no es á pro
posito para el Reyno de Dios, según la sentencia de Jesu-Chris
to (/)? ¿Podrémos olvidar que la muger de Lot fué conver
tida en estatua de sal por volver á mirar á Sodoma después de
haberla dexado (g)"i Sin embargo , ¿quántas resurrecciones
pasageras , quántas conversiones de algunos momentos , ó a
lo mas de algunos dias se ven entre los Christianos , especial
mente en el tiempo de Pascua? ¿Son estas conversiones ver
daderas? Habiendo sido muertos por el pecado , }ccmo viviremos
gun para el pecado y decia el Apóstol (¿)? Yo sé que el hombre
es

(a) Román. 6*. v. o. (¿) lo Ps. lag. (c) a. Petr. a. v. ai. & Mato.
11. v. 45. (rf) Serm. in die S. Pasch. (?) Cant. g. v. 3.
(/) Luc. 9. v. 6a. {g) Ibid. xa. v. 3a. Genes. 10. r. a<5.
|í>) Román. 6. v. a. 3.
SOBRE EL CaTECISIVÍO. PaRTE I. 20 J
ts frágil , y puede perder la gracia que ha recibido. Pero Je-
su-Christo resucitado no es su Protector , y su fuerza , ¿y la
gracia no sirve para que el hombre obtenga la perseveran
cia en ella? ¿No es la sal divina que le preserva de la corrup
ción (a)? No es el bálsamo de Galaad , que cura las llagas,
y cierra las cicatrices? Es verdad que la llevamos en vasos
frágiles , ¿pero no se nos da para remedio de nuestra fragili
dad? ¿Y la pérdida de un tesoro tan precioso no proviene del
menosprecio que hacemos de ella , ó de la imprudencia con
que la exponemos en muchas ocasiones?
3.0 Mas aunque nuestra resurrección sea constante , de
bemos trabajar aun por hacerla perfecta á fin de que sea se
mejante á la de Jesu-Christo , ¿y en qué consiste esta perfec
ción? Jesu-Christo resucitado nada conserva del estado de
muerto , ni aun de mortal , porque resucitando , se despojó
de toda nuestra mortalidad , como dice el Evangelio (b). El
conserva el mismo cuerpo en quanto á la substancia , pero muy
diferente en quanto á la gloria , dice San Gregorio Papa (i).
La naturaleza persevera la misma , pero se han mudado las
qualidades , dice San León (d). El cuerpo que pudo ser cruci
ficado , vino á ser impasible : el cuerpo que pudo ser muerto, vino,
á ser inmortal : el cuerpo que pudo ser herido , vino á ser in
corruptible.
Por estas qualidades , Christianos , debéis, reconocer si
vuestra resurrección es conforme á la de Jesu-Christo. ¿Se
puede decir de vosotros , que sois los mismos en quanto á la
naturaleza , pero muy diferentes en quanto á las qualidades,
esto es , en quanto á las costumbres? Rompisteis todos los la
zos que os aprisionaban como al fuerte Sansón (e) , y os im
pedían uniros mas y mas á Jesu-Christo? Las buenas obras
que hacéis ¿son como un vestido de gloria que os cubre, co
mo una luz brillante que alegra á los hombres , y les condu
ce á glorificar á vuestro Padre Celestial (/)? La nueva vida
que
(o) Marc. 9. v. go. Jerem. 8. v. 11. ». Cor. 4. v. 7.
[b) Luc. 18. Mire. 16. Ljc. a». Joan. ao. & ai. (c) Homil. 16*.
(d) Serm. 1. de Returr. Chr. {e) Jud. 15. r. 14. (/) Mach. 5. r. 16.
Ce 2
204 1 Instrucciones •'
-que habéis recibido os inspira el deseo de ser mas perfectos?
Habiendo resucitado con Christo , ¿vivis ya con la vida del
mismo Jesu-Christo? ¿Vivis vosotros para Dios como Je-
su-Christo'i Tal debe ser vuestra resurrección para ser per
fecta. Si vivis aun en el mundo, á lo menos no debéis ser ya
del. mundo Si las necesidades de la vida presente , si las
obligaciones de vuestro estado os precisan á vivir en el mun
do, y conversar con los hombres , la inclinación de vuestro
corazón debe fijarse en las cosas del Cielo. Si ya resucitasttii
con Christo , dice el Apóstol , buscad las cosas que están en h
Mito , donde Christo está sentado á la diestra Dios ::: saboreaos
en las cosas de lo alto , y no en las de la tierra (r). Si habéis
venido á ser nuevas criaturas en Jesu-Christo , todo debe
ser nuevo en vosotros , nuevo corazón , nuevos pensamien
tos , nuevos deseos , nuevas ocupaciones. De suerte que so
lamente lo verdadero , lo casto , lo justo , lo santo , te amable,
lo virtuosa , laudable y arreglado debe ocupar vuestros pensa
mientos y deseos (</). El Dios de la faz fue ha resucitado- de
entre los muertos al gran Pastor de las ovejas (e) Jesu-Chris
to , os haga cumplir su vohintad en todas las cosas , á fin
de que viviendo ahora para Dios en Jesu-Christo resucitado,
viváis después eternamente con él en ia gloria. Amen..

(o) Roraao. 4. {b) Cor. ia. v. 9, («) Coló». 3. v. a. & 3*


\d) Philip. 4. v. 8. (e) H«br. 13. y. ao.

.;. .. ■• . -i '« 'y • 1 ■' O.' , ! •. . '»


/ .! 1 ' * V' li. '■• 1 ■.».'■ . • • . ;

AR
sobre el Catecismo. Parte I. %o$

ARTÍCULO SEXTO DEL CREDO.

subió A los Cielos, r está sentado á la diestra de Dios


Padre Todopoderoso.

INSTRUCCION XXIV.

SOBRE LAS PRIMERAS PALABRAS DEL ARTICULO SEXTO:

Subió á los Cielos» <

JOespues de haber triunfado Jesu-Christo de la muerte,


y del infierno ; después de haber convencido al mundo de su
Resurrección gloriosa ; después de haber instruido , consola
do, fortalecido , y bendecido á sus Apóstoles , sube al Cielo
á presencia de ellos en cuerpo y alma en quanto hombre;
porque en quanto Dios nunca se ausentó de él, como quien
llena todos les lugares con su Divinidad. Sube al Cielo , no
como Elias que fué llevado á él por virtud agena en un car
ro de fuego (<*) , ni como Habacuc (h) , y San Felipe Diáco
no , que levantados en el ayre por virtud divina , anduvié-
ron largos espacios de tierra (r) , sino por su propia virtud;
y no solamente por la virtud de la Divinidad , que le era
prepria , sino también por su propia virtud aun en quanto
hombre. Pues aunque esto no pueda hacerse por virtud na
tural , sin embargo aquella virtud que tenia el alma glorio
sa de Christo, pudo mover al cuerpo según quiso ; y el
cuerpo que ya estaba también dotado de gloria , obedecia V m
con facilidad al imperio del álma que le movia. Y por esta
razón creemos , que Jesu-Christo subió á los Cielos por su
propia virtud , esto es, por la virtud que le convenia , y era
propia como Dios , y como hombre.
¡Qué espectáculo , oyentes , el ver á Jesu-Christo , que
sube en triunfo á tomar posesión de su reyno ! Gentes todas,

la) 4. Reg. *. (¿) Daniel. 14. (e) Actor. 8.
206 Instrucciones
decía David contemplando este misterio , dad palmadas de re
gocijo , y cantad loores á Dios con voces de alegría : sube Dios
á lo alto con júbilo (a). En efecto el Cielo, y la tierra se lle
nan de admiración , y de gozo. Los Apóstoles , y Discípulos
que fueron testigos de la Ascensión de Jesús , no le perdie
ron de vista, hasta que una nube luminosa le ocultó á sus ojos(¿>),
ni dexáron de mirar al Cielo , hasta que un Angel les dixo,
que Jesús á quien veían subir asi al Cielo , debia venir algún
dia en todo el resplandor de su gloria (V). Los justos resuci
tados , que acompañaron al Salvador , publicaban la gloria
de su liberador ; y los Angeles atónitos se decían unos á
otros : ¿Quién este Rey de la gloria (d)1 No porque le descono
ciesen , sino porque le admiraban , y adoraban. El Padre le
recibió como á su Hijo amado , le comunicó toda su gloria, y
sujetó á él todas las cosas. ¡Qué triunfo! Triunfo el mas glo
rioso para Jesu-Christo : y el mas dulce , y lleno de consue
lo para nosotros.
i.° La Escritura hablando del Hijo de Dios , junta mis
teriosamente tantas humillaciones con tanta gloria , que pa
rece imposible reunirías en una misma persona ; y esto es lo
que engañó á los Judíos carnales , para no reconocerle por
Mesías : porque no podían comprehender , que el Hijo de
Dios pudiera ser á un mismo tiempo el hijo del hombre ; que
el que habían visto nacer como un delgado arbusto de una
tierra seca y estéril (e), fuese al mismo tiempo el grande ár
bol , que debia cubrir con su sombra á todas las Naciones: que
el que había sido muerto como un cordero , fuese el león de la-
Tribu de Judá : que la piedra que los arquitectos habían despre
ciado , fuese la principal piedra del ángulo. Mas por la Ascen
sión del Señor se concilian estas marivillas ; y se comprehen-
de que el Hijo de Dios , cuyo trono es el Cielo , y la tierra la
peana de sus pies (/) , quiso humillarse haciéndose obediente
hasta la muerte, para ser exaltado , y que la gloria de su Pa
dre
(a) Ps. 45. (¿) Marc. 16. v. 10. Actor. 1. v. 9. & 10.
(c) Acror. 1. v. 1 1. (rfi Ps. 13. v. 8. (?) Isai* 53. r. «.
(/) IWd. óp. v. 1.
sobre el Catecismo. Parte I. 207
dre fuese el fruto de sus trabajos, y la recompensa de sus
méritos. Por esto si subió al Cielo fué después de haberse hu
millado hasta la tierra , si subió hasta lo mas alto (a) de los
Cielos , fué después de haber descendido á las partes mas baxas
de la tierra.
En la tierra fué un Dios oculto , un Dios desconocido
aun de los suyos , en su Ascensión es un Dios rodeado de glo
ria. En la tierra fué despreciado de los hombres, perseguido,
crucificado ; en su Ascensión es adorado de los hombres , glo
rificado por los Angeles. En la tierra pareció menor que los
Angeles (ti) ; en su Ascensión fué elevado infinitamente sobre
ellos ; y coronado de honor y de gloria. En la tierra fué humi
llado, y menospreciado como el último de los hombres (c); en
su Ascensión, se le sujetáron todas las cosas, Cielo, tierra , An
geles , y hombres. El Señor dixo á mi Señor ( Dios Padre á su
Hijo ) : Siéntate á mi derecha : mientras pongo tus enemigos pos
trados debaxo de tus plantas (d). El Hijo de Dios desarmó por
sí mismo á sus enemigos, esto es , á las Potestades del siglo,
y las llevó en triunfo á vista de todo el mundo , después de haber
las vencido con su cruz (e). Bebió del agua del torrente , y por
tanto levantó la cabeza, subió al Cielo lleno de resplandor , y
de gloria.
iQuién es este que viene de laJdumea, dice Isaías (/)? ¿Quién
es este, cuya ropa está teñida, no de sangre extraña, sino de
su propria sangre , cuya hermosura es realzada por el res
plandor de sus vestidos, y demuestra en sus pasos la grande
za de su poder? iQuién es este Rey de la Gloria (gji Es el ver
dadero David que venció á Goliat, no con las armas de Saúl,
es decir , no con el poder humano, sino con la virtud de su '
cruz , y entra en triunfo en la celestial Jerusalen. iQuién es
tste Rey de la Gloriad Es el Señor- fuerte , y poderoso , el Señor
poderoso en la guerra. Es el Señor que sube al Cielo entre las ;
■ 1 • acla-

(«) Ps. 6-¡. v. ia. Ephes. 4. v. 8. (í) Ps. 8. v. 6. Hebr. a. v. 9.


(c) Isaías $3. v. 3. 1. Cor. ig. v. 47. Hebr. a. v. 8. Ps. iop. v. 1. a. 8.
{d) Ps. 100. (í) Colos. a. v. 15. (/) lsaise 53. v. 1.
(g) ps- »3- v. 8. i.Reg. 17.

I
oo 8 Instrucciones
aclamaciones de los Angeles , y al ruido de las trompetas (a).
Ya se pasó el tiempo de las humillaciones , y ha llegado el
tiempo de la gloria : el cáliz del gozo ha sucedido al cáliz
de dolor. Después de haber empleado el tiempo de su vida
mortal en ganar á su esposa, como otro Jacob con su traba
jo, y á costa de su misma sangre, entra por su Ascensión en
la sala del festín para celebrar sus bodas : para saciarse , y
saciar á sus amigos con un torrente de delicias (Ij). ¡O gozo!
jO festín! ¡O delicias! ¿Quién podrá comprehenderlas? \0
quién nos diera el subir no solamente al Ta.bor con San Pe
dro, para ver allí una ligera chispa de la gloria del Salva
dor (í); no solamente al monte Horeb con Ellas para ver
allí la gloria del Señor baxo una figura ejstraqa (d) \ no so
lamente al tercer Cielo con San Pablo para oir allí palabra*
inefables {e) ; sino á lo mas alto de los Cielos, para ver allí
á. Jesu-Ch fisto sobre su Trono á la diestra de Dios Padre,
acompañado de toda la corte celestial , derramando por to- -
das partes delicias y gozo j y comunicándose, á todos sin re
serva!
Pero ¿quien tendrá esta dicha, Católicos? ¿Quién , dice el
Profeta (/), será digno de subir al monte del Señor , y quién
tendrá la felicidad de permanecer en su Santuario! ¿Quién? el
inismo Profeta lo dice: el que tiene las manos inocentes , y el co
razón puro , y no engañó á su próximo con juramentos falsos. Es»
te recibirá la bendición d«l Señor , y la misericordia de Dios su
Salvador, porque nada impuro entrará en el Cielo (g). El que tie*
ne las manos inocentes, y Ubres de toda injusticia, d«? toda
violencia, y de toda mancha , porque á este pertenece levan*
tar las manos al verdadero Santuario (h), El que tiene el co
razón puro , porque no es bastante qm? lo sean las manos , es
decir que las acciones sean puras , es necesario que lo sea
también el coraron , esto es , Jas intenciones, y afectos, Bien"
aventurados los que tienen el corazón puro porque ellos verán á
Dios
(#) Ps. 4<í. v. g. (b) Pj. 3$, v. 9. (e) M»th. 17, v. 4.
id) 3 Reg. ij>. (í) Cor. %%, v. 4. (/) Ps, 14. v, j,
(¿) Apoc»l. 31. 17. (/.) Pj. 113. y. 3,
sobre el Catecismo. Parte I. 209
Dios (a). El que tiene la lengua pura ^ y no manchada con la
mentira, el perjurio , la murmuración, la calumnia , porque á
este pertenece seguir al Cordero (b). El que no ha recibido en
vano su alma , es decir , el que no ha seguido la vanidad , y
ha hecho de su alma el uso para el qual la ha recibido. Por
estas señales, Católicos, debéis conocer vosotros si seréis del
mimero de los dichosos , que seguirán á Jesu-Christo en su
gloria , y participarán del fruto de su Ascensión á los Cielos,
cuya esperanza llena de consuelo á los siervos de Dios.
2.0 A la verdad, si Jesu-Christo hubiera subido á los Cie
los para sí solo , nosotros nos interesaríamos menos en su glo
ria , y su Ascensión debería al parecer desconsolarnos y afli
girnos , supuesto que nos privaba de la presencia sensible de
un Dios tan caritativo y tan bueno, y de la inestimable ven
taja de conversar con el que está lleno de gracia , y de verdad^
y es la sabiduría eterna (f). Y esto era en efecto lo que
afligía á los Apóstoles , quando les declaró el Hijo de Dios,
que iba á separarse de ellos, para volver á su Padread) , porque
no comprehendian aun los saludables frutos que debían sacar
de la Ascensión del Señor , la qual debia ser para ellos , y
para nosotros una fuente inagotable de consuelos , y bienes.
¿Y por qué esto? Lo primero , porque Jesu-Christo debia
consumar en su Ascensión la obra de nuestra santificación. Lo
segundo porque entrando en su gloria aseguró á sus escogi
dos la posesión de ella.
Después de habernos redimido el Hijo de Dios cen su
preciosa sangre , restaba , que nos hiciese recoger todo el fru
to de nuestra redención , subiendo á los Cielos. Era necesario
que la sangre de esta adorable víctima fuese llevada al San
tuario , para consumar el sacrificio de expiación , y que to
dos los pueblos fuesen purificados con ella. Esto se nos figu
raba todos los años en la ley antigua , quando el gran Sacer
dote , en el sacrificio general de la expiación , no se conten»-
taba con la inmolación de la víctima, sino que pasando el se-
• , , _„ ... -{ ... , . , gun-
. (a) Math. $. v. 8. (í) Apocal. 14. y. 4. (c) Joan. 1. r. 14, .
(¿1 Jcan. 16. v. 6. ........
Tom. I. Dd
2i6 Instrucciones ' *
gundo velo, y entrando en el Santo de los Santos (a) , esto es,
en la parte mas íntima y sagrada del Templo , ó Tabernácu
lo que no executaba sino esta sola vez , entraba allí con la
sangre de la víctima , y la presentaba á Dios. En lo qual se
figuraba , según el Apóstol (b) , que Jesu-Christo debía en
trar algún dia en el verdadero Santuario , que es el Cielo, pa
ra presentarse por nosotros delante de Dios. ¡Qué gozo , pues,
qué consuelo para nosotros al ver que Jesu-Christo no con
tento con haberse cargado de nuestros pecados , para satisfa
cer por ellos , se separa por algún tiempo de los hombres pe
cadores que viven en la tierra , para ir á presentar á su Pa
rtiré la sangre preciosa que habia derramado por ellos! ¡Qué
frutos no debemos esperar de esta consumación de sus miste
rio*! Para nosotros , pues, entra en el Cielo Jesu-Christo , el
Pontífice Santo, inocente , y sin mancha (ít) , supuesto que entra
en él , para continuar en nuestro favor las funciones de su
sacerdocio , viviendo siempre para interceder por nosotros
que entra en él para presentar á Dios Padre la sangre que
derramó , el cuerpo que sacrificó , la muerte que sufrió por
nosotros ; siendo las llagas que conservó en su cuerpo resu
citado otras tantas bocas que hablan en favor nuestro , y
á cuya eficacia no resiste la ira del Padre Eterno : que entra
en él para hacer por nosotros el oficio de Abogado cerca del
Padre. . •• . ' , .- > •
¿Qué mal pleito, Christianos, tendríamos nosotros, si Je
su-Christo no hiciera delante del Padre el oficio de Aboga
do nuestro? ¿Pero qué debemos temer baxo su protección po
derosa? Si decimos que no tenemos pecado, escribe San Juan
nos engañamos á nosotros mismos , mas si somos pecadores, añade
este Apóstol , debe animarnos , el que tenemos á Jesu-Christo
justo por Abogado , ¿ intercesor ante el Padre. Si nos dexa , y
se sube al Cielo , no por eso nos olvida. No se turbe vuestro
corazón , nos dice, no os dexaté huérfanos (g). El mismo queda
. ( i,v . ■ • >•"'- con

(a) Levit. 16. (f>) Hebr. 9. v. «4. (c) Hebr. 7. v. 16.


(d) IbM. v. ig. (e) Jotn. no. v. ao. (/) 3. Joan, i. vi 1. v. 1.
(g) Joan. 14. v. 1. 17.
sobre el Catecismo. Parte I. 211
con nosotros hasta la consumación de los siglos, no solamente por
la presencia real de su sagrado cuerpo en el Sacramento de
la Eucaristía, sino también por su espíritu, y por la pro
tección con que nos socorre y defiende. Porque desde el Cie
lo derrama sobre nosotros una multitud de inexplicables bie
nes, como mucho antes lo había profetizado David , según
la interpretación del Apóstol , por estas palabras : sabiendo á
lo alto, llevó cautivo nuestro cautiverio , y repartió sus dones á
¡os hombres (a) : les envió su divino Espíritu para consumar
la obra de nuestra santificación. Con esta esperanza consolaba
el Señor á sus Apóstoles y les hacia entender las ventajas de
su Ascensión , diciéndoles: Convieneos , que yo me vaya : por
que si no me fuere , no vendrá sobre vosotros el Espíritu Santo,
mas si me fáere , os le enviaré (b). Vendrá sobre vosotros el
Espíritu de verdad , que convencerá al mundo de sus pecados (c),
de la falsedad de su pretendida justicia , de la verdad del
juicio , que debe condenarle algún dia , si permanece incré
dulo á mi doctrina. El mundo no puede recibirle porque no le
ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis, porque habitará con
vosotros , y estará en vosotros (W). El os enseriará toda verdad^
y os descubrirá las cosas que están por venir (e) : dará testimo
nio de mí , y os pondrá en estado de que también, vosotros deis
testimonio por todo el universo (/). El os llenará de sabiduría,
y de una sabiduría , á que no podrán resistir vuestros enemi
gos (g). Quando fuereis llevados ante los Reyes y Magistra
dos no tenéis necesidad de discurrir lo que habéis de respon
der , porque el Espíritu Santo que estará en vosotros os sugeri
rá lo que habéis de responder , y él mismo hablará por vuestra
boca (A) : os llenará de consuelo , y de fuerza , jorque es el
Espirita consolador , y la virtud del Altísimo (i). ~
Tales son los frutos de la Ascensión de Jesu-Christo, que
el mismo Salvador prometía á sus Apóstoles , y en ellos á
nos-
(o) Ephes. 4. v. 8. (£) Joan. 16. v. 7. (e) Ibid. v. 8.
(d) Ibid. 14. v. 17. (e~) lbid. 16. v. 13. \f) Joan. ij. v. *6.
{g) Luc. ai. v. 15. 16. (b) Joan. 14. v. tú. («") Joan. 14.
t. 16. Luc. 34. v. 49.
Dd2
212 Instrucciones. •«
nosotros, su Espíritu, y los dones de su Espíritu , el espíritu
de sabiduría y conocimiento, el espíritu de consejo y de fortaleza,
el espíritu de ciencia y de piedad , y el espíritu de temor de
Dios (a). Verdaderamente se puede decir con el Apóstol , que
subió el Señor á el lugar mas elevado de los Cielos, para
llenar todas las cosas (¿) , á los Cielos de su gloria , y á la
tierra de sus dones.
Ni solamente ha dado á los fieles los dones de su Espíri
tu , sino que como cabeza de su Iglesia , dice el mismo Após
tol (c) , tiene cuidado de ella , aunque está privada^ de su pre
sencia visible ; y por la grande providencia con que la rige,
dispuso que en ella hubiese apóstoles , Profetas , Evangelistas,
Pastores ,y Doctores , para que cumpliendo cada uno con la gra
cia comunicada , y ministerio encargado , atendiese á la perfec
ción de los fieles , y procurase construir , y conservar este cuerpo
místico de la Iglesia :: así como el cuerpo humano comunica desde
el celebro el movimiento y la vida á las demás partes, y nervios
que tienen su origen en la cabeza , y reparte á cada miembro los
espíritus necesarios para las funciones , que le son proprias ; de la
misma suerte Jesu-Christo como cabeza de la Iglesia, da á sus
miembros los fieles unidos á él por fe y caridad la vida de la gra
cia , y los dones necesarios para el desempeño del ministerio , que
ba asignado á cada uno , para que cotí esta diversidad de gra
cias unidas entre sí por la caridad, llegue la Iglesia á la perfec
ción que debe tener. Siendo , pues , la Ascensión el origen de
todas estas riquezas espirituales , ¿qué alegría no deberá in
fundirnos la memoria de este misterio? Pero ¿qué motivo de
consuelo debe ser para nosotros el considerar que Jesu-Chris
to subiendo al Cielo nos asegura nuestra futura gloria , á que
se ordenan todas estas gracias?
En efecto , esto es lo que nos aseguran todas las qualida-
des baxo las quales el Hijo de Dios sube al Cielo en su As
censión triunfante. Jesu-Christo sube al Cielo como hombre,
y entra en él para todos los hombres. En él ha sido elevada
nuestra naturaleza, y nosotros seremos elevados por él, quando
ile-
(o) Isaiae ii, v. a. (£) Epbe». 4. v. 8. (c) Ibid.
sobre el Catecismo. Parte I. 213
llegare el tiempo de nuestra resurrección. Así lo declara el
Apóstol diciendo : Al oirse la orden de Dios , y el eco de la
tremenda voz de un Arcángel semejante al de una trompeta , el
Señor baxará del Cielo , y resucitaran en un momento ¡os que hu
bieren muerto creyendo en Jesu-Christo. Luego los que hasta en
tonces viviéremos , seremos elevados con los justos sobre las nubes
para salir al encuentro á Cbristo 4 y acompañarle gloriosos al CL-
¡0 donde permaneceremos con él (a). De suerte que lo que él hi
zo por su propria virtud , lo haremos nosotros en virtud de
su palabra , y por el ministerio de los Angeles. Consolaos,
pues , concluye el Apóstol , recíprocamente con estas verdades
en la penalidad de esta vida. Jesu-Christo entra en el Cielo
como Hijo de Dios á tomar posesión de su herencia : pero
quiere que se nos diga de su parte: To voy á mi Padre y vues
tro Padre, á mi Dios y vuestro Dios (b~) , para darnos á en
tender que nosotros tenemos parte en su herencia , porque ji
somos hijos de Dios , somos también sus herederos , hermanos y
coherederos de Jesu-Christo : y si Jesu-Christo entra el prime
ro en el Cielo , es porque como primogénito entre muchos her
manos (c) debe tener el primer lugar en todas las cosas.
Jesu-Christo entra en el Cielo como cabeza del cuerpo de
la Iglesia , de quien nosotros somos miembros , y por consi
guiente entra en él para nosotros , y nosotros deberemos en
trar dtspues de él; porque en donde está la cabeza , allí de
ben estar los miembros. Y por tanto dixo el mismo Salvador:
Padre, quiero que los que me diste, estén conmigo, donde yo es
toy (d). No dudemos, pues (e),,dice el Apóstol , qué gozaremos
de las dulzuras de la bienaventuranza , donde Jesu-Christo en
tró el primero , como para abrirnos el camino , y asegurarnos la
posesión eterna. Así lo habia prometido el mismo Señor por
aquellas palabras : Voy á prepararos el lugar. T después de ir,
y prepararos el lugar , vendré otra vez , y os tomaré conmigo,
para que donde yo estoy , estéis también vosotros (/). Esto es lo
que le restaba que hacer después de habernos allanado el
ca-
(a) 1. Thesal. 4. 17. (*) Joan. 10. v. 17. (c) Román. 8. v. 17.
(d) Joan. 17. 1*) Hebr. 6. {/) Joan. 14. v. 3. 4.
2 1 ^. Instrucciones
camino , para que llegásemos al Cielo, como también lo había
prometido á sus Discípulos en la cena. Y para comprobarlo
claramente con las obras , se llevó consigo á la mansión de la
felicidad eterna las almas de los justos á quienes habia puesto
en libertad. ¿Qué mas podia hacer para animar nuestra es
peranza?
Jesu-Christo entra en el Cielo como mediador, para con
sumar la obra de nuestra reconciliación con su Padre , cuyo
fruto será la perpetua paz de la Gloria. En fin Jesu-Christo
entra en el Cielo como Rey soberano , para demostrarnos
que su Reyno no era de este mundo («). Porque los Reynos del
mundo son terrenos , y caducos y de una gloria fútil, y pa-
sagtri como que están afianzados en las riquezas, y poderío
de la carne. Pero «1 Reyno de Jesu-Christo no es terreno co
mo le esperaban los Judíos , sino espiritual y eterno , y sus
riquezas son todas espirituales. Por lo qual en este Reyno
aquellos son mas ricos , mas grandes , y distinguidos que bus
can la gloria de Dios con mayor diligencia , porque Santiago
afirm; t. que Dios escogió á los pobres en este mundo , ricos en
la fe, y herederos del Reyno, que prometió á los que le aman (b).
A estos, pues , recompensa en el Cielo este Rey soberano (f),
y corona de gloria á los que cultivaron con fruto los talentos
.que les habia confiado (¿) , haciéndoles sentar á su mesa , y
sirviéndoles por sí mismo , esto es, comunicándose él mismo á
todos sus escogidos , y llenándoles de gozo y de consuelo.
Felices aquellos que mueren en gracia del Señor , porque el Espí
ritu Santo les asegura que descansarán de sus trabajos (e) : y
por un privilegio particular al nuevo testamento, su alma se
rá recibida en la gloria , si no necesitare ser purificada , en el
momento mismo de la separación del cuerpo , debiendo este
seguir el mismo camino, quando se llegue el tiempo de su re
surrección. Así lo esperan los verdaderos fieles , y esta espe
ranza lis llena de consuelo en todos los trabajos y adversi
dades de la vida. ¿Pero lo esperan así todos los Christianos?
¿De
(<t) Joan. 14. v. 18. (J>) Jacob 4. (c) Math. ag. (d) Ibid.
(e) Apocal. 14. v. 33.
sobre el Catecismo. Parte I. 11y
(De dónde viene , pues , la insensibilidad é indiferencia con
que muchos miran los bienes celestiales , como si fueran pu
ramente imaginarios? Hijos de los hombres \hasta quándo habéis
de tener un corazón pesado (a): hasta quándo habéis de despre
ciar los bienes sólidos, y verdaderos, y amareis la vanidad, y
la mentira'1. ¿En dónde está nuestra fe si no deseamos los bie
nes celestiales , que Jesu-Christo nos ha preparado subienda
al Cielo? Es verdad que no vemos ya á Jesu-Christo, ni he
mos presenciado su gloriosa Ascensión , mas esto realza mas
el mérito de nuestra fe , y así el mismo Jesu-Christo llamó
bienaventurados á los que no vieron y creyeron Y si esta fe
fuera viva , ¿no haria mas impresión en nosotros? El efecto
natural que esta fe deberia causar en un corazón christiano
es el deseo del Cielo , y de los^ bienes celestiales. En donde
está nuestro tesoro , allí debe estar nuestro corazón (c). Jesu-
Christo es nuestro tesoro , y sabemos por la fe que está eq
el Cielo; luego debemos llevar allí nuestro corazón , nuestros
afectos , y deseos. Jesu-Christo ha subido al Cielo , dice San
Agustín (d), pues que suba allí nuestro corazón con él. Escuche
mos al Apóstol que dice : si habéis resucitado con Christo , bus
cad las cosas del Cielo , en donde Jesu-Christo está sentado á la-
diestra de su Padre: no busquéis mas los bienes de la tierra. Asi
como Jesu-Christo subiendo al Cielo , no por eso dexó de estar con
nosotros , así aunque nosotros estemos aun en la tierra , debemos
asimismo estar con él en el Cielo; por nuestros afectos y de
seos. Debemos suspirar y clamar con David : \Ay que larga
es mi peregrinaciorA. ¡Habitaré siempre con los habitantes de Ce-
dar\ iQué desagradable es esta habitación (e)! To no seré sacia
do , Dios mió , sino quándo vea vuestra gloria Sumergida mi
alma en el dolor reusaba todo consuelo, me acordé de Dios y me,
llenó de alegría su memoria (¡g). Lléneme de alegría, al oir que
iríamos á la casa del Señor (k). \0 quan admirables son vuestros
Ta-

(o\ Ps. 4. v. 3. (í) Joan. to. (c) Math. 6. v. ai.


(a) Serm. 164. de Ase. Do.d. 3. a!, ds Temp. 174. & de div. ^>o.
(e) Ps.119. v. 5. {f) P«. i(S. v. 15. (£) Ps. 76. v. 4.
(i/) Pf. íai. v. 1.
ai6 Instrucciones
Tabernáculos , Dios de los exércitos\ Mi alma no puede sufrir
mas el ansia , con que suspira por la casa del Señor (a). Exercité-
monos sin cesar en estos deseos santos, confesemos que so
mos peregrinos , y huéspedes en el mundo , y que buscando
la patria (b) , somos ciudadanos de los Santos , y domésticos de
Dios (c~) , porque nuestro trato y conversación está en los Cielos,
como dice el Apóstol (d). Aprovechémonos del exemplo de
Jesu-Christo , quien dexando al mundo , vuelve al Padre (e)z
dexemos nosotros también este mundo engañoso , esta figura
que pasa , reputémoslo todo como estiércol por ganar á Jesu-
Christo, por subir con él al Cielo, y darle eternas gracias
por todos sus beneficios en la Gloria. Amen.

INSTRUCCION XXV.

SOBRE LAS ÚLTIMAS PALABRAS DEL ARTÍCULO SEXTO : T ESTÁ


SENTADO A LA DIESTRA DE DIOS PaDRE.

lOespues de haber seguido á Jesu-Christo hasta el Cie


lo , adonde subió á tomar posesión de su Reyno , conviene,
que le consideremos en toda la plenitud de su gloria , y en
el esplendor de su magestad , recibiendo las adoraciones y
homenages de todas las criaturas , y esto es lo que quieren
significar los Apóstoles por aquellas palabras del Símbolo , en
que se dice de Jesu-Christo , que está sentado á la diestra de
Dios Padre Todopoderoso , esto es , que goza , y posee eterna
mente en el Cielo la real , y suma potestad , y gloria que aun
en quanto hombre Tecibió del Padre. Acerca de lo qual dice
el Apóstol (/) : Resucitándole de entre los muertos, y colocándole
á su diestra en los Cielos sobre todos los Principados , y Potesta
des , Virtudes , y Dominaciones , y sobre todo lo que se nombra,
no solo en este siglo, sino también en el venidero. Y en otro lu
gar: todas las cosas las sujetó á sus pies (g). Tal es la gloria que
conviene al Hijo de Dios , y no se dará á otro. Porque ¿á
. , . • f ' ' • quién

(o) Ps. 89. v. 4. (b) Hebr. it. (c) Epkes. a. {d) Philip. 3.
(e) Joan, 16. v. 48. (/) Ephes. 1. (g) 1. Cor. 15.
sobre el Catecismo. Parte I. 217
quién de los Angeles dixo Dios jamas : tú eres mi Hijo sién
tate á mi diestra , pregunta á este intento el Apóstol («)? Pe
ro el Señor dixo á mi Señor , siéntate i mi diestra , según el
Profeta {ti). Los Angeles aunque superiores á nosotros por
la excelencia de su naturaleza , y las prerogativas de su es
tado , son sin embargo espíritus destinados á servir á los que
consiguen la berthcia de la salud , como dice San Pablo : son
siervos en la casa de Dios. Mas Jesu-Christo es el Hijo del
Eterno Padre , el esplendor de su gloria , el carácter de su subs
tancia, el heredero de todas las cosas , y tanto mayor que los
Angeles , quanto el nombre que heredó , es mas excelente que el
suyo (c). A los Angeles les es concedido el asistir ante el Tro
no de Dios , para estar siempre prontos á executar sus órde
nes. A Jesu-Christo le pertenece el estar sentado en lo mas
alto del Cielo á la diestra de la soberana Magestad (d).
Así ha recompensado Dios las humillaciones , y trabajos
de Jesu-Christo. Mas para haceros entrever á lo menos las
maravillas de este premio, conviene explicar con mayor ex
tensión en qué sentido se ha dicho , i.° que JesuChristo está
sentado en el Cielo : 2.0 que está sentado á la diestra de su
Padre.
1 ,° No penséis , Católicos , que quando las Escrituras nos
dicen en muchos lugares , y los Apóstoles nos enseñan en el
Símbolo, que Jesu-Christo está sentado á la diestra de su Pa
dre , hayan querido significar la situación , ó figura corpo
ral de la humanidad del Salvador , ni darnos á entender quí
permanece siempre en esta postura , ó situación. El Espíritu
de Dios , que habla en las Escrituras , se abate , por decirlo
así , hasta nosotros para elevarnos á él : proporciona sus ex
presiones á nuestro modo de concebir , y baxo los términos
comunes que empleamos en los usos humanos , comprehende
las maravillas inefables de su grandeza, Y como en las cosas
humanas juzgamos que se da la mayor honra al que está
sentado á la mano derecha , trasladando esto mismo á las di
vi
dí Hebr. t. r. 13. (i) Ps. 109. v. 1.
(c) Hebr. I. v. 3. Je 4. (¿J lbid. .
Tm. 1. Ee
418 Instrucciones
vinas, por un modo figurado de hablar, confesamos, que Jesu-
Christo está sentado á la diestra de su Padre , para explicar
la admirable gloria que consiguió sobre todos los demás hom
bres. Así la misma Escritura , que nos enseña que Jesu-Chris-
to está sentado en el Cielo , nos representa en otro lugar á
este Cordero en pie , aunque sacrificado (a) : nos dice que
las vírgenes le siguen adonde quiera que va (b} , y asimismo
que se apareció en pie á San Esteban , para animarle en su
martirio (c) , lo que hace decir á San Ambrosio (d) : Jesu-
Cbristo está sentado porque reyna , que está de pie , porque nos
protege , y que de estas dos expresiones , la una nos da á en~
tender su autoridad , la otra su bondad , y ambas á dos su gloria.
Yo entiendo , pues , que esta expresión , Jesu-Christo está
sentado , nos denota la perfección de su descanso , la inmu
tabilidad de su gloria , y el exercicio de su autoridad so
berana. ' *
i .° Jesu-Christo vino al mundo á instruir á los hombres
con su doctrina , á edificarles con su exemplo , á purificar
les con su sangre , y á santificarles con su gracia. ¿Y qué de
trabajos y penas no sufrió para esto? Él mismo nos dice por
su Profeta (¿) : que vivió en los trabajos desde su juventud. To
do el tiempo de su vida mortal fué una cadena seguida de
penas y fatigas , la qual se terminó en la muerte mas doloro-
sa , y llena de afrenta y de ignominia. Era , pues , muy jus
to , que entrase en su descanso (/) , y que así como Dios des
pués de haber criado al mundo en el discurso de seis dias,
descansó en el séptimo , así también Jesu-Christo después de
haber trabajado , y padecido por salvarle , gozase en fin de
aquel admirable descanso (g) que mereció para sí , al mismo
tiempo que le mereció para nosotros. El Apóstol nos descu
bre este misterio en la Carta á los Hebreos , diciendo , que
habrá otro Sábado , esto es , otro descanso mas que aqu<M
que fué mandado á los Judíos , el qual era figura de éste;
otra
(a) Apocal. g. v. 7. (b) Ibid. 14. v. 4. (c) Actor. 7. v. go*.
(d) Lib. 3. de fide. {e) Ps. 87. r. 16. (/) Genes, a. v. a.
(f) Hebr. 4. v. 4.
sobre el Catecismo, Parte I. 2 r9
otra tranquilidad ademas de aquella que Josué les procuró en.
.la tierra prometida (a) , y que asimismo habrá otro descanso
de Dios , ademas de aquel de que habla el Génesis , quando
dice , que Dios después de haber hecho todas sus obras descan
só. ¿Y qué descanso es este , sino la satisfacción , y felicidad
que Dios halla en el gozo de sí mismo , y que debe comunicar
.algún dia á sus escogidos? En este descanso entró Jesu-Chris-
to (b) , para introducirnos á nosotros en él después de él , si
no merecemos por nuestra infidelidad ser excluidos de él , co
mo aquellos á quienes amenazó el Profeta que serian exclui
dos de él para siempre. Desde su trono nos dice : no os des
animéis ni por el número , ni por la duración de los traba
jos. Yo he trabajado , he padecido , y he sufrido , pero todas
mis penas han sido consumadas en la cruz : Yo gozo ya
del descanso , y si vosotros padeciereis , y sufriereis por mí,
os haré sentar conmigo , y entrareis para siempre en mi des
canso , y mi gozo. ¡Oh! ¡y qué pena podrá parecer dura á
quien viva con esta fe , y se fortalezca con esta espe
ranza !
2.0 Pero se dice queJesu-Christo está sentado en el Cielo,
no solamente para denotar la tranquilidad de su descanso,
sino también para significar , que el descanso de que goza , es
un descanso inmutable , y eterno. Su descanso es su Reyno , y
su Reyno no tendrá fin (c.-) , como dixo el Angel á Joseph. Su
Reyno no es como los reynos temporales , que están expues
tos á revoluciones y vicisitudes que les mudan y alteran 5 el
Reyno de Jesu-Christo está dentro de sí , su descanso está
en Dios mismo , y nada puede turbarle , ni inquietarle. Sus
enemigos ya le están sumisos , porque el Padre le dixo : sién
tate á mi diestra , mientras pongo tus enemigos postrados de-
baxo de tus plantas (d). Ya no hay dolores para él , ni dias
de enfermedad y flaqueza , ni Potestades de las tinieblas (e);
en su camino , esto es , en el tiempo de su vida pasagera y
mortal debió beber del torrente de las aflicciones , mas al
t pre-
(á) Hebr. 4. v. 3. (í) Ibid. v. 10. (e) Luc. i. v. 33.
(d) Ps- 109. v. 1. a. (ff) Luc. aa. v. 53.
Ee 2
2 20 Instrucciones 1
presente ya levantó la cabeza (a) : su Padre le ha coronado de
gloria. Salid , pues , hijas de Sion (b) , salid de vosotras mis
mas por la fe , elevaos hasta el Cielo , y considerad á este
gran Rey sentado sobre su trono , y en la gloria de la diade
ma con que ha sido coronado en el dia , en que su corazón fué
colmado de gozo. Ahora es quando el Padre le dice en presen
cia de todos los Angeles : Tú eres mi Hijo , y yo te he engen
drado hoy (r). Pídeme , y te daré las Naciones por herencia,
y extenderé tu posesión hasta las extremidades de la tierra.
Tú las gobernarás con vara de hierro , y las quebrantarás co
mo un vaso de barro. Palabras admirables , que vemos cum
plidas en el establecimiento de la Iglesia , por el qual ha da
do á su Hijo todas las Naciones por herencia , llamándolas á
la fe : ha extendido su dominio hasta las extremidades de la
tierra , haciendo entrar en la Iglesia á los pueblos mas remo
tos ; los grandes del mundo se han sometido al sagradoyu-
go del Evangelio ; los Reyes se honran de llevar su cruz so
bre sus coronas , y todo el orgullo del mundo ha sido que
brantado por la humildad del Salvador.
• En vano las Naciones se han sublevado con grande estrépito
para oponerse á su poder En vano los pueblos han formado
diferentes proyectos para aniquilar su Reyno. En vano los Re
yes y los Pr/ncipes se han uuido contra el Señor , y contra su
Christo. En vano los Judíos y Gentiles han pretendido des
truir la Iglesia ; el que está en el Cielo se ha burlado de sus es
fuerzos (e) : y en medio de sus enemigos (/) ha hecho brillar sa
poder , y exerce su impeño. Y esto es lo que se denota tam
bién por aquellas pr. labras : fesu-Christo está sentado en el
Cielo. Palabras que significan no solamente que Jesu-Chris-
to es Rey , sino también Juez Soberano que exerce su autori
dad sobre todo el universo.
3. A la verdad , en qualidad de Hijo de Dios le con
venia su Trono desde la eternidad misma. Desde entonces, Dios
mió , dice el Real Profeta , establecisteis en el Cielo vuestro
Tro*
(a) Ps. 109. ». 7. (6) Cant. 3. v. 11. (c) Ps. a. v. 7. 8. 9.
Í¿) Ps. a. v. i. a. [e) Ibid. a. 4. (/} Ps. *cp. v. 3.
sobre él Catecismo. Parte I. r22"r
Trono \ Vos réynais desde el principio de los siglos (ti), Pero en
su entrada en el Cielo comunica toda su gloria á su humani
dad santísima , y ésta reyna en él , y con él. Los Angeles le
reconocen así , y abriéndole las puertas del Cielo , claman:
{Quién es este Rey de la glorial El- mismo Dios de los exérci-
tos es el Rey de la gloria. El Señor fuerce , y poderoso , que
abatió á sus enemigos ,_y sube triunfante cargadé de trofeos (bj.
Jsu-Christo , pues , reyna, aun como hombre, en el Cielo, y
está sentado en su Trono como Juez del universo. Quando
estaba en la tierra tenia ciertamente potestad para juzgar al
mundo , pero no quiso exercer el oficio de Juez , porque
habia venido para salvar ,y no para juzgar (c) , pero al fin dé
los siglos vendrá como verdadero Juez ; entonces dice e! Pro
feta (d) : juntará todos los pueblos , y subirá á lo alto , esto es,
aparecerá en su terrible Tribunal. Al presente sus juicios sen
ocultos , p¿ro no son menos verdaderos , y' hó exerce mé-
nos realmente el oficio de Juez. En efecto , ¿qué juicio nó
ha exercido sobre los Judíos ingratos , sobre los perseguido
res de la iglesia , sobre el imperio idólatra , sobre la prosti
tuida Babylonia? ¿Qué juicio no exerce todos los dias sobre
los pecadores rebeldes que no quieren convertirse? ¡Ah! es
tos juicios aunque ocultos comunmente baxo el velo de ca
sualidades humanas , no por eso dexan de ser efectos ciertos
de su justicia y poder.
Aprendamos , pues Christianos , á adorar á Jesu-Chris-
to en su gloria , á respetar su poder , á desear su unión y
compañía. Subamos con tonfanza al trono de grada para pedir
misericordia y alcanzar de Jesu-Christo los auxilios necesa-'
ríos (e\ ¿Qué confianza no debemos tener en su bondad , en
su crédito , en su poder? Porque no solamente está sentado
en su Trono , sino que está sentado á la diestra misma de su
Padre, que es lo que nos resta explican ••'
2. p. ^Quando decimos: que Jesu-Cbristo está sentado á la
diestra de Dios Padre, no habéis de imaginar que el Padre es
un
(«) Ps. 91. 3. (¿) Ps. 13. v. 10. & S. (c) Joan. 3. v. 17.
(<í) Pt. 7. v. 7. 8. (e). Hebr. 4. v. 16.
222 Instrucciones
un Dios corpóreo, semejante á aquel que se figuraban los an
tiguos hereges: los quales le atribuían los mismos miembros
que nosotros tenemos , porque verdaderamente en Dios Pa-r
dre no hay cuerpo , ni miembros , ni derecha , ni izquierda.
La Escritura atribuye á Dios los nombres de nuestros miem
bros, para proporcionarse á nuestra debilidad , y acomodar
se á nuestro lenguage , pero no significan sino sus espiritua
les, y divinas perfecciones. Sus ojos son su sabiduría , su co
razón es su caridad , sus brazos son su poder , sus pies su
inmensidad , sus manos el exercicio de sus operaciones divi
nas. ¿Qué significa, pues, esta expresión c\e la Escritura y
del Símbolo que dice , que cjesu~Christo está sentado á la
diestra de su Padre , sino que goza de la misma gloria , que
tiene el mismo poder , y exerce la misma autoridad que su
Padre?
En efecto \qué gloria, exclama San Juan Crysóstomo, (a)l
¿No era bastante que se elevase sobre los Cielos! No era bastan-
te que fuese colocado entre los Angeles! No , se eleva sobre ¡os
Angeles, y Arcángeles , sobre los Querubines , y Serafines, se
eleva sobre todas las Potestades , y no se detiene hasta llegar al
Trono de Dios mismo. Comprended si podéis , añade este Padre,
el intervalo , y espacio que hay desde la tierra al Cielo ; no es
esto todo : comprended aun , si podéis , la distancia infinita que
hay desde los Angeles , y Arcángeles hasta el Trono de Dios
mismo. Tal es la elevación de Jesu-Christo en su Gloria. El Hi
jo de Dios no pudo humillarse mas que haciéndose hom
bre , ni pudo elevarse mas como hombre , que colocándose
en el Trono de Dios.
El mismo Dios habia descubierto muy de antemano á
Daniel la gloria de Jesu-Christo en una visión misteriosa.
To veo Tronos colocados en el Cielo y el antiguo de los
dias se sentó en ellos. El antiguo de los dias es Dios, el qual
es antes de todos los tiempos , porque es eterno. Su vestido
es blanco como la nieve. El vestido es el esplendor mismo c'e
la gloria que le rodea. Los cabellos de su cabeza son blancos
co-
(<*) Homil. ¡o Ascens. Domin. {b) Daniel. 7. v. p. seg.
sobre Eií Catecismo. Parte I. < 123
tomo ¡alaria mas blanca y pura: imágen de sú perfecta san
tidad. Su Trono eran llamas ardientes , y las ruedas del Trono
un fuego abrasador. Todo es abrasado en él por la caridad , y
es cierto que el Trono será algún dia inflamado también con
el fuego de su venganza. To veo, añade el Profeta, como al Hijo
del bombre que viene con las nubes del Cielo , y se avanza
basta el antiguo de los dias. Se presenta á él , y él le da el ho
nor , y el reyno i todos los pueblos, las Tribus, y las lenguas le
servirán : su poder es un poder eterno que no le será quitado , y
su reyno jamas será destruido. ¿Y quién es este Hijo del bom
bre, sino el Hijo de Dios que se ha hecho carne por los hom
bres ; el que siendo igual al Padre , y Dios como él , se ha
humillado hasta vestirse de la naturaleza , y forma de siervo,
y habiendo cumplido su ministerio, subió hasta el antiguo de
los dias , pues como hijo único suyo siempre fué igual á él,
y era muy justo que comunicase su gloria á la naturaleza que
habia tomado? A él , pues, se debe toda gloria , honor , po~ '
der , y bendición (a), como los espíritus bienaventurados can
tan, y cantarán eternamente en el Cielo.
2.0 Pero Jesu-Christo no solamente tiene la misma glo
ria , sino también el mismo poder que el Padre , en cuyo
.sentido se dice en el Símbolo que está sentado á su diestra.
Por esto dixo Daniel , como hemos visto , que el poder , el
hotwr , y el Reyno han sido dados al Hijo del hombre , que es
el Hijo de Dios. Toda potestad me ha sido dada en el Cielo, y
en ¡atierra (b), decia Jesu-Christo de sí mismo á los Apósto
les, quando subia al Cielo: id pues , añadió, enseñad á tor
das las gentes, anunciadlas mi Evangelio, pues quiero suje
tarlas á todas por medio de la verdad. Bautizadlas en el nom
bre del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo ; todos tres
tenemos un mismo poder , porque tenemos una misma natu
raleza. Enseñad á todos los pueblos del universo á prac
ticar , lo que yo os he mandado , pues por la obediencia
deben reconocer mi poder , y hacerse dignos de mi Reyno.
¿Quién, pues , se atreverá á resistir á Jesu-Christo? ¿Quién
no
00 Apocal. 4. v. 9. (b) Math. a8. v. i4¡., •-. • •„
224 Instrucciones
00 reverenciará su poder? ¿Quién no espera de él tos auxi
lios necesarios para cumplir lo que nos ha mandado? ¿Qué
tenemos que temer baxo un Rey , y un protector tan pode
roso? De voluntad, ó por fuerza todas las cosas deben estarle
sujetas. Puede á la verdad , convertir á los rebeldes con la
eficacia de su gracia , y Saulo postrado , mudado, y conver
tido es buena prueba de esto ; y quebrantar en su ira á los
que resisten á su poder. \
3.* Mas así como tiene la misma gloria , y el mismo
poder que el Padre, así goza también de la misma autoridad,
y por tanto se dice que está sentado á la diestra del Padre,
porque el asiento denota la autoridad. En la Escritura se
dice , que Dios está sentado sobre los Querubines (a) , porque
tiene una autoridad soberana sobre estas bienaventuradas in
teligencias : y á este modo decimos, y confesamos que Jesu-
Christo está sentado á la diestra de su Padre, porque su au
toridad es igual á la del Padre , y sobre todas las cosas. To-
dfls las cosas son de éi3 y por él , y pertenecen á él (¿) : él es el
Angel del gran consejo , que arregla todos los designios de SU:
Padre : es la palabra que los ordena, y la mano que los exe-
cuta. El Padre ha remitido á él todas las cosas , así como él las
remitirá todas á su Padre , en el fin de los siglos (¿r). Desde lo
alto del Cielo , en doude reyna, arregla todo lo que pasa en
la tierra , y fixa todas sus revoluciones. Desde el trono de
las gracias, en que está sentado, gobierna la Iglesia , protege a
sus escogidos , y está con nosotros hasta la consumación de los
siglos (d] \ en su nombre se predica el Evangelio, se perdonan los
pecados (e) , se anuncia la penitencia á las Naciones, y el Es
píritu Santo se comunica á los fieles. El es la llave de David,
ninguno puede cerrar lo que ha abierto, ni abrir lo que ha cerra-
do (/) , y es también la fuente de el agua de la gracia, que
corre desde su trono , y resalta hasta, la vida eterna (¡g).
¿Qué gloria , pues , la del Hijo de Dios sentado en el
Cie-
(«) Pí. 70. ». (&) Colos. r. v. 16". (c) 1. Cor. 15. v. a?. »*•
(¿1 Math. 18. v. ao. (e) Actor, a. v. 38. Luc. «4. v. 47.
(/) Apocal. 3. v. 7. {g). I¿.i4. »». r. *. Joaa. 4. v. 14. ..^
sobre el Catecismo. Parte I. lis
Cielo á la diestra de su Padre? Adorémosle , Christianós,
postrémonos á sus pies , como los misteriosos ancianos del
Apocalipsi (a). Doblen todos la rodilla á su nombre en el Cielo,
en Id tierra , y basta en el infierno mismo (b). ¡Pero qué gozo
para nosotros, qué consuelo el saber que debemos tener parte
en la gloria inefable del Hijo de Dios! El mismo lo prometió
á sus Apóstoles , asegurándoles que se sentarían sobre doce
tronos , para juzgar á las doce Tribus de Israel (c) , él prome
tió no solamente darles el fruto del árbol de la vida que está en
el Paraíso de nuestro Dios (¿) , y preservarles de la segunda
muerte , darles un maná escondido , y un nombre nuevo , que
solo es conocido de los que le reciben, y reconocerles por suyos
delante de su Padre , sino también hacerles sentar sobre su
Trono. ¡Qué gloria! ¡qué honor! ¡qué corona! Animados con
esta fe , poseídos de esta dulce esperanza , no busquemos , no
deseemos ya sino las cosas del Cielo , en donde Jesu-Christo
está sentado á la diestra de Dios Padre (e): y en donde dice ei
Apóstol , que nosotros estarnos ya sentados con él (/). Conce-
dednos, gran Dios , que nuestra vida en la tierra sea un de
seo, y una esperanza continua de Jesu-Christo , el qual debe
volver algún dia como él ha subido al Cielo (g) : haced que
le veamos volver , para llevarnos consigo como á siervos
fieles, y entrarnos en el eterno gozo de nuestro Señor. Amen.

(0) Apocal. g. v. 14. (é) Philip, 3. v. 10. (c) Math. 19. v. 38.
(tt) Apocal. a. v. 7. «. 17. & 3. v. j. ai. (*) Colos. 3. v. £» :
(/) Epfaes. a. v. 6. (g) Actor. 1. v. 11.

Tom. I. Ff AR
a%k T ' Instrucciones

ARTÍCULO SÉPTIMO DEL CREDO.

BE ALLÍ HA DE VENIR Á JUZGAR Á LOS VIVOS T Á


ICS MUERTOS. i

INSTRUCCION XXVI.

SOBRE EL JUICIO UNIVERSAL.

IPodas las Escrituras que nos hablan del Mesías , nos


anuncian expresamente dos venidas del Hijo de Dios al mun^
do. El antiguo Testamento nos habla expresamente de ellas,
aunque encubiertas en la obscuridad de las figuras , y pro
fecías , representándonos á Jesu-Cbristo unas veces como el
Cordero que es llevado para ser muerto, y no abre su boca de
lante del que va á degollarle (a): y otras como el león de la
Tribu de Judá , que descansa sobre la presa sin que ninguno
se atreva á quitársela tan breve , como un Rey pobre , y
hunilde (r) , que viene á la bija de Sim montado sobre un as
no, con el aparato mas despreciable ; y tan breve , como un
Rey victorioso , que pone á sus enemigos debaxo de sus pies'(d)<
Ya nos dicen los Profetasíy'que vendrá lleno de mansedumbre
y dulzura 5 ya que quebrantará los Reyes en el dia de su ira,
que juzgará á las naciones , y que todo lo llenará de ruv a<\
peroíque no será elevado á tanta grandeza hasta que haya
bebiefo'sin tasa las aguas de amargura en el torrente de una
vida mortal (e) : ahora nos aseguran qüe la muerte precederá
sus pasos (/) : y después que destruirá las naciones con una so
la mirada de ojos , y que aniquilará el orgullo de los montes del
mundo
Pero el nuevo Testamento , que es el cumplimiento , y
la explicación del antiguo, nos habla tan claramente de estas
dos venidas del Salvador, que no es posible dudar de ellas.
¿Qué
(a) Isaise^. v. 7. (i) Genes. 49. v. 9. (c) Zachar. 9. v. 9.
(d) Ps. 109. v. a. (¿) lbid. (f) Habac. 3. v. 5. ó. (g) lbid.
sobre el Catecismo. Parte I. ti 7
¿Qué es en efecto el nuevo Testamento sino la historia de Ja
primera venida del Salvador, y la promesa de la segunda?
La historia de la primera , en donde leemos la pobreza de
su nacimiento , las fatigas y aflicciones de su vida , los dolo
res, y la ignominia de su muerte: la promesa auténtica de
su segunda venida , que comprehende todo el resplandor de
la Magestad en que debe venir , y el exercicio glorioso del
poder soberano que le dió su Padre. ¿Qué digo yo? Ape
nas se halla una página en el Testamento nuevo que no nos
anuncie la gloria de la segunda venida del Salvador. Si el
Angel San Gabriel anuncia su nacimiento á María , la ense
ña al mismo tiempo , que reynará en la casa de Jacob , y,
que su Reyno no tendrá fin (a) ; ¿Y quándo será su Rey no
perfecto , y eterno , sino quando todos sus enemigos se le
sujetarán por voluntad , ó por fuerza, y como otro Joseph
será adorado de sus mismos hermanos (¿) , que le habían ven
dido, y conspirado contra su vida? ¿Quándo será esto por
consiguiente sino en el último dia, quando los Judíos verán
con dolor á el que ellos crucificáron (r) , y estarán obligados á
adorarle como á su Señor , y su Rey? Si San Juan Bautista
le .hace conocer á los hombres , le representa con un bieldo en
la mano para limpiar su era , y haciendo llevar el grano á sus
graneros , y arrojar la paja en el fuego que nunca se apaga
Mas> ¿quándo hará este visible discernimiento de buenos y
malos en la era de su Iglesia , sino en el fin de los siglos y
en su segunda venida?
El Hijo de Dios no perdió ocasión alguna de instruir á
sus Discípulos sobre un suceso tan importante , unas veces
baxo el velo de parábolas misteriosas ; otras por medio de lars
promesas y profecías mas expresas; y otras en fin descri
biendo exactamente hasta las menores circunstancias de él.
Aquí se presenta baxo la imagen de un Padre de familias , que
distribuye y reparte sus bienes entre sus siervos , y después les
toma cuenta de ellos (e). Allí baxo las de un Rey que va á to
mar
(a) Loe. f. v. 39. (b) Genes. 43. v. 6. (c) Z»char 3a. v. 10.
(d) Math. 3. v. ia. (e) Ibid. ag. v. 14. seq.
Ff 2
228 Instrucciones
mar posesión de su Reyno , y que á su vuelta recompensa á sus
siervos fieles , y extermina á los que han sacudido su yugo , ó
no han querido someterse á él (<?). Y como si estas figuras no
fuesen bastante claras , las explica por sí mismo, y les dice
que : el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus
Angeles (b)::: que aparecerá en el Cielo la serial del Hijo del
hombre : y que todos los pueblos de la tierra verán al Hijo del
hombre venir en las nubes del Cielo con gran poder , y mages-
tad (r). Si se afligen sus Discípulos al tiempo de su partida
al Cielo , les consuela con la seguridad de su vuelta : y aun
quando compareció como criminal delante de Caifas, no se
contentó con decir que era el Hijo de Dios vivo , sino que de
claró á los Judíos , hablando al Sumo Sacerdote , que verían
al Hijo del hombre sentado á ¡a diestra del poder de Dios quan
do venga sobre las nubes del Cielo Seria inútil referiros
otros muchos testimonios del Evangelio , y de los Apóstoles
en sus cartas para comprobar una verdad tan constante : pues
lo dicho es bastante para que confeséis indubitablemente que
Jesu-Christo ha de venir á juzgar á todo el universo,
i Pero ¿quándo vendrá? ¡Ah Christianos! Jesu-Christo re
primió la curiosidad de los Apóstoles que hicieron esta pre
gunta , y les respondió: que no les pertenecía á ellos el saber
los tiempos, y los momentos que el Padre puso en su potestad (f),
y en otra parte dice: que ninguno sino el Padre sabe de aquel
día y aquella hora , ni aun los Angeles del Cielo (/). Mas aun
que Dios no nos ha revelado el tiempo en que ha de venir,
para que velemos sin cesar en la esperanza del día del Señor,
como dice el mismo Jesu-Christo (g) , sabemos por el Evan
gelio las señales que han de preceder á su venida ; el aparato
con que ha de venir ; la sentencia que ha de pronunciar ; y
la prontitud con que se ha de executar : verdades todas que
interesan mucho á vuestra instrucción , y es de mi cargo el
hablaros de ellas.
La
(a) Luc. 19. v. it. seq. ($) Math. 16". v. 17. Ibid. 17.
(c) Ibid. 24. v. 30. (d) Joan. 14. v.43. (í) Actor. 1. v. 7.
[f) Math. 24. v. 36. (g) Mar;. 13. v. 33. seq.
sobre el Catecismo. Parte T. 229
La primera señal que nos anuncia el Evangelio, es la
predicación del mismo Evangelio por todo el mundo, aun
que no nos dice el tiempo que será necesario para acabar esta
obra de misericordia (a) que debe su principio , y progresos
ñl ministerio de los Apóstoles. Porque el mismo Jesu-Christo
nos ensena que predicarse ha este Evangelio del Beyno de los
Cielos en todo el orbe , para dar testimonio á todas las gentes del
cuidado que Dios tiene de hacer anunciar la doctrina de la salud^
y entonces vendrá el fin del mundo (¿).
La segunda señal es, que los Judíos se convertirán an
tes de la segunda venida del Señor (<•) , y adorarán al que
crucificáron , cuya conversión la compara el Apóstol á la re
surrección délos muertos La Escritura, y la tradición
contestan esta verdad , y por ella se verificará , que Jesu-
Christo restablecerá , con ventajas el R&ytw de Israel (e). La
tercera señal es que el misterio de iniquidad será consumado á li
tes de la venida del Salvador (/),que el hombre de pecado,
esto es el Ante-Christo , será revelado , y aparecerá en el
mundo ; que llegará la apostasta ; que el hijo de perdición ha
rá guerra á Jesu-Christo , y á sus Santos , y querrá ser ado
rado como Dios (j?) ; que la persecución será corta ; y que Je
su-Christo le arruinará con un soplo de su boca Acerca de
lo qual nos previene el Apóstol : que no nos dexemos enga
ñar de nadie , como si ya estuviera cerca el dia del Señor, por
que mientras no viniere ántes la apostasfa , y se descubriere
el hombre del pecado , no vendrá el dia del juicio (/').
Es asimismo cierto , que ántes que Jesu-Christo venga á
juzgar al universo , Elias y Henoch deben comparecer en el
• • -' - muñ
ía) Vid. S. Aug. ep. 199. al. 80. ad Hesych. n. 46. seq. (b) Math. 34.
». 14. (c) Deuter. 30. Levit. 16. Tobiae 13. Osex 3. Malach. 4. Ecles.
36. Mith. 17. v. 10. 13. v. 34. 31. v. 34. Román. 11. Ephes. 3. v. 14.
Apocal. 31. v. 13. Tert. lib. 5. cootr. Marcion. S.Victorin. Bibliot. PP.
tom. 3. Origen. Homil. 4. in Jerem. S. Hilar, in Ps. 58. 59. S. Grcg.
Nisen. Hom'. in oceurs. Dom. S. Basil. hom. in Ps. 30. S. Chrysost.
Hom. §8. in Math. S. Hier. ep. ad Damas, ao Fubiol. ad Dadan. S. Aog.
de Civit. Dei. 1. so. c. 34. (</) Román 11. v. 15. (e) Actor. 1. v. 7.
(/) Thesal. s. v. 7. (g) Ibjd. v. 1. Joan. v. 18. 33. & 4. v. 3.
U>) 3. Thesal. 3. v. 8. (¿J 3. Thesalon. 3.
i go Instrucciones^ .
mundo (a) , y predicarán contra el Ante-Chrisro : que'ha-
brá hambres , guerras , pestes , y temblores de tierra : que
aparecerán señales en el sol , en la luna y estrellas : que en ta
tierra las Naciones serán abatidas , y consternadas : que el mar
hará un ruido espantoso con la agitación de sus olas : que los
hombres se secarán de temor en la expectación de los males de
que se verá amenazado el mundo entera j y que se conmoverán
las virtudes del Cielo (y).. ' •
Sabemos también , y el Espíritu de Dios nos lo dice ex
presamente que en los últimos tiempos habrá muchos que aban
donarán la fe , por dar oidos al error y doctrinas inspiradas por
el demonio. Estos cubrirán sus mentiras con la máscara de pie
dad , y se manifestarán tan sordos á los remordimientos de su
conciencia , como son insensibles al dolor los miembros que han
padecido cauterio (d). To sé , dice el Apóstol (e) , que vendrá
tiempo , que será muy peligroso á los que entonces vivieren, por
que llegará á haber ciertos hombres idólatras de si mismos , co
diciosos , vanos , soberbios , blasfemos , desobedientes á sus padres,
y á sus madres , profanadores de las cosas mas sagradas , hipó
critas , lascivos , y perversos en todo género de vicios, (¿uando
viereis todas estas cosas , sabed que ya está cerca el Reyno de
Dios , y luego veréis al Hijo del hombre que viene á juzgar al
mundo todo. ¿Pero cómo vendrá? Temblad Christianos.
Jesu-Christo en su primera venida manifestó á los hom
bres la inmensa caridad con que les amó hasta el fin : pues
ahora vendrá á exercer con ellos su justicia sin misericordia.
Ved aquí , nos dice Isaías , (/) el dia del Señor que va á venir,
dia cruel para los pecadores , dia lleno de indignación , de ira,
y de furor , para desolar la tierra , y exterminar de ella á los
pecadores. Las estrellas del Cielo no darán luz , el sol en su
oriente se cubrirá de tinieblas , y la luna no lucirá. To ven
dré á vengar los pecados del mundo ,yá castigar el orgullo de
los
. (a) Ecles. 54. v. 16. Malach. 4. v. 4. Apocal. it. r. 3. Origen, tract.
3. in Math. Chris. Homil. 57. in Math. Ambr. in Ps. 45. Hier. Inc.it>
Marti. Aug. tract. 4. in Joan. lib. 10. de C. D. (b) Luc. ai. 10 &
. (c) Luc. ai. v. »g. 16. (d) 1. Thim. 4. \e) i. Thim. 3.
(f) Isai* 13. v. ¡f. seq.
sobre ee Catecismo. Parte I. a3f
los impíos : humillaré ta insolencia de los que se hacían temibles",
Turbaré al Cielo mismo , y la tierra saldrá de su lugar á causa
de la indignación del Señor de los exércitos , y del dia de su'
ira , y furor. El Señor , dice este Profeta en otro lugar (a)¿
aparecerá enmedio del fuego , y su carroza vendrá á deshacerse
como la tempestad , para estender su indignación , y furor , y
exercer su venganza enmedio de las ¡/amas. El Señor vendrá cer
cado de fuego , y armado con su espada para juzgar á toda Id
carne , y se multiplicará el número de los muertos por el Señor.'
Los Profetas Sofonías (b) , Joel (r) , Jeremías (¿) , y Mala-
chías nos hacen pinturas igualmente terribles de la segunda
venida del Señor. ¿Y quién podrá sospechar, que hay algu
na exageración , ó hipérbole en la palabra de Dios , que es
ta verdad misma , y cuyas palabras son como la plata proba
da al fuego , purificada en la tierra ,y refinada hasta siete ve-+
ees, según la expresión de un Profeta (e)? ¡Ah! este aparato
terrible del último juicio es el que hizo decir á Malachíasi
iQuién podrá ni aun pensar en el dia de la venida del Señor, ó
quién podrá sostener su vista"1. Porque será como el fuego que
derrite los metales , y purificará á los hijos de Léví como el oro
y la plata (/). Y en esta consideración pedia Job á Dios, co
mo una gracia singular , que le ocultase en el infierno como en
un asilo , hasta que hubiere pasado la ira del Señor (g).
No son ménos fuertes las expresiones del Evangelio quan-
do nos habla del formidable aparato en que se dexará ver el
Señor. Se le verá que viene en las nubes del Cielo corf gran po
der , y magestad (J>) , y todas las criaturas sentirán los efec-*
tos de su poder y su ira. El sol se obscurecerá , la luna que^
dará sin luz , las estrellas se caerán del Cielo , las virtudes del
Cielo se comoverán , la mar hará un ruido espantoso con sus
olas (i). ¡Oh! ¿quién podrá subsistir delante del Señor, si el
mundo entero se deberá derretir como la cera en su presencial
Es verdad que los justos levantarán la cabeza, y se ale-*'
gra
ta) Isáii -66. v. 15. 16. (b) Cap. 3. v. 14. séq. (c) Cap. a."
(d) Cap. 53. (v) Ps. it. v. 7. (/Y Malac. 3. v. a. 3. (g) Job 14. v. 13.
(b) Luc. ai. v. 8. (i) Ibid. & Math. 34. •- ' ." » U
n31 Instrucciones
grarán porque se acerca su redención , y esperan la corona de
justicia, que el Señor como justo Juez dará á los que aman su
venida (a). El trastorno general del mundo será para ellos
una renovación , que les anunciará su próxima libertad.
Los que esperan al Señor se llenarán de fortaleza y de gozo,
porque se renovarán como águilas Pero ¡qué confusión en
tonces para los malos! ¿En dónde hallarán asilo , quando es
tando el Cielo cerrado para ellos , verán á la tierra , que se
estremece toda debaxo de sus pies? Si Baltasar (c) rodeado
de la grandeza de su Corte , y embriagado de gozo en un
magnífico convite , fué poseído de un terror mortal á vista
de aquella mano celestial que escribía su sentencia en la pa
red de su Palacio , ¿qué despecho será el de los pecadores,
quando todas las criaturas fuera de su lugar serán otros tan
tos caracteres en donde leerán su próxima ruina?
Mas ¿qué espectáculo , oyentes , quando los muertos oirán
la voz del Hijo de Dioi, y los que hubieren hecho buenas obras
saldrán de sus sepulcros para resucitar á la vida, y los que las hu
bieren hecho malas , saldrán para resucitar á su condenación , co
mo nos dice el mismo Jesu-Christo (¿)? Luego que se diere la
orden, dice el Apóstol ,y se hubiere oido la voz del Angel , y
la trompeta de Dios , el Señor mismo baxará del Cielo y los
muertos resucitados saldrán de sus sepulcros (e). Todos los muer
tos grandes y pequeños comparecerán delante del Trono del
Cordero (/). ¡O voz poderosa del Hijo de Dios! ¡O sonido ter
rible de la trompeta que llenaba de temor á San Gerónimo,
quien creía estar oyéndole á todas horas! A este sonido resu
citarán todos los muertos para ser juzgados. Pues Christianos,
si la vista de un muerto que resucitase repentinamente á
nuestros ojos , nos llenaría de terror y espanto ; ¿qué impre
sión hará sobre nosotros una multitud innumerable de muer
tos de todas edades y de todos los siglos que saliendo de
«us sepulcros vendrá cada uno á tomar su lugar delante del
Tri-
{a) 9. Thimot. 6. v¡. (£) Isaiae 40. v. 51. (c) Dan. 7. v. 6.
\d) Joan. 5. v. ig. ao. 40. (f) 1. Thesal. 4. y. 16.
(/) Apocal. 4o. V. i». ,
¿pBRE el Catecismo. Parte I. 233
Tribunal del soberano Juez? ¿QuáL seria el terror del Profe
ta Ezequiel , quando conducido por el espíritu de Dios á un
campo lleno de huesos secos , oyó de repente un gran ruido entre
ellos, y vió acercarse el uno al otro , colocarse en su juntura,
formarse los nervios sobre estos huesos , cubrirse de carne , y es
tenderse la piel por encima , y que después habiendo entrado el
espíritu en estos huesos , quedáron vivos y animados, y mantenién
dose todos en pie formaban como un gran exército («)? ¿Pues qué
comparación hay entre esta figura aunque terrible , y la ver
dad que representa?
Pero aun es mas terrible lo que después de este debe su
ceder , porque habiendo resucitado todos los muertos , to
dos deben comparecer á juicio. ¡O Christianos! Yo tiem
blo todo , y me estremezco , excitándoos á vosotros á temblar,
porque vosotros y yo debernos comparecer ante el Tribunal
de Jesu-Christo. El Juez, y el juicio, el examen , y. la sen
tencia , todo me parece igualmente temible.
Jesu-Christo es el Juez de vivos y muertos , como los '
Apóstoles nos dicen en el Símbolo, y lo testifica en muchos
lugares la sagrada Escritura (¿) ; ésto es , Juez de los que.
han muerto desdé el principio dél mundo, de los iqúeyi^
virán hasta el fin de los siglos , y que morirán en el tras
torno general que padecerá el universo , para resucitar , y
comparecer igualmente que los otros ante el Tribunal de Dios.
Pero Jesu-Christo és Juez de los hombres como Dios , y co
mo hombre; Como Dios , porque aunque la potestad de juz
gar sea un derecho esencial á la naturaleza divina, y de
consiguiente común á las tres divinas Personas , sin embargo
se la atribuye señaladamente al Hijo , porque él és la sabi
duría eterna de Dios , según la qual debe ser juzgado el mun
do. Como hombre , porque el mismo Jesu-Christo dice de sí
mismo ; así como el Padre tiene vida en sí mismo , así dio al fíi-
jo tener vida en sí mismo , y le dio poder de juzgar por ser Hijo
del hombre (c). Y el mismo Señor nos dice también: que el Hi~
jo del hombre vendrá con gran magestad acompañado de sus An-

(o) Ezcq. y¡. (i) Jota. j. Actor. 1. Thim. 4. (*) Joan. v. 16.47;
Tom. I. Gg
234., Instrucciones
geles i y se sentará en el Trono de su gloria (¿i): que entóncei
todas las naciones se juntarán delante de él : que separará ¡os
unos de los otros , y colocando á los escogidos á su derecha y
á los reprobos á la izquierda , dará á aquellos la posesión de
su Reyno, y enviará á estos al fuego eterno. Por esto dixo el
Apóstol : que Dios ha señalado un dia en el qual debe juzgar al
mundo según su justicia, por aquel á quien ha destinado para ser
juez , de que ha dado una prueba cierta á los hombres resucitán
dole de entre los muertos (ti). Y explicando á Cornelio los prin
cipales puntos de la Religión Christiana, dice también : T nos
mandó predicar al pueblo , y testificar , que él mismo es á quien
puso Dios por juez de vivos , y muertos (c).
Y á la verdad , no convenia que juzgase á los hombres la
sabiduría eterna de Dios que todo lo penetra , y escudriña
los mas ocultos senos del corazón humano ; que el que habia
encarnado por los hombres, les juzgase en la carne misma,
que habia tomado por ellos ; que su Redentor , su Rey y Se
ñor, les pidiese cuenta de sus dones, de la observancia de sus
leyes, y exerciese sobre ellos su autoridad soberana ; que el
que habia sido juzgado por los hombres, y juzgado tan injus
tamente , les juzgase á ellos según las reglas de la justicia, y
de un modo que pudiesen ellos percibir por sus sentidos su
proprio juicio? ¿Y no convenia que los que le habían humi
llado, le viesen después revestido de todo su poder , y ma-
géstad (í/)? Sí Christianos. Convenia que Jesu-Christo fuese
nuestro juez. Pero ¡ó Dios, que Juez tan temible! Un Juez
justo , un Juez poderoso , un Juez sabio , ha de ser vuestro
Juez, Católicos.
Un Juez justo , porque es el Dios que no puede sufrir la
iniquidad (e) y no ha venido al mundo, sino para destruirla,
y destruirla á costa, de su sangre. De una parte yo veo que
promete al victorioso defenderle de la segunda muerte (/); dar
le un maná oculto, y un nombre nuevo que ninguno conoce, sino el
: 1 que
fa) Math. *g. v. 31. seq. (i) Actor. 17. v. jx. (c) Actor, ib»
(d) S. Aug. enarr. ¡n Ps. 85. (e) Ps. 5. v. 5.
{/) Apocal. 1. v. 11. 17.
sobre el Catecismo. Parte I. 2 3?
pe le recibe : comunicarle el poder (a) , que ha recibido sobre
¡as naciones , y por el qual las gobierna con una vara de hierro,
y puede romperlas con la misma facilidad, que un vaso de'
barro ; confesar su nombre delante de su Padre , y de sus Ange
les (b) ; hacerle como columna inalterable en el Templo de
Dios (<:); y hacerle sentar en su Trono , así como él está sentado
en el Trono de su Padre (d). Pero de otra parte yo veo en el
mismo lugar de la Escritura que amenaza quitar de sú lugar
el candelera que era el adorno de su Iglesia , y la alegraba
con su luz (e\ Yo le veo pronto á combatir con la espada de
su boca contra los que corrompen su doctrina , y que seme
jantes á Balaan (/) , enseñan á los hijos de Israel á ser lascivos.
Y la Escritura misma me muestra en muchos lugares Qj-), que él
sondea los corazones , y los ríñones (b),y da á cada uno según sus
obras.Mas si en esta vida es su justicia tan severa, si reprehende,
y castiga así á los que ama; si usa de este rigor quando aun está
á la puerta , y solo toca , y hiere para hacerla abrir ; ¿qué
hará en el día de su irá, quando estará cerrada para siem
pre la puerta de sus misericordias? ¿Con quánta razori decía
David: Señor no me reprehendáis en tu furor , ni me castiguéis en
tu ira(¡yi Aprended, Christianos, á temer los juicios del Señor,
á someteros á sus leyes, por no irrritarle , y perderos para siem
pre apartándoos de los senderos de su justicia (£). Su ira se va
á encender bien presto. Felices aquellos que esperaron en él. Por
que es todo poderoso para salvar ,y para perder , para herir,
y para curar (/).
Y este es el segundo carácter de nuestro Juez" soberano.
Pues él mismo nos dice , que se le ha dado toda potestad en el
Cielo y en la tierra (w). Si se pregunta por su fortaleza («) , dice
Job , es fuertísimo , es omnipotente. ¿Quién podrá resistirle?
El lo llenará todo de ruinas, dice David (o) , juzgará las naciones
y quebrantará á los Reyes mismos en el dia de su ira. Los otros
Pro-
ía) Apoc. a. v. a6\ 47. (i) Ibid. 3. (c) v. 1a. (d) v. ai.
(e) Ibid. a. v. 5. (/) Apocal. 1. 14. (g) Ibid. v. ». 4. g.7. C.3.V. 10. 14.
(b) Apoc. a. v. 03. (i) Ps. 6. (A) Ps. a. v. 1a. (/) Druter. 3a. v. 3,9.
(«) Math. a8. v. 18. (») Job p. v. 16. (o) Psalm. 100. v. 6.
Gg 2
2j6 -. Instrucciones
Profetas nos le representan como en una carroza de fuego en
medio de torbellinos , y tempestades (a) , y como un /«e^o que
deseca , que abrasa y consume: expresiones todas que denotan
]a actividad de su poder , y la imposibilidad de resistirle. El
Evangelio nos ofrece también una imagen terrible de su po
der. Porque ¿qué poder igual á el que turba las virtudes
del Cielo , pone toda la naturaleza en la confusión y desor
den , y hace desaparecer el Cielo y la tierra , para criar
unos Cielos nuevos, y una tierra nueva? Si subimos con la
consideración al Cielo veremos á los ancianos que ponen sus
coronas á los pies de este soberano Juez : y oiremos clamar:
Quién como el Señor. Si volvemos los ojos á la tierra, veremos
los azotes con que la castiga al abrir los sellos que tenían
cerrado el libro. Si baxamos á los infiernos , comprehendere-
mos por los suplicios de la prostituida Babilonia del mundo,
quan terrible es su poder.
Pero ¿este Juez justo y poderoso no sabrá quiénes son
dignos de su amor ó su odio , para dar á cada uno según sus
obras? ¡Ah! él es la verdadera luz que ilumina á todo hom
bre, que viene á este mundo (¿) , es la sabiduría del Padre , su
Verbo eterno. En esta vida la luz luce en las tinieblas , dice
San Ju,an (f), y las tinieblas no la han comprehendido. La ig
norancia , y las pasiones no nos dexan ver ahora claramente
esta luz, y ved ahí lo que hacia temblar á los mas justos á
quienes nada remordía la conciencia, para no creerse justifica
dos (d) ; y lo que movia á David á pedir á Dios , que le puri
ficase de todos sus pecados ocultos ,y de los pecados ágenos, en
que podía haber tenido alguna parte (e). Pero en el dia del
juicio el Señor hará brillar su luz, y disipará todas las
tinieblas , porque es el dia de su manifestación , y revela
ción (/) , dice la Escritura ; dia en que producirá á la luz lo
que está oculto en las tinieblas (g) \>y descubrirá los mas secre
tos pensamientos de nuestros corazones. En efecto , porque se
di
to! Isaix 66. y. ig. (b) Joan. i. v. 9. (c) Ibjd. v. g.
id) 1. Cor. 4. v. 4. (e) Ps. 18. y. 13. (/) Román, a. y. ¡.
[g) i. Cor. 4. y. 5.
sobre el Catecismo. Paróte I. 237
dice en el Apocalipsis, que sus ojos parecen- á una llama de
fuego (a) y y esto quando. tiene en sus manos las ¡laves de la
muerte , y la vida ^ jy por qtié el Cordero se representa con¡
siete ojos , quando toma el libro del que está ¡sentado en el Tro-'
no(b)y abre sus sellos , sino para denotar que hará brillar
su sabiduría , quando venga á juzgar la tierra?
( Aun viviendo entre los hombres hizo ver muchas veces
la penetración de su luz. Si Eliseo por la luz : de Dios des- •'
cubrió lo que pasaba en el Consejo del Rey de Asiría (t ); Jesu-';
Christo por la suya descubre lo que pasa en el corazón de
sus Discípulos , y los pensamientos secretos que les agitan
descubre los pensamientos impíos y designios pérfidos de los
Escribas y Fariseos (e) • discierne la hipocresía de su corazón
á pesar de los velos que la encubren : hace ver escribiendo
en la tierra (/) que conoce á. los acusadores de la muger
adúltera , y que ninguno de ellos se atreverá á arrojarla la
primera piedra , si es necesario estar inocente para apedrear
la ; y en fin en el. Evangelio comunmente responde mas á
los pensamientos que á las palabras. De esta suerte antici
pa el juicio del último dia , en donde todo será juzgado , los
pensamientos mas secretos, como las acciones mas públicas;
una ojeada , un movimiento imperceptible de ira ó de so- '
berbia , una palabra ociosa será puesta en juicio , y se pedi
rá cuenta de ella. ¿Qué digo yo? Las justicias mismas serán
juzgadas allí , según la expresión del Real Profeta (g). Jui- '
ció terrible pero pronto ; porque así como al salir el sol
todas las criaturas que estaban en las tinieblas de la noche
se presentan de un golpe á nuestros ojos, así" al salir el Sol de
Justicia, que es Christo, se disiparán todas las tinieblas, aun
las de los corazones mismos, y todo parecerá al descubierto. '
¡Qué consuelo para los justos al ver que esta luz hará
manifiestas á todo el mundo sus buenas obras , las limosnas
mas secretas , y ocultas en el seno del pobre , las oraciones
di-
(«) Apocal. 1. v. 14. 18. {b) Ibid. g. v. <S. & 7. (e) 4- Reg. 6". v. j.
(rf).Joao. a. v. ag. (e) Math. 9. v. ai. fc> la. v. ij. (/) Luc. 5. v. 13.
Joan. 8. 6. (j¡) Ps. 74. v. 3. . ,t * ,
238- Instrucciones
dirigidas á Dios en el retiro de su aposento (a) , recogidas y
ofrecidas á Dios por los Angeles, como las de Tobías
¡Pero qué confusión para los malos , viendo que se hacen
públicos á toda la tierra (r) los misterios de iniquidad que
habían ocultado con tanto cuidado , los pensamientos vergon
zosos , los deseos injustos , las obras de tinieblas , y que cau
san á todos el horror que se merecen! ¡Ah! Yo no extraño
que, no teniendo estos infelices en donde ocultarse , conjuren
á los montes (¿) para que caigan sobre ellos.
Pero aun es mas terrible la sentencia que va á pronunciarse.
¡Sentencia infinitamente favorable para los justos que estarán
á, la derecha de Jesu-Christo! ¡Afrentosa condenación para
los malos que estarán á la izquierda! ¡O derecha , é izquier
da! ¡Estaré yo á vuestra derecha , Dios mío , ó seré tan des
graciado que me vea á vuestra izquierda! El Juez dirá á
los unos : Venid benditos de mi Padre , poseed el reyno que os
está preparado desde el principio del mundo. Y dirá á los otros:
Retiraos de mí malditos , id al fuego eterno que está prepata
do para el diablo y sus Angeles. ¡O sentencia decisiva para
toda la eternidad! ¡O palabras llenas de consuelo para los
justos! Venid benditos de mi Padre. ¡Qué bendición ! ¡ Bendi
ción propiamente de Dios , Católicos! Venid , y poseed no al
guna pequeña herencia , sino un Reyno y un Reyno eterno,
el Reyno que os está preparado desde el principio del mundo.
Vosotros habéis sido fieles en pocas cosas , yo os estableceré sobre
muchas (e). Venid siervos fieles , y entrad en el gozo de vuestro
Señor. Jamas se han oido palabras tan dulces. ¡Pero qué ter
ribles las que oirán los reprobos! id malditos. ¿Y á dónde
irán , Señor , si Vos les abandonáis? Id al fuego. ¡Qué heren
cia! Al fuego , y al fuego eterno ; al fuego cuyo humo se ele
vará hasta todos los siglos (f) ; al fuego preparado para el
diablo y sus Angeles. Allí será el llanto ,y crugidos de dien
tes (g). ¡Qué horror!
Mas
(á) Math, 6. v. 6. (í) Tobíse 11. v. 1». (c) Sophon. 1. ra.
(d) Luc. i%. v. 30. (#) Maxh. ag. v. ai. (f) Apoc. 14. ▼« IS.
(g) Math. 35. v. 46. $3. & 34. v. 53. & 34. v. 41.
sobre el Catecismo. Parte T. 239
Mas luego que sea pronunciada la sentencia , los malos
irán al fuego eterno , y los justos á la vida eterna (a). No hay
apelación por consiguiente , no hay dilación en la execucion
de esta sentencia. Así como en el principio del mundo ha-;
bló Dios , y en el mismo instante fueron hechas todas las co
sas (b) , así en el fin de los siglos luego que pronuncie la
sentencia, los malos serán precipitados en el infierno, y los
justos entrarán en posesión de la Gloria. ¡Caida espantosa
para los unos! Pues al modo que Lucifer luego que se re
beló contra Dios , cayó del Cielo como un relámpago (c) , y
fué precipitado en los abismos, así todos los malos serán
arrojados en un estanque de azufre y de fuego , y los de
monios les sumergirán en él con tanto furor , como fué-'
ron sumergidos en el mar los puercos de los Gerasenos (rf).
Aquel dia , dice un Profeta (e) , será semejante á un horno ar
diendo. Todos los soberbios y malos serán como la p*ja , que
es consumida en el instante , y no quedará renuevo , ni raiz. '
Aun si ellos fuesen propiamente consumidos , su desgracia
seria menos deplorable , porque al fin dexando de ser cesa--
rjan de sufrir. Pero no, ellos serán atormentados dia y nó-
cbe (/) , y, como el fuego en que deberán ser arrojados , se
rá eterno , su pena no tendrá fin (g). ' ■'*
Tampoco se retardará la recompensa del justo. Pues lue
go que el siervo fiel hubiere dado buena cuenta de los ta
lentos que se le habian confiado (b) , entrará en el gozo de
su Señor. Así que llegue el esposo serán admitidas las vírge
nes prudentes en la sala.de las bodas (/). Yo no acabaría, fie
les, si me dexara llevar de la impresión que hacen en mi al
ma estos importantes objetos. Y así concluyo , diciendoos con
el Profeta (£) , que penséis estas cosas los que vivís olvidados del '.
Señor , no sea que le . obliguéis á exterminaros j sin que baya
quien os pueda librar de\sji venganza. Pensad, que si aun eljtts- '
to apenas se salvará , como Dice San Pedro (/), ^qué será de'
. ... i-- ¡os

[a) Loe. cít. (b) Gen. 1. (c) Luc. 10. v. 18. (rf) Marc. $. v. 13.
(e) Malach. 4. v. 1. (/) Apoc. «ó. v. *o. (g) Math. 45 v. 41. 46*.
(¿) Ibid. y. ai. 43. ¿«> t¿ 10. (*XPs. 49. V) u Petr. 4. v. 18.
340 Instrucciones i a.-'
/oí impíos y pecadores! Y penetrados de un santo terror , tra-
"bajad en vuestra salvación con temor y temblor como os exhorta
el Apóstol (a) : y procurad tener favorable á vuestro Juez.
Un criminal , dice el Chrisóstomo (¿) , no espera á ganar al
Juez , quando ya va á sentenciarle : no esperemos nosotros á ga
nar al nuestro , quando ya esté sentado en su Tribunal. Antes del
juicio debemos procurar aplacarle y prevenirle , como nos amo
nesta el Profeta. To tengo horror , dice San Bernardo (r), de
caer en manos de Dios vivo. To me jtdZgaré á mí mismo antes
que él me juzgue : y castigaré mis faltas con los exerciclos de la
penitencia. Hxaminaré mis inclinaciones y caminos , para que
quando venga el Señor á visitar y examinar á Jerusalen con luces
en la mano , nada halle en mí que pueda ser condenado en su jui
cio. Feliz el siervo , á quien quando venga el Señor halla
re , que se conduce de esta suerte. Seguro de- su esperanza y
conducta , deseará que venga el Señor , como lo hacia David
diciendo: iquándo llegará el dichoso momento , en que después de
(mi destierro me presente delante de Vos , Dios mió (</)? Y co
mo la esposa, que decia : venid, Señor Jesús (e). Quiera Dios
que todos vosotros tengáis estos mismos1 deseos , para que
quando se acerque (/) el tiempo de la muerte ¿ os. alegréis
con el premio de la gloria que as espera. Amen.

.'. , INSTRUCCION XXVII.

_ . Sobre el mismo Artículo s£ptimo del Credo. ' "•■


_ ,' juicio particular.
m "
3?or muy espantoso y terrible que sea el juicio último
y general, suele con todo eso atemorizar poco, y apenas lle
ga á turbar á la mayor parte de los Christianos ; porque co
mo debe suceder en el fin de los siglos , la distancia en que le
miran, se le hace perder de vista, y disminuye mucho su im
presión. Las espantosas señales que le deben preceder , son
pa-
(•) Phil. 1, i», (b) Honv. g. de Poenit. (c) Sertn. 5$. in Cant.
(J) Ps. 41. (?) Apoc. 2a. »o. (/) S. Gregof . Hom. 13. ia Evang,
SofiftE el Catecismo. Pa&te I. S4t
para ellós como un expectáculo extraño , sea porque se persua»
den que no vivirán para entónces ; sea porque mirándose- cQtno
confundidos en una multitud numerosa de hombres que üebep
comparecer á un tiempo delante de. Dios, les turban méads estas
terribles circunstancias. Por esto, fieles , he creido á propósito
haceros presente, que además del juicio general, hay otro juicio
particular, que está mas cerca de vosotros ; otro juicio, en que
cada hombre se hallará solo con Dios, para darle cuenta de sus
obras; otro juicio en que cada uno de nosotros será juzgado del
íien o mal que hizo en este cuerpo (<j) , y esto será en el momento
mismo dé la muerte. Juicio cierto y muy próximo á cada uno
de nosotros : y al mismo tiempo juicio irrevocable y decisivo
para toda la eternidad. Ved ahí los caracteres de este juicio.
! r. p» Juicio cierto, y tan cierto como la muerte, pues
como dice el Apóstol : está- decretado, que todos los hombres
mueran una vez , y que después de la muerte todos sean juzga
dos Pero no solamente debemos ser juzgados en el juici«
general con todos los hombres, sino tambjen cada un© en
particular, debiendo ser presentada nuestra: alma ante el
Tribunal de Jesu-Christo luego que se apartare del cuerpo
para dar cuenta del uso que hubiere hecho de los bienes que
Dios la habia confiado , porque ya se la acabó' el tiempo de
su negociación. Da cuenta de tu administración , la dirá el Se*
ñor , como se dixo al Mayordomo infiel del Evangelio {¡o^
porque ya no puedes administrar. El momento de la muerte ^:lo
es también de la cuenta terrible que el Padre de. familias pe*
dirá á sus siervos de los talentos que habia puesto en sus ma
nos,. para premiarles, ó castigarles, según lo merecieren (a%
Entónces es , quando estará abierta la sala de. las Md¡w>(iie)
para las vírgenes prudentes, y se cerrará para las vírgenes, ne*
cias que se hallaren desprevenidas del aceyte ixié'ía.cH'ndad,
á la llegada del esposo. Luego que murió el rico avariento,
fué su alma sepultada en los infiernos (/) , y mientras que sus
hermanos se ocupaban en recoger su herencia , ardiaya en las
i > i
U) «. Cor. g. lo. (í) Hebr. o 47. (<•) Lúe.,tí.». ^ -,.,0
(d) Math. 45. v. 19. (.?) Iaíd. ». so. (/) luc. 16V V. i*. Sfq. .• *
Tom. I, tíh
241 Instrucciones
llantas eternas. Apenas dexó Lázaro su cuerpo mortal, quan-
do fué llevado al seno de Abraban (a). Y en el mismo dia en
que el buen ladrón confesó en la cruz á Jesu-Christo , tuvo
la dicha, de poseerle en su Reyno: boy serás conmigo en el
Paraíso (¿>) , le dixo el Salvador. No hay que dudarlo,
Christianos. La fe misma nos enseña , dice San Agustín , que
las almas son juzgadas , luego que se separan de sus cuerpos (c).
sSo hay intervalo entre la muerte y el juicio para el hombre;
no hay intervalo entre la muerte , y el infierno para el pe
cador, que muere en su pecado.
¿Qué distancia hay, pues, entre nosotros, y este juicio
terrible? Espacio de un momento, que así se puede llamar la
vida. Porque, ¿qué es la vida por larga que sea? Es humo, di
ce la Escritura, un vapor que se disipa prontamente , una niebla
que se disuelve por los rayos del Sol , y huye de nosotros como
jombra , como un correo que pasa , como una ave que vuela , y
un navio que navega en la mar , y ,no dexa vestigio alguno de
su tramito (d). ¿Qué distamos , pues, de nuestro juicio estan
tío tan cercanos á la muerte? . .
o ; -;¿Quándo seremos juzgados? Acaso dentro de un año, aca-
jo ántí s de un mes , acaso mañana, acaso hoy. Acaso en el
tiempo mismo , en que como Baltasar no penséis sino en di
vertiros , seréis juzgados como él , puestos en la balanza (e),
como -él , y hallados muy ligeros , y vacíos de buenas obras;
acaso vuestra alma será arrancada de vosotros, como la suya
de enmedio de los placeres , y castigada en el momento por
*us diversiones impías y sacrilegas. Acaso quando no pensáis
sino en-amontonar bienes , se os dirá , como al rico insensa
to del Evangelio : necio , en esta noche te vendrán á pedir tu
«luna, iy para quién serán los bienes que has juntado (/)? Acaso
guando estéis durmiendo oiréis aquel gran clamor, que de
be despertar á las vírgenes , que esperan al esposo (g). Feli
ces si vuestras lámparas se hallaren provistas de aceyte,y
%..' ,,j ».!/•>'..■•.•.• . i . . . vues-
.
~X») Loe. 16*. v. ai. siq. (b) Lúe. 13. 43. (f) Lib. a. de anim. &
ajas orig. c. 4. (rf) Cap. «. v. 3. & 5. v. p. & 10. (e) Dao. $. t. «7«
(/J-Euc. 1a. V. ao. (¿) Mará. aj. y. 6.
sobre el Catecismo. Parte I. *4¡$£
vuestro corazón lleno de caridad. Pero infelices, é infinitad-
mente infelices sí aguardareis á este momento á prevenir
vuestras lámparas para recibir al esposo. " •
De aquí debéis colegir, Católicos , lo primero, la necesi
dad que tenemos de prepararnos á este juicio , que está tan
cerca de nosotros. Un Administrador , un Mayordomo que-
está para dar sus cuentas , se prepara primero cuidadosa
mente , examina sus apuntaciones , y documentos, todo lo dis
pone, todo lo arregla, y se pide cuentas á sí mismo, para
ponerse en estado de darlas á su Señor. Juzguémonos , pues,
á nosotros mismos , para procurarnos una sentencia favora
ble en el juicio de Dios. Examinemos nuestra conducta, pa
ra corregir nuestras faltas, velemos sin cesar , no perdamos
de vista nuestro juicio, porque no sabemos el dia , ni 1» hor
ra en que seremos llamados á él. ■'> t "' -bw:q
Lo segundo : qué debemos hacer al presente ^ y -desde
este instante todo lo que quisiéramos haber hecho á ia hora'
de la muerte. A la verdad el tiempo que nos resta de vida es
muy corto , y debemos aprovecharnos de él. Tratad de hacet
todo el bien que pudiereis, porque nada se puede hacer después de
la muerte á la que corréis velozmente (a) , dice la Escritura.
Condesciende pronto con tu contrario , dice el Evangelio
quando estás con él en el camino , no sea que el contrario te delate
al Juez , v el Juez te entregue al ministro , y te pongan en la
cárcel. En verdad te digo , no saldrás de allí , hasta que pagues '
el último maravedí. No despreciéis nada de quanto pueda con
ducir á que este juicio os sea favorable , no solamente porque
está cerca de vosotros , sino también porque es decisivo pa
ra toda la eternidad.
2. p. Verdaderamente que si fuera posible morir dos ve
ces , se podría aventurar la primera muerte : si el juicio pri
mero no fuera decisivo, por la experiencia del primero , po
dríamos disponernos al segundo. Pero no, el árbol permanecerá
en donde cayere (c). El juicio particular es la regla cierta del
ge-
(«) Eccles. 9. r. 10. (¿) Math. j. r. a ¡5. Dan. 4. t. af.
le) fieles. 11. v. a*
Hh %
afl-fl.- .T • InSTRUCOIOHES."» w wp.-,.n
general ; y et juicio general qué se> hará al fin de los siglos, <
no será sino la confirmación , y execucion pública del juicio
particular que se hubiere hecho á la hora de la muerte de,
cada- uno de nosotros. EL que fuere condenado en este juicio,
será condenado para siempre r y sin remedio : y ol que fuere
justificado en él, lo será también eternamente. No buscaremos
otra prueba de esto que la que nos, da» ej; mismo Hijo de Dios,
y San Agustin nos trae á Ja memoria para confirmar esta
verdad,^ quiero decir, el exemplp tan sabido del rico avarien
to y de Lázaro. Murió el rico, y fué sepultado en ¡os infier
nos («)• Y ¿por qué se dice que fué sepultado en los infiernos,
sino para darnos á entender, que aquella debe ser su habita
ción por toda la eternidad1* En vano pide este infeliz á Abrahan
q*ie «tívie, ¿ Lázaro para que le alivie en sus penas. No
puede ser , le dice Abrahan aporque entre nosotros ,y vosotros^
hfy.'.Hn gran reaos , una distancia infinita, una separación
eterna , de suerte que los que quisieran pasar de aquí allá , «o>
podrían , ni tampoco venir de ahí acá. No tenemos ya una habi-,
tacion pasagera como en la tierra, sino una ciudad permanen-',
te.(b). En, la muerte se hace una separación eterna de 1qs;
justos y pecadores, y aun los justos que mueren con algu
nas faltas , de las quales deben ser purificados con las penas
del Purgatorio , están ya separados de los malos para siem
pre.,? y seguros de su perpetua felicidad.
- ■ ,,rEn la muerte se fixa y consuma el corto tiempo que se
nos concede para merecer y desmerecer , que es el tiempo de
esta. vida, y después de él ya no hay lugar á la penitencia,
ni se. puede adquirir méritos nuevos , ni tomar nuevas pre
cauciones , como se nos denota en los pies y manos ligadas
del siervo inútil , y perezoso : sus pies ron atados , porque su
estado es inmutable : sus manos son atadas , porque ya no e$
tiempo para él de obrar , y así es arrojado en las tinieblas ex
teriores , en donde nada puede hacer , porque abusó del tiem
po y de la luz del dia. Después de la muerte ya se pasó el
tiempo del combate , y así el que se hallare vencido en la
muer
ta) Luc. i6. v. ti, seq. {6) Hebr. 13. v. 14. ¿
sobre el Catecismo.' Parte í. $4 j
mtierfe <¿ ■ el que despertando se encontrare con 'las manos va~:
cías (a) , será condenado á una confusión y miseria eterna : y
al contrario , el que hubiere peleado según reglas , y hubiere
perseverado1 basta el fin y será coronado- Eq vanó los que
hubieren sido tibios y perezoso* llamaran á la puerta-, como
las vírgines necias , porque se le* responderá : No os conoz
co (f). Sentencia terrible , pero irrevocable que oirán los ma
los en el juicio particular , que deberán sufrir en el instara-
te mismo de su muerte. Lloremos, pues , nuestros pecados
mientras hay lugar áMa penitencia rescatemos el tiem
po perdido , porave los dias son cortos , y nos vemos rodeados
de muchas cosas que conspiran á nuestra- perdición multipli
quemos nuestras buenas obras , sembremos p9r la mañana , sem
bremos por la tarde , como dice la Escritura , hagamos todo el
bien que podamos , para recoger después el fruto ; aun cer-,
ca de la última hora hay tiempo de ganar el denario (f) j pe
ro después ya no hay tiempo , ni remedio.
Mas si el juicio particular , se dirá, es decisivo, ¿de qué
servirá el juicio general? Si no se ha de reformar la primera
sentencia , ¿á qué fin producirla de nuevo! Dios lo ha que
rido y ordenado así , Christianos , por muchas razones dignas
de su sabiduría. Nosotros propondremos algunas. Primera?
era muy debido el que se reconociese públicamente ki sabi
duría y justicia con que el Señor gobierna el universo. Dios
en este mundo es un Dios oculto , y sus caminos son comun
mente impenetrables. Se ve en él , que los malos prevalecen
de los buenos, y gozan largo tiempo en la prosperidad er
fruto iniquo de sus pecados ; mientras que los buenos viven
en la opresión y calumnia , á pesar de la inocencia de su
vida. Por poco no se resvalaron mis pies , decia David (/),
í pique estuvo de que se torciesen mis. pasos , porque he sida
tocado de un zelo de indignación contra la prosperidad de los
víalos ,. y viendo la paz de los pecadores , estuve á peligro de
mur
ía) Ps. 75. 6. (£) Math. 10. ai. ». Titnoth. ». g.
(c> Math. 1*. (d) Ephes. 5. i*. (?) Math. ao. 9.
lf) 7«- .- . ■ • ' • » . : i'i
346 Instrucciones
murmurar de la justicia de Dios , y dudar de su Providen
cia... He aquí los pecadores mismos en ta abundancia de todos
los bienes del mundo : ellos han adquirido grandes riquezas^
mientras que los justos viven en la pobreza y miseria. T
considerando estas cosas , dixe : Luego en valde he trabajad»
en purificar mi corazón , y he lavado mis manos en compañía de
los inocentes , supuesto que he sido afligido todo el dia , y casti
gado desde la mañana , quando los malos viven en la pros
peridad y abundancia- Y aunque es verdad , que esta des
igualdad , y al parecer desorden , debe ser reformado en la
muerte , que es el tiempo de todas las cosas («) , porque enton
ces todos serán juzgados según sus obras , los buenos recom
pensados según sus méritos , y los malos castigados según sus
pecados : pero todo esto se queda entonces en el secreto de
Dios : y se ve que los impíos son alabados aun después de
su muerte , como si hubieran becbo acciones de justicia ; y los
buenos calumniados , porque persevera oculta su inocencia.
Dios , pues , se debe á sí mismo el hacer manifiesto á todo el
universo , que es un Juez infinitamente justo , y que sabe hu
millar al pecador que se eleva , y sacar al humilde del pol
vo que le obscurecía , como lo hará , quando suba á su Tri
bunal , para juzgar los pueblos de la tierra (b).
Segunda : ademas , faltaría alguna cosa á la reparación
de la justicia oprimida , y á la confusión que merece el hi
pócrita , sin el juicio general del último dia. El malo se
aplaudiria de haber engañado á los hombres con vanas apa
riencias ; y el bueno veria prevalecer al maligno , si Dios no
manifestara alguna vez lo que está oculto en las tinieblas (c),
Pero si hay tiempo de obscuridad en que todo está confun
dido , habrá también un dia de luz en que cada uno apa
recerá según lo que es , y en que los malos separados pública
mente de los buenos llevarán consigo la confusión que me
recen. Entónces verán lo que no habían querido ver , y re
conocerán públicamente su locura , aunque tarde. Veis aqtdy
dirán á vista de los Santos coronados de gloria , veis aquí
oqut-
(«) P*. 7. I. (¿) ibid. r. 9. (e) 1. Cor. 4. r. 5.
sobre el Catecismo. Parte I. *47
tpellos, cuya vida nos parecía una locura , y su muerte sin k&*
ñor. Vedles ahí entre los Santos, y su. suerte es el Señor. Insensa
tos ie nosotros , ¡de qué nos sirven nuestros bienes , nuestras rj-
fuezas , nuestra gloria (a) , sino de una afrentosa confusión , y
miseria eterna?
Tercera : era muy justo también que el cuerpo , que es
el instrumento de las buenas ó malas obras que hace el al
ma; el compañero de sus virtudes , ó el cómplice de sus pe
cados , fuese castigado , 6 recompensado con ella , lo qual se
verificará en el último dia. Hasta entonces el premio , ó el
castigo del alma es como imperfecto ó defectuoso , pues la
falta alguna cosa para la plenitud de su felicidad ó de sü su
plicio , la qual la será dada en el último dia , quando todo
deberá ser consumado.
Quarta : entónces se comprenderá asimismo la proporción
admirable que debe hallarse entre el mérito y la corona , en
tre el pecado, y la pena. El buen exemplo de los Santos, la
predicación de los Apóstoles, y ministros de Dios , se acaba
Terdaderamente cón ellos : pero el fruto de su santidad , de
su predicación y zelo persevera aun después de su muerte»
La predicación , y el buen exemplo son una semilla arroja
da en la tierra que se reproduce ,ry multiplica mas , y mas,
y que no cesará de fructificar hasta el fin de los siglos. En
tónces es propriámente el tiempo de la cosecha , y podrá ar
reglarse la recompensa al uso, y fruto del talento. La doc
trina corrompida de los'hereges, el mal exemplo de un hom
bre escandaloso es una gangrena que cunde una mala le
vadura que todo lo corrompe, y todas las almas que hacen
perecer en la sucesión de todos los siglos deben aumentar su
suplicio. Solo, pues , en • el fin de los tiempos se podrá juz
gar de la proporción que debe haber entre el mérito , y el
premio , entre el pecado , y la pena , aunque sea cierto , co
mo lo es , que el premio , ó la pena eterna debe comenzar en
la hora de la muerte. ■ *>*'•»■ v< "\\. • •.. •"> ¿ v ■
Concluyamos, pues, amados Christianos , que no debemos
.... - • • ..." i i • 4. . J ■ r< < -.- . ■ *
" (a) Sapient. $. v. 3. seq. (¿) o. Thim. 3. v. 17.
* j+S líTSTRtJCCTONE*
prepararnos menos á la muerte,, y al juicio particular que
debe seguirla , que si estuviéramos igualmente próximos al
juicio universal. El juicio particular viene á ser para cada , uno
de nosotros el juicio universal , supuesto que hemos de com
parecer en éste , en el mismo estado en que saliéremos de
aquel. Por esto dice San Agustio (a) se debe entender de todos
los hombres lo que Jesu-Christo parece haber , dicho solamen
te de los que han de vivir en los últimos tiempos, esto es: ve
lad , pues, porque no sabéis á que hora ha de venir vuestro Se
ñor. Vero sabed] que si un Padre de familias supiera á que hora
había de venir el ladrón , velaría ciertamente , y no permitiría
romper su casa. Así estad también vosotros dispuestos , porque el
Hijo del hombre vendrá á la hora que no pensáis Y el mis
mo Jesu-Christo dice á todos los hombres X velad , pues , por
que no sabéis quando vendrá el Señor de la casa , si. á la t'ardey
si á la media noche , si al canto del gallo , si á la mañana , no
sea que viniendo de repente., os halle durmiendo. fT lo, que os
digo á vosotros, lo digo á todos. Velad (c). T ipor qué dirige
6 todos , dice San Agustift (d) >, lo que parece no. pertenecer sino
á los que vivirán entó»:es en el mundoü Porque el juicio parti
cular equivale respecto de cada uno de nosotros al juicio
general. No, no debemos estar menos; atentos, ni menos vi
gilantes que si viésemos ya ¡caer las estfellas del Cielo , obsca-
curecerse el sol , y convertirse la Junaren sangre,, 6 y. si oye^
sernos ya la. trompeta, que nos llama á juicio. Tengamos
presente , nos dice el Apóstol (e) , que el Señor vendrá á juz
gar á los hombres quando ménos se piensen , como el ladrón, que
de noche entra en alguna cas,a <pqta robarla. Q¡uandOj parecerá. i
los hombres que están en paz y seguridad , entonces les sorpren
derá la muerte, que no podrán evitar , como acontece á Ijt mih
ger preñada , que aunque sabe de cierto que la han de sobre*
venir los dolores del parto, no sabe quando. Acordémonos que
no retarda Dios el cumplimiento de su promesa , como dice
San Pedro (/) ; que mil años respecto de -él son: como un di» , y
» . •: i- .• í . ra ,? :.q .ten; :].■. ) que
. . (<j) S. Aug. ep. Hesych. t. 3. (*) Matb. 44. v. 43.
le) Marc. 13. v. 3$. se$. {d) Loe. sup. cit. (?) 1. Tiiestloa. ¿.r.i.g,
. (/) *. Petr. 3. t. rf. 1 • :

-
sobre el Catecismo. Parte I. 249
que respecto de nosotros el tiempo de la vida hace veces
de la eternidad. Nuestro juicio está cerca , el Juez eítá ya
á h puerta, y ya llama ¿Qué debemos , pues, hacer Chris-
tianos? Lo que añade el Príncipe de los Apóstoles: vivir en
la santidad, y piedad 4 tener cuidado de conservarnos pu
ros, y sin mancha (¿>) para recibir la paz que trae á los hom
bres de buena voluntad , la qual debe durar toda la eter
nidad en la Gloria. '. í. ■„■■»' .i

ARTÍCULO OCTAVO DEL CREDO.

Creo en el Espíritu Santo. .

INSTRUCCION XXVIIL

Sobre la divinidad del Espíritu Santo.

os Santos Apóstoles después de habernos propuesto


en el Símbolo , como objetos dignos de nuestra fe , el poder
del Padre , y los misterios del Hijo, nos proponen al Espíri
tu Santo por aquellas palabras : Creo en el Espíritu Santo\
porque no es menos necesario creer en el Espíritu Santo, que
creer en el Padre , y el Hijo , supuesto que el Espíritu Santo
es Dios con el Padre , y el Hijo , y el mismo Dios que el Pa
dre y el Hijo.
¿Pero con quánto temor deberé yo hablaros de este Es
píritu adorable para ilustrar vuestra fe , é instruiros de las
cosas que es menester creer de él , quando Jesu-Christo nos
dice en el Evangelio : que si alguno hablare contra el Hijo del
hombre se le perdonará \ pero que- si alguno hablare contra c( Es
píritu Santo , no se le perdonará ni en este siglo , ni en el futu*
ta (f)? ¿Y cómo se puede hablar dignamente del Espíritu Santo,
si él mismo no nos ilumina , é inspira lo que debemos decir (r/)?
El

(a) Apocal. 3. v. co. (*) a. Petr. 3. v. 14. (c) Math. ia. v. 3*.
\d) S. Cyrii. Jeros. catéch. 16. n. x.
Tom. J, Ii
ayo -T Instrucciones ~~
El solo se conoce como es , á él solo pertenece sondear lar
profundidades de Dios (a). Recurramos , pues , con la Iglesia
á las divinas Escrituras , para saber lo que el Espíritu San
to nos ha dicho en ellas de sí mismo , y hallaremos que son
principalmente tres cosas. i.a Que hay un Espíritu Santo en
Dios. 2.a Que el Espíritu Santo es una Persona distinta del
Padre y del Hijo, y que procede del uno y del otro como
de un principio. 3.a Que el Espíritu Santo es Dios , y el
mismo Dios que el Padre , y el Hijo.
i.a Que en Dios hay un Espíritu Santo , ningún Chrls-
tiano lo puede ignorar , sin olvidar sji-bautismo , y renunciar
á la fe. Así el Apóstol habiendo hallado en Efeso á algunos
que se decían Christianos , y discípulos de Jesu-Christo , y
que sin embargo ignoraban al Espíritu Santo , les preguntó:
Pues (¿) j<?« qué bautismo^abeis sido bautizados vosotros"1. Y re
conoció bien presto que habían recibido el bautismo de San
Juan Bautista ,y no el de Jesu-Christo. Porque ¿cómo po
drían haber recibido el bautismo de Jesu-Christo , sin cono
cer que hay un Espíritu Santo , supuesto que todo Christia-
no es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo , y del
Espíritu Santo , como el mismo Jesu-Christo lo mandó á los
Apóstoles , en cuyas palabras se encierra una profesión so
lemne de este importante artículo?
A este modo se debe preguntar á todos los Christianos
que ignoren , ó hayan olvidado que hay un Espíritu Santo
en Dios : \en qué bautismo habéis sido bautizados"1. O mas bien:
¿cómo habéis olvidado vuestro bautismo y la profesión de fe
que hku>:eis en él? Vosotros creéis que hay un Padre en Dios,
porque habéis sido bautizados en el nombre del Padre : creéis
que hay un Hijo , porque habéis sido bautizados en el nom
bre del Hijo : creed , pues, igualmente que hay un Espíritu
Santo , porque habéis sido k utizados en nombre del Espíritu
Santo. Así lo confesáis en el Símbolo, diciendo : Creo en el Es
píritu Santo , y lo reconocéis todos los días santiguándoos
en el nombre del Padre , y del Hijo , Espíritu Santo.
sobre Kt Catecismo. Parte I. ajr
Serla , pues , necesario renunciar á la fe que nos enseña
ron los Apóstoles , para dudar esta verdad. Y no solamente
seria necesario renunciar á la fe del Símbolo , sino también
á la fe que se merecen los monumentos mas sagrados de la
Religión Católica. Leed las divinas Escrituras , y veréis que
el Espíritu Santo que las ha dictado, se descubre á sí mismo
admirablemente en ellas. Leed los libros de Moysés , y veréis
que el Espíritu de Dios era llevado sobre las aguas (<j) , esto
es , las cubría con su sombra para darlas la fecundidad, que
debia producir después admirables frutos. Veréis , que este
divino Espíritu llenaba con sus dones á los Patriarcas ; y le
reconoceréis en Enos , en Enoch , en Noe , en Abraham , en
Isaac , en Jacob , en Joseph ¿Y cómo podréis manos de
reconocerle , supuesto que Faraón mismo le reconoció en este
Santo Patriarca (c)l Veréis á este mismo espíritu llenar á
Moyses , y transferir á otros una parte de sus dones para
que le ayudasen en el gobierno del pueblo de Dios. Vereisle
en fin baxar sobre Bezeleel , y sus asociados , llenarles de sa
biduría , y hacerles dignos de trabajar en la construcción
del Tabernáculo (e). Leed los libros de los Jueces, y hallareis
que todos estos grandes hombres , cómo dice San Cyrilo(/),
gobernaron por virtud del Espíritu Santo el Pueblo de Dios con
igual fidelidad , que sabiduría. Por este divino Espíritu Otho-
niel juzgó rectamente (.§•) , Gedeon fué valeroso , Jepbté con
siguió victorias , Débora triunfó de los enemigos de Dios , á pe
sar de la fragilidad de su sexo , Sansón hizo prodigios , y fué
invencible mientras que no contristó al Espíritu Santo.
Leed los libros de los Reyes , y veréis que David os ase
gura , que el Espíritu del Señor ha hablado (Jj) , y en los Sal
mos ruega al Señor , que no aparte de él su Espíritu San
to (/). Leed los libros de los Profetas , y hallareis que os di-
-cen , que el Espíritu del Señor les ha hablado (6) ; que el Es-
pi-
■ (<i) Genes, i. v. ». {b) S. Cyril. Jeros. Catech. 16. n. 14.
(c) Gen. 41. v. 38. (í/) Nu¡d. 11. v. 17. (e) E»od. 3. v. 31.
(/) Loe. sup. cit. {g) Judie. 1. c. 7. c. 11. c. 4. c. 15.
(b) 2. Ríg. 23. v. a. (i) Ps. go. v. 13. Ps. 142. v. 11.
(*) 'Ezsch. c. 11. <r. 1. & $. i¿. v. 1.
lia
ifí 7 "-• *¡ Instrucciones .
pírittt del Setior está eninedio de su pueblo (¿j) ; que Dios derra
mará algún dia este divino Espíritu sobre toda la carne (¿) ; que
el Espíritu Santo reconviene y reprehende á un pueblo in
grato y rebelde por boca de Isaías (r); y que inspira al joven
Daniel para que confunda con su sabiduría á los infames
viejos acusadores dé Susana (rf). Pero aun mas claramente se
descubre á sí mismo el Espíritu Santo en el nüevo Testamen
to. Pues en él se nos dice , que la Virgen María concibió'
por virtud del Espíritu Santo (e) : que el mismo Espíritu San
to baxó sobre Jesii'-Christo en su bautismo (/), y le conduxo
después al desierto : que descendió sobre los Apóstoles en for
ma de lenguas de fuego (g) en el dia de Pentecostés , y se co
municaba á los fieles por la imposición de las manos (A). Y
que en fin Jesu-Christo mandó á sus Apóstoles que bautiza
sen á todas las gentes en- el nombre del Padre , y del Hi
jo , y del Espíritu Santo (')', y freqüentemente tes hablaba,
y prometía el ¡Espíritu Santo (é). Ninguno, pues , que no ha
ya olvidado lo que la fe , y la Religión nos enseña , puede
dudar que hay un Espíritu Santo en Dios.
2.a Pero la fe nos obliga á . creer que este Espíritu Santo
es una Persona divina^distinta del Padre , y del Hijo. En
efecto , aunque este nombre Espíritu Santo conviene con igual
propiedad y verdad así al Padre, como al Hijo , porque uno
y otro es Espíritu , y es Santo , sin embargo la escasez de
nombres propios nos obliga á emplearle en el presente artí
culo para significar la tercera Persona de la Santísima Tri
nidad , y en este sentido se toma freqüentemente en las Es
crituras : pues en el Libro de la Sabiduría leemos : iQtdén po
drá conocer tus juicios si tú no le dieres sabiduría , y le envina
res tu Espíritu Santo desde las alturas (/). Y Jesu-Christo nues
tro Señor dixo á sus Discípulos : el Espíritu Sut io , el Pará
clito , el Cunsolador ( nombres todos ' que significan una mi&r
ma Persona ) vendrá á vosotros , y quando hubiere venido , os
, en-
(«) Aggei. i. v. ii. (b) JoéJ. 1. v. (c) Isa¡. 63. v. to.
(í/) D-n. 13. (?) Luc. 1. v. 35. (/) Luc. 3. v. ai. 4. v. 1.
¡g) Actor, s. v. 4. (í) Ibid. 9. v. 15. 17. 18. • (*') Math. 28.
(k) Joaa. 14. v. 16. 15, , v. 16. 16. y, rg. (/) Sapient. p.
sobre el Catecismo. Parte I. i'n
enseñará todas las cosas , y os traerá á\la- memoria todo lo que
yo os he dicho (a). Y estando para ausentarse de ellos les di-
xo también (¿) : Mi Padre os enviará otro Consolador. Notad
la expresión os enviará otro Consolador , otro en lugar de
Jesu-Christo , otro que haga las veces del. Hijo de Dios. Lue
go no dudando que el Hijo de Dios es verdadera Persona,
tampoco debemos dudar , que lo sea igualmente el Espíritu
Santo. Así la Escritura compara justamente en esta parte al
Espíritu Santo con el Padre , y el Hijo. Tres son, dice S. Juan,
los que dan testimonio en el Cielo , Padre , Hijo , y Espíritu
Samo (c) ; en nombre de todos tres somos bautizados (d) ; y
á todos tres adoramos , y glorificamos igualmente.
Mas el Espíritu Santo es verdadera Persona , que procede
del Padre y del Hijo como de un principio. Esto es 1q que qui
sieron significar los Padres del Concilio primero de Constantí-
nopla, diciendo : T en el Espíritu Sentó, que procede ddlPftdre y
del Hijo. Y lo confirman claramente las sagradas Escrituras,
en las quales el Espíritu Santo se llama unas veces Espíritu de
Chisto, y otras Espíritu del Padre. Ya se dice, que es enviado
por el Padre (e) , ya por el Hijo (/) y que todo lo recibe dd
Hijo, así como el Hijo nada tiene que no lo haya recibido del Pa
dre. Así el Apóstol escribiendo á los de Galacia le llama Espí-
rim de Christo , diciendo : Envió Dios en nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo , el qual nos hace clamar , y llamarle Pa
dre , Padre (g). En San Matheo se le llama Espíritu del Pa
dre por estas palabras : h¡o sois vosotros los que habláis , si
tio el Espíritu de vuestro Padre (Ji) : Y en la Cena dixo Jesu-
Christo : El Consolador que yo os enviaré , Espíritu de la ver
dad , el qual procede del Padre , él dará testimonio de mí (/').
Y en otra parte afirma el mismo Jesu-Christo , que el Espí
ritu Santo ha de ser enviado por el Padre, diciendo: A
quien el Padre enviará en mi nombre (£). ¿Y qué denotan es
tas
(o) Joan. 14. v. i<5. (í) Joan. 14. v. id. (c) 1. Joan. 5. v. 7.
{d) M«h. 18. v. 19. , (fi) Joan. 14. (/) Mnth. 10. v. ao. ir Cor. ir.
». 1». GaUt. 4. v. 6. Rom. R. v. 9. 1. Petr. 1. v. 11. Phil. 1. v. 19.
Joib. 14. v. 16. ig. v. 16. 16. v. 14. 7. v. 16. (g) Galat. 4.
(£) Main. 10. (i) Joan. 15. (k) Joan 14. •
» y4 Instrucciones
tas expresiones de las Escrituras , que nos dicen tan freqüen-
temente que el Espíritu Santo es enviado por el Padre, y por el
Hijo, sino que procede de uno y otro según la reflexión, y
la explicación unánime de los Santos Doctores de la Igle
sia (<?)? De suerte , Christianos , que así como el Hijo proce
de del Padre por el entendimiento , porque el Padre enten
diéndose á sí mismo engendra al Hijo semejante á él , y de
una misma naturaleza con él , así el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo por la voluntad , y por tanto como de
un principio , porque es el fruto , y el término del amor re
cíproco del Padre, y del Hijo , de donde se concluye cier
tamente que el Espíritu es la tercera Persona de la Santísima
Trinidad , como consta de diferentes textos de la sagrada
Escritura , que determinan el orden de las divinas Personas.
Porque San Juan dice : Tres son los que dan testimonio en el
Cielo , el Padre ^ el Verbo , y el Espíritu Santo. Lo mismo de
claran aquellas palabras del Apóstol. La gracia de nuestro
Señor Jesu-Christo , y la caridad del Padre , y la comunicación
del Espíritu Santo sea con todos vosotros. Amen (b). Y aquel es
clarecido elogio de la Trinidad Santísima con que se conclu
yen los Salmos : Gloria al Padre , y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
3. p. Pero aunque el Espíritu Santo es la tercera Perso
na de la Santísima Trinidad , y por consiguiente una Perso
na distinta del Padre , y del Hijo , es sin embargo consubs
tancial al Padre y al Hijo , es decir , es un mismo Dios con
el Padre , y el Hijo : y esto es lo que entendemos , quanio
decimos en el Símbolo : Creo en el Espíritu Santo. Porque creer
en el Espíritu Santo , no es solamente creer que hay un Es
píritu Santo , así como creemos , que hay una Iglesia Cató
lica , ni es tampoco creer solamente lo que el Espíritu Santo
nos ha revelado , así como creemos los artículos de fe que
la
{a) S. Hilar, de Trin. lib. 1. S. Ambros. de 8pirita S. c. 10. de Sím
bolo c. 3. S. Pijlia. ¡n not. 9. S. Felicis. S. Aag. de Trin. 1. c. 4.
S. Fulgent. de fid. ad Pctr. S. L:o. ep. 03. Sinbjl. sub. nom. S. Atha-
nas. S Cyrii. Commear. in Joan. S. Epiph. ia Aasorato. Didym. de
Spirit. S. lib. a. (b) a. Cor. 13.
sobre el Catecismo. Parte I. aj?
Ja Iglesia nos propone ; sino que es reconocer al Espíritu
Santo por Dios , del mismo modo que reconocemos , y ado
ramos por Dios al Padre Eterno , y su Hijo Soberano.
El Hijo de Dios quiso enseñarnos esta verdad , man
dando que todos fuésemos bautizados en el nombre del Padre,
y del flijo , y del Espíritu Santo, como que pertenecemos
igualmente á estas tres divinas Personas , á quienes somos
igualmente consagrados por el bautismo. El Apóstol San
Juan testifica también , que son tres los que dan testimonio en
ti Cielo , el Padre , el Verbo , y el Espíritu Santo , y que estas
tres personas son una misma cosa (íj) , esto es , tienen una mis
ma naturaleza. Y la Iglesia ilustrada por el mismo Espíritu
de Dios nos ha enseñado siempre á no confundir las divinas
Personas , y á no separar su naturaleza. > .
3.a Mas ¿qué de diferentes pruebras de la divinidad del
Espíritu S:¡nto no nos suministra la Religión Christiana? El
nombre de Dios , las perfecciones de Dios , las obras de
Dios tanto en el orden de la naturaleza como en el de la
rracia atribuidas al Espíritu Santo en las sagradas Escrituras;
la misma adoración y la misma gloria dada igualmente al
Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, son otras tantas prue
bas invencibles de la divinidad de este adorable Espíritu.
i-a Comparemos en efecto las palabras de los Profetas
con la explicación de los Apóstoles , porque el mismo Espí
ritu que ha dado la Ecritura , la ha interpretado también (¿) , y
veréis que lo que en un lugar se dice de Dios , se atribuye
en otro al Espíritu Santo , para enseñarnos que el Espíritu
Santo es Dios. O/, dice Isaías, la voz del Señor , que decia:
\á quién enviarél T me dixo : vé ¡y dirás á este'pueblo : ciega
el corazón de este pueblo , y tapa sus oidos , y ciérrale sus ojos:
para que no vea por sus ojos , ni oiga por sus oidos (f) , ni en
tienda con su corazón. Y citando el Apóstol estas palabras, di
xo: bien habló el Espíritu Santo por el Profeta Isaías (d). Asi
mismo dixo Dios por la boca de David : que los hijos de Is
rael
(«1 1. Joan. g. v. 7. (£) 1. Petr. 1. v. ao. (c) Isaie 6. v. o.
id) Actor. »8. v. «5.
2 y6 Instrucciones
rael le habían tentado^ é irritaron al Santo de Israel (a): ¿y
quién es este Santo de Israel , según la explicación de San
Pablo (b) , sino el Espíritu Santo? El mismo Apóstol decla
ra á los de Corinto , que aquel á quien habia llamado Dios
es el Espíritu Santo. Diversas , dice , son las operaciones - so
brenaturales : pero un mismo Dios es el que obra en todos todas
las cosas (c). Y después añade : Mas todas estas cosas obra
uno y el mismo Espíritu, repartiendo á cada uno sus dones comal
quiere. A este modo, habiendo dicho San Pedro en los he
chos de los Apóstoles: Ananias ¿por qué tentó Satanás tu co
razón , para que mintieses al Espíritu Santo"1. Luego anadió:
no mentiste á los hombres , sino á Dios (í/) , llamando Dios al
mismo que acababa de llamar Espíritu Santo. Luego el nom
bre de Dios justamente se atribuye al Espíritu Santo : y se le
atribuye tanto mas propiamente , quanto es cierto que le con
vienen igualmente las perfecciones , y atributos , que solo
convienen á Dios.
2x.a ¿Quién es eterno sino Dios? A él le conviene ser an
tes , y después de todos los tiempos , y su nombre es eterno.
Es el que es (c) , porque es siempre , y necesariamente. Y
¿quién puede dudar de la eternidad del Espíritu Santo , por
quien los Cielos y todos los astros que le adornan han sido afir
mados , y permanecen inalterables después de tantos siglos?
Solo Dios es inmenso , porque él soio Uem todos los lugares,
y el Cielo ,y la tierra no pueden comprenderle. M is no dice la
Escritura , que el Espíritu Santo es inmenso , y llena toda la
tierra (/) \ A dónde iré, decía David , para ocultarme á
vuestro Espíritu? Yo le encontraré en qualquiera lugar á que
me vaya. Dioses Todopoderoso. Pero este poder infinito, y
sin límites ¿no es el verdadero carácter del Espíritu Santo?
¿No es ¿a virtud del Altísimo Qy) , á quien los Cielos son
deudores de su firmeza, y consistencia (/)?
3.a Juzgad , Christianos , del Espíritu Santo , y de su
po-
(0) Ps. 77. v. 46. (í) H?br. 3. v. 7. (c) 1. Cor. 11.
(d) Actor- g. v. 3. (?) Exod. 3. v. 14. (/") $*pient. r. 3. Reg. 3.
7- (g) P«. «38. v. 7. (b) Luc. 1. v. 35. (») Ps. 32. v. 6.
sobre el Catecismo. Parte Ir f ijy
poder por sus obras. Considerad lo que ha fiecho tanto en
el -orden de la naturaleza, como en el de la gracia , para re
conocerle y adorarle como verdadero Dios. A Dios solo per
tenece el ser criador. Este es el carácter proprio que' el Sím
bolo le atribuye. ¿Mas el Espíritu Santo no es criador , como
la Iglesia le llama (¿?)? ¿No es el que ha dado firmeza á los
Cielos , según la expresión del Profeta (b) , y ha hecho fe
cundas las aguas , como dice Moyses (r)? A Dios solo con
viene conservar y renovar lo que ha criado. ¿Y no es el
Espíritu Santo el que lo conserva todo , y el que renueva la
faz de la tierra (¿)? ¿No es este Espíritu divino el que pres
cribió á la naturaleza las reglas , que debe seguir , y el que
las ha dispensado quando ha querido , para hacer brillar su
poder por medio de los milagros mas visibles? En su baxada
al mundo en el dia de Pentecostés se abrieron los Cielos (e), pa
ra darnos á entender , dice San Cyrilo (/), la dignidad sobera
na del que baxaba. Un viento impetuoso y recio acompañó con
grao ruido (g) su venida , para llamar nuestra atención á la
presencia de su Magéstad. Un fuego celestial se dexó ver,
y- descansó sobre los Apóstoles , porque todos los elementos
obedecen á su Señor , y reconocen su presencia. ¿Y quién si
no Dios podia ilustrar de tal suerte el entendimiento de los
Apóstoles , que aprendiesen en un instante todas las lenguas
diferentes , que. estaban en uso en el mundo? j Quién sino
Dios podia comunica^ en un momento los conocimientos mas
sublimes y profundos á unos hombres rudos , é ignorantes?
¿Quién sino un Dios Todopoderoso podia dar á los Após
toles una virtud tan prodigiosa que casi todas sus accio
nes eran otros tantos prodigios? Seguid á estos Gigantes en
su carrera , y les veréis hacer una infinidad de prodigios
por donde quiera que pasan , mandar á los elementos, dis
poner á su arbitrio , por decirlo así , de toda la naturaleza;
dueños de la salud , y de la enfermedad , de la vida , y de
la
(a) Hymn. Pentec. (£) Loe. cí't. (c) G:n. i. »."».•
(d) Ps. 103. v. 30. 31. (#) Math. 3. v. i(5. (//• S. Cyril. Catech. 17.
n. 5. (g) Actor, a. v. «. 3. (b) Actor, g. v. 1 j.
Tom. I. Kk
2$8 Instrucciones
la muerte , dar*a vista á los ciegos , ó cegar á los rebeldes,
como lo hizo San Pedro con Elimas (a) ; curar repentina
mente á los tullidos de nacimiento (l>) ; sanar á los enfermos
no solamente con su palabra , sino también con el contacto
de sus vestidos (c) , y aun con su misma sombra (d) \ dar la
vida á los muertos (e) , y dar la muerte con su palabra á
los vivos , como lo hizo San Pablo con los mentirosos Ana-
nias, y Saphira (/). Todos estos prodigios , y otros innume
rables que omito, \no son pruebas invencibles del poder infi
nito , y por consiguiente de la divinidad del Espíritu Santo,
supuesto que todos fueron hechos en nombre de Jesu-Christo
y por la virtud del divino Espíritu?
- Pero pasemos ya á dar otras pruebas de un órden supe
rior ; hablemos de los milagros que el Espíritu Santo ha he
cho en el órden de la gracia. Y en primer lugar , ¿quién sino
Dios pudo hacer fecunda á una virgen, y ser el principio efi
caz de la concepción , y el nacimiento de un Dios? Pues el
Espíritu Santo es el que ha obrado esta maravilla (g) , y el
que debia reunir lo mas elevado del Cielo, con lo mas hu
milde de la tierra El Espíritu Santo sobrevino en María, y
la virtud del Altísimo hizo que sin dexar de ser Virgen,
fuese también madre, y madre de Dios, por lo qual será lla
mada feliz en la serie de las generaciones ¿Y á quién per
tenece sino á Dios el ungir ' y santificar á un Dios hombre?
Pues esto es lo que el Espíritu Santo ha hecho respecto de
Jesú-Christo, El Espíritu de Dios está sobre mí, dice el mis
mo Christo por boca de Isaías (£) , él me ha ungido, y me ha
enviado á predicar el Evangelio á los hombres. De Jesu-Chris
to se dice también (/) , que está lleno del Espíritu Santo. jY
quién sino Dios puede llenar á un hombre Dios?
Mas si de los prodigios que el Espíritu Santo ha obrado
en la cabeza , pasamos á considerar los que ha hecho en los
miem-
i. i
(n) Actor, ii. v..ij, (*) Ibld. 3. v. 7^ (c) Actor. 10. v. 19.
Ád\, 5. v. 15. (í) 9. v. 40. (/) g. v. g. & 10. (g) Luc. 1. v. 3$.
' (£) Itai. 7. v. n. 14. (i) Luc, i. v. 48. (k) Isai* 61. v. 3.
\J) Luc. 4. v. 1.
sobre Et Catecismo. Parté^pt i ¿y
miembros , ¿qué- de pruebas hallaremos ere ere ía
la div
divinidad de
este adorable Espíritu? A Dios solo pertenece hablarnos por
los Profetas , perdonar los pecados (a) , justificar al hom
bre (b) , derramar su caridad en nuestros corazones (<c\
adoptarnos por sus hijos (rf) , darnos aquella libertad santa,
que es el carácter de los hijos de Dios (e) , y hacer que la
justificación de nuestras almas venga á ser un principio de
vida , y de vida eterna para nuestros cuerpos (/). Pues to
do esto es efecto del Espíritu de Dios , del Espíritu Santo.
Este divino Espíritu nos ha hablado por los Profetas, dice
San Pedro (g). En el nombre de Jesu-Christo , dice San Pa
blo (h) , hemos sido lavados y purificados por el Espíritu de
vuestro Dios. El ha derramado la gracia aun sobre las naciones (t)
que eran ántes infieles. Por el Espíritu de Dios somos santifi
cados, y justificados (£). La caridad de Dios ha sido derramada
en nuestros corazones por el Espíritu Santo (/). ^Quiénes son los
hijos de Dios , sino los que son movidos, y llevados por el Es
píritu de Dios (ra)? En donde está el Espíritu de Dios , allí se
halla la verdadera libertad de hijos de Dios («). El Espíritu
Santo ha resucitado á Jesu-Christo (o) , y vivifica nuestras
almas (/>) , y la virtud de este adorable Espíritu que había
en nosotros , resucitará nuestros cuerpos mortales , y los hará re
nacer á una vida nueva , que no tendrá fin (7).
4.a Por tanto, fieles , debemos confesar que el Espíritu
Santo debe ser adorado y glorificado juntamente con el Pa
dre, y el Hijo, como dicen los Padres del Concilio primero
de Constantinopla , porque el Espíritu Santo es un mismo
Dios con el Padre, y el Hijo , y que excede incomparable
mente en perfección á los Angeles, los quales aunque espíri
tus nobilísimos , son espíritus servidores enviados para el minis
terio, á causa de los que consiguen la herencia de la salua5, co
mo
(o) Msth. 9. v. 6. (b) Ps. 83. v. 11. Job 14. v. 4.
(c) 1. Joan. 4. v. 9. (rf) Galat. 4. v. 5. (e) Rom. 7. v. ai. ¡
(/) Joan. g. v. 16. (g) a. Pctr. i (¿) I. Cor. 6. v. Si.
(«) Actor. 10. v. 4g. (*) i.Cor. 6. v. n. (/) Román 6. v. g.
(m) Ibid. 8. v. 14. 1$. («) a. Cor. 3. v. 17. (0) Román. 8. v. II,
(/>) Joan. 6. ({) Román. 8.
Kk a
a 6o IlíSTRTJCCTONES
mo dice el1 Apóstol (a). Así el mismo Apóstol le atribuye el
honor de los templos , como quando dice : \no sabéis que
vuestros miembros son templos del Espíritu Santo (¿)? Y toda la
Iglesia le glorifica como á verdadero Dios. Pues gloria sea
al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Gloria igual , por
que todas tres personas son perfectamente iguales. Una misma
gloría , porque son un mismo Dios , á quien pertenece la glo
ria , el honor , y el imperio en los siglos de los siglos (c).
Amen. ■ .

- : INSTRUCCION XXIX.

SOBRE LAS OPERACIONES^ T EFECTOS DEL ESPÍRITU SaNTO.

jOespues de haber conocido por la luz obscura, pero


cierta de la fe , que el Espíritu Santo es la tercera persona
de la Santísima Trinidad , y un mismo Dios con el Padre , y
el Hijo, resta que consideremos al presente lo que este divino
Espíritu obra en nosotros , para reconocer aun lo que es,
por sus operaciones mismas. Pues así como por las cosas vi->
sibles elevamos fácilmente nuestro conocimiento á las grandezas
invisibles fie D/'oí, y el Señor nos descubre por medio de ellas
su divinidad y su omnipotencia eterna ; así por las operacio
nes y efectos del Espíritu Santo, podremos elevarnos sin di
ficultad á conocer lo que es , y en especial lo que es res
pecto de nosotros: i.° ques es Espíritu de luz, que nos ilus
tra: 2.0 que es Espíritu de gracia que nos santifica : 3-.0 que
es Espíritu de fortaleza, que nos sostiene, y nos hace triun
far de lodos los obstáculos , que se oponen á nuestra sal
vación
<• i.° Aunque todas las operaciones y efectos del Espíritu
Santo son comunes á las tres divinas Personas , porque todas
tres son un mismo Dios , sin embargo como el Espíritu San
to
(a) Hebr. 1. (b) 1. Cor. 6. (<•) 1. Thim. 1.
(d) ítom. 1. v. 30.
sobre el Catecismo. Parte I
to procede de la voluntad divina inflamada de amor , justa
mente se le atribuyen todos los efectos, dones y gracias que
recibimos de Dios , y provienen del eterno amor con que nos
ama. Y en este sentido decimos que el Espíritu Santo es
Espíritu de luz que iluminó á los Profetas, y á los Após
toles , é ilumina aun á todos los fieles.
En efecto, los Profetas mismos nos aseguran que el Espí
ritu de Dios estaba en ellos , que baxaba sobre ellos , les lle
naba (a) , les instruia y hablaba por su boca. Las profecías,
dice San Pedro (b) , no se nos ban dado por la voluntad del hom
bre ; sino que estos santos hombres de Dios han hablado por un
movimiento especial del Espíritu Santo. Y á la verdad , ¿quién
sino este Espíritu divino que sondea las profundidades de Dios (c)
podría descubrirles los secretoside Dios , y revelcrles las co
sas futuras con tanta exactitud, muchos siglos antes que su
cedieran? \Qué luz, exclama Sari Cyrüo de Jerusalen (d)\ iQué
maravilla el ver á Isaías colocado en un rincón de la tierra,
pero elevado por el Espíritu de Lias sobre todo lo que hay en el
mundo, descubrir lo mas augusto del Cielo , ver ú Dios mismo en
ti trono de su magestad , y á los Serafines postrados delante de
él cubrirse el rostro en su presencial iQué maravilla el verle te/t~ - ,
der la vista por ¡a sucesión de ¿os tiempos , y profetizar tan
exactamente lo que habia de suceder á Jerusalen, y el triste es
tado á que debia ser reducida ; descubrir las revoluciones del
mundo tantos tiempos antes que sucedan , y hacer mas bien de
historiador que de Profeta de ellas"1. Pero ¿á qué fin amonto
nar pruebas de una verdad tan constante? Todas las profe
cías son otras tantas pruebas invencibles de esta luz divina
que el Espíritu Santo comunicó á los Profetas.
Pasemos ya á los Apóstoles. Porque aquí es donde el Es.-
píritu Santo derramó su luz con abundancia : este Espíritu de
verdad les enseña toda verdad , según la promesa de Jesu-
Christo (e) ; les ilustra de una manera admirable, para po
ner
te) Ezech. a. v. a. c. 3. v. ia. c. 11. v. $. (6) a. Pett. 1. *. ai.
(c) 1. Cor. ». v. 10. {d) Caiech. 16. n. 8.
(f) Joan. i(5. v. 13.
202 ». Instuucciónes
nerles en un momento en estado de. instruir , é ilustrar á toda
la tierra. ¡Qué luz la que les ilustró quando el Espíritu San
to baxó sobre ellos en el dia de Pentecostés! ¡Y qué es todo
aquel resplandor exterior de las lenguas de fuego que des
cansaron sobre sus cabezas , en comparación de la luz divina
que les iluminó interiormente y brillaba en sus almas!
Jesu-Christo les habia prometido , que les enviaría el
Espíritu de verdad {a) quando volviese á su Padre; que este
Espíritu les enseñaría todas las cosas (¿>) ; que sin otro maes
tro lo sabrían todo {c) , y que sin tener necesidad de preme
ditar de qué modo habían 'de responder, quando fuesen pre
guntados, les daría una .sabiduría á que no podrían resistir , ni
contradecir sus contrarios (d). Y todo esto se vió puntualmen
te cumplido en la venida del Espíritu Santo, ¡O y qué ma
ravilla tan extraña era el ver á unos hombres antes igno
rantes y rudos , á quienes el mismo Hijo de Dios se abste
nía de decir muchas cosas , porque tw podían comprehenderlas (e),
que en un instante fueron puestos en estado de comprehender
lo mas profundo de las Escrituras ; lo mas obscuro de las
profecías ; lo mas elevado de los misterios, y viniéron á ser
otros tantos oráculos divinos , que en todas lenguas ins
truían á todas las naciones del mundo! \Qué , dice San Cyri-
lo (/) , para aprender una lengua , aunque sea imperfectamente
son necesarios tantos años , tantos maestros , tantos estudios, y en
un momento ellos las saben todas, para instruir á todos! Com-
prehended de aquí , si podéis^ qual sea este Espíritu divino
Espíritu verdaderamente de sabiduría y de ciencia, de luz , é
inteligencia , de consejo y de prudencia Qj). Espíritu que llena
todo el universo • y que tiene la ciencia de la voz , como dice
la Escritura
¿Pero e! Espíritu Santo limitaba sus luces á los Apósto
les? ¡Ah! ¿Quién no sabe que los Apóstoles mismos comuni
cando á los fieles el Espíritu Santo por la imposición de las
ma-
(n) Joan. itf. v. 17. 13. (b) lbid. 14. v. 16. (e) Joan. 14. v. atf.
(d) Luc. 21 v. 15. (e) Joan. 16. v. 11. (/) Catech. 17. v. 9.
(g) Isaise 11. r. a. (¿) Sap. 1. v. 7.
sobre el Catecismo. Parte lf-r a 63
manos, les comunicaban juntamente su luz; que al mismo
tiempo que hallaban á los hombres, el Espíritu Santo disi
paba las tinieblas del entedimiento de los hombres , y que
por todas partes se veian hombres de tinieblas (a), que ve
nían á ser hombres de luz1. Y sin hablar ahora de aquellos
dones milagrosos tan comunes en los primeros tiempos de la
Iglesia , que el Espíritu Santo repartía á los fieles, dando á unos
el don de sabiduría, para entender bien los sagrados misterios^
á otros el de ciencia , para explicarlos con palabras competentes,
á otros el don de fe , o confianza en Dios, por la qual hacen co
sas maravillosas , á otros el don de dar salud á los enfermos , á
otros el don de hacer milagros ; á otros el de saber lo futuro , á
otros el de conocer los interiores , y ocultos pensamientos de los
hombres ; á otros el de hablar y entender muchas lenguas , y fi
nalmente á otros el don de interpretar las palabras (b) : ¿quién
no sabe que quando los ministros de Dios predican las verda
des Evangélicas; no son ellos los que las enseñan sino el Es
píritu Santo que da testimonio á Jesu-Chrísto, por la boca de
sus ministros? Los hombres pueden muy bien hablar al oidó
exterior , pero el Espíritu Santo habla al alma , y al corazón,
y es quien descubre la verdad , quien la persuade, y la ilus
tra interiormente con su luz. Si no se puede pronunciar digna
mente el nombre de Jesús, sino por el Espíritu Santo , como di
ce el Apóstol (r), ¿cómo podremos hablar dignamente de Je
sús sino por influxo del mismo Espíritu? ¿Ni qué es de ex
trañar que los hombres tengan necesidad de ser ilustrados por
el Espíritu Santo , debiendo serlo igualmente los Angeles
mismos , como dice San Gyrilo , (d)? Aun los Arcángeles débea
beber de la fuente de su luz, porque él es el que ilustra á estas
sublimes inteligencias. Solamente el Espíritu de Dios sondea las
profundidades de Dios, y no se pueden conocer las grandezas de
Dios , sino á medida que quisiere descubrirlas este divino Es*
firitu.
Invoquemos , pues , Christianos á este Espíritu de sabidu^

(o) Ephes. g. v. 6. (í) i.Cor. 11. v. 8. (c) Ibid. v. 3.


\d) Catecb. 16. n. it.
264 Instrucciones
ría, adorémosle, y consultémosle en nuestras dudas. Rogué-
mos á este buen Espíritu que nos conduzca por el camino de
la justicia Puriíiquémos nuestros corazones para recibirle,
porque no entrará en él alma mala , detesta al hipócrita , y no
permanecerá en el cuerpo esclavo del pecado Atraigámosle
por el amor , porque es Espíritu de caridad , y de gracia. .
2. p. Después de haber pecado el hombre no tenia menor
necesidad de ser santificado , que de ser iluminado , porque la
corrupción de su corazón era aun mayor que la ceguedad de
su entendimiento. Toda le carne babia corrompido sus cami
nos (í), y era necesario que Dios enviase su Espíritu para re
novar la faz de la tierra,y formar nuevas criaturas (</), no des
truyendo las que habla , sino mudándolas , y santificándo
las. ¿Qué mudanza en efecto no se advirtió en los Apóstoles,
y en los primeros fieles después que recibieron al Espíritu
Santo? Quando yo considero á los Apóstoles antes de la ve
nida del Espíritu Santo, y les veo interesados, y zelosos de
las menores preferencias; siempre prontos á.la contestación,
y murmuración (?) , incrédulos y desconfiados á pesar de los
milagros mas ilustres , de que eran testigos ; y les considero
de otra parte después de la venida del Espíritu Santo des
prendidos hasta sacrificarlo todo , y aun á sí mismos á glo
ria del Salvador, buscar con ansia los últimos lugares, y
mirarse como abortivos, y la basura del mundo (/) : no puedo
ménos de exclamar: ¡qué milagro es éste! ¡O y qué admirable es
el Espíritu Santo, supuesto que obra tales maravillas! Quando
tiendo la vista sobre los primeros fieles de. Jerusalen, y les
veo no solamente perseverar en la oración , _y en la comunión de
la fracción del pan Qf) , sino también despojarse de sus bienes,
y ponerles á los pies de los Apóstoles , y no conocer otras ri
quezas , que la pobreza de Jesu-Christo : quando les veo
tan unidos entre sí por la caridad , como, si tuvieran un solo
co-

. (a) Ps. 141. v. it. (í) SaDíent. 1. v. 41. (c) Cíen. 6. v. ta.
(rfj Ps. 103. v. 30. (<?) Marc. 10. v. 41. Luc. as. v. 44. Math. 8. v.atf.
14. v. 31. i<S. v..'8. (/) 1. Car. v. 8. 4. V. 13,.
ig) Actor. 2. v. 42. sí(j.
sobre el Catecismo. Paíte I. 16 f
Wfágní y una sola alma (a) : y quando veo en ellos una san^
tidad tan brillante que infunde terror (b) á los que les ven,
y no se atreven á acercarse á ellos por respeto: y me acuer
do de otra parte que el carácter natural de. los Judíos, que
componían esta Iglesia , era un carácter carnal, interesado , é
hipócrita , ¿de dónde viene , rae pregunto á mí mismo , una
mudanza tan extraña? ¿De dónde sino del Espíritu Santo que
es el Señor de los corazones , y el origen de toda la santidad,
y toda gracia?
Quando considero á los Gentiles convertidos á la fe, y
oigo al Apóstol que les dice : Vosotros habéis sido tinieblas , y
ahora sois luz en el Señor (r) : Vosotros viviais sin Dios en el
mundo , y al presente levantáis vuestras manos puras ú él (d)i
vosotros estabais cubiertos de manchas, y de corrupción:
pero veis aquí que estáis lavados , purificados , y santificados (e),
después que habéis sido como sellados por el Espíritu San
to^). ¡Ah! Yo reconozco el poder de este divino Espíritu,
y la eficacia de su gracia. > ^
Pero no nos limitemos á los primeros tiempos de la Igle
sia , tendamos la vista sobre todos los fieles , consideremos el
zelo de los Apóstoles , la fortaleza de los Mártires , la fideli
dad de los Confesores , la caridad de las Vírgenes , la pobre
za de los Solitarios , la mortificación de los penitentes , en una
palabra , la santidad , y piedad de todos los christianos , to
da proviene del Espíritu Santo , porque los frutos de este di
vino Espíritu , dice el Apóstol (§•), son la caridad , el gozo , la
paz , la paciencia , la humildad , la mansedumbre , la longani
midad , la benignidad , la bondad , la fe , la modestia , la con
tinencia , la castidad. El Espíritu Santo es el origen de todas
las gracias , y el principio de la santidad de todos los fie
les. Si santificó á San Juan Bautista en el vientre de su madre,
para hacerle digno Precursor del Salvador ; si santificó á Ma
ría Santísima , para hacerla digna de concebir en sus entra
ñas
(#) Actor. 4. v. 31 (¿) Ibid. g. v. 13. (c) Ephes. j. v. 8. 3. v. 13.
Rom. 1. v. 14. seq. (</) í, Thim. 9. v. 8. (fi) I. Cor. 6", v, 11.
(/) Ephes. x. y. 13. 4. v. 30. {g) Galat. $. r. %%. 33.
Tom. I. Ll
i66 Instrucciones
ñas al Hijo de Dios } si santificó á los Apóstoles, y á los pri
meros fieles , quando baxó sobre ellos , sin duda que conti
nua aun , y continuará hasta el fin de los siglos santifican
do á - su Iglesia , y á todos sus hijos : este adorable Espíritu
es el agua viva (d) , que Jesu-Christo prometió dar á todos los
que creyeren en él , ¡y qué debe resaltar basta la vida eterna]
[Agua ¿MfawrtfWe,exclama San Cyrilo (b)\ \Agua celestial. \Agua
verdaderamente divinal \Mas por que Jesu-Cbrista ha dado el
nombre de agua al "Espíritu Santo"1. ¿Ej solamente porque nos la
va y purifica"1. No , hermanos mios. Es también porque asi co
mo el agua es el principio de todas las producciones de la na
turaleza , así el Espíritu Santo es el principio de todas las pro
ducciones n y obras de la gracia. El Espíritu Santo, es el que
habla al corazón , el que le mueve , y hace obrar» Si os viene
a'gun buen pensamiento , dice el mismo Santo (*") , el Espíritu
Santo es quien os le inspira ; si or sentís inclinados á la casti
dad , á abrazar la virginidad , ó la continencia , el Espíritu San
to es quien forma en vosotros este buen deseo* Gracias á este di
vino Espíritu por todo lo bueno que se hace en el mundo, y
en la Iglesia , porque es el principio, y origen de rodo bien.
Felices aquellos en quienes habita este Espíritu de luz , este
Espíritu de santidad , este Espíritu de fortaleza.
3. p. Sí , Christianos , este Espíritu de fortaleza. Yo lla
mo al Espíritu Santo Espíritu de fortaleza , porque así le lla
ma la Escritura» Y en efecto Jesu-Christo no solamente le
prometió á los Apóstoles para santificarles, sino también para
fortalecerles. Pues como estaban destinados para la grande
empresa de convertir al mundo , y vencer la oposición que
habían de encontrar de parte de una multitud innumerable
de enemigos tanto interiores , como exteriores , necesitaban
á este fin de la virtud de lo alto (d) ; y que el Espíritu San
to -ks hiciese superiores á sí mismos , al mundo , y al de-
morio.
No quiero detenerme en haceros ver la virtud poderosa

(a) Joao. 4. v. 14. (¿) Catech. 16". (<•) Iibid. n. 9.


(d) Luc. 04. v. 49.
sobre el Catecismo. Parte I. 267
que les dió el Espíritu Santo, para sanar los enfermos, re
sucitar los muertos , desterrar á los demonios de los cuer
pos que poseían , y para hacer otros milagros semejantes;
os hablaré de otros prodigios , que aunque interiores , no
por eso dexan de ser muy admirables. ¡Qué prodigio el ver
á San Pedro al salir del Cenáculo levantar la voz en las ca
lles de Jerusalen , y enmedio de las plazas públicas para pu
blicar la Resurrección de Jesn-Christo (a) , y reprehender pu
blicamente á los Judíos , y reconvenirles con. el cruel deicidio
que habían cometido , comparecer sin temor en la Sinagoga
y confesar allí á Jesu-Christo ; hablar á los Príncipes de los
Sacerdotes y á los Magistrados con una libertad increíble, y
preguntarles tranquilamente,*/ no era necesario obedecer á Dios,
antes que á los hombres (b)\ ¡Qué prodigio al ver á San Pablo
llene de valor é intrepidez enmedio de las persecuciones mas
violentas ; preso , azotado , apedreado , expuesto á mil peligros;
peligros en la tierra , peligros en la mar , peligros en los pobla
dos , peligros en los desiertos , peligros de parte de los judíos,
peligros de parte de los Gentiles , peligros de parte de los fal
sos hermanos (c) , esperando por todas partes una respuesta de
muerte , y sin embargo siempre tranquilo! ¿Qué digo y o? glo
riarse en los trabajos , y tribulaciones. ¡Qué prodigio el ver á
ios otros Apóstoles correr con un zelo infatigable de Ciudad en
Ciudad , de Províncix en Provincia , y de Reyno en Reyno
para predicar el Evangelio entre las persecuciones , y pre
pararse el martirio que deseaban! ¿Qué fortaleza era necesa
ria para executaT , sostener , y llevar al cabo este desig
nio? ¿Qué virtud era necesaria para triunfar de los temores
de la naturaleza , de los esfuerzos del demonio , y de todo
el poder del mundo? Recorred los siglos de los mártires , y
veréis allí los mismos prodigios en innumerables Christianos
de todas condiciones, edades, y sexos. ¿Y de dónde les vino
esta fortaleza, sino del Espíritu Santo que les hacia invencibles
en todos los peligros? Invoquémos , pues, Christianos , á este

te) Actor. 9. v. 14. Í3. 14. c. 4. v. 7. seq. (b) Actor. 4. y. 19.
(f) ». Cor. 11.
• Ll 2
263 ( .T" '' Instrucciones
divino Espíritu , que es la sabiduría , la virtud , la claridad,
y la luz del Todopoderoso. Pero invoquémosle no solamente con
la boca , sino también con el corazón. Yo he abierto la boca,
y he atraído el Espíritu , porque deseo caminar según vuestros
mandamientos , decia el Real Profeta (¿i). Deseémosle , y pi
dámosle con ardor para atraerle á nosotros. Porque, ¿cómo
un Padre tan bueno como el nuestro , negará á sus hijos es
te buen Espíritu , si le piden como deben?
Invoquemos , pues , á este adorable Espíritu , y consulté
mosle como á nuestra luz y guia , porque es Espíritu de
Consejo , de sabiduría é inteligencia. El es , dice San Agus
tín , quien nos descubre la verdad en medio de las turbaciones del
alma , y quien nos hace discernir con prudencia lo que puede
sernos verdaderamente útil Y por tanto David pedia á Dios,
que le hiciese conocer el camino en que debia andar (c) , y aña
de : Vuestro buen Espíritu, Dios mió, me conducirá por un
camino recto. . . .
Mas ¿á qué fin deberemos consultar al Espíritu de Dios,
sino para escucharle y seguirle fielmente? A esto nos exhor
ta el Profeta diciendo : Si oyereis hoy su voz , guardaos de en
durecer vuestros corazones (d) : porque desgraciados aquellos,
que merecen que se les diga como á los Judíos : hombres du
ros , é incircuncisos de corazón , y de oidos , vosotros resistís
siempre al Espíritu Santo (e). Digamos , pues , con el Profeta:
Ta escucharé lo que Dios me diga dentro de mí (/) , y para que
las obras concuerden con las palabras , añadamos como él: mi
corazón está preparado , Dios mío (g) ; y he resuelto no apar
tarme jamas del camino de vuestros mandamientos , y vivir en
un continuo reconocimiento de los dones de vuestro Espíritu,
hasta que pueda daros eternas gracias por ellos en la glo
ria. Amen. , ' .
• b .
(a) Ps. 1 18, (¿) Lib. *. de Doctr. Chrisr. i». »i. (e) Ps. 14». v. 8< 9-
(ti) l's. 94. v. 8. (í) Actor. 7. v. g t. (/) Ps. 84. v. 8.
ig) Ps. 107. v. 1.

AR
sobre el Catecismo. Parte I. 269

ARTÍCULO NONO DEL CREDO.

Creo la Santa Iglesia Católica , r la comunión


he los Santos.

INSTRUCCION XXX.
p
SOBRE LAS PRIMERAS PALABRAS DEL ARTICULO NONO:

Creo la Santa Iglesia Católica.

jKl buen orden pedia, dice San Agustín (a) , que en la con
fesión de los artículos de nuestra fe, después de haber hecho profe
sión de creer en la adorableTrinidad', un solo Dios en tres Perso
nas , hiciésemos profesión de creer su Iglesia , como lo reconoce
mos en estas palabras del Símbolo : creo la Santa Iglesia Cató
lica. Pero es de notar , amados Christianos , que confesando
en el Símbolo que creemos en Dios Padre Todopoderoso , en
Jesu-Christo su único Hijo, y en el Espíritu Santo, no decimos
que creemos en la Iglesia , porque esta expresión es propria
de Dios solo , sino que creemos la Iglesia , ó que hay Igle
sia , porque Dios Lo ha revelado , y creemos á la Iglesia , esto
es, á lo que la Iglesia propone á nuestra fe , porque Dios nos
habla por medio de ella. Para saber , pues , á quien debéis
creer , veamos los diferentes sentidos de este nombre Iglesia:
y los diferentes nombres con que Dios ha honrado á su Igle
sia en las santas Escrituras.
i.° El nombre de Iglesia viene de una palabra Griega
que significa llamamiento de muchos á un lugar. La Iglesia es
una congregación de hombres , dice San Agustin (¿) , á diferen
cia de la Sinagoga , cuyo nombre en su origen no convenia pro
piamente ; sino á un rebaño de animales , y por tanto se apli
có á la Iglesia de los Judíos , cuyo pueblo carnal y grosero
semejante á los animales sin razón , esperaba solo bienes ter-
re-
(0) la Enchirid. c. 36. (£) in Ps. 77. & 81.
¡ 270 Instrucciones
renos , y caducos ; y al contrario los Christianos conocien
do que son hombres hechos para el Cielo , únicamente aspi
ran á las cosas' celestiales , y eternas.
La Escritura da algunas veces el nombre de Iglesia á las
asambleas , ó juntas indiferentes , ó profauas , y aun también
abominables. Y así se dice en los Hechos Apostólicos : Si de
mandáis alguna otra cosa , en Iglesia legítima se puede des
pachar (a) ; llamando Iglesia legítima al pueblo de Efeso que
adoraba la Diosa Diana. Y el Profeta Rey dice : Aborre
cí la Iglesia de los malignos , y no me sentaré con los malva
dos (b).
Pero en fin el uso de los Apóstoles, y de sus Discípu
los, y el uso de todos los siglos después de ellos, ha consa
grado este nombre Iglesia , para significar la sociedad de los
fules, ó sus juntas religiosas : en cuyo sentido se dice en los
Hechos de los Apóstoles , que el terrible castigo de Ananías,
y Safira llenó de terror á toda la Iglesia (c) : Y que los Apóstoles
se juntaron en la Iglesia (di) , para dar cuenta en ella de los
progresos del Evangelio ; y que la Iglesia los recibió , y los
condaxo con honor como á sus Padres , y Pastores. Pero esta sig
nificación unas veces es mas limitada y otras mas extensa. Y
freqüentemente se da el nombre de Iglesia no solamente á
la sociedad entera de los fieles , sino también á una por
ción particular del rebaño de Jesu-Christo : lo qual se de
be advertir con gran cuidado , para no atribuir á una por
ción de la Iglesia los privilegios concedidos al cuerpo de ella;
y para no imputar á la Iglesia los defectos que se pueden ha
llar en algunas de sus porciones , ó en algunos de sus miem
bros. En este sentido habla el Apóstol determinadamente de
la Iglesia <jue está en Corinto (e) , en Galacia (/) , en Lao-
dicea (g) , y en Thesalónica Y escribiendo á los Roma
nos les dice, que íes saludan todas las Iglesias de'Christo
Y San Juan en el Apocalipsis , ó mas bien Jesu-Christo por
su
(a) Actor. 19. {b) Ps. ag. v. g. (c) Actor, g. v. ir.
(d) Actor. 14. v. aj. c. ig. v. 3. {e) 1. Cor. 1. (f) Gilat. x.
* (g) Colos. 4. (¿) 1. Thesal. 1. (t) Rom. 16. v. 16.
sobre el Catecismo. Parte I. 271
su boca dirige sus palabras á las siete Iglesias de Asia (¿¡),
y á los Angeles , esto es } á los Obispos que las gober
naban.
Y por una apropiación de este sentido se da también el
nombre de Iglesia á el lugar mismo en donde los fieles cele
bran sus juntas religiosas ; y así decimos , que las Iglesias. son
casas santas , y lugares sagrados en donde debemos estar con
mucha composición , y modestia ; que son casas de oración
casas de gracias , y bendiciones , que debemos freqüentar con
mucha devoción y respeto , para levantar allí nuestros cora
zones á Dios , y pedirle mercedes.
Y limitando aun mas este sentido , las casas mismas de
los fieles se suelen llamar Iglesias 5 y en efecto así las llama
San Pablo : porque manda , que se salude á la Iglesia domés
tica de Prisca , y Aquila (í). Y en otro lugar dice : os salu
dan en el Señor Aquila , y Priscila con la Iglesia que está en su
casa. Y en la Epístola á Filemon usa de las mismas expre
siones (d) : expresiones , que á la verdad , no carecían de
fundamento , pues las casas de los primeros fieles eran ver
daderas Iglesias ; eran casas de oración y de piedad en don
de reynaba el Espíritu de Dios, y se invocaba el nombre San
to del Señor. ¡O y qué instrucción para vosotros, Católicos!
Colegid de aquí que vuestras familias deben ser una com
pendiosa imagen de la Iglesia entera ; que las casas de los
Christ anos deben ser otras tantas Iglesias , en donde el Pa
dre , tomo Pastor que ocupa el lugar de Dios , gobierna con
vigilancia y caridad no solamente con las palabras , sino tam
bién con el exemplo : y en donde los hijos son respecto de
sus Padres, y los domésticos respecto de sus Señores , lo que
deben ser todos los fieles respecto de los Pastores de la Igle
sia, sumisos, respetuosos , y obedientes.
Algunas veces se significan también por el nombre de
Iglesia sus Prelados y Pastores. Si no te oyere, dice el Señor (e),
denuncíale á la Iglesia, por cuyo nombre se designan los Pre-
la-
fo) Apoc. 1. & 3. (¿» Math. 41. v. 13. (c) Román, itf. 1. C«r. 16.
(d) Philip. 1. v. a. (*) Math. a3.
iy\ Instrucciones
lados Eclesiásticos. Pero el nombre de Iglesia en el presente
artículo significa principalmente la sociedad entera de los fie
les, que lian sido llamados por la fe á la luz de la verdad,
y al conocimiento del verdadero Dios, para adorarle y servirle
de todo corazón. Así la Iglesia es el pueblo unido á su Sacer
dote , dice San Cipriano (<z) ,_y el rebaño unido i su Pastor; es
decir : el rebaño de Jesu^Christo compuesto de Pastores que
conducen , y de fieles , que son conducidos. Es el pueblo fiel
esparcido por todo el orbe, como dice San Agustín en mil lu
gares de sus obras (#). Es la congregación de los Santos , esto
es, de los fieles unidos por los lazos de la fe, y por la profesión
común de una vida santa , dice San Isidoro (f). Es la congre
gación de todos los fieles , dice Santo Thomas.(¿).
El nombre de Iglesia según que significa la sociedad de
todos los fieles , abraza el Cielo y la tierra , los Angeles y
los Santos que reynan en el Cielo , los fieles que viven en la
tierra , y aquellas almas justas , que esperan en el Pur
gatorio el feliz dia en que purificadas de sus faltas , se re
unirán con Dios para poseerle eternamente en el Cielo. Por
tanto aunque la Iglesia es una sola se distinguen en ella dos
partes principales , á saber, la Iglesia triunfante, y la Igle
sia militante. La triunfante es la que reyna en los Cielos,
después de haber triunfado de sus enemigos en la tierra. La
militante es la que vive aun en la tierra expuesta á los em
bates del mundo, demonio , y carne. La una , esto es, la mi
litante , está aun en el tiempo de su peregrinación , dice San
Agustín (e) ; la otra está en la eternidad de su mansión en el
Cielo. La una trabaja aun ; la otra goza del descanso. La una
está en el camino , que conduce al Cielo ; la otra está en su bien
aventurada patria. La una huye del mal , para hacer el bien ; es
ta es nuestra ocupación en la tierra j la otra no tiene mal alguno
que evitar , ni que temer , porque goza del mayor de todos los
bienes. La una lidia aun con el enemigo \ la otra no tiene ya ene-
mi-
(a) Ep. 6p. ad Florent. Pupiin. (b) ín Ps. 34 8c 149. Lib. de Cathe-
chi. rud. c. 3. (c) S. Isid. Pelus. lib. 2. ep. 245. (J) Variis ia loe
(e) Tract. 124. in Joan.
sobre el Catecismo. Parte I. 37$
migos con quienes pelear. La una vive aun en Id incertidumbré
de si saldrá victoriosa en los miembros , en quienes combale ; la
eirá goza de una paz segura después de sus victorias. Pero esta
Iglesia feliz, y segura de su felicidad se interesa por la nues
tra: alivia con sus oraciones, dice el mismo Santo («), la lgle*
sia de ¡a tierra. Estas dos Iglesias serán una sola en la eternidad
por la posesión de una misma felicidad , y desde el presente son
una misma Iglesia por el lazo de la caridad , porque una y otra
tienen un mismo fin que es adorar á Dios y darle gloria. Y del
mismo modo las almas justas que están en el Purgatorio ha
cen una misma Iglesia con los Santos del Cielo, y con nos
otros. Porque no se ba de creer, dice el mismo San Agustín (/?),
que los justos que han muerto , no pertenecen ya á la Iglesia,
que es el Reyno de Jesu-Cbristo : si esto fuera cierto , se baria
memoria de ellas en el altar , en donde participamos del cuerpo
del mismo Jesu-Cbristo. iSe procuraría con tanto ardor el bau
tismo para los que están en peligro , ó la penitencia para los que
han perdido la gracia después del bautismo"1. ¿Se trataría , de re'
concillarles con la Iglesia ántes de su muerte"1. )T por qué se ha
ce esto , sino porque los fieles , aun difuntos , son miembros de la
lglesidi
En la Iglesia militante hay dos clases de hombres , bue
nos , y malos. Porque la Iglesia del Cielo se diferencia de
la de la tierra , en que en el Cielo no tendrá verdaderamen
te arruga , ni mancha alguna (f) , pero en la tierra es un cam
po en donde está sembrada la zizaña con el trigo (*/) , es la
era donde está revuelto el trigo con la paja (e) , es la red
en donde se juntan de todo género de peces, buenos , y ma
los (f) , es una gran casa en donde se hallan vasos de honor,
y vasos de ignominia (g) : es semejante á diez vírgines , cinco
prudentes y cinco fatuas ; es como el arca de Noe , en don
de se encerráron no solo animales limpios , sino también in
mundos En un mismo campo , dice San Agustín (/) , se
ha-
(ul Enchir. cap. $6. (£) Lib. ao. de Civít. Dei c 9. (c) Ephes.
y. 47. (<i¡ Math. 13. v. 14. 'e) Luc. 13. (/) Muh. 13. v. 47.
(g) a. Thim. a. ». *o.(/f>) Gen. 6. (»*) in Ps. 41. o. a.
Tom. I. Mm
174 •' Instrucciones
hallan la zizana , y el trigo , y ambos se mantienen con una mis
ma lluvia. Los buenos y los malos hacen profesión de una misma
fe ; pero los buenos viven por la fe , esta es , por aquella fe
que obra por la caridad, como dice el Apóstol, pero los ma
los la combaten , ó á lo ménos la deshonran con su vida. Dios
lo permite así , dice el mismo Santo (a) , ó para que los ma
los se conviertan, ó para que sirvan de exercicio á la paciencia, y
virtud de los buenos. Solamente en la cosecha se debe separar
la zizaña del trigo y entonces vendrá el Señor con el viel-
do en la mano para limpiar su era (r) , y conduciendo el trigo
á su granero , arrojará la zizaña, y la paja al fuego que jamas
se debe apagar (d): esto es, solamente en el fin del mundo
separará Dios los malos de los buenos, llamará á los buenos,
y los hará entrar en su Reyno , y arrojará á los malos al
fuego eterno. Entretanto los buenos viven con los malos, to
dos profesan una misma fe , y reciben unes mismos Sacra
mentos. La sabiduría de los hombres no alcanza á discernir
los ; pero el Ser.or conoce ¡os que son suyos {e) los que viven
de su espíritu , y están unidos á él con el lazo de la cari- .
dad , para dar á cada uno según sus obras. De aquí se sigue,
que solas tres condiciones de hombres no pertenecen al cuer
po de la Iglesia : tales son los infieles , los hereges y cismáti
cos , y los excomulgados. Los infieles, porque nunca conocie
ron á la Iglesia , ni fueron admitidos en ella por el Sacra
mento del Bautismo, ni participaron de Sacramento alguno en
compañía del pueblo christiano. Los hereges , y cismáticos,
porque desertaron de ella , y permanecen rebeldes , y per
tinaces en sus errores. Mas no se ha de negar , que estén ba-
xo la potestad de la Iglesia, pues los llama á juicio, los
apremia y fulmina censuras contra ellos : de suerte que nunca
pueden eximirse de su autoridad , como ni tampoco de la or
denación de Dios de donde dimana. Y así solo pertenecen á la
Iglesia como los desertores al exército de donde se escapa
ron. Finalmente los excomulgados , porque como están exclui
dos
(«) In P«. ¡54. n. 4. (3) Mith. 13. v. 39. 40. (c) Ibid. 3. v. 11.
(i/) IbiJ. 13. v. 4S. 49. (#) 2. ad Thini. a.
sobre el Catecismo. Parte I. 27 f
dos del gremio de los fieles, por el juicio de la misma Igle
sia , no pertenecen á su comunión , mientras no se enmenda
ren. Todos los demás que han entrado una vez por la puer
ta de la Iglesia , que es el bautismo , sin duda perseveran en
ella por malvados, y perversos que sean; y por consiguien
te aunque nuestros Pastores y Prelados sean malos , y aun
díscolos , sin embargo están en la Iglesia , retienen la potes
tad que han recibido de Dios , y nosotros debemos obede
cerlos.
Pero no os engañéis , Católicos , pues aunque la fe ca
tólica afirma verdadera y constantemente que los buenos y
los malos pertenecen á la Iglesia , con todo eso , según las
reglas de la misma fe se ha de creer , que es muy diversa la
condición de unos , y otros. Porque así como en la era la
paja está revuelta con el grano , y siempre es paja ; ó á ve
ces los miembros baldados están unidos con el cuerpo, y 110
obstante permanecen baldados; así los malos en la Iglesia aun
que están unidos á este cuerpo místico, permanecen baldados'
y muertos, porque no viven por la caridad.
Concluyamos , pues , que la Iglesia visible que Jesu-
Christo ha fundado, y cuyos fundamentos son los Apóstoles,
baxo Jesu-Christo que es la piedra angular (ti) , es la socie
dad de los fieles reunidos por la profesión de una misma
fe , y la participación de unos mismos sacramentos , baxo la
autoridad de los Pastores legítimos , cuya cabeza visible es
el Papa , sucesor de San Pedro , y Vicario de Jesu-Christo
en la tierra : sobre que os volveremos á hablar mas adelan
te. Pasemos ahora á los nombres que la Escritura da á la
Iglesia , y que podrán servir para haceros comprehender su
naturaleza.
2. p. La Escritura llama á la Iglesia , casa de Dios , re-
"baño de Jesu-Christo , esposa de Jesu-Christo , y cuerpo de Jesu-
Christo. Estos son los quatro principales nombres que nos dan
una alta idea de la Iglesia.
i.° La Iglesia es la casa de Dios. Así la llama el Após
tol
(*) Ephts 3. r. 10.
Mm 2
276 . . Instrucciones
tol quatido dice á su discípulo Timoteo : te escribo esto , para
que sepas como te debes conducir en la Iglesia, que es la casa de
Dios vivo , el apoyo , y columna de la verdad (a). Casa que
edificó la sabiduría eterna, como dice el Espíritu Santo por
boca del Sabio levantó en ella siete columnas , que son
los siete Sacramentos; preparó su mesa , y sirvió su pan y
su vino, que son el adorable cuerpo y sangre de Jesu-Chris-
to. Casa que edificó el sabio Arquitecto sobre piedra fir
me (c) , y que subsistirá siempre á pesar de la violencia de
los vientos , de la abundancia de las lluvias , y la impetuo-
. sidad de las tempestades. Casa cuyo fundamento es Jesu-
Christo mismo. En esta santa casa habita Dios , y nosotros
tenemos la dicha de habitar con él , para participar de to
dos sus bienes , en qualidad de hijos suyos , y herederos de
su Reyno. Infelices aquellos , que imitando la locura del hi
jo pródigo, se salen de esta casa , y van á un país remoto (rf)
( que así se pueden llamar todas las sectas separadas de la
Iglesia) á disipar su substancia. En esta santa casa los hijos
de Dios , que son los fieles, tienen el honor de hallarse como
renuevos de olivos (t>) al rededor de la mesa de su Padre ; y
como hijos de una misma familia todos tienen un solo corazón,
y una sola alma (/).
Examinad , pues Católicos , lo que sois , y lo que ha
céis en esta santa casa , porque al fin se hallan en ella vasos
de todos géneros , preciosos , y viles , los hay de oro , y de
plata, de madera, y de barro (j*). Examínese cada uno y vea,
si en esta santa casa es siervo prudente y fiel (A) , que trabaja
sin descanso por los intereses del Señor , y por el bien de
su familia, ó si por el contrario es un mal siervo que des
truye en lugar de edificar , ó á lo menos es siervo inútil,
porque la inutilidad por sí sola es bastante delito , debiendo
todos hacer fructificar los talentos que han recibido.
2.0 La Iglesia se llama también rebaño de Jesu-Christo , y
re—
(0) r. Thim. 3. v. ig. (i) Prover. 9. v. i.stq. (c) Math. 7. v. «4.
\d¡ Luc. s. v. 13. (e) P.. 117. v. 4. (/) Actor. 4. v. 31.
(f) 3. Thim. *. v. ao. (¿) Mith. 24. v. 4V.
sobre el Catecismo. Parte I. 177
rebaño de Dios. Así la llama San Pedro, quando encarga á
los Pastores de la Iglesia que apacienten el rebaño de Dios (a\
no por necesidad, ni por interés , sino con amor , y sirvien
do en todo de modelo y dechado á sus ovejas. El Hijo de
Dios nos representa á la Iglesia baxo esta misma idea , di- \
ciendo, que tenia otras ovejas que no estaban aun en su rebaño,
pero que deberían algún dia reunirse todas , para bacer un
solo rebaño , baxo un solo , y único Pastor Y de este re
baño habló también quando dixo : que él mismo era la puer
ta del redil , y qualquiera que no entrase por él , era sin duda
ladrón. Feliz rebaño , cuyas ovejas pueden decir con David:
el Señor me rige , y me conduce , y no me faltará cosa alguna en
los abundantes pastos , en donde me ha colocado. Me ha ido
criando junto á las aguas , para defenderme de la sed , y del ca
lor (f). Estas aguas son las sagradas aguas del bautismo que
nos refrescan , nos curan, y vivifican. Me conduxo al camino
recto por un efecto de su misericordia. Ahora, pues Señor, que
estáis conmigo , no temeré mal alguno. El cayado que tenéis en
vuestra mano me asegura contra todo lo que pudiera temer. Vos
me habéis sustentado con un alimento vigoroso , contra los ata
ques de mis enemigos ; ¿y qué alimento es este sino la sagrada
Eucaristía? Me habéis preparado un cáliz excelente ; un cá
liz que contiene la gracia y los méritos de la sangre de Je-
su-Christo. Quiera Dios que nosotros seamos del número de
aquellas ovejas que conocen al buen Pastor (d) Jesu-Christo, y
oyen su voz para seguirle á donde quiera que vaya.
3.0 La Iglesia se llama asimismo esposa de Jesu-Christo,
y es en efecto aquella esposa á quien habia prometido el
Señor unirse para siempre con ella en la justicia, , en el juicio,
en la misericordia, y en la fe , como dice un Profeta (<?). Es
posa á quien halló manchada , impura , corrompida , y la ha
lavado de sus pecados por los méritos de su sangre (/) , y la
ha purificado con el bautismo del agua , y la palabra de la vida.
Esposa á quien halló pebre , desnuda , y reducida á la mas
ex-
j. Petr. g. v. 1. (b) Joan. 10. (c)Ps. ai. v. 1. seq. (d) Joa». 10.
{t) Oí«« a. v. 19. ae. (/) Ephes. 5. v. 16. Imi. $4. v. 11.
278 Instrucciones
extrema miseria, y la ha enriquecido con sus dones, y ador
nado con sus gracias. Esposa, á quien ha amado hasta dexar
el Cielo , baxar á la tierra , vivir , y morir por ella. Es
posa, á quien se ha dado enteramente á sí mismo y con él
todos los bienes del Cielo , y la tierra. Esposa á quien llama
su paloma porque gime en la tierra hasta que llegue el tiem
po de gozarse con él en el Cielo ; su amiga, porque la ama
tiernamente ; y su hermana (¿j) , porque para unirse con ella
se ha hecho semejante á nosotros , y ha venido á ser nues
tro hermano (¿). De esta esposa hablaba el Apóstol quando
escribiendo á los fieles de la Iglesia de Corinto , dice (c):-
os amo entrañablemente , hermanos míos , y por respeto á Dios
estoy zeloso de vosotros : y así como lo está aquel á quien se ha
encomendado la doncella esposa de su amigo , que procura presen
társela pura é intacta , de la misma suerte procuro yo presenta
ros á Jesu-Christo puros é inocentes, como que con él solo os he
desposado, y estáis fiados á mi cuidado. ¡O unión dichosa! ¡O
dignidad sublime! ¡Con qué amor no debemos corresponder
al amor de este esposo celestial y divino!
En fin la Iglesia se llama cuerpo de Jesu-Christo , cuerpo
no natural sino místico, cuya economía describe admirable
mente San Pablo. Jesu-Christo es la cabeza de este cuerpo;
los fieles son los miembros , y la fe y la caridad son los la
zos que les unen con la cabeza. T así como en el cuerpo humano
se comunica desde el celebro el movimiento y ía vida á las de-
mas partes y nervios , que tienen su origen en la misma cabeza^
y reparte á cada miembro los espíritus necesarios , para las fun
ciones , que le son propias: de la misma suerte Jesu-Christo , co
mo cabeza de la Iglesia , da á sus miembros los fieles unidos á
él por la fe y caridad , la vida de la gracia , y los dones nece
sarios , para el desempeño del ministerio que ha asignado á ca
da uno (d).
Ni extrañéis , Christianos , que os digamos que la Igle
sia es el cuerpo de Jesu-Christo , y los fieles sus miembros.
Por-
(fll C»nt. a. v. 10. g. v. 5. (b) Hebr. a. v. 11. (c) ». Cor. xi. y. a.
(*') Ephes. 4. y. 15. id.
sobre el Catecismo. Parte I. 379
Porque , como dice San Agustín , ¿« Dios no obstante la dis
tancia infinita que hay entre él, y nosotros , ha querido humillar
se hasta hacerse hombre , y unir nuestra naturaleza á la suya en
una misma persona , que es Jesu-Christo , es mas increíble que
los fieles hayan venido á ser los miembros de Jesu-Christo , y
sean con él un solo Christo'i
Pero ¿quál debe ser la santidad de los Christianos , sien
do miembros del mismo Jesu-Christo? ¿Podrán mancharse,
sin manchar el cuerpo y los miembros de Jesu-Christo? ¿H<j-
ré yo los miembros de Jesu-Christo , miembros de una merctrizi
No lo permita Dios , dice San Pablo (<?). ¿Y con quánto
amor no deberán amarse mutuamente como miembros de un
mismo cuerpo? ¿Con qué ardor no deberán procurar los unos el
bien de los otros, y todos el bien común del cuerpo? Tales son,
Católicos, los sentimientos que los nombres de la Iglesia nos ins
piran. Sentimientos de respeto y veneración , porque la
Iglesia es la casa de Dios, el Cielo de la tierra , y la esposa
de Dios mismo. Sentimientos de amor y gratitud , porque es
el rebaño , y el cuerpo de Jesu-Christo 5 ¿es necesario mas
para que la amemos tiernamente?
Bendigamos , pues , á Dios amados mios , por habernos
hecho habitadores de esta santa casa. Felices los que habitan en
tila Dios mió y viven de su espíritu. Porque ¿de qué
nos sirve habitar en la Iglesia , pertenecer á este cuerpo
de Jesu-Christo , si estamos en él como miembros muertos;
si se puede decir que no pertenecemos á Jesu-Christo? Pues
el que no tiene el espíritu de Jesu-Christo no pertenece á él (f),
dice San Pablo. ¿Y quál es el espíritu de Jesu-Christo sino el
espíritu de amor y caridad , que es el alma y la vida de la
Iglesia y de todos los fieles? Practiquemos la verdad por la ca
ridad , dice el Apóstol (tí) y creceremos en todas las cosas en
Jesu-Christo nuestro xefe , y nuestra cabeza. No es bastante la
fe sin la caridad , ó por mejor decir de nada nos serviría la
fe sin la caridad , y esto aunque nuestra fe fuera tal , que
pu
fo) 1. Cor. 6. v. ig. (í) Ps. 83. v. 5. (e) Román. I. v. p.
(4) E¿>hes. 4. v. 15.
i %o Instrucciones
pudiéramos trasladar (a) los montes de una parte á otra» In
fundidnos, Señor, este espíritu de amor por vuestra gran mi
sericordia, para que viviendo en Jesu-Cbristo , y por Jesu-
Christo en la Iglesia militante , os alabemos después en la
triunfante por los siglos de los siglos. Amen.

INSTRUCCION XXXI.

SOBRE LAS MISMAS PALABRAS DEL ARTÍCULO NONO :

"Propiedades de la verdadera Iglesia.

No es bastante, Católicos, el que creáis una verdade


ra Iglesia ; es menester además que confeséis , que esta Igle
sia es una sola , Santa , Católica , y Apostólica. Ved ahí las
propiedades , los caracteres y señales de la verdadera Igle
sia , que proponen á nuestra fe los Padres del Concilio de
Constantinopla en el Símbolo que formaron por inspiración
del Espíritu Santo. Creo una Iglesia , dicen. ¿Y qué entende
mos por estas palabras, sino que por grande que sea la ex
tensión de la Iglesia , es sin embargo una sola , habiéndolo
reunido todo (¿) Jesu-Christo , que es la piedra angular de
este edificio; y habiendo hecho de todas las ovejas que ha
juntado un solo rebaño (r), del qual el mismo Jesu-Christo es
el solo , y único Pastorl En efecto la Iglesia es la única palo
ma, la única hermosa , y perfecta (d) de este esposo celestial.
Ella es toda de su amado, así como su amado es todo de ella, y no
parte sus favores con otra. Ella es el cuerpo místico de Jesu-
Christo , y aunque en este cuerpo hay diferentes miembros, y
no todos tienen un mismo uso (?) , ni un mismo lugar , pero to
dos juntos no componen sino un solo cuerpo cuya cabeza es
Jesu-Christo.
Mas ¿en qué consiste esta unidad de la Iglesia? El Após
tol
(o) T. Cor. 13. Ephes. a. v. ao. (c) Joan. i», t. 16.
(d) Ciot. 6. & 8. fi 5. t. 1. S. Epiph. advera. Heres. Haeres. 1$.
(e) Ephes. 3. 16. & c. 4.
Sobre el Catecismo. Parte I. 28 r
tol nos lo enseña en dos palabras , quando dice á los fieles,
que son un cuerpo , y un espíritu (a) : y que todos han sido lla
mados á una misma esperanza. La Iglesia , pues , es perfecta
mente una por la unidad de cuerpo , y por la unidad de es
píritu. ' '■ ■;
i.B Por la unidad de cuerpo, esto es, por los lazos exte
riores que unen á todos los miembros de la Iglesia en un mis
mo cuerpo , quales son , la profesión de «na misma fe , la
participación de unos mismos Sacramentos , la subordinación
á unos mismos Pastores legítimos , y la unidad del xefe
que la gobierna en la tierra,. ; V - • " ■' ■>■ • -1
Así como es una sola la fe , según el Apóstol (¿) , así tam
bién es uaa misma la profesión de la fe. Jesu-Christó bebió en
el seno de su Padre■ (c) todas las verdades que enseñó á los
hombres. Los Apóstoles predicaron estas mismas verdades á
todo el universo (</): y los sucesores de los Apóstoles han
hecho pasar hasta nosotros el depósito de la fe , que reci
bieron de estos primeros. Maestros; La'fedeia Iglesia, dice
San Ambrosio (e), no ha sufrido alteración alguna por la diver
sidad de los canales , por donde ha pasado , ni por la diferencia
di los ministros , que la han distribuido , o de los pueblos que la
han recibido. Así la Iglesia ha querido siempre que sus hijos
tuviesen unos mismos sentimientos , y un mismo lenguage acer-'
ca de los Artículos de la fe , y no ha permitido en su comu
nión á los que profesan distinta fe de la suya. -..
La participación de los Sacramentos es otro lazo exterior
con que 1 1 Iglesia reúne en sí á todos sus miembros. Por el
bautismo les admite á la unidad de su cuerpo, y no hay sino
m bautismo , dice el Apóstol (/). Los fieles que reciben este
Sacramento resucitan con Christo, y son una misma cosa en él:
ya no hay diferencia entre el Judío , y el Gentil , el Grie
go , y el Scita (jg) , sino que todos son nuevas criaturas en Je~
sthChristo. Por lo qual, dice San Agustín , que no solamente es
una
{a) Epbei. 4. r. 4' (*) IbW. y. ¿. (e) Joan. *. y. 1$.
(i») a, Cor. j. v. 18. 10. (<?) ULhc. C. i i. (/) Ephes. 4, v. j. ' a
(f)Ga!at. 3. y. %%. fc, 6. y, i¿. ' # ,
Tom, J, No
181 Instrucción es
una misma cosa la que nos lava, y purifica , sino que somos lava
dos para ser una misma cosa-, habiendo sido bautizados , no pa
ra ser mucbos cuerpos , sino un solo cuerpo. El Sacramento de la
Eucaristía fué instituido para consumar esta unidad , pues
en él se nos da á Jesu-Christo como alimento , y quiere es
te Señor, que comamos el mismo pan, y bebamos del mismo cá
liz , para que todos seamos un mismo cuerpo (a). Los demás Sa
cramentos concurren á la misma unión , cada uno según la
gracia particular que le es propia , habiendo sido institui
dos todos , para todos los fieles ; y solo son privados de la
participación de ellos los que no pertenecen á la unidad de
la Iglesia. ' ;. . ' ' .•■ •■
La subordinación á unos mismos Pastores no es ménos
necesaria para participar de la unidad del cuerpo de la Igle
sia. Porque la Iglesia es un solo rebaño conducido por unos
mismos Pastores , entre los quales Jesü-Christo es el soberano
Pastor , y el Obispo de nuestras almas Todos los otros
han sido instituidos por él para conducir, y gobernar su Igle
sia , y deben estar sometidos á él como á su xefe y Pastor
invisible. El ha dado á cada uno de ellos el grado de auto
ridad , que le conviene en el lugar que ocupa, y en el minis
terio que exerce , y por tanto el que les oye , oye á Jesu-
Christo, y el que les desprecia, desprecia al mismo Jesu-Chris
to (c) , y negarles la obediencia debida , es resistir al orden,
y á la potestad (d) que les ha comunicado.
Pero aunque Jesu-Christo es el Obispo universal, y el go
bernador invisible , á quien su eterno Padre constituyó cabe
za de la Iglesia , que es su cuerpo (e) , con todo eso era
necesario establecer una cabeza visible para conservar la uni
dad de la Iglesia , como lo enseñan claramente San Geróni
mo (/) , San Ireneo y San Cypriano (g) , San Optato Milevi-
tano (h) , San Basilio (/') , y San Ambrosio (£). Y si alguno
. ■>! - opu-

(*) i. Cor. io. v. 17. (b) 1. Petr. a. v. ig. (r) Luc. 10. 16.
(d) Rom. 13. v. ai. [e) Ephes. 1. (/) Lib. 1. ad Med. & ep. $7.
•d Dam. (g) De unit. Eccles. (b) Lib. 1. cont. Parmen.
(») Hem. 29. de Poenic. (A) Lib. 6. ia Luc. c. 9.
sobre el Catecismo. Parte I. 283
opusiere , que la Iglesia no ha menester otra cabeza, ni otro
esposo que Jesu-Christo : se responde , que así como Christo
Señor nuestro es el autor , y el que obra íntimamente en to
dos los Sacramentos, porque él es quien bautiza, y quien
absuelve , y sin embargo instituyó^ á los hombres Ministros
exteriores de los Sacramentos : así también aunque el mismo
Jesu-Christo gobierna la Iglesia con su interior Espíritu con
venia , no obstante, que estableciese á un hombre por Vica
rio , y Ministro de su potestad ; porque como la Iglesia es
visible, necesita de cabeza visible que tenga potestad de regir
la y gobernarla. Y en efecto habiendo elegido á los Após
toles , para que fuesen los fundamentos de su Iglesia , y ha
biéndoles hecho iguales en la dignidad del Apostolado , y en
la misión que les dió para convertir al universo , eligió á Pe
dro (a) , para xefe de ellos , y le dió la primacía , no sola
mente de honor , sino también de jurisdicción en toda la Igle
sia , y quiso que su silla fuese el centro de la unidad , y
que esta primacía pasase á los sucesores de San Pedro para
conservar esta unidad en su Iglesia.
a. p. Mas no era bantante que la Iglesia tuviese un so
lo cuerpo , si no tenia también un mismo Espíritu , y // seme
jante á las sociedades puramente humanas , solamente reuniese sus
miembros con lazos exteriores. ¡Qué diferencia entre esta unión
y la que Jesu-Christo quiere que sus Discípulos tengan en
tre sí , quando les proponen la unidad que él mismo tiene con
su Padre (b) , como el modelo y regla de la unión , y unidad
que debe haber entre ellos! Es necesario, pues, que la Igle
sia tenga un mismo Espíritu , como dice el Apóstol , en el qual
consiste su perfecta unidad. De este Espíritu divino descien
de aquella unión interior y perfecta con que los miembros
vivos de la Iglesia se unen entre sí , se comunican mutua—
mente todos sus bienes espirituales , y pertenecen propiamen
te á Jesu-Christo (c)> , .porque viven de su Espíritu. Guarde
mos , pues Christianos , como dice el Apóstol , la unidad de es-

[o) Math. itf. v. |8. . (£) Joan. f¡. v. «j,


(c) S. Aug. ia P«,' 14*. ' " ^ .
Nn a
284 Instrucciones ■ •
firitu por el lazo de la paz .¡.y nd iros contentemos con pertene
cer á la unidad del cuerpo de la Iglesia , que la hace visible
en la tierra ; sino que debemos aspirar también á la unidad
interior del Espíritu invisible que la vivifica, y anima á to
dos sus miembros , ó á los que no resisten á sus influencias.
Pero si uno de los grandes privilegios de la Iglesia es el
ser única , su gloria debe consistir en ser Santa. La santidad
es la qualidad mas noble , el don mas precioso que la ha he
cho su Esposo, y el fruto de -todos los otros dones. Porque
¿á qué fin vino al mundo , y se hizo hombre, sino para lavar
la con su sangre , purificarla con el bautismo del agua , y la
palabra de vida (b) , y formarse una Iglesia sin arruga , y sin
mancha (c) , y un pueblo santo , agradable á sus ojos , y emplea
do en buenas obras (d)1 En efecto para comenzar , continuar,
y perfeccionar la obra de su santificación la ha dado á su Es
píritu, que es la fuente de toda santidad ; la ha enriquecido
con sus Sacramentos ; la ha intimado una ley santa (e) , y la
regla • de toda santidad , que es el Evangelio ; y ha estable
cido en ella Pastores para santificarla , y gobernarla hasta el
fia de los siglos. La Iglesia es su Templo ; y el Templo del
Señor es Sanio , dice el Profeta (/), es admirable por el amor
que inspira á\ ¡a justicia. Vosotros, pues , decia á los Fieles el
Príncipe de los Apóstoles , sois el linage escogido , la gente
santa (g) ; porque la santidad es el dote privilegiado de la
Esposa , es el verdadero título de la herencia de sus hijos.
Mas como esta Esposa de Jesu-Christo puede ser consi
derada en dos estados diferentes , en la . «ierra , y en el Cie
lo , su santidad es proporcionada á la diferencia de estos
dos estados. Es decir, la Iglesia es verdaderamente santa en
la tierra, y en el Cielo--, pero su santidad es aun imperfecta
en la:,tierra por los defectos,tie sus hijos, y solo será perfec
ta y consumada,**i eí Cieloiii'jiiM.;. iy<.<.< >.<>l< • ... ;
Es santa ,ea la>. tierra , porque'su cabeza e* santa , su
• • i> • \ . i „.•/.< .11 \ h -;'.••;> (MI QO f 20ll.,;¡U.'t!''j f-j-.Cj dOC-

(V>) Apocal. i. r. g. (í) Ephes. g. v.. i(S» (c) Ibid. 7.


(d) Tic. i. v. ig. (*) Pi. itf. v. l. Epheí. 4. v. 1». {J) Ps. $4. v.$-
{g) 1. Petr. a. ;' e'
s n' í
sobre el Catecismo. Parte I.
doctrina santa , sus leyes santas , su culto santo , el espíritu
que la anima es espíritu de santidad , sus sacramentos santos,
y santificantes , y á pesar de la corrupción de los tiempos
siempre ha tenido y tendrá miembros santos que la distingan,
y jamas ha habido, ni habrá santo alguno fuera de ella.
• Su cabeza es santa, es Jesu-Christo , que es el Santo dg
Dios, el Santo de los Santos (a). Por la santidad de esta di
vina cabeza debe juzgarse de la santidad de su cuerpo que
es la Iglesia. Porque ¿cómo podría ser cuerpo de una cabeza
tan santa , si ella no fuese también santa? ¿No la coiríunica es
ta divina cabeza las influencias de su santidad? Por esto,
San Agustín interpretando aquellas palabras del Profeta: Guar
da, Señor, mi alma, porque soy santo (b) , dice esclarecida
mente : Atrévase el cuerpo de Christo , atrévase también el hom
bre solo , que clama desde las extremidades de la tierra á decir
con su cabeza , y ba-xo su cabeza : santo soy : pues recibió la
gracia de ¿a santidad , la gracia del bautismo , y el perdón de
los pecados. Y poco después : Si han sido hechos miembros de
su cuerpo , dicen que no son santos , hacen injuria á la cabeza mis
ma , cuyos miembros son santos (r).
Su doctrina es santa , porque su doctrina no es suya , si
no de Jesu-Christo, el qual la bebió en el seno de su Padre (tí),
y la enseñó á los Apóstoles : por los Apóstoles la comunicó
á la Iglesia , y por la Iglesia á todo el universo. Leed esta
divina doctrina , fay ! si no en nuestras costumbres porque
son opuestas á ella , leedla á lo menos en los libros que la
contienen : leedla en el Evangelio , leedla en todos los mo
numentos de la Religión. ¿Qué oirá cosa es necesaria para
ser santos , mas que conformar nuestra vida con la doctrina
santa, que la Iglesia nos enseña? Dadme unos Chxistia nos
cuya vida sea arreglada á esta doctrina , y les veréis servir
á Dios , y caminar delante de él en la santidad , y justicia todos
los dias de su vida (e). t- .' - - "
... Sus leyes son santas. ;¿Qué cosa mas santa que las leyes
es-
.(<>) Marc. 1. v. 14. Luc. 1. v. 33. Daw. 9. v. 24. (¿) Ps. 85. \ '"'
(c) In Ps. 85. (rf) Joan. 1. v. 18. Ibid. 7. y.. 16. {ej Luc. t. 75.

1
a86 Instrucciones
establecidas en sus Concilios? ¿Qué cosa mas propia para
atraer á los fieles á adorar á Dios en espíritu , y en verdad,
que la consagración que ha hecho de ciertos días , para el
culto de la suprema magestad? ¿Qué cosa mas eficaz para ins
pirarles el espíritu de penitencia, y piedad , que el destino,
que ha dado á ciertos dias para la oración y el ayuno? ¿Qué
cosa mas poderosa para detener el curso de los desórdenes,
que la obligación que les ha impuesto de purificar sus con
ciencias en ciertos tiempos por el Sacramento de la peniten
cia? ¿Qué cosa mas útil para unir á sus hijos á Jesu-Christo,
que convidarles , y aun obligarles á alimentarse de su sagra
do cuerpo en la Eucaristía? Y respecto de sus ministros,
¿qué cosa mas santa , que lo que ella ordena para obligarles
; á que la santidad de sus costumbres sea en todo conforme á
la de su ministerio?
Su culto es santo. En ella se halla el verdadero templo,
el sacrificio legítimo, la oblación pura , que debe ser ofrecida
al Señor en todos lugares, según la profecía de Malachias (a).
La iglesia es santa en sus votos, dice San Optato (¿) , es santa
en sus sacrificios , es santa en su ministerio , es santa en sus ce
remonias , santa en todas las prácticas , que emplea para honrar
á Dios , y darle el culto que es debido á su magestad soberana.
Sus Sacramentos son santos , y por ellos santifica Jesu-
Christo á su Iglesia , como lo testifica el Apóstol, hablando
del Bautismo en particular. Jesu-Christo, dice , santificó á su
Iglesia , purificándola con el agua en la palabra de vida , para
que sea santa , é inmaculada (c). Y Lactancio hablando mas
generalmente dice, que en la verdadera iglesia se hallan la Re
ligión , la confesión , y ¡a penitencia que cura con remedios salu
dables las heridas de nuestros pecados , que nos hemos hecho á
nosotros mismos por un efecto de nuestra fragilidad (í/).
Ni penséis, que la santidad que Jesu-Christo comunica
á su Iglesia, sea puramente exterior; no por cierto. Jesu-
Christo la da su Espíritu , y su Espíritu es Espíritu de san-
tl-
Ca) Malacb. i. v. tt. (A) Lib. cont. Parmen. (c) Ephes. ¿. v. »5. if-
(d) Lib. 4. inst. c 30.
sobre el Catecismo. Parte I. 287
tidad. Este divino Espíritu es el que la anima, y el que pro
duce , y ha producido en todos tiempos los admirables fru
tos de justicia y santidad, que enriquecen la Iglesia , y ha
cen verdaderamente de ella el Paraíso del Señor (a).
Mas no hay que buscar estos frutos de santidad fuera de la
Iglesia , porque no hay ni ha habido jamas Santo alguno fue
ra de ella. El que viola la unidad de la Iglesia, dice San Agus
tín (b), no puede tener la caridad de Dios, y por tanto se puede
decir con razón, que no se recibe al Espíritu Santo fuera de la
Iglesia. Y del mismo sentir son otros muchos Padres (c). La
verdadera santidr-d solamente se halla en la Iglesia verda
dera : y es constante que á pesar del diluvio de corrupción
que ha inundado siempre al mundo , la Iglesia siempre ha
sido santa , y lo será siempre en sus principales miembros
que son los justos y santos. Aun en los tiempos de la mayor
tibieza tuvo , y tendrá siempre Santos que brillarán como es
trellas en una noche obscura Y si el número de estos es
pequeño en comparación del número de los malos que la afli
gen , es no obstante verdaderamente grande en sí mismo, dice
San Agustín (e).
Confesamos no obstante que la santidad de la Iglesia en
la tierra es aun imperfecta por esta mezcla que sufre de bue
nos , y malos , pero que nunca dexa de ser verdadera. Por
que ¿qué es la Iglesia en la tierra? Es según la Escritura , y
los Padres , el Arca de Noe que contiene en sí animales puros,
é inmundos (/) : pero es el único lugar de refugio para los que
Dios quería salvar del diluvio. Es el campo en donde el hom
bre enemigo sembró zizaita sobre el trigo (jg) , pero siempre es
el único campo del Señor. Es la era en donde el trigo está
mezclado con la paja (A) : la red que contiene peces buenos y
ma-
(0) Genes. 13. v. 10. (¿) Lib. de Patient. c. 26.
(c) S. Cyprian. lib. de unit. Ecles. S. Fulgent. lib. t. de remis.
pee. c. 1». & lib. defid. ad Petr. S. Hieron. ep. 57. & S. Aug. ep. 185.
»1. i. & serm. 71. de Verb. Evang. n. 30. (d) Philip. 1. v. 15.
(*) Lib. de un ¡t. Ereles, c. 14. (/) Genes 7. c. a S. Aug. in Ps. 8. n. 13.
{g) Math. 13. v. 45. S. Aug. in Ps. 41. n. 1. ». Serm. 74. de Verb.
Ev. Math. n. 4. (b) Math. 3. v. 14. S. August. Serm. 15. in v. 8.
Ps. aj. n. 6.
288 Instrucciones
malos (a) : la casa en donde se hallan vasos de oro , y de pla
ta , de madera y de barro (¿) : vasos de honor , y vasos de ig
nominia destinados á los servicios mas viles. Y aun los vasos
de honor , es decir , aun los justos mismos que viven en la
Iglesia no están enteramente exentos de defectos. El Apóstol
Santiago hablando de los justos dice : Todos pecamos en mu
chas cosas (c). Y el Apóstol San Juan nos dice también : sí
decimos que estamos sin pecado , nos engañamos á nosotros mismos^
y la verdad no está en nosotros (rf). Y conforme á esto dice
San Agustín (e) : que los mas justos dicen á Dios todas los diat
con tanta verdad , como humildad : perdónanos nuestras deudas.
Pero ni la mezcla de los malos , ni las imperfecciones de
los buenos impiden que la Iglesia sea verdaderamente santa;
así como la perfidia de Judas no impidió la santidad del
colegio de los Apóstoles , á quienes dixo Jesu-Christo que es
taban limpios, pero no todos (f}. La unión de los malos en la
profesión de la fe , y en las prácticas exteriores, no mancha
á los buenos , ni les hace participantes de sus pecados \ el tri
go siempre es trigo , aunque mezclado con la paja. Así la
Iglesia siempre es santa, aunque muchos de sus miembros no
sean santos. Ni los justos dexan de ser justos á pesar de las
faltas ligeras , que impiden su perfecta santidad ; porque una
es la santidad de la tierra y otra la del Cielo , y solamente
ésta es perfecta , y consumada. De aquí es que la Iglesia so
lamente en el Cielo será tan hermosa como el Apóstol la pin
ta , esto es, sin arruga , y sin mancha (g). Allí su pueblo será
un pueblo santo (A) y perfectamente santo. El impuro , y el in
circunciso no se hallarán allí , porque no subirá á este monte
del Señor sino el que tenga el corazón puto , y las manas ino
centes (»'). Y esto es lo que se nos insinúa en el libro del
Apocalipsis, quando se dice: que aquella ciudad santa tiene
doce puertas , y hay doce Apóstoles , uno á cada puerta para
guar

ía) M»th. 13. v. 47. (*) Ma$b. »$. v. ». (e) Jacob 3. v. «.


,{d) 1. Joan. 1. v, 8. (*) Ep. 187. al. 57. ad üard¡»a. (/) Joan. 13.
T. fo. S, Aug. lio. »■ C08t. iitt, Pe:i|, COBC- Crescon. Dunatjj. Üb. 4. c. i6.
(g) Ephes. g. v. 17. {b) Itala j». 1. (i) Ps. 33. v. 3. 4.
sobre el Catecismo. Parte I,
guardarlas (a) , esto es , para recibir coa honor a los que dz~>
ben ser admitidos en ella , y .para impedir la entrada á lo&
indignos. Feliz sociedad la de los justos, que merecerán en
trar en la celestial Jerusaleñ, y compondrán la Iglesia triun
fante ; Iglesia toda hermosa , en quien no se hallará ni un ca
bello, que pueda ofender la vista de su Esposo (¿) ; nada ha
brá en ella que no le agrade. Ella es aquella ciudad santa , /
nueva jerusaleñ , que vló San Juan en el Apocalipsis (r) pre
parada , y adornada como la Esposa para su Esposo, En la tierra
se prepara , pero en el Cielo , está preparada , y adornada.
Esposa verdaderamente amable y gloriosa por su exterior atrac
tivoi, por la magnificencia , y variedad de sus adornos, pero infi
nitamente mas hermosa por su precioso interior Todo es en
ella perfecto porque está en el Reyno de la perfección, y
Unida íntimamente á la perfección misma , y á la plenitud de
santidad que es Dios. Entónces , pues, será perfectamente
santa, santa en todos sus miembros , y perfecta . en todos', y
por lo mismo verdaderamente gloriosa (e). v„ ,
Pero acordémonos, Christianos, que la santidad perfecta
que la Iglesia tendrá en el Cielo está fundada sobre la verda
dera santidad, que tuvo en la tierra. La santidad de la tierra
conduxo á la Iglesia á la santidad del Cielo , y la santidad
del Cielo es la consumación , la recompensa , y corona de la
que tuvo en la tierra (/). Y de aquí podéis comprender qual
debe ser nuestra santidad; y el cuidado de santificarnos, pa
la ser dignos hijos de la Iglesia. Nosotros nos hemos coasa-
grado á Dios, y hemos sido santificados por la gracia del
bautismo: hemos hecho profesión de. santidad , y nos hemos
obligado á trabajar sin cesar para ser santos y perfectos > co-.
rao lo es nuestro Padre celestial. A esto se reducen los votoi
que hemos hecho en el bautismo. Tratemos ,. pues , de desem-;
peñarlos con ardor para ser dignos hijos de la Iglesia santa,
para participar de su santidad, para avanzar, y llegar con-,
ella
(a) Apoc. 11. v. ii. (í) Cant. 4. v. 9. (c) Apoc. ai. t. 4».
(J) Ps. 44. v. 15. (e) F.phe*. $. v. 47. </) Vid. S. August. sen».
181. de.Verbis. ep. 1. Joao.
Tom. I. y Oo
2,90 Instrucciones
ella y en su seno á la perfección de santidad de que goza
eternamente en el Cielo. Amen,

INSTRUCCION XXXII.

CONTINUACION DEL MISMO ASUNTO.

a Iglesia de Jesu-Christo no solamente es una y santa


sino también Católica. Que quieran , o no quieran los hereges y
cismáticos, dice San Agustín (a) , no pueden menos de llamar
así á la verdadera Iglesia , de la qttal se han separado, á lo me
nos si quieren hacerse entender de los extraños , porque este es el
nombre que la, da todo el universo. Si entráis en alguna ciudad,
dice San Cyrilo no preguntéis ¿á donde está la casa de Dios!
porque las sectas mas corrompidas no temen dar este nombre á
sus Iglesias , y podréis ser engañados. Ni preguntéis solamente ¡en
dónde está la Iglesia , sino en dónde está ¡a Iglesia Católica! por~
que este es el nombre proprio y privilegiado de la. Iglesia ver
dadera.
Católica, significa universal, y se da este nombre á la ver
dadera Iglesia , no solamente porque enseña umversalmente toda
t verdad , como dice el mismo Padre (r) ; no solamente porque
tiene remedios para todas las enfermedades de nuestras almas , y
es la verdadera probática piscina (V) en donde se cura todo
género de enfermedades ; no solamente porque contiene umver
salmente todos los dones del Espíritu Santo: ó porque inspira la
piedad á todos los hombres de qualquier estada.y condición que
sean; sino cambien y principalmente i.° porque abraza todos
los tiempos , 2.0 y se extiende á todos los lugares.
i.° Si consideramos las prácticas exteriores de la Reli
gión , la Iglesia parece que deberá diferenciarse de sí misma
según la diversidad de los tiempos d¿ su duración*. Los Sa-
ct amentos , las ceremonias , las. señales exteriores de ta Religión,
dice San Agustín (e) , han sido diferentes , según la diferencia
de
(«) S. Aog. lib. de ver. Relig. c. 7. & cont. ep. fnn daraent. c. 4. & g.
(¿) Cat«cb. 17. (c) Ibii. (d) Joan. £. v. a. (rj Enirr. ¡n Ps. 73. n.s.
sobre el Catecismo. Parte I. 20 r
de los tiempos. Unos han sido los Sacramentos que figuraban la
venida del Mesías ; y otros los que nos dan la salud después de
su venida. Pero esta diferencia exterior nada pone en la subs
tancia de la Religión , y de la Iglesia, si la consideramos en
toda su extensión. Así se ve en la Ley de la naturaleza, que
Cain y Abel ofrecen sacrificios , el uno de los frutos de la tier
ra {a) , y el otro de los primogénitos de su rebaño (¿) : que
Enos comienza á invocar el nombre del Señor (c~) , por un cul
to fixo , y regular : que Noe al salir del Arca inmolé los ani
males puros , que Dios había preservado del diluvio (rf) : que
Melchisedech ofrece al Altísimo pan y vino (e) : que los Pa
triarcas , los Reyes , los primogénitos de las familias exercian
por su dignidad las funciones del Sacerdocio. Todo el mun
do servia entonces de altar (/) , y cada uno hacia profesión
de su fe por medio de señales inspiradas por Dios , ó cono
cidas por la tradición de su familia. i
En la ley de Moyses , Dios mismo prescribe , y ordena
la qualidad de las oblaciones , el tiempo , el lugar y las cere
monias de los sacrificios , la composición de los perfumes , y
una multitud de prácticas exteriores que reúnen al pueblo
Judío en un cuerpo de religión , y hacen de él una sola socie
dad. La circuncisión , que es el sello de la alianza de Dios con
Abrahan (g) , separa á este pueblo de todas las naciones de la
tierra. Pero Jesu-Christo abolió todo este aparato de ceremo
nias ; se substituye á sí mismo á las víctimas legales ; forma
un nuevo pueblo , que es su Iglesia, á la qual llama á todos
los pueblos del mundo ; muda las señales exteriores , y á es
tos elementos vacíos, y estériles (h) de la ley antigua, substi
tuye los Sacramentos : menores en número , dice San Agí s-
tin (»), mas fáciles en la execucion,y al mismo tiempo mas
augustos en lo que significan , y mas eficaces en lo qué oirán.
A la verdad si nos detuviéramos en la corteza , apenas
po-
(a) Gen. 4. v. 4. (i) Ibid. r. 26. (c) Ibid. 8. v. »o.
(d) Ib'rd. 8. y. ao. (f) Ibid. 14. v. 18. 15. v. 9.
(/) Gen. ia. r. 8. «. v. *. 31. v. 54. (g) Ibid. 17. t. i«.
(h) Galat. 4. v. 9. («) Eoar. in Ps. 73. n. ».
Oo a
292 Instrucciones
podríamos reconocer una misma Iglesia, baxo formas tan dife
rentes , pero es la misma sin embargo : y así como el hombre
es siempre el mismo , aunque parezca diferente en sus dife
rentes edades ; así la Iglesia siempre ha sido la misma en subs
tancia , á pesar de toda la diversidad de su exterior.
La substancia de la Iglesia tomada en toda la extensión'
de su duración consiste en la unidad de su fe , en su unión con
Jesu-Christo , que es su cabera , y quien la comunica sus di
vinas influencias , y la hace vivir con su vida. Pero la fe de
la Iglesia en todos los tiempos ha sido una misma , y siempre
ha tenido una misma cabeza, que es Jesu-Christo, y ha si
do santificada por su gracia. Jesu-Christo es el objeto de los
dos Testamentos, prometido en el antiguo y dado en el nuevo.
El ha hecho de los dos uno , y anunció la paz , así á los que
estaban cerca , como á los que estaban lejos. El es el fin de la
ley (a) , la fuente de la gracia , el racimo sagrado de la tier
ra prometida (¿) , que es conducido por el Judío que le pre
cede , y por elChristiano que le sigue. El que fué prometido
á Adán , á Abrab?.n , á David , y á los demás Patriarcas , él
mismo ha sido dado al mundo, para que sean benditas en
él todas las gentes. No hay otro Mediador entre Dios, y los
hombres ; dice San Pablo (f) : no hay Otro nombre que el suyo en
el quai podamos salvarnos , dice San Pedro (rf). Asi como todos
murieron en Adán , así todos serán vivificados en Christo , dice
el Apóstol ((?). Pero en todos tiempos ha habido hombres jus
tos y santos, que han servido á Dios , y han sido verdade
ros adoradores del Señor en espíritu , y en verdad (/) , y no lo
han podido ser sino por Jesu-Christo , porque sin la fe de él,
es imposible agradar a Dios ; y así era menester que es
tuviesen unidos á Jesu-Christo como miembros á su cabeza,
de la qual recibían todo el influxo y movimiento. La Iglesia^
pues, de todos los tiempos es un mismo árbol, cuya raiz son los
Patriarcas , y el pueblo Judío fué largo tiempo el tronco, en
que
(a) Román. 10. v. 3. (b) Num. 13. v. 14. (c) 1. Thim. v. 5.
(d) Actor. 4. v. 13. (e) Romas. 5. ;/) Joan. 4. v. 34.
(g) Hebr. ix. v. 6.
_ sobre el Catecismo.- Íarte I. . N *93
que han sido ingeridos (a) los Gentiles ; y habiendo estado vtí
un pequeño espacio pOr una larga serle dé -afios , al fin exJ
tendió sus ramas por todo el universo jv y1 cubri con su 'som
bro toda la superficie de la- tierra (b). 1 Es «na misma co
secha sembrada por unos , y recogida por 'otros (f) : una mis
ma viña , dice San Cyrilo que ha llevado frutos en 't'ódoi los
tiempos , pero diferentemente ^ segm'U» Sivttsid-ad de los tiem
pos ; en menor quantidad en el Testamento antiguo , qke w era
propiamente sino el tiempo de la preparación y sementera ; en
thmdancia en el nuevo ¡ que es1el verdadero fruto de la co
secha. ' ■ r -' ' '•'
Pero sin embargo debemos considerar el establecimiento
de la Iglesia Christiana , y su verdadero orígéh ien la venida
del Espíritu Santo , en la predicación del Evangelio , y v'éfi-
la vocación de todos los pueblos á la fe de Jesu-Christoí
Desde aquel punto debemos propiamente medir su plenitud,
y duración. Entonces filé qaando Jesu-Christo promulgó sus
leyes, y comunicó los sacramentos dé la salud á tocio el
mundo, formando un pueblo reglado que debia subsistir has
ta la consumación de los siglos. Bien diferente de aquel hom
bre necio que edificó su casa sobre arena (e), este sabio Arqui
tecto fundó el edificio de su Iglesia sobre piedra firme , contra
el qual no podrán prevalecer los vientos ni las tempesta
des (/). Así , ni las sutilezas de los filósofos , dice San Ber
nardo (g) , ni la superchería de los hereges , ni la espada de los
perseguidores han podido ni podrán jamas destruir la Iglesia. Je-
su-Christo su Esposo la defiende de todos los peligros /por
que ha hecho con ella una alianza eterna , y la ha desposado
consigo en el juicio , en ¡a justicia y misericordia , como dice
el Profeta (k). En conseqüencia la ha prometido estar con ella
hasta la consumación de los siglos (i) , y darla su santo Es
píritu para siempre : Este es mi pacto sempiterno , dice por
Isaías,

(«) Rom. II. v. 17. (í) Ps. 79. v. 11. n. (c) Joan. 4. v. 38.
{d) Catech. 17. n. 10. (e) Math. 7. v. 16. (/) Math. 44. & a$.
ig) Scrra. 79. in cant. Tertui. in Apolog. (b) Ostx a. v. 19, & 20.
(i) Math. 28, v. so.
194 , Instrucciones . ■
Isaías (a) ymi Espíritu que está en tí ,y mis palabras que puse
en tu{boca^ estarán siempre en tu boca , y en la de tus hijos, aho
ra , y en la serie, de los siglos. Esto dice el Señor , cuya pa
labra permanece eternamente. La Iglesia , pues, es una roca
inalterable enmedio de Lis olas. Dios está enmedio de ella , y
no será conmovida (¿). Y por tanto aunque una generación pa
se, y otra suceda,, pero esta tierra del Señor subsistirá eterna
mente (í). . ■' ; .• . . ■ <•...
2. p. Mas si es cierto que la Iglesia abraza en su duración
todos los tiempos , porque su Esposo es eterno ; lo es igual
mente , que se extiende á todos los lugares , porque toda la
tierra pertenece á su Esposo por herencia. Pídeme , le dice el
Padre (d) ,y yo te daré todas las Naciones, en herencia ,y tu-,
posesión se extenderá hasta las extremidades de la tierra. Y de
e¿ se dixo también : que su Reyno se extenderá desde un mar
hasta otro , y desde el rio basta el fin del universo (í). -
En efecto la Iglesia se diferencia de la sinagoga , no so
lamente en su duración , porque la sinagoga debia ser repu
diada en la venida del Mesías ; sino también en que el culto
público, y solemne de la sinagoga estaba fixo en un solo lu
gar , que era la Ciudad , y el Templo de Jerusalen , y se ceñía
á una sola familia , que era la de Jacob , y á un solo pueblo
que era el Judío. La Iglesia abraza en su seno á todas las
Naciones , y es la muger estéril , que viene á ser infinitamente,
mas fecunda que la que tenia hijos , como lo profetizó Isaías (/"^s
En esta consideración dice el mismo Profeta (¿-) : Tomad un
lugar mas grande para formar vuestras tiendas , extended lo po-
sible las pieles que las cubren , buscad cuerdas mas largas ,y con
solidad vuestros clavos ; porque os dilatareis á la diestra ,jí á
la siniestra , y vuestra posteridad tendrá á las Naciones por he
rencia , y habitará las Ciudades desiertas. Pues como dice en
otro lugar : Toda la tierra debe conocer al Señor (¿) , y todas las
Naciones deben esperar en el que ha de nacer de la extirpe de Jesé.
Poc
(a) Isaise gp. v. at. {b) Ps. 4$. t. 6. (c) Ecles. v. 4.
(rf) Ps. a. v. 8. (e) Ps. 71. v. 8. (/) Issi* 54. v. 1.
[g) Ibid. r. a. & 3. (¿; Ibid. 11. v. p. et 10. a7. jr. 6.
sobre el Catecismo1. Parte I. '29 y
Por todas partes debe florecer Israel , y llenará toda la tierra
con sus frutos. Desde el Oriente, hasta el Poniente, dice Dios
por Malachlas , es grande mi nombre entre ¡as gentes t en to
dos los lugares, se sacrifica , y se ofrece ú mi nombre úné ó'bla-
tion pura (a). Y para que no se pudiese dndar , que" estas
magníficas promesas se hacian á la Iglesia. de Jesü-Christo, hi
zo Dios ver á Daniel la pequenez de su origen , la maravi-
11a de sus progresos , y el prodigio dé su extensión baxo la
figura de aquella pequeña piedra y qtte desprendida del-nfénte,
sin intervención de la mano del hombre', sé1 hizo un mime
grande , que llenaba toda lat tierra , y formó un imperio eterno,
que sucedió á todos los otros ,• y- obscureció toda su glo
ria m. i-'
El Hijo de Dios nos aseguró Igualmente esta verdad ^ no
solamente quando nos dixo ; que sa Évangelio seria publicado
en todo el universa (r) j y que la generosidad de aquella muger
que derramó sobre él1 el ungüentó precioso , seria alabada en
rodo el mundo , sino también quando efectivamente envió á
sus Apóstoles á tomar posesión de todo el mundo á quien ha
bía vencido por su muertes W, les díxo y^or todo el univer
so1, y predicad el Evangelio^á 'todá'crtdtúr'a'y ét que creyere , y
fuere bautizado yie salvará , y'et qüe'-no* creyere , se condena^
rá{d). Y en atención á esto Simeón llamó al Hijo de Dios luz
que debía iluminar á los Gentiles , y ser la gloria de su pueblo
el verdadero Israel (e\
~" Sobreesté fundamentónos han enseñado' los Santos Pa
dres, que la extensión de la Iglesia por todo el universo es el
privilegio , y el glorioso título que distingue á la Iglesia de
todas las sectas ; y por esta razón la llamaron Católica , esto
es, universal, porque como dice San Cy rilo (/) se halla exten
dida hasta las extremidades del mundo. T por este principio han
dicho anatema i qualquiera que reconozca' otra Iglesia , que
aquella en cuya comunión han entrado todas las naciones de la
1 . m ■ ,.fc 1 ' • tier.

$a) Malach. 1. ▼» i i. (*) Dan. *. v. 34. 3$. 44. 45.


(cj Math. 44. v. 14. 13. (d) Marc. 16. Ti' 15. l4.
{e) Luc. a. v. 3». (/) Catech. 18.
296 .5 -v.;./: Instrucciones »
tierra, dice San Agystín (a). Concuerda en este punto el Cie
lo con la tierra , supuesto que los, Santos cantaban en los
cánticos que oyó San Juan , y decían al Cordero , que fué «-
criticado: oye los había redimido con su sangre, y los habia sa-,
cadoce'toda tribu1, lengua , pttgblo y- nación del mundo, para
forrear el Reyno de nuestro Dios (b). ' . ,. ¡
Es verdad que la Iglesia no ha hecho estos admirables
progresos en un instante. Dios que empleó seis dias en criar
al mundo , habiéndole podido hacer en un instante , no hizo
entrar de repente todas las Naciones en su Iglesia. Pero se vió
bien prestp , que la Iglesia es la viña que debia fructificar , y
fructificó enefectof« toda, el mu*do. San Pablo lo dixo así de.
su tiempo hablando de la fe de los Colosenses , á quienes
escribía (c). Desde el tercer siglo , el mundo estaba lleno de
Christianos , y se les, hattaba , dice Tertuliano (ti)% en la ciudad
y en el campQ^,enArefército,,y¡en los enf-pleos- de estado. ¿Y. qué,
progresos no ha he^hp después |» Iglesia1 Católica? ¿Qué pain
ses , por remotos que sean, á donde np haya, enviado varón
nes apostólicos á anunciar el Evangelio? ¿Y si algunos no han
oido-.auiv su voz^ hi,e#pei;iqnciai 4e to4ft*i k>* dias no nos de-,
be asegurar , de, queii^epnfiuiráf esw,.gTíiDdB,;.obra ,ea los
tiempos sejjalidos ppi^Aa diyin^^rovidfittc.ia? píos h> ha pro
metido asi;, y lo que fyemps .ya;puu*pJido „ no^ebe permuiín
nos dudar del cumplimento de lo que falta aun de sus pro
mesas. ■ 1 ■ \ '>
; Confluyamos , poes , que la verdadera Iglesia es católi
ca ó, universal ien todos los sentidos que se la ha dado este
nombre. Católica en su duración, porque no se limita á tiem
po alguno. Nacida con los Apóstoles , y aun con el mundo
mismo , debe durar, otro tanto como el mundo. Católica en
su extensión , pues si bjen cometízjó en Jerusale», en la Judear
en. la Samaría (<?)^, se extendió después i las extremidades de
la tierra. Todas ,ias, Naciones.$ y todos lps pueblos que de
sean conseguir la salud eterna , deben acogerse á ella , y en
trar
(a) Ep. 107. (b) jAjpo$¿ $v .fr) Colos. I. v. 6. (d) Apolog. c. 37.
(e) Actor. 1. r. 8. .J. ..j .. c .-,
6qbre Ei- Catecismo. Parte I. %agr.
trar en su comunión , del mismo modo que los que se refu
giaron al Arca para no perecer en el diluvio. Ella á ninguno
excluye, antes bien desde Oriente á Poniente se difunde con el
resplandor de una fe {a) , en el deseo de abrazar á todos em el
seno de su caridad, de qualquier estado , y condición que
sean. Por consiguiente en la Iglesia católica, y en ella se
cumple lo que dice el Profeta; naciones alabad al Señor : pue
blos alabadle todos. Porque es grande su misericordia sobre nos
otros ,y su verdad subsiste eternamente (b), En la Iglesia Cató
lica brilla esta misericordia ; pues en ella , y por ella llena
teda la tierra (f) : y en ella subsiste la verdad del Señor y
subsistirá eternamente. Pueblos , decía el mismo Profeta (d)y
alabad conmigo al Señar , y glorifquémosle todos juntos. Porque
¿qui gozo para nosotros , qué felicidad el pertenecer i esta
ssata sociedad inmutable á quien no pueden alterar todas las
revoluciones del mundo? ¡Qué consuelo el estar en esta bar
ca gobernada por Jesu-Chr¡sto , y asegurada para siempre de
su protección! ¿Qué reconocimiento debe ser el nuestro á las
misericordias de Dios , por esta gracia tan singular , que
nos ha hecho (<?) aun á otros muchos? Ofrezcámosle , pues , un
sacrificio continuo de alabanza, porque engrandeció con nos
otros su misericordia. Y pues un beneficio llama á otro, pi
dámosle que continué dispensándonos misericordiosamente sus
gracias , y dones , que nos haga participantes de los bienes
que ha prometido i su Iglesia , para conducirla de la tierra
ti C¥q,
. . . -1
I' *É'
(a) S. Aug. «erm. 131. de Temp. (¿) Ps. 117. (c) Ps. 118. r. 64.
OO 33- *• 4- W P*- M7- »■ f-

Tont. T» INS
2o8 Instrucciones

INSTRUCCION XXXIII.

Continúase el mismo asunto , y se hace ver que la Iglesia


es verdaderamente Apostólica*

.¿iLunque los Apóstoles no dieron el nombre de Apostó


lica á la Iglesia verdadera , ya por modestia, y humildad; ya
porque sabían bien que ellos nada eran, y nada podian , sino
por Jesu-Christo , de quien recibían todo el peso de su auto
ridad , y toda la eficacia de su ministerio ; ya en fin porque
no era necesario , que diesen este nombre á la Iglesia, sien
do visible que ellos eran entónces sus fundadores , y funda
mentos (a) baxo Jesu-Christo: sin embargo los Padres del
Concilio de Nicea, y del de Constantinopla han tenido por
conveniente dar en su Símbolo el título de Apostólica á la
verdadera Iglesia, para distinguirla de todas las sectas de los
hereges por su origen , y prerogativas. Porque en efecto sola
Ja Iglesia Christiana es verdaderamente Apostólica por su
fundación, por su sucesión, y por su doctrina» .
i.° Por su fundación. A la verdad siendo la Iglesia un
edificio celestial y divino , es menester buscar sus fundamen
tos en el Cielo. El mismo Altísimo la fundó , dice David
y por esto se llama ya heredad (r) , ya pueblo de Dios Je
su-Christo, el Hijo único de Dios baxó del Cielo para fun
darla en la tierra, para formar su rebaño sagrado, para dar
la vida á sus ovejas , y dársela abundantemente (e). ¡Origen
verdaderamente noble de la Iglesia! ¡Fundación verdadera
mente divinal Pero Jesu-Christo quiso executar esta grande
ebra por medio de sus Apóstoles , á quienes eligió como fun
damentos de su Iglesia baxo Pedro, que es la cabeza visible de
ella, y cuya silla ha conservado por excelencia el nombre de
Santa. y Apostólica (/).
Para formarse, pues, un pueblo santo, agradable á sus
ojos
(a) Ephes. a. v. to. ib) Ps. 8(5. (r) Ps. a. & 116.
(d) Ps. Sí 94. (í) Joan. 10. t. 10. (/) Ephe*. ». y. «o.
sobre Et Catecismo. Parte I. 299
ojos , y aplicado á las buenas obras (a) , y establecer en el
órden necesario , llamó á si á los que quiso , dice el Evange
lio (b) ; y vinieron á él. T escogió doce, á saber , á Simón , á
quien puso el nombre de Pedro , Santiago hijo, de Zebedeo , y
Juan hermano de Santiago , a quienes puso los nombres de boa-
nerges , que quiere decir : hijos del trueno: y Andrés, y Felipe,
y Bartolomé , y Mateo , y Tomas , y Santiago hijo de Alpheo , y
Tadeo, y Simón Cananeo ,y Judas Iscariote , el que le entregó.
Desgraciado, por haber correspondido tan mal á una voca
ción tan santa , y haber abusado para su perdición de lo que
debía hacer su felicidad. Para reemplazar á este infeliz, y
llenar (f) el número de los Apóstoles , fué elegido por Após
tol Matias , y Dios hizo conocer que él mismo le había ele
gido, para que pudiese ocupar dignamente un lugar tan emi
nente en su Iglesia,
De este pequeño número de Apóstoles , á quienes eligió pa>
ra que estuviesen con él (di) , y de algunos Discípulos que se le
agregaron , formó desde luego el Hijo de Dios su Iglesia. Pe
queño rebaño, como el mismo Jesu-Christo le llama, pero que
llegará á ser muy numeroso , quando las ovejas del verdadero
Jacob expliquen su fecundidad (e) , á pesar de la envidia de
Laban , esto es , quando los Apóstoles atraigan á la Iglesia á
todas las naciones por la predicación del Evangelio , á pesar
de la oposición de la Sinagoga , y de la malignidad de los
Judíos incrédulos, >
A este fin establece á los Apóstoles Pastores , y Princi
pes sobre toda la tierra (/) , les envia , como su Padre le había
enviado á él (g) ; les confía su Iglesia ; y les da potestad
no solamente para sanar los enfermos } resucitar los muertos , y
desterrar los demonios de los cuerpos , que poseían (h) , sino,
lo que es mas , para enseñar las verdades de fe á todas las
naciones (/), purificarlas de sus pecados por el bautismo , y
la penitencia flf) , alimentarlas con el sagrado cuerpo de Je-
su-
(a) T!t. a. r. 14. (b) Marc. 3. y. 13. seq. (c) Actor, r. ai. seq.
(d) Marc. 3. v. 14. (í) Genes. 30. (/) Ps. 44. (g) Joan. ao. v. SI.
(h) Math. 10. v. 8. («') Luc. 10. v. 9. [k) Mato, a 8. v. 10.
Pp %
goa •' Instrucciones ) - ■ •?
su-Christo (a) , comunicarlas el Espíritu Santo, y dar á otras
lo que habían recibido (b) de la liberalidad de Dios. En canse—
qüencia les da facultad de expedir leyes para el gobierno de
la Iglesia , y manda á los fieles que las obedezcan : quien os
oye , me oye , les dice , y quien os desprescia , 'me desprecia (c);
y á fin de prevenir qualquiera ocasión de división entre ellos
da á Pedro la primacía sobre todos los Apóstoles, y k re
comienda el cuidado de todo el rebaño , mandándole apa
centar no solamente los corderos, que son los fieles , sino tam
bién las ovejas , que son los Pastores , según la explicación
de San Epifanio (d). Jesu-Christo habia prometido esta pri
macía á San Pedro , diciéndole : tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia. T te daré las llaves del Reyno de
los Cielos (e) ; y cumplió su promesa después de su Resur-
recion encargándole el gobierno de su rebaño (/). Y San Pe
dro exerció este encargo en todas las ocasiones , pero mas
visiblemente después de la Ascensión del Señor (g) , sea
quando en el Cenáculo llevó la voz para proponer á los Dis
cípulos la necesidad de elegir un Apóstol en lugar del trai
dor Judas, y habló, dice el Chrisóstomo (A), como el xefe de
aquella santa asamblea , y como aquel á quien habia sido confia
da teda la iglesia : sea quando al salir del cenáculo levantó la
voz (í) , y habló el primero para anunciar el Evangelio,
tiendo , según la expresión del mismo Padre , como la boca de
los otros, que sostienen su testimonio por el suyo, sea en fin.
quando en el Concilio de Jerusalen celebrado por los Após
toles, habló el primero para descargar á los gentiles recien
temente convertidos á la fe del penoso , é infructuoso yugo»
de las ceremonias legales (6). Así que todos los Padres de la
Iglesia (/) están de acuerdo en este punto, y confirman en su*
escritos la primacía de San Pedro. i .
Mas
(o) Marc. ítf. v. ig. (í) Math. 10. 8. fe) Luc. 10. r. i<S.
(d) Heres. 75. (?) Math. 16. v. 18. Joan. ai. v. 15. seq.
(f) S. Bernard. lib. a. de Coasider. {g) Actor. 1. v. g.
(b) Hom. 3. ia Act. (1) Actor. 1. r. 14. 15. v. 7.
{k) Actor. 15. v. 7. (/) Origen, ia diver. Evang. hom. a. S. Basil.
ep. 3a. ad Attun. S. Chrisost. hom. 86. ia Joan. S. Cyprian. lib.' de
nniu
sobre el Catecismo. Parte I. 301
v • Mas aunque San Pedro es el primero , y el xefe en la
grande -obra de la fundación de la Iglesia , no es él solo el
fundamento de ella, pues San Pablo nos enseña, que nosotros
somos edificados sobre, el fundamento de los Profetas , y de los
Apóstoles (d) reunidos en Sjesu-Christo , que es la piedra an
gular : y San Juan en el Apocalipsis : que las doce piedras
preciosas , que son las fundamentos de la santa ciudad , lle
van los nombres de los doce Apóstoles del Cordero Jesu-
Christo, pues y asoció los otros Apóstoles á San Pedro , para
el gobierno de la Iglesia ; y les dió potestad para enseñar (r),
bautizar , y perdonar1 los pecados , y les envié á todos como él
labia sido enviado (d). Por consiguiente habiéndose dispersa
do, y derramado por toda la tierra según y adonde les con
ducía el Espíritu Santo , por todas partes fundan Iglesias,
propagan la fe , y establecen el Reyno de Dios.
1. p. Pero como Jesu-Ghristo fundó su Iglesia , para '
que hubiese de durar otro tanto como el mundo mismo, era
menester que proveyese á su conservación, y gobierno hasta
el fin de los siglos. Así habiendo enviado á sus Apóstoles , co
mo él fué enviado por el Padre (<?) , les dió potestad para en
viar á otros, y darse sucesores, que fueran herederos de su
autoridad , de suerte que la sucesión no interrumpida de los
Pastores fuese una prueba visible de la verdad de su Iglesia.
En efecto, así como Dios al principio del mundo, habiendo
enriquecido , y adornado la tierra con todo género de yer
bas , y plantas , dió á cada una su simiente según su espe-
tie (/) para multiplicarse, y reproducirse , por cuyo medio
debian perpetuarse para ser útiles al hombre , á cuyo fin
fueron criadas: ó al modo que Dios habiendo criado al pri
mer hombre , y formado á la primera muger , les unió con
wn matrimonio santo , les bendixo , y dixo : creced y multipli
cad

«nit. Ecles. S. Ambros. Hb. 3. de Sacr. c. 3. S. Hieron. lib. 1. cont.


Joviuian. S. Aug. in Evang. Joan, tract. 56. cont. ep. fundament. c. 4.
(a) Ephes. 1. v. ao. {b) Apoca!. 11. v. 14. (c) Math. a 8. v. 1$,
18. v. i8. (d) Joan. 10. v. 93. si. (í) Ibid. vid. S. Cypr. ep. 66.
if) Genes. 1. y. 11. • f ■
JOl INSTRUCCIONES. •• ■ ' •
cad (a) , así el Hijo de Dios queriendo formar su Iglesia , y
habiendo elegido á sus Apóstoles, para que fuesen xefes de
un nuevo pueblo, y padres del mundo espiritual , les bendi-
xo (b) en su Ascensión al Cielo , y les dio potestad no sola
mente para enseñar y bautizar , y de consiguiente para dar hi
jos á la Iglesia , sino para dárselos en todos tiempos, transmi
tiendo su ministerio á sus sucesores, para que hiciesen lo que
ellos habían hecho , y continuasen la obra de Dios que habían
comenzado. Id , les dixo , ensenad á todas las gentes bautizán
dolas en el nombre del Padre ,y del Hijo j del Espíritu San
to. T mirad que yo estoy con vosotros todos los dias hasta la
consumación de los siglos (r) : en cuyas palabras les confia el
ministerio pastoral , no por algún tiempo determinado , sino
para siempre , supuesto que les promete estar con ellos hasta
la consumación de los. siglos.
En uso de esta facultad , que los Apóstoles recibieron
de su Maestro , eligieron á Matías en lugar de Judas , y le
asociáron á los once Apóstoles (d) ; y separaron á Pablo y Ber
nabé , y les impusieron las manos , para destinarlos al sagra
do ministerio (e) , á que Dios les habia llamado. Y no sola
mente San Pedro dexando á Antiochía , estableció allí á San
Evodio por sucesor suyo , y á San Marcos en Alexandría;
sino también San Pablo (f) estableció en Epheso á su discí
pulo Thimoteo , y dexó a Tito en la isla de Creta (g) , y
á uno y á otro les dió potestad para corregir , y trabajar
en la obra de Dios , y confiar el depósito en lo sucesivo á
hombres fieles , que fuesen capaces de conservarle, y transmi
tirle (A) , y darse coadjutores , y sucesores por la imposición de
las manos (í) : esto es , ordenar no solamente Sacerdotes que
les ayuden á llevar el peso de su ministerio , sino también.
Obispos , que perpetúen la obra de Dios , y contribuyan á la
dilatación de la fe en otros lugares del mundo.
Jamas ha sido interrumpida la sucesión de los Ministros
de
(a) Gen. i. v. a8. (A) Luc. 44. v. ji. (c) Math. a8. 19.
(d) Actor. 1. v. «3. »6. (e) Actor? 13. v. a. 3. (f) 1. Thira. 1. v. 3.
\g) Tit. 1. r. 5. (Jb) a. Thim. a. v. a. (») 1. Thiin. 5. v. a».
sobre el Catecismo. Parte I. 303
de la Iglesia , porque la Iglesia debe subsistir siempre , y no
podría subsistir sin la sucesión de sus Ministros. Así nos lo
ha asegurado Jesu-Christo , prometiendo á su Iglesia, que las
Potestades del infierno no podrían prevalecer contra ella (a\ , y
que él mismo estaría con sus Ministros hasta la consumación
de los siglos. Esto mismo nos insinúa el Apóstol en su Carta
á los de Epheso, en la qual después de habernos dicho, que-
Jesu-Chrísto dió á su Iglesia unos para ser Apóstoles, otros pa
ra ser Profetas , otros para ser Evangelistas , y otros para ser
Pastores , y Doctores (¿) , nos explica el fin de su ministe
rio , y el tiempo de su duración : á fin , dice , de que tra
bajen en la perfección, de los Santos , y en la edificación del
cuerpo de Jesu-Christo. Ved ahí el fin que les propone , y
que ellos deben proponerse en el exereicio de su ministerio.
¿Y hasta quándo deberán emplearse en estos santos ejerci
cios? Hasta que todos lleguemos á la unidad de una misma fe,
continua eh Apóstol, de un mismo conocimiento del Hijo de Diosj
é el estado de hombres perfectos , á la medida de la edad , y
plenitud , según la qual debe ser formado Jesu-Christo en nos
otros , esto es , hasta que llegue el tiempo en que Dios con
sumará la santificación de sus elegidos en la consumación de
todas las cosas. Hasta entónces* tendrá Pedro sucesores en el
gobierno de la Iglesia : hasta entónces , dicen San Cipria
no (í) , San Gerónimo , y San Gregorio el Grande , los Obis->
pos Serán sucesores de los Apóstoles , y ocuparán su lugar : has-'
ta entónces habrá Pastores y Doctores que instruyan , y di
rijan al pueblo fiel. Y por esta continuada sucesión de Mi¿
nistros se distingue la verdadera Iglesia de todas las Iglesias
cismáticas : de suerte que para convencer- á¡ los Protestantes
de su cisma , no hay mas que decirles lo que decia Tertu
liano (d) á los hereges de su tiempo: Que nos señalen el orí-
gen de sus Iglesias • que nos manifiesten la sucesión' de sus Obis
pos j que nos hagan ver subiendo de Obispo en Obispo hasta los
' ' • ':| ■ 'i-'* • 1 • '■' ■■->"' »- pri-

(0) Math. 16*. v. 18. seq. {b) Ephes. 4. v. ir, seq.


(c) S. Cipr. ep. 66. S. Hier-oo. ep. ad Evagr. S. Greg. faom. 26.
ia Evang. (rf) Lib. de Prancript. c. 20. ,
304 Instrucciones
primeros tiempos ¿le la Iglesia , que no timen otros fundadores^
ni autores , que á los Apóstoles , ó aquellos hombres apostólicos
que vivieron en su tiempo. Porque qualquiera Iglesia que no
trae su origen de los Apóstoles ,Sk> es Iglesia Católica, ni par
te de la verdadera Iglesia.
3. p. Pero si la Iglesia es Apostólica por su sucesión , no
lo es minos por su doctrina. La Iglesia no reconoce otra
doctrina , que la que bebió el Hijo de Dios en el seno de
su Padre (a) , ni otros Maestros y Doctores , que á Jesu-.
Christo , y á los Apóstoles , 4 quienes envió el mismo Je-.
su-Christo 4 enseñar , y bautizar á todas las gentes: así La
Escritura , y las tradiciones de los Apóstoles son las dos
fuentes de todas las verdades , qus la Iglesia enseña 4 sus
hijos. Para ella escribieron los Apóstoles el santo Evange-.
lio,^jlqual contiene las acciones , y doctrina del Salvador;
la historia de algunos de sus mismos Hechos , en donde se
ven cumplidos los incomparables designios de Dios en el
establecimiento de su Iglesia ;. las sagradas cartas que sor*
el comentario, y explicación del Evangelio ^ y el Apocalip-.
sis , que según dice San Agustín (A) , compreherade todos los
acaecimientos grandes dz la Iglesia desde la primera venid*
de Jesu-Christo hasta el fin del mundo. Pues aunque la ma-r
yor parte de ellas estén dirigidas 4 Iglesias' particulares , 6
á< sugetos determinados k quiénes los Apóstoles querían ins-r
truirysin embargo los Apóstoles pretendían enseñar á todos
los fieles por medio -de ellas, y á este fin las Iglesias parr
ticulares las. comunicaban unas á otras , y S«m Pablo las prer
venia que. lo hiciesen así (f). De manera.» que escribiendo i
las Iglesias y fieles de su tiempo instruían á < los fieles é Igte-r
*ias de todos los tiempos , para que en todos fuese la ver-r
dad la leche de los débiles , y el pan de los fuertes,
Ni «otemente instruyeron 4 la Iglesia con sus escritos , si"
«0 también de- viva vos ¿ y por et canal de la tradición igual
mente recomendado por los Apóstoles mismos, Qonservady

'- (a) Jonn. f. v, 18, (i) 0« Círit. Del lib. a. c t.


(f) Col os. 4. v. 16, ,
sobre Et Catecismo. Parte I. 3oy
dice San Pablo , las tradiciones que os be enseñado de palabra,
y por escrito (a). La tradición en este sentido es mas antigua
que los escritos , porque los Apóstoles predicaron antes de
escribir : es mas común á los Apóstoles , porque todos predi
caron , y no todos escribieron : y es de mayor extensión en
las verdades que enseña , porque los Apóstoles predicaron
todo lo que han escrito, y no han escrito todo lo que pre
dicaron. En estas dos fuentes igualmente divinas bebe la
Iglesia su doctrina tanto en órden á la fe , como en órden
á las costumbres , y mira con igual respeto y veneración á
una y á otra. Así , por un uso tan antiguo como la Igle
sia misma , hace cantar ó leer en alta voz en el Templo los
escritos de los Apóstoles, para que todos apréndanlas verda
des, que deben creer, y las regla* que están obligados á
seguir , y nada desea con mas ardor , que el que sus hiy>s se
instruyan de ellas , y obren conforme á los conocimientos que
adquieren.
Con el mismo respeto mira las tradiciones que nos han
venido de los Apóstoles , porque viniendo de un mismo orí-
gen , deben tener igual autoridad. Tales son muchas prácti
cas religiosas y santas , que ha observado en todo tiempo,
pero que no tienen fundamento particular en la Escritura,
como la señal de la cruz , los exorcismos , &c. Su regla ha
sido no apartarse en nada de lo que ha recibido de sus Pa
dres , y mirar como verdaderamente católico , y apostólico
lo que ha sido creido de todos , en todas partes , y siem
pre Con esta sabia precaución ha conservado inviolable
mente la pureza de su fe. Instruida por los Apóstoles ha des
preciado siempre toda novedad profana de palabras , que solo
sirve á encubrir una falsa sabiduría (c). Esta es la máxima que
la ha dexado San Pablo , y que el Santo repite freqüente-
mente en sus cartas. Ruegoos , dice á los Romanos (í/), que os
guardéis de aquellas , que causan divisiones , y escándalos en-*
tre vosotros contra la doctrina , que os he enseñado , y evitéis
su
(«) a, Thefalpa. s. ». ij. (b) Vincent, Lyrín. comonit. i. C. 3.
(c) «. Thim. 6. v. 30. \d) Román. 16. v. 17.
Tom. I. Qq
jo$ Instrucciones
su compañía. ¿Qué reprehende el mismo Apóstol á los Ga-
latas (a) , sino que abandonando á el que les había llamado
á la gracia de Jesu-Christa , se han dexado llevar á otro Evan
gelio! No que sea otro , sino que hay algunos que os conturban,
y quieren trastornar el Evangelio de Christo. Y para preservar
les de esta tentación , añade : Pero quando nosotros , o algún
Angel del Cielo os anunciase otro Evangelio diferente del que
os hemos anunciado , sea anatema. Y como si no fuese bastan
te haberlo dicho una vez , repite : Así como os lo hemos di
cho , lo digo segunda vez : si alguno anuncia otro Evangelio
diferente, del que habéis recibido, sea anatema. Y en fin á su
discípulo Timoteo , á quien enseña con tanto cuidado , co
mo debe conducirse en la Iglesia , que es la columna , y el fir
mamento de la verdad : mantente firme , dice , en las cosas que
has aprendido , y te han sido confiadas , sabiendo de quien ¡as
has aprendido (¿>). Esta es la regla que la Iglesia ha seguido
siempre , y por cuyo medio ha conservado fielmente el de
pósito de la doctrina verdadera , que recibió de los Apósto
les. A estos , pues , es deudora de su nacimiento , de su con
servación , y de sus progresos , y esto es lo que hace su ma
yor gloria. Lisonjéense enhorabuena las Ciudades del mundo,
y blasonen (c) el origen ilustre de sus fundadores , que al fin
estos pretendidos Héroes eran hombres , y algunas veces hom
bres violentos , y viciosos. El privilegio de la Iglesia es el ha
ber sido fundada por los Apóstoles del Cordero (d) , cuya fe,
y santidad la da una gloria infinitamente mayor que toda la
gloria del imperio del mundo. Tal es , Christianos , la no
bleza de nuestro origen en qualidad de hijos de la Iglesia.
Nobleza en que nada tienen la carne , y la sangre , sino que
todo es en ella celestial , y divino. Tales son los progenito
res de quienes podemos gloriarnos , si al paso que somos he
rederos de su fe , procuramos imitar su santidad. Pero ¡qué-
afrenta para nosotros , qué confusión , qué motivo de con
denación , si degeneramos de la fe , de la santidad , del zelo
de
(a) Galat. i. v. 6. se«. (b) i. Thimot. 3. v. ig. a. Thimot. 3. r. 14.
{c) Ps. 85. v. 5. (d) Apoc. si. v. 14.
sobre el Catecismo. Parte I. 307
de aquellos Varones santísimos que Jesu-Christo destinó para
Padres, y Maestros nuestros! Sentados sobre doce tronos para
juzgar las doce Tribus de Israel (a) , de las quales son xefes,
y cabezas , jno depondrán contra nosotros como testigos, pa
ra condenarnos como jueces? En vano , pues , nos lisonjea
mos de ser hijos de la Iglesia Católica , y Apostólica , si nues
tra vida nada tiene de común con la de los Apóstoles. Por
que no debemos contentarnos con abrazar la fe de la Iglesia,
sino seguimos con las obras el exemplo que nos han dado
los que nos la ensenaron. La fe sin las obras es una fe muer
ta , y la fe de nuestros Padres era una fe viva que obra por
la caridad. Esta es la fe que debemos abrazar ; de esta fe de
bemos vivir , hasta que seamos llamados á tomar posesión de
la herencia , que nos prepara en la gloria.

INSTRUCCION XXXIV.

SOBRE LAS ULTIMAS PALABRAS DEL ARTICULO NONO i

Creo en la comunión de los Santos.

JOespues de haberos hablado de la Iglesia , de sus pro


piedades y caracteres , resta que os hablemos de las ventajas
y riquezas espirituales que en sj encierra , cuyo fundamento
es la comunión de los Santos. Esta palabra comunión significa la
unión, ó sociedad recíproca de muchas personas , que hacen
un solo cuerpo ; y se aplica particularmente á la unión de
los miembros de Jesu-Christo que hacen el cuerpo místico de
la Iglesia , cuya cabeza es Jesu-Christo; y esta unión se lla
ma comunión de los Santos , porque los Santos son los miem
bros unidos á Jesu-Christo , de quien reciben su santifica
ción (h). Y por los Santos entendemos á los bienaventurados
que están en el Cielo, á los justos que están en el Purgatorio,
y á los fieles que viven aun en la tierra , porque todos es-
tan unidos á una misma cabeza que es Jesu-Christo, el qual co
rnu
do) Math. ip. v. ti. (¿) Heb. a. v. u.
Qq »
308 Instrucciones
comunica su infiuxo á todo el. cuerpo (#), todos son miembros dé
la admirable sociedad de Dios ; y pL*dras vivas que entran
en la construcción de la verdadera Jerusalen, que es nuestra
madre Examinemos , pues , todo lo que en sí encierra es
ta preciosa comunión de los Santos, para vuestra instrucción,
y utilidad.
i . p. Lo primero que se presenta á nuestros ojos en la
comunión de los Santos , es la unión, y comunión exterior de
ios rieles en la Iglesia : unión que consiste en la profesión de
una misma fe, porque no es bastante creer con el corazón , es
menester también confesar con la boca para salvarse (c) : en
la subordinación á los Pastores legítimos: en la participación
de unos mismos Sacramentos , que son los canales de las gra
cias ; y en las otras prácticas exteriores y comunes de la Re
ligión Christiana. ¡O y qué de ventajas hallamos en esta co
munión exterior de la Iglesia , y en estos lazos visibles que
nos unen á ella!
i,° Porque ¿qué es la Iglesia? Es un exército ordenado
en batalla que combate baxo los estandartes de Jesu-Ch risco,
y por su protección triunfa del demonio. Los sagrados Pas
tores hacen en él de capitanes , y los fieles de soldados ; y
cada uno debe pelear en su propio lugar, porque en la unión
de todos consiste la fuerza del exército. Hablemos sin figuras.
En la sociedad de la Iglesia unos exercen la función , 6 el
ministerio de Apóstoles , otros de Evangelistas (¿), y otros de
Vastores , y Doctores , unos mandan , y otros obedecen ; uno
recibe el don de lenguas , otro el de interpretar las Escritu
ras (e)i aquel recibe el don de ciencia , éste el de prudencia, y
todos para el bien común de la Iglesia. En la comunión recí
proca de estos dones espirituales , y aun en el uso exterior
que se hace de ellos por el bien común , hallan todos su so
corro , y la abundancia de unos suple á la indigencia de
otros. Cada uno por sí solo es pobre y débil , pero unido
al cuerpo de la Iglesia es rico y fuerte ; solo, es un soldado
fue-
(«) Ephes. 4. v. 16". (3) Galat. 4. 21. (e) Román. 10. r. 10.
\d) Ephes. 4. 11. (e) 1. Cor. c. 11.
sobre el Catecismo. Parte I. 509
fuera de las líneas que está expuesto, y sin defensa ; unido al
cuerpo de la Iglesia combate con las fuerzas de todo el cuer
po de quien es miembro por la fe. ¿Qué digo yo? La profe
sión de una misma fe hace que los unos sean miembros d» los
otros, como dice el Apóstol (a), sin que la distancia de los
lugares , ni la diferencia de condiciones puedan alterar esta
preciosa comunión. El Bárbaro, y el Scita, el libre, y el esclavo,
todos son uno en Jesu-Christo , dice el mismo Apóstol (b).
Pero los sagrados Pastores contribuyen mas principalmen
te al bien común de todo el cuerpo. En efecto , ¿qué socorro,
qué apoyo no encuentran los fieles unidos al cuerpo de la
Iglesia en la vigilancia de sus Pastores, que velan sobre ellos,
como que deben dar cuenta á Dios de sus almas (c) , ruegan por
ellos , y les reconcilian con Dios ofendido por sus pecados?
Escogidos de entre los hombres , son establecidos para los hom
bres en lo que mira al culto de Dios , ñ fin de que ofrezcan dones
y sacrificios por los pecados (d). Y como son mediadores entre
Dios y los hombres, para hacerles conocer las divinas volun
tades, recíprocamente presentan á Dios las oraciones de los
fieles, y se las ofrecen en nombre de la Iglesia.
Asimismo somos sostenidos en la fe por la autoridad de
su ministerio. Jesu-Christo , dice San Pablo (i), ha dado á
su Iglesia Apóstoles , y Profetas , Pastores , y Doctores , para
que unos y otros trabajen en la perfección de los Santos , en las
funciones de su ministerio ,y en la edificación del cuerpo místico
de la Iglesia , hasta que lleguemos todos á la unidad de una misma
fe , y de un mismo conocimiento del Hijo de Dios , al estado de
un hombre perfecto , á la medida de la edad y plenitud, según la
qual Jesu-Christo debe ser formado en nosotros , á fin que no sea
mos ya como niños á quienes se hace creer todo lo que se quie
re, ni como hombres fiuctuantes , y poco firmes en la fe , que se
dexan llevar de todos vientos de las opiniones humanas por el en
gaño , y astucia de las que artificiosamente nos empeñan en el
error.
Y
(•) Rom. ia. g. (í) Colos. %. xi. (c) Hebr. 13. 17. (d) Hebr.
(#) Ephes. 4. 11. seg.
31o Instrucciones
2.° Y últimamente nos administran los Santos Sacramentos,
que son los conductos por donde recibimos los dones de Dios.
jO y qué consuelo para un pecador penitente, quando el Sacer
dote le dice en nombre de Jesu-Christo: confia hijo , tus peca
dos te son perdonados («)! ¡Qué gozo para un fiel , quando la
Iglesia le dice ; recibe el Espíritu Santo, como Jesu-Christo lo
dixo á sus Apóstoles ¡Qué dulzura inefable en la parti
cipación de la divina Eucaristía! ¡O Sacramento de unidad!
¡quán cierto es, que todos somos un mismo cuerpo, supuesto
que todos comemos de un mismo pan, y bebemos de nn mis
mo cáliz (f)! ¡qué alivio para un pobre enfermo agoviado
del peso de sus males, y abismado en los horrores de la muer
te al ver cerca de sí los ministros de la Iglesia que oran por
él, y le ungen con el oleo santo para alcanzar de Dios el alivio
de su enfermedad si fuere conveniente , y el perdón de los
pecados , si los tuviere (d)\ Como mas largamente explicaremos
en la segunda parte.
3.0 ¿Y qué de bendiciones , y gracias no conseguimos
también por las otras prácticas religiosas que la Iglesia ha
recibido de los Apóstoles, ó ella ha instituido para el bien de
sus hijos? ¿La comunión exterior en los exercicios comunes
de la oración , no es indeciblemente ventajosa para ellos? Je
su-Christo nos enseña , que si dos 6 tret se juntaren en su nom
bre , él estará enmedio de ellos (e); y que si pidieren alguna co
sa á su Padre , la conseguirán (/): en cuya atención no se pue
de dudar, que quando los fieles se unen en la oración , hacen una
especie de violencia al Cielo , y nada es mas agradable á Dios que
esta violencia (g). De aquí es , que el Apóstol considera como
cierta deserción , y vergonzosa apostasta el apartarse de las jun
tas comunes de los fieles (A) : de aquí la institución de tantos
exercicios comunes de piedad en la Iglesia de Dios : y de
aquí en fin la institución de las Misas de las Parroquias, que
son otras tantas Iglesias particulares que representan la Igle
sia entera , y á que deben asistir los fieles ( por lo menos en
los
(o) Math. 9. >. (6) Joan. 40. «4. (c) i. Cor. 10. 17.
(¿) Jacob 5. 14. 15. (tf) Math. 18. a». (/) Ibid. v. ip.
[¿) Tertulian. Apolog. c. xo. (*) Hebr. 10. 95. vid. Carríer. hic.
sobre el Catecismo. Parte I. 311
los países en donde hay esta costumbre ) según las repetidas
leyes, que la Iglesia ha expedido para este efecto (a).
Estas oraciones comunes de los fieles no solamente son
útiles á los que las hacen , sino también á sus hermanos que
han muerto ya en el Señor , á quienes la Iglesia da parte
de ellas , rogando por los fieles difuntos. Porque así como
los fieles ruegan por la Iglesia , también la Iglesia ruega por
ellos , ofrece por ellos el sacrificio del Cordero sin mancha , y
les presenta á su Esposo como el fruto de su caridad y de
sus lágrimas. ¡Ah! De todos estos recursos de salud están pri
vados los que se han separado afrentosamente de la comu
nión del cuerpo de la Iglesia , pues ni se hace memoria de
ellos en las oraciones comunes, ni se reputan como miembros
de esta sociedad ; ni se les permite cantar los Cánticos de Sion
en la congregación de los fieles.
2. p. Mas si los lazos exteriores que nos unen al cuerpo
de la Iglesia nos son tan útiles y ventajosos , ¿qué estimación
deberemos hacer de la comunicación recíproca de su espíritu,
esto es , de la comunicación de los bienes espirituales que es
la parte mas preciosa de la comunión de los Santos , y el
verdadero fruto de la comunión visible de la Iglesia? Porque-
la Iglesia es aquella hija del Rey , cuya hermosura y gloria
principal está en el interior (h) , y los adornos y exteriorida
des solo sirven para conservarla , y realzarla. Entremos,
pues, por un instante en el interior de este divino santuario,
para admirar las riquezas espirituales que contiene , y que la
caridad hace comunes á los fieles.
El principio de la comunicación recíproca de los bienes
espirituales de la Iglesia es la unidad de la misma Iglesia:
unidad no solamente de cuerpo, sino también de espíritu:
unidad, por la qual todos somos una misma cosa en Jesu-
Christo , según la expresión del Apóstol (r), y por consi
guiente el bien de uno es el bien de todos. Esta perfeta uni
dad
(«) Cotic. Trid. sess. sa. & 14. c. 4. de Ref. Conc. Turón, an. 1583.
Burdigal. an. 1614. Lingos, au. 1679. &c. (A) Ps. 44. 11.
(c) Galat. 3. v. a 8.
31a Instrucciones
dad de los fieles es el fruto de aquella admirable oración que
hizo Jesu-Christo á su Eterno Padre poco tiempo antes de
morir: no os pido, dice , solamente por ellos, esto es , por mis
Discípulos , sino también por aquellos que han de creer en mí, por
medio de su palabra : para que todos sean una sola cosa , como ttí,
Padre , estás en mí, y yo en tí, para que también ellos sean una
sola cosa en nosotros , y crea el mundo que tú me enviaste. To les
he dado la gloria que me diste , para que sean como nosotros so
mos , una sola cosa. To en ellos , y tú en mí, para que sean con
sumados en la unidad , y conozca el mundo que tú me enviaste^
y los has amado , como me amaste á mí (a). De suerte que la
perfecta unidad de los fieles es el carácter que les distingue,
y la prueba mas constante de la venida de Jesu-Christo al
mundo. Todo en efecto es unidad en la Iglesia , y todo se or
dena en ella á la unidad. Un Dios , una fe , y un bautismo (b\
un cuerpo , y un espíritu , y una sola cabeza que es Jesu-
Christo , quien comunica á todos los miembros el espíritu , la>
vida ,y el acrecentamiento , según la medida que les es pro
pia (c).
Pero ¿quáles son las conseqüencias de esta unidad , y
quáles los frutos espirituales de la comunión de los Santos?
Primeramente se sigue de esta unión , que todos formamos
un mismo cuerpo, y tenemos unos mismos bienes. El mismo
Sol de justicia nos ilumina á todos; y el mismo Espíritu divi
no nos anima y santifica á todos por la efusión de su amor.
Aunque los dones son diferentes, dice el Apóstol (rf), uno mismo
es el espíritu que los da , y habitando todo en todos como en
su templo , viene á ser el tesoro común de todos.
Ni penséis , que por ser común á todos este precioso te
soro , es por eso menos ventajoso á cada uno de nosotros en
particular. Porque hay esta diferencia entre los bienes espiri
tuales , y temporalee, que estos se comunican dividiéndose , y
se disminuyen por consiguiente á medida que se comunican.
Por el contrario, los bienes espirituales no se disminuyen
quan-
(a) Joao. 17. y. 90. »eq. (i) Ephe» 4. v.4. seq. (c) Ibid. v. so",
(rf) 1. Cor. it. v. 4. se^.
sobre el Catecismo. Parte I. 313
quando «e comunican , pues son en esta parte como la luz del
Sol, que se comunica á todos sin disminución alguna , y sin
que las ventajas que uno saca de ella, puedan perjudicar al
otro. Así por ser comunes á todos , no por esto son menos
propios de cada uno. Y así nos lo enseña el Apóstol , quan-
do después de haber dicho que Jesu-Cbristo murió por to
dos , exclama y diceí ha muerto , y se ha entregado por
mí (h). De aquí se sigue en segundo lugar que el bien de uno
es el bien de todos. Tal es el efecto de nuestra unidad en el
e-uerpo de Jesu-Christo , por la qual todos somos miembros (c)
de un mismo cuerpo , y aun miembros de ios otros miembros. Por
que así como en el cuerpo humano el bien de un miembro se
refunde en el cuerpo entero y en todos sus miembros , y si
uno padece todos los mkmbroi se resienten por la unión y
enlace que tienen entre sí , así , y aun mas perfectamente en
la Iglesia , que es el cuerpo de Jesu-Christo , el bien de un
miembro es el bien de toda la Iglesia y de los otros rieles.
Esta admirable comunicación se hace de dos maneras di
ferentes ; por la eficacia de la oración , y por la comunión de
los méritos. Todo se concede á la oración , dice San Agustín (di),
Pero \á qué oración, pregunta el mismo Santo? ¿A la oración
comunmente tibia , y lánguida de los particulares? No por
cierto. Todo se concede á ios gemidos inefables , por los qua-
les el Espíritu Santo ora en nosotros , y por nosotros. $T es
inefable vuestro gemido , ó él micíi \Ay\ comunmente ni vos
otros , ni yo gemimos , ó solo gemimos muy fríamente : sino por
que na hay dia , ni momento en que los Santos no oren á Dios,
los quales componen esta única paloma , cuyos gemidos son ine
fables , y útiles á todos los que están en el cuerpo de la Iglesia.
Por las lágrimas , y gemidos de esta Paloma , dice San Am
brosio (e) , par las oraciones ,y buenas obras del pueblo entero,
son purificados los penitentes , y renovados los pecadores por la
gracia en el hombre interior. Tal es el don singular que Jesu^
Cbrisl
(a) ». Cor. ¿. v. 14. (b) Galar. a. v. 10. (c) Román. 13. v. g.
(ff) Trace 3a. in Joan. {Je lib. 1. cont. IVIa»¡m, e. 9.
(#) Lib. de Poeait. c. 15. & iib. <j. Comment. in Luc.
Tem. I. Rr
314 Instrucciones
Christo hizo á su Iglesia , que todos concurren , y contribuyen á
la salud de uno solo , así como Jesu-Christo solo mereció , y obró la
salud de todos. La Iglesia es la verdadera Esther , que ruega
y consigue de su esposo la vida y libertad de su Pueblo. ¿Ni
cómo pueden menos de ser eficaces sus oraciones , siendo ora
ciones de todos los justos , no solamente de los que viven en
la tierra , sino también de los que reynan ya con Jesu-Chris-
to en el Cielo , los quales forman un mismo cuerpo con la
Iglesia de la tierra , y se interesan vivamente por ella?
A esta feliz unión debemos la participación de los mé
ritos de todos los Justos y Santos. No solamente son comu
nes á la Iglesia el don de ciencia , y profecía , y el don de
lenguas , y de hacer milagros , los quales pueden concederse
y se conceden aun á los malos , aunque no por su provecho
particular , sino por la utilidad , y edificación de todos los
fieles ; mas también el don de santidad que Dios comunica
por la gracia santificante: y lo mismo las buenas, obras, y mé
ritos personales de los justos , de suerte que podemos decir,
que el bien de unos es el bien de todos, ya porque el buen
exemplo induce á otros al bien excitándoles á imitarle ; y ya
por el derecho recíproco , que nos da la unidad del cuerpo
de Christo de quien somos miembros, tanto á los bienes es
pirituales los unos de los otros , como á los méritos de nues
tra cabeza que es Christo. Por lo qual explicando San Am
brosio aquel lugar del Salmo : To soy participante de todos ios
que te temen (a) , dice : Así como decimos , que cada miembro
es participante de todo el cuerpo , así lo es el que está incorpo
rado con todos los que temen á Dios. T por esto nos ensenó
Christo este modo de orar : que dixésernos el pan nuestro , no
el mió , y la mismo en todo la demás , atendiendo no á solos
nosotros , sino á la salud , y utilidad de todos. Y San Agus
tín : si me amas , tienes lo que yo tengo , si te amo y tengo lo
que tú tienes (b) , pues la caridad , que no busca sus inte
reses (c) , hace que todos los bienes sean comunes.
Mas
(a) Ps. 118. San Ambr. in Ps. 118. serm. 8. (b) Tract. 3a. in Joan,
(c) 1. Cor. 13.
sobre el Catecismo. Parte I. 31y
Mas ¿quántos viven en el seno de la Iglesia que no son
participantes de todos los bienes de la comunión de los San
tos? Yo sé , Christianos , que las oraciones de los justos son
útiles á los pecadores que viven con ellos en la comunión de
la Iglesia : pues por los gemidos de esta afligida Madre da.
Dios la vida á sus hijos muertos , como la dió en otro tiem
po al hijo de la viuda de Nain , en consideración al dolor y
lágrimas de su Madre ; y como por los ruegos de María y
Marta concedió la resurrección á Lázaro después de quatro
dias muerto : por lo qual dixo San Ambrosio (a): ¡Vuestros pe
cados son muy grandes , para ser purificados por vuestras pro
pias lágrimas1. Que la Iglesia vuestra madre ruegue , y llore por
vosotros , y os dará la vida por las suyas. Pero no debéis con
fiar fuera de propósito en esta unión exterior , por decirlo
así , con el cuerpo de la Iglesia. Las verdaderas ventajas del
cuerpo , solo se comunican á los miembros vivos. El xugo que
sube por el tronco del árbol , no se extiende á las ramas
muertas. Si la unión con los buenos es útil á los pecadores,
es para obtenerles su conversión , para rogar á Dios que les
resucite á nueva vida, y participen el espíritu que anima á
todo el cuerpo. ¿Y qué espíritu es este sino el de Jesu-Chris-
to? Porque el que no tiene el espíritu de Jesu-Cbristo , no per
tenece á Jesu-Christo (¿) , dice el Apóstol. Pero el espíritu de
Jesu-Cristo es espíritu de amor , y por eso el justo vive por
la fe (c) , que oirá por la caridad , que el Espíritu Santo derra
ma en nuestros corazones. El Christiano , pues , que no tiene
caridad , no participa la vida del cuerpo de la Iglesia , ni de
sus bienes espirituales \ pues aunque parezca vivo, está verda
deramente muerto (d) , porque el que no ama , permanece en la
muerte (e) , como dice San Juan.
Pero el que viendo á su próximo en necesidad , no le so
corre , demuestra claramente que no está en él la caridad de
Dios (/). ¡Ah! el próximo es miembro del mismo cuerpo de
< quien
(0) Lib. g. Comment. in Luc. (¿) Román. 8. r. 9.
(r) íjebr. 10. v. 38. (rf) Apocal. 3. v. 1. (ff) 1. Joan. 3. r. i¿.
(/) Ibid.
Rr 2
316 Instrucciones
quien nosotros también somos miembros , y aun es miem
bro de los otros miembros y como dice el Apóstol , ¿y podre
mos ser tar duros de corazón que no le socorramos con to
do género de bienes? No, Christianos. Los estrechos vítrcn-
los con que estamos unidos nos obligan en primer lugar á
socorrer á nuestros hermanos con los bienes espirituales , y
no serles ocasión de escándalo. Porque el que escandaliza
re á alguno de los que creen en Jesu-Chrisio , seria mejor,
que se le atase una piedra al cuello , y se le arrojase al
mar (a). \Ay del mundo por los escándalos ! Porque es nece
sario , que haya escándalos , pero ay de aquel hombre por quien
viene el escándaloK To os aseguro , decia San Pablo (¿>) , queja-
mas comeré vianda , cuyo "uso pueda causar escándalo á mi pró
ximo, por no ponerle en ocasión de que se escandalice. Lo segun
do , si se trata de los bienes temporales , ¿podremos mirar con
indolencia las necesidades de nuestros próximos? Los miem
bros del cuerpo humano no se ayudan y socorren los unos
á los otros? Si toda sociedad exige que los intereses , y auxi
lios sean recíprocos ¿no hará lo mismo en los miembros de
Jesu-Christo la sociedad que tenemos con él? No imitemos,
Católicos , la dureza de aquellos indignos soldados de David,
que no querian partir los despojos de la victoria con los com
pañeros que no habían tenido valor para seguirles , y com
batir con ellos (c). Imitemos mas bien á David , quien dis
puso que los débiles entrasen á partir con los fuertes , y que
la caridad supliese la. desigualdad de fuerzas que habia entre
ellos : y desde entónces quedó esto establecido como una ley
en Israel Pues que sea también esto una ley e~n el. Israel de
Dios, de la Iglesia Christiana , que es el rey no de la caridad.
Mas si la unión que tenemos con nuestros hermanos por
ser miembros de un mismo cuerpo , nos obliga á amar
los y socorrerlos , ¿qué amor y reconocimiento no deberé-
•mos al Hijo de Dios, que es la cabeza de este cuerpo? ¿Qué
gratitud á las tres divinas Personas , con quienes entramos en
so
la) Math. 18. v. 6*. (¿) i. Cor. 9. r. 1. 13. (e) i.Reg. 30. v. aa.
(rfj lbid. v. 25.
sobre el Catecismo. Parte I. 3*7
sociedad por la comunión de los Santos? Sí Christianos. Por la
comunión de los Santos entramos en sociedad con el Padre (a),
porque somos sus hijos ; con el Hijo , porque el que permane
ce en la doctrina de Jesu-Christo , posee en sí al Padre , y al
Hijo , como dice San Juan (¿) 5 y con el Espíritu Santo , por
que somos sus templos (é-). Y así dice San Juan (rf) : Os anun
ciamos lo que hemos visto , y oido , para que estéis unidos con
nosotros en una misma sociedad , y nuestra sociedad sea con el Pa
dre , y su Hijo Jesu-Christo. [Qué sociedad, oyentes! ¡qué
gloria para nosotros! ¡qué gozo! ¡qué consuelo! Estar unidos
con Dios , participar de todas sus riquezas , de su santidad,
de su espíritu, del mismo Dios/. ¡Qué dicha! ¡ Qué felicidad !
Bien podemos decir con David: ¡O quan amados son tus ta-
hernácuhs , Señor , Dios de las virtudes ! Mi alma anhela, y des
fallece deseando las moradas del Señor. Y : bienaventurados , Se
ñor , los que moran en tu casa (e).
Pero ¿qué motivo mas fuerte para obligarnos á vivir san
tamente , y á santificarnos mas y mas , á fin de correspon
der á la gracia de habernos hecho participantes de una co
munión tan santa? Nuestro Dios es santo ; luego nosotros de
bemos serlo también. Sus caminos son la verdad y justicia: Ved
ahí por donde debemos andar para hacernos dignos de él. En
vano nos lisonjeamos de tener sociedad con Dios , si por nues
tros pecados vivimos muy separados de él. \Oué unión hay,
dice el Apóstol, entre la justicia é injusticia"1. [Qué comercio entre
la luz y las tinieblas ! iQué saciedad entre Jesu-Christo y ~Belial\
Si caminamos entre la luz , dice San Juan (/) , como Dios es luz,
tenemos una sociedad recíproca con élyy la sangre de Jesu-Chris
to su Hijo nos purifica de todo pecado. Pero si al contrario anda
mos en las tinieblas , y decimos , que tenemos sociedad con él,
mentimos, y la verdad no está en nosotros. Trabajemos, pues, pa
ra hacernos dignos de esta sociedad ; trabajemos para hacer
cierta nuestra vocación á la comunión de los Santos; trabaje
mos en fin , para recoger con seguridad los frutos de esta
comunión con los Santos en la gloria. Amen.
INS-
(a) Román. 8. v. iS. (b) 1. Joan 9. (c) 1. Cor. 6. v. 19,
(d) 1. Joan. 1. v. 3. (í) Ps. 83. (/') 1. Joan, 1. v. 6. &. 7.
318 " Instrucciones

INSTRUCCION XXXV.

SOBRE LAS MISMAS PALABRAS DEL ARTÍCULO NONO :

De la intercesión é invocación de los Santos.

or la comunión de los Santos no solamente estamos


unidos con los fieles que viven en la tierra, sino también con
los bienaventurados que reynan en el Cielo , y con los justos,
que esperan en el Purgatorio el feliz momento de su liber
tad. La sociedad que nos une con Dios por la caridad , nos
une con todos aquellos que son de él, de qualquiera condi
ción que sean, y en qualquier estado que se hallen : y es
constante que todos los fieles pertenecen al Señor : porque Je-
su-Christo murió y resucitó para reynar sobre vivos y muer
tos (a) , como dice el Apóstol.
Dichosa sociedad, que nos une estrechamente con los San
tos del Cielo , con los amigos de Dios , y nos pone en estado
de percibir el fruto de su patrocinio. Nosotros les invocamos
y rogamos en la tierra , y ellos nos protegen é interceden por
nosotros en el Cielo : y este fluxo y refluxo de caridad es
para nosotros una fuente abundante de bendiciones y gracias.
Demostremos , pues , para vuestro consuelo , i .° la verdad de
la intercesión de los Santos. 2.0 la utilidad de su invocación.
1. p. El que los Santos Angeles rueguen por nosotros, se
convence claramente por el libro de Tobías. Allí se ve , que
San Rafael uno de los primeros ministros de la corte celestial,
uno de los siete Angeles , que asisten siempre ante el Trono de
Dios , dice por sí mismo á Tobías: quando orabas con lágri
mas, y sepultabas los muertos , y dexabas la comida por ocultar
los de día , y enterrarlos de noche, yo ofrecía tus oraciones al
Señor (b). Lo mismo se lee en el Profeta Zacarías. Un An
gel del Cielo ruega al Señor por Jerusalen y por las ciudades
de Judá , diciendo : Dios de los exércitos , \basta quándo no
ten-
(«) Román. 14. v. 9. (¿) Tobi* 1». v. 11.
sobre el Catecismo. Parte I. 319
tendréis misericordia de Jerusalen y de las ciudades de Judá¿
contra las quales os habéis irritado^ Ved aquí ya el año seten
ta (a) de la servidumbre de vuestro pueblo. ¿Y qué otra cosa
significa aquel sueno misterioso de Jacob , en que vió á los
Angeles que subian y baxaban por una escala que desde la
tierra llegaba al Cielo (¿) , sino que estos espíritus bienaven
turados se ocupan igualmente en hacernos entender la volun
tad de Dios en la tierra>, y en presentar al Señor nuestras
oraciones , y buenas obras en el Cielo? ¿Quién podrá creer
que al paso que el demonio , qual león rabioso , da vueltas al re
dedor de nosotros para devorarnos (c) , y perdernos y los espíri
tus de malicia están derramados por el ayre para armarnos la
zos, y prendernos ; los Santos Angeles que están destinados
para exercer su ministerio á favor de los que deben ser herederos
de la salud (d) , cuiden ménos de protegernos , y rogar por
nosotros al Dios de las misericordias?
De aquí se concluye fácilmente que los Santos que rey-
nan en el Cielo se interesan por nosotros , y nos protegen
con sus oraciones. Porque ¿no son semejantes á los Angeles de
Dios tanto en la caridad , como en la pureza , según la ex
presión de Jesu-Christo en el Evangelio (e)? ¿No se puede
decir, que qualquiera que se atreva á dudar de esto, no en
tiende la caridad de los Santos , ni el sentido de las Escritu
ras (/)? En efecto la Escritura nos enseña constantemente es
ta verdad , y nos hace ver en los libros de los Macabeos al
Santo Pontífice Onias que ruega por el pueblo Judío después
de su muerte , y extiende las manos para protegerle, las mis
mas manos que durante su vida habian ofrecido el incienso,
y derramado la sangre de las víctimas en favor del pueblo
La misma Escritura nos representa al Profeta Jeremías que
pide después de su muerte por el mismo pueblo (h). Y de to
dos los Santos del Cielo debemos pensar lo que Onías dice de
Jeremías en este lugar, á saber, que son los verdaderos amigos
de
(a) Zichar. 1. v. ia. {b) Genes. a8. r. 10. (c) 1. Petr. g. v. 8,
(rf) Ephes. 6. v. ia. (e) Marc. ia. v. 25. (/) v. 14.
(£) a. Machab. 15. v. ia. (¿) lbjd. v. la. 13. 14.
32o Instrucciones
desús hermanos, y de todo el pueblo, y que ruegan mucho por
el pueblo , y por toda la santa ciudad.
Así lo han sentido , y testificado los Padres de todos los
siglos de la Iglesia. ¿Quién duda , dice Orígenes (a) , qie los
Santos, y nuestros Padres en la fe , nos ayudan al presente con
sus oraciones , asi como nos han edificado , y fortificado con el
exemplo de su vidal Acordémonos uno de otro , deeia San Cy-
priano al Papa San Cornelio y si uno de los dos muere
antes que el otro , persevere nuestro afecto cerca de Dios , y no
cesemos de implorar la misericordia de nuestro Padre celestial i
favor de nuestros hermanos , y hermanas. Nuestro Señor Jesu-
Christo , dice San Agustín (7) , intercede aun por nosotros en el
Cielo , y lo mismo las Santos Mártires , que están con él en su
Rcyno. Sus cuidados , é intercesiones no cesarán , mientras que
nuestros gemidos no hayan cesado para siempre. Lo mismo dicen
los demás Santos Padres, cuyos testimonios seria imposible re
ferir aquí. Pero los Santos Doctores , dice el mismo San Agus
tín (d) , han creído lo que halláron en la Iglesia: lo que ellos mis
mos han aprendido , han enseñado á los otros : lo que recibié*
ron de los que les habían precedido , han dexado á los que les han
seguido : por consiguiente su fe debe ser la regla de la nues
tra , porque es testimonio , y prueba de la de la Iglesia.
Y á la verdad , si los Santos tuvieron bastante caridad en
la tierra para interceder por nosotros , ¿tendrán acaso menos
en el Cielo , que es el Reyno del amor , y en donde la cari
dad está en su colmo? ¡Ah! Quando leo en la Escritura, que
Abrahan se interesa , é intercede aun por las infelices ciuda
des de Sodoma , y Gomorra , para librarlas de la lluvia de
fuego , y azufre , que iba á consumirlas (e) ; que Moyses
Intercede por un pueblo murmurador, y rebelde para conse
guirle el perdón de sus pecados (/)} que el Pontífice Aaron,
toma el incensario, y entre muertos, y vivos ofrece sacrifi
cios y oraciones , para detener la ira de Dios (g) , y salvar á
5U
(a) I" Nutn. Homil. 31. (b) S. Cypr. ep. ad Cornel.
' \c) la P». 85. (</) Lib. ». coát. Julián. (?) Gen. 18. t. «3. seq.
{/) Exod. 3». y. ao. 31. *eq. (g) Num. 16. v. 47. 48.
sobre el Catecismo. Parte I. jar
fu pueblo de bi muerte ; que otros muchos Santos del Testa
mento antiguo (ü) se interesan vivamente por todo Israel en
sus necesidades ; que un San Esteban en el Testamento nue
vo ruega vivamente por los verdugos mismos que le daban la
muerte (b) , á exemplo de su Salvador y Dios : yo no puedo
4 menos ele exclamar: ¡quál será la caridad de los Santos en el
Cielo, supuesto que ha sido tan compasiva, y tierna vivien
do aun en la tierra! Porque las lenguas deben cesar, dice el
Apóstol (r) , las profecías no subsistirán después de haberse
cumplido enteramente ; la fe y la esperanza no tendrán lu
gar en el Cielo, porque se verá allí lo que se creia, y se po
seerá lo que se esperaba , pero la caridad jamas se acabará.
Solo hay esta diferencia entre la caridad del Cielo , y de la
tierra , que la del Cielo será mas pura, mas fervorosa, y per
fecta. Y á vista de esto ¿quién podrá dudar de la eficacia de
la caridad de los Santos, y de las oraciones , que su caridad
les obliga á hacer por nosotros? Por las oraciones de Job con
cedió Dios á sus amigos el perdón de sus juicios temerarios,
é injustos (</). Por las oraciones de Moysés cesaba Dios de
castigar á su pueblo (e) , y quando este Santo legislador le
vantaba sus brazos, y oraba en el monte, concedia el Señor
la victoria á Josué , y á Israel sobre Amalee (/). A las ora
ciones de San Esteban se cree deudora la Iglesia de la con
versión de San Pablo (g) , y de los abundantes frutos de su
ministerio. Y por este principio el mismo Apóstol se reco
mendaba freqüentemente á las oraciones de los fieles (¿) ; y
el Apóstol Santiago nos encarga que roguemos recíprocamen
te los unos por los otros , para que todos consigamos la salvación.
Porque la oración continua del justo es muy poderosa para con
Dios (ñ, ¡Y qué! ¿Si la intercesión de los Santos fué tan efi
caz en la tierra , lo será ménos en el Cielo? Si sus oraciones
eran tan poderosas , quando estaban sujetos á los defectos de
la
(a) Ps. *7. 8. 79. 1. (í) Actor. 7. y. $9. (e) t. Cor. 1 3. r. 9.
\d) Job 4». 8. (*) Exod. 33. v. 17. (/) 17. t. 11. »eq.
(g) Actor. 37. v. 14. 34. (¿>) Román. 1. r. 9. 1. Thettl. I. 7. s.
Philip, j. v. 9. Cotos. 4. v. 3. tu. (i) Jacob g. v. 16. ij.
Tom. I. Ss
$22 Instrucciones
la flaqueza humana , ¿no lo serán en el Cielo en donde no
cabe defecto alguno? ¿Si tuvieron tanto valimiento para con
Dios en la peregrinación de esta vida, no le tendrán mayor
en la patria en donde se merecen toda la confianza y favor
del Rey de la Gloria? Invoquemos, pues, su protección,
Christwnos , para percibir desde ahora los frutos de su in
tercesión.
2. p. La Iglesia en el Santo Concilio de Trento reduce á
dos cosas lo que la fe nos obliga á creer acerca de la invo
cación de los Santos. Es bueno y útil, dice, el invocar á los
Santos. Es bueno invocar á los Santos, y muy conforme á
los sentimientos, que la piedad nos inspira. Es útil para con
seguir los frutos de su protección.
i.° Invocar á los Santos, es rogarles, implorar su protec
ción, suplicarles que intercedan con Dios para que nos con
ceda por los méritos de Jesu-Christo lo que nosotros somos
indignos de recibir. ¿Qué hay en esto que no sea conforme á
lo que nos inspira la piedad mas sólida , é ilustrada? La fe
nos hace conocer nuestra indignidad , y nos descubre la ca
ridad de los Santos , y el valimiento que tienen con Dios 5 y
el deseo de ser oidos nos mueve á implorar su intercesión.
Pero dirá alguno que no se debe desconfiar de la bon
dad de Dios , ni de la eficacia de los méritos de Jesu-Chris
to: que Dios es bastante misericordioso para socorrernos por
si mismo, y aun quando necesitásemos intercesores para con
é\ ; tenemos á Jesu-Christo y que es nuestro mediador , y abo
gado con el Padre (a).
Reparos frivolos, por los quales igualmente se podrían
arruinar, y condenar las oraciones recíprocas que los fieles
hacen unos por otros, y que se hallan tan autorizadas en las
Escrituras. Porque si la intercesión de los Santos es inútil,
é injuriosa á la bondad de Dios, y á la mediación de Jesu-
Christo, ¿lo serán menos las oraciones de los fieles que viven
en el mundo? Dios puede socorrernos por sí mismo , pero
quiere que nosotros le expongamos nuestras necesidades , y
por
(a) 1. Joan. ü. r. s.
Sobre el Catecismo. Parte I. 323
por un efecto de su bondad inspira á los Santos el amor
que les mueve 4 interesarse por nuestro bien. Así que no
desconfiemos de la bondad de Dios , quando nos encomen
damos á los Santos , sino de nosotros mismos , porque conor-
cemos nuestra indignidad , y miseria. El Apóstol no descon
fiaba de la bondad de Dios quando se recomendaba con tan
to empeño á las oraciones de los fieles (a): ni los fieles descon
fiaban de la misericordia de Dios , quando se encomendaban
recíprocamente á las oraciones del Santo Apóstol. Dios no
ensenó á los amigos de Job á desconfiar de su bondad , quan
do les mandó recurrir á las oraciones de su siervo para con
seguir el perdón de su pecado (b). ¿Ni por qué se ha de des
confiar de Dios aunque se implore la intercesión de sus mas
fieles , y favorecidos amigos? ¿Se desconfiaría de la bondad de
un Rey aunque se recurriese á la protección de sus mas ínti
mos confidentes?
Es asimismo cierto , que la intercesión de los Santos no
puede ser injuriosa á Jesu-Christo. Reconocemos , que Jesu-
Christo es el solo Mediador que pudo reconciliarnos con Dios,
y redimirnos de nuestros pecados : y que los Santos*solo pue
den llamarse mediadores en quanto interceden con Dios , y
ruegan por nosotros , fundando toda la eficacia de sus ora
ciones en los méritos de Jesu-Christo , en cuya consideración
son oidas del Padre (A Por tanto es verdad, que Jesu-Christo
nos basta , y que por el podemos ser oidos del Padre (d). Pero
también bastaba al Centurión ; y sin embargo fué alabada su
fe , porque reputándose indigno de hablar á Jesu-Christo , se
valió de sus amigos para que intercediesen con él (e). Jesu-
Christo nos basta , pero él mismo nos manda que bagamos
amigos que nos reciban en los tabernáculos eternos Quando
oramos , pues , á los Santos, no les suplicamos que nos den,
sino que pidan por nosotros , porque todos debemos recibir de
la plenitud del Salvador (g) , y así nos lo enseña la Iglesia por
las
(4) Román. 16. t. 30. ». Cor. 13. y. 7. Ephes. S. v. 18. a. Thes. 3.
T. 1. a. (¿) Job 4». v. 8. (c) Joan. ifi. v. 17. seq. (d) Román. 5. r.a.
(e) Luc. 7. v. 3. «eq. (/) Luc. 16. v. p. (g) Joan. 1. r. ítf.
Ss 2
324 •* Instrucciones
las expresiones mismas de que usa en sus oraciones. Pues
quando se dirige á Dios, y á Jesu-Christo, dice: Tened mi
sericordia de nosotros , y quandc» se dirige á los Santos , dice:
rogad per nosotros.
■ ¿Pero que nos cansamos? la Iglesia siempre ha usado de la
•oración á los Santos , y ha creído que en los Santos se honra
á Dios , que los ha hecho dignos de él. De aquí tantos, alta
res erigidos desde los primeros siglos sobre los sepulcros de
los Mártires. Altares , dice San Agustín , que la Iglesia no con
sagra á los Mártires , sino al Dios de los Mártires (a) , y baxo
la invocación de los Mártires. De aquí el antiquísimo uso de
nombrar á los Santos en el adorable sacrificio de la Misa.
Sacrificio- , dice el mismo Padre (¿) , que la Iglesia no ofrece á
los Santos , sino á Dios , y así no dice : San Pedro , y San Pablo
0S ofrecemos ■ este Sacrificio , sino que le ofrece á Dios , y trae
á la memoria á los Santos , les invoca , y recurre á su pro
tección. De aquí en fin tantas prácticas santas instituidas por
la Iglesia para honrar á los Santos , y excitar á los fieles á la
veneración religiosa , que les es debida» ■<■
■ T-jEn conseqüencia los Doctores mas piadosos é ilustrados
de la Iglesia practicaron siempre esta santa costumbre de in
vocar á los Santos. Se ve á San Basilio que ruega, y quie
re que se ruegue á los quarenta Mártires á quienes elogia:
á San Gregorio Nacianceno, que invoca á San Basilio, San Cy-
priano , y San Athanasio, ya difuntos. Es necesario orar ó leí
Angeles , dice San Ambrosio (r) , por que se nos ban dado para
guardas , y defensores nuestros. Pero si es bueno orar á los An
geles , con mayor razón debemos orar á la Santísima Virgen
María Madre de Dios , á los Patriarcas , á los Apóstoles, y
demás Santos que son miembros nuestros de un modo mas
particular, que los Angeles, y han sido como nosotros pe
regrinos en la tierra, y desean al presente con mucho ardor
que se cumpla el número de sus Hermanos. Honremos á los
Mártires , dice el mismo San Ambrosio , sus cuerpos que se
conservan aun entre nosotros , son la prenda de su protección.
... Del
(0) Ub. «a. de Cir. Dei. e. 10. (b) Ibid. (;) Lib. de Vidiut.
sobre el Catecismo. Parte I. $2f
Del mismo modo hablan San Chrisóstomo (a) , San Agus
tín (¿) , y los otros Padres.
2.0 Concluyamos, pues, que es bueno invocar á los San
tos , y concluyamos también , que es muy útil para nosotros,
y para todos los fieles. Lot rogó al Angel que salvase á Se-
gor , y por la oración de Lot* se salvó esta Ciudad de las'
llamas de Sodoma (r). El Apóstol San Pablo no creia inútil
el recomendarse á las oraciones de los fieles que vivian en
la tierra ; ¿ y será menos útil encomendarse á las oraciones
de los Santos , que reynan en el Cielo? Leed las obras de los
Padres , y en particular los discursos que pronunciaron en las
solemnidades de los Santos , y veréis otras tantas pruebas de
su fe sobre la utilidad de la invocación de los Santos. Yo no
os referiré sino una pequeña parte de lo que dixo San Ba
silio en la fiesta de los quarenta Mártires. iQué no hartáis
vosotros , dice este Santo , para tener cerca de Dios un amigo,
i¡ue rogase por vosotros"1. Pues ved aquí á quarenta que- se unen
para socorreros con sus oraciones. En donde se juntaren dos ó
tres en nombre del Señor , allí se halla el mismo Señor enmedio
de ellos (d). Pues en donde se hallan quarenta \no se hallará el
mismo Señor para socorrernos , por las oraciones de ellosl Si al
guno se entristece, recurra á ios quarenta Mártires^ si alguno se
alegra , venga también á ellos : el uno para conseguir la libertad
de sus males , y el otro para asegurar la conservación , y posesión
apacible de sus bienes (e).
Seria necesario recorrer aquí toda la historia de la Igle
sia para haceros ver millares de pruebas de la utilidad de
la invocación de los Santos en una infinidad de milagros que
Dios ha obrado en cada siglo sobre sus sepulcros para hon
rar sus santas reliquias , y que la incredulidad misma no
puede contestar , y poner en duda. ¿Quién se atreverá , por
exemplo , á poner en duda los milagros que San Agus--
tin refiere el mismo Santo fue testigo de ellos , ó mas
bien
(a) S. Chrís. Hom. 66. ad Pop. Antiorii. c. 9. (f>) S. Aug. lib. de
Cor. pro mortu. c. 4. (e) Genes, ip. v. ti. (d) Marb. 18. v. »o.
(e) S. Baúl. hom. 40. de quadrag. Manir. (/) Lib. 9. Confes. c. 7.
& iib. a*, de Civit. Dei c. 8.
$26 Instrucciones
bien toda la ciudad de Milán , que fueron hechos por él con
tacto de las reliquias de San Gervasio, y Protasio : ó los que
fiaron obrados por la invocación de San Esteban á vista de
tocia la Africa , en la traslación de sus sagradas reliquias?
Creamos , pues , lo que la Iglesia nos ensena acerca de la
intercesión, é invocación de los Santos. Creamos que son nues
tros Protectores y Abogados , y honrémosles con aquel amor
y ternura que exige de nosotros la comunión de los Santos;
y nuestro mismo interés debe inducirnos á ello. Porque ¡ay!
¿qu¿ seria de nosotros sin el auxilio de los Santos? ¡Qué po
bres seriamos si no nos comunicasen sus riquezas! ¡Qué des
nudos pareceríamos á los ojos de Dios , y poco dignos de
agradarle, si no nos hiciesen participantes de sus méritos! ¡Qué
estériles serian nuestras oraciones , si los Santos no rogasen
por nosotros! Si Moyses no hubiera levantado sus manos en
el monte , ¿Israel hubiera vencido en el llane? Imploremos,
fieles , su intercesión , cantemos sus alabanzas , celebremos sus
fiestas , pero con un fervor que nos merezca ser oidos , con
una santidad que corresponda á la fiesta que celebran ellos
eternamente en el Cielo. Ofrezcámosles nuestras oraciones,
pero hagámonos dignos de su intercesión por medio de una
vida christiana y penitente. Merezcamos nosotros , si quere
mos participar de sus méritos. ¡Ah! toda abeja perezosa es
indigna de participar de la miel que trabajan sus compañe
ras. Infeliz de aquel que confiando en el trabajo de los otros
se lisonjea poder aprovecharse de él , sin trabajar nada de su
parte. Los méritos , y la intercesión de los Santos no pueden
dispensarnos de la penitencia , porque nada es capaz de dis
pensar de ella al pecador : antes bien deben servirnos par*
hacerla mas eficaz , y útilmente. Los socorros que recibimos
por su intercesión no deben dispensarnos de trabajar en
nuestra propia santificación , sino que nos animan á este útil
trabajo , y nos ayudan á conseguir el premio que ellos go
zan ya por toda la eternidad en la gloria.
sobre el Catecismo. Parte I. 327

INSTRUCCION XXXV,

Sobre la oración por los difuntos.

3?or la comunión de los Santos no solamente estamos


unidos á los fieles que viven en el mundo , y á los Santos
que están en el Cielo, sino también á aquellos justos que no
hallándose en su muerte bastante puros para ver á Dios , son
destinados al Purgatorio á sufrir las penas que les imponen
la santidad, la justicia, y la misericordia de Dios: su santi
dad , porque nada impuro puede sufrir en el Cielo : su justi
cia , porque no quiere que el pecado quede sin castigo ; y su
misericordia , porque con las penas mismas, que les impone,
les purifica, y hace dignos del Cielo. En virtud de esta ad
mirable unión todos los Christianos se comunican entre ,sí co
mo miembros de un mismo cuerpo : los Santos del Cielo pro
tegen á los fieles, que viven en la tierra ; los fieles que viven
en la tierra honran é invocan á los Santos que reynan en el
Cielo 5 y unos y otros alivian con sus oraciones á los justos
que están en el Purgatorio. Los justos del Purgatorio , des
pués que han sido purificados , aumentan el gozo de los San
tos del Cielo, haciéndose companeros de su gloria, y se cons
tituyen intercesores y abogados de los fieles que viven en la
tierra. Tal es la fe de la Iglesia sobre la comunión de los San
tos , y en particular sobre la oración por los difuntos que es
la materia de esta instrucción ; en la qual veréis r.# que la
oración es útil á los difuntos ; 2.a y que por consiguiente
todo Christiano debe rogar por ellos. >
i.p.La suerte de los hombres después de su muerte es tan
diferente , como lo ha sido su vida, ó por mejor decir , es tan
diferente como el estado en que se hallan en el momento
mismo de la muerte , el qual decide de su eternidad. Hay
algunos, que muriendo no solamente en gracia de Dios, sino
también perfectamente purificados de toda mancha de pecado,
y habiendo satisfecho plenamente en esta vida , por los que
pueden haber cometido ; entran en el instante mismo de su
muer
318 - Instrucciones
muerte en el Cielo , y en el gozo de su Señor. De este número
son todos los Mártires que lavaron su vestido en la sangre del
Cordero (a) y en su propia sangre. Y también Lázaro que ha
biendo sido purificado con sus trabajos, fui llevado en el ins
tante de su muerte al seno de Abrahan (b). Hay otros que
mueren en ppcado mortal y en desgracia de Dios, y luego
son condenados para siempre á las llamas eternas , como lo
fué el Rico avariento, el qual en el momento de su muerte
fué sepultado en el infierno (<r). Hay otros en fin que mueren en
gracia de Dios , pero no estando aun bastante purificados pa
ra entrar en el Cielo , en donde nada entra manchado (¿) , son
deudores á la justicia divina , que acaba de purificarles con
las penas de Purgatorio (e). Por los primeros, esto es por los
Santos, no rogamos porque no tienen necesidad de nuestras
oraciones. Es hacer injuria í un Mártir , dice San Agustín , el
rogar por e7, porque al contrario nosotros debemos encomendarnos
á sus oraciones (/). Tampoco rogamos por los segundos, quie
ro decir , por los condenados , porque nuestras oraciones les
serian inútiles. Pero rogamos por aquellos que habiendo
muerto en gracia de Dios no gozan aun de su posesión di
chosa. Porque no se puede negar que nuestras oraciones les son
provechosas , especialmente quando ofrecemos por ellos el sacrifi
cio del Mediador , ó se ofrecen limosnas en la Iglesia para su ali
vio (g). '
La Escritura , la tradición , y la fe de la Iglesia testifi
can constantemente esta verdad. ¿Qué nos dice lá Escritura
en el libro de los Macabeos? Que habiendo muerto en la bata
lla algunos soldados, Judas Macabeo sintiendo amargamente
su desgracia , y deseando aliviarles en quanto fuese posible,
mandó al pueblo que rogase por ellos , y él mismo suplicó en
carecidamente al Señor , que olvidase los pecados , que aque
llos soldados habian cometido. Y no coatento con sus oracio
nes
f
(a) Apoc. 7. v. 14. (b) Luc. 16. r. M. (c) Ibid.
(d) ApDc. 41. v. if. (*) Conc. Trid. sess. 6. can. 30.
(/) Lib. 21. de Civ. Dei. c,i3. (g) Scrm. 159. al. 17. de Verb-
Apost. n. 1. Enchir. c. 120.
sobre el Catecismo. Parte I. 329
tres, y las del pueblo, envió á Jerusalen dos mil dracmas de
plata á fin de que se ofreciese un sacrificio por los pecados
de aquellos muertos , teniendo , dice la Escritura , buenos y
piadosos sentimientos de la resurrección. Porque si ■ no esperar*
que los que hablan sido muertos resucitarían algún dia , hubiera
mirado como una cosa inútil , y superflua el rogar por estos
muertos. Es pues, concluye la Escritura , santo y saludable pen
samiento el rogar por los muertos , para que sea» libres de sus pe
cados (a).
Consideremos fieles todas las circunstancias particulares
de esta piadosa historia, que el Espíritu Santo hizo escribir
para nuestra instrucción. ¿Quién es el que ruega y hace orar
por los difuntos? Es Judas Macabeo, el heredero fiel de la fe
de los Patriarcas y Profetas , el observador puntual de las
tradiciones de sus antepasados , que imitó con ardor el zelo y
cuidado que Abrahan , Joseph , y Tobías tuvieron de los
muertos. Es un hombre lleno del Espíritu Santo que piensa
en la salvación de los muertos, porque tiene, como dice la
Escritura , buenos y piadosos sentimientos sobre la resurrección^
y en conseqüencia ruega, y manda implorar la misericordia,
de Dios para que se digne perdonar las faltas de aquellas
personas que habían muerto en el combate ;y á las oraciones
junta las ofrendas , y sacrificios. Luego estaba persuadido á
que las oraciones de los vivos son útiles á los muertos.
¿Se podrá mirar acaso esta práctica religiosa de Judas
Macabeo como devoción particular de un hombre piadoso,
pero que siendo hombre pudo muy bien engañarse? ¡Ah!
Dios mismo , Christianos , justificó la piadosa observancia de
este santo hombre, porque Dios mismo nos dixo con esta oca
sión en las Sagradas Escrituras , que es santo y piadoso el pen
samiento de rogar por los muertos , para que sean libres de sus
pecados. ¿Quién se atreverá á disputar con Dios , y á poner
en duda lo que el Señor nos declara?
Mas aun quando la Iglesia no tuviese á su favor, sobre
este artículo de la oración por los muertos, la autoridad de
las
{») «. Machab. ia. v. 40. seq.
Tom. h Tt
330 Instrucciones
las Escrituras , deberia serla bastante la tradición , por la
qual tiene y conserva las mismas Escrituras. Pero ¿qué tra
dición mas constante, mas universal , mas antigua que la de
la Iglesia acerca de la oración por los difuntos? Tertuliano
la propone como, exem pío de las tradiciones (a), que no ne
cesitan ser autorizadas por la Escritura : y se sirve de esta
razón para persuadir á una viuda á que no contraiga nuevo
matrimonio , á fin de conservar toda su libertad, para orar
por su primer marido. Léanse las antiguas Liturgias , y entre
ellas tos que se llaman de Santiago , de San Basilio , de San
Crisóstomo , y de San Ambrosio, y se verán en ellas las ora
ciones por los difuntos (¿>). Consúltense los Concilios genera
les; el tercero y quarto de Cartago (c) , el de Letran (d) , el
de Florencia (e), y el deTrento. (/), que han decidido formal
mente esta verdad, y para decidirla no han hecho mas que
recoger las tradiciones antiguas de la Iglesia sobre este pun
to, como se puede ver en ellos. Léase la historia de la Igle
sia , y se hallará que desde el quarto siglo fué condenado
Aerio como herege , porque negaba que se pudiese orar por
los muertos (g).
Es verdad , que la Iglesia no consagró hasta el siglo dé
cimo un dia particular para la comemoracion solemne de los
difuntos , creyend© obligación suya el reunir á todos sus hi
jos para que orasen por los fieles que habían muerto en gra
cia de Dios , pero con algunas faltas que debían purgar en
la otra vida. San Odl'ón Abad de Cluni fué el primero que
instituyó esta solemnidad en su órden de San Benito : y la
Iglesia adoptó muy luego e,sta piadosa práctica, para dar á
entender solemnemente su antigua fe, y lo que habia ejecu
tado en todos tiempos*
En efecto la Iglesia siempre oró por los muertos , y re
comendó á los fieles esta práctica de caridad. Leed á los
Pa-

(a) Tertu!. de Monogan. c. 10. (b) Liturg. Grate, (c) Conc. Cir-
thag. 3. can. 29. Carthag. 4. can. 79. (.•.') Conc. Lateran. c. 66.
{e) Florentin. sess. ultiin. (f) Tridentia. sess. 2.5.
{g) S. Epiphan. haeres. 75.
. sobre el Catecismo. Parte I. 33 r
Padres mas antiguos , como á San Clemente , San Dionisio
Areopagita (a) , San Atanasio , San Gregorio Nacianceno (b)y
San Chrisóstomo (c) , y Theodoreto entre los griegos ; á Ter
tuliano (</) , San Cipriano , San Ambrosio (e) , San Geróni
mo (/) , San Agustín (g) , San Gregorio el Grande, y San Ber
nardo (¿) entre los latinos , y otros muchos que podríamos ci
tar : todos deponen á favor de esta verdad , y del uso en que
estuvo siempre la Iglesia de rogar por los muertos. Todos
recomiendan á los fieles esta santa práctica tan antigua co
mo la Religión, y que no se puede despreciar, sin despre
ciar la Religión misma. ¿Quién se atreverá , pues , á contes
tar una verdad apoyada sobr^ fundamentos tan sólidos? Quién
puede dudar después de esto que sea bueno y útil rogar por
los muertos? Pero no solamente es útil , y bueno orar por los
muertos , sino también necesario á todo christiano , si atende
mos á lo que la fe nos inspira , á lo que la caridad nos dicta,
y á lo que nuestro mismo interés pide de nosotros.
a. p. A la verdad , yo no sé como se puede creer lo que
la fe nos enseña en orden á la inmortalidad del alma , á la
resurrección de los muertos, y á la admirable proporción que
Dios guarda entre el estado en que se hallan los que mueren,
y las penas , ó premios que les distribuye , sin compadecerse
vivamente del estado de aquellas almas justas que sufren en
el Purgatorio terribles tormentos , para borrar enteramente sus
culpas , y satisfacer por ellas á la justicia de Dios. Así la Es
critura hablando de las oraciones y sacrificios que Judas Ma-
cabeo mandó hacer por los difuntos , justamente las atribuye
á la fe de este grande hombre , á aquella fe viva de que es
taba penetrado á cerca de la vida futura , y la resurrección
de los muertos.
Vosotros mismos podéis notar que todos aquellos que se
dexaban poseer del espíritu de Religión y de fe , cuidaban
re
ta) Dion. in fin. Ecles. hierarcb. (b) Greg. Naz. orat. in sane»,
luniin. (c) Chris. serm. 3. ia ep. ad Philip, (rfj Tertul. sup. S. Cypr.
ep. 55. al. ga. ad An. (í) Ambr. serm. 30 in Ps. 118. (/) Hier.
•p. 54. al. 40*. ad Panmac. (g) Enchir. c. 10. lib. de cur. pro mor.
(i) S. Bern. serm. 66. ia cant.
Tt 2
332 Instrucciones
religiosamente de los muertos y les socorrían con sus buenos
oficios. Considerad á Abrahan, y el cuidado con que procu
ra la sepultura de su Esposa (a) , para la qual compró la úni
ca tierra que quiso poseer en este mundo. Ved á Joseph cui
dadoso y atento á transportar el cuerpo de su padre Jacob,
y hacer llevar el suyo á la tierra prometida (¿>) ; á los ha
bitantes de Galaad llorar , y ayunar por Saúl ; y David por
Abner (c). Cuidados piadosos , prácticas religiosas que les
inspiraba su fe , y que no eran simples expresiones de su do
lor , sino medios eficaces para procurar á los muertos la fe
licidad , que podrían haberles retardado sus culpas. Y así se.
ve que no recurrían á estos remedios quundo el estado de
los difuntos no les permitía dudar que les fuesen inútiles,
David cesó de ayunar por su hijo luego que murió (¿) , no
solamente porque sabia que no podía darle la vida, sino
porque siendo niño , y no teniendo pecados personales, no te
nia necasidad de este socorro para ser purificado de ellos: lo
mismo que usa la Iglesia en la sepultura de los párvulos, no
orando por ellos , sino cantando cánticos de alabanzas.
Mas si la fe nos inspira esta piedad con los muertos, ¿qué
deberá hacer la caridad , que nos. une con ellos como miem
bros de un mismo cuerpo , que es la Iglesia? ¿Habrá algiín
christiano tan insensible , que pueda pensar en las penas que
sufren las almas de los fieles en el Purgatorio , sin hacer na
da para aliviarlas; sobre todo, ¿si se reflexiona que estos
fieles son acasq nuestros padres , nuestros parientes , nuestros
amigos y bienhechores? No se puede aplicar aquí lo que di
ce San Pablo : que el que no tiene cuidado de los suyos , renun
ció á la fe , y es peor que un infiel (e)? ¿Se podrá pensar,
que están separados de Dios , que es el único objeto de sus
deseos , desterrados del Cielo,. por un tiempo, determinado,
que nosotros podemos abreviar con nuestras oraciones , pri
vados de las delicias inefables , atormentados con penas crue-
. •> .: •• íes»

fcj) Genes. 33. v. 13. (b) Ibid, go. v. g. seq. v. 94.


(c) 1. Reg. 31. v. 13. a. Refr 3. v. 3.;. (d) Ibi i. 1%, v. 43. S. Aug»
lib. a», cont. iausc. c. 66. {e) 1. Thiaivc, 5. y. 8.
sofiftE el Catecismo. Paute I. 333
les , que los Santos Padres solo han podido explicar , diciendo,
que nada hay comparable con ellas en esta vida , y á pesar
de todo esto mirarles con indiferencia sin tratar de ayudar
les con nuestros sufrr.gios? ¿Fodria haber insensibilidad mas
vituperable? ¿En dónde estaña la caridad? ¿En dónde la amis
tad que la Religión no destruye , sino que la santifica, y per
fecciona? ¡Qué! ¡Si una bestia cae , se la tiene compasión , y
se la levanta! ¡Si un hombre peligra se le socorre! ¡Si un cri
mina 1 es condenado á muerte, se le solicita el perdón! ¿Y se
remos insensibles á la necesidad de las almas del Purga
torio que forman con nosotros una müsma sociedad en Jesu-
Christo , y piden nuestro socorro? No , la caridad no per
mite semejante conducta. Y así veréis en la historia de lá
Iglesia , y en las costumbres de los christianos de todos los
siglos , que quanto mas viva ha sido su caridad , tanto mas se
han esmerado en socorrer á los difuntos con sus oraciones.
De aquí el cuidado que en todo tiempo han tenido los Chris
tianos de ofrecer á Dios el santo Sacrificio de la Misa por los
fieles difuntos ; de distribuir abundantes limosnas, en el día
de su muerte, y acordarse de ellos en su aniversario: cu
yo uso floreció desde los primeros tiempos de la Iglesia, se
gún el testimonio de Tertuliano. Y aun antes del Christianis-
mo ¿no vemos que los Fatriarcas y Profetas practicaban los
oficios de la caridad con los difuntos? ¿No recomienda Tobías
esta obligación á su hijo , diciéndole, que pusiese su pan , y
su vino sobre la sepultura del justo (a)?
Fero si la piedad , y caridad no son bastantes para mo
vernos á rogar por los difuntos , nuestro mismo interés de
be determinarnos á ello poderosamente. Porque, ¿qué otra
cosa hacemos rogando por los fieles difuntos , sino procurar
nos intercesores , y hacer amigos , que nos reciban en los ta
bernáculos eternos (¿)? ¿Qué no harán por nosotros , si nosotros
hacemos por ellos lo que podemos , y qué reconocimiento po
drá parecerse al suyo? Y por el contrario , ¿no es indigno de
ser aliviado algún dia con las oraciones de los fieles , el que
des-
(0) Tobiae 4. v. 18. (¿) Luc. 16. v. p.
g 34 Instrucciones
desprecia al presente rogar por los difuntos , que son ator
mentados en el Purgatorio? ¿No merece ser abandonado sin
misericordia á las llamas , que aunque no son eternas , no
por eso dexan de ser muy terribles , y que se le mida con
la misma medida que él ha medido á otros (a) ? Caminad,
pues Christianos , sobre las huellas de vuestros padres , imi
tad su piedad , y caridad con los difuntos. Cerrad los oidos
á los discursos de los hereges y libertinos que osadamente
se burlan de las prácticas mas santas. Escuchad á la Igle
sia (b) , seguid su doctrina , y sus usos. Distribuid limos
nas , ofreced oraciones , y especialmente el Santo Sacrificio
de la Misa en alivio de los fieles difuntos. Haced por ellos
lo que deseareis algún dia que se haga por vosotros. Antici
pad la gloria de aquellos , que podrán algún dia anticipar la
vuestra. Adorable Jesús , que sois la fuente de la caridad, y
quien la hacéis eficaz , inspiradnos estos sentimientos de amor
para con nuestros hermanos. Dad á los muertos , y á nos
otros mismos después de nuestra muerte , el descanso eter
no. Amen.

(a) Math. 7. v. 1. (¿) S. Chrís. hotn. 31. la Act. Apost. S. Aug.


lib. de car. pro mort. c. 18. serm. 172. al. 31. de Verb. Apost. c. ».
a. a. & 3.

AR-

E
sobre el Catecismo, Parte I, 535

ARTÍCULO DÉCIMO DEL CREDO.

Creo el perdón délos pecados.

INSTRUCCION XXXVI.

Be la potestad que Jesu-Cbristo ha dado & la Iglesia para


perdonar los pecados.

JLn o se puede dudar que la sabiduría eterna que ha dis


puesto , y arreglado el admirable orden que reyna en el mun
do , haya arreglado también el que reyna en el Símbolo;
y por consiguiente que los Apóstoles tendrían ciertamente
alguna razón particular , y digna del Espíritu Santo , que les
iluminaba para colocar en este lugar el artículo de la remi
sión de los pecados. Ved aquí la que desde luego se ofre
ce. Este artículo ha sido puesto después de los artículos que
pertenecen al Padre , al Hijo , y al Espíritu Santo , porque
nuestros pecados son perdonados por la misericordia del Pa
dre, por los méritos del Hijo, y por la gracia del Espíritu San
to. Ha sido puesto inmediatamente después del artículo que
mira á la Iglesia y la comunión de los Santos , porque en la
Iglesia , y solo en la Iglesia se halla la remisión de los peca
dos , y por la remisión de los pecados se entra en la comu
nión perfecta de los Santos , y se participan sus ventajas. En
fin ha sido puesto ántes del artículo de la resurrección de
la carne, y de la vida eterna, porque la resurrección no
puede ser dichosa y feliz , si los pecados no han sido per
donados , y la vida eterna es el precioso fruto de esta remi
sión. Instruyámonos, pues, de este artículo, y veamos, qué
es lo que quiere signiíicar un Christiano , quando dice : creo
ti perdón de los pecados.
Es menester confesar , amados fieles , que solo Dios tie
ne por sí mismo potestad y derecho para perdonar los peca
dos. Esta es una obra tan maravillosa que no puede tener otro
autor que la santa bondad, y poder de Dios: y por tanto di
ce
336 Instrucciones
ce el Señor por su Profeta : To soy, yo mismo soy el que horra
tus maldades (a). Solo aquel que ha criado al hombre, puede
purificarle de sus pecados , criar en él un corazón puro , y re
novar ■ el espíritu de rectitud en el fondo de sus entrañas (i). Y
si como dice San Agustín (c) , todavía se ha de juzgar mayor
obra hacer á uno da impio justo, que criar de la nada Cielos
y tierra : necesitándose una virtud infinita para criar al mun
do de la nada, ¿qué poder no será necesario para convertir
á los hombres , y hacerlos justos de injustos? Considérese el
pecado en sí mismo, y se comprehenderá fácilmente que me
rece una pana infinita, porque ofende á Dios infinitamente
grande , y por consiguiente le hace una injuria infinita. ¿Y,
quién sino una bondad infinita podrá perdonar al hombre es
ta injuria infinita, y la pena eterna que merece por ella? Ma«.
aun quando la ofensa no fuera infinita, es claro que el hom
bre se constituye por ella deudor á Dios , y por eso decimos
al Señor: Perdónanos nuestras deudas : luego Dios es el verda
dero acreedor á quien debemos satisfacer , y por lo mismo el
que puede perdonarnos ; porque solo el acreedor puede per
donar las deudas.
Pero esta potestad para perdonar los pecados que con
viene á Dios solo por naturaleza , le conviene también á Je-
su-Christo como Dios , porque es un mismo Dios con el Pa
dre , y todas las cosas del Padre son suyas y le conviene
como hombre por una conseqüencia de la unión hipostática de
su santísima humanidad con la persona del Verbo , como nos
lo ensenó el mismo Señor , quando en la curación del Paralí
tico dixo á los Judíos : para que sepáis, que el Hijo del hombre
tiene potestad en la tierra de perdonar los pecados : levántate
(dixo entonces al Paralítico ) , toma tu cama , y vete á tu ca
sa (e). En fin Jesu-Christo tiene esta potestad como Salvador,
porque la compró, por decirlo así, con el precio de su sangre,
reconciliándonos con Dios , y satisfaciendo por nuestros pe
cados. Y por tanto fué llamado Salvador , porque venia 6
sal-
(a) Isaíae 43. v. a¿. (¿) Ps. go. r. 13. (c) Tract. 7a. in Joan.
00 Joan. 17. y. i». («) Math. 9. 6.
sobre el. Catecismo. Parte I. 337
salvar á su pueblo de 'sus pecados , clavando en su cruz>
el decreto de muerte (b) , que estaba firmado contra los
pecadores. Convenía pues , como dixo el mismo Salvador (c\
que Cbristo padeciese , y que al tercer dia résucitasg. de ¿os.
muertos , y que se predicase, en su nombre penitencia , y perdón de
los pecados en todas las gentes. Convenia ;• como dice Isaías
que diese su vida por los pecados del mundo , para que viese el
fruto de lo que su alma había sufrido* ( que es nuestra justificar
cion). Convenía ,, como diceiSan Pedro (<?) que Dios ele.va.sA
con' su poder al Príncipe y. al 'Salvador ,.par», -dar la [.pgnit encía
á israel, y la remisión de- Iqs pecados., ¿Y cómo le elev.ó si 00
en la cruz , desde donde debia atraer todas las cosas á sí? De
esta suerte se cumplió lo que habían predicho ío^w Ips Trofeo
tas, dice- el mismo Apóstol (/),- que todos. los que^. creyesen en
el Mesías recibirían en ja notBhrá éljf'erdwi de Jos pecados, j Vv.
IVlasno es esta todo., Católicos. J.esu-HChrisrto, á quien \po»
tamos títulos conviene la potestad de perdonar . los pecados^
ha comunicado esta misma potestad á la Iglesia; su esposa,
para exercerla-por medio de -sus/ ministros ha$ta ; la .consumad
ció» dé lóVsigtos* No contenió! con habernos, mefecitíoieil ;perrr
don de los pedados á cbsta.de su Sangre, ha querido, facilir
táliíos esta guacia^ ^mbnicandprá smS>Apóstoles , y por ellos
á sus sucesores la potestad de perdonar los pecados en todo
■el tiempo de, la vida. á los que hicieren penitencia de ellos.
»■ »W, dixo áisui Apóstoles así cómo el,Padre, m&. ba en
viado , . aií as envió yo á vosotros. £1 Padre me. ha euviado p#-
■fa- salvar al mundo ¡(J*) y id vosotros á concluir la grande ^obra
de la sahtificacion de las 'almas;, anunciad por todas payes la
remisión de los pecados, que es el fruto de mi muerte; Y pa
ra que no se crea que solamente debéis anunciarla ó pcome-
•terlaVyO quierti qAe «vosotros mismos perdonéis los pecados
en mi nombxeq'5n!con mi autoridad, ,y ofrezco, ratificar en el
Cielo , iockí lo 'que pronunciareis en la tierra. Tu. eres, Pedro,
di-
. .(a) Matb, 1, v»«|. {b) Colos. 1. v.,14. (tf) Luc. 14. 47.
(¿) Isaise 53. v. to, seq; ?é) Actor. ¿. V. 31'. '(// lbid. 10. v..'¡43.
' *1g) Joan. ao. ai. (by Itíid. 3. 'f.'vfl "v . * •

Tom. 1. Vv
338 Instrucciones
dixo al Príncipe de los Apóstoles (a) , y sobre esta piedra edi
ficaré mi Iglesia , y las puertas del infierno no prevalecerán con
tra ella. T á tí te daré las llaves del Reyno de los Cielos ,y todo
lo que atares sobre la tierra , será también atado en los Cielos , y
todo lo que desatares sobre la tierra , será también desatado en
los Cielos. La misma promesa hizo después á los demás Após
toles d ¡riéndoles : todas las cosas que aburéis sobre la tierra,
serán también atadas en el Cielo: y todas las cosas que desata
reis sobre la tierra , serán desatadas también en el Cielo Y
para que no se dudase del sentido de sus promesas , ni de la
naturaleza de la potestad que les prometía , sopló sobre ellos,
al tiempo de dársela , y les dixo : recibid al Espíritu Santo : 4
aquellos cuyos pecados perdonareis , les serán perdonados ; y á
aquellos, á quienes se los retuviereis, les serán retenidos (r). De
suerte , que dándoles al Espíritu Santo, les dió una verdade
ra virtud, y potestad para perdonar los pecados, para rom
per las cadenas de los pecadores , aquellas cadenas de impie
dad (d) con que están atados como cautivos , para sacarles de
la esclavitud del demonio y darles la preciosa libertad de
hijos de Dios , para descargarles de los pesos de iniquidad (e)
que les abruman, y darles la gracia, que habían perdido.
Los Apóstoles seguros de esta potestad (/) van á anunciar por
todo el mundo la remisión de los pecados, y á perdonarlos á
los pecadores , que hiciesen penitencia de ellos. ¿Se dirá des
pués de esto , que el hombre puede muy bien reconciliar á un
hombre con otro , pero que si un hombre pecó contra Dios , nin
guno puede reconciliarle con él (g)"i No Christianos , Jesu-
Christo lo ha hecho posible, dando esta potestad á los Após
toles. Y no solo á los Apóstoles , sino á la Iglesia en persona
de los Apóstoles , para hacerla pasar de los Apóstoles á sus
sucesores. Habiéndose asociado el Hijo de Dios á la Iglesia,
y tomádola por esposa , la hizo entrar en todos sus derechos
y la comunicó sus facultades, particularmente la de perdo
nar
(*) Math. 16. v. 18. xp. (b) Math. 18. v. 18. (c) Joan. 30. t. 33.33.
(d) Isaie 58. v. 6. 6t. v. i, (e) Hebr. 13. v. x. (f) Actor. 3. v. 38.
{g) 1. Reg. 3. y. »j.
sobre el Catecismo. Parte I. 339
nar los pecados á los verdaderos penitentes , para exercerla
por medio de sus ministros. Este es su dote, y el don irrevo
cable que la ha hecho su Esposo , el qual no se arrepiente de
sus dones (a). Como el fruto de la muerte de Jesu-Christo,
que es la santificación de las almas debia subsistir siempre en
la Iglesia , era menester , que la potestad de perdonar los pe
cados pasase de los Apóstoles á sus sucesores ; y por tanto
el Señor les prometió estar con ellos hasta la consumación de
los siglos (ti) , esto es con los Apóstoles , y sus sucesores ins
truyendo , bautizando, y perdonando los pecados por medio
de ellos , como ministros suyos , porque los Sacerdotes, dice eí
Chrlsóstomo , suministran su lengua , y manos á Jesu-Christo,
pero Dios es quien lo hace todo en ellos , y por ellos.
Así la Iglesia después de la muerte de los Apóstoles,
que son sus Padres, ha tenido y tendrá siempre hijos herederos
de sus derechos , á quienes Dios mismo establece en su lugar
para que sean Príncipes de la tierra , de esta verdadera tierra
de promisión , que ha dado á su pueblo , y en donde ha es
tablecido su culto y distribuye sus favores. San Pedro , dice
San Agustin (c) , representaba el cuerpo entero de la Iglesia,
quando Jesu-Christo le prometió , que lo que desatase sobre la
tierra, seria desatado en el Cielo. Y de aquí es , añade este Pa
dre, que la paz , y la unidad de la Iglesia es la que perdona los
pecados ; y qualquiera que no esté en la unidad de su cuerpo, no
puede tener parte en este perdón. Porque la Iglesia es la verda
dera Jerusalen en donde se halla el verdadero Templo, y la
verdadera probática piscina , que cura todas las enfermeda
des (¿) , en ella se hallan las verdaderas aguas del Jordán,
que purifican á Naaman de su lepra (e) ; ella es el misterioso
mesón en donde el verdadero Samaritano cura al hombre que
halla herido en el camino de Jericó (/). Ella sola ha recibi
do al Espíritu Santo , por cuya virtud nos perdona los peca
dos : en ella sola se hallan los Sacramentos , que son las fuen
tes
(a) Román. 11. r. 49. (i) Math. aft. v. 19. 10. (e) S. Aug. lib. 3.
de Baptism. cont. Donatist. c. 17. {d) Galac. 4. v. 16. Joan. 5. v. «9.
(#) 4. Reg. $. r. 14. (/) Lúe. 10. v. 33.
Vv %
3 4e Instrucciones
tes del Salvador [a) , en donde debemos beber la gracia por
el ministerio de los Sacerdotes , que nos la comunican en
nombre y por la autoridad de Jesu-Christo. Bendigamos,
pues á Dios , Christianos , que ha dado esta potestad á la
Iglesia. Mas para estimarla como debemos, consideremos por
un instante su excelencia.
¡Qué potestad tan eminente, Católicos, la de perdonar
lós pecados! Potestad divina en sí misma: potestad admirable'
en sus efectos é infinitamente saludable. ¿Y qué potestad de
la tierra puede ser comparable á ésta? Potestad divina , por
que Dios mismo la ha dado á los hombres. Por ella ocupan
los hombres el lugar del soberano Juez , dice San Gregorio
Papa , son los vicarios" de sü poder , como también de su ca
ridad , y exercen sus funciones , quando en su nombre y
por su autoridad perdonan los pecados á unos , y lós retie
nen á otros. Así convenia, añade este Santo Papa hablando de
los Apóstoles , que Dios honrase y elevase á los que por
amor suyo habian de ser humillados tan profundamente. ¡Po
testad inefable! ¿Es posible que Dios quiera como sujetarse á
la voz del hombre , arreglar su juicio por el de una criatura,
y depender , por decirlo así , de la sentencia pronunciada por
sus siervos? De este modo entendemos la promesa que Jesu-
Christo hizo á sus Apóstoles, y en su persona á los ministros
de la Iglesia. A aquellos , dice , cuyos pecados perdonareis , ¡es
serán perdonados ; y á aquellos á quienes se los retuviereis , les
serán retenidos r\ ■ t' ••'>
Potestad verdaderamente admirable en sus efectos! \Qué,
exclama el Chrisóstomo (r) , los hombres , que viven en la tier
ra tienen la dispeñíacion de lós tesoros del Cielol Dios les ha da
do una potestad que- no dio jamas á los Angeles , ni á los Arcán
geles. No á los espíritus bienaventurados, no á las inteligencias
sublimes , no á los Angeles, sino á los hombres , y á los hombres
mortales , di xo el Señor: lo que atareis' sobre la tierra, será
atado en el Cielo , y lo que desatareis sobre la tierra , será des
atado en el Cielo. -• ••: . • ' r'* -'. .;- \ .ir '
»■ Pues
(«) Isaiae 13. y. 3. (í) JoaD. ao. r. 33. (c) LIb. deSaccrdot. n.
sobre el Catecismo. Parte I. 341
Pues ¿qué potestad de la tierra puede ser comparable á
la de la Iglesia? Los Príncipes de la tierra , dice el mismo San
to (a) , pueden muy bien exercer la potestad de atar , y desatan
pero sobre los cuerpos. La potestad de los Sacerdotes es de una
naturaleza muy diferente. Es una potestad que se exerce sobre el
alma , y se estiende hasta los Cielos , supuesto que Dios ratifica
en el Cielo lo que ellos batieren en la tierra.
Tampoco se puede comparar con ella la potestad de los
Sacerdotes de la ley antigua. Estos , dice San Chrisóstomo,
podían purificar la lepra , ó por mejor decir , declarar que el le
proso estaba curado. Vero los ministros de la Iglesia Católica
tienen potestad sobre la lepra espiritual, que es el pecado, y no
solamente para declarar la curación , sino para darla , y purifi
car verdaderamente al alma de sus manchas. Qualquiera , pues,
que desprecia su ministerio , concluye este Padre, es mas crimi
nal que Coré, Dathan , y Abirón. Solamente, pues, se debe
comparar esta potestad con la de Jésu-Christo , corr.o lo hace
el mismo Santo por estas palabras: el Padre dio á su Hijo 'iodo
el poder de juzgar , y el Hijo de Dios ha dado á sus Apóstoles
este mismo poder. T como si ellos estuviesen en el Cielo , y eleva-i
dos sobre todas las enfermedades de la naturaleza , les ha dado uri
poder enteramente celestial- (b).
Que sea Dios bendito, Christianos , por haber dado esta
potestad á sus Ministros, y habérsela, dado para nuestra sa
lud y remedio. Por el exercicio de esta potestad se nos co
munican los méritos de Jesu-Christo , y se nos infunde la
divina gracia que cura nuestras llagas, nos renueva interior
mente y nos hace esperar el fruto total de la remisión de los
pecados :, que recibiremos en el Cielo. Porque la remisión de los
pecados , dice San Pedro Crisólogo (c) , no se completará pro
piamente , sino quatido no pueda haber mas pecado ; quando
nuestra corrupción será absorvida por la incorrupción , quand»
nuestra carne será plenamente santificada , y quando descargados
del peso > de la servidumbre terrestre gozaremos la gloria del
Rey-
(a). Lib. de Sacerdot. n. g. {b) Ibid. n. 5. lib. 3. de Sacer.
(e) Serm. 95. ■ ......
3^.2 Instrucciones
Reyno del Cielo. Y por esto dice también San Agustin («), que
el efecto de los Sacramentos de Jesu-Christo mira mas los hie
nas futuros que esperamos , que los presentes que poseemos. ¡Qué
motivo de consuelo , de esperanza, y de gozo para nosotros!
¡Qué dicha la de un pecador penitente que ha oido aquellas
palabras de Jesu-Chrisró por boca de su ministro : se te perdo
nan tus pecados (b)\ ¿Qué gratitud , qué reconocimiento será
bastante para corresponder á un beneficio tan grande? ¡O
caridad! ¡O caridad inefable! ¡O beneficio de un valor infinito
por qualquier lado que se considere! ¡Beneficio infinito por el
bien que nos procura, supuesto que nos da derecho á la po
sesión de todo un Dios en el Cielo! ¡Beneficio infinito , por el
precio que ha costado , porque la sangre de Dios es su pre
cio! ¡Beneficio infinito por la causa de que. proviene que es
el amor infinito de Dios! ¡Beneficio incomparable por los me
dios por donde se nos comunica! Pues á fin que no tuviése
mos necesidad de subir al Cielo (c) , para conseguir el perdón
de los pecados , nos le concede en la tierra , y ha dado potes
tad á los hombres que viven con nosotros, para perdonarlos, y
á fin de inundar con su sangre á todos los pecadores , y puri
ficarlos á todos , la hace correr por toda la tierra por medio
de los Sacramentos, como por otros tantos canales saludables.
A la verdad aunque no hubiera instituido mas que el Sacra
mento del Bautismo , seria éste para nosotros un beneficio
inestimable ; pues por él somos reengendrados en Jesu-Chris-
to, y de hijos de ira por nuestro nacimiento (cT) , venimos á
ser hijos de Dios por su gracia : por él se nos concede un per-
don tan cumplido , que nada queda por perdonar de la cul
pa, ya sea original, ó ya por cosa omitida ó cometida por
voluntad propia , quando se recibe el bautismo después del
uso de la razón ; ni de la pena debida á los pecados. Mas co
mo ninguno se libra por la gracia del bautismo de todas las
enfermedades de la naturaleza, antes bien todos tenemos que
pelear contra los movimientos de la concupiscencia que sin
ce-
(a) Enchir. c. g<S. (*) Math. 9. r. a. (c) Deuteron. 30. t. ib.
{d) Ephss. 3. v. 3. Román. 8. r. 16.
sobre el Catecismo. Parte I. 34.3
cesar nos incita al pecado , por tanto conociendo nuestro mi
sericordiosísimo Dios que apenas habría quien pudiese evitar
todas las heridas de este cruel enemigo, instituyó además el
Sacramento de la penitencia para perdonar á los verdaderos
penitentes los pecados cometidos después del bautismo. Este
Sacramento es la segunda tabla después del naufragio, la se
gunda penitencia , como la llama Tertuliano , que Dios ha
puesto en su Iglesia á beneficio de los pecadores. ¡Qué con
suelo para ellos! ¡Qué motivo para fortalecer su esperanza en
la misericordia de Dios! Sí ; quando yo rezo este artículo del
Símbolo, quando hago profesión decreer el perdón de los
pecados, reconozco que mis pecados por muchos y grandes
que sean , no son males sin remedio ; que por irritado que mi
Dios pueda estar contra mí, puedo y debo esperar firmemen
te que aun en medio de su ira, no olvidará sus misericordias (a);
que tengo á mi favor una víctima que le aplaca , y una
víctima de un precio infinito ; un Abogado (b) Todopodero
so que defiende mi causa, un Mediador (r) a quien Dios na
da puede negar 5 que por enfermo que yo esté , tengo un
Médico que me ofrece un remedio infalible contra todas las
enfermedades , por graves que sean , y aun contra la muerte
misma : y que puedo curarme con este remedio no una vez,
sino otras tantas veces como esté enfermo , ó muerto por el
pecado , porque no solamente se ha de perdonar hasta siete
veces, sino basta setenta veces siete (d¡) , como respondió Jesu-
Christo á San Pedro. Infelices aquellos pecadores, que des
precian un remedio tan divino, y tan necesario para conse
guir el perdón de los pecados , porque no en vano se han dudé
á la Iglesia las llaves del Cielo, dice San Agustín. ¡Qué. ingrar
titud á un beneficio tan grande! No alma mia , no sigas tu
sus huellas : bendice al Señor (e) , y no olvides jamas: sus¡benéf
fictos. El te perdona todos tus pecados , sana todas tus llagas^ y
cura todos tus males: rescata tu vida , y te libra de la muerte , y
te colma de sus misericordias: llena y sacia todos tus deseos coa
los
{o) Habac. 3. v. a. (í) 1. Joan. a. v. r. (c) a. Thim. a. r. g.
(¿i) Math. 18. {e) Ps. 10a. v. a. seq.
344 •' ' ' Instrucciones
los abundantes bienes que derrrama sobre tí : te restituye tu pri
mer esplendor , y belleza como al águila su juventud. Bien pue
des decir con el Profeta : yo Dios mió , os alabaré de todo mi co
razón y glorificaré vuestro santo nombre eternamente : porque me
habéis. hecho experimentar la grandeza de vuestra misericordia , y
me habéis librado del infierno mas profundo (a). Estos son , ama
dos Christianos, los piadosos sentimientos que nos inspira la
fe de este artículo del perdón de los pecados. Bendigamos
pues todos á Dios porque ha visitado á su pueblo , para dar
le la ciencia de la salud en la remisión de los pecados ; para ilu-?
minar con su luz á los que estaban en las tinieblas y sombra de
la muerte , y para arreglar nuestros pasos en el camino de la
paz (b) , que nos conduce derechamente á la Gloria. Amen.

ARTÍCULO UNDÉCIMO DEL CREDO.


f >."•..".< •.■•».-.■
La Resurrección, db l a c a r n e. . '

INSTRUCCION XXXVII. • - \

■ De la verdad y utilidad de este articulo. : . j

J^iluunque el edificio místico de la Iglesia ha sido edi


ficado en la tierra , por la unión de sus miembros'en un mis
mo cuerpo visible , sin embargo es cierto que no. ha sido for
mado para ia tierra , sino para reynar eri el Cielo. La cons
trucción del edificio, dice San Agustín (c) , se ha hecho sobre
lá tierra , pero la dedicación de él se hará en el Cielo. Aquí
se labran y pulen las piedras con el cincel de las tribula
ciones : en el Cielo' serán colocadas cada una en su lugar
sin ruido , ni dolor. Allí será perfecta la comunión de los
Santos ,'el número de esto» cumplido , su caridad sin mezcla,
su comunicación sin reserva. El perdón de los pecados que
se concede en la tierra , será consumado en el Cielo , y nos
hará gustar enternamente las delicias inefables.
Mas
(o) Ps. 8$. y. ii. ii. (í) Lucí, (c) S. Aug. in Ps. 19. Enarrac. ».
sobre el Catecismo. Parte I. 34;
Mas hay un paso que dar desde la tierra al Cielo , y es
te paso es la muerte. Paso inevitable á todos los hijos de,
Adán , que han sido condenados á morir en la persona de
su padre , y que habiendo heredado todos, su pecado , here
daron también la muerte , que es su estipendio (<»). Es un de
creto irrevocable pronunciado contra todos los hombres , que
todos deben morir , dice el Apóstol (b). En vano pretendería
mos dispensarnos de esta ley común , porque ninguno está
exento de ella.' Pero quando el hombre muere, dice la Es
critora , el cuerpo vuelve á la tierra de que había sido for
mado ,_y el espíritu vuelve á Dios que le habia dado. El cuerpo
muere , y se reduce á polvo ; el espíritu permanece , porque
es inmortal , y en la muerte del cuerpo no hace mas que
mudar de habitación , feliz , ó infeliz , según sus méritos. El
alma , pues , no muere quando muere el hombre , y como
ninguno, puede resucitar si no ha muerto , por esto no se dice
con propiedad que resucite el alma. Por el ^contrario , como
el cuerpo vive por el alma, y en la muerte del hombre el
alma se separa del cuerpo , verdaderamente muere el cuerpo,
y éste es el que ha de resucitar en el último dia , como lo
confesamos en el presente artículo : Creo la resurrección de la
carne. Mas resucitando el cuerpo del hombre , es menester que
resucite todo el hombre , porque no puede resucitar el cuer
po sino uniéndose con el alma de quien recibe la vida , y pues
el hombre no es mas que el alma y cuerpo unidos. entreoí,
es claro que por la unión del alma con el cuerpo que se
rá en la resurrección de la carne , viene á resucitar el hom^
bre , que antes habia muerto. Este es el importante misterio
que los Apóstoles proponen á nuestra fe , y el poderoso mo
tivo que debe animar nuestra esperanza. Demostremos, pues,
su certidumbre ; y comprehendamos su utilidad.
1 . p. X,a. resurrección de la carne es cierta según el testi
monio de Dios mismo , y su certidumbre es el fundamento
de. la Religión. Vuestros muertos , dice Dios por Isaías (c) , vi
ví-
(a) Román. v. n. tf. r. «3. (i) Hebr. 9. v. 37.
(c) Isai. té. v. 19.
Tom. I. Xx
346 Instrucciones
virárte los de mi pueblo que hubieren muerto, resucitaré». De
aquellos que duermen en el polvo de la tierra , dice por Da
niel (a) , despertarán unos para la vida eterna , y otros para el
oprobrio sempiterno. Profeta , dito el Señor á Ezequiel mos
trándole un campo lleno de huesos áridos , y dispersos
Hijo del hombre , jcres , que estos huesos revivirán1. Señor, vos
¡o sabéis , respondió el Profeta. Manda , pues , á estos huesos
que se junten , y yo voy á animarles. Obedeció el Profeta , y
todo se hizo , como Dios lo habia dicho. Es verdad que es
ta visión era figura del restablecimiento futuro , y cierto del
Pueblo de Israel : j pero quién duda que representaba tam
bién la resurrección general de los muertos , y denotaba
igualmente lo que Dios puede hacer , y hará algún dia, no en
un campo solo , sino en todo el universo?
No hay en efecto verdad mas sólidamente establecida en
las Sagradas Escrituras. Leed el Testamento viejo , y halla
reis qué Job dice : que él mismo en su carne ha de ver i
Dios (r) : veréis en una infinidad de lugares de los Salmos,
que Dios no dexará á sus Santos en la corrupción del sepul
cro , y que lo que habia sido predicho particularmente de
Ghristo (rf) , y se cumplió primero en él como en la cabeza,
$é ciimpürá algún dia en sus miembros: que Dios conserva
los' huesos de los Santos , y no permitirá que se pierda alguno
de ellos (e) : que los Macabeos se consolaban en la pérdida de
«tí s miembros, con la esperanza de recobrarlos (/) : que para
"dtdár de la resurrección es menester no conocer el poder de
~Dioi\ 'ni él sentido de las Escrituras , como decia Jesu-Christo
'á los Sad'uceos (g-).
Pero ésta verdad brilla principalmente en el Testamento
rtuevoen toda su claridad. Jesu-Christo vino al mundo para
anunciarla á los hombres, y así la inculcaba diciendo: en.
verdad os digo , que viene la hora ; en que los muertos oirán la
voz del Hijo de Dios , y los que la oyeren , vivirán : jorque así

(a) Dan. ia. y. a. (b) Eiech. 37. v. 3. seq. (c) Job 19. y. a.
(d) Ps. 1 s. v. p. (í) Ps. 33. y. ao. (f) ». Machab. 6.
ig) Math. aa. t. ao.
sobre ei. Catecismo. Parte I. 33.7
corito el Padre tiene -incida- en sí mismo ; así' también dió al ?/í%
jt tener la vida, en sí mismo ^ y le dió la. potestad de juzgar;
porque es Hijo del hombre, - Na os admiréis de- esto , porque
vendrá tiempo , en que todos los que están en los sepulcros oi
rán la voz del Hijo de Dios. T los que hubieren hecho buenas
obras , resucitarán para la vida ; mas los que las hubieren hecha
malas , resucitarán para la condenación (a). Y para convencer,
á los Saduceos de la resurrección de los muertos , les dixo:
Sobre la resurrección de los muertos , \no habéis leido lo que os
dixo Dios : To soy el Dios de Abrahan , y el Dios de Isaac ^ y-
el Dios de Jacobl No es Dios de. muertos , sino de vivos (£•).. Y.
á fin que no se pudiese dudar de esta verdad , el mismo Je-
su-Christo quiso ser la prueba de ella resucitando , y salien
do glorioso del sepulcro. Porque ¿se podrá dudar de la re
surrección de los miembros , después que la cabeza ha resu
citado? Tan cierto es, que nosotros resucitaremos, como es
cierto , que Jesu-Christo ha resucitado. Pero toda la Religión
testifica la resurrección de Jesu-Christo , Profetas , Ápósto-o
les , milagros , la. conversión del mundo , que es el mayOjfí
milagro del poder, y caridad de Dios : luego es constante
que nosotros resucitaremos también en el último dia , como,
Marta lo creia de su hermano Lázaro ya muerto (r).. Así dis^,
curria el Apóstol , escribiendo á los Corintios : Creyendo nos-^
otros , dice (d) , que Jesu-Christo murió , y resucitó , debemos tam- ,
bien creer , que el mismo Dios que le volvió á la vida , resu
citará asimismo á los que han muerto creyendo en él , y que los
llevará con su Hijo á la gloria. Así , pues , os digo , como que •
sobre este particular he sido enseñado por Jesu-Christo , que ... al
oirse la órden de Dios , y el sonido de la tremenda voz de un
Arcángel , semejante al de una trompeta , baxará del Cielo el
mismo Señor , y resucitarán en un momento los que hubieren muer
to creyendo en Jesu-Christo. De este mismo argumento usa el
Apóstol en su primera carta á los Corintios. Si en todas par
tes , dice (e) , se predica , que Cbristo resucitó de entre los muer
tos
(o) Joan. g. v. íg. seq. (í) Math. a*, r. 34. (<•) Joan. 11. t. 14.
. 00 1. Thesalon. 4. (e) 1. Cor. 15.
Xx a
Instrucciones
tos , \cómo es , que hay entre vosotros algunos , que dicen que los
muertos no resucitarán1. Si estos que son miembros de Christo, no
han de resucitar : luego ni tampoco Christo resucitó. T si Chris-
to no resucitó: luego es vana nuestra predicación , y también es
vana vuestra fe : y por consiguiente seriamos testigos falsos de
Dios: pues habiendo asegurado, que el Padre eterno resucitó á su
Hijo J esu-Christo , hemos atribuido á Dios una cosa que no ha
hecho. Si ¡os muertos no han de resucitar, es cierto que Christo-
fio ha resucitado. Si no es cierta la resurrección de este Señor , es
vana vuestra fe, porque vuestros pecados no están perdonados. Si
esta nueva opinión fuera cierta , es claro , que habían perdido el
fruto de su esperanza los que han muerto profesando la fe de Je-
su-Christo. Mas no , no dudéis hermanos mios de la Resurrección
de Christo , porque es muy cierto que resucitó verdaderamente,
y que es el primero que ha resucitado , y después se seguirán los
que pertenecen á él , por haber creído su venida.
Ki por esto penséis que solamente han de resucitar los
que creen en Jesu-Christo , pues como dice el mismo Após
tol («), por un hombre entró la muerte en el mundo , y por otro
hombre la resurrección de los muertos : y así como todos mueren
en Adán , así todos han de resucitar en Jesu-Christo. Y poco
después: todos hemos de resucitar buenos y malos: los buenos
fara la resurrección de la vida ; y los malos para la resurrec
ción del juicio (b). Todos , dice el Apóstol, grandes , y peque
ños , ricos, y pobres, sabios , é ignorantes, Reyes, y vasallos;
todos los que nos han precedido, los que viven con nosotros,
y los que vivirán después hasta el fin de los siglos , porque
todos han de morir sin excepción alguna , como dicen San
Gerónimo (f) , San Agustín (d) , y San Ambrosio (e). Todos,
pues , resucitaremos en el último dia con este mismo cuerpo,
con esta misma carne , con estos mismos ojos, con estos mis
mos pies , con estas mismas manos , con estos mismos miem
bros que tenemos. To sé, decia Job (/), que mi Redentor vive,
y que resucitaré de la tierra en el último dia , que segunda vez
se
ta) i. Cor. i¿. (i) Joan. ¿. (c) Ep. ig». (d) Lib. 30. de Cív.
Dei cap. ao. (e) Sop. ep. i. ad Tbesal. c 4. (f) Job 19. r. »$• *eq.
sobre el Catecismo. Parte I. 349
seré vestido He mi piel , que en mi carne veré á Dios, yo mismo,
y tío otro, y le han de ver mis propios ojos."
Pero ¿cómo se podrá hacer esto , preguntarán los incré
dulos4! ¡Ah! ¡Cómo! ¿Pretenderá el hombre pedir á Dios razón
de sus maravillas, y comprehender los prodigios de su poder?
El que supo sacar el mundo de la nada y el que llama lo que
no es como si fuese , ¿no podrá hacer oir su voz á los muertos,
juntar sus cenizas , y darlas nueva vida? El que resucita las
yerbas y las flores en cada primavera , y las hace salir de la
tierra en donde estaban sepultadas, ¿no podrá cumplir lo que
ha prometido , y resucitar al mundo entero? Hombre necio,
( así responde el Apóstol á la pregunta : \cémo han-de resuci
ta? los'múérfos ,y qué cuerpo tomarán en la resurrección )? hom-
hre necio , pignoras que si no se pudre la semilla que se siembra,
jamas llega á retoñar , ni producir fruto alguno"1. Pues esto mis-'
mo sucede en la resurrección de los muertos. Aunque los cuerpos
se sepultan corruptibles , resucitarán incorruptibles (a). Se arroja
el trigo en la tierra , dice San Cyrilo de Jerusalen (¿) , y este
grano alterado, y corrompido reverdece á su tiempo, y adquiere
una hermosura que hechít* á- vuestros ojos'. Pero el trigo y las
otras simientes no se han hecho para sí , sino para nosotros. T
que si lo que se ha hecho para nosotros revive así , y de alguna
manera resucita , \no resucitarémos nosotros para quienés se han
hecho todas las cosas"1. Viendo "Dios vuestra incredulidad , y que
riendo ocurrir á ella , os ha hecho reconocer por experiencia en
las cosas mas sensibles lo que debe hacer algún dia en las criatu
ras racionales que ha formado á su imágen. T sin salir de vos
otros mismos , si Dios crió vuestra alma, y os dio la primera viday
\nó podrá restablecer su obra y resucitaros después de muertos?
Y lo que es mas , si los hombres por la virtud de Dios pu
dieron resucitar algunos muertos , como lo hicieron los
Elias (r) , los Elíseos (d) , los Apóstoles , y otros Santos,
¿quánto mejor podrá Dios resucitarlos por sí mismo? ¡Ah!
Que la resurrección de los muertos en sus propios cuerpos es
-' - muy
(a) 1. Cor. 1$. (i) S. Cyril. Catech. 18. n. a. (c) 3. Reg. 47.
(d) 4. Reg. 4.
jfo ,1 Instrucciones • ■
muy posible ,á la omnipotencia, de ,Dios.. Y no. sojamehte muy
posible á su omnipotencia, sino también necesaria al orden de
su' divina- justicia»- <<--tr .o , ■ ;.r! ',<'.'>-;'.•• .t>,« o-.'!
..- JPorque habiendo- establecido el justísimo Di&s 1 -penas pa
ra los malos , y premios para los buenos , y saliendo algu
nos de esta vida sin pagar las penas merecidas por sus peca
dos, y otros; sin .haber recibido" el galardón, y premio de sus
buenas obras^ es necesario que: las almas se vuelvan á jun
tar con.lps; cuerpos, par.ai -que dilnáo cuenta, cada uno del bien , ó
del mal que hizo en este cuerpo , como dice; el Apóstol (a), re
ciba en el mismo cuerpo la cocona de sus triunfos , ó pague
la pena de,susr pecados. -Argumento que-trató diiigentísima-
mente San Chrisóstomo (¿») hablando de este asunto al pue
blo Antioqueno; y del mismo se.-sirvió el Apóstol disputan
do de la resurrección por. estas palabras : y á la verdad, que
nosotros somos los mas infelices del mundo , si teniendo solamente
en Jesu-Christo nuestra esperanza mientras vivimos, no llegamos
á lograr después de e;ta vida el premio que esperamos (c). Ni el
alma sola podria conseguir la felicidad cumplida, y colmada
de. todos Jos bienes;, porque-.no ha,, sido hecha en sí , y para
sí, sino para vivir en el cuerpo , y por consiguiente debe ser
feliz en él , y con él. De donde se concluye también que te
niendo inclinación natural - al «uerpo , no podría permanecer
apartada siempre de él , porque' lo que se opone á la natura
leza , es violento, y lo violento no puede ser durable, y per
manente. . v
Sí, Católicos. Todos hemos de resucitar en cuerpo y alma,
y á los cuerpos resucitados nada ha de faltar de lo que re
quiere la integridad de su naturaleza, y la hermosura y or
namento del hombre : porque la resurrección se cuenta entre
las principales obras de Dios , lo mismo que la creación , por
lo qual así como en la creación hizo Dios todas las cosas
perfectas, así también deberá hacerlas en la resurrección. En
tonces, dice San Agustín (d), nada defectuoso se bollará en los
cuer-
(a) *. Cor. j. (í) Hom. 49. $0. (í) 1. Cor. 15.
(</) Lib. 22. de Civ. Dei cap. 19.
sobre el Catecismo. Parte I. fft
cuerpos. Si hubo algunos gruesos , y excesivamente abultados, no
tomarán toda aquella corpulencia , sino que se reputará superfuo
lo que excediere la proporción debida. T al contrario: quanto la
enfermedad, 6 la vejez consumieron en el cuerpo \ $» reparará por
la vittud divina de Christo- , tomo si algunos fueron macilentos,
y muy delgados. Porque no solamente reformará el Señor el cuerpo'
sino todo lo que se nos haya quitado por la miseria de esta vi
da. Y hablando de los Mártires, dice el mismo Santo: No esta
rán sin aquellos miembros que les quitáron- en el martirio : por-'
que esta falta no podría dexar de ser defecto del cuerpo. Pero
quedarán en los artículos -de sus miembros las señales del cuchillo
resplandecientes sobre todo el oro , y piedras preciosas , como las
cicatrices de las llagas de Christo (a). Ni solamente los buenos
han de recobrar sus miembros, sino todos, buenos y malos.
Los buenos para ser" premiados en todos ellos, y los malos
para ser atados (¿) de pies , y manos , y atormentados con
mayores dolores, i ; <¡.:i-\ v • »
Y del mismo modo: aunque los cuerpos resucitados serán
substancialmente los mismos que eran ántes , sin embargo su
condición deberá ser muy diversa, pues habiendo estado án
tes sujetos á las leyes de la muerte , después de reducidos á
la vida , todos permanecerán inmortales, é incorruptibles, sin
haber en esto diferencia entre buenos, y malos. Porque escri
to está: precipitará el Señor la muerte para siempre (f). Y el
Apóstol dice : el último enemigo que será destruido es la
muerte (d). Y en San Juan leemos :ya no habrá mas muerte fep
Y en efecto era muy conveniente á los méritos de Christo Se
ñor nuestro que fuese destruido' el imperio de lá muerte , pa-
Ta que el pecado de Adán quedase vencido con superiores
ventajas: y asimismo muy conforme á- la justicia de Dios^
<fue los buenos gozasen perpetuamente > la¡ vida bienaventura-
tía, y que los malo* pagasen i sus; ^tíulpas ¡COfi penas eternas;
que buscasen la muerte ,; y' hp la encontrasen , que desearan
morir, y huyera de ellos la muerte (/}. ■> • ■
Es-
•J' (i) Iu Enchir. Ci »W (#) Math.;4». "(c) ¡Isa!, ag; '•'
(d) i.Cor. i$. (*)' AP«C- OT- {/>-IMd. ¡<l •• I- -K"' i /">
3fs .' Instrucciones ■ <■>.
Esta inmortalidad será sin duda común á buenos, y ma
los: pero los cuerpos resucitados de los Santos tendrán ade
más ciertas insignias, y adornos ilustres, que les hermosearán
increíblemente. Entre estos los principales son quatro , que se
llaman dotes como lo observáron los Padres en la doctrina
del Apóstol. El primero es la impasibilidad por la qual no
pueden sentir molestia , ni dolor , ni quebranto alguno. A
este se sigue la claridad con la qual brillarán como el Sol los
cuerpos de los Santos, pues así lo anunció el Salvador dicien
do : resplandecerán los justos como el Sol en el Reyno de mi Pa
dre (a). Mas no todos estarán igualmente adornados con este
don , como con el primero, porque aunque todos serán igual
mente impasibles, no todos tendrán un mismo resplandor , 6
claridad , y por tanto dice el Apóstol : una es la claridad del
Sol, y otra la de las estrellas, pues una estrella se diferencia de
otra en la claridad , y así será la Resurrección de los muertos (bi).
El tercer don es el que llaman agilidad, por la qual libre el
cuerpo de todo peso se moverá con tanta ligereza adonde
quiera el alma, que no se podrá dar cosa mas veloz que este
movimiento, según la doctrina de San Agustín (c) , y San
Gerónimo (¿) : y por esto dixo el Apóstol hablando del cuer-r
po de los justos: es arrojado en la tierra privado de movimiento
y resucitará lleno de vigor (e). El quarto dote se llama sutile
za , y por él estará el cuerpo sujeto en todo al imperio del
alma como lo significan aquellas palabras del Apóstol: es ar
rojado en la tierra como un cuerpo animal ; y resucitará como
un cuerpo espiritual (/).
2. p. Ved ahí , Christidnos , lo que la fe nos enseña de la
resurrección de los cuerpos , veamos ya las conseqüencias que
debemos sacar de esta doctrina para arreglar nuestra conduc
ta. Porque no es bastantejífleiejn las. verdades de la Religión,
y solo servirían para condenarnos si no hiciésemos de ellas la
regla de nuestras costumbres. ¿Qué frutoypues, deberemos
sacar de la verdad del presente .artículo? Qué, sino que la vi
da
(o) Math. (¿) i. Cor.fiji .{() Líb. 13. de CiWt. De't c. 18. & ao»
(d) Sup. cap. 40. Isaise. 1. Cor. j¿. {/) Ibid. v. 44. . .,
sobre el Catecismo. Parte I. 373
da presente es un ensayo de otra vida que no se ha de aca
bar, y que habiendo de resucitar en nuestros cuerpos para
ser eternamente felices, ¿debemos hacer un uso de ellos cor
respondiente á este fin tan glorioso? ¿Podemos hacer servir á
otra cosa que á la justicia unos miembros , que deben tener
parte en la recompensa de los justos? ¿Podemos prostituir
á nrradas impuras unos ojos que han de ver al Salvador («)?
¿Con qué respeto debemos tratar estos cuerpos que deben ser
eternamente los templos de Dios mismo (¿>)? ¿Con qué atención
debemos cuidar de conservarles puros , y sin mancha? ¿Con
qué zelo debemos castigar los miembros de nuestra carne
para sujetarlos al espíritu , y hacerlos así dignos de ser des
pués gloriosos? ¡Ah! Si estuviéramos vivamente persuadidos
de la resurrección futura de los cuerpos, ¿qué nos podría pa
recer difícil en la vida penitente, y christiana? ¿Temeríamos
mortificarlos con vigilias , y ayunos, si consideráramos el fru
to de estos trabajos? ¿No diriamos con el Apóstol : si castigo
mi cuerpo, y le reduzco á servidumbre • si como un Atleta me
exercito en los combates , para conseguir la victoria ; si me
abstengo de todas cosas , y me privo aun de los placeres ino
centes ; sé que no corro en vano , que mi trabajo no será in
útil ; sé á quién be confiado mi depósito , y que el justo juez es
Todo-poderoso para conservarle en el último dia (r) : sé que mi
cuerpo es un grano de trigo, que debe ser arrojado en la tier
ra, y morir , para reproducir ciento por uno (¿)?
En efecto ninguna cosa bay mas eficaz para inclinarnos &
las buenas obras , que la fé,y esperanza de la resurrec
ción , dice San Cyrilo Todo jornalero trabaja con mas ar
dor , quando prevee la recompensa de su trabajo. Un soldado que
espera ser premiado , se expone con mas valor á los combates, y
peligros z y lo mismo es el christiana respecto de la resurrección.
El que la cree , usa santamente de su cuerpo , y cuida mucho de
no mancharle. Al contrario el que no la cree , fácilmente se de-
xa
(a) Job 10. v. <x6. (b) 1. Cor. 6. v. 19. (c) 1. Cor. 9. y. «7. & v. 15.
& ». Thim. 1. v. aa. (d) Joan. 1a. v. 34. (e) S. Cyril, Jerosol. Ca-
tech. 18. n. 1.
T$m. I. Yy
Instrucciones
xa llevar de las pasiones , y no teme deshonrar su cuerpo , como
si no tuviera interés en conservarle puro.
¿Qué fortaleza , Christianos , no debe inspirarnos la fe de
la resurrección, para emprender las obras mas difíciles, y
sufrir los mayores trabajos? Esta fe hacia capaces á los Már
tires de emprenderlo todo , de sufrirlo todo , y sufrirlo
con gozo. Testigos los ilustres Macabeos. Mal Príncipe, de
cía uno de ellos á Antioco (a), tú nos harás perder la vida pre
sente, pero el Rey del mundo nos resucitará algún día para la vida
eterna. To he recibido estos miembros del Cielo, decia otro pe
ro los desprecio al presente por la defensa de las leyes de Dios,
porque espero que él me los dará algún dia. Esta misma fe ha
cia á todos los Mártires intrépidos en los peligros , invenci
bles en los trabajos , y les llenaba de gozo enmedio de los
suplicios mas crueles. ¿Por qué , pues , no deberá fortalecer
nos á nosotros , y consolarnos en todas las aflicciones de la
vida , en las enfermedades , en la mu-*rte de nuestros parien
tes , en nuestra muerte , y en las cercanías de nuestra úl
tima hora? jQué otro consuelo animaba á Job , no solamen
te en la pérdida de todos sus bienes , y en la muerte de sus
hijos , sino también en aquellas úlceras crueles que desfigu-
ráron su cuerpo , haciendo de él un muladar de gusanos? En
la muerte de nuestros parientes no debemos afligirnos , dice
el Apóstol (f) , como los infieles que no tienen esperanza ; porque
si creemos que Jesu-Cbristo murió , y resucitó , debemos creer
también y que Dios resucitará con Jesús á los que murieron en él.
Y en nuestra propia muerte, debe sernos de gran consuelo
el saber como Job que resucitaremos en el último dia para
ver á Dios. No perdamos , pues , de vista la resurrección de
la carne , y vivamos ahora como que hemos de resucitar des
pués para vivir eternamente con Dios, en la gloria. Amen.

(«) Mactiabeor. 7. v. o. seq. (¿) Ibid. v. XX.


(c) 1. Thesal. 4. r. ig.

AR
sobre el Catecismo. Parte I. $$f

ARTÍCULO DUODÉCIMO DEL CREDO.

r LA VIDA. PERDURABLE.

INSTRUCCION XXXVIII.

Ei artículo doce del Símbolo así como es el ultime


de los artículos , así también contiene una verdad , que es la
consumación y el fruto de todas las otras , el fin de todos los
designios de Dios , y de los misterios de su Providencia , y
el cumplimiento de todas sus obras. Todo lo que ha hecho
Dios en el tiempo , y todo lo que hará en la serie de los si
glos , todo es para conducirnos al término feliz de la vida
perdurable , ó eterna , que esperamos , y que es el todo del
hombre {a). Y ved ahí de donde debéis colegir la importancia
de este artículo.
La vida perdurable , ó eterna , según la entienden los
Santos Doctores de la Iglesia , no significa otra cosa que aque
lla vida dichosa, y feliz que esperamos gozar eternamente
en compañía de Dios ; porque no han creido , que se pudiese
dar el nombre de vida , y de vida eterna , á aquella eterni
dad de penas , y de vida infeliz que debe ser eternamente la
herencia de los reprobos. ¿Y es vivir en efecto, Dios mió, es
tar perpetuamente separado de vos , que sois la vida verdade
ra , y eterna (¿>)? Semejante vida no es mas funesta , que to
das las muertes? Nosotros no llamamos vida eterna , dice San
Agustín (c) , sino á aquella felicidad , que jamas se debe aca
bar. Porque si el alma vive en las penas que deben atormen
tar eternamente a los espíritus inmundos , esto es , al demonio^
y sus ángeles , esta vida infeliz es mas bien muerte , que vidat
porque no hay muerte mas infeliz , y mas triste , que aquella^
en que la muerte misma no muere jamas : y así la Escritura
llama á esta vida , segunda muerte (d). Muerte inmortal , en
que
(«) Eele». 14. y. 13. (*) Joan. 17. r. 13. (c) Lib. tf. de Cirit. Dei, ^
c. 1*. {d) Apoc. a. v. 11. ao. 8c 6. c. 15. & ai. r. 9.
Yy a
3 y6 Instrucciones
que jamas se muere , para haber de sufrir siempre. Así en
tendía la vida perdurable aquel Doctor de la Ley que pre
guntó á Jesu-Christo : iQué debía hacer para poseer la vida
eterna (¿)? Como si dixera : ¿Qué haré yo para llegar á go
zar de una felicidad perpetua y eterna? Y en este sentido se
habla freqüentemente en las sagradas Escrituras (¿>) de la vi
da eterna. ¡O vida feliz! ¡O vida perfectamente feliz! ¿Qué
podré yo decir de esta Vida inefable , de aquel torrente de
delicias , que solo pueden comprehender los que las gustan? Si
el ojo no vio , ni el oido entendió , ni el corazón del hombre coni-
prehendió jamas la grandeza de los -bienes , que Dios ha prepa
rado á los que le aman (r) : ¿De qué expresiones me serviré yo,
amados oyentes , para haceros comprehender estos incompre
hensibles bienes? Las sagradas letras ^tribuyen muchos nom
bres á esta celestial bienaventuranza , quales son , Reyna de
Dios (d) , Reyno de Christo (e) , Reyno de los Cielos (/) , Pa
raíso (g) , Ciudad santa (b) , nueva Jerusalen (/) , Casa del Pa
dre pero ninguno de ellos, ni todos juntos son bastantes,
para hacernos entender su grandeza. Los Santos Padres han
querido darnos alguna idea de ella , diciendo que es una vi
da exenta de todos los males, y en que se poseen todos los
bienes , y esta es la sentencia , que procuraré explicaros , pa
ra haceros ver en algún modo en qué consiste la dichosa fe
licidad , que Dios ha preparado á sus escogidos.
i. p. En el infierno se hallan todos los males sin mez
cla de algún bien : en la tierra están mezclados los bienes con
los males ; y en el Cielo se hallan todos los bienes sin mezcla
de algún mal. Pero es mas fácil , como escribe San Agus
tín (/) , contar los males de que hemos de carecer en el Cie
lo , que explicar, los bienes y delicias , que Dios, ha reserva
do para nuestra felicidad. Acerca de los males está escrito
en el Apocalipsis : No padecerán mas hambre , ni sed, ni les in-

1
(á) Luc. io, (h) Math. 19. & ag. Joan. 17. & Rom. a.
(c) 1. Cor. t. v. 9. Isai* 64. v. 4. {d) Math. 6. (í) Joan. 18.
(/) Math. (g) Ezech. a8. (í, Isai. ga. (i) Apoc. 3.
(*) Joan. 14, (/) Serm. $4. de Verb. D»m.
sobre el Catecismo. Pap te I. 3^7
camodará ya el sol , ni otro calor alguno («). Y en otra par
re : Limpiará Dios todas las lágrimas de sus ojos , y ya no ha
brá mas muerte ni llanto , ni clamor , ni dolor alguno , porque
ya se pasó el primer estado Allí no habrá mas muerte , di
ce San Juan , porque el Cielo es el Reyno de la vida. No ha
brá mas enfermedades , porque las enfermedades , 6 son re
sultas del pecado , ó pruebas de la virtud ^ mas en el Cielo
no hay ya pecados que castigar , porque nada entra allí man
chado (c) ; ni virtudes que probar , porque no es lugar de
pruebas , sino de recompensas. No habrá mas necesidades que
nos hagan gemir (cí) , y cuyo yugo es tan pesado en la tierra
á los hijos de Adán (e) ; porque todas las cosas concurrirán
á la felicidad de los justos. Allí no tendrán lugar las fla
quezas de la infancia , porque todos habrán llegado á la edad
perfecta (/) : ni los trabajos de la vejez , porque todos serán
renovados como el águila (g) : y la salud no padecerá altera
ción alguna , porque el hombre mortal será absorbido por la
inmortalidad , y revestido de incorrupción (A).
¡Dichosa vida , en que el cuerpo nada tendrá que sufrir,
y mas dichosa aun por la exención de todos los males del al
ma! Males tanto mas sensibles á los hombres, quanto el al
ma es incomparablemente mas excelente que el cuerpo. Allí,
pues , no habrá mas ignorancia , ni mas error , ni mas du
das , é incertidumbres , porque se b¿berá la verdad en su ori
gen , y no se podrá levantar nube alguna que la ofusque. No
habrá mas pecado , porque el Cielo es el reyno de la justi
cia. ¡Ah Christianos! No habrá mas pecados ; ¡qué felicidad!
No habrá mas pasiones desordenadas , ni mas rebelión de la
carne contra el espíritu, que nos haga desear como al Após
tol , vernos libres de este cuerpo de muerte (/'). No habrá mas
tentaciones , ni mas guerra exterior , porque el Cielo es el
Reyno de la paz , y todo será allí tan conforme á la volun
tad de los Santos , como la voluntad de los Santos á la de
Dios.
(#1) Apoc. 7. (í) Ibid. ai. 4. (c) Ibid. v. 17. (d) Ps. 14. v. 17.
(#) Ecles. 4. v. 1. (/) Ephes. 4. v. 13. (g) Ps. 101. v. 5.
(b) 1. Cor. 15. v. 53. 54. (»') Rom. 7. v. 44.
3j8 Instrucciones
Dios. ¡O felicidad! ¡O vida bienaventurada! ¡O paz del alma
incapaz de ser turbada , ni interior , ni exteriormente!
2. p. Pero ¿de dónde viene la exención de todos los ma
les sino de la posesión de todos los bienes? Los Santos en el
Cielo poseerán á Dios , y Dios enjugará sus lágrimas , dice
San Juan (a). Poseerán á Dios: y todos los bienes les serán
dados en él y con él , y por consiguiente estarán exentos de
todos los males. Poseerán á Dios , y en esta dichosa posesión
hallarán su gozo y felicidad eterna. Y en efecto, Christianos,
¿qué otro bien fuera de Dios podria hacerlos felices? ¿Qué
otro bien fuera de Dios podria llenar la capacidad de su co
razón? ¡Ah! entremos por un instante en nosotros mismos,
examinemos nuestro corazón, y conoceremos luego que ha
sido hecho para Dios solo , porque solo Dios puede satisfa
cerle. Los deseos de un bien infinito , el vacío que hallamos
en la posesión de qualquier otro bien; la imposibilidad de sa
ciar nuestros deseos , por mas que multipliquemos los place
res, y satisfacciones exteriores , este fondo de inquietud que
sentimos en nosotros mismos , miéntras que no poseemos el
bien soberano , nos hacen conocer bastantemente que solo
Dios puede bastar al hombre , y nos obligan á exclamar con
San Agustín (¿) : vos Dios mió , nos habéis hecho para vos, y
nuestro corazón está siempre agitado é inquieto hasta que descan
se en vos. Y con el Profeta : \qué hay para mí en el Cielo, y
qué desearé yo en la tierra sino á vos, ó Dios mió , vos sois el
Dios de mi corazón , y mi herencia eterna (f).
Buscad, fieles, quanto os "agrade entre todas las cosass
criadas , fuera de Dios no hallareis bien sin defecto ; qual
quier otro bien es necesariamente imperfecto porque es limita
do , y no puede saciar vuestros deseos : es caduco y perece
dero, y no puede consistir en él la vida eterna : es vanidad , y
aflicción de espíritu (d) , y no puede haceros felices. Lejos de
eso, aquel está mas distante de la verdadera felicidad , que
se dexa poseer mas del amor y deseo de las cosas terrenas,
por-
(a) Apoc. ai. v. 3. (¿) Lib. 1. Conf. e. X. (c) Ps. 7a. v. 34. a$.
(d) Ecles. a.
sobre el Catecismo. Parte I. 3^9
porque escrito está: no queráis amar al mundo, ni las cosas que
hay en él. Si alguno ama al mundo , no está en él la caridad de
Dios Padre. Y poco después: pásase el mundo, y su concupis
cencia (a).
Dios solo es el único bien que puede llenar nuestro co
razón , porque es mayor que todos , dice San Juan (b) : es un
bien soberano y eterno , que encierra en sí todos los bie
nes, y les excede infinitamente, porque es infinitamente per
fecto. Felices, pues , los que le poseen, porque lo poseen to
do con él , y ningún bien pueden desear, que no se halle en
él perfectísi mámente. ¿Deseáis la luz? Pues Dios es el Padre de
las luces , dice Santiago (c), y en el Cielo no hay necesidad
de la luz del Sol , y de la Luna ^ porque Dios es la luz que le
ilumina (cí). Luz bien diferente de la que ilumina la tierra (e),
pues no será seguida' de la noche , ni obscurecida con alguna nu
be (/). ¿Deseáis la sabiduría? Dios es el principio, y fuente
de toda sabiduría , en vos, ó Dios mió, se halla el origen de
la vida , dice David (g) , y en vuestra luz, veremos la luz. ¿De
seáis la santidad? Los Querubines , y Serafines alaban (¿) , y
adoran la santidad de Dios en el Cielo. ¿Deseáis el cúmulo
de todos los bienes? To te mostraré todo bien (/) , dice Dios á
Moyses hablando de sí mismo , y prometiéndole este bien in
finito que esperamos. ¿Qué puede faltar, Dios mió , al que os
posee? ¿No seréis vos todo para todos (£) , y la mas dulce sa
tisfacción de todos los deseos? Si se dixo del maná que con
tenia todo género de sabores y delicias (/) ; ¿qué será el ver
dadero maná, que Dios reserva á sus escogidos, el qual no
es otro que Dios mismo? \0 Israel que rica es tu posesión («)!
Fieles siervos de Dios , ¡qué excelente es vuestra herencia,
qué grande es vuestra recompensa en el Cielo! Abraham ( así
hablo Dios á este Patriarca , y en su persona á todos los que
habían de ser herederos de su fe ) no temas , yo soy tu protec
tor,

(ifi Joan. 3. v. 31. (£) 1. Joan. «. (c) Jacob 1. v. 17.


(d) Apoc. 91. v. aj. {e) Ibid. c. aa.v. (/) Jacob 1. r. 17.
ig) Ps- 33- v- »°- (*) *»'• 7- v-3- 10 ifi*oJ- 33- r> l9-
(A) 1. Cor. 15. v. 18. (/) Sap. 16. v. ao. (m) fiaruc. 3. v. 34.
3 6o Instrucciones
tor , y tu recompensa : recompensa infinitamente grande (a)\ re
compensa inefable , bien soberano en cuya posesión consiste
la felicidad de Dios, y la nuestra.
Sí, Católicos ; Dios halla su felicidad en sí mismo porque
se posee infinitamente , y los Santos son felices , porque po
seen á este mismo bien infinito que es Dios. -¿Cómo pues ( in
fiere San Agustin) no bastará este gran bien al hombre , supues
to que basta al mismo Dios'} Mas ¿cómo los Santos podrán po
seer á Dios? ¡Ah! Christianos. ¿Y quién podrá explicar esta
posesión inefable, que ni ojos vieron , ni oidos oyeron , ni puede
comprehender el entendimiento humano7. Todo lo que yo puedo
deciros es , que los Santos poseerán á Dios á la manera que
Dios se posee á sí mismo, y solo así pueden ser felices. Dios
se ve y se ama á sí mismo , y en este conocimiento y amor
consiste su posesión y felicidad infinita. Pues á este modo la
felicidad de los Santos consiste en ver claramente á Dios y
amarle perfectamente, y por este conocimiento y amor le po
seen dichosamente y se hacen semejantes á él. La vida eterna
de los Santos, dice el Salvador (¿) , consiste en que te conoz
can á ti , que eres el solo verdadero Dios , y á Jesu-Cbristo , á
quien tú enviaste. Y aludiendo á esta sentencia , dice San
Juan (f) : quando Jesu-Cbristo se manifestará en su gloria , se
remos semejantes á él, porque le veremos como es en //, esto es
en su naturaleza , y substancia. Le veremos no ya como en la
tierra en enigma (rf) y como en un espejo , en donde ha que
rido representarse , sino en sí mismo , inmediatamente y sin
velo. Aquí abaxo no conocemos á Dios sino en parte , dice el
Apóstol , en el Cielo le conoceremos como él nos conoce á nos
otros. En la tierra le vemos de léjos , como peregrinos del Se
ñor (e), pero en el Cielo le veremos cara á cara (/) , y nos
abismaremos felizmente en la contemplación de sus infinitas
perfecciones. En la tierra el ojo na se sacia de wr.(|), dice la
Escritura, ni el entendimiento de conocer, y de aquí provie
ne esta curiosidad insaciable de verlo todo , y saberlo todo:
pi
fa) Genes, ig. v. j. (í) Joan. 17. v. 3. (c) Joan. 3. v. a.
(d) 1. Cor. 13. v. ia. (e) a. Cor. $. v.6.(f) 1. Car. 13. r. ia.
(f) Ecles. 1. r. 8.
sobre el Catecismo. Parte I. 36 r
pero en. ¡el Cielo Dios llenará roda la capacidad de nuestra
entendimiento , porque conociéndole como es en sí , poseere
mos la verdad infinita y soberana. ■ ' ' :-jai
. . Asi los Santos contemplando la verdad misma en su orí-i
gen , verán en ella todas las cosas como en un espejo brillan
te y fiel : conocerán los misterios de la sabiduría de Dios,
los resortes de su providencia, las obras de su misericordia
y justicia , los secretos de la naturaleza , y de la gracia , se
gún la medida de sabiduría, que el Señor quisiere comuni
car á cada uno. Conocerán por qué camino Dios les ha con
ducido á la Gloria , y por qué los u nos estarán en el Cielo
mas elevados que los otros. Conocerán los. artificios é intri
gas de los hombres, y los caminos ocultos por donde se con
duelan á la maldad. Entónces ya no les tratará Dios como
siervos ', sino como amigos, porque el siervo no sabe lo que ha
ce su Señor (a) , y se manifestará á sí mismo en su admirable
luz, laqual envuelve en sí todas las luces, como dice S.Agús-
' tin (Í). Entónces sabrán lo que no habían podido saber has
ta entónces; pero su felicidad consistirá principalmente, co
mo dice el mismo Padre, en veros á vos, ¡ó verdad siempre
antigua, y siempre nueval Siempre antigua, porque sois eter
na ; y siempre nueva, porque os verán siempre con una nue
va satisfacción ; eternamente hambrientos , y eternamente saciados
de vos (r). ¡O verdad adorable! ¿Quándo os veré yo, y
quándo compareceré ante la cara de mi Dios ¿Hasta quán-
do se me dirá en este destierro á dónde está tu Dios (e)l ¿Ha
bitaré aun largo tiempo entre los habitantes de Cedar (/) , y
en esta región de tinieblas, en donde se os busca como á tien
tas (g) , y no se os percibe , sino al través de sombras? O
Dios, mi corazón os habla, mi vista os busca , Señor , yo busca~
ré sin cesar vuestra cara (h) , y seré saciado quando aparez
cáis en vuestra gloria (i). ....
Entonces Dios no solamente llenará toda la capacidad
del
[a) Joan. Tg. *. Ig. (b) Aug. ds Doctr. Christ. c. g. (c) Ecle». 14.
y. ao. (d) Ps. 41. v. a. (e) Ibid. v. 3. (/) Ps. 119. v. g.
(g) Actor. 17. v. 27. (b) Ps. atf. v. 13. (i) Ps. 16. v. 17.
Tom. I. Zz
362 1 " Instrucciones
¿el entendimiento de l°s Santos , sino también todá la de su
voluntad , porque es un bien infinito , un bien sin medi
da , y sobre toda medida. Así los Santos le amarán con toda
su voluntad , y pof. este amor serán hechos semejantes a él,
serán hechos como Dioses : porque los que gozan de élj
aunque retengan su propia naturaleza , como que se trans
forman maravillosamente, y mas parecen Dioses , que hom
bres. Pues así como el hierro echado en el fuego, se hace
ascua, y aunque no se mude su naturaleza, con todo eso se
pone de manera que .parece fuego ; del mismo modo los San
tos en el Cielo inflamados con el amor de Dios , de tal suer
te se mudan , aunque no dexah de ser hombres , que puede
decirse con razón , qué distan mas de los que viven en el
mundo, que el hierro hecho ascua del que está del todo frió.
¡O corazón mió! ¡O corazón siempre inquieto y deseoso!
¡Qué tendrás que apetecer, quando unido al soberano bien,
unido íntimamente á Dios con ¡el lazo del amor, le poseas
felizmente! ¿Estarás entonces contento? ¡O Dios! Nosotros se
remos Henos de los bienes de vuestra casa, decia el Profeta (a):
iqué otra cosa nos, restará' que desear?- Para hacernos conocer
la Escritura , que todos los deseos del hombre serán saciados
por la posesión de Dios , se sirve de la expresión de embria*
guez, quando explica la plenitud de esta satisfacción. «Serás,
dice embriagados con la abundancia de tu casa9 y les harás
beber del torrente de tus delicias. Justamente compara en este
Jugar el placer de los Santos en el Cielo á un torrente que les
arrastra, y les absorbe felizmente, pues abismados y perdi
dos, por decirlo así-, en Dios mismo, que es el torrente de
delicias, todos sus deseos serán satisfechos, y colmados. ¡O
gozo de los Santos proporcionado á este gran bien! ¿Quién
podrá explicaros, y comprehenderos? Si la posesión del bien
causa el gozo ; si la posesión de un grande bien causa un go-
zo'grande ¿quál será el goio que causará' la 'posesión de un
bien infinito, la posesión del mismo Dios? El Evangelio nos
da alguna idea de él , haciéndonos presente que el Señor di
sobre el Catecismo. Parte I. 363
rá al siervo fiel , quando le llame para recompensarle sus bue
nos servicios : anímate j buen y fiel ñervo aporque has sido fiel en
pocas cosas , yo te estableceré sobre 'muchas,: enfilen el gozo de
tu Señor (a). Entra, dice, no solamente en el Palacio de tu
Señor , sino en su gozo. Entra en él , dice un Santo Padre , es
te gozo es muy grande para entrar ¿i) j/j, tú no puedes contenerle. '
Ni será capaz de turbar este gozo de los justos la desigual
dad de su gloria ; pues aunque há dé ser diferente el resplan
dor de las estrellas (b) , y la medida de su gloria será arregla
da á la del mérito , sin embargo cada uno estará perfecta
mente satisfecho con su medida, porque poseyendo á Dios,;
poseen el bien soberano que Ies basta ; >y el amor á la justicia :
que es Dios mismo, lechará amar;esta proporción tan justa-'
que Dios guardará con sus siervos fieles. De la posesión y el;
gozo de un bien infinito, se concluye la perfección , la solí—'
dez , y la inmutabilidad de la perfección de los Santos. En
esta vida por justos que seamos , Dios no llena aun nuestro
Gorazon de tal suerte , que no podamos abandonarle , apar
tarnos de ély y -volver nuestros ojos , y deseos ácia el fruto
prohibido, por lo qual vivimos siempre en un continuo te
mor. Pero en el Cielo , como poseeremos al bien infinito, que
comprehende en sí todos los bienes , como le amaremos con
un amor de gozo , que nos unirá perfectamente á él , ya no
habrá temor de perderle ; no solamente porque este bien in
finito , que es Dios, nos agradará—infinitamente, sino tam
bién porque solo él podrá agradamos , y nada nos agradará
sino en él solo. Y á la verdad si pudiéramos perder á Dios
en el Cieloy este^témornos llenarla de congoja , ta qual seria-
un grave mal lincompatible con l&\ felicidad ,v y la posesioné,
de todos los bhínes. Luego.<ls¡' jfosesion de-Dios es posesión'
eterna, felicidad eterna y Vida eterna.- ■<» "J c:o> , »- '•><■,•.-
¡Felice*,' pues, los oue1 es* poseerán Dios mió! felices I09
que habitarán en. vuestra fafá\ "¡felices i, lpst4.Ue. bubmido Avanza-'
do de virtud en virtud , *uerj& al Dios de los Dioses en Sion (7),
* .v ,?f .'Í!.;1'T '-,1 .ii .» .£* .?<! <j .7 .f,i ai*
(c) Ps. 83. y. $. seq. •' "IU^ •t" i ' v
Zz 1
364 Instrucciones
y gustarán , y conocerán eternamente quan dulce es el Señor
para los que le aman (a~). ¡O dulzura , que solo pueden com-
prehender los que la gustan! ¡Pluguiera á Dios que nosotros
pudiéramos gustarla al presente á lo menos por algunos mo
mentos , como la gustó San Pedro en el Tabor viendo á Jesu-
Christo en su gloria! Entonces sí , que conoceriamos bien
presto , que un solo dia ,! un solo momento, en la casa del Se
fíor vale mas que millares de siglos en las delicias , y Tabernácu
los de los pecadores (ü) ; y exclamaríamos con el mismo Apóstol:
\Qué bueno es estar aquí (c)l Habitemos aquí eternamente.
¡Ah! Si fuera necesario sufrir mil muertes para gustar por al
gunos momentos este gc^zo de Dios , deberíamos exponernos
voluntariamente á ellas.; ¿pues, qué deberemos hacer para
gustarle , y poseerle por una eternidad toda entera? O si pu
diéramos comprehender lo que es poseer á Dios, gozarse con
Dios , en Dios , y de Dios (d) , como dice San Agustin , ¿po
dríamos resolvernos á renunciar este gozo inefable , ó expo
nernos á perderle, por todos, placeres ,. y satisfacciones de la
tierra? Si tanto amamos esta vida breve , trabajosa , y mise
rable, que mas se puede Uamar niueDteique vida , ¿con quán-
to ardor debemos desear , y buscar aquella vida eterna y .di
chosa , que encierra en sí todos los bienes , y está exenta de
todos los males? En este mundo , Católicos, solamente pode
mos ser felices en esperanza , y esto:, *k denunciando la impie
dad ,• y deseos del ,siglo , vivitremot. templada, jústa-, y piadosa
mente : porque entónces debemos esperar la bienaventuranza ,y
la venida gloriosa de jjesu-Chrhto (e) , quien nos hará sentar
en la hermosura, de U paz , en l&s Tabernáculos- de la confianza,
y en un descanso . opulenta'."(/). ¡Bienaventurado . el que-, espera así
W el Señor , dice; el Brofeta.cEspe;rad> ,;pues %v\&*ohda\ del sigia
venidero, como se dice, en el símbolo de los Padres", y pro-,
curadla por medió de las buenas^hras. Buscad lo que buscáis,
dice San Agustín (¿r).,. peroró lo Ibusqueis por donde lo bus-
» "c.\^ .. or.C i ;;\ -Ai j\G V. . ■.•\V.vs •-•,',« . . cais.

(*) Ps. 13. v. 9. (¿) Ps. 83. r. 11. (t) Math. 17. r. 4.
(i?) S. Aug. lib. 10. Coftfeir*, »artC(F).¿í(it> I*aÁ»rija^,)
{g) Lib. 4. Conf. c. xa. <pj: .? .v .t \ ,¿i ( ,<
sobre el Catecismo. Parte!. 365
cais. Buscad la felicidad , pero buscadla por el camino de la
virtud , que conduce á Dios , porque no la hallareis fuera de
él. Y no como quiera debéis aspirar á la felicidad ; pues
habiendo dicho Jesu-Christo : en la casa de mi Padre hay mu
chas moradas , en las quales se distribuirán los premios con
forme cada uno lo hubiere merecido ; porque el que siembra
con escasez , cogerá escasamente : mas el que sembrare con abun
dancia , cogerá también con abundancia (a) , habéis de esforza
ros á practicar todas las buenas obras, que os fuere posible se
gún la medida de gracia , que se os hubiere dado por Jesu-
Christo , para prepararos así mayores premios en la glo
ria. Amen.

INSTRUCCION XXXIX.

". . SOBRE EL MISMO ARTICULO.

; lOios que siempre es admirable en sus Santos .) y rico eri


misericordias , lo es aun mas particularmente en el Cielo pa
ra con los que le sirven. Como sino fuera bastante su bon
dad , y magnificencia el comunicarse á ellos , para ser su po
sesión , su herencia , su tesoro infinito , se les comunica de un
modo el mas singular , y propio para aumentar su gozó, para'
colmar sus satisfacciones , para engrandecer su gloria- No so
lamente se da á sí mismo para que le posean , sino para que
le posean y vivara por él eternamente. ¡O vida eterna! ¡O fe
licidad que no tendrá fin! ¡Ah Christianos! Si , según el pen
samiento de San Gerónimo , debiéramos estar prontos á ofre
cer los mayores sacrificios , y sufrir las mas terribles penas á
fin de gustar las delicias del Cielo por un solo dia ; y si en
tonces deberiamos decir con el Profeta : un solo dia en vuestra
Casa , o Dios mió , es mejor , que millares de siglos (¿) en las
delicias de la tierra , ¿qué será , si consideramos que esta feli
cidad tan perfecta-, éb sí misma, tan incomprehensible, tan
inefable , es también eterna? ¡Eterna , amados Christianos!
366 Instrucciones : ñ—>:
¡O feliz circunstancia! ¡O circunstancia que debe hacer la ma
yor impresión sobre nuestras almas , y que por lo mismo me
rece por sí sola toda nuestra atención! ¡Eterna! Así nos lo en
seña la fe , y esto es lo primero que procuraré demostraros,
para probar después lo mucho que aumentará esta circunstan
cia la gloria de los justos ; y lo mucho que debe aumentar
nuestros esfuerzos para llegar á ella. ." .
i.° La Religión nos enseña constantemente que la vida fe
liz , que se nos ha prometido, ha de ser eterna , y así lo pro
fesamos en el Símbolo , quando decimos : creo la vida eterna.
No solamente se nos ha prometido un Reyno , sino un Rey-
no que no tendrá fin , supuesto que se dice de Jesu^Christo:
Que reynará eternamente en la casa de Jacob , y que su Rey-
no no tendrá fin (<*). Los bienes del Cielo no son caducos , y
perecederos , como los de la tierra , en donde todo se acaba:
todo es eterno en el Cielo ; bienes eternos , gozo eterno , po
sesión eterna de Dios , descanso eterno. Los justos , dice Jesu-
Christo , irán á la vida eterna (b). Entre ellos , y los reprobos
hay un caos inmenso , de suerte que no se puede pasar del
Cielo al infierno , ni del infierno al Cielo , como decia Abra*
ham al rico avariento (f). Y esto mismo se nos da á enten
der en la parábola de las Vírgines. Luego que el Esposo en
tró en la sala de las bodas con Jas Vírgines fieles , á quienes
halló preparadas para .recibirle , fué cerrada la puerta para
siempre (¿) , y así, como será imposible salir de allí á las que
fueron admitidas , así también será imposible entrar á las que
no fueron admitidas ; porque la pena de los reprobos es eter
na , y la gloria de los justos es también eterna., < '.: . • ■ .:
Seria muy prolixo si hubiera de exponeros todos los pa-
sages de la Escritura , que nos dan esta idea de nuestra glo
ria. Todas sus expresiones se dirigen á hacernos considerar
el Cielo como una Ciudad permanente (<?) , á diferencia de las
de la tierra , cuyas continuas vicisitudes las conducen á su
fea : como Tabernáculos eternos (/) ,. que Dios ha formado por
:.:r> >: . ""j ' _ .', ( )¡<í.t',.l :S . - . j;.Y. S¿
(«) Luc. t. v. 3». (b) M»th. ag. v. 4Í. (t) Luc. itf. v. aS.
00 Math. aS. v. 10. (í) Hebr. 13. r. 14. (/) L&c. 16. v. 9. ' 1
sobre el Catecismo. Parte I. 367
sí mismo para sus elegidos : como casa eterna edificada por
Dios para habitación de los justos ; y quando habla de la fe
licidad de los Santos , la llama : Gloría eterna , salud eterna,
herencia que no puede destruirse , ni corromperse , ni marchitar
se, y Reyno eterno de Jesu-Cbristo (b).
Y en efecto , ¿cómo podria faltar la gloria de los justos?
¿Acaso por la muerte? San Juan nos enseña en el Apocalip-
s¡ , que en el Cielo ya no habrá muerte que sufrir ni que te
mer (c); ¿Seria por la destrucción ó alteración del soberano
bien que hace su felicidad? Pero este es el mismo Dios, quien
no sufre ni mudanza , ni la menor sombra de vicisitud (d). ¿Se
ria por alguna tibieza de la caridad de Dios para con los
Santos , ó de los Santos para con Dios? ¡ Ah! Dios no se arre
piente de sus dones (e) , y mayormente de este don que es la
consumación de todos los otros. Y de parte de los Santos, es
imposible que dexen d'e amar aquella bondad infinita , y eter
na , que ven claramente , y cuyas dulzuras sacian todos sus
deseos. Es, pues, eterna la felicidad de los justos.
•2.# ¿Pero qué aumento de gloria no nos descubre en los
justos esta "eternidad de su felicidad? Yo no hablo solamen
te de' la circunstancia dichosa de una felicidad sin fin , sino
de la certidumbre que tendrán los Santos de que su felicidad
jamas se ha de acabar. Si el colmo de la desesperación de los
condenados consiste en no poder esperar que tengan algún
fin sus penas y males , ¿no será para los Santos , en cada mo
mento de la eternidad , el colmo de su gozo y felicidad , el
saber que este gozo y felicidad han de durar eternamente?
Hay esta diferencia entre los gozos del Cielo , y los de
la tierra ; que los gozos de la tierra dexarian de ser gozos,
y vendrían á ser tormentos , si hubiesen de durar siempre.
No hay espectáculo tan agradable que no canse , y venga k
ser insoportable , si es preciso verle continuamente y siem
pre : no hay concierto tan armonioso , que no disguste al
fin,
(a) 2. Cor. g.' v. 1. (¿) 1. Petr. g. v. 10. Hebr. g. v. 9. c. 9. v. :s>
1. Petr. 1. v. 4. 9. Petr. i. v. n. (c) Apoc. ai. v. 4.
(<•/) Jacob 1. v. 17. (*). Román, xi. v. ap. . -v
36S • INSTRUCCIONES ' -"- -
fin , y venga á ser un suplicio , si es necesario oirle siempre:
no hay Palacio tan magnífico que no sea una verdadera pri
sión , sino es permitido salir de él : no hay lecho tan blando
que no mortifique, si se está acostado en él toda la vida: no
hay placeres que no desagraden bien presto, si no se renueva
el gusto con alguna novedad y diferencia. Y esto sucede por
dos razones : la primera, porque no hay bien alguno en la
tierra sin. defecto, y este defecto en fin es el que nos cansa, y
disgusta. La segunda es, que tenemos otras necesidades, que
nos importunan en medio de los placeres, y nos hacen per
der así el gusto del placer mismo. Mas como el bien que se
posee en el Cielo es un bien perfectísimo, ninguna cosa po
drá cansarnos, ni disgustarnos en su posesión: y como no
hay necesidades en el Cielo , tampoco habrá nada que nos
turbe en el gozo de los placeres inefables, que se gustan allí.
Lo que hace , pues , el colmo de estos bienes , es que allí no
habrá mudanza , ni interrupción , ni fin en su posesión. Allí,
Dios mió, no se cesará jamas de veros, de alabaros, de ama
ros , de poseeros , y de cantar vuestras misericordias. ¡O ja
mas! ¡ó palabra tan dulce para los Santos en el Cielo , como
cruel , y desesperada para los réprobos en el infierno! ¡6 ja
mas! ¡ó que gozo poseer una felicidad inefable, y estar segu
ro que jamas se ha de acabar! Lo que aflige mas á los siervos
de Dios en esta vida es la incertidumbre en que están de si
perseverarán , ó no en el bien , y si por fin poseerán á Dios:
¿pues quál será el gozo de los Santos en el Cielo estando se
guros de que le poseerán para siempre? ¡O que dicha la de
poder decir , no ya como San Pablo por un motivo de con
fianza que no destierra todo temor , sino con entera seguri
dad : estoy cierto , que ni la vida , ni la muerte , ni los hombresl
ni los Angeles , ni alguna otra criatura podrá separarme de la
caridad de Jesu-Christo (a)\ Y . con la Esposa de los canta
res (¿) : he hallado á mi Esposo , y ninguna cosa podrá ya sepa
rarme de él. ¡O eternidad! ¡ó feliz eternidad! ¡ó mar de deli
cias sin fondo, y sin límites! ¡ó posesión dulce y segura de to
dos
(o) Román. 8. v. 38. 39. (b) Cant. 3. v. 4.
somt. el Catecismo. Parte I. 369
-dos los biénes! ¡6 puerto tranquilo, en donde no hay ya que
temer el naufragio! ¿Quándo llegaré yo á él? ó ¿quién me die
ra alas de paloma para volar , y descansar en él .(<*)?
, . 3.0 Pero ¿qué reflexiones, amados Christianos , debemos
hacer aq¡u4 vosotros y yo , y qué impresión .debe hacer en
nosotros la fe de la eternidad, para arreglar nuestros deseos,
nuestras acciones , nuestra conducta? Yo no puedo menos de
preguntaros ante todas cosas , ¿si creéis lo que Ja Religión
nos enseña acerca de los bienes eternos, ó no lo eréis? Si no
Jo creéis y esto es hecho; habéis renunciado á la fe, y los
bienes eternos no. son para vosotros* Si creéis que Dios ha
preparado estos bienes á los que le aman y sirven, ¿por qué
vivis como si no lo creyerais? En efecto, quando veo á la
mayor parte de los Christianos tan aficionados al mundo y tan
indiferentes para el Cielo ; tan solícitos para adquirir los
menores bienes de la tierra , tan negligentes para ganar los
bienes del Cielo; sacrificarlo todo por una vida que pasa rá-^
pidamente, por una fortuna de algunos años, por un placer
de algunos momentos , por bagatelas , por nada , miéntras
que no pueden resolverse á sacrificar la menor cosa , á to
marse el menor trabajo para conseguir el Cielo, y asegurar
su salvación; ¿qué queréis que diga , ó que ^piense? ¿Son ra
cionales, si son Christianos? ¿Son Christianos, si son racio
nales? Hijos de la luz ¿en dónde está vuestra luz? ¿Por qué
sois ménos prudentes que los hijos del siglo? ¿Por qué no
hacéis por Dios lo que continuamente se hace por el mundo,
lo que hace un artesano por ganar el pan , un mercader , un
hombre de negocios por aumentar su fortuna ; un criado por
su salario, un soldado por su pre? ¿Lo que hace un am
bicioso por el honor, un avariento por el interés, un sensual
por sus placeres? Respondedme vosotros , Católicos , decidme
de buena fe , ¿si hacéis por los bienes del Cielo , lo que ha
céis por los bienes de la tierra?
Sin embargo , ¿qué son los bienes del mundo en compara
ción de los bienes eternos? ¡Ah! Si comparásemos los bienes del
tie in-
ía) Ps. S4« ▼■ 7.
Tom. I. Aaa
37« ItfíflitrecrowBS
tiempo presente cotí los males de la eternidad , y lo» males
transitorios de esta vida con los bienes eternos de la otrá,
¿qué proporción hallaríamos entre ellos? Que se podria decir
á un hombre que apreciase mucho el pasar toda su vida en
los placeres , y sin alguno de aquellos reveses , que son in
evitables aun en la vida de los hombres mas felicfes j sino
aquella juiciosa sentencia de un antiguo: ¡Por un momento
deplaceres , una eternidad de dolorl ¿Y qué se di ria á otro, cu
ya vida fuese una cadena continua de penas y trabajos, pe
ro sufridos por Dios, y para merecer los bienes eternos , sino
lo que dice el Apóstol : que el momento corto y ligero de tri
bulaciones de la vida presente , produce en nosotros un peso eter
no de gloria , y una elevación sobre toda medida (#)? ¿Pero es
prudencia , ó locura el comprar un momento de placeres por
una eternidad de penas ; ó reusar sufrir un momento corto y
ligero de tribulaciones , para ganar una eternidad de bienes?
¿Y qué se sigue de aquí, sino que debemos mirar al mundo
como una figura que pasa (b} , y despreciar sus bienes como
barro (c), y como nada en comparación de la eternidad? Así
le miraba el Apóstol , quando decia : nosotros no contemplamos
las cosas visibles, sino las invisibles. ¿Y por qué? Porque las
cosas visibles son temporales, y las invisibles son eternas (</). ¡Oh!
La esperanza de la eternidad nos hace despreciar los bienes
temporales , y nos da fuerzas y valor para no temer las fati
gas y combates, por donde se llega á ella. Y á la verdad si
los atletas se abstienen de todas las cosas por ganar una corona
corruptible , ¿qué deberemos hacer nosotros en la esperanza de
una corona incorruptible! La esperanza de los bienes eternos
nos sostiene y anima á trabajar con perseverancia para mere
cerlos. Porque sabemos que el jornal del obrero no se da hasta
después del trabajo (e) ; el premio del atleta después del com
bate (/) ; la recompensa y corona del victorioso (g) , después de
la victoria. Ninguno ,* dice el Apóstol (h) , será coronado , sino
des-
(a) a. Cor. 4. v. 17. (A) 1. Cor. 7. v. 31. (c) Philip. 3. v. 8.
(d) a. Car. 4. v. 18. (e) Math. ao. v. 8. seq. (/) 1. Cor. 9. v. 14 stq.
(g) Apoce, a, y. 7. 11. 17. %6. c. 3. v. 5. 1%. ai. a. Th¡m.
a. v. $.
sobre st Catecismo/Parte L 371
después de haber peleado legítimamente , y según regla. ¿Y
quál es la regla principal del combate , sino la perseverancia
hasta el fin? El que perseverare basta el fin se salvará , dice Je-
su-Christo (a).
No nos parezcamos , Christianos , á los Israelitas incré
dulos , ó tímidos , á quienes la desconfianza injusta de las
promesas de Dios, ó el temor de las dificultades impidió lle
gar á la tierra prometida, y les hizo perecer en el desierto (¿>).
Elevémonos por la fe , y la confianza en Dios sobre todos los
peligros : porque el mismo que nos manda combatir formó
nuestras manos para la guerra (c), y con la fuerza de su brazo
nos hará conseguir la victoria. El que supo abrir camino á
su pueblo por medio de las aguas del mar roxo (d) ; el que
hizo salir el agua de la piedra , y el aceyte de las peñas mas
duras (e) ; el que hizo caer las ciudades mas fuertes al solo
ruido de las trompetas (/) , sabrá también quitar los obstácu
los , y hacernos vencer las dificultades mas invencibles.
Pero es menester que cooperemos de nuestra parte , apar
tando nuestro amor de los bienes y satisfacciones de la tierra,
para no preferir las cebollas de Egipto á la leche y miel de
la tierra prometida. Llamados á la posesión de un Reyno
eterno, debemos fixar en él todos nuestros pensamientos, y
deseos. Sentados á las orillas de los rios de Babilonia acordé
monos de laSion santa, de la celestial Jerusalen, nuestra verda
dera patria (g) , la qual debe ser el objeto de nuestros deseos,
de nuestros suspiros , de nuestros cánticos. Que nuestra len
gua se pegue á nuestro paladar , y nuestra derecha se olvide de
sí misma , antes que olvidar á aquella ciudad dichosa en la
qual sola podemos hallar nuestro descanso eterno , en com
pañía del Padre , del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen.

(a) Math. c. 10. v. »*. e. 14. v. 13. (*) Hebr. 13. v. ta. seq.
(c) Ps. 143. v. 1. (</) Exod. 14. 16. 17. («J Deuter. 3a. v. 13.
(/) Josué 6. (g) Pe 136.
1
i
EXPLICACION

DE LAS QUATRO PARTES

DE LA

JDOCTJR ZNJt CJHM ISTJAJSTA;

Ó INSTRUCCIONES DOGMÁTICO -MORALES

EN QUE SE VIERTE

TODA LA DOCTRINA DEL CATECISMO ROMANO;

SE AMPLIAN LOS DIFERENTES PUNTOS QUE EL MISMO CA


TECISMO REMITE Á LOS PÁRROCOS PARA SU EXTENSION;
V SE TRATAN DE NUEVO OTROS IMPORTANTES.

POR EL R. P. M. FR. PLACIDO RICO FRONTAURA, ABAD


DEL REAL MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE OÑA
DE LA CONGREGACION DE SAN BENITO
DE ESPAÑA,

TOMO II.

* >
MADRID
b» tA Imprenta de Don Benito Cano.
Año de 1796.
III
INDICE

de las Instrucciones contenidas en este tomo.

. . . PARTE JI.

De los Sacramentos de la Iglesia.

\ '. INSTRUCCION PRIMERA.

DE LOS SACRAMENTOS EN COMUN.

§.l. i Qué es Sacramento 'i ..... ^ .. . Pag. t.


De los efectos de los Sacramentos. .... 6.
§. III. Del número de los Sacramentos. ..... 9.
§. IV. De la necesidad de los Sacramentos. ... 11.
§.V.^De Jas causas porqué han sido instituidos
los Sacramentos. 12.
§. VI. Del Autor y Ministros de los Sacra
mentos. ................... 14.
§. VII. Diferencia entre los Sacramentos de la
Ley antigua, y de la nueva. . ijr.
VIH. Dé las ceremonias de los Sacramentos. 18.

INSTRUCCION II.

SOBRE EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO.


■ ■ , \ í
5. I* De la necesidad de instruirse del Bautis
mo $ del nombre del Bautismo , y de otros
nombres que die'ron los Padres á este Sa-
a 2 era-
cramento ai.
§. II. De la institución de este Sacramento , y de
'Has cosas que k son esenciales 33.
§. III. De los Ministros del Sacramento del Bau
tismo 29.
. IV. De la necesidad del Bautismo 33.
. V. De las disposiciones necesarias para re
cibir el Bautismo 36.
§. VI. De los efectos del Bautismo. 39.
VII. De las conseqüencias del pecado que res-
tan después del Bautismo 43.
§. VIII. De las ceremonias del Bautismo. ... 46.
§. IX. De -las promesas - hechas en el Bautismo. 50.
§. X.- De Ja renovación de los votos ó promesas
de¿.Bautismo* .... . . ¿ .1 . 1 54.
§. XI. Dsl cuidado con que se debe conservar
la gracia del Bautismo. . • ~ 55*

•\ • r 1
INSTRUCCION III. t
•! 1 • • . .■ . <i
DEL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION.1 . V .''
■;. J
• I. JDe la' necesidad' de- instruirse tocante al SdvY i\
cramento de la Confirmación 5Jr.
§. II. De la existencia y verdad d&. este Sa
cramento 59.'
§. III. De la naturaleza ó substancia del Sacra
mento de la Confirmación . 61.
§. IVí" De ' la'institución de-este Sacamiento.:. 63.
§. V. Del Ministro de la Cdnfirmaciom '. . . . . 65.
§. VI. De la. necesidad de este Sacramento. . . 6»r.
' J. VII.
V
§. VII, De los efectos de la Confirmación. ... jro.
§. VIH. De otros efectos significados por ¡as ce
remonias de ja Confirmación • ^2.
§. IX.. De las personas á quienes se debe confe
rir el .Sacramento de la Confirmación y de las
disposiciones necesarias para recibirle. . . . p^.
§. X. Del cuidado con que se debe conservar la
gracia de la Confirmación jrjr.

, INSTRUCCION IV.

SOBRE EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA.

§. I. De. la obligación de instruirse de lo que per


tenece á este Sacramento , y de los diferentes
nombres que se le atribuyen ^9.
§. II. De la promesa é institución de ¡a Euca
ristía.. ... ... 82.
IlL De /a.naturaleza y substancia de este
Sacramento 8jr.
§. IV. De lo que se confiere en el Sacramento de
la .Eucaristía. . 94.
Pruebas de la presencia real. 96.
Puebas de la transubstanciacion. . 102.
§. V. De la comunión baxo ¿as dos especies. . . 105.
§. VI, De los efectos de la Sagrada Eucaris
tía. 110.
§. VI í. De las disposiciones necesarias para re
cibir la Eucaristía 116.
§. VIH., Del Ministro de la Eucaristía 122.
§. IX. De las personas á quienes se puede dar
el
VI
el Sacramento de la Eucaristía. ...-.•.«. 123.
§. X. De la necesidad de la Eucaristía ' 125.
§. XI. De la Comunión indigna. . .127.
§. XII. De la Comunión espiritual. ....... 131.
§. XIII. D¿ la frecuente Comunión. . . . . . . 134.

INSTRUCCION V.

DEL SACRIFICIO 1)E LA EUCARISTIA.

J).I. Del Sacrificio en general. 140.


§. II. Del Sacrificio exterior. . 142.
§. III. De la necesidad del Sacrificio exterior. 145.
§. IV. Del Sacrificio ofrecido en la cruz. . . . 150.
§. V. De la necesidad é institución del Sacrifi
cio de la Eucaristía,. ............ 152.
§. VI. lA Quién se ofrece el Sacrificio de la Eu
caristía ? 159.
§. VII. Quién ofrece este Sacrificio ibi.
VIII. Por quién se ofrece el Sacrificio. . . . 162.
§. IX. De las conseqüencias que se deben sacar
de esta doctrina. .* 163.

INSTRUCCION VI.

DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA.

§. I. De lo que se entiende por el nombre de Pe


nitencia , y de la penitencia considerada como
virtud. 165.
§. II. De la necesidad del Sacramento de la Pe
ni
VII
nitencia 171.
§. III. Déla institución del Sacramento de la
Penitencia.. 1^4.
§. IV. 1 En qué se diferencia el Bautismo de la
Penitencial .. ijrjr.
§. V. De la contrición: primer acto del peniten
te que se requiere come parte del Sacramento
de la Penitencia, 180.
I Porqué Dios exige de nosotros el dolor de los
pecados ? ............ .... 182.
Caractéres de este dolor ibi.
Del temor de las penas del infierno , y del
dolor concebido por este solo motivo.. ...... 189.
Quál sea el amor que obra en el pecador el
dolor que debe tener de sus pecados para re
cibir la penitencia.. ....... . . . .. . . . 194.
Del propósito de la emienda. . . . ...... 199.
§. VI. De la Confesión. 20^.
De la preparación á la confesión.. ... .... . 211.
Quiénes deben confesarse.. . . . 213.
Aquién se- debe hacer la confesión : en dónde
se trata del Ministro de este Sacramento.. .. 215.
Cómo se debe hacer la confesión..". ...... 221.
§. V\í. Deja satisfacción. .. .... ......... 227.
§. VIII. De la absolución de los pecados. .... 240.
IX. De ios principales abusos que se pueden
hacer de este Sacramento. . . .......... 249.

INS
VIII

INSTRUCCION VIL

DEL SACRAMENTO DE LA EXTREMA- UNCION.

§. I. De la necesidad que tienen todos los fieles


de instruirse de este Sacramento 252.
§. II. La Extrema-Unción es verdadero Sacra
mento instituido por Jesu-Christo : y en qué
consiste . . . . 254*
§. III. De los efectos de este Sacramento. . . . 260.
§. IV. De la necesidad de este Sacramento, y
de las disposiciones para recibirle digna
mente 263.
§. Y. De las ceremonias edificantes con que se ad
ministraba antiguamente el Sacramento de la
'Extrema-Unción. . . . 265.
§. VI. Del tiempo en que se debe administrar es
te Sacramento 266.
§. VII. De las enfermedades ; y cómo pueden ser
útiles á los christianos 268.
Cómo debe mirar el cbristiano las enfermedades, ibi.
Quáles son las obligaciones de un cbristiano' en
la enfermedad. 2^2.

INS-
IX

INSTRUCCION VIIL

DEL SACRAMENTO DEL ORDEN.

§. I. De lo mucho que importa á todos los fieles


estar instruidos de la doctrina de la Iglesia
sobre el Sacramento del Orden 2^6.
§. II. De la naturaleza é institución del Orden. 2^8.
§. III. De los diferentes grados del Orden. . . . 280.
§. IV. De los Ordenes mayores ,286.
§. V. Del Ministro del Orden : del tiempo de con
ferirle 1 de los intersticios : y de los efectos
principales de este Sacramento. 29 jj.
§. VI. De los defectos que impiden recibir los
Ordenes , ó de la irregularidad. ....... 29^.
§. VII. De las disposiciones necesarias para re
cibir las Ordenes. . . 302.
I. De ¿a necesidad de la vocación. . . . . . . . 303.
Primera prueba tomada de la Escritura. . . . ibi.
Segunda prueba sacada de la naturaleza misma
. del Ministro Eclesiástico. , ... 303.
Tercera prueba sacada de la necesidad de la gra
cia para el estado Eclesiástico. ....... 30^.
II. De las señales de la vocación , y primeramen
te de las señales interiores , 308.
Espíritu Eclesiástico 309.
Intención pura y recta 3 ir.
Temer , temblar y huir 313.
Primera razón tomada de la excelencia del Sa -
cerdocio por orden al Sacrificio ibi.
Tom.IL b Se-
X
Segunda razón tomada de las dificultades de vi
vir christianamente en las dignidades Ecle
siásticas , 315.
Tercera razón fundada en las qualidades nece
sarias á los Sacerdotes 318.
JQuarta razón,fundada en la dificultad del go
bierno de las almas 320.
III. De las señales exteriores de la vocación. . 326.
De la elección del Obispo 327-.
Del consejo del Confesor. . 328.
De la voluntad de los padres y madres ihi.
De la santidad necesaria para el Sacerdo
cio. . 331.

INSTRUCCION IX.

DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO»

§. I. De la necesidad de instruirse en lo que con


cierne al Matrimonio 335*
§. II. Del nombre y naturaleza del Matrimo
nio. 33?.
§. III. Del Ministro de este Sacramento. . . . 346.
§. IV. De los bienes del Matrimonio 347-
§. V. De los oficios y cargos del Matrimonio. . 350.
§. VI. De las ■ condiciones necesarias para que
el consentimiento bflga válido el Matrimonio,
y de los impedimentos que hacen ilícito ó nu
lo este Sacramento 355*
Observación sobre las dispensas 360.
§. Vil. De Jas causas ó fines que deben prin-
fft-
XI
cipa/mente mover á contraer Matrimonio. . 361.
§. VIII. De la importancia y dificultad de la de
liberación sobre si se abrazará ó no el estado
del Matrimonio : y de los defectos que puede
tener esta deliberación 365.
§. IX. De lo que debe preceder á.la celebración
del Matrimonio 3J75.
§. X. De los ritos del Matrimonio . 3^8.
§. XI. Si se debe aconsejar á algunos el Matri
monia. 380.

COR
CORRECCION DE ERRATAS
DEL TOMO IX.

Pdg. . . . Lfn. Erratas. Correcciones.


33 24. y de lat y las.
141 13. os ofrece se os ofrece.
14b 22. criaruris criaturas.
148. ...... -4. pesfiyne perfumes.
1ít 26. / secibíó recibió.
161 22. mu rió, se ofreció murió, y se ofreció.
167. 10. ácia d sí. deia sí.
169 8. tn justicia, . su justicia.
176 20. de ellas á ellas.
i36 1. de padre del padre.
25 í 3. junta álaUicion Santa, junta á la Unción Santa.
314 10. pueden hacer puede hacer.
333 16. arreglados arriygados.
■3? 2 5. decir mal. de decir mal.
3Ó1 11. Pero de esto volveremos Pero de esto volvere-
d hablar tratando mos á hablar tratando
del voto del voto.
364 7<¡. snn son.
377. . . i6r 17. matrimonios públicos, matrimonios; paraliacer-
inducir los públicos, é inducir-

INS-
PARTE SEGUNDA.

DE LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA.

INSTRUCCION PRIMERA

SE LOS SACRAMENTOS EN COMUN.

§• I.

i Qué es Sacramento! . .

J^Lunque todas las partes de la Doctrina Christiana requie


ren ciencia , é inteligencia así de parte del Párroco, que debe
proponerlas á los fieles en cumplimiento de su ministerio, como
departe de los fieles mismos, los quales deben hallarse en esta
do de ofrecer á Dios el obsequio razonable de su fe , ya que
no todos estén obligados á dar razón de su creencia á todo aquel
que la pida : pero la doctrina de los Sacramentos exige de
unos y otros respectivamente tanto mayor estudio , aplica
ción , y desvelo , quanto es constante , que no solamente de
ben saber lo que Dios nos ha revelado acerca de ellos , sino
también estar instruidos del culto exterior que ha instituido
la Iglesia para la edificación de sus hijos ; de las importantes
determinaciones de la misma Iglesia en orden á su naturaleza
y efectos , y. de las disposiciones necesarias para recibirlos
santamente y con fruto , á fin de que los Párrocos no den las
cosas santas á los perros , ni arrojen sus margaritas á los puer
tos (a). Por tanto se hace necesaria de parte de los Christianos
mayor copia de conocimientos , á proporción de los muchos
puntos , ó artículos que abraza cada Sacramento , cuya no
ticia , según el Catecismo Romano , es por mandado de Dios
necesaria , y por su utilidad muy provechosa á los que se acercan
á ellos dignamente , y con el respeto debido á su santidad,
y excelencia , para sacar todo el fruto que les sea posible se-

(o) Math. 7.
Tom 11. A
i Instrucciones
gun la medida de la donación de Jesu-Cristo. Y ved aquí Cató
licos la principal razón que me mueve poderosamente á mu
dar de método , y aun de estilo en las instrucciones siguien
tes sobre los Sacramentos de la Iglesia. A la verdad el deseo
de la reforma de vuestras costumbres no dexa de estrechar
me fuertemente , y como que me obliga á continuar en el sis
tema comenzado de proponeros los mysterios de la Religión
con sencillez y concisión , para dexarme lugar de sacar de
ellos las reglas saludables á que debéis ajustar vuestra con
ducta , y acciones , instruyéndoos á un mismo tiempo de lo
que debéis creer , y de lo que debéis obrar. Sistema cierta
mente laudable^ porque ¿deberá un Párroco contentarse con
tratar estas materias secamente , y de una manera que sola
mente ilustre el entendimiento sin mover la voluntad , ni des
cubrir á los hombres el uso que deben hacer de esta luz en
órden á sus costumbres ? No sin duda. Pero seria demasiada
mente prolixo si hubiera de seguir esta idea en toda la ex
tensión que se ha seguido en las instrucciones sobre el Sím
bolo. Porque ¿quántas instrucciones no serian necesarias pa
ra explicaros de esta suerte la doctrina de los Sacramentos?
El nombre de los Sacramentos , su naturaleza , sus efectos,
sus ceremonias , sus Ministros , las disposiciones con que se
deben recibir, su institución, y la necesidad de acercarnos á
ellos , exigirían un gran número de instrucciones , que indis
pensablemente harían muy dilatada , y enfadosa esta obra.
Así que el temor de disgustaros y de hacer tal vez inútil mi
trabajo , me vence al fin á mudar de método á pesar de mis
buenos deseos , y á formar unas instrucciones por la mayor
parte doctrinales , siguiendo el exemplo de Autores clásicos
que han escrito en la materia con el mayor aplauso ; si bien
que al fin de ellas no dexaré de exponeros algunas reflexio
nes piadosas dirigidas á mover el corazón. Y por lo que toca
al estilo será consiguiente , y conforme á la naturaleza de las
instrucciones.
Mas para tratar con método esta materia , hemos crei-
do que se debía explicar primeramente lo que tienen de co
mún los Sacramentos , ó lo que es común á todos ellos , para
des-
sobre el Catecismo. Parte II. 3
descender después á tratar de cada uno en particular según sus
propias diferencias. Y empezando por la significación de este
nombre Sacramento, es constante que la voz Sacramento signi
ficaba entre los Padres latinos , lo mismo que la voz mysterio
entre los Griegos , pues una y otra se empleaban respectiva
mente para significar alguna cosa sagrada, que está encubierta
y oculta : en cuyo sentido se ha de entender lo que escribe
el Apóstol á los de Efeso : Para que nos hiciese manifiesto el
Sacramento de su voluntad (a) ; y á Timoteo : Es grande Sa
cramento del amor Y lo que se lee en el libro de la Sabi
duría : No conociéron los Sacramentos de Dios (c). De aquí to-
máron ocasión los Padres latinos para llamar Sacramentos á
ciertas señales sensibles que significan , y causan la gracia
en nuestras almas por la virtud divina que ocultamente reside
en ellas. Y en este sentido usaron de este nombre los Doctores
mas antiguos de nuestra Religión , como se puede ver en San
Gerónimo (d) , y San Agustin (e). De donde se infiere clara
mente , que el Sacramento en sí mismo , esto es la cosa
significada por este nombre Sacramento , es , según la senten
cia de San Agustin recibida por el común de los Teólogos , una
señal de cosa sagrada (/) , que nos santifica , ó como hemos
insinuado ya : es una señal visible de la gracia invisible ; ins
tituida por Dios para nuestra justificación. Es señal visible , por
que aquellas cosas se llaman señales, como dice San Agustin {jg\
que además de sí mismas , producen en nosotros la noticia de otra
cosa distinta. Pero los Sacramentos son ciertas cosas sensibles
que significan , y nos hacen venir en conocimiento de la cosa
sagrada é invisible , muy distinta de ellas mismas. Y esto mis
mo se colige manifiestamente de las Escrituras. Porque hablan
do San Pablo de la Circuncisión , que era Sacramento de la
Ley antigua , escribe que Abraham , Padre de los creyentes,
recibió la seml de la Circuncisión , sello de la Justicia que había
recibido por la fe Y en otro lugar no solamente asegura
que
. .. .... : . i
(o) Ephei. 1. (b) I. Tim. 3. (c) Sapieat. a. (ei) In Thren.
(e) Lib. 19. com. faust. c. 11. (/) Lib. 10. de C. D. c. j.
(f) Lib. *. de Doce Cürist. c. 1. (¿) Rom. 4.
Aa
Instrucciones
que todos nosotros habiendo sida bautizados en Jesu-Christo, estár
mos bautizados en la semejanza de su muerte («) , sino que dice
también que el Bautismo tiene esta significación, á saber: que
nosotros estamos sepultados juntamente con Cbristo por el Bau~
tismo para morir al pecado (ti). Ñas aunque esta significación
sea de cosa sagrada , y de consiguiente el Bautismo pudiera
llamarse por ella sola , señal sensible de cosa sagrada , con to
do eso no es bastante para que le llamemos verdadero Sacra
mento. Porque quando decimos que el Sacramento es señal
sensible de cosa sagrada , entendemos por el nombre de co
sa sagrada la gracia de Dios que nos hace santos y nos
adorna con las virtudes , siguiendo en esta parte á los Escri
tores sagrados , quienes juzgaron con mucha razón , que el
nombre de cosa sagrada debia apropiarse á esta gracia , por
Ja qual se consagra, y se une intimamente nuestra alma con
iDios. Y en esta consideración hemos dicho para mayor clari
dad , que el Sacramento es una señal de cosa sagrada que nos
santifica ; ó una señal visible de la gracia invisible. Por donde
es fácil demostrar que las imágenes de los Santos , las cruces,
.y otras cosas semejantes , aunque sean señales de cosas sagra
das , no por eso se han de llamar Sacramentos.
Pero si el Sacramento es Una señal de cosa sagrada , y el
nombre de cosa sagrada significa propiamente la gracia santi
ficante; ¿cómo es que los Doctores sagrados nos enseñan que
cada Sacramento significa tres cosas : porque nos recuerda al
guna cosa pasada ^ tíos señala y demuestra otra presente , y
nos anuncia otra venidera ? A la verdad , el Sacramento es
una señal que significa principalmente nuestra santidad , y
este es su principal efecto; mas al mismo tiempo significa tam
bién por su institución otras dos cosas , que están muy unidas
á la misma santidad , que son la Pasión de Cbristo , que es la
Causa de la .santidad , y la vida eterna , á que se ordena nues
tra santidad , como á su fin , como se prueba por el testiriuw
nio de las Escrituras. Porque diciendo el Apóstol : Quantos
estamos bautizados en Jesu-Christo , estamos bautizados en la
se~
(a) Rom. 6. (¿) Román. 6. 4.
v -•
sobre el Catecismo. Parte II. j
semejanza de su muerte (a) , demuestra claramente que por el
Bautismo se nos recuerda la pasión y muerte del Señor. Y di
ciendo después : Que estamos sepultados juntamente con él por el
Bautismo para la muerte , y que como Christo resucitó ele los
muertos por la gloria del Padre , así también andemos nosotros
en una vida nueva (ti) , manifiesta que el Bautismo es una se
ñal que significa, )y demuestra la gracia que en él se nos in
funde , para que entremos en una vida nueva toda llena de
piedad , y santidad. Y últimamente añadiendo : Oue si somos
plantados juntamente con él por la semejanza de su muerte , lo
seremos también por la de su resurrección (c) , nos declara que
por la gracia del Bautismo adquirimos derecho á la vida
eterna. Tal es la significación de las cosas sensibles que lla
mamos Sacramentos.
Mas no entendáis por esto que los Sacramentos solamente
tienen virtud para significar la gracia santificante , y por con
siguiente que son puras señales ineficaces , y estériles , sino
que han sido instituidos para significar , y causar la cosa sa
grada que nos santifica , esto es , la gracia santificante , que
por la operación invisible del Espíritu Santo se infunde en
nuestras almas } de lo qual volveremos á hablar en adelante.
Ni penséis tampoco que el Sacramento es una cosa sola sen
sible que significa , y causa la gracia en el alma : pues aunque
el Sacramento sea , como lo es de hecho , una señal sensible de
la cosa sagrada , sin embargo no es una sola cosa sensible , sino
dos aplicadas la una á la otra , de cuya aplicación resulta una
señal sensible que es el Sacramento. Porque el Sacramento se
compone de dos cosas sensibles que entran en su naturaleza y
substancia , de las quales una se llama materia , ó elemento , y
otra se llama forma , y consiste en las palabras del Ministro,
como nos lo han enseñado los Padres. Así por el nombre de
señal sensible no solamente se entiende la materia , ó elcmen*-
to, como el agua, en el Bautismo , el Crisma en la confirma
ción , y en la Éxtrema-uncion el oleo , sino también las pala
bras del Ministro que se aplican á estas cosas sensibles,y por lo
inis-
' (a) Rom. 6. (b) Ibid. (c) Ibld. v. j.
6 Instrucciones
mismo se llaman forma , pues aplicándose á la materia sirven
á determinar, y explicar la significación obscura que tendría la
materia por sí sola. Y en efecto , ¿ quién dudará que sin el
socorro de las palabras , que son las señales mas expresivas,
apenas se podria entender la significación de la cosa sensible
sobre que recaen , y que sirve de materia para el Sacramen
to ? No hay mas que considerarlo en la materia del Bautis
mo. Pues sirviendo el agua indiferentemente para refrescar,
y para lavar , podria en su aplicación significar igualmente las
dos cosas , y ninguno osaria afirmar con certeza qué significa
ba determinadamente mas la una , que la otra. Pero añadiendo
las palabras : To te bautizo , ó te lavo , se determina manifies
tamente la significación del agua á lavar el alma de las man
chas del pecado , por medio de la gracia , que el Espíritu
Santo infunde en ella. Son pues necesarias las palabras : y de
aquí viene aquel célebre dicho de San Agustin (a) : Júntase
la palabra al elemento , y se bace el Sacramento. Y lo mismo
insinuó el Apóstol , quando hablando del Bautismo , dixo:
Chriíto amó á la Iglesia , y se entregó á sí mismo por ella , pa
ra santificarla, purificándola con el Bautismo del agua por la pa
labra de la vida
§. II.

De los efectos de los Sacramentos.

El primer efecto de los Sacramentos es la gracia santifi


cante , que algunos Sacramentos dan á los que no la tienen,
y otros suponiéndola en los sugetos que les reciben, aumentan
su fervor , y les confirman en ella. Porque hay Sacramentos
de muertos , esto es , que fueron instituidos para dar la vi
da espiritual á los que nunca la han recibido , como el Bau
tismo ; ó á los que la han perdido culpablemente , como la
Penitencia : y hay Sacramentos de vivos , esto es , que fueron
instituidos para fortalecer á los justos en la gracia, y perdo
nar los pecados veniales que son compatibles con la justicia.
Pe-
(«) Tract. to. in Joan. (Ir) Epbe*. 5. a$. %6.
sobre el Catecismo. Parte II. 7
Pero todos los Sacramentos tienen virtud para causar la gra
cia, y la causan en efecto , si no la hallan en los sugetos que
los reciben dignamente, ó para aumentarla y fortalecerla quan-
do se acercan á ellos en estado de justicia. Así nos lo enseñó
el Apóstol hablando del Bautismo por estas palabras : Christo
amó á su Iglesia , y se entregó á sí mismo á la muerte por ellay
á fin de santificarla , purificándola con el Bautismo del agua , por
la palabra de vida {a). Y conforme á esto dixo San Agustín:
Toque el agua al cuerpo, y limpie el corazón ¿ Mas de qué
manera obran los Sacramentos una maravilla tan grande ?
Resp. que este es un misterio incomprehensible á la razón hu
mana , cuyo examen debe remitirse á los Teólogos , dice Be-
larmino (f). Nosotros sabemos que las cosas sensibles no tie
nen virtud por su naturaleza para penetrar hasta el alma.
Pero la fe nos enseña, que la virtud de Dios Omnipotente se
comunica á los Sacramentos , y las cosas naturales obran por
ella lo que no podrían hacer por sí mismas. Para confimarnos
en esta fe , quiso Dios obrar muchos milagros en la primitiva
Iglesia. Pues sin hacer mérito ahora de que en el Bautismo del
Salvador se abrieron los Cielos , y «pareció sobre él el Espí
ritu Santo en figura de paloma (d) , para que entendiésemos,
que se infunde su gracia en nuestras almas , quando somos la
vados con el agua saludable ; es bien sabido , que en el dia
de Pentecostés habiéndose oído un estruendo del Cielo como
de un viento fuerte que venia con ímpetu , se vieron lenguas
esparcidas como de fuego , que se detuviéron sobre cada uno
de los Apóstoles , y baxó sobre ellos el Espíritu Santo para
fortalecerlos en la fe (e) : en lo qual entendemos , que por
el Sacramento de la Confirmación se nos da el mismo Espíritu
divino , y se nos comunican nuevas fuerzas para pelear y ven
cer á nuestros enemigos. Y asimismo se sabe, que los Após
toles llenos del Espíritu Santo obraron muchos milagros quan
do administraban los Sacramentos , hasta que establecida y
arraygada la fe , no fuéron ya necesarios.
El
(<j) Ephes. j. Q>) Tract. 80. in Joan, (c) Lib. I. de Sacr. c 1.
(d) M»th. 3. Si Luc. 3. (t; Actor 2. a. seq.
$ Instrucciones
El segundo efecto de los Sacramentos es una gracia que
se llama sacramental , y es propia y peculiar de cada Sa
cramento , la qual consiste en ciertos auxilios y movimien
tos actuales que Dios comunica al alma que los recibe con
las disposiciones necesarias.
El tercero es particular {a) á los Sacramentos del Bau
tismo , Confirmación , y del Orden sagrado, los quales , como di
ce el Concilio de Trento , imprimen en el alma un carácter
espiritual , é indeleble , del qual habló el Apóstol quando di-
xo : El Señor nos ungió con la unción de su gracia , nos selló
con los dones de su Espíritu , y nos dio por prenda de los bie
nes eternos que esperamos al Espíritu Santo mismo en nuestros
corazones (¿) : pues el carácter es como un sello , ó señal im
presa en el alma, que jamas puede borrarse ; y sirve ya de
habilitarnos para recibir , ó hacer alguna cosa sagrada ; y ya
también para distinguirnos unos de otros. Así el carácter de^
Bautismo nos hace hábiles para recibir los demás Sacramentos,
y por él se distingue el pueblo fiel de las naciones infieles}
el de la Confirmación nos arma , y adiestra como á solda
dos de Christo , para confesarle delante de los hombres , y de
fender su fe contra los enemigos visibles , y los espíritus ma
lignos y potestades del ayre (f) ; y al mismo tiempo nos
distingue de los que habiendo recibido solamente el Bautis
mo , están todavía débiles como niños recien nacidos (d) ; y
últimamente el del Orden trae consigo la potestad de ha
cer , y administrar los Sacramentos , y distingue á los Orde
nados del resto de los demás fieles.
Mas ¿cómo es que el carácter no puede borrarse , ni per
derse por el pecado ? Para responderos , quiero que obser
véis , que cada uno de estos Sacramentos envuelve una con
sagración , y un destino particular que Dios hace de su cria
tura , para unirla á su servicio , en el Bautismo como á su
hijo , en la Confirmación como á su soldado , y en el Or
den como á su Ministro : de suerte , que en el Bautismo re
ci
te) Aug. de Bant. lib. i. c. i. & lib. *. conr. Parm. c. 13. &. ep. 50.
■d Soaif. (¿) II. Cor. 1. v. a. 61 aa. (¿) Ephes. 6. [d) I. Petr. •.
sobre el Catecismo. Paute II. 9
cibimos el nombre y carácter de hijos de Dios : en la Confir
mación nos alistamos en la milicia de Jesu-Christo : y el que
recibe el Orden es Ministro de las cosas santas , no sola
mente á los ojos de los hombres , sino realmente y delante
de Dios. Así pues como un hijo , que se rebela contra su
padre , no puede borrar con su pecado el carácter de hijo,
ni un soldado desertor el de soldado , ni un Ministro infiel
el de Ministro, y por la qualidad de hijo, de soldado , y
de Ministro , quedan necesariamente sujetos ó á la obedien
cia , ó á la pena : así un Christiano puede muy bien rebe
larse contra Dios su Padre , desertar de la milicia de Jesu-
Christo , y ser Ministro infiel de las cosas santas , pero no
puede perder el carácter de hijo , ni de soldado , ni de Mi
nistro , sino que le llevará consigo para su confusión por
toda la eternidad , y será castigado como hijo rebelde , co
mo desertor , y como Ministro infiel , si no repara en esta vida
sus pecados por las obras de la penitencia. Siguiendo este
modo de pensar , dixo San Agustín («) : \Serán acaso menos
poderosos los Sacramentos de Christo , que la divisa corporal con
que se señala al soldado ? Pues esta no se imprime de nuevo al
soldado que vuelve á la milicia de donde desertó ; sino que por
la antigua es reconocido , y aprobado. Debe, pues, conservarse
la regla de la Iglesia , la qual nos enseña , que estos Sacra
mentos imprimen carácter, y por consiguiente jamas se pueden
reiterar.
§. III.

D.el número de los Sacramentos,

Sigúese ahora que reconozcamos quantos son los Sacra


mentos de la Ley nueva. El Concilio de Trento (b) señala
siete, á saber , el Bautismo, la Confirmación , la Eucaristía,
la Penitencia , la Extrema-Unción , el Orden , y el Matri
monio. Y así consta de las Escrituras , y mas particularmen
te de la tradición confirmada por el consentimiento de todas
las
(o) Tract. 5. in Joan, (b) Session 7. can. a.
Tom. II. B
1o Instrucciones
las Iglesias Cismáticas separadas de la Iglesia Romana de mil
y doscientos años á esta parte- A que se añade una razón de
congruencia tomada de las cosas que se trasladan por seme
janza de la vida natural á la espiritual. Porque siete cosas
parecen ser necesarias al hombre para vivir, conservar su
vida , y emplearla en utilidad suya , y de la República de
quien es miembro , quales son , nacer , crecer , mantenerse,
curarse si enferma , y convalecer ; esto por orden á sí mis
mo : y por lo que toca á la República , que nunca falten
Ministros que la gobiernen , y procuren la conservación del
linage humano -por medio de la propagación legítima. Tras-1
lademos , pues , estas eosas á la -vida espiritual del alma,
para colegir de aquí el número de los Sacramentos, i .° Por
el Bautismo renacemos para Jesu-Christo. 2.0 Por la Confir
mación crecemos , y somos fortalecidos con la divina gra
cia ; pues como escribe San Agustín (a) : El Señor dixo í
los Apóstoles ya bautizados : Sentaos en . la Ciudad basta que
seáis revestidos con la fortaleza de lo .aito^b). 3.0 Por la Eu
caristía se sustenta y mantiene nuestro espíritu como con un
manjar verdaderamente celestial y divino, y así dixo el Sal
vador : Mi carne es verdaderamente comida , y mi sangre ver
daderamente bebida (c). 4.0 Por la penitencia se recobra la sa
lud , que habíamos perdido por el pecado. Por la Ex
trema-Unción se arraygan y fortalecen las virtudes del ¿al
ma , y se borran las reliquias de los pecados , por lo qual
dixo Santiago : T si tuviere pecados se Je perdonarán (d).
6.0 Por el Orden se confiere la potestad de exercer los mi
nisterios públicos de los Sacramentos , y de celebrar todas
las funciones sagradas. 7.0 Y por el matrimonio se santifica
el enlace del hombre y lamnger, á fin de procrear y edu
car religiosamente los "hijos para el culto de Dios, y :1a
conservación del linage humano.
De

(o) Ep. 108. (¿) Xuc. 34. (c) Joan. 6. (</) Jacob, g.
sobre Et Catecismo» Parte II. 11

§• IV.

De la necesidad de los Sacramentos.

La necesidad de los Sacramentos se demuestra por la


obligación que tienen los Christianos de recibirlos , y esta
es visible por tres razones. i.a Todos los Christianos están sin
duda obligados á procurar las gracias necesarias para unirse
á Dios , para entrar en el camino de la salvación , y avan
zar en él : pues los Sacramentos son medios necesarios para
obtener estas gracias , y á este fin han sido instituidos por
Jesu-Christo.
2.» A esto mismo les obliga el precepto de amar á Dios;
porque el amor que deben tener á Dios como á su último
fin , siendo , como debe ser , eficaz , les obliga á poner los
medios necesarios para llegar á él : siendo , pues , los Sacra
mentos los medios necesarios para llegar á la posesión de
Dios , ninguno puecje dispensarse de recurrir á ellos.
3.a El amor que deben tener á Dios como Soberano
Juez , les obliga á satisfacerle del modo que puedan , y ha
cerse conformes á su justicia , destruyendo- en ellos el reyno
del pecado , que es contrario á ella : y pues Dios les ha
descubierto el medio de satisfacerle por la aplicación de la
sangre de Jesu-Christo que se hace á los que reciben los Sa
cramentos , y de reformar su voluntad por la gracia que se
les comunica en ellos , están obligados á abrazar este me
dio. Pero esta obligación de acercarse á los Sacramentos,
comprehende necesariamente la de prepararse para recibir
los , porque la falta de preparación no solamente impide
recibir el fruto de los Sacramentos , sino que es el origen de
una infinidad de pecados , ya para los que se abstienen de
recibirlos , por no tener el trabajo de prepararse digna
mente , ya para los que les reciben sin preparación, y por tan
to indignamente.
Los Sacramentos , pues , son necesarios á los Christianos,
pero no todos lo son igualmente , sino unos mas que otros.
£2 Por
11 Instruccioítes
Porque el Bautismo es absolutamente necesario á todos , co
mo lo declaró Jesu-Christo por estas palabras : El que no re
naciere del agua , y del Espíritu Santa , no puede entrar en el
Reyno de Dios (a). La penitencia solo es necesaria á los que
han pecado mortalmente después del Bautismo. Y el Orden,
aunque no es necesario á cada uno de los Fieles , lo es ab
solutamente á la Iglesia. Todo lo qual se entenderá mejor
quando tratemos de los Sacramentos en particular.

> V. , .. .

De las causas por qué han sido instituidos los Sacramentos.

;v. Xa primera causa por que Dios (h) ha instituido los Sa


cramentos, es la debilidad y baxeza del entendimiento hu
mano , que no puede arribar al conocimiento de las cosas
espirituales é invisibles , sino por medio de las corporales y
visibles , como insinúa el Apóstol. Si fueras espíritu puro,
dice el ChrysóstOmo (c) , Dios te hubiera dado dones pura
mente espirituales ; mas como el alma está unida al cuerpo , te
da sus dones espirituales baxo. señales sensibles y corporales^
guales son los Sacramentos , para que con este socorro pu
dieses sostener tu espíritu , y elevarle al conocimiento de la
virtud oculta de Dios que obra en ellos.
JLa segunda causa es el haber querido Dios remover la
dificultad con que nuestro entendimiento se mueve á creer Jas
cosas que se nos prometen sencillamente. Pues así como el
Señor desde el principio del mundo solia declarar con pa
labras las cosas que habia determinado obrar en la sucesión
de los tiempos , pero quando meditaba alguna obra singu
lar , cuya grandeza jjpdria retardar la fe que se debía á su
promesa , anadia á las palabras diferentes señales para au
torizarla , como sucedió quando envió, (d) á "Moyses á dar

(a) Joan, 3. (i) De hit vid. Aug. h'b. ix. de Tria, c a. &S.Thom.
i. p. q. Ai. a. t. (c) Hom. 33. ítt Matth. 1
. (¿) Exod. c. 3. 10. & c.i 4. y. 3, 6. 9. .
s©bre el Catecismo. Parte II. r3
libertad á su pueblo, que gemia baxo la dura servidumbre
de Faraón en el Egipto : así ahora habiéndonos hecho Jesu-
Christo las grandes promesas del perdón de los pecados,
de la gracia celestial , y de la comunicación del Espíritu
Sanio , instituyó ciertas señales sensibles , que fuesen como
prendas , con que le tuviésemos obligado , y así no pudié
semos dudar de que cumplirá fielmente lo que nos ha pro
metido.
La tercera causa es , el que tuviésemos á mano , como
escribe San Ambrosio (a) , y pudiéramos aprovecharnos fácil
mente de los remedios y medicamentos del Samaritano Evan
gélico (¿), así para reparar , como para conservar la salud
de nuestras almas. Porque lo ».° sin este socorro no podría
mos participar de la pasión de Christo , cuyo fruto se de
riva á nosotros por medio de los Sacramentos como por otros
tantos celestiales conductos , de suerte que no podemos es
perar la salud sino por estos medios. Y lo 2.0 ¿qué seria de
nosotros sin los Sacramentos , atendida la fragilidad huma
na 1 ¿Cómo podría esta sostenerse entre tantos peligros co
mo la rodean ? ¿Y si cayese alguna vez , podría fácilmente
levantarse, y reparar sus heridas? ••
La quarta causa es-, que Dios proporcionando siempre
sus designios á las necesidades de nuestra naturaleza, ha que
rido , que al mismo tiempo que los hombres se uniesen á él
por el culto espiritual de la fe , esperanza , y caridad , se
uniesen también entre sí en un cuerpo visible de Religión (r)
con el lazo de algunas señales visibles : los Sacramentos,
pues , son estas señales sensibles , son este lazo que une vir
siblemente á los fieles , y forma de ellos una sociedad chris-
tiana ; les suministra su apoyo y subsistencia en los bienes
espirituales que les comunica , y les distingue de los infieles.
La quinta causa se toma de aquellas palabras del Após
tol : Es necesario creer de corazón para obtener la justicia,
y confesar ¿a fe por las palabras para, conseguir la sa
lud
(o) Lib. g. de Sacram. c. 4. {i) Lac. 1. v. 33.
[e) Aug. lib. 19. cocí. Faust. c. su & de ver. Kelig. c 17. .
14 Instrucciones
lud {a): pues recibiendo religiosamente los santos Sacramen
tos , publicamos y confesamos nuestra fe á vista de los hom
bres , para, que Jesu-Christo nos confiese á nosotros delante
de su Padre que está en los Cielos
La sexta causa es , que los Sacramentos- tienen una gran
virtud , ho solamente para avivar y exercitar nuestra fe,
sino también para inflamar la caridad con que debemos amar
nos mutuamente , porque la participación común de estos sa
grados misterios , nos hace presente que estamos unidos con
un estrechísimo lazo , y que todos somos miembros de un
mismo cuerpo , baxo una sola cabeza que es Jesu-Christo.
La séptima causa es , el haber querido Dios probar por
este medio la obediencia del hombre pecador , así como pro
bó la de Adán inocente , con el precepto que le impuso en
el Paraíso ; y enseñarle que vaya á Dios por el camino que
el Señor quiere prescribirle , y no por sus fantasías y ca
prichos , humillándose en todas las cosas baxo su mano po
derosa.
§. VL

Del Autor , y Ministros de los Sacramentos.

El Concilio de Trento (c) ha definido , que los Sacra


mentos fueron instituidos por Jesu-Christo ; porque solo Jesu-
Christo, verdadero Dios , tiene derecho y potestad para unir
la gracia á las señales exteriores y sensibles , y de penetrar
é introducirse en los corazones y entendimientos de los hom
bres, rectifi .ándolos é ilustrándolos soberanamente, paralo
qual es necesaria una virtud divina. Por tanto , pregunta
San Ambrosio : iQuién (d) es el Autor de los Sacramentos sino
Jesu-Christo t Si Dios solo puede hacer justo al hombre,
¿quién sino Jesu-Christo Dios ha instituido los Sacramentos
por los quales adquiere el hombre su propia justificación?
Ni se ha de pensar con algunos Teólogos , que los Após-
to-
(«) Rom. 10. io. (£)' Matth. io. 3»,
(c) Sess. 7. can. 1. \d) Lib. 4. de Sacram. c. 4.
sobre el Catecismo. Parte II. iy
toles hayan instituido algún Sacramento , por exemplo , la
Extrema-unción (<?); porque habiendo definido el Concilio de
Trento , que todos los Sacramentos lian sido instituidos por
Jesu-Christo , ha prevalecido justamente la sentencia de San
to Tomas (b) , como mas conforme á la expresión del Con
cilio , en Ja qual sostiene el Santo , que Jjesu-Christo Dios y
hombre ha instituido inmediatamente todos 4os Sacramentos.
Pero aunque Jesu-Christo Dios sea el Autor de los Sa
cramentos , ha querido no obstante que se administrasen en
la Iglesia por medio de los hombres - y una constante y per
petua tradición nos enseña , que el oficio de los Ministros
es absolutamente necesario para hacer los Sacramentos. San
Agustín distingue dos modos de conferir «1 Bautismo , y lo
mismo se puede decir de los demás Sacramentos. El uno por
autoridad propia , obrando inmediatamente en el alma el
efecto del Sacramento-; y el otro en qualidad de Ministro.
En este .último sentido le administran los Sacerdotes de la
Iglesia ; y solo Jesu-Christo puede conferirle del primer
modo. Nuestro Señor Jesu-Christo , dice el Santo (c) , no quiso
dar su Bautismo á otro , para que se reconociese , que el Se
ñor bautizaba por medio de sus Ministros , esto es, que quandp
los Ministros .bautizasen , bautizaba el Señor, y no ellos ; por
que como dice la Escritura : Él es quien .bautiza. Los Mi
nistros., pues, en la administración de los Sacramentos no
representan su persona , sino la de Christo. Y por esto, aun
que ellos sean malos , ó de malas costumbres, siempre que
practiquen aquellas cosas que observa la Iglesia por institu
ción divina , y tengan intención de hacer lo que hace la
misma Iglesia , verdaderamente hacen y confieren los Sacra
mentos , de suerte que ninguna cosa puede impedir el efecto
de la gracia á quienes los reciben , á menos que estos por
sí mismos pongan óbice al Espíritu Santo. Y así aunque Ju
das Iscariote bautizó á muchos , de ninguno de ellos se lee,
que fuese rebautizado. Dió Judas el Bautismo , dice San Agus
tín
(o) Vid. S. Aug. Ep. ii 8. & tract. g. in Joan.
(¿) S. Thom. 3. p. q. 54. a. a. (c) Tract. $. in Joan. n. 6. & 8.
16 Instrucciones
tin (a) , y no se volvió á dar después de Judas á los bautiza
dos por él. Dióle Juan , y se reiteró después de Juan. Porque
el Bautismo que dió Judas era el Bautismo de Chrislo : mas
el que dió Juan era el Bautismo de Juan. Con trucha razón,
pues , anteponemos , no Judas á Juan , sino el Bautismo de Chris-
to aun dado por mano de Judas , al Bautismo de Juan aun dado
por mano de Juan.
Hemos dicho que aunque los Ministros sean malos , verda
deramente confieren los Sacramentos siempre que tengan inten
ción de hacer lo que hace la Iglesia • porque la intención del
Ministro es indispensablemente necesaria para el valor del
Sacramento , como lo difinió el Concilio de Trento. Pero resta
saber , si es necesario tener intención de hacer una cosa sa
grada instituida por Jesu-Christo ; ó si la intención de ob
servar el rito externo del Sacramento , y la forma de ad
ministrarle , que prescribe la Iglesia , es bastante por sí sola
para hacer válidamente el Sacramento? La sentencia mas co
mún , dice Benedicto XIV. (¿) , es , que el Ministro debe te
ner intención actual ó virtual de hacer no solamente el rito ex
terno T sino también lo que Christo instituyó , ó lo que hace la
Iglesia ; y ésta se debe seguir del todo en la práctica como la
mas segura : porque , á la verdad , siendo como es absoluta
mente necesaria la intención del Ministro para el valor del
Sacramento , nos expondríamos á hacerle nulo por falta de
intención , no siguiendo en esta parte la opinión mas segura;
que es la razón en que se ha fundado la Iglesia para decla
rar , que en orden á las materias y formas de los Sacramen
tos se debe seguir siempre la opinión mas segura.
A la seguridad de esta sentencia se junta su mayor pro
babilidad sobre la contraria , especialmente después que Ale-
xandro VIII. condenó la proposición que decia : Es válido
el Bautismo conferido por el Ministro que observa el rito exter
no , pero que interiormente en su corazón , y para sí mismo re
suelve , que 110 ii -snta hacer lo que hace la Iglesia. Porque no
se puede dudar que el asunto y fin de esta proposición era
es-
(a) Trtct. ¿. in Joan, (i) Lib.7. de Synod. Dioece*. c. 4.
sobre el Catecismo. Parte IT. 17
establecer la validación del Sacramento por la sola observan
cia del rito externo , aunque faltase la intención interior y
oculta en el corazón del Ministro de hacer lo que hace la Iglesia:
y esto mismo parece ser lo que afirma y sostiene la opi
nión contraria á la sobredicha sentencia.
Pero aunque la virtud y eficacia de los Sacramentos no
dependen de las costumbres de los Ministros , supuesto que
tengan verdadera intención de hacer lo que hace la Igle
sia , sin embargo es cierto que deben estos hallarse en estan
do de gracia para administrarlos sin pecado , porque las co
sas santas deben ser tratadas santa y religiosamente. Así el Sa
cerdote que se sintiere manchado, con alguna culpa grave,
está obligado á abstenerse de la administración de los Sacra
mentos hasta haberse reconciliado con Dios por medio de la
penitencia , y de lo contrario se haria reo de un sacrilegio,
como lo declaró eL Concilio Tridentino hablando de la cele
bración de la Misa , y de consiguiente acreedor á los mayores
castigos. Tema pues el Sacerdote profanador de su ministe
rio caer en manos de Dios vivo , porque si dixo el Señor al pe
cador : 1 Cómo te atreves tú á anunciar mis justicias , y á to
mar mi testamento en tu boca (a) 'i ¿ qué no dirá y hará á un
Ministro prevaricador que vilipendia los Sacramentos , y se
arroja á administrarlos en pecado mortal ?

S. VIL

Diferencia entre los Sacramentos de la Ley antigua,


y de la nueva.

Los Sacramentos de la Ley nueva se diferencian de los


de la Ley antigua , como de la Circuncisión , de los Sacrifi
cios , y etras observancias legales , 1 ,° en su virtud ; porque
todas estas observancias eran , como dice San Pablo (¿) , ele
mentos débiles , é insuficientes para la justicia , y solo servían
para la limpieza exterior de la carne (c) , no para la interior
del
(a) P». 49. (¿) Galat. 4. j». (<•) Hebr. 9. 13.
Tem. II. C
18 Instrucciones
del alma. Pero' los Sacramentos de la Ley nueva obran Jo
mismo qu- significan , por la virtud divina que los acompa
ña , y purifican nuestras conciencias de las obras muertas , y de
las manchas que habíamos contraído por los pecados , pam dar
un culto mas perfecto á Dios vivo (a). Los primeros Sacramen^
tos , dice San Agustín (b) , eran profecías y figuras de Christo
que habia de venir : y habiéndose cumplido por su venida , fue
ron suprimidos los primeros Sacramentos ,y se establecieron otros
mas eficaces , mas útiles , mas fáciles , y en mas corro número.
2 ° Además se diferencian en que en la administración de los
Sacramentos de la Ley antigua no se guardaba forma algu
na determinada , á lo menos que haya llegado á nuestra no
ticia : de donde se sigue , que eran muy inciertos y obscuros
en su significación. Pero los Sacramentos de la Ley nueva se
administran con determinadas palabras , que no dexan lugar
á duda alguna acerca de su significación.

§. VIII.
De las ceremonias de los Sacramentos.
Aunque las ceremonias sagradas con que se administran
los Sacramentos no sean absolutamente necesarias para el va
lor de ellos , deben no obstante ser miradas con el mayor
respeto y veneración , y no pueden omitirse sin pecado mor
tal las que sean legítimas : sobre lo qual se deben observar
las siguientes reglas que prescribe San Agustín : i." que de
be seguirse la costumbre de la Iglesia en donde cada uno se
halla : 2.a que no obstante esta costumbre, es necesario cor
tar y suprimir las ceremonias superfluas y arbitrarias ; pues
aunque no se pueda probar que sean contrarias á la fe , car
gan sin embargo á la Religión con una servidumbre onerosa,
y opuesta al designio que tuvo Jesu-Christo de sujetarnos en
. la Ley nueva á pocos sacramentos , y estos muy claros (c).
Al contrario : las ceremonias que están aprobadas por la
Iglesia , deben ser respetadas, y observadas i.° porque algu
nas
(a) Ibi. v. 14. (¿)Lib. 19. cont. Faoít. c. 13. (c) Ep. 55. c. 18. & 19.
sobre el Catecismo. Parte IT. 19
tras de ellas, como las unciones y exorcismos del Bautismo, se
han considerado hasta ahora como que vienen de tradición
Apostólica , pues hallándose establecidas desde los primeros
tiempos del christianismo , no se ve que hayan sido ordenadas
por alguna Ley de la Iglesia , que es la regla que da San
Agustín para conocer lo que enseña la tradición : 1° porque
han sido instituidas para tratar santamente las cosas santas,
y ofrecer este culto de Religión á Dios en la administra^
«ion de los santos Sacramentos : 3.0 porque sirven para ha
cernos conocer mejor la excelencia y santidad de los Sacra
mentos , y excitarnos por tanto á recibirlos con mayor devo
ción y respeto : pues en efecto si llegáramos á conocer bien la
grandeza , dignidad , y santidad de los Sacramentos , sin du
da que nos acercaríamos á ellos penetrados de los sentimien
tos m.is vivos de respeto y humildad ; confesaríamos y ad
miraríamos profundamente la virtud divina que eleva las
cosas corporales y sensibles á producir en nosotros la gracia
santificante , que es una participación y semejanza de la na
turaleza del mismo Dios , por la qual somos hechos hijos
y herederos de Dios , y coherederos de Jesu-Christo ; y de
aquí nos moveríamos á darle continuas gracias por la gran
misericordia con que ha procurado nuestra salud instituyen
do los Sacramentos. Porque los Sacramentos son como el com
pendio de todas las pruebas que nos ha dado de su amor , y
el fruto de sus beneficios , supuesto que por ellos se nos co
munican las inmensas riquezas de la pasión y muerte de Je
su-Christo , que nos dan derecho al Reyno de los Cielos. Es
tos son los grandes é inestimables dones que nos ha dexado
nuestro Salvador ; dones irrevocables , pues como dice la Es
critura , Dios no se arrepiente de sus dones (a) ; y el mismo
Señor ha prometido continuarlos hasta la consumación de los
siglos : dones que nos ha merecido á costa de su sangre , por
que los Sacramentos son las fuentes del Salvador , que fueron
abiertas con sus llagas (b) , de donde corre el agua salu
da
da Rom. 11. 49. (¿) Isa!. 1». 13. Aug. lib. a. de Sionb. c. 9. fc
trace, 15. io Joan.
C a
io Instrucciones
dable de la gracia , que debe inundar á todo el mundo , pero
principalmente á los justos de la nueva Ley ; pues si los
antiguos justos recibieron de la plenitud de Jesu-Christo por
una gracia anticipada , nosotros hemos recibido sobreabun-
dantemente , y la plenitud misma , si se puede hablar así.
Y porque la grandeza del beneficio no solamente se debe
medir por lo que es la gracia en sí misma , sino también por
el modo de hacerla , y por consiguiente baxo este aspec
to merece asimismo nuestra gratitud ; conviene que considere
mos , que Jesu-Christo , á fin de que todos pudiesen mas fá
cilmente participar de sus méritos y recibir sus gracias , esta
bleció Ministros de los Sacramentos , para que en toda la tier
ra hiciesen correr su sangre por estos canales sagrados, ad
ministrándolos á todas las naciones. ¡ O caridad inefable!
¡ O inestimable beneficio ! ¡ Mas ay de nosotros si no cor
respondemos á él como debemos ! Al que recibe menos , se le
pide ménos ; pero al que recibe mas , se le pide mas , y le es
pera por tanto un juicio mas terrible , dice San Gregorio
¡porque aumentándose los dones , se aumenta también la obli
gación de usar bien de ellos , y dar una razón correspon
diente del fruto que debiéron producir en nosotros. Vene
remos , pues, los Santos Sacramentos , freqüentémoslos con
devoción y reverencia para conservarnos y crecer en la gra
cia en esta vida hasta lograr su consumación en la Gloria.
Amen. •-

(0) Hom. 9. jn Evaog.

IKS-
sobre el Catecismo. Parte II. ai

INSTRUCCION II.

sobre el Sacramento ©el Bautismo.

§• I.

De la necesidad de instruirse del Bautismo ; del nombre del


Bautismo , y de otros nombres que dieron los Padres
á este Sacramento.

Ei Bautismo es uno de los mas importantes misterios de


nuestra fe , de que hacemos expresa profesión en el Símbolo
de Nicea ; y esto debe ser bastante para haceros ver la nece
sidad que tenéis de instruiros de este Sacramento. Porque si
juzgáis de él únicamente por los sentidos, ¿qué diferencia
hallaríais entre un niño ántes del Bautismo , y el mismo ni
ño después de haber recibido el Bautismo ? Y sin embargo
la fe nos obliga á mirar al niño no bautizado como objeto de
la ira de Dios por el pecado original que ha contraído en su
nacimiento; y al niño bautizado como miembro de Jesu-Chris-
to , como templo del Espíritu Santo , como hijo de Dios y
heredero del Cielo. ¿No será , pues , necesaria la noticia y
conocimiento del Bautismo, que es la causa de esta gran dife
rencia entre los dos estados? ¿Se podrá despreciar el conoci
miento de las gracias que nos comunica , de la dignidad á
que nos eleva, y de las obligaciones que contraemos en él?
jNo seria esto abandonar nuestros principales intereses ? En
consideración á esto los Apóstoles tenian gran cuidado de
enseñar á los fieles particularmente la doctrina del Bautismo^
y San Pablo habla de él como de una cosa muy sabida : ¿ Ig
noráis , dice, que todos los que hemos sido bautizados en Christo9
hemos sido bautizados en la semejanza de su muerte (a) ? Y en es
ta misma atención procuraremos nosotros instruir a los Chris-
tianos de todas las cosas que es necesario saber de él.
Y
(«) Rom. 6, 3.
a2 Instrucciones
Y empezando por la palabra bautismo , nadie ignora que
es un nombre griego , el qual aunque en las sagradas Escri
turas no solamente significa aquella ablución que se hace
en el Sacramento del Bautismo , sino también todo género de
lavatorio (a) , y aun alguna vez se ha trasladado á significar
la Pasión del Señor (¿) ; mas entre los Escritores eclesiásticos
se emplea constantemente para significar un Sacramento insti
tuido por Jesu-Christo , en el qual por el lavatorio que se
hace con el agua y la debida forma de palabras , es reengen
drado espiritualmente el hombre , y purificado del pecado
original y de todos los pecados que hasta entonces hubiere
cometido ; y este es el sentido en que Jesu-Cliristo y los
Apóstoles (f) usaron muy freq'üentemente de este nombre.
El Apóstol y los Santos Padres se valieron también de
otros nombres para significar este mismo Sacramento , y le lla
maron ya Sacramento de la fe (jí) , porque profesamos en él
toda la fe de la Religión Christiana ; ya iluminación (e), por
que nuestra alma es iluminada por la fe que profesamos en
el Bautismo ; ya principio de los santísimos mandamientos de
Jesu-Christo , porque siendo este Sacramento la puerta de la
vida christiana , empezamos por él á obedecer á los manda
mientos de Dios (/) ; ya expargación , porque somos purifica
dos en el de la levadura vieja de la maldad, para ser una nue
va masa de justicia (g) ; ya sepultura (h) ; ya plantación (/') ; ya
finalmente cruz (k) de Christo con alusión á los diferentes efec
tos del Bautismo , de que hablarémos en su lugar.

(«) Hebr. p. 10. Marc. 7. 4. (A) Marc. 10. 38. (c) L Cor. 1. 13.
Ephes. 4. 5. Galat. a. «7. I. Petr. 3. ai. (d) Aug. ep. 13. ad Bonif.
(*) S. Dionis. de Eccles. Hier. c. 3. Hebr. 10. 3*. & c. 6. 4.
(/) S. Dionis. de Eccles. Hier. c. ía. (g) I. Cor. $. 7. (¿) Rom. 6. 4.
(«) lbid. v. j. (*) Ibid. v. 5.
sobre el Catecismo. Parte. II. 23

§• II.

De la institución de este Sacramento , y de las cosas que


le son esenciales.

No se puede dudar que el Bautismo es un Sacramento


instituido por Jesu-Christo. Esta es una verdad enseñada uni
formemente por todos los Doctores ; mas para evitar la con
fusión en que han incurrido algunos de ellos, es necesario dis
tinguir dos tiempos (a) : el uno quando el Salvador instituyó
este Sacramento ; y el otro quando impuso la obligación de
recibirle. Por lo que toca al primero , es claro que el Señor
instituyó este Sacramento , quando él mismo fué bautizado por
San Juan , porque entónces , según los Padres (¿), dió al agua
virtud de reengendrar á los hombres , comunicándoles la vida
espiritual. Desde que Christo entró en el agua, escribe San Agus
tín (f) , desde entónces lava el agua todos los pecados. Y en otro
lugar : Es bautizado el Señor , no porque tuviese necesidad de
lavarse , sino para dar á las aguas virtud de lavar , purificándo
las con el contacto de su purísima carne (d). Así fué ciertamen
te , y en prueba de ello , al tiempo mismo que el Señor fué
bautizado , se declaró que estaba sensiblemente presente la
Trinidad Santísima , en cuyo nombre se confiere el Bautismo:
porque allí se oyó (e) la voz del Padre , estaba presente la
Persona del Hijo , y baxó en figura de paloma el Espíritu
Santo ,-y además se abriéron los Cielos , cuya entrada se nos
franquea por el Bautismo. Pero aunque Jesu-Christo consa
grase lás aguas al entrar en ellas por el contacto de su santí
simo cuerpo, para darlas virtud de lavar las almas en el Bau
tismo , y de consiguiente haya sido instituido este Sacramento
antes de la pasión del Señor , con todo eso se ha de creer fir-
. mísimamente que toda su virtud y eficacia se deriva y dima
na
(a) S. Thom. 3. p. q. 66. a. *. (¿)~Naz¡anz. orat. in Natal. Salv. Aug.
•trm. ay. de teoop. (c) Sun. 36. deteuip. {d) Ib. & «raí. 37. de Utnp.
(#; Mata. 3. 17. ,
34 Instrucciones
na de la Pasión misma del Salvador , la qual era como el fin
y el sello de todas sus acciones.
Acerca del segundo tiempo no se puede dudar que la
Ley del Bautismo fué impuesta quando después de haber
resucitado Jesu-Christo dixo á sus Apóstoles : Id , y enseñad
á todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre , y del
Hijo , y del Espíritu Santo (a) : y por consiguiente desde en
tonces quedaron los hombres obligados á recibir el Bautismo
para conseguir la salud eterna. Así se infiere claramente de
aquellas Palabras del Príncipe de los Apóstoles : Nos reengen
dró en el agua del Bautismo por la Resurrección de Jesu Christa
de entre los muertos , que se nos ha aplicado en él para darnos
una viva esperanza de resucitar algún dia con el mismo Je
su-Christo (b) ; y de lo que escribe San Pablo hablando de la
Iglesia: Se entregó , dice ¡¡a sí mismo por ella para santifi
carla , purificándola con el Bautismo del agua por la palabra de
vida (c) : porque uno y otro parece que difieren la obligación
de recibir el Bautismo al tiempo que siguió á la Pasión del Se
ñor : y por órden al mismo tiempo deben entenderse aquellas
palabras del Salvador : El que no renaciere del agua y del Es
píritu Santo , no puede entrar en el Reyno de Dios
De esta sentencia de Jesu-Christo, y de las palabras que el
mismo Señor usó para imponer la Ley del Bautismo , á saber:
Id , y enseñad á todas las naciones , bautizándolas en el nombre
del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo , se colige mani
fiestamente que el agua y las palabras : To te bautizo en el
nombre del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo son las
dos cosas que constituyen este Sacramento , y por las qua-
les debe explicarse su naturaleza y substancia , diciendo : que
es Sacramento de regeneración por el agua en la palabra. Porque
habiendo nacido hijos de ira (e) por la naturaleza que trae
mos de Adán , renacemos en Christo hijos de misericordia;
pues este Señor ba dado potestad para venir á ser hijos de Dios
á todos aquellos que le Pan recibido , esto es , á los que creen en
su
(ú) Matb. a8. 19. (b) f. Petr. 1. 3. (í) Ephes. g. 15. 26.
id) Joan. 3. 5. (*) Ephes. a. 3. . „
sobre el Catecismo. Parte II. ij
su nombre , los quales no han nacido de la sangre , ni de la vo
luntad de la carne, ni de la voluntad del hombre , sino de Dios
mismo (a).
Expliquemos , pues , con separación estas dos cosas esen
ciales al Bautismo. En primer lugar es constante , como lo
han definido los Concilios , y en especial el Tridentino
que el agua que debe servir para el Bautismo no ha de ser
artificial , sino natural , qual es aquella que sencillamente y
sin adición alguna suele comunmente llamarse agua , ya sea
de mar , ya de rio , ya de laguna, pozo , ó fuente. Tal era
el agua con que bautizaban San Juan , y el mismo Jesu-
Christo, y la que usaban los Judíos en sus bautismos , ó pu
rificaciones. Con ella pedia el Eunuco de hi Reyna de Can-
daza á Felipe Diácono que le bautizase ; y de ella habló el
Salvador quando dixo : El que no renaciere por el Bautismo
del agua , y por la gracia del Espíritu Santo , no puede en
trar en el Reyno de Dios (c) ; y el Apóstol diciendo : Que la
Iglesia fué purificada con el Bautismo del agua (d) ; y final
mente San Juan por estas palabras : Tres son los que dan tes
timonio en la tierra , el espíritu , el agua , y la sangre (e) • y
lo mismo confirman otros varios testimonios (/) de la sa
grada Escritura.
Esta misma verdad se halla también significada repeti
das veces por las figuras y ' predicciones de los Profetas. .
Por las figuras : porque el diluvio que purificó al mundo , por
haber crecido mucho en la tierra la malicia de los hombres,
y estar inclinados al mal todos los pensamientos de su corazón
fué figura y semejanza de esta saludable agua, como lo de
muestra el Príncipe de los Apóstoles en su primera carta
La misma significación atribuye San Pablo escribiendo á los
de Corinto al tránsito de los hijos de Israel por el mar Ro-
xo (í) ; la misma tuvo el baño de Naaman Syro ; y la mis
ma , la admirable piscina probática , en que se curaban
to-
(a) Joan. i. n. (¿) Sess. 7. de Bapt. cao. a.
(c) Joan. 3. $. (rf) Ephes. $. 16. {e) 1. Joan. g. 8.
(/) Actor. 8. 36. Hebr. 10. ¡»a. 1. Petr. 3. 10. (g) Gen. 6.
(t) 1. Fctr. 3. ai, (i) x. Cor. 10. 1. Exod. 14. n,
T^n. II. D
26 • Instrucciones
todas las enfermedades (a). Por las profecías : porque no se
puede dudar , que aquellas misteriosas aguas con que tan li
teralmente convida el Profeta Isaías (¿) á todos los sedien
tos ; las que vió en espíritu el Profeta Ezequiel (<•) que sa
lían del templo ; y las que profetizó Zacarías (d) , que es
tarían preparadas á la Casa de David , y á los moradores
de Jerusalen para lavar á los pecadores y á las mugeres in
mundas ; todas ellas se ordenaban á significar y declarar la
saludable agua del Bautismo.
Y en efecto , nada hay mas conforme á la naturaleza
y virtud de este Sacramento , que el uso del agua común
para la administración y valor de este Sacramento» Pues lo
i.° , como el Bautismo es necesario á todos para conseguir
la vida eterna , fué muy conveniente que se instituyese' el
agua natural y común para su uso , á fin de que estando,
como está siempre á mano , se pudiese fácilmente adminis
trar este socorro en todas las necesidades y urgencias. Lo
a.o porque el agua representa muy al vivo el efecto del Bau
tismo , pues sirviendo ella para lavar las manchas exterio
res del cuerpo , declara con mucha propiedad la virtud y
eficacia del Bautismo , para lavar las manchas interiores de
los pecados. Lo 3.0, porque así como el agua es sumamente
oportuna y propia para refrescar los cuerpos , así también
el Bautismo templa y amortigua en gran parte el ardor de
las pasiones (e\
Ni se ha de pensar por esto que el Bautismo consiste
en el agua que se guarda en la sagrada pila para adminis
trarle ; de ninguna manera ; ántes bien es cierto , que el
agua solo entra á hacer Sacramento quando actualmente usa
mos de ella para lavar á alguno , diciendo las palabras que
Jesu-Christo instituyó á este efecto. Porque este Sacramento
se hace , ó administra por modo de acción , ablución , ó /a—
vatorio , como dice el Apóstol , en el qual se debe guardar
■ el

(a) 4. Reg. g. 14. & Joan. 5. 4. (b) Isai. 55. u


[c) Ezech. 47. 1, (d) Zachar. 13. t.
(e) Vid. S. Hier. Ep. 83. ad Occean. St S. Thom. 3. p. q. 66. a. 3.
sobre el Catecismo. Parte II. 27
el órden debido: y por tanto es necesario advertir 1.0 que
eJ Eautismo , ó lavatorio puede (a) hacerse de tres modos,
según el estilo y costumbre comunmente recibida en la Igle
sia ; ó metiendo en el agua al que debe ser bautizado , lo
que por mucho tiempo se observó en la Iglesia desde sus
primeros siglos; ó vertiéndola sobre él , lp que se usa co
munmente ahora ; ó rodándole con ella , como se colige que
lo hizo San Pedro (¿) , quando-en un mismo día bautizó á
tres mil hombres que habia convertido á la verdad de la fe:
y de qualquiera de estos tres modos se hace verdaderamente
el Bautismo , siendo cierto que por qualquiera de ellos se
significa y expresa la limpieza y santificación interior que
el Bautismo obra en el alma. 2.0 Que en la administración
del Bautismo se pueden hacer tres abluciones , ó una sola,
pues de la carta.que San Gregorio Magno escribió á San Lean
dro (f) consta suficientemente , que el Bautismo se adminis
traba antes en la Iglesia válidamente por una , y por tres
abluciones, y que también se puede administrar ahora. Pero
sin embargo los fieles deben guardar aquel rito qué se ob
servare en su respectiva Iglesia. 3.0 Que la ablución no se
ha de hacer en qualquiera parte del cuerpo (¿) , sino en la
cabeza , en donde residen principalmente todos los sentidos
así interiores, como exteriores. 4.0 Que el Ministro que bau
tiza , sea el que fuere , debe pronunciar las palabras insti
tuidas por Jesu-Christo para la administración de este Sa
cramento , no ántes ni después de la ablución , sinó al mis
mo tiempo que echa el agua sobre el que va á ser bauti
zado. S'° Que aunque el agua natural sea bastante para ha
cer este Sacramento siempre que hubiere necesidad urgente
de administrarle ; no obstante siempre se observó en la Igle
sia Católica por tradición de los Apóstoles el añadir al
agua quando se administra el bautismo con ceremonias so
lemnes el sagrado chrisma (e) , para declarar mejor el prin-
ci-
(o) Id. ibi. a. 7. (b) Actor. 1. 41. (c) Lib. 1. ep. 41.
(rf) Conc. Tolet. IV. can. 5. S.Thom. 3. p. q. 66. a. 7. ad 3.
(?) Vid. S. Anibr. lib. 1. de Sacram. c. ». 8c lib. 3. c. 1.
D 2
a8 Instrucciones
cipal efecto de este Sacramento , que es incorporar al bau
tizado con Christo , como miembro con su cabeza ; y por
esto se llama Christiano , de Christo.
Explicada ya una de las dos partes que constituyen el
Sacramento del Bautismo , resta que expongamos y decla
remos la otra, la qual consiste en las palabras que debemos
usar en su administración , y son estas : To te bautizo en el
nombre del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo : palabras
que ha tomado la Iglesia de aquel mandamiento del Salva
dor á sus Apóstoles : Id , y enseñad á todas las naciones bau
tizándolas en el nombre del Padre , y del Hijo , y del Ejpt—
ritu Santo (a) ; pues divinamente ilustrada por el espíritu que
la dirige , ha entendido por aquella palabra bautizando , que*
en la administración de este Sacramento se debe expresar la
persona , y la acción del Ministro , lo qual se hace dicien
do : To te bautizo ; y que asimismo es necesario expresar
la persona del que se bautiza , y la causa principal que
obra el Bautismo, y á este fin se añaden la palabra te , y.
los distintos nombres de la Santísima Trinidad , porque na
concurre á obrar el Sacramento del Bautismo la sola Per
sona del Hijo , de quien escribió San Juan : Este es el que
bautiza (b) , sino juntamente todas las tres Personas de la
Santísima Trinidad. Y así quando se dice en el nombre , esta,
palabra no denota las Personas divinas , sino la substancia,
virtud , y potestad de Dios, que es una misma é indivisible
en las tres Personas ; y por tanto se dice en el nombre^ y>
no en los nombres. Tales son las palabras que debemos usar
en la administración del Bautismo , y que todos deben sa
ber , porque á ninguno es lícito apartarse de ellas , ni subs
tituir otras en su lugar-
Pero es necesario observar que no todas ellas son igual
mente necesarias para hacer el Sacramento , pues aunque se
omitiese la palabra To , cuya virtud y fuerza se contiene en
Ja expresión bautizo ; y aunque no se hiciese mención alguna
del Ministro que bautiza , como sucede en la Iglesia Grie
ga»
{a) Mitch. 18. 19. (#) Joan, x. 33.
sobre el Catecismo. Parte II. 29
ga , en donde se usa esta forma de bautizar : Sea bautizado
el siervo de Christo en el nombre del Padre , y del Hijo , y del
Espíritu Santo , se haría verdadero Sacramento , según lo
difinió el Concilio Florentino (a) , porque solamente es esen
cial á la verdad de este Sacramento la ablución , y la in
vocación expresa de la Santísima Trinidad , como se dice
en los Concilios de Laodicea , de Arles , de Nicea , y Cons-
tantinopla ; de suerte que si faltara alguna de estas cosa»
no se haría Sacramento.
En conseqüencia de esto no se debe seguir la sentencia
de algunos que dixéron , que el Bautismo conferido en el
solo nombre de Jesu-Christo es válido , fundados en aque
llas palabras de los Hechos de los Apóstoles : En el nombre
de Jesu-Christo eran bautizados hombres y mugeres (¿) : pues
de' aquí no se infiere , que los Apóstoles omitiesen la dis
tinción expresa de las tres Divinas Personas , contra lo que
el Salvador les habia mandado en términos formales , si
no que únicamente se significa ( según la interpretación de
San Ambrosio (c) , y San Basilie (d) , que eran bautizados
hombres y mugeres con el Bautismo instituido por Jesu-Chris
to , y para seguir la Religión de Jesu-Christo ; de cuyo
modo de hablar usó el Apóstol quando dixo á los Galatas:
Todos los que estáis bautizados en Christo , habéis sido revesti
dos de Christo (e) ; para dar á entender, que estaban bau
tizados en la fe de Christo , mas no en otra forma que la
que habia instituido el mkmo Jesu-Christo.

§. ra.

De los Ministros del Sacramento del Bautismo.

Para guardar el órden debido en todas las cosas , como


previene San Pablo (/) , es necesario distinguir tres órdenes
de
(a) la doctr. de Sacram. (¿) Actor. a. & 10. & 19.
(c) Lib. 1. de Spirit. Sanct. c. 3. (d) Lib.de Spirit. Sanct. c. ia.
(#) Gilat. 3. 47. (/) 1. Cor. 14.
I
I
3o Instrucciones
de Ministros de este Sacramento. En el primero se han de
colocar los Obispos , y Párrocos , á quienes por derecho
propio pertenece exercer este oficio : pues aunque antigua
mente el Obispo celebraba la mayor parte de los Bautismos,
porque se conferian comunmente en los Sábados de Pascua,
y de Pentecostés , sin embargo es cierto , que los Párrocos
siempre han tenido facultad propia para administrar este Sa
cramento aun en presencia del Obispo , como consta de la
doctrina de los Padres , y del uso de la Iglesia. Los simples
Sacerdotes se pueden llamar en algún sentido Ministros or
dinarios del Bautismo , es decir , que le pueden administrar
en virtud de su órden ; porque estando ordenados para con
sagrar la Eucaristía , que es Sacramento de unidad y de paz,
era muy justo que tuviesen potestad para administrar este
Sacramento , que es la puerta para entrar en la participa
ción de esta paz y unidad. No obstante para exercer esta
facultad necesitan obtener antes licencia del Párroco , ó del
Obispo.
En el segundo órden de Ministros entran los Diáconos,
á los quales no es lícito administrar el Bautismo sino en
ausencia del Sacerdote , y con el permiso del Párroco , ó
del Obispo.
El último órden es de aquellos que pueden bautizar en
caso de necesidad sin ceremonias solemnes ; y en este ór
den entran todos , Eclesiásticos , y legos , hombres y tnu-
geres , católicos y hereges, infieles y judíos, con tal que
tengan intención de hacer lo que hace la Iglesia Católica en
la administración de este Sacramento , como está confirma
do por muchos decretos de los antiguos Padres y Concilios;
y aun el Concilio de Trento fulminó excomunión contra los
que se atrevan á decir , que no es verdadero el Bautismo
administrado por los hereges en el nombre del Padre , y
del Hijo , y del Espíritu Santo , con intención de hacer lo
que hace la Iglesia. Pero en la administración de este Sa
cramento debe ser preferido el católico al infiel , el clérigo
al lego , y el hombre á la muger si la honestidad lo per
mite. Y aquí es de admirar la bondad de nuestro Dios,
que
sobre el Catecismo. Parte II. 31
que á proporción de la necesidad de este Sacramento , ha
hecho fácil su administración , no so'amente instituyendo
para su uso el agua natural , que no hay cosa mas común
en el mundo , sino permitiendo á todos que puedan ser Mi
nistros de él. No obstante , guárdense los padres , según el
consejo de San Carlos Borromeo (a) de bautizar á sus hijos
sin manifiesta necesidad } pero en caso de ella no contraerían
parentesco de afinidad con su mugeres , como lo declaró
el Papa Juan VIL (¿)
Además de estos Ministros que confieren el Bautismo,
hay otra especie de Ministros , que por costumbre antiquí
sima de la Iglesia se suelen añadir para celebrar solemne
mente este Sacramento , los quales al presente se llaman pa
drinos , pero antiguamente eran llamados recibidores , prome
tedores , ó fiadores , cuyas expresiones denotan bien su minis
terio y obligaciones. En efecto , siendo el Bautismo una re
generación espiritual , por la qual nacemos hijos de Dios, y
como niños recien-nacidos , racionales , y sin malicia apetecemos
la leche (c) de la doctrina , según las palabras de San Pedro;
así como luego que uno nace , necesita quien le dé la leche,
y después un ayo que cuide de su instrucción , y enseñan
za , así también es necesario , que los que empiezan desde
la fuente del Bautismo á vivir espiritualmente , sean enco
mendados á la fidelidad y prudencia de los padrinos, quie
nes deben enseñarles los preceptos de la Religión , y las
prácticas de la virtud , para que con su auxilio vayan poco
á poco creciendo en Jesu-Christo , hasta llegar á ser va
rones perfectos. Por esto acordaron , dice San Dionisio, nues
tros caudillos ( loá Apóstoles) y tuvieron por conveniente reci
bir los niños según ate santo modo : que los padres naturales
del niño le entregasen a un hombre docto en las cosas divinas,
tomo á director , padre espiritual , y fiador de su salud eterna,
laxo cuya disciplina pasase el' niño el resto de su vida (d).
Y
(_a) Act. p. 4. de Minisfr. Baut. S. Th. 3. p. q. 6f. a. 4»
(b) Caus. 30. q. 1. «. 7. ad Limin. (c) 1. Peer. 2.
(d) De Eccles. Hier. c. xa»
32 Instrucciones
Y explicando las palabras que dice el padrino , añade: 7»
prometo que he de inducir 4 este niño con mis continuas ex
hortaciones , quando llegue 6 poder entender las cosas sagradas,
á que profese y cumpla las cosas divinas que promete , y á
que enteramente renuncie las contrarias (a). Tal es la promesa
que hacen los padrinos en el bautismo. A vosotros , puest
así hombres , como mugeres , que sacasteis niños de pila , <¡s
amonesto ante todas cosas , que conozcáis que salisteis por fia-
dores delante de Dios por todos aquellos que recibisteis en la sa
grada fuente (by Y para que sepáis las cosas que debéis en
señarles , oid a San Agustín : Debéis , dice , amonestarles que
guarden castidad , amen la justicia , conserven la caridad , J.
ante todas cosas enseñarles el Credo , el Padre nuestro , los
Mandamientos , y los fundamentos principales de la Religión
christiana {c).
Y ved aquí todo el fundamento de las condiciones que
exige la Iglesia en los que hubieren de ser padrinos. Por
que primeramente prohibe que los padres naturales puedan
tomar este encargo , para que se vea mejor quanto dista
la educación espiritual de la carnal , y que aquella por si
sola merece todos los cuidados de un hombre piadoso y doc
to. 2.° Manda expresamente que solo haya un padrino, ó
á lo mas un padrino , y una madrina , ya porque la mu
chedumbre de maestros podria perturbar el órden de la ins
trucción y enseñanza ; ya porque conviene precaver que no
se multipliquen las afinidades , que impedirían el lazo del
legítimo matrimonio {í). 3.0 Desea que el padrino tenga a
lo menos catorce años , y la madrina doce , y que uno y
otro , siendo posible , hayan recibido el Sacramento de 1»
Confirmación $ lo uno porque es necesario que conozcan per
fectamente las obligaciones que contraen ; y lo otro porque
el buen órden exige que sean perfectos Christianos los que
han de presentar á otros para recibir la gracia del Chris-
tia.-
(*) Ibid. vid. Dist. 4. cap. !n Cathechismo.
(é>) August. serm. 163. de Temp. (») Ibid.
(d) Se». 24. de Reforna. c %,
sobre el Catecismo. Parte II. 33
tianismo. 4.0 Prohibe que los Religiosos puedan ser padri*
nos , porque estando separados del mundo , se supone, que
no se hallan en estado de poder cumplir las obligaciones
de este ministerio, y.0 Exige no solamente que los padrinos
hagan profesión de la fe católica , sino que estén instrui
dos de los misterios de la Religión , de los Mandamientos
de la Ley de Dios y de la Iglesia , y de la extensión de
las promesas que se hacen á Dios en el Bautismo , para que
puedan enseñar estas cosas á sus hijos espirituales. 6.° De
sea que los Padrinos sean de buenas costumbres , y prohibe
á sus Ministros admitir á este encargo á los pecadores pú
blicos y escandalosos , y aun á aquellas personas que se pre
sentan en la Iglesia vestidas inmodestamente. Porque unas
gentes notoriamente entregadas á Satanás , á sus pompas y
vanidades , no pueden renunciar á estas cosas por otros , y
lejos de conducirles á la virtud , les pervertirán fácilmente
con su mal exemplo. 7.0 Quiere que contraigan parentesco
espiritual el que bautiza , y los Padrinos del Bautismo no
solamente con el bautizado , sino también con sus padres
legítimos , de manera que no puedan contraer matrimonio
entre sí , y se anule el que hubieren contraído. Pero quaa-
do se suplen simplemente las ceremonias del Bautismo no se
contrae afinidad alguna. Y la razón de haber establecido
la Iglesia estas afinidades espirituales , es , porque estando
obligados los Padrinos por su ministerio á un comercio y con
versación familiar y freqüente con personas de diferente se
xo , la consideración de la afinidad espiritual , que impide
contraer matrimonio , reprima la concupiscencia , y haga que
esta familiaridad sea mas pura , y menos peligrosa. v

$. IV.
r '•>)-' ' U ": >■...'. . —¿ ' '.! «..Ti'
■". :.■ • " "De la necesidad del Bautismo, .i
• : - •-•».-. • .:.< (....^UjT.oi
El Sacramento del Bautismo es absolutamente necesario
no solo á los adultos, sino también á los niños. i.° Porque la
Ley que hace necesario el Bautismo para la salvación , ha
Tom. 11. E si
34 Instrucciones -
sido impuesta por Dios á todos los hombres sin excepción al
guna : de suerte que habiendo dicho Jesu-Christo absoluta
mente que : El que no renaciere del agua y del Espíritu Santo,
no puede entrar en el Reyno de Dios : si los niños estuvie
sen escluidos del Bautismo , lo estarían también de la salva
ción. 2.° La tradición Apostólica , como lo confirma el común
sentir de los Padres , nos enseña , que desde el principio de
la Iglesia se ha administrado siempre el Bautismo á los niños,
y así leemos que San Pablo bautizó á toda una familia , y
por consiguiente á los niños que en ella habia 3.0 No es
creíble que Jesu-Christo quisiese negar la gracia del Bautismo
á los niños, de quienes decia: Dexad á los niños, y no los impi
dáis venir á mí , porque el Beyno de los Cielos es para los que
se parecen á ellos en la inocencia de su vida , y en la simplicidad
de su corazón (f) ; y les abrazaba , y ponia sus manos sobre
ellos , y les daba su bendición (d).
4.0 La Circuncisión era figura del Bautismo: veamos, pues,
lo que sucedia con la figura , para discurrir uniformemente
de la verdad figurada. Nadie ignora que se circuncidaba , y
era costumbre circuncidar á los niños en el día octavo de su
nacimiento : luego si entonces aprovechaba á los niños la Cir
cuncisión hecha por mano de los hombres , mucho mejor les
aprovechará ahora la Circuncisión espiritual de Christo co
municada por el Espíritu Santo en el Bautismo, (e).
Y últimamente , si la muerte, como dice el Apóstol (/),
tuvo poder para reynar en el mundo por el pecado de un
hombre solo ; la misericordia y el don de Dios se han derramado
mucho mas abundantemente sobre muchos por la gracia de un solo
hombre y que es Jesu-Christo : habiendo , pues , contraído los
niños el pecado de Adán , por el qual ha reynado la muer
te sobre ellos , mucho mejor pueden conseguir por Christo la
gracia y la justicia para reynar en el mismo Jesu-Christo en
la vida. Pero esto no se puede verificar sino por el Bautismo,
porque no tienen otro medio de conseguir la gracia y la salva
ción
(ú)'Joap. 3. (¿) I. Cor. 1. (c) Math. 19. 14. (d) Marc. 10.
(e) Genes. 17. Luc. 1. Colos. a. 11. (/) Román. 5. 14. 15.
sobre el Catecismo. Parte II. 37
cion que este Sacramento, á menos que sean bautizados en su
propia sangre, porque el Bautismo de sangre es bastante á los
niños para su salvación , como nos lo enseña la tradición de
la Iglesia (a) , que ha honrado siempre como á verdaderos
mártyres a aquellos Santos Inocentes , que fueron muertos
por Herodes en odio de Jesu-Christo. Entended de aquí , Pa
dres de familias , la gravísima obligación en que estáis de
llevar vuestros hijos á la Iglesia para que sean bautizados con
la solemnidad debida luego que podáis hacerlo cómodamente;
no .sea que estando , como están , expuestos los niños por su
tierna edad á innumerables riesgos de la vida , suceda tal vez
que no os den tiempo para socorrerles con el Bautismo.
De otra suerte debemos conducirnos con los adultos, por
que como cesa este peligro respecto de ellos , supuesto que
teniendo ya uso de razón , aunque por algún lance inopinado
no pudieran recibir el Bautismo , podrían no obstante desear
eficazmente el recibirle , y formar un verdadero dolor de sus
pecados , con lo qual conseguirían la gracia y la salvación,
la Iglesia ha ordenado sabiamente que se Ies difiera por al
gún tiempo este Sacramento : 1 .° para que se les instruya me
jor en los adorables misterios de la Santa Religión que deben
profesar , y en las reglas y costumbres de la vida christiana;
a.° para explorar con diligencia la voluntad de los que piden
el Bautismo , y de las disposiciones con que se acercan á re-r
cibirle , pues siendo este un asunto de la mayor importancia,
es necesario proceder en él con toda madurez. Y en esta
atención determináron los Concilios antiguos , que los que
vienen del Judaismo á la fe Cotólica , sean detenidos entre
los Catecúmenos algunos meses antes de recibir el Bautismo.
Pero ni á estos , ni á los infieles se les debe diferir el
Bautismo sino el tiempo preciso que ha señalado la Iglesia : ya
porque está escrito : No tardes en convertirte al Señor , y no
lo dilates de dia en dia (¿) , y su conversión perfecta consiste
. , en
(a) S. Cypr. ep. 73. ad Jubayan. Aog. de anlm. & ejns orig. lib. «.
e. 1». & lib. 13. de lib. arb. c. 33. S- Leo. serna. 1. in Epiphau. Vid*
Tertul. lib. de Bapt. & S. Hilar, in Math. {b) Eccles. j.
E a
36 Instrucciones
«i la regeneración espiritual por medio del Bautismo : ya
■porque quanto mas tardaren en recibir el Bautismo , tanto
mas se les retrasa la participación de los otros Sacramentos:
ya en fin porque no se les debe privar sin justa causa de los
abundantes frutos del Bautismo , con los quales podrán evitar
tos pecados , y conservarse en la Justicia y la inocencia.

De las disposiciones necesaria? para recibir el Bautismo,

La primera disposición para recibir el Bautismo es el de


seo y voluntad de recibirle ; pues entablando el hombre por
el Bautismo un nuevo orden de vida , y contrayendo nuevas
obligaciones , es muy justo que por su libre voluntad se suje
te al desempeño de ellas ; y así la Iglesia Católica , fundada
en una santa tradición , jamas administró el Bautismo sin
preguntar primero al que debe ser bautizado , si quiere recibir
el Bautismo. Ni se ha de pensar que falte esta voluntad á los
niños } porque es manifiesta la voluntad de la Iglesia , que
sale por fiadora de ellos. En otro tiempo se obligaba á los
hijos de los Judíos á recibir el Bautismo : pero la Iglesia des
aprobó esta conducta (a) como contraria á la ley de la na
turaleza , por la qual los niños están baxo la potestad de sus
Padres hasta que tengan uso de razón ; y por tanto se obra
ría contra la justicia natural , si se bautizase á los hijos de
los Judíos , ó Infieles contra la voluntad de sus padres. Y
la Iglesia no viola las leyes naturales aun para procurar la
salvación á los hombres. Mas no se debe decir lo mismo
de los hijos de los Hereges ; pues estando estos sometidos á
la Iglesia , puede esta , como dice Santo Tomas , sacar á
los niños de la potestad de sus padres , consultando á su sa
lud eterna. „
Por lo que toca á los adultos , es menester que tengan
noluntad actual , ó que la hayan tenido de recibir el Bautis
mo;
{a) S. Thom. 3. p. q. 68. a. 10.
sobre el Catecismo. Parte II. 37
roo ; porque si un adulto después de haber pedido el Bau
tismo se volviese loco , ó cayese en un letargo , se le podria
conferir el Bautismo en este estado. Ni es necesario que ha
yan pedido expresamente el Bautismo , sino que basta que
hayan dado muestras de desearle , ó haya motivo para pre
sumirlo , como se presume de todos los que se hallan en el-
cstado de Catecúmenos , los quales le piden por su estado,
como dice San Agustín (<j). T aun quando la voluntad del adul
to fuese incierta , añade el mismo Santo , se le debería bau
tizar, porque es menor inconveniente dar el Bautismo al que
no tiene voluntad de recibirle , que negarle al que le quiere quan
do no se descubre si quiere , ó no quiere (b). La segunda dispo
sición para recibir el Bautismo es la fe ; y por esto dixo Jesu-
Christo á los Apóstoles': Instruid á todas las naciones , y bau-
tizadlas (r). Y en otro lugar : El que creyere , y fuere bauti
zado , se salvará (rf). Pues aunque estos pasages se deban en
tender principalmente de los adultos , se puede decir no obs
tante , que los niños creen en la persona de otros , así como
han pecado en la persona de otro : Cree en otro , porque pe
co en otro (e) , dice San Agustin ; y de aquí es , dice el mismo
Santo (/) , que por una costumbre muy antigua de la Igle
sia , los niños son llamados fieles. ¿ Pero la fe de los padres es
necesaria á los hijos , para que estos puedan ser bautizados
en la fe de sus padres ? No sin duda , porque , como dice
San Agustin (g) , los que ofrecen á los niños , les ofrecen en
nombre de la Iglesia , y la fe de la Iglesia es' la que suple el
defecto de la fe de los niños. La tercera disposición para reci
bir el Bautismo es el dolor de los pecados con proposito firme
de no pecar en adelante. Esta disposición mira principalmente
á los adultos , aunque -también hallamos algún vestigio de
ella en los niños. Porque como dice San Agustin (¿) , si los
niños se llaman fieles porque creen en la persona de otros • ¿ por
fué no se llamarán penitentes , supuesto que en la persona de otros
v re-
(a) Lib. 1. de Conjug. adult. c. fttf. (2) Ibid. (c) Matb. a8. v. 19.
(</) Marc. 16. v. 16. (e) Serm. 494. c. ix. (f) Ibií. c. 13.
ig) EP- 98. al. 13. (¿) Ap. D. Tbom.3. p. q. 68. a. 9. ad, 1.
38 Instrucciones
renuncian al diablo , y á este siglo ? Pepo los adultos debiendo
desear el Bautismo para incorporarse con Jesu-Christo (a) , y
vivir de su espíritu , fr cómo podrán recibirle saludablemente
si piensan vivir según la carne (b) , y no según el espíritu 1 Es
verdad que por lo que toca al Sacramento le recibirán ente
ramente si tienen intención de recibir lo que se Ies adminis
tra por la Iglesia ; mas sin la detestación de los pecados
no podrán percibir el fruto del Sacramento , que es la gra
cia de regeneración. Por eso decia el Príncipe de los Após
toles : Haced penitencia , y sea bautizado cada uno de vosotros (c\
Y en otro lugar : Arrepentios , y convertios para que sean bor
rados vuestros pecados (</). Y el Apóstol San Pablo escribe á los
Romanos : Que el que es bautizado ha de morir del todo para
los pecados (e) , por lo qual amonesta : No bagamos de nuestros
miembros armas de la maldad para el pecado , sino que nos demos
á Dios como resucitados de entre los muertos (/). Es necesa
rio , pues , hacer penitencia antes del Bautismo , dice el Con
cilio de Trento (g). ¿ Mas qué penitencia debe ser esta ? No
es bastante detestar los pecados ; es menester también , dice
el mismo Concilio {h) comenzar á amar á Dios como á fuente
de toda justicia , y no se puede dudar , que por este amor
deba entenderse un verdadero amor de caridad , porque estas
palabras , como lo nota el Cardenal Palavicino , fueron aña
didas á representación de algunos Teólogos que pasó á plu
ralidad de votos , para que se pusiese al%w acto de caridad en
tre las disposiciones señaladas por el decreto ; pues si la
penitencia , dice este Cardenal (/) , proviniese toda del temor
sin algún amor de la justicia , y el dolor fuese solamente por la
pena , y no por la ofensa de Dios , seria infructuosa.

(o) Galtt. 3. (*) Román. 8. (r) Actor, 9. (</) Actor. 3,


(*) Román. 6. (/) íbjd. (g) Sess. 6. c 6. (*) Ibid.
(Ó Lib. 8. nist. Conc. Trld. c. ig.

5. VI.
«obre el Catecismo. Parte. II. 1 o,

§• VI.

De ¡os efectas del Bautismo*

i.° Por el Bautismo se nos perdonan todos los pecados en


virtud de la pasión de Christo : esto es , no solamente se nos
perdona el pecado original , y contraido de los primeros Pa
dres , sino también todoj los pecados cometidos por nosotros
mismos , por muy graves y enormes que sean. Así lo habia
profetizado Ezequiel , por quien habla el Señor de esta suer
te : Derramaré sobre vosotros una agua pura y limpia , con la
qual os purificaré de todas vuestras inmundicias Y el Após
tol San Pablo viendo ya cumplida esta profecía , escribe á los
Corintios : En verdad que habéis cometido estos pecados , á
saber , el adulterio , la idolatría , la murmuración , y otros;
mas ya estáis lavados, ya estáis santificados Y el Príncipe de
los Apóstoles dixo también : Haced penitencia ¿y sea bautiza
do cada uno de vosotros para el perdón de los pecados (c). En
conseqiiencia de esto dice San Agustín : Por la generación de
la carne solo se contrae el pecado original ; mas por la regene
ración del Espíritu se hace la remisión no solo del pecado origi
nal , sino también de los personales Y lo mismo repite en
otros lugares (e). Y San Gerónimo escribe á Occeano : lodos
¡os pecados se perdonan por el Bautismo (/). Esta ha sido siem
pre la doctrina de la Iglesia ; y para que en adelante á nin
guno sea permitido dudar sobre este punto , el Concilio de
Trento declaró lo mismo sobre la difinicion de otros Conci-.
lios , pronunciando anatema contra los que se atrevan á afir
mar , que por el Bautismo no se perdonan enteramente los pe
cados , pues en los renacidos , dice , nada aborrece Dios : por
que nada hay de condenación para aquellos que verdaderamente
están sepultados con Christo por el Bautismo para la muerte : ¡os
qua-
(a) Ezech. 36. (i) I. Cor. 6. (c) Actor. «. (d) Lib. s. de Peccat.
merit. c. 15. (e) Lib. 3. cont. duas ep. Pelag. c. 3. Lib. 6. cont. Julián.
C Ka. 10. (/) Ep. 83. .... v
49 • . Instrucciones
quales viven no según la carne , sino que desnudándose del viejo
Adán , y vistiéndose del nuevo , que es criado según Dios , fué-
ron hechos inocentes , inmaculados , limpios , libres de culpa , y
amados de Dios (<j). Tal es la limpieza que el Bautismo causa
en el alma , de la qual tenéis una imagen clara en Naaman
Siró el Leproso , quien habiéndose lavado siete veces con
el agua del Jordán , como dice la Escritura , quedó tan lim
pio de la lepra , que su carne se parecía á la carne dá un
niño (b).
Pero no solamente nos perdona Dios por el Bautismo to
dos los pecados , sino también todas las penas debidas por
ellos : de suerte que si un Christiano muriese inmediatamen
te después de haber recibido el Bautismo , infaliblemente se
salvaría : y por tanto entendió siempre la Iglesia , que sin
hacer injuria al Sacramento no se podia imponer al que ha
de ser bautizado aquellas penitencias que los Santos Padres lla
maron comunmente obras satisfactorias , como nos lo enseña
Eugenio IV. (c). Esto mismo insinúa el Apóstol diciendo : Si
somos plantados en Jesu-Christo por la semejanza de su muerte,
lo seremos también por la semejanza de su Resurrección (d). Y:
Si hemos muerto con Christo , creemos que viviremos también jun
tamente con él (í). De donde consta, añade Santo Tomas (/),
que la Pasión de Christo se comunica al que es b.iutizado , como
si él mismo hubiera padecido , y muerto. Pero la Pasión de Chris
to es suficiente satisfacción por todos los pecados de todos los
hombres ; y por tanto el que es bautizado queda libre de la pena
debida á sus pecados , del mismo modo que si él hubiera satisfe
cho por todos ellos.
■ ifi El segundo efecto del Bautismo es la infusión de
la gracia y de las virtudes. El Bautismo nos halla en un
estado de muerte , y de ceguera , y nos da la vida (g) , y
la luz (A) nos halla esclavos del demonio (t) , y del pe
cado enemigos de Dios (/) , excluidos del Reyno de los
Cie-
(«) Sess. g. de pee. orig. c. g. (b) IV. Reg. g.
(r) In Decr. id Arm. (¿) Román. 6. (e) Ibid.
. (/) D. Th. 3. p. q. 69. a. a. Lg) Ephfs. a. $. (*) Hebr. (í. ».
(i) II. Tim. ». 16. (k) Rom. 6. ao. (/) Colas. 1. »i. Rom., 5. xo).
sobre el Catecismo. Parte II. 41.
Cielos (a) , y nos libra de esta funesta cautividad , destru
ye el imperio que el demonio tenia sobre nosotros á causa
del pecado (b) , nos reconcilia plenamente con Dios (f), nos
hace sus hijos , y herederos de su Reyno (d). En todos es
tos derechos, y prerogativas nos reintegra la gracia del
Espíritu Santo , la qual , como nos manda creer e! Conci
lio Tridentino , es una qualidad divina , que perdona los
pecados , ilustra y hermosea las almas , las santifica , y nos
hace hijos , y herederos de Dios , coherederos de Jcsu-Christo,
y por esto la gracia se llama en las Escrituras prenda del
Espíritu Santo (e). • 1
A la gracia se sigue la nobilísima comitiva de todas las
virtudes , que al mismo tiempo infunde Dios en el alma.
Pues como dice San Agustín (/), por el Bautismo somos incor
porados y tmidos con Christo como miembros con su cabeza. Pero
de jfesu-Cbristo como cabeza se deriva en los miembros la ple
nitud de la gracia , y la virtud , según aquella sentencia de
San 'Juan : Todos recibimos de su plenitud (g). Y así , expli
cando el mismo Santo las palabras del Apóstol que dice:
Nos hizo salvos por el lavatorio de la regeneración , y reno
vación del Espíritu Santo , que derramó sobre nosotros en abun
dancia por Jesu-Christo Salvador nuestro (¿) , añade , á saber,
para perdonarnos los pecados , y colmarnos de virtudes (»') : y
de la misma suerte expone la glosa el texto del Apóstol.
3.0 El tercer efecto del Bautismo es el carácter de Cbris-
tiano que se imprime en el alma , sin que jamas pueda bor
rarse de ella , y de aquí es , que no puede reiterarse este
Sacramento. Y por tanto dice el Apóstol : Un Señor , una fet
un Bautismo (£) : y la Iglesia Católica cree , y confiesa un Bau
tismo. Y en efecto siendo el Bautismo una regeneración es
piritual , así como no somos engendrados según la carne , ni
na
fa) Rom. j. 3. (A) Joan. 13. 31.
(<■) Colos. 1. %%. Conc. Trid. sess. 14. c. ».
(d) 1. Joan. 5. 3. Rom. 8. 16. 17. Gal. 3. 26.
(#) Rom. 5. a. Cor. g. (/) Lib. debapt. parv.
(g) Joan. i.Thom. 3. p. q. 69. a. 4. ib) Tit. 3.
(«) Lib. 1. de pee. tuer. c. 26. (k) Ephes. 4.
Tom. II. F
4» Instrucciones
nacemos por virtud natural , sino una vez , y como dice
San Agustin (d) : No puede tornarse uno al vientre de su ma
dre , así también es una sola la generación espiritual , y no
puede repetirse. Así la Iglesia , por no exponerse á reiterar
el Bautismo , quiere , que quando se bautiza á uno de quien
se duda si está verdaderamente bautizado , se use de estas
palabras : Si estás bautizado , no te bautizo otra vez ; pero si
no lo estás , yo te bautizo en el nombre del Padre , y del Hijo,
y del Espíritu Santo. La primera vez que se hizo mención
expresa de esta condición para administrar el Bautismo, fué
en los Capitulares (¿): porque antiguamente en caso de duda,
se repetía el Bautismo sin explicar la condición : Si no estás
"bautizado , pero como siempre se entendía , no se temía por
esto reiterar el Bautismo , antes bien los Papas habian deci
dido , que no era reiterar el Bautismo (r) , el administrarle
quando no se sabia si se habia recibido. Y aunque Alejan
dro III. expidió un decreto {£) mandando , que quando se
dudase si alguno habia sido bautizado , se le bautizase con
condición , sin embargo algunos Teólogos no le siguieron tan
pronto , como lo demuestra el Padre Morino , y solo después
que Gregorio IX. le insertó en el Derecho Canónico , se con
formó con él toda la Iglesia , y seria una falta notable el
no obedecerle.
Mas no por esto se ha de pensar , que no se comete
pecado alguno , aunque se bautice en qualquiera duda por
frivola que sea , si se añade la condición. Porque , como
dice el Papa Alexandro , solo es permitido bautizar á aque
llos de quienes se duda después de una diligente averigua
ción (e) , si están bien bautizados ; y de otra manera nunca
es lícito administrar segunda vez el Bautismo , aunque sea
con esa condición.
4.0 El quarto efecto del bautismo , y á que se ordenan
fo
fa) Tract. 11. in Joan, {b) Capí tul. 1. 6. e. 1S4.
(c) S. Leo. ep. 37. (d) Ep. pa. Greg. Magn. J. is. ind. 7. ep. 31,
Vid. Decretal, lib. 3. titul. 41.
i?) L. 3. Decretal, de Baptii. c. De qutbut,
sobre el Catecismo. Parte II. 4j
todos los otros , es que nos abre las puertas del Cielo, que
estaban cerradas por el primer pecado , pues perdonándose
por el Bautismo todos los pecados , no solamente en quanto
á la culpa , sino también en quanto á la pena , nada hay
que pueda estorbarnos la entrada en el Reyno de los Cie
los^). Estos son , Christianos , los efectos del Bautismo. Jesu-
Christo le ha instituido para todos , á todos se extiende su
virtud , y quanto es de parte del Sacramento pertenece sin
duda con igualdad á todos. Pero sin embargo no todos los
adultos perciben igualmente sus frutos , sino unos mas , otros
menos , á proporción de la mayor , ó menor disposición con
que se acerquen á él : así como, por usar de la comparación
de Santo Tomas , aunque el fuego comunique su calor igual
mente á todos , no obstante recibe mas calor el que se acer
ca mas á él , que el que se acerca menos Y si alguno
se acercare mal dispuesto á recibir el Bautismo , recibirá el
carácter de Christiano , pero no la gracia , ni los otros frutos,
hasta que remueva su mala disposición por la penitencia (r).

§. VIL

De las conseqiiencias del pecado que restan después del Bautismo.

El Bautismo y los otros Sacramentos uniendo nuestra,


voluntad á Dios por la caridad , destruyen en nosotros el
imperio del pecado , pero no nos restablecen en el estado
feliz de Adán inocente. Porque : i.° quedamos condenados
á comer el pan con el sudor de nuestro rostro , esto es,
con un trabajo duro , y penoso. a.° Nuestro cuerpo está
igualmente sujeto á las enfermedades , á las miserias de la
vida, y á la muerte. 3.0 El Bautismo no nos da el impe-.
rio que tenia Adán inocente sobre sus pensamientos é incli
naciones. Las nuestras resisten aun á nuestra voluntad. 4.0 El
entendimiento del bautizado permanece siempre en las ti-
nier
(a) D. Thom. 3. p. q. 69. a. 7. (*) Ibid. a. 8.
(cj Ibid. a. y.8t 10. S. Aug. 1. 5. cont. Donat. c. g.
F 2
44 Instrucciones
nieblas de la ignorancia , aun respecto de las verdades de
la Religión ; y todos los dias experimentamos las dificultades
que hay que vencer para adquirir un conocimiento distinto
de ellas. í.° En fin la concupiscencia , origen funesto del
pecado, permanece en nosotros después del Bautismo , y
nos inclina sin cesar al mal : el demonio se une á ella, y
la irrita á cada momento para hacernos consentir en sus
malos deseos.
Nos sorprehende á la verdad esta conducta de Dios con
aquellos mismos á quienes ha recibido en su gracia , \y ha
puesto en el número de sus hijos ; y querríamos que después
de haber conseguido el perdón de los pecados , ya no hu
biese ocasiones de pecar de nuevo. Pero al hombre no per
tenece contestar con Dios, ni pedirle razón de lo que hace.
Como el perdón de los pecados es enteramente gratuito de
su parte , nos le concede con las condiciones , que le agrada,
y con las reservas que juzga convenientes segun las reglas
de su profunda sabiduría. A nosotros solo nos toca recibir
el beneticio con reconocimiento, y aceptar las condiciones,
y reservas con sumisión y humildad. Por lo demás no es
imposible descubrir algunas razones , por las quales Dios ha
querido dexar al hombre envuelto en estas miserias. i.« Dios
ha querido conservar el estado de nuestra fe , á el qual es
necesaria la obscuridad , por respecto á el efecto del bautis
mo , que es la renovación interior ; y no le conservaría sí
los bautizados estuviesen exentos de las miserias de esta vi
da , pues se distinguirían por esto sensiblemente de los que
no han recibido el Bautismo. 2.° Para salvar Dios al hom
bre , ha tomado un camino contrario á aquel por el qual
el hombre se había perdido. Su felicidad fué la ocasión de
su caida en el Paraíso por el orgullo que le engañó ; y
Dios ha querido que se levantase por el sufrimiento de las
miserias que le humillan , y hacen sentir su propia nada.
3.0 Si el hombre se librase por el Bautismo de las miserias
que son conseqüencias del pecado , perdería bien presto la
memoria de su primer estado, y se atribuiría á sí mismo los
dones de Dios. Pero los restos del hombre viejo que perse
ve-
sobre el Catecismo. Parte II. 4j
verán en él , le convencen de la necesidad que tiene de la
mano de Dios para sostenerse , y nada es mas propio que
esta convicción para hacerle á un mismo tiempo reconocido
y humilde. 4.0 No brillaría tanto el poder de la gracia de
Jesu-Christo, si el hombre no tuviera miserias que sufrir,
y enemigos que vencer , pero teniéndolos , puede decir con
mayor propiedad , que todo lo puede en aquel que le confor
ta. f.° Porque el deseo de eximirse de estas miserias , mo
vería á todo «1 mundo á hacerse Christiano , y así no tanto
la caridad , quanto el interés propio , haria á los hombres
abrazar la Religión christiana. 6.0 Por el Bautismo nos uni
mos á Jesu-Christo como sarmientos con la vid (d) , y somos
hechos miembros de su mismo cuerpo : pero Jesu-Christo
nuestra cabeza , aunque desde el instante de su concepción
tuvo la plenitud de gracia , y de verdad , conservó no obs
tante la naturaleza humana pasible y mortal , y sufrió to
das las penalidades de una vida pobre , y laboriosa , que
terminó en los crueles tormentos de su pasión y muerte,
para resucitar después á una vida inmortal : ¿ serán pues
los miembros de mejor condición que su cabeza? ¿No será
justo que aun después de haber recibido la gracia por el
Bautismo , suframos con paciencia los trabajos , y miserias
de esta vida para hacernos conformes á la imagen del Hijo de
Dios , y caminemos con esfuerzo entre los peligros , aspiran
do al premio del soberano llamamiento de Dios (/>) , que es
la vida inmortal y gloriosa ? 7.0 Dios quiere conducir á sus
elegidos á la paz de la otra vida por los combates de la
presente, para que la virtud se perfeccione en la enferme
dad (f) , y nos labremos con los trabajos la corona de jus
ticia que el justo Juez nos tiene reservada en aquel dia en
que veremos ya consumada nuestra carrera. Quiere que lle
vando el precioso tesoro en vasos de barro , esto es , en una
carne frágil , reconozcamos que toda la fortaleza y subli
midad que hubiere en nosotros , proviene de la virtud de
Dios,

{«) Joan. ig. (*) Philip. 3. (c) 2. Cor. 1 a. v. 9,


46 Instrucciones t.
Dios , como dice el Apóstol (a) , y por tanto recurramos á
él por la oración , para que nos sostenga con su mano po
derosa. Quiere que cercados de enemigos visibles é invisi
bles , y expuestos continuamente á mil peligros , velemos sin
cesar sobre nosotros mismos , y mortifiquemos nuestros sen
tidos , no solamente para no hacer mas poderosos á nues
tros enemigos , sino también para aumentar nuestra virtud,
y concebir en las , pruebas aquella esperanza que no confunde,
y nos hace salir victoriosos de todos los males por la virtud
de aquel que nos ha amado (¿). Tal fué la conducta de Dios
con los hijos de Israel , ios quales eran figura de nosotros.
Pues aunque los libró el Señor de la servidumbre de los
Egipcios , sumergiendo á Faraón , y á su exército en el
mar Bermejo , no los introduxo luego en la tierra de pro
misión , sino que los exercitó antes en muchos y diferen
tes encuentros ; y quando últimamente les puso en posesión
de ella, conservó siempre algunos residuos de naciones ene-*
migas, para que no les faltase ocasión de exercitar su va*
lor, y de esperar la victoria del Dios de los exércitos.

§. VIII.

De las ceremonias del Bautismo*

Las ceremonias del Bautismo deben mirarse con un gran


respeto , como señales ilustres de nuestra unión con la an
tigua Iglesia que las ha practicado , y consagrado á un
verdadero culto , por mas que las desprecien sin razón los
hereges de estos tiempos. Pero así como el don de lenguas
viene á ser inútil (c) , según la expresión del Apóstol, si no
entienden los fieles io que se habla , casi lo mismo se puede
decir de las ceremonias del Bautismo , si no se compre-
hende su significación misteriosa. Por tanto debéis saber que
han sido instituidas por la Iglesia desde el tiempo de los
Apóstoles , para denotar el estado de los que se bautizan;
las
(a) 1. Cor. 4. 7. (¿) Román. 8. (c) 1. Cor. 14.
sobre el Catecismo. Parte II. 47
las promesas que hacen á Dios ; el poder que el diablo tiene
sobre ellos ; los efectos del Bautismo , y la dignidad de este
Sacramento. Las ceremonias del Bautismo se pueden redu
cir á tres clases. La primera es de las que anteceden el Bau
tismo. La segunda es de las que se hacen en él. Y la ter
cera de las que se hacen después del Bautismo.
Antes de explicar las que pertenecen á la primera cla
se , se debe advertir , que en la Iglesia antigua se consa
graba el agua que debia servir en el Bautismo , en lás vi¿
gilias de Pascua y Pentecostés , :y solo en eátos dias se ad
ministraba este Sacramento , si la necesidad no obligaba á
otra cosa. Y aunque al presente no juzgue la Iglesia qüé deba
retenerse esta disciplina , consultando á la mayor utilidad
de los fieles } sin embargo siempre ha observado religiosa
mente la ceremonia de consagrar con el crisma el agua del
Bautismo en Jas dichas vigilias. Y el Concilio de Reding,
en Inglaterra , celebrado en el año de 1279 , quiere que se
reserve para estos dias el Bautismo de los que nacieren ocho
dias antes de Pascua y Pentecostés , en caso de no haber pe
ligro de muerte (a).
■* i.° Preparada el agua para el Bautismo, la primera cere
monia es detener al niño fuera de la Iglesia , para mostrar
que no tiene derecho á entrar en ella, y que se halla en un
estado que le excluye del Cielo , el qual es representado por
la Iglesia. La segunda es, que el Sacerdote le pregunta: Que
fide á la Iglesia, en lo que se nos da á entender, que ei
Bautismo no nos es debido , que es una gracia á la qual no
tenemos derecho alguno , y que debemos pedirla con ins
tancia. A esta pregunta responde el padrino , ó el que ha
de ser bautizado : El Bautismo , esto es , el Sacramento de /<r,
de aquella fe viva que obra por la caridad , y nos da dere-
cho á la vida eterna , como lo demuestran las palabras que
seguidamente dice el Sacerdote : i Qué te da la fe"1. La vida
eterna. Y después le instruye en la fe christiana , lo qual se
llama catequizarle , conforme al precepto del Señor : Id } y en
te
lo) Titul. 4. de Baptism. «. •* •
4? iNSlftUCCIOIÍES ,•
señad á todas ¡as gentes , bautizándolas en el nombre del Padre,
y del Hijo , y del Espíritu Santo (rf). La tercera es el exorcis
mo que hace el Sacerdote, para expeler al diablo , quebran
tar y debilitar sus fuerzas , y á este fin sopla también tre»
veces al rostro del bautizado , para denotar que no sacude
de sí la potestad del demonjo , ni consigue el aliento de vida
que perdió , sino por el espíritu de Dios , por virtud de la
Trinidad , y por la fe de la misma Trinidad La quarta
es , que el Sacerdote le hace la señal de la cruz en la fren
te , ojos , pecho-, hombros y oidos , para significar que por
el Sacramento del Bautismo se abren y fortalecen los senti
dos del bautizado , á fin de que pueda recibir á Dios , y
entender , y guardar sus mandamientos. Y determinadamente
la señal de la cruz en la frente (r) y pecho, significa que el
bautizado no debe tener vergüenza de confesar laie de Jesu-
Christo , ni dudar interiormente de ella. Después llama al
que ha de ser bautizado , elegido , jio para denotar la elec-»
cion eterna , sino la elección temporal á la gracia de la re
generación. La quintales exorcizar la sal , y ponerla en la
boca (r/) del que debe ser bautizado , para figurar la gracia
y la sabiduría christiana , que debe preservarle de la cor
rupción de los pecados , y dar gusto á sus acciones , las qua-
les sin la gracia serian insípidas , é incapaces de agradar á
Dios. La sexta es el exorcismo que el Sacerdote hace al
demonio , para que no impida recibir el Bautismo al que ha
¿e ser bautizado (í) , pues la entera expulsión de este espíritu
maligno no se consigue sino en el Bautismo (/). Este exor
cismo se hace fuera de la Iglesia , y se renueva en la Iglesia,
para mostrar la resistencia del diablo, y que no se destierra
sino por la oración continua. La séptima es , que el Sacer
dote moja con saliva las narices, y orejas del que va á ser
bautizado , y le dice epheta , esto es , abrios , para significar
que

(«) Matth. afl. (b) S. Aug. 1. g. op. imper. cont. Julia, c. 64. Ambr.
de üs qui init. c. 1. Celesri-. In ep. ad lipis. Gal. c. ta.
(c) Aug. de cath. rud. c. ao. (d) Theodulph. de ord. Bap. c. 5.
U) D. Thom. 3. p. q. 71. a. 3. (/; S. Cypriao. ap. D. Thom. ibidU
sobre él Catecismo. Parte II. , 49
que es sordo y mudo espiritualmente (a) ; y que asi como
el ciego á quien untó el Señor los ojos con lodo , y mandó
se lavase con agua de Siloe recobró la vista , así entendamos
que por el agua del Bautismo se infunde en el alma una
luz espiritual para que pueda ver las verdades divinas. La
octava es, que se desnuda, ó descubre al que ha de ser bautiza
do , para significar , que habiéndose de vestir del hombre
nuevo, es menester despojarse del viejo (¿>). La nona es ser pre
sentado á la Iglesia por los padrinos y madrinas , para hacer
nos entender , que la Iglesia es quien presenta á Dios á los
que deben recibir el Bautismo , y que por sí mismos son in
dignos de presentarse á él. La décima (<r) es , que el Sacer
dote pregunta por tres veces al que ha de ser bautiza
do: i Renuncias á Satanás , a todas sus obras, y á todas sus pom
pas ? Y él , ó el padrino en su nombre , responde : Renuncio.
La undécima es ungir al que va á ser bautizado en el pecho,
y entre las espaldas con el oleo de los Catecúmenos. En el
pecho para que deseche el error y la ignorancia por el don
. del Espíritu Santo , y abrace la verdadera fe : pues el Justo
vive por la fe (d) ; y entre las espaldas para que con la gra
cia del Espíritu Santo sacuda de sí la pereza y entorpecimien
to , y se exercite en obras de virtud : porque la fe sin obras
está muerta (e). O como dice San Ambrosio , se le unge para
significar , que se va á hacer soldado de Jesu-Christo , y que
debe amar su yugo para que le sea ligero y suave (/). La
duodécima (jr) es la profesión de fe que los niños hacen por
medio de los padrinos, y los adultos por sí mismos, con expre
sión de todos los artículos contenidos en el credo.
A la segunda clase pertenecen las ceremonias que acom
pañan al Bautismo. Y son : primera ; el Sacerdote pregunta
al que ha de recibir el Bautismo : si quiere ser bautizado , pa
ra mostrar que Jesu-Christo no admite en su milicia sino á los
soldados voluntarios , y que cada uno se obliga por sí mismo
a
(a) S. Arabr. lib. 1. de Sac. c. I. (b) S. Cyril. Hier. Catecb. myst. a.
(c) S. Ambr. de ii* qu¡ iryst. ioit. c. a. (¿) Galat. 3. (f) Jacob, a.
(/) Lib. 1. de Sacr. c. a. (g) Lib. a. de Sacr. c. 7.
Tom. II. G
j-o Instrucciones
á observar sus mandamientos. Segunda ; se derrama tres ve
ces el agua sobre la cabeza, para denotar que la Santísima
Trinidad es el principal objeto de la fe , y el fin de toda la
Religión («).
A la tercera clase pertenecen : i.° el beso de paz, por
el qual se reconoce al bautizado por miembro de la Iglesia.
2.° Se le unge sobre la cabeza , porque el sentido del sabio re
side en la Cabeza , como dice San Ambrosio (¿) : y esta un
ción significa lo primero el Reyno , y Sacerdocio espiritual
á que son elevados todos los Christianos ; y lo segundo la
incorporación del bautizado con Christo como miembros con
su cabeza: 3.0 se viste al bautizado con un vestido blanco, el
qual significa , según la doctrina de los Padres , ya la glo
ria de la Resurrección , para la qual nacemos por el Bau
tismo , ya el candor y hermosura que reciben las almas por
este Sacramento , ya en fin la inocencia (f) , y pureza que el
bautizado debe guardar toda su vida , como se lo amonesta
el Sacerdote , diciéndole : guarda tu Bautismo : 4.0 se le po
ne en la mano una candela encendida , para denotar que es
hijo de luz , y que debe ir delante del Esposo quando venga
á celebrar las bodas con lámpara encendida , esto es, con una
caridad ardiente. Y últimamente se le pone nombre , el qual
debe ser de algún Santo , según los Cánones, á fin de que
por la semejanza del nombre se excite á la imitación de su
virtud y santidad , y además se encomiende á él como Abo
gado y defensor de su salud espiritual , y corporal.

De las promesas hechas en el Bautismo.

Los Santos Padres (¿) llaman promesas, ó votos á las re


nuncias que hacemos ántes del Bautismo, de Satanás , de sus
obras,
(e) S. Ambr. lib. de Spírír. S. c. 11. (b) Id. lib. 3. de Sacr. c. 1.
(c) S. Ambr. de iis qui myst. ioic. c. 7. Dyonis. lib. 3. de Eccles.
Hier. c. 2. Aug. Serm. 157. de tem. (d) S. Aug. ep. 149. o. 16.
sobre el Catecismo. Parte II. yi
obras , y sus pompas : y en efecto si por voto se entiende
una promesa real, con la qual se obliga á algunas cosas man
dadas por otra parte por la Ley eterna , es cierto que las
dichas renuncias (a) son votos , y que los Christianos reci
biendo el Bautismo prometen á Dios lo mismo que les manda
la Ley eterna, pero mas expresamente y con mayor solemni
dad , de manera que sus pecados son mucho mayores que
los de aquellas personas que no han sido bautizadas. Y en
este sentido decimos , que por la primera promesa declaramos
altamente , que jamas obedeceremos á Satanás , ni escucha
remos sus malignas sugestiones. Por la segunda detestamos
todos los pecados , esto es , todos los pensamientos , todas las
palabras , todos los deseos , todas las acciones que provengan
de la concupiscencia , como de su principio , y tengan por
último fin otra cosa que á Dios ; porque los pecados son las
obras del demonio Por la tercera despreciamos y mira
mos con horror todas las pompas de Satanás , es decir , los
bienes terrenos y carnales , los placeres de los sentidos la
estimación , las alabanzas de los hombres , las riquezas , la
magnificencia de los vestidos , de los muebles &c. porque es
tas son las pompas que el demonio expone á los ojos de los
hombres , y por las quales aviva é irrita los deseos desorde
nados de la concupiscencia para someternos á su imperio. Y
á este fin nos muestra repetidas veces los Reynos del mundo
con todo el resplandor que les rodea, y nos dice : To os daré
todas estas cosas si postrándoos me adoráis (r). -
Mas no entendáis que los Príncipes y Grandes del mundo
no pueden usar de aquel fausto y magnificencia exterior que
corresponde á su estado; pueden ciertamente: pero lo que de->
cimos es , que no deben poner su corazón en sus bienes ; que
se deben contentar con los necesarios ; y que deben usar de
ellos como si no usasen , según la expresión del Apóstol , y
por esto deben creerse mas infelices que los otros , á quie
nes es permitido abandonar el aparato exterior , que no pue--
den amar. El
(a) S. Thom. in 4. sent. dist. 38. a. 1. q. 1. ad. 9.
\¡>) Joan. 8. 41. & 1. Joan. 3. 8. (c) Math. c. 4.
G 2
. fi . Instrucciones
El Apóstol San Pablo comprehendió estas promesas en po
cas palabras escribiendo á los Romanos : Habiendo muerto una
vez al pecado , dice , ¿cómo viviremos aun en él "i j No sabéis,
que habiendo sido bautizados en ^esu-Cbristo , hemos sido bau
tizados en la semejanza de su muerte {a) ? Como si dixera : no
es permitido á los Christianos vivir en el pecado , porque han
sido bautizados en la muerte de Jesu-Christo : Sabiendo , aña
de , que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con él en el
Bautismo , á fin que el cuerpo de pecado sea destruido en nos
otros con él , y de hoy mas no estémos ya sujetos al pecado (b\
y de consiguiente no escuchemos las sugestiones de Satanás,
aborrezcamos las obras de tinieblas, y despreciemos las pom
pas y vanidades de que se sirve Satanás para sujetarnos á su
esclavitud. Por manera que recibiendo voluntariamente el
Bautismo, nos hemos impuesto estas obligaciones como esen
ciales que son al christianismo ; y si la Iglesia exige de nos
otros estas promesas , es para hacernos reconocer mas clara
mente los empeños que contraemos por este Sacramento.
Mas renunciando así al demonio y á sus obras , y librán
donos de su esclavitud , no creáis que por eso quedáis ya li
bres de toda servidumbre. El estado del hombre después del
Bautismo es un estado de libertad , pero no de independencia.
Es un estado de libertad , y de verdadera libertad , en que
Jesu-Christo solo ha podido colocarnos , según lo que el mis
mo Señor dixo á los Judíos : Si el Hijo os pone en libertad,
seréis entonces verdaderamente libres (<•). El nos ha dado al Es
píritu Santo derramando la caridad en nuestros corazones , y
adonde está el espíritu del Señor , allí está la libertad Pero
esta libertad no es una entera independencia : pues si hemos
sido redimidos de la tiranía del Demonio es para pertenecer á
Dios , y á Jesu-Christo. Vosotros ya no sois de vosotros mismos,
decia el Apóstol (e), porque habéis sido comprados á un precio
grande, que es la sangre de Jesu-Christo. iNo sabéis (/") que de
cualquiera que os hayáis hecho esclavos para obedecerle , sois es
cla
va) Román. 6. t. 3. (b~) Ibid. r. 6. (c) Joan. 8. 36.
¿rf) II. Cor. 3. v. 17. (*) I. Cor. 6. jp. & ao. (/) Rom. 6. 16. seq.
sobre el Catecismo. Parte II. y3
clavos de aquel á quien obedecéis , bien sea del pecado que cau
sa la muerte , ó bien de la gracia que produce la justificaciotti
Dad gracias á Dios , pues habiendo sido antes esclavos del peca
do , os ha libertado de su esclavitud , y habéis venido á ser es
clavos de la justicia.Y veis aquí las obligaciones que contraemos
por esta feliz servidumbre. Como habéis hecho servir (continua
el Apóstol ) los miembros de vuestro cuerpo á la impureza , é in
justicia para cometer la maldad, hacedles asimismo servir al pre
sente á la justicia para ser santos. En efecto , quando erais es
clavos del pecado estabais libres de la servidumbre de la justi
cia. 1 Qué ventaja hallabais , pues , entonces en los desórdenes
de que os avergonzáis ahora ? Porque ellos tienen por fin la muer
te. Mas ahora , libres ya del pecado , y hechos esclavos de Diost
conseguís el fruto de vuestra santificación , y el fin será la vida
eterna (a). Asi habiendo renunciado al demonio , á sus obras,
y á sus pompas, nos hemos dado irrevocablemente á Dios , nos
hemos obligado á vivir para él , le hemos consagrado nues
tro espíritu , nuestra voluntad, y todos los miembros de nues
tro cuerpo, para no usar de ellos sino según su voluntad , y
para su gloria á exemplo de Jesu-Christo nuestra cabeza. Sí,
Christianos , á esto nos hemos obligado por el Bautismo. Por
que si hemos sido sepultados en él con Jesu-Christo para morir
al pecado , es á fin de que así como Jesu-Christo resucitó de
entre los muertos por la gloria y el poder del Padre , así nos
otros andemos también en una vida nueva , dice el Apóstol
No es bastante que digamos como la Esposa : He lavado mis
pies , ¿ cómo volveré yo á mancharlos ? Me he despojado de mi
vestido , i cerno volveré yo á tomarle (r) ? Nos hemos librado
de la tiranía del demonio, ¿cómo nos sujetaremos á él de nue
vo? sino que habiendo resucitado á una vida nueva por el Bau
tismo, no debemos ya vivir sino para Dios en Jesu-Christo. Si
habéis resucitado con Jesu-Christo , nos dice el Apóstol (d),
buscad los bienes del Cielo, en donde Jesu-Christo vuestro tesoro
está sentado á la diestra de su Padre. No tengáis ya gusto sino

(<j1 Rom. 6. 16. seq. (£) Rom. 6. v. 4. (c) Cantic. $. t. 3,


t¿j Culos. 3. v. 1. a.
¿Of Instrucciones
para los bienes del Cielo. Estos deben ser el objeto de nuestros
pensamientos , de nuestros deseos , y de todos nuestros es
fuerzos.
§. X.

De la renovación de los votos , 6 promesas del Bautismo.

Aunque hayamos sido bautizados en la infancia , no de-


xamos por eso de estar obligados á guardar las promesas que
nuestros padrinos hicieron por nosotros , como lo difinió ex
presamente el Conciiio de Trento («) ; y por consiguiente de
bemos practicar los medios convenientes para desempeñarlas,
y entre ellos el de renovar todos los años los votos del Bau
tismo en alguna fiesta particular. En efecto toda la Iglesia
Griega solemnizaba esta práctica en otro tiempo baxo el tí
tulo de las santas luces (b) , como se ve en San Gregorio Na-
zianzeno. Los Rituales antiguos de la Iglesia Romana hacian
mención de ella ; y San Carlos después de haberla renovado
en Milán en su Concilio VI. (c) , amonesta á los Párrocos que
tengan cuidado de exhortar á los fieles á que solemnicen to
dos los años el dia de su Bautismo. San Bernardo pretende,
que la fiesta de la dedicación ha sido establecida principal
mente para celebrar en ella la consagración de los templos
espirituales que se hizo á Dios en el Bautismo ; y que esta
solemnidad es la figura de aquel dia en que agradó á Dios
llamarnos á su servicio , y tomar posesión de nuestros cora
zones , como de sus templos (d).
Y á la verdad , como los objetos que hieren nuestros
sentidos, y las inclinaciones de la naturaleza corrompida nos
conducen insensiblemente al olvido de nuestras obligaciones,
y de las promesas que hemos hecho á Dios , es muy impor
tante el renovarlas en nuestra memoria , y procurar impri
mirlas de nuevo en nuestro corazón á fin de excitarnos á ob
servarlas. El Apóstol San Pedro nos representa como el ca-<
rác-
(a) Sess. 7. c. 14. (¿) S. Greg. Na», or. 39. o. r.
{e) Coqc. Provr. 6. de Bapt. {d) Serna. 1. de Dedic. o. 3. & 4.
sobre el Catecismo. Parte II. $¿
rácter de una alma desordenada , y abandonada de la gra
cia de Dios el haber olvidado el perdón de sus antiguos deli
tos (a) : de donde se infiere que el carácter de un alma chris-
tiana es conservar perpetuamente en su memoria el perdón de
sus pecados. Mas para conservar esta memoria es necesario
destinar ciertos dias á este pensamiento, y hacer de él nues
tra particular ocupación en ellos. Sin estos esfuerzos apenas
podremos reparar las pérdidas espirituales 'que el mundo , y
las pasiones obran como necesariamente en nuestras almas.
Así que nos es indispensable el practicar respecto del Bautis
mo lo que San Pablo prescribe á Timoteo respecto del Sacer
docio , esto es , resucitar la gracia que habia recibido por la
imposición de sus manos. Porque la gracia de los Sacramen
tos es , por decirlo así , como una semilla que produce des
pués otras gracias ; y por esto San Agustín atribuye al Bau
tismo no solamente la gracia de la santificación , sino tanv-
bien todas las gracias que se reciben después, ea el discursp
de la vida, y aun la renovación del cuerpo, que se hajrá
en el Cielo (ti) • , ,• , .
. . "i •••.'»■■• ✓ .
-. , »? ■ §• ' XI. i. • , , .,r 1 ,

Del cuidado con que se debe conservar la gracia del Bautismo.

Nada es mas importante que el conservar con cuidado


la gracia del Bautismo , como Jesu-Christo nos Jo. hizo com-
prebender,,. ya por el consejo que dió en el Templo al Pa
ralítico, qw, babiae curado cerca de la piscina de Bethsaida,
diciéndole : Ve ahí que ya estás sano , guárdate de pecar en
adelante , no sea¡ que te suceda alguna cosa peor (c) : ya tam-r
bien por ,1a descripción que hizo del estado de un alma de
donde, habia sido desterrado el demonio , el qual no bailando
descanso y dice : volveré á mi casa de donde salí i ty entonces
va y toma otros siete demonios peores que él , y entrando habi
tan allí : y el último estado de este hombre viene á ser peor
que
(o) II. Petr. i.v. 9. (¿) Lib. 1. de nupt. c. 34. (c) Joan. 5. v. 14.
r6 Instrucciones
que el primero (a). Y lo -mismo confirma la Iglesia con las
palabras que nos dice al fin de' las ceremonias del Bautismo,
á saber : conserva tu Bautismo. Palabras dignas de las mas
serias reflexiones. Ah! Si considerásemos atentamente la gran
deza de esta gracia , el estado funesto en que se cae quan-
do se pierde, y la dificultad de recobrarla , ¿serian necesa
rios mas motivos para procurar conservarla cuidadosamente?
Porque concebid primeramente , qué son todas las riquezas,
y grandezas del mundo en comparación de las riquezas y
grandezas á que es elevada el alma por el Bautismo , y
hallareis que las primeras son estiércol , son nada en com
paración de las segundas. Porque ¿qué son las riquezas tem
porales , y perecederas que no remedian nuestras miserias
efectivas , que nos dexan enemigos de Dios , y esclavos del
demonio , en comparación del tesoro de inocencia y de gra
cia que recibimos en el Bautismo, el qual contiene la semi
lla de la inmortalidad , la exclusión de la servidumbre del
demonio , el derecho al Reyno de los Cielos , y que sanando
desde ahora, y remediando nuestras principales miserias , las
remediará todas á su tiempo quando debe colmarnos de todos
los bienes por toda la eternidad ? ¿ Qué pueden ser todas las
grandezas del mundo siendo compatibles con la extrema ba-
xefca j esto es , con la servidumbre del demonio , y debiendo
acabarse con la vida , en comparación de las grandezas rea
les /estables y eternas á que nos da derecho la gracia del
Bautismo , y que infaliblemente conseguiremos si nosotros no
nos privamos voluntariamente de ellas por nuestra-culpa ?
Pero de todos estos bienes se priva á sí mismo el que cae
en pecado , y pierde la gracia del Bautismo $ y por tanto
debe concebirse este estado como el mayor mal , y el colmo
de todos los males á que no son comparables todas las mise
rias de esta vida. Porque el ser esclavo de los hombres por
bárbaros que sean nada tiene comparable con el estado de
un hombre que se ha hecho esclavo del demonio , supuesto
que el pecado mortal que reyna en su corazón da derecho al
es-
(o) Joan. i», y. 43. seq.
sobre el -Catecismo Parte II. <¡j
espíritu de malicia de exereer sobre su alma un poder siete
veces , es decir , incomparablemente mayor que el que exer-
cia antes del Bautismo.
Aun si pudiéramos salir fácilmente de este miserable es
tado , seria ciertamente menos temible , y menos malo. Pero
ay ! ¡qué pocos son los que salen efectivamente de él, en
comparación de los que quedan en él para siempre! Por
que no se sale del pecado sin una conversión efectiva , y
la experiencia nos hace ver que son muy pocas las conver
siones verdaderas. Los mismos que consiguen la gracia de con
vertirse , verdaderamente es preciso que confiesen , que la
conversión no se hace sino á costa de grandes trabajos , y
Dios se conduce de esta suerte con ellos , para hacerles co
nocer así la enormidad de sus culpas. Yo concluyo con aque
llas palabras terribles de San Ambrosio : Se hallan mas fácil
mente quienes hayan conservado la inocencia , que quienes hayan
hecho penitencia dignamente de sus pecados (a). Así el camino
ordinario de la salvación es la conservación de la inocencia:
la penitencia es camino mas raro , porque es mas difícil.

INSTRUCCION 11L

Del Sacramento se la Confirmación.

§. L

De la necesidad de instruirse tocante al Sacramento de la


Confirmación.

instrucción acerca del Sacramento de la Confirma


ción es sin duda necesaria á los que le han recibido , y á
los que no le han recibido. A los que le han recibido,
porque si le han recibido mal , deben reparar su falta por
la penitencia ; y ninguna cosa podria contribuir mejor á ex
citar en ellos un verdadero arrepentimiento , como el co-
." ' no
ta) Lib. t. de peenit. c. 10.
Tom. II. H
y8 Instrucciones
nocimiento de lo que han perdido , de las riquezas de que
se han privado , y del tesoro que han disipado : y si le han
recibido bien , es necesario que sepan el don que Dios les
ha hecho , para estimarle , agradecerle y tener cuidado de
conservarle. A los que no le han recibido, para prepararse
á recibirle dignamente , lo que no podrian hacer si no co
nociesen su dignidad y grandeza.
La importancia misma de este Sacramento debe ser un
poderoso motivo para obligarnos á instruirnos de él. Porque
es un don de Dios tan grande , que aunque fuese una cosa
muy estimable el gozar en la tierra de la presencia visible
de Jesu-Christo , sin embargo el mismo Jesu-Christo parece
haber preferido el don que se recibe en la Confirmación á
esta presencia visible , quando para consolar á sus Apósto
les , les dixo : Que les era útil que se fuese , porque si no se
iba , no vendría sobre ellos el Espíritu Santo (a) , que es el don
que se nos da en la Confirmación. Don admirable , don glo
rioso , don á quien el Salvador llamó por un título particu
lar 4a promesa del Padre , mandando á los Apóstoles , que
aguardasen la promesa del Padre, que habían oído de su bo
ca (¿) , como si los otros dones fuesen poco considerables en
comparación de éste. Don , á quien San Juan considera como
el presente que Jesu-Christo glorioso hizo á su Iglesia , y
así dice : que el Espíritu Santo no había sido aun dado , por
que 'Jesu-Christo no era aún glorificado (r). Don , á quien
San Pablo llama prenda de nuestra futura felicidad (<Í\ , y
Santiago , don perfecto{e) , y correspondiente á la magnificen
cia de un Dios , y á la caridad infinita con que ama á los
hombres. Don en fin , por el qual , según San Cyrilo (/),
y San Clemente (g) , somos propiamente Christianos , esto es,
ungidos de el Espíritu Santo. Pues aunque por el Bautismo
seamos reengendrados espiritualmente en Jesu-Christo , pero
como la vida que recibimos entonces , es una vida débil de
re
ía) Jotn. 16". v. 7. (£) Actor. 1. v. 4. (c) Joan. 7. r. 35.
\d) a. Cor. 1. v. 12. (í) Jacob. 1. v. 17.
(/) S. Cyril. Hier. catech. Mystag. 3. (g) Ep. 4. ad Juliaa.
sobre el Catecismo. Parte II. '
reciennacidos , como dice el Apóstol San Pedro , y que nece
sita ser fortalecida con nuevas gracias para sostener los ata
ques del demonio, mundo y carne , y cumplir sin temor lo
que Dios pide de nosotros , es claro que no nos hacemos
perfectamente Christianos , hasta recibir el Sacramento que
confiere estas gracias; el qual por lo mismo se llama Confir
mación : pues por medio de ellas confirma Dios en nosotros
la obra que comenzó en el Bautismo, y nos conduce á la
perfección de la firmeza christiana. Y no solo la confirma,
sino que también la acrecienta , como dice el Papa San Mel
quíades (a) , vistiéndonos con la virtud de lo alto (b).

S- II.

De la existencia y verdad de este Sacramenta.



La Confirmación es un verdadero Sacramento de la Ley
nueva, distinto del Bautismo, como lo enseña la tradición,
lo definió el Concilio de Trento , y lo han declarado mu
chos santísimos y antiquísimos Pontífices (í). Pero entre to
dos ellos merece singular mención el testimonio de San Cle
mente , que dice así : Todos se han de dar prisa sin detención
éflguna por renacer para Dios , y después ser sellados por ti
Obispo , esto es , por recibir la gracia de los siete dones del
Espíritu Santo : porque si no en manera ninguna puede ser per
fecto Christiano , el que no obligado de la necesidad , sino por
malicia y voluntad dexa de recibir este Sacramento. Así lo oimos
de San Pedro , y lo enseñáron los demás Apóstoles por haberl»
mandado así el Señor (d) : Esta misma fe confirmaron los
Santos Mártires y Pontífices Urbano (e) , Fabiano (/) , y Eu-
sebio (g) , como se puede ver en sus Decretales. Y lo mismo
los Santos Padres San Dionisio Areopagita (/&), Eusebio Ce-
sa-

(0) De Consacrat. Dist. ¿. cap. Spiritut. (h) Luc. «4.


(c) De Consecr. Dist. £. cap. Spiritut. (d) Epist. 4. ad Julián.
(e) Ep. 1. ad oran. Christian. (/) Ep. *. ad omn. Orient.
(<*) EP« 3- *<• Bpuc Tuséis. (*) De Eccles. Hier. c. *.
H 2
6o Instrucciones
sariense («), San Cypriano (b) , San Gerónimo (c) , San Am
brosio (d) , y San Agustín (ej. Y para dar mas fuerza á sus
testimonios , San Ambrosio aplica á este Sacramento aque
llas palabras del Apóstol : No queráis entristecer al Espíritu
Santo de Dios, con el qual habéis sido sellados (/). Y San Agus
tín , aquel lugar de los Salmos : Como el ungüento en la ca
beza , que desciende á la barba , la barba de Aaron (g) : y el
del Apóstol : La caridad de Dios es derramada en nuestros co
razones por el Espíritu Santo que nos es dado (J)). Es pues
constante que la Confirmación es verdadero Sacramento. Y
aunque el Bautismo , como dixo el Papa Melquíades , está
muy unido á la Confirmación , no por eso se ha de enten
der , que es el mismo Sacramento , sino muy diferente , co
mo lo explica el mismo Pontífice por estas palabras : En el
Bautismo es alistado el hombre para la milicia, en la Confirma
ción es pertrechado para la pelea. En la fuente dei Bautismo
le da el Espíritu Santo la plenitud para la inocencia ; mas en
la Confirmación le da la perfección para la gracia. En el Bau
tismo somos reengendrados para la vida : después del Bautismo
somos confirmados para la lucha. En el Bautismo somos lava
dos-, después del Bautismo fortalecidos. La regeneración salva
por sí en paz á los que reciben el Bautismo : la Confirmación
los arma , y apronta para las refriegas (i). Así lo definió tam
bién el Concilio de Trento , y lo explicaron antes otros Con
cilios^). Pero no solamente se distinguen estos Sacramen
tos por sus efectos , sino también por su naturaleza y subs
tancia , como se verá en el
De

(a) Lib. 6. Hist. Eccles. c. 43. (b) Ep. 73.


(c)r Dialog. adv. Lucif. (rf) Lib.,de üi qui inít. c. 7.
(#) L. a. cont. litt. Petil. c. 104. (/) Ephes. 4. (g) Ps. 13a.
(í) Román. ¿. (»') Ep. ad Epíscop. Hisp. cap. a.
fk) Conc. Trid. ten. 7. de Conf. caá. x. & a.
sobre el Catecismo. Parte II. 6i

§. III.

De /» naturaleza ó substancia del Sacramento de la Confir


mación.

El Sacramento de la Confirmación consiste en la unción


que hace el Obispo con el sagrado crisma en la frente del
bautizado , diciendo estas palabras : Sellóte con la señal de la
cruz , y te confirmo con el crisma de la salud , en el nombre
del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo. Expliquemos por
partes todas estas cosas.
En la administración de este Sacramento se distinguen
dos acciones principales , la imposición de las manos, y la
unción con el sagrado crisma, i .° El Obispo volviéndose ácia
los que deben ser confirmados , extiende las manos sobre
ellos, y ruega á Dios Todopoderoso , que se digne concederles
el perdón de sus pecados , y haga baxar sobre ellos su Espíritu
Santo consolador. 2.0 Después unge á cada uno de ellos en la
frente con el sagrado crisma en forma de cruz. No es de
nuestro instituto examinar ahora , si la unción con el sa
grado crisma es la sola imposición de manos que se requiere
esencialmente para el valor de este Sacramento ; ó si en otro
tiempo se administraba válidamente la Confirmación con la
primera imposición de manos , que hace el Obispo antes de
ungir á los bautizados , como parece lo hicieron los Após
toles , sin hacer uso de la segunda : y remitimos desde luego
esta disputa á los Teólogos , y Autores Eclesiásticos (a),
quienes defienden que en la primitiva Iglesia unas veces se
unían , y otras se separaban estas dos acciones en la admi
nistración de este Sacramento. A nosotros nos basta saber,
que una y otra acción son necesarias , y por consiguiente
que no se pueden despreciar , ni omitir ni la una ni la otra.
Y por lo que toca al sagrado crisma , que , se compone
de aceyte y bálsamo , con la solemne consagración del Obis
po,
(«) Vid. Bed. tom. 1. in Ps. aa. c. 113. Innocen. extrav. de sscr. «nit.
6a . Instrucciones
po , perpetuamente han enseñado asi la Iglesia y los Conci
lios , como San Dionisio , San Agustin (<?) , y otros muchos
Padres , y señaladamente San Fabián , que es esencial al Sa
cramento de la Confirmación. Y en efecto , no se podia dis
currir cosa mas propia para significar los saludables efectos
de este Sacramento. Porque el aceyte que naturalmente cun
de y se deslié , declara con admirable propiedad la plenitud
de la gracia que de Jesu-Christo como de cabeza se derra
ma , y difunde sobre nosotros por el Espíritu Santo , así
como el ungüento que desciende á la barba de Aaron hasta
la orilla de su vestido Pues le ungió el Señor con oleo
de alegría de una manera mas excelente , que á todos los
que le han de acompañar en su gloria (c) , y todos recibi
mos de su plenitud (d). El aceyte además suaviza y forti
fica ; y por tanto antiguamente se ungia con aceyte á los
athletas , á fin de que tuviesen los miembros mas sueltos,
y vigorosos para el combate. Y así el aceyte del crisma sirve
para significar el oleo de la caridad que el Espíritu Santo
derrama en nuestras almas , el quai nos fortalece invisible
mente contra los enemigos de nuestra salud , y suaviza las
penas mas sensibles á la naturaleza.
El bálsamo , cuyo olor es suavísimo , nos denota cla-
rísimimente la fragancia de virtudes que despiden de sí los
que han recibido la Confirmación , de suerte que pueden
decir con el Apóstol : Somos buen olor de Cbristo delante de
Dios (e). Tiene asimismo el bálsamo virtud para preservar
de la corrupción , y por esto nos manifiesta , que las almas
preparadas con la gracia de este Sacramento , pueden fácil
mente preservarse de la podredumbre de los pecados.
Pero el crisma debe ser consagrado por el Obispo con
solemnes ceremonias; lo primero porque así lo enseñó el Sal*
vador á los Apóstoles , quando en la última cena les pres
cribió el modo de componer el crisma , según lo escribe el
Pon-
(a) Lib. ig. d« Tria. c. a. Vid. Tertn'l. de Bapt. c 8.
(¿) Ps. 13a. {e) Pí. 44. (d) Joan. 1.
(#) %. Cor. a.
sobre el Catecismo. Parte II. 63
Pontífice San Fabián (a). Lo segundo porque así consta de
la tradición , como lo testifica Tertuliano (b) : y en conse-
qüencia el Concilio III. Cartaginense manda á los Presbíte
ros , que jamas se atrevan á componer el crisma (A
Del mismo modo : las palabras que usa el Obispo quan-
do administra el sagrado crisma á los que han de ser con
firmados , no pueden ser mas á propósito para explicar la
naturaleza , y substancia de la Confirmación. Porque las pri
meras palabras : Sellóte con la serial de la cruz , declarar»
abiertamente la señal y divisa con que debe ser distinguido
el que sale al campo de la guerra christiana : las siguien
tes : Confirmóte con el crisma de la salud , manifiestan la for
taleza de ánimo que se da á los fieles en esta sagrada un
ción , para que consigan la vida eterna ; y las últimas : En
el nombre del Padre , y del Hijo , y del Espíritu Santo , de
notan el poder de Dios que obra en el Sacramento como
causa principal. Y siendo estas tres cosas las que señalada
mente deben observarse en la Confirmación , por tanto las
sobredichas palabras han sido recomendadas, y autorizadas
por la Iglesia Católica para administrar este Sacramento.

§. IV.

De la institución de este Sacramento.

El que Jesu-Christo haya instituido el Sacramento de lá


Confirmación , se persuade primero por la Escritura ; pues
en ella se lee , que el Salvador prometió á sus Discípulos,
que serian revestidos de la fortaleza de lo alto (d) ; que se
rian bautizados en el Espíritu Santo, el qual les enriquecería
con sus dones , y les haria participantes de su santidad (e);
y que si él va al Padre les enviará el Espíritu consola
dor (/) ; en cuyo último pasage se funda Santo Tomas (g)y
pa-
(a) Ep. ad Epísc. Hisp. c. a. (i) De Bapt. c. 7.
(c) Conc. Carth. 3. c. 36".
(d) Luc. «4. 49. (e) Actor. 1$. (/) Joan. 16. 7.
{g) S. Thom. 3. p. q. 73. a. 1.
64 Instrucciones
para decir que Jesu-Christo instituyó este Sacramento , no
dando , sino prometiendo el Espíritu Santo , porque la pleni
tud de este Divino Espíritu no se habia de dar hasta después
de la Ascensión del Señor , según lo que dice San Juan:
Aun no se había dado el espíritu , porque Jesús no habia sido
glorificado (tí).
La tradición Apostólica convence en segundo lugar que
Jesu-Christo es el Autor de este Sacramento. Porque los
Apóstoles no enseñaron unánimemente sino lo que habían
aprendido de Jesu-Christo , y nada establecieron ni ordena
ron que no fuese conforme á su doctrina , y según su es
píritu. Pero si subimos desde nuestros dias hasta el tiempo
de los Apóstoles , hallaremos en todas las Iglesias , aun en
aquellas que se separaron muchos siglos después de la Igle
sia Católica , el uso constante de la Confirmación : y los
hechos de los Apóstoles nos dan testimonio de que los Após
toles que estaban en Jerusalen habiendo sabido que los habitan
tes de Samaría habían recibido la palabra de Dios , les en
viaron á Pedro y ñ Juan , quienes , llegados que fueron, ora
ron por ellos á fin que recibiesen el Espíritu Santo , porque no
habia baxado aun sobre alguno de ellos , sino que solamente es
taban bautizados en nombre del Señor Jesús. Entónces les im
pusieron las manos , y recibieron el Espíritu Santo Es
verdad no obstante , que muchas veces por la imposición de
las manos de los Apóstoles , y aun por su predicación ba-
xaba (<r) sobre los fieles el Espíritu Santo, baxo señales sen
sibles que aparecían milagrosamente , y suplían la materia
sensible de este Sacramento , al modo que habia baxado al
principio sobre los Apóstoles , por lo qual dice San Pedro (</):
Habiendo empezado á hablar , vino sobre ellos el Espíritu San
to , así como sobre nosotros al principio : y entónces los fieles
recibían el efecto de este Sacramento , sin recibir el Sacra
mento. Pero quando los Apóstoles (e) conferian la Confirma
ción

(a) Joan. 7. 30. (h) Actor. 8. 14. seq.


(c) D. Thora. 3. p. q. 7a. a. a. ad 1. (d) Actor. n>
(#) D. Thom. ibi. a. 4. ad 1.
sobre el Catecismo. Parte II. 6f
cion como Ministros de los Sacramentos usaban de aquellas
cosas que Jesu-Christo les había mandado , esto es , confe
rían la Confirmación por el uso del grisma , como dice
S?.n Dionisio (a). Es pues indubitable que el Sacramento de
la Confirmación es de institución divina : y la universalidad,
como también la perpetuidad de su uso en la Iglesia , es
una prueba cierta que Jesu-Christo le mandó observar á sus
Apóstoles , y estos á sus sucesores.
De otra parte, como todos los srrrados misterios produ
cen la gracia , que es conocidamente sobre las fuerzas huma
nas , es claro que solo Dios que es dueño de ella puede unir
la á las cosas sensibles , y de consiguiente solo él puede insti
tuir los Sacramentos. Así confesando que la Confirmación es
verdadero Sacramento , es menester confesar también , que su
Autor es Jesu-Christo ; y no solo su Autor , sino que estando
al testimonio de San Fabián (¿>) , el mismo Señor prescribió el
rito del crisma , y jas palabras de que usa la Iglesia en su
administración.
Y si se pregunta ¿quándo instituyó Jesu-Christo la Con
firmación ? se puede responder , que quando prometió á los
Apóstoles que serian revestidos de la virtud de lo alto (c) , y
bautizados en el Espíritu Santo (¿) , aunque no se había de
conferir este divino Espíritu hasta después de la Resurrección,
y Ascensión gloriosa del Salvador

S. v.
Del Ministro de la Confirmación,
Habiendo muchos , según el Profeta Jeremías , que corren
fin sereenviados (/) , y se ingieren por sí mismos en el minis
terio sagrado , se hace necesario declarar quien es el verda
dero y -legítimo Ministro de la Confirmación. Decirnos , pues,
que.íolo el Obispo es el Ministro ordinario de este Sacramen
to,
(«) De Sedes. Htc»-- e, 4. & D. Thom. a. »• »up. clt.
(*) J£p, «.7.»<J
& orpp. Orisnt. {<) 3. p. «j.ult.1%,v,«.4$,1, ad.
(rf) j,Actor.
t») Jq»«, 10. Vid, D. Thom. •(/) 1.
Jor. «3.
Tm IU I
66 Instrucciones
lo , y se convence por la Escritura la tradición, y la decisión
de la Iglesia, i .° Por la Escritura : pues consta de los Hechos
Apostólicos , que fué necesario que los Apóstoles enviasen á
Samaría á Pedro , y á Juan para confirmar , y dar el Espí
ritu Santo á los que habían sido bautizados por Felipe Diá
cono : de donde concluyen Inocencio I. y San Agustín (a) ,
que este ministerio está reservado á los Obispos , que son los
sucesores de los Apóstoles.
2.° Esto mismo nos enseña la tradición , como se manifies
ta por el uso perpetuo de la Iglesia , y por el testimonio de
los Padres , y Pontífices, en especial San Agustín (b) , León (c).
Urbano , Eusebio (i) , Inocencio (/) , y Dámaso (jf).
3.0 Y últimamente el Concilio de Trento ha definido en
los términos mas claros , que solo el Obispo , y no el simple
Sacerdote es el Ministro Ordinario de la Confirmación (h).
Y para que no se piense que la Iglesia no es razonable en
sus determinaciones , he aquí dos buenas razones que la han
movido para esta definición. 1 .a Porque Jesu-Christo no en
vió al Espíritu Santo hasta después de su Resurrección , y
después que fué establecido por su Padre en el exercicio de
la potestad que le habia dado. Pero el Obispo por la pleni
tud de potestad que goza sobre todos los Sacramentos es la
imagen de Jesu-Christo resucitado , y usa de todo su poder
en el desempeño de su ministerio y oficio , y no los Mi
nistros inferiores , que nada hacen sino con dependencia del
Obispo.
2.* Así como en la fábrica de una obra el ordenar y
preparar los materiales pertenece á los oficiales , que son co
mo los Ministros inferiores , y el perfeccionarla y consumar
la corresponde al principal artífice y maestro de ella , y así
como al amanuense pertenece escribir la carta , y el signarla
al que la autoriza : así también el perfeccionar y consumar el
edi-
(*) Innoc. I. ep. ad Decent. Aug. lib. 1 de Trinit. cap. »5.
(b) Id. Quaest. nov. test. q. 42. (c) Ep. 88. ad Ger. & Gall. Episc.
(i) In fin. ep. ad omn. Christ. {e) Ep. 3. ad Episc. Tuse.
(/) Ep. 1. ad Veren. (g) Ep. 4. ad Prosp.
V>) Sess. can. 3. de Confirm.
sobre el Catecismo. Parte II. 67
edificio espiritual de Dios (a), y signar la carta escrita con el
espíritu de Dios (¿) , que son los fieles, según el Apóstol , cor
responde al Obispo , que tiene la principal potestad en la
Iglesia (c). Mas todo esto se hace por el Sacramento de la Con
firmación , por el qual se perfecciona y consagra para tem
plo del Espíritu Santo la casa espiritual edificada por el Bau
tismo , y se sella con la señal de la cruz la carta escrita en
el mismo Sacramento , como dice Santo Tomas ; y de aquí es,
que el Obispo debe ser el solo Ministro de la Confirmación.
Pero porque se podría confundir la unción que se hace en el
Bautismo , cuyo Ministro es el Sacerdote , con la que se
hace en la Confirmación , y es propia y reservada al Obispo,
es necesario notar , que en el Bautismo se hacen dos unciones,
la una en el pecho y las espaldas con el simple oleo de los
Catecúmenos : la otra se hace con el crisma consagrado por
el Obispo , mas no en la frente , sino sobre la cabeza , y el
Ministro no tiene intención de conferir por ella el Sacra
mento de la Confirmación , y por consiguiente es muy di
ferente de la unción de la Confirmación , la qual se hace en
la frente , y con intención de confirmar al bautizado , cuya
intención es absolutamente necesaria para hacer este Sacramen
to ; de suerte que si el Obispo administrase esta unción con
el designio de curar algún enfermo , ó para exorcizar algún
endemoniado , como lo hizo Agorico Obispo de Verdun , se
gún se lee en San Gregorio Turonense (d) , no haría verda
dero Sacramento.
§• VI.

De la necesidad de este Sacramento.

El Sacramento de la Confirmación no es absolutamente


necesario á todos los Christianos como el Bautismo , de ma
nera que ninguno pueda salvarse sin haber sido confirmado:
porque habiendo asegurado Jesu-Christo , que no puede en
trar
(a) I. Cor. 3. (A) II. Cor. 3. (c) D. Thom. 3. p. q. 71. 11. c.
\d) S. Greg. Turón. Hist. franc. lib. 7. p. 358.
12
68 Instrucciones
trar en el Reyno de Dios el que no renaciere del agua y del Es
píritu Santo {a) , aseveró también , que el que creyere , y fuere
bautizado , se salvará (¿) : de donde se infiere claramente , que
es bastante para salvarse el haber recibido el Bautismo , y
conservar la gracia que se nos confiere por él, como lo declaró
el Concilio de Elvira (c).
¿Pero cómo podremos conservar este precioso tesoro estan
do expuestos á un sin número de tentaciones y peligros de
perderle? ¿La fragilidad de los vasos de barro en que le
conservamos abandonada á sí misma podria salir victoriosa
de ellos ? Esto es , fieles , lo que debe hacernos desear con
ansia la gracia de la Confirmación , para subsistir en la vida
christiana , y sostenernos contra los ataques de nuestros ene
migos. Pues aunque es verdad que Dios puede suplir el de
fecto de esta gracia por otros caminos , v. g. por la Eu
caristía , también lo es , que no lo hace comunmente , si por
negligencia , ó por falta de voluntad nos privamos de este
medio que él mismo ha establecido para conseguir aquel fin.
Porque quando Dios ha unido alguna gracia en su Iglesia , 6
la ha hecho depender de ciertos medios exteriores , seria ten
tarle el querer conseguir esta gracia por otros medios dis
tintos de los que él ha señalado , pues se querria obligarle
á obrar extraordinariamente sin necesidad alguna , lo qual
se llama tentar á Dios. Y por esto concluía el Papa Cor-
nelio (d) , que no habiendo sido aun confirmado Novaciano,
no podia haber recibido el Espíritu Santo que le fortalecie
se contra el pecado y el error. Así los que descuidan de reci
bir el Sacramento de la Confirmación , ó creen que pueden
sostenerse contra las impresiones del mundo y del demonio sin
la virtud del Espíritu Santo , y entónces son temerarios , y
presuntuosos ; ó quieren obtener esta gracia por otros medios
que por el Sacramento de la Confirmación , y entónces ver
daderamente tientan á Dios.
En esta consideración no dudó decir San Cypriano , que
es
(«1 Joan. 3$. (i) Marc. 16. i*, (e) Conc. IUiber. can. 77.
(d) Euseb. hist. Eccles. lib. 6. c. 43.
sobre el Catecismo. Parte II. 69
es necesario («) que el que ha sido bautizado reciba el Sacra
mento de la Confirmación. Los Padres del Concilio de Lao-
dicea apoyaron esto mismo diciendo (b) , que los que habían
recibido el Bautismo debian recibir también la Confirmación,
para ser participantes del Reyno de Jesu-Christo. Y todos los
Escolásticos antiguos convienen en esta necesidad quando se
trata de hacer la profesión de la fe. ¿Qué te sirve (f) , dice
Hugo de San Víctor , que hayas sido libertado del pecado
por el Bautismo , si no eres sostenido en la gracia por la
Confirmación ? No que el Bautismo no sea bastante en sí mis
mo para la salud sin la Confirmación, sino porque sin este Sa
cramento se cede fácilmente por falta de fuerzas en los com
bates espirituales.
¿Qué podrán decir á esto los Ministros de la Iglesia que
no cuidan de que los fieles reciban este Sacramento ; ni los
fieles mismos , que desentendiéndose de sus propias necesida
des , de las exhortaciones de los Pastores , y aun de las de
terminaciones de la Iglesia , dexan pasar muchos años , y tal
vez toda su vida sin tratar de recibirle ? Todos convienen
en que la negligencia notable en recibir este Sacramento , y
mucho mas el desprecio formal de una cosa tan santa , es
pecado grave. ¿Pues en dónde está el temor de Dios , Cató
licos ? ¿ En dónde está nuestra fe ? Si creemos que hay una
vida eterna , y deseamos eficazmente nuestra salvación , ¿có
mo despreciamos los socorros necesarios que nos ofrece Jesu-
Christo para conseguirla ? ¿Un viagero que va á entrar en
un bosque lleno de fieras y ladrones , y á quien se ofrecen
armas , y una buena escolta , desprecia por ventura estas
ofertas £ Y si las despreciara , ¿no se le miraría como á un
hombre loco y perdido , que corre voluntariamente á una
muerte casi cierta ? Pues este viagero , fieles , es la imágen
de un christiano que está expuesto á todas horas á los insul
tos y tentaciones del mundo , demonio , y carne : Jesu-Chris
to le ofrece en la Confirmación armas espirituales , y una po-
de-
(a) S. Cypr. ep. 70. (£) Conc. Laodic. c. 48.
(c) Hug. de S. Vict. lib. 1. de Sacram. p. 8. c. 3.
yo Instrucciones
derosa protección contra los enemigos de su salud : la Iglesia
le exhorta , y aun le manda que tome estas armas , y se for
talezca con este socorro : si no lo hace , se expone á un peli
gro inminente de perecer , y él solo será la causa de su perdi
ción , porque no quiso aprovecharse de los medios que se le
ofrecían para librarse de ella.

§• VIL

De los efectos de la Confirmación.

Como la gracia santificante es inseparable del Espíritu


Santo, y todos los Sacramentos confieren la gracia santifican
te , ó un aumento de ella , es claro que todos nos dan , ó son
capaces de darnos el Espíritu Santo. Sin embargo se atribu
ye este efecto particularmente al Sacramento de la Confirma
ción , porque nos le da con mas abundancia que los otros Sa
cramentos. Jesu-Christo habia dado á sus Apóstoles el Espí
ritu Santo ántes de Pentecostés , porque les habia justificado
comunicándoles la gracia , que es la prenda de este divino
Espíritu : y San Juan refiere (a), que quando les dió la po
testad de perdonar los pecados , soplo , y les dixo : Recibid
el Espíritu Santo. Y no obstante es cierto , que el dia de Pen
tecostés cumplió la promesa que les habia hecho de enviarles
el Espíritu Santo , porque les fué dado de un modo muy par
ticular. Pues aunque este divino Espíritu es uno mismo , di
versifica sus operaciones de una manera admirable según su
voluntad , y según el órden establecido por la sabiduría de
Dios. Así en el Bautismo es Espíritu de regeneración , de ino
cencia , de simplicidad , de candor , que nos hace semejantes á
los niños recien nacidos , según la expresión de San Pedro (b).
Pero en la Confirmación es Espíritu de valor y fortaleza , que
evacuando en nosotros las cosas de niños , nos eleva al estado
de varones perfectos, nos hace capaces de combatir , y vencer,
y de confesar á Jesu-Christo delante de los hombres , para que
él
[ (•) Jota. 20. M. (¿) I. Petr.
sobre el Catecismo. Parte II. 71
él nos confiese delante de su Padre que está en el Cielo («) • y
de no avergonzarnos de él , ni de sus palabras , para que no se
avergüence de nosotros quando venga en su gloria Y no sola
mente nos da fuerzas para confesar á Jesu-Christo con las pa
labras , y dar testimonio á la verdad de su Religión delante
de los tiranos , como lo hicieron los mártyres , sino también
con las obras , esto es , para conformar nuestra vida con sus
máximas , y exemplos , de suerte que por las obras seamos re
conocidos por sus fieles discípulos ; y este es el testimonio mas
capaz , dice San Pablo (f) , de hacer reverenciar á todo el mun
do la doctrina de nuestro Dios y Salvador.
Para comprehender San Ambrosio en pocas palabras todos
los efectos de este Sacramento , dice , que por él se nos comu
nica al Espíritu Santo con todos sus dones (</). Y San Agustin
enseña , que causa en nosotros los mismos efectos que el Espí
ritu Santo obró en los Apóstoles el dia de Pentecostés (e). ¿Mas
qué efectos tan maravillosos fueron estos ? Para formar al
guna idea de ellos , considerad á los Apóstoles antes de Pen
tecostés, y les hallareis débiles en la fe, deseosos de las preemi
nencias , zelosos de la elevación de otros , y tan tímidos res
pecto de los hombres , que viendo á su divino Maestro en po
der de sus mas crueles enemigos , todos echaron á huir. Solo
San Pedro le siguió á lo lejos , y éste después de haber de
mostrado poco ántes una valentía superior á todos los peli
gros (/), aterrado á la voz de una muger, le negó tres veces.
Y aun después de la Resurrección todos se mantuviéron encer
rados en casa por temor de los Judíos (g). Pero después de
Pentecostés no se ve en ellos sino valor y fortaleza para ar
rostrar á todos los peligros , para despreciar todas las cosas
de la tierra , y para emprender la predicación del Evange
lio por todo el orbe , entendiendo que nada les podia aconte
cer de mayor gloria que ser hallados dignos de padecer afren
tas , cárceles , y tormentos por el nombre de Jesu-Christo (A).
De
(a) Math. 10. v. 3a. (*) Luc. 9. 0.6. (c) II. Tit. I. 9. 10.
(d) Ambr. lib. 3. de Sacr. c. 1. (*) Lib. 3. de Sacr. Bap. c. 16.
Lib. a. cont. Oes. c. 14. (/) Math. »<5. (g) Joan. «o.
(i) Actor. 5. Vid. S. Greg. Mag. Hom. 30. in Evang. post. med.
7* Instrucciones

§• VIII.

De otros efectos significados por las ceremonias


de la Confirmación,

Todas las acciones y palabras que emplea la Iglesia en la


administración de este Sacramento sirven ciertamente para ha-
cernos conocer lo que el Espíritu Santo obra en nuestras almas.
i.° La imposición de las manos hecha en nombre de Jesu-
Christo significa la protección con que el mismo Salvador nos
socorre , y nos saca de todos los peligros, pudiendo decir con
el Profeta : Baxo la sombra de su mano me protegió (a). Ei
Obispo pide al mismo tiempo á Dios , que nos envié el Espí
ritu Consolador : Espíritu de Sabiduría, que nos haga conocer
la verdadera felicidad , y discernir los medios seguros para
conseguirla. No extrañéis que los hombres tengan necesidad de
ser ilustrados por este divino espíritu, pues los Angeles mismos
son iluminados por él , dice San Cyrilo Sí , los Elias , los
Elíseos , los Isaías entre los hombres tienen necesidad di ser ilu
minados por el Espíritu Santo ; los Migueles , los Gabrieles en
tre los Angeles deben beber en la fuente de su luz , porque él et
el que ilustra las sublimes inteligencias , que son infinitamente in
feriores & él. Solo el Espíritu de Dios sondea las profundidades de
Dios (c) 5 y no se pueden conocer las grandezas de Dios , sino
en quanto ag-radare á este divino Espíritu el descubrirlas. Es'
píritu de inteligencia para entender las verdades y misterios de
la Religión. ¿ Y qué es esta inteligencia sino el fruto de la fe
que obra por la caridad ? La fe , dice San Agustín (d), es la
primera entre todas las virtudes que somete nuestra alma á Dios,
y nos prescribe las reglas de una vida, santa , cuya observancia
fortalece nuestra esperanza, y aumenta h caridad i y por tanto
lo que solo era ames objeto del conocimiento obscuro de ta fe* V'**
ne á ser luminoso en nuestro entendimiento. Nada, pues , es mas
. cler-
(e) tai. 49. 9. (¿) Cateen. n. 1». (e) iJ. Cor, 11, v. te» ■;
(¿) Da agoo. Cbrlst. c. 13, n- 14.
sobre el Catecismo. Parte II. 73
cierto que lo que dixo el Apóstol: La justicia que hace al hom
bre justo viene de la fe , y se perfecciona por el progreso que
se hace en la fe , según que está escrito : El justo vive de la
fe (rf). Espíritu de Consejo , el qual, dice San Agustín (¿) , nos
enseña á evitar los males de que estamos amenazados , y nos hace
perdonar y ayudar á otros , así como deseamos que se nos perdo
ne y ayude á nosotros mismos. Espíritu de fortaleza , que des
prenda nuestro corazón , dice el mismo Santo (f) , de los bienes-
transitorios y terrenos , y nos haga aspirar valerosamente á los
bienes eternos. Por esa fortaleza cerraron los Mártires la puerta
de su corazón al demonio , y la ahriéron á Jestt-Cbristo. Se
burlaron de les promesas del mundo, y de las amenazas del de->
monio , y confesáron firmes delante de los hombres , al mismo
que les reconocerá delante de su Padre. Espíritu de ciencia , no
de aquella ciencia que infla, sino de la que edifica por la
caridad (df). Aquella , dice San Agustín (e)., que hace al hombre
preferir el conocimiento útil de si mismo á todas las luces es
peculativas y estériles , que solo sirven para conocer el mundo,
y las cosas del mundo : aquella que le hace despreciable á sus
propios ojos , por el conocimiento de su baxeza, que sienta vi
vamente su miseria , que halle su consuelo en las lágrimas , que
se aflija en su peregrinación , porque dirige todos sus deseos &
Dios y á la patria celestial. Espíritu de piedad , que hace que
tributemos á Dios nuestros obsequios con placer, y con aque
lla facilidad y prontitud , que proviene del amor. Porque
¿ quién es el que .alaba á Dios sinceramente , dice el mismo
Padre (/) , sino el que le ama verdaderamente ? Dios ha dicho
al hombre : La sabiduría consiste en la piedad (g). Pero la
piedad es el culto de Dios , y no se le honra sino amándole,
T por esto , añade el Santo Doctor (h) , la verdadera sabidu
ría no es otra cosa que la caridad , y esta no es derramada en
nuestros corazones , sino por el Espíritu Santo que se nos ha
da-
(a) Rom. 1. 17. ¡ (í) Lib. 1. de serm. Dom. in mont. c. 4. o. iu
(c) Ibid. & Enarr. in Pí. 141. n. 4. (d) 1. Cor. 8. v. 1.
{e) Lib. 4. de Trln. C. 1. n.i. (/) £p. 140. al. 110. ad Hanorat. C. 18.
{g) Tob. a8. v. i8.secund. septuagin. (¿) Ep. 140. cic.
Tom. II. K
74 Instrucciones
dado. Espíritu de temor de Dios , de aquel temor casto (a),
que permanece eternamente , y que nos hace evitar el pecado,
no por el temor de ser castigados , sino por el temor de ofen
der á aquel á quien se ama , dice San Agustín (b).
2.° El Obispo hace la señal de la cruz con el santo
crisma en la frente del que ha de ser confirmado , i.° para
significar el carácter que este Sacramento imprime en el alma,
y que hace espiritualmente respecto de ella , según el Cljri-
sóstomo (r) , lo que la circuncisión respecto de los Judíos,
y la divisa respecto de los soldados , esto es , que la distin
gue de todas las que no han recibido el Sacramento de la
Confirmación, el qual por lo mismo no se puede reiterar:
a.» para que pongamos toda nuestra gloria en la cruz de
Jesu-Christo ; y que por ningún miedo ni empacho ( de cu
yos afectos suelen aparecer las señales en la frente ) nos re
traigamos de confesar con libertad la Religión Christiana. ■
3.0 El Obispo hiere suavemente el carrillo del confir
mado , y le dice : La paz sea contigo, y esto para demos
trar 1.0 que debemos tener fortaleza y valor para sufrir las
injurias , y afrentas por Jesu-Christo. i.° Que hemos con
seguido la plenitud de gracia , y aquella paz que sobrepuja
todo pensamiento , como dice San Pablo (d*) , y guarda nues
tros corazones , y nuestros entendimientos en Jesu-Cbristo.

$. IX.

De las personas S quienes se dele conferir el Sacramento de


la Confirmación , y de las disposiciones necesarias para
recibirle.

Antiguamente quando el Bautismo se administraba por


el Obispo , ó en presencia del Obispo , se daba la Confir
mación aun á los niños inmediatamente después del Bautis
mo. Pero quando el Obispo estaba ausente , se esperaba al
tiem-
(*) Ps. 18. v. 10. (b) InPs. 118. Sermón. 1». n. 3.
(c) Hom. 3. in Ep. a. ad Cor. tom. 10. p. 454. (d) Philip. 4. 7.
sobre el Catecismo. Parte II. j¿
tiempo de sus visitas para confirmar á todos los que habían
sido bautizados. Pero la Iglesia ha mudado de costumbre en
esta parte , y juzga al presente , que conviene muchísimo di
ferir este Sacramento á los niños, hasta que tengan uso de
razón. Porque la Confirmación ha sido instituida á fin de
armarnos y fortalecernos para pelear y defender la fe de
Jesu-Christo , y nadie ignora que los niños que carecen de
uso de razón , no son á propósito para este género de pelea.
No obstante quando los niños se hallan en peligro de
muerte , se les debe administrar el Sacramento de la Con
firmación , porque , como dice Hugo de San Víctor , referido
por Santo Tomas («) , los niños que mueren después de ha
ber sido confirmados, consiguen mayor grado de gloria, asi
como consiguieron mayor gracia por este Sacramento. Y
por esto dice San Carlos Borromeo en su quinto Concilio
Provincial (¿) , que el Obispo puede con justa causa dar la
Confirmación á los niños , aunque no lleguen á la edad
de siete años. Pero siempre es cierto que comunmente ha
blando, conviene diferirles este Sacramento hasta que tengan
uso de razón. Y de aquí es , que se deben acercar á él con
las disposiciones necesarias, que son las siguientes: i.o es
necesario que estén bautizados , porque habiendo sido ins
tituida la Confirmación para aumentar y fortalecer la gra
cia del Bautismo , supone necesariamente este Sacramento,
de suerte que no seria válida si se diese á un hombre no
bautizado : 2.0 se debe recibir en estado de gracia , por lo
qual el que no conservare la gracia del Bautismo , debe pen
sar en hacer penitencia de sus pecados antes de recibir la
Confirmación : 3.0 siendo conveniente que los que han de
ser confirmados tengan ya uso de razón , se debe exigir de
ellos lo que se exigía en otro tiempo de los catecúmenos
para recibir el Bautismo (<■) , esto es , que sepan el Sím
bolo , los Mandamientos de la Ley de Dios, el Padre nues
tro , y las otras cosas que son esenciales al Christianismo.
Ni
(u) D. Thom. 3. p. q. 71. a. 8. »d 4.
(¿) Coac. Medio¡»n. 5. (c) S. Aug. 1. de ñd. & oper. C. 6.
Ka
jb Instrucciones
>Ji es bastante que sepan estas cosas de memoria , si no
perciben el sentido de ellas, porque en tal caso no estarían
mas adelantados , que si las hubiesen aprendido en una len
gua extraña y desconocida , ni mas capaces de ser confirma
dos que un niño de quatro años que supiese pronunciarlas,
sin entenderlas. La intención pues de la Iglesia que desea
que los niños tengan uso de razón para ser confirmados , es
que sepan y entiendan las verdades capitales de la Religión,
y las obligaciones esenciales de un Christiano , porque como
la Confirmación les hace perfectos Christianos , supone en
ellos los conocimientos necesarios para serlo. De otra suer
te, sin duda les seria mas ventajoso recibir este Sacramento
antes del uso de la razón , quando no pudiesen aun ofen
der á Dios : 4.0 seria de desear que los que han de ser con
firmados se exercitasen antes en ayunos , y otras obras de
piedad : y entre ellas , el retiro y la oración no pueden es
tar autorizados por exemplo mas señalado. Porque Jesu-
Christo prescribió á sus Apóstoles el retiro de diez dias,
mandándoles que permaneciesen en Jerusalen hasta que fuesen
revestidos con la fortaleza de lo alto (a) : y en efecto ellos los
pasaron cerrados en el cenáculo , exercitándose unánime
mente en el ayuno y la oración (¿) para disponerse á reci-
Jbir el Espíritu Santo. ¿Y los Christianos , que no necesitan
ménos preparación que los Apóstoles , no deberán hacer otro
tanto ? San Carlos quiere (f) que los Párrocos exhorten á los
fieles á que se confiesen , y reciban la Conrirmacion en ayu
nas. Mas de poco sirven todas estas preparaciones pasage-
ras , si el corazón no pertenece verdaderamente á Dios , si
no se tiene un sincero deseo de obedecerle , y cumplir sá
voluntad en todas las cosas. Así el principal examen que se
debe hacer es , si los que han de ser confirmados son pro
piamente Christianos, esto es , si viven del espíritu de Jesu-
Christo : porque este Sacramento no comunica la perfección
del Christianismo , sino á los que son ya verdaderos Chris
tianos.
Del
<«) Luc. 14. r. 49. (¿) Actor. 1. 13. & 14. (r) Instruc.Coof.
#
sobre el Catecismo. Parte II. 77

5- X.
1
De/ cuidado con que se debe conservar la gracia de la Con
firmación. t

Todos los dones nos imponen la obligación de cuidar


particularmente de conservarlos ; y supuesto que la Confir
mación obra tantas gracias en el alma , como que la da la
plenitud del Espíritu Santo , ¿ con qué cuidado no debere
mos conservarla ? Porque se puede perder al Espíritu San
to ; se le puede contristar (a) ; se le puede extinguir (b) , no
en sí mismo , porque es Dios , sino en .nosotros , y en sus
efectos.
Se puede perder al espíritu de Dios después de haberle
recibido. Pero , ay ! ¡Qué infelicidad el perderle , Christia-
nos ! Quién , no temblará meditando aquellas palabras del
Apóstol : Es imposible , que los que han sido una vez ilu
minados con la luz de la fe en el Sacramento del Bau
tismo ; que han gustado el don del Cielo en la Eucaristía ; que
han participado al Espíritu Santo en la Confirmación , y se
han alimentado de la palabra de Dios , y la esperanza de las
grandezas del siglo venidero , y que después de esto han caído
en la apostasía , ó qualquier otro pecado mortal , es impo
sible que sean renovados segunda vez por la penitencia (7). Pa
labras verdaderamente terribles , y que nos enseñan no so
lamente que no se puede recibir segunda vez el Bautismo,
sino también que es muy dificultoso el renovarse por la pe
nitencia después de haber perdido al Espíritu San^o. > :>
¿Y cómo , me decís , se pierde al Espíritu Santo ? El mis
mo Espíritu Divino nos lo dice : La maldad que sobreviene
le destierra del alma (</). ¿Qué aversión por consiguiente de
bemos tener á todo pecado que nos le hace perder , dester
rando de nosotros su gracia ? ¿Qué horror en particular á
U
(a) Ephes. 4. 30. (b) Thesal. g. 19.
¿c) Hcbr. <5. 4. seq. {d) Sapieat. u j.
y8 Instrucciones
la impureza que profana sacrilegamente su templo ? Qué mu
cho que el Apóstol reconvenga agriamente á los Corintios,
entre quienes había algunos manchados con este infame de
lito , diciéndoles : Qué ! ¿No sabéis que vuestros cuerpos son
templos del Espíritu Santo que reside en vosotros , y se os ha
dado por Dios , y no sois ya de vosotros mismos , porque ha
béis sido redimidos con un precio grande (a) , con la sangre del
Hijo de Dios? Mas no penséis por esto que debemos tener
menos horror á los pecados del espíritu que á los de la
carne ; no por cierto , porque no los detesta menos el Es
píritu Santo , según el mismo Espíritu Divino nos lo enseña,
diciendo : que no entrará en el alma maligna (¿) ; y que huye
de todo disfraz é .hipocresía. Y en efecto, ¿qué concordia,
qué relación entre este Espíritu de simplicidad y verdad,
y el espíritu de disimulación y duplicidad : entre este Es
píritu de bondad y caridad , y el espíritu de malicia y de
odio : entre esta inocente Paloma , esta Paloma sin hiél , y
el espíritu de aversión y venganza ? Toda maldad que sobre
viene destierra al Espíritu Santo de nuestras almas , y así para
conservarle en ellas debemos cerrar la puerta á todo pecado.
Se puede contristar también al Espíritu Santo , y esto es
loque asimismo debemos evitar con el mayor cuidado, como
nos lo amonesta el Apóstol diciendo : No contristéis al Es
píritu Santo , con el qual estáis sellados (r). Pero si el Espíritu
Santo goza de una felicidad eterna é inmutable , ¿ de qué
manera podemos nosotros contristarle ? El Espíritu Santo tío
puede ser contristado en sí mismo y en su propia substancia,
dice San Agustín (cfy , sino en los Santos, en quienes habita por
la caridad : y así se le contrista de alguna manera , quando se
les contrista á estos ; y á estos les contristamos con nuestros
pecados , pues la caridad que les comunica el Espíritu Santo,
les hace sensibles á nuestros bienes y males. Evitemos , pues,
todo motivo , toda ocasión de tristeza á nuestros hermanos,
.y temamos contristar al Espíritu Santo.
Fro
to 1. Corint. 6. ip. (h) Stp. 1. w. 4. & g. (e) Ephes. 4. 30.
1. Thesalon. 5. ig. (d) Lib. 4. de Genes, ad litt.a. x8.
sobre el Catecismo. Parte II. 79
Procuremos en fin no extinguir á este Espíritu Divino:
porque verdaderamente le extinguimos quanto está de nuestra
parte , quando apagamos su caridad en nosotros mismos , ó
en el corazón de nuestros próximos : así como por santo que
sea el nombre de Dios , le deshonramos quanto está de nuestra
parte , faltando al respeto que le es debido , o exponiéndole á
ser blasfemado por los infieles ; y por santos que sean los Sa
cramentos , y por independiente que sea su santidad de las dis
posiciones personales de los que los administran 6 reciben , se
les profana quanto está de parte nuestra , si se les administra^
ó recibe indignamente , como dice San Agustín (¿j). Alimen
temos , pues , este sagrado fuego en nuestro corazón , y en
el de nuestro próximo , para que no se debilite ni apague:
Conservemos la unidad de un mismo espíritu por el lazo de la
paz (b) ; y esta será una segura prueba de que el Espí
ritu Santo habita en nosotros , y conservamos su plenitud.

INSTRUCCION IV. -

Sobre el Sacramento de la Eucaristía.

- *. h ■ ..

De la obligación de instruirse de lo que pertenece á este Sa


cramento : y de los diferentes nombres que se le
' ' atribuyen. '

o hay Christiano alguno que no esté muy obligado


á instruirse de lo que pertenece á este Sacramento. 1 .0 Por
que teniendo obligación en qualidad de Christiano á parti
cipar de este misterio , no podría evitar el acercarse á el
indignamente , si no tuviese cuidado de aprender tanto lo
que pertenece al misterio mismo , como á las disposiciones
necesarias para recibirle dignamente ; porque no podria ha
cer el discernimiento que debe del cuerpo del Señor , y por
con-
(ú) S. Aug. cont. Ep. Parmen. 1. a. n. 30. (b) Ephes. 4. 3.
8o . Instrucciones
consiguiente atraería sobre sí todos los males que son con-
seqüencias de las comuniones indignas, á saber, la substrac
ción de las gracias , el endurecimiento del corazón , la lan
guidez y muerte del alma , y el decreto de su condenación;
pues , como dice el Apóstol: El que come de este pan, y bebe
de este cáliz indignamente , come y bebe su propia condenación;
y por esta razón bay entre vosotros muchos enfermos y lángui~
dos , y muchos duermen {a) con el sueño de la muerte. 2.0 Por
que la asistencia al sacrificio de la Eucaristía , y la parti
cipación de este Sacramento , son los principales exercicios
de la vida christiana que debe arreglar y animar la fe de
este misterio* 3.0 Porque la Eucaristía no solamente debe ser
considerada como un objeto muy importante de nuestra fe,
sino también como el principal medio que Dios ha estable
cido en su Iglesia para la salud de los fieles , cuya noti
cia nos es por tanto indispensable. En efecto , así como los
alimentos son el principal medio para conservar la vida del
cuerpo , Dios ha querido asimismo comunicar principalmen
te á los fieles por el alimento de la Eucaristía las gracias
necesarias para subsistir en la vida espiritual. Pues aunque
por el Bautismo recibamos la vida de la gracia , y por la
Confirmación la fortaleza necesaria para trabajar y sufrir
por Dios , es menester además que el Sacramento de la Eu
caristía nos alimente , para conservarnos en el estado de vi
da y fortaleza que nos dieron aquellos Sacramentos : por
que no es bastante que el hombre viva , y sea fuerte , si
su vida y fortaleza no son sostenidas por un alimento con
tinuo. Y de aquí es , que San Epifanio , y San Gerónimo
llaman á este Sacramento el principal medio de la salud
de los Christianos : que los fieles de Afr'ca , según refiere
San Agustín (b) , le daban el nombre de vida , y los Conci
lios le llaman absolutamente bien y perfección.
Pero los Escritores sagrados le llaman mas comunmente
1.0 Eucaristía (r), que significa lo mismo que buena gracia
ó
(o) 1. Cor. 11. 19. 30. (6) L. 1. ¿t peccat. mer. e.14.
(c¡ Chrys. hoco. 34. in 1. ad Cor.
sobre el Catecismo. Parte II. 81
6 acción de gracias. Buena gracia , ya porque es una prenda
que figura y significa anticipadamente la vida eterna , de
la qual dice el Apóstol : La gracia de Dios es la vida eter
na (a) : ya también porque contiene en sí á Jesu-Christo
Señor nuestro, que es verdadera gracia , y la fuente y orí-
gen de todas las gracias. Y acción de gracias , i .° porque al
sacrificar esta purísima y agradable Hostia , demos gracias
á Dios cotidianamente , como dice Orígenes (b) , por todos
sus beneficios , y en especial por la gracia que nos da en
este mismo Sacramento. 2.0 Para significar lo que Jesu-
Christo obró en la institución de este misterio , pues tomando
el pan , le partió , y dio gracias (c). 3.0 Porque la consi
deración sola de este misterio debe movernos á dar muchas
gracias al Señor ; así como David ántes de pronunciar aque
llas palabras : El Señor , que es misericordioso , y lleno de cle
mencia , ha eternizado la memoria de sus maravillas , dando el
alimento á los que le temen , juzgó que debia primero alabar
á Dios , y darle gracias diciendo : Todo lo que Dios ha hecho
■publica sus alabanzas , y anuncia su grandeza (d).
Lo a.° le llaman Comunión , con alusión á aquel pasage del
Apóstol : ¿E/ cáliz de bendición que nosotros bendecimos no es la
comunión de la sangre de ^esu-Christo ? lT el pan que partimos
no es la comunión del cuerpo del Señor (e) ? Porque , como lo
explica el Damasceno (/), este Sacramento nos junta con Chris-
to , nos hace participantes de su carne y divinidad -¡y & nosotros
mismos nos une y enlaza unos con otros en el mismo Christo , co
mo que componemos un solo cuerpo con él. De donde vino á lla
marse también (jg) Sacramento de paz y caridad , para que en
tendiésemos quan indignos son de llamarse christianos los que
se aborrecen unos á otros , mayormente siendo cierto , que en
el sacrificio cotidiano de nuestra Religión protestamos , que
ninguna otra cosa observamos con mas cuidado que la paz
y caridad.
Lo
(a) Rom. 6. 13. (b) Lib. 8. con*. Celi. (c) Mat. «6\ 16.
\d) Ps. 110. 4. (e) I. Cor. 10. 16. (/) Lib. 14. de fid. ort. c 14.
(g) Aug. uact. ao". ia Joan. Conc. Nic. can. 11. Se Carthag. 4. c. 77.
fc 78.
Tom. II. L
8a Instrucciones
Lo 3.0 le llaman Viático , ya porque es un manjar espiri
tual con que nos sustentamos (a) en la peregrinácion de esta
vida ; ya también porque nos abre camino para la gloria y
felicidad eterna , y es particularmente necesario para fortale
cer á los rieles en el tránsito de esta vida á la otra.
4«° Algunos antiguos Padres (¿) le dieron el nombre de
Cena, siguiendo la autoridad del Apóstol (f) , y esto por ha
ber sido instituido en aquel saludable misterio de la última
cena de Jesu-Christo.
f.° Y finalmente se llama el santo Sacramento , y entre los
Griegos los santos Misterios por excelencia, porque es la prin
cipal seftal de las cosas sagradas establecida por Jesu-Christo.
Y por esta misma razón la Iglesia Católica quando se hace
la consagración del cáliz , le llama absolutamente el Misterio
de la fe ; aunque también se puede llamar así , porque es uno
die los misterios mas arduos de la fe christiana , y por consi
guiente hay mucha dificultad en reducir á servidumbre al en"
tendimiento humano para creerle.

$. II.

De la promesa , é institución de la Eucaristía.

Jesu-Christo prometió á sus Discípulos este Sacramento


mucho tiempo ántes de instituirle para prepararles á él , y
ved aquí la ocasión con que lo hizo. Después que el Salvador
alimentó milagrosamente en el desierto á una multitud de hom
bres , algunos de ellos fueron el dia siguiente á Cafarnaun bus
cando á Jesus,y habiéndole hallado, Jesús les dixo: En verdad,
en verdad os digo: vosotros me (d) buscáis, no por los bienes espi
rituales que debíais esperar de mí á causa de los milagros que
me habéis visto hacer , sino porque os he dado pan que comer ,y
quedasteis satisfechos. Trabajad , no por el alimento que perece,
sino por el alimento que permanece hasta la vida eterna , que os
da
ta) Vid. III. Reg. 10. 8. (5) Cypr. in lib. de Cana Dona,
(c) I. Cor II. ao. (d) Joan. 6*. 34. 16. sea.
sobre el Catecismo. Parte II. 83
dará el Hijo del Hombre. Ellos le dixéron , ¿ qué hemos de ha
cer para obrar obras de Dios ? Jesús les respondió : La obra
que Dios pide de vosotros es que creáis en aquel á quien él ha
enviado. Ellos le dixéron : ¿ Pues qué milagros haces , á fin de que
le veamos , y creamos en tí ? ¿ Qué obras extraordinarias haces"i
Nuestros Padres comieron el maná en el desierto , según lo que
está escrito : les dió á comer el pan del Cielo : ¿no es esto mas
que haber dado de comer á cinco mil hombres con cinco pa
nes ? Y Jesús les dixo: En verdad (a), en verdad os digo : Moy-
ses no os dió el pan del Cielo 5 pero mi Padre os da el verdadero
pan del Cielo. Porque el pan de Dios es el que ha baxado del
Cielo , y que da la vida al mundo, Y después añade : To soy el
pan de vida. El que viene á mí no tendrá hambre , y el que cree
en mí no tendrá jamas sed (¿). Murmuraban de él los Judíos (f)
parque habia dicho : To soy el pan vivo que ha haxado del Cielo.
Y Jesu-Christo explicándose aun en términos mas fuertes , les
dixo : En verdad , en verdad os digo : El que cree en mí tiene
la vida eterna , porque yo soy el pan de vida. Vuestros Padres
comiéron el maná en el desierto , y han muerto. Mas ved aquí el
pan que ha baxado del Cielo á fin de que el que come de él no
muera. To soy el pan vivo fue he haxado del Cielo para dar la
vida al mundo. Si alguno , pues , comiere de este pan , vivirá
eternamente , y el pan que yo daré es mi carne , que debo entre
gar á la muerte por la vida del mundo (d\ Jesu-Christo no ha
bía dicho hasta ahora cosa semejante a estas últimas palabras,
y así es necesario que tengan otro objeto diferente. Hasta aquí
se habia propuesto á sí mismo como pan actualmente presente,
de que se debia comer en todo tiempo para alimentarse con
la fe , y tener la vida eterna. To soy el pan de vida , habia di
cho , el que viene á mí no tendrá hambre , y el que cree en mí «»
tendrá sed jamas. Pero ahora usa de otro lenguage. El pan de
que habla es su carne , y este pan no le da á comer de pre
sente , sino que promete darle en lo sucesivo. El pan , dice,
que yo os daré es mi carne que debo entregar á la muerte por
la vida del mundo. Empieza , pues , á hablar aquí de la Eu-
ca-
(*) Joan. v. 3a. 3$. (*) V. 35. (r) V. 41. (</) V. 47. se*
L 2
84 ' Instrucciones
caristía que había de instituir un año después , y en que por
una disposición inefable de su caridad debia unir su propia
carne á la nuestra , y alimentar nuestra alma con su divinidad,
según la expresión de Tertuliano.
Al oir estas cosas los Judíos, tomándolas en un sentido
carnal y grosero, disputaban entre sí diciendo ¿Cómo puede
éste darnos su carne á comer"1. Pero Jesu-Christo no juzgó á pro
pósito declararles mas el misterio , y esforzó su discurso di
ciendo : En verdad , en verdad os digo : Si no coméis la carne del
Hijo del Hombre , y bebéis su sangre , no tendréis la vida en vos
otros. Mas el que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida
eterna , y yo le resucitaré en el último dia. Porque mi carne es ver
daderamente comida , y mi sangre es verdaderamente bebida. El
que come mi carne , y bebe mi sangre está en mí , y yo en él (a}.
Tal fué la promesa que hizo Jesu-Christo de dar á los
hombres su carne á comer , y su sangre á beber. Veamos ya
su cumplimiento en la institución de la Eucaristía , de que de
bemos hablar , siguiendo el órden que guardó el Apóstol para
enseñar á los Corintos lo que él habia aprendido del Señor
Sabiendo Jesús que venia su hora de pasar de este mundo al Pa
dre , como habia amado á los suyos que estaban en el mundo , les
amó hasta el fin (c) de su vida , y quiso darles entónces los tes
timonios mas sensibles de su amor. Así después de haber ce
nado el cordero pascual con sus Discípulos , y habiéndoles da
do el exemplo de la humildad mas profunda lavándoles amo
rosamente los pies á todos ellos , les dió la prenda mas admi
rable de su caridad instituyendo la Eucaristía , como el me
morial y compendio de sus maravillas. En la misma noche, di
ce el Apóstol , en que el Señor Jesús debia ser entregada á la
muerte , tomó el pan ,y habiendo dado gracias á Dios , le partió,
y dixo á sus Disctptdos : Tomad , y comed : esto es mi cuerpo , el
fual será entregado por vosotros. Haced esto en memoria de mí.
Asimismo tomó el cáliz después de haber cenado , y se le presentó
diciendo : Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre (d) , que

(ñ) Joan. v. ¿4. seq. (&) I. Cor. 1 1. 33. (c) Joan. 13. i.
{J) I. Cor. 1 1. 33. 24. Math. 26. %6.
sobre el Catecismo. Parte II. t$
▼á á ser derramada por vosotros. Haced esto en memoria de mi
todas las veces que le bebiereis. Ved ahí qual haya sido la ins
titución de la Eucaristía, ó del misterio de la fe, como dice la
Iglesia. ' ,• ■ .
En este misterio hay muchas cosas á que los Escritores sa
grados han querido dar el nombre de Sacramento. Porque unas
veces solian llamar Sacramento á la consagración, otras á la co
munión^ otras al mismo cuerpo y sangre del Señor que se con
tienen en la Eucaristía: y así dice San Agustin, que este Sacra"
mentó consta de dos cosas , que son las especies visibles de ¡os ele
mentos, y la carne y sangre invisibles del mismo "jesu-Cbristo
y en este mismo sentido decimos nosotros también que se debe
adorar el Sacramento de la Eucaristía (¿), entendiendo por Sa
cramento el cuerpo y sangre del Señor. Pero aunque estas locu
ciones deban sostenerse por diferentes motivos , sin embargo
es cierto que á solas las especies de pan y vino conviene con
toda propiedad y verdad el nombre de Sacramento , y lo son
verdaderamente , como lo ha definido el Concilio de Tren-
to (c),y lo enseñan constantemente los Padres de la Iglesia
Y aunque sean dos las especies visibles de la Eucaristía , y
dos los elementos , ó materias que han precedido , y de que se
compone enteramente este Sacramento , á saber , el pan , y el
vino , no obstante instruidos por la Iglesia confesamos, que no
hay dos Sacramentos de Eucaristía , sino (e) uno solo : por
que de otra suerte no podria subsistir el número de los siete
Sacramentos que enseña la perpetua tradición de la Iglesia , y
está definido por los decretos de los Concilios de Letran (/)
Florencia (g) , y Trento (b). Y decimos que es uno solo , no
porque sea indivisible , ó se componga de una sola materia,
sino porque significa principalmente una sola cosa según su
institución. Pues así como la comida y bebida aunque son dos
co
fa) De cath. rud. c. i5. (5) Conc. Tríd. Sess. 13. de Euch. cap. 9.
& can. 6. (c) Ibi. tan. 4. & cap. 3. (rf) Aug. lib. 3. de Trin. c. 4. &
lib. so. contr. Faust. c¿ 13. Ambr. lib. I. Officior. c. a8. & lib. 4. de
Sacr. c. 4. 5. 6. S. Thora. 3. p. q. 73. a. 1. (e) S. Thom. ibi. a. 1.
(/) Colig. exc. 1. & aliis. (g) In doctrin. de Sacram.
4¿>) Sess. 7. de Sacra cu. in gen. caá. i.
86 Instrucciones
cosas diversas en sí mismas , porque se toman para un solo
fin y efecto , que es reparar las fuerzas del cuerpo , hacen
un solo convite , así también las dos especies diversas da la
Eucaristía, las quales significan una misma cosa , á saber, el
alimento espiritual con que se mantienen y recrean las almas,
según la sentencia del Salvador : Mi carne es verdaderamente
comida , y mi sangre es verdaderamente bebida (a} , hacen un
solo convite espiritual , y un solo Sacramento.
De aquí se entiende fácilmente la diferencia que hay de
este Sacramento á todos los otros. Porque i .° los demás Sa
cramentos solamente se hacen y subsisten quando se usa de su
materia , es decir , solamente son Sacramentos quando se ad
ministran á alguno (b) , como , por exemplo , el Bautismo en
tonces se dice , y es Sacramento quando actualmente se hace
la ablución del que es bautizado : mas la Eucaristía de tal
suerte adquiere toda su perfección por la consagración de su
materia , que después de ella no dexa de ser verdadero Sacra
mento (f) , aunque esté reservada en el sagrario sin adminis
trarse a nadie. a.° Porque en los demás Sacramentos no se
muda su materia ó elemento en otra substancia , y así ni el
agua del Bautismo, ni el crisma de la Confirmación pierden su
respectiva naturaleza y substancia que antes tenian quando se
administran estos Sacramentos, sino que permanecen en su mis
mo ser de agua y crisma : mas en la Eucaristía lo que antes
de la (í/) consagración era pan y vino , después de la consagra
ción es ya verdadera substancia del cuerpo y sangre del Señor.
Fielmente confesamos , dice San Agustín (e) , que en la Eucaris
tía ántes de la consagración hay el pan y el vino que produxo la
naturaleza , pero después de la consagración hay la carne y sangre
de Christo que consagró la bendición. 3.0 Porque todos los Sa
cramentos tienen sus particulares significaciones, que continua
remos explicando en sus propios lugares.
Por lo que toca al de la Eucaristía es claro que significa
tres
(a) Joan. 6. 56. (b) Conc. Trld. Sess. 13. cap. 3. & S. Aug. in Ps. 98.
(c) Conc. Trid. Sess. 10. de Euch. can. 4.
(d) Id. ib. cap. 3. & 4. & can. a. S. Tora. 3. p. q. 75. per tot.
(e) Habet. Deconsecr. dist. a. cap. Not autem.
sobre el Catecismo. Parte. II. 87
tres cosas , y son 1.» la Pasión de Jesu-Christo en el tiempo
que sucedió , el qual ya es pasado respecto de nosotros. Así
nos lo enseñó el mismo Señor diciendo : Haced esto (a) en me
moria de mí ; y también el Apóstol quando dixo: Todas las ve
ces que comiereis este pan , y bebiereis este cáliz anunciareis la
muerte del Señor , y renovareis la memoria de ella hasta que
venga á juzgar á los vivos y muertos (¿). La 2.a es la divina
gracia que de presente se da por este Sacramento para alimen
tar y conservar la vida del alma del que le recibe dignamente.
La 3.a es el fruto de la felicidad y gloria eterna, que en vir
tud de la promesa de Dios esperamos recibir en el tiempo veni
dero. Estas tres cosas se declaran tan singular y perfectamente
en los sagrados misterios de la Eucaristía , que todo el Sacra
mento, aunque compuesto de diversas especies, se ordena á sig
nificar cada una de ellas , como si no significara otra alguna.

§. IIL

De la naturaleza y substancia de este Sacramento.

Habiendo visto ya lo que Jesu-Christo practicó en la ins


titución de la Eucaristía , no se puede dudar que este Sacra
mento se perfecciona por la consagración del pan y el vino , y
así solo resta examinar 1 .° de qué naturaleza deben ser el pan
y el vino : 2.0 cómo se hace la consagración del uno y del
otro.
i.° El pan que debe servir para la Eucaristía es necesa
rio 1 .° que sea de trigo (c) ; pues como nos enseñan los Evan
gelistas San Mateo San Marcos (e), y San Lucas (/), Jesu-
Christo Señor nuestro para instituir la Eucaristía tomó el pan
en las manos , lo bendixo , y repartió diciendo : Esto es mi
cuerpo : cuyas palabras denotan claramente , que aquel pan
era de trigo , porque atendido el común modo de hablar, siem
pre que absolutamente y sin adición alguna se dice pan¡ se de
be
(*) Luc. 1». 19. (A) I. Cor. 11. a5. (c) S. Thom. «b. sup. a. 3.
Math. a6. 16". (e) Marc 14. M. (/) Loe. 11. 1$.
88 Instrucciones
be entender pan de trigo. Y en efecto no se duda que Jesu-
Christo en esta ocasión se sirvió de aquel pan que estaba co
munmente en uso entre los Judíos , el qual era ciertamente
de trigo ; y así la Iglesia en esta creencia nunca empleó otro
para la consagración de la Eucaristía , como que él solo es ma
teria apta para este Sacramento , según nos lo enseñó siempre
la tradición de los Apóstoles. Ni faltan figuras en el testamen
to viejo que declaren lo razonable de esta práctica , porque
vemos en él que mandó el Señor , que los panes de la pro
posición , los quales figuraban este Sacramento , se hiciesen de
la flor de la harina : de donde se infiere que no se debe usar
otro pan que el de trigo para hacer la Eucaristía , y si fal
tase éste se debería cesar de ofrecer el sacrificio , como se hi
zo en la Lybia por esta causa , según lo refiere el Concilio
Calcedonense 2.0 El pan debe ser hecho, con agua natu
ral , porque si se hiciese con leche , ú otro licor , no seria ya
moralmente pan , sino otra especie de alimento. 3.0 En fin el
pan debe ser ázymo , ó sin levadura (f) , como se colige fácil
mente de lo que Jesu-Christo observó en la institución de 1%
Eucaristía , porque es cierto que él instituyó este Sacramento
después de la cena del cordero- pasqual en el primer dia de
los ázymos , según el Evangelio (d) , y para esto se sirvió del
pan que estaba sobre la mesa , el qual era necesariamente pan
ázymo , pues la Ley prohibía rigurosamente á los Judíos el
uso del pan fermentado en la comida del cordero pasqual,
y en los siete dias de su fiesta , que se llamaban los dias de los
ázymos , y ni aun les permitía guardarle en sus casas (e). Y
ademas nada es mas propio que la consagración del pan sin
levadura , para significar la pureza de corazón con que los
fieles deben acercarse á este Sacramento , como nos lo en
seña el Apóstol diciendo : Purificaos de la levadura vieja para
que seáis una nueva masa , como sois verdaderamente panes sin
levadura por la inocencia y santidad que recibisteis en el Bau-
tis--
{a) Levit. 14. ▼. g. 6. ifi) Conc. Cale. Act. 3.
[c) Extrav. de celebr. Mlss. cap. Htterai. S. Thom. ubi sup. a. 4.
(tf) Math. 43. 17. Marc. 14. xa. Luc. aa. 7. {e) Exod. 1a. 19.
sobre ja Catecismo. Parte II. £9
tismo : porque Jesu-Christo que es nuestra Patata , y nuestro
Cordero pascual, ha sido sacrificado por nosotros; y así celebre
mos esta Pascua , y comamos este divino Cordero , no con la
levadura vieja de nuestra primera vida , ni con la levadura de
la malicia y perversidad , sino con los panes sin levadura de la
sinceridad y verdad (4}.
No obstante la tradición , y el uso perpetuo de la Iglesia
nos enseñan que se puede consagrar y hacer verdadero Sacra
mento sea con pan ázymo , ó fermentado ; y la diversidad de
prácticas de las Iglesias Griega y Latina sobre este punto , es'
una prueba decisiva de que jamas se miró el pan ázymo , ó;
fermentado como de institución divina , y que pertenezca
á el valor del Sacramento con exclusión el uno del otro.
Los Sabios se han dividido acerca de aquella gran qüestion,
i saber, si la Iglesia Griega y la Latina han estado siem
pre en el uso en que están hoy de consagrar , la primera-
con pan fermentado , y la segunda con pan ázymo , ó sin
levadura. Pero sin empeñarnos ahora en esta qüestion de crí
tica , nos basta saber , que por confesión de todos , la con
testación entre Griegos y Latinos rodaba en el fondo sobre
un punto de pura disciplina, por lo qual después de haber
disputado entre sí largo tiempo y con la mayor viveza , con
vinieron al fin en que cada Iglesia permaneciese en su prác
tica , y esto es lo que al presente se observa de una y otra
parte. Por tanto un Sacerdote de la Iglesia Latina que se
sirviese de pan fermentado , consagraría , porque el pan fer
mentado es pan verdadero , como el ázymo ; y lo mismo
se debe decir de un Sacerdote Griego que consagrase en la
Iglesia Griega con pan sin levadura ; si bien á nadie es lí
cito variar de autoridad propia , ó por mejor decir, teme
rariamente , el loable rito de su Iglesia ; y tanto ménos pue
den hacer esto los Sacerdotes Latinos , quanto Iqs Sumos
Pontífices les han mandado que no consagren este Sacramento
sino en pan sin levadura,
El vino que debe servir para ia Eucaristía ha de ser
pro-
(a) h Cor. $. v, 7. 8.
Tom. II, M
go Instrucciones
propiamente vino , esto es vino de vid , del qual usó Jesu-
Christo , como nos lo enseña la Iglesia en la institución de
este Sacramento : porque el Señor consagró del mismo vino
de que se acababa de beber en la cena del cordero pascual,
y de éste dixo el mismo Salvador : Ta no beberé mas de este
fruto de la vid , hasta aquel dia en que siendo renovado por
mi resurrección , le beberé nuevo con vosotros en el Reyno de
mi Padre (a) : sobre cuyas palabras escribe el Chrisóstomo:
Del fruto, dice, de la vid, la qual no produce agua, sino vino (b).
Qualquier otro licor , sea natural , como la sidra , sea ar
tificial y compuesto , no puede servir para el Sacramento. El
vino mismo si ha perdido las qualidades de vino , por exem-
plo , si ha sido destilado ó avinagrado , ó mezclado con
gran cantidad de agua , de manera que propiamente no se
pueda llamar vino , no es á propósito para la consagración
de la Eucaristía , ni puede hacerse Sacramento con él.
Decimos señaladamente que el vino mezclado con gran
carnidad de agua no es á propósito para la consagración,
porque no pretendemos excluir toda mezcla , siendo cierto,
que la Iglesia de Dios siempre mezcló un poco de agua con
el vino , i .° porque así lo practicó nuestro Salvador , como
consta de los Concilios (f) , y del testimonio de San Cipria
no (d)t 2.» porque con esta mezcla se renueva la memoria
de la sangre y agua (e) , que saliéron del costado de Jesu-
Christo : 3.0 porque el agua mezclada con el vino, es fi-.
gura de la unión del pueblo significado (/) por el agua con
su cabeza Christo significado por el vino, como dice San Ci
priano (gy Por tanto pecana gravemente el que omitiese di
cha mezcla , aunque no obstante seria válido el Sacramento.
Pero el agua que se debe mezclar con el vino ha de ser
muy poca, porque en sentir de los Escritores Eclesiásticos,,
aquella agua se convierte en vino. Así escribiendo sobre este
pun

ía) Matth. 16. 19. (b) Hom. 83. in Matth.


ir) Conc. Florent. in cioctr. de Sacr. & Carthag. 3. cap. 94.
(rf) Lit>. a. Ep. 03. ad Carcil. (í) Joan. 10. 34.
— (/) Apoc. 17. 15. (g) Ep. 63.
sobre el Catecismo. Parte II. gr
punto el Papa Honorio, dice : Ha prevalecido en esos tus países
un pernicioso .abuso , á saber , que se usa en el sacrificio mayor
cantidad de agua que de vino, siendo así que según la costumbre
razonable de la Iglesia universal , se debe usar en él mucbo mas
vino que agua (a). Resulta , pues , de aquí , que el pan , y
el vino mezclado con un poco de agua , son las dos solas ma
terias ó elementos de la Eucaristía , por lo qual justamente
se ha decretado muchas veces (¿) , que no se pueda ofrecer
otra cosa en el sacrificio del altar. Veamos ya la propiedad
de estos dos símbolos para declarar aquellas cosas de que
treemos y confesamos que son señales,
Lo i.° que significan es á Jesu-Christo según que en la
Eucaristía es verdadera comida y bebida de las almas que le
reciben dignamente : pues siendo el pan y el vino el ali
mento ordinario de esta vida , se entiende de aquí fácilmente
que así como con ellos se mantiene la vida del cuerpo , así
el alma se alimenta , recrea , y sacia con la comunión del
precioso cuerpo y sangre del Señor como con un sustento de
vida eterna. Lo 2.° conducen para que entendamos mejor
que el cuerpo y sangre del Señor están realmsnte presen
tes en este Sacramento , porque experimentando cada dia que
el pan y el vino se convierten en carne y sangre del hom
bre por virtud de la naturaleza , podemos por esta seme
janza creer mas fácilmente , que la substancia del pan y el
vino se convierte, por virtud de la bendición celestial , en
verdadera carne y sangre de Jesu-Christo. Lo 3,0 al mismo
tiempo que significan esta maravillosa conversión de los ele
mentos , nos conducen también á entender mejor lo que obra
este Sacramento en el alma del que lo recibe santamente^
porque á la manera que la substancia de pan y vino pasa
verdaderamente á ser carne y sangre de Christo , sin que
en lo exterior se note mutación alguna ; así también quando
nosotros recibimos dignamente el Sacramento de la Eucaris
tía , nos renovamos interiormente recibiendo una nveva gra
cia,
{a) JJb. 3. Deeret, tit, de Mis*, celebr. cap. Pernicietus,
(¿) Pe cofuecr. áht. ». cap. 1, 9. & seq.
9i Instrucciones
cía , aunque en lo exterior no se dexe ver novedad alguna,
Lo 4.0 significan la unidad del cuerpo de la Iglesia , que es
un compuesto de muchos miembros (a); porque como el pan
se hace de muchos granos de trigo (Z>) , y el vino de mu
chos racimos de uva , se declara por esto , que también nos
otros aunque seamos muchos , nos unimos estrechísimamente
con el lazo de este divino misterio , y venimos á ser como
un solo cuerpo. Lo en fin , la separación de estos sím
bolos significa la muerte de Jesu-Christo , y su sacrificio ea
el Calvario.
Es pues visible , que no se pudo hallar cosa mas pro
pia para materia de este Sacramento , y que ellos solos son
los verdaderos elementos que deben ser consagrados , lo qnal
nos habíamos propuesto explicar en el primer punto ; y úni
camente resta advertir para su cabal inteligencia , que á fin
de que puedan ser consagrados , deben 1 .° ser sensibles al
Sacerdote : así una partícula minutísima é imperceptible de
pan no podría ser consagrada. 2.0 Deben estar moralmente
presentes ; por lo qual el Sacerdote no podria consagrar el
pan , ó el vino que estuviesen en otra casa y ú otro lugar.
3.0 Es necesario que el Sacerdote tenga intención de con
sagrarlos ; y por tanto una gota de vino derramada casual
mente por fuera del cáliz , no quedaría consagrada. Esto su
puesto , tratemos ya de la consagración de la Eucaristía.
II. Los Evangelistas , y San Pablo refiriendo la institu
ción de la Eucaristía , nos enseñan , que Jesu-Christo en la
misma noche que debia ser entregado á la muerte , temó
el pan, y habiendo dado gracias, le bendixo, partió, jr
dió á sus Discípulos, diciendo: Tomad, y comed, esto es
mi cuerpo. Y del mismo modo tomando el cáliz , dió gracias,
le bendixo, y se le dió , diciendo : Bebed todos de él, este
es el cáliz de mi sangre , ó en que está mi sangre. Y luego les
mandó que hiciesen estas cosas en memoria de él : de donde
se infiere quál sea la forma de este Sacramento. Porque es
cier
na) Rom. 13. r. 4, & g. 1. Cor. 10. v. 17. & c. 1*. v. i*.
(/>) S. Aug. serin. 272. & S. Thom. 3. p. q. 74. a. l.
sobre Et, Catecismo. Parte II. 93
cierto que este precepto no solamente se dirige á lo que
había hecho, sino también al medio con que lo habia hecho,
es decir, á las palabras que habia dicho , pues no- menos las
pronunció el Señor para obrar por ellas la conversión del pan
y el vino en su cuerpo, y sangre , que para significar lo
que obraba : siendo , pues , esenciales á este Sacramento, y
por consiguiente su verdadera forma aquellas palabras que
significan lo que en él se obra , á saber, la conversión del
pan y el vino en el cuerpo y sangre del Señor, es claro que
estas palabras de que usó el Señor : Esto es mi cuerpo : y
este es el cáliz de mi sangre , ó esta es mi sangre que se con
tiene en este cáliz son esenciales á la consagración , y la ver
dadera forma de consagrar el pan y el vino , como lo de
claran uniformemente les Santos Padres (a), y los Concilios,
en especial ei Florentino y Tridentino (c) , y se confir
ma por el uso perpetuo de la Iglesia de que no se puede
dudar. A estas palabras ha añadido otras la Iglesia , que
aunque no se pueden omitir sin pecar gravemente , no son
esenciales al Sacramento , y por tanto no será extraño que
omitamos su explicación por menor , mayormente quando el
Catecismo Romano previene que no es necesario instruir en
esto á los que no están ordenados. Pero sin embargo daremos
alguna de los misterios que en sí encierran , especialmente
las que han sido instituidas para la consagración del cáliz.
Lo 1 .0 pues que se ha de notar es , que en las palabras que
dixo el Salvador : Este es. el cáliz de mi sangre , se hace
expresa mención del cáliz , esto es , del vaso que entonces
estaba en uso para beber , á fin.de declararnos que se con
sagra la sangre como bebida de los fieles , y á este mismo
intento habia dicho ántes Jesu-Christo á los Apóstoles : To
mad , y bebed. 3.° A estas palabras añadió la Iglesia, que
esta sangre es del nuevo y eterno Testamento , para que en
tendiésemos, que la sangre de Jesu-Christo no se da ya á
los hombres en figura , como sucedía en el Testamento vie
jo
(á) Ambr. Iib.de Mysr. init. c. D.& !¡b. 4. de Sacr. c. 4. S. Thom.
3. p. q. 78. a. 1. (¿>) la Deere!. Sacrani. (c) Sess. 13. de Euch. cap.i.
94. Instrucciones
jo ( porque no hubo (a) testamento consagrado sin sangre );
sino en realidad , y verdad , lo qual pertenece al Testa
mento nuevo , como también el darnos derecho á la heren
cia eterna , y así dice el Apóstol : Por tanto Cbristo es me
diador del nuevo Testamento : para que interviniendo su muerte,
reciban los que son llamados de Dios , la promesa de la he
rencia eterna (b) , que no habrían podido recibir sino des
pués de la muerte de Jesu-Christo. 3.0 Se llama después la
sangre misterio de la fe , porque se nos franquea por él la
entrada á la gracia , ó á la justicia , según aquella sen
tencia del Apóstol : Dios ba propuesto á Jesu-Cbristo para ser
la víctima de propiciación , la qual sola puede reconciliar
los hombres con él , por la fe que deben tener en su san
gre , para manifestar así su justicia por la remisión de los pe
cados pasados • y mostrar al mismo tiempo que la justicia viene
de él , que es él solo esencialmente justo , el autor de toda jus
ticia , y el que justifica solamente á aquel que tiene fe en Jesu-
Christo (V). 4.0 Y últimamente se añade , que esta sangre será
derramada para el perdón de los pecados ; porque ella es el
precio de los pecados de todo el mundo.

$. IV,

De lo que se contiene en el Sacramento de la Eucaristía,

La Iglesia siempre ha creído la realidad y verdad del


cuerpo de Jesu-Christo en la Eucaristía , y ha declarado
constantemente su fe sobre este punto en diferentes Conci
lios , á saber, en el de Vercelis convocado por León IX, , en
el Turonense , y dos Romanos convocados el uno por Ni
colás II. , y el otro por Gregorio VII, , en el Concilio gran
de Lateranense , y con mas expresión en los Concilios Flo
rentino , y Tridentíno : pero especialmente en este último lo
ha hecho con tal claridad y energía , que no nos podemos
excusar de referir sus palabras , que son estas : El santo
Con-
(«) Hebr. 9. (¿) Ibí. (c) Rom, 3. «g. »$.
sobre el Catecismo. Parte II. 9 jr
Concilio enseña y reconoce abierta y simplemente , que en el au
gusto Sacramento de la Eucaristía , después de la consagración
del pan y el vino , nuestro Señor Jesu-Christo verdadero Dios,
y verdadero hombre está contenido verdadera , real , y subst an
ualmente baxo las apariencias de las cosas sensibles (<a). Se dice
que Jesu-Christo está contenido en la Eucaristía real , y subs-
tanáalmente , por oposición al error délos Calvinistas, que
pretenden , que la Eucaristía no contiene el cuerpo y san
gre de Jesu-Cnrlsto , sino en representación y figura : y se
añade , que está allí baxo las apariencias de pan y vino contra
los Luteranos , que enseñan , que el cuerpo y sangre de Jesu-
Christo están realmente presentes tn la Eucaristía , pero con
el pan y el vino.
Poco después de las sobredichas palabras , explica el Con
cilio estas mismas verdades mas distintamente, diciendo : Siem
pre se ha creído en la Iglesia de Dios , que después de la con
sagración , el verdadero cuerpo de nuestro Señor , y su verdadera
sangre , con su alma, y su divinidad están baxo la especie de
pan y vino , esto es , su cuerpo baxo la especie de pan , y su
sangre baxo la especie de vino en virtud de las palabras de
la consagración : pero su cuerpo está también baxo la especie
de vino , y su sangre baxo la especie de pan , y su alma baxo
una y otra especie , en virtud de la unión natural con que estas
partes están unidas entre sí en Jesu-Christo , el qual ha resuci
tado para no morir ya mas , y asimismo su divinidad , á cai<sa
de su unión hipostática con el cuerpo y alma de nuestro Ser.or\
y este modo de estar presentes se Jlama por concomitancia.
Por esto es muy cierto , que cada una de estas dos especies con
tiene tanto como ambas juntas. Porque Jesu-Christo está todo
entero baxo la especie de pan , y baxo cada parte de esta es- .
pecie : y todo entero baxo la especie de vino , y de cada una de
sus partes (b). Y de aquí es, como escribe San Agustín (r),
que todos reciben á Christo , que todo está en cada parte. No
se disminuye por cada uno , sino que todo entero se da á todos.
Así los Apóstoles , comiendo todos del mismo pan que con-
sa-
(fl) Sess. 13. c. 1. (b) C. 3. (e) Refert. de consecr. cap. Singuli.
96 | Instrucciones
sagró Jesu-Christo , y bebiendo del mismo cáliz, pues el mis
mo Señor les dixo : Tomad , y repartidle entre vosotros (a),
todos recibieron á todo Christo , porque estaba todo en cada
especie, y en cada partícula de ellas. \,
T porque Jesu-Christo nuestro Redentor ( continua el Con
cilio ) , hablando de lo que presentaba baxo la especie de pan,
dixo , que era verdaderamente su cuerpo ; por esto siempre se
ha tenido por cierto en la Iglesia de Dios , y el santo Concilio lo
declara: aun de nuevo , que por la consagración del pan y del
vino , se hace una mutación de ' toda la substancia de pan en la
substancia del cuerpo de nuestro Señor , y de toda la substancia
del vino en la substancia de su sangre , lo que la Iglesia C«-
tálica llama transubstanciacion , con un nombre propio con
veniente á la cosa (6).
La fe pues de la Iglesia acerca de la Eucaristía se re
duce á estos treB puntos: 1.0 la presencia real del cuerpo
y sangre de Jesu-Christo en la Eucaristía. a.° La conver-
sion del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Jesu-Chris
to , de suerte que después de la consagración, no queda allí
substancia alguna de pan y vino. 3.9 Que solo quedan las
apariencias , ó los accidentes de pan y vino que se perciben
con los sentidos , y se mantienen en sí mismos de un modo
maravilloso é inefable. Probemos cada una de estas verdades.

Prueba* de la presencia real.

La primera prueba de la presencia real se toma de las


palabras mismas de la institución de la Eucaristía, Tomad,
y comed, dixo Jesu-Chrijto á los Apóstoles , esto es mi cuer
po , que será entregado por vosotros. Tomad , y bebed todos de
este cáliz , esta es mi sangre que será derramada por vosotros.
Es decir : Esto que yo os presento es mi propio cuerpo , el
mismo cuerpo , que va á ser entregado k ú muerte , y cru
cificad^ en la cru? por vosotros 1 Jo que hay en este cáliz es
mi sangre , Ja misma sangre que va á ser derramada por vos-
\ otros
(*) ¿uc. 9», (i) C»p. 4. . .
sobre él Catecismo. Parte II. 97
otros para el perdón de los pecados , y el establecimiento y
confirmación de una nueva alianza entre Dios y los hombres.
Los Padres para explicar mejor el sentido de estas pa
labras , las han unido (a) á las que el mismo Jesu-Christo
dice en el capítulo 6 de San Juan : Mi carne es verdadera
mente comida , y mi sangre es verdaderamente bebida. Si no co
miereis la carne del Hijo del hombre , y bebiereis su sangre , no
tendréis la vida en vosotros El que come mi carne y bebe
mi sangre , permanece en mí , y yo en él (c"). Pero si la Euca
ristía solamente es señal , ó figura de la carne y sangre de
Jesu-Christo , como lo pretenden algunos hereges , no se
puede decir , que su carne es verdaderamente comida , y su
sangre verdaderamente bebida , porque la cosa figurada , ó
significada , no es verdaderamente la figura , ó señal ; ni la
señal, ó figura es verdaderamente la cosa significada, ó fi
gurada , así como el retrato no es el original , ni el original
el retrato : luego comiendo la Eucaristía , si fuese puramente
figura , no comeríamos verdaderamente la carne de Chris-
to , que seria la figurada , sino metafóricamente. Es , pues,
necesario decir , que la Eucaristía es la propia carne y san
gre de Jesu-Christo , y por tanto verdaderamente comida y
bebida. Y así se explicó el Apóstol diciendo : El cáliz de
bendición que nosotros bendecimos , ¿ no es la comunicación de la
sangre de Christo ? \T el pan que partimos no es la partici
pación del cuerpo del Señor (d) ? Examínese , pues , cada uno á
sí mismo antes que llegue á comer de ese pan , y beber de ese
cáliz : pues el que le come y bebe indignamente , come y bebe
su propia condenación , no haciendo el discernimiento que debe
del cuerpo del Señor (e).
La segunda prueba es , la tradición testificada por los
Santos Padres de todos los siglos de la Iglesia , cuyos tes
timonios son tantos y tan fuertes , que seria difícil la elec
ción de ellos , y además nos extenderíamos demasiado si
quisiéramos referir sus palabras. Por tanto nos ceñiremos á
ha-
fa) Vid. S. Cypr. in Joan. & S. Chrys. ibid. (i) V. $4.
(e) V. 57. (d) I. Cor. 10. 16. (*) I. Cor. n. a 8.
Tom. U. N
98 Instrücciones
hacer algunas breves reflexiones, remitiéndonos á los luga
res de donde las tomamos..
i.° Los Santos Padres Justino (a), Dionisio (¿), Cyrilo de
Jerusalem M , Hilario (d) , Ambrosio (e) , Chrysóstomo (/),
Agustín (g) , Gerónimo (A) , Damasceno (/') , y otros , dicen
freqüentemente que la Eucaristía es el verdadero cuerpo y san
gre de Jesu-Cbristo , cuyas expresiones son incompatibles, como
hemos visto, con el sentido figurado; y así ellos le han excluido
formalmente explicando las palabras de Jesu-Christo : Esto es
mi cuerpo ; y mi carne es verdaderamente comida, y mi sangre es
verdaderamente bebida , lasquales no se pueden tomar por enig
ma, ó por parábola,dice el Chrysóstomo (£), sino que Jesu Chris-
to nos enseña en ellasque es del todo necesario comer su cuerpo.
i.° Los Padres han procurado (/) imprimir en el espíritu
de los fieles la verdad contraria á una duda que se suscitó
sobre la presencia real del cuerpo de Jesu-Christo en la Eu
caristía , y esta duda nacía , según los mismos Padres, de que
nosotros solamente vemos en la Eucaristía las especies de pan
y vino , y no la carne y sangre del Señor. San Ambrosio se
la propone á sí mismo en estos términos : Acaso dirás: ¿cómo
me aseguras que yo recibo el cuerpo de ¿fesu-Christo, supuesto que
yo veo otra cosa ? esto es , ¿supuesto que yo veo el pan, y no
el cuerpo del Salvador? La respuesta del Santo debe ser ter
minante y clara , porque escribía para los Catecúmenos , á
quienes importaba mucho que les diese ideas exactas de los
misterios , y les allanase quanto fuese posible todas las difi
cultades que pudiesen retardar , ó impedir su creencia. Vea
mos , pues , lo que dice. Voy á mostrarte, escribe (ni) , que lo
que recibes (á saber , la Eucaristía) no es lo que formó la natu
ra-
(*) Apolog. a. pro Christ. (b) De Eccles. Hier. c. 3.
(«•) Cath. Mostag. 4. (d) Lib. 8. de Trinit.
{e) Lib. de iis qui ioit. c. 9. & 44. de Sacr. c 4. de Myst. c. 9.
(/) Hom. 60. ad pop. Ant. & 44. & 46. In. Joan. n. 3. 8c. 4. 8c 8(5.
In Math. n. 4. & j. (g) Serm. aay. in exp. tit. Ps. 33.
• ib) Ep. ad Damas. («) Lib. 4. de fid. or. c. 14.
' {k) Hom. 47. in Joan. al. 46. n. 1. (/) Cyril cath. 4. Hilar, lib. 8. de
Tria. Nisen. orat. cateen, c. 37. Ambro». de Myst. c. 9.
^ i/n) Lib. cit. de initian. aut de Myst. c. 9.
sobre el" Catecismo. Parte II. 99
raleza , sino lo que ha sido consagrado por la bendición , y que
esta bendición es mucho mas poderosa que la naturaleza , porque
ella muda á la naturaleza misma. Moyses tenia una vara en la
mano , la arrojó , y la vara se mudó en serpiente , tomó después la
serpiente por la cola , y volvió á su primera naturaleza de vara...
Pues si la bendición de un hombre fué bastante poderosa para
mudar la naturaleza, ¿ qué diremos de la consagración divina, en
que las palabras mismas del Salvador obran todo lo que se ha
ce en ella % Porque el Sacramento que recibes se hace por la pa
labra de Jesu-Christo.... De las obras de todo el mundo has leí
do que Dios habló , y todas fuéron hechas , y que él lo mandó , y
todas fuéron criadas. Pues si la palabra del Hijo de Dios pudo
hacer de la nada lo que no era , ¿ no puede mudar en otras na
turalezas las que son ya % Porque no es menos dar nuevas natu
ralezas á las cosas , que mudarlas : luego aunque no se vea en la
Eucaristía el cuerpo de Jesu-Christo, sino las especies de pan,
no hay motivo para dudar , antes bien se debe creer firmísi-
mamente que se recibe en ella el verdadero cuerpo del Salva
dor , en que fué mudada por la consagración la substancia de
pan ; que es la verdad contraria á la sobredicha duda.
3.0 Los Padres (a) han usado comunmente estas expresio
nes : La Eucaristía es el verdadero cuerpo de Jesu-Christo , es
verdaderamente el cuerpo de Jesu-Christo , es en verdad el cuer
po de Jesu-Christo , es el cuerpo de Jesu-Christo , es el propio
cuerpo de Jesu-Christo. Estas expresiones no pueden significar,
que la Eucharistía es verdaderamente la figura , ó contiene
verdaderamente la eficacia del cuerpo de Jesu-Christo , por
que jamas se ha servido ninguno de estas palabras : verdadero,
verdaderamente , en verdad , quando se trata de figuras sean
eficaces , ó ineficaces , y no se dice , por exemplo , que el Bau
tismo sea verdaderamente la sangre de Jesu-Christo; que el
crisma sea verdaderamente el Espíritu Santo ; que Josef fue
se
(a) S. Chrys. serm. 1. de prod. Jud. t. a. f. 363. & Hom. g. Jn Sesaph.
n. 4. Ambros. de Mytt. c. 9. lib. 6. de Sacr. c. i. Ireneuj. adv. hasres.
1. g. c. a. S. Cyril. I. 4. In Joan. v. ¿4. & gc¡. p. 361. & 364. Isidor.
Pelus. ep. lop. 1. 1. Cooc. Nicen. 7. act. 6. S. Fulg. 1. 33. ad Monim.
Aug. in Pi. $8. ü. p.
Na
too IrrsfftüccioNES
se el verdadero Mesías : luego significan que la Eucaristía es
realmente el cuerpo de Jesu-Christo. Del mismo modo : ja
mas se ha dicho de una figura que es propiamente el origi
nal ^ antes bien el Concilio segundo de Nicea emplea la pa
labra propio por oposición formal á la figura , y lo mismo el
Damasceno (a) ; es decir , para mostrar que la Eucaristía no
es la figura del cuerpo de Jesu-Christo , sino el mismo cuerpo.
En fin jamas se ha dicho de una figura sea eficaz , ó sin efi
cacia , que es el original , como los Padres dicen de la Eu
caristía que es- el cuerpo de Jesu-Christo. El pan , dice San
Ambrosio (¿) , antes de las palabras de Christo solo es pan ; pe
ro quando estas palabras son pronunciadas ya na se llama pan,
sino cuerpo de Christo.
4.0 Toda la eficacia que los Padres atribuyen á la Euca
ristía proviene , según ellos , de que la Eucaristía es la carne
de Jesu-Christo ; de que Jesu-Christo está en nosotros por su
propia carne ; de que está unido con nuestros cuerpos ; de que se
ha introducido en nuestros cuerpos por su carne : cuyas expre
siones no tendrían lugar si los Padres hubieran entendido , que
la Eucaristía nos vivifica (c) , y causa en nosotros los demás
saludables efectos , porque imprime su virtud al pan ; y ade
más padrian haber dicho otro tanto con igual razón del Bau
tismo, porque el cuerpo de Jesu-Christo imprime también su
virtud al agua , y sin embargo no lo han dicho : luego es
visto que no lo entendían así , y por lo mismo enseñan , que
por la Eucaristía no solo nos unimos á Jesu-Christo espiri-
tualmente , sino también corporalmente j mas no asi por el
Bautismo.
' • La tercera prueba es la concordia de todas las Iglesias
Orientales con la Iglesia Latina sobre la presencia real de
Jesu-Christo en la Eucaristía , y la transubstanciacion. Para
conocer bien la fuerza de esta prueba es necesario observar
que
. (a) Lib. .4. de Fid. Ort. c. 14.
. (b) Lib. 3. de Sacr. c. u)t»
(c) Greg. Nisen. or. cathech. c. 37. ChTjrs. Hom. 83. ín Marh.
S. Cyrjl. 1. 4. in Joan. v. ¿1. 55. & tfi. t. 4. p. 354. &. 364.
\d) S. Cyril adr. Néstor. 1. 4. c.

sobre el Catecismo. Parte. II. ior
«jue hay muchas Iglesias considerables derramadas en el Orien
te , y otras partes, los Armenios , los Cophtas , 6 Christianos
de Egypto , los Nestorianos , los Jacobitas , ó Eutychlanos,
los Griegos sujetos al Patriarca de Consta ntlnopía &c. , á los
quales se deben añadir los Rusianos , ó Moscovitas , que por
sí solos componen una iglesia de mucha extensión. Todas es
tas sociedades se separaron por el cisma, de la Iglesia Católica
hace ya muchos siglos , y aunque de tiempo en tiempo se han
hecho diversas tentativas para traerlas á la unidad , siempre
han sido inútiles, porque están muy opuestas á la reunión.
Sin embargo la Iglesia Griega , y las otras sociedades cismá
ticas están conformes con nosotros en orden á la transubstan-
ciacion , y presencia real del cuerpo y sangre de Jesu-Christo
en la Eucaristía , como lo han testificado unánimemente los
Griegos por un gran número de certificados auténticos , cuya
traducción se ha dado al público. Y habiéndoles escrito los
Ministros de ios Calvinistas para atraerles á su partido , les
respondieron confirmando plenamente esta verdad, y la Pro
videncia hizo caer estas respuestas no sospechosas en manos de
los que defendían la causa de la Iglesia contra aquellos Mi
nistros para darles una victoria completa sobre ellas. Las otras
Sociedades han dado iguales certificados , cuyos originales se
conservan parte en la Biblioteca Real de París , y parte en la
de San Germán.
j Pero de quién han podido recibir esta doctrina que
confiesan tan unánimemente? De nosotros ciertamente no la
han tomado después de su separación , y seria un absurdo
el pensarlo : i .° á causa de la grande aversión que nos tie
nen : 2.0 todas , ó casi todas las sociedades que se han se
parado de nosotros , no están unidas entre sí : y quando
fuese posible que el dogma de que hablamos hubiera pasado
de la Iglesia Católica á alguna de estas Iglesias , jamas se hu
biera podido comunicar de estas á las otras. De donde se
sigue que estaban en posesión de él ántes del cisma , quando
estaban unidas á la Iglesia universal , en donde se creia y
enseñaba unánimemente la presencia real , y la transubstan-
ciacion , y que cada una de estas Iglesias particulares se-
, pa
toa Instrucciones
parándose de la Iglesia universal , llevó consigo , y conser
vó sin alteración estas verdades.

< ' Pruebas de la transubst anciacion.

Por transubstanciacion entendemos la conversión de toda,


la substancia del pan en toda la substancia del cuerpo de
Christo , y de toda la substancia del vino en toda la subs
tancia de su preciosa sangre, de suerte, que después de la
consagración no hay mas substancia en la Eucaristía que la
del cuerpo y sangre de Jesu-Christo baxo las especies de pan
y vino , y en este sentido la transubstanciacion es un dog
ma de fe difinido por el Concilio Lateranense , por el Flo
rentino , y Tridentino. Si alguno dixere , difine este último,
que en el sacrosanto Sacramento de la Eucaristía queda la subs
tancia de pan y vino junto con el cuerpo , y sangre de Jesu-
Christo , sea anatematizado (a).
Ni el que la palabra transubstanciacion consagrada por
el quarto Concilio de Letran en i a i y para explicar la' fe de
la Iglesia sobre este punto , sea nueva , puede servir de ar
gumento contra la antigüedad del dogma. La Iglesia no pue
de á la verdad mudar el lenguage de la Escritura , y de la
tradición , pero con la ocasión de nuevos errores , y en la
necesidad de sostener á los fieles contra los equívocos y su
tilezas de los hereges , en todo tiempo ba estado en pose
sión de introducir ó autorizar alguna palabra , que antes
no se usaba umversalmente , pero que explica mas distinta
mente que qualquiera otra la verdad del dogma que se con
trovierte, y viene por tanto á ser como el sello de la uni
dad de la fe , y la divisa que distingue á los Católicos de
los hereges. Tal es la palabra consubstancial consagrada por
el Concilio Niceno , para explicar el misterio de la Trini
dad. Nada , pues, importa que la palabra transubstanciacion
sea antigua ó nueva , supuesto que explica bien (¿) el dog
ma que ha sido siempre de la fe de la Iglesia , como lo va
nos
(«) • Sess. 13. cap. t. (¿) Se«. 13. cap. 4. & cao. 9. •- •
sobre el Catecismo. Parte II. 105
mos á probar. En efecto , los Padres de todos los siglos han
deducido esta verdad de las palabras mismas de la institu
ción de la Eucaristía , como consta de los lugares á que nos
hemos remitido ántés. Porque habiendo dicho Jesu-Christo^
no ya : esto contiene , 6 encierra mi cuerpo ; sino : esto es mi
cuerpo , es claro , que lo que presentaba á sus Apóstoles no
era pan , sino su cuerpo, porque si fuera pan también, co
mo el pan no es su cuerpo , no podia decir : esto es mi cuer
po. Así que se ha de creer con fe ciertísima, que aunque
se vea la figura del pan y vino en la Eucaristía , ninguna otra
cosa hay allí después de la consagración , que la carne y sangre
de Christo (a) : que : aunque exteriormente aparezca pan y vino,
con todo eso es verdaderamente cuerpo y sangre del Señor (¿) ;
porque en llegando la consagración , del pan se hace carne de
Christo (c) , y del vino sangre: y que el cuerpo nacido de la
Virgen está en el Sacramento, no porque el mismo cuerpo que
subió , baxe del Cielo , pues entónces se ausentaría de los
Cielos , ni porque se crie de nuevo , lo qual es mas increí
ble , sino por convertirse el mismo pan y vino en cuerpo , y
sangre de Christo (rf). -Ved quán obradora es la palabra de Chris
to» Pero si es tan poderosa la palabra de nuestro Señor ¿fesus'y
que por ella empez'áron á ser las cosas que no eran , es á saber
el mundo, iquánto mejor hará , que sean las que eran , y se con
viertan en otra cosa distinta (e) ?
A este modo se explican generalmente todos los Padres-
de la Iglesia ; y nada es mas freqüente en sus escritos (/)
que estas expresiones : el pan y el vino se convierten , se mu
dan , se transelementan , se transforman en el cuerpo y sangre
Je Jesu-Christo ; y por ellas han querido significar una mu
tación real y efectiva , supuesto que prueban esta mudanza
-.:* : .' > con
tr- • ii • . • ■ '
(#) S. Ambr. L 4. de Sacram. c. 4.
(b) S. Hilar, ap. Dist. a. deconsecr. cay.Corpur. (*) S. Ambr. Ice. cir.
(d) Damasc. 1. 4. de fid. ort. c. 14. (e") Ambr. ubi supr.
(/) S. Gaudent. Hora. a. in Exod. S. Greg. Nisen. orat. catecb. c. 37.
S. Cyril. Alex. myst. S. Ambr. J. 6. de Sacr. c. 1. S. Casar, Hom. 7. de
Pasch. Damasc. 1. 4. de fide ort. c. 13. S. Cyril. 1. 4. in Joan. c. a. v. ge.
Ambr. de myst. c. «.
104 INSTRUCCIONES " " ■?
con los exemplos de los mayores milagros de Dios , de la
creación del mundo , del nacimiento de Jesu-Christo de un*
Madre Virgen , de la conversión de la vara de Moyses en
serpiente , y del agua en vino en las bodas de Caná. El
pretender que los Padres han creído que esta mudanza tiene
por término el llenar el pan de la eficacia del cuerpo de
Christo , es un absurdo muy grosero, porque desde que los
hombres bablan , jamas han pensado decir , que una cosa se
mude en otra, porque contenga su virtud, que el Bautismo
por exemplo se muda en sangre de Jesu-Christo , ó el cris
ma en el Espíritu Santo , porque contienen su eficacia. Y
además es claro, por el testimonio de San Ambrosio, y del
Autor del libro de los Sacramentos , que esta mutación es
opuesta á la duda que los Padres suponian poderse suscitar
en el espíritu de los fieles : To veo otra cosa : \cimo me decís-
que esto es el cuerpo de Jesu-Christo? Esta era la duda ; y
para rebatirla San Ambrosio , se empeña en probar , que
por la consagración se muda la naturaleza , y así la muta
ción establece lo que la duda hacia incierto; siendo, pues,
la duda sobre la realidad del cuerpo de Jesu-Christo, la mu
tación que destruye esta duda , establece la realidad del
cuerpo de Christo.
Pero quando se hace esta admirable mutación , la subs
tancia de pan no se convierte en la quantidad del cuerpo de
Jesu-Christo -, sino en sil substancia : por lo qual no decimos
que Jesu-Christo está eri el. Sacramento como grande, ó pe
queño , que es lo que pertenece á la quantidad , sino según
que es substancia. Y nadie duda , que la substancia de una
cosa igualmente se halla en un espacio pequeño , que en una
grande, que la substancia del. agua , por exemplo , se salva
igualmente en una gota de ella , que en un rio. Convirtién
dose , pues , el pan en la substancia del cuerpo de Christo,
fácilmente se entiende , que puede estar todo en toda la hos
tia , y en qualquiera parte de ella.
La tercera verdad que nos propusimos probar, á saber,
que las especies ¿c pan y vino subsisten por sí en este Sacra
mento , resulta necesariamente de la segunda que hemos de
mos
\ íob*? mi CAfi«3M0, Parte II. jo*
Ittestrado ya. Porque supuesta la transubstanciacion , no que
da en la Eucaristía substancia alguna de pan ni de vino,
y como estos accidentes no pueden estar sostenidos del cuer
po y sangre de Christo , sigúese que subsisten por sí de un
modo maravilloso , y sobre todo el orden de la naturaleza.
Esta es , fieles , la fe de vuestros Padres. Resta que os apro
vechéis del consejo que os dan , y es , que no examinéis
con curiosidad este misterio , sino que le creáis firmemente
humillándoos baxo la poderosa mano de Dios , y trayendo
freqüentemente á la memoria aquella sentencia : Nada hay
imposible para Dios (¿i). Después de esto debéis admirar la
dignidad de la Iglesia , y la perfección de la Ley Evangé
lica , pues la es concedido tener en realidad , y verdad al
mismo Jesu-Christo verdadero Dios, y hombre , á quien solo
tenian en sombras y figuras los que vivían en tiempo de la
Ley de Moyses , y solo se diferencia de la Iglesia triunfan
te , en que los bienaventurados gozan la presencia de Jesu-
Christo viéndole claramente , pero nosotros le tenemos en
cubierto con el maravilloso velo de los sagrados misterios.
Y por esto dixo bien San Dionisio , que nuestra Iglesia
viene á estar en medio de la sinagoga , y la celestial Jeru-
salen, y es participante de una y otra (b). ¡O caridad inmensa
de nuestro Salvador ! ¡Quán cierto es que no nos habéis
dexado huérfanos , dignándoos estar siempre del modo po
sible entre nosotros , para que se verificase en todo tiempo
que vuestras delicias son estar con los hijos de los hombres (c) !

S. v.

De la comunión baxo las dos especies.

Todo el mundo conviene en que el Sacerdote que con


sagra , debe tomar las dos especies de pan y vino , porque
está encargado por su ministerio de representar la institu
ción de la Eucaristía en todas sus circunstancias. Y por lo
que
(a) Luc. 3. (*) De Eccles. H¡er. c. 7. (c) Prov. 8.
Toro. 1L O
106 Instrucciones
que toca á los fieles es cierto lo primero , que por mas cíe
mil años comulgaron baxo las dos especies : 2.0 que á causa
de los inconvenientes que resultaban de comulgar muchos
por un mismo cáliz , se estableció el uso de beber la san
gre de Jesu-Christo por medio de un canalito , y mas co
munmente el de tomar la especie de pan mojada en la de
vino : 3.0 que no siendo aun suficientes estas precauciones
para impedir la profanación del Sacramento , se abolió in
sensiblemente el uso del cáliz en la Iglesia Latina ; de ma
nera que en el siglo catorce estaba ya establecida casi en
todas partes la comunión baxo una sola especie : 40 que ha
biéndose excitado algunas turbaciones y disputas en Bohe
mia sobre este asunto, el Concilio Constanciense en 141 5
prohibió á los legos la comunión de las dos especies. De
donde se colige fácilmente , que la Iglesia ha juzgado que
la comunión baxo las dos especies no es absolutamente ne
cesaria á los fieles , ni por esta prohibición se les ha pri
vado de algún fruto necesario á su salvación.
En efecto , aunque Jesu-Christo , dice el Concilio de Tren-
to («) , hay a instituido este Sacramento baxo las dos especies , y
asimismo le haya dado á los Apóstoles , sin embargo como es
cierto que se recibe á Jesu-Christo lodo entero baxo una sola
especie , los que comulgan de esta manera , supuesto que reciben
verdadero Sacramento , no son privados de alguna gracia ne
cesaria á la salvación. Es decir , que como el fruto de la Eu
caristía depende <le lo que en si contiene , y cada especie
contiene á todo Jesu-Christo , es claro , que el que recibe
una sola especie , no percibe jnénos gracia que el que co
mulga baxo las dos especies.
Los Protestantes convendrían sin dificultad en que ha
blando absolutamente, y á considerar la cosa en sí misma,
podría bastar una sola especie, pero pretenden que Jesu-
Christo nos haya mandado comulgar baxo las dos especies:
1 .° porque dando el cáliz á sus Apóstoles , les dixo : Bebed
lodos de él (¿) : a.o porque el mismo Salvador hablando con
to-
ia) Sess. 11. c. 3. (¿) Matth. %6t 97.
sobre m Catecismo. Parte II. 107
todos , dixo : Si no coméis la carne del Hijo del hombre , y be
béis su sangre , no tendréis la vida en vosotros (a).
Mas á lo primero se responde , que si se considera la ex
presión en sí misma puede significar precepto , y puede no
significarle, porque no todas las expresiones semejantes á esta
son preceptos , como quando se dice en San Mateo: Id , y
vended todo lo que tenéis. Pero siempre que las palabras de
la Escritura se puedan tomar en dos sentidos , se debe arre
glar su inteligencia al juicio , y práctica de la Iglesia, así
como por el juicio de la Iglesia misma estamos seguros , que
aunque Jesu-Christo dixo á sus Discípulos que debían la
varse los pies unos á otros , no nos impuso algún precepto
sobre esto. Pues á este modo el juicio y práctica de la Igle
sia nos aseguran , que Jesu-Christo no quiso obligarnos por
medio de algún precepto á que todos bebiésemos de su san
gre. Y este juicio de la Iglesia es tanto mas verisímil, quanto
el Evangelista San Marcos nos da á entender , que las so
bredichas palabras del Salvador se dirigían particularmente
á los Apóstoles , y por eso nota expresamente , que bebiéron
todos de el cáliz (h).
A lo segundo responde el Concilio de Trento, que (r)
de qualquiera manera que se entiendan aquellas palabras , según
las diversas interpretaciones de los Santos Padres , y Doctores,
no se puede concluir que Jesu-Christo Señor nuestro nos haya
impuesto algún precepto de comulgar baxo las dos especies. Por
que el mismo que dixo : Si no coméis la carne del Hijo del
hombre , y bebéis su sangre , no tendréis la vida en vosotros,
dixo también : Si alguno comiere de este pan, vivirá eterna
mente (d). El mismo que dixo : El que come mi carne , y bebe
mi sangre , tiene la vida eterna (e) ; dixo también : El pan
que yo daré es mi carne que debo dar por la vida del mundo (/).
Y en fin , el mismo que dixo : El que come mi carne , y bebe
mi sangre, está en mi , y yo en él , dixo también : El que
tome est<e pan, vivirá eternamente Jesu-Christo , pues, quiso
en-
(«) Joan. 6. $4. (b) Mare. 14. 13. (c) Sess. ai.c. 1.
(d) Joan. 6. v. S«. (í) V. SS. (/) V. Sa.
(£) V. S7. (*) V. i9.
O 2
108 Instrucciones
enseñarnos que nuestra felicidad eterna dependía de la p?r-
ticipacion de su cuerpo, y su sangre, pero no del modo de
participarlos , y es claro que de uno , y otro modo se par
ticipa el cuerpo , y sangre de Jesu-Christo , ó comulgando
«na sola especie , ó comulgando las dos. Y así lo ha enten
dido siempre la Iglesia , de lo qual nos da un testimonio in
vencible su práctica , aun en el tiempo en que era común
el uso de las dos especies. Porque aun entónces se comulgaba
baxo una sola especie en muchas ocasiones : i.° quando en
tiempo de las persecuciones , los fieles llevaban la Eucaris
tía baxo la especie sola de pan á sus casas , para comul
garse á sí mismos (a) : 2.° los enfermos no comulgaban co
munmente sino la especie de pan , porque solo se consa
graba el Domingo , ó por lo menos las mas veces solo se
consagraba en este día , y no se podia guardar la especie de
vino de un Domingo para otro (¿) : 3.0 los niños solamente
recibían la especie de vino (c) : 4.0 no se comulgaba sino
baxo una especie en la Misa de los Vresantificados , esto es,
con hostias consagradas los dias antes, como se practica en
la Iglesia Latina el dia de Viernes Santo , y en la Griega
todos los dias de quaresma , á excepción del Sábado y Do
mingo. En fin , aunque se presentaba el cáliz á todos los
que comulgaban , no se les obligaba á tomar la especie de
vino á causa de que algunos no podían bebería sin inco
modidad , porque les ofendian los accidentes de vino que
conserva.
De aquí se sigue que la Iglesia ha podido prohibir á los
fieles el uso del cáliz que no estaba mandado por Jesu-
Christo ; y la Iglesia siempre ha tenido legitima autoridad,
para establecer ó mudar lo que juzga á propósito en la dispen-
sacian de los Sacramentos , sin tocar no obstante en la substan
cia de ellos , y siguiendo lo que la parece mas conveniente al
respeto debido á los Sacramentos , ó á la utilidad de los fieles
que los reciben , según la diversidad de los tiempos , de los lu~

(«) Vid. Tertul. lib. ad uxor. & S. Cyprían. serm. de lapsis.


Íf>) S. Cypr. ibid, ap. Euseb. (c) S. Cypr. ibid.
sobre el Catecismo. Parte II. iofo
gares , y circunstancias (<?). T en efecto , el Apóstol parece haber
hecho uso de esta potestad en diferentes ocasiones , y particu
larmente respecto de este mismo Sacramento , quando habiendo
arreglado ciertas cosas acerca de él , anadió : Lo demás lo ar
reglaré quando venga Mas de qualquiera suerte que esto
sea , el Concilio Constanciense no expidió alguna ley ex
presa para prohibir á los fieles el uso del cáliz , sino que
habiéndose introducido la costumbre de comulgar baxo una
sola especie , la confirmó , y reservó á la autoridad sola de
la Iglesia el poder mudarla. Y el Concilio de Trento habién
dose propuesto examinar y definir este punto , no juzgó á
propósito dar su determinación , sino remitir el negocio al
Sumo Pontífice , para que determine con su prudencia singu
lar lo que juzgare útil á la República christiana (c);
Por lo demás , si la Iglesia ha confirmado la costumbre
de comulgar baxo una sola especie , ha tenido ciertamente
justas razones para ello. La primera , es la freqliente pro
fanación del Sacramento , la qual es casi inevitable quando
concurren muchos á la comunión. La segunda , es la terque
dad de los hereges que pedían con insolencia la especie de
vino , y trataban de sacrilega la costumbre introducida en
la Iglesia por el consentimiento tácito de los fieles , y de los
Pastores mismos sin oposición alguna , ni reclamación. La
tercera , es la dificultad de hallar bastante vino en ciertos
paises , para dar la comunión á los fieles , y la pobreza de
muchas Iglesias para costear la oblata. La quarta , es la ne
cesidad de arrancar de raiz la heregía de los que negaban
que Jesu-Christo estuviese todo baxo cada una de las espe
cies , pues decían , que en la especie de pan estaba solo el
cuerpo sin la sangre , y en la especie de vino la sangre sin
el cuerpo : cuyo error se combatía prácticamente , mandan
do comulgar baxo una sola especie. Omitimos otras muchas
causas que han concurrido á este mismo efecto , porque las
expuestas pueden ser suficientes. Creed entretanto que aun
que comulguéis solamente baxo una sola especie , recibís á
to
la) Sjss. »i. c.a. (£) i. Cor. 11.34. (c) Sess. 12. Decr. sup. petit.
conc. calic.
1 1o Instrucciones
todo Jesu-CfiristoT esto es , su cuerpo , su sangre , y su di
vinidad. ¡O y qué preciosos frutos , qué mar de gracias inun
dará vuestras almas, si comulgáis dignamente I

$. VL

De los efectos de la Sagrada Eucaristía.

No es posible , fieles , explicar con palabras los admi


rables frutos , las inmensas riquezas que os están prepara
das en los sacrosantos misterios. ¿Compararé yo la Euca
ristía á los otros Sacramentos ? ¿Pero qué son los demás
Sacramentos respecto de la Eucaristía? Pues aunque todos
los Sacramentos son las fuentes del Salvador , por donde nos
comunica el agua saludable de su gracia ; mas la Eucaristía
encierra en sí al Autor mismo de los Sacramentos , á Jesu-
Christo lleno de gracia y de verdad , de quien como de su
origen se deriva á los demás Sacramentos toda la bondad,
y perfección que tienen ; y 'así la Eucaristía viene á ser co
mo la plenitud de todas las gracias y dones celestiales.
Para daros , pues , alguna idea de los admirables do
nes que recibís en este Sacramento , es menester considerar
que aunque Jesu-Christo pudo darnos de muchas maneras
su carne y sangre , quiso , según los Padres , instituir la Eu
caristía baxo los símbolos de pan y vino para hacernos co
nocer mejor los efectos que produce en nuestras almas ; por
que la Eucaristía es respecto del alma , lo que el pan y el
vino respecto del cuerpo. Mas no se puede dudar que el
pan y el vino entrando en el cuerpo i.° se unen á él ín
timamente , y vienen á ser una misma cosa con él : 2.0 le
conservan la vida y la salud , reprimiendo la actividad del
principio de muerte y destrucción , que llevamos en nos
otros mismos , y que efectivamente nos daria la muerte , si
el alimento que tomamos de tiempo en tiempo no suminis
trase al cuerpo nuevos espíritus de vida; 3.0 le hacen cre
cer , y aumentan su fuerza y vigor , que sin esto se debi
litaría , y se iria perdiendo poco á poco. Pues á este modo

sobre el Catecismo. Parte II. 111
la Eucaristía i.° nos une íntimamente y nos incorpora con
Jesu-Christo , de suerte que venimos á ser una misma cosa
con él , por la comunicación de su espíritu , y la partici
pación de su carne , y sangre. El que come mi carne , y bebe
mi sangre , está en mí , y yo en él (a). ¿Se puede concebir
unión mas perfecta por la qual Jesu-Christo está en nos
otros , y nosotros en Jesu-Christo ? Pero no solamente está
en nosotros , sino que vive en nosotros , y nosotros vivimos
por él. Así como el Padre que vive , añade el Salvador , me
envió , y yo vivo por el Padre , así el que me come á mí, vi
virá también por mí El Padre engendrando á su Hijo en
la eternidad , le comunica su vida : enviándole al mundo
por la Encarnación , y uniéndole á la carne , y sangre co
munica esta vida divina á la carne y sangre de Jesu-Chris
to , y por esta carne , y sangre adorable , la hace pasar
como por un canal á los miembros que participan su cuerpo
en la Eucaristía. Así el fiel recibiendo la carne y sangre de
Jesu-Christo , se hace participante de su naturaleza y su vi
da , y ya no vive sino en Jesu-Christo , por Jesu-Christo,
y para Jesu-Christo , pudiendo decir con San Pablo : Vivo
yo , o mas bien no soy yo el que vivo , sino que vive en mí Jesu-
Christo (c). Ved ahí el profundo sentido que encierran las
palabras de Jesu-Christo , y conforme á él dice San Cirilo:
El Verbo de Dios uniéndose á sí mismo con su carne , la hizo
vivificadora. Convenia , pues , que por un modo maravilloso se
uniese á los cuerpos por medio de su sagrada carne , y preciosa
sangre , las que recibimos en el pan y vino mediante su consa
gración (¿£). Pero hay esta diferencia entre el alimento cor
poral , y la Eucaristía , que nosotros mudamos aquel en
nuestra substancia , mas la Eucaristía en cierto modo nos
convierte y transforma en Jesu-Christo , por manera que con
razón se pueden aplicar aquí las palabras que dixo Dios á
San Agustín : Comida soy de grandes , crece , y me comerás.
No

(a) Joan. 6. $7. (í) V. 58. (r) Galat. a. v. a».


(</) Lib. 4. in Joaa. e. 1%.
ti» Instrucciones
No me mudarás en tí como alimento de tu carne , stno que
tú te mudarás en mí (a).
II. La Eucaristía santifica el alma por la infusión del
Espíritu Santo , como dice el Concilio Efesino (¿) , y así el
que comulga dignamente come y bebe la gracia , según la
expresión de San Agustín (c) , porque come á aquel por
quien fué hecha la gracia , y la verdad (d¡). En conseqüen-
cia , recibe la remisión de los pecados que no conoce , y á
que no conserva afecto , dice Santo Tomas (e), y son destrui
das y borradas las reliquias que pudieron quedar de los pe
cados ya perdonados , según el Chrisóstomo (/).
Mas quando decimos que la Eucaristía da la gracia al
alma , no habéis de entender que se puede llegar á recibirla
en estado de muerte y de pecado ; porque la Eucaristía no
ha sido instituida para restituir las almas de la muerte á
la vida , sino para conservarlas en la vida de la gracia
con que deben recibirla : ha sido instituida para alimentar
y fortalecer al alma ; para aumentar la gracia y caridad , y
amortiguar por consiguiente el ardor de la concupiscencia,
que tira á dar la muerte al alma : de suerte que así como
el pan y el vino no dan la vida al cuerpo , sino que es
necesario que el cuerpo esté vivo para que le sirvan de
alimento ; así la Eucaristía no da vida al alma muerta, pero
muere el alma , si se puede hablar de esta manera , por
desfallecimiento , si no se alimenta de ella. Si no coméis,
dice Jesu-Christo (g) , la carne del Hijo del hombre , y bebéis
su sangre , no tendréis la vida en vosotros. Luego tendremos
ocasión de tratar con mayor extensión este punto.
III. De este acrecentamiento de fuerzas que recibe el alma
por la Eucaristía resulta lo i.° que se halle mas bien dis
puesta para percibir todo el gusto y suavidad de este man
jar divino , el qual se puede comparar muy bien con el ma-

(«) Lib. 7. Conf. c. 10. (i) Conc. Ephes. p. 1. e. ñ.


(c) Lib. 2. cont. Epist. Parm. c. 6. (ds Joan. 1.
, (e) 3. p. q. 79. a. 3. (/} Hom. 46. al. 45. ia Joan. a. 3.
(g) Joan. 6. 54.
sobre Et Catecismo. Parte II. ir 3
ná que contenia en sí la suavidad de todos los sabores (a).
2.0 Que adquiera un estado de salud , y robustez capaz de
resistir á los ímpetus de sus enemigos ; y por esto los sagrados
Mysterios vienen á ser como una celestial medicina que la pre
serva de la corrupción , y del veneno de la culpa. El alma,
dice San Cypriano (¿) , cae en el desfallecimiento si la parti
cipación de la Eucaristía no la sostiene , y fortalece. Y de aquí
es , que en los tiempos de las persecuciones se cuidaba mucho
de dar la comunión á los Christianos , á fin , dice el mismo
Santo (c) , de no dexar al descubierto , y sin armas á los que ex
hortamos y animamos al combate , sino ponerlos en seguridad con la
protección del cuerpo , y sangre de Jesu-Christo : porque supuesto
que el Salvador ha instituido la Eucaristía para proteger con ella
á los que la reciben , debemos dar este divino alimento á los que
enviamos al combate para que les haga victoriosos del enemigo de
la salud : ó como dice el Chrysóstomo , para que levantándose
de la sagrada mesa , respirando fuego como leones , se hagan ter
ribles al demonio (d). 3.a Y no solamente es medicina que pre
serva al alma de las culpas mortales , sino que perdona tam
bién los pecados veniales , como dice San Ambrosio (¿) , por
que fortaleciéndola en la gracia , y amor de Dios , la resti
tuye el fervor de la caridad que habia perdido por las faltas
ligeras. Y así con razón dixo el mismo Santo : Este pan de
cada dia se toma para remedio de las enfermedades cotidianas
supuesto que la voluntad no tenga complacencia en ellas. 4.0 Y
en fin por la misma razón contiene y reprime los estímulos de
la carne , porque encendiendo en las almas el fuego de la
caridad , necesariamente mitiga y templa los ardores de la
concupiscencia.
IV. En la Eucaristía recibimos una prenda inefable de la
vida eterna, y de nuestra resurrección gloriosa, porque el que
come mi carne , dice Jesu-Christo (g) , y bebe mi sangre, tiene
la vida eterna ,y yo le resucitaré en el último dia. No dice: ten
drá
(m) Saplenf. 16. (b) Ep. $4. al. 57. (c) Ibid. (d) Chris. Tanquam
leones ignem spirantet ab illa mensa recedamus , facti diabolo terribtlet.
{e) Lib. 4. de Sacr. c. (f) Ibid. c. 6. (g) Joan. 6. 54.
Tom. II. P
ii4 Instrucciones
drá la vita eterna , sino que la tiene , porque la prenda que
recibe es tan cierta , que hace veces de la cosa prometida en
la esperanza de que vendrá el feliz momento de poseerla
realmente.
Jesu-Christo promete aquí dos cosas al Christiano que
recibe la Eucaristía, la vida eterna para el alma , esto es , su
unión eterna con Dios, y la gloriosa resurrección para el
cuerpo. Expliquemos estas promesas en pocas palabras. i.« El
alma es alimentada en la tierra con la divinidad, y humani
dad de Jesu-Christo ocultas baxo los velos de pan y vino 5 y
este alimento es la prenda de la gloria que esperamos , y co
mo un ensayo de aquel banquete eterno , en que el alma será
saciada por la divinidad , que verá al descubierto , y se co
municará á ella en toda su plenitud. El pan que Jesu-Christo
nos da en esta vida es el mismo que nos dará en la eternidad;
pero aquí abaxo es como las migajas , por decirlo así , que
caen de la mesa del Padre de familias , y como unas gotas
de vino, que se nos dan para impedir que desfallezcamos en
los caminos de Dios hasta llegar al monte santo del Señor,
al modo que Elias con la fortaleza del pan subcinericio an
duvo hasta el monte de Dios Horeb {a). A la verdad nos de
fienden de la muerte , y nos hacen perder el gusto á los ali
mentos perecederos , pero lejos de saciar el hambre, y apagar
la sed , aumentan una y otra , y nos hacen suspirar con mas
ardor por gquel dichoso momento en que comeremos el pan
en el Reyno de Dios; porque bienaventurado el que comió el pan
en el Reyno de Dios (¿) , y en donde nuestra alma será inunda
da con el torrente de delicias de la casa del Señor, (c).
2.a La Eucaristía es en nuestros cuerpos como una semilla
de inmortalidad que nos hará resucitar algún dia gloriosos, é
inmortales : y por eso San Ignacio Martyr la llama el reme
dio de la inmortalidad , y el antidoto que nos preserva de la muer
te : de suerte , que así como la mortalidad entró en el hom
bre por el fruto prohibido , así también se le ha dado la vi
da , y la inmortalidad por otro fruto , y otro alimento , quie
ro
(a) III. Reg. 19. (¿) Luc. 14. 15. (c) Ps. 3j.
sobre el Catecismo. Parte II. 11y
ro decir , por la carne viva , y vivificadora del Verbo Di
vino.
V. La Eucaristía no solamente es el símbolo de la unión
de los fieles entre -sí, sino también el lazo que forma, mantiene,
y fortalece esta unión. Así como el pan se hace de muchos gra
nos de trigo , y el vino de muchos granos de uva , de tal ma
nera unidos y confundidos entre sí , que no hacen absoluta
mente mas que un solo cuerpo : á este modo los Christianos
que reciben la Eucaristía baxo los símbolos de pan y vino no
son todos juntos sino un solo pan y un solo cuerpo : no tienen
sino un corazón, y una sola alma , y esta unidad es efecto de la
participación del pan de Dios , del cuerpo de su Hijo , de su
caridad , y de su Espíritu , que es el lazo eterno del Padre
y del Hijo. Por esto San Pablo después de haber dicho , que
el cáliz de bendición que nosotros bendecimos es la comunión de la
sangre de Jesu-Cbristo , y el pan que partimos la participación
del cuerpo de nuestro Señor , añade : porque todos nosotros so
mos un solo pan , y un solo cuerpo ; todos participamos de un
mismo pan ¡ O Sacramento de la bondad de Dios ! exclama
San Agustín (¿) , ¡ ó sello de la unidad de la Iglesia ! ¡ O lazo de
la caridad de los fieles ! ¡O y quien pudiera explicar los in
efables regalos que comunica al alma fiel que le recibe digna
mente ! Considerad , fieles , que si con razón tenemos por
muy dichosos á los que hospedaron á Jesu-Christo en su ca
sa , 6 á los que recobraron su salud tocando solamente la orla
de su vestido estando aun en carne mortal, ¡qué felicidad
será la nuestra no desdeñándose el mismo Jesús de venir á
nuestras almas después de glorioso , para curar todas nuestras
llagas , y enriquecernos con toda la plenitud de sus dones!

(a) I. Cor. 10. 16. 17 {b) Tract. 16. in. Jotn. n. 13.

P 2 De
n6 ÍNSTRDCCIOWE3

§• VIL

Be las disposiciones necesarias para recibir 'la 'Eucaristía.

Es propio de las cosas mas preciosas y saludables , que


tomadas á tiempo , y en buena disposición aprovechan mu
cho ; pero si se toman intempestivamente nos ocasionan nues
tra perdición y ruina. Por esto no es de maravillar que el que
recibe la Eucaristía bien dispuesto sea enriquecido con altí
simos y saludables dones de la divina gracia ; y por el con
trario el que la recibe indignamente coma su juicio y condena
ción eterna. No tuvo , á la verdad , el pueblo de Israel cosa
mas preciosa, ni mas digna de estimación que el arca del tes
tamento , por la qual le habia hecho el Señor innumerables
beneficios ; pero habiendo caido en poder de los Filisteos,
que eran indignos de ella , les llenó de calamidades , y de
ignominia eterna (a). Así que nada es mas necesario que el que
los fieles se preparen debidamente para recibir la Eucaristía,
como lo significó el mismo Jesu-Christo lavando los pies á
sus Apóstoles (¿) antes de darles el Sacramento de su precioso
cuerpo y sangre , á fin de declararnos la diligencia con que
debemos procurar la integridad y limpieza de alma y cuerpo
para acercarnos á esta sagrada mesa.
Porque no solamente hay disposiciones interiores , ó espi
rituales para recibir la Eucaristía , sino también exteriores,
ó corporales. La principal disposición corporal es llegar en
ayunas á la sagrada mesa , es decir , sin haber tomado abso
lutamente cosa alguna, á lo menos después de media noche, á
no ser que se reciba el Sacramento como Viático en alguna
grave enfermedad. Ha agradado al Espíritu Santo , dice San
Agustin (c) , que para honrar á este Sacramento nada entre eh
la boca del Christiano antes del cuerpo de ^esu-Christo. Esta
ley de la Iglesia es muy antigua ; y de la historia eclesiásti
ca consta , que el uso primitivo de recibir la Eucaristía des
pués
{a) I. Reg. $. (í) Joan. 13. (c) Ep. ¿4. c. $.
sobre el Catecismo. Parte II. 117
pues de la cena, que se llamaba de caridad , no duró mucho
tiempo por los abusos á que estaba expuesto.
2.a Se debe llegar á la Comunión con mucha pureza de
cuerpo : y por eso los Santos Padres exhortan con ardor á los
casados á que vivan en continencia algunos dias antes de
comulgar , trayendo á la memoria el exemplo de David
el qual habiendo de recibir del Sacerdote los panes de la pro
posición , protestó que ya habia tres dias que él y los suyos
se abstenían del uso conyugal. Y de aquí podréis entender has
ta dónde debe llegar la pureza del cuerpo de un christiano
que se prepara para recibir el cuerpo del Hombre-Dios , que
fué concebido , y nació de una Virgen la mas pura y santa
de todas las mugeres.
3.a No hay necesidad de hablar del recogimiento , y mo
destia exterior ; porque estas disposiciones son conseqüencias
de las disposiciones interiores de que vamos á tratar ; y de
nada servirían si los sentimientos del corazón no fuesen el
principio de ellas.
Mas para hablar de las disposiciones interiores del alma
es menester traer á la memoria lo que hemos dicho antes ; que
Jesu-Christo eligió el pan y el vino para instituir la Euca
ristía , porque la Eucaristía es respecto del alma lo que el
pan y el vino respecto del cuerpo. Así , pues, como los efec
tos del pan y el vino en nuestros cuerpos nos han conducido á
conocer los efectos de la Eucaristía en nuestras almas , así
también el estado en que se debe estar para tomar con fruto
el alimento corporal, nos hará ver una imagen sensible de las
disposiciones que pide el Sacramento para producir en nues
tras almas los efectos de que hemos hablado.
Para que los alimentos aprovechen al cuerpo es necesario
lo i.° que esté vivo ; porque el alimento no da la vida , sino
que la supone , y su uso es para conservarla. 2.0 Que tenga
salud ; porqhie los alimentos sólidos , como son el pan y el vi
no , no convienen á un enfermo. 3.0 Que tenga hambre y sed;
por-
(¡a) Vid. S. Greg. Mag. Iib. »a. ep. 11. & S. Th. in 4. dist. 9. a. 4. q. 1.
Ib) I. Reg. ax.
1 18 Instrucciones
porque el alimento tomado sin apetito no aprovecha, sino que
aumenta mas bien el disgusto que se tiene, y causa indigestio
nes. Traslademos estas tres cosas al alma , y tendremos las
disposiciones necesarias para recibir la Eucaristía.
Primera disposición. Que el alma esté viva. Jesu-Christo
en la Eucaristía es el pan del alma , y para alimentarla es
necesario que viva , esto es , que esté en gracia. La vida del
alma es la gracia y caridad que derrama en nuestros corazo
nes el Espíritu Santo que habita en nosotros. En el Bautismo
hemos recibido esta vida espiritual del alma , y si hemos te
nido la desgracia de perderla , es necesario recobrarla por
el S icramento de la penitencia antes de recibir la sagrada Eu
caristía , como lo ha difinido el Concilio de Trento («). Por
esto debe cada uno probarse á sí mismo , según el consejo de
San Pablo , antes de comer de este pan , y de beber de este
cáliz Pero no nos engañemos. El designio de San Pablo es,
que cada uno se pruebe á sí mismo , na solamente para exa
minar el estado de su conciencia , y descubrir sus pecados al
Confesor , sino también para sondear su propio corazón , para
ver si su alma discierne el cuerpo del Señor , creyendo cier
tamente que en la Eucaristía está presente el verdadero cuer
po y sangre de aquel Señor á quien adoran los Angeles en
la gloria , á cuya presencia tiemblan las columnas del Cie
lo, y se estremecen á la menor muestra de su indignación (<r),
y de cuya gloria están llenos Cielos , y tierra (d¡) , porque es
to á la verdad es discernir el cuerpo del Señor , como amo
nesta el Apóstol (e) , para reconocer por las obras si esta fe
es animada por la caridad ; si el amor de Dios , y del pró
ximo es su inclinación dominante, porque el Evangelio nos
dice : Si ofreces tu ofrenda en el airar , y allí te acordares que
tu próximo ha recibido algún agravio de ti , dexa allí ta ofren
da al pie del altar ¡y ve primero y reconcilíate con él , y hecho
esto vuelve á ofrecer tu don (/"). La prueba , pues, que nos pi
de el Apóstol se extiende hasta saber si podremos decir con
San
(a) Sess. 13. c. 7. ($) í. Cor. n, a8. (r) Job ai. (</) Isaiz. 6.
[e) 1. Cor. u. (/') Math. 5.
1
sobre el Catecismo. Parte II. ug
San Pedro : Señor, tú sabes que te amo (a), porque la caridad
es el vestido de bodas con que debemos presentarnos al con
vite del Señor , si no queremos ser arrojados á un calabozo
obscuro , y condenados á penas eternas (b). Y aun quando
tengamos la dicha de estar adornados con este precioso ves
tido, es menester humillarnos delante de Dios , reconocer que
somos siervos inútiles , y decir con el Centurión , cuya fe elo
gió singularmente el mismo Salvador : Señor, yo no soy digno
de que entres en mi casa (*•).
La segunda disposición es la salud del alma. Las pasio
nes , y afectos desordenados san las enfermedades del alma.
Entre estas enfermedades hay unas que son mortales , y estas
son las pasiones y afectos desordenados que dominan al alma,
y por consiguiente destruyen la gracia y caridad en que con
siste su vida espiritual. Otras no dan la muerte al alma , pero
la debilitan ; pueden subsistir con la caridad, pero la resfrian
y entibian , y en la exención de estas enfermedades consiste
lo que llanipmos la salud del alma.
lío hay hombre en la tierra que totalmente esté exento de
pecado. Los justos caen siete veces al dia , y cometen aquellas
faltas que se llaman veniales. Pero hay esta diferencia entre
justos y justos : que los unos son fervorosos , y están llenos
de amor de Dios : los otros son débiles , lánguidos , y tibios
en el servicio del Señor. Unos y otros cometen sus faltas , pe
ro en los primeros son faltas de inconsideración , é inadver
tencia , y luego que las perciben , gimen y se humillan de
lante de Dios , hacen penitencia de ellas , y vienen á ser mas
cnidadosos , humildes , y dependientes de Dios , y estas fal
tas , por un efecto de la misericordia del Señor , contribuyen
á excitar en el fondo de su corazón aquel gemido continuo,
que es el alma de la oración , y que consigue de Dios muy
abundantes gracias. Ved ahí el estado que llamamos salud del
alma ; estado bien diferente del de los justos lánguidos , y
enfermos. Estos no querrían , como los justos fervorosos,
perder la gracia de Dios por el pecado mortal , pero todo
Jo
(a) Joan. ai. (¿) Math. aa. (c) Math. 8.
no ' Instrucciones
lo que no llega á esto les hace poca impresión , y no cuidan
de combatir ciertas inclinaciones y afectos , que aunque no
destruyen el amor santo , le entibian no obstante y desagra
dan á Dios. Por lo que toca á los Justos fervorosos se puede
decir con certeza , que hallan en la Eucaristía (a) su alimento,
y fortaleza. Pero es difícil hacer juicio del estado de los ti
bios y lánguidos por orden á la comunión. Porque la lan
guidez de que hablamos tiene muchos grados , que pueden
formar mas ó menos obstáculos al fruto de la Eucaristía. A la
verdad los pecados veniales no pueden hacer por sí solos que se
comulgue indignamente , aunque no se purifique de ellos 5 ¿pe
ro no impedirán los copiosos frutos que se podrian sacar de
la comunión ? La negligencia en purificarse de los pecados ve
niales siempre es peligrosa ; ¿ y qué sabemos el extremo á
que puede llegar ? El que solo aborrece el pecado por el
perjuicio que causa , demuestra que solo teme la pena, y no
ama á Dios como debe.
La tercera disposición es tener hambre y sed , esto es , un
gran deseo de unirse á Jesu-Cbristo , y ser del número de
aquellos de quienes se dice : Bienaventurados los que tienen ham
bre y sed de justicia. Porque el hambre y sed de que hablamos
no es precisamente un deseo vivo de comulgar ( este deseo
puede ser muy humano) es hambre y sed de la justicia, ó el de
seo de unirse mas estrechamente á Dios por la comunión , en
cendiéndose mas y mas en amor divino. Este deseo debe ser
tan ardiente y vivo , que San Juan Chrisóstomo le compara á
el ansia con que los niños se arrojan al pecho de su madre
quando están hambrientos : % No veis , dice , con qué ansia se
tira el niño al pecho de su madre ? Pues tal , y aun mayor de
be ser nuestro ardor por este alimento y bebida espiritual para
recibir la gracia del "Espíritu Santo Si no sentimos esta
hambre , y esta ansia espiritual , es señal de que alguna re
pleción maligna causa nuestro disgusto , ó indiferencia , y
es necesario descargarnos de ella por medio de la mortifica
ción , y penitencia. Oi-
(o) Vi-i. D. Hieren, in c. 9. Zachar. & S. Chrisos. Hom. 17. in ep. ad
Habr. a. g. (b~) Hoai. 83. in Math.
sobre Et Catecismo. Parte II. xn
Oigamos sobre este asunto á San Gregorio el Grande.
Solo los hambrientos son saciados ; estos son los que reciben el
divino Sacramento ayunando perfectamente de todos los vicios. T
porque los mas Santos no pueden estar sin pecado , es necesario
que se esfuercen todos los dias á purificarse de estas faltas , con
que la fragilidad humana acostumbra á mancharse. Pues por pe
queños que sean estos pecados , si no se tiene cuidado de purificarse
de ellos todos los dias , forman en el alma como un conjunto de
malos humores , que la llenan poco á poco , y la privan del ali
mentó interior. El Apóstol nos exhorta á descargarnos de esta
mala repleción , diciendo : Que se pruebe el hombre á sí mis
mo , y después coma de este pan , y beba de este cáliz.
Porque en qué cansiste esta prueba , sino en desocupar sa alma
de la malicia del pecado , para presentarse después puro , y sin
mancha á la mesa del Señor "i Supuesto , pues , que nosotros pe
camos todos los dias , recurramos todos los dias á las lágrimas
de la penitencia , porque solo esta tiene virtud para purgar
nuestra alma de los humores malignos que la vician por las
faltas que cometemos todos los dias (a). Por este pasage de
San Gregorio se vé la conexión que tiene esta tercera dis
posición con la segunda. Porque en efecto , el hambre y sed
de la justicia conducen al Christiano á purificarse por me
dio de la penitencia de las menores faltas , para acercarse
dignamente á el que es la pureza misma ; y el cuidado que
tiene de purificar su corazón , aumenta en él la hambre y
sed , esto es , el amor vivo y tierno de Dios , que le hace
hallar en el maná celestial de la Eucaristía un gusto y sua
vidad inefables.

[á) Líb. a. 1n Reg. e. i. VMe S. Dyonís. de Eccles. Hier. contemp.


%. a. 7. & á. Basil. «era. I. de Bapt. in fin.

| Tom. II Q
Instrucciones
. . •• •- -: . ■ -'r ■■ . ■ • . "
... , ,$. VIII.
.. x- ■ • ■'■ ' •
r Del Ministro de la Eucaristía.

El Obispo y el Sacerdote son los Ministros ordinarios


de la consagración , y dispensación de la Eucaristía , coa
exclusión de qualquiera qtro. Y por lo que toca á la con
sagración , se infiere claramente de las palabras de Jesu-
Christo : Haced esto en memoria de mí , dirigidas á solos los
Apóstoles , y en su persona á los que debían sucederles en
el Sacerdocio. Y en orden á la dispensación es constante,
que siempre se observó en la Iglesia, la costumbre de que los
fieles recibiesen este Sacramento de mano de los Sacerdotes,
y que estos quando celebraban , se comulgasen á sí mismos,
como lo explicó el santo Concilio de Trento (¿j) , declarando
que esta costumbre debia conservarse con gran veneración
como venida de los Apóstoles á nosotros : mayormente ha
biéndonos dexado nuestro Salvador un exemplo de esto,
consagrando su cuerpo santísimo, y alargándole por sus ma
nos á los Apóstoles (b). En esta consideración habiéndose in
troducido en muchas Iglesias el abuso de dar los Diáconos
la Eucaristía á los Sacerdotes , le prohibió el Concilio Ni-
ceno , y dió la razón de esta prohibición , diciendo : que
es contra los cánones , y la costumbre , el uso de que las que
no tienen potestad para ofrecer el sacrificio , den el cuerpo de
Jcsu-Cbristo á los que le ofrecen Y no solo esto : sino que
consultando la Iglesia á la dignidad de tan augusto Sacra
mento , ha prohibido expresamente , que ninguno sin estar
consagrado se atreva á manejar , ó tocar los vasos sagra
dos , lienzos , y demás utensilios necesarios para el sacrifi
cio , á no ocurrir alguna grave necesidad.

(a) Sess. 13. cip. 8. (i) Matth. a6. Mare. 14.


(e) Conc. Nis. cao. 18.
sobre ai, Catecismo. Parte II, , ia$
■ * *
§. IX. ■ -

De las personas á quienes se puede dar el Sacramento de la


Eucaristía.

Es cierto desde luego , que la Eucaristía no se puede


administrar según el orden establecido por la Iglesia , sino
á los que han sido bautizados. ¿Pero todos los que han re
cibido el Bautismo , tienen derecho á la Eucaristía ? ¿Se debe
administrar este Sacramento á los niños , á los locos , á los
enfermos y pecadores? Esto es lo que vamos á explicar.
A la verdad , si atendemos al uso antiguo de la Iglesia,
es menester confesar que se daba á los niños la Confirma
ción y la Eucaristía inmediatamente después del Bautismo,
cuya costumbre se ha conservado , y se; conserva aun en la
Iglesia Griega , y esta es una prueba constante contra las
hereges , de que la Iglesia no creia que se recibiese solamente
por ra fe el cuerpo de Jesu-Christo. Pero la Iglesia Latina,
por lo menos desde el siglo doce , -no ha dado la comunioH
á los niños , sino quando están en edad de discernir la dig
nidad de este Sacramento.
Para entrar sin dificultad en las razones que justifican
esta mudanza de disciplina , es menester observar lo prime
ro : que la costumbre de dar la comunión á los niños no
debe su origen á alguna ley expresa de la Iglesia , sino solo
á haberse empezado coma naturalmente á practicar respecto
de los niños , lo que se hacia en el Bautismo de los adul
tos. En la primitiva Iglesia generalmente los que se presenta
ban al Bautismo eran adultos , y habiéndose empezado después
á admitir al Bautismo á los niños de los fieles , se les dió de
la misma manera que á los adultas , es decir , que después
del Bautismo se les administraban seguidamente la Confir
mación , y Comunión , quando se les bautizaba solemnemente
en las vigilias de Pascua y Pentecostés. Esta práctica no fué
ciertamente establecida para los niños , pero habiéndolo sido
para las adultos por muy buenas y justas razones , pasó
Q 2 des
1 24 Instrucciones
después á los niños por una conseqiíencia del uso que se
había introducido desde los primeros siglos de darles el Bau
tismo poco después de haber nacido.
2.0 Hemos dicho : quando se les bautizaba solemnemente en
las vigilias de Pascua , y Pentecostés ; porque en la Iglesia
Latina , en la qual el Ministro de la Confirmación es el
Obispo , no podia tener lugar el uso de recibir seguidamente
los tres primeros Sacramentos , sino en el Bautismo solemne
de aquellos dos dias , quando el Obispo se hallaba presente
para imponer las manos , y hacer la unción con el sagrado
crisma en la frente de los bautizados. Quando estaba au
sente , el Bautismo era administrado por los Sacerdotes, y
los recien bautizados niños y adultos comulgaban á la Mi
sa , sin haber sido confirmados.
La Iglesia , pues , pudo muy bien mudar el uso de
dar la comunión á los niños inmediatamente después del Bau
tismo, sin perjuicio de su salud,, y si le ha mudado en efec
to , ha sido con el designio de procurarles mayores tienes.
Pues aunque la comunión les futse útil quando la recibían,
sin embargo habiendo hecho conocer la experiencia , que lo
que es útil en si , viene á ser peligroso por accidente, esto
es , por la costumbre que adquirían de recibir la Eucaristía
sin discreción , y sin sentimiento alguno de piedad ; juzgó
con razón que la utilidad que podrían recibir en la in
fancia , seria recompensada abundantemente , si se les ad
ministrase este Sacramento después de haberles dispuesto para
recibirle , por medio de la instrucción necesaria, y la prác
tica de las buenas obras.
Así que , según la disciplina actual de la Iglesia , no se
puede dar la comunión i.° á los niños ántes de tener uso
de razón , y estar suficientemente instruidos en los misterios
de la Religión , y las disposiciones que son necesarias para
recibir con fruto este Sacramento : 2.0 ni á los fatuos , ó lo
cos de nacimiento : 3.° ni á los frenéticos (a) , á menos que
hayan dado pruebas de desearla ántes de caer en el frenesí:
en
(a) Conc. Cartbag. 4. c. 76. Vid. D.'sr. atf. sjusest. 6. cip. Is qu¡.
soeuk Ei- Catecismo. Parte II. t
en cuyo caso será lícito ciarles la comunión sagrada al fin
de la vida , supuesto que no se tema peligro de irreveren*
cia : 4.0 no es permitido dar la comunión al enfermo que
padece alguna tos violenta y continua ; ó quando li2y peli
gro de vómito : j.° en general se debe negar la comunión
á los que son notoriamente indignos de ella , como los pe
cadores públicos y escandalosos (a) , hasta que hayan dado
señales públicas de conversión , y reparado el escándalo que
dieron. Esta ha sido la regla de todos los tiempos , reno
vada en estos últimos por San Carlos Eorromeo , y fundada
sobre aquellas palabras de Jesu-Christo : No deis á los per
ros ¡o que es santo , ni echéis vuestras perlas delante de los
puercos , no sea que las huellen con sus pies (b).

S- x.

De la necesidad de la Eucaristía,

Seria un error el pensar que la Eucaristía es tan ne


cesaria para la salvación como el Bautismo , según lo ha de
finido el Concilio de Trento. T sílos Santos Padres , dice el
mismo Concilio , tuvieron en su tiempo justas razones para dar
la comunión á los niños ; se debe creer ciertamente que no lo
han hecho porque lo juzgasen necesario para su salvación y
de consiguiente no es de extrañar que la Iglesia mudase esta
disciplina , ya por las razones que hemos insinuado , ya tam
bién porque lo contrario no parece conforme á la insti
tución de Christo , quien dixo : Tomad , y comed (d) , y
es claro que los niños no tienen para esto la capacidad
suficiente.
Mas aunque la Eucaristía no sea absolutamente necesa
ria á todos los Christianos para salvarse , sin embargo no hay
al

fa') S.Cypr. ep. «. al. 60. S. Chrys. Hom. 8». al. 83. in M.itth. d. 6.
S. Carol. Act. p. 4. de Euch. S. Aup. serm. 351. n. jo. & can. Scenidt.
de coosr. dist. a. (¿) Matth. 7. 6. Vid. D. Hitr. ¡n c. 7. Matth.
(<■) Seis. ai. cap. 4. W) Matth. 26.
126 Instruccione s
:alguno que habiendo llegado á tener discreción , no deba
recibirla: i.° por lo que hemos dicho de los efectos de la
Eucaristía : 2.0 por haberlo mandado expresamente Jesu-
Christo : 3.0 por el precepto de la Iglesia.
1.0 Todo Christiano que tiene uso de razón debe reci
bir la Eucaristía , para participar los efectos de este Sacra
mento. Porque si es n^ces ¡rio para salvarse, unirse á Jesu-
Christo , vivir con su vida , y estar penetrado de sus sen
timientos , de suerte que se pueda decir , que Jesu-Christo
vive y obra en nosotros 5 y la Eucaristía es el medio ins
tituido por el mismo Jesu-Christo , para unirse de esta ma
nera á nosotros , ¿ el que desprecia este medio podrá estar
unido á Jesu-Christo, y vivir con su vida?
Además : nuestra alma tiene necesidad para conservar
la vida de la gracia de un alimento que repare sus fuer
zas , y conserve su salud siempre expuesta á mil peligros , y
tentaciones. Paes ofreciéndonos Jesu-Christo en el Sacramento
de su cuerpo y sangre una comida y una bebida qne nos
alimentan , nos fortalecen y nos inspiran el valor necesario
para vencer á los enemigos de nuestra salud ; ¿qué podre
mos esperar , si rehusamos este remedio , y poderoso so
corro que la bondad divina nos ha preparado?
En lin si la Eucaristía es la prenda de la vida eter
na , ¿con qué derecho podrá esperar aquella vida feliz , el
que no quiere recibir la prenda de ella ?
2.0 Habiendo dicho Jesu-Christo : Si no coméis la carne
del Hijo del hombre , y no bebéis su sangre , no tendréis la vida
en vosotros (¿) ; es claro , que promete la vida al que come
su carne , y asegura que no vivirá el que no la come. Luego
el que no quiere comulgar el cuerpo de Jesu-Christo , de
muestra que ya está muerto , supuesto que el mismo Jesu-
Christo ha mandado esta comunión , como medio necesario
para conservar la vida.
3.0 La Iglesia ha impuesto una ley expresa (ti) para que
to-
(a) Joan. 6. 554. (A) Cap. Omnts utriusque sexut de poenit. & roa.
Conc. Lateranens. so. laij. caá. ti.
sobre el Catecismo. Parte IT. 127
todo fiel , que hubiere llegado á la edad de discreción , comul
gue á lo menos en la Pascua de Resurrección , á no ser que por
alguna justa causa , y de consejo del propio Sacerdote se juz
gue deber diferir su comunión para otro tiempo. Y si alguno
quebrantare este precepto , manda que se le niegue la entrada
en la Iglesia por toda su vida, y que después de muerto sea pri
vado de sepultura eclesiástica : por lo qual testifica abier
tamente , que mira como indigno de participar de sus ora
ciones vivo , ó muerto , á qualquiera que culpablemente no
reciba la Eucaristía en el tiempo de Pascua. Así el que por
desprecio , ó por negligencia , que yo distingo poco del des
precio , ó porque no quiere renunciar al pecado , y á las
ocasiones de ofender á Dios , se abstiene de recibir este Sa
cramento en el tiempo señalado por la Iglesia , es , en jui
cio de la Iglesia misma , indigno de gozar las ventajas pro
pias de los Christianos.

$. XI.

De la comunión indigna.

El Concilio de Trento , siguiendo la doctrina de los San


tos Padres , distingue tres modos de recibir la Eucaristía,
pues enseña , que unos reciben el Sacramento solamente como
¡os que están en pecado mortal : otros reciben la Eucaristía solo
tspiritualmente , á saber , los que comiendo este pan celestial
ton el deseo y voluntad , reciben en gran parte sus utilidades,
y frutos , en virtud de la fe viva que obra por la caridad (<?):
otros en fin la reciben sacramental y espiritualmente , y estos
son los que probándose á Si mismos , se preparan y adornan con
el vestido de bodas para presentarse á esta divina mesa (b).
Ya hemos visto ántes quáles son las disposiciones nece
sarias para comulgar dignamente y con fruto , lo que el
Concilio llama comulgar sacramental y espiritualmente ; y
explicaremos bien presto , siguiendo los mismos principios,
lo
U) Galat. 5. (*) Sess.13. c. *.
128 Instrucciones
lo que es comulgar espiritualmente quando no se puede sa-
cramentalmente. Pero antes es menester explicar lo que en
tiende el Concilio quando dice : que los pecadores , esto es,
los que están en pecado mortal , solo reciben la Eucaristía
sacramentalmente.
Estas palabras del Concilio establecen dos verdades. La
primera , que así los justos como los pecadores reciben en
la comunión real y verdaderamente el cuerpo y sangre de
Jesu-Christo. La segunda , que los que están en pecado mor
tal , no reciben los saludables frutos y efectos de este Sa
cramento. La carne santísima de Jesu-Christo de nada sirve
sin el espíritu vivificante (a) del mismo Jesu Christo , el qual
no entra en un corazón entregado al demonio , y manchado
con la idolatría , porque todo pecador es en alguna manera
idólatra , supuesto que da á la criatura un culto de amor
que es debido á solo Dios. La carne y sangre de Jesu-
Christo pueden muy bien entrar en su cuerpo: pero su alma
que es templo de ídolos , no puede recibir el espíritu de
Jesu-Chriito , hasta que el demonio sea desterrado de ella
en virtud de la penitencia. El cáliz de bendición , que nos
otros bendecimos , dice San Pablo , i no es la comunicación de la
sangre de Jesu-Christo ? ¿T* el pan que partimos no es la parti
cipación del cuerpo del Señor Vosotros no podéis beber el
cáliz del Señor , y el cáliz de los demonios. No podéis participar
de la mesa del Señor ,y de la mesa de los demonios Estas
dos cosas son incompatibles. El que participa de la corrup
ción del mundo , y gusta los manjares envenenados con que
el demonio alimenta á sus esclayos , no puede gustar las de
licias santas de la mesa del Señor. El que no está en Chris
to , ni Christo en él, dice San Agustin (c) , muy cierto fx,
que no come espiritualmente su carne: aunque material y visi
blemente parta con ios dientes los Sacramentos del cuerpo y san
gre del Señor.
Pero el Apóstol va aun mas lejos ; y- después de las pa
labras que acabamos de referir , añade estas otras mas ter-
ri-
(«) Jota. 6. 64. {b) 1. Cor. 10. 16. ao. ax. (c) Tract. atf. in Joíd.
»• sobre el Catecismo. Parte II. 129
ribles : Cualquiera que comiere este pan , o bebiere el cáliz del
Señor indignamente (esto es , en estado de pecado mortal) se
hace reo del cuerpo y sangre del Señor (a). Examínese , pues,
el hombre á sí mismo, y coma después de este pán ,y beba de este
cáliz. Porque el que come , y bebe de él indignamente , come^
y bebe su propia condenación , no discerniendo el cuerpo del Se
ñor (¿). El Apóstol nos representa aquí 1 .0 el pecado de la
Comunión indigna : a.° el efecto de la Comunión indigna.
i.* El que comulga indignamente comete un pecado de
profanación y sacrilegio , porque no discierne como debe el
cuerpo del Señor , y trata como cosa vil , y profana la carne
sagrada del Hijo de Dios , no distinguiéndola del alimento
común , y ordinario. Aun esto es poco. Comete un peca
do de perfidia , y traición , porque qual otro Judas come la
carne , y bebe la sangre de su Señor , y Maestro , teniendo en
su corazón el designio horrible de sacrificarle á su pasión cri
minal : y le da el beso de amigo al mismo tiempo que está de
acuerdo con sus enemigos para entregarle de nuevo, quanto
está de su parte , á los oprobrios , y al suplicio de la cruz.
Habla de paz con su amigo , y ocultamente le arma asechan
zas (r).
I Quién no se conmoverla si viese la Eucaristía arrojada
en el suelo , ó comida por un perro , aunque esto provi
niera de una pura casualidad , y no de la malicia de los
hombres ? ¿ Con qué cuidado no se procuraría reparar esta
profanación , en medio de que solamente lo seria á los ojos de
los hombres , y de ninguna manera ofendería á Dios , por
que Dios no se ofende sino del pecado ? £ Y qué seria si al
gún hombre fuese tan maligno , é impío que arrojase volunta
riamente la Eucaristía á los perros , como lo hicieron los
Obispos Donatistas en una Iglesia de Católicos , según re
fiere San Optato ? % De quántos suplicios, juzgaríamos dignos
á los autores de semejante sacrilegio 1 1 Pero es mucho me
nos horrible el sacrilegio de aquel que no teme recihir el cuer
po de Jesu-Christo en un corazón manchado con pecados?
¿La
(4) I. Cor. 11. 17. (>) Ibid, v. iS, «9. (c) Jerwu. 9. 8.
Tm II. K
i 3o Instrucciones
¿La profanación de un Ministro del Señor , que diese el San
to de los Santos á los perros , admitiendo á la sagrada mesa
á un hombre indigno-aun del nombre christiano , seria menos
criminal á los ojos de la fe ? Nada es , pues , mas horrible
que la Comunión indigna , supuesto que es á un mismo tiem
po profanación , sacrilegio , y la traición mas pérfida con
aquel que nos ha amado no solamente hasta entregarse por
nosotros , sino hasta darse todo á nosotros.
2.0 El que comulga indignamente, come, y bebe su propia
eondenacion. Jesu-Christo habia dicho : El que no cree en el
Hijo de Dios, ya está condenado , lo que significa , que ya
está pronunciado el decreto de su condenación. Mas el Após
tol hablando del que comulga en pecado mortal , dice , oue
come y bebe el decreto de su condenación , que se incorpora
con él , y se hace una misma cosa con él. Ah I si el pecador
sintiendo su conciencia manchada se abstuviese de llegar á
este Sacramento por el temor de profanarle , este respeto al
cuerpo del Señor podria suspender los efectos de su justicia,
reservarle algún acceso á su misericordia. Pero la comunión
indigna , el sacrilegio mas horrible añadido á los otros, peca
dos , el ultrage hecho á su mismo Juez colma la medida de
sus delirios , y comunmente pone el sello á su reprobación,
como le sucedió á Judas. No solamente fué pronunciado el
decreto de su muerte , sino que se executó también. Después
de haber comido el pan que le dio jfesu-Ckristo , entró en él Sa
tanás (b) : Se entregó al demonio , y cayó en una dureza de
corazón , y ceguera de espíritu , que le conduxo á la impe
nitencia final. Temamos , pues , Cathólicos los terribles efec
tos de la Comunión indigna. Creamos que después de haber
ultrajado al Señor recibiéndole indignamente , es muy difi
cultoso volver á su gracia , que es todo lo que yo quiero
persuadiros. Examinémonos á nosotros mismos , y lleguemos
á este Sacramento con las disposiciones necesarias para reci
bir sus saludables frutos. No olvidemos jamás estas palabras
de San Easilio : El que se acerca al cuerpo y sangre del Señor
en
(») Joan. 3. 18. (i) Ibid. 13. 17.
sobre el Catecismo. Parte II. 131
en memoria de su muerte y resurrección , debe no solamente estar
exento de todo lo que mancha el cuerpo y el espíritu , para no co
mer y beber su condenación , sino también explicar en sí mismo la
semejanza del que ha muerto , y resucitado por nosotros , haciendo
ver que está muerto al pecado , al mundo , y á sí mismo , y que
no vive sino para Dios por Jesu-Christo Señor nuestro (a).

5- x".

Ve la Comunión espiritual.

El Concilio de Trento (b) testifica , que desearía que co


mulgasen en cada Misa todos los fieles que asisten á ella , no solo
espiritualmente , y por un movimiento interior de piedad , sino
también recibiendo realmente el Sacramento de la Eucaristía. Des
pués de esto declara , que no se deben mirar como privadas,
é ilícitas aquellas Misas en que solo el Sacerdote comulga
sacramentalmente , sino que deben ser consideradas como Mi
sas verdaderamente comunes , y públicas : lo primero, porque
el pueblo comulga á ellas espiritualmente ; y lo segundo , por
que son celebradas por un Ministro público , no solamente para
él , fino también para todos los fieles que hacen parte del cuerpo
de Jesu-Christo. Así el Concilio suponiendo , como se ve , la
práctica de la Comunión espiritual del pueblo que asiste á la
Misa , nos recomienda altamente este saludable exercicio , y
nos da á entender , que seria de desear que todos los Chris-
tianos comulgasen espiritualmente en ella para oiría con ma
yor fruto, i Pero cómo se hará esto , ó en qué consiste la Co
munión espiritual ?
Para explicaros de qué manera habéis de comulgar espi
ritualmente quando asistís á la Misa , es necesario suponer que
Dios , como primera verdad , y origen de todo bien , es la
vida de las criaturas inteligentes , las quales viven espiritual
mente por la unión que tienen con Dios , y mueren luego que
se separan de él , porque se apartan del fin para que fue
ron
(a) Lib. 1 . de Bapt. c. 9. (f) Sess. ai. c. t.
Ra
13* Instrucciones
ron criadas. Pero esta unión de las criaturas inteligentes con
Dios se hace lo i .° por el conocimiento , y contemplación de.
su verdad , y bondad ; y lo a.° por el amor de una y otra. Y
ved ahí en qué sentido Jesu-Christo convida á los hombres á
alimentarse de él ; les enseña de qué manera se pueden ali
mentar de él , y establece los medios paia hacer pasas á su
alma, este celestial alimento , sin el qual no pueden vivir*.
i .° Jesu-Christo convida á los hombres á alimentarse de él.
Trabajad , les dice , no por el alimento que perece , sino por el
que se conserva hasta en la vida eterna (a) , y que os dará el Hijo
del hombre: y él mismo es este pan de la vida eterna : To soy,
dice , el pan de vida (¿) : To soy el pan vivo que he baxado del
Cielo (c) : pan figurado por el maná , el qual se llama pof es
ta razón en la Escritura , pan del Cielo , y pan de los ánge
les (</) : pan que hace vivir eternamente al que le come : si
alguno comiere de este pan , dice el mismo Jesu-Christo, vivirá
eternamente (í),
2.0 ¿Y de qué manera se puede comer este pan? Después
dehaber dicho el Señor , que él es el pan de vida , añade : el
que viene á mí no tendrá hambre , y el que cree en mí jamas
tendrá sed. Y después : El que cree en mí tiene la vida eterna.
To soy el pan de la vida (/). Así que por la fe viva en Jesu-
Christo comemos el pan de la vida , el qual no es otro que el
mismo Salvador. Le comemos quando adoramos á Jesu-Christo
en los Misterios que obró para nuestra salud : quando medi
tamos con una fe humilde sus palabras , sus acciones y su
frimientos para hacer de su vida la regla de la nuestra : quan
do nos unimos con él por el amor , como con nuestra cabe
za , y con los fieles como miembros de su cuerpo. Tal es en
general la Comunión espiritual á que Jesu-Christo nos con
vida , y que debe durar toda la vida , porque en todos tiem
pos debemos alimentarnos de Jesu-Christo por la fe , espe
rando que seremos saciados en la eternidad por la visión cla
ra de la Divinidad.
Los
(o) Joan. Í. .a7. (b) Ibíd. v. 33. (c) V. 51. (d) Ps. 77.
Joan. ó. 52. (f) V. 47. 4».
sobre el Catecismo. Parte II. 133
3.6 Los principales medios que Jesu-Christo ha estable
cido para hacernos vivir por la fe en. él son i.° la lectu
ra , y meditación de las Escrituras , y principalmente del
Evangelio. 2.0 la participación de su cuerpo en la Eucaristía.
Estas dos cosas jamas deben estar separadas ; pues como dice,
el Autor de la Imitación de Christo tan ilustrado en la
ciencia de la salud hablando con nuestro Salvador : To sien
to (estas son sus palabras) que hay dos cosas que me son ab
solutamente necesarias , y sin las quales no podría pasar sin que
la vida me fuese enteramente insoportable. Encerrado en la pri
sión de este cuerpo tengo necesidad de luz ,y de alimento. Vos
me dais vuestra carne para mi alimento , y me dais vuestra pa
labra para que sea la luz que ilumine mis pasos. No , yo no po
dría vivir si me faltasen estas dos cosas , porque vuestra pala-
Ira es la luz de mi alma , y vuestro Sacramento es el pan que
la hace vivir (a).
Es, pues , necesario al christiano que quiere vivir espi-
ritualmente alimentarse con el pan que Jesu-Christo le pre
senta en el Evangelio , porque el Evangelio es la fortaleza^
y virtud de Dios para salvar á todos los que creen en él
y con su sagrado cuerj o que le ofrece en la Eucharistía re
cibiendo realmente este Sacramento. Y si no somos bastante
puros para comulgar real y verdederamente su santísima
carne , siempre que asistimos al santo Sacrificio comulguemos
á lo menos espiritualmente ; es decir , que al tiempo de co
mulgar el Sacerdote nos alimentemos con el precioso cuerpo
y sangre de Jesu-Christo , renovando interiormente en nos
otras mismos la fe de este misterio , la confianza en los mé
ritos infinitos de la pasión , y muerte del Señor , y el amor y
reconocimiento al excelentísimo don que nos hace de sí mismo.
Y conservándonos apartados del altar á causa de nuestra in
dignidad y baxeza , digamos con el Centurión : Señor , yo no
soy digno de que entres en mi casa ; pero al mismo tiempo acer
quémonos á él por medio de un sincero y ardiente deseo
de recibirle , de hallar en la virtud de su carne vivificante el
re
ía) Lib. 4. c. 1. (¿) Román. 1. iS.
1 34 Instrucciones
remedio á nuestras enfermedades espirituales , y de conse
guir de su misericordia que purifique nuestro corazón , para
que seamos admitidos á la participación de los sagrados mis
terios.
Mas no nos lisonjeemos de que comulgamos espiritual-
mente á la Misa porque asistimos á ella con algunos mo
vimientos de piedad y devoción , si nuestras obras no cor
responden á estos sentimientos y afectos ; si no cuidamos de
alimentarnos con la divina palabra ; si no trabajamos seria
mente en mortificar nuestras pasiones ; si no satisfacemos por
nuestros pecados ; en una palabra , si no procuramos hacer
nos dignos de la Comunión real del cuerpo de Jesu-Christo.
Los sentimientos de piedad si son sinceros no pueden ser
estériles ; si son estériles se diferencian poco de los puros
cumplimientos, moneda de que no se paga Dios, porque es
la misma verdad , y ve el fondo de nuestros corazones.

§. XIII,

De la freqüente Comunión.

Ya es tiempo que expliquemos qué regla se debe seguir


en lo que concierne al uso mas ó menos freqüente de la Eu
caristía, i Si es á propósito comulgar frecuentemente ? ¿ 6
es mejor nacerlo rara vez? ¿Quál de estas dos prácticas es
la mas segura para el bien de las almas ? Yo podría comen
zar á responder á estas preguntas , proponiendo aquí la regla
que da San Pablo á los Romanos, aunque en una materia muy
diferente , á saber ; Que el que come no desprecie al que no se
atreve á comer , y el que no come no censure al que come (a).
Que el que comulga freqüentemente se guarde bien de despre
ciar al que comulga raras veces , y el que no se atreve á
acercarse á la Eucaristía sino en algunos tiempos , no cen
sure al que comulga con freqüencía.
Conforme á esto , después de haber referido San Agustín
los
(a) Rom . 14. 3.
sobre el Catecismo. Parte II. 135"
los dictámenes contrarios de dos hombres , de los quales el
uno decía , que no se debe recibir la Eucaristía sino en cier
tos dias en que se tenga una vida mas pura , é inocente : y el
otro , que supuesto que los pecados no sean mortales , el cuerpo
del Señor es el remedio de que se debe usar cada dia para el
perdón de los veniales , y preservarse de ellos , pronuncia
con su modestia ordinaria esta sabia decisión : Un tercero que
para ponerles de acuerdo les exhortase ante todas cosas á perma
necer en la paz de Christo , hablaría acaso mejor que todos , de-
xándoles por lo demás en libertad de obrar cada uno según le
inspirasen su fe y piedad , supuesto que ni uno ni otro profanan
el cuerpo del Señor , sino que al contrario ambos se esfuerzan á
honrarle á porfia. Así no vemos que Zaqueo , quien recibió con
gozo al Señor en su casa , y el Centurión que no se juzgó dig
no de que entrase en la suya , hubiesen disputado entre sí , ni
se hubiesen preferido el uno al otro por el diferente , y de algu
na suerte opuesto modo con que cada uno de ellos habia honrado
al Salvador... Porque el uno honrando al cuerpo del Señor , no
■ se atreve á recibirle todos los dias , y el otro honrándole tam
bién , no se atreve á pasar un dia sin recibirle. Solo el despre
cio es injurioso á este celestial alimento , así como el fastidio lo
era al maná (a).
No obstante , si hemos de decir lo que sentimos , aunque
sin desaprobar ninguna de estas dos prácticas , parece sin du
da que si se consideran por una parte el fin de la insti
tución de la Eucaristía , y sus efectos , y por otra nuestros
peligros y necesidades , seria de desear , que los fieles co
mulgasen todos los dias , como lo hacian los primeros Chris-
tianos , según se refiere en los Hechos Apostólicos , y lo tes
tifica también San Cypriano Porque en la primitiva Igle
sia todos los que profesaban la fe de Jesu-Christo consi
deraban la Eucaristía como su pan de cada dia , y para ellos
era lo mismo estar separados de este Sacramento , que estar
privados de la salud^y vida , según aquella sentencia del Sál
va
te) Ep. ¡¡4. n. 4. al 118. ad'Januar. c. 3.
(i) Actor a. S. Cyprian. de orat. Dona.
136 Instrucciones
vador : Si no coméis la carne del Hijo del Hombre , y bebéis su
sangre , no tendréis la vida en vosotros. Y por tanto decía el
Chrysóstomo : Sea este nuestro único dolor , estar privados de
esta sagrada comida Así se conservó por mucho tiempo
en la Iglesia la loable costumbre de que el Sacerdote des
pués de haber hecho y consumido el sacrificio se volvía al
pueblo que estaba presente , y decia : Venid hermanos á la co
munión : y entonces los que se hallaban dispuestos recibían
con suma devoción la sagrada Eucaristía. Y habiendo empeza
do á decaer el saludable uso de comulgar todos los dias , le
renovó en parte San Anacleto , mandando que comulgasen
los Ministros que asistían al sacrificio de la Misa (¿) , como lo
habian ordenado los Apóstoles.
Pero , Christianos , la Iglesia no ha mudado de espíritu
en nuestros tiempos. Y si por haberse resfriado la caridad de
los fieles estableció San Fabiano Papa (r) , que todos reci
biesen la Eucaristía tres veces al año en los días del Na
cimiento del Señor , de Resurrección , y Pentecostés ; y últi
mamente no observándose tampoco este precepto en medio
de haber sido confirmado por muchos Concilios , y en es
pecial por el primero Agatense , se decretó en el Concilo La-
teranense que todos los fieles recibiesen el sagrado cuerpo
del Señor por lo menos una vez cada año por Pascua ^ esto no
es porque la Iglesia haya mudado de sentimientos , y no de
see con ansia que l^s fieles comulguen freqüentemente , y tan
freqüentemente como es necesario para conservar por' la vir
tud de la Eucaristía la vida , y vigor del alma. Escuche
mos su voz en estas palabras del Concilio de Trento : El San
to Concilio con todo su afecto paternal amonesta , exorta , y
ruega por las entrañas de la misericordia de nuestro Dios á to
dos en general , y en particular á los que llevan el nombre de
christianos.... que crean los sagrados misterios del cuerpo , y
sangre del Señor con tal firmeza de fe , y les reverencien con
tal piedad , y devoción de corazón , que puedan recibir fre-
qüen-
(«) Hom. 8a. In Math, {b) De eoaseer. dist. 9. cap. pirueta.
(c) De Coasccr. dist. ». cap. etti. fyf) De Poeait. & rena. cap. omnit
sobre el Catecismo. Parte II. 137
qüentemente este pan que es sobre toda substancia ¡y que ver
daderamente sea la vida , y salud perpetua de su alma , á fin
de que siendo fortalecidos por este divino alimento , puedan pa
sar de la peregrinación de esta miserable vida á la patria ce
lestial , para comer allí , sin velo alguno , el pan de los Angeles,
que al presente comen baxo los sagrados velos de pan y vino (a}.
Y considerando los Santos Padres la necesidad que tenemos
de este celestial alimento , no cesan de exhortarnos á la fre-
qliente comunión. Porque no fué de solo el Padre San Agus
tín aquella sentencia : Cada dia pecas , comulga cada dia
ó por lo menos vive de manera , que cada dia puedas comul
gar (c) , como dice también este Santo : en lo qual nos en
seña á un mismo tiempo qufc es saludable el uso freqüente
de la comunión , y que debe ser correspondiente á él la pu
reza y perfección de la vidá.
En conseqüencia de esto , se puede tener por máxima,
general , que así como es útil á un hombre de buena com
plexión , y que tiene buen apetito , el alimentarse todos los
días con viandas sólidas ; del mismo modo quando un alma
se halla en aquel estado de salud de que hemos hablado an
tes ; quando está hambrienta y sedienta de la justicia ; quan
do está muerta al pecado , al mundo , y á sí misma , como
dice San Basilio , y no vive ya sino para Dios , sacaría un
gran fruto de la freqüente comunión , y se la deberia acon
sejar , y aun acaso mandar. Ved ahí la máxima general,
pero la aplicación respecto de cada uno en particular debe
ser arreglada por el consejo de un Director prudente , y
perfectamente instruido de las disposiciones interiores de las
personas que conduce.
Mas quando el alma se halla en estado de imperfección,
debe seguir la excelente regla de San Buenaventura : Se pre
gunta , dice el Santo , si es útil comulgar freqüentemente. T es
necesario responder, que si una persona conoce que se baila en
aquel estado en que se hallaban los Christianos de la primitiva
lgle-
(a) Sess. 13. c. 8. (í) Serm. »8. de Verb. Dom.
(c) Hom. 43. ex 50.
Tom. II. S
1 38 Instrucciones
Iglesia , hará bien en imitarles , comulgando todos los dias, pero
si reconoce que se halla en el estado de la Iglesia final , es decir,
fria , y tarda en las cosas de Dios , es laudable , que comul
gue raras veces. T si se hallare en un estado como medio en
tre estos dos , debe conducirse con proporción á él , apartán
dose algunas veces , para aprender á acercarse con mas respe
to , y acercándose también algunas veces , para encenderse en
amor de Dios , porque el respeto , y el amor son igualmente
debidos á tan gran huésped. T entonces habiendo reconocido si
avanza mas en la piedad apartándose , ó acercándose , elija lo
que la es mas útil, porque el hombre solo puede conocer esto por
la experiencia. Y después añade : Todas las razones que se
pueden dar á favor de la freqiiente comunión , suponen siempre
la preparación debida , la qual se halla en poquísimos comun
mente {a).
Pero la sequedad , y pesadez del alma en las cosas de
Dios , no siempre deben impedirnos la freqüencia de la co
munión , y para no engañarnos en esto , es menester exa
minar el origen de donde nacen. Porque pueden ser una de
las pruebas con que Dios quiere exercitar á las almas san
tas, retirándose de elias en la apariencia, y privándolas de
todo consuelo y devoción sensibles , á fin de que reconoz
can mejor el precio de los dones de Dios , y que echando
de ver su pobreza , y miseria , se humillen , y exciten á
buscar al Señor con mas ardor : y la tibieza entonces no
es motivo para retirarse de la comunión. Mas si proviene
de que se trae una vida relaxada y disipada • de que no
se cuida de alimentarse con la palabra de Dios ; de que se
dexa llevar de sus inclinaciones sin combatirlas , entonces,
dice San Buenaventura , no se debe freqüentar la comunión
hasta haber salido de este estado , lo qual se debe procu
rar con diligencia. Porque , ¡ ay de aquellos que estando se
parados de la Eucaristía por sus notables imperfecciones,
no trabajan por hacerse dignos de ella , y permanecen en
la. misma tibieza ! Sin duda que ultrajan mucho á Jesu-
Chris-
(a) la 4. dist. ia. par. 3. a. a. q. 3.
sobre el Catecismo. Parte II. 139
Christo por la indiferencia con que miran el mayor don que"
su bondad pudo darnos , y el poco aprecio que hacen de sus
beneficios. De una parte y otra hay peligro. Es una cosa
horrible recibir indignamente la Eucaristía ; y es una culpa
damnable , dice San Buenaventura (a) , el no recibirla por
desprecio 6 por negligencia. Entiendan los negligentes que
rehusan freqiientar la comunión, dice San Cirilo (¿) , y para
cohonestar su tibieza pretextan motivos de Religión , que
satanás les hará caer poco á poco en el lazo , y después
de hacerles cometer muchos pecados , les hará mirar con
horror la gracia , que les privaría de sus locos deleytes. La
separación de la Eucaristía , aunque necesaria algunas ve
ces , no es propiamente el remedio de la enfermedad que
nos obliga á privarnos de ella. Un enfermo no debe conten
tarse con abstenerse de los alimentos sólidos , sino tomar los
remedios y alimentos propios á su estado. Trabajemos, pues,
por curarnos, y purificarnos por medio de la oración , de
la penitencia , y de la meditación de la palabra de Dios,
y conservemos siempre en el fondo del corazón un deseo
ardiente , y una santa impaciencia de volver á la comunión,
de suerte que se pueda decir que si diferimos la comunión,
es para hacernos mas dignos de ella.
A este fin es algunas veces muy útil aun á las almas
mas puras el privarse por algún tiempo de la santa comu
nión , sobre todo en las cercanías de las grandes solemni
dades , siempre que lo hagan por un principio de humildad
y respeto , y que empleen este tiempo en obras santas , para
purificarse mas y mas de sus faltas , y excitar en sí mismas
una hambre y sed mas viva de la justicia y unión con Jesu-
Christo : semejantes á un hombre que en buena salud guarda
dieta algunas veces , para tener mejor apetito.
Concluyamos este asunto exponiendo los consejos que el
piadoso Autor de la obra: Imitación de Christo , da á una alma
christiana acerca de la práctica de la comunión. Después de
haber dicho , que es peligroso diferir la comunión baxo el
pre-
(») De prepar. ad Mis. c. 5. (b) la Joan. 1. 3. c. 6. v. 35.
S 2
14 a Instrucciones
pre texto de tibieza , 6 de turbación y tristeza , continua así;
¡O dolor ! Se hallan asimismo algunas personas tan tibias y ne
gligentes , que viven contentas no- confesándose sino raras veces,
y desean que se las difiera la comunión , por no estar obligadas
á velar con mayor cuidado en la guarda de su alma. Ay ! \qué
poco amor tienen estas personas , y qué poca devoción sólida
para dispensarse de la santa comunionl Al contrario , \qué fe
liz y agradable á Dios es aquel que vive de tal suerte , que
tiene su conciencia pura , y se baila siempre bastante bien dis
puesto para comulgar , aunque sea todos los dias , si se le per
mite , y lo puede hacer , sin nota alguna de singularidad ! Si
alguno se abstiene á veces de este santo misterio por humil
dad , ó porque tiene motivo legítimo que se lo impida, es
laudable por el respeto que le tiene. Mas si se siente caer en
una especie de entorpecimiento de ánimo , debe excitarse é sí
mismo , y hacer todo lo que pueda para librarse de él ; y Diss
le socorrerá en su deseo según toda ¡a extensión de su buena
voluntad , que es lo que mira principalmente. Si tiene algún mo
tivo legitimo que le impida comulgar , debe no obstante tener
en su corazón un deseo sincero de hacerlo siempre que pueda, y
entonces no dexará por eso de recibir el fruto de este Sacramen
to (a).

INSTRUCCION V.

Del sacrificio de la Eucaristía.

$. L

Del sacrificio en general.

ü?or sacrificio , generalmente hablando , entendemos toda


obra buena , sea interior ó exterior , por la qual el hombre
reverencia á Dios , y se une santamente con él (¿). Pon
dremos algunos exemplos. San Pablo llama sacrificio y ofren
da
(«) Lib. 4.C 10. n. 4. seq. (b) S. Aug. de Civ. De¡. L 10. e.6.
sobre el Catecismo. Parte II. 141
da á la fe de los Filipenses , diciendo : Aun quando debiese
derramar mi sangre sobre la víctima y el sacrificio de vuestra
fe para consumarle y hacerle digno de Dios , tendría gozo en
esto , y me congratularía con todos vosotros (<*). El Profeta Rey
llama sacrificio al espíritu de penitencia : Un espíritu atri
bulado , dice (b) , es el sacrificio que un pecador como yo de
be ofrecer á Dios , para ser oido de él. Porque no despre
ciareis , ó Dios, un corazón contrito y humillado : á las alaban
zas y acciones de gracias , diciendo : To os sacrificaré , Señor,
una hostia de alabanza (c) : á las oraciones que hacemos á
Dios, por estas palabras : Suba mi oración á Vos , como el humo
del incienso , que se os ofrece por la mañana , y la elevación
de mis manos en la oración , os sea agradable , como os ofrece
por la tarde Asimismo se llaman sacrificio las obras de
misericordia : Acordaos , dice el Apóstol , de ser caritativos,
y hacer bien Á otros , porque con semejantes hostias aseguráis
que Dios os mire favorablemente (e) : las mortificaciones: Quan
do castigamos nuestro cuerpo , dice San Agustín , si lo hacemos
por Dios, le ofrecemos un verdadero sacrificio (/): el marti
rio : Nuestro sacrificio sea consumado hoy delante de Vos , de-
cian los tres niños en el horno , y que os sea agradable
En estos sacrificios , el templo , el altar , el Sacerdote,
la víctima , el fuego y el incienso somos nosotros mismos.
Nosotros , dice San Agustín , somos el templo en que Dios ha
bita ; nuestro corazón es el altar , quando se eleva á él por me
dio de los deseos santos: nosotros conseguimos su misericordia
por su Hijo único nuestro gran Pontífice : le sacrificamos vícti
mas sangrientas , quando combatimos basta derramar la sangre
por su verdad : hacemos subir en su honor el humo de un in
cienso de olor agradable , quando ardemos por él en amor puro
y santo : y en fin le consagramos los votos fielmente cumplidos,
sus propios dones , y á nosotros mismos , y le sacrificamos una
hostia de humildad , y alabanza sobre el altar de nuestro cora
zón,
(a) Philip, a. 17. (3) Ps. go. 18. (c) Ps. 140. a.
(d) Ps. 140. (e) Hebr. 13. 16. (/) De Civ. Dc¡ 1. 10. C. 6.
ig) Dan. 3. 40.
1 4.4 Instrucciones
zon , con el fuego de una ardiente caridad (a). Este «, dice
el mismo Santo (¿) , el verdadero culto de Dios , la verdadera
Religión , la sólida piedad , el bomenage y servidumbre que de
bemos á Dios solo. Y en este sentido se dice en el Apocalyp-
sis , que Jesn-Cbristo nos ha hecho Reyes y Sacerdotes de Dios
su Padre (c) : y San Pedro llama á los Christianos Sacerdo
tes santos , que deben ofrecer i Dios víctimas espirituales que
le sean agradables por Jesu-Cbristo (d). Y en fin en este sen
tido se puede decir , que toda la vida del Christiano es un
sacrificio continuo , porque todas sus acciones deben ser con
sagradas á Dios por la caridad , ya sean interiores , ya ex
teriores.
S- H-

Del sacrificio exterior.

Aunque el sacrificio interior sea verdadero sacrificio , y


muy agradable á Dios , según la idea general que acaba
mos de dar del sacrificio en común , sin embargo hablando
propiamente , solo se llama sacrificio el exterior y visible,
el qual es la oblación exterior de una cosa sensible y perma
nente hecha á Dios por un Ministro legítimo con alguna des
trucción ó mudanza de la cosa sensible ? para dar homenage á
la Magestad de Dios , y reconocer el soberano dominio que tiene
sobre todas las criaturas. El sacrificio es una oblación exte
rior de la cosa sensible , como de animales , pan , vino , &c.
que se hace á Dios ; porque el sacrificio se ha considerado
en todos tiempos , y por todos los pueblos como señal sa
grada del culto soberano que es debido á solo Dios. Esta
oblación debe hacerse por un Ministro legítimo elegido entre
los otros hombres , para exercer esta función augusta , co
mo se ha hecho siempre en todas las naciones del mundo
que han llegado á tener un culto arreglado y fixo. Así aun
en la Ley de Naturaleza se ve á Melchísedech qualificado de

(«) Loe. cit. c. 3. (í) Ibid.


(c) Afoc. 1. 5. &5. (d) i.Petr. a. j.
sobre el Catecismo. Pakte II. 145
Sacerdote de Dios Altísimo ; prueba , oue desde entonces no
se permitía indiferentemente á todos el ofrecer sacrificios,
aunque no se sepa tan ciertamente como eran elegidos los
Sacerdotes. La opinión común es , que la cabeza de cada
familia era también el Sacerdote de ella. Se sabe , que en la
Ley Escrita habia una Tribu entera destinada al divino culto,
con exclusión de las otras , y que el ministerio de los sa
crificios estaba reservado á una familia de esta Tribu , á
saber, la de Aaron. En la Ley nueva hay también un orden
c«2 Sacerdotes que se suceden unos á otros , no por el de
recho de nacimiento , como en la Ley antigua, sino por la
consagración , y el órden. Aun los pueblos idólatras que
viven en sociedad han tenido siempre Ministros , especial
mente destinados á las funciones de la Religión , entre las
quales la mas augusta es sin duda el sacrificio.
Se añade , que la oblación debe hacerse con alguna des
trucción , ó mudanza de la cosa ofrecida, para distinguir el
sacrificio en propiedad de la simple ofrenda , como la que
hicieron los Iraelitas (a) del oro y plata , y vestidos pre
ciosos para que fuesen empleados en el servicio de Dios,
6 la que Aaron (¿) hizo á Dios de los Levitas en nombre
de todo el pueblo. Todo sacrificio lleva consigo la destruc
ción real de la cosa ofrecida , como quando en la Ley an
tigua se degollaban los animales , y eran consumidos por el
fuego en todo , ó en parte ; ó á lo menos una mudanza de
estado que pueda considerarse como una especie de destruc
ción : tal era el sacrificio del castrón emisario1 , el qual no
era degollado ni quemado , sino que después de haber sido
ofrecido á Dios , y cargado de los pecados del pueblo , se
le abandonaba en el desierto , y desaparecía á los ojos del
pueblo , como si hubiera sido realmente destruido.
Esta destrucción ó real ó mística , sirve para dar á Dios
el bomenage debido á su Magestad , y reconocer el soberano
dominio que tiene sobre todas las criaturas ; pues por ella
protestamos 1 .° que consideramos á Dios como Autor y Se
ñor
(«) Exod. jj. (i) Num. 8. m. 21.
1 4+ Instrucciones
ñor de todas las criaturas, y que no tiene necesidad de
ellas , y por esto se las destruye al mismo tiempo que se le
ofrecen : 2.0 que tiene derecho sobre nuestra vida , y que
estamos dispuestos á sacrificarnos por su servicio del mi¡>mo
modo que destruimos la cosa que le ofrecemos.
Pero el sacrificio no solamente se ofrece para adorar á
Dios, y dar homenage á su Magestad soberana , sino tam
bién para darle gracias por los beneficios recibidos, para
conseguir de su misericordia el perdón de los pecados , y
para pedir á Dios nuevos beneficios. Y de aquí se distinguen
quatro especies de sacrificios: de adoración , de acción de gra
cias , de expiación , y de impetración.
En todos tiempos se han ofrecido á Dios estos quatro
sacrificios. Y sin detenernos ahora á averiguar las diferen
tes ceremonias que les distinguían entre sí antes de la Ley
de Moyses , nos basta saber lo que esta Ley prescribe acerca
de ellos , y es muy importante traerlo á la memoria , para
lo que debemos decir en adelante. El sacrificio de adora
ción se llamaba holocausto. El sacrificio de acción de gracias
se hacia con las mismas ceremonias , que el de impetración,
y uno y otro se llamaban sacrificio pacífico. El de expiación
se llamaba sacrificio por el pecado. Y ved aquí sus principa
les acciones. i.° Se elegía , y ponia aparte la víctima que se
quería ofrecer á Dios , la qual no debia tener defecto al
guno. 2.0 Se la llevaba delante del tabernáculo , y el Israe
lita que la ofrecía , ponia sus manos sobre la cabeza de la
víctima , para significar , que la subrogaba por él en sacri
ficio á Dios. 3.0 Se la degollaba , y esto se Tatuaba inmo
lación. 4.0 El Sacerdote recibía en un vaso la sangre de la
víctima , y la derramaba al rededor del altar del tabernácu
lo. f.° Se desollaba la víctima , y se cortaba en pedazos.
6.° El Sacerdote ofrecía á Dios la víctima elevándola en su
presencia cerca del altar. 7.0 Se la quemaba sobre el altar
en todo ó en parte. En fin el Sacerdote , y el Israelita si
estaban limpios comian de la víctima sacrificada , y esta era
la comunión : acerca de la qual se ha de noT.r lo primero,
que no tenia lugar en el holocausto , en el qual se quemaba
y
Sobre el Catecismo. Parte II. 14^
y eonsumla enteramente la victima en honor de Dios. 2.0 Que
en el sacrificio por el pecado , el Sacerdote solo participaba
de la víctima sacrificada con exclusión de aquel por quien se
habia ofrecido. 3.0 Que el Sumo Sacerdote no comulgaba del
sacrificio que ofrecía , ya fuese por sus pecados , ya por los
de todo el Pueblo ; y que la víctima , cuya sangre se había,
derramado , era quemada toda entera en ¡el campo. 4.0 Que
en el sacrificio pacífico se partía la hostia entre Dios , el Sa
cerdote , el Israelita que la ofrecía , y los de su familia , 6
sus amigos , á quienes habia convidado al sacrificio,

§, llh

De la necesidad del sacrificio exterior,

A poco que se considere la naturaleza de los hombres,


«u destino , y el estado á que les ha reducido el pecado se
echará luego de ver la necesidad que tienen de un sacrificio
exterior y visible. Los hombres son por su naturaleza espí
ritu , y cuerpo ; así están obligados á dar á Dios , su Cria
dor y Señor , el homenage de uno y Otro. Están destinados
á vivir en sociedad , y en unidad de religión : deben , pues,
tener señales exteriores , por las quales pueda manifestarse
la uniformidad de sus sentimientps , y edificarse mutuamente
con exemplos de piedad. Y en fin , como después del pecado
su espíritu se ha agravado , y como que se ha hecho mas de
pendiente del cuerpo y de los sentidos, para elevarse á con
siderar las cosas invisibles , necesita de ciertas acciones exte
riores y sensibles que le exciten i la contemplación de la di
vinidad , y i entrar en los sentimientos de adoración , y
sumisión t con que debe estar la criatura en presencia de sn
Dios,
Sobre este principio se funda todo el culto exterior , y se
puede añadir de paso , que por el mismo principio se debe
hacer juicio de las diferentes prácticas que se han introdu
cido en la religión, esto es, de su utilidad , ó inutilidad.
Todo lo que de suyo excita al hombre á elevarse á Dios , es,
Tw,U. T y
146 Instrucciones
y debe ser respetado y observado. Todo lo que no se ordena
á esto , y al contrario , solo es propio para disiparle y dis
traerle , es contra la institución del culto religioso , y debe
desecharse.
El sacrificio interior puede ser agradable á Dios por sí
solo. Pero el sacrificio exterior , como es una señal sagrada del
sacrificio interior , é invisible (<j) , jamas debe separarse del sa
crificio interior. El hombre no honra á Dios como debe
quando le ofrece sacrificios si no entra en los sentimientos
significados por la acción exterior del sacrificio ; si no re
conoce la grandeza de Dios , y su propia nada ; si no se
humilla ante la adorable Magestad del Señor , y se resuelve
á cumplir en todo su voluntad ; si no se sujeta con amor al
órden de su providencia en todos los sucesos de la vida , y
por esto dice San Agustin : que no se da culto á Dios , sino
amándole Ofrecer sacrificios sin comenzar á lo menos á
dexarse penetrar de estos sentimientos es mas ántes insultar
á Dios , que honrarle : es ser hipócrita y mentiroso , supues
to que protesta en lo exterior una cosa que desaprueba el
corazón. Así por santa que seaj la víctima en sí misma , la
oblación que se hace de ella con un corazón entregado al
pecado , y al amor de las criaturis , no solamente no es útil
al que la ofrece , sino que es abominable á Dios : porque
las víctimas de los impíos sop abominables al Señor M. Dios
mismo ha declarado que en vano se le edifican templos : ¿Qué
casa es esta que edificáis para mi ? dice por Isaías (rf) : que
en vano se le ofrecen víctimas, é incienso (e) : que abomi
na el culto exterior , y la pompa de las solemnidades si no
van acompañadas del culto interior y espiritual , porque ¿ á
quién miraré , dice el Señor (/) , sino al pobre que tiene el co
razón contrito , y escucha mis palabras con un religioso temor %
Es menester , pues , que el que ofrece sacrificios exteriores,
se sacrifique al mismo tiempo á sí mismo en honor de Dios.
Fero habiendo entrado el pecado en el mundo, nada tenia
el
(«) S. Aug. 1. 40. de Civ. D. c. 5. (í) Ep. 140. al. no. c. 18.
(í) Prov. 1$. i. (d) luis 66. 1. (t) Isais i. 14. (f) lsaite 66. 1.
Sobre el Catecismo. Parte. II. 147
el hombre que fuese digno de ser ofrecido á Dios ; porque
nada es digno de Dios , sino lo que es puro , y todo estaba
manchado en el hombre pecador. Sin embargo , como Dios
no habia perdido sus derechos por el pecado , el hombre,
aunque injusto , é indigno de ser ofrecido á Dios , no esta
ba dispensado por esto de ofrecerle el sacrificio de sí mismo.
Aunque era víctima impura á causa del pecado , era no obs
tante víctima en el fondo de su ser , porque siendo criatura
racional debia vivir para Dios, consagrándole los pensamien
tos de su alma , y los movimientos de su corazón. Entretanto,
pues , que Dios obraba la misericordia de purificar al hom
bre para que fuese víctima digna de él , quiso , á fin de acor
darle lo que debia á su Soberana Magestad , y lo que mere-
cia por su pecado, que desde el principio del mundo se le ofre
ciesen sacrificios , substituyendo la vida y sangre de los ani
males inocentes , á la vida y sangre del criminal , que podia
justamente exigir ; y que la ofrenda , y destrucción de las
cosas ya animadas, ya inanimadas que el hombre hacia en
su honor fuesen testimonios de su dependencia y servidum
bre. Así hubo sacrificios en la ley de naturaleza como los de
Abel, y Cain , de Noe , Abrahan , y Melchísedech, y los
hubo también en la ley escrita , como lo hemos dicho ántes.
Mas aunque quando ofrecían los hombres estos sacrificios
reconociéndose á sí mismos , y para testificar su servidum
bre á Dios , el Señor percibía de ellos olor de suavidad , según
la Escritura (a) : con todo eso la Escritura misma nos dice,
que no eran enteramente agradables á Dios (b) , porque no te
nían virtud para dar al hombre la justicia , y conseguirle el
perdón de los pecados , pues como dice San Pablo : Los do
nes , y sacrificios de la Ley antigua no podían purificar (7) la
conciencia de los que daban este culto á Dios ; y que (d) so
lamente daban una pureza exterior y carnal , que consistía en
poder asistir á los exercicios de la religión , y quedar libres
de las penas temporales que prescribía la Ley,
El
(«) Gen. 8. (*) Ps. 39. & go. & »$. Malach. z. 10. (r) Hcbr. p. p*
{d) lbid. y. 13.
Ta
1 4-8 1 Instrucciones
El mismo Dios hablando por el Profeta Jeremías nos en
seña además una verdad que merece toda nuestra atención.
Después de haber dicho : ¿ Para qué me ofrecéis incienso de
Saba , y hacéis venir perfume de tierras remotas ? Vuestros ho
locaustos no me son aceptos , y vuestras victimas no me agra
dan • como que da la razón de esto , diciendo : Ta no he
mandado á vuestros Padres quando les saqué del Egypto , que
me ofreciesen holocaustos , ni víctimas , sino que el mandamiento
que les hice fué este : Oid mi palabra ,y yo seré vuestro Dios,
y vosotros seréis mi pueblo : andad en los caminos que os he
mandado para que seáis colmados de bienes Estas palabras
son muy notables : To no he mandado á vuestros Padres quan
do les saqué del Egypto que me ofreciesen holocaustos , ni víc
timas. Aunque Dios habia hecho alianza con los hijos de
Israel poco después de su salida de Egypto , no fueron com-
prehendidas en ella las leyes pertenecientes á la elección de
las víctimas , ni las ceremonias con que debían ser ofreci
das , sino que estas fueron añadidas después. La alianza com-
prehendia propiamente la Ley del Decálogo publicada en el
monte Sinai , y escrita en dos tablas de piedra que fueron
encerradas en el arca llamada por esta razón: arca de la alian
za del Señor. Las condiciones de esta alianza fueron pro
puestas á los Israelitas , aceptadas por ellos , ratificadas por
una promesa solemne de su parte , y por la efusión , y as
persión de la sangre de los animales , ántes de las leyes lla
madas ceremoniales. Lo esencial del tratado era la Ley del
Decálogo , y su observancia era principalmente el culto que
Dios pedia á los Judíos , el que le honraba , y le era agra
dable , y no los holocaustos y víctimas. Y por consiguiente
los Judíos que no le daban este culto se hacían prevarica
dores de su alianza , sin que las innumerables víctimas que
ofrecían pudiesen servirles para purificarles de sus culpas,
pues , como dice San Agustín , la sangre de las víctimas que
sacrificaban , les convencía que eran pecadores , pero no les lim
piaba de sus pecados (c).
Los
(0) Jcrem. 6. 20. (f) Jertm. 7. aa. a8. (e) De pee. mer. 1. j. o. 54.
sobre el Catecismo. Parte II. 149 .
Los sacrificios, pues, solamente les eran útiles i.° en
quanto significaban las disposiciones interiores con que de
bían presentarse delante de Dios , y les advertían , que de
bían humillarse en su presencia , invocarle , y darle gra
cias , coreo al Autor de todo bien ; reconocerse pecadores,
y dignos de los castigos de su justicia , é implorar su mise
ricordia con un corazón contrito , y humillado. 2.0 En quan
to representaban de muchas maneras el gran sacrificio del
Mesías que esperaban , por el qual habian de conseguir el
perdón de sus pecados.
Pero entre el gran número de Judíos que sacrificaban
víctimas en el templo , habia muy pocos que comprehendiesen
estas verdades , y diesen á Dios el culto espiritual que de
bían , considerando estos sacrificios como figuras del que ha
bia de ofrecer Jesu-Christo. Los Judíos , dice San Agustín (a),
que solo esperaban de Dios beneficios temporales , se conducían
por un temor carnal , y no por la caridad espiritual con que
se cumple la Ley. T por esto Dios les cargó como esclavos con
el peso de muchas ceremonias exteriores , como la distinción de
las viandas , los sacrificios de los animales, y otras infinitas prác
ticas. No obstante todas estas cosas figuraban los misterios de
Jesu-Christo , y el culto espiritual de su Iglesia ; pero entonces
solo habia muy pocos santos , que observándolas según lo exigía
el tiempo en que vivían , comprehendiesen el verdadero sentido de
ellas , y sacasen algún fruto para su salvación ; mientras que la
multitud de los Judíos carnales se contentaba con observarlas,
sin penetrar el sentido de ellas*
Lo mismo que hemos dicho de la inutilidad de los sacri
ficios de la Ley antigua considerados en sí mismos, se debe
aplicar á los sacrificios que precedieron á estos. Juzguémoslo
por los primeros de que habla la Escritura,,- que son los de
Caín , y Abel. Caín ofreció al Señor de los frutos de la tierra^
y. Abel ofreció también de los primogénitos de su rebaño ;y
el Señor miró (esto es , tuvo por agradables ) á Abel y sus
dones ; pera no miró á Cain , ni á los dones que habia ofreci
do.
(a) De cat. rud. n. 35.
i $0 Instrucciones
do (a). Abel , y sus sacrificios fueron recibidos ; Cain , y sus
dones despreciados. El Apóstol nos da la razón de esto en
pocas palabras : Por la fe Abel ofreció á Dios un sacrificio mas
excelente que Cain ; por ella fué declarado justo , y Dios mis
mo le dió testimonio de que le eran aceptos sus dones ; y por
ella mereció que aun después de muerto oyese el Señor las v¡h
ees de su sangre derramada injustamente Así lo que se
gún el Apóstol distinguía los sacrificios de Abel de los de
Cain no era el exterior , sino la fe : era el que Abel
ofrecía los sacrificios con las disposiciones , que hemos dicho
tenían los Judíos espirituales, de quienes era figura este Jus
to : Cain , al contrario , figura de los Judíos carnales , ponía
como ellos su confianza en los dones que ofrecía , sin con
siderar con la fe al Salvador que figuraban.
Todos los sacrificios ofrecidos á Dios desde el principio
del mundo le han sido agradables en quanto figuraban el sa
crificio de su Hijo , y los que los ofrecían debían unirse por
la fe á este gran sacrificio , y fundar toda su confianza en el
mérito infinito de la víctima que habia de ser sacrificada por
la salud de los hombres , si querían agradar á Dios , y sacar
de ellos algún fruto por orden á su salvación eterna. Y por
esto dixo San Juan en el Apocalipsis : que el Cordero fué sa
crificado desde el principio del mundo (r).

§. IV.

Del sacrificio ofrecido en la cruz.

De lo que acabamos de decir se infiere necesariamente,


que el sacrificio del Hijo de Dios era el único que podía sa
tisfacer la justicia del Padre para redimir al linage huma
no ; y que todos los que fuéron justificados antes de la ve
nida del Mesías , lo fuéron por los méritos de su oblación
futura.
La sangre de los animales , dice el Apóstol (d) , no tenia
vir-
(«) Gen.4. 3.4.5. (í)Hebr. 11. 4. (#) Apoc. 13. 8. (¿) Hebr. 10. 5.$.
SfSBUE el Catecismo. Parte II. i ri
virtud para perdonar los pecados , sino la sangre de Jesu-Cbris-;
to , quien por boca de David dixo á su Padre al entrar en el
mundo : " Las víctimas , y ofrendas no te son agradables , y
por esto en mi Encarnación me has dado un cuerpo capaz de
ser sacrificado en lugar de ellas ; has despreciado los sacri
ficios hechos por los pecados ; y por tanto dixe : estoy pron
to á dar mi vida para borrarlos : pues está escrito en el prin
cipio del libro de tus decretos eternos , que yo habia de venir
al mundo para hacer, Dios mió, tu voluntad." En efecto toda
su vida fué una continuada serie de acciones de la mas perfecta
sumisión á la voluntad de su Padre , no solamente por orden á
las cosas mismas que le estaban mandadas , sino también en
quanto al modo, y tiempo de hacerlas, llevando su obediencia
hasta no querer prevenir, ni retardar un solo momento la hora
que el Padre le habia señalado para cada acción ; porque habia
iaxado del Ciclo no para hacer su voluntad , sino la del que le
habia enviado (a).
Pero la prueba mas admirable de su obediencia al Padre,
y de su caridad para con los hombres fué aquel gran sa
crificio que tuvo presente toda su vida , y por el qual tes
tificó como una especie de impaciencia santa Q>) , y que fué
consumado en el Calvario , quando Sacerdote , y víctima á
•un mismo tiempo ofreció su vida al Padre en el altar de la
cruz. Por este sacrificio fueron abolidos todos los de la Ley
antigua como insuficientes , é inútiles : la Magestad divina
ultrajada por el pecado secibió una satisfacción entera , per
fecta , y superabundante : y el hombre purificado del pe
cado con la sangre de la víctima , vino á ser una hostia dig
na de ser ofrecida á Dios. Con una oblación, dice San Pablo (c),
consumó para siempre la perfecta santificación de los justos.
Porque Jesu-Christo ofreciendo una vez su vida en la cruz,
preparó al hombre una fuente de gracias que le santifican,
y le conducen á la unión con Dios por toda la eternidad»

(o) Joan. 6. 38. (¿) Lie. 11. 50. (c) Hebr. 10. 14,

Be
Instrucciones

5- v.

De la necesidad , é institución del sacrificio de la Eucaristía.

Aunque el sacrificio ofrecido por Jesu-Christo en el ara


de la cruz nos muestre á la verdad un Sacerdote, una víctima,
una inmolación , y una oblación , no se ve en él , que el pue
blo después de haberse unido con el Sacerdote para ofre
cer el sacrificio , comulgase efectivamente de la víctima
ofrecida , como se advierte en los sacrificios figurativos de la
Ley antigua.
Ya hemos dicho , que quando se ofrecian á Dios las víc
timas pacíficas se partía la hostia ofrecida entre Dios , el Sa
cerdote , y el Israelita ; y esta comunión era una señal de
paz y unidad , que inspiraba mucha confianza y piedad. Con
forme á esto era muy conveniente que nosotros no estuviése
mos privados de ofrecer á Dios en unión con el Sacerdote el
sacrificio mismo de Jesu-Christo , y del consuelo grande de
comulgar la victima ofrecida. Era-, pues , necesario en este
sentido , que fuésemos admitidos á la participación de la care
ne de Jesu-Christo ; que esta comunión fuese tan real co
mo el sacrificio; que fuese exterior y visible como en los otros
sacrificios , y que D os, dándonos la carne de su Hijo, nos
asegurase por este medio que nos miraba como hijos suyos.
Así Jesu-Christo después de haberse ofrecido en la cruz no
se contenta con continuar de alguna minera su sacrificio en
el santuario del Cielo , adonde entró como Sacerdote eterno,
B fin de presentarse por nosotros delante de la cara de Dios,
como dice el Apóstol (/?) , sino que haciéndose presente en
nuestros altares baxo las apariencias de pan y vino , nos pro
porciona el ofrecerle á Dios como nuestra victima , y ali
mentarnos de él por la comunión en el sacrificio de la Misa.
Pero la consagración que muda el pan , y el vino en su
cuerpo , y sangre j la oblación que el Sacerdote hace á Dios
de
(«) Hebr. p. «4.
sobre ei, Catecismo. Parte II. 15-3
de este cuerpo y sangre , á la qual se sigue la comunión,
es lo que se llama Misa , ó sacrificio de la Eucaristía.
La Eucaristía , pues , es á un mismo tiempo Sacramento
y sacrificio : como Sacramento se perfecciona por la consa
gración ; como sacrificio , tiene toda su fuerza en la obla
ción de la víctima ; como Sacramento dura todo el tiempo
que se conserva la hostia consagrada ; mas no como sacri
ficio , porque el sacrificio consiste en acción , y así la Eu
caristía reservada en el Sagrario es verdadero Sacramento,
pero no ya sacrificio : en fin , como Sacramento nos comu
nica los preciosos dones que hemos expuesto ántes , y es
causa de nuestro mérito : como sacrificio tiene virtud no solo
para merecer , sino también para satisfacer por nuestros pe
cados.
El Espíritu Santo quiso disponernos á la creencia de
este sacrificio , mostrándonos una figura de él mucho ántes
de la Ley en el pan y vino ofrecidos por Melchísedech , Sa
cerdote de Dios Altísimo , cuya persona y sacerdocio (¿) fi
guraban de un modo enérgico y admirable la persona } y
sacerdocio de Jesu-Christo.
En tiempo de la Ley había un sacrificio , ú oblación de
harina , aceyte , y vino , llamada en hebreo Minchan , en
la qual se percibe fácilmente una imágen del sacrificio de la
Eucaristía , baxo la figura de pan y vino.
Malachias , último Profeta del Testamento viejo , anun
ciando á los Judíos la abolición de sus sacrificios , les des
cubre otro que debe ser propio de la Iglesia Católica. Hé
aquí sus palabras : Mi amor no esta en vosotros , dice el Señor
de los exércitos , y no recibiré ningún presente de vuestra mano.
"Porque desde el nacimiento del Sol hasta el ocaso es grande mi
nombre entre las naciones , y en todo lugar se sacrifica , y se
me ofrece una oblación pura , porque mi nombre es grande entre
las naciones, dice el Señor de los exércitos Verdaderamente
que no podia describirse el sacrificio de la Iglesia christiana
con caractéres mas claros y luminosos. En efecto } el Profeta
ha-*
(a) Hebr. 7. (¿) Malach. 1. 10. 11.
Tom. U. V
15" 4 Instrucciones
habla de un sacrificio nuevo substituido en lugar de los sa
crificios de la Ley antigua que Dios desprecia : de una obla
ción pura , agradable á Dios , y digna de su grande nom
bre : la qual no puede ser sino el sacrificio de Jesu-Christo,
porque solo este sacrificio es agradable á Dios , y digno de
él , y ninguno otro podia ser substituido á los sacrificios
de la Ley antigua. Pero este sacrificio que se ofrece en to
dos los lugares del mundo , no es el sacrificio sangriento de
Jesu-Christo, el qual solamente se ofreció en el Calvario.
Tampoco es la oblación que hacemos de Jesu-Christo á Dios
por la fe , ni el sacrificio invisible de nuestro amor , por
que esta oblación y este sacrificio se han hecho en todos
tiempos , y el sacrificio de que habla el Profeta , es un sa
crificio nuevo. Luego necesariamente se debe entender esta
profecía del sacrificio , y de la oblación no sangrienta del
cuerpo y sangre de Jesu-Christo en la Eucaristía , y así la
han explicado los Padres.
Este sacrificio figurado y predicho en el antiguo Tes
tamento , fué instituido por Jesu-Christo en la noche de la
cena, como lo definió el Concilio Tridentino. Veamos, pues,
lo que dice de él este Concilio : Aunque 'Jesu-Christo nuestro
Señor debió ofrecerse á sí mismo una vez al Padre muriendo
sobre el altar de la cruz , para obrar en él nuestra redención
eterna ; sin embargo pQrque su sacerdocio no debia acabarse con
su muerte : para dexar á la Iglesia su amada esposa un sacri
ficio visible , como ¿o pide la naturaleza de ios hombres ; sacri
ficio que representase el sacrificio sangriento , que se cumplió una
vez en la cruz , que conservase la memoria de él hasta el fin del
mundo ; y que nos aplicase su virtud saludable para la remisión
de los pecados que cometemos todos los dias ; en la última ce
na , en la noche misma que fué entregado , mostrando que ha-
lia sido constituido Sacerdote , para toda la eternidad , según
ti orden de Melchisedech , ofreció á Dios Padre su cuerpo, y
su sangre baxo las especies de pan y vino ; y baxo los mismos
símbolos los dió á los Apóstoles , á quienes estableció ent erices
Sacerdotes del nuevo Testamento • y por las palabras : Haced
esto en memoria de mí , les mandó á ellos , y á sus sucesores
en
sobre el Catecismo. Parte II. 15-5-
en el sacerdocio que los ofreciesen , como siempre lo ha enten
dido y ensenado la Iglesia Católica. Porque despides de haber
celebrado la antigua Pascua , que celebraban los hijos de Israel
en memoria de ¡a salida de Egipto , estableció la Pascua nueva
dándose á sí mismo para ser ofrecido por los Sacerdotes en nom
bre de la Iglesia , baxo las señales visibles en memoria de su
tránsito de este mundo al Padre (#).
Pero el sacrificio del altar no es diferente del de la
cruz , sino un mismo sacrificio en quanto á la substancia^
porque la víctima es una sola (¿) , y ¿a misma ; el mismo Jesu-
Christo , que se ofreció en otro tiempo sobre la cruz, se ofrece
al presente en la Eucaristía , por el ministerio de los Sacerdo
tes , sin que haya diferencia entre una y otra oblación , sino
en el modo , y en quanto á los fines. Jesu-Christo se ofreció
en el Calvario muriendo actualmente : y se ofrece en nues
tros altares representando solamente su muerte, y por esto
mandó : Haced esto en memoria de mí (V)< Se ofreció en el
calvario con efusión de sangre ; se ofrece en nuestros alta
res sin efusión de sangre : ofreció en el calvario su muerte
presente 5 ofrece en nuestros altares su muerte pasada , y
consumada : ofreció su muerte en el calvario en sacrificio
de redención , y para merecer todas las gracias que habia
de dar á los hombres : se ofrece en nuestros altares en sa-»
crificio de propiciación , y para aplicar á los hombres las
gracias que mereció en el calvario. El mérito de sus gra
cias se perfeccionó en el calvario ; la aplicación de las gra
cias se consigue por el sacrificio del altar.
También es uno mismo el Sacerdote principal , que es
Christo Señor nuestro. Porque los Ministros que hacen el
sacrificio no obran en su nombre , sino en el de Christo,
quando consagran el cuerpo y sangre del Señor : y así no
dice el Sacerdote : Esto es el cuerpo de Christo , sino, esto es
mi cuerpo : que es decir : que representando la Persona de
Christo , convierte la substancia del pan y vino en la ver
dadera substancia de su cuerpo y sangre. A la verdad la
in
te) Sess. %%. c. 1. (b) C. a. (c) Ibid. in Conc.
V 2
iy6 Instrucciones
inmolación ó destrucción de la víctima que es necesaria al
sacrificio no se verifica en la Eucaristía sino en figura , y
por representación. Pero la destrucción real de la víctima
no es necesaria á todo sacrificio , y basta que se verifique
en ella alguna mudanza , como sucede en el sacrificio de la
Misa , porque Jesu-Christo se pone de nuevo baxo las dos
especies , las quales por su distinción representan la sepa
ración del cuerpo y sangre del Señor , sucedida en la muerte
sangrienta que sufrió en la cruz.
Además , que no es necesario , generalmente hablando,
que la inmolación , y la oblación de la víctima se hagan á
un mismo tiempo , y la diversidad de tiempos en que pue
den executarse estas acciones , no infiere que sean diferen
tes sacrificios. El Sumo Sacerdote de la Ley antigua después
de haber degollado la víctima , llevaba la sangre de ella al
santuario en donde entraba solamente una vez al año , por
consiguiente esta oblación , y esta inmolación se hacían en
diferentes tiempos , y sin embargo no componian sino un
solo sacrificio. ¿Qué mucho será suceda lo mismo en el
grande sacrificio , á quien figuraban todos los otros ?
Confesemos , pues , que el sacrificio de la Eucaristía es
el mismo en quanto á la substancia que el de la cruz , y
que (a) es no solo sacrificio de alabanza , y de acción de
gracias , ó mera conmemoración del sacrificio que se hizo
en la cruz , sino también sacrificio propiciatorio , por el qual
se aplaca á Dios , se le vuelve favorable ácia nosotros , y
nos perdona los pecados ; y por tanto hace la Iglesia esta
solemne oración : Quantas veces se celebra la conmemoración
de esta hostia, otras tantas se exercita ¡a obra de nuestra re
dención ; esto es : los copiosos frutos de la hostia ofrecida
en la cruz , se derivan á nosotros por la hostia y sacrifi
cio de la Misa , principalmente quando participamos ó co
mulgamos esta hostia consagrada ; porque la digna comu
nión , esta acción santa que termina el sacrificio , es como
el canal y medio por donde se nos comunican en abundan
cia
ifi) Cor.c. Trid. sess. M. c. a, ...
sobre el Catecismo. Part¿ II. 15-7
cía los admirables frutos de nuestra redención , y el testi
monio mas claro de la excelencia , eficacia , y utilidad del
gran sacrificio de la Ley nueva. Lo haremos ver con al
gunas reflexiones.
1.a Como los sacrificios antiguos no podían perdonar los
pecados , y la Ley no era capaz de justificar al hombre , dis
puso Dios , que el pecador no participase de las víctimas
ofrecidas por el pecado , prohibiéndole el uso de ellas, á fin
que conociese por esta privación , que no quedaba recon
ciliado con Dios , y que necesitaba de una víctima mas exce
lente para conseguir esta gracia. Jesu-Christo sacrificado so
bre la cruz y el altar es nuestro holocausto , y nuestra vic
tima expiatoria , y pacífica ; y para mostrar que en virtud de
su oblación son perdonados nuestros pecados , y nosotros
quedamos reconciliados con él , somos admitidos á la partici
pación de su carne inmolada , y de su sangre derramada por
nosotros. Una sola hostia indivisible une con Dios , y con
su hijo , nuestro Mediador , no solamente al Sacerdote , que
es su Ministro , sino también al Christiano , que comiendo
la carne de Jesu-Christo , tiene el consuelo de entrar en esta
inefable unidad : To estoy en ellos (a), decia el Salvador al Pa
dre, alimentándoles con mi propia carne, como Vos estáis siem
pre en mí para que sean consumados en la unidad que tenemos Vos
y Yo , y conozca el mundo por esta sociedad que mis Discí
pulos tendrán con Vos , que Vos me habéis enviado , y los
habéis amado , como me habéis amado á mí.
2.a La comunión del Sacerdote , y la del pueblo que la si~
gue inmediatamente como una misma acción son un testimo
nio sensible de la unión que hay entre todos ellos , y cuya
lazo es el cuerpo de Jesu-Christo. Apénas el Sacerdote aca
ba de beber la sangre del Señor , quando sin darse tiempo
para tomar el vino de la ablución', ni aun para recibirle en
el cáliz , distribuye á los fieles la carne de la víctima sacri->
ficada que ha ofrecido por ellos y en su nombre. La cormi7
fiion se me figura á un convite de familia , á que son convi
da*
y¡) Joan, 17. «3. Vid. Chrys. & TheocUret. sup. huac loe.
i yg Instrucciones
dados todos los que la componen , y en que sentados á un*
misma mesa reciben de mano del que preside á ella el pan
del Cielo , y la carne del Cordero de Dios. Después de esta
comida espiritual, toda la familia se reúne de nuevo para dar
gracias al Señor por medio de la oración que se llama Post
comunión.
Y porque hay algunos fieles que á causa de sus enfer
medades no pueden hallarse presentes á estas sagradas jun
tas , y por quienes se ofrece no obstante el sacrificio , es muy
justo que participen de él como sus hermanos ; y á fin de
que puedan tener este consuelo se guarda en el sagrario el
cuerpo del Señor , para llevársele luego que le pidan con sin
ceridad y piedad.
Tal es el sacrificio de la religión Christiana , por el qual,
dice el Concilio de Trento (a) , conseguimos la misericordia del
Señor , y hallamos el socorro de la gracia en las necesidades , si
nos acercamos á Dios contritos y penitentes.... y por esta obla-*
cion no sangrienta recibimos con abundancia el fruto de la que
se hizo con efusión de sangre , sin que por esto se derogue en
alguna manera á la primera : lejos de eso , la Iglesia siempre
ha creido que la oblación sangrienta es perfecto sacrificio,
y plenamente suficiente; que el sacrificio del altar ha sido
establecido para aplicarnos el fruto del sacrificio de la cruz,
y celebrar la memoria de él ; que todo el mérito de la Re
dención del género humano se debe á la muerte del Hijo de
Dios , y quando decimos al Señor en Ja celebración de los
divinos Misterios : Te ofrecemos esta hostia santa , no preten
demos presentarle un nuevo precio de nuestra salud , sino los
méritos de Jesu-Christo presente , y el precio infinito que
pagó una vez por nosotros en la cruz ; y que en conseqüen-
cia el sacrificio del altar se refiere al sacrificio de la cruz , y
no subsiste sin este respecto ,, y así estarnos muy distantes
de pensar que faltase nada al sacrificio de la cruz como nos
oponen los Hereges.
• ■ ^ \A
(a) Sess. 32. c. i.
sobre el Catecismo. Parte II. i ¿y

§• VI.

•tA quién se ofrece el sacrificio de la Eucaristía!

El sacrificio del altar se ofrece á solo Dios , como ya


hemos dicho (a) ; pues aunque la Iglesia suele celebrar Misas
en memoria y honor de los Santos , con todo eso jamas en
señó , que se ofreciese á ellos el sacrificio , sino á solo Dios,
quien coronó á los Santos de gloria inmortal. Por tanto nun
ca dice el Sacerdote : A tí Pedro , ó Pablo te ofrezco este sa
crificio , como lo notó el Concilio de Trento después de San
Agustin (¿) , sino que ofreciéndole á Dios , hace en él me
moria de los Santos , i.o para alabarle y darle gracias por
las victorias que consiguiéron con su gracia , y la gloria con
que les ha premiado. 2.-° Para ofrecernos con Jesu-Christo
en este sacrificio , así como ellos se ofrecieron también á sí
mismos. 3.0 Para testificar que Jesu-Christo es su Salvador,
y el nuestro , y que esperamos participar como ellos la vir
tud de su sacrificio. 4.° Para pedirles que unan sus oracio
nes con las nuestras , á fin de conseguir de Dios lo que de
seamos.
» §. vil

. ■ ' Quien ofrece este Sacrificio.

Jesu-Christo Pontífice Sumo , el Sacerdote que celebra,


cada uno de los asistentes á la Misa , y toda la Iglesia ofre
cen á Dios el sacrificio del altar , pero en diversos sentidos,
y en diferentes maneras , que vamos á explicar en pocas
palabras.
Jesu-Christo , Sacerdote eterno según el orden de Mel-
chisedech , estando presente sobre el altar como víctima baxo
los símbolos de pan y vino , se ofrece á sí mismo en sa-i
il . cri-1
(a) Vid. Conc. Trid. sess. aa. c. 3.
i¿>) Lib.ao. cont. Faust. c. ai. & serm. igp. al. 17. de Verb. Apost.
1 6o Instrucciones
orificio á Dios , su Padre, siendo él mismo el Sacerdote , el
oferente , y la oblación (a) , como dice San Agustin. Esta ac
ción divina es la continuación de la ofrenda que hizo de sí
mismo después de la última cena , quando ofreció al Padre
su cuerpo , y sangre baxo las especies de pan , y vino , y
les dio á los Apóstoles , diciendo : Haced esto en memoria de
mí ; lo qual significa , según la Iglesia siempre lo ha enten
dido , y enseñado : Haced lo que me veis hacer , y hacedlo en
memoria de mí , es decir , en memoria de la muerte que voy á
sufrir , y del misterio de la Redención del mundo , que voy á
§brar sobre la cruz.
Y ved ahí el establecimiento de un nuevo orden de Sa
cerdotes , á quienes Jesu-Christo da en la persona de los
Apóstoles , y por ellos á sus sucesores en el Sacerdocio la
potestad de hacer eficaz , y legítimamente lo que él mismo
hacia, es decir, de consagrar el pan, y el vino, de mu
darles en su cuerpo y sangre en virtud de su poderosa pala
bra, y de hacer participantes de ellos á todos los que cre
yeren en él. Pero el mismo Jesu-Christo que se ofreció en la
última cena baxo los símbolos de pan , y vino , se ofrece
también ahora sobre el altar, aunque con esta diferencia, que
entónces se ofreció por sus propias manos , y ahora se ofre
ce por las manos de sus Ministros , á quienes ha elevado á
la dignidad del Sacerdocio , esto es , de los Obispos y Sacer
dotes , los quales solos con exclusión de todos los demás
exercen , y exercerán hasta el fin , en virtud de su consagra
ción , el derecho y potestad de celebrar el santo sacrificio,
como Ministros de Jesu-Christo , y de la Iglesia-
Mas si los Sacerdotes ofrecen el santo sacrificio como Mi
nistros de Jesu-Christo y de la Iglesia , es claro que no le pue
den ofrecer en su propio nombre , sino en el de Jesu-Chris
to y de su Iglesia , y como diputados de todo el cuerpo,
porque la oblación del sacrificio no es alguna función de
ministerio privado , sino público. Tal es la doctrina de la
Iglesia , quien dice en el Concilio de Trento , que después
dt
(») De Ov. Dd, 1, («.cu,
iobrb el Catecismo. Parte II. 161
ie hatsr celebrado la antigua Pascua que sacrificaban los hijos de
Israel en memoria de su salida de Egipto , Jesu-Christo esta
bleció la nueva Pascua dándose á sí mismo para ser sacrificado
por los Sacerdotes en nombre de la Iglesia baxo las señales vi
sibles en memoria de su tránsito de este mundo al Padre (tí). La
Iglesia , pues , es la que presenta á Dios el cuerpo , y san
gre de Jesu-Cliristo por el ministerio de los Sacerdotes. La
Misa no es sacrificio del Sacerdote solo, sino de todo el cuer
po de la Iglesia : el Sacerdote le ofrece visiblemente , y espiri-
tualmente todos los fieles , y cada uno de ellos en particu
lar uniéndose por un mismo espíritu de fe al Sacerdote que
ruega y ofrece ; y el mismo Sacerdote pide á los asistentes,
que junten sus oraciones á las suyas , para que su sacrificio , que
lo es también de ellos , sea agradable á Dios Padre Todopodero
so (b) ; y dice asimismo en el canon , que es propiamente la
acción del sacrificio : Acordaos , Señor, de vuestros siervos que
están aquí presentes , por quienes os ofrecemos , y quienes os
ofrecen este sacrificio de alabanza (c").
No solo esto , sino que habiéndose ofrecido Jesu-Christo
en la cruz por la Iglesia , renueva por ella la memoria de es
ta oblación sobre el altar j y así como , según la doctrina de
San Pedro (rf) , murió , se ofreció una vez sobre la cruz por
nuestros pecados para ofrecernos á nosotros á Dios ; así tam- .
bien ofreciéndose sobre el altar , nos ofrece con él como su
conquista , como su herencia , como una parte de sí mismo: dp s
suerte que Jesu-Christo , y su Iglesia son , según la expresión ■
de San Agustin (e) , como una misma víctima , que el mismo
Jesu-Christo presenta á Dios como el sacrificio universal de la
cabeza , y sus miembros. Y la Iglesia presentando á Jesu-
Christo á Dios, se ofrece á sí misma con él , en él , y por él.
jOxalá que cada Christiano que asiste al sacrificio , uniéndose
por
(«) Sesí. »». can. I. (b) Orate fratrei , ut mf um &c.
(c) Msmento Domine omnium circumstantium , pro quib«s tibí offe-
rimus , vel qui tibí offerunt &• El vel equirale á tt , y en efecto se le«.
en algunos M S. (í qui tibi offerunt.
(d) i. Petr. 3. it. (#) JJe Clr. Dei , lib. 11. c. 6. Se 10.
Tom.IL X
iÓ2 Instrucciones
por la fe á Jesu-Christo y su Iglesia , se ofreciese todo á
Dios , y se consagrase á él sin reserva!

§. VIII.

Por quién se ofrece el sacrificio.

El sacrificio de la Eucaristía se ofrece por los vivos , y


los muertos, i .° Por los vivos ; y sobre todo por los fieles.
Pero ni aun los infieles , hereges , y cismáticos están abso
lutamente excluidos de las oraciones de la Iglesia. Antigua
mente se rogaba expresamente por ellos en todas las Misas, á
lo menos en las que celebraban los Obispos : pero al pre
sente solamente se dicen estas oraciones el Viernes Santo. Por
lo demás , como el espíritu de la Iglesia siempre es el mis
mo , continua rogando por ellos indirectamente quando reza
el Padre nuestro , y pide á Dios la santificación , ó glorifi
cación de su nombre , la venida de su Reyno , y que se cum
pla su voluntad en toda la tierra.
2.0 También se ofrece el sacrificio por los muertos , esto
es , por los que han muerto en gracia de Dios ; pero que
teniendo algunas faltas que purgar , son detenidos á este efec
to en el Purgatorio. La tradición de todos los siglos , y de
todas las Iglesias justifica esta costumbre de orar , y ofrecer
el santo sacrificio por los muertos : y nosotros debemos estar
á lo que el Concilio de Trento enseña , que siempre ha creí
do la Iglesia , á saber , que los muertos , como dice San
Agustín (//) , indubitablemente son aliviados por las oraciones
de la santa Iglesia , por el sacrificio saludable , y por las li
mosnas que se distribuyen en sufragio de sus almas , á fin de
que el Señor las trate con mas misericordia que la que merecen
sus pecados , de que las libre de las penas que padecen , y las
franquee la entrada en el Reyno de los Cielos.
Y de aquí debéis concluir que no hay Misa alguna que
se
(a) Conc. Tricl. sess. ag. decr. de Purg. Ang. serm. 17a. I ib. de cur.
aniui. n.3. Vid. S. Epiph. haeics. 75. & ü. Aug. hser. 53.
sobre et- Catecismo, Parte IL 163
se pueda llamar privada , de suerte que no sea cotrun á
toda la Iglesia , como dicen San Chrysóstcmo , y San Gre-
gcio el Grande porque todas son ofrecidas por todos los
fieles así vivos , como difuntos.

§. IX.

De las conseqüencias que se deben sacar de esta doctrina.

Hemos dicho , y quisiéramos que jamas se borrara de


Tuestra memoria , que todos les fieles participan en alguna
manera del Sacerdocio ; porque , como dicen San Pedro Da-
miano (a) , é Inocencio III. (b) , todos los fieles , tanto hom
bres , como mugeres , ofrecen el sacrificio de alabanza , aun
que especialmente sea ofrecido por el solo Sacerdote , y por
esto el Apóstol San Pedro llama á todos los Christianos Sacer
docio Real (c) , no porque puedan ofrecer á Jesu-Christo ex-
teriormente , y como Ministros de la Iglesia , sino porque de
ben unirse interiormente por la fe , y caridad al Sacerdote que
ofrece el cuerpo del Señor ; humillarse en la presencia de
Dios , y reconocer su indignidad para honrar la suprema
Magestad del Señor ; para reparar la injuria que se le ha
hecho por el pecado ; para impetrar sus dones , y darle gra
cias por sus beneficios ; y ofreciéndole por tanto la hostia,
agradable de su Santísimo hijo , ofrecerse al mismo tiempo
con él , y consagrarse á Dios para sufrir todo lo que le
agrade , y no vivir sino para su gloria.
sY qué conseqüencias debéis sacar de aquí , Católicos?
Ah ! Vosotros debéis concluir primeramente , que los que no
adoran al Señor en espíritu y en verdad ; que no desean la
reparación de la injuria que se le hizo por el pecado ; que no
aman á la Iglesia , y no procuran sinceramente las gracias del
Señor , juntando el sacrificio interior de sí mismos al exterior
que se hace del cuerpo de Jesu-Christo , son mentirosos é
hi-
(i) In opuse, ir. c. 8. (í) De myst. Mis. 1. 3. c. 6.
\c) a. Petr. a. 9.
X 2
164 Instrucciones
hipócritas delante de Dios , porque demuestran por la asis
tencia exterior al sacrificio saludable una disposición que no
tienen en el interior.
Debéis concluir en segundo lugar , que para imiros per
fectamente con Jesu-Christo como víctima , es necesario que
tengáis algún respeto y conformidad con el estado y dispo
siciones de Jesu-Christo : que así como Jesu-Christo es puro,
santo , é inmaculado , vosotros seáis también puros , santos,
y sin mancha en quanto lo permita el estado de la vida pre
sente : que así como está sobre nuestros altares en un pro
fundo abatimiento , cubriendo su Magestad y grandeza con el
velo de los sagrados misterios ; debéis vosotros ernar la hu
millación y abatimiento , y despreciar la magnificencia , la
pompa y vanidad : que así como está en la Eucaristía en un
silencio sumo , y un sufrimiento apacible de las irreveren
cias , y sacrilegios que se cometen contra él ; asi vosotros de
béis ser insensibles á las injurias que os pueden hacer los hom
bres : que así como Jesu-Christo lo refiere todo á gloria de
Dios , y jamas buscó su propia gloria ; así vosotros debéis
hacer todas las cosas por Dios , y buscar en todas su interés
y su gloria.
Lo tercero debéis concluir , que los que solo tratan de
elevarse en el mundo , de aumentar sus bienes , su honor y
reputación : que cuidan poco de purificarse de sus pecados,
de mortificar sus pasiones , de humillarse , y en fin de morir
al mundo y á sí mismos , no están en estado de ofrecer útil
mente el sacrificio de la Eucaristía , y así no es de extrañar
el poco fruto que sacan del sacrificio tantas gentes como oyen
IVIisa todos los dias , porque es claro que no se ofrecen con
Jesu-Christo á Dios , que no se ofrecen como es necesario,
y no llevan las disposiciones necesarias para hacerse hostia
agradable á Dios. Para asistir útilmente á este sacrificio
es menester asistir á él con Ins disposiciones de que hace men
ción el Concilio de Tremo hablando de los oratorios domés
ticos , en los quales no permite que se celebre la Misa , sino
con la condición de que los que asisten & ella bagan conocer por
su modestia y compostura exterior, que están presentes no sola-
men~
sobre el Catecismo. Parte II. 165
fittnte con el cuerpo , sino también con el espíritu y corazón por
medio de una santa atención : es menester que deseen since
ramente recibir los frutos del sacrificio , y esperen recibirlos
confiando en la bondad de Dios , y en la eficacia del sa
crificio mismo , cuyos movimientos y afectos son incompati
bles con el amor al mundo y al pecado.

INSTRUCCION VI.

Del Sacramento de la Penitencia.

§. I.

De lo que se entiende por el nombre Penitencia , y de la pe


nitencia considerada como virtud.

Penitencia1 hablando propiamente, y según la sig


nificación que los Latinos dan á este nombre , es un dolor,
y una detestación del pecado cometido , con la firme reso
lución de no cometerle mas, y de reparar del modo posi
ble la injuria hecha á Dios por el pecado. Así hacer pe
nitencia , es detestar el pecado , renunciar á él de todo co
razón , y castigarle en sí mismo ; y lo que se llama espíritu
de Penitencia , es la disposición del pecador que penetrado
de dolor de haber ofendido á Dios , y reconociendo lo que
debe á su justicia , se esfuerza á satisfacerla por todos los
medios posibles ; y esta misma disposición de ánimo se llama
también la virtud de la Penitencia , que Dios infunde en el
alma del que se convierte á él.
2.0 Se da también el nombre de Penitencia en particular
á las obras exteriores, por las quales intenta el pecador sa
tisfacer á la divina Justicia : y en este sentido se dice,: que
se impone la penitencia: que se cumple la penitencia.
3.0 En fin se llama Penitencia el Sacramento mismo ins
tituido por Jesu-Christo para la reconciliación de los peca
do-
Jo) Sess. ai. c. 1.
1 66 Instrucciones
dores. Pues de todas estas cosas debemos tratar en esta ins
trucción , y primeramente de la virtud de la Penitencia.
El que la Penitencia interior pertenezca á la virtud , es
una verdad constante : lo primero , porque se han impuesto
muchos preceptos acerci de la Penitencia, y la ley no manda
sino actos ó obras de vinud. Lo segundo , porque la Pe
nitencia se ordena á satisfacer á Dios por los pecados co
metidos , y esto sin duda pertenece á la justicia. Lo tercero,
porque la Penitencia se debe hacer del modo mas convenien
te ; pues sijcede á veces. , que los hombres conciben menos
dolor del que debieran por los pecados cometidos ; y aun
hay alguios , como dixo Salomón (rf) , que se alegran quando
han obrado mal. Otros por el contrario se abandonan á Ja
aflicción y á la tristeza , hasta desesperar enteramente de su
salud, como parece que lo hizo Caín , diciendo : Tan grande
es mi maldad , que no merece perdón (b\ ; y se sabe cierta
mente que Judas movido de penitencia (f) ,. se ahorcó á sí mis
mo , perdiendo á un mismo tiempo la vida y el alma. Pero
la virtud de la Penitencia es la que impone el modo , y
prescribe el medio que se debe guardar en el dolor y pe
nitencia con arreglo á todas las circunstancias.
Mas Dios , que es el Autor de nuestra reconciliación,
no nos infunde esta virtud , sino moviendo antes nuestro co
razón , y haciéndonos subir como por gradas hasta llegar
á el feliz estado de la justicia y santidad. Porque primera
mente movido de su gran misericordia previene , y convierte
ácia sí nuestros corazones : y esto le pedia el Profeta di
ciendo : Conviértenos , Señor , á tí , y seremos convertidos (d).
Conmovidos así á impulsos de su divina gracia , levanta
mos el corazón á Dios por medio de la fe , porque (e) el
que se llega á Dios , dice el Apóstol , ha de creer que hay
un Dios , y que es. remunerador de los que le buscan : y con
siderando las terribles penas que tiene preparadas para los
que le ofenden , empezamos á temer , y este temor nos in-
du-
Pró». a. (b) Genet. 4. (c) Míttk. 17.
(d) Thren. 5. (e) Hebr. ir.
sobre el Catecismo. Parte II. 167
duce á detestar con toda el alma nuestros pecados; á lo qual
aluden aquellas palabras de Isaías : Como la que concibió guan
do se llega el parto , gime y da gritos con sus dolores , así nos
acaece , Señor , delante de tí (a) : y como no podemos menos
de reconocer que todos estos movimientos nos vienen de
Dios , y son efectos de su misericordia , esperamos firme
mente de la bondad de Dios que perdonará nuestros pecados,
y alentados con esta esperanza resolvemos no pecar mas en
adelante. Y últimamente encendidos en amor de nuestro gran
Dios que nos ha amado primero , y nos ha atraído acia á sí por
un efecto de su gran misericordia , nos fortalecemos en la reso
lución de mudar de vida , temiendo ya únicamente el ofen
derle (b).
Tal es la penitencia á que debe aspirar todo hombre
pecador : virtud igualmente digna y excelente , que necesa
ria. Excelente , porque la está prometido el Reyno de Jos
Cielos. Haced penitencia , se dice en San Mateo (V) , que se ha
acercado el Reyno de los Cielos. Y en Ezequiel (</) : Si el malo
hiciere penitencia de todos los pecados que cometió , y guardare
todos mis mandamientos , y obrare según la equidad y justicia,
vivirá ciertamente. Y en otro lugar (e) : No quiero la muerte
del pecador, sino que se convierta de su camino y viva. Es tam
bién necesaria : porque escrito está : Si no hiciereis peniten
cia , todos igualmente pereceréis (/ ). La Penitencia , dice el
Concilio de T rento (g) , siempre ha sido necesaria para conse
guir la gracia á todos los que están manchados con algún pe
cado mortal , y aun á aquellos que pedían ser lavados con el Sa
cramento del Bautismo. Siempre ha sido necesario , que el pe
cador renuncie á su malicia , y se corrija de ella , detestando
con un odio santo , y un sincero dolor de corazón la ofensa que
ha cometido contra Dios.
Esta necesidad de la Penitencia está fundada sobre dos
leyes indispensables, que Dios ha establecido, i.8 Dios, que
es el mismo orden esencial é inmutable , no se reconcilia con
r A
(a) Isaise 16. (b) Trid. sess. 6. c. 6. (c) Matth. 4.
(d) Ezech. xS. (í) lbi. 33. (/) Luc. 13. (g) Sess. 14. c. r.
i6S iNSTRuceiaffEi
el pecador , sino quando el pecador entra en el órden de m
obligaciones. La oposición de su voluntad con la de Dios,
en que consiste el pecado , es un desorden , y una rebellín
contra él : y así es necesario que el pecador aborrezca y de
teste esta oposición , y solo con esta condición promete Dios
usar de misericordia con él. El dia del Señor es grande y
terrible (a) , dice el Profeta Joel , ¿y quién le podrá sostener!
No hay otro medio para evitar el terrible juicio de su irá"
y venganza que la conversión, del corazón. Ahora , pues, dice
el Señor , convertios á mí de todo vuestro corazón con ayunos,
llantos y gemidos • despedazad vuestros corazones , y no vues
tros vestidos, y convertios al Señor vuestro Dios , porque es be
nigno y compasivo , es de mucha paciencia , y rico en miseri
cordias. Isaías dice también : que el impio dexe su camino, y
el hombre malo renuncie á sus pensamientos criminales , y coa-
viértase al Señor , y tendrá misericordia de él , y á nuestro
Dios , porque es muy benigno para perdonar (¿). Convertios,
dice Dios por Ezequiel , y haced penitencia de todos vuestro*
pecados , y la maldad no causará vuestra ruina (c).
Ni aun los adultos que deben recibir el Bautismo están
dispensados de hacer penitencia ; porque no es bastante el
que crean , es necesario además que aborrezcan su vida pa
sada , y estén resueltos á entablar una vida nueva. Haced
penitencia , decia San Pedro á tres mil Judíos que había
convertido , y le preguntaban , qué debian hacer : Haced pe
nitencia , y sea bautizado cada uno de vosotros (</). Haced pe
nitencia , dice mas adelante , para que vuestros pecados sean
¿perdonados (e).
3.a Es necesario que todo pecado sea castigado : tal e»
el decreto pronunciado por el que es la justicia misma: y
el pecador no puede entrar en la gracia de Dios , si no se
somete voluntariamente á este irrevocable decreto. Es ab-
lolutamente necesario , ó que la justicia de Dios descargue
so
fá) Joel «. ii. ra. i$. (*) Isai* gj. 7. (c) Erecb. 18. 30.
Qi) Act. t. 38. (#) C. 3. 141. Vid. Teu. de Bapt. c. ao. & S. Avg.
•«rm. 39a. o. 3.
sobre el Catecismo. Parte II. 169
sobre el pecador , ó que el pecador se castigue á sí mismo
para satisfacer á la divina justicia. Porque no hay medio.
,Todo pecado , dice San Agustín (a)', grande ó pequeño, mortal
ó venial , necesariamente debe ser castigado, o por el pecador,
6 por la justicia vengadora de Dios... Prevenid pues á Dios. Si
no queréis que os castigue , castigaos á vosotros mismos. Implo
remos , dice en otro lugar (b) , su misericordia , pero conside
remos también sn justicia. Es propio de su misericordia el per
donar al pecador , y es propio de su justicia el castigar el pe
cado. No pretendamos , pues , que Dios use de misericordia con
nosotros , de suerte que el pecado quede sin castigo , sino que
cada, uno diga con David: No Señor , mi pecado no quedará
sin castigo ; yo conozco la justicia de aquel cuya misericordia
imploro ^ y< no pretendo eximirme del castigo que daréis á mi
pecado, sino porque quiero yo castigarle por mí mismo. En una
palabra : La ley de la justicia de Dios exige , que ninguno re
ciba el perdón de una pena mayor que le es debida , sino sa
tisface á Dios por medio de alguna pena aunque lea mucho me
nor {c).
¿Pero Jesu-Christo , se dirá , no ha satisfecho entera
mente por nuestros pecados ? Sí , sin duda. Mas aunque Jesu-
Christo haya satisfecho enteramente por nuestros pecados,
esto no impide que el pecador deba hacer penitencia de
ellos : y aquel es verdaderamente penitente , dice San Agus
tín , que aspira únicamente á hacer que su pecado no quede
sin castigo (rf) , y procura satisfacer la justicia de Dios. Mas
el pecador no puede satisfacer á Dios , sino por Jesü-Chrís-
to , esto es, uniéndose á Jesu-Cbristo , de quien se deriva
toda la fuerza de su satisfacción , dice el Concilio de Tren-
to (e) , por la aplicación que. consigue de la satisfacción com
pleta del mismo JesujChristo , de suerte que en él vivimos,
merecemos , y satisfacemos , y haciendo frutos dignos de peni-
•*•' ten

ia) In Ps. 38. serm. i. n. 13. in Ps. 44. n. iR. in Psal. S8. in serna, i»
die inun. & serm. 3. de diver. (¿) In Ps. go. n, 7. & 11.
fe)''. S Aug. I.'de contin. e. 6. (d) Ep. 54. nuce 153. n. 6, •
O) Conc. Trid. sess. 14. c. 8.
Tom.II. Y
i jo Instrucciones
tencia , son ofrecidos por él al Padre , y aceptados por el
Padre*
Es verdad que Dios aplica mas abundantemente la sa
tisfacción de Jesu-Christo á los adultos que reciben el Sa
cramento del Bautismo con las disposiciones necesarias , per
donándoles sus pecados por este Sacramento , sin obligarles
á ciertos exercicios de penitencia , que deben practicar los
que han pecado después del Bautismo , aunque hayan ob
tenido ya el perdón de ellos por el Sacramento de la Pe
nitencia : pero no dexa de obligarles á una especie de pe
nitencia , que podemos llamar general , por haber sido im
puesta á todos los hijos de Adán , que consiste en las en
fermedades , y la muerte del cuerpo , en las miserias de
esta vida , en la incertidumbre de la salud , en la igno
rancia del entendimiento , y en la penosa resistencia á las
pasiones , porque el hombre debe sufrir todas estas penas
del pecado original en espíritu de penitencia. Debe morir
como un criminal condenado á muerte por la justicia de
Dios , y recibirla como satisfacción de sus pecados : debe su
frir la mortalidad de su cuerpo , y las otras miserias de
esta vida , como una penitencia que Dios le ha impuesto:
debe considerarse como desterrado en este valle de lágri
mas en castigo de su pecado ; debe mirar la rebelión de sus
pasiones , como un mal que se ha causado á sí mismo , y
sufrir con paz y humildad el trabajo que siente , quando
es necesario resistirlas , y reprimirlas ; en fin debe abrazar
un género' de vida seria y laboriosa, y huir la diversión
y el placer : porque el decreto de Dios ; Comerás el pan
con el sudor de tu rostro , se extiende á todos los hombres,
y por esto San Pablo declara indignos de su sustento á los
que no quieren trabajar (¿>) : y Jesu-Christo excluye del nú
mero de sus discípulos á ios que no llevan su cruz y le si
guen (c).
Be
J
(*) Genes. 3. 19. (b) 2. Thesal. 3. r. 10. (c) Liic. 14. 17.
sobre el Catecismo. Parte II. 171

. $. 11.

De la necesidad del Sacramento de la Penitencia.

Siendo Dios rico en misericordias , y Conociendo la fragi


lidad de nuestra naturaleza , quiso , dice el Concilio de Tren-
to, establecer un remedio para dar la vida á los que después
de el Bautismo se hubieren entregado á la servidumbre del pe
cado , y á la potestad del demonio ; y este remedio es el Sacra
mento de la Penitencia , por el qual se aplica el beneficio de la
muerte de Jesu-Cbristo á los que han caido después del Bautis
mo , y á causa de esto le ban llamado los Santos Padres , la
segunda tabla después del naufragio (a) • esto es , el solo re
medio que resta al Christiatio para librarse de la muerte
eterna, después de haber perdido la gracia del Bautismo.
Así por grande que sea la penitencia interior , 6 el dolor
de los pecados , jamas obtendrá en la Ley nueva el perdón
de ellos , si no se tiene una voluntad efectiva de someterse
á la disposición de JesuChristo recibiendo el Sacramento de
la Penitencia. De suerte , que la penitencia como virtud , es
decir , el deseo sincero de reconciliarnos con Dios y satis
facer su justicia , nos obliga á recibir el Sacramento de la
Penitencia , por ser este el medio establecido por Dios para
conseguir el perdón de los pecados cometidos después del
Bautismo (¿>).
Ni se ha de pensar por esto que la condición de los Chris-
tianos es peor que la de los Judíos , y que Dios les ha im
puesto en la Ley nueva un yugo mas pesado que en la anti
gua , en la qual se obtenía el perdón de los pecados sin recur
rir á este Sacramento; antes bien por el contrario, la insti
tución del Sacramento de la penitencia hace la condición de
los Christianos mucho mejor que la de los Judíos , y mu
cho mas fácil el perdón de los pecados por muchas razones.
i.»
(o) Sesf. 14. c. 1. & 14. Sess. 6. Vid. S. Hieron. in c. 3. Isai* Se
I>. Thom. 3. p. q. 84. a. 6. (b) Cene Trid. sess. 14. c. 4.
1 7» . Instrucciones
i.» Para obtener el perdón de los pecados no es bastante
qualquier pesar de haberlos cometido , ni qualquiera resolu
ción de no cometerlos mas ; es necesario que el pesar esté
acompañado de.1 amor de Dios , como fuetue de toda justicia^
según la expresión del Tridentino , y que la resolución naz
ca de una voluntad efectiva de hacer todo lo que es nece
sario para salir del pecado. Pero estas disposiciones no se
adquieren fácilmente , ni Dios las da desde luego en su con
ducta ordinaria , como dice Santo Tomas (<?), sino después de
muchas oraciones , y de muchos exercicios de piedad y peni
tencia : por manera que el estado que nos suministre mas
medios pira adquirir estas disposiciones, nos hará mas fá
cil el perdón de los pecados , y esto es lo que puntualmente
se verifica del Sacramento de la Penitencia : porque la obli
gación de confesarse , y de practicar esta acción vergonzosa
y humilde es un excelente medio para obtener el grado de
contrición necesaria para recibir el psrdon de los pecados.
Las palabras y oraciones del Sacerdote que obra como Mi
nistro de Jesu-Christo, sirven también mucho á esto: la prác
tica actual de los exercicios de penitencia,, quando se juzga á
propósito diferir la absolución , es de grande utilidad ; porque
no se ha de considerar todo lo que se hace en la adminis
tración d'ú Sacramento de 4a penitencia como simples accio
nes de la virtud de la penitencia , sino como acciones que ha
cen parte de un Sacramento , por el qual Dios comunica sus
gracias. Así bien lejos de mirar todas estas cosas como un
yugo duro y pesado que la Ley nueva nos impone , al con
trario, ;jse las debe mirar como un medio fácil que la misma
Ley nos suministra para conseguir el perdón de los pecados,
obteniendo tas disposiciones necesarias para recibirle.
2.a No se puede dudar que la absolución del Sacerdote
sirve de un gran consuelo á los pecadores , porque siendo da
da por un Ministro sabio y prudente que examina con cui
dado las disposiciones de su penitente , y sabe las reglas de la
Iglesia , ofrece al penitente una justa confianza del perdón de
sus
(0) D. Thom. i. a. q. 113. a. 10.
sobre el Catecismo. Parte II. x^'j
sus pecados : porque las palabras del Sacerdote , que legí
timamente nos absuelve de nuestros pecados , se deben tomar
del mismo modo que las de Christo Señor nuestro quando di-
xo al -paralítico : Confia , hijo , tus pecados te sott perdona
dos (#) : y ve ahí una de las causas porque Jesu-Christo ins
tituyó este Sacramento. Pues en la antigua Ley como el per-
don de los pecados dependia únicamente de las disposicio
nes interiores , deberían casi siempre rezelar de él , porque
justamente debe temer cada uno ya de las cosas que hace' por
su propio juicio , ya también de su propio juicio en or
den á sí mismo , á menos que Dios se lo asegurase por me
dio de algún Profeta , como lo hizo con David.
3.a ¿Quién no ve que las satisfacciones mandadas por el Sa
cerdote , y practicadas por el penitente con sumisión á la Igle-S
sia son mas capaces de obtener la misericordia de Dios , y;|
satisfacer su justicia , que las satisfacciones voluntarías que
practicaban los que habian pecado en la antigua Ley ? Porque
las satisfacciones ordenadas por el Sacerdote son una de las
partes que se requieren por institución divina para la integridad
del Sacramento , y para la entera remisión ' de los pecados (¿>),
por consiguiente se las comunica abundantemente la satisfac
ción de Jesu-Christo por medio del Sacramento , por cuya
virtud y eficacia corre hasta nosotros la sangre del Cordero
sin mancha , y nos lava los pecados cometidos después del
Bautismo. Y esta es otra causa porque Jesu-Christo institu
yó este Sacramento. Pues no pudiendo ninguno salvarse sino
por Jesu-Christo , fué muy conveniente que se instituyese este
Sacramento , para comunicarnos por él los frutos y méritos de
su Pasión , reconciliándonos con Dios , y dándonos una su- "
perabundancia de gracia , que excediese á la abundancia del
delito.
De

(0) Matth. 9. (¿) Sess. 14. c. 3. '""


174 Instrucciones ,

$. ni. ■

De la institución del Sacramento de la Penitencia.

Jesu-Cbristo , dice el Concilio de T rento (<?), principal


mente instituyó el Sacramento de ¡a Penitencia , quando después .
de su Resurrección , sopló sobre sus Discípulos , diciendo : Re
cibid el Espíritu Santo :_, á quienes perdonareis los pecados,
les serán, perdonados ; y, á quienes los retuviereis , les seráa
retenidos. Por esta acción, tan notable , y estas palabras tan
claras , todos los Padres unánimemente ban entendido siemprey ,
que la potestad de perdonar^ y retener los pecados , fué co
municada á los Apósteles , y a sus legítimos sucesores , paral»,
reconciliación de los fieles que ban caido después de} Bautismo...
T por esto el santo Concilio aprobando , y recibiendo como muy
verdadero este sentido de las palabras de nuestro Salvador, con
dena las interpretaciones imaginarias de aquellos , que , para
combatir la institución de este Sacramento , aplican falsamente
aquellas palabras á la potestad de predicar la palabra de Dios,
y de anunciar el Evangelio de Jesu-Cbristo.[
Y en efecto , una sola reflexión bastará á convencer á
los hereges de sus falsas interpretaciones. Es cierto que las
palabras que nuestro Salvador dixo primeramente á San Pe
dro , y después á todos sus Apóstoles , á saber : Todo lo que
atareis sobre la tierra , será también atado en los Cielos ; y todo
lo que desatareis sobre la tierra , será también desatado en los
Cielos (ti), tienen el mismo objeto que estas : A quienes per
donareis los pecados , les serán perdonados , y á quienes los re
tuviereis , les serán retenidos ; unas y Otras deben entender
se (c) de la potestad de perdonar los pecados. Pero la po
testad de las llaves , significada en aquellas palabras : A ti
te daré las llaves del Reyno de los Cielos (rf) , que Jesu-Christo
dió á sus Apóstoles , es como una emanación de la que re-
si-
(á) Sess. 14. c. 1. (¿) Matth. 16". 19. & c. 18. r. 18.
(c) S. Aug. serna. 395. alias de diver*. 108. (d) Matth. itf. 19.
sobre el' Catecismo. Parte II. 175
side esencialmente en su Persona ; de la misma naturaleza
que ella , y los caracteres de la una convienen necesaria
mente á la otra. Y se podrá decir que la potestad de . las
llaves que reside en Jesu-Christo no es otra cosa que la
predicación de la palabra de Dios ? ¿Es esta la idea que nos
da la Escritura de ella? To pondré sobre su espalda la llave
de la casa de David : él abrirá , y ninguno podrá cerrar • cer
rará , y ninguno podrá abrir (0). Así habla Dios en Isaías.
Y para que no pudiésemos dudar de quien se deben enten
der estas palabras , Jesu-Christo se las aplica á sí mismo,
según escribe San Juan en el Apocalypsis : Hé aquí ( estas
son sus palabras) lo que dice el Santo , y el verdadero que tiene
la llave de David , que abre , y ninguno cierra ; cierra , y nin
guna abre (b). Esta potestad de, abrir y cerrar es un ca
rácter propio del Mesías : Abre , y ninguna cierra ; cierra, y
ninguno, abre : carácter que distingue esencialmente su minis
terio del de Moyses , y los Profetas ; es , pues , alguna cosa
mas que la potestad de anunciar la palabra de Dios,, su
puesto que Moyses y los Profetas (c) tenian esta potestad :
es una autoridad soberana , y absoluta que posee en propie
dad para abrir el Cielo á unos, concediéndoles por mise
ricordia el perdón de sus pecados ; y para cerrarle á otros,
negándoles este perdón por un efecto de su justicia , y de
esta potestad hace participantes á sus Apóstolés. Así que la
potestad de perdonar los pecados es de una misma: natura
leza en Jesu-Christo, y los Apóstoles , pero guardada la
proporción debidá ', jorque en Jesu-Christo se halla como en
el Señor soberano y absoluto , y en los Apóstoles como en
sus Ministros, que obran por la autoridad que él les ha Co
municado» 'u l'J Ui ' "
Es , pues , la Penitencia un Sacramento instituido por
Jesu-Christo para perdonar los pecados cometidos después
del Bautismo. Este Sacramento se compone como de partes
de tres actos del penitente , que son contrición , confesión y
satisfacción , los quales se requieren por institución divina , se
gún
(«) Isaíae 33. 1». (¿) Apoc. 3. 7. (c) Hebr. 3. 5.
176 Instrucciones
gun el Concilio de Tremo (a) , para la integridad del Sacra
mento , y el cabal y perfecto perdón de los pecados ; y por esto
dice el Chrysóstomo: La penitencia obliga al pecador á sufrirlo
todo con gusto : en su corazón debe estar la cmtricion , la con
fesión en la boca , y en las obras una perfecta humildad , ó pro
vechosa satisfacción (b). Mas la penitencia de tal suerte se
compone de estas tres partes , que por lo que teca á su na
turaleza ó esencia solo son necesarias la contrición y confe
sión in re , ó actuales , y la satisfacción in voto , ó en deseo;
pero si no se la junta la satisfacción in re , ó actual , la
faltará algo para su integral perfección , al modo que el
cuerpo humano no podria ser integralmente perfecto , si le
faltase alguno de sus miembros. Y de aquí se echa de ver
el enlace íntimo de estas partes entre sí : pues la contrición
envuelve el deseo y propósito de confesar , y satisfacerla
misma contrición y el deseo de satisfacer preceden á la
confesión ; y en fin la contrición y confesión preceden á la
satisfacción.
Pero el Sacramento de la Penitencia no se compone de
solas estas tres partes , sino que se deben juntar de ellas las
palabras de la absolución pronunciadas por el Confesor, en,
las qttaks , dice el Concilio de Trento (c) , consiste principal
mente la virtud del Sacramento de la Penitencia. Por donde
es fácil demostrar , que la Penitencia es verdadero Sacra
mento esto es , señal de cosa sagrada ', porque en primer
lugar el pecador arrepentido manifiesta claramente por sus
acciones y palabras , que detesta en su corazón la fealdad
de sus culpas ; y asimismo las palabras del Sacerdote de
claran el perdón de los pecados , que mediante la grac¡3 de
Dios causan en el alma.

(a) Sesi. 14. e. 3. (i) Hom. p. de pcenir. hab. d. 3. de poenit. cip.


Ptifecta. (c) Se*s. 14. c. 3.
sobre el Catecismo. Parte II. 1 77

§. IV.

\En qué se diferencia el Bautismo de la Penitencial

El Concilio de Trento en la sesión 6.a de la justifica


ción reúne en pocas palabras los caracteres que distinguen
el Sacramento del Bautismo del de la Penitencia por respecto
al perdón de los pecados , y á las condiciones que Dios exige
del pecador para concederle esta gracia. La penitencia de un
Christiano , dice el Concilio que ha caido en el pecado , es
muy diferente de la que se hace en el Bautismo. Porque aque
lla comprebende no solamente la cesación y detestación del pe
cado sino también la confesión sacramental , á lo menos en
el deseo y preparación de ánimo para hacerla á su tiempo: y
pide que el pecador reciba la absolución del Sacerdote , y que
con ayunos , limosnas , y otros exercicios de la vida espiritual
dé satisfacción á Dios.... por la pena temporal , que , según las
sagradas letras , no siempre se perdona enteramente á los peca
dores en la Penitencia , como se perdona en el Bautismo.
El mismo Concilio trata con mayor extensión la mate
ria en la sesión 14 de la Penitencia, en donde explica con
energía dos principales caracteres , que distinguen la Peni
tencia del Bautismo. Primer carácter de diferencia. En el
Bautismo el Ministro no obra como Juez , porque la Iglesia
no exerce su jurisdicción sobre alguno , que no haya entrado
primeramente en su seno por la puerta del Bautismo. íQué
jurisdicción tengo yo , dice el Apóstol (¿) , sobre los que están
fuera de la Iglesia ? Pero no es lo mismo con los domésticos de
la fe , á quienes Jesu-Christo ha hecho una vez miembros de su
cuerpo por el agua del Bautismo. Pues respecto de estos ha que
rido , que si en lo sucesivo fueren manchados con algún pecado,
no sean lavados de nuevo , recibiendo segunda vez el Bautismo..*
sino que comparezcan como culpables en el tribunal de la Peni-
ten
ia) Sess. 6. c. 14. (jb) 1. Cor. g. i».
Tom. II. Z _
178 Instrucciones ■ • •
tencia , á fin de que puedan ser absueltos por los Sacerdotes, no
una sola vez , sino todas las veces que recurrieren á él con un
arrepentimiento sincero de sus pecados (a\
Este primer carácter de diferencia comprehende dos, que
es menester distinguir exactamente. 1.0 El Sacerdote en el
Bautismo es un puro Ministro de la misericordia de Dios
sobre el pecador : pero en la Penitencia es verdadero Juez,
y por eso la administra sentado : y el penitente comparece
ante él como criminal , y en esta qualidad se arrodilla á sus
pies ; se acusa á sí mismo : le expone , y manifiesta las co
sas mas ocultas de su corazón , y espera de su boca, como
de la de Jesu-Christo , cuyas veces hace , el juicio , ó la
sentencia que debe condenarle , ó absolverle. Tal es la su
misión y humildad con que debe comparecer el pecador,
para que conozca que es menester arrancar las raices de 1%
soberbia de donde han procedido , y dimanado todas las,
maldades que llora
2.0 El Bautismo no se puede recibir sino una vez , pero la.
Penitencia no está limitada á un cierto número de veces. El,
pecador puede ser absuelto , no una sola vez , sino todas las
veces que recurriere á este Sacramento con un sincero arrepen
timiento de sus pecados (c\ Esto dice el Concilio , y esta es
la fe de la Iglesia fundada .sobre el Evangelio : pues consta
de él , que preguntando San Pedro al Señor , si se perdo-
nr.ria al pecador hasta siete veces , le respondió su Mages-
tad : No digo hasta siete , sino hasta setenta veces siete
Segundo carácter de diferencia. El fruto del Bautismo,
dice el Concilio (e) , es distinto del de la Penitencia. Por el
Bautismo somos revestidos de Jesu-Christo , y venimos á ser en
él una criatura nueva , obteniendo un cabal y entero perdón de
todos nuestros pecados ; mas por el Sacramento de la Peniten
cia no podemos llegar á esta renovación y pureza , sino á costa
de
(e) C. a. {b) Eccles. 10. Viit. S. Dyonis, ep. ad Derooph.
(c) Sess. 14. c. a. (</) Matth. 18. Vid. S. Chrys. de Lapsis , de.
S. Anibros, de Poenicentia. (e) Ses». 14. c. a.
sgsre Et Catecismo. Parte II. 179
¿e grandes gtmidos y trabajos que la Justicia divina exige de
nosotros : de suerte que con mucha razón los Santos Padres han
llamado al Sacramento de la Penitencia , un cierto Bautismo pe
noso y laborioso. Hé aquí dos Bautismos para el perdón de
los pecados , pero con esta diferencia , que en el primero
queriendo Dios señalar sobre el pecador adulto su pura mi
sericordia , se contenta con el aborrecimiento que tiene á sus
pecados , y se los perdona todos sin reserva de culpa ni de
pena : mas en el segundo , por una conducta mezclada de
justicia y misericordia , no se reconcilia con el pecador sino
con condiciones muy duras y penosas. Quiere no solamente
que aborrezca y deteste su pecado , sino que sufra la con
fusión de acusarse de él á los pies de un hombre semejante
á él , y acaso tan gran pecador como él ; y que le castigue
en sí mismo con proporción al mal que ha hecho , y al ri
gor de las penas que merece (a).
El mismo Concilio nos da las razones de esta diversa
conducta de Dios : Parece , dice , que la justicia de Dios exi
ge que siga diferentes reglas para recibir en su gracia á los
que ántes del Bautismo han pecado por ignorancia , y á los que
después de haber sido libertados una vez de la servidumbre del
pecado y del demonio , y haber recibido el don del Espíritu
Santo , no han temido ( enormemente ingratos á los beneficios de
Dios ) profanar su templo con propósito deliberado , y contris
tar al Esptritu Santo. De otra parte conviene a la bondad dé
Dios, no dispensarnos totalmente de darle satisfacción por los
pecados que nos perdona ; no sea que tomando de aquí ocasión
para juzgarlos leves , vengamos a caer en otros mas enormes,
como para insultar y ultrajar al espíritu , amontonando asi so
bre nuestras cabezas un tesoro de ira para el dia de la ira (b).
Dos razones : la una tomada de la justicia de Dios, que exi
ge , que siendo mucho mayores los pecados que se cometen
después del Bautismo que ántes , cueste mucho mas trabajo
al pecador el conseguir el perdón de ellos , á fin de que
comprehenda mejor quán malo y amargo debe ser para él , ha
ber
(«) S. Pacían, ep. 8. {b) Sess. 14. c. 8.
Z 1
1 8o Instrucciones
ber abandonado al Señor su Dios La otra se saca de la
bondad de Dios , que hace de los rigores santos de la Pe
nitencia , no solo el remedio saludable para la satisfacción
de los pecados pasados , sino también una especie de freno,
que reprime las pasiones del hombre , y hace á los peniten
tes mas cautos , y cuidadosos para lo sucesivo , como dice
también el Concilio (b).

$. V.

De la contrición : primer acto del penitente que se requiére


como parte del Sacramento de la Penitencia.

Esta palabra contrición viene de un verbo latino que sig


nifica moler , reducir á polvo ; y la Escritura la emplea fre-
qüentemente para significar un profundo dolor que penetra
el corazón , le rompe , y despedaza. Mas el lenguage de la
Iglesia le ha consagrado para explicar el dolor que se debe
tener de los pecados personales , á fin de obtener el perdón
de ellos , tanto en el Bautismo , como en la Penitencia.
Es , pues , la contrición, según el Concilio de Trento, un
dolor del alma , y una detestación del pecado cometido , con pro
pósito de no pecar en lo sucesivo (c) : de suerte que la con
trición , como lo declara el santo Concilio , comprehende no
solamente ¡a cesación del pecado , y el propósito y principio de
uva vida nueva , sino también el aborrecimiento de la vida pa
sada , según las palabras de la Escritura : Arrojad lejos de vos
otros todas vuestras maldades , por las quales habéis que
brantado mi ley ; y haceos un corazón nuevo , y un espíritu
nuevo (rf). T ciertamente quien considerare los clamores de los
Santos : Pequé contra tí solo (e) : . hice el mal delante de tír
he desfallecido á fuerza de suspirar : he bañado todas las
noches mi lecho con mis lágrimas (/) : repasaré delante de
tí todos los años de mi vida con amargura de mi alma (g)y
y
(a) Jerem. a. 19. (h) Se«s. ia. c. 8. (c) Sess. 14. c. 4.
{dj £*.ch. 18. 31. (*) P*. 50. {/) Pí. 6. (g) Isaix 38. ig.
sobre el Catecismo. Parte II. x8t
y otras expresiones semejantes , comprehenderá falimente que
proceden de un aborrecimiento vehemente de la vida pasada , y
una fuerte detestación de los pecados {a) , la qual explicaron los
Padres por el nombre de dolor , y en este sentido decia Da
vid : ¿Hasta quándo fluctuará mi alma entre mil inquietudes y
designios , y mi corazón pasará los dias enteros en el dolor (¿)?
Y : oido ha el Señor la voz de mi llanto
Persuadámonos , pues , á lo que dice San Gregorio , que
no debemos creer que Dios nos perdona los pecados desde
que cesamos de multiplicarlos , si no nos purificamos mas,
y mas con nuestras lágrimas (d) ; así como el que dexa de
escribir, no borra por esto lo que ha escrito, aunque nada
mas escriba de nuevo. Ninguno , dice también San Agus
tín (e) , abraza una vida nueva , si no aborrece la antigua , y
se arrepiente de ella. Y mas al intento en otro lugar : No es
bastante . dice , mudar de vida , abrazar una mejor , y apar-^
tarse del mal , si no se satisface á Dios por los pecados comet i-
dos con el dolor de la penitencia , con los gemidos de una alma
humillada , con el sacrificio de un corazón contrito , y con las
limosnas (/).
Tal es en general la idea que nos dan los Padres , y
el Concilio de la contrición : apliquémonos pues á examinar
mas individualmente las dos partes que contiene: i.* el do
lor ó detestación del pecado : 2.a el propósito de mudar
de vida.
Para comprehender perfectamente quál deba ser el do
lor , y detestación del pecado , es menester explicar i.° por
qué Dios exige este dolor de los pecados cometidos : 2.0 quá-
les son los caracteres de este dolor: 3.0 quál es el origen
de este dolor , si el temor de las penas eternas , ó el amor
de Dios : -4.» quál es este amor.
¿Por

(o) Sess. 14. c. 4. (£) Ps. im. (<r) Ps. 69.


(d) L. i. Past. p. 1. admon. 3. (#) Aug. Hom. 47. nunc serm. 35». n.t»
(f) Hora. jo. c. 5. nuce strm. 351. □. 11.
iSt iNmyeeioNES

\Vor qué Dios exige de nosotros el dolor de los pecados %

Quando Dios por su infinita misericordia perdona los


pecados del hombre , le perdona también las penas eternas
que debia sufrir en la otra vida ; mas como es necesario se
gún la ley inmutable de su justicia que el pecado sea cas
tigado , exige que á lo menos en esta vida desee y procure
darle alguna satisfacción , y que este deseo y solicitud naz
can de un corazón contrito y humillado ; de un corazón
penetrado de dolor de haberle ofendido ; y de un cora
zón enteramente sumiso á su ley. Dolor saludable é infini
tamente preferible al falso gozo que gustó en el pecado , al
gozo vano y mortal que le hizo perder el mayor bien de
todos , y habiéndose disipado luego como humo , vinieron
tras de él todos los males : pero el dolor y las lágrimas
de la penitencia le reconcilian con Dios , y no solamente
serán seguidas de un gozo eterno : Felices los que lloran,
porque serán consolados eternamente (a) , sino que aun en esta
vida están acompañadas de consuelos inefables : Las lágri
mas de compunción , dice San Agustín (¿) , que se derraman en
la oración , son mas dulces que los placeres que se gustan en los
teatros.
1.° Caracteres de este dolor.

Los caracteres esenciales al dolor de contrición son cin


co , porque debe ser interior , sobrenatural , sumo , univer
sal , y acompañado de la esperanza del perdón.
i.o' Interior: porque dice el Concilio de T rento , que es
dolor del alma , y aunque debe hacerse sensible en el Sacra
mento de la Penitencia para que conozca el Sacerdote la
disposición del penitente , sin embargo es cierto que no con
siste en las lágrimas. Las lágrimas son á la verdad útiles
y buenas : San Pedro , y la Magdalena las derramaron para
exemplo nuestro $ pero no son necesarias , pues se ve que el
buen
(a) Math. $. (£) S. Aug. (a Ps. fvj, ti. 10.
sobre el Catecismo. Parte II. 183
buen Ladrón y San Pablo no las derramáron en su con
versión ; y aun se puede decir , que son una serial muy equí
voca de dolor , pues Esaú las derramó en abundancia , sin
estar por eso penetrado de un verdadero arrepentimiento.
Ni consiste tampoco en leer , ó pronunciar actos de con
trición , ú otras oraciones : estos actos son muy buenos en
sí mismos , pero no son necesarios , supuesto que la Magda
lena no habló palabra á los pies de Jesu-Christo , y no
obstante su conversión fué prodigiosa, Y además son también
como las lágrimas , y aun mas que las lágrimas , señales
equívocas de contrición , pues Antioco y otros los han pro
nunciado sin haberse convertido.
Ni consiste en darse golpes de pecho , y tener un exte
rior humillado y abatido. Esto puede ser bueno y útil : pues
el Evangelio nos representa al Publicano de la parábola dán
dose golpes de pecho , y lo mismo hicieron el Centurión , y
los otros que se convirtieron en la muerte de Christo • mas
ni aun esto es absolutamente necesario , porque no se dice
que lo hayan hecho los Judíos que se compungieron de
corazón en la primera predicación de San Pedro ; y de otra
parte la experiencia de todos los dias nos hace ver que
semejantes demostraciones no son señales ciertas de dolor.
Ni finalmente consiste en que el espíritu y la imagi
nación se turben á vista de los pecados que se han co
metido. A la verdad es muy útil el considerarla*, turbar
se á vista de ellos , y concebir , que nada merece mas el ser
aborrecido y detestado ; pero el considerar los pecados, no
es aborrecerlos , el concebir que son detestables no es de
testarlos.
El dolor de los pecados que Dios exige de nosotros es
dolor del corazón ; es un arrepentimiento que le aflige ; le
rompe , y despedaza : Romped vuestros corazones , decia el
Profeta Joel (a). Vosotros hallareis , dice Moyses (/»), á vues
tro Dios , si le buscareis con todo vuestro corazón , y con toda
U
{a) Joel a. 13. (¿) Deutcron. 4. ao.
184 Instrucciones
la amargura de vuestra alma. Tal ha sido el dolor de Da
vid , de San Pedro , y de todos los verdaderos penitentes:
su corazón estaba afligido' , contrito y humillado. El corazón
es el principio del pecado , porque del corazón salen los ma
los pensamientos , los homicidios , adulterios &c. (a). En el
corazón , pues , esto es , en la voluntad debe estar el dolor,
y la detestación del pecado ; y sin esto todas las señales
exteriores del mas vivo dolor son nada delante de Dios. Pe
ro un corazón bien penetrado de dolor no dexará de pro
ducirse ácia fuera por un conjunto de señales claras que
le manifiesten.
II. El dolor debe ser sobrenatural en su principio , y mo
tivos : debe ser excitado por el Espíritu Santo , y conce
bido por motivos sobrenaturales y divinos. Todo lo que se
hace por miras humanas puede ser sugerido por la natu
raleza , ó la concupiscencia. Tal seria el pesar que tendría
un hombre de haber vivido en el desórden , por verse des
honrado , ó arruinado. Tal fué el dolor de Saúl , y Anüo-
co (b). Mas quando el dolor es concebido porque el pecado
ofende y desagrada soberanamente á un Dios infinitamente
bueno ; porque destierra de nuestro corazón al Espíritu
Santo , y nos hace reos de la mas horrible ingratitud ; sien
do sobrenaturales estos motivos , lo es también el dolor,
y precisamente tiene por principio y autor al Espíritu de
Dios. i .
III. El dolor debe también ser sumo , esto es , el mayor
que se pueda concebir y tener : i.° porque así como Dios
debe ser amado sobre todas las cosas , así debe ser sobre
todo aborrecido el pecado que nos aparta de Dios , y nos
hace enemigos suyos. Sobre lo qual es digno de observarse,
que en las sagradas Escrituras , de una misma manera se
habla de la caridad , que de la contrición : pues de la ca
ridad se dice : Amarás á tu Dios y Señor de todo tu cora
zón (c~) : el que ama á su padre , ó madre mas que á mí , no
es
(•) Matth. 15. 19. (i>) I. Rttg, 15. (c) Matth. a a.
sobre el Catecismo. Parte II. 185
es digno de mí (a) : el que quisiere salvar su vida , perderla)
ha (b). Y por lo que toca á la contrición , clama el Señor por
el Profeta : Convertios á mí con todo vuestro corazón (f) ; y :
me buscareis , y me hallaréis , quando me buscareis con todo
vuestro corazón (d). a.° Porque el dolor debe ser proporcio
nado al bien que nos hace perder el pecado , y á la infe
licidad en que nos precipita. Pero el pecado es el mayor mal
de todos , ó para hablar mas exactamente , es el solo mal,
porque nos hace perder el soberano Bien , el bien único que
es Dios. ¿Quán vivo, pues, deberá ser el dolor de una al
ma, que ha perdido por el pecado á Dios , y su gracia?
Solo el alma , dice un Profeta (e) , que está penetrada de do
lor y tristeza , á causa de la grandeza del mal que ha hecho,
que anda inclinada y abatida , cuyos ojos han caido en la lan
guidez y desfallecimiento : solo ella da gloria y justicia al Se
ñor. O , y qué cierto es , que así como no se señala tér
mino ni modo para amar á Dios , porque la tasa en amar á
Dios , dice San Bernardo (/), es amarle sin tasa, así tampoco
se han de poner límites al aborrecimiento del pecado que
nos hace perder este bien infinito y soberano, á quien nunca
podemos amar bastante, esto es , que no podemos decir que
basta en su amor.
Mas si esto es así , dirá alguno , no hay penitente que
tenga el dolor que debe tener de sus pecados. Porque ¿quál
es el hombre que se aflija mas por haber ofendido á Dios,
que por haber perdido sus bienes, ó la persona á quien
mas ama ? Respondo , que el dolor de la penitencia no es
necesario que sea sensible , sino espiritual ó del alma , como
dice el Concilio , y así no se debe juzgar de su grandeza
por la impresión que hace en los sentidos , sino por los sen
timientos del alma , y la disposición de la voluntad. Se pue
den dar exteriormente señales de grande dolor , sin estar afli
gido en el alma , 6 no estarlo sino superficialmente y por
algunos momentos. Se llora en el teatro , sin estar íntimamen-
t<
f<i) Matth 10. (b) Marc. 8. (c) Joel ».
(d) Jereai. t¡>. («j Bdiuch. s. 18. (/') De dilig. Deo , c. 1.
Tom. II. Aa
1 86 . Instrucciones
te penetrado de dolor. Se llora amargamente la muerte de
padre , ó del amigo , y muchas veces este dolor es superfi
cial y pasagero. Acab no estaba realmente arrepentido de
sus pecados (a) , quando se humillaba delante de Dios , cu
bría su cuerpo con el cilicio , ayunaba , dormía con el saco,
y andaba con la cabeza baxa. Al contrario , puede estar el
corazón penetrado de dolor , y no producirse ácia fuera con
demostraciones sensibles. Un padre que pierde á su hijo úni
co en quien fundaba grandes esperanzas , no llora todos los
dias , pero el sentimiento no se aparta de su alma en toda
la vida. Y si dentro de quince ó veinte años después de
muerto su amado hijo , se le propusiese de parte de Dios,
que su hijo volvería á vivir , pero baxo condiciones muy
duras y penosas , sin duda que las aceptaría con gozo.
El dolor que Dios pide del penitente consiste esencial
mente en un sincero arrepentimiento de la voluntad , que
hace que se aborrezca ya lo que antes se amaba , que se de
teste como el mayor mal el placer que se tuvo en el peca
do , que no se piense en él sino con horror, y que esté dis
puesto á sufrirlo todo para expiar su infidelidad é ingra
titud. Pero este dolor puede ser muy real y verdadero,
aunque no mueva á los sentidos , y puede , como se ha di
cho , durar hasta la muerte , permaneciendo encerrado en el
corazón , sin dexarse percibir de otra suerte , que por las
obras , que son su efecto, y su verdadera prueba.
Sin embargo , debemos confesar de buena fe , que ordi
nariamente el dolor de nuestros pecados es tan poco sensi
ble en nosotros por defecto nuestro , porque esto proviene
de la languidez, é imperfección de nuestra fe. Los males sen
sibles y temporales hacen mucha impresión en nosotros ; pero
los males espirituales , y que tienen conseqüencias que de
ben durar por toda la eternidad , no nos mueven casi nada.
¿Y en qué consiste esta diferencia , sino en que los males
temporales hieren los sentidos , y se perciben con claridad
y viveza , y por el contrario no concebimos sino débilmente
U
(fi 3. Reg. 11. 1.7. Se 19.
sobre el Catecismo. Parte II. 187
la enormidad del pecado , y tenemos poca ¡dea de la san
tidad de Dios , y la ingratitud del hombre ? Ah ! si conci
biéramos estos objetos según los representa la fe , nosotros
pareceríamos muy de distinta manera afligidos por nuestros
pecados , porque lo seriamos en efecto. Así , aunque no hay*
derecho para juzgar mal del dolor de un penitente , abso
lutamente hablando , por la sola razón de que no es sensi
ble ; es verdad no obstante , que debe ser para nosotros un
gran motivo de confusión , de llanto , de humillación y te
mor , el que los menores males de la vida nos hieran mas
sensiblemente que el mayor de todos , que es el pecado:
porque esto es senil de que tenemos poca fe , y tal vez nin
guna caridad : y en este sentido podemos decir con San Agus
tín : No hay entrañas en nosotros de caridad si lloramos el
cuerpo del amigo que perdió el alma , y no lloramos á nuestra
propia alma que perdió á Dios (a).
4.0 Universal : esto es , el dolor debe extenderse á todos
los pecados sin excepción , ni reserva de alguno. Arrojad le
jos de vosotros (<!>) , dice Dios en Ezequiel , todas vuestras mal
dades , con las quales habéis quebrantado mi ley , y haceos
un corazón nuevo , y un espíritu nuevo. Y en el mismo Pro
feta leemos también : Si el malo hiciere penitencia de todos
sus pecados , vivirá ciertamente (c). Esto mismo quiso signi
ficar Ezequías , diciendo : Revolveré, Señor , en mi memoria
delante de tí todos los años de mi vida con amargura de mi al
ma (d). Es menester, pues, que el pecador, comoidice San Agus
tín (f) , considere la calidad de su delito , en el lugar , en el
tiempo , en la variedad , y en la persona ; porque así como
qualquiera que guardare toda la ley , si ofendiere en uno , se
hace reo de todos (/) , así el que aborrece sus pecados , si
dexa de dolerse de alguno de ellos-, es como si no se do
liera de ninguno , porque no es sincero su dolor. El que
detesta sinceramente sus pecados , los detesta todos sin de-
xar alguno , porque cada uno de ellos es verdaderamente una
in-
(a) Sertn. 41. de Sanct. (¿) Ezech. 18. 31. (c) Ezech. 18.
(¿) Iuiae 38. (?) Dist. 5. de Pcenit. cap. ConsiJeret. (/) Jacob, a.
Aa 2
1 88 Instrucciones
injuria hecha á Dios. Y aunque en algunos casos es bastante
el detestar en general todos los pecados para convertirse sin
dilación á Dios , pero ha de ser con ánimo de traerlos á la
memoria , y detestarlos en particular en mejor ocasión si pu
diere. Y entonces se debe esperar con confianza el perdón
de la suma bondad de Dios , pues él nos ha dicho: La mal
dad del impío no le dañará , siempre y quando se convirtiere
;de su impiedad (a).
Todo esto es cierto , y lo confiesa todo el mundo : mas
sin embargo se encuentran muchos entre los que testifican
ser verdaderos penitentes, y hacen buenas obras exterio
res , cuya penitencia es defectuosa , porque no cuidaron con
la diligencia posible de aplicar su dolor á los pecados en
particular. Se cree haberlos desarraygado todos , y no obs
tante hay alguno que vive aun en el corazón, y que crece
á la sombra de las buenas obras exteriores , y de una vida
arreglada y edificante : y es , ó un secreto orgullo que se
prefiere á todos , ó una vanidad que busca en todss Jas co
sas la estimación de los hombres , ó en fin alguna pasión
que esclaviza el corazón , pero cuyas cadenas son tan deli
cadas , que vienen á ser imperceptibles , si no se tiene es
pecial cuidado de conocerlas.
¿& En fin , el dolor de^be estar acompañado de la esperan
za del perdón , y de una firme confianza en la misericor
dia de Dios , como lo testifica el Concilio de Trento por es
tas palabras : Así finalmente prepara ( este dolor ) para el
perdón de los pecados , si viene acompañado de la esperanza en
la divina misericordia (6). Sin esto el arrepentimiento con
duciría al pecador á la desesperación , como lo prueba el
exemplo de Judas. Este infeliz hombre veia toda la perfi
dia de su traición , y el suplicio que merecía ; pero no veia
la misericordia infinita de aquel á quien había entregado á
los Judíos : así no habiendo sido dulcificada y moderada la
violencia de su arrepentimiento , por el consuelo que da la
esperanza de conseguir el perdón , le precipitó en la perdi
ción eterna , por una desesperación horrible.
• >Del
(«) Ezecb. 13. (b) Sess. 14. c. 4.
sobre el Catecismo. Parte II. t $9

3.0 Del temor de las penas del Infierno , y del dolor concebido
1 por este solo motivo.

Todo quanto podemos decir del temor de las penas eter


nas se puede reducir á estas tres verdades, i.» El temor de
las pen:¿s eternas es bueno y laudable. 2.a Es útil. 3.a Es por
sí solo insuficiente paia recibir el Sacramento de la Peni
tencia.
Primera verdad.
El temor de las penas del infierno es bueno y laudable:
y el mismo Jesu-Christo exhorta á él á sus Discípulos. Des
pués de haberles dicho que tendrían que sufrir á exemplo
suyo muchas persecuciones de parte de los hombres , á quie
nes debían predicar la verdad , anadió : No temáis á aque
llos que matan el cuerpo , pero no pueden matar el alma , sirio
temed mas bien i aquel que puede perder en el Infierno al alma,
y al cuerpo. Si , yo os lo digo , temed á éste (a). Ved ahí
dos temores : el uno de los males temporales que pueden venir
de parte de los hombres ; y el otro de las penas eternas con
que castigará Dios á los que no le fueren fieles : y de es
tos dos temores Jesu-Christo excluye el uno, y manda el otro.
No quiere que sus Discípulos teman los males de la vida
presente , ni aun la misma muerte , quando se trata de cum
plir con su deber : y al contrario les manda temer las penas
de la otra vida. Luego este temor lejos de ser malo es muy
laudable por sí misrao. Y por esto dice San Agustín : Temed
el Infierno , nada hay que debáis temer con mas razón , nada
que debáis temer mas.
Segunda verdad.
El temor de las penas del Infierno es útil para pre
parar el corazón á la caridad , y para conservar la caridad
en el corazón. Prepara al pecador á la caridad. Porque
quando este temor llega á turbar su corazón , sofoca , por
decirlo así , su inclinación al placer criminal que hallaba
eu
(a) Match. 10. a8. Lucse 13. 4. & g. * ■
190 Instrucciones
en el pecado ; detiene su mano , esto es , la acción exterior
que la Ley prohibe ; reprime el fuego de sus pasiones ; de
bilita poco á poco la mala costumbre , y le conduce á la
práctica de las buenas obras ; le hace mas dócil á la vo»
de Dios, y le dispone así á recibir las impresiones de su amor.
Entrando el temor en nuestro corazón , dice San Agustín (a),
detiene en él el curso de las acciones criminales , y prepara el
lugar á la caridad. Y por tanto el mismo Santo exhorta al
pecador á obrar el bien por el temor del castigo , sí no puede
hacerlo aun por el amor á la justicia. Hazlo , hazlo , dice,
por el temor de la pena , si todavía no puedes hacerlo por el
amor de la justicia (b) , porque temiendo la pena , se llega
á amar la justicia. \Aun no puedes , añade , amar la justiciad
Pues teme la pena , para que llegues a amar la justicia. Y tan
persuadido estaba de la utilidad de este temor , que asegu
ra , que si el hombre no empieza á honrar á Dios por el te
mor , nunca llegará á amarle (f) , en lo quttV-significa , que
el temor es el camino ordinario por donde conduce Dios a/
pecador para que llegue á amarle ; y por lo mismo el Con
cilio de Trento coloca el temor de la divina justicia entre
las disposiciones que preparan al pecador pará la justifi
cación. '
Es también muy útil este temor para conservar la ca
ridad en el corazón del justo. Porque si bien es verdad que
el temor en quanto servil no es compatible , según Santo
Tomas con la caridad y estado de justicia , ya por el prin
cipio de que proviene , que es el amor al propio bien , ya
también por el fin principal á que se ordena, pues, como
dice el mismo Santo (d) , mira principalmente á la pena : sin
embargo este mismo temor en quanto ci su substancia, por
usar de la expresión del mismo Angélico Doctor , esto es,
según que precisamente es temor de la pena , permanece junto
con el amor casto y filial , y le sirve al justo de un gran
socorro , mayormente en las tentaciones graves y violen
tas,
(o) Ep. 140. n. 18. (b) Serra. 157. de Verb. Apost, a. 14.
(c) la P*. 149. a. 15. {d) %, a. q. 19. a. 6. & 8.
sobre el Catecismo. Parte II. 191
tas, para sostenerse, y afianzarse en el amor de Dios, á
quien últimamente lo ordena todo. Porque supongamos á un
justo violentamente tentado. Su espíritu ofuscado entónces
con el humo de las pasiones , depende mucho de la carne y
de las implosiones de los sentidos, y es de temer que se.
rinda y se precipite con ella , si no le sostiene y anima con
alguna cosa que le hiera vivamente , y tenga mucha pro
porción con la naturaleza del hombre y sus necesidades, para
lo qual nada es mas proporcionado que el temor del fuego
eterno. El pensamiento solo de este suplicio la horroriza , y
el temor que le tiene e> como un aguijón que la aviva y esfuer
za al combate. ¡O y quántas veces necesitamos nosotros echar
mano de estas armas para conservarnos en la amistad de
Dios!
Tercera verdad»,
El temor de las penas del infierno por sí solo, ó el
dolor de los pecados concebido por este solo motivo, no es-
suficiente para recibir el Sacramento de la Penitencia , si no
se le añade algún amor de Dios. 1.0 Porque la contrición
necesaria para recibir el Sacramento de la Penitencia , es de
la misma naturaleza que la que prepara á los adultos para
recibir el Bautismo , como lo enseña formalmente el Conci
lio de Trento ; pues habiendo definido la contrición , que
obtiene el primer lugar entre los actos del penitente , diciendo:
que es un dolor y detestación del pecado , con propósito de no
pecar mas en adelante , añade después : este movimiento de
contrición ha. sido necesario en todos tiempos para conseguir el
perdón de los pecados (a). Luego antes , y después del Bau
tismo era necesario el mismo dolor , y por consiguiente el
mismo principio de dolor. Pero el Concilio decide claramen
te , que para conseguir el perdón de los pecados en el Bau
tismo , es necesario amar á Dios como fuente y origen de toda
justicia , y moverse de aquí á aborrecer y detestar ios pecados:
lo qual fué expresamente añadido , dice el Cardenal Pala-
vicino (b) , porque si la penitencia naciese toda del temor de la
fe-
tfl) Sess. 14. c. 1.&4. &.ess. 6. e. 6. (¿) Hist. Conc. Trid.lib.8. c.13
191 .r Instruccionés
pena sin el amor de la justicia , y el do'or friese concebido so~>
lamente por la pena , y no por la ofensa de Dios , seria infruc
tuosa. Y en efecto , solo el aborrecimiento del pecado , dice
San Agustín («) , y el amor de Dios hacen cierta la penitencia^
y sin el amor no hay justificación. Es pues necesario que el
pecador empiece á amar á Dios como á fuente de toda jus
ticia , para obtener el perdón de los pecados en el Sacramen
to de la Penitencia.
2.° Así como el que ha hurtado alguna cosa de valor
que llegue á materia grave , no puede ser absuelto, ni jus
tificado delante de Dios , si pudiendo , no restituye al pró
ximo lo que le ha quitado ; así también estamos obligados*
nosotros á dar á Dios nuestro corazón , y restituirle el im
perio absoluto que debe tener en él. Porque no puede haber
hurto mas injusto é injurioso , que desterrarle , por decirlo
ásí , de nuestro corazón, que por tantos títulos le pertene
ce, para hacer que reyne en él la criatura. Mas esta inju
ria no se repara sino por el amor , y convirtiéndonos á Dios
como á nuestro último fin.
3.0 Aun quando la opinión de la pura atrición tuviera
á su favor muchas y eficaces razones , y la mayor parte de
los hombres se declarase ' por> ella , es sin duda bastante el
que sea incierta , para concluir de aqüí , que ningún hombre
prudente puede hacer uso de ella para recibir el Sacramento
de la Penitencia : porque la incertidumbre de esta opinión
hace que acercándose al Sacramento con la sola atrición que
nace del temor de las penas, pudiendo llevar otra disposi
ción mas segura qual es la del amor , se ponga á peligro
de hacer inútil el Sacramento , y comulgar después indigna
mente. Y á la verdad , confesando los defensores mismos de
la pura atrición, que el Sacerdote no puede servirse de una
opinión incierta , dexando otra mas segura , en la adminis
tración de los Sacramentos , sin faltar á la caridad , porque
se expondria á privar del fruto del Sacramento á los que le
re-
(/fl Apud Atig. iri Append. serna. 117. al. 7. de tetnp. Vid. ep. 144.
nunc 145. ad. Aiust. á. 4. & S. Greg. Mag. 1. 1. Moral, c. »é.
sobre el Catecismo. Parte II. 193
recibían , si esta opinión era falsa : yo no sé porque la ca
ridad , que cada uno se debe á sí mismo podrá permitir que
nos contentemos con la pura atrición , poniéndonos á peligro
de privarnos del fruto del Sacramento.
Aun mas : los Autores que sostienen la pura atrición,
confiesan no obstante que en el artículo de la muerte no se
debe contentar el pecador con la atrición , que proviene sol»
del temor de las penas del infierno para recibir el Sacra
mento de la penitencia ; pues lo mismo deberían concluir,
para recibirle en qualquiera tiempo de la vida ; supuesto que
en todos obliga ia caridad á no exponerse á hacer el Sacra
mento nulo , y privarse del fruto que podría recibir de él.
Pero se dice : que el Concilio de Trento hablando de
la contrición imperfecta que se llama atrición , porque co
munmente se concibe por la consideración de la fealdad del
pecado , y el temor del infierno y sus penas eternas , de
clara , que si excluye la voluntad de pecar con esperanza de
perdón , no solamente no hace al hombre hipócrita y mas peca
dor , sino que es un don de Dios , y un impulso del Espíritu
Santo ( el qual & la verdad no habita aun en él , sino que le
mueve solamente ) con cuyo socorro se prepara el camino á la jus
ticia. T aunque esta contrición no pueda por sí misma condu
cir al pecador á la justificación , le dispone no obstante para
recibir la gracia de Dios en ei Sacramento de la Penitencia (a):
luego es bastante para recibir este Sacramento.
Respondo i° : que lejos de inferirse esta conseqüencin,
habiendo avanzado un Autor esta proposición : El Concíli»
de Trento ha decidido expresamente , que la atrición que no da
la vida al alma , y se supone estar sin amor de Dios , es bas
tante para recibir la absolución , el Clero de Francia congre
gado en el año de 1 700 la condenó como falsa , temeraria,
contraria al Concilio de Trento , é inductiva á error. Y
ciertamente habiendo definido el Concilio , que la contrición
que ha sido necesaria en todos tiempos para obtener el per-
don de los pecados, y por consiguiente tanto por el Bau-

(a) Sess. 14. c. 4.


Tom. II. Bb
194 Instrucciones •. « .
tismo, como por la Penitencia , es un dolor y detestación
que nace del amor de Dios como .fuente de toda justicia (a) :
$cómo podría declarar al mismo tiempo que la atrición sin
amor es bastante para recibir la absolución ?
2.° Para quitar toda apariencia de contradicción, es me
nester decir , que el, Concilio no tuvo intención de estable
cer , que la atrición concebida por el solo temor de las pe
nas del infierno , dispone suficientemente al pecador para re>
cibir la gracia de Dios, en el Sacramento de la Penitencia:
antes bien para que no se le atribuyese este pensamiento,
habiendo sido formado el expresado decreto en términos que
significaban que la pura atrición basta para .recibir la gra
cia del Sacramento , de consejo de algunos Obispos se borró
la expresión basta , antes que fuese llevado á la sesión, y
se puso en su lugar la palabra dispone , que es bien diferen
te, porque no todo lo que dispone, basta, supuesto que
hay disposiciones próximas y remotas , perfectas é imper
fectas , y aunque las primeras son suficientes,' no. lo son las
segundas. Pero si el Concilio hubiera querido decidir , que
la pura atrición es disposición próxima y perfecta , la sobre
dicha substitución de expresiones hubiera sido enteramente
superflua.

4.0 Quál sea el amor que obra en el pecador el dolor que debe
tener de sus pecados para recibir la Penitencia*

El Concilio exige expresamente , como hemos visto , que


el pecador comience á amar á Dios como fuente de toda justt-r
cia ; y así para saber quál es el amor que obra en el pe
cador el saludable dolor de sus pecados , no es menester mas
que declarar esta idea que nos da el Concilio , examinando
1 .0 lo que es amar á Dios como fuente de toda justicia :
a.° los diversos grados de este amor.
i.° A poco que se reflexione sobre la idea que la Escri
tura nos da de Dios , y de sus perfecciones , se compre-
hen-
(«) Sess. 6. c. 6.
sobre ei, Catecismo. Parte. II. 19 y
henderá fácilmente lo que entiende el Concilio por el amor
de Dios como fuente de toda justicia , ó como San Agustín
se explica comunmente por el amor de la justicia. Dios es el
origen -de toda justiciales lá justicia' misma : la rectitud
esencial y subsistente : su voluntad es la ley eterna , sobe
rana y universal, y la regla invariable de nuestras accio
nes. Nada es justo sino lo que se hace , ó se omite conforme
á esta regla : todo lo que se aparta de ella es injusto y des
ordenado. El hombre es justo, quando su voluntad es con
forme á la de Dios; y es injusto quaqdo ama lo que la ley
eterna condena , ó rehusa hacer lo que esta ley prescribe.
Pero esta justicia y rectitud no provienen del hombre , sino
que son una emanación del origen de toda justicia que es
Dios ; de suerte que el hombre es justo , porque Dios le co~
munica su justicia rectificando su voluntad y haciéndola
Gonforme á lá, suya. Así amar á Dios como fuente de toda. *■
justicia , ó: amar la -justicia , es amar la ley eterna , ó la
voluntad de Dios como regla de nuestras acciones : es amar
la justicia de esta voluntad , y la rectitud inflexible de esta
regia; es desear .conformarse engodo con la voluntad de
Dios, y "Unirse á Dios por medio de .la comunicación de su
justicia y santidad* ■->'■■. > „ v-. ( - >
- a.° Pero no todos los que aman á Dios le aman igual
mente , porque hay en el amor santo diferentes grados,
que se harán inteligibles, por medio de esta comparación.
Supongamos un padre ;de. familias que tiene quatro hijos. El
primero es un hijo desnaturalizado y libertino que no ama,
ni teme á su padre. Él' segundo tiene corazón de esclavo que
no ama , pero teme el castigo , y este temor le contiene y
hace obediente á las órdenes del padre. El tercero , ama sin
ceramente á su padre , mas este amor es imperfecto y dé-;
bil, y necesita del . socorro del temor para preferir la vo
luntad de su padre en todas las ocasiones ; porque en cier
tos encuentros , especialmente quando se halla acometido de
alguna violenta pasión , se le vé ceder si no llama á su so
corro el temor de la ira del padre , pues su amor es muy
débil para' resistir por sí solo á la violencia- de la pasión. El
Bb 2 quar-
196 .*■ Instrucciones ■ ■ . • -
quarto ama perfectamente á su padre, y se puede decir que
nada ama sino á él , ó por él , y todo lo demás le es de
suyo indiferente, porque solo desea tenerle contento, y darle
á cada instante nuevas pruebas de su inviolable amor.
La aplicación de esta comparación no puede ser mas fá
cil. Hay en la familia del Padre celestial , que es la Iglesia,
algunos pecadores impenitentes y endurecidos que no tienen
amor , ni temor de Dios. Otros atemorizados con la consi
deración de los suplicios eternos, que la fe les presenta , re
nuncian al pecado, y proponen una vida nueva ; pero tienen
corazón de esclavos , y no aman. En otros este temor se halla
acompañado de un amor sincero á Dios, que aunque imper
fecto , es mas fuerte que el de la criatura , y por esto se
puede llamar de preferencia. Mas si prefieren la voluntad de
Dios á rodas: las cosas , si andan en el camino de los man
damientos del Señor , es á costa de muchos esfuerzos y tra
bajos , y para no ceder á los ataques de ios enemigos de su
salud , necesitan excitarse , y animarse al combate por el te
mor de las pefous eternas. Los últimos son los que están po
seídos de la caridad perfecta' (digo perfecta, según que puede
serlo en la vida presente*)^ nada aman sino eri Dios y por
Dios ; corren con ardor por el camino estrecho que coa
duce á la vida', y se alegran , como ei Apóstol , en las tri
bulaciones y trabajos. Y de esta caridad dice ei Apóstol
San Juan , que dea¡erra el temor y es decir , que el temor de
esclavos no puede subsistir con la caridad , que el Santo
llama perfecta , porque el esclavo no ama , sino teme , y el
que posee la caridad , obra principalmente por amor , de
suerte que al paso que crece la caridad , dice San Agus
tín [a) , se disminuye el temor de la pena por dos razones:
la primera porque el yue ama mas á Dios (¿) , atiende menos
mI propio bien , á quien se opone la pena : y la segunda por
gue el que está mas unido á Dios , confia mas del premio , y por
sonsiguiente teme menos el castigo , y tanto podría crecer y
per-

(a) S. Aug. snp. ep. 1. Joan, (b) Div. Tb. a. a. q. ip. a. 10.
sobre Et Catecismo. Parte II. 197
perfeccionarse la caridad , que todo lo hiciese por amor, y
nada por el temor de la pena.
Lo mismo que acabamos de decir de los diferentes fieles
que la Iglesia abraza en su seno , se puede verificar de uno
solo , pues un mismo Christiano puede pasar en distintos
tiempos por todos estos estados. Después de haber vivido en
el olvido de Dios , puede turbarse saludablemente por el
temor de sus juicios ; luego empezar á amar al Señor como
á fuente de toda justicia ; y en fin puede crecer este amor
en él de suerte , que se apodere de su corazón , y reyne en
él tan absolutamente , que le desprenda de todo , y le haga
indiferente para todo lo que no es su Dios.
Ved ahí pues dos diferentes grados de amor que en
substancia son un mismo amor, y solo se distinguen entre
sí por su mayor ó menor perfección. De manera que así co
mo un hombre en la infancia , en la adolescencia , y en la
vejez es un mismo hombre , sin otra diferencia que los dir-
versos grados de fuerza y corpulencia propios de estas tres
edades ; así también el amor perfecto que anima la contri
ción , no es de distinta especie que el amor imperfecto, que
anima la atrición , sino un mismo amor de caridad mas fuer
te , y mas perfecto en la una , y ménos en la otra. Y dé
aquí se entiende fácilmente en qué consisten , y quáles sean
Los efectos propios de la contrición perfecta , é imperfecta,
que se llama atrición» , ..
La contrición perfecta es un dolor , y detestación del
pecado cometido por ser ofensa de Dios , y proviene de una
caridad ardiente, 6 amor perfecto de la justicia, que ocu
pando todo el corazón del hombre le somete plenamente á
Dios , y le hace superior á todas las cosas del mundo. Esta
contrición , dice el Concilio de Trento , reconcilia al hombre
con Dios ántes de recibir actualmente el Sacramento de la Pe
nitencia. Mas no obstante no se debe atribuir la reconciliación
á sola la contrición independientemente de la voluntad de reci-
iir el Sacramento , la qual está contenida en ella (a). El pe-
ni-
(«) Sea. 14. e. 4. ,. . *
198 Instrucciones
nitente , pues , es reconciliado por la contrición en la quaí
se contiene el deseo de recibir el Sacramento , porque el
Espíritu Santo toma posesión de su corazón, y comienza i
habitar y reynar en él por el amor perfecto que anima su
arrepentimiento ; y la divina misericordia le aplica antici
padamente el efecto del Sacramento , que es la reconcilia
ción ; pues siendo templo del Espíritu Santo, no puede vivir
al mismo tiempo en el pecado. Y este es el efecto propio de
la contrición perfecta.
La contrición imperfecta , ó atrición es de dos maneras
servil, 6 filial, no perfectamente filial, sino incipiente, 6
inicial , según la expresión de Santo Tomas ; y estas dos
atriciones pueden considerarse como grados diversos de una
misma atrición. La atrición empieza , 6 como habla el Con
cilio , es concebida por el- temor de las penas del infierno , es
decir , por la saludable turbación que excita en el alma del
pecador la consideración de los suplicios eternos que la fe
le muestra , ó por la consideración de la fealdad del pecado • y
de aquí se resuelve á mudar de vida : y este es el primer'
grado de atrición , ó la atrición puramente servil. Animado
después el pecador pór la confianza en la misericordia de
Dios, empieza á amarle como á fuente de toda justicia, y
este amor perfecciona , y anima al temor de las penas eter
nas , el qual subsiste con él en quanto á la substancia , pero
ya no es puramente servil , porque está junto con el amor,
6 cari-dad imperfecta y y~ para distinguirle le llama Santo
Tomas temor inicial, porque conviene , dice, á los que em
piezan á amar á Dios , y no tienen aun el temor filial perfecto,
por no haber llegado á la perfección de la caridad : y así el temor
inicial , y filial se distinguen entre si , no en quanto á su espe
cie , sino en- quanto a - su estado , lo mismo que' la caridad per
fecta , i imperfecta , que en sí envuelven (o) , pues el que
teme, no es aun-perfecto en la caridad , como dice San. Juan
Así que el temor inicial, ó el qué está juntó con la cari
dad imperfecta -, es aquel por el qual se convierte tío solo por-
el
(a) D. Thom. «. 1. q 19. a. g. c. & 8. ad 1. (¿) I. Joan. 4. -<>■
sobre el Catecismo. Parte II. 1 99
el amor de la justicia , sino también por el temor de la pena (a):
y esta es la atrición que decimos ser necesaria para recibir
la gracia del Sacramento de la Penitencia.
De lo dicho se infiere , que lo que da el alma y la vida,
por decirlo así , á esta atrición es el amor de Dios , amor
no perfecto , pero ciertamente de preferencia , esto es , por el
qual se prefiere á Dios á todas las cosas. Porque el dolor
de los pecados debe ser universal , sin excepción , ni reserva,
y por tanto excluye necesariamente la voluntad de prefe
rir alguna cosa á Dios , lo qual seria un pecado mortal:
luego el amor de que procede este dolor es superior á todas
las cosas.
Sin embargo , esta atrición no puede por sí misma justificar
el pecador sin el Sacramento de la Penitencia , y solo le pre
para suficientemente para recibir en el Sacramento la gracia de
Dios, que debe reconciliarle plenamente, arraygarle en la ca
ridad, y hacerle templo del Espíritu Santo. Porque la re
conciliación solo está anexa á la caridad perfecta.

2.° Del propósito de la enmienda.

La contrición , sea perfecta , sea imperfecta comprehen-


de esencialmente el propósito y caución de no pecar en lo
venidero. Si el impío , dice Dios por el Profeta Ezequiel,
hiciere penitencia de todos los pecados que cometió , y guardare
todos mis mandamientos , y obrare según la equidad y justicia,
vivirá ciertamente , y no morirá : no volveré á acordarme de
todas las maldades que hizo Y poco después : Quando se
apartare el impío de la maldad que cometió , y obrare según
la equidad y justicia , él mismo dará la vida á su alma. Y últi
mamente añade : Convertios , y haced penitencia de todas vues
tras maldades , y la maldad no será causa de vuestra ruina.
Arrojad de vosotros todas las prevaricaciones de que os habéis
hecho culpables , y haceos un corazón nuevo , y un espíritu nuevo.
JuO mismo ordenó Christo Señor nuestro á aquella muger que
ha
to) Loe. cit. a. 2. c. & 8. ad 1. (i) Eaech. 18.
aoo Instrucciones
había sido cogida en adulterio : Vete en paz, la dixo,j> no
vuelvas ó pecar (a). Y al paralítico , á quien había curado
junto á la probática piscina , le dixo igualmente : Mira que
ya estas sano , no quieras ya pecar (b). El pecador, pues, no
puede obtener de la misericordia de Dios el perdón de los
pecados , si no está en la disposición que explica David por
estas palabras : He jurado , y resuelto guardar los mandamien
tos de vuestra justicia (c). Y por esto San Gregorio difine así
la penitencia : Hacer penitencia es llorar los pecados pasados,
y no cometer otros que merezcan ser llorados (/). Y San Ambro
sio dice : que el que hace penitencia debe no solamente llorar
su pecado , sino también cubrir y borrar los pecados pasados por
medio de las buenas obras (e). Pero esta resolución de no pe
car mas en adelante debe ser firme y eficaz , y no se ha de
confundir con aquellos propósitos pasageros y superficiales,
que se hacen en el momento de dexar el pecado , y se que
brantan en la primera ocasión que se presenta , porque no
tenían raices en el corazón : muy propios de aquellos que
no creen sino hasta cierto tiempo , y en viniendo la tentación se
apartan (/). Semejantes propósitos ni provienen del amor de
Dios , ni de un verdadero dolor de sus pecados. No provie
nen del amor de Dios , porque es imposible amar verdadera
mente á Dios sobre todas las cosas , y no desear eficazmente
y de corazón apartarse de todo aquello que puede separar
nos de él. Ni tampoco pueden provenir de un verdadero do
lor de haber pecado ; porque este dolor trae consigo un sin
cero deseo de la reconciliación ; y si el que quiere recon
ciliarse con un amigo á quien hizo alguna injuria , debe do
lerse de haberle injuriado , y precaverse de ofenderle mas
en lo sucesivo } ¿quánto mas deberemos proponer de todo
corazón no ofender mas á Dios en adelante , si deseamos de
veras reconciliarnos con él?
¿Mas como conoceremos que nuestra resolución es firme
y eficaz ? Respondo lo primero, que la resolución eficaz obra
en
(a) Jo*rr. 8. (h) Ibid. (c) Ps. ti8. (d) Hom. 94. la £«>og.
(») Lib. ». de Puenit. c. 5. (f) Luc. 8. 1%.
iobre Et Catecismo. Part¿ II. aoi
en nosotros una mudanza efectiva de corazón , y esta por
lo común se dexa conocer mejor de otros que observan con
cuidado nuestras acciones , que de nosotros mismos : y por
tanto es muy buena señal , el que los mismos que nos co
nocían antes , nos desconozcan ahora , y digan de nosotros
lo que se decia del ciego de nacimiento á quien Jesu-Christo
restituyó la vista : Este no es aquel , sino otro que se le pa
rece (o) ; y al contrario es una señal muy mala , quando no
sé advierte mudanza alguna en nuestras pasiones , y con
ducta. ■ . ' .
Respondo lo segundo , que hay otras muchas señales aun
respecto de nosotros, y ved aquí algunas, i.* La verdadera
conversión consagra á Dios todo lo que había servido como
de armas , .y de instrumentos del demonio para ofenderle:
y por esto se dice (¿) , que quando el mas fuerte , esto es,
Dios , destierra al fuerte , esto es , al demonio de una al
ma , se apodera de todos sus despojos : y así la Magdalena
empleó sus cabellos que habían sido ocasión de ofender á
Dios , en enxugar los pies de Jesu-Christo. ¡O , si exami
náramos bien este punto , quántos motivos podríamos sacar'
de confianza, ó desconfianza de nuestra conversión!
: 3.a Es una buena señal quando el penitente se aplica
á reprimir sus malas inclinaciones : porque la falsa conver
sión tira á conciliar el hombre viejo con el nuevo, y á imi
tar á aquellos de quienes dice San Bernardo (<-) , que no
se despojan del hombre viejo , sino que procuran cubrirle
con el nuevo. •>
3.a Se puede juzgar que un penitente está verdadera
mente convertido , y resuelto á no ofender á Dios , quando
hace todo lo que puede por enmendarse , y servir al Se
ñor , como lo hizo el buen Ladrón (¿) ; pues no teniendo
ya mas que un momento de vida , confesó á Jesu-Christo,
le defendió , y usó de caridad con su hermano. Jamas hubo
t • .'■ . ¡ 1 1 . ■ - -. • . . ' . '.j tiera-^
(a) Join. 9.9. (¿) Luc. it. 11. & 7. 38.
(c) Veterem hominem non cxuunt, sed novo palltant. S. Bcra.
' (</) Luc aj. 41. seq.
Tem. II. Ce
102- INSTRUCCIONES" • . "
tiempo mas bien empleado que éste. Lo contrario se debe
juzgar de aquel que no hace lo que puede , y desprecia las
ocasiones que se le presentan de hacer penitencia.
4.a Es también buena señal quando la consideración de
los pecados hace á los pecadores insensibles á los respetos
humanos , y juicios de los hombres , como notan los Pa
dres (a) , que sucedió á la Magdalena , á quien el dolor de
sus pecados la hizo entrar con una santa libertad en el con
vite en que se hallaba Jesu-Christo , sin haber sido convi
dada , y sin reparar en lo que se podría decir ó juzgar de
ella. .
Se debe asimismo juzgar , que ha sido eficaz la con
versión de aquel que oye con atención la palabra de Dios,
que es penetrado de ella, la discierne, la sigue , y la ama,
porque está escrito : Que el que es de Dios , oye la palabra de
Dios (b\ ■ . .
6.» Igualmente se puede tener por señal cierta de con-*
versión , quando el penitente se dexa conducir con docili
dad y sin resistencia , porque la penitencia debe hacernos
volver al estado de la infancia christiana , y reconociendo
que hemos usado mal de nuestras luces y libertad , es muy
justo que sujetemos nuestro entendimiento y voluntad á la
dirección del Sacerdote. - ... ■
--; .-7.a Pero la señal mas segura ó menos expuesta á equi
vocación es la práctica fiel de los medios necesarios para
precaverse det pecado ; porque el deseo efectivo de dexar
el pecado , debe abrazar la voluntad de practicar los me
dios necesarios , así como el deseo de sanar de alguna en
fermedad debe abrazar la voluntad de guardar régimen , y
usar los remedios necesarios para recobrar la. salud. Estos
medios necesarios al penitente pueden ser generales , ó par
ticulares. Generales , como la oración , el retiro, las lectu
ras santas , &c Los particulares son los exercicios. de pe
nitencia opuestos á los pecados en que se ha caido , como
.■ : - * .... : • Ja
(<0 1 ' Aug. Hora. 33. ex ¿o. nunc serui. 99. n. t. Greg. Hom. 33. ia Ev.
(/>) Joan. 8. 47.
sobre el Catecismo. Parte II. 203
la limosna se opone á la avaricia , el ayuno y las austeri
dades del cuerpo á la lascivia , &c. Ninguno puede con
fiar justamente de que tiene en su corazón una resolución
efectiva de dexar el pecado , si su resolución no abraza la
práctica de estos medios ; tanto mis , quinto estando man
dados muchos de ellos en sí mismos , no se querría entablar
una vida christiana , sin abrazar la práctica y uso de ellos.
Y en esto se comprehende la indispensable obligación de
evitar las ocasiones de pecar ; porque la resolución eficaz
de entablar una vida nueva , abraza necesariamente la vo
luntad sincera de huir de todo aquello que induce á pecar;
y de lo contrario , ni la resolución seria eficaz , ni el do
lor de los pecados seria verdadero , porque no se extende
ría á aquellos á que se expondría y querría cometer. En
efecto el que voluntariamente permaneciese en la ocasión
de pecar, ó supondría poder resistir á las tentaciones por
sus propias fuerzas , lo qual es un error presuntuoso ; 6'
supondría que Dios por su gracia le preservaría del pecado
sin dexar la ocasión, y esto se llama tentar á Dios , y obrar
contra lo que el mismo Dios nos amonesta , diciendo : Que
el que ama el peligro , perecerá en él (a).
Pero aquí no hablamos sino de las ocasiones próximas,
6 de los peligros inminentes de pecar. Las ocasiones próxi
mas son de dos maneras. Las unas son ocasiones próximas
por su misma naturaleza , y se pueden llamar naturales; las
otras solamente lo son respecto de la fragilidad y disposi
ción de algunas personas , y se llaman respectivas. Las pri
meras son aquellas que por sí mismas inducen al hombre á
pecar , sea excitándole derechamente al pecado , como las
pinturas lascivas , los libros obscenos , &c. ó sea extinguiendo
en él el espíritu de piedad , de recogimiento y oración , co
mo la multitud de negocios , los espectácalos , &c. Las se
gundas no conducen al pecado por sí mismas , sino solamente
á causa de la mala disposición del que se halla en estas
ocasiones : corno , por exemplo , la judicatura , profesión
le-
(#) Eccles. 3. 17.
Ce a
Instrucciones
legítima en sí misma, y según el crdert de Dios , es ocasión
próxima de pecar para aquel que no tiene bastantes luces
para discernir lo verdadero de lo falso, ni las fuerzas ne
cesarias para sobreponerse á las solicitudes de la injusticia.
Decimos, pues , que estamos obligados á evitar unas y otras
ocasiones , porque unas y otras nos ponen en peligro pró
ximo de perder la gracia de Dios. Exceptúame no obstante
aquellas ocasiones que no se pueden dexar sin pecado, ó sin
exponerse á cometer un pecado igual ó mayor que el que se
quiere evitar : así una muger no debe abandonar á su ma
rido, aunque el mal humor de éste, ó' su mala conducta,
sea para ella ocasión próxima de impacientarse y murmu
rar : pero estará obligada á practicar otros medios que la
preserven de pecar , según el consejo de un director sabio,
,y prudente.
A excepción de los casos de esta especie debemos evitar
todas las ocasiones próximas , aplicándonos á nosotros lo que
Samuel dixo á los Israelitas , y haciéndolo que estos hicie
ron. Si volvéis al Señor , les dixo (a) , con todo vuestro
corazón , quitad de en medio de vosotros los dioses extraños,
esto es , las imágenes de los falsos dioses , que son para vos
otros ocasión de idolatría ; y preparad vuestros corazones para
servir al Señor. Los hijos de Israel arrojaren á Baal , y As-
taroth , y sirvieron solo al Señor*
No se puede dudar que estas separaciones son algunas
veces muy costosas, porque 2mamos mucho las cosas que es
necesario dexar; $pero podremos amarlas mas que el ojo de
recho , el pie , ó la mano derecha ? Pues Jesu-Christo nos
dice: Si tu mano , ó tu pie (estoes, las personas ó las co
sas que mas amamos , y que nos parecen mas necesarias se
gún la explicación de San Hilario , y San Gregorio ) te escan
daliza , córtale , y arrójale de tí : mas te vale entrar en la vida
tranco ó eexo , que teniendo dos manos , ó dos pies ser echado
ni fuego eterna. T si tu ojo te escandaliza , sácale, y arrójale
de ti : mas te vale entrar en la vida con un ojo ? que teniendo
\ 7 dos
{») x. Rrg. 7. 3. 8c 4.
sobre el Catecismo. Parte II. 205"
dos ojos ser echado en el infierno (a). '¿T qué adelanta el hombre
aunque gane todo el mundo si es á costa suya , y perdiéndose
á sí mismo ? ¿ O qué cosa dará para rescatar su alma , después de
haberla perdido para toda la eternidad (¿) ?
De lo dicho se infiere , que el penitente se halla en es
tado de condenación , y no se le puede absolver, si no dexa
efectivamente las ocasiones actuales y presentes , y no resuel
ve sinceramente evitar todas las demás. Porque hay ocasio
nes actualmente presentes que nos inducen al pecado , como
las pinturas deshonestas, los libros obscenos que se tienen á su
disposición : y hay otras que no están presentes ; cerno ciertas
personas á quienes se va á ver de tiempo en tiempo , &c. Las
primeras se deben dexar actualmente deshaciéndose de las ta
les pinturas ó libros, conforme al orden establecido en nuestro
Reyno por el Tribunal de la Santa Inquisición. Respecto de Jas
segundas , es necesario resolver evitarlas , y el tiempo difá si
esta resolución es verdadera*
Además de estas ocasiones que son conocidas de todos,
hay otras de que se hace poco caso , y tal vez no son
menos peligrosas. Yo llamo así á la omisión- de ciertos exer-
eicios que conducen á la piedad , la nutren y fortalecen; por
exempio la negligencia y descuido de orar; de leer y me
ditar las verdades del Evangelio ; de instruirse de las obli
gaciones de su estado ; de prevenirse por medio de una vida
útilmente ocupada contra los peligros de la ociosidad , y de
evitar las disipaciones por el retiro. La práctica de estos exer-
cicios es ciertamente ocasión de aumentar en nosotros el amor
de Dios , y por consiguiente la omisión de ellos es ocasión
«le debilitarle , y en fin de extinguirle. Y la verdadera con
versión envuelve necesariamente una voluntad constante de
abrazar los medios mas propios para conducirnos á Dios, y
no apartarnos jamas, de él.
Tai es, fieles , la contrición de corazón, y el propósito
firme-de enmendarnos, que debemos formar para recibir el
perdón de los pecados. Obra verdaderamente difícil, y que
no
(a) Matth. 18. 6. & 5. v. 19. Lúe. 17. a. Marc. p. 4. Hilar, c. 4. ia
Matth. Greg. in c. ¿. Matth. (¿) Luc. 9. »$, Matth. 16. 26.
aoó .T Instrucciones •*
no se perfecciona sino á costa de muchos trabajos y lágri
mas , y por tanto la Penitencia es un Bautismo laborioso.
Por esto se comprehende bien la ilusión de muchos Chris-
tlanos , que piensan que rezando con alguna devoción cier
tas oraciones que se hallan en los libros de piedad , y se
llaman actos de contrición , ya están verdaderamente con
tritos , como si la contrición consistiera en discursos ó pa
labras, y no en una mudanza efectiva del corazón. RÍ3S la
mudanza del corazón no se consigue con esta facilidad. Para
conseguir esta mudanza , es menester aplicarse primeramente
á considerar la fealdad del pecado , las penas eternas que
merece , la infinita Magestad del Dios á quien se ofende,
su justicia , su bondad , y la multitud de beneficios que he
mos recibido de él ; y después de esto ponderar si es posi
ble, la injusticia del pecador , que prefiere por el pecado la
criatura á Dios , el tiempo á la eternidad, la nada al todo.
Mas para que estas verdades lleguen á penetrar nuestros co
razones , es necesario absolutamente recurrir por medio de la.
oración á Dios , en cuyas manos están los corazones de los
hombres , y pedirle con instancias que crie en nosotros un co
razón limpio , y renueve la rectitud de nuestro espíritu; siguien
do el consejo que da San Bernardo á los que ya han reci—:
bido de Dios algún principio de conversión , pero que se
sienten aun débiles y tibios , para executar sus buenos de
seos. No quisiera decir , dice este Santo Doctor (a) , que el
alma que desea volver á Dios esté enteramente abandonada. ¿Por-
que de dónde la ha venido esta voluntad ? ¿ De dónde sino de que
Dios ya la ba visitado y la ha buscado ? Ni la ha buscado ocio
samente , supuesto que ha obrado en ella esta voluntad , sin la
qual no podía volver á él. Pero no es bastante el que la haya
buscado una vez , tanta es la debilidad del alma , y tan difícil
su vuelta á Dios. Que busque pues lo que buscaba aquel á quien
nos representa el Salmo. Erré como una oveja perdida ; busca
á tu siervo. ¿ T qué buscaba éste ? No otra cosa que el ser bus
cado de Dios , ¡o que no buscaría , si no hubiera sido ya buscado.
Es-
(a) Serm. 84. ia CtnU- .
sobre el Catecismo. Parte II. £ey
Este mismo método de hacer buenos actos de contrición nos
enseña San Agustín (a) , quando dice: Qut> reconociéndonos po
bres, y en la indigencia de aquel amor que Cumple verdadera^
mente la ley , no debemos exigir estas riquezas de nuestra mi~
seria , sino buscarlas , y pedirlas perseverando en la oración.

l '•» §. VI»>i. ■ ■ •iJxW.V.i' )


* .'ü ' ' ::*'.: : 1 J'ítjí's »
De la confesión. '• ' ■■' -n' :'■ '«
... - r -. ■
La confesión es una acusación de los pecados pertene-
ciente á la substancia del Sacramento, y que hace el peni
tente al Sacerdote que tiene jurisdicción sobre él •, á fin dé¡
conseguir el perdón en virtud de las llaves de la Iglesia.
San Agustín explica la naturaleza de la confesión ^ diciendo:
ha confesión es por la que se descubre la enfermedad oculta <óH
esperanza del perdón Y San Gregorio dice, que la confesión1
es detestación de los pecados (r) , porque en efecto *1^ pecador
debe manifestarlos con un corazón que roS deteste , los acu
se , y desee tomar venganza de ellos en sí mismo : y esto
debe hacerlo con esperanza del perdón, porque este juicio
es muy diverso de los del fuero criminal : donde á la confe*
sion se sigue la pena , y el castigo-, nó- la libertad de k cül-i
pa , y el perdón del' delito. ¡" «. * • «' «v- ■ .<-v»
- La confesión es necesaria y útil, i.o Es' necesaria á to-^
dos los Christíanos que hubieren cometido algún pecpdo
mortal : y esta necesidad se funda en 'la institución dé -'Je'su*1
Christo. Ya dexamos demostrado que Jesu-Christo dl6->4>"lo»
Sacerdotes potestad de retener , y pérdóiwr'i'los -pecSdos,
quando estando los Apenóles congregados eft un lugar des-1*
pues de la Resurrección s Sopló, y tes dixo : Rtcivid el Esy--.
píritu Santo : los pecados que perdonareis serón perdonados ; y
hs que retuviereis , serán retenidos (i/):- Esto mismo significó
el Señor encomendando á los Apóstoles, que desatasen á
Lá-<
(¡a) EpisK 144» nunc • (*} Serm. I. d«:Vfertí. Doél» «
Hoiu. 40. in Evang. (d) Joao.-lo. , ; ' •
io8 .,t - ' Instrucciones t- -
Lázaro' resucitado de los muertos las ligaduras con que «fi
laba atado: pues explicando San Agustín este lugar, dice:
Mas pueden ya aprovechar los Sacerdotes , mas perdonan á los
que se confiesan , cuyas culpas remiten : pirque Dios perdona
i los qtte perdonan ellos : pues, el Señor entregó á los Discípulos
á Lázaro resucitado ya del monumento , mostrando en esto estar
concedida á los Sacerdotes la. potestad de desatar Y á esto
parece aludir también el haber mandado Jesu-Christo á los
que habia curado de la lepra , que se presentasen á los Sa
cerdotes , y se sujetasen á su juicio (b).
, Pero habieudo dado el Señor á los Sacerdotes la potes
tad de retener, y perdonar los pecados , es claro, que fueron
constituidos jueces en esta parte ; y;si son jueces , deben co
nocer lo que han de juzgar; ¿mas cómo lo podrán conocer,
sino por la confesión sincera de los pecadores mismos? Es
manifiesto , dice el Concilio de Trento (r), que los Sacerdotes
no podrían exercer la potestad de las llaves que se les ha dado
pata perdbnar ó retener los pecados sin conocimiento de causa\
ni guardar equidad en la imposición de las. penas , si los peni
tentes solamente declaran sus pecados en general , y no en par
ticular , y por menor. De donde concluye el Concilio: Que
los penitentes, deben declarar todos los pecados mortales que sien
tan habet cometido , después de un examen de su conciencia^
aunque estos pecados sean muy ocultos , y se hayan cometido so
lamente contra los dos últimos preceptos del Decálogo {¿que pro
hiben los malos deseos ) 5 porque estos pecados son algunas veces
mas peligrosos , y hieren mas gravemente al alma , que los que
te :cqmeten á vista Je los hombres.], , 1
,,1 2-.0- La confesión trae consigo grandes utilidades. i.« Sien
do Dios rico en misericordias , dice el Concilio de Trento (</),
y conociendo la fragilidad de nuestra» naturaleza , quiso estable
cer un remedio para dar la vida á los que después del Bautismo
se hubieren entregado" á la servidumbre del pecado , y á la po
testad del demonio ^ jt.gste remedio es el Sacramento de la Pe-
ttí-
(a) .Aug. ]. de ver. 6: fals. poenit. cap. 10. (í) Luc. 17.
(«3 Sess. »4. c. S. V) IM..* C¡ t

»
sobre el Catecismo. Parte II. 20$
nitencia. Beneficio sin duda inestimable , á el qual se debe en
gran parte toda la santidad , piedad y religión , que por la
infinita bondad del Señor se conserva al presente en su Igle
sia. Porque aunque concedamos que por la contrición perfecta
se borran los pecados , pero debiendo esta provenir, como
hemos dicho, de una carid-od sublime y encendida. ¡O, y
quán pocos podrían arribar á este eminente grado de dolor
para obtener el perdón de los pecados ! Por esto el clemen
tísimo Dios nos ha provisto de un medio mas fácil de recon
ciliación , entregando á su Iglesia las llaves del Reyno de los
Cielos. Pues con sola la atrición sobrenatural , y la confe
sión de los pecados , se consigue la absolución de ellos en
virtud de la penitencia , según la expresión del Concilio Flo
rentino (a).
2.» La confesión humilla al pecador haciéndole sufrir
la confusión de sus pecados , por la declaración que Dios
le obliga á hacer de ellos á un hombre como él. Todo pe
cado es digno de una confusión eterna , y el pecador im
penitente sufrirá esta confusión á presencia del cielo y de la
tierra. La memoria de los pecados hará comparecer á los im
píos llenos de temor y despecha , y sus maldades se sublevará»
contra ellos para acusarles Aun en esta vida podría Dios
castigar visiblemente los pecados secretos de los hombres,
sin que tuvieran motivo de quejarse , porque tendría dere
cho á tratar á todos los pecadores como trató á David
Tú has hecho ( le dice ) esta acción en secreto ; y yo haré l«
que te digo á vista de todo Israel, ya vista del sol. Pero ha
querido por misericordia perdonarles la confusión eterna que
merecen sus pecados-, y la que podria hacerles sufrir en esta
vida , con tal que se humillen ante sus Ministros, y les de
claren en secreto todas las ofensas , como si se las confesa
ran á él mismo. Es una impiedad , dice el Concilio (rf) , llamar
á la confesión el suplicio y tortura de las conciencias.... Es ver
dad, que por la vergüenza que hay en descubrir sus pecados,
po
ta) In Decret. Eupen. IV. (h) §*p. 4- 3».
(c) Reg. la. ía. (4) Sws. 14.
Tom. II. Dd
aio, Instrucciones
podría parecer un yugo pesado , si no se hiciese ligero por lai
grandes ventajas y conseqüencias , que reciben por medio de la
absolución 5 los que se acercan dignamente á este Sacramento.
Con esta misma intención de humillar al penitente , y de
procurarle sus mayores utilidades , á la confesión instituida
por Jesu-Christo se han añadido por autoridad de la Igle
sia algunos ritos , y ceremonias solemnes , que aunque no
pertenecen á la substancia del Sacramento , no dexan de ser
nos ventajosas. Porque quando confesamos los pecados , ar
rodillados á los pies del Sacerdote , descubierta la cabeza,
inclinado el rostro á la tierra , las manos puestas , y diri
gidas al Cielo , y dando otras señales de humildad christia-
na , reconocemos la virtud celestial del Sacramento , y que
para obtener el perdón de los pecados , debemos implorar la
misericordia de Dios con sumisión y rendimiento.
3.0 La confesión nos es sumamente provechosa para sa
lir del infeliz estado del pecado, y arribar á una verdade
ra y sólida conversión. Nada hay mas dulce ni mas útil
en la vida humana que una persona de confianza , un ami
go verdadero á quien poder descubrir con libertad sus pe
nas , sus necesidades , sus negocios , y las faltas que se ha
yan hecho por ignorancia , ó de otra suerte , para que nos
consuele , nos socorra , nos dirija , nos amoneste , y repre
henda. Pues en la vida espiritual este amigo , este hombre
de confianza , es el Confesor ilustrado , á quien descubri
mos nuestro corazón , y que sabe aprovecharse de lo que le
decimos , para conocernos mejor y mas á fondo que nos
otros nos conocemos á nosotros mismos ; que en virtud" de
este conocimiento va hasta la raiz del mal , nos muestra el
peligro de nuestro estado , nos prescribe los remedios., y
el régimen de vida mas propio para avanzar en nuestra cu
ración , y fortalecernos en ella. Jamas hubieran conocido
muchos hombres esta utilidad tan grande , si no estuvieran
obligados á confesarse. Porque el hombre nada teme tanto
como el verse á sí mismo tal qual es. Si en alguna ocasión
se considera y procura conocerse á sí mismo , es por muy
poco tiempo , y de una manera tan superficial , que pron
ta
sobre el Catecismo. Parte II. a11 '
tamente se olvida de lo que es. Rara vez se aplica á sí mismo
las verdades que lee ó que oye ; pero le hacen mucha im
presión quando se las dice un amigo , se las aplica y pro
porciona á sus indisposiciones y necesidades. Así aun quando
Jesu-Christo y la Iglesia no nos hubieran mandado la con
fesión , los Christianos que quisieran trabajar eficazmente en
Su salvación, no podrían casi dispensarse de buscar un con
sejero sabio y fiel que les enseñase á conocer el estado de
su alma ; á expiar sus pecados haciendo frutos dignos de pe
nitencia; á preservarse de las caídas, y á avanzar en la vir
tud. Ah !]Qué socorros tan poderosos se podrían sacar de
sus consejos , si se les descubriese el fondo del corazón !
4.0 Ultimamente la confesión es muy conveniente parí
el bien de la sociedad , y la unión de los hombres entre
si ; porque la confesión reprime el ímpetu de las pasiones,
y contiene la licencia de pecar con la barrera del pudor;
y la vergüenza. Pero si se quitase este freno á la malicia
de los hombres, ¿qué de pecados , y abominaciones secretas
no inundarían al mundo ? Y corrompidos los hombres con la
costumbre de pecar , no se avergonzarían de cometer en pú
blico los delitos mas execrables y perjudiciales al bien co
mún. ¿A qué extremo no llegaría entónces la disolución? ¿Y
quién podria tener en seguridad su vida , y sus haberes?
Esto supuesto , todo lo que nos resta decir de la con
fesión se puede reducir á estos quatro puntos. i.° Cómo se
debe preparar á ella. 2.0 Quiénes deben confesarse. 3.0 A
quién se debe hacer la confesión. 4.0 Cómo se debe hacer.

i.° De la preparación á la confesión.

Llamamos preparación á la confesión , al examen de U


conciencia que debe precederla , para traer á la memoria
todos los pecados que se hubieren cometido ; porque como
en la confesión se muestra el penitente tal qual es , descu
briendo todo su interior al Sacerdote , es necesario que se
cite á sí mismo al tribunal de la conciencia , y averigüe en
él con toda diligencia sus pecados , para presentarse después
Dd % á
211 Instrucciones
á el de la Iglesia , en el qual debemos dar razón cabal de
todas nuestras deudas, que así llamó Jesu-Christo á nuestros
pecados en la oración que nos enseñó del Padre nuestro',
pues solo con esta condición quiere Dios perdonarlos, ol
vidarlos , y arrojarlos , según la expresión de un Profeta («),
«n el fondo del mar.
Para hacer como conviene este exámen , es necesario
•considerar de una parte lo que debemos ser : y de la otra
lo que hemos sido : es decir , tener presentes los mandamien
tos de Dios , y de la Iglesia , las máximas y ejemplos de
Jesu-Christo, y las obligaciones particulares de nuestro es«
tado , y averiguar después en qué hemos faltado por pen
samiento , palabra , ú obra. Descubierto que sea algún pe
cado , es menester examinar quantas veces se ha caído en
él : observar las circunstancias que le acompañan : notar lo
que ha dado ocasión á él , y quáles han sido sus conse-
qiienciasi Porque no es bastante , por exemplo , saber que
$e ha dicho mal del próximo ; es necesario aun averiguar
quántas veces se ha dicho mal de él : si el mal que se ha
dicho es verdad , ó es impostura : qué qualidades tiene la
persona de quien se ha dicho mal ; si es superior, Párroco,
6 qualquier otro , cuya reputación no se puede ofender sifl
perjuicio de su ministerio : si se ha dicho mal de él á pre
sencia de muchas personas : quál es el motivo que hemos te
nido para decir mal , si es ligereza , ó malignidad , ó resen
timiento , y deseo de venganza ; si la murmuración ha sido
aplaudida por los que nos escuchaban; si nuestro exemplo
ha inducido á otros á imitarnos; si el pecado que hemos
cometido pasó á ser costumbre , 6 si le hemos cometido sin
resistencia alguna ; y muchas veces es preciso también ave
riguar el tiempo y lugar en que se ha cometido el pecado,
porque hay ciertos pecados que se hacen mas.graves por es
tas circunstancias. Por este exemplo se ve claramente , que
para hacer bien el exámen, es indispensable tener algunos
ratos de recogimiento , desembarazarse de todos los otros
cui-
<b) Mich. 7. iq.
!
sobre el Catecismo. Parte II. .3 1 3
cuidados, pedir á Dios las luces necesarias , y aplicarse á
considerar sus pecados con toda la atención posible, y con
aquella diligencia , que se suele poner en los negocios de
mayor importancia.
Pero no es absolutamente necesario que el exámen re-
cayga sobre los pecados veniales , sino solamente sobré los
mortales: pues aunque la confesión de los pecados vénia-
Jes es muy útil y laudable , como lo acredita la práctica dé
Jas personas virtuosas, no siendo ésta necesaria, tampoco
debe serlo el exámen de ellos.
Concluido este exámen , el pecador debe humillarse pro
fundamente delante de Dios: dolerse amargamente de cada
uno de sus pecados : y decir al Señor con el espíritu del
Publicano : Señor , tened piedad de mí , pecador. ¡

2.? Quienes deben confesarse. . ..


••, La confesión fué instituida por Jesu-Christo como un
remedio necesario y saludable á todos los Ghristianos , para
conseguir lar-salud eterna : y el mismo Salvador nos lo dio
á entender asi , llamando llave del Cielo á la potestad de
administrar el Sacramento de la Penitencia que confirió á los
Apóstoles , y en ellos á todos los Sacerdotes. Pues así como
ninguno puede entrar en una casa , si el que tiene la llave
no le abriere la puerta: así entendemos, que ninguno des
pués de haber pecado mortaimente puede entrar en el Cielo,
si los Sacerdotes no le abrieren la puerta , como encarga
dos por el Señor del uso de las .llaves. Porque de otra suerte
este uso de las llaves seria muy ocioso en la Iglesia de Dios;
y en vano el que tiene la potestad de las llaves cerraría
á alguno la puerta del Cielo , si se pudiera entrar, en él
por otra parte. Ninguno pues , escribe San Agustín , diga para
tf : yo á mis solas bago penitencia delante del Señor : hios que
me perdone , sabe lo que yo hago en el retiro de mi corazón.
Luego sin causa se dixo : Quanto desatareis sobre la tierra,
será desatado en el Cielo (a). Luego en vano fueron dadas

{•) Mattb. 18.


3t4 Instrucciones
las llaves á la Iglesia (a). Lo mismo escribió San Ambrosio
contra los Novacianos , quienes afirmaban , que á solo Dios
es reservada la potestad de perdonar los pecados. ¿Quién,
dice, venera mas á Dios, el que obedece á Sus mandamientos,
ó el que los resiste"1. Dios mandó obedecer á tus Ministros , y
obedeciéndolos , á Solo Dios damos el honor
Mas aunque la ley de la confesión obliga á todos lo$
Christianos , no les obliga en todas las edades , ni en todos
los tiempos. No les obliga en todas las edades , porque los
niños no están obligados á la confesión antes de llegar al
uso de la razón ; supuesto que en aquella edad no son ca
paces de pecado , como lo declaró el Concilio de Letran (f),
baxo Inocencio III. Y en órden al tiempo en que obliga 14
confesión , el mismo Concilio determina , que todos debemos
confesarnos á lo menos una vez en el año ; cuyo precepto
se entiende , según Santo Tomas (d) , respecto de aquellos
que han pecado mortalmente , porque si alguno no hubiere
pecado mortalmente en todo el año , serla bastante que hi
ciese saber á su Cura el buen estado de su alma, y el Cura
deberia creerle sobre su palabra. Pero el que hubiere pecado
mortalmente , no solo debe confesarse una vez en el año', sino
que está obligado á confesarse lo mas pronto que pueda , ó
á convertirse á Dios por medio de un acto de verdadera
contrición, pues de lo1 contrario arriesgarla voluntariamente
su salvación eterna. Considerando , pues , lo que requiere el
negocio de nuestra salud , se convendrá fácilmente en la ne
cesidad de la confesión. i.° Quando amenaza peligro de
muerte. 2.0 Quando administramos los Sacramentos , porque
las cosas santas se han de tratar santaménte. 3.° Quando te
memos que se nos olvide alguna culpa- mortal de las que
hemos cometido , como ciertamente pueden temerlo pruden
temente los que no se confiesan sino de año en ano. Y á
la verdad , Christianos, amonestándonos Dios freqüentemente
en las Escrituras , que no tardemos en convertirnos ; que n#

(a) Hom. 49. & $0. (b) L. 1. de Poenit. c. a.


(c) Conc. Later. 4. c. u. (</) Suplem. q. 8. a. 5. tú 4.
sobre el Catecismo. Parte II. aij
¿Matemos la conversión de dia en dia 4 porque vendrá la muerte
de repente , y no podremos convertirnos quando queramos ; y en
fin que vivamos en una continua vigilancia, , porque el Hijo del
hombre vendrá á juzgarnos en la hora que no pensamos ; yo no
sé dónde está el amor á nuestro mayor interés , ó en dónde
tenemos el sentido común para diferir tanto la confesión. Es
cierto que en qualquiera tiempo podemos convertirnos á Dios
mediante la divina gracia por un acto de contrición per
fecta ; pero esta es una obra muy ardua y dificultosa , y
no debemos despreciar un remedio mas fácil qual es la con
fesión , que Jesu-Christo ha instituido para nuestro bien.

3.0 A quién se dele hacer la confesión : en donde se trata del


Ministro de este Sacramento.

Hemos visto ya que quando Jesu-Christo instituyó el


Sacramento de la Penitencia , estableció por Ministros de él
á los Apóstoles , y en ellos á sus sucesores los Obispos y Sa
cerdotes. Y á la verdad , como la gracia del Sacramento se
deriva á los miembros de la cabeza que es Christo ; era muy
conveniente que debiesen administrarle al cuerpo místico de
Christo , que son los fieles , aquellos Ministros que tienen
potestad de consagrar el verdadero cuerpo del Señor , ma
yormente quando por el Sacramento de la Penitencia se pre
paran y disponen los fieles para recibir la Sagrada Euca
ristía. Así los Diáconos , y con mayor razón los Ministros
inferiores no pueden oir las confesiones de los fieles , ni ab
solverles de sus pecados. Pues aunque en otro tiempo los
Christianos se confesaban algunas veces con los Diáconos , y
aun con los mismos legos , y recibían de ellos una especie de
absolución ; es constante que aquellas confesiones no eran
verdadero Sacramento , sino solamente una ceremonia sacra
mental , ó una práctica de humillación que servia como de
preparación al Sacramento ; y la absolución venia á ser una
oración que se hacia á Dios , para que tuviese misericordia
de los penitentes.
Pero no todos los Sacerdotes pueden administrar legíti
ma
416 Instrucciones
mámente este Sacramento. Porque además de la potestad de
Orden , esto es , de la que se confiere á los Sacerdotes en
su ordenación , es necesaria también la de jurisdicción , esto
es, que los Sacerdotes sean aprobados y enviados por la Igle
sia : y la primera de ninguna manera es bastante sin la se
gunda , á no ser quando amenaza peligro de muarte, y no
hay recurso á otro Sacerdote, pues en tal caso, por una
tradición constante de la Iglesia , como enseña el Concilio de
Trento (a) , puede todo Sacerdote absolver de qualquier gé
nero de pecados y censuras.
El Obispo tiene jurisdicción en su Diócesi ,- y el Cura
en toda su Parroquia. Los otros Sacerdotes deben ser apro
bados por el Obispo , el qual puede prohibir á sus Dio
cesanos que se confiesen con otros Sacerdotes que no estén
aprobados por él. Y lo mismo respectivamente puede hacer
el Cura con Sus Parroquianos , aunque pécari» , dice Santo
Tomas , si no fuese fácil en darles licencia para, (ti) confesarse
con qualquiera otro Sacerdote aprobado : á no ser que tenga
motivos para creer , que se le pide esta libertad ó licencia
para continuar en la impenitencia , ó evitar el justo rigor
de su Párroco , como- si sé la pidiese una persona implicada
en alguna costumbre notoria de pecado , como de enemistad,
de usurpación de los bienes ágenos , &c.
Por esta' y otras graves causas , desde la primitiva Igle
sia se ha guardado siempre con gran cuidado el derecho
del Sacerdote propio u ordinario, como consta de los decre
tos de los antiguos Padres , en que se manda que ningún
Obispo ó Sacerdote se atreva á exefeer función alguna en
Parroquia agena , sin licencia del que la gobierna , si la ne
cesidad no obligare á otra cosa. Y así lo estableció el Após
tol quando mandó á Tito (c) que1 constituyese Sacerdotes por
todas las Ciudades , que ■ instruyésen ¡¡' y alimentasen á los
fieles con el manjar celestial de; tos Sacramentos y doctrina.
Y por lo que toca al Sacramento de la Penitencia , quancto
es
to Sess. 14. cap. 7. (¿) Saplem. q. 8. a. 4. id i.
(ey Tit. r. ": '- ' "; «
sobre el Catecismo. Parte II. 117
establece el Concilio de Letran , que los fieles deben recibir,
el Sacramento de la Eucaristía á lo menos en la Pascua, á no
ser que por alguna razonable causa convenga diferirlo de consejo
del propio Sacerdote , esto es , del propio Pastor ó Curas, por
que la comunión pascal se debe recibir en la propia Parro
quia : parece que supone , que deben confesarse á lo menos
una vez al año (según el precepto del mismo Concilio) con
su propio Cura , pues de otra suerte no se percibe , como
puedan diferir la comunión de su consejo.
Además de la potestad de Orden y jurisdicción que debe
tener el Ministro de la Penitencia , se requiere también que
esté adornado de ciencia , prudencia y caridad. De ciencia,
porque haciendo el oficio de juez en este tribunal , debe co
nocer íntimamente el estado y condición del penitente, y dis
cernir sus delitos con arreglo á las leyes de Dios , y de la
Iglesia. De prudencia , porque haciendo también el oficio de
médico , debe proveer los remedios mas útiles y convenien
tes para sanar su alma , y precaverla de las recaídas. Y de
caridad , porque los Sacerdotes no solamente son los Vicarios
del poder de Jesu-Christo , sino también de su amor á las
almas , y deben tolerar sus flaquezas, apartarlas de sus pe
cados , y levantarlas de sus caídas. Tales son las qualidades
necesarias á un buen Confesor. Ved ahora si se hallarán fá
cilmente reunidas en un solo hombre ; y si habrá muchos
Confesores que sean á propósito para lavar las almas en la
piscina de la penitencia. Ah ! Avila, aquel Santo Español,
muy ilustrado en la conducta de las almas , dice un Autor ex
traño , quiere que se busque un buen Confesor entre mil ; y
San Francisco de Sales entre diez mil.
Pero sin embargo de la escasez de buenos Confesores,
es demostrable la necesidad que tenemos de buscar uno bue
no , y no someternos, como dice el Sabio (h), á todos sin dis
creción , en lo que mira á nuestros pecados ; porque Jesu-
Christo dice expresamente , que si un ciego [c) conduce á otro
cie~
(a) Concil. Ltteranen. 4. c. ai. (¿) Ecles. 4. 31,
(c) Match. 1$. 14.
Tm. II. Ee
218 Instrucciones
ciego , ambos caen en el precipicio. En efecto , Christianos, la
elección de un buen Confesor es para vosotros un negocio
de la última conseqiiencia , porque no hay para vosotros ne
gocio mas importante que el de vuestra salvación eterna,
con la qual dice una conexión necesaria la elección de Con
fesor , pues si vuestra elección es mala , desde entonces es-
tais en un peligro inminente de perderos para siempre. ¿De
qué proviene que en una enfermedad peligrosa miráis la
elección de Médico como un negocio muy serio para vos
otros 5 y lo mismo la elección de Abogado si se os pone pley-
to sobre una parte considerable de vuestros bienes? Sin du
da de qué conocéis que corréis peligro de perder los bienes,
6 la vida , si elegis un Médico ó un Abogado poco hábil.
Pues del mismo modo debéis pensar del Confesor en órden
á vuestra salud eterna. Porque si el Confesor no es como
debe ser , jamas se aplicará ni á conoceros bien , ni á ha
ceros conocer á vosotros mismos : y se contentará á lo mas
con limpiar el exterior de la copa , y el plato , como decia Je-
su-Christo á los Fariseos (a) , y dexará el interior lleno de
rapiña é inmundicia , debiendo comenzar por limpiar el inte
rior , para que se limpie también lo que está de parte de afuera:
os reprehenderá por los pecados graves y visibles , sin pro
curar arrancar la raiz de ellos ; verá sin turbación vuestras
recaídas , y no os hará ver las funestas conseqüencias que
debéis temer de ellas : y moriréis en fin sin haber sido jus
tos , ni penitentes. Comprehended de aquí la estupidez de
aquellos penitentes , que se confiesan con el primer Confesor
que encuentran , sin mas reflexión , ni discernimiento , lo que
ciertamente no executarian en un asunto temporal por poco
interesante que fuese para ellos. Pues si tuvieran algún pley-
to , ó algún negocio que consultar , seguramente no se diri
girían al acaso al primer Abogado que saliese , sino que se
informarían seriamente del que fuese mas hábil , y no se
embarazarían porque costase mucho ó poco el tomar su con
sejo. ¿Qué se debe pues juzgar de un Christiano que pre
fie
ra) Matth. 33. v. a$. & atf.
sobre el Catecismo. Parte II. 119
fiere al Confesor mas benigno , ó como se suele decir , mas
ancho ? Lo mismo que se juzgaría de el que teniendo una
úlcera , que solo se pudiese curar por cauterio , prefiriese
los remedios suaves que aplacasen el dolor por algunos mo
mentos , ó tomase bebidas agradables que le embriagasen para
no sentir el dolor. Porque la absolución dada fuera de tiempo
no cura la llaga del pecado , sino que hace dormir al pe
cador. Así los que aman su salud , deben practicar el con
sejo que les da Gregorio VII. en el Concilio Romano séptimo:
Os exhortamos , dice , que para recibir la penitencia por vues
tros pecados, no corráis á aquellos Confesores que traen una vid*
poco regular , y no poseen la ciencia necesaria para dirigiros,
y así mas conducen las almas á la perdición que á la salud , se
gún el oráculo de la verdad : Si un ciego conduce á otro cie
go , ambos caen en el precipicio : sino dirigios á aquellos que
instruidos en la Religión , y las Escrituras , os pueden mostrar
el camino de la verdad , y salud (a).
Pero se dice : yo obro bien, siguiendo de buena fe lo que
me dice el Confesor : él está aprobado por el Obispo , y esto
basta. Ah! ¿Obraríais bien siguiendo de buena fe la dirección
de un ciego á quien tomaseis por guia? Pues de buena fe
caeriais con él en el precipicio. Yo sé bien , que si se tra
tase de vuestra salud temporal , ó de la conservación de vues
tros bienes , no seguiríais de buena fe el parecer de qual-
quier Médico , ú Abogado , por la sola razón de que el uno
estuviese aprobado en medicina , y el otro en jurispruden
cia. No os engañéis ; el designio de confesaros con el pri
mer Confesor que salga , prueba evidentemente el poco cui
dado que tenéis de vuestra alma , la aversión con que mi
ráis el camino estrecho del Evangelio , y en una palabra, la
extinción casi total de la fe en vuestro corazón. El Con
fesor está aprobado. Y bien. ¿El Obispo no puede ser en
gañado por algunos? ¿No puede un Confesor ser bueno para
unos , y no serlo para otros? Y en fin , aun quando todos
fuesen buenos , como no lo serian en un mismo grado , siem
pre
(«) Conc. Rom. 7. c. j. rom. 10.
Ee 1
no " Instrucciones
pre sería temeridad el contentarse con qualquiera de ellos,
y mucho peor aun el preferir al mas benigno , aunque sea
menos docto , como suele acontecer.
¿M is cómo se deberá hacer este discernimiento emre el
buen Confesor y el malo? Respondo, que Ja mayor ó me
nor instrucción de los Confesores no dexa de saberse en les
pueblos por noticias fundadas que se tiene de ellos. Se sabe
igualmente quienes son los Confesores mas anchos , que no
tratan de saber sino los pecados mas graves de los peniten
tes , que abrevian demasiadamente las confesiones , y no dan
penitencias proporcionadas á las culpas , por cuya falta se
recae fácilmente en el pecado. Y en fin á todos es notoria la
poca virtud , y las costumbres poco arregladas de algunos
Confesores, de quienes- se puede presumir que no sabrán los
medios de adelantar á las almas en la virtud , ó que no cui
darán mucho de promover este adelantamiento.
Pero en todo acontecimiento los penitentes deben tomar
á Dios por guia en un asunto tan importante como éste. Por
que Dios es , como lo atestiguan las Escrituras , quien sus
cita en su pueblo los buenos y malos Principes , los buenos
y malos Pastores , y por consiguiente los verdaderos y fal
sos Directores. Los primeros son dones de su misericordia,
y los segundos , azotes de su justicia. Así que debéis recur
rir á él , y pedirle un buen Confesor , y pedirle tanto , dice
San Agustín , como debe ser pedida una cosa tan grande ; y no
dexará de oir vuestras súplicas , como lo tiene prometido.
Porque él mismo ha dicho i Convertios ^ y volved á mí t yo os
daré Pastores según mi corazón , que os suministrarán el alimen
to de la ciencia ry doctrinaba). Y el Sabio dice : Buscad al Se
ñor con simplicidad de corazón : porque los que no le tientan, le
hallan ,y se hace conocer á los que tienen confianza en él (h).
Si. recurrís pues á Dios con simplicidad de corazón , y le
pedis con confianza un buen Director que os guie, estad se
guros , que por grande que sea la escasez de buenos Con
fesores , Dios que les forma , y les ilustra por sí mismo, no
per-
(0) Jerem. 3. 14. rg. (b) Sapieot 1. r. a.
sobre el Catecismo. Parte II.
permitirá que quedéis sin este socorro : y enviará mas antes
un Angel , ó cómo dice un Autor célebre , sacaría mas antes
agua de las ro:as, é hijos de Abrahan de la« piedras mas
duras , que permitir que los que tienen un corazón recto,
careciesen de guia capaz de conducirles. Nada es capaz de
impedir la salvación de las almas , á quienes Dios ha esco
gido por su elección eterna. O las conduce por sí mismo , su
pliendo así la falta de luz de los Pastores , ó las hace ha
llar las luces que necesitan en las tinieblas mismas- de sus
Directores , á quienes ilustra para ellas , y no para sí mis
mos.
4.0 Como se debe hacer la confesión*

i.° La primera condición de la buena confesión, es que


sea entera , esto es , que el penitente declare por menor
todos los pecados mortales que agravan su conciencia , y no
solamente los que conoce que son mortales , sino también
aquellos de quienes duda si lo son ó no : porque en el caso
de duda , la prudencia dicta, que se tome el partido mas se
guro. Lo cierto es , que no hay inconveniente en manifestar
los , aunque no sean mortales , y si lo son , y no se acusa
de ellos , no puede conseguir el perdón de estos , ni de los
otros. Aquellos , dice el Concilio de Trento (a) , que volunta
riamente callan alguno de los pecados , de que es necesario bus
car el perdón cerca de Dios , por medio de una confesión since
ra , y llena de confusión , nada presentan á su misericordia que
pueda ser perdonado por el Sacerdote. El penitente , pues, debe
confesar al Sacerdote todos sus pecados según están en su
conciencia : y así lo ha enseñado siempre la Iglesia como
lo declaran los testimonios de los Santos Padres. Porque San
Ambrosio dice , que no puede uno ser justificado del pecado,
si no le confesare (¿>). San Gerónimo (r) dice igualmente : Si
mordiere á escondidas á alguno la serpiente diabólica , y sin sa
berlo nadie le inficionare con el veneno del pecado; si callare,
y no hiciere penitencia , ni quisiere confesar su llaga á su her-
ma-
(«) Sess. 14. c. g. (¿) Lib. de Paradis. cap. 4. (c) Supp. c. 10.
ni . Instrucciones
mano 6 Maestro , el Maestro que tiene lengua para curar, mt
podrá aprovecharle. San Cipriano enseña esto mismo diciendo:
Aunque no estén culpados con maldad alguna de sacrificio de
idolatría , ó de libelo de eso , todavía porque consintieron en
ello , confiésenlo con dolor ante los Sacerdotes de Dios (a). Y úl
timamente esta es la común voz y sentir de todos los Doc
tores de la Iglesia.
Mas quando decimos que el penitente está obligado á
declarar todos los pecados mortales , comprehendemos en esto
la especie de cada pecado, el número , las circunstancias que
agravan , ó aumentan la malicia del pecado , las causas , las
conseqüencias , y las costumbres contraidas , según lo de
jamos explicado tratando del examen de conciencia. El Con
cilio de Trento solamente decide, que es necesario explicar
las circunstancias que mudan de especie , como si uno mató
á un hombre , debe distinguir si era Clérigo ó seglar ; si
pecó con una muger , es preciso que declare si era soltera,
ó casada, ó parienta , ó consagrada á Dios por algún voto,
porque estas circunstancias constituyen diversas especies de
pecado. Pero la razón que da el mismo Concilio , á saber:
Porque sin esto no puede el Sacerdote conocer suficientemente
los pecados , para hacer un justo juicio de su gravedad , é impo
ner á los penitentes la pena conveniente (¿) , se extiende tam
bién á las circunstancias , que aumentan la malicia del pe
cado dentro de la misma especie , como por exemplo , si el
hurto que se ha hecho fué de un doblón ó de doscientos
doblones , si se hizo por casualidad ó proviene de costum
bre , pues sin duda alguna estas circunstancias pueden ha
cer mudar notablemente el juicio del Confesor. Y además,
como es difícil que los penitentes sepan discernir las circuns
tancias que mudan de especie , es claro que deben confesar
todas las circunstancias que puedan ser conducentes , para
hacer conocer la grandeza del pecado , y la verdadera dispo
sición del alma , sin omitir voluntariamente alguna de ellas.
¿Y si el penitente , me decis , dexa de confesar algún
pe
to) S. Cypr. de Lapsii. frop. fia. (i) Sea. 14. c ¿.
sobre el Catecismo. Parte II. 023
pecado mortal , ó alguna circunstancia notable , qué se debe
pensar de esta omisión ? Respondo , que si la omisión es
culpable , la confesión que hizo el pecador es sacrilega , del
mismo modo que si la hubiera hecho sin verdadero dolor
de sus pecados : y debe reiterarla , comenzando por el pe
cado que ocultó , y el sacrilegio que cometió confesándose
mal. Pero si la omisión no es culpable , no hace la confesión
sacrilega. Los pecados , dice el Concilio de Trento (a) , que no
se ofrecen á la memoria de uno que piensa con diligencia en
ellos , se juzgan comprehendidos en general en la confesión que
ha hecho , y por ellos decimos con el Profeta : Purificadme , Se
ñor, de mis pecados ocultos (¿). Y en este caso basta que se
declare en la confesión inmediata el pecado que se olvidó.
Solo resta saber quándo la omisión es inculpable , y
quándo criminal. Es pues inculpable , quando proviene de
olvido natural ó involuntario , ó de ignorancia invencible.
El olvido es involuntario , quando después de haber hecho
examen de conciencia con aquel cuidado y diligencia , que
se suele poner en los negocios de mayor importancia , se
olvida no obstante algún pecado , y por tanto no le confie
sa , siendo su ánimo confesarlos todos.
Se llama ignorancia invencible quando no se puede ven
cer , aunque se practiquen las diligencias ordinarias para
ello. Y el que se halla en este estado de ignorancia no pe
ca executando una acción realmente prohibida , pero que no
sabe que lo es ; y menos peca no acusándose de ella.
La omisión es criminal quando proviene de malicia , de
olvido voluntario , de ignorancia vencible , ó de vergüen
za. A la verdad son muy raros los que callan los pecados en
la confesión por pura malicia , y son mas freqüentes las otras
causas, que por lo mismo es necesario explicar.
El olvido se juzga voluntario , quando no se ha hecho
el examen con toda la atención y cuidado , con que se podía
y se debia hacer , y exige por su naturaleza un negocio tan
grave como éste.
La
(«) Sess. 14. c. 5. (í) Ps. i». T. 13.
324- Instrucciones
La ignorancia es vencible respecto de las obligaciones
comunes que cada uno debe saber , porque se supone que
todos tienen proporción para saber aquellas cosas que saben
aun los menos instruidos , pero que temen á Dios , y pro
curan seriamente su salvación. La vergüenza es la causa
mas freqüente de que se callen ciertos pecados en las con
fesiones , porque es un artificio común del demonio el dis
frazar , y ocultar al pecador la fealdad del pecado antes
de cometerle , y el mostrarle después toda su deformidad,
quando se trata de confesarle. Pero nada hay mas ridículo,
ni mas infundado que esta mala vergüenza. i.° El Confesor
está obligado á un secreto inviolable por todas las leyes di
vinas y humanas 5 y así debemos estar seguros , que lo
que le declaremos , solo él lo ha de saber , y ninguno otro.
2.0 El Confesor es un hombre como nosotros , y expuesto
á las mismas fragilidades que nosotros , para que se pueda
condoler de los que ignoran , y yerran , porque él mismo está .
vestido de nuestra enfermedad y flaqueza. Si Sun Pablo hablando
de Jesu-Christo nuestro soberano Pontífice, dice, que no es
tal que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas , porque en
si mismo ha experimentado todo género de males , á excepción
del pecado podemos temer que su Ministro, el qual se
siente pecador como nosotros, no tenga piedad y compasión
de nuestra fragilidad y miseria (c) ? 3.0 ¿Qué es lo que ade
lantamos ocultando al Confesor algún pecado? Podremos evi
tar la vergüenza de un momento ; ¿ pero podemos privar á
Dios del conocimiento que tiene de nuestro pecado, y evi
tar la confusión eterna que nos hará sufrir , quando en el
dia del juicio hará público , lo que está oculto en las tinieblas,
y manifestará los mas secretos pensamientos de los corazones (dyi
4.0 Quando se trata de descubrir al Médico alguna enfer
medad secreta , ¿ »os detiene acaso la vergüenza , sobre todo
si es de temer la muerte ocultándola? ¿ El amor á la vida
no
(a) Dist. a. de Poenit. cap. Sacerdtt. De Poenit. & remis. cap. Om-
mit utriusque. {b) Hebr. «g. (c) S. Ambr. 1. 2. de Poenit. c. 10.
(d) 1. Cor. 4. 5. S. Aug. ¡a Ps. 66. n. 6.
SOBRE EL CaTECWMÓ. PaRTE II. i2f
no-nbs hace entonces Vencer -todas nuestras repugnancias ? ¿Y
estando herida nuestra alma , ó mortalmente llagada no te*
memos irritar mas la llaga , y hacerla incurable , por la ver
güenza de descubrirla á el que puede aplicarla los remedios
saludables? y.o La confesión de los pecados es inevitable:
si no los confiesas en esta vida!i, dice San Agustín («) , serás
condenado en la otra por tu propia confesión. Ni por esto quieto
decir que la confesión no deba ser vergonzosa , modesta y
llena de confusión en consideración á las ofensas que se han
hedho á Dios, sino- que esto no debe impedir el que se
, manifiesten al Confesor , si se quiere alcanzar el perdón de
ellas? •">* '«•. . ' ■ .
Mas por lo que toca á los pecados veniales , aunque se
oculten voluntariamente al Confesor , no por eso será la con
fesión sacrilega ; porque estos peCaidos , dice el Concilio,
pueden ser perdonados por otros muchos medios, además del Sa
cramento de la Penitencia. No obstante es muy útil confesarse
de ellos, como lo demuestra la práctica de las personas virtuo
sas (¿) : sobre lo qual se deben observar dos cosas, i .° Qyan-
do dice el Concilio , que la declaración de los pecados ve
niales no es necesaria , habla en general , y considerando la
•confesión como medio instituido para la expiación de los pe
cados. Pero si se considera como un medio de humillación
instituido para que el penitente se haga conocer al Confesor
poniéndole en estado de darle los consejos necesarios , puede
haber algunas ocasiones en que deba acusarse de ciertos pe
cados veniales, a.o La confesión de los pecados veniales es
muy útil y provechosa , dice San Francisco de Sales , quando
se hace con un sincero dolor de haberlos cometido , y un de
seo verdadero de enmendarse (c). Mas quando la confesión
de los pecados veniales no es animada por la contrición, el
alma como que se familiariza con estos pecados , y se indis
pone mas para dolerse de ellos. ¿Y qué sé yo, si continuando
las confesiones con esta indisposición , llegará á perder el
respeto 3l Sacramento? Esto no es decir que no se deban
con-
(a) lbid. ; (i) Sess. 14. c. $. («) Introd. 1. 2. cap. 19.
Tem. II. Ff
2 26 r ir . Instrucciones ■»
Confesar los pecados veniales, ó que sea mas .seguro no ¡acu
sarse de ellos baxo el pretexto del peligro á que se expone;
sino que se debe poner mucho cuidado en evitar el abuso de
estas confesiones, y.Jos'Confesores están obligados á ;adver<-
tirlo así á los penitentes.:' •> i\><'<vj\n •■ i 1 «».; . ¿-. sb !* ■
; La confesión debe también ser humilde. Todo peca
dor es reo de lesa. Magestad divina por haberse rebelado
contra su Dios y Señor; y el penitente es un criminal pene
trado^ de ^arrepentimiento^ que va -a arrojarse á los pies de
$u Rey yjjue*., para alcanzar igíflcia , acusándose á sí
mismo. Pqrque el .tribuoaide la Penite>acta es el tribunal de]
mismo Jesu-Christo ; el Sacerdote es su Ministro , y en su
nombre escucha , pregunta ,y sentepcia. El penitente pues
-debe acusarse- á sí mismo con los sentimientos de un crimi-
jwl arrepentido y humillado, Dixej¡ confesaré al Señor mi in
justicia -contramina)* >•!'.»•(■"' i« .
% 3.0 La confesión debe. ser verdadera, dice San Bernar-^
do (/>) , y el penitente no debe exagerar , ni disminuir cosa
-alguna , sea á favor ,suyo , sea contra ; él 4 sino que se ha de
-manifestar ,aLConfesor con simplicidad , ¡según se conoce á sí
mismo, diciendo lo cierto como 1 cierto ^ -y lo dudoso como
dudoso, sin juzgarse á: <sí mismo temerariamente: pues de lo
contrario faltaría á la verdad de la confesión. Es asimismo
un defecto contrario á la verdad de la confesión el acusarse
,de suerte que se dé buena idea de él al Confesor, refiriendo
-ó mezclando cosas gloriosas á sí mismo según el mundo , ó
disculpándose mas de lo justo. ■'»•>•.•■
i - 4.0 La confesión, dice también San Bernardo (¿r) , debe
ser propia , ó lo que es lo mismo , debe ser prudente y dis
creta, es decir , que debemos acusarnos á nosotros mismos,
y no á otros , procurando siempre conservar el honor del
próximo , y no descubrir sus pecados , si la necesidad no
nos obligare á ello, como por exemplo , si tenemos nece-
. sidad del consejo del Confesor , para conducirnos con los
cómplices de nuestros pecados , para servirlos con reserva,
ó
(fi) Ps. 3-1. v. 6. (*) Serm. 40. de divtr. a. 6Í (*) Ibid.
sobre el Catecismo. Parte II. 227
6 evitar su compañía. Pero de ninguna manera debemos ma
nifestar los cómplices para disculparnos con ellos , como lo
suelen hacer algunos. Poned , Señor , decia el Profeta {a) , un
¿andado á mi boca... No permitáis que mi corazón prorumpa en
palabras de malicia , para buscar excusas á mis pecados.
y.o Ultimamente la confesión debe ser desnuda (¿>) , sen
cilla y clara , esto es , sin disfraz ni reserva voluntaria : por
que la confesión ha sido instituida para manifestarnos al
Confesor , según nos conocemos á nosotros mismos , sin mez
clar historias agenas del asunto que se trata , ni explicarnos
por rodeos, ó palabras vagas , como hacen algunos á quie
nes nada puede percibir el Confesor sino á fuerza de pre
guntas. Mas aunque decimos que no se deben contar histo
rias én; la confesión , no por esto entendáis que no sea muy
útil algunas veces el referir las causas, y el modo de haber
caido en el pecado , porque de aquí se puede venir en co-
nocimient» de lo que es ó no ocasión próxima ; de la fuerza,
ó debilidad del alma : en una palabra : se deben evitar
las confesiones secas y reservadas, que no dexan conocer el
corazón del penitente.
, .... ñ: 1 . '
■ r tm.-j: 1 * I - . - -1 VIL ' <>- '• :

> >• . "De la satisfacción.

~ Hemos querido tratar de la satisfacción antes que de la


absolución, porque como las obras satisfactorias deben ser
impuestas por el Sacerdote, y aceptadas por el penitente án-
tes de la absolución, la satisfacción, á lo menos en la pre
paración de ánimo , es una condición necesaria que debe pre
cederla. Además , que según el uso constante de mas de once
siglos , y que no consta haber sido derogado por alguna ley
de la Iglesia , la satisfacción debia preceder en todo ó en
parte á la absolución , fuera de los casos de necesidad , co
mo el de una enfermedad peligrosa , &c. Y éste , á la ve r-
•< ■> da d,
(a) Ps. 140. (¿) S. Bern. ibid. t j
Ff a
2i 8 • .Tl Instrucciones • •
dad , es el órden mas natural ea sí mismo , el mas seguro
para conducir al Confesor al conocimiento de las disposicio
nes interiores del penitente ; y generalmente hablando el
mas saludable al penitente mismo , á quien hace llevar con
humildad , y sentir el peso de sus maldades , y preservarse
con mas cuidado de las recaidas. Por lo demás no es ab
solutamente necesario , y la regla que debe observar el Con
fesor , es procurar el mayor bien , y la mas sólida utilidad
del penitente. • >•-, .
La satisfacción , pues , no es otra cosa que la recompen
sa ó reparación de la injuria hecha á otro. Y por lo que toca
á este lugar , los Doctores sagrados entienden por satisfac
ción , la reparación de la injuria que el hombre hizo á Dios
por el pecado. Y para denotar , que esta reparación debe ir
acompañada de un propósito firme de no ofenderle en ade
lante , dixéron algunos (a) , que satisfacer , es dar á Dios el
honor debido : y otros (¿) , que es cortar las causas de los pe
cados , y no dar entrada á sus sugestiones. Pero la primera
explicación es la mas justa y adequada. Veamos, pues , quál
es la doctrina de la Iglesia acerca de Ja satisfacción. ... •
Todo pecado es una injuria hecha á la santidad de Dios,
y á su infinita magestad ; y su justicia pide la reparación de
esta injuria. To soy , dice el mismo Señor, el Dios poderoso y
zcloso , que vengo la maldad de los padres sobre los hijos hasta
la tercera y quarta generación en todos los que me aborre
cen (f). El Señor, dice Josué (d) , es un Dios santo , Dios po
deroso y zeloso , y no perdonará vuestras maldades y pecados»
Si abandonáis al Señor, él se volverá contra vosotros, os afli
girá , os arruinará , después de todos los, beneficios que os ha
hecho. . ■ n '-j¡-.- " ■ i •-. i r s . n, -. ■- .
Pero por muchas penas que sufra una. criatura que ha
ofendido á Dios, jamas podrá reparar la injuria que le ha
hecho, porque la satisfacción debe ser proporcionada á la
injuria. Pero la injuria es infinita, supuesto que se ha. hecho;
. r . jj /j .' .1 . .lu • I. :h3ht\i.*lno < u*. .. < 3.í
la) D. Anselm. 1. i. Cur Deur. e. it. (b) De Poenit. dist. 3. cap.
Salit/uítio. (c) Excd. ao. 5. {J) Josué 34. j$. & »o.
t "l i
sobre el Catecismo. Parte II. > 229
á. un Dios infinito ; y la reparación que puede hacer la cria
tura, y aun todas las criaturas juntas , no puede ser de un
precio, y mérito infinito , y así el pecador es el siervo insol
vente de quien habla Jesu-Christo en el Evangelio (A
Exigiendo pues la divina Justicia una reparación igual
á la injuria , , ejra necesario que el Reparador fuese Dios,
y porque la reparación debía hacerse en la naturaleza .hu
mana que había pecado , era también necesario que fuese
también hombre semejante en todo á los demás hombres á
excepción del pecado : es decir , era necesario que Dios se
uniese á la naturaleza humana , para que la reparación del
hombre fuese también reparación de Dios , y por tanto de
un mérito y dignidad infinita • y esto es lo que se ha ve
rificado por la Encarnación del Hijo de Dios Pero la
muerte es la pena , ,y el estipendio del pecado (r) , d ice el
Apóstol , y por esta razón era necesario aun que el Repara
dor del pecado sufriese la muerte, y una muerte que re
uniese los dos géneros de penas que merecían los pecador
res , el dolor y la ignominia. Y esto es lo que cumplió Jesu-
Christo humillándose á sí mismo, y haciéndose obediente hasta
la muerte , y hasta la muerte de cruz (rf) : porque como dice
la Escritura : No se concede el perdón sin la efusión - de san->
gre (e) : y era muy digno de Dios para quien y~ por quien son
todas las cosas , que queriendo conducir á la gloria muchos hijos
por el camino de los sufrimientos , consumase también por los
sufrimientos al que debia ser el Autor de su salud (/). Jesu-
Christo pues es el que aplaca la ira del Padre , y el que sa
tisface por todos nuestros pecados : y no solo por los nuestros,
sino también por los de todo el mundo (g). ¿Sin esta satisfac
ción qué reparación ó recompensa podría dar la criatura á
Dios ? iQué retribuiré yo al Señor , decia el Profeta (¿) , por
todos los beneficios que me ha hecho ? Tomaré el cáliz de la sa
lud , é invocaré el nombre del Señor: es decir : no hallo sa-r
r. • • " .'■?.» . • . .vi '* 1 i • ■ . ■«. '1 > ■'■ - tis-r

(a) Matth. 18. iS. (í) S. Leo. serra. ai. & 7. dcNat. S. Aog.'I. x¿
de^Trrn. c. 13. & 14. (<) 1*0111.6.35. [d) Philip. 3. i.
(e) Hebr. p. v. 3». (f) Ibi. a. y. 10. {g) 1. J'o^n. a, {i) Pí.
13* Instrucciones
tisfaccion alguna digna de Vos , sino en virtud de la satis
facción de vuestro Hijo.
Porque ciertamente nuestras satisfacciones no pueden ser
dignas de Dios , si no toman su valor y eficacia de la satis
facción de Jesu-Christo. Por lo qual lejos de obscurecer nues
tras satisfacciones ía perfecíísima satisfacción del Salvador,
sirven á realzar el precio de ella , y nos ofrecen nuevos mo
tivos de reconocimiento , y de amor al Señor , supuesto que
recibimos de él todo lo que podemos ofrecer en pago de nues
tros pecados. La satisfacción que nosotros ofrecemos en pago de
nuestros pecados , dice el Concilio de Trento {a) , no es de tal
suerte nuestra que no se haga, y se cumpla por Jesu-Christo,
Porque nada podemos de nosotros , como de nosotros mismos^
y todo lo podemos con el socorro de aquel que nos conforta. Asi
el hombre no tiene de que gloriarse , sino que todo el motivo de
nuestra gloria está en aquel en quien vivimos , en quien more—
cemos en quien satisfacemos, haciendo frutos dignos de peni
tencia , que toman de él su valor y mérito ; son ofrecidos por él
al Padre, y por su medio son recibidos , y agradables al Padre.
Así que no es bastante que el Salvador haya satisfecho mas
que suficientemente por todos los pecados , sino que es ne
cesario que su satisfacción se nos aplique á nosotros ; y co-í
mo esta aplicación depende del órden establecido por Jesu-
Christo , por eso se hace diferentemente en el Bautismo que
en la Penitencia , como lo explica bien el Concilio de Tren
to por estas palabras : El órden de la divina Justicia exige'j
que de una manera sean recibidos á la gracia los que pecároé
por ignorancia ántes del Bautismo , y de otra los que despuet
de haber sido rescatados de la servidumbre del pecado y del
demonio , y recibido el don del Espíritu Santo , no temblaron pro
fanar con advertencia el templo de Dios , y entristecer al Es
píritu Santo. T á la divina clemencia corresponde también , que
no se nos perdonen con facilidad los pecados sin alguna satisfac
ción : porque no tomemos de ahí ocasión de juzgarlos por cosa
leve , y con injuria y ofensa del Espíritu Santo , caygamos en
otro:
(«) Sess. 14. c. S.
sobre el Catecismo. Parte II. 23.1
otras mayores , atesorando, ira contra nosotros , para el dia del
justo juicio de Dios (a). De suerte , que por el Sacramento
del Bautismo se nos aplica mas abundantemente la satisfac
ción de Jesu ChrjstQ, que por el de la Penitencia ; puespor
el Bautismo se nos. perdona totalmente la culpa y la pena;
.y por la Penitencia aunque se nos perdona ía culpa ,' nos
resta que pagar la pena por medio de las obras< satis facío-
rias. Porque en el pecado se han de considerar dos-: co
sas ,• la mancha \ y; la pena, ó como dice San Bernardo (¿>),
la mancha y y la llaga. Por la gracia de la Penitencia se lava
y purifica el alma de la mancha y fealdad de la culpa, pero
es necesaria además la satisfacción á fin de sanar la llaga,
que hizo en ella el pecado. No basta , dice San Chrisósto-
mo (r), sacar la saeta del cuerpo : sino que es necesario también
sanar la herida que abrió. Así también en el alma después de
conseguido el perdón del pecado , debe curarse por la penitencia
Ja llaga que hizo en ella. Y conforme á esto nos enseña mu
chas veces San Agustín , que en la Penitencia resplany
decen la misericordia de Dios y su justicia. La misericordia
con que perdona los pecados , y .las penas eternas que me
recían 5 y la justicia , castigando al pecador con penas tem
porales,. :. ■ —iq
Es , pues , enteramente falso , dice el Concilio de Trenr
to (tf) , y contrario á la palabra de Dios , que el Señor no per
done jamas el pecado , sin que al mismo tiempo perdone toda la
pena. Porque además de la autoridad de la tradición , se hallan
en las sagradas letras exemplos ilustres y convincentes que des*-
fruyen manifiestamente este error. Y ved aquí algunos de ellos.
Después que los Israelitas salieron de Egipto , adoraron un
.becerro de oro en el desierto, y murmuraron, freqüente-
mente contra Dios. Moyses rogó al Señor por ellos , y el
.Señor les perdonó su pecado : mas no obstante en castigo
del pecado mismo que perdonaba , les condenó á pasar qua*-
.renta años en el desierto , y á no entrar jamas en la tierra
pro-
(a) Ibld. (¿) Serm. in Coen. Dona, (c) Hom. 80. ad pop.
{d) la Ps. 50. (,<?) Sess. 14. c. C. v ^
S 31 INSTRUCCIONES
prometida. Y Moyses mismo aseveró que Dios habia de ven
gar este pecado hasta en la tercera y quarta generación («).
> Nathan aseguró á David de parte de Dios que su pe
cado estaba perdonado ; y sin embargo se cumplieron en él
y en su casa todos los males que este siervo de Dios le
habia profetizado , y que debían ser el castigo de su pen
cado (¿). Y no satisfecho aun David con esto , se tomó por
íu mano grandísimas penas , implorando dias y noches la
misericordia de Dios por estas palabras ; Lavadme , Señor,
mas y mas de mi maldad , y purificadme de mi pecado, por
que yo conozco mi delito, y mi pecado está siempre contra
mí (c).
Esta penitencia de David , quien lloró su pecado por
toda su vida ; la penitencia de los Ninivitas , y su exempl©
propuesto por Jesu-Christo (d) ; la del Rey Manases (e) ; y
la de los Judíos de Betulia (/) prueban constantemente que
Dios no solamente castiga los pecados mismos que miseri
cordiosamente perdona , con los males temporales que nos
envia , sino que quiere que los castiguemos nosotros mismos
^)or medio de las obras de una digna penitencia. '
- . T' Pero aun quando estos exemplos no fuesen suficientes
para convencernos de la necesidad de la satisfacción , debe-
-rian serlo sin duda sus saludables efectos, que son los siguien
tes. i.° Las obras satisfactorias que se nos imponen en U
confesión , y aun las que nos tomamos por nosotros mismos
detienen los castigos de Dios , y las penas que nos tiene pre
paradas, como lo enseña el Apóstol (g), diciendo : Si nos
juzgásemos á nosotros mismos , no seriamos juzgados de Dios.
Mas quando somos juzgados , nos castiga el Señor como á hijos
suyos en esta vida , á fin de que nos enmendemos , y no
seamos condenados con el mundo para la eternidad.
c ■í-.i.p Las obras satisfactorias , dice el Concilio de Tren
to (¿) , curan las reliquias de los pecados , destruyen las cos-
turn
io) Exod. 31 & Num. 14 (*) 4. Reg. 11. (c) Ps. jo.
(rf) Jon. 3. Matth. 19.-41. (e) ». Paral. 33. 11.
{f) Judith 4. p. (£) 1. Cor. (i. 21. {t) Sess. 14. c 6.
Pobre el Catecismo. Parte. II. 233
lumbres viciosas, y alcanzan de Dios la gracia necesaria
para cumplir los buenos propósitos que se han hecho.
3.0 Preservan y apartan á los penitentes del pecado, y
los hacen andar mas cautos y cuidadosos en lo sucesivo.
. 4.0 Nos hacen semejantes y conformes á nuestra cabeza
Jesu-Christo en quanto él padeció , y fué tentado Por
que , como dixo San Bernardo : No cabe verse cosa mas dis
forme, que un miembro delicado debaxo de una cabeza coronada
de espinas (b¡). Y según el Apóstol : Somos juntamente herede
ros con Christo , pero si padecemos juntamente con él (c). Y en
otro lugar dice también : Si morimos con él , viviremos con él,
y si sufrimos , reynarjmos con él también (d).
y.o Las obras de penitencia son como unos testimonios
4e nuestro dolor, por los quales damos satisfacción á la Igle
sia , que está gravemente ofendida con nuestras maldades.
Pues , como dice San Agustín (e) : No desprecia el Señor el
corazón contrito y humillado : mas como muchas veces el dolor
del corazón de uno es oculto á los otros , y no llega Á noticia de
ellos ni por- palabras , ni por otras señales ; con mucha razón
determinaron los Prelados de la Iglesia eiertos tiempos de pe
nitencia , para que se 4é satisfacción á la Iglesia mismut , en la
qual se perdonan esos mismos pecados, t
6.° Y últimamente los exemplos de nuestra penitencia
instruyen prácticamente á otros , y les mueven poderosamen
te á ordenar su vida huyendo del pecado , reformando las
malas costumbres , y siguiendo la virtud. Por esto con sumo
acuerdo se observó en la Iglesia , que si alguno cometía pú
blicamente alguna maldad , se le imponía penitencia públi
ca , para que atemorizados Jos demás , evitasen los pecados
con mayor vigilancia. Y aunque algunos piensan que este
era un rigor excesivo , porque juzgan del espíritu de la
Iglesia por la relaxacioo de los últimos tiempos , sin embargo
es incontestable, que. esta, disciplina estuvo en vigor en la
' • .,; ' '-.i Jgíe-
(a) Ifebr. 9. (b) Sarro. 5. de omn. Ss- (f) Román. 9. '• '
¡ «• Jim, a. (e) la enchir. c. 6$. habet. dePqsnic. Dlít. 1. c»f,
In acttone.
Tom. IT, Gg
a 34 Instrucciones
Iglesia por el discurso de muchos siglos , y que jamas ha sido
abolida por alguna ley; y al contrario ha sido felizmente
restablecida por el Concilio de Trento , cuyo decreto dice
así ; El Apóstol advierte , que los pecadores públicos deben ser
corregidos públicamente, (¿uando alguno , pues , hubiere cometido
algún pecado en público , y á vista de muchos , de suerte que
110 haya duda que otros han sida ofendidos ¡y escandalizados , es
necesario hacerle sufrir públicamente una penitencia proporcio
nada á su delito , para que los que fueron excitados al desorden
por su exemplo , sean movidos á una vida arreglada por el tes
timonio de su enmienda. El Obispo no obstante podrá conmtitar
la penitencia pública en una secreta , quando lo ¡vagare cott-^
veniente (a).
Pero se ha de notar que el Concilio declara dos cosas,
i.° que los pecados públicos deben ser castigados pública
mente : 2.0 que deben ser castigados con una penitencia pro
porcionada á su gravedad y malicia. Y esta misma propor
ción quiere expresamente que se guarde respecto de los pe
cados secretos , imponiéndoles una penitencia correspondiente
al número y gravedad de ellos. Los Sacerdotes del Señor , di
ce el Concilio , deben (siguiendo lo que el Espíritu Santo ,y la
prudencia les dicten ) imponer satisfacciones saludables y conve
nientes , según la qualidad de las pecados, y el estado- (ó facul
tad ) de los penitentes , no sea que tratándoles con indulgencia^
é imponiéndoles satisfacciones muy ligerds por pecados conside
rables , favorezcan sus pecados , y ellos mismos se hagan cóm
plices de los pecados de otro. T deben tener presente , que la
satisfacción que- imponen no solamente pueda servir de remedio
ñ la enfermedad de los penitentes , j; de preservativa para con
servarles en su nueva vida ; sino que sea también la venganza
y castigo de- sus pecados pasados (b\
Las satisfacciones , pues, deben ser proporcionadas á la
naturaleza de los pecados , y al estado y fuerzas de los pe
nitentes. i«P A la naturaleza de los. pecados: porque hay
obras de penitencia que se pueden llamar remedios genera-
..... i ]es
{a) Séss. 14. e. 8. (b) Loe. cit.
sobre el Catecismo. Parte II. '23 5"
Ies de los pecados 5 y hay otras que son propias para ciertos
pecados. O , por mejor decir , todas las obras buenas que
se hacen en espíritu de penitencia son agradables á Dios,
y el Señor las recibe en satisfacción por nuestros pecados;
pero hay ciertas obras que dicen mas proporción con unos
pecados que con otros, como por exemplo , la limosna para
satisfacer por el pecado de avaricia ; la mortificación de la
carne para satisfacer por el pecado de impureza , &c.
Las obras de penitencia que el Confesor debe imponer,
pueden reducirse á la oración , ayuno , y limosna. Primero,
porque á estos tres géneros de satisfacción corresponden to
dos los bienes que hemos recibido de Dios , á saber , los
bienes del alma , los del cuerpo , y los que llaman de fortuna.
Lo segundo , porque son los mas convenientes para arran
car las raices de todos los pecados ; pues siendo todo lo que
hay en el mundo ó concupiscencia de la carne , ó concupiscencia
de los ojos , ó soberbia de la vida (a) , es claro que á la pri
mera se opone el ayuno, á la segunda la limosna^y la ora
ción á la tercera. Y últimamente como los ofendidos por
nuestros pecados son Dios , el próximo , y nosotros mismos,
es muy justo que aplaquemos á Dios con la oración , satis
fagamos al próximo con la limosna , y con el ayuno nos
castiguemos á nosotros mismos. Y decimos , que todas las
satisfacciones se reducen á estas , porque baxo el nombre de
oración se entienden tedas las acciones de religión, por el
ayuno todas las privaciones y mortificaciones corporales y es
pirituales , y por la limosna todas las obras de misericor
dia que se exercen con el próximo de qualquier naturaleza
que sean. Ni es necesario que busquemos por nosotros mis
mos todas las satisfacciones, pues la bondad y liberalidad
de Dios es tan grande , dice el Concilio de Trento, que po
demos satisfacer por Jesu-Christo á Dios Padre no solamente
con las penas que abrazamos por nosotros mismos para castigar
el pecado , y por las que nos son impuestas por el Sacerdote , se
gún la medida de nuestras faltas , sino también (y es la mayor-
de-
(«) x. Joan. a.
Ggi
236 Instrucciones i..-
demostración del amor de Dios ) con las aflicciones temporales^
que el Señor nos envía , y nosotros sufrimos con paciencia (a).
2i° La satisfacción debe ser también proporcionada ai
estado de los penitentes , y no se les debe imponer peniten
cias que excedan sus fuerzas corporales , ó el grado de vir
tud á que Dios les hubiere elevado, sobre cuyo fundamento
decide Santo Tomas < Que el Sacerdote que impone al penitente
una penitencia menor que la que merecen sus pecadas , no siempre
peca ; ya porque no puede conocer justamente la proporción de
la penitencia con los pecados , aunque pueda determinar alguna
cosa en consideración á las reglas de los Padres \ ya porque im
poniendo con designio una penitencia menor que lo que es nece
saria , lejos de dañar al penitente , consulta en esto- mismo á su
mayor bien , pues la debilidad de las fuerzas que ha recobrado,
podría impedirle el practicar una penitencia mas rigurosa , y
así el Confesor para evitar un mal mayor , sufre el menor á fia
de que fortaleciéndose poco á poco en el amor de Dios , se ex
cite á practicar las penitencias que el Sacerdote debería ha
berle impuesto , según el número y qualidad de sus pecados
Pero la falta de fuerzas no parece que debe excusar al
pecador de sufrir á lo menos la penitencia de los justosj
porque no hay justo alguno que no esté obligado á tener una
vida mortificada , y privarse de muchas cosas lícitas para
satisfacer por sus pecados , por lo qual dice el Concilio de
Trento : Que toda la vida christiana debe ser una perpetua pe
nitencia (c). Y de aquí es que los Confesores no deben llevar
tan léjOs su condescendencia con los penitentes , que des-
truyan los saludables fines de la satisfacción sacramental,
la qual , según hemos visto en el Concilio , ha sido instituida
para castigar los pecados pasados ; para preservar al peca
dor de las recaidas , y para asegurar su curación ; y así
toda penitencia que no 'se ordene por sí misma á estos fines,
no es según el órden de Dios, ni según el espíritu de la
Iglesia.
Con
tó) Sess. 14. c. 9V(¿) S.Thom. ia 4. dist. ao. q. i.a. 1. qula. 3. ad 3.,
(c) Stss. 14. De extrem. unct.
sobre ei Catecismo. Parte II. »37
Consideren pues los Confesores , si el rezar el rosario,
el visitar los airares, y otras penitencias semejantes que es-,
tan en uso, podrán servir para hacer conocer al pecador la
gravedad de sus faltas ; para castigar dignamente unos pecados
que merecen el infierno para contener al pecador como con un
freno , y hacerle mas cauto y cuidadoso en lo sucesivo ; y últi- ,
mámente para fortalecer sus santos propósitos i y en. atención
á esto no podrán menos de arreglar ks penitencias al nú
mero y gravedad de los pecados , si no quieren abusar de
su ministerio , y privar á los fieles de los abundantes frutos,
que podrian sacar de sus satisfacciones.
San Cárlos Borromeo suscitado por Dios para hacer re
vivir el antiguo espíritu de la .Iglesia en sus Ministros, di
rigió á los Confesores de su Diócesi las mas sabias instruc
ciones , en donde insiste sobre la necesidad de imponer pe
nitencias saludables , con proporción, al número y qualidad
de los pecados ; y añadió á ellas una recolección de los Cá
nones Penitenciales formados por los, Santos Padres en los Con
cilios , y practicados en la Iglesia par mas de mil años , á fin
de que sirviesen como de reglas para la imposición de las sa
tisfacciones debidas á los pecados (a). Y en el prefacio de
esta recolección se explica el Santo en estos términos : Los
Padres , dice , han enseñado, que el conocimiento y noticia de
los Cánones Penitenciales es muy necesario á los Sacerdotes que
oyen las confesiones de los penitentes. Porque si todo lo que con
cierne al modo de hacer penitencia , debe ser arreglado y me
dido no solamente por la prudencia y la piedad , sino también
por la justicia , es cierto que deben servir de regla los Cánones
Penitenciales , los quales han sido formados para ilustrar y di
rigir á los Confesores , quando se trata de conocer bien la gra
vedad del pecado cometido , y de imponer al pecador una peni
tencia verdadera y proporcionada á la naturaleza de su pecada;
de suerte que después de haber pesado con atención la gravedad
de la falta , la condición del penitente , su edad , el dolor de su
corazón , arreglen con una sabia discreción , y prudencia chris-
tia-
(o) Carta circ. de la Asambl. del Cler. de Frase, año de
2j8 Instrucciones
tiarm las obras de penitencia que deben imponer para Ja satisfac
ción de sh pecado.
¿Y qué deberá hacer el penitente si el Confesor ó por
ignorancia, ó por condescendencia le impone una penitencia
leve por pecados graves ? El Autor del sermón de San An
drés inserto en las obras de San Bernardo, responde á esta
pregunta , diciendo : No te lisongees si habiendo pecado gra
vemente , el Confesor ' d por ignorancia , ó por indulgencia te
impone penitencias leves , <?« atención á que el purgatorio su
plirá lo que falta á tu penitencia. Dios pide de ti frutos dig
nos de penitencia , y el que te ha aconsejado mal , no huirá de
sus manos : pero la razón que debe presidir á tu conducta , te
enseña que debes- abstenerte otro tanto de las cosas lícitas , quanto
te acordares que has cometido otras ilícitas {a). Y á la ver
dad , si la contrición fuere verdadera , no dexará de con
ducir al pecador á hacer una penitencia proporcionada á sus
pecados. Y por esto quiere expresamente San Gregorio
que se juzgue de la contrición por la satisfacción. Entonces,
dice , creemos que el pecador está bien convertido , quando tra
baja eficazmente en borrar por medio de una penitencia austera
y proporcionada lo que ha confesado con la boca : las palabras de
la confesión son hojas , y las hojas no se desean por si mismas,
sino por los frutos : y así no se recibe la confesión de los peca
dos , sino para que se la siga la penitencia. T por tanto viendo
el Señor un árbol cargado de hojas , y estéril de fru^o , le mal-
dixo , porque no aprueba el adorno exterior de la confesión sin el
fruto de la penitencia. Es pues visible que la omisión de una
penitencia proporcionada en el que ha pecado gravemente,
aunque no sea impuesta por el Confesor es muy peligrosa,
por no decir mas ; y para hacérnoslo comprehend-T , nos
propone el Evangelio la terrible parábola de una casi vacia,
pero barrida , adonde vuelve el demonio con otros siete es
píritus peores que él : porque esta casa es el alma purifi
cada y limpia por la penitencia, pero vacía de frutos de pe-
ni-
(a) N. g. (b) Lib. 6. i o 1. Reg. c. ». S. Greg. Nazian. orat. 39.
Vid. S. Aug. siroi. ¿8. de temp. Hieron. in cap. 1. Lament.
sobre el Catecismo. Parte II. 239-
nitencia , y debiendo estos contenerla como con un freno,
según la expresión del Concilio , para que no se deslice en
el pecado , es de temer que sin este socorro se precipite de
nuevo en el abismo de la maldad , y atrayga á sí al de
monio , para que su último estado sea peor que el prime
ro (a).
Esforcémonos ya á hacer una penitencia proporcionada
á nuestras culpas , y sea tal nuestra caridad , que podamos
aplicar nuestras satisfacciones á los demás fieles. Pues aun
que ninguno puede dolerse , ni confesarse por otro , la in
mensa bondad y clemencia de Dios ha concedido á la fra
gilidad humana , el que pueda uno satisfacer por otro, para
que de esta suerte vengan á llevar unos las cargas de otros,
como dice el Apóstol Porque siendo todos miembros de
un mismo cuerpo que es Christo , así como un miembro del
cuerpo natural no se mueve solamente para sí, sino tam
bién en utilidad de todos los miembros ,' así también debe
mos tener por comunes á todos los fieles todas las satisfac
ciones , y buenas obras que se hacen en la Iglesia.
A la satisfacción á Dios se ha de juntar la satisfacción
que se debe al próximo , según la injuria que se le haya
hecho. Pero se puede injuriar al próximo ó en su persona
con insultos y malos tratamientos,; 6" pnr su honor , con mur
muraciones y calumnias y ó «n sus bienes usurpándolos in
justamente. Ninguno pues debe ser absuelto sin que primero
dé á su próximo una satisfacción proporcionada restituyén-f
dolé su honor ó sus bienes ; y se le ha de inculcar muchas
veces aquello del Apóstol : El qíi&.hurtaba , no hurte ya, y en
lugar de estar ocioso, apliqúese? Á 'álgun oficio honesto , para que
tenga con que socorrerse á sí , y al que padece necesidad (c).
. - .- . i- ■ . - J
• . . : ■ ■ ... i iv¡"' i ' w ■ . ¡ .
(af. Matth. 1a. 44. (£) Galat. 6. (c) Ephes. 4. a 8.
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De
a^o •'" Instrucciones . '.•■■«
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■| ■ .
De la absolución de los pecados.

Dios ha dexado\j arbitrio de la Iglesia la determina


ción de las palabras de Nta absolución , en las quales , dice
el Concilio de Trento , consiste principalmente la virtud del
Sacramento de la Penitencia , y por tanto no solamente pue
den ser diferentes en diversas Iglesias , sino también en una
misma Iglesia en diferentes tiempos. Toda la Iglesia Griega
ha dado siempre la absolución á los penitentes por medio de
ciertas oraciones, en las quales el Sacerdote pide á Dios que
les absuelva , sin mezclar alguna expresión que denote que
el Sacerdote absuelve (a). Y asimismo la absolución que se
usó en la Iglesia Latina hasta el siglo trece estaba concebida
en forma de oración , y solo después de este tiempo se em
pezó á usar la que ha prevalecido hasta el presente , en la
qual el Sacerdote explica qué él absuelve , y es esta : To te
absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre , y del Hijo , y
del Espíritu Santo., tinten. Pero, esta variedad de usos en nada
perjudica á el valor> del Sacramento , y siempre es cierto,
que la absolución en ¡,qualquieca forma que esté concebida,
es una sentencia; parla; qual $1 -Sacerdote obrando en nom
bre, y por autoridad de Jesu-Christo soberano Pontífice,
perdona los pecados á los penitentes bien dispuestos.
:.; Y de aquí se infieren tees, importantes conseqüencias, i,« La
absolución no es una simple declaración de que el pecado
está perdonado , como quando Natán dixo á David : El Se~>
ñor ha perdonado tu pecado (¿) ; ó como los Sacerdote? de la
Ley antigua declaraban , que alguno estaba libre de la le
pra (c) ; sino un acto judicial por el qual verdaderamente
son perdonados Jos pecados. Porque Je$u-Christo no dito:
A aquellos á quienes declarareis limpios de los pecados, sino:
A
(á) Vid, Morí*, lib. 8. c. 8. fie seq. (*) ». Reg. i». 13.
le) Levic. 13. & 14.
sobre el Catecismo. Parte II. 241
A aquellos & quienes perdonareis los pecados^ y añade: Les se
rán perdonados , porque Dios ratifica en el Cielo la senten
cia pronunciada por los Ministros de Christo en la tierra. La
sentencia del Sacerdote , dice San Bernardo (a) , precede á la
del Cielo , puesto que se ha dicho : Lo que desatareis en la
tierra , será desatado en el Cielo. Pues los pecados son como
unas cadenas con que las almas están aprisionadas , y de las
que se libran por el Sacramento de la Penitencia. Y lo mis
mo enseñan expresamente San Cipriano (ti) , y San Ambro
sio (f).
Pero solo Dios , me diréis , perdona los pecados , ¿y có
mo puede perdonarlos el Sacerdote ? Respondo , que solo
Dios perdona por sí mismo los pecados : pero ha podido co
municar , y en efecto ha comunicado esta potestad á los Sa
cerdotes , para exercerla en su nombre , por manera , que
el Sacerdote perdona los pecados por la autoridad divina,
que se le ha confiado, y Dios los perdona por su propia y
soberana autoridad. El Sacerdote los perdona como Minis
tro, y Jesu-Christo como Soberano Juez. Los Jueces de la
tierra sentencian las causas criminales , y aquellos á quie
nes condenan , son condenados , y á los que absuelven son
absueltos ; pero no obran sino como simples Ministros, por
que la autoridad reside en la persona del Rey , y por tanto
las sentencias salen en su nombre , y no en nombre de los
Ministros que las pronuncian.
Segunda conseqüencia. La potestad de los Sacerdotes para
administrar el Sacramento de la Penitencia no es arbitraria,
sino que debe exercerse según las leyes de Dios y de la Igle
sia. Como los Sacerdotes obran en nombre y por la auto
ridad de Jesu-Christo , no deben usar de su potestad , sino
del modo que usarla de ella Jesu-Christo , si la exerciese
visiblemente en la tierra , esto es , absolviendo á quienes él
absolvería , y no absolviendo á quienes él no absolvería ; y
de otra suerte su sentencia será nula porque ro es confor
me
(a) Serm. t. io fest. SS. Petr. & Paul, (*) Ep. 54.
(?) L. 1. de Poenit. c. ».
Tom. II. Hh
¿4* Instrucciones
me á ley , y abusarán criminalmente de la autoridad de que
son depositarios. Los Jueces seculares pueden realmente ab
solver y condenar, pero el ejercicio de esta potestad debe
ser arreglado á las leyes : y si son convencidos de haber
absuelto á un criminal , ó condenado á un inocente , de
ben ser castigados como prevaricadores , y su juicio es irri
to y nulo»
Mas si Jesu-Christo exérciese visiblemente la potestad
de atar y desatar en la tierra , es claro que retendria los
pecados de los impenitentes , y solo los perdonaría á los
que estuviesen verdaderamente convertidos á Dios. Pues esto
es lo que deben practicar los Sacerdotes para que las sen
tencias que dieren en la tierra , sean ratificadas en el Cielo.
Así todo pecador no convertido , y absuelto por un Con
fesor ignorante ó indulgente, permanece realmente ligado á
los ojos de Dios , y la absolución que ha recibido , solo sirve
para mantenerle en una engañosa seguridad , en una paz.
falsa , dice San Cipriano , muy peligrosa á los que la danr
y nada provechosa a los que la reciben. Conforme á este pen
samiento dice San Agustín : El Señor amenaza con la muerte á
Jos pecadores que no mudan de vida : y los amenaza con la muerte
eterna. \ Vues por qué quieren que yo les prometa la que Dios
no ¿es promete ? Un ecónomo ó administrador os da recibo , 6
carta de pago ; ¿ pero de qué os servirá si el Padre de fami
lias no quiere pasárosla ? To soy el ecónomo , yo soy el siervo.
Queréis que os diga , vivid como quisiereis : ¿el Señor no os con
denará ? Esto seria una carta de pago del ecónomo , y seria nu
la y de ningún valor... La carta de pago del Señor os desobliga
aun quando yo no quiera i pero la mia no puede valer nada si
él no quiere^
Tercera conseqüencia. El Sacerdote pues no puede ab
solver sino al que conoce ( quanto es permitido á la fragi
lidad humana en las tinieblas de la vida presente ) que está
verdaderamente convertido á Dios: debe negar la absolu
ción quando conoce que no ha mudado de vida : y debe
diferirla, quando no puede juzgar prudentemente que se
halla en estado de recibirla. Porque no es lo mismo negar
sobre el Catecismo. Parte II. 243
la absolución, que diferirla. Por exemplo : se dice á uno:
yo, no puedo absolveros mientras que permanezcáis en la
mala disposición en que estáis. Y se dice á otro : en un ne
gocio tan importante como el de vuestra salvación , seria
muy peligroso el engañarnos , y así es necesario que to
memos tiempo para asegurarnos de las disposiciones de vues
tro corazón. Durante este tiempo humillaos delante de Dios,
pedidle el espíritu de penitencia , y ejercitaos en obras de
_ mortificación y misericordia , á fin de prepararos mas bien
á recibir la gracia de la reconciliación. Ved ahí la dife
rencia. •. , . , . ■ .
1.0 El Sacerdote debe negar la absolución á quien ve
con malas disposiciones : como al que ignora las verdades
del Christianismo ; y mucho mas quando no hace esfuerzo
alguno para salir de su ignorancia: al que habiendo he
cho algún daño al próximo , no quiere repararle: al que
rehusa reconciliarse con su enemigo : al que no se aparta
de las ocasiones próximas de pecar: y al que se halla en
costumbres viciosas , y no trabaja por corregirse.
2.9. Debe diferir la absolución quando no puede juzgar
prudentemente, que el pecador se .halla. ten estado de reci-<-
birla. Porque el Sacerdote , dice San Gregorio el Grande,
no debe exerce-r la potestad que tiene sino, con conocimiento de
causa. Es necesario que examine la calidad del pecado que se
ha cometido , y que penitencia se ha hecho de él , á fin de ab
solver solamente á aquellos á quienes Dios Todopoderoso ha
visitado por medio de la gracia de compunción. Porque Ja ab
solución del Sacerdote es verdadera quando sigue la sentencia
del Juez invisible (a). Así el Sacerdote debe diferir la ab
solución, quando por exemplo , no conociendo al peniten
te , ó habiendo ya experimentado su fragilidad por las re
caídas , que ha confesado , no da otras pruebas de su con
versión que las promesas que hace de no recaer en sus pe
cados : y esto es lo que no pueden coraprebender muchos
penitentes, ni tampoco algunos Confesores. ¿Qué? se dice:
. ■ ■ I ua
(«) Hora. 16. ia Evang. . ¡ Hh 2 " '■ . '
244 " Instrucciones
un penitente llega á los pies del Confesor , le descubre sus
mas secretos pecados , escucha con docilidad sus consejos,
asegura que le pesa mucho de haber ofendido á Dios , y
que está resuelto á enmendarse , y aun á morir primero
que recaer en e^ pecado : ¿quién rehusará creerle en igua
les circunstancias? ¿No seria faltar á la caridad el no creer
que habla sinceramente , ó el querer' obligarle á dar otras-
seguridades, después de una promesa tan solemne?
Pero yo pregunto á unos y á otros : j si un hombre á
quien no conocéis , ó que os hubiese ya engañado , os pi
diese una considerable suma de dinero , prometiéndoos á fe
de hombre de bien volverla dentro de poco tiempo , se la
dariais desde luego sin otra seguridad que su palabra? ¿Os
creeríais obligados por caridad á no tomar alguna prudente
medida para asegurar vuestro dinero ? ¿Os determinaríais á
dársele sobre su palabra , por la sola razón que se debe creer
á un hombre de bien ? No ciertamente. ¿Pues cómo queréis
que se aventure sobre la simple palabra de un hombre , no
una porción de dinero , sino el precio de la sangre de Jesu-
Christo , absolviendo desde'luego á los penitentes , para que
recaigan mas fácilmente en el pecado ?
Yo bien sé que son pocos los penitentes que llegan á
confesarse con el designio sacrilego de engañar al Confesor;
pero hay muchos que quieren engañarle de buena fe , y pre
tenden ser creídos sobre su palabra. Quieren engañarle, por
que se han engañado primero á sí mismos , teniendo por
una firme resolución , lo que solo es un débil desee , y un
movimiento pasagero de devoción , que dexa al alma entre
gada al pecado , y desaparece en la primera ocasión que
ocurre. Esto se hace visible en la mayor parte de los pe
cadores que estando peligrosamente enfermos reciben el Sa
cramento de la Penitencia. Estos á la verdad se confiesan con
todas las señales de un vivo dolor de haber ofendido á Dios,
escuchan con docilidad los consejos del Confesor , y forman
las mejores resoluciones del mundo para lo sucesivo, si agra
dare á Dios el sacarles de aquella enfermedad. Salen en efecto
de ella , y recobran su salud. ¿Y qué sucede ? Olvidan bien
pres
sobre el Catecismo. Parte II. 24 j
presto las promesas que habían hecho á Dios , y viven co
mo antes de la enfermedad : prueba cierta de que su con
versión no habia sido verdadera , y que si no hubieran sa
lido de aquella enfermedad , hubieran muerto en el pecado.
Entónces no obstante se debió absolverles , porque en el
caso de una peligrosa enfermedad , no hay otro medio de
asegurarse de su conversión , que su palabra, y su palabra
parecía absolutamente sincera y verdadera , como en reali
dad podia serlo , porque Dios Todopoderoso puede mudar
en un momento la voluntad del pecador , como mudó la del
buen Ladrón. Mas quando ningún peligro obliga al Confe
sor á precipitar la absolución , porque no deberá tomarse
tiempo para descubrir las disposiciones del penitente , y po
ner los medios necesarios para curar sns llagas poco á poco,
y fortalecer sus buenas resoluciones? Porque la dilación de
la absolución no solamente tiene por fin el evitar la profa
nación del Sacramento , sino también el disponer al peniten
te para recibirle con fruto , y hacerle entrar en los cami
nos del Señor : á este intento le sigue en el tiempo de la
dilación, por decirlo así , de vista , le ilustra con sus conse
jos , le mueve con sus exhortaciones , y le exercita en obras
de penitencia para satisfacer á la divina Justicia. Pues aun
que estas satisfacciones anticipadas no sean absolutamente
necesarias , como hemos dicho , acaso obligan muchas veces,
dice el Cardenal Aguirre (a), por un precepto natural y divi
no. Porque frecuentemente los pecadores conocen por experien
cia propia que tienen el corazón duro , y necesitan de estas pre
paraciones penales para alcanzar de Dios el don de una verda
dera conversión. T en efecto , aunque Dios por su poder abso
luto , y por una providencia particular , y por una gran mise
ricordia pueda de repente mudar eficazmente al pecador , y ha
cerle concebir una grande contrición , y convertirle perfecta
mente , sin embargo , según el curso ordinario , Dios no con
cede desde luego estos grandes y excelentes dones , sino solamente
por grados , y haciéndolos obtener por las obras de la peniten
cia
i
(a) Dissert. sup. Can. 11. & ia. 3. Conc. Tolet. art. 9.
246 Instrucciones . -
fia , la oración , el ayuno , los llantos , y las mortificaciones de
alma y cuerpo. T por. estas acciones hechas con el auxilio de
Dios , el pecador obtiene poco á poco mas abundantes socorros
para recibir el amor de Dios ^y la contrición en el grado de do
lor y detestación de sus pecados , que sea suficiente para reci-
lir el perdón en el Sacramento de la Penitencia. Y en fin si
al penitente se le debe creer sobre su palabra , sin que sea
necesario hacerle dar pruebas efectivas de su dolor , jamas
se debería negar , ni diferir la absolución , porque no hay
penitente alguno que no prometa muchas veces la enmienda
de su vida : no se debe pues estar á sola su palabra , sin
atención á su estado y circunstancias.
Pero decis : ¿cómo se puede diferir la absolución , sin
exponer la salvación de los penitentes ? Respondo : que la
prudencia christiana dicta que se debe diferir la absolución,
para probar al penitente , y no exponer á la profanación el
precio de la sangre de Jesu-Christo , ni hacer mas culpable
al pecador con una absolución precipitada. Nada se aven
tura en diferirla ; y se aventura todo en absolver al peni
tente , cuya conversión es incierta. Si está verdaderamente
convertido, la dilación de algún tiempo no puede dañar
le : al contrario , su conversión se fortalecerá mas por los
exercicios de la penitencia que se le prescriban : y si no lo
está , la absolución le es inútil y aun perjudicial , porque
su último estado viene á ser peor que el primero. De otra
parte , esta es la práctica que se ha usado en la Iglesia
Griega (a) , y aun en la Iglesia Latina , por lo menos desde
el fin del siglo sexto hasta el fin del once respecto de los
pecados secretos; porque el órden (¿) que se guardaba en
aquellos siglos era oir las confesiones de los penitentes, im
ponerles la penitencia canónica , y hacérsela cumplir secre
tamente en todo ó en parte , ántes de darles la absolución.
Se faltaba entónces á la caridad con los pecadores , 6 no
se miraba con zelo su salvación ? Entónces no se quería
II-
(*) Vid. Morin. 1. 6. c. 31. 43. seq. (¿) Idem 1. 7. c. aa. «3. fe
1. 9. c. 17.
sobre el Catecismo. Parte II., 247
lisongear á los pecadores , sino curarles , y se ponian con
sabia discreción los medios mas conducentes á este fin.
Se teme que por esta conducta se exponga la salvación
de los penitentes , porque puede morir alguno ántes de re
cibir la absolución. Pero en primer lugar la Iglesia ha creído
que (a) Dios suple el efecto de los Sacramentos en aquellos
que desean , y no pueden recibirlos sin culpa suya- Y por
esto quiere que se reciban las ofrendas de los que murieren
en este estado (b) , y se ruegue por ellos , como lo mandó
en el Concilio quarta de Cartago , y en el segundo de Ar
les , y en otros muchos-
Lo segundo : de dos peligros indubitablemente se debe
elegir el menor. Pero el peligro de las muertes repentinas,
es casi imaginario respecto de aquellos Christianos que de
sean sinceramente salir del estado de la culpa , y purgar
sus pecados por medio de la penitencia ; porque habiendo
tanta copia de Sacerdotes que pueden absolverles , supuesto
que les encuentren con algún tanto de vida , solo en raros
casos podrán dexar de ser socorridos oportunamente» Mas
el peligro de las absoluciones sin efecto es mucho mas co
mún que lo que se piensa , y hace perecer á un gran nú
mero de Christianos por la falsa seguridad en que viven de
su buen estado , habiendo ya recibido la absolución de sus
pecados > aunque se les haya dado sin pruebas , y sin seña
les ciertas de haberse convertido verdaderamente. Digo que
este peligro es mucho mas común , porque las recaídas fre-
qüentes de los pecadores nos hacen conocer que su conver
sión no ha sido sincera , y que las absoluciones que recibie
ron fueron precipitadas , por no haberles exigido pruebas de
sn dolor. La contrición debe hacerse sensible , para que el
Confesor pueda juzgar de la disposición de los penitentes.
¡O si reflexionaran esto los Confesores , quántas absolucio
nes seria preciso diferir ! Freqüentemente se presentan en
el tribunal de la Penitencia unos pecadores endurecidos é
in
te) Conc Valen, c.a. Ib) Conc. Carthag. 4. c. 79. Conc. Arelat.
c. 8. Aug. 1. 4. cont. Donat. c. 24.
2 48 Instrucciones
inalterables , á quienes nada es capaz de turbar ni mover.
Por mas que el Confesor se esfuerce , y les pondere la gran
misericordia de Dios que les ha llamado , y traído á este
tribunal sagrado, para recibir el perdón de los pecados , pun
tualmente acaso quando ellos lo merecían menos , y quando
por sus enormes culpas provocaban contra sí las venganzas
del Señor : por mas que les haga presente la incertidumbre
de la muerte , y les ponga delante de los ojos las terribles
penas de un infierno sin fin , que no pueden evitar si no se
convierten á Dios de todo corazón : ellos no se conmueven,
lio se compungen , no se afligen , no se les puede arran
car un suspiro , y perseveran en un estado de insensibilidad,
de aridez y sequedad espantosa. ¿Por qué medios testifican
estos penitentes su dolor al Confesor ? ¿Ni aun á estos se
deberá diferir la absolución ? Ah ! que la dilación de la ab
solución es útilísima á los pecadores. Vosotros Christianos
lo experimentareis en vosotros mismos , quando después de
haberos exercitado en las obras de la penitencia , seáis res
tituidos á la gracia y amistad de Dios por medio de una
absolución prudente. Vosotros sentiréis una grandísima paz,
y serenidad de conciencia , con una alegría de espíritu in
explicable , porque confiareis justamente que todos vuestros
pecados están perdonados. Pero no hay maldad tan grave
y tan enorme , que no se borre por el Sacramento de la Pe
nitencia. Sí , Christianos. No hay pecado alguno que no se
pueda perdonar por este Sacramen o. Y p3ra que no du
déis de ello, oid al Señor que dice por el Profeta : Si el malo
hiciere penitencia de todos los pecados que cometió , y guardare
mis mandamientos , y obrare según la equidad y justicia , vi
virá ciertamente , y no morirá. No me acordaré mas de todas
las maldades que hizo (a). Y San Juan dice también : Si con
fesamos nuestros pecados , fiel y justo es para perdonarnos nues
tros pecados.... Si alguno pecare , Abogado tenemos ante el Pa
dre , que es Jesu-Cbristo justo , el qual es quien aplaca su
ira , y el que satisface por todos nuestros pecados , y no tolo

(*) Ezech. 18.


sobre Et Catecismo. Parte II. 149
por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (a).
Así quando la Escritura , ó los Padres nos dicen, que
ciertos pecndos son irremisibles , se debe entender que es
muy dificultoso el alcanzar el perdón de ellos ; ó que son
irremisibles , porque á la manera que una enfermedad, aun--
que de suyo no sea incurable , se dice que lo es quando el
enfermo no quiere tomar la medicina conveniente ; de la
misma suerte no se perdonan algunos pecados porque se des
echa la gracia de Dios, que es el remedio único de la sa
lud. A este propósito dixo Sao Agustín : Es tan grande la
malicia de aquel pecado , quando después de conocer á Dios por
la gracia de Christo , hace uno guerra á la caridad fraternal, •
y contra la misma gracia se abrasa con las llamas de la envi
dia , que no pueda humillarse á pedir perdón , aunque la mala
conciencia le obligue á conocer , y á confesar su pecado

8- IX Y

De los principales abusos que se pueden hacer de este


Sacramento.

No pretendo hablar de los abusos que pueden hacer de


las llaves de la Iglesia los Ministros floxos ó infieles á su
ministerio. A los Ministros del Señor les pertenece conside
rar delante de Dios la grandeza del ministerio que se les ha
confiado, y no usar de su potestad, sino según el espíritu
de Jesu-Christo , y las reglas santas de la Iglesia. ¡Infelices
de ellos si hicieren servir como Giezi la curación de Naaman
á sus viles intereses , poniéndose á peligro de ser herederos
de su lepra! ¡Infelices , si hiciesen servir á su perdición , y
á la de los otros una potestad que han recibido para la sa
lud de todos!
Yo hablo de los abusos que los pecadores mismos pue
den hacer de la potestad de la Iglesia 3 y hay dos principa
les. El uno es prometerse recibir el perdón de los pecados,
6
(«) 1 . Joan. 4. (¿) Lib. 1. de serm. Dom. in Mopt. c. aa» r
Tom. II. Ii
ajo Instrucciones
6 lisongearse de haberle conseguido sin haber hecho verda-
dera penitencia. El otro es tomar ocasión de la potestad
misma de la Iglesia , para pecar mas libremente. Dos abusos
que convierten el remedio en veneno para los falsos peniten
tes. Sobre el primero hemos demostrado ya que la peniten
cia es absolutamente necesaria para obtener el perdón de los
pecados. Y en efecto no se ven sino amenazas en la sagrada
Escritura contra los impenitentes. Si no os convertís , dice el
Profeta (d) , vibrará su espada : y su arco ya está preparado,
y guarnecido de flechas mortales. Sin la penitencia , y la ver
dadera penitencia no se puede aplacar la ira de Dios , ni
desarmar su justicia. Porque el Señor , dice San Fulgencio,
es igualmente justo que misericordioso ; su justicia no le per
mite favorecer el pecado , así como su misericordia le im
pide negar la gracia al pecador penitente : de suerte que
concediendo á la penitencia el perdón de los pecados , con-
cilia admirablemente su misericordia con su justicia. Tal es,
dice este Santo Doctor , la condición recíproca entre Dios
y los pecadores : vosotros me peáis la salud , les dice Dios,
y yo os pido la conversión de vuestro corazón. Haced lo que os
mando , y os daré lo que prometo. Así es necesario que el peca-
dor gima , y que gima sinceramente , y no como tantos pecado
res que piden el perdón de sus pecados , y no cesan con todo
de cometerles. Se acusan delante de Dios de las faltas que han
hefbo ,y su corazón desmiente lo que dicen con la boca : su vida
déstruye su oración^ quanda cometen de nuevo los pecados mismo/
de que se acusan.... En vano procuran aplacar al Juez quanda
irritan su cólera con nuevos pecados , y provocan sus venganzas.
¿Queréis pues Christianos aprovecharos de la potestad de la
Iglesia ? Haced penitencia : romped las cadenas de la mal
dad que os aprisionan. Despreciando la potestad de la Igle
sia , vuestra penitencia seria infructuosa ; y despreciando la
penitencia , el ministerio de la Iglesia os seria inútil.
- Pero acaso no es menos común el segundo abuso. ¿Quin
tos pecadores se determinan fácilmente á pecar , porque se
pro-
(«) Ps. 7. v. 1*
sobre el Catecismo. Pa'rte II. aM
prometen conseguir fácilmente el perdón de sus pecados por
el ministerio de la Iglesia ? ¿Quintos , cuya vida es un cír
culo funesto de confesiones v recaídas , que apenas han sa
lido del lodo , se revuelcan de nuevo en él , y semejantes al
perro vuelven inmediatnmente á su vómito (a) , porque se li-
songean que hallarán siempre pronto el baño para purifi
carse, y que podrán procurarse con tanta facilidad el re
medio , como la han tenido para contraer la enfermedad?
¡Abuso deplorable ! ¿Seremos nosotros malos porque Dios
es bueno ? Hemos olvidado lo que dice el Apóstol : \Ignoras
que la bondad que Dios exerce tan liberalmente contigo , no
tiene otro fin que excitarte á la penitencia (¿) ? ¿Pero qué ha
ces tú por la malicia de tu corazón impenitente , ó inconstante
en la penitencia , sino amontonar un tesoro de ira para el dia
de la ira"1. ¿Jesu-Christo derramaría su sangre sobre la cruz,
para multiplicar los pecados que venia á borrar ? Muertos
al pecado con ^fesu-Cbristo , y por Jesu-Christo , como dice el
Apóstol (f) , \cómo podemos vivir aun para el pecado ? ¿La Igle
sia abre sus tesoros para favorecer á los ingratos é infieles?
¡Abuso funesto , que causa la perdición eterna de muchos
pecadores! ¿Pues por este abuso de la gracia y misericordia
de Dios , no se hacen indignos de la misericordia y de la
gracia ? ¿Y no son por tanto aquella tierra maldita siempre
regada con la lluvia del OV/o , y siempre ingrata , cuya suerte
al fin es ser condenada al fuego eterno , según la amenaza del
Apóstol (d) ?
Abuso que detestó siempre la Iglesia. ¿Quién no sabe las
precauciones que ha tomado siempre para preservar de él á
sus hijos-? Por muy asegurada que estuviese de la potestad
que habia recibido de su Esposo , y la hubiese defendido
con mucho zelo contra la audacia de los hereges que osa
ban contestarla , se sabe con qué reserva ha hablado de ella
á los fieles , por no exponerse á que lisongeándoles con la
facilidad del perdón, tuviesen menos horror al pecado, y
mal
(a) i. Petr. *. v. «i. (b) Román. a. r. 4.
(c) lbid. f. y. ». (rf) Hebr. 6. ». 8.
lia
2J2 Instrucciones
mas facilidad de cometerle. Se sabe con qué precaución ha
usado de su potestad , y que no admitía á los fieles sino
una sola vez á los exercicios laboriosos de la penitencia pú
blica. Se ven Cánones de sus Concilios (a) , que según la ex
posición de Autores sabios , negaban la gracia de la abso
lución aun en el artículo de la muerte á ciertos pecadores.
Y en fin siempre ha querido que la penitencia fuese penosa,
y las satisfacciones proporcionadas á los pecados , no sola
mente para expiar sus faltas , sino también para precaver
les de la recaída.
No quiera Dios que nosotros abusemos <le su bondad,
ni de la potestad de la Iglesia : antes bien la misericordia
que el Señor exerce por el ministerio de su Iglesia , debe
hacernos mas fieles y reconocidos , para que así purificados
de los pecados , y fieles á la gracia consigamos la gloria.
Amen.
INSTRUCCION VIL

Del Sacramento de la Extrema-UncioN.

§• L

De U necesidad que tienen todos los fieles de instruirse de este


•■ .'■ • ' Sacramento.

^^odos los fieles están sin duda obligados á instruirse


de lo que concierne á la Extrema-Unción , i .o porque este
Sacramento no debe ser administrado sino á los que están
gravemente enfermos , y por consiguiente tienen poca dispo
sición , y se hallan en un tiempo poco favorable para ins
truirse de él , si no lo han hecho de antemano quando po
dían cómodamente hacerlo.
' "2.° Supuesto que podemos morir en todo tiempo , y no
Sabemos la hora en que ha de venir el Señor , debemos estar
. siem-
(«) Conc. Illiberit. Can. i. al. Innocent. i. ep. ad Exuper. Toles.
Vid. Jac. Sirm. & Fleuri. Hi«. Eccles. lib. %*. a. 4.
sobre el Catecismo. Parte II. 2fS
siempre preparados para recibirle, y es una" parte .consi
derable de esta preparación , el estar instruidos de este Sa
cramento , que es el medio ordinario establecido por Dios
para conseguir la gracia de una buena muerte ; y por tanto
Ibs que no le conocen, ó solo le conocen superficialmente,
viven en una ignorancia sumamente peligrosa , y no tienen
el cuidado que deberían tener de su salvación.
3.0 Las últimas acciones de la vida son las mas impor
tantes de todas , porque las faltas que se cometen enton
ces son irreparables. Se puede reparar el mal uso que tal vez
se ha hecho de los otros Sacramentos ; ¿pero cómo podremos
remediar el daño que hacemos á nuestras almas , quando por
ignorancia recibimos indignamente la Extrema-Unción1?'1
4.0 Un Christiano que desea vivamente su salvación, nó
solamente debe aprender con tiempo lo que pertenece á este
Sacramento sino también pensar freqüentemente en él , por
que la Extrema-Unción trae consigo la memoria de la muer
te', la qual no puede ser mas útil y provechosa á nuestras
almas , y por tanto las sagradas Escrituras nos dan este sa
ludable documento : En todas tus obras , acuérdate de tus pos
trimerías , y nunca jamas pecarás (a}.
5.0 El Concilio de Trento ha juzgado á propósito tratar de
la Extrema-Unción seguidamente á la Penitencia , porque los
Santos Padres la han considerado como la consumación no sola
mente de la Penitencia , sino también de la vida christiana que
debe ser una penitencia continua. Declara , pues , y enseña , que
como nuestro Redentor es infinitamente bueno , ha querido pro
veer en todos tiempos á sus siervos de remedios saludables con
tra todos los ataques de sus enemigos , y así como les ha pre
parado en los otros Sacramentos poderosos socorros para defen
derse durante su vida de los mayores males espirituales, así tam
bién ha querido fortalecerles al fin de su carrera con el Sacra
mento de la Extrema-Unción , como con una firme y segura de
fensa. Porque aunque en todo el tiempo de la vida nuestro con
trario procure devorar nuestras almas por todos medios , nó
obs-
(«) Eccles. 7.
2 s4 Instrucciones
obstante en ningún tiempo emplea con mas fuerza y cuidado sus
astucias y artificios para perdernos , y hacernos decaer , si pue
de , de la confianza en la misericordia de Dios , que quando
nos vé próximos á morir (a). Sobre cuyas palabras se pueden
hacer dos reflexiones: i.» la razón que da el Concilio para
tratar de la Extrema-Unción inmediatamente después de la
Penitencia , es porque la Extrema-Unción es la consuma
ción y complemento no solamente del Sacramento de la Pe
nitencia , como se verá después , sino también de la Pe
nitencia continua , que debe ocupar toda la vida del Chris-
tiano. Por donde se demuestra , que la Iglesia no está me
nos persuadida en estos últimos tiempos , que lo estaba en
los primeros siglos de esta verdad capital que tanto rehusan
creer muchos Christianos , á saber , que el Christiano , á
exemplo de Jesu-Christo su Maestro , debe vivir y morir pe
nitente ; y que desde el primer momento de su vida racio
nal , hasta el último , está obligado á llevar su cruz y se
guirle : 2.a el modo con que habla el Concilio de los pe
ligros á que están expuestos los enfermos en las cercanías
, > de la muerte ; y de la misericordia de Jesu-Christo , que
ha querido ponernos á cubierto de ellos por el Sacramento
de la Extrema-Unción , condena abiertamente la negligen
cia de los Christianos en instruirse de la naturaleza y efec
tos de este Sacramento , y nos muestra lo mucho que nos
importa conocer bien el remedio que Jesu-Christo nos ha
preparado contra las heridas mortales , que el enemigo de
la salud trata de hacernos en las enfermedades.

$• II.

La Extrema-Unción es verdadero Sacramento instituido por


Jesu-Christo i y en qué consiste.

I. Todo quanto se puede decir de la Extrema-Unción


se contiene en substancia en este pasage del Apóstol San-
tia-
[») Conc. Trid. sess. 14. de Extrema-Use.
sobre el Catecismo. Parte II. 1^5
riago : l Enferma alguna entre vosotros ? Llame & los Pres
bíteros de la Iglesia , y bagan oración por él , ungiéndole con
oleo en nombre del Señor , y la oración de la fe junta á la
Unción santa , sanará al enfermo , y h aliviará el Señor , y
si tiene pecados , le serán perdonados (a). Según estas pala
bras del Apóstol , la Extrema-Unción es una unción acom
pañada de oraciones , que los Sacerdotes hacen á los fieles
peligrosamente enfermos, con el oleo consagrado por el
Obispo , por la qual consiguen el perdón de los pecados,
la gracia de morir bien , y el restablecimiento de la salud,
si les conviene.
II. Esta unción es verdadero y propio Sacramento ins
tituido por Jesu-Christo , y anunciado á los fieles por el
Apóstol Santiago, lo qual se convence fácilmente i.° por
la Escritura. Pues aunque es verdad que la institución de
Jesu-Christo no se halla expresa en ella ; no obstante ej
mismo Salvador parece haber dado alguna muestra de ella
quando envió sus Discípulos de dos en dos delante de sí,'
los guales , dice el Evangelista , saliendo , predicaban que hi
ciesen penitencia , y echaban fuera muchos demonios , y ungían
con olea muchos enfermos , y sanaban (¿>) : pues sin duda que
esta unción no fué inventada por los Apóstoles , sino ins--
tituida y ordenada por el Señor , mas bien para curar las
almas , que para sanar los cuerpos , como lo afirman los
Santos Doctores Dionisio , Ambrosio , Chrysóstomo , y Gre
gorio el Grande ; y el Apóstol Santiago lo supone también
necesariamente. Porque hablando de la unción y oración
que los Sacerdotes deben hacer por el enfermo , añade : y si
tiene pecados , le serán perdonados : de suerte , que el Após
tol prescribe la unción y la oración como una señal sensi
ble de la gracia interior que perdona los pecados , en lo
qual consiste la substancia del Sacramento. Pero la unión
de dos cosas tan diferentes entre sí , no puede ménos de
provenir de la institución de Jesu-Christo. Y así el Con
cilio de Trento tiene razón en decir , que Santiago no hizo
mas
(«) Jacob. 5. 14. (i) Marc. 6.
ajó " -Instrucciones
mas que promulgar á los fieles lo que había sido institui
do y mandado por Jesu-Christo.
2. 3 Por la tradición. Porque los Padres de diversas eda
des y distintos tiempos hacen mención de esta unción sa
grada , como son Victor de Antioquía (#) , San Crysósto-
mo (b) , Inocencio I. (c) , San Agustín (d) , San Cyrilo de
Alexandría (e) , San Gregorio (/) , y muchos Concilios ce
lebrados después (g^).
3.0 Por el uso y consentimiento unánime de todas las
Iglesias Latinas , Griegas , y Orientales , las quales sin em
bargo de estar separadas de comunión , convienen todas en
el punto de la Extrema-Unción , que practican , y creen
verdadero Sacramento ; y aunque se diferencian en las ce
remonias , todas se reúnen en lo esencial.
III. Dos cosas son esenci iles á este Sacramento , la unción,
y la oración: si. alguno está enfermo, dice Santiago, llame
á los Presbíteros de la Iglesia , y bagan oración por él un
giéndole con el oleo en el nombre del Señor. La unción debe
hacerse con aceyte de olivas , el qual es muy á propósi
to para significar lo que interiormente se obra en el alma
por virtud, de este Sacramento ; porque el aceyte mitiga
los dolores del cuerpo , repara sus fuerzas , restituye la
salud , causa alegría , y es cebo de la luz : efectos y pro
piedades todas que declaran sensiblemente lo que hace en
el enfermo la virtud divina por medio de la Extrema-Un
ción , como.se verá quando tratemos de los efectos de este
Sacramento. Y para rnostrar que el aceyte no obra en el
alma del enfermo por su virtud natural, sino por la vir
tud de Dios , debe estar consagrado por el Obispo ; como
también para hacer ver que el Sacerdote administra la Ex
trema-Unción en qualidad de Ministro del Obispo , y que
es inferior á él , no pudiendp servirse de otro aceyte,
>...-.■■ >. que

(•) In cap. 6. Mare. (A) Lib. 3. de Sacer. e. 4.


(f) Ep. ad Decent. c. S. {d) Si'rm. acj. de terr.p. nnne. in Ap—
pend. 16-. (e) Lib. 6. De adoration. (/) lo Sacramentar.
(£) Cune. CofUtant. stss. 1 5. Floreado, íd decr. *d Arai. Trid. sess. 14.
í
sobre EL Catecismo, Parte II. 35*7
que del consagrado por el Obispo»: de suerte que si un
-Sacerdote , por , ewoc , administrase la Extrenia-Uncion con
*el aceyte de los catecúmenos,,, debería reiterar las uncio
nes , según .San Cáelos Borromeo , con el aceyte de los
enfermos, esto es , con el aceyte consagrado por el Obis
po con oraciones particulares para ungir á los enfermos (a).
PerQ^Q «e: ha ¡de ungir todo el cuerpo del enfermo,
sino solo aquellas partes que la naturaleza dió al hombre
como instrumentos de los sentidos , quales son los ojos, las
orejas, las narices j, la boca y las manos, pues aunque el
sentido del tacto se extiende, por todo el cuerpo, estarnas
vigoroso en las manos. Este es el rito de. ungir que conser
va la Iglesia universal , y el mas correspondiente á la na^
turaleza de este Sacramento , el qual se administra por modo
de medicina. Y así como en las enfermedades del cuerpo,
aunque todo él esté mal humorado , con todo eso solamen
te se aplican los remedios á aquella parte de donde nace
la enfermedad como de su fuente y origen ; asi tampoco
se unge todo el cuerpo , sino solo aquellas partes en donde
principalmente residen los sentidos. Y por. esta razón se un
gen también los ríñones , que son como el asiento del de-
leyte sensual ; y asimismo los pies que son los instrumentos
para movernos de un lugar á otro.
Mas aunque la Extrema-Unción se administra con mu
chas unciones , y á cada una de ellas se aplica forma es
pecial y distinta , se ha de creer no obstante , que todas
estas unciones hacen un solo Sacramento , y no muchos , uno,
no en la continuación de partes que no puedan dividirse,
sino en la perfección y ser de Sacramento , al modo de los
otros compuestos que constan de muchas partes : porque asi
como una casa se compone de muchos y diversos materiales,
y solo se perfecciona por la forma y disposición que la da
el ser casa ; así este Sacramento , aunque consta de diferen
tes cosas y palabras , con todo eso es una sola señal de
la
(«) Inocent. I. ep. ad Decen. c. 8. S. Carol. Act. p. 4. ínstr. Extr.
Unct. .t : 1 .'• 1 0
Tent. II. Kk
ij8 Instrucciones
la gracia que causa en las almas. ; »•
Acerca de la oración que debe acompañar la Extrema-
Unción , algunos sabios Autores (a) pretenden como muy
probable, que desde el tiempo de San Gregorio hasta el año
de mil se mezclaban en las oraciones que se hacian ad
ministrando la Extrema-Unción algunas expresiones que sig
nificaban claramente la Unción en esta forma : To te unjo,
asi como decimos : To te bautizo ; yo te absuelvo : y que
ciertas Iglesias se han servido largo tiempo de estas pala
bras para expresar la acción de ungir : pero que general
mente ha prevalecido el uso de explicar esta acción por
modo de súplica , como se observa en la Iglesia Romana,
habiendo llegado hasta nosotros por una fiel tradición de
los Padres , á la qual debemos estar indubitablemente. La
oración que usa la Santa Iglesia Romana está concebida en
estos términos: Por esta Santa Unción te perdone Dios todo
lo que pecaste por vicio de los ojos , de las narices ó del
tacto &c. : cuyas palabras son del todo conformes á lo que
dice Santiago : T hagan oración por él, y la oración de la fe
sanará al enfermo , en lo qual parece que da á entender que
las palabras del Ministro de este Sacramento deben dirigir
se á Dios por modo de oración y súplica. Porque como este
Sacramento ha sido instituido no solo para dar la gracia
espiritual , sino también para restituir la salud á los enfer
mos , por esto se hace la oración en forma de súplica á
fin de alcanzar de la benignidad de Dios la mejoría de los
enfermos, que no suele obrar con órden constante , y per
petuo la virtud del Sacramento. Y de aquí es también que
la mayor parte de los ritos que se observan en la admi
nistración de la Extrema-Unción consiste en oraciones que
hace el Sacerdote para conseguir de Dios la salud del en
fermo , pues no hay Sacramento que se administre con mas
oraciones ; y con mucha razón , porque tampoco hay tiem
po en. que los fieles tengan mayor -necesidad de ser auxi
liados con piadosas súplicas tanto de parte de los Ministros,
i . . ••> co
to) Moría. 1. 8. de Poenit. c. ao\
sobre el Catecismo.- Parte II.
como de parte de los christianos que se hallen presentes
á este religioso acto.
IV. El mismo Apóstol Santiago que promulgó la Ley
del Señor , nos enseña claramente quien sea el Ministro de
este Sacramento , diciendo : Si alguna está enfermo , llame á
los Presbíteros , por cuyo nombre no se deben entender los
ancianos , como lo expone sabiamente el Concilio de Tren-
to (a) , ni los principales de la República, sino los Sacerdo
tes legítimamente ordenados por los Obispos mediante la
imposición de las manos ; y por tanto añadió el Apóstol:
¿¡ los Presbíteros de la Iglesia.
La Iglesia Griega fundada en estas palabras de Santiago:
Llame á los Presbíteros &c. hace administrar este Sacramento
por siete, cinco ó tres Sacerdotes; y en la Iglesia Latina
fué administrado también por muchos Sacerdotes quando
cómodamente se podía hacer , pero ha prevalecido el uso
de que sea administrado por un solo Sacerdote ; y por de
creto de la Santa Iglesia , este debe ser el propio Pastor,
que tiene la potestad de Jurisdicción , ó á quien él concediere
facultad para hacer sus veces.
V. Consta igualmente de las mismas palabras del Após
tol , que la Extrema-Unción no se debe dar sino á los en
fermos , pues dice : ¿ Está enfermo alguno de vosotros ? Llá-
me> á los Presbíteros de la Iglesia* Así aunque este Sacramen
to haya sido instituido para todos , sin embargo no se pue
de administrar á los que están buenos y sanos , por mas
que se hallen en peligro de morir , como los que emprenden
una navegación larga , y arriesgada , ó entran en una ba
talla en que les amenaza una muerte cierta , ó estén próxi
mos á morir como los que sort sentenciados á muerte
la razón comprueba esta misma verdad \ porque la Extrema
unción ha sido instituida no solamente para remedio del
alma , sino también del cuerpo 5 y como solo los que están
enfermos necesitan de curación , á solos estos se debe ad-"
ministrar este Sacramento : con la advertencia , que ni ^
t los
(«) Sess. 14. de Extrem. Une. c. 3. (¿) Conc. Mediol. 4.
26o • . Instrucciones
los enfermos se puede administrar mas que una vez en una
misma enfermedad ; pero si después de haber convalecido
el enfermo , recayere en la misma ú otra enfermedad, se de
be reiterar la Extrema-Unción , según el uso constante de
la Iglesia.
Tampoco se puede administrar este Sacramento á los ni
ños enfermos, ó á los fatuos ó locos de nacimiento que
ño han cometido pecado alguno , y por consiguiente no tie
nen reliquias que sea menester sanar con el remedio de la
Extrema-Unción : ni á los frenéticos á causa del peligro de
profanación ; ni á los excomulgados ; ni á los pecadores
públicos é impenitentes. Mas si los locos ó furiosos tuvie
ron alguna vez uso de razón , y mostraron entonces deseos
santos de recibir este Sacramento , se les debe administrar
supuesto que cese ó se pueda evitar el peligro de irreveren
cia : y lo mismo se debe entender de un enfermo que ha
biendo pedido la Santa Unción en su sano juicio , cayó des
pués en algún delirio ó frenesí.. • .
' -i-': . . ' ; »*..,' * . . •
§. III. ' ■ 1 •
I * §
De los efectos de este Sactamentv.

El Concilio de Trento describé quatro efectos de este Sa


cramento por estas palabras: Ei efecto' real de este Sacra
mento es la gracia del Espíritu Santo , cuya Unción limpia
las reliquias del pecado y aun las manchas de los pecados mis
inos^ si los hubiere : alivia y fortalece' al alma del enfermo, ex
citando en él una '¿[ruh confianza en la misericordia de Dios,
por cuyo medio Se sóstiené , y vence las incomodidades y tra
bajos de la enfermedad , y resiste mas fácilmente á las tent ario-
fies del demonio y el qual le arma asechanzas en esta extremidad^
y asimismo da algúnAs veces ta salud 'aV cuerpo qhando es con
veniente á la salud del alma ?E1 primer efecto ', pues ,- dé
l'a Exrrema-Uncióir 'él'linfpiaf' fas- HHqüiai del pecado 5 esto
es,
(«) Sc$$l 14. de Eítrem. c. a. * ,3 ':aJ '*~J ,L '■ 1 '* -
I y: 1 L
sobre Eii Catecismo. íPartjí II. 261
es, una cierta debilidad , y una especie de entorpecimiento
para el bien que resta en el alma aun después de perdo
nado el pecado, semejante á la debilidad que se siente en
el cuerpo después de haber salido de una grave enfer>-
medad.
El segundo efecto es el perdón de los pecados venia
les. Y aunque, este Sacramento no fué primeramente insti
tuido para perdonar los pecados mortales , con todo eso se
ha de creer , que los perdona si los hubiere , como puede
suceder , según dice San Carlos Borromeo (a) , ó por ig
norarlos , ó por no haberlos podido confesar el enfer
mo : r.° porque la gracia que produce es incompatible con
el pecado mortal : 2.0 por las palabras de Santiago : Si
tiene pecados ó está en pecados , le serán perdonados ; porque
estar en pecado ó en estado de pecado , se entiende comun
mente del pecado mortal: 3.0 porque el Concilio dice , que
este Sacramento borra los pecados si los hubiere : 4.0 porque
la oración misma que acompaña la Unción- d;ce asi : El Se->
ñor te perdone todos los pecados que has cometido. .
> . El tercer efecto es dar , fuerzas al enfermo para sufrir
sus males con paciencia , y vencer las tentaciones del demo>
nio , y los horrores de la muerte, inspirándole un vivo de
seo de poseer á Dios. No hay ciertamente tiempo alguno
en que el hombre necesite mas de este socorro, que, quando
Dios le visita con alguna; grave enfermedad' que le pone a
las puertas de la muerte. Porque de una parte le es natu
ral el temer la muerte sobre todas las cosas humanas 5 - y
este temor se aumenta sobremanera con la memoria- de «las
culpas pasadas, y la acusacioii de la propia conciencia, pues
está escrito : Se intimidarán al pensar en sus pecadas ^ y ates-?
tiguarán contra ellos sus maldades (¿)T De la memoria de
los pecados pasa como naturalmente el alma á la conside
ración del justo juicio de Dios , y viendo que dentro de
poco tiempo se debe presentar ante el. Tribunal de Jesu-
i.i " o i-¿ t ni r !•.«•» i: . ;o i ;\'v< c a..\i , !„.; Cbfi*
- (d) Actor. Eccl. Mediolan. p. 4. de Sacran». Extrena. Unct. {¿) Sa-
pient. 4. .¿: .> - - : .) ^
2 6a Instrucciones
Cbristo , para oir la sentencia última , aquella sentencia que
ha de decidir de su eterna suerte : ¡Ay ! ¿Qué de temores
y congojas no se apoderarán entonces de la pobre alma ?
Pero el Sacramento de la Extrema-Unción libra las almas de
los fieles de estas inquietudes , llena su corazón de una ale
gría santa y piadosa , y les hace esperar con serenidad la.
muerte y la venida del Señor para poner en sus manos el
depósito de su vida.
Por otra parte el enemigo común del linage humano
atento siempre, qual león furioso, á devorarnos y perder
nos, viendo que se acerca nuestra última hora, echa el res
to de todos sus esfuerzos y malignidad para sorprehendernos
y hacernos desesperar de la misericordia de Dios , porque
entonces es quando de un solo golpe puede asegurar nues
tra ruina y perdición eterna. Mas el Sacramento de la Ex
trema-Unción provee á los Fieles de armas y de fuerzas
para destruir y quebrantar la batería y el ímpetu de este
cruel enemigo , y hacerle vigorosa resistencia : pues con
este socorro se alienta y fortalece el alma del enfermo con
la esperanza en la misericordia del Señor; lleva con menos
trabajo las molestias de la enfermedad , y se burla en fin de
las asechanzas del demonio que le tiende lazos para hacerle
caer en el abismo (<?).
El quarto efecto es dar la salud al cuerpo , si conviene
para la salud del alma. Es verdad que las palabras de San
tiago son absolutas y sin restricción: La oración, dice, que
proviene de la fe , salvará al enfermo : pero no pueden enten
derse legítimamente sino supliendo la condición , si conviene^
porque habiendo sido instituidos los Sacramentos para el
bien y «alud del alma , no obran por sí mismos sino con
respecto á este fin. Así quando Dios concede al enfermo la
salud del cuerpo, la concede sin duda por respecto á la salud
del alma.
Y si en estos tiempos son pocos los que consiguen la
salud del cuerpo por medio de este Sacramento , esto á la

; («) Gen. 3. v. ij.


sobre el: Catecismo. Parte II. a6j
verdad no sucede por defecto del Sacramento, sino por la
poca fe de los que le reciben, ó de los Ministros que le con
fieren : porque como dice San Mateo , no hizo el Señor'níti*
chas maravillas en su patria por la incredulidad de-sus'hrfl
hitantes , h. ,qual detiene en alguna manera ;lós 'éfécfot de
su poder y bondad (a). Tened , pues Christianos , la fe de
Dios ? y conformándoos con el consejo y voluntad del Señor
por lo que mira á la salud del cuerpo , esperad firmemen
te que á lo menos conseguiréis la salud del alma por este
Sacramento, y que si llegáis á morir, percibiréis el fruto
de aquella voz divina: Bienaventurados los- muertos que mue~
ren en el Señor 1 >

§. iv, - •

Be la necesidad de este Sacramento , y de las disposiciones


para recibirle dignamente. ' , •

La Extrema-Unción no es absolutamente necesaria para


la salud ; pero de lo que acabamos de decir en orden á sus
saludables efectos , se infiere claramente que no puédeme
nos de ser culpable y funesto qualquier descuido y negli
gencia en recibirle : porque se debe temer mucho que los
que se privan de este socorro , desfallezcan y se rindan á
las últimas tentaciones con que serán acometidos á la hora de
la muerte , sea por la violencia de los dolores , sea por
la memoria de los pecados , sea por la turbación y desor
den que el demonio produce en la imaginación de los enfer-
rrcs , especialmente en los últimos mementos de la vida, ó
por todo esto junto. Y ciertamente , siendo el morir bien
la cosa mas necesaria al Christiano, supuesto que ^eter
nidad depende de aquel momento, yo no sé córhb puede
llegar á tanto la indolencia que se descuide de este Sacras-
mentó que es el medio ordinario establecido por Jesu-Christo
para conseguir una buena muerte. ¿Podrá haber alguno que
■ , i •
(o) Math. 13. (*) Apoc. 14. "*
a 64 Instrucciones
desee eficazmente su salvación , y no cuide de pedir esta
medio para llegar á aquel fin, y pedirle con humildad y con
ansia , luego que advirtiere que le van faltando las fuerzas
naturalest, ;y . se acerca por instantes la muerte (a)?
I^as qo.-es bastante el pedirle y recibirle , si no se le
recibe con fruto , ; lo qual depende de las disposiciones que
deben precederle : y así es necesario prepararse antes por
medio de los Sacramentos de la Penitencia, y Eucaristía, se
gún U perpetua costumbre de la Igiesia ; renovar el dolor
los ipecados , y dexarse penetrar de él , porque como la
Ejctrema-Uncio» es. la consumación de la Penitencia , se de
be recibir en el mismo espíritu que la Penitencia; unir
se á las oraciones que dice el Sacerdote en nombre de 1»
Iglesia y de nuestro Señor Jesu-Christo , esperando que se-
.rán oidas de Dios ; y en fin , ponerse en manos del Sacer
dote con aquella fe y confianza en el Señor con que anti
guamente se ofrecían á los Apóstoles los que habían de ser
sanados por ellos.
Para conseguir mas fácilmente estas disposiciones en me
dio de la enfermedad , y entre los horrores de la muerte,
sería muy útil que en el tiempo de la salud tuviésemos mu
cha devoción á este Sacramento , que procurásemos asistir
á él quando se administra á otros , y evitásemos la ver
gonzosa delicadeza de las gentes mundanas que huyen de
estos objetos como de un espectáculo triste y melancólico.
Pero ¡ ay ! ¡ qué poco acompañamiento , qué soledad no se
nota en la. administración de este Sacramento! Ciertamente
es de extrañar que haya Christianos tan indolentes á su
propio interés , que sabiendo que deberán ser medidos con -
la misma medida con que hubieren medido á otros , no acom
pañen al Sacerdote con toda la devoción posible quando
administra á otros este Sacramento para rogar á Dios
por ellos en esta última y extrema necesidad, unien
do sus oraciones á las de la Iglesia , sin temor de ser

(a) Vid. Conc. Trid. Sest. 14. c. 3. S. Greg. hom. 39. la Erang. 8c S.
Ephrcn. Tract. /* ees qui dormier. .. »_ ; .» 1 . ' I . .
íOBRp ee Cat?gmmo, Parí? II, %6>f
tratados algún día de la misma manera que ellos tratan á
otros quando se vieren en las mismas circunstancias, '

§. V.
- ■ ■ ■ . .1
De las ceremonias edificantes con que se administraba antigua*
mente el Sacramento de la Extremaunción.

El Sacramento de la Extrema-Unción no siempre se ha


administrado con unas mismas ceremonias. La devoción, 6
la relaxacion de los fieles, y algunas otras causas obligan
freqiíentemente á la Iglesia á abrogar y mudar sus ceremo
nias, y las muda en efecto, porque sabe que Dios la ha dada
potestad para esto. Así que no debemos servirnos de esta va-'
riedad de disciplina para censurar la costumbre presente, sino
para reconocer algunas veces, quanto hemos decaído de 1*
piedad de los christianos de los primeros siglos. Con esta mi
ra habiendo referido ya aunque por incidencia las principales
ceremonias con que se administra hoy la Extrema-Unción,
pasarémos á considerar algunas que estaban en uso en los
primeros siglos de la Iglesia, y que podrán servir para nues
tra confusión»
Los que se han dedicado á investigar las ceremonias an
tiguas de la Iglesia , testifican , que en algunas Iglesias par
ticulares se vestía al enfermo con un cilicio antes , ó después
de la Extrema-Unción, y se le hacia una cruz en el pecho
con ceniza* que en otras se echaba al enfermo sobre un cilicio
que se extendia en su lecho, sobre el qual se hacia una crus
con ceniza • y finalmente que en otras se extendia el cilicio
sobre el pavimento, y se llevaba allí al enfermo á fin de que.
espirase sobre él, y que este aparato exterior le sirviese á ex
citar y conservar en su espíritu los sentimientos mas vivos de
una austera penitencia. Y ésta era en particular la costumbre
de los Monges de Cluny, de los Cartuxos y Cistercienses, y
todavía se observa en algunos Monasterios de esta Órden.
Pero no solamente los Monges practicaban esta ceremonia,
sino que era bastante común entre los seglares, pues se ve que
Totn. II, Ll mu
2 66 Instrucciones
muchos Rituales (a) ordenan que se vista al enfermo de cilicio.
Y si dexó de observarse en muchas Iglesias, acaso fué por el
temor de que esta práctica anticipase la muerte á los enfer
mos. Por lo menos esta ha sido la razón por que fué abolida
en la Orden de los Cartuxos baxo Francisco I. siendo Prior de
Ja gran Cartuxa Francisco Dupuy. Razón que no ha pareci
do considerable á muchos Santos que han observado inviolable
mente y con la mayor firmeza esta santa costumbre. San Martin
parecía no temer abreviar los dias de su vida, y acelerar su pro
pia muerte, quando estando echado sobre la ceniza y el cilicio,
le rogaron sus Discípulos que les permitiese poner debaxo de
él unas viles mantas: porque este Santo Obispo les respondió,
como lo refiere San Sulpicio: No es conveniente, hijos, que un
christiano muera sino en la ceniza : yo pecaría si os dexase otro
exemplo Sabemos igualmente que aconsejando los Médicos
á San Fulgencio en el ultimo extremo de su vida el uso de los
baños, les respondió el Santo: ¿Los baños pueden impedir, que
nuera un hombre mortal, quando ha llegado su tiempo"1. No siendo^
pues , capaces las aguas calientes de librarme de la muerte , ¿ por
qué me persuadís, que me aparte del rigor de mi profesión religio
sa, que por tan largo tiempo he observado (f)?

§. VI.

Del tiempo en que se debe administrar este Sacramento.

Según el uso de la Iglesia Latina, y la decisión del Con


cilio de Trento , se debe administrar la Extrema-Unción á los
enfermos, quando se hallen postrados tan de peligro, que pa
rezca instarles el último dia de la vida. Uso, y decisión funda
da sobre la institución misma de este Sacramento, que es for
talecer al enfermo contra las tentaciones del demonio , y los
horrores de la muerte. Pero en esto pecan gravísimamcnte , dice
el Catecismo Romano, los que para ungir al enfermo, suelen
aguar—
(o) Ritual. Antis, de Extrem. Une. (jb) Ad Basull. ep. 3.
(c) Vit. S. Fulgent. c. 30.
sobre el Catecismo. Parte II. 267
aguardar á aquel tiempo en que perdida ya toda esperanza- de
. salud , empieza á privarse de vida y de sentidos. Y esto por dos
razones. La primera es, porque de esta suerte se priva al en
fermo de una gran parte del fruto que podría sacar de este Sa
cramento, si le recibiese con perfecto conocimiento, excitán
dose al dolor de sus pecados, humillándose profundamente de
lante de Dios, y uniéndose á las oraciones de la Iglesia. Por
que es constante, dice el mismo Catecismo , que para recibir
mas copiosamente la gracia del Sacramento, importa muchísima
ungir al enfermo con el sagrado oleo , quando está todavía en su
entera razón y juicio , y pueda recibirle con fe y voluntad mas de
vota. Así el retardar la Extrema-Unción hasta el último apuro,
es ocasionar al enfermo perjuicios muy graves, y de la mayor
conseqüencia. La segunda razón es, porque retardando tan
to la Extrema-Unción, parece se pretende, que Dios haga un
milagro, supuesto que se espera á que no haya esperanza de
vida , para dar al enfermo un Sacramento que no puede enton
ces darle la salud y vida, que se pide por medio de él, sin un
milagro evidente, y esto en alguna manera es tentar á Dios.
A la verdad Dios ha instituido este Sacramento para dar la
salud al enfermo, pero de un modo que no parezca milagroso,
aunque pueda serlo en efecto.
Ah, Señor, se nos dice, que no es justo asustar al enfermo
con la noticia de que se le quiere dar la Extrema-Unción , á
peligro de que se agrave por esto la enfermedad. ¡O Dios! ¡ Y
quán vanos son los discursos de los hombres! Acostumbrados*
á obrar por miras carnales, ¿quántas veces tiemblan en donde no
hay motivo para temer"1. Se teme asustar al enfermo. Sí fieles.
¿Y quántos enfermos por estos temores se mueren al fin sin
este Sacramento? ¡Qué temores tan imprudentes! ¿Se debe te
mer asustar á un enfermo, porque se le quiera administrar un
Sacramento instituido para causar no solamente la salud del
alma, sino también la salud del cuerpo, si fuere conveniente?
¿En dónde está la fe, christianos? ¿Ño se podrá persuadir al
enfermo, que la Unción Sagrada no mata, sino que tiene vir
tud para dar salud al alma y cuerpo, y por tanto se le ad
ministra por modo de medicina saludable? Pero supongamos
Ll 2 ' que
1 68 Instrucciones '
que el temor de que se aumente la enfermedad con la noticia
de que se quiere ungir al enfermo, sea razonable, y fundado.
¿Se deberá evitar este peligro aventurando la salud eterna del
alma? ¿La salvación del alma no es preferible á la salud del
cuerpo? Desechad, pues, estos temores carnales, amados fieles,
y no queráis que los Párrocos hagan irrisorio este Sacra
mento, obligándoles á administrarle quando el enfermo ya ca
rece de sentido, y muchas veces quando ya se duda si ha
muerto. Porque este no es Sacramento de cadáveres , sino de
•vivos, y se debe recibir con conocimiento , con fe, y devoción.
Así los Párrocos, dice el Catecismo Romano, han de cuidar
de aplicar esta celestial medicina quando entendieren será
mas provechosa, acompañada de la piedad y devoción de los
que han de ser curados. Desgraciados estos si se desentienden
de una obligación tan grave como ésta ; y desgraciados vos
otros si les impedis el cumplimiento de ella.

r $• VIL
t
De las enfermedades : y cómo pueden ser útiles á los ebristianos.

Como la Extrema-Unción es el Sacramento de los enfer


mos, hemos tomado ocasión de aquí, para hacer algunas re
flexiones sobre las enfermedades, y sobre la utilidad que pue
den sacar de ellas los fieles. La materia es muy importante,
y no pedemos remitirla á otra parte. Así examinaremos i.» có
mo debe el cristiano mirar las enfermedades : 2.0 quáles son
«us obligaciones en la enfermedad.

Cómo debe mirar el ebristiano las enfermedades.

Los Filósofos y Paganos no consideran las enfermedades


y la muerte sino como defectos y conseqaencias necesarias de
la estructura de nuestro cuerpo; y todo el consuelo que ha
llan en ellas , es decir, que supuesto que no depende de nos
otros el estar enfermos , es menester hacer de la necesidad vir
tud , y sufrir con paciencia lo que no se puede evitar. Inútil
sobre el Catecismo. Parte II. 269
consuelo, que no puede suavizar los dolores de la enfermedad,
ni calmar los horrores de la muerte. Pero el christiano tiene
otras miras muy diferentes ; y la Religión contribuye á esto
enseñándole dos grandes verdades: la primera , que las enfer
medades son justas penas de sus pecados; y la segunda, que
son también gracias de la misericordia de Dios.
— 1.0 Las enfermedades y la muerte son penas del peca
do. El hombre es un criminal condenado por la Divina Jus
ticia á sufrir en todo el tiempo de la vida presente diferen
tes especies de penas y tormentos , hasta que llegue el mo
mento en que debe ser executado el decreto de muerte que
lleva sobre sí desde que nace. Primera consideración que
humilla al hombre baxo la mano de Dios que le hiere con
las enfermedades y la muerte.
2.0 Pero estas mismas enfermedades , que son azotes de
la Justicia de Dios , son también efectos de su misericordia.
Segunda consideración que llena al hombre de consuelo.' Las
enfermedades á la verdad son castigos , no de un Juez in
exorable, sino de un Padre tierno que corrige porque ama (a),
y que castiga á sus hijos para hacerles felices , haciéndoles
mejores.
Desentrañemos un poco esta verdad , mostrando que
las enfermedades son ocasiones favorables para satisfacer
por nuestros pecados pasados , y remedios para preservar
nos de pecar en lo sucesivo ; y que la luz de la fe pre
senta á un christiano enfermo los motivos mas sólidos de
consuelo en la voluntad de Dios , en la semejanza con Jesu-
Christo , y en la participación de sus méritos.
I. Las enfermedades son ocasiones que Dios nos ofrece
en su misericordia para expiar muchas faltas que comete
mos todos los dias , y hacemos muy poco caso de ellas. ¿Qué
uso hacemos comunmente de la salud ? La salud es uno de
los grandes beneficios que Dios nes hace. jY quién es el que
piensa en darle gracias por él ? La salud se nos ha dado
para servir á Dios 5 y trabajar en la obra de nuestra salva
ción*
(«) Prever. 3. xa.
470 Instrucciones
cion. ¡Pero qué de momentos mal empleados! ¡Qué negli
gencia en el cumplimiento de nuestras obligaciones ! ¡ Qué
tibieza , qué disipación en la oración , y en los demás exer-
cicios de piedad! ¡Qué olvido de Dios en el tiempo mismo
en que podíamos pensar útilmente en él con toda la libertad
de nuestro espíritu ! ¿ Quintas acciones hemos hecho sin
ordenarlas á Dios como á su último fin? ¡ Quántas que ha
biéndolas empezado por él , las hemos manchado con miras
humanas de interés , de vanidad &c. ! ¡ Quántas veces los
miembros de nuestro cuerpo en lugar de servir á la Justicia
para nuestra santificación , han servido al pecado (a) para
ofender á Dios ! Ved ahí una parte de las faltas que co
metemos todos los dias. ¿ Qué penitencia hacemos de ellas?
¿ Y quién puede decir que ha trabajado con todas sus fuer?
zas para repararlas ? Dios , pues , que no quiere nuestra
perdición , sino nuestra salud , viene al socorro de nuestra
flaqueza, ó mas bien de nuestra floxedad , y nos ofrece me
dios para redimir el tiempo que hemos perdido. Nos priva
por misericordia de la salud de que habíamos abusado : y
nos reduce á un estado de debilidad, de languidez y de im
potencia para hacernos acordar de las muchas veces que no
hemos hecho servir á su gloria la fuerza de nuestro cuerpo,
y la agilidad de nuestros miembros.
- . II. Las enfermedades son medios para preservarnos de
una infinidad de faltas que cometeríamos , si no nos privaran
de la materia y ocasiones de cometerlas. No se puede ne
gar que la salud está llena de peligros en la mayor parte
de los hombres. Ella les expone á dexarse llevar de los atrac
tivos y encantos de las criaturas , poniéndoles en proporción
de gozar de ellas , é inspirándoles una inclinación muy viva
á los placeres de los sentidos. La mas perfecta salud es para
muchos una fiebre ardiente , y una especie de frenesí : tan
violentas é indomables están entónces las pasiones en ellos.
La enfermedad por el contrario las calma y amortigua , y
el enfermo está como insensible aun respecto de aquellos
.: < mis-
Cs) Román. 6. 19.

1
sobre el Catecismo. Parte II. 1.7 r
mismos objetos que le movian mas vivamente en la salud:
ya no tiene gusto ni inclinación á los placeres : y el pen
samiento de la muerte, y de dexar la vida y todo lo que
la hace amable , le es natural y casi indispensable entonces:
y de consiguiente la enfermedad pone al hombre en estado
de unirse con Dios por un amor mas puro y mas perfecto.
III. Como la soberana y asimismo la única regla del
christiano es la voluntad de Dios , ninguna cosa puede con
solarle mas , que el saber , sin poder dudarlo , que se halla
en el estado en que Dios le quiere. Nosotros jamas pode
mos estar asegurados de estar en el estado y situación en
que Dios nos quiere , sino en la enfermedad. Comunmente
no podemos saber si nuestra propia voluntad , nuestro in
terés , nuestra propia satisfacción han tenido parte en los
procedimientos y resoluciones que hacemos en la salud, y
sí solo la voluntad de Dios ha arreglado nuestras acciones.
Pero ninguna incertidumbre hay sobre esto en la enferme
dad. El lecho en que nos postra la enfermedad es segura
mente el puesto en que nos ha colocado la voluntad de Dios:
y esta debe ser la consideración freqüente de un enfermo
para hallar su consuelo en Dios. -. .
IV. La enfermedad nos hace muy particularmente seme
jantes á Jesu-Christo crucificado. Un enfermo vive en los
dolores como Jesu-Christo ; su lecho es la Cruz á que está
unido por la voluntad de Dios ; la enfermedad es , como
la pasión del Salvador , la execucion de un decreto de la
Justicia de Dios , y un efecto de su misericordia. Jesu-Christo
fué herido por el Padre , porque llevaba sobre sí los peca
dos del mundo : pero los golpes que la Divina Justicia des
cargaba sobre él eran el remedio y pena del pecado. A este
modo el christiano enfermo es herido porque es pecador,
pero sus dolores son la pena y la satisfacción de sus pe
cados.
V. Mas no hay mayor consuelo que ser semejante á Jesu-
Christo en sus dolores , unirse íntimamente á él por la par
ticipación de sus sufrimientos , y estar en la cruz no so
lamente como Jesu-Christo , sino también con él j pues de
es
<xji Instrucciones
esta suerte participa de sus méritos , y hace de sí misma
un sacrificio agradable á Dios , cuya consumación es la
muerte.

Quáles son las obligaciones de un christiano en la enfer- \


medad.

I. El christiano debe recibir la enfermedad y sus conse-


qüencias con sumisión , y reconocimiento , como una visita
que Dios le hace en su misericordia : debe fixar sas ojos en
Jesu-Christo crucificado ; y rogarle , que teniendo la dicha
de ser asociado á los dolores de su Pasión, lo sea también
al espíritu de sumisión , de paciencia , de mansedumbre y
de paz con que sufrió el mismo Jesu-Christo , porque no se
entra en la sociedad de los méritos de su Pasión sino su
friendo con el mismo espíritu que él.
II. Debe procurar no dexarse ocupar de su mal , sino
ocuparse en Dios , en quanto la violencia del mal lo per
mita ; y levantar á lo menos el corazón á Dios de tiempo
en tiempo por medio de oraciones cortas y fervorosas , para
lo qual no puede haber disculpa alguna , aun en la mayor
enfermedad. Es muy bueno tener cerca de sí quien de quan-
do en quando le traiga á ta memoria las cosas de Dios, y
le haga presentes las verdades mas capaces de elevarle á él,
y sostenerle en sus trabajos. Y en estas ocasiones principal
mente es quando se conoce la utilidad de estar instruido y
6er piadoso : porque un enfermo no puede sufrir discurso*
largos ; pero quando tiene alguna instrucción, y ha gustado
la piedad, dos palabras que se le digan, le ilustran y pe
netran.
III. Debe pensar en la muerte , que tal vez se seguirá á
esta enfermedad. Si la Escritura nos encarga que pensemos
en la muerte en todas nuestras acciones , ¿ quánto mas en
la enfermedad que nos acerca á ella ? Este consejo no es
tal vez conveniente á ciertas imaginaciones vivas , y dispues
tas á caer en la turbación , por la consideración de los
juicios de Dios : pues las personas de este carácter necc
sobre el Catecismo. Parte IT. 275
sitan mas bien de otras verdades que sean á propósito para
calmarlas , y excitar su confianza en el Señor. Pero lo es se
guramente para el común de los christianos ; pues aunque se
suele decir , que el pensamiento de la muerte no hace morir á
los hombres, es bien cierto que les hace vivir mejor, y mas
christianamente.
IV. El enfermo , generalmente hablando , debe someter
se á la dirección del Médico, en consideración al órden de
Dios. Da lugar al Médico, dice la Escritura (a), esto es, sirve-
te de él, porque el Señor le crió', y procura que no se aparte
de tí , porque su arte te es necesaria. Es verdad que los cono
cimientos del Médico son muy limitados, y sus juicios por lo
común muy inciertos, pero ellos no obstante son mas instrui
dos que nosotros: y la obligación que Dios nos impone de
procurar la conservación, y el restablecimiento de nuestra sa
lud , como de un bien que nos ha dado en depósito , debe
someternos por miras de Religión, á la dirección del Médico,
y hacernos tomar los remedios y alivios que juzgue necesarios.
Este es el camino común y mas seguro, aunque Dios, que
es sobre todas las reglas que nos ha prescrito, haya inspi
rado á algunos Santos, que no usen de remedio alguno, ni
cedan en nada de la austeridad de su penitencia , aun en el
lecho de la muerte.
V. Así como es un extremo vicioso el no querer suje
tarse á los remedios de la medicina, así lo es también el po
ner como el Rey Asa (¿) , su confianza en el arte de los Mé
dicos, y no en el Señor: Enfermó Asa, y en su enfermedad n»
huscó al Señor ; sino que confió mas en el arte de los Médicos.
No es el Médico , ni sus remedios, sino Dios el que cura las
enfermedades, y se puede aplicar aquí .aunque en sentido di
ferente, lo que se dice en la sabiduría: No les ha sanado algu
na yerba, ú otro remedio, sino que es tu palabra, Señor, la
que sana todas las cosas. Porque tú eres, Señor,- quien tienes
potestad sobre la vida y la. muerte, y quien llevas á las puertas
de la muerte , y sacas de ella (c).
El
(a) Eccles. 38. 11. 11. (b) i. Par. 16. ia. (?) Sap. iá. i%. 15.
Tom. II. Mm
274 Instrucciones
VI. El enfermo debe tomar con un espíritu de mortifi
cación todo lo que se leda, á pesar de su repugnancia. Por
que el régimen que se le prescribe , no le es menos materia
de su paciencia y penitencia, que la enfermedad misma; y
el chrlstiano debe excitarse á vencer sus disgustos en consi
deración al vinagre que se dio á Jesu-Christo en la cruz.
VH. Debe asimismo sufrir con paciencia los dolores del
cuerpo , y quando se le escape algún grito, ó la violencia del
mal le arrancare alguna queja , es menester que se humille de
lante de Dios , pero sin turbarse ni desanimarse por esto.
VIÍI. Debe también aceptar con sumisión y humildad el
estado de languidez y desfallecimiento que le hace depen
diente de otros ; y considerar que siendo penosos para ellos
los servicios que le hacen, es necesario que los anime y sos
tenga , venciendo el mal humor, que es bastante común en
las enfermedades , y tratándoles con afabilidad y agrado.
Y si alguna vez les contristare con alguna impaciencia, ó al
guna viveza, aunque sea involuntaria, es muy justo que Jes
dé alguna satisfacción, y les testifique su reconocimiento.
IX.' No nos dehemos turbar porque se nos proponga que
es menester recibir los Sacramentos, sino que al contrario es
muy bueno prevenir sobre esto á los asistentes, y dar liber
tad al ¡Médico para que se explique , declarándole desde lue
go , que le rogamos encarecidamente nos advierta sin dilación,
«i estamos en peligro.
- X. La mayor parte de los christianos quando tienen salud,
como miran de léjos los juicios de Dios, y las penas de la otra
vida, apiñas piensan en prevenirlas, y solo empiezan á temer
quando están peligrosamente enfermos: y es comunmente to
do lo contrario de lo que debía suceder. Es necesario temer
en todo tiempo; pero principalmente en la salud , es quando el
hombre debe estar en la disposición en que se hallaba Job,
quien decia: To be temido siempre á Dios , como á las olas sus
pendidas sobre mí (a). Este temor es saludable, porque amor
tigua las pasiones, y nos conduce á vivir bien. Pero yo no

(«) Job. 31. 93.

\
sobre el Catecismo. Parte II. itjf
sé, si en la enfermedad es comunmente mas' seguro, para- la,
salvación, el que en alguna manera desaparezca este temor
para substituir en su lugar la confianza en la misericordia de
Dios. Temamos enhorabuena al Dios justo y terrible , quando
tenemos salud, para que este temor nos haga humildes, cuida
dosos, y aplicados á evitar el mal, y obrar el bien; mas quando
nos hallaremos peligrosamente enfermos , ocupémonos princi-
palísimamente en contemplar la misericordia infinita de Dios,
y arrojémonos en sus brazos con una confianza sin límites.
XI. El christiano que vive en el pensamiento continuo de
su última hora, no espera á la enfermedad para hacer su tes
tamento. Pero en qualquier tiempo que le haga , debe acordar
se , que su testamento debe ser la consumación, y no como su
cede ordinariamente, el principio de sus buenas obras. Y pro
cure mirar como una obligación de religión y justicia el no
Olvidarse de sus domésticos, y sobre todo de los que le han
servido mucho tiempo.
XII. Es permitido desear y pedir á Dios la salud; pero sin
inquietud ni empeño. La primera obligación que debe ocupar-
ños , es el buen u>o de la enfermedad que Dios nos envia : y
no debemos pedir la salud , sino con el mismo espíritu que la
Iglesia la pide para nosotros , y como Jesu-Christo pidió que
pasase de él Su cáliz doloroso : Hágase tu voluntad, y no la
mia (o).
XIII. Digamos una palabra de la convalecencia. Este esta
do, que viene á ser un medio entre la salud y enfermedad, y
es el tránsito de una á otra, es un escollo para muchos. Baxo
el pretexto que debemos entonces concedernos muchos alivios,
creemos permitido todo lo que deseamos, y porque no pode
mos cumplir todas nuestras obligaciones, nos creemos dispen
sados de todas. Pero debemos acordarnos que en todos tiem
pos somos christianos y penitentes , y que por consiguiente,
i .° nada que sea contrario á la ley de Dios y del Evangelio,
nos es permitido en la convalecencia , lo mismo que en qual
quier otro estado. 2.0 No estamos dispensados en la convale-
cen-
(«) Luc. 14. 4a.
Mm 2
176 Instrucciones
cencía de las obligaciones compatibles con este estado. Ninguna
cosa nos impide orar con freqüencia, dar gracias á Dios, unir
nuestras oraciones á las de la Iglesia , y especialmente al
Santo Sacrificio , aun^quando no podamos salir de casa ; te
mer el mal uso de la salud que Dios nos concede por su bon
dad , meditando muchas veces lo que dixo Jesu-Cbristo al
Paralitico; Ve ahí, que ya estás sano, no peques mas en lo sucesi
vo , no sea que te suceda alguna cosa peor (<j),

INSTRUCCION VIII. . '

<D el Sacramento del Órden.

§• I.

De lo mucho que importa á todos los fieles estar instruido/


de la doctrina de la Iglesia sobre el Sacramento
' r ■<-. - • . ■•'..'! del Orden.

" ' J^Lpénas hay persona alguna en la Iglesia de Dios á


quien no sea necesario instruirse de la doctrina de la Iglesi;
sobre el Sacramento del Orden, por lo menos hasta cierto pun
to. Hay algunos que piensan abrazar el estado Eclesiástico
otros pensarán algún dia lo mismo. Muchos tienen derecho í»
presentar á la Iglesia sugetos capaces de ser ordenados ; y mu
chos también destinan á sus hijos al ministerio de la Iglesia.
¿Quántos padres y madres, y patronos de beneficios , cometen
sin saberlo , faltas irreparables que no cometerían , si estuvie
sen instruidos de la excelencia y obligaciones de este estado:
íor'otra parte ocurren freqüentes ocasiones de hablar y oir ha
blar de esta materia, y no se puede hablar exactamente, ni re
sistir á las falsas impresiones que causan en nosotros los dis
cursos del mundo, sino tenemos el entendimiento ilustrado con
verdaderos principios. La mayor parte de los hombres se incli
na á hacer elección de una profesión, ó de un empleo por los
dis
ta) Joan. 5. 14.
sobre Et Catecismo. Parte II. 477
discursos y persuasiones de las personas á quienes tratan, y así
hay muchos que se hacen Sacerdotes, como otros se hacen sol
dados, ó mercaderes, por las impresiones é ideasque conciben
al acaso de lo que oyen hablar. Es, pues , muy importante á
todo el mundo no contribuir á esta perniciosa ilusión. En fin,
la necesidad común de la Iglesia, el amor al próximo, y aun
nuestro interés particular, nos obliga á todos á rogar áDios que
se digne dar buenos Ministros á la Iglesia : porque á todos nos
puede dañar el desórden, y el mal exemplo de los Pastores.
Amque nosotros, dice San Agustín (¿a), no estemos encomenda
dos del gobierno del navio, estamos no obstante en el tiav/o que et
la Iglesia, y por consiguiente participamos de todos sus peligros.
Así Jesu-Christo nos mandó expresamente rogar á Dios pará
obtener buenos Pastores de la Iglesia: hogad, pues, al Se'
ñor de la mies , que envié obreros á su mies Y la Iglesia ha
instituido el ayuno de las quatro témporas á fin de que to
dos los fieles se unan en sus oraciones para atraer las gracias
de Dios sobre los que eligen y ordenan á los Ministros , y
sobre los que son elegidos y ordenados. . •[
Pero .apenas se puede desempeñar la obligación de orar
por los Ministros de la Iglesia, si no se conoce la importancia
de su ministerio, y las qualidades que les son necesarias; de
suerte, que así como este conocimiento puede animar las ora
ciones de los fieles , por las quales se consiguen los buenos Mi
nistros ; se puede decir también , que la falta de buenos Mi
nistros es señal del poco fervor de las oraciones de los fieles,
sostenido comunmente por las baxas ideas que se forman de la
vocación , y de las funciones Eclesiásticas, y que se limitan
solo al exterior de ellas, y á lo que lisonjea la concupiscencia
de los hombres.
De

(a) S. Aug. in Ps. 106. v. ia. (6) Math. 9. 38. Vid. S. Hier.
ia c. 9. Math. ' i
Instrucciones

§. H.

De la naturaleza , é institución del Orden.

Aunque Jesu-Christo podía, si hubiera querido , condu


cid á los hombres á la salud , inmediatamente por sí mismo,
y sin tener necesidad del ministerio exterior ; no obstante,
como los hombres son espíritu y cuerpo , y deben conse
guir la salvación por el camino de la fe , estando unidos
en una misma Religión , ha querido comunicarles sus dones
espirituales por los canales sensibles de la instrucción de
los Sacramentos y del sacrificio : y ha elegido y estable
cido Ministros de las cosas santas para instruir á los hom
bres en el camino de la salud , ofrecer por ellos el Sacri
ficio , y encomendarlos á Dios en sus oraciones. Porque
como la virtud y los méritos de los miembros de esta san
ta sociedad son desiguales , era muy justo que (a) esta
bleciese á los unos , para dirigir y gobernar , y á los otros
para obedecer y ser gobernados. Ved aquí el órden natural
y conforme á los designios de Dios.
Por esto los Santos Padres se valieron de esta palabra
Orden, para dar á entender la excelencia y dignidad de
los Ministros de la Iglesia , á quienes Dios ha elevado sobre
los demás hombres. Porque el Orden tiene dos significacio
nes , la una común, y la otra particular. Atendida su co
mún significación., es una disposición de cosas superiores é
inferiores colocadas entre sí de manera , que la una dice rela
ción á la otra. Y como en el sagrado ministerio hay muchos
grados y oficios , y todos están distribuidos y colocados con
gran concierto y armonía , por tanto el nombre de Orden
viene muy apropiado para significarle. Pero según su sig
nificación particular , el Orden es un Sacramento que da po
testad para hacer las funciones Eclesiásticas que pertenecen al
culto de Dios , á la santificación de las almas , y al gobier
no
(o) S. Greg. Nacían, or. 16. n. 57.
sobre ei. Catecismo. Parte II. '279
no de la Iglesia ; y la gracia necesaria para ejercerles san
tamente.
I. Es Sacramento , como lo comprueba el Concilio de
Trento (a) con la razón que hemos insinuado tantas veces,
esto es , porque es señal visible de una cosa sagrada é in
visible. La señal sensible es la imposición de las manos , ó
la entrega de la materia del Orden , como por exemplo, da
la patena con pan , y del Cáliz con vino y agua en el
Sacerdocio, acompañada de las palabras que dice el Mi
nistro del Orden ; y la cosa sagrada es la gracia del Es
píritu Santo que está unida á esta señal , juntamente con el
carácter espiritual que se imprime en el alma , como lo de
clara el Apóstol quando dice á Timotheo : Te amonesto que
avives el fuego de la gracia de Dios , que está en tí por la
imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espí
ritu de temor , sino de fortaleza , de amor y de templanza
Esta señal ha sido instituida por Jesu-Christo , quien
dió á sus Discípulos potestad para consagrar y ofrecer su
cuerpo y sangre : Haced esto ( les dixo ) en memoria de
mí (f) : para perdonar los pecados por la Penitencia : A
quienes perdonareis los pecados , les serán perdonados (d~) ; y pa ra
anunciar su palabra, y administrar el Bautismo : IdV ins
truid á todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Pa
dre , y del Hijo, y del Espíritu Santo , y enseñándolas á ob
servar todas las cosas que os be mandado (e). t '-
2. Pero Jesu-Christo envió á sus Apóstoles , así como él
mismo habia sido enviado por el Padre (/) : de donde se in
fiere , que pues la misión que había recibido de su Padre,
no era solamente para enseñar á los hombres y conducir
les á la salud , sino también para establecer en la Jplesia
Ministros encargados de exercer en su nombre las funcio
nes sagradas ; á este modo confirió á los Apóstoles iíná
verdadera potestad de exercerlas por sí murros , y de per-*-
petuar ei ministerio en la Iglesia , comunicando á otros por
la
(«) Seis. 53. cap. & Can. 3. (i) ». Tira. 1. 6. (c) Luc. ti. i$v
(d) Joan. *o. 93. (e) Matb. »8. 19. • (f) Joan. *o. ai.
18o *. Instrucciones
la imposición de sus manos la potestad que habian recibido
de él. Y en efecto , la Escritura nos enseña , que los Após
toles exerciéron esta potestad ordenando Obispos , Sacerdo
tes y Diáconos por la imposición de las manos ; que los
que habian sido ordenados por ellos , instruían y adminis
traban los Sacramentos en virtud de esta ordenación ; y que
exercian estas funciones como que habian recibido la potes
tad de Jesu-Christo , y del Espíritu Santo. El Espíritu Santo
( decia San Pablo á los Obispos (a) , y Sacerdotes ) os ka
establecido ..... para gobernar la Iglesia de Dios. Es pues
constante que este Sacramento da potestad para exercer las
funciones Eclesiásticas.
3. En fin el Sacramento del Orden da la gracia nece
saria , como hemos visto , para cumplir dignamente las obli
gaciones del estado Eclesiástico : y como es uno de los tres
Sacramentos que imprimen carácter, no se puede reiterar.

§. III.

í . vDe los diferentes grados del Orden.

ISiendo el Sacerdocio una cosa tan elevada y sublime,


como dice el Concilio de Trento ; á fin de que pudiera
exercerse con mayor gravedad y veneración , fué muy con
veniente , que hubiera muchos y diversos Ordenes de Mi
nistros en la concertadísima disposición de la Iglesia , que
de oficio sirvieran al Sacerdote ; y estos distribuidos con
tal orden , que los que hubiesen ya recibido la Tonsura Cle
rical , fuesen ascendiendo por los Ordenes menores á los ma
yores. Pero el fin principal de la institución de los diferen
tes grados del Orden, ha sido por parecer necesarios para
el sacrosanto Sacrificio de la Misa y para hacer ó admi
nistrar la Eucaristía
Los Ordenes , según la perpetua doctrina de la Iglesia
son siete , á saber , Ostiario , ó Portero , Lector , Exórcis-

[a) Actor, ao. 18. (¿) D. Thom. ¡n suplem. q. 3. a. I,


sobre el Catecismo. Parte II. 281
ta , Acólito , Subdiácono , Diácono , _y Sacerdote : de los qua-
les los quatro primeros se llaman menores, y los tres últimos
mayores, o sagrados. Digamos de cada uno^de ellos alguna co
sa, y primeramente de la Tonsura.
La primera Tonsura, no es mas que una preparación para re
cibir los Ordenes: porque así como los Exorcismos son disposi
ción para recibir el Bautismo, y los esponsales para el matri
monio, así también por la primera Tonsura se abre la puerta
para el Sacramento del Órden. El que la recibe , renuncia á
las, esperanzas del mundo , se consagra al servicio de Dios y
de su Iglesia, y declara que empieza á tener al Señor por su
suerte y heredad , como aquellos que en el pueblo Hebreo es
taban destinados al culto divino, á quienes prohibió Dios,
que se les asignase alguna determinada porción de tierra en la
de promisión , diciendo : To soy tu porción y tu heredad (a) : y
de aquí se deriva el nombre de Clérigo que entónces se le im
pone: en cuya 'conformidad le dice el Obispo quando le corta
los cabellos estas palabras sacadas del Salmo 1 5 : El Señor es
mi herencia y todo el bien que me ha tocado: vos sois , Dios
mió, quien me estableceréis en la herencia que me está desti
nada. Así el que recibiese la Tonsura en otra disposición,
pecaría sin duda, porque mentiría delante de Dios, y á la
faz de la Iglesia, testificando que quiere tomar á Dios por su
herencia , y consagrarse á su servicio, sin tener esta resolución
en su corazón. Por esto obran muy mal los padres y madres,
que llevan á sus hijos á recibir la Tonsura , únicamente para
hacerles capaces de poseer beneficios. Y para precaver este
' abuso, el Concilio de Trento manda á los Obispos , que no re
ciban á la Tonsura, sino á aquellos de quienes juzguen proba
blemente, que han elegido por su voluntad este género de vida
para servir fielmente á Dios , y /sin alguna mira de interés
temporal (b). Debe, pues, recibirse la Tonsura con intención
sincera de darse á Dios por toda la vida , de suerte , que
la Tonsura sea una señal, como dice San Isidoro (í), con que .
se
(a) Num. 18. (b) Sess. 13. c. 4. de reformatione.
(c) S. Isid. Hisp. de ofic. Eccles. 1. a. c 4* ,
Tom. II. ' Nn
a8 a Instrucciones
se figura en el cuerpo lo que se obra en el ánimo, esto es,
de la renuncia que se hace de todas las vanidades del mundo,
de todos los vicios, y particularmente de los pecados carnales.
Quando se hace la Tonsura , se cortan los cabellos en fi
gura de corona, la qual debe hacerse mayor según se va
ascendiendo á los Órdenes: y esto, enseña la Iglesia, viene
por tradición de los Apóstoles. En efecto, los antiquísh ios
y gravísimos Padres San Dionisio Areopagita , San Agustín,
y San Gerónimo, hacen mención de este modo de tonsurar: y
se dice que el Príncipe de los Apóstoles fué el primero que,in-
troduxo esta costumbre en reverencia de la corona de espinas
que pusieron sobre la cabeza de nuestro Salvador; á fin de
hacer su honor y gloria de lo mismo que inventaron los im-
pios para ignominia y tormento de Christo , y dar á entender
al mismo tiempo, que los Ministros de la Iglesia deben llevar
en todas las cosas la imagen y figura de Christo Señor nuestro.
Acaso para que fuese mas viva esta expresión y semejanza,
mandó el quarto Concilio de Toledo á todos los Clérigos, ó Lec
tores, como también á los Levitas , y Sacerdotes que se rasurasen
toda la cabeza , dexando solo en lo inferior de ella un pequeño cir
culo de cabellos, (a) como al presente lo hacen los Religiosos.
El Tonsurado debe llevar hábito Eclesiástico; porque
siendo la Tonsura una especie de noviciado para las Órdenes,
es muy justo que el Tonsurado se conduzca como Eclesiástico,
y testifique por el afecto á su hábito el afecto que tiene al es
tado Eclesiástico, y la perseverancia en su vocación. Por es
to hay muchos Sínodos que declaran indignos de las Órde
nes á los que dexen el hábito Eclesiástico , y generalmente los
Cánones que mandan á los Eclesiásticos que lleven sotana,
comprehenden en este precepto á todos .los Clérigos , entre
quienes deben contarse los Tonsurados.
A la Tonsura se siguen los quatro Ordenes menores, que
son Hostiario, Lector, Exórcista, y Acólito, los quales se con
fieren en la manera que prescribe el quarto Concilio de Car-
tago (¿); se hace tocar al Hostiario las llaves de la Iglesia, la
Es
to) Conc. Tolet. IV. c. 41. (b) Conc. CartÜ. IV. c. 6. 7. 8. & 9.
sobre el Catecismo. Parte II. a 83
Escritura Sagrada al Lector , el libro de los Exorcismos al
Exórcista , y las vinageras vacias , y el candelero con vela al
Acólito , y al mismo tiempo el Obispo pronuncia las pala
bras que son esenciales á los Ordenes. Describamos los ofi
cios de cada uno de ellos para su mejor inteligencia.
Las funciones del Hostiario , ó Portero, según el Con
cilio de Milán (a), son 1.0 abrir y cerrar las puertas del Tem
plo, guardar las llaves, y no dexar entrar en él á quienes es
tuviese prohibido. a.° Asistir al santo Sacrificio, á fin de im
pedir al pueblo que se acerque demasiado al Sacerdote. 3.0 To
car las campanas. 4.0 Cuidar de que no se cometa indecen
cia alguna en la Iglesia , sea durmiendo , hablando, compran
do, ó vendiendo, sea haciendo qualquiera otra cosa que per
turbe la atención y continuación de los divinos oficios. La
dignidad del- Hostiario se echa de ver claramente por el ofi
cio de Tesorero , que antiguamente le pertenecía , y es aun te
nido por uno de los mas honrosos de la Iglesia.
El Hostiario debe estar animado del zelo de la casa de
Dios , y penetrado profundamente del ultrage que se hace al
Señor por las irreverencias que se cometen en ella ; y mirar la
obligación de impedir todo lo que puede turbar el Orden ex
terior de la Iglesia , como un aviso de que debe trabajar tam
bién con el mayor esfuerzo por impedir el desórden de su al
ma, que es el templo espiritual de Dios vivo ; y ser muy exac
to en no dexar entrar nada en ella que deshonre su santidad;
en conservar todas las cosas en órden , y en el lugar que las
corresponde ; y no permitir que los movimientos de la concu
piscencia entren en el Santuario de Dios , esto es, que ocupen
el lugar de la razón y caridad que deben hacer un continuo
Sacrificio al Señor de todas nuestras acciones.
El oficio del Lector es leer en la Iglesia en voz clara
y distinta los libros del viejo y nuevo testamento (¿) , espe
cialmente en aquella parte que se suele leer en los nocturnos
de los Máytines. San Cárlos Borromeo(f) \e encarga también la
ins-
(o) Conc. Mediol. i.'tit. de Ostiar. (¿) Conc. Carthag. 4. c 8.
(c) Conc. Mediol. 1. tit. de Lector.
Nn 2
284 Instrucciones
instrucción de los niños en los rudimentos de la fe, si al
Obispo le pareciere convenir ; y el Pontifical Romano le en
comienda la bendición del pan , y de todos los nuevos fru
tos (a).
El oficio de Lector era tenido en tanto honor en la pri
mitiva Iglesia , que servia de recompensa á los que habian
confesado á Jesu-Christo en los tormentos , como se ve por
las cartas que sobre este asunto escribió San Cipriano á
Aurelio , y Celerino Y en efecto , el Lector debe estar
dotado de una santidad y pureza de alma correspondiente á la
pureza de las palabras que anuncia ; debe mirar el estado de
pecado , como particularmente opuesto á aquel en que Dios
le ha establecido, teniendo siempre presente aquella terri
ble reconvención del Señor de que habla el Profeta : Dixo
Dios al pecador: \cómo anuncias tú mis justicias, y tomas mí tes
tamento en tu boca (r)? ; y en fin, debe pronunciar las pala
bras de la Escritura con respeto, con adoración interior , y
con un terror santo, mirándolas como decretos inflexibles, é
inmutables que Dios ha pronunciado sobre los hombres^ y so
bre él mismo , á que es necesario conformarse para conseguir
la salvación.
El oficio del Exórcista es invocar el nombre del Señor so
bre los que están poseídos de los espíritus inmundos : así por
este orden el Exórcista se hace capaz de dar pruebas de la
victoria que Jesu-Christo consiguió sobre el diablo, y del im
perio que tiene sobre las potestades de las tinieblas: y es re
vestido con la fortaleza del fuerte armado para arrancar al
diablo los despojos de que se habia apoderado. Pero como Je
su-Christo nos enseña en el Evangelio , que el poder que había
dado á los Apóstoles para desterrar á los demonios , no tiene
efecto, á lo menos respecto de algunos demonios sino se le jun
ta la oración y el aytrno ; habiéndolo querido el mismo Señor
así ; el Exórcista debe creerse obligado k añadir á los Exor
cismos la oración y el ayuno, y á destruir las obras del diablo
. con
(a) Pont. Rom. b) S. Cypr. 1. a. ep. g. nunc 38. Ic- 1. 4. ep. ¿.
nuac 39. (c) Ps. 49. 16. (d) Math. 17. 30.
sobre el Catecismo. Parte II. 'aS.?
con sus buenas obras, para desempeñar, como es. necesario , su
ministerio.
El oficio de los Acólitos., es servir á los Diáconos y
Subdiáconos en los ministerios del Altar , preparar las vi-
nageras , encender y llevar los ciriales , principalmente quan-
do se canta el Evangelio , y quartdo el Sacerdote ofrece el
Sacrificio ; por lo qual se denota , que Jesu-Christo y su
palabra son la luz que disipa nuestras tinieblas , y que no
sotros debemos recibir con humildad y amor.
Los Acólitos deben ser , como se lo encarga el Obispo,
la luz y edificación del mundo por la santidad de su vida;
y presentar el vino y agua para los Santos Mysterios con
una pureza de corazón que les haga dignes de ser ofreci
dos á Dios en Sacrificio con Jesu-Christo.
A vista de esto , no se puede llorar bastantemente la •
criminal indiferencia con que en estos últimos tiempos mi-
rán los hombres, y aun los EclesiásMcos mismos, los Or
denes menores : pues apenas se hace mención de ellos sino
en la ceremonia de la ordenación ; y casi todas las funcio
nes de ¿stos Ordenes se remiten en el dia á los simples
tonsurados. Se reciben los Ordenes menores , porque es ne
cesario pasar por ellos para llegar al Subdiaconado ; y asi
mismo , por un desórden mas deplorable aun , no se esti~
man el Subdiaconado , y Diaconado , sino porque abren ca-»
mino para el Sacerdocio.
Los Padres de la Iglesia pensaban de otra manera; y
en atención á la santidad y dignidad de los Ordenes me
nores , y con mayor razón de los mayores , solo los con
ferian después de un maduro examen, y un exacto cono
cimiento de la virtud y capacidad de los sugetos que -as
piraban á ellos. Y hay muchos exemplos de Clérigos , que
sea por , humildad , ó por disposición de los primeros Pasto
res perseveraban toda su, vida en el exercicio de los or
denes inferiores , teniéndose por muy honrados de ocupar
los últimos lugares en la Casa del Señor. No se ascendía al
Diaconado y al Sacerdocio', sino á los que sobresalían en
.méritos y virtudes : los demás se quedaban en el grado,
«86 - - Instrucciones
en que se les. juzgaba capaces de servir y edificar á la Igle
sia , cada uno según el don que habia recibido.
El Concilio de Tiento , con el designio de inspirar á
todos el respeto debido á los Ordenes menores , testifica
en general , que desea se observe algún instersticio en cada
uno de los Ordenes , á fin de que los que reciben los Orde
nes puedan instruirse mejor de la importancia de las funciones
que les son propias. Quiere también , que se exerciten en cada
oficio y función del Orden , y esto en la Iglesia á cuyo ser
vicio estuvieren aplicados ; y que suban así de grado en grado^
de suerte que con la edad crezcan en virtud y ciencia : de que
darán pruebas ciertas por su buena vida , y por la puntualidad
y perseverancia en el servicio de la Iglesia &c. T como las
Ordenes menores abren la puerta á los mas altos grados , y
mas sagrados mysterios , ninguno será recibido á ellos , que no
diere motivo de esperar que por su capacidad se hará algún
dia digno de las Ord:nes mayores (a). Y para hacer mas vi
sible la dignidad de las funciones propias de los Ordenes
menores , manda , que no se exerzan en lo sucesivo , sino
por los que hayan recibido los dichos Ordenes , según la
disposición de los Cánones (b)í

S. IV.

De los Ordenes mayores.

El Subdiaconado , que es el primero de los tres Ordenes


mayores ó sagrados , se administra por la actual entrega
del Cáliz sin vino, y de la patena sin pan (r) pronunciando
el Obispo al mismo tiempo las palabras que son esenciales
á este Orden. Y para mayor explicación del Subdiaconado
se entrega también el libro de las Epístolas , y se da po
testad al Subdiácono para cantarlas en la Misa , lo que an
tiguamente executaba el Diácono. El oficio del Subdiácono
es , como el nombre mismo lo declara , servir al Diácono
en
(a) Sets. 93. de Refor. c. 11. (£) c. 17. (c) Coac Carth. IV. c g.
sobre el Catecismo. Parte II. 287
en el altar (a) : porqoe debe prevenir las cosas necesarias
para el sacrificio , como son los corporales , el cáliz , el
pan y vino : administrar el agua al Obispo y Sacerdote
quando se lavan las manos en el Sacrificio de la Misa : asis
tir como testigo al Santo Sacrificio , cuidando de que nin
guno perturbe al Sacerdote en su celebración , y lavar las
palias y corporales.
Al Subdiaconado está anexo el voto solemne de casti
dad (¿) : por lo qual los que le reciben deben examinarse
á si mismos , y sondear su corazón , no solamente para
conocer si tienen una resolución efectiva de vivir en conti
nencia toda su vida , y esto no lo pueden juzgar sino des
pués de haberse probado largo tiempo (r) ; sino también pa
ra averiguar, si están resueltos á practicar los medios de
guardar la continencia. Porque es tentar á Dios , hacer
voto de castidad , y no querer practicar los medios necesa
rios para guardarla , quáles son la sobriedad en comer y
beber , la vida laboriosa , la ocupación continua , la mor
tificación de los sentidos , la oración , la humillación y aba
timiento , pues sin esto no se podrán precaver ni vencer
útilmente las tentaciones contra la pureza.
- 1 El Diaconado es el segundo Orden sagrado , y no se
puede dudar que es de institución divina Este Orden
se administra por la imposición de las manos (e) , y la ac
tual entrega del libro de los Evangelios y las palabras que
el Obispo pronuncia al mismo tiempo. El Diácono es Mi
nistro del Obispo y del Sacerdote según la declaración de
los Concilios Cf) : y á él pertenece seguir perpetuamente al
Obispo , asistirle y custodiarle quando predica el Evange
lio , asistir al Sacerdote quando celebra ó administra otros
Sacramentos , y cantar el Evangelio en el Sacrificio de la
Misa. Asimismo pertenece al Diácono (que escomo los ojos
del Obispo) (g) , rastrear y averiguar la vida y conducta
de
• (#) S. Isid. Hisp, do Offí. Ecles. 1. a. c. 10. (¿) c. unic.de Vot. in
6. (c) S. Greg. Mag. 1. 1. Ep. 44. (<?) Conc. Trid. Sess. 23. can. 6.
(t) Conc. Carth. IV. c. 4. (/) Ibid. (g) Lib. a. Const. Apost. c 44.
2 88 — Instrucciones .
de los fieles , para que dando cuenta de todo al Obispo,
pueda éste exhortar y amonestar secretamente á cada uno,
ó corregirle y reprehenderle en público , según entendiere
ser mas provechoso : recontar los nombres de los catecú
menos, y presentar al Obispo los que han de ser ordena
dos : y puede también explicar el Evangelio en ausencia
del Obispo y del Sacerdote , mas no desde el pulpito , para
que se entienda , que esta no es acción propia de su ofi
cio (-a). Antiguamente los Diáconos excitaban ¡muchas veces á
los fieles durante el Sacrificio de la Misa á que estuviesen aten
tos á él: administraban la sangre.del Señor en aquellas Iglesias,
donde era costumbre que los fieles comulgasen en ambas es
pecies : bautizaban solemnemente en caso de necesidad
visitaban á los encarcelados, y los exhortaban al martyrio (c):
estaban encargados particularmente del cuidado de las Vír-
gines , viudas y pobres : como también de la instrucción
de los catecúmenos. Y San Agustín mismo escribió el libro
de Catbechizandis rudibas á un Diácono de Cartago : pero
tal vez no les instruían sino en particular. En fin estaba
cometida al Diácono la distribución de los bienes Eclesiás
ticos , para que proveyese á cada uno según sus necesi
dades. Se ve en efecto, que la falta de personas, que des
empeñasen este encargo fué la ocasión de la creación de los
siete primeros Diáconos ; pero no fué esta la principal de
este establecimiento. Porque , como dice SanMgnacio (d),los
Diáconos son Ministros de ios mysterios de Jesu-Christo: no
son Ministros de la comida y bebida % sino de la Iglesia de
Dios.
El gran cuidado que se debe poner para que ningún in
digno ascienda á este grado de Orden , lo mostró el Após
tol , exponiendo á Timoteo las costumbres , virtud é inte
gridad, que debe tener el Diácono: Los Diáconos , dice (í),
deben ser castos , huir de todo ardid y artificio en sus palabras,
no beber mucho vino , ni darse á tráficos vergonzosos , é in-
dig-
(a) S. Amhr. in Ep. ad EpKes. c. 4. (B) Gelas. 1. Ep. 9.
Ge) S. Cypr. Ep. ig. (¿) Ignat. ep. ad Traü. («) 1. Tim. o. 3.
sobbe el Catecismo. Parte II. 289
dignos de la santidad de su estado. Han de conservar el mys<-
terio de la fe con una conciencia pura , y mas costumbres ir
reprehensibles. Antes de ser ascendidos á este hontr, deben ser
probados en su fe y virtud , y no entren en este ministerio sin ha
berse averiguado que no están culpados en algún delito escandaloso.
Y como la vida de los Diáconos es una vida de acción , de
ben además tener una alma muy recogida para no disipar
se en la multitud de los anidados y funciones que están á
su cargo , como ha sucedido á muchos Diáconos, cuyo orgu
llo y temeridad han merecido las reprehensiones de los padres;
y los Concilios se han visto obligados á reprimir sus exce
sos por los medios mas propios á este fin : porque no tiene
duda que la naturaleza del hombre es tan débil y propensa á
la elevación , que con dificultad dexa de abusar de la auto
ridad y poder con que se halla.
A el Diaconado se sigue el Sacerdocio , que es el tercer Ór-
den sagrado : y acerca de él se ha de advertir, que las Es
crituras santas nos describen dos sacerdocios , uno interno, y
otro externo. Por lo que pertenece al sacerdocio interno, se
pueden llamar Sacerdotes todos los justos que tienen el espí
ritu de Dios , y que por el beneficio de su divina gracia son
hechos miembros vivos del sumo Sacerdote Christo , porque
mediante la fe inflamada por la caridad ofrecen á Dios hos
tias espirituales en el altar de sü corazón , á saber, todas las
obras buenas y virtuosas que hacen á gloria del Señor. Por es
to se dice en el Apocalipsis: Christo nos lavó de nuestros peca
dos en su sangre, y nos hizo reyno y Sacerdotes para Dios su Pa
dre (a). Entrad vosotros mismos , nos dice también el Príncipe
de los Apóstoles en la estructura de este edificio como que
sois piedras vivas para componer una casa espiritual y sacerdocié
santo, á fin de ofrecer sacrificios espirituales , y agradables á
Dios por Jesu-Christo. Igualmente nos exhorta San Pablo á
que ofrezcamos á Dios nuestros cuerpos como una hostia pura y
agradable á sus ojos, para darle un culto razonable y espiritual (r).
Y mucho ántes hábia dicho David: Sacrificio es para Dios

(a) Apee. 1. (J) I. Petr, 3. (ir) Rom. 11.


Tom. II. Oo
29© Instrucciones
t/ espíritu atribulado: no despreciarás, ó Dios, el corazón contrito
y humillado («).
El sacerdocio externo no conviene á todos los fieles , sino
á solos aquellos que han sido instituidos y consagrados á Dios
por la imposición de las manos, y están destinados á algún
particular y sagrado ministerio. Estos unas veces se llaman
Presbíteros, que significa lo mismo que ancianos , no solo por
la madurez de la edad , la qual es muy necesaria para este
Órden, sino mucho mas por la gravedad de costumbres, y
por la doctrina y prudencia de que deben estar dotados,
porque como se dice en el libro de la sabiduría: Lo que hace la
vejez venerable no es la larga vida, ni el número de los años, sino
que las canas del hombre son su prudencia , y la feliz vejez es la
vida sin mancha (b) : otras veces se llaman Sacerdotes , ya por
que están consagrados á Dios , ya también porque están des
tinados á administrar y tratar las cosas sagradas y divinas.
Si se nos dixere que esta diferencia de sacerdocios es
una invención nueva , nosotros responderemos , que es tan
antigua como la ley vieja. Porque ya hemos visto que David
hizo mención del sacrificio y del sacerdocio interno. Y en ór
den al externo , nadie puede ignorar los muchos preceptos que
impuso Dios á Aaron, y á todo el Órden Sacerdotal para la
oblación de los sacrificios ; que el mismo Señor señaló y
destinó toda la Tribu de Leví al ministerio del Templo , y
prohibió por una ley expresa , que ninguno de otra Tribu
fuese osado á ingerirse en sus funciones (f) • y que por haber
usurpado el Rey Ozias el oficio Sacerdotal , le castigó Dios
con una pestilente lepra, y pagó con gravísimas penas su ar
rogancia y sacrilegio (d),
■Supuesta, pues , esta distinción de sacerdocios, al presente
solo hablaremos del externo , porque solo este pertenece al Sa
cramento del Órden. Y en este sentido, decimos , que el oficio
propio del Sacerdote es ofrecer Sacrificios á Dios, y ad
ministrar los Sacramentos de la Iglesia , como se colige clara
mente de los ritos mismos de que usa la Iglesia para su Consa-
4> g^-
ío) Ps. 50. (£) Sapient. 4. {c) Numer. 3. 9. Paral. »6.
sobre Et Catecismo. Parte II. 191
gracion. Porque el Obispo quando instituye Sacerdote á algu
no, primeramente impone sobre él las manos ; y lo mismo prac
tican los demás Sacerdotes que se hallan presentes. Después
echándole la estola al cuello , se la ajusta delante del pecho
en forma de cruz: en lo qual se declara que el Sacerdote es
vestido con la virtud de lo alto , para que pueda llevar la
Cruz de Christo Señor nuestro , y el suave yugo de su divi
na ley; y enseñarla al pueblo, no solo con palabras, sino con
el exemplo de una vida santa é irreprehensible. Luego le unge
las manos con el sagrado crisma , y después le entrega el Cáliz
con vino, y la patena con hostia diciéndole: Recibe la potestad
de ofrecer sacrificio á Dios , y de celebrar Misas asi por los vi
vos , como por los difuntos. Y últimamente, imponiéndole segun
da vez las manos sobre la cabeza, dice: Recibe el Espíritu San
to , cuyos pecados perdonares , serán perdonados, y los que retuvie
res , serán retenidos. Y le da aquel celestial poder de retener y
perdonar los pecados que dió el Señor á sus Discípulos.
De aquí se distinguen comunmente en el Sacerdote dos
potestades, una de Orden , y otra de jurisdicción. La potestad
de Orden es para consagrar el cuerpo y sangre de Jesu-Cris-
to , y ofrecer el santo sacrificio , y se extiende á todas las
demás cosas que de qualquier modo puedan ordenarse á la
Eucaristía. La potestad de jurisdicción se emplea toda en
el cuerpo místico de Christo, y por ella pertenece al Sacerdo
te administrar los Sacramentos (<»), á excepción de la Con
firmación y del Orden, predicar la palabra de Dios go
bernar y dirigir al pueblo christiano, y encaminarle á la ce
lestial y eterna bienaventuranza.
Esta potestad del sacerdocio christiano excede mucho en
perfección á la que en la ley natural se dió á los Ministros de
las cosas sagradas. Porque como aun en aquella edad que
antecedió á la ley escrita , conocían los hombres por la luz de
la razón , que Dios debe ser adorado , era consiguiente que se
destinasen algunos al cuidado de las cosas sagradas , y al cul
to divino. En una palabra : era necesario que hubiese sacer
do
te Joan. 10. Match. 18. 18. (¿>) Conc. Aquisgran. aa. 83$. c. a. cu e,
O02
iqi Instrucciones
docio, cuya potestad en algún modo se dixese espiritual , pues
había ley , y estas dos cosas afirma el Apóstol , que están tan
enlazadas , que trasladada la una , es menester se traslade la
otra (a).
Tuvo también esta misma potestad el pueblo de Israel , y
fué superior á la que tenian los Sacerdotes de la ley natural;
pero sin embargo se ha de reputar por muy inferior á la po
testad espiritual de la ley evangélica, porque esta es celes
tial , y aun sobrepuja toda la virtud de los Angeles. Ni trae su
origen del sacerdocio Mosayco , sino de Christo Señor nues
tro, que fué Sacerdote, no según Aaron , sino según el órden
de Melquisedech (¿).
De la dignidad del sacerdocio christiano , y de la im
portancia y excelencia de sus funciones , es fácil de concluir
las disposiciones que corresponden á tan alto ministerio, y nos
otros pensamos hablar largamente de ellas quando tratemos de
las dificultades del sacerdocio , y episcopado. Entre tanto,
baste decir aquí , que el Sacerdote debe ser sal de la tierra,
según el Evangelio (c) , y que para desempeñar esta obliga
ción, nada debe haber en sus acciones y conducta, que no
esté sazonado con la sal de la prudencia christiana , y que no
sea propio á comunicar la sabiduría á los fieles. Que estando
destinado para ser la luz del mundo deben ser lumi-
minosas todas sus acciones y palabras para instruir , é inspi
rar la caridad á las almas. Que habiendo sido separado del
mundo, según las palabras de la Escritura (e), para trabajar en
la salvación de los hombres, y anunciar el Evangelio , no debe
tener otras miras ni pensamientos en el mundo , que cumplir
fielmente este importante y glorioso ministerio. Que habiendo
tenido el honor de ser asociado al sacerdocio de Jesu-Chris-
to , debe tener una unión muy estrecha con Jesu-Christo,
no hacer ni obrar nada sino por Jesu-Christo , y ser una vi
va y animada imagen del Salvador. Que siendo el Vicario del
... , amor
(a) Hebr. 7. (b) Ibid. g. (c) S. Greg. Hom. 17. ¡n ev. n. 9.
(¿) Math. 5. 14. & i(5. vid. S, Greg. 1. 8. ep. 33. (e) Rom. 1. 1.
Actor. 43. -4..S. Laur. Jus:. serta, de C. D.
sobre el Catecismo Parte. II. 393
amor de Jesu-Christo , debe arder en zelo por las almas , y
estar pronto á dar Ja vida por elílas á imitación del mismo Jesu-
-Christo , cuyo lugar ocupa ; pero no ha de creer , como dice
San Gregorio , que se halla en esta disposición quando no está
preparado á socorrer á los pobres con sus bienes. Que ofre
ciendo á Dios el sacrificio de su hijo , debe también ofrecer
se á sí mismo en sacrificio al Señor , y estar dispuesto á expo
ner la vida por su servicio. Y en fin, que debe corresponder"
en todo á su vocación , y estar perfectamente instruido de sus
obligaciones. .
Mas aunque el sacerdocio es un Orden solo , tiene sin em
bargo diferentes grados de dignidad y potestad. El i.° es el de
aquellos que absolutamente se llaman Sacerdotes , cuyos oficios
hemos declarado ya. El 2.0 es el de los Obispos , que son los
que presiden en sus respectivos Obispados para dirigir y go
bernar no solo al pueblo fiel, sino también á los Ministros de
la Iglesia , y velar sobre la común salud de todos : de donde se
infiere que los Obispos son superiores a los Sacerdotes.,. y
esto, no porque los hombres hayan establecido la subordina-
clon de los unos á los otros , sino por institución del mismo
Jesu-Christo, y así el Concilio de Trento pronuncia excomu
nión contra los que dixeren , que los Obispos no son sobre los
simples Sacerdotes , ó que no tienen potestad para dar la Confir-r-
litación y el Orden , ó que la potestad que tienen es común á los
Sacerdotes («). Y ya antes San Agustín, y San Epifanio habían
puesto expresamente entre las heregías de Aerio , la doctrina
que niega la superioridad de los Obispos respecto de los Sa
cerdotes (¿>).
Si este punto necesitase de pruebas , podríamos alegar to
da la tradición á su favor. Porque es constante que siempre
se ha mirado á los Obispos como sucesores de los Apóstoles, y
á los Sacerdotes como que ocupan el lugar de los setenta y dos
Discípulos; y por no multiplicar testimonios, será bastante
el que da la Iglesia de Roma á esta verdad en el Pontifical
Romano. Pues en el órden que prescribe para la celebración
del
ff) Sess. 33. c. 7. (£) Aug. 1. de her. Aer. 53. Epipfcan. hxts. a 5.
294 «i* : ■•'^'IHWiatUCCTONE* :
del Sínodo Diocesano, pone un pequeño discurso que el Obis
po debe decir el tercer díaá Jos Sacerdotes congregados en es
tos términos : Carísimos hermanos y Sacerdotes del Señor , vos
otros sois nuestros cooperadores en el santo ministerio. Nosotros,
aunque indignos , ocupamos el lugar de Aaron , y vosotros el de
Eleázaro,y de hhamar. Nosotros hacemos las funciones de los do
ce Apóstoles, y vosotros habéis sido establecidos sobre el mo
delo de los setenta y dos Diter'pulos. Distinguiendo, pues, la
Escritura á los Apóstoles de los setenta y dos Discípulos,
y representando á los primeros como que tienen un lugar
' mas alto que los segundos, es claro que lo mismo se debe en
tender de los Obispos por comparación á los Sacerdotes.
Esta superioridad de los Obispos respecto de los Sacerdo
tes, no consiste únicamente en que ellos solos pueden or
denar á los Sacerdotes , ó engendrar Padres , como dice San
Epifanio , y comunicar el Espíritu Santo por la Confirmación;
sino también en que poseen mas perfecta y plenamente el sa
cerdocio, de suerte, que aun quando hacen las mismas cosas
que pueden hacer los Sacerdotes , esto es , que ofrecen el sa
crificio , que perdonan los pecados , que administran los Sa
cramentos, que instruyen y gobiernan; obran con plena au
toridad , y sin dependencia alguna ; en lugar que los simples
Sacerdotes hacen estas cosas con subordinación y dependen
cia de la autoridad del Obispo , porque reciben de él la
jurisdicción, obran por misión suya , y en su nombre , y aun
en otro tiempo no conferian Sacramento alguno en su pre
sencia (a). -i. : . i'.: . .
El 3.0 es el de los Arzobispos que presiden á muchos
Obispos, y se llaman también Metropolitanos por ser Pre
lados de aquellas ciudades que se tienen por matrices de las
Provincias. Por esto tienen lugar superior , y mas amplia po
testad que los Obispos , aunque tocante á la ordenación ea
nada se diferencian de ellos. ■ ,
El 4.0 es el de los Patriarcas , esto es, de los primeros
y supremos Padres. Antiguamente no había en toda la Iglesia
si-
Ca) Apud. S. Leoo. diuert. 11. al. ep. 88.
sobre el Catecismo. Parte II. 29 j-
«ino quatro Patriarcas, y no todos eran iguales en dignidad.
Porque el de Constantinopla , aunque fué el último á quien
se concedió este honor , obtuvo no obstante el lugar mas alto
por la Magestad del Imperio. El segundo es el de Alexandría,
cuya Iglesia fundó el Evangelista San Marcos , por man
dado del Príncipe de los Apóstoles. El tercero es el de An-
tioquía , donde San Pedro colocó primeramente su silla. El
quarto es el de Jerusalen, cuya Iglesia gobernó Santiago
hermano del Señor.
Sobre todos estos na venerado siempre la Iglesia Católica
al sumo Pontífice Romano á .quien San Cyrilo Alexandrino
llamó en el Concilio de Epheso, Arzobispo, Padre y Patriarca
de toda la redondez de la tierra. Porque estando sentado en
la cátedra de San Pedro Príncipe de los Apóstoles , y sien
do sucesor suyo , obtiene por derecho divino el sumo gra
do de dignidad , y toda la plenitud de potestad y juris
dicción , por la qual preside á la Iglesia universal como
verdadero y legítimo Vicario de Jesu-Christo. Y así es el
Padre y Prelado de todos los fieles, de los Obispos, y de
todos los demás Prelados de qualquiera dignidad y potestad
■que sean. * ., • > : , . ■

- . - •■ $. "W * ■

Del Ministro del Órden : del tiempo de conferirle: de los inters


ticios z y de los efectos principales de este Sacramento.

t. Memos dicho ya que el Ministro propio del Órden


*s el Obispo ; y seria fácil prohar esta verdad con la au
toridad de ia sagrada Escritura , con la tradición perpetua
de la Iglesia , y con el testimonio de los Concilios y de los
Padres , si no temiéramos alargarnos demasiado. Pues aunque
es verdad que algunos Abades confieren legítimamente á sus
subditos los Órdenes menores y no sagrados ; ninguno duda
que esto lo hacen por privilegio , y que realmente el orde
nar es oficio propio del Obispo , y por tanto él solo puede
conferir los demás Ordenes que se llaman mayores y sagrados.
b» Ca
296 ■" '"■ Instrucciones
Cada uno debe recibir los Ordenes de su propio Obispo, á me
nos que éste le dé dimisorias para otro , y lo mismo se obser
va para la primera Tonsura. Los Obispos, por tradición Apos
tólica perpetuamente observada en la Iglesia , deben ser con
sagrados por tres Obispos. ■ ' *
2. El tiempo de dar los Ordenes es el Sábado de cada una
de las quatro témporas del año: y entónces se manda ayunar
á todos los fieles, á fin de que alcancen de Dios por sus ora
ciones y buenas obras , que se digne derramar sus bendicio
nes sobre los Obispos que ordenan , y sobre los que son orde
nados; y les provea de Ministros idóneos que desempeñen
dignamente tan alto ministerio, y velen sin intermisión so
bre la salud de las almas. Y porque la Iglesia mira á la
quaresma como un tiempo santo, y tiempo de mas abundan
tes gracias y bendiciones , además de los Ordenes de la pri
mera semana , que son los de las quatro Témporas , per
mite á los Obispos que los confieran otras dos veces , á saber,
el Sábado de la quarta semana y el Sábado Santo.
3. Los intersticios, es decir, los intervalos de tiempo que
debe haber entre los diferentes grados del Órden , son , se
gún el Concilio de Trento, un año de los Órdenes menores al
Subdiaconado ; otro del Subdiaconado al Diaconado ; y otro
entero por lo menos del DiaConado al Sacerdocio ; cuya dis
posición debe ser observada exactamente , á menos que la nece
sidad , ó utilidad de la Iglesia exija que se abrevie este tiempoy
lo que se dexa á la discreción del Obispo (a). Y por lo que toca
á los Órdenes menores, aunque el Concilio no determina el
tiempo de los intersticios , manda no obstante en general , que
se guarden entre Órden y Órden á no ser que el Obispo
juzgare mas conveniente otra cosa.
4. Aunque el Sacramento del Órden se dirige principal
mente á la utilidad y hermosura de la Iglesia , no se puede
dudar , que causa también en el alma del que le recibe la gra
cia de la santificación, con la qual se hace idóneo y hábil para
■ . ;.. cum-
-(«) Conc. Trid. sess. 93. c. 11. 8t 14. Vid. Coist. Innoc. XII.
SpecuUtoret, (b) Ibid. Vid. cap. i* singulit. a. dist. 77.
sobre Et Catecismo. Parte II. «97
cumplir dignamente su oficio, y administrar los Sacramentos
según la regla de la Iglesia.
Es claro asimismo, que se da otra gracia por este Sa
cramento , y es aquella potestad especial que se ordena al
admirable mysterio de la Eucaristía ; la qual en el Sacer
dote es cabal y perfecta , como que solo él puede consa
grar el cuerpo y sangre del Señor ; pero en los Ministros
inferiores es mayor ó menor , según que cada uno por su
grado se acerca mas 6 menos al Sacramento del Altar. Esta
gracia se llama también carácter espiritual, por quanto los
que están ordenados con los sagrados Ordenes se distinguen
de los demás fieles por cierta señal interior impresa en el
alma , y están destinados al culto divino , á lo qual alu
dió el Apóstol escribiendo á Timotheo : No quieras tener
ociosa la gracia que hay en tí , y se te dio según una revela
ción profetica con la imposición de las manos de los Sacerdo
tes (a) , quando recibiste el Orden de Presbítero.

$• VI.-

De los defectos que impiden recibir los Ordenes t 4 de té


irregularidad.

Por irregularidad se entiende un impedimento canónico,


esto es , que nace de algún Canon de la Iglesia , que pro
hibe á ciertas personas recibir y exercer los Ordenes. Pero
no todos los impedimentos nacen de derecho Eclesiástico,
sino .que hay algunos , que provienen de derecho natural,
como son todos los defectos fundados sobre la incapacidad,
é indignidad real de exercer los ministerios Eclesiásticos.
Se deben distinguir dos especies de irregularidades : la
una fundada sobre ciertos defectos de cuerpo , ó de espíritu}
y la otra fundada sobre ciertos delitos. Los defectos de don
de proviene la irregularidad son ocho. El primero es el de
fecto del uso de la razón , ya sea continuo , ya tenga al-
g"-
(«) i. Tina. 4. 14.
Tom. 11. Pp
5 Instrucciones
gunos intervalos: y este defecto no solamente proviene del
derecho canónico , sino también del derecho natural , porque
la falta del uso de la razón hace á los hombres incapaces
de servir utilmente á la Iglesia , y les excluye por con
siguiente de los ministerios Eclesiásticos; además , que el
derecho natural obliga á prevenir los inconvenientes que po
drían suceder, si alguno fuese acometido de un acceso de
locura en el exercicio de algún Orden , ó en la administra
ción de algún Sacramento. En este impedimento son com-
prehendidos los energúmenos (a), esto es, los que están
poseídos del espíritu inmundo, los lunáticos, y epilécticos , co
mo se declara en el Concilio XI. de Toledo. Sobre que
debe tenerse presente el caso extraordinario que refiere San
Gregorio en sus Diálogos , de un jóven clérigo poseído del
demonio , que habiendo sido sanado por San Benito con la
condición de que jamas recibiría los Ordenes • este jóven
después de haber pasado mucho tiempo en que casi se ha
bía olvidado de la prohibición , se presentó á los Ordenes
Sagrados , y de repente fué poseído del demonio , el qual
le atormentó cruelmente hasta la muerte
El segundo defecto es la mala fama. La Iglesia instruida
por el Apóstol (c), juzga que és un defecto muy considerable
para cumplir los ministerios Eclesiásticos , el ser mirado por
el pueblo como reo de algún delito. El que ha de presidir á
otros para corregirles, dice el Papa Hormisdas (d), es menester
quesea irreprehensible. Los pueblos están poco dispuestos para
escuchar la voz de un Pastor visiblemente vicioso : y el
Pastor mismo tiene menos autoridad y confianza para re
prehender á los pecadores quando su conciencia le arguye
de pecado : pues el que reprehende á otros sus pecados,
debe el mismo estar exento de pecado , como dice SanLsi-
doro (e). Por esta razón los penitentes públicos siempre han
sido excluidos del Clero , no á causa de su penitencia, sino
por el pecado que suponía : y así quando se introduxo en
Es-
(a) Conc. Tolet. XI. c. 13. (í) Líb. 1. c. 16. (c) 1. ad Thimot. 3.
(d) Hora. Pap. ep. aj. (e) Isidor. Hisp. de Ofic. Ecles. 1. a. c. 5.
sobre El Catecismo, Parte II. 299
España un cierto genero de penitencia pública , que no
suponía necesariamente que se hubiese pecado ; si el Sacer
dote que la recibía , declaraba que no habia' cometido algún
.pecado mortal , no se hacia irregular ni incapaz de exer-
cer sus funciones , como lo declaró expresamente el Concilio
XIII de Toledo , sobre el asunto del Obispo Gaudencio (a).
A los que eran depuestos por sus pecados , dice el Pa
dre Tomasino (b) , jamas se les restablecía en su Orden,
según la disciplina antigua de la Iglesia , sin que hubiese
excepción ó distinción alguna entre los pecados sujetos á
la penitencia pública , y principalmente entre los pecados
carnales 5 pero habia ciertos pecados que solo eran casti
gados con la suspensión , ó la reclusión en un Monasterio,
sea que no se les considerase cómo mortales , sea que se
les creyese menos nocivos á los ministerios Eclesiásticos , y
la suspensión se levantaba , quando se juzgaban suficiente
mente reparados por este género de penitencia muy distin
ta á la verdad de la pública. Se pueden ver exemplos de
esto e,n las obras de San Gregorio el Grande (c). Y en or
den á las dispensas sobre pecados capitales , se vé una en
la carta de San Bonifacio {¿) á San Egberto respecto de un
Sacerdote Cura de una gran Parroquia , que habia confesa
do á su Obispo un pecado que merecía deposición , y sin
embargo fué continuado en su ministerio, por no escanda
lizar la Parroquia,
Los hereges estaban comprehendidos en esta irregulari
dad » y la regla común de la Iglesia era no admitirles á
los Ordenes ; pero esta regla ha padecido grandes excep
ciones para facilitar su conversión , no solamente respecto de
los Donatlstas , sino también de los Nestorianos , Eutiquia-
nos , Pelagianos , y aun de los Arríanos (e). Los Apóstatas
eran tratados con mayor dureza (/) \ mas no obstante los
Obis-
(a) Cap, 10. Vid, Cono, V. c, $3. & Conc, Geron, c.o. (A) De Dlsclp.
Beles, p. *. I. t, c, 17, (c) I<ib, 7. ep. 14. Hb. 4. ep. gt, lib, 11. ep.
g». 8; <g< (rf) S, Bonif, ep, 85. le) Conc. Cesaraug. a, can, i. Vid,
Avlt. Vien. Episc. ep. so". 8c Syn, 7. Conc. (Ecqm. Act. 1, (/) Aug. da
«nic, bapt, c, is, Athan, ep, ad Rufin, t, g. p, 1609,
joo Instrucciones •
Obispos del Concillo de Rimini que cedieron , á la violencia
de los Arríanos, fuéron restablecidos en su órden, á excepción
de los Autores de la heregía.
El tercer defecto se llama de mansedumbre , y se incur
re en él quando se coopera justa ó injustamente á la muer
te de alguno (a). Esta irregularidad comprehende á los Jue
ces , Testigos y Abogados que concurren á la formación del
proceso criminal contra algún malhechor (¿). Tal fué el mo
tivo de la Excomunión de los Obispos Italianos ? ó sea por
que pidieron la muerte de Prisciliano , ó porque habían co
municado con Itacio (c) : y así esta irregularidad es muy
antigua. Por este defecto no es permitido á los Eclesiásticos
hacer incisiones , ni fexercer el oficio de cirujanos El
quarto defecto es la esclavitud (e) , á que se agrega el ser
vicio militar (/) , la Magistratura , y'todos los demás car
gos seculares por lo menos hasta haber dado cuenta de
ellos. •«
El quinto defecto es la bigamia de la qual habla San
Pablo escribiendo á Timoteo (g) ; y se extiende n« sola
mente á los que han tenido dos mugeres , sino también á
los que se casan con viudas , y á los que se reconcilian
con sus mugeres convencidas de adulterio. La opinión que-
se atribuye á San Gerónimo de que el matrimonio contraí
do antes del Bautismo no hace bigamos á los que solo se
casan una vez después del Bautismo (A) , es rebatida por
Inocencio I. , por San Agustín , y por los otros Padres,
porque el Bautismo perdona los pecados , pero no destru
ye los Matrimonios (i). Y en órden al motivo ó razón que
ha hecho excluir á los bigamos de los Ordenes , comunmen
te se sigue la sentencia de San Agustin , y es , que los se
gundos matrimonios no son capaces de representar dignamente
el amor y unión de Jesu-Christo con su Iglesia (£).
Hay
(a) Thomass. Discipl. Ecles. p. i. ). «. c. it, n. 10. (b) Inoe. x. ep. 4.
c. 3. & ep. 33. c. ». (c) Aiubr. ep. 27. & 76*. Sulp. Scver. 1. ». c. 3.
{(I) Conc. Lat. c. 18. {e) Const. Ap. c. 73. (/) Ibi. c. 74. Siric
ep. 4. Inoc. 1. ep. a. (g) i.Tim. 3. a. (b) Hier. ep. ad Occean.
[i) lnocent. 1. ep. 3. c. g. (A) S. Aug. de bou. cojjjg. c. a8.
sobre el Catecismo. Parte II. 501
Hay ademas otros defectos naturales y humanos que ha
cen irregulares, y son 1.0 los vicios y deformidades nota
bles del cuerpo , no solamente porque ofenden á la vista,
sino también porque impiden la administración de los Sa
cramentos : y en esta irregularidad son comprehendidos los
que se hacen eunucos á sí mismos. 2.° El defecto de la
edad prescripta por los Cánones , y reducida al presente por
el Concilio de Trento á veinte y dos años comenzados para
los Subdiáconos , k veinte y tres anos para los Diáconos, y
á veinte y cinco todos comenzados para los Sacerdotes (a).
A este defecto se reducen los Neófitos , ó nuevamente con
vertidos á la fe , á quienes San Pablo (¿) y diferentes Cá
nones excluyen de los Ordenes , y baxo el nombre de Neó
fitos se comprehenden : i.° los que quieren pasar de un gol
pe de los cargos y de la vida secular á las Dignidades de
la Iglesia (¿r). 2.0 Los que habiendo tomado el habito de
Religión , reciben los Ordenes antes de sus profesiones Re
ligiosas
.. 3.0 El tercer defecto es el de nacimiento , y se extien
de á todos aquellos que no son nacidos de legítimo ma
trimonio (e); porque conviene mucho que los que se con-
• sagran á Dios , nada tengan en sí mismos que les haga
despreciables.
Finalmente la irregularidad puede provenir de varios
delitos, los quales se pueden reducir á cinco, á saber , el
homicjdo voluntario injusto de qualquiera suerte que se
haya procurado , por consejo , por mandato , por auxilio,
ó por omisión de alguna obligación. La mutilación vohin-
taria injusta hace también irregular ; y lo mismo el homi
cidio ó mutilación casual quando no se ha procurado evitar
suficientemente , ó la acción de que ha resultado era por
otra parte ilícita. 2.0 La heregia. 3.0 La recepción , 6 exer-
cicio ilegítimo de los Ordenes , como quando se reciben
es-
(a) Conc. Trid. sess. 13. c. ti. (¿) 1. Tim. 3. 6. (c) Conc. N¡-
ccen. c. 3. (d) S. Greg. Mag. I. 5. ep. 53. (e) Conc. Mediol. an.845,
caá. 64. 'i
302 J' •• Instrucciones
estando excomulgado , aunque sea en secreto ; quando se
recibe un Orden superior sin haber recibido el inferior}
quando se exerce un Orden que no se tiene , ó se hacen
sus funciones estando excomulgado , suspenso, ó entredicho.
4.0 La profanación del Bautismo recibiéndole dos veces, ó
administrándole dos veces á uno mismo. 5.0 Quando se han
cometido delitos que causan infamia, como el sacrilegio, la
apostasía , la usura pública , los perjurios , la simonía , e¿
oficio de comediante, la borrachera, y en fin todos los de
litos .enormes , por los quales es notado en público el que
los comete. Nótese que el delito que induce irregularidad,
debe ser grave y mortal.
La irregularidad de delito cesa i.° por el Bautismo,
quando la irregularidad se ha contraído antes de él. 2.0 Por
la profesión Religiosa. 3.0 Por. dispensación. El Pontífice pue
de dispensar generalmente de todas las irregularidades. El
Obispo puede dispensar de las irregularidades incurridas por
delitos ocultos ,. á excepción de la que proviene del homi
cidio voluntario , y de las que estuvieren deducidas al fuero
contencioso Mas para que la dispensa sea valida, es
necesario que tenga las condiciones que señala el Concilio
de Trento por estas palabras: Se puede dispensar con
algunos supuesto que lo exija así alguna razón poderosa y justa,
y la mayor utilidad. Pero qualquiera que sea el que concede
la dispensa , debe hacerlo con conocimiento de causa , con madu
rez , y gratuitamente. Toda dispensa obtenida de otra suerte
debe juzgarse subrepticia.

s. VII.

De las disposiciones necesarias para recibir ¡os Ordenes.

Las disposiciones necesarias para recibir los Ordenes son


la vocación , y la santidad. El que entra en el ministerio
Ecle-
(a) Trid. sess. 24. da Ref. c. 6. Lieest Episcopit. (i) Scm. a j, dq
Ref. c. 18. . .
sobre el Catecismo. Par.T£ II. 303
Eclesiástico debe ser llamado á él por Dios y ser Santo:
dos puntos que merecen ser tratados con alguna extensión.
Acerca del 1.0 suponemos que la vocación de Dios es un
acto de la divina providencia por el qual destina y hace
conocer los que elige para el servicio de su Iglesia ; y en
este sentido examinaremos separadamente dos cosas : la ne
cesidad de la vocación , y las señales de la vocación.

J. De la necesidad de la vocación.

Es cierto en general, que no es licito entrar en estado


alguno sin vocación de Dios. Pero aun quando la vocación
no fuera necesaria respecto de los otros estados, lo seria
indubitablemente respecto del estado y ministerio Eclesiás
tico , como se convencerá con tres pruebas incontextables.

Primera prueba tomada de la Escritura.


*
Después de haber notado San Pablo la dignidad y qua-
lidades del que es elegido entre los hombres para, ser Pon
tífice , añade : Vero ninguno se atribuye este honor á sí mismo,
sino que es necesario sea llamado á él por Dios , como Aaron.
Así Jesu-Christo no se elevó á sí mismo á la dignidad de so
berano Pontífice , sino que la recibió de aquel que le dixo : Tú
eres mi Hijo , yo te he engendrado hoy ; según que en otro
lugar le^dice también: Tú eres el Sacerdote eterno según el
orden de Melquisedech (a) : en cuyas palabras nos enseña cla
ramente la necesidad que tenemos de ser llamados por Dios
al ministerio de las cosas santas, y el pecado de aquellos
que se atribuyen á sí mismos este honor ; y á este fin nos
propone los dos mayores modelos que tenemos de vocación,
á saber el de Aaron soberano Sacerdote de la Ley antigua,
y el del Gran Sacerdote de la Ley nueva, y de los bienes
futuros que es Jesu-Christo.
Para conocer bien la propiedad de estos modelos , note
mos
ifl) Heb. g. 4. seq.
304 iNSTRUCCTOtífcS ' • <S ,
mos 1 .0 que el Apóstol solo habla de Aaron , y no de sui
hijos , porque la vocación de aquel fué muy diferente de la
de estos. Los hijos de Aaron fueron llamados en virtud de
su nacimiento , según el órden establecido por Dios. Pero
Aaron fué llamado por una elección personal que Dios hizo
de él , separándole de los otros hombres para consagrarle
á su servicio , y establecerle Gefe de los Ministros del Ta«-
bernáculo. Ñotemos lo a." que Jesu-Christo fué elevado se
gún su humanidad á la dignidad de Sacerdote del Altísimo
por la elección libre , gratuita, y eterna del que le dixo:
Tú eres mi hijo &c. Así ni el hombre ^ ni cosa alguna huma
na tuvo parte en ta vocación sea de Aaron , sea de Jesu-
Christo , sino que provino de solo Dios, tanto en el uno,
como en el otro : de suerte , que si se pregunta , porqué
Aaron y Jesu-Christo son Sacerdotes , el uno de la Ley Es
crita, y el otro de la Ley de gracia, no podemos respon
der otra cosa , sino que el uno y el otro fueron separados
del resto de los hombres por \i elección y voluntad de
Dios , para recibir la unción que les hizo Sacerdotes del
Altísimo.
Estos dos grandes exemplos nos dan , según San Pablo,
la verdadera idea de la vocación legítima al santo minis
terio ; la qual no proviene del nacimiento, ni de la volun
tad del que es elevado á este honor , ni de la de otro
hombre alguno , ni se funda sobre los talentos exteriores,
ni sobre la ciencia , ó qualquiera otra ventaja humana,
sino sobre la voluntad soberana , y la elección libre de Dios.
Ninguno se atribuye este honor.
a.o La Escritura hablando de Jesu-Christo, dice : Que
•llamó á los que él quiso (*) , que entre sus Discípulos eligió
doce , á quienes dio el nombre de Apóstoles y que habiendo
hecho notar á sus Discípulos , que su mies era abundante,
y los obreros pocos (c), concluyó de aquí, nO que fuesen
por sí mismos á trabajar en la mies, sino que debían rogar
al Señor de la mies que envié operarios á ella.
L*
(a) Marc. 3. 13. (i) Luc. 6. 13. (e) Math. 9, 37.
sobre el Catecismo. Parte II. 307
3.0 La oración de los Discípulos en la elección de San
Mathías es un nuevo testimonio de que pertenece á Dios ele
gir sus Ministros, y que el hombre no tiene otra parte en esta
elección que el consultarle y seguirle. Señor (le dixéron ellos),
Vos que conocéis los corazones de los hombres, mostrcuinos á quien
habéis elegido [a).
4.0 En fin San Pablo al principio de la mayor parte de sus
Cartas hace mención de su vocación al Apostolado, diciendo:
Pablo.... llamado para ser Apóstol , separado por la elección de
Dios para predicar su Evangelio (b). Pablo llamado por la vo
luntad de Dios, para ser Apóstol de Jesu-Christo (c): por cuyas
palabras da á entender á todos sus sucesores en el santo mi
nisterio, que deben poder decir con tanta verdad y confianza
como él, que son llamados por la voluntad de Dios al Apos
tolado, y á la predicación del Evangelio de Jesu-Christo , ó
á lo menos que deben consultar y seguir la voluntad de Dios
en esta parte. ' : •• ■ .

Segunda prueba sacada de la naturaleza misma del ministerit
eclesiástico.

Los Eclesiásticos , y sobre todo los Sacerdotes están en


cargados de anunciar á los hombres la voluntad y la pala
bra de Dios. To te he establecido , dice el Señor á un Pro
feta (d} , como centinela en la casa de Israel. Tú escucharás las
palabras qg mi boca , y las anunciarás de mi parte. Y San Pablo
dice de sí mismo y de los otros predicadores del Evangelio:
Nosotros hacemos la función de Embaxadores de Jesu-Cbristo,
como que Dios os exhorta por nuestra boca (e): cooperamos coa
Dios en la cultura del campo de su Iglesia, y en la construc
ción del edificio espiritual, que sois vosotros (/); porque el
Ministro planta y riega, y Dios da el acrecentamiento. Ade
más , los Sacerdotes son establecidos para presentar á Dios
los votos de los fieles, exponerle sus necesidades , tentaciones
y
(«) Actor. 1.14. (b) Rere. 1. 1. (c) 1. Cor. 1. (rf) Ezech. 3. If.
(e) a. Cor. 5. 10, if) 1. Cor. 3.0.
Tm. II. v Qq
jo6 • ■ ' ■ Instrucciones • .* •
y peligros, implorar su misericordia, ydarle gracias por sus
beneficios , y ofrecerle en nombre del pueblo la víctima que
debe expiar sus pecados. Todo Pontífice tomado entre los hom
bres , es establecido para los hombres en lo que mira al culto de
Dios , á fin de que ofrezca dones y sacrificios por los pecados (a).
¿Pero quién se atreverá á exercer la función de Embaxa-
dor de Dios , sino aquel á quien Dios mismo haya elegido
para este ministerio? ¿Un vasallo del Rey osará constituirse
Embaxador cerca de un Príncipe extraño , si su Rey no le
envia, le autoriza, y le da sus credenciales? Por esto se queja
el Señor muy justamente de los falsos Profetas que se metían
á hablar de su parte sin que él les hubiese enviado : No en
viaba yo á los Profetas, dice(¿), pero ellos corrían. ¿Quién se
atreverá á trabajar en el campo , en la mies , ó en la viña
del Señor, si no tiene órden de ir á trabajar á ella? ¿No per
tenece á solo Dios designar y enviar á los que deben trabajar
en su campo y en su mies? Rogad al Señor , que envié opera
rios á su mies. En fin ¿cómo se atreverá á parecer delante de
Dios, y hacer de Diputado de los fieles para presentarle sus
votos , sus oraciones , y acciones de gracias , el que se ha en
cargado á sí mismo de este ministerio, sin examinar si es del
agrado de Dios el que se constituya mediador entre él y su
pueblo? Baxo este aspecto miraba San Pablo al Sacerdocio,
quando dixo : Ninguno debe atribuirse á sí mismo este honor,
sino el que es llamado por Dios , como Aaron. Así , pues , como
nuestro Salvador fué llamado y enviado por el Pa^e {c)\ y
los Apóstoles y Discípulos fuéron llamados y enviados por
Jesu-Christo á todo el mundo así los Sacerdotes deben
ser llamados y enviados para la consumación de los santos
en la obra del ministerio sagrado , para la edificación del
cuerpo místico de Christo (e). Mas el derecho de elegir y
llamar al sacerdocio es un derecho que pertenece incontes
tablemente á Dios: y el castigo de Coré, y sus partidarios (/)
es buena prueba de que ninguno atentará jamas impunemente
con-
(•) Hebr. j. i. (¿) Jerem. 73. ai. (c) Hebr. 5. et Joan. 3.
(</) Marc. 3. 13. et Joan. so. (e) Ephes. 4. (/) Numer. 16*.
sobre el Catecismo. Parte IT. , 307
contra un derecho tari divino, y de que el Señor es tan zeloso.
Es verdad que no castiga ya este atentado, como en otro
tiempo, con castigos visibles: ¿pero la venganza que toma al
presente de él , no es mas terrible aun á los ojos de la fe?
¿Qué es la muerte del cuerpo en comparación de la ceguedad
y dureza del corazón , que son las conseqüenciás ordinarias
de la entrada ilegítima, ó sin vocación en el estado eclesiásti- -
co, y que conducen á la condenación eterna á los que mueren
sin haber hecho penitencia de ella? . '
> ■.'■ \-< ' ■ ■. .
Tercera prueba sacada de la necesidad de la gracia para tí j
estado eclesiástico.

( Es constante, que para santificarse cada uno en el género


de vida que abraza, tieríe necesidad de aquellas gracias, que
se pueden llamar gracias de estado, porque hacen cumplir fieh-
m¿nte sus obligaciones. Pero entre todos los estados del hom
bre no hay alguno que necesite gracias tan abundantes como
el de un Ministro de la Iglesia, y mayormente el de un Sar-
cerdote, porque no hay alguno cuyas funciones sean tan san
tas , las obligaciones tan grandes, las dificultades y peligros
tan temibles , y en que las faltas tengan tan funestas conse
qüenciás. Mas estas gracias tan necesarias ,. siempre son puras
gracias , y no son debidas á nadie : son dones de Dios , que
dispensa su misericordia á quien le agrada. Así es , y así
debemos confesarlo. Sin embargo , por graciosos que sean
estos dones, parece que el que ha sido llamado por Dios
al santo ministerio, y que ha entrado en él para .obedetferle,
tiene algún género de derecho á ellos*}"y puede decir á Dios
con una humilde y firme confianza: Señor, vos mismo me ha
béis empeñado en este estado santo : yo no he entrado en él,
vos lo sabéis, sino por seguir vuestra voz y obedeceros: no me
neguéis pues, os ruego, el poderoso socorro que necesito para
desempeñar cop fidelidad sus obligaciones : no permitáis que
yo me rinda baxo un peso que vos mismo me habéis impuesto.
Ved ahí lo que puede decir un Eclesiástico , que ha seguido
la vocación de Dios ; y lo que decia Salomón al principio de
Qq 2 su

go8 • ■ " Instrucciones * ■*


su rey nado : Señor Dios mió, Vos habéis hecho reynar á vues
tro siervo en lugar de David mi padre : pero yo soy toda
vía joven , y no sé de qué manera debo conducirme. Dad pues,
si os agrada , á vuestro siervo un torozón dócil para que pueda
juzgar á vuestro pueblo, &c. (a). ¿Pero qué dirá el que ha
entrado en la Iglesia sin vocación, por su propia voluntad,
y no por la de Dios, por la concupiscencia, y no por Jesu-
Christo? ¿Con qué valor se presentará á Dios, y á que título
le pedirá su socorro y su luz , para salir de un peligro en
que su sola temeridad le ha puesto ? ¿ Con qué confianza
esperará de él que le santifique en un ministerio de que se
ha encargado sin consultarle? Si los mas bien llamados á él
deben temer que tal vez tengan la misma suerte que Saúl,
quien fué desechado de Dios , aunque su vocación al trono
de Israel habia sido muy legítima y santa; ¿qué no deberán
temer aquellos1, cuyo primer paso ácia el Sacerdocio ha sido
un delito y un atentado contra los derechos de Dios? Con
cluyamos pues , que todo christiano debe de suyo conser
varse en el último lugar en la Iglesia , á exemplo de San
Agustín, y no subir mas arriba, sino quando Dios se lo
mande: En el convite de mi Señor, dice el Santo (b), "no elegí
<l lugar superior , sino el inferior y despreciable $ y á él le
¿grado el desirme : Sube mas arriba.

II. De las señales de la vocación , y primeramente de las


¡ señales interiores. >

Entre las señales de la vocación hay unas que están en


nosotros mismos, y otras que están, fuera de nosotros. Las
que están en nosotros , son el espíritu eclesiástico, la in
tención pura y recta , y un santo terror que hace temblar
y huir de este estado. . •
Es~
V) 2- Reg» 3- 1> et 9. (i) S. Aug, Serm. 355. o. *.

«-• ■■ . V; i. i-..::. ........... .. . ..

I
sobre el Catecismo. Parte II. 309

Espíritu Eclesiástico.

Es un principio cierto y apoyado en las Escrituras, que


quando Dios llama á alguno á un estado le da el espíritu
necesario á aquel estado ; y quando le destina á alguna
obra , le da los talentos , las qualidades y sentimientos con
venientes á esta obra , y necesarios para hacerla bien. Un
solo exemplo servirá por muchos. El Señor dixo á Moyses:
To he llamado y elegido entre todos á Beseleel hijo de Urii
y le be- llenado del Espíritu de Dios , de sabiduría , ¿k inteli
gencia y ciencia para todo género de obras , para inventar to
do lo que el arte puede hacer del oro , plata , metal, marmol,
piedras preciosas , y de toda especie de madera. T le he dado
por compañero á Ooliab : y he derramado la sabiduría en el
corazón de todos los artesanos hábiles , para que hagan todas
las cosas que te he mandado («). Si Dios , pues , por una
elección de su providencia destina á un hombre al minis
terio de la Iglesia , le da el Espíritu Eclesiástico , es decir,
derrama sobre él una abundancia de luz y gracia que le
hace capaz de cumplir las obligaciones de su estado , de
manera que se puede aplicar con cierta proporción á todos
aquellos á quienes Dios ha llamado á la participación del
Sacerdocio de Jesu-Christo , lo que dixo un Profeta del
mismo Salvador: He aquí mi siervo á quien escogí. Pondré
sobre él mi espíritu , y anunciará la Justicia á las gen~
tes (b).
Pero el Espíritu Eclesiástico , que es señal de la voca
ción de Dios , se hace conocer á sí mismo por dos espe
cies de señales, las unas menos ciertas, que se pueden lla
mar equívocas; y las otras mas ciertas y decisivas.
I. Tener el talento y juicio necesario para las ciencias
Eclesiásticas; traer al descubierto y siempre las señales déla
clericatura, ser modesto en sus vestidos , y en todo su ex
terior ; estimar las funciones Eclesiásticas , y exercerlas con
gus-
, - (p) Exod. 31. 1. a. seq. (¿) Isaüe. 41. 1. Math. ít. 18.
3 io Instrucciones
gusto , inteligencia y magestad , son las señales del espíri
tu Eclesiástico que se pueden llamar equivocas, porque puede
alguno tenerlas sin tener este espíritu: pero sin embargo no
se las puede mirar con indiferencia , y debe cada uno exa
minar cuidadosamente si las tiene } pües aunque puedan ha
llarse- en un sugeto sin el espíritu Eclesiástico , es no obs-
. izante cierto, que este espíritu no se halla en alguno que no
las tenga.
II. Las otras señales del espíritu Eclesiástico se pueden
reducir á tres. i.a La oposición y aversión al espíritu del
.mundo, y á las tres concupiscencias que reynan en él; el
amor al retiro y á la oración, que es el verdadero ca
nal de las luces de Dios ; y un desinterés que eleve al alma
sobre todas las esperanzas del mundo.
La a.a es el amor á la Iglesia, y un zelo ardiente por
los intereses de Dios , por la pureza de la-doctrina, y por
el restablecimiento de la disciplina Eclesiástica.
La '3.» es una paciencia valerosa para no desanimarse
por las contradicciones y dificultades, y una firmeza santa
que haga al Eclesiástico superior á las amenazas y prome
sas del mundo , y le ponga en la disposición de que habla
San Cypriano , quando dice : El Sacerdote del Señor , que
profesa eL Evangelio , y es fiel en la observancia de los pre
ceptos de Christo , puede muy bien ser muerto , pero no veticido.
Mas esta firmeza debe estar acompañada de la mansedum
bre de, espíritu para sufrir los defectos del próximo, y
conducirle dulcemente á la salvación : de la desconfianza
de sí mismo y de su propio juicio , la qual conduce á no
ser temerario en sus procedimientos , y á tomar consejo
jquando no esté seguro de sus luces : y sobre todo del de
seo de la salud de las almas , y de una caridad ardiente que
le haga amar á Dios mas que á sus intereses , mas que á
sus padres, y mas que á sí mismo, dice San Bernardo. Se
puede asegurar , que el que percibe en sí mismo semejantes
disposiciones , posee verdaderamente el espíritu Eclesiástico
y Sacerdotal ; pero el que no las tiene á lo ménos en al
gún grado , y mucho mas si no tiene alguna de ellas , :ay!
sobre ei Catecismo. Parte II. 311
bien puede temer que no es llamado al santo ministerio.

Intención pura y recta.

La segunda señal de la vocación es entrar en el apris


co de las ovejas de Jesu-Christo ■ por Jesu-Christo mismo,
que es la puerta (a) por donde se debe entrar para ser
salvo , y el que entra por otra parte, es un robador y la
drón; es decir, para entrar legítimamente en el estado Ecle
siástico no se ha de tener otro designio que el consagrar
se al servicio de Dios y de su Iglesia , según el espíritu de
Jesu-Christo, que es espíritu de caridad: y los que aspi
ran á los Ordenes con alguna mira de interés temporal , ó
porque se les_ confiere algún beneficio pingüe de la Iglesia
son verdaderamente mercenarios , como los llama nuestro Sal
vador (b) ; y de ellos decia Ezequiel , que se apacentaban
& si mismos , no á las ovejas (c). Pues aunque según sentencia
del Apóstol , la naturaleza misma , y la ley divina dictan,
que el que sirve al altar, tenga parte en las ofrendas del altar
es sin embargo un sacrilegio gravísimo llegarse al altar por
intereses y ganancias , y el que asi lo practique no sacará
del Sacerdocio , sino lo que Judas sacó de la dignidad del
Apostolado , que fué su perdición eterna : y lo mismo se
debe entender de los otros ministerios santos. Es muy justo
á la verdad , que el que anuncia el Evangelio , viva del
Evangelio , porque Dios mismo lo ordena así ; pero no es
permitido anunciar el Evangelio, ni encargarse con esta mira
del ministerio Evangélico, : pues de otra suerte , apreciaría-'
mos menos el Evangelio , que la comida , como dice San Agus
tín (e) , supuesto que nos serviríamos del Evangelio como de
medio para alimentarnos. Y generalmente hablando : To ha
llo /dice San Gregorio Nazianzeno , hablando de los q".e -
aspiran á los Ordenes por motivos baxos é interesados' y
tengo por afrentosa la conducta de muchos, que no siendo me-
jo-
(a) Jota. 10. *j. &c. (¿) Ibid. (c) Ezech. 34. (¿) j. Cor. 9,
13.14. («) De Serm. Dei in mont, 1, t. c. 6,
Instrucciones
jores que los otros , y oxála que no fuesen mucho peores , se en'
trometen en los santísimos mysterios con las manos manchadas , y
las almas profanas j y sin ser dignos de acercarse á las cosas
sagradas , se apresuran por llegar á la Sacrosanta Mesa , como
si el Orden fuese un puro medio para subsistir; y no un mi
nisterio que debe ser el modelo de las virtudes ; y como si no
fuese un cargo de que se debe dar rigurosa cuenta , sino un
imperio absoluto é independiente. T el número de estos es tan
grande , que casi excede al de aquellos á quienes presiden. Todos
quieren ensenar en lugar de ser enseñados por Dios , y Saúl
mismo se halla entre los Profetas , según el lenguage de la Es
critura. Aunque á la verdad yo no tenga fuerza para reprimir
el ardor con que procuran los Ordenes , es no obstante una parte
considerable de la piedad ebristiarta el avergonzarse de él y
aborrecerle {a). .
De la misma manera hablan los otros Santos Padres.
Hay algunos , dice San Gregorio , que en el gobierno de la
Iglesia se proponen la gloria y el honor , y apetecen ser teni
dos por Doctores..,, y estos son tanto mas incapaces de exer-
cer el oficio pastoral , quanto es mas cierto que sola su ambi
ción y soberbia les ha conducido á un cargo , que debe ser el
magisterio de la humildad
San Bernardo establece esta misma regla aun mas gene
ralmente. Todos aquellos , dice , que buscan en los Ordenes Ecle
siásticos su propio honor , las riquezas ó los placeres del cuerpo,
6 «n fin su propio interés, y no el de 'Jesu-Christo, manifiesta
é indubitablemente no les introduce enu la Iglesia ¡a caridad , que
es Dios , sino la concupiscencia , que. es enemiga de Dios , y
raiz de todos los males (r). El deseo , añade , del placer y de
ma vergonzosa ganancia introduce á muchos en la Iglesia , que
sirviéndose de la piedad para ganar , se adquieren por esto una
condenación cierta {¿).
Pedro Blesense llama á estos hombres interesados y de
testables , hombres perdidos , que sin hacer reflexión , dice él,
so
la) S. Greg. Naz. or. i. n. 18. & 19. (¿) S. Greg. Past. 1. p. c 1.
(e) Ap. S. Bern. t. 5. ia Declam. iu i¿. (d) lbi.
sobre el Catecismo. Parte II. 313
sobre el peligro á que se exponen , encargándose del cuidad»
de las almas , corren con ansia á las dignidades de la lgle-
sia (a). \ Ay de los hijos de la ira , dice San Bernardo
que se hacen ministros de la misericordia de Dios ! ¡ Ay de
los que andan en el camino de la carne , y no pudiendo agra
dar á Dios , tienen el atrevimiento de querer aplacarle \ ¡ Ah!
Si ellos conocieran bien las dificultades del ministerio que
apetecen , deberian sin duda - ■ *

. . Temer 1 temblar y huir.

•■ La tercera señal de una vocación verdadera es mirar af


Sacerdocio con un terror humilde , á exemplo de San Agus
tín , quien creia que en castigo de sus pecados se le había
hecho violencia para ordenarle de Sacerdote : Vis mihi fac
ía est mérito peccatorum meorum (c). San Agustín tiembla y
huye del santo ministerio , porque conoce bien las graví
simas dificultades que le acompañan ; y se puede decir , que
la falta de este conocimiento es por lo común la causa de
que nada hay en esta vida , y principalmente en los presentes
tiempos , que se reciba con mayor facilidad y alegría que los
Ordenes Sagrados id). Expongamos, pues, estas dificultades
para enseñar á los hombres á temerlas, y consideremos á este
fin las razones que tuvieron los Santos Padres para huir
del Sacerdocio.

Primera razón tomada de la excelencia del Sacerdocio por


» orden al Sacrificio.

La idea que formaron los Padres de la eminencia del


Sacerdocio, se puede comprehender por los pasages siguien
tes. El primero es de San Gregorio Nazianzeno : Se ima
gina , dice este Santo , que se puede formar en un dia , como
si fuera ana estatua de barro , un Sacerdote destinado para

la) Pet. Bles. ep. 137. (¿) S. Bern. de Consider. ad Cleric. c. 9.
(c) S. Aug. ep. 11. al 148. a. 1. (¿) Ibid.
Tom. II. Rr
31 14 Instrucciones ' »
defender la verdad, que debe asociarse á los Angeles en las
funciones de su ministerio , glorificar á Dios con los Arcán
geles , presentar los Sacrificios en el Altar del Cielo , estar
unido á Jesu-Christo en el exercicio de su Sacerdocio , res
tablecer' la obra de Dios , y reparar su imágen , edificar para
el mundo de lo alto , y en fin para decir una cosa mayorr
que debe ser Dios , y hacer Dioses á otros ? To sé de quien'
somos ministros , quienes somos nosotros , y á donde queremos
elevar á los hombres. Sé qual es la sublimidad de Dios , la
debilidad del hombri \¡ y ip^qtie pueden hacer. El Cielo es alto,
y la tierra profunda. I Quién de aquellos que están postrados
por el pecado podrá elevarse dé esta profundidad hasta aquella
altura (a) ?
San Juan Chrisóstomo no tenia menor idea del Sacerdo
cio , como se echa de ver por estas palabras : Quanda mi'
ras al Señor sacrificado , y al Sacerdote aplicado al Sacrificio,
y ofreciendo oraciones , y á la multitud de fieles que le rodean
participando de esta preciosa víctima , i crees estar aun sobre
la tierra , y entre hombres mortales ? i No eres mas bien trans
portado de repente al Cielo ? ¿ No te despojas de los pensa
mientos de la carne , para contemplar con un espíritu paro las
Cosas del Cielo ? ¡ O milagro ! ¡ O bondad de Dios ! El que
tstá sentado con el Padre en el Cielo , es al mismo tiempo to
cado por las manos del Sacerdote , y se da á todos los que
quieren recibirle ! Si considera alguno la grandeza de este myís**
ferio , y que un hombre compuesto aun de carne y sangre se
debe acercar tanto á aquella inmortal y bienaventurada natu
raleza , comprehenderá á que honor y dignidad ha elevad* á
los Sacerdotes la gracia del Espíritu Santo Quando (aña
de) después de haber invocado al Espirita Santo , perfecciona
el terrible sacrificio , y toca á nuestro común Señor , %en qué"
orden , pregunto , deberemos colocarte ? ¿ Qrmnta integridad, y
pureza deberemos exigir de él"1. ¿ Quánta Religión- 1. Porque
considera quales deben ser las manos que sirven á este mads—-
teño, qual la lengua que pronuncia las palabras , y si hay al~

(«) Greg. Nai. or. i. n. iag. (¿) S. Chrys. 1. 3. de Sac. cap. 4*


sobre el Catecismo. Parte II. .'gjjj
guna cosa que deba igualar ú ia pureza de esta aima fue recibe
al -Espíritu Santo '(«).
Impresionado Pedro Blesense de esta misma idea de la
grandeza incomprehensible del Sacrificio de los Christianos,
y de la pureza que exige de parte de los que le ofrecen,
• rehusó siempre ser Sacerdote : Consideré , dice , jais obras, y
me estremecí. Porque ¿ quién , aunque sea perfectísimo , no tem
plará mezclarse en los mysterios divinos > y hacerse Ministro
del Sacrificio que el Espíritu Santo obra , al qual asisten los
Angeles con la humildad de siervos , y en donde las cosas ter-
renas se juntan á las divinas , y la presencia de la Mages-
tad Divina recibe los dones en la unión del cuerpo que ha to
mado ? (b).
Por el mismo motivo San Gerónimo habiendo sido he
cho Sacerdote por fuerza, no se resolvía á exercer las fun
ciones de su ministerio , como Jo testifica San Epifanio (c).

Segunda razón tomada de las dificultades de vivir cristianamente


en las Dignidades Eclesiásticas.

Las dificultades que es necesario vencer para vivir chris-


tianamente en las dignidades Eclesiásticas , hicieron tan
ta impresión en el ánimo de los Pt^dres , que les obli
garon á huir de ellas , como se vé claramente en San Grego
rio Nazianzeno , San Juan Chrysóstomo y San Agustín. Y
aunque estas dificultades son menores ó mayores, según el
^rden de las dignidades de la Iglesia , hablaremos no obs
tante de ellas en quanto son comunes á todas ; y consisten
primeramente , en que los defectos de un Pastor y de un
Eclesiástico son mucho mayores que los de un Lego por la
razón que da San Gregorio Nazianzeno por estas palabras:
Lo primero de que debe cuidar un Pastor , es de que su vida
jamas dé sonido falso , y que sea como un oro sin mezcla de
materia impura que tenga necesidad de ser consumida por el
t fue-
(«) lbid.Lff.c.4. (*) Petr. Bles. ep. 139. (c) Ep. ad Joan In
ter *p. Hier. , j
Rr a
g16 Instrucciohes
fuego ; porque los vicios son tanto mayores , quanto el que los
tiene manda á mas personas. Un mal que se limita y ciñe á
uno solo , es mucho menor que el que se extiende á muchos («i).
Pero no hay olor que se pegue tan fácilmente á lo que
está cerca, ni qualidad maligna que inficione tan prontamente
el ayre , como los vicios de un Pastor malean luego á suj
ovejas.
i. El estado Pastoral está mas expuesto á algunos vicios,
á menos que los Pastores tengan un alma muy mortificada,
como lo nota San Juan Chrysóstomo particularmente de la
vanidad y de la ira. El pestilente deseo de la gloria humana,
dice el Santo, no dexa de serme muy molesto é importuno , aun
quando nada me impele á arrojarme en el golfo. ¿ Qué seria,
pues , si se me diese esta dignidad (¿) ? Serla de desear , dice
en otra parte , que pudiese conservar la humildad el que ha
entrado en el Sacerdocio sin 'orgullo. Pero si alguno antes de
conseguir este honor , nutria ya en si mismo á esta fiera bestia,
yo no puedo explicar en quantos perjuicios y males se precipi
tara' después de conseguido el honor (c). Y por tanto establece
esta regla : que el alma del Sacerdote debe estar enteramente
exenta del deseo del' Sacerdocio (d); y. que es necesario mirar por
todas partes , y escudriñar diligentemente si hay en ella algún
deseo secreto de esta Qfninente dignidad (e). ¡r •:
Y hablando el mismo Santo de la impaciencia y de la
ira , se explica así : un hombre sujeto á esta pasión , podrá
evitar el incendio , pasando una vida solitaria , v no tratando
sino con uno ú otro amigo , pero .no entregándose á tantos cui~
Hados capaces de irritarla (/). Y generalmente dice de todos
ios vicios : que si alguno se siente colérico ó pusilánime , o vano,
ó arrogante , o poseído de qualquier otra enfermedad del alma,
el estado Eclesiástico descubre inmediatamente estos defectos,
y no solamente los descubre*, sino que los- hace mas^ pertinaces
y difíciles de curar (g), < • . c . > ., . -
£1 mismo Santo dice en otro lugar , que la .vida de
- un
(a) Oiaf. i. n. *i. (í) Chrys. 1. 3. de Sicerd. c. 9., (f) Ibi.c. 11,
(¿) Ibi.c. 10. (e) Ibi.c. 11. (f) lbi.c. 14. (g) Ibi. L & c. 8.
sobre el Catecismo. Parte II. 317
Tin Sacerdote es uña tempestad continua ,y que baten su alma
mayores olas que las que excitan en el mar los vientos (a),
Y últimamente comparando la vida de un Eclesiástico con
la de un Religioso , dice , que se diferencian tanto los cui
dados de una y otra , quanto son desiguales entre sí la nave~
gacion de un mar inmenso , y el tránsito de un pequeño rio
3. El comercio con las gentes del mundo , y particular
mente con las mugeres es para los Sacerdotes un peligro
muy considerable , de que apenas pueden librarse. El alma
del Sacerdote , dice el Chrysóstomo , debe ser mas pura que
los rayos del Sol. ¿ Pero quántos esfuerzos no debe hacer el
Sacerdote para librarla de toda marcha, y conservarla en esta
pureza y hermosura espiritual ? (r). Porque su obligación le
pone en muchas, ocasiones y peligros de perderla por el trato
con las mugeres , y á no .ser que su sobriedad , su continen
cia , y un continuo y vehemente cuidado le haga impenetrable
á los tiros de la corrupción, es bien difícil que pueda resis
tir á la impresión de los atractivos de las mugeres , aun de
las mas castas , modestas , y que descuidan de su adorno : pues
la deferencia misma que las mugeres tienen con los Sacerdotes
doblan al alma y la trastornan muchas veces ¿ Qué mas?
La caridad fervorosa que es de suyo el origen de todos los bie-
•ties , si no se sabe usar rectamente de ella , viene á ser por este
trato la ocasión de una infinidad de males (e). No es de ad
mirar que el que vive en la soledad no se conmueva , ni deslice
en muchos y grandes pecados y pero' el que se produce al pú
blico , y está obligado á llevar los pecados de muchos , si con
serva su espíritu tranquilo é inalterable en la agitación de la
vida Eclesiástica,- éste sí que es digna de admiración (/). Y
en conseqüencia de esto, hablando de sí mismo , dice así:
■Jlfi alma es pequeña y débil , y fácilmente se dexa llevar de
las pasiones: no sabe sufrir con moderación , ni los honores, ni
las injurias : se eleva excesivamente en los unos , y se abate
excesivamente en las otras. T por esto me encierro en esta
1. . *elr*
(a) Ib!. I. 3. c. í. (i) Ibi. 1. 6. c. 10. (c) Ibid, c. a, (¿) Xbid,
J*.4r. tf) . lbWf. c. 8,. ¡J') lbid. c. 7.
318 Instrucciones
; celda j me hago inaccesible , y no trato Con nadie , porque M
puedo conservar la puteza de mí alma en la conversación con
los hombres (a).
Según esta máxima , dice también San Gregorio Na-
"zianzeno : Un alma Sublime Se hace injuria , quando no empren
de cosas grandes , y no procura hacer su Virtud útil á> mu
chos. Pero la seguridad de los pequeños Consiste en cargarse
con un pequeño peso , y no intentar Cosas que éxteden sus fuer
zas por no exponerse á un tiempo al peligro de si mismos,
y á la risa del mundo ; al modo que solo aquellos deben for
mar el designio de edificar una torre , que tienen con que aca
barla , y perfeccionarla

Tercera razón fundada en las qualidades necesarias á los Sa-


cerdotes.

La idea que los Padres formaron de las qualidades y


talentos necesarios para el Sacerdocio , justamente Jes hizo
temblar y huir de este estado. Ellos han creído que no
deben ser promovidos al Sacerdocio , sino los que sean putos y
"rectos , que ofreciendo santa y dignamente sacrificios á Dios
puedan ser oidos en las oraciones que hacen por la salud del
pueblo. T no solamente que puedan ser oidos de Dios , sino que
sea cierto que serán oidos. Quos á Deo constet audiri , como
dice San Cypriahó.
Qual debe ser , dice el Chrysóstomo , el que hace cerca de
-Dios el oficio de Embaxador é intercesor , no digo por una sola
¡Ciudad , sino por toda la tierra ¡, y que debe alcanzar el per-
don de los petados , no solo de los vivos ^ sino también de los
muertos (d) t Lo mismo dice San Gregorio el Grande , y exi
ge además , que el Sacerdote tenga alguna experiencia de su
valimiento para con Dios (e).
i. Lo segundo requieren , que el Sacerdote íenga la cien
cia y talentos necesarios para instruir á otros. He aquí como
na
fa) Ibid. c. ii. (b) Or. i. ta. 177. p. 40. (c) S. Cyp. 1. r. ep. 4. nunc.
67. id) L. 6. de Sac. c. 4. (e) S. Greg. -Cur.-ÍMt. p. 1. e. 10. 11.
sobre el Catecismo. Parte II. 319
habla San Gregorio Nazianzeno. Esto es lo que hace que ya
no piense en la Prelatura , ríi en corregir y gobernar á otros%
para lo qual es necesaria mucha virtud,... Juzgo que debería
ser antes purificado , para purificar á otros ; ser instruido pon
la sabiduría , para instruir después á otros ; ser hecho luz%
para iluminar á otros. T seria una gran dicha , que aun en la
vejez misma llegase al punto de poder hablar con sabiduría jj
prudencia y de un modo capaz de edificar á los jóvenes (a).
Pero la sabiduría no solamente consiste en tener el espíritu
ilustrado , sino también abrasado el corazón con las verdades
de la Escritura , y haber adquirido en ella bastantes riquezas
para poder enriquecer á otros. Consiste en haber aprendido á
juzgar de las cosas espirituales espiritualmente: en penetrar el
fondo de la Religión , y no saberla como los Judíos que se pa
ran en la letra ,. sino como los christianos que pasan á la con
templación del espíritu y mysterios de ella
3. Lo tercero exigen, que el Sacerdote haya sido antes-
ofrecido á Dios como una hostia viva y santa , que haya
purificado sus manos con las buenas obras , que se haya acos
tumbrado á ver á Dios en las criaturas , y .a no servirse de
ellas , sino para glorificar á su Autor • que Dios le haya da
do un espíritu dilatado para comprehender las instrucciones de
la sabiduría , y una lengua capaz de anunciarlas dignamente
á otros ; que estime en poco ser tenido por mas virtuoso que
el común del mundo , y que arregle sus acciones , no al exem-
plo de los hombres , sino á las . leyes de Dios 5 y en fin que
haya hecho á todos sus miembros instrumentos de la justicia , y
que la vida de Dios haya absorbido toda su mortalidad (c).
Ni.es bastante el haber tenido una vida religiosa y llena
de piedad , para entrar en el Sacerdocio , si no se posee al mis
mo tiempo una gran prudencia. Porque yo conocí á muchos , dice
el Chrysústomo , que guardaban perpetua continencia , que
extenuaban sus cuerpos con los ayunos , que hacían grandes pro
gresos en la virtud , y eran muy agradables á Dios quando eran
so-
(*) S. Greg. Naz. Or, i, n, m. (¿) lbid, n. 164,
(f) lbid. a. 161.
jio Instrucciones •
íolitariot , y cuidaban solamente de sí mismos \ pero luego que
fuéron producidos al público , y empezaron por obligación á
emendar y corregir al vulgo , se halláron insuficientes para el
desempeñó de tan grande ministerio : y otros habiendo sido obli
gados ú perseverar en este empleo , sacudiendo y olvidando la
primera austeridad, se biciéron a" sí mismos gravísimos per-
juicios , y no fuéron útiles á alguno (a), ■ •

Quarta razón fundada en la dificultad del gobierno de las


almas»

Considerando los Padres las dificultades de que está


llena la conducta de las almas , la llamaron arte de las ar
tes , y ciencia de las ciencias. Para esto Se fundaban lo pri
mero , en que nada hay mas variable , y que se revista de mas
formas diferentes (¿) , que el hombre á quien nada detiene , ni
fixa en sus juicios , inclinaciones y humores.
Lo a.° , porque es difícil conocer las enfermedades del
hombre , y por consiguiente también lo es el aplicarle los
remedios convenientes (f)* Ni los hombres se dexan tratar , como
se quisiera , sino que resisten muchas veces á los remedios, y
por tanto no se debe usar de la fuerza para sanarlos , sino de
la persuasión. T de aquí es que él Pastor necesita tener mu-*
cha prudencia para examinar y saber si ha de usar de la dul
zura ó severidad , porque hay algunos á quienes la severidad
conduce á la arrogancia y desesperación , y otros á quienes la
indulgencia hace mas negligentes , y les sirve de ocasión para
pecar mas libremente.
'■ Xo 3.0 , porque se ignora la fuerza ó debilidad de las
almas , á que es preciso atemperar los remedios , y esto pi
de en los Pastores una discreción extraordinaria para diversifi
car los remedios según la diversidad de las enfermedades : y ade
mas una paciencia invencible , para no perder jamas el animo,
fíi desesperar de su salvación , considerando siempre que Dios
puede darles el espíritu de penitencia
Lo
(s) S. Chrys. deSac. I. 3. c.15. (b) S. Greg. Nti.Or. t. n. 31,
(#) S. Chrys. 1. a. de Sacer. c. 3. & 4. (d) Ibid.
sobre el Catecismo. Parte II. 5*1
Lo 4.0 ; porque no se trata de combatir contra la car
ne y sangre , sino contra los Príncipes de las tinieblas (a) , y
contra todos los vicios de los hombres.
Lo porque para gobernar las almas es necesario quitar
los impedimentos contrarios que estorban , ó retardan la común
salud , y estar dotado de qualidades bien difíciles de conciliar.
Porque debe ser grave sin arrogancia ; terrible sin dureza ; im
perioso y complaciente ; firme y oficioso; humilde sin servidumbre y
sin baxeza; fuerte y vehemente, y á su tiempo manso y apacible (b).
Lo 6.° ; porque importa mucho el buen régimen de las
almas , el qual tiene por fin , según San Gregorio Nazianze-
no (c), el dar alas á las almas, y arrancarlas del mundo para ofre
cerlas á Dios ; conservar , 6 retrazar en ellas la imagen de Diosy
hacerlas habitación de fesu-Christo por el Espíritu Santo , y en
una palabra, hacerlas Dioses por imitación, y conducirlas á la ce
lestial bienaventuranza. '..:.:■}. ■„ , ».. ■ i:tiirxjn
Y de aquí podemos concluir con el mismo Santo , que hay
tanta diferencia entre las virtudes que debe tener un Sacerdote,! y
las de los fieles , que le están sujetos , quanta hay entre un pus-,
tor y las ovejas irracionales ,
Es verdad no obstante que los Padres han aplicado á los
Obispos la mayor parte de estas razones , y por consiguien
te solo miran á los Sacerdotes y demás Ministros con alguna
proporción , pero esto es bastante para nuestro asunta.
Mas , se dirá , ¿si alguno se sintiese con. deseos de servir
á Dios en el estado eclesiástico , para exercer la caridad , y
salvar las almas , también este deberá huir-de él? ¿No podrá
desearle, y aun solicitarle? Para no hacernos sospechosos de
una severidad excesiva , haremos responder por nosotros al
Padre Tomasino , compendiando lo que enseña en sus libros
de la disciplina de la Iglesia tocante á los beneficios. Es , di
ce (ff) , una regla constante y general , que es ser indigno del
Obispado , el creerse ' digno de él , que el buscarle , es excluirse
de él j que el no huir de él , es no merecerle i y al contrario ,si se-
pue-
(«) Epkei. 6. 1». (í) S. Chryi. 1. 3. de Sac. c. 16.
' [e) Or. 1. a. 40. {a) Or. t. a. «o. p. 5. (#)- 1, p. 1. », c. aj>. p. 307.
Tom. 11. Ss
311 Instrucciones
puede merecer , es principalmente por la "huida : y prueba to
das estas máximas con la autoridad de casi todos los Padres,
y de los Emperadores León y Antimio , y con diferentes
exemplos de Santos , como de San Agustín , San Chrisóstomo,
San Martin y otros. He aquí algunos pasages de los Padres.
, San Juan Chrisóstomo se explica así sobre este asunto : \Qué
dirás de aquellos miserables , que se precipitan á sí mismos en
este abismo de suplicios! Es necesario que den cuenta á Dios
de las almas de aquellos á quienes gobiernan , hombres , mugeres
y niños ; iy no temes exponerte al fuego devorante"1. Y poco des
pués : nuestra conciencia nos debe hacer temer y temblar , en la
consideración de tan grande cargo. No debemos contentarnos con
reusarle una vez quando se nos obliga á aceptarle , y procurar
por todos medios no inferirnos en él, sino que considerando la
eminencia de esta dignidad , es necesario huir de ella (a). Esta
doctrina estaba tan extendida y era tan común en la Iglesia
Griega , que los Emperadores León , y Antimio hicieron de
ella una ley expresa en el año de 469 , por la qual man
daron : Que se eligiesen en su tiempo Obispos castos y humildes
fue pudiesen purificar todas las cosas con ¡a integridad de su
fropria vida adonde quiera que fuesen ; que el que fuere elegi
do , lejos de solicitar esta dignidad , debe ser buscado para obli
garle ó recibirla ; que la reuse quando se le ruegue que la ad
mita 5 que huya quando se le quiera ascender á ella ; y que na
da le obligue á someterse á ella , sino la imposibilidad de excu
sarse en recibirla. Porque ciertamente el que no fuere ordenado a)
pesar suyo es indigno del Sacerdocio
San Agustin propone una excelente regla sobre la qual
se funda Santo Tomás en la secunda secundx, para decidir la
qüestion de que se trata. Aunque se obtenga y administre bien,
dice el Santo , las Prelaturas Eclesiásticas , que son necesarias
para el gobierno del pueblo , con todo eso no es lícito el desear
las ; porque el amor á la verdad busca el ocio santo ; la necesi
dad de la caridad recibe los empleos justos y legítimos ; pero si
*/-
(a) Hora. 34. in ep. ad Hebr. (i) Cod. I. 1. tit. 3. de Episc. et
Cterlc. lcg. Si quttnquam.
sobre el Catecismo. Parte II. 5*3
alguno no nos impone este peso , debemos aplicamos i conocer , y
contemplar la verdad ; si se nos impone , menester recibirle
por la necesidad de la caridad (a). En otro lugar confirma la
misma doctrina con este principio (¿) , que ninguno debe buscar
otra cosa en el cuerpo de fesu-Christo , que la salud. Buscad
( añade ) lo que os es necesario para estar en el cuerpo de Je
su-Christo , y para no estar mal en él , porque vale mas ser en él
dedo sano , que ojo enfermo (f).
El gobierno de las almas , dice San Gregorio (dt) , se debe
negar á los que le desean , y ofrecer . á los que huyen de él. Y en
otro lugar dice también : dsí como es necesario elevar al Sacer
docio á los que le reusan , quando se les convida con él , y que
huyen , quando se les busca ; del mismo modo se debe repeler á
los que le solicitan , y se inxieren en él (e). De la misma ma
nera se- explica San Bernardo. iQué lugar hay , dice este Pa
dre , de que se me ruegue sobre una cosa , en que no me es permi
tido hacer lo que yo quiero'1. El uno ruega por otro , y el otra
acaso ruega por sí mismo. Aquel por quien se ruega , debe ser
te sospechoso , y el que ruega por sí mismo ya está juzga-
do {A
Santo Tomás tratando dogmáticamente de las diversas es
pecies de simonías , decide (g) , que qualquiera que pide para-
sí mismo un beneficio , que tiene cargo di' almas' ¿te hace' indig
no de él por esta presunción. Decide además , que dar un be
neficio á un indigno á causa de sus ruegos , es simonía
de donde se sigue necesariamente , que el que ruega por sí
mismo , siendo indigno , es también simoniaca ; porque si es
simonía atender á los ruegos de un indigno ,' lo' es también
rogar por sí mismo para que se le atienda; ó á lo menos es so
licitar á un hombre á que haga una cosa , que no puede ha
cer sin pecado mortal. Ni es bastante para subsanarse , el
que se proponga servir á la Iglesia , y hacer cosas grandes en
■• • " be-
... , : .• .'. . > ■ ;.■<>■■■< r
(a) Lih. 19. deCiv. Dei, c. ip. (*) S. Aug. io Ps. 130. n. 8.
(c) Ibid. (d) S. Greg. 1. 6. ep. $. (e) Id. 1. 7. ep. no.
if) S. Bern. de cons. 1. 4. c.4. (g) S. Thom. ». a. q. 100. art. {. ad ?.
(*) ibid. ... .. .í .!.!•• 1 -i :-j (>r
Ssa
524 Instrucciones
b eneficio suyo. Porque los Padres han tratado estos pensamien
tos de tentaciones , y les han considerado como pretextos,
que sugiere el amor propio para justificar la ambición. Su
cede freqüentemente , dice San Gregorio , que los que desean las
dignidades de la Iglesia , se proponen hacer ciertas buenas obras\
y aunque en el fondo estos buenos propósitos provengan de la
ambición , ellos no miran sino á los grandes proyectos que pien
san executar en beneficio de la Iglesia • y así ocultando en el fon
do de su corazón esta intención secreta y mala , atienden sola
mente al deseo de hacer bien , que está en la superficie de su
espíritu. Porque muchas veces el alma se engaña á sí misma, y
se imagina que ama en las buenas obras lo que no ama , y que
no ama en U gloria del mundo lo que efectivamente ama en ella (a).
Pero dirá alguno : el Sacerdocio no es al presente tan peli
groso , como en el tiempo de los Padres , y por consiguiente
se podrá desear , aunque ellos hayan dicho, que se debe huir.
Respondo , que la razón nos obliga á concluir , que es aho
ra incomparablemente mas peligroso que lo era ántes , ya se
considere por orden al sacrificio ; ya por orden á la admi
nistración del sacramento de la penitencia.
. Por orden á lo i .°: porque si el ofrecer á Dios el sa
crificio de su Hijo es un ministerio terrible , que exige una
extrema pureza y santidad en los que le exercén, sin duda que
es mas terrible aun, y exige mayores disposiciones el ofre
cerle todos los dias, que,ofrecerle raras veces. Pero es cier
to que en otro tiempo los Sacerdotes decian Misa pocas veces,
pqrque comunmente solo se decia una cada dia , y no había
sino UQ altar en cada Iglesia ;, quando al .presente todos los
Sacerdotes que no están impedidos la dicen todos los dias. Yo
no digo que esta multiplicación de sacrificios sea perjudicial
á la Iglesia, sino que los que celebran el santo Sacrificio coa
tanta, freqüencia., necesitan^ ser mas puros y santos, pues la
costumbre misma conduce insensiblemente á hacer las acciones
santas con menor disposición, si no se cuida de renovarse con
tinuamente delante dé Dios. * • :=" •"' '* •

i«) S. Greg. Pastor, i. pan. c. p. ~


sobre el Catecismo. Parte II.
Por respeto á lo segundo , es indubitable , que se han au
mentado considerablemente las dificultades del Sacerdocio.
Porque primeramente , en otro tiempo apenas se confiaba á
otros que á los Obispos, y Penitenciarios, ó Curas la admi
nistración del sacramento de la Penitencia, por lo menos en la
Iglesia del Occidente ; pero al presente este ministerio ha ve
nido á ser común á la mayor parte de los Sacerdotes.
Lo 2° : los Cánones entonces estaban en todo su vigor, y
solo era necesario seguirlos en la imposición de las penitencias,
para estar seguros de que se obraba bien. Pero al presente nó
hay tanta exactitud en la observancia délos Cánones , y to
do se remite á la discreción del Confesor ; el qual debe pro
mover con su prudencia los intereses de Dios y de su justicia,
que exige una satisfacción competente ; y consultar al mismo
tiempo lu. utilidad del penitente , examinando diligentemen
te sus diferentes disposiciones, para con arreglo á ellas im
ponerle mas ó menos severas penitencias. Y es mucho mas di-i
ficil hallar este temperamento , que conformarse simplemente
con los Cánones.
Lo 3.0 : antiguamente se diferia la absolución á los peca
dores que habían cometido los pecados qué señalaban los Cá
nones , hasta después de haber cumplido la penitencia que se
les imponía , y esta penitencia era larga , y laboriosa: por cu
yo medio los Sacerdotes se aseguraban plenamente de la con
versión de los penitentes que perseveraban en estos exerciclos.
Mas como las penitencias son ahora de poca duración, y no se
difiere la absolución por largo tiempo, los Sacerdotes tienen
menos luces para conocer la sinceridad dé la conversión de
los pecadores que se: dirigen á ellos. 1 i¡
Lo 4.0 : en otros tiempos no habia tantas confidencias y
simonías , ni ascendían tantos al Sacerdocio sin vocación-, y
por consiguiente habia menos casos de conciencia que decidir
sobretodos estos puntos. La moral era entonces mas pura,
porque los casuistas solo han escrito en-estos últimos tiemposj'
y no habia tantas reglas diferentes de las costumbres que des-,
entrañar y discernir, oi ¡tantas maias máximas qtfe com
batir. ■..-■ío.m'J-í.jI .« :l />)
Lai
j.2Ó Instrucciones
Las costumbres de los Chrjstianos eran también mas arre
gladas, y el común del mundo se aplicaba mas al trabajo , i
la oración , á la penitencia y austeridad ; y no había tanta di
ficultad en reducir á los pecadores á la práctica de la vida
christiana , porque el exemplo de los otros contribuía 'mucho á
sostenerlos en los exercicios de piedad y penitencia.
En fin j comó los mas de los Sacerdotes traían una vida
arreglada , y las máximas de su conducta eran uniformes ; el
Sacerdote bueno y exacto no parecía tan singular como al pre
sente , y nó estaba expuesto á tantas contradicciones , y por
consiguiente necesitaba menos fortaleza para sostenerse.
Siendo, pues^ el Sacerdocio mas peligroso ahora que en el
tiempo de los Padres , si entónces se debia temblar, y huir de
él , ¿se podrá desear al presente? Pero no por esto se debe re
sistir pertinazmente en todas ocasiones. San Athanasio con
dena la resistencia que hacia el solitario Draconcio al Obis
pado (a) ; y San Gregorio Nazianzeno (ú) , dice í que no es
tnsnor mal el que ninguno quiera aceptar los cargos de la Igle
sia , que el qué todos los busquen y soliciten. Y lo mismo siente
el ChrisóstomO (r), y San Gregorio el Grande en muchos lu
gares de su Pastoral. Supuesta la vocación de Dios , no deben
acobardarnos los peligros y dificultades del Sacerdocio , sino
que debemos esperar confiadamente que el Señor nos sosten
drá con su gracia en el estado á que nos llama. Tratemos,
pues , de conocer la voluntad de Dios consultándole princi
palmente en la oración : ésta debe ser nuestra ocupación quan-
do hubiéremos de tomar estado , y si el Señor nos diere á en
tender por algún medio ( como debemos esperarlo de él) 1©
que quiere de nosotros, no dudemos obedecerle con humildad.

III. I)e las señales exteriores de la vocación.

Las señales exteriores de la vocación consisten ó en la elec


ción del Obispo , ó en el consejo del Confesor ; y no es señal
der-
^6») S. Athan. ep. ad Dracon. (i) Or. I. I. ti.
(c) la ep. 1. ad Timoth.
sobre el Catecismo. Parte II. 327
cierta de ella la sola voluntad de los padres y madres,

De la elección del Obispo.

El Obispo es el intérprete ordinario de la voluntad de


Dios en la elección y ordenación de los Ministros de la Igle
sia : y así quando un Obispo ilustrado , aplicado al gobierno
de su Diócesis , que nos conoce por sí mismo , ó por relación
de personas desinteresadas , nos llama y manda ascender á
k»s sagrados Ordenes, ó tomar algún empleo eclesiástico, es ne
cesario obedecerle, á menos que visiblemente nos reconozcamos
indignos de él, según esta regla de S.Gregorio : el que posee las
virtudes necesarias para el gobierno de las almas , acerqúese ai
Sacerdocio , si fuere obligado á ello j pero el que reconoce que no
las tiene , no debe acercarse , aun quando se le quiera obligar 4
■ recibirle (a). Lo mismo enseñan los demás Padres , y en par
ticular San Juan Chrisóstomo , quien dice : Juzgo , que aun
quando seiscientos electores te llamasen al Sacerdocio , y te obliga*
sen á recibirle , no deberías escucharles , ni tener respeto á ellos,
sino considerar tus fuerzas , y examinar las qualidades de tu al-
ma... Ninguno que no sepa arquitectura se atreverá jamas á edi
ficar una torre ; ni se encargará de la curación de los cuerpót
enfermos , el que no hubiere aprendido medicina. T aquel á quien
se ha de confiar el cuidado de tantas almas, ¿no se examinará pri
mero á sí mismo , sino que siendo el mas ignorante de todos reci
birá el empleo porque se le manda , ó se le obliga á recibWle"i..
Quando ninguno te llamaba eras débil y de ninguna manera ido-
neo ; iy luego que te ofrecen el honor te haces fuerte , y tienes
grandes talentos (¿>)? San Gerónimo no habla con ménos ener
gía. No se debe , dice , ceder de repente al juicio de la multitud,
(untes bien si se nos quiere elevar al gobierno de las almas , debe
mos saber la medida de nuestros talentos, porque Dios resiste- á'lót
soberbios, y da su gracia á los humildes. Quántos hay que no tenien
do pan, ni vestido , porque ellos mismos están hambrientos y desnu
dos, y no tienen alimentos espirituales , ni han conservado la túnica
de
(«) S. Greg. Reg. Pastor, (fi) S. Cbrys. 1. 4. do Sacerd. c. 1, • -
318 Instrucciones
de Jesu-Christo, prometen sin embargo á otros alimentos y vestid-
dos,); estando llenos de hertd/ñ*qui eren ser médicos de otros , dis
pensándose de observar lo que dixo Moyses: Señor determinad en
viar á otro :y el precepto del Sabio: no solicites el oficio de Juez,
no sea que no tengas fortaleza para resistir á-la injusticia (a).

0;■ . Del consejo del Confesor,


i
Si un Director sabio , prudente y experimentado , á quien
hemos descubierto nuestro corazón , juzga que debemos ascen
der á los sagrados Ordenes , estamos obligados á obedecer á
su voz como á la de Dios , creyendo que Dios nos habla y
explica su voluntad por este medio. Y podemos añadir , que
este camino para conocer la voluntad de Dios , es en cierta
manera mas seguro para nosotros que la elección del Obispo.
Lo primero, porque el Obispo solo conoce nuestro exterior , y
con un exterior arreglado , y aun edificante, podemos ocultar
vicios secreto&,que nos hagan indignos á los ojos de Dios de los
sagrados <Jrdenes. Pero el Director los conoce , y por consi
guiente sus consejos son mas seguros en ciertas ocasiones. Lo se
gundo, porque el Obispo estando encargado de proveer á los
pueblos de Ministros , puede algunas veces dispensar del rigor
de los Cánones , y hacer entrar en la Iglesia á algunos sujetos
que no tienen todo el mérito que es necesario , y él quisiera á
causa de las necesidades urgentes de la Iglesia : mas el Direc
tor no tiene este derecho, y en los consejos que da , está obli
gado á seguir fielmente las reglas establecidas por la Iglesia.

De la voluntad de hs padres y madres.

Se puede asegurar sin temos que la voluntad de los pa


ires y madres no es señal cierta de la vocación de Dios al
estado eclesiástico: porque i.° muchos padres y madres no
están instruidos de las reglas de la Iglesia y de las qualida-
des necesarias para desempeñar este estado , y por consiguien
te
(«) S. Üi9c..i« c. 3.1sw«. „ ..
sobre Ét Catecismo. Parte II. 329
re no pueden juzgar de la vocaeion de sds hijos. 1 a.°lMuchos
de ellos no destinan á sus hijos al estado eclesiástico, sino por
miras de interés , 6 ambición , sin consultar la voluntad de
Dios." Así quando los padres por estos fines quieren desti
nar al estado eclesiástico á un hijo que no tiene inclinación á
¿1 , ni la Capacidad necesaria para su desempeño , debe resis
tirles , y no temer desobedecer á los hombres por obedecer á
Dios. Y al contrario quando un hijo es llamado por Dios,
y sus padres se oponen á su voluntad para empeñarle en el
mundo , debe seguir la voz de Dios , y vencer todos los obs
táculos que los hombres le opongan. Leví es alabado por
Moyses , por haber dicho á su padre y á su madre : no os co
nozco (a) , quando se trataba- de los intereses y de la gloria
de Dios. No llaméis , dice Jesu-Christo (¿) , á nadie padre so
bre la tierra , porque uno solo es vuestro Padre , que está en los
Cielos. Dios principalmente es el padre de todos los hombres,
y aquellos á quienes llamamos padres -sobre la tierra no tie
nen derecho á mandarnos , sino lo que 6& según su voluntad,
y quando la contradicen , pierden respecto de nosotros toda
la autoridad que Dios les ha dado , en tal conformidad, que
nos hadamos culpables , si el amor y respeto que les tenemos
nos induxesen á hacer lo que desagrada al Señor , porque
ellos' lo quieren así : pues el mismo Jesu-Christo dixo : si al
guno ama á su padre ó á su madre mas que á mí , no es digna
de mí (c).
Pero en una materia tan delicada como esta , en que se
trata de servir á Dios con la fidelidad que le es debida , sin
apartarnos del respeto y sumisión que él mismo nos manda
tener á nuestros padres , nada se debe "hacer sin consejo de un
hombre prudente y sabio , porque en estas ocasiones prin
cipalmente es menester acordarse de lo que dixo el Sabio: ha
ced todas las cosas con consejo , y no os arrepentiréis de lo que
bubiéreis hecho (d).
¿Mas no pertenece á los padres , diréis , el colocar á sus
bi-
(a) Deuter. 33. 9. (i) Math. 03. j. (c) Math. 10. 37.
(_d) Ecles. 3a. 34.
Tom. II. Tt
33<> " -.' Instrucciones
hijos? ¿Cómo se les puede quitar en este punto la autoridad
que tienen sobre ellos? Respondo , que no debemos confundir
las cosas. Es constante que pertenece á los padres el colocar
y establecer á sus hijos ; lo confieso : pero deben colocarles se
gún la voluntad de Dios , y quando no quieren consultarla y
la contradicen, entonces , digo , que pierden toda la autoridad
que tienen en esta parte sobre ellos. Su obligación es dar á los
hijos una educación christiana ; procurarles todas las buenas
instrucciones que puedan ; confiarles á un buen Director;
examinar su inclinación y capacidad ; tomar consejo de per
sonas sabias y experimentadas para conocer por este medio
el destino que Dios quiere dar á sus hijos ; despreciar todas
las miras y motivos que sugiere la concupiscencia , y escuchar
solamente lo que inspira la fe , el amor de Dios , y el deseo
de la salvación de sus hijos ; y quando llegaren á conocer la
voluntad de Dios , seguirla fielmente ; hacer entrar á los hi
jos en el camino que Dios les ha mostrado , y rogar al Cie
lo por ellos , para que se santifiquen en él. Pero pretender dis
poner de los hijos según su capricho é intereses , es una usur
pación criminal de los derechos de Dios , que comunmente
castiga el Señor desde la vida presente por los sentimientos
y pesadumbres que sus hijos les causan , y que será castiga
da mas seguramente en la eternidad , si no hacen penitencia de
ella.
Pero se dirá : de la doctrina establecida hasta aquí se in
fiere , que son pocos los que deben aspirar al Sacerdocio. ¿Y
qué deberán hacer los que han entrado en él sin vocación,
6 dudan de ella? ¿Por qué medios podrán reparar tan gran
de mal? Respondo : que de lo dicho hasta aquí únicamente se
infiere , que no deben aspirar al Sacerdocio los que no fueren
llamados á él por Dios , como lo fué Aaron ; y si el Sacerdo
cio es un estado lleno de peligros y dificultades , que deben
hacernos huir de él ; si exige en los que hayan de exercerle
una vida santa y exemplar , y disposiciones muy altas y ele
vadas , por esto deben consultar con mayor cuidado la volun
tad de Dios , y después de esto , obrar su salud con temor
y temblor. Ni es inconveniente el que sean pocos los llama
sobre ei Catecismo. Parte II. 351
dos por Dios á esté estado santo , como tampoco lo es que
sean pocos los escogidos para gozar de su reyno ; pues el Se
ñor que á ninguno falta en las cosas necesarias , jamas dexa-
rá de llamar á él , á los que sean bastantes para el servicio
de su Iglesia. Así como hay algunos que se ingieren por sí
mismos en este honor , sin ser llamados á él ; así también hay
Otros , á quienes llama Dios al estado eclesiástico ; y no obs
tante dexándose vencer de los respetos humanos , ó de los sen
timientos que inspiran ciertas pasiones , se quedan malamen
te en el mundo. Que procure, pues , cada uno seguir su vo
cación , y entrar en el camino que Dios le muestre , por qual-
quier medio que le conozca , y todas las cosas irán en órden,
Pero el que hubiere arribado al Sacerdocio sin consultar su
ficientemente la voluntad de Dios, debe procurar con el mayor
conato asegurar su vocación , y elección por medio de las buenas
fibras : porque haciendo estas cosas: , no pécari jamas (a) : de
be hacer una penitencia rigurosa de su inconsideración y te-r
merario arrojo , y pedir continuamente á Dios , que supla el
defecto de su vocación ; debe en fin preservarse mas de los
peligros , y exercttarse con mucha freqüencia en las obras de
misericordia. Porque si la perseverancia en las buenas obras,
es un medio seguro para conseguir la salvación , supuesto que
ti que perseverare hasta el fin , será salvo ; lo es también ne
cesariamente para reparar las faltas de la vocación. >

De la santidad necesaria para el Sacerdocio. ■ ■■' r .[

Por lo que hemos dicho ya , es fácil de comprehender,


que una de las disposiciones mas necesarias para ser elevado
al Sacerdocio , es el haber teñido en el estado de lego y en los
Órdenes inferiores una vida santa , pura , é inocente. No obs
tante observaremos aun t.° que hablando el Apóstol de Jesu-
Christo nuestro Soberano Pontífice , dice: era conveniente , que
tuviésemos un Pontífice como éste, santo, inocente, sin mancha, sepa
rado de los pecadores,&c. (b). De donde se colige, que el que ha
de
(«) ». Patr. 1. ?. 10. (¿) Hebr. 7. «5.
53 » ." ' - ■ ^ Instrucciones >
de entrar en la participación de este divino Sacerdocio , de
be participar también la inocencia y santidad del Pontífice
de quien es ministro. - •
i.° Los Padres de la Iglesia y generalmente los Teólogos
establecen esta diferencia entre el estado Monástico , y el
Eclesiástico ,-que el primero se abraza para formarse en la
práctica de las virtudes christianas , por el retiro y los exer-
cicios santos de. la vida Monástica ; quando para ser eleva
do al Sacerdocio es necesario estar formado ya y fortalecido
en la virtud. El uno es. estado de penitencia , y el otro de
perfección. Para entrar en el uno , es bastante haber forma
do el designio de purificarse , y á este fin han sido recibi
dos en él algunos grandes pecadores : mas para ser admitido
en el otro , es menester ser puro y justo : y esto es lo que
siempre ha creído la Iglesia. -
Si se pregunta jen qué consiste esta santidad? Respondo,
que consiste i .° en estar exento de pecados escandalosos. «Si
algún fiel fuere convencido de. algún pecado mortal , sea el que
fuere , no sea promovido al clericato (dicen los Cánones Apos
tólicos ) (<*). Lo mismo enseña San Agustín , San Isidoro
el Papa Martino I. (c) , y San Gregorio el Grande en muchos
lugares (í/). -Y la razón es , que ( como ya hemos insinuado )
el Sac-érdote es el mediador entre Dios, y los hombres, y pa
ra exerc-er este oficio , no solamente es necesario que sea ami
go de Dios , sino también que sea irreprehensible delante de
los hombres, y nada tenga en sí que pueda disminuir su es
timación , y la confianza del pueblo.
ti, : La; santidad ■ de^ Sacerdocio exige, que aquellos á
quienes se confiere este Orden hayan expiado sus pecados.se»
«retos por frutos dignos de- penitencia , y de tal suerte sean re-
-cormndables (dice el Concilio de Trento ) por la piedad y pu
reza '.de costumbres , ■' que baya lugar de esperar , que conducirán
á las fieles á la practica de las buenas abras por el exemplo da
.;.'«.,-.-■ la

{a) Cza. Apost. 53. Cene. Ancir. c. 1. et 1. (i) De offie. Eccles. 1. ».


cap. 5. (f) Mtrt. t. Pap. ep. ad AommL (d) S. Gr*g. 1. a. ep. 3».
1. 4. cp. aó. 1. 7. ep. 41. 1. 4. ep. 9. ■ *
sobre el Catecismo. Parte II. 333
la santidad de su vida, cerno también por sus instrucciones (<?). En
estas pocas palabras se dice tedo. Pero como el común del
mundo forma una idea muy baxa de la virtud necesaria al
Sacerdote , y cree que le es bastante estar exento de vicios es-
xandalosos ; para destruir esta funesta impresión , examinare
mos la virtud que suponen algunas obligaciones que impone la
Iglesia á los Sacerdotes y Ministros del altar,
Y en' primer lugar , ¿qué piedad no exige en los Minis--
tros del Señor la obligación de rezar todos los dias de su vida
el oficio divino? Porque la Iglesia mandándoles rezar el ofi
cio divino , entiende que lo harán dignamente á los ojos de
Dios ; que por esta pracion casi continua , atraerán las bendir
ciones del Cielo sobre sí mismos y. sobre el pueblo ; que este
santo exercicio conservará en su corazón la unción de la ca
ridad , y les preservará de la sequedad , y disipación. Pero
si los Sacerdotes no están sólidamente arreglados en la vir
tud , y no poseen el espíritu de oración, ¿cómo cumplirán es
te deber? ¿Con qué negligencia , con qué disgusto , con qué
precipitación? No mirarán esta obligación como un peso inso
portable de que desearán descargarse con impaciencia? ¡Ah!
Lo mismo que hace el consuelo de los Eclesiásticos santos, se-r
rá para ellos;un suplicio terrible. ■ • . ■ t ..,
Lalglesia impone además á los que eleva á los Órdenes
sagrados la obligación de guardar castidad -perpetuamente. El
matrimonio, es un estado santo , y la castidad conyugal una
virtud christiana. La Iglesia aconseja el matrimonio á los
Christianos débiles , que no tienen bastante virtud para vivir
.en continencia , pero le prohibe á los Ministros del altar.,, y
les manda con precepto riguroso , lo que propone á los fied
les como un puro consejo de perfección. ¿No es , pues , evi-^
dente , que supone en ellos una virtud muy probada , arraya
gada y firme para sostenerse contra las tentaciones casi inse
parables de sus funciones? Porque los Sacerdotes no son co
mo los solitarios , que viven lejos de todos los objetos peligro
sos á la pureza. Su estado les retiene en el mundo , en donde

(«^ Síst. 43. c. 14.


£J4 Instrucciones
todo está lleno de lazos : están encargados del ministerio de
la confesión , comunmente en una edad, en que la menor chis
pa puede encender las pasiones , y causar funestos estragos.
¿Y seria posible que la Iglesia exigiese de ellos la mas perfec
ta castidad , y se contentase al mismo tiempo con que su vir
tud fuese igual á la del común de los Christianos que viven
en el matrimonio?
En fin en el Concilio de Trento manda á los Obispos (a),
que tengan cuidado de que los Sacerdotes celebren los santos
misterios , á lo menos en los Domingos y fiestas solemnes ; y
que los que tienen cargo de almas lo hagan también siempre
que sea necesario para satisfacer á sus obligaciones. Y por lo
que toca á los demás Sacerdotes , es de hecho que se acercan
al altar casi todos lós días. ¿Qué piedad , pues , no será nece
saria al Sacerdote , para ponerle en estado de ofrecer tan
freqüentemente el sacrificio del Cordero sin mancha , y ali
mentarse de sü carne y sangre? Para conceder la comunión
diaria á los fieles legos , es necesario que el Director esté
"asegurado , quanto sea posible , por una larga experiencia de
la excelencia de sus disposiciones, y del fruto que pueden sacar
del freqüente uso de la Eucaristía. ¿Y creemos que un jóven,
que no se distingue de la multitud, sino por el hábito y la ton
sura , apenas es revestido del carácter Sacerdotal , quando es
digno ya de celebrar todos los dias los misterios terribles á los
Angeles mismos? ¿Creemos, que la Iglesia no dexando acer
carse freqüentemente á la sagrada mesa , sino á los fieles de
una piedad rara y eminente , ¿no exigirá en lo's Sacerdotes mas
que una vida y virtud comunes? Desengañémonos de seme
jante error. Las disposiciones que ha dado en el Concilio de
Trento, y en otros muchos para formar seminarios, son una
prueba subsistente del deseo que tiene de dar á Jesu-Christo
Ministros , que sean , como los Apóstoles deseaban que fuesen
los siete primeros Diáconos , hombres de una providad reconoci
da , llenos del Espíritu Santo , de fe , de gracia , de sabiduría, j
de fortaleza (b).
INS-
(«) Sus. 33. c 14. (*) Actor, tí. 3. Be t.
«obre el Catecismo. Parte II. 3-3/

INSTRUCCION IX.

del' Sacramento del Matrimonio.

$. L

De la necesidad de instruirse en lo que concierne al


matrimonio.

Siendo los Pastores los que por su principal encargo de


ben cuidar de que la vida del pueblo christiano sea santa
y perfecta , nada habian de procurar con mayor ardor , que
lo que deseaba el Apóstol quando escribía á los de Corinto.
Declaro á los que no están casados , y á las viudas , que les
seria bueno permanecer en este estado , como yo mismo per
manezco en él (a) : esto es , que todos amasen y siguiesen la
virtud de la continencia , persuadiendo , rogando , é instan
do á los fieles á que considerasen seriamente las grandes ven
tajas de una virtud que hace á los hombres en la tierra se
mejantes á los Angeles del Cielo. Porque desprendido su co
razón de los cuidados del mundo , reprimido el orgullo de
las pasiones , y mortificados los deseos de la carne , vivirían
solo para Dios , y descansarian tranquilos en las prácticas de
la piedad , y en la meditación de las verdades eternas. Pero
como el matrimonio es un estado autorizado por la Iglesia,
y por el mismo Jesu-Christo , para que los Christianos pue
dan obrar en él su propia santificación , y cada uno^ como afir
ma el Apóstol , tiene su propio don de Dios , unos de una ma
nera y otros de otra (¿) ; es muy justo , que los Pastores ins
truyan á los fieles que son llamados á él , para que recono
ciendo su santidad , y las obligaciones que le son esencia
les , se conduzcan christianamente en este género de vida,
cumpliendo con fidelidad lo que fuere agradable á Dios, por
la gracia de Jesu-Christo. Y en esto no harán mas que imi
tar
(«) 1. Cor. 7. 8. (*) ». C«r, 7.
33<> • • ÍnstrüccíoneS
tar el exemplo de San Pablo , y del Principé de los Apósto
les , quienes advirtieron cuidadosamente en muchos lugares
todas las cosas que pertenecen á la dignidad , y á los oficios
del Matrimonio : porque ilustrados por el Espíritu Santo com-
prehendian bien quintas y quán grandes ventajas podrian pro
venir á la répública-Christiana , si los fieles llegasen á cono
cer la santidad y deberes del matrimonio ; y por el contra
rio , ^ué la ignorancia de estas cosas es una raiz fecunda de
males para la Iglesia.
En efecto , el conocimiento ó la ignorancia de las cosas
pertenecientes al matrimonio contribuyen en gran manera á
la santidad , ó al desórden de los christianos en todas suer
tes de estados. Porque no solamente los mas de los christia
nos abrazan esta condición y estado , sino que las personas
casadas son en parte el origen de la santificación , ó de la
corrupción de todas las otras partes de la Iglesia. Ellas son
las que dando sus hijos á la Iglesia , á los Monasterios , y
á las Ciudades , lo llenan todo de sugetos arreglados , ó des
arreglados según la buena , ó mala educación que les dan , y
según que siguen , 6 no siguen las reglas de Dios en la elec
ción de la vocación', y de la profesión á que les conducen.
El órden , ó el desórden que se encuentra en los matrimonios
proviene común nente del mismo principio : porque se entra
de ordinario mal en ellos , quando ha'precedido la mala edu
cación , y la mala educación precede quando se nace de pa
dres , que han entrado sin conocimiento , ni elección en el
matrimonio ; de suerte que se forma un circulo , y encade
namiento de virtudes y vicios , que se aumentan infinita
mente.
A la verdad , si se dexase á nuestra elección el ser Prín
cipes , ó de una condición baxa, creeríamos sin duda , que es
to merecía la pena de pensar en ello ; de examinar sus ven
tajas y sus obligaciones para cerciorarnos de lo que nos con
venia. Mas siendo la vida de continencia mucho mas .santa en
sí misma , y mas ventajosa para la salvación , que la del ma
trimonio ; no será justo que procúrennos saber si deberemos
priv arnos irreparablemente de las ventajas de la continencia,
€xá-
SOBRE EL CATECISMO. PARTE II. 337
examinando escrupulosamente la santidad y obligaciones de
uno y otro estado , y comparándolas con las circunstancias en
que nos hallamos, para deliberar con pleno conocimiento? Re
cibid , pues , con gusto las instrucciones siguientes acerca de
la naturaleza , y bienes del matrimonio , y todo lo demás que
es necesario para recibirle christianamente.

Del nombre , y naturaleza del Matrimonio.

53l Matrimonio se llama así, porque, como dice S. Agus


tín (<j) , la muger se debe casar para ser madre ; ó porque es off-
-cio de la madre concebir , parir , y criar á los hijos Llá
mase también junta , por quanto juntándose legítimamente la
muger; y el varón , quedan enlazarlos entre sí como con un
yugo inseparable. Dícese además de esto velaciones , porque,
como afirma San Ambrosio (r), las doncellas se cubrian con un
velo á causa del empacho , y así se lee que Rebeca se cubrió
al ver á su marido Isac (d). De donde se infiere , que el nom
bre de matrimonio no significa otra cosa que el vínculo del
varón y la muger, á el qual llamáron los Jurisconsultos, con
junción del derecho divino y humano : y el Maestro , conjunción
material del varón y la muger. . . i
Explicada la significaciou del nombre , para daros un*
justa idea de la naturaleza del matrimonio , remontémonos , á
exemplo de Jesu-Christo. (<?) , hasta su institución primitiva,
y aprendamos allí lo que es la intención del Criador. El Se-
fíor Dios dix» también : no es bueno que el hombre sea salo, hagá
mosle quien 'le ayude semejante á él... El Señor Dios envió , pues¡
un profundo sueño á Adán , y habiéndose dormido , le sacó una.
costilla , en lugar de la qual le puso carne , y de aquella costi
lla formó la muger , la traxo á Ada» ; entonces Adán dixo : «a-
. te es hueso de mis huesos ,y carne de mi carne.., Por esto de-
xa*
(») L. ip. cont. Faust. c« »S. (i) .Ex Greg. IX.
(tj Lib. 1. do Abrah. c. 9. .(</) Geaes. 34. (e) Mach. if>
Tom.JI. Vt
338 " Instrucciones
xará el hombre á su padre y madre , y se llegará á su muger,
y serán dos en una carne (a). Estas palabras del primer hom
bre proferidas , dice el Concilio de Tremo (¿) , por inspiración
y movimiento del Espíritu Santo , á conseqüencia de lo que
refiere la Escritura del modo que Dios habia formado á la
muger , nos enseñan que el matrimonio es por su institución
la unión del hombre y la muger ; unión que Dios mismo for
mó , como dice Jesu-Christo , y cuyo fin es propagar el li-
nage humano , y ayudarse mutuamente en sus trabajos todo
el tiempo de la vida presente 5 unión mas íntima y estrecha,
que la que forma la naturaleza entre el hombre , y los que
le han dado la vida , supuesto que les dexa por unirse á su
-muger ; unión indisoluble , como dice el Concilio de Tren-
10 (<;) , pues no es permitido al hombre separar lo que Dios
ha unido , según la sentencia de Jesu-Christo (d) r y el dere
cho mismo de la naturaleza resiste á esta separación como
contraria á la educación de los hijos, y á los demás bienes
del matrimonio. -j
Tal es la primera idea., que la Escritura nos da del ma
trimonio. Es una unión natural é indisoluble del hombre y
la muger, instituida por el mismo Dios ; y esta unión de Adán
y Eva en el estado de la inocencia en que fueron criados, fué
una señal de cosa sagrada , porque figuraba , según San Pa
blo , uno délos grandes misterios de nuestra Religión > aun
que no fué verdadero sacramento- •
:. Si el hombre hubiera perseverado en su inocencia , no ha
rria sido necesario que el mStrimonio tuviese otras leyes que
las de su institución. Pero el pecado que introduxo el desór-
-den en el mundo, introduciendo en él las pasiones, ha hecho
indispensable , que hubiese leyes que pusiesen freno á la li
cencia , y prescribiesen ciertas condiciones sin las quales no
se pueda contraer matrimonio , á fin de evitar por este me
dio la confusión , asegurnr el estado de los maridos y muge-
res , como también el de sus hijos , y procurar la quietud de
■v las
(«1 Genes, a. 18. ai. & «4. (i) Sess. 24.
(cj Sess. 04. can. 7. (</) Matb. ip. •
sobee ee Catecismo. Parte II. 339
las familias, y la tranquilidad da los estados. Así el matrimonio
permaneciendo siempre lo que era desde el principio por ins
titución del Criador , ha venido á ser además un contrato ci
vil , cuyas convenciones son arregladas por las leyes , sea de
la Religión , sea de las Potestades temporales ; de suerte que
si se violan estas leyes , puede suceder que el contrato no so
lamente sea lícito , sino también nulo.
Reuniendo , pues , estas dos ideas se difine el Matrimo
nio : la unión conyugal del hombre y la muger celebrada entre
personas legítimas , que les obliga á vivir en una inseparable com
pañía. Aunque en el matrimonio perfecto intervienen el con
sentimiento interno , pacto externo expresado con palabras, la
obligación y vínculo que nacen de este pacto, y la consuma
ción del matrimonio , no por eso se ha de juzgar , que todas
estas cosas entran en su constitución , sino que propia y esen
cialmente consiste en la obligación y lazo , 0 unión que
hay entre el marido y la muger ; unión formada por el consen
timiento recíproco de los dos , y por las señales exteriores que
explican este consentimiento. Así quando algunos Doctores muy
clásicos difinen el matrimonio diciendo: que es el consentimiento
del hombre y la muger , se debe entender que explican la esen
cia del matrimonio por su causa , la qual es el consentimien
to, como lo enseñaron los Padres del Concilio Florentino; por
que la obligación y enlace no puede nacer sino del consen
timiento y del pacto.
Esta unión se llama conyugal , para distinguirla de todas
las otras convenciones , por las quales pueden obligarse los
hombres y mugeres á hacer alguna cosa unos por otros , y
que todas son muy inferiores á la obligación , que se contrae
por el matrimonio.
Sigúese después*, que esta unión debe ser entre personas
legítimas , ó capaces según las leyes , porque todos aquellos que
están excluidos del matrimonio por las leyes , no pueden con
traerle, y si le contraen es nulo. Por exemplo, los parientes den
tro del quarto grado , el joven ántes délos catorce años, y
la doncella ántes de los doce , que es la edad establecida por
las leyes , son incapaces de contraer matrimonio legítimo.
Vv 2 En
34$.. • Instrucción** :
En fin esta unión obliga al hombre y muger h vivir (n una
compañía inseparable , porque el lazo que les une es por su
naturaleza indisoluble , y solo la muerte puede romperle.
Pero lo que no fué desde luego sino una unión natural,
y una sociedad civil' arreglada por las leyes , ha venido á
ser entre los chrisiiaoos una alianza, y una sociedad santa
por la gracia que Dios , en virtud de las méritos , y de la
institución de Jesu-Christo , ha unido al ministerio de la:
Iglesia , y á la bendición nupcial $ para perfeccionar , dice el
Concilio este amor natural , para fortalecer esta Union indiso
luble ,' y santificar á las personas casadas ; añadamos , y para
torcer que el matrimonio christiano fuese una viva imagen de
las bodas espirituales de Jesu-Christo y la Iglesia , como lo ha
bía sido la unión de Adán y Eva inocentes. Veamos como ex
plica el Apóstol esta grande verdad. Vosotros -maridos , dice,
¡amad á vuestras mugeres , como Jeiu-Christo amó á la lg lisia,
basta entregarse á si mismo á la muerte por ella , á fin de san
tificarla , purificándola en el bautismo del agua por la palabra
de vida , para hacerla parecer delante de sí llena de gloria , na
teniendo mancha , ni arruga , ni cosa semejante \ sino siendo san
ta , y sin defecto alguno. Así que los maridos dden amar á sus
mugeres , como á sus mismos cuerpos. El que ama a su muger
se ama á sí mismo : porque la muger es su prapia carne, y nin
guno aborreció jamas su propia carne , ántes la sustenta y rega
la , como Jesu-Christo lo hace con su Iglesia : porque nosotros,
que la componemos somos miembros de su cuerpo , formados de su
carne , y de sus huesos. Por esto dexará el hombre á su padre y
su madre , y se unirá á su muger , y serán das en una carne. Es
te Sacramento es grande : mas yo digo en Jesu-Christo y la Igle
sia El Apóstol , pues , fundado sobre las palabras del Gé
nesis , á que se refiere , como lo hizo Jesu-Christo , conside
ra al marido y á la muger christiana como que son un sola
cuerpo , del qual el marido es la cabeza y la muger el resto
del cuerpo; y uno y orro unidos \epresentan la unión ine
fable de Jesu-Christo con su Iglesia , es decir , con la socie-
-i • ' dad
(ay S«ss. 44. Je S*cr. Matr. (¿) Ephes. g. s¡¡. ttq.
"l . . '
sobre el Catecismo. Parte II. 341
dad de los fieles. Porque Jesu-Christo es la cabeza de ía Igle
sia : él la anima , la vivifica , y la sustenta ; la dirige , la go
bierna , y la ama tiernamente como á una parte de sí misino^
y este amor le ha obligado á entregarse á la muerte por ella.
Pues habiéndola hallado cubierta de la lepra del pecado, heT
dionda, y capaz de inspirarle horror , la ha purificado por
su sangre en el agua del bautismo , y por la palabra de vida;
y haciéndola santa , é irreprehensible la ha comunicado una
hermosura brillante , por la qual se ha hecho digna de ser su
esposa , y esposa á quien permanecerá eternamente unido pot
el amor , y la .gracia , y ella le estará asimismo eternamente
sujeta , no como una esclava á su Señor , sino como una espo»
sa á su esposo por el solo deseo de agradarle r y de hacer
se mas y mas digna de ser amada. Tal es la significación del
matrimonio de los christianos , y por esto es grande este Sa
cramento , como lo muestran los Padres antiguos que interpre
taron este lugar del Apóstol , y en especial San Agustín (a): y
lo mismo declaró el Concilio deTrento (¿). Pero si el matrír-
ruonio significa la unión espiritual, de Jesu-Christo con la Igle^
sia por la, caridad y la gracia, es menester confesar, que es
verdadero Sacramento , por el qual se santifican, y se unen en
tre sí los casados. Y así. dice el Concilio :. T esta gracia la qual
perfeccionase aquel amor natural , confirmase la unión indisolu
ble , y santificase á los casados , nos la mereció con su Pasión
el mismo Cbristo Autor y consumador de los venerables Sacras
mentos (c)*. . ■• .
En efecto, siendo mas excelente el matrimonio de la ley evan
gélica , que los matrimonios antiguos á causa de la gracia que
confiere por Jesu-Christo^ los Sant os Padres , los Concilios , y
la tradición universal de la. Iglesia han ensenado con razón en
todo tiempo que debe, ser contado en el número de, los Sacramentos
de la ley nueva (d) , dice el mismo Concilio. Estas podas pa
labras comprehenden muchas cosas dignas de consideración. Y
en primer lugar se ha de notar, que la razón en que se.funda el
COQr
> .(a) Lib. 1. dcNupt. «Cono. (¿) In princip. Ses*. 14. (e) Ibid.
[a-) Sen. 24.
?42 ■ Instrxiccióñés
Concilio para establecer , que el matrimonio de la ley evan
gélica debe ser contado en el número de los Sacramentos , es
la excelencia y perfección que le distingue de los matrimo
nios antiguos -, y es constante , que si consideramos los matri
monios, quesolian coatraerse antes , ó después de la ley, fá
cilmente se dexa entender , que aunque los Gentiles llegaron
á conocer que habia *n ellos alguna cosa divina , y que por
esta razón eran contrarios á la ley natural los accesos vagos,
y en conseq'úencia debían ser castigados los estupros, los adul
terios , y otros géneros de lascivia ; con todo eso sus. matri
monios no tuvieron en manera alguna la virtud y dignidad
de Sacramentos. Los Judíos miraban aun con mayor respeto
las leyes de las bodas , y no puede dudarse que sus matri
monios estuvieron dotados de mayor santidad que los déla
ley natural : porque habiendo recibido la promesa , de que
lie garia tiempo en que todas las gentes serian benditas en uno
de los descendientes de Abraham (a) , con justa razón se re
putaba entre ellos como oficio de grande piedad la propaga
ción del pueblo escogido , del qual habia de nacer en qu3n-
to hombre Jesu-Christo nuestro Salvador. Pero sin embargo
tampoco sus matrimonios fueron verdaderos sacramentos.
Llégase á esto , el que el matrimonió tanto en la ley na
tural después del pecado , como en la de Moysés , decayó
visiblemente de la hermosura y dignidad de su primer orí-
gen. Porque mientras estuvo en su vigor la ley natural , ha
llamos que muchos de los antiguos Padres tuvieron á un
tiempo diferentes mugeres. Y después en la de Moysés era
permitido hacer divorcio con la muger, y darla libelo de re
pudio si había causa para eHo (¿). Pero uno y otro fué ab
rogado en la ley evangélica , y restituido el matrimonio á su
honor primitivo. Fué abrogado lo primero; porque habiendo
dicho Jesu-Christo : por esto dexará *l hombre á su padre y
madre, y se unirá á su muger , y serondos en una carne (c),
claramente demuestra que el matrimonó por institución de
Dios está precisamente reducido á la unión de dos solos , y
00
{a) Gene», «a. (í) Math. ip. (c) Ibid.
sobre el Catecismo. Parte II. 343
no de muchos; y por consiguiente que el tener muchas muge-
Tes es a ge no de la naturaleza del matrimonio ( aunque no de
ben ser acusados algunos de los antiguos Padres por haber
las tenido, pues se ha de creer que no las tuvieron sin licen
cia de Dios ). Esto mismo enseñó el Salvador en otra parte
diciendo : qualquiera que dexare á su muger , y se casare con
otra, comete adulterio- contra ella. T si la muger dexare al mari
do , y se casare con, otro, adultera (a). Porque si fuera lícito
al hombre tener muchas mugeres , parece que no habia mas
razón para que cometiese adulterio por contraer matriironio
con una retiñiendo la otra , que por casarse con la segunda
repudiando la primera. Y de aquí es, que si urr infiel que por
costumbre de su nación tenia muchas mugeres , se convierte
á la verdadera religión , Je manda la Iglesia , que reteniendo
á sola la primera por su legítima consorte, abandone y dexe
á todas las demás.
Con el mismo testimonio de Jesu-Chrísto se convence
también que fué abrogado lo segundo, esto es, que por di
vorcio alguno se pueda desatar el lazo del matrimonio. Por
que si después del libelo de repudio quedase libré la muger
de la ley del marido , podria lícitamente casarse con otro,
sin incurrir en adulterio y otro tanto se debe entender res
pectivamente al marido r mas el Señor claramente nos dice:
todo aquel que dexa á su muger, y se casa con otra , adultera (b}.
Y conforme á esto escribe el Apóstol : la muger está ligada á
la ley del matrimonio , mientras vive su marido. Pero si el mari
do muere y queda libre de la ley* Cásese con quien quisiere , pues
to que sea según el Señor (<r) , y según las leyes establecidas en
su Iglesia^ Y antes habia dicho : á los- que están ligados por el
matrimonio mando no yo , sino el Señor , qufla muger no se apar
te de su marido , y si se apartare de él por justas razones que
puede tener para eso , estése sin casar , ó reconcilíese con su ma-
rldfc T asimismo el marido no dexe á su muger , y si la dexare,
como puede hacerlo legítimamente en ciertas ocasiones, perma
nezca sin casarse^como también la muger á quien hadexado(rf).
¡- i Es
ta) Math. ipi (¿) Ibid. (c) 1. Cor. 7. 39. .(</) Ibid. v. io» ai.
34+ Instrucciones * *
Esta ley, que podría aparecer demasiado dura á la natu
raleza , no puede ser'mas ventajosa y útil á la sociedadt lo
i." porque no pudiendo disolverse jamas el matrimonio, es
menester que los hombres procedan con mayor cordura y re
flexión en concertarle* , orando y consultando á Dios $ y
atendiendo mas á la virtud y semejanza de costumbres , que
á la hermosura del cuerpo , y á las riquezas temporales , y
una conducta semejante llenaría de felicidades las familias y
los pueblos. Lo 2.0 porque si pudiera disolverse «1 matrimo
nio, raras veces faltarían causas y motivos para procurarlo
ya de una , ya de otra parte ; se aumentarían las discordias
y los odios ; y este santo estado necesario á la propagación
"del linage humano , vendría á ser la piedra de escándalo en
«jue el enemigo antiguo de ia paz y honestidad haría trope
zar á cada paso á los casados. De estos peligrosos escollos
preserva en mucha parte á los fieles la ley del matrimonio;
■pues considerando los casados que aunque por justas causas
-vivan separados de la comunicación y trato del matrimonio,
-q-uedan siempre ligados con un lazo indisoluble que no 4es
permite contraer nuevas alianzas, se hacen mas detenidos, y
procuran conservar la paz sufriéndose mutuamente, y mode
rando sus pasiones. Y quando llegan á divorciarse, sino pue
den sufrir por largo tiempo la separación , entran fácilmente
en los medios comunes de reconciliación , para volver á su
cohabitación antigua. Sobre lo qual es digna de saberse la
saludable amonestación que hace San Agustín á los casados.
Para mostrarles , que no deben tener dificultad en reconci-
tiarse , aunque -alguno de ellos haya adulterado , supuesto
que esté arrepentido de su deliro , dice así : ¿Por qué el hom
bre christiano no recjbirá la muger á quien recibe lalglesia? ¿6
por qué la muger no perdonará al marido adúltero, pero peni
tente^ quien ha perdonado Jesu-Christo («)? Ni debe servir de
pretexto el que la Escritura llama necio (¿) al que retiene la
muger adúkera, porque esto se entiende de aquella que ha
biendo adulterado no quiere hacer penitencia de su pecado.
Por
(4) Lib. ». de Adule. coa. e. tf. et 9. (*) Pror. if.
SOBRE EL CaTKCISMO. PaRTE II. 345-
Por todas estas cosas , y por la gracia que confiere el matri
monio de la ley evangélica es mas excelente que todos los
matrimonios de la ley antigua.
2, En esta consideración la Iglesia siempre ha enseñado
que el matrimonip de la ley de gracia es verdadero Sacra
mento , y así lo declaran los Padres, que son los intérpretes
de la tradición. Porque dicen i.° que Jesu-Christo quiso asis
tir á las bodas de Caná , no precisamente para aprobarlas
y honrarlas en sí mismas, sino también para santificarlas
dándolas una virtud espiritual que pueda santificar á los fie
les que se unen con este lazo ; así como santificó las aguas,
quando recibió el bautismo , dándolas una virtud espiritual,
por la qual se purificasen las almas de los que habían de ser
bautizados en su Iglesia. De donde se infiere , que entonces
instituyó el Sacramento del Matrimonio ; aunque se debe
creer, que después de su Resurrección mandó á los Apósto
les, que enseñasen y cuidasen de que el matrimonio fuese ce
lebrado con ciertas ceremonias sagradas. Lo a.° dicen , que
las bodas son santificadas por las palabras del Sacerdote , co-1
mo lo es el bautismo Lo 3.0 que el matrimonio debe ser
celebrado en la Iglesia con ritos y ceremonias sagradas.
3. En fin, las comuniones , ó Iglesias cismáticas convie-'
nen en esta doctrina, y la Iglesia Católica se halla en una
constante posesión de ella , como se echa de ver por los Con-¡
cilios Goüstanciense (c), Florentino (á¡),yTridentmo (e\y por-
las delaraciones de Martino V.(/) , y Eugenio IV. (g). Con-'
cluyamos, pues, que el matrimonio es: un Sacramento insti
tuido por Jesu-Chrifto para santificar ¡a unión legítima del hom
bre son la muger»

$.m.
(a) S. Max. hotn. r. fn Enlph. vid. S. Cyril. ta Joan. 1. aa. et «3.
etiam 1, a, et ep. id Nest. c. 16. (b) S. Ambr. ep. «4. S. Aug. tract. 9.
injoaa. et aerm. 41. de temr». S. Epiph. bxres. 67. vid. Tertul. 1. a.
aduch. S. Ambr. ep. ip. ad Vigíl. et i. 1. de Abrah. c. 7. tnoe. I. tp.
ad Prot. 9. S, Aug. t. de bou. can j. c. 16. et 44. (í) Sesa. ij. J
Conc. Flor. ses*. 7. cao. 1. (e) Sesa. 94. c. 1. (/) lo Bul. ínter
cunetas, {g) la Lutruct. Armen. ■ «
Tom. 11. . Xx
Instrucciones

§. ra.

■Del Ministro, de este Sacramento.

J^Llgunos Teólogos hacen consistir este Sacramento en


las palabras , ó señales del "consentimiento , por el qual el
hombre y la muger se dan mutuamente el dominio de sus
cuerpos , y en la aceptación recíproca que cada uno hace de
la voluntad , y consentimiento del otro-: y como las partes
contrayentes, son las. que consienten , y aceptan , dicen por
consiguiente , que ellas, son los ministros, del matrimonio.
Así, según estos Teólogos ,. el Cura solamente es un testigo
necesario de este Sacramento , mas. na el Ministro , y aun
antes del Concilio de Trento tampoco era testigo necesario,
supuesto que los. matrimonios clandestinos , esto es , los que
se contraen sin haber precedido las proclamas, y sin la pre
sencia del Párroco , que han sido, declarados nulos por el
Concilio , eran ciertamente ¡válidos antes de esta decisión. Y
esta es la opinión de Santo Tomás , y la mas común. Sus
fundamentos son: i.° que el Concilio de Trento parece con
tar la bendición nupcial entre las ceremonias del matrimo
nio, y aunque requiere para su celebración la presencia del
Párroco y de los testigos^ esto no es. porque el Párroco
sea Ministro1 de él, sino por evitar los inconvenientes que se
seguían de lós matrimonios clandestinos.. > ■
Pero otros Teólogos, como Estro, Silvip , Tburnely , &c.
creen , que el Sacerdote es verdadero Ministro de este Sacra
mento, i .° Porque el Sacerdote siguiendo la tradición de la
Iglesia , y el Concilio de Trento , dice: _yo os junto , cuyas pa
labras denotan claramente que él forma la unión en que con
siste el matrimonio, y por consiguiente que.es Ministro de él.
2.° Porque San Ambrosio (a) enseña, que las bodas- sin la
bendición de! Sacerdote no son legítimas. 3.0 Porque el Obis
po es Ministro de todos los Sacramentos: luego- también, dej^
i.1.. '. u' , .> < > ma-
{a) S Ambr. ep. sup. cft. -'• '
sobre el Catecismo. Parte II. 347
matrimonio. 4.0 Porque -siendo las palabras las que determi
nan y explican mas la virtud y significación de los Sacra
mentos, son esenciales á ellos. Supongamos, pues, que las
partes contrayentes del matrimonio expliquen sin palabras (<?)
su consentimiento por medio de señales: en este caso no hay
otras palabras en este Sacramento que las del Sacerdote: lue
go estas son esenciales á él. f.° Porque _el Ritual Romano,
el Coloniense , y Cameracense llaman al Sacerdote Ministra
de este Sacramento.
Sea como fuere , lo que hay de cierto en una y otra opi
nión es , que el matrimonio contraído sin la presencia del
Párroco es absolutamente nulo después del Concilio de Tren-
to , aunque antes fuese válido , lo qual pudo muy bien ha
cer el Concilio: porque la entrega mutua del dominio de jos
cuerpos que es esencial al matrimonio , es una especie de con
vención , y donación natural , ó civil , á la qual se pueden
añadir ciertas condiciones , cuyo defecto , ú omisión haga el
contrato ó la convención nula , y las personas que la hacen;
incapaces de hacerla , del mismo modo que se prescriben , y
añaden ciertas condiciones á las otras donaciones y contratos
sin las quales son nulos y de ningún efecto. El Concilio, pues,
ha podido hacer , que el contrato natural ó civil del matri
monio sea ilegítimo y nulo , quando se celebra sin la presen
cia del Cura y de los testigos , declarando por inhábiles á
los contrayentes para celebrarle.

S- IV.

■ De los bienes del Matrimonio*

Xjos grandes trabajos que son inseparables de este lazo


indisoluble del hombre "y la muger , según lo insinúa el
Apóstol , diciendo: los casados sufrirán en su carne aflicciones,
y males se hacen muy sufribles y llevaderos con la re
compensa de los apreciables bienes del matrimonio , á saber,
.. , la
(a) S. Thom. 4. ad Anib. dist. 16. art. 3. (¿) 1. Cor. 7.
Xx 1
Instrucciones
la sucesión, la fe , y el Sacramento , los quales contribuyen
también á que sean honestas entre Jos casados aquellas cosas,
que fuera del matrimonio serian ilícitas y criminales. Expli
quemos, pues , en qué consisten. El primer bien del matrimo
nio es la sucesión , esto es , los hijos habidos en la propia y
legítima muger : bien sin duda muy recomendable , según la
sentencia del Apóstol que dice r saharase la muger por los hijos
que diere á luz (a), no solamente por haberlos engendrado y da
do á luz , sino también por la educación y enseñanza con que
debe instruirlos en la Religión , y práctica de la virtud , y
por esto añade luego el mismo Apóstol : procurando , que per
manezcan en la fe , en la caridad , en la santidad , y una vida
arreglada, pues la buena crianza trae consigo muy ventajo
sas conseqüencias, en cuya atención , dice también el Eccte-
siástico : ¿tienes hijos"1. Instruyelos , y acostúmbralos al yugo de
la obediencia y el trabajo desde su infancia de que nos han
dexado ilustres exempios Tobías, Job, y otros santísimos Pa-
cjres que se mencionan en los sagrados libros» En adelante
¿ataremos este punto cou mas extensión., ,
La /e, que es el segundo bien del matrimonio, no es aque
lla virtud por la qual creemos los misterios revelados sino
la fidelidad que deben guardarse reciprocamente el marido
y la muger en virtud de la donación y entrega mutua que se
hicieron del dominio de sus cuerpos, descansando. eL uno en
la benevolencia y providad del otro , y no, ¡quebrantando el
pacto que han celebrado , ni violando su santidad , para que
el matrimonio sea tratado por todas con honestidad , y no sea
amancillado el lecho conyugal (c). Así se colige de las pala
bras que pronunció Adán, quando recibió á» Eva por esposa,
y que después aprobó Jesu-Christo : por lo qual dexará el tam
bre á su padre , y madre , y permanecerá unido á su muger, y no
serm ya los dos sino una carne (V): y de las que dixo el Após
tol : la muger no tiene dominio sobre su cuerpo , sino el marido.
X asimismo el marido no tiene dominio sabré su cuerpo , sino la
.• •. ..'.h ««-
(a) i. T:mor. ». ij. (g) Ec!i. 7. a¡- (c) HeBr. 13»
(d) Gtnee, 1. 34. Matli. tj>. ¿. - •
sobre Er.^CATECiswo. Parte II. 349
muger Ca)% Y por tanto justísimamente estableció el Señor en
la ley antigua gravísimas penas «ontra los adúlteros que vio
laban la fe conyugal.
Pide también la fe del matrimonio , qué tf marido y la
muger se amen mutuamente con un amor puro y santo , no
como se aman (¿) los adúlteros , sino cerno Christo amó á su
Iglesia , segiiñ la regla que les dió el Apóstol diciendo t hom
bres , amad á vuestras mugeres , como Christo amó á su Igle
sia (cX : amadlas con un amor tan firme y desinteresado,
qual fué el de Jesu-Christe á su Iglesia , quien se entregó á
sí mismo á la muerte, para lavarla y purificarla con su san
gre, como dice el mismo Apóstol. Por donde se ve que no
consultaba á su provecho, sino solamente á la utilidad y bien
de su esposa.
El tercer bien del matrimonio es' el Sacramento , esto es£
aquel vínculo, ó lazo que une estrechamente á los casados^
y que jamas se puede desatar r porque como dice el Apóstol:
Á los que están ligados por el matrimonio mando no yo , sino el
Señor, que la muger no- se aparte de su marido; y si se apartaré
ie él\, por justas causas- que puede tener para ello, estése sin ca
sar , ó reconcilíese con su marido. T asimismo el marido no dexe á
su muger , y si la dexare permanezca sin casarse (d). La sig
nificación mística del matrimonio comprueba también su indi
solubilidad. Pues si el matrimonio como Sacramento significa
ka unión de Christo con la Iglesia, según- lo dexamos decla
rado , es necesario, que así como Christo jamas se aparta de
la Iglesia , así el marido tampoco pueda separarse de la mu-,
ger , por lo menos de manera que disuelva el vínculo del
matrimonio.
Mas para que- esta- santa unión que debe hacer la felici
dad de los matrimonios, no sea ocasión de disensiones y que
jas, he aquí los cargos y oficios que respectivamente deben;
cumplir el marido y la muger.,

§.v.
(o) 1. Cor. f. 4. : (*) VkI. S! Bfer. lib< 1. cont. Jovin¿
(c) Ephes. 5. a¿. (</) u Cor. 7.
3 jo '¡iNSTRucaoxes

V, .

De Jos oficios y, cargos del Matrimonio.

Jl ara. declarar perfectamente los principales cargos y


obligaciones de los casados , no es necesario mas que referir
los pasages en que la Escritura misma las explica. I.°: Muge-
res , dice San Pablo (<j) sed obedientes á vuestros maridos,
como es razón en lo que sea conforme á la ley y voluntad del Se-
0or. Amad , hombres casados, á vuestras mngeres , y no las tra
téis con amargura y aspereza , sino con agrado y xon honor como
á compañeras vuestras. Como á compañeras , dice, pues tal es
el nombre qaedió Adan; á su muger Eva: la muger , dixo,
que medísteis por compañera En atención á estos deberes
notaron algunos Packes i.° que Eva fué formada no de los
pies , sino del ¡costado de Adán , para -significar ,, que el ma
rido debe amar á la .muger como á su compañera. 2° Que
no fué hecha de la cabeza., para <jue entendiese que no era
:5eñora , sino subdita del marido. . ■ ■ ..>.■« 1
El mismo San Pablo enseña en otro lugar estas mismas
obligaciones, y da las verdaderas razones de ellas. Las mu-
geres , dice , obedezcan á sus maridos , como al Señor ; perqué
el marido es la cabeza de su muger , así .como fesu-Christo es
.cabeza de la Iglesia , que es su cuerpo (í). 2" vosotros maridos
amad á vuestras muger es , como Jesu-Christo amo á su Iglesia,
hasta entregarse á sí mismo á la muerte , para redimirla y santi
ficarla ((/). Los maridos , dice poco después , deben amar á sus
mngeres , como á sus propios cuerpos (e) : esto es , deben cuidar
las , estimarlas , y emplearse en algún trabajo honesto para
alimentarlas-, y huir al mismo tiempo de la ociosidad, que
es madre de casi todos los vicios. En fin por lo mismo que el
marido es cabeza de su muger y familia , debe también cor
re-
(a) Coló». 3. 18. 19. (í) Goaw. 3. (c) Ephes. $. »». «3.
(d) Ibid. t. aj. (*) v. a8.
sobre el Catecismo^ Parte II. jyi
regir las costumbres de todos , y hacer que todas, las cosas va
yan en orden. •
■ II. 'San Pedro expone un segundo cargo de Tos casados en
estos términos : Maridos vivid sabiamente con vuestras muge-
res , tratándolas con honor y discreción , como ¿r sexo mas debil^
y considerando que debéis ser con ellas herederos de ta gracia que
da la vida ; á fin que viviendo con pureza y castidad conyugal,
no se baile en vosotros impedimento alguno para la oración ,y de-
mas exercicios de piedad (a). Y poco ántes habia dicho : las
mugeres estén sujetas á sus maridos , para que si algunos no creen
al evangelio por la* predicación de la palabrar,' sean ganados sin
ella por la buena conducta de las mugeres-, considerando la pu
reza con que viven ,y el temor respetuoso que les tienen, é incii-
nándffsepór^ tatito á an:ar una Eeligion que inspira, tan justos sen
timientos Y las propope el exemplo de Sara', quien obede
cía á Abfhlfán , llamándole su Ser.ur. Nótense bien los santos
motivos que San Pedro propone á los fieles para el cumplimien
to de estos deberes: á fin , dice, que sus oraciones no sean iri-:
terrumpidas\ y d fin qua;lós maridos- infieles ó desreglados sean-
ganados para Dios¿ por la. buena conducta- de sur mugeres. Tengan,
pues, presente las mugeres casadas que después de Dios á nadie
deben amar ñ¡ estimar mas que á sus maridos ; que deben con
descender con ellos y obedecerles con mucho gusto en todas
las ¿rosas que na sean contrarias á la piedad christiana ,• que
deben vivir recogidas en sus casas , y nunca se atrevan á sa
lir de ellas sirí< necesidad , y sin licencia de sus maridos ; y
que su principal cuidado debe ser educar á los hijos en el te
mor de Dios y en eL culto de la Religión , y cuidar de las co
sas domésticas. ^ -'• ■ ...
¿ III. Los pa'dres de Sara muger del joven Tobías lo aconse
jaban así; á su hija , amonestándola que honrase -á sus suegros,
amase á su marido , rigiese su familia , gobernase su casa , y se
conservase- irreprensible en todas las cosas (c). San Pablo quie
re que se inspire a las jóvenes casadas la sabiduría y prudencia',
que se las ensene á amar á sus maridos , y se las instruya en el
....... ,, ■ amor
(a) 1. Petr. 3. 7. (*) Ibid. r. 1. et*. (c) Tob. 10.
2 " .•■ - ."Instrucciones
amor que han .de tener y mostrar á sus hijos, y en la obligación
que tienen de ser castas , sobrias , asistentes á sus casas ¡y cuida
dosas de su buen gobierno., afables , y subordinarse á sus mari
dos para que no tengan motivo de desazonarse con ellas, y los in
fieles decir mal de la Religión Cbristiana (a) como si favoreciese
los desórdenes de las mugeres. De esta manera merecerán los
sublimes elogios que hace el Sabio de la muger fuerte (¿>),
esto es de Ja muger aplicada al desempeño de sus obligaciones
respecto de Dios, de su marido , de sus. hijos, de sus domés
ticos; vigilante , Jabonosa y -caritativa con Jos pobres.
,. ¿ IV. San Pedro en el mismo lugar, que hemos citado, reco
mienda también á las mugeres Ja modestia y simplicidad en
sus vestidos y adornos. El adorno de las mugeres, dice, m debe
ser el exterior , que consiste en rizos 4e lo* cabellos >, en riquezas
de oro , en preciosidades y giüa de ¡os vestfd^ ^ sirio el interior
que -consiste en una hermosura invisible, oculta en el corazón, y
en la pureza é incorruptibilidad de un espíritu pacífico, modesto
y agradable , que es el mas -rico y'magnífico adorno á los ojos de
J)ios. De esta suelte, se ^ornaban < en qíro, tiempo las mugeres-
santas que ,esperaban en ,el Señor , y q#e vivían sujetes á sus
maridos '(c). :>..;>■-. •-, ■ -
A. este mismo "intento dice San Pablo : Deseo que las mu
geres vistan modestamente , adornándose con honestidad , y casti
dad y y ve con los cabellos enrizados , ó con adormí <de oro, ni
de perlas, .ni vestidos preciosos , sino como corresponde, á mugeres
que hacen profesión de piedad , y , que diben, mostrarla etí ssr
buenas obras (d). £s verdad no obstante que $i sus maridos
quieren que vistan y se adornen como las mugeres de su condi».
cion, ellas deben obedecer, pero observando dos cosas. La pri
mera , que en el modo de vestir, y adornarse en nada falten á
la modestia cbristiana , rí puedan inducir á^ttios. á pecado,
porque esto jamas es permitido. La segunda , qq¿ se hallen ea
la disposición de la Reyna Estber , quando decía : Señor,
vos sabéis la necesidad en que me hallo j y que en los dios en q'*e
me
(a) Tlf. *. 4. (h) Prov. 13. 10. le) t. Petr. 3. 3. seq.
(4) 1. Ti». ». 7- *eq.
sobre el Catecismo. Parte II. 375
me presento rodeada de magnificencia y ostentación, abomino la se
ñal de soberbia y de mi gloria que traigo sobre mi cabeza,
y la detesto como un lienzo manchado que causa horror ; que no
la traigo en los dias de mi silencio.... y que vuestra sierva
jamas se ha alegrado sino en Vos solo , ó Señor Dios de Abra'
han (a). • ,
V. En fin , el marido , dice el Apóstol (b) , esta obliga
do á pagar lo que debe á su muger ; y la muger de la misma
suerte tiene obligación de pagar lo que debe á su marido , por
que la muger no es señora de su mismo cuerpo , sino el ma
rido ; ni el marido es dueño de su cuerpo , sino su muger.
Guardaos , pues , de negaros reciprocamente este deber , á no
ser que convengáis los dos en ello , y esto por determinado tiem
po para daros á la Oración. Mas es necesario , que volváis
luego á vivir juntos \como antes , para que no os tiente Sota
nas , y os precipite en alguna torpeza , no estando acostum
brados i la continencia, j Pero de que manera se debe pa
gar el debito conyugal ? Escuchad lo que el Angel Rafael
dice á Tobías : El demonio tiene potestad sobre aquellos que
se casan de tal suerte que no piensan en Dios , ni llevan- el
fin de servirle en el matrimonio , sino únicamente de satisfacer
sus deseos carnales , como el caballo y el mulo que no tienen en*
tendimiento (c). Y después de haberle dicho que'á la con*
sumacion del matrimonio debía preceder la continencia y
la oración , añade : Tomarás á tu muger con temor del Señor\
y en el deseo de tener hijos, mas bien que llevado de ' h pa^
síon , para que tengas parte en la bendición de Dios Ved
ahí la regla. No solamente no es lícito todo en el uso del
matrimonio , sino que toda acción contraria al fin del ma
trimonio , que es la generación de los hijos , es criminal
por sí misma : todo lo que de suyo no se ordena á este fin
es desordenado; y no está exento del pecado el que busca
el deleyte mas bien que el fin del matrimonio. Por lo qual
conviene acordarse de loque exhorta el, Apóstol: Los que
ten
ia) Esther. 14. 16. (¿) 1. Cor. 7. 3. leq. (c) Tobhe tf. 17,1 •'<>>
{d) Ibid v. «a. ' üJ
Tom. II. Yy
g-ftj. Instrucciones •>
tengan mugeres , ténganlas como si no las tuvieran (a). Y tam
bién de lo que dice San Gerónimo : El varón sabio debe
amar á la muger con juicio , no con apego : y contendrá los
ímpetus del deleyte , y no se arrojará precipitado al acto car
nal : pues no hay cosa mas fea, que amar á la muger , co
mo á una adúltera (A). Así , pues , como hay algunas cosas
que los casados no se pueden negar lícitamente , y están
comprehendidas en el dominio que se ban dado sobre sus
cuerpos , así también hay otras que no pueden exigir ni
conceder sin pecado : y el matrimonio léjos de excusar es
tas suertes de impurezas , las hace mas criminales, como
. dice San Agustín (f); y por tanto no deben creer , que todo
les es permitido , que no se puede herir la castidad en el
matrimonio , sino que por el contrario es muy fácil per
derla , excediendo en el uso de él , y la vergüenza que les
detiene para descubrir estos excesos á una persona sabia y
prudente , y consultarla sobre ellos , se termina freqüente-
mente en una multitud de pecados y sacrilegios.
»i Ademas de esto deben advertir los casados , que aun
que el matrimonio hace buen uso déla concupiscencia, ella
es isin embargo desordenada y vergonzosa en sí misma ; que
el christiano debe desear y procurar disminuirla y debi
litarla ; debe gemir siempre , y jamas le es permitido har
cer, vanidad de estos asuntos, ni hablar de ellos con liber
tad , usando de bufonadas y bachillerías que son vergonzosas
Vi profanas en todos estados. . <■ \ ■ • t •
L-.> "Y porque los casados necesitan mucho del socorro de
Dios paca vencer las tentaciones y dificultades de su es
tado , será bien que se abstengan del uso matrimonial al
gunas veces, para darse á la Oración: y señaladamente se
deben abstener por lo menos tres dias antes de recibir la
Sagrada Eucaristía , y freqiientemente quando se celebran
los ¡ayunos de Quaresma , como lo mandaron los Padres.
De esta manera pasarán una vida quieta y tranquila , y
í se
(a) i. Cor; 7. . (í) Lib. 1. cont. Jovio, prop. fin. (c) Lib.de boa.
conjug. c 6. & c. 11. n. iz. in fin.
«1 • ■
sobre el Catecismo. Parte II.
se aumentarán cada dia los bienes del matrimonio con el
favor de la divina gracia.

§. VI.

De las condiciones necesarias para que el consentimiento hag»


■ válida el Matrimonio , y de los impedimentos que hacen
.' . ilícito ó nulo este Sacramento. .„j

os muchos inconvenientes, abusos , turbaciones y em


barazos de conciencia que se experimentan en los matrimor
nios indiscreta é ilegítimamente contraidos , demuestran bien
la importancia de que todos los fieles tengan ciertas nocio
nes generales que les impidan ser seducidos , y les pongan
en estado de poder impedir las seducciones de otros. Por
que la máxima general de que el consentimiento hace el
matrimonio , puede ser muy engañosa , y conducir á muchos
á diferentes errores que es necesario evitar : siendo del
todo cierto , que para contraer matrimonio no es bastan
te el que dos personas consientan en él , y se den mutua
mente el dominio de sus cuerpos , sino que se requieren
otras muchas condiciones, y son las siguientes : i.» Es nece
sario que el consentimiento sea libre y no forzado , porque
-el consentimiento forzado no hace matrimonio. 2.a Es ne
cesario que el consentimiento se exprese con palabras , que
señalen el tiempo presente , esto es , que signifiquen que
las partes contrayentes en la hora misma se toman por
marido y por muger ; porque las palabras que señalan el
tiempo futuro , prometen matrimonio , pero no le hacen,
y el consentimiento en el matrimonio futuro no puede ha
cer matrimonio de presente. 3.a Es necesario que el ma
trimonio se celebre expresando las partes su consentimiento
delante de un Sacerdote y de dos ó tres testigos. 4.* Es
necesario que este Sacerdote sea su propio Pastor , es decir,
el Obispo ó el Cura de una de las dos partes , ó un Sa
cerdote delegado por el Cura ó el Obispo , ó por su Vi
cario General, f.* Es necesario que las partes que contraen
Yy a ma
3 y6 Instrucciones
matrimonio no tengan impedimento alguno que haga nulo
el matrimonio. Pero estos impedimentos son muchos y será
conveniente daros alguna idea de ellos , no tanto para ins
truiros perfectamente en la materia , porque esto pediría
una discusión muy larga , quanto para advertiros la gran
necesidad que tenéis de consultar á personas sabias en las
menores dificultades que ocurran , porque sucede muchas ve
ces que lo que parece poca cosa y que no merece atención,
es un impedimento que trae consigo peligrosas conseqüencias.
Los impedimentos , pues , que hacen nulo el matrimonio son
i .° El error de la persona , y sucede quando se cree con
traer matrimonio con otra persona que la que se tiene
presente , como Jacob que se casó con Lia , creyendo que
se casaba con Raquel. En este caso es nulo el matrimonio,
pero no lo es , quando el error solo mira á la qualidad de
la persona , á quien se cree mas rica , ó de mejor naci
miento , que lo es en efecto. a.° El error en la condición,
y es quando se casa con una persona esclava , creyendo que
es libre. 3.0 El voto solemne de castidad que se hace en
la profesión Religiosa , porque el voto simple de casüdad
hace solamente ilícito el matrimonio , pero no le hace nu
lo (a). La Iglesia mira los votos solemnes como un matri
monio espiritual , que liga indisolublemente las personas que
los hacen á Jesu-Christo por toda su vida. 4.0 El parentes
co , ó consanguinidad : el matrimonio contraído entre pa
rientes en línea recta , como padre , hijo , nieto , &c. es siem-
Í>re nulo en qualquier grado de parentesco. En la línea co-
ateral como primos , sobrinos &c. , no se puede contraer
matrimonio entre parientes hasta el quarto grado inclusi
vamente. Para saber en qué grado de parentesco se hallan
dos personas , es necesario subir y buscar el tronco común
de ambas, y después tomando el grado mas distante de las
dos personas en qüestion , se dice que éstas distan entre si
otros tantos grados , quantas personas hubiere entre la mas
distante y el tronco comün ; con la circunstancia que el
tron
ío) Agust. de boa. Viduir. c. 9. ' ••»
sobre el Catecismo. Parte II. 35-7
tronco común no se cuenta , pero sí la persona que se com
para , la qual hace un grado. La Iglesia ha querido por este
medio 1 .° multiplicar los lazos de unión entre los christia-
nos , multiplicando los matrimonios entre diversas fami
lias : 2.0 prevenir los pecados , que las freqüentes ocasio
nes , y la libertad de verse harían cometer á los parientes,
si esperasen poder casarse unos con otros. El j\° impedi
mento es la añnidad ; la qual puede ser carnal ó espiritual.
La carnal es la que proviene de la consumación del ma
trimonio , y se contrae entre el marido y los parientes de
su muger de una parte , y la muger y los parientes de su
marido,de la otra. Igualmente puede nacer esta afinidad de
la fornicación , con esta sola diferencia , que la afinidad que
proviene del matrimonio , hace el matrimonio nulo hasta el
quarto grado inclusivamente : pero la que nace del acto
ilícito no se extiende en quanto al efecto de anular el ma
trimonio subsiguiente, sino hasta el segundo grado. Y según
el Concilio de Trento (a) , si la fornicación con los parien
tes es después del matrimonio , no le anula , pero priva al
culpable del derecho de pedir el debito á su consorte. La
afinidad espiritual se contrae lo 1 .° entre el que bautiza y
el bautizado. 2.0 Entre el bautizado ó confirmado , y sus
padrinos del Bautismo ó de la Confirmación. 3.0 Entre los
padrinos del Bautismo ó Confirmación, y el padre ó ma
dre del bautizado ó confirmado. Los que están en los ca
sos de esta afinidad no pueden contraer matrimonio en
tre sí.
El 6.0 impedimento se llama crimen , y se puede redu
cir á las especies siguientes. i.a Si una persona casada que
comete adulterio con alguno , le promete casarse con él des
pués que muera su consorte , y el cómplice del adulterio
acepta la promesa que se le hace , no puede casarse con
él aun después de libre, y aunque ni .el- uno , ni el otro
hayan contribuido á la muerte de la persona qucservia de
obstáculo
v , -.ial matrimonio.
. .ic :■ .1- .,,2.0• -. Si
.1 cuno 'ú : otro
ni:'.' -■ 1de los
■ Uque co-
..' ..1 ..sví ..." j. .'.¡i.... ■ . »*"
(«) Seis. 94. de Reform.
3 5*8 Instrucciones
metieron adulterio , hubiere contribuido á la muerte del
consorte con la mira de casarse con su adúltero , aunque
no haya habido promesa de matrimonio entre ellos , no
pueden sin embargo casarse (a).
El 7.0 es la diversidad de culto 6 de Religión. Los
christianos no pueden casarse con los infieles. El matrimo
nio de un católico con un herege es ilícito , pero no es
nulo , quando no hay otro impedimento El 8.° es la
violencia ó el temor de algún grave mal é injusto con que
se amenaza á una de las dos partes contrayentes , á fin de
arrancarla el consentimiento ; porque es esencial al matri
monio , que el consentimiento sea libre (c). Se debe obser
var , que el que ha consentido por fuerza en el matrimo
nio , y sabe que es nulo , no puede consumarle sin pecado,
á minos que quiera ratificarle en la consumación de él.
Porque los matrimonios nulos por falta de consentimiento,
se hacen válidos prestando después el consentimiento , sin
-que haya necesidad de renovar las solemnidades. El 9.0 es
él defecto de edad , porque el matrimonio es nulo , si la
fnuger no llega á los doce años de edad , y el varón á los
catorce , á menos que haya pruebas de que se ha anticif
pado la pubertad en ellos. El 10 es el órden ó la consa
gración que se recibe por los Ordenes mayores , cuyo pri
mer orado es el Subdiaconado. El Obispo antes de ordenar
al Subdiácono , le declara , que por este Orden ha de que
dar obligado á vivir en continencia , y la aceptación táci
ta de esta condición de parte del Subdiácono tiene fuerza
de voto solemne (</). El 1 1 . es el lazo del matrimonio con
traído , el qual hace nulo qualquier otro matrimonio que
se contraiga después , á no ser que preceda la muerte del
primer consorte. El 12 es la honestidad pública. Este im
pedimento nace i.° de los esponsales ó de la palabra mutua
de casamiento , y se extiende á los parientes del uno y del
: . :■• . Otro
(o) Cap. Si \quis vívente 31. q,;i. n. £.,41 cap. Significaste Eod. tic,
(b) D. Th. q. 59. suplem. a. 1. Aug. defid.& oper. c. 19. (c) Cone.
Tcífct. 3. can. 10. Trid. ses. 14. c. p. (rf) Trid. Sess. «4. can. 9. De re
corra. Matrim. un .-.■•>» a.- „ i ■ . >
sobre el Catecismo. Parte II.
:Otro en el primer grado : es decir, que los que hubieren
contraído esponsales , aunque legítimamente se aparten de
esta promesa , no pueden contraer matrimonio con dichos pa-
• rientes. 2.0 Del matrimonio rato no consumado , aunque
haya sido nulo, con tal que la nulidad no provenga de
kfalta de conseatimíento (a) , y este impedimento se extiende
hasta el quarto grado inclusivamente (b). El 1 3 es la clandes
tinidad : se llama matrimonio clandestino el que se hace en
oculto , esto. es , sin la presencia del Cura-, y de dos ó
tres testigos. El 14 es la locura perpetua de una de las
dos partes, porque impide el consentimiento que es necesario
al matrimonio. El iy es el rapto, ó arrebatamiento de uña
muger de casa de sus padres á fin de casarse con ella,
mientras que persevere baxo la potestad del raptor , y no sea
puesta en plena libertad , para que dé su consentimiento,
como dice el Concilio de Trento (c). El 1 6 es la impoten
cia perpetua , que impide consumar el matrimonio , ya pro
venga de frialdad , ya de otra causa (d).
Hay ademas otros impedimentos que hacen ilícito el ma
trimonio , aunque no le anulan , quales son i.° la prohibición
de la Iglesia ; porque la Iglesia prohibe la celebración del
matrimonio en ciertos tiempos, como desde el adviento has
ta el dia de Epifanía , y desde el dia de las cenizas hasta
la octava de Pasqua (e). a.° Con ciertas personas , como con
los hereges ó excomulgados no absueltos. El defecto de
ciertas formalidades , como la publicacien de las procla
mas , y el examen exacto del estado de las partes para sa
ber sí pueden contraer libremente , y están suficientemente
instruidos para recibir el Sacramento. 3.0 Los esponsales con
traidos con otra persona ; porque no se puede violar esta
promesa , sin pecar gravemente. 4.0 El voto simple de cas
tidad ó Religión.
\ ' ..i .. . Ta

ta) C. udíc. de Sponsal. & C. lúa «oí de Sponsal. (b) Declar. Congr.
Conc. an. 1^58. (c) Trid. ses. 44. {d) Cap. Requislsti. ¿3. q. 1. a.
*. Cap. Fraternttatis de frig. 8c malef. a. ó. (*) Trid. Sess. 24, Syaod»
j 6o . Instrucciones
Tales son los impedimentos del matrimonio de que deben
tener noticia todos los fieles. Mas porque se puede obtener
dispensa aun de algunos de aquellos que anulan el matri
monio , quales son el parentesco y la afinidad , y contraerle
después válida y lícitamente , es muy importante que se
haga reflexión sobre las reglas y observaciones siguientes,
para no apartarse jamas del espíritu de la Iglesia.

Observaciones sobre las dispensas.

I. Los que sabiendo que son parientes , 6 afines en gra


dos prohibidos, se atreven no obstante á contraer matrimo
nio , y asimismo á consumarle 5 ó que no sabiéndolo , no
han cuidado de observar las ceremonias solemnes que se
requieren para contraer matrimonio , deben tener entendido
que se han hecho indignos de que la Iglesia dispense con
<llos. Porque el que desprecia temerariamente los preceptos sa
ludables de la Iglesia , dice el Concilio de Trento 7a) , na
merece experimentar fácilmente su bondad y beneficencia.
II. Si habiéndose observado todas las solemnidades que
Se requieren , se llega á descubrir algún impedimento se
creto , de que probablemente las partes no tuvieron noticia
alguna , entonces se podrá , según el mismo Concilio , con
ceder la dispensa con mayor facilidad y gratuitamente
III. En orden á los matrimonios, dice el mismo Concilio, que
están por contraer ; no se concederá dispensa alguna de los impedi
mentos dirimentes , ó no se concederá sino raras veces , por causas
justas y razonables y graciosamente. Por lo que es del segundo
grado de parentesco , no se dispensará jamas sino en favor de los
Príncipes , y por algún interés público (c).
IV. Quando se hallare, pues , algún impedimento que
anula el matrimonio , aunque sea de aquellos que se puede
obtener dispensa , la regla general es sujetarse á la Ley
de la Iglesia , y mirar el impedimento como una prueba de
que Dios no quiere que se efectué el matrimonio. Para fun
dar
(«) Trid. sess. 34. de Refor. Matr. e. 5. (¿) Ibid. (c) Ibid.
sobre ei Catecismo. Parte II. 361
dar la súplica de una dispensa , es menester que haya ra
zones graves y considerables , y no deben ser oidos los mo
tivos que sugiere la concupiscencia. Seria de desear , dice
una excelente Teología moral , que todos los christianos su
piesen y, observasen puntualmente lo que prescribe el Concilio
de Trento en orden á las dispensas , para evitar un error que
es muy común entre las gentes del siglo , las quales se ima
ginan que es bastante valerse de un agente , y darle el dinero
necesario para hacer venir la dispensa, sin tomarse el trabajo
de examinar , si tienen razones fuertes y verdaderas para pe
dirla y obtenerla. Pero de esto volveremos á hablar tratando
del. voto*
§• VII.

De las causas ó fines que deben principalmente mwer á contraer


matrimonio.

H^To se puede negar , que las abundantes gracias que


santifican el matrimonio , dependen mucho de los principa
les fines que realmente llevan , ó se proponen los hombres
para abrazar este estado í pero no siempre se proponen los
que deben proponerse , y ved aqui lo que hace necesaria
la instrucción en esta parte. Por tres Causas , dice el Ca
tecismo Romano , deben juntarse el hombre y la muger. La
i.a es la compañía misma de ambos sexos apetecida por
instinto de la naturaleza , y concillada por la esperanza de
auxiliarse reciprocamente para llevar mas fácilmente en el
temor de Dios los trabajos de la vida y soportar la flaque
za de la vejez. La 2.a es la propagación del linage humano
á fin de recibir la bendición en los hijos (a) , criándolos y
educándolos en el servicio y culto del verdadero Dios. Con
esta mira señaladamente se casaban los Santos Patriarcas , co
mo se dexa ver en las sagradas letras. Nosotros somos hijos
de Santos , decia el Joven Tobías á Sara su esposa , y no
debemos casarnos como los paganos que no conocen á Dios (b).

<#) Tobiae^. (*) Tobi* 8. j.
¡ Tom. II. Zz
362 Instrucciones
Tú, Setior (asi oraba el Joven Tobías), fue hiciste 6 Adán
del polvo de la tierra , y le diste á Eva para que le ayu
dase : tú sabes que tomo á esta tu sierva para muger mia,
no por satisfacer mi sensualidad , sino por el solo deseo de te
ner hijos , que alaben tu nombre en todos los siglos , (a). El
demonio (decia el Angel á Tobias) tiene potestad sobre aque
llos que se casan , de tal suerte que no piensan en Dios , /ti
llevan el fin de servirle en el matrimonio , sino de satisfacer
sus deseos carnales , como el caballo y el mulo que no tienen
entendimiento (b). Pero si el matrimonio en quanto es con
junción natural , y no estando elevado aun á la dignidad
del Sacramento se debia contraer para servir á Dios, y
no para servir á. las pasiones , como lo hicieron Tobías y
Sara , con mayor razón los christianos deben recibir este
Sacramento á fin de multiplicar el número de los adoradores
en espíritu y en verdad del verdadero Dios y salvador nues
tro Jesu-Chrísto. La tercera causa se toma de la.rebeiion
de la carne al espíritu provenida del pecado del primer
hombre, y es que si alguno reconociendo su flaqueza no
quiere sufrir esta peligrosa lucha , se ponga en seguridad
por medio del matrimonio , para evitar la incontinencia. Y
asi escribe el Apóstol : Por evitar la fornicación cada uno
tenga su muger, y cada muger su marido (c). Y poco des
pués habiendo enseñado que los casados deben abstenerse al
gunas veces del uso conyugal para darse á la Cracion,
añade : T volved luego á juntaros , porque no os tiente Sata
nás á causa de vuestra incontinencia (d). Aquellos , pues (dice
San Agustín) que no pueden vivir en continencia , conviene
que se casen , según la sentencia del Apóstol: : Si no pueden
contenerse , cásense , porque mejor es casarse que quemarse (e}.
Mas aunque el matrimonio sea el apoyo de la flaqueza del
hombre , y el remedio de su incontinencia , según la ex
presión del mismo Santo (/), con todo eso no se ha de
bus-
(«) Ibi. 8. (í) Tob. 6. 17. (c) 1. Cor. 7. (d) Ibid. (e) S. Aug.
lib. de bon. Conjug. c. 10. (/) Id. de bon. Viduit. c. 8. lib. o. de Ge
nes, ad lie. c. 7. Sí de nupt. & Coa. c. 13.
sobre el Catecismo. Parte II. 363
buscar este remedio por el placer qué se halla en él , sino
porque con el se puede servir mejor á Dios, y obrar con
mayor seguridad su propia santificación : de suerte que por
qualquiera causa que se contraiga el matrimonio , para que
éste sea christiano , debe contraerse por Dios y á gloria
suya. Porque si San Pablo hablando en general de las ac
ciones de la vida , aun de las mas comunes y ordinarias,
dixo : Sea que comáis, sea que bebáis , o bagáis qualquiera
otra cosa, bacedlo todo á gloria de Dios (a)', y en otro lugafí
Todo lo que hacéis sea por palabra, ó sea por obra, baced
lo todo en nombre de nuestro Señor Jesu-Christo (b) ; ¿ no se
deberá decir otro tanto del matrimonio , que es una de las
mas importantes acciones de la vida christiana ?
Asi el matrimonio christiano es aquel que se contrae
en nombre , y por el espíritu de Jesu-Christo : con la mi
ra de seguir la voluntad de Dios que le llama á él ; y
en donde se propone por último fin la gloria de Dios, y
la salvación eterna. El verdadero christiano no busca la
muger para satisfacer la pasión , ni por miras de ambición
6 de interés ; sino para- tené*r una companera con quien
pueda , en medio de los cuidados domésticos , vacar á la
oración , y al servicio de Dios ; que parta con él en una
perfecta unión de espíritu y corazón las dulzuras y amar
guras de la vida ; y que concurra por su parte á la edu
cación de los hijos , que Dios quiera darles.
Yo no 'digo que esté prohibido al christiano el dexarse
mover de ciertas qualidades y ventajas que pueden hacer
á una persona amable , como son las riquezas , la hermo
sura y la nobleza, porque á la verdad no se oponen a la
santidad del matrimonio ; ni en las sagradas letras es re
prehendido el Patriarca Jacob por haber querido mas á Ra
quel que á Lia prendado de su hermosura (f). Es cierta
mente muy permitido al christiano el considerar los dife
rentes bienes que la muger puede traerle , y esto por res
pecto á los designios que tiene á su profesión y al estado
de
{a) 1. Cor. 10. 31. (¿) Colos. 3. (c) Genes. 39.
Zz 2
364 .'" Instrucciones
de sus negocios : pero nada de esto debe ser decisivo pa
ra él : las mayores ó menores ventajas temporales no de
ben hacerle doblar á una parte mas que á otra , sino eí
buen juicio , la virtud christiana , la rectitud de corazón,
el espíritu de Religión , y la oposición á las máximas del
mundo ; de suerte que repute por nada la hermosura y las
riquezas , sino están acompañadas de la virtud , y sino tiene
motivo de esperar vivir christiana y apaciblemente con la
muger , que le presenta en lo temporal las ventajas mas
lisongeras. ¿Pero es esto lo que se practica? ¡Ah! La
ambición y avaricia de los padres , y de los que se casan,
y además ciertas leyes quiméricas que se fixan en su espí
ritu , deciden freqüentemente de los matrimonios. Por exem-
plo , se imagina que es necesario vivir en cierta clase en
el mundo y conservar en ella todo el aparato y brillantez
correspondiente, y que es un mal muy grande el decaer
un poco del estado á que se pretende tener derecho: y
para evitar esta infelicidad de imaginación y de ambición,
se prefiere una muger rica , pero mundana , que tiene lle
na la cabeza de las locuras tiel mundo , y con quien jamas
se tendrá paz , ni unión verdadera , á una muger sabia,
modesta y bien educada. Y de aqui ¿qué de males aun para
este mundo ? Porque asi como la unión y paz de una fa
milia , y la dulzura de la sociedad que se halla con un
espíritu bien puesto , SBn bienes ¡incomparablemente mayores
que todas las riquezas y grandezas del mundo j asi por el
contrario , una muger desordenada y caprichosa , un marido
brutal y soberbio son males tan grandes aun para este mun
do, que no hay otros'que puedan igualarles. Por esto aconseja
bien el Eclesiástico : Tienes una hija que debe ser casada, cá
sala y dala á un hombre sensato. No dice , como nota un
Autor sabio y piadoso , dala á un hombre rico y noble,
porque esto es digno de los gentiles ; pero ¡os hijos de los
Santos , los verdaderos christianos atienden mas á las rique
zas y nobleza del alma , que á las prerogativas de la san
gre y bienes de la fortuna.
Establecidos estos principios , es fácil comprender que
sobre el Catecismo. Parte II. 365"
antes de contraer matrimonio , y antes de resolverse á ello,
es necesario consultar la voluntad de Dios sobre el empeño
mismo, y sobre la elección de la persona ccn quien se ha
de contraer; porque este es uno de los asuntos mas importan
tes de la vida por las buenas ó malas conseqüencias que pue
de tener. Asi el que sin deliberación , discernimiento , y sin
consultar á Dios abrazase el matrimonio, cometeria una im
prudencia muy grande , y la mas injuriosa al Señor , su
puesto que debiéndole la vida y todas las acciones , no le
consulta sobre lo que debe ser el principio de todas sus obras
en el estado que elige.
-v Pero 1 cómo unos jóvenes sin experiencia pueden con
sultar á Dios sobre el estado que deben abrazar ? Respondo,
que ó los jóvenes tienen luces, ó no las tienen. Si las tienen,
deben aplicarse seriamente á conocer la vocación de Dios,
tomarído consejo de los que pueden dársele , y dirigiéndose
principalmente á Dios por la Oración , y todo género de
buenas obras , á fin de que le guie en un paso tan peligroso.
Porque ¿en qué ocasión mas importante para ellos podrán
jamas usar de su razón ? Sí no las tienen , deben suplirlas
por la sabiduría y discreción de personas doctas y expe
rimentadas , eligiendo un director ilustrado á quien deben
descubrir el fondo de su corazón , para que puedan cono
cer mejor la proporción de sus fuerzas con el género de
vid a sobre que deliberan.

■ r„ t. $.. VIII. ¡ :*

T)e la importancia y dificultad de la deliberación sobre si sá


abrazará ó no el estado del matrimonio : y de los defectos que
puede tener esta deliberación.

La deliberación que cada uno está obligado á hacer


sobre si eligirá ó no el estado del matrimonio es una de
las mas importantes y difíciles acciones de la vida , y pa
ra la qual tenemos mayor, necesidad de la asistencia de
Dios. Es una acción muy importante j porque todas las
' •■> • ten
3 66 Instrucciones
tentaciones que sufrimos , provienen del género de vida que
abrazamos , y de los objetos que nos rodean. Pero el estado
de continencia , y el del matrimonio presentan objetos muy
diversos , y obligan á ciertos géneros diferentes de vida : son
dos caminos que terminan ambos en la eternidad , pero que
tienen respectivamente sus, obstáculos y dificultades separa
das que vencer. Unos se pierden en el matrimonio que aca
so se hubieran salvado en el estado de la continencia j y
otros se pierden en el estado de continencia , que podrían
tal vez haberse salvado en el matrimonio. La salvación,
pues , depende muy principalmente de la elección de estado:
y por tanto importa mucho que se delibere seriamente so
bre el que conviene. 'n?.
Es asimismo la deliberación muy dificultosa , y esta di
ficultad nace de muchas causas. i.° Del poco conocimiento
que tienen los jóvenes de los embarazos de los diversos
estados de la vida , porque no consideran sino la apariencia
de ellos : asi no ven en el matrimonio sino un cierto exte
rior , y engañosa perspectiva que les atrae , porque es con
forme á sus pasiones ; pero nD ven los trabajos y peligros
de este estado : y no conocen míjor las dificultades de la
continencia, porque solo las contemplan á bulto, y sin com
pararlas con las del estado del matrimonio. 2.° Del poco
conocimiento que los jóvenes tienen de sí mismos , porque
los mas de ellos casi nunca han hecho reflexión sobre sus
propias inclinaciones ; jamas han examinado la proporción
de las dificultades de los diversos estados con sus disposi
ciones ; ni saben por consiguiente el peligro á que se ex
ponen en los encuentros y tentaciones que son proprias á
los estados. 3.0 Del poco conocimiento que tienen de los de
beres de la vida christiana ; porque la dificultad que se en
cuentra en los diversos estados , consiste, en la dificultad de
cumplir en ellos las obligaciones del christianismo : asi para
conocer esta dificultad , es necesario conocer sus obligacio
nes. 4.0 De los malos consejeros que influyen en la elección, y
de la dificultad de hallarlos buenos. Porque además de las
inclinaciones naturales que conducen al matrimonio , y ha-
cea
sobre el Catecismo. Parte II. 367
cen impresión en el alma, representándola los objetos que
la mueven y atraen ; además de la costumbre y la impre
sión de los discursos de los hombres qne dan ideas venta
josas del matrimonio , y tal vez hacen mirar con desprecio
el estado del celibato j los padres y madres lejos de dismi
nuir la dificultad de esta deliberación , la aumentan muchas
veces destinando á sus hijos al estado de continencia , ó al
del matrimonio por puros intereses humanos , y sin haber
considerado el estado interior de fuerza ó debilidad en que
se hallan. De suerte , que aunque sea natural que los hijos
se conduzcan en la elección de un estado por las luces de
sus padres , sucede no obstante que deben sospechar justa
mente de sus consejos , quando los padres tienen poca luz
y muchas pasiones. . . . - .
Mas una deliberación tan dificultosa no es de extrañar
que esté expuesta á muchos defectos y abusos que es ne-
, cesa rio conocer y evitar. Y en primer lugar , como el ma
trimonio empeña de ordinario á los que le abrazan en un
.cierto género de vida muy diferente del que tienen los
célibes , sucede muy freqüentemente que se resuelve por el
matrimonio , porque se aman ciertas cosas , que se creen
falsamente permitidas á los casados , y se quiere evitar
la practica de ciertos deberes que se imaginan propios de los
que han renunciado al matrimonio , aunque sean esencia
les y necesarios á todo el mundo y á todos los estados ; y
es claro entonces que esta deliberación es viciosa y corrom
pida , porque se busca en ella el libertinage y desorden.
Hay algunos, por exemplo , que suponen que á la verdad
las diversiones del mundo , el bayle , la comedia , las con
versaciones libres , la vida de pereza y visitas serian in
decentes á una persona que hubiere hecho profesión de re
nunciar al mundo y consagrarse á Dios , pero que todo esto
es permitido á los casados , y en conseqüencia se determi
nan al matrimonio , para conservarse Ja libertad de gozar
del mundo , y no abstenerse , contra la prohibición de San
Pedro , de los deseos seculares (tí).
Hay
(a) 1. Fetr. 3. ix.
368 Instrucciones
Hay asimismo algunas mugeres que piensan que sola
mente las solteras están obligadas á la modestia de los ves
tidos , y que las casadas tienen entera libertad en este punto,
y abrazan el matrimonio para tener esta libertad. Pero aun
que San Agustín (a) reconoce que puede haber alguna di
ferencia entre el Vestido de una muger casada , y el de
una viuda ó Religiosa consagrada á Dios , es sin embargo
cierto lo i.° que todas las mugeres sin excepción alguna de
ben vestir modestamente : a.° que la separación interior del
luxo y de las pompas del mundo , es un precepto general
que mira tanto á las mugeres casadas , como á las que están
consagradas á Dios por el voto de continencia.
1 Muchos suponen que la vida de Oración y recogimiento
es propia de los Eclesiásticos 6 Religiosos , y que los casa
dos no están obligados á ella , y como estos exercicios de
devoción les incomodan , pretenden eximirse de ellos , re
solviéndose por el matrimonio. Pero esta es una imaginación
falsa y engañosa. Pues aunque los casados no estén obli
gados á los mismos medios particulares para conservarse en
el espíritu de Oración , que los Eclesiásticos ó Religiosos^
están no obstante obligados al mismo fin , esto es á velar y
trar sin intermisión , como dice el Apóstol (b) , á orar siem-
fre , y no cansarse como dice Jesu-Christo (c) , á mortificar
sus pasiones , y apartarse da los peligros de pecar ; y los
medios que pueden elegir para conservarse en la amistad de
Dios , acaso no son menos penosos á la naturaleza que los
que practican las personas consagradas particularmente á Dios.
Se encuentran también ciertas mugeres que abrazan el
matrimonio por librarse de la sujeción á una madre que las
incomoda , y tener libertad de vivir á su fantasía. Pero
se engañan , si se persuaden que la obligación que con
traen de obedecer al marido , sea menos estrecha y onerosa,
que la de obedecer á una madre , y si creen que estando
casadas pueden vivir á su fantasía , y seguir su inclina
ción.
Hay
(a) S. Aug. ep. atfa. a, 9. (£) 1. Thesal. 5. (r) Luc. 185.
sobre el Catecismo. Parte IT. 369
Hay en fin bastantes personas que huyen de la vida Reli
giosa á causa de las penitencias y mortificaciones que se prac
tican en ella , y entran en ei matrimonio como en una vida
exenta de estas obligaciones penosas. Pero estas viven también
en el error , sí se imaginan que no están obligadas á algunas
penitencias en la vida del matrimonio, porque no cometiéndose
en ella menores faltas , no están menos obligadas á reparar
las , por medio de una vida laboriosa y penitente , como he
mos dicho en otra parte. , '• 1 :
De aquí se 6¡gue , que los que quieren deliberar razona
blemente sobre el estado que deben elegir , están obligados á
instruirse cuidadosamente ante todas cosas de las obligacio
nes comunes y particulares de la vida christiana 5 y que los
Padres deben hacerlas conocer á sus hijos , y no permitir que
se determinen á una elección tan importante , por ignoran
cia , por amor al mundo , y por el deseo de vivir en este es
tado con una libertad que no les es permitida en algún
otro. .
II." El segundo defecto que es necesario evitar en esta de
liberación , es cierta ilusión que causa la pasión en muchos de
los que se inclinan al matrimonio , y consiste en aumentar
las dificultades de la continencia y de la vida religiosa , y
disminuir las del matrimonio; lo que sucede asimismo algunas
veces sin pasión , por el solo defecto de experiencia , y de lu-
ces; porque son pocos los que conocen bien los trabajos y
peligros del matrimonio , y al contrario son muy obvios y
Fáciles de concebir los trabajos de la vida religiosa y del es
tado de continencia : y por esto es necesario instruir á los que
se hallan en estado de deliberar sobre este punto , notando
algunas dificultades de las mas comunes del matrimonio, y que
merecen ser consideradas atentamente.
1. Un matrimonio sin unión es una especie de infierno;
porque la presencia continua de una persona á quien se tiene
aversión , junta con el pensamiento de que no se puede librar
de ella , sino por la muerte, aumenta esta pena hasta un pun
to que no se puede explicar. ¿Y quántos matrimonios se en
cuentran de estos? Verdaderamente es bien dificultoso que la
Totn. II. Aaa unión
37© Instrucciones
unión de los casados dure por largo tiempo , porque todas las
imperfecciones , defectos y malos humores se descubren muy
diferentemente en Ja sociedad del matrimonio , que en las
Qtras uniones y compañías menos estrechas y roas exteriores.
Son muy pocos los que no sepan , ó puedan tener buenas mo
dales y conversar con humanidad y agrado con las gentes ex
trañas, ó por lo menos de una manera que no ofenda, pero
se quita luego esta máscara en la vida doméstica , y se mues
tra cada uno según es. Así es increíble lo que tiene que su
frir .una muger honesta , para sobrellevar á un marido terco,
irracional y brutal ; y lo que hace padecer á un marido hom
bre de bien una muger soberbia , caprichosa , loca , y que
todo lo toma al través. Los que viven en Comunidades Re
ligiosas , confiesan con razón , que su principal trabajo con
siste en acomodarse al humor de sus Superiores , y esto sin
embargo que los Superiores tienen por lo común algunas bue
nas qualidades ; solo lo son por determinado tiempo ; su au
toridad está limitada por la Regla de los Monasterios ; y tie
nen sobre sí otros Superiores que les corrigen , si es necesario,
en sus visitas ; todo lo qual hace , que el Religioso que vive
arregladamente rara vez tendrá algún encuentro con ellos.
Mas el matrimonio respecto de la muger es una especie de
religión , en que toma por superior á un hombre que apenas
conoce sino en el exterior, que tiene tal vez poco entendimien
to y menos prudencia , que no guarda regla alguna en la con
ducta que tiene con ella , que se considera independiente en
su casa , de quien no se puede librar sino por la muerte del
üno , ó del otro , y con quien ha de llevar un comercio con
tinuo para todas las cosas , no pudiendo la muger hacer na
da legítimamente , y según Dios , sino con el parecer y con
sentimiento de su marido. '
Y aunque los hombres en el matrimonio hagan las veces de
superiores, su condición no es por «so menos dificultosa que la
de las mugeres , porque esta es una superioridad de que no
pueden usar con imperio , y es necesario que sean como de
ben ser , y que tengan mucho miramiento , y razonables con
descendencias con el humor de sus mugeres ; y si no son sufri-
t . . : .v" ." Hós
sobre el Catecismo. Parte II. 371
dos y prudentes , su casa parecerá un infierno , y ellos serán
infelices en esta vida y en la otra.
2. Mas sv la desunión es tan penosa , acaso no hay menos
que temer en la unión , porque hay uniones de injusticia , de
interés , de luxo , y de desorden. Una muger simple y débil
se acomoda fácilmente al humor de su marido , y viene lue
go á ser participante de sus pasiones y vicios. Es necesaria
mucha virtud y fortaleza de espíritu para resistir á la impre
sión y al exemplo de un hombre desordenado , principalmen
te si los desórdenes están autorizados por la costumbre y eí
uso. Así se puede decir que es casi igualmente difícil que se
halle unión en los matrimonios , como el que se hallen en ello»
uniones christianas y legítimas. \
3. Además , el fin del matrimonio es tener hijos y criar
los para Dios : ¿pero qué fortaleza y qué virtud no son nece
sarias para esto? Es necesario encubrir sus defectos y pasio
nes desordenadas , y tener arte é industria para moderar las
que ellos tienen : enseñarles con sus instrucciones y exemplo
6 no amar el mundo , ni lo que hay en él : preservarles de
añil objetos capaces de encender é irritar sus pasiones: tener
fortaleza para resistir á todas las máximas de vanidad y so
berbia derramadas en el mundo, é inspirarles un espíritu muy
diferente de éste , conduciéndoles á estimar mas á los que se
ocultan y humillan para entregarse sin reserva á Dios , que
á los que brillan y hacen fortuna en el siglo : en fin tener ua
cuidado razonable del establecimiento de su familia. Pero es
te cuidado tiene sus peligros de violar las leyes del christia*
nismo , sea llevando á sus hijos por la Iglesia sin vocación^
sea empeñándoles en la vida Religiosa , sea procurándoles em
pleos peligrosos para su salvación y de que tal vez no son
capaces.
4. Los que viven en el matrimonio deben resistir á la im
presión que hacen en el alma el exemplo y discursos de las
personas del mundo : es muy difícil, dice San Agustin (0), oir
cada dia sus conversaciones , y no extraviarse del camino de
los
(«} Ib P«. *. Br 9, ' -
Aaa »
,372 Instrucciones
los preceptos de Dios. ■ Llégase á esto , que las personas que
se casan son de ordinario jóvenes., que tienen poca luz y po-r
ca Fortaleza • ¿y con esta poca luz , y poca fortaleza podrán
sobreponerse , como deben , á la práctica común , para vi
vir christianamente en los empeños , que son como conseqüen-
eias del matrimonio?
y. Finalmente las personas casadas están expuestas á mu
chas pasiones , porque viven por decirlo así , en muchos ob
jetos. Un marido vive en su muger y sus hijos , y se cree in
feliz \ si no puede hacerlos felices : así es preciso que tenga
tantos diferentes intereses, y tantos motivos que exciten sus pa
siones , quantas son las personas de quienes se cree encargado:
y si es difícil resistir á las pasiones aun quando nacen de ua
solo objeto, ¿será fácil sujetarlas á la razon^ quando son exci
tadas por tantos objetos diferentes?
-." III. El tercer defecto que es necesario evitar en esta de
liberación es el abuso de esta máxima verdadera en sí misma:
que se puede obrar su salvación en el matrimonio y en el mundo.
Es indubitable que las dificultades que trae consigo el
matrimonio no hacen ni pueden hacer que el matrimonio no
sea bueno y permitido en sí mismo : pero puede muy bien su
ceder que un estado bueno y permitido en sí mismo esté ex
puesto por ciertas circunstancias á algunas tentaciones que obli
guen i- k>s; debeles á evitar ó las circunstancias , ó el estado;
de suerte que si no tienen bastante fortaleza para evitar las
circunstancias , ó los pecados que nacen de ellas , dtben evi
tar el estado , no á causa del estado mismo , que siendo bue
no . jamas puede ser malo , sino á causa de la debilidad, que
le hace incapaz de vencer las tentaciones que es necesario su
frir en éL Porque hay una ley general que dicta, que no es
permitido abrazar un estado sino hay fundamentos para creer,
que se tiene , ó se tendrá bastante fuerza para vencer las ten
taciones ordinarias de este estado. IVlas las tentaciones comu
nes de los casados son muy grandes y difíciles de vencer, aun
que no nazcan del matrimonio en sí , sino de las malas cos
tumbres introducidas en el mundo, que empeñan á los casa
dos en un género de vida , en el qual es muy difícil salvar-
-t ... se.
sobre el Catecismo. Parte II. jT'j
se. Es necesario , pues , para entrar en él con prudencia , te
ner una justa confianza de salir victorioso de las tentaciones.
La virginidad es buena y santa, y sin embargo dice San
Pablo que podria ser un lazo para algaras personas. El
oficio de juez es bueno y permitido , y no obstante la Escri
tura dice : no busques^ el cargo de ¡vez (¿) , si no tienes fuerza
para resistir á las iniquidades* A este modo se puede decir á
una doncella que piensa en casarse: sabed que 9i abrazáis
el matrimonio , debéis estar dispuesta á obedecer al maridó
como á un superior que Dios os da, á no hacer cosa alguna
sin su consentimiento , á sufrir sus caprichos , sus. defectos,
sus vicios y los disgustos que puede daros : debéis tener luz
y fuerza para defenderos y preservaros de los desórdenes en
que quiera empeñaros: debéis ser bastante ilustrada y unida á
Dios, para resistif á los malos exemplos y falsas máximas de
las gentes del mundo , con quienes estaréis obligada á vivir,
para pasar una vida de oración , de retiro , y penitencia en
medio del mundo , y para renunciar altamente á todo lo que
pueda ofender vuestra conciencia: debéis ser bastante fuerte
para preferir la salvación de vuestros hijos á todas las consi
deraciones humanas , teniendo por principal objeto el conser
var en ellos la vida nueva , que Dios les ha dado por el
bautismo, y trabajando sin cesar con vuestras oraciones , pa
labras y exemplos en disminuir en ellos el principio de la
muerte espiritual , que es el amor de las cosas del mundo.
Y si ella se siente muy débil para observar todas estas obli
gaciones , se la puede decir que no piense en casarse , á me
nos que prevea mayor peligro por otro lado. • '..
. Con . igual derecho se puede decir á un hombre que
quiere contraer matrimonio : guardaos bien de abrazar este
estado si no es sentis capa^ de sufrir tal vez á una muger
caprichosa y soberbia , en consideración á su debilidad : si
no estáis dispuesto á dar exemplo á vuestra familia de una
piedad christiana , y de una justa moderación de vuestras
pasiones : si no sois bastante fuerte para no dexaros seducir
por
(«) u Cor. 7, 3$. (b) Eclci. 7.
374 Instrucciones
.por Jos malos exemplos y compañías, y .para preferir vuestra
«al vacian y la de vuestros hijos á tocias las consideraciones
ide interés-: y -si no estáis en -estado de vivir christianamente
en la profesión y género de vida que el matrimonio os obli
gue á abrazar. Porque es necesario notar, que quando se
delibera, si se abrazará la condición del matrimonio, se dé
te juntar á él , no solamente io que pertenece á la natura
leza de «ste estado , sino también Ja costumbre del mundo;
-ía impresión .que hace en nosotros 4 y las circunstancias en
que nos hallaremos viviendo de cierta manera , abrazando
tal profesión , y contrayendo ciertas amistades. Pues aunque
todo esto no sea inseparable del matrimonio, sin embargo su-
pr.est o .que nosotros lo juntamos á él en efecto , es necesario
íener bastante fortaleza para vivir christianamente en el esta
do compuesto de todas las circunstancias.' Así una doncella
á quien el matrimonio obliga á vivir en la corte, debe tener
fuerzas para vivir christianamente en la corte , y si no Jas
tiene no puede abrazar el matrimonio con esta circunstancia.
¿Pero no pueden todos los chrUtianos alcanzar de Dios
•con sus oraciones la gracia necesaria para satisfacer á estos
.deberes? Respondo : que aunque Dios puede mudar y forta
lecer con su gracia á los mas imperfectos y débiles , no de-^
temos por eso exponernos á todo género de tentaciones. Hay
Algunos en quienes los objetos hacen impresiones tan vivas,
y peligrosas, que el camino ordinario que Dios les dexa pa
ra librarse de ellas, no es rogarle que les fortalezca contra
estos objetos, sino el huir de ellos. Así quando alguno se
siente muy débil para vencer las tentaciones que se sufren
en el matrimonio, el camino ordinario para evitar estas ten
taciones es , ó trabajar en domar sus pasiones antes de ca
sarse , ó evitar el matrimonio , y tomar otro estado. Pues
no es justo exponernos voluntariamente á las tentaciones en
la esperanza que Dios nos sacará de ellas con su gracia. Y
por esto dice San Gregorio , que hay algunos para quienes
los consejos vienen á ser preceptos , y acaso el número de
estos es mayor de lo que se piensa.

$.IX.
iobre el Catecismo. Parte II. 37/

De lo que dele preceder á la celebración del matrimonio-


v.i ■ 1

lOespnes de haber eipuesto en general las miras que


la Religión inspira á los Christianos sobre el matrimonio y y
lo mucho que les importa deliberar chrisítianamente si debe
rán ó no contraerle, es necesario darles alpvina idea de las
reglas de la Iglesia que deben observar , quando se trata de
proceder á celebrar el matrimonio.
I. Los hijos de familias no pueden contraer matrimonio'
sin obtener primero el consentimiento de sus padres ; y lo»,
que se casan- sin darles parte ó contra su voluntad pecan gra
vemente , si no tienen causa justa y razonable para ello. Di-»
go que si no tienen causa justa y razonable : porque puede
suceder que el hijo de familias no peque casándose sin comuni
carlo á su padre, quando por exemplo , se halla tan lejos
de el: que no puede darle aviso y esperar su consentimiento
sin grandes dificultades , y de otra parte hay motivos para
creer, que los padres consentirían de buena gana en el ma*
trimonio , si lo supiesen : y por esto obró bien Tobías casán
dose con Sara, sin que su padre supiese nada de esto. Puede
suceder también que el hijo no peque casándose contra la
voluntad de su padre, á saber , quando el padre se opone
injustamente al matrimonio , ó porque no quiere que su hi
jo se case , ó porque quiere casarle con otra mnger contra-
su voluntad , y apesar de las considerables razones que el
hijo tiene , para no contraer este matrimonio. Sin embargo los
matrimonios de los hijos de familias que se hacen sin con
sentimiento , ó contra la voluntad de los padres son casi,
siempre ilícitos, i.° porque los hijos obrrn en esto contra la
potestad y derecho de los padres , y así se ve que en el Tes
tamento viejo los hijos eran colocados en el matrimonio por
los padres; y el Apóstol dice escribiendo á los' Corintos ; si-
¡avece á alguno ¡ que. le resulta deshonor , por. no casar á su bi
ja
teniendo ya edad para ello , v le conviene casarla , puede ha
cerlo , pues no peca en esto. Pero hace bien aquel que no hallán
dose obligado por algunas necesidades , y teniendo entera liber-
tadjde- .dar estado h su hija^ después de una madura reflexión^ to
ma la resolución de no casarla , sino conservarla virgen : y asi
quien casa á su hija obra bien , y el que no la casa obra -me
jor (a). La Escritura , pues , supone una legítima autoridad
en los padres respecto del matrimonio de sus hijos, (b).
a.° Los Cánones suponen lo mismo, en tal conformidad que
San Basilio en su epístola canónica trata de amancebamientos
ios matrimonios contraidos por los hijos sin el consentimiento
de sus padres (c). 3.0 Así lo exige también el respeto , la de
ferencia y sumisión que los hijos deben á sus padres; quie
nes de otra parte se supone que tienen mas experiencia y dis
creción que los hijos , que conocen mejor lo que les conviene
y que desean sinceramente las mayores ventajas de los hijos.
II. Los esponsales comunmente preceden al matrimonio,
aunque no es absolutamente necesario que le precedan. Por
esponsales se entiende la promesa de casarse que se hacen dos
personas legítimas la una á la otra Esta promesa es ua
acto de Religión , y en muchas Dióeesis era costumbre hacer
se en la Iglesia , á presencia del Cura y de dos testigos , y
con algunas oraciones. Pero siempre se ha hecho y se debe
hacer con palabras de futuro diciendo: yo me casaré , á dis
tinción del matrimonio que se celebra con palabras de pre
sente , diciendo i yo me caso. • , „ . j
' En virtud de los esponsales cada una de las dos partes
está obligada en conciencia á contraer matrimonio con la
otra ; y Santo Tomás dice (e), que se hace reo de pecado
mortal el que falta á esta promesa , si no tuviere razones
iegí timas, necesarias, y autorizadas por la Iglesia para elle,
sobre lo qual _se debe consultar, á un sugeto sabio y pru
dente» i> - •
El
(a) l. Cor. 7. 35. 37. et 38. (i) Vid. Deutor. 7. 3.
(C) Canon. 14. {d) Cap. Núttratet. 30. q. 1.
- (e) la 4. din. 27. q. a. quotü. a. are. 1. ad a. _
sobre el Catecismo. Parte II. 377
El Concilio de Trento quiere que los que hubieren con
traído esponsales , no vivan en una misma casa , en el tiem
po que media entre los esponsales y el matrimonio (a). Y
San Carlos Borromeo conociendo bien que esta cohabitación
seria ocasión de muchos pecados , ordena en su Concilio VL.
Provincial , que el Obispo les prohiba expresamente baxo
las censuras y penas que juzgare á propósito , no solamente
habitar en la misma casa , antes^ de contraer matrimonio
á la faz de la Iglesia , sino tener entre sí alguna comuni
cación y trato.
III. Según los Concilios de Letran (i) , y de Trento (c),
antes que se contraiga el matrimonio , el propio Párroco ó,
Párrocos de las partes contratantes deben anunciarle públi
camente al pueblo en la Iglesia al tiempo de la Misa ma
yor por tres Domingos ó dias de fiesta consecutivos , y esto
es lo que se llama pregones ó proclamas de matrimonios pú
blicos , inducir á los fieles á rogar á Dios por los futuros
esposos , y descubrir los impedimentos que podrían hacer el
matrimonio ilícito ó nulo. Pues los que tuvieren conocimiento
de algún impedimento legítimo y canónico , están obligados
á revelarle ; y descubierto que sea alguno , el Cura , según
la disposición de San Cárlos , no debe celebrar el matri-,
monio , ni continuar en la lectura de las proclamas.
- IV. Si no resultare impedimento alguno , los esposos de
ben prepararse para recibir el gran Sacramento del matri
monio. Porque no han de pensar que emprenden alguna cosa
humana , sino divina , y que se debe recibir con singular de
voción y pureza de alma , como lo muestran bien los ejem
plos de los padres de la Ley antigua ; pues aunque sus ma
trimonios,' no estaban elevados á la dignidad de Sacramen
tos , sin embargo siempre juzgaron que debían ser celebrados
eon gran veneración y santidad. Por tanto el Concilio de
Trento exhorta á los esposos á hacer una buena confesión
de sus pecados , á recibir con piedad la Sagrada Eucaris
tía)
(a) o 1. de Reform. matr. (¿) Cooc. IV. Lateran. can, 51.
(c) Sess. 14. cap. 1. ,,
Tem. II. Bbb
fj% Instrucciones - •
tfa , y exercitarse en La oración y buenas obras , á fin de
implorar el socorro del Espíritu Santo , sin el qual es bien
cierto que no pueden entrar santamente en el matrimonio,
ni vencer las. dificultades que hay en él , ni evitar los pe
ligros , ni cumplir sus. obligaciones,

• * x~ - •

De los ritos del matrimonio..

L Et matrimonio,, según- el Concilio Tridentin© , se debe


celebrar á la faz de la Iglesia; es decir que la bendición
aupcial se debe recibir en la Iglesia á presencia del Cura
de una de las dos partes contratantes , y de dos ó tres,
testigos.: Y ved aqui las principales ceremonias, con que debe
darse.. •■ ■
II. Después de algunas preguntas: y advertencias preli
minares , el Sacerdote bendice el anillo nupcial coa la Ora
ción siguiente : Bendecid , Señor , este anillo , que nosotros
bendecimos en vuestro nombre•, á fin de que la que le lleve,
guardando en todo fidelidad á su esposo , goze de la paz que
viene de Vos ,, se conduzca según vuestra voluntad , y viva siem
pre en una mutua: caridad con su esposó : Por- nuestro Señor
Jesu-Cbristo.. ty. Amen. Esta Oración declara bien la sig
nificación del anillo , el qual es. Símbolo de la fe conyugal
como se infiere del Génesis (a) , y San Lucas (¿) , y lo dice
expresamente Nicolás I. (r); y añade que se pone en el
q-uarto dedo de la mano izquierda , porque hay en él cierta
Vena ó nervio que- llega hasta el corazón. Es también símbolo
del silencio ,. y significa el cuidado con- que se deben guar
dar las cosas domésticas, por cuya razón, dice San Cle
mente Alexandrino. (d) , que se encarga á la muger la cus
todia de la casa. •
III. A estose sigúela bendición: de las. arras, que re
presentan el dote de la muger , y el Sacerdote pide á Dios,
que
(a) Gen. 38. (¿) Luí. ig. (c) ty. ad con». Bulg. (</) c. 11. P*d.
sobre el Catecismo. Parte II. 379
que la esposa reciba al mismo tiempo otro dote mejor que
consiste en las dotes celestiales de su gracia. Y después de ha
berse recibido los esposos por marido y por muger en contes
tación á las preguntas que les hace el Sacerdote para explo
rar su voluntad ; el esposo recibe del Sacerdote las arras,
y las pone en la mano derecha de su esposa , diciéndola,
que se las da en representación del dote , en que se han
convenido. Y del mismo modo recibe el anillo bendito de
mano del Sacerdote , y le pone en el dedo anular de la mano
izquierda de su esposa , diciéndola, que la da el anillo en
señal del matrimonio que contraen. Y el Sacerdote ruega
á Dios , que los una entre sí , los llene de bendiciones , los
haga cumplir fielmente su voluntad , y que llegando á una
dichosa vejez, se vean renacer en una numerosa posteri
dad.
IV. Después de la bendición nupcial , los esposos asisten
á la Misa que se llama de Velaciones , en la qual se les hace
presente del modo mas propio la santidad de la unión que
acaban de contraer, el principal fin del matrimonio christia-
no , que es dar hijos á Dios y á la Iglesia , la indisolu
bilidad del lazo conyugal , la alianza de Jesu-Christo con su
Iglesia que el matrimonio representa , la unión de los cora
zones de los esposos en Dios, y para Dios, y sus obliga
ciones recíprocas. Y concluida la Misa , el Sacerdote se vuel
ve á los esposos, é implora la bendición de Dios sobre ellos,
para que vean los hijos de sus hijos hasta la tercera y quarta
generación , y consigan después la vida eterna.
t Celebrado el matrimonio , solo resta que los esposos ob
serven , que el día en que se recibe este Sacramento es un día
santo que la Iglesia prohibe profanar con disoluciones y diver
siones contrarias al espíritu del christianismo. Un festín de bodas
á que se convide á los parientes y amigos , no es contra el
orden ; Jesu-Christo mismo le ha autorizado hallándose pre
sente á las bodas de Caná. Se puede , pues , alegrarse como
sea christianamente y sin olvidar que la destemplanza , las
acciones y palabras licenciosas , los bayles y cantares pro
fanos que la Religión condena en otros tiempos , no pueden
Bbb 2 ser
380 Instrucciones
ser permitidos y legítimos en el dia de las bodas. Y últi
mamente , seria de desear , que en reverencia de la bendición
nupcial que han recibido los nuevos esposos , conservasen su vir
ginidad en aquella noche , como lo estableció el Concilio IV.
Cartaginense (a).

$. XI.
* 1
Sí se debe aconsejar á algunos el matrimonio.

«Á. la verdad , siendo , como es , muy difícil el conser


var la virginidad , no se debe temer que aunque no se acon
seje el matrimonio , dexen por eso de casarse los hombres,
y tantos poco mas ó menos como se casan ahora. Por lo
que toca á los Sacerdotes , les aconsejan los Padres , que
jamas induzcan á alguno al matrimonio. El predicador déla
continencia no debe meterse á casamentero , dice San Gerónimo,
Prtedicator eontinentie nuptias ne tonciliet Pero como
hay algunas personas débiles , á quienes es necesario el ma
trimonio , según San Pablo , se debe concluir de aquí que
tanto el Consejo de los Padres , como la regla de San Ge
rónimo , tienen sus excepciones , y que algunas veces pue
den y deben los Confesores aconsejar el matrimonio á ciertos
sugetos de cuyas disposiciones están bien instruidos : y lo mis-
roo se ha de entender de los padres y madres respecto de
los hijos en algunos casos. Ved aqui por exemplo algunos.
1 .° Quando los jóvenes se inclinan por sí mismos al matri
monio , aun después de haber hecho reflexión sobre sus di
ficultades y peligros , y no se ve claramente que no pueden
obrar su salvación en este estado. 1° Quanda se teme con
fundamento que se vicien, si se les difiere el matrimonio,
porque aunque estén expuestos á muchos peligros en el ma
trimonio, sin embargo quando hay motivos para temer un
desorden presente , se debe» prevenir con el remedio que Dios
permite, remitiendo á la Providencia la indemnización de
otros
(a) Can. 13. (¿) Epist ad Nepotian*
sobre el Catecismo. Parte II. 381
otros peligros mas remotos. 3.0 Quando se re que los jóve-
ves no tienen inclinación alguna á la vida religiosa , ni bas
tante firmeza de ánimo para sostenerse en otro estado sin
casarse , ni para hacerse, ciertas violencias necesarias para
tener una vida conforme al estado de continencia ; porque
hay esta diferencia entre los dos estados- , que aunque haya
muchos mas trabajos que sufrir en el matrimonio , que en la
vida de continencia ; no obstante los trabajos del matrimonio
son comunmente necesarios é inevitables, porque el lazo del
matrimonio es indisoluble , en lugar que los de la continencia
son voluntarios , y puede librarse de ellos casándose. Fero
hay muchas almas que no tienen fuerzas para resolverse á
sufrir los trabajos voluntarios, y con todo no dexan de te
ner bastante firmeza para sufrir los males involuntarios y ne
cesarios , porque hay diversos grados de fortaleza , y esta
es respectiva algunas veces. Asi un mismo espíritu puede ser
débil respecto de ciertos objetos fáciles , y fuerte respecto de
ciertos objectos mas difíciles , pero necesarios. 4.0 Se ven mu
chos jóvenes que ho teniendo lazo alguno que les ligue, ni em
peño que les sujete , viven evaporados y desvanecidos , sin
aplicación , sin designio , y en una perpetua instabilidad;
y que se hacen arreglados , activos y razonables , luego
que se les aplica á algún empleo, y se les empeña en el
matrimonio. Hay otros , que tienen como necesidad de ex
perimentar las miserias- de la vida, y la malicia del mundo
para buscar seriamente á Dios, y que no se deshacen sino
por la experiencia de las falsas ideas que habian formada
de la vida del mundo;.
Quando los padres y madres ven en sus hijos estas dispo
siciones , harán muy bien en casarles , y creer asimismo
que este estado les es mas ventajoso que qualquier otro. Y
lo mismo deben aconsejar los Confesores á aquellos á quie
nes dirigen, quando les consideren en estas circunstancias.
Y como esta es tal vez la disposición mas común de los
jóvenes , ved ahi porqué se debe aconsejar á muchos el ma
trimonio y no obstante todas las dificultades y peligros de este
estado» ■ •. .;
Pe-
382 Instrucciones
Pero habiendo dicho antes , que ninguno se debe empe
ñar en un estado, guando se siente muy débil para des
empeñar sus obligaciones , no parece que procedemos con
la mayor -conseqüencia. Porque unos jóvenes que no respi
ran sino mundo y diversiones , que no tienen estabilidad ni
subsistencia en sus juicios y conducta, que no se acuerdan
ni tratan nunca de orar á Dios-; ¿no deberán considerarse
muy débiles para vencer las tentaciones del matrimonio? ¿Se
podrá suponer que se hallan en estado de alcanzar de Dios
la gracia necesaria para estol
Respondo , que Dios , que es la sabiduría misma, quiere
-que obremos en todo sabiamente ^ y por esto nos manda,
que de dos peligros evitemos el mayor y nos expongamos
al menor , pidiéndole su auxilio para -salir victoriosos de él.
Así, los que se casan por el principio deque hay para ellos mas
peligro en la vida de continencia , que en la del matrimonio,
. pueden tener «una justa confianza de que Dios les concederá
la gracia necesaria para vencer las tentaciones que son con
siguientes á este estado , supuesto que quieran hacerse las
■violencias necesarias para reprimir sus pasiones : porque así
como Dios niega justamente sus gracias á los que se las pir
ren tentándole , y descuidando de los medios que les manda
.-poner para evitar las tentaciones , asi jamas las niega á los
que las piden como es necesario , y sin tentarle. Pero es ver
dad , que para alcanzar estas gracias es necesario orar mu
cho , mortificarse mucho, y separarse de las malas compañías.
Y como hay pocos que hagan los esfuerzos necesarios para
esto , no es de extrañar , que se encuentren muchos débiles
respecto de la continencia , y respecto de las tentaciones
que acompañan el matrimonio ; pero de aquí no se sigue
que hayan hecho mal en casarse , y solamente se debe
concluir que hacen mal en no poner los medios nece
sarios para resistir como deben , y vencer las tentacio
nes.
Mas aunque los padres y madres de familias generalmen
te hablando , no deban atribuirse un imperio absoluto sobre la
voluntad de sus hijos en lo que mira al matrimonio y la conti
sobre el Catecismo. Parte II. 383
rienda, como dice San Gaudencio, contemporáneo de San Am
brosio (a) , y sea cierta también, que no pueden oSligarles á
abrazar el estada de perpetua continencia , porque Dios ha que
rido , que esto dependiese de xa noluntad ; pueden no obstante
mudar dulcemente su voluntad k hh mejor , y están obligados á
amonestarles ,. exhortarles y fomentar esta, inclinación en ellos,.
Su obligación es, procurar empeñarles mas bien en el servicio de
Dios que en la vida del siglo , y obrar de suerte , que la mis
ma educación que les dan , ¡es disponga a ser dignos Ministros
del Altar en el Orden del Clero , ó á consagrar á Dios su. vir
ginidad en las- Comunidades Religiosas ^ á §n de que adornando,
y enriqueciendo, así la Iglesia de Dios con aquellos mismos que:
criaron para ella , tengan, parte en la -bienaventuranza que ta
Escriturares promete por estas palabras: feliz el q-ue tiene sus
hijos en Sion , y cuyos domésticos habitan en Jerusalen.

(a) S. Gaudenc. Sera. 8. de lect. evang.

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