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HORA SANTA

SACRMENTO, 03 DE MAYOR DE 2019

Reunidos, Señor, junto a ti, recordamos el misterio de tu Pascua y adoramos tu


santa Presencia. Tú eres la luz que ilumina, la gracia que renueva, la verdad que
convence, la vida que transforma, el camino que conduce; derrama
abundantemente tu bendición sobre tus adoradores y tu gracia sobre todos los
hombres. Haz que tu Presencia santa sea don para todos, alivio para los agobiados,
consuelo para los tristes, seguridad para los vacilantes, fuerza para los débiles.
Señor Jesús, haz que nuestra oración ante ti, nos estimule a renovarnos y a crear
un mundo más justo y fraternal para que te alabe y te bendiga para siempre. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos.

Jesús, Yo creo que estas realmente presente en el Sacramento de la Eucaristía.


Jesús, yo creo que estás presente en la Eucaristía con todo tu cuerpo, con toda tu
sangre, tu alma, tu divinidad, todo tu poder, toda tu sabiduría, todo tu amor infinito
hacia nosotros. Yo creo que estás en la Eucaristía vivo y lleno de amor hacia cada
uno de nosotros.

Señor Jesús, queremos pedirte perdón por todos nuestros pecados. Jesús, perdona
nuestras faltas de amor a Ti y a tu Madre, la Virgen María; perdona nuestras faltas
de caridad hacia el prójimo. Concédenos tu ayuda para arrepentirnos de nuestros
pecados y de recibir con frecuencia tu perdón en la Confesión.

CANTO

Señor Jesús, te damos gracias por la vida que nos has dado, ayúdanos a
transformar el tiempo que nos das en un tesoro de eternidad. Gracias por todos los
favores y ayudas divinas que nos concedes para el bien de nuestro cuerpo y de
nuestra alma.

Gracias, Jesús, Salvador nuestro, por el amor infinito que nos tienes, gracias por
nacer por nosotros, gracias por haberte hecho hombre por nosotros, gracias por
morir en la cruz para salvarnos, gracias por tu amor en la Eucaristía, gracias porque
te haces alimento de nuestras almas, gracias porque nos das cada día tu vida divina.
Gracias por todo.

CANTO

La Eucaristía es la cita del amor permanente de Cristo, nuestro hermano y Señor:


La Eucaristía, Pan partido y Sangre derramada, transfigura la materia, nuestro
cuerpo y toda la creación, abriéndolo a la plenitud humano-divina en Cristo. En ella,
cada día se glorifica toda vida ofrecida. En ella, cada día se diviniza el más leve
signo de amor. En ella, cada día se hace semilla de eternidad toda muerte a uno
mismo y al pecado. En ella, cada día la humanidad se hace Iglesia-comunidad,
fermento y modelo de fraternidad, por Cristo, con Él y en Él.
Creo en la Eucaristía, sacramento del Cristo resucitado, fuente de un mundo nuevo,
más justo y solidario, alimento pascual de un pueblo en camino.

CANTO:

ORACIÓN

Mira, Oh Señor, te rogamos, sobre esta tu grey por la cual nuestro Señor Jesucristo
Resucitó, después de ser entregado en manos de sus verdugos y padecer el
tormento de la Cruz, haz que podamos comprender y hacer vida este misterio de
salvación. Por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén.

Del Santo Evangelio según san Juan (10, 27-30).

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las
conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie
las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos nadie
puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

Palabra del Señor.


Todos: Gloria a ti Señor Jesús.

REFLEXIÓN. Meditación personal

“Mis ovejas escuchan mi voz”. Los que son de Jesús lo escuchan, es decir, le
prestan atención, comprometiéndose con él y como él a liberar y dar vida al hombre.

Quien dice sí a Jesús viene a expresar esto: “Quiero que mi modo de pensar y de
proceder se ajuste lo más posible al estilo de vida de Jesús, aunque me cueste”.

“Yo las conozco y ellas me siguen”. Jesús entabla relaciones de amistad y no de


subordinación con nosotros. Y todo nos lo da a conocer, porque no guarda secretos.
Esto nos infunde una gran confianza y nos da ánimos para seguirle.

“Yo les doy vida eterna y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mi
mano”. El don de Jesús a los que le siguen es el Espíritu y, con él, la vida que
supera la muerte: estarán al seguro, pues Jesús es el pastor que defiende a los
suyos hasta dar la vida.

“Vida eterna” es igual a plenitud de vida, que se inicia aquí y tendrá su culminación
en Dios. Es una plenitud, así lo creemos, que traspasa las fronteras de la muerte y
nos hace sentir seguros y victoriosos en Jesús, Buen Pastor, que, dando su vida
por el hombre, ha resucitado y ha sido glorificado por el Padre.
“Lo que me ha entregado mi Padre es lo que más importa, y nadie puede
arrancar nada de la mano del Padre”. Nosotros somos fruto de un amor, del amor
del Padre Dios, y por la muerte y resurrección de Jesús, hemos sido constituidos en
Nueva Creación. Lo más importante para Jesús es el fruto de su obra, la nueva
humanidad, que el Padre le ha entregado y que él lo realiza completando con el
Espíritu la creación del hombre.

“Yo y el Padre somos uno”. Juan llega a esta conclusión. El Padre está presente
y se manifiesta en Jesús, y, a través de él, realiza su obra creadora, que lleva a
cumplimiento su designio. (Jn 5,17.30). La identificación entre Jesús y el Padre
supone que la crítica a Jesús es crítica a Dios. La oposición a Jesús es oposición al
Padre.

SILENCIO

Todos de rodillas escuchemos

Lector 1: Soberano Jesús Sacramentado: ¡Que dicha la nuestra de estar en tu


presencia postrados a tus pies! ¡Qué bondad la tuya, admitirnos como custodios de
tu presencia sacramental en esta hora del día! ¡Que dignación tan grande, permitir
que unamos nuestras plegarias a las del infinito mérito que brotan de tus labios,
siempre abiertos para rogar por nosotros!

Lector 2:

No una hora, todas la de nuestras vidas quisiéramos velar contigo, si nuestra


flaqueza no lo impidiese. Ya que tanta dicha no es posible, al menos en esta hora,
verdaderamente Eucarística, deja, Señor que nuestro agradecimiento se desborde
y suba como grato perfume hasta ese Cáliz donde el amor te tiene como sepultado.

Lector 3: Gracias, Señor, por el don de la fe. ¿Cuántos habrá que no tienen la dicha
de conocerte y que si la tuvieran te amarían mucho más y corresponderían mucho
mejor a tus beneficios de lo que te amamos y correspondemos nosotros? Nosotros,
aunque con debilidades y límites, podemos exclamar: ¡Creo, en Jesús
Sacramentado! ¡Bendita sea esa fe! Pero ¡Cuánto me humilla el hallarme sin méritos
para disfrutar un don tan inefable!

Lector 1: Y enajenados, Jesús bondadosísimo, al contemplar las finezas de tu


amor, y luego en todos los altares y sagrarios de la tierra, y viendo cómo nos
llamas a congregarnos a formar comunidad para honrarnos como adoradores de
tu Divina, Soberana y Real Persona; después de gustar las delicias, suavidad y
dulzura de tu servicio y acordarnos de cuán duramente nos trata el mundo y
considerar cuán necio es el apartarse de Ti, no nos cansaremos de repetir que “Tu
sólo eres nuestro Señor”.

Lector 2: ¿Qué te daremos, ¿Señor, en respuesta de habernos dado tu


misericordia en tu Pasión, que venciste a la muerte con tu Resurrección? Te
quedaste presente en la Eucaristía ¿Con qué te pagaremos las aguas cristalinas y
saludables de la verdad católica con las que apagas nuestra sed?

Lector 3: Invocando tu Santo nombre, tomaremos el cáliz de la salvación, que es


hacer en la tierra tu santísima voluntad; aunque nos cueste tribulación,
contradicción, persecuciones, pobreza y a la misma vida. El ara de la cruz y el ara
del altar son la montaña del sacrificio, donde por tus sacratísimas manos
ofreceremos al Padre celestial, a Ti mismo, víctima agradable y acción de gracias
infinita.

Lector 1: Y esto lo haremos en medio del mundo, sin temor al respeto humano ni
al qué dirán los hombres; porque nuestro agradecimiento hacía Ti Señor, es
sagrado; y hemos de concretarlo anunciándote y dando testimonio de nuestra fe,
sin miedos y con alegría. Nos alienta tu palabra que nos asegura una muerte
preciosa, lo mismo venciendo que siendo vencidos.

Lector 2: Y confiados en la victoria y en la conquista del Reino Eterno del cielo,


porque tienes que sostenernos, alentarnos y conformarnos en la pelea, por lo
mismo que nos confesamos impotentes y humildísimos siervos. Sí; siervos tuyos e
hijos obedientes de nuestra Santa Madre la Iglesia. Sí; siervos tuyos e hijos
predilectos de la mujer más grande que salió de las manos de Dios, y que, sin
embargo, se llamó su esclava: de la Santísima Virgen María.

Lector 3: Por la intersección poderosa de tan buena Madre y de nuestros Ángeles


protectores, mil veces, Señor, has roto los lasos que nos tendía el mundo, mil
veces nos ha librado de la muerte eterna; por eso ahora, agradecidos y con la
santa libertad de hijos de Dios, invocando el Dulcísimo nombre de Jesús,
sacrificaremos en nuestros altares Hostias puras de alabanzas.

Todos: Así sea.

SILENCIO (se puede poner música de fondo)

Reiteremos a nuestro Señor el homenaje de nuestra gratitud por la Redención de


Jesucristo, y con el mismo espíritu de la Iglesia Nuestra Madre, digámosle:

R./ Señor, dichosos los que viven en tu casa.


Salmista: Anhelando los atrios del Señor,
mi alma se ha consumido;
Todo mi ser de gozo se extrémese,
por causa del Dios Vivo. R./

Salmista: Hasta el gorrión halló una casa;


la golondrina, un nido.
En tu altar, señor de los ejércitos,
Rey mío y dios mío. R./
Salmista: Felices los que habitan en tu casa,
y pueden alabarte de continuo. R./

Salmista: Un día en tus atrios vale más que mil fuera de ellos;
yo prefiero el lumbral de la casa de mi Dios,
al lujoso palacio del perverso. R./

Celebrante: Alabado sea Jesucristo.

Todos: Nuestro Rey por siempre alabado.

Del Salmo 62
R./ Señor, Dios mío, mi alma tiene sed de ti.

Salmista: Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco;


De ti sedienta está mi alma, Señor,
Todo mi ser te añora,
como el suelo reseco añora el agua. R./

Salmista: Para admirar tu gloria y tu poder,


anhelo contemplarte en el santuario.
Pues mejor es tu amor que la existencia,
siempre, Señor, te alabarán mis labios. R./

Salmista: Podré así bendecirte mientras viva


y levantar en oración mis manos.
De lo mejor se saciará mi alma;
te alabaré con júbilo en los labios. R./

Salmista: Fuiste mi auxilio


y a tu sombra canté lleno de gozo.
A Ti se adhiere mi alma,
y tu diestra me da seguro apoyo. R./

Alabado sea Jesucristo.


T
odos: Nuestro Rey por siempre alabado.

Del salmo 66

R./Que te alaben, Señor, todos los pueblos.

Salmista: Que Dios se compadezca de nosotros,


Nos bendiga y nos mire con amor,
Así todos los pueblos de la tierra
Conocerán tu salvación. R./
Salmista: Que canten de alegría las naciones
Porque riges con justicia;
con equidad gobiernas a los pueblos,
con rectitud los guías. R./

Salmista: La tierra ha producido ya sus frutos,


Dios nos ha bendecido en esta forma;
porque el Señor continúe bendiciéndonos
para que todo el orbe lo conozca. R./

ORACIÓN

¡SOY TODO DE DIOS!

Sí, Dios mío, Tú me quieres todo para ti;


Tú me amas con todo tu amor,
Y quieres que también yo te ame con todo mi amor;
quieres que te ame con todo mi corazón,
con toda mi mente, con todas mis energías;

quieres que te ame con todo mi fervor,


con toda intensidad, con todo entusiasmo.
Y es lógico y natural que así sea;
porque de Ti depende la totalidad de mi ser;
de Ti depende la continuidad de mi vida,
la integridad de mi cuerpo y de mi alma,
la subsistencia cotidiana,
y todas mis posibilidades presentes y futuras;
y si de Ti lo recibo todo,
a Ti me debo todo, todo entero,
sin participaciones, ni reservas egoístas.
Negarte algo de mí a Ti,
sería robarte algo que es tuyo;
sería arrancarlo de su principio y razón de ser;
sería desvitalizarlo, degradarlo, profanarlo.
Pero desgraciadamente, Dios mío,
me he separado muchas veces de Ti;
te he negado o mezquinado mi tiempo,
mis pensamientos, mis deseos, mis esperanzas;
pero lo que es más terrible aún,
te he negado mi amor,
a Ti que te lo debo todo...
Pero esto, Dios mío, ya pasó,
y ahora vuelvo a Ti;
y, aunque Tú no me lo pidas,
yo por mi propia voluntad quiero ser todo tuyo;
no quiero reservarme nada para mí,
quiero que todos mis pensamientos,
todas mis palabras, todas mis acciones,
no tengan otra finalidad que la de honrarte y glorificarte;
quiero que toda mi voluntad
esté puesta a tu santo servicio,
para querer lo que Tú quieres
y como Tú lo quieras;
quiero que mi corazón esté puesto en Ti,
para que todo mi ser,
esté en tus manos,
ahora, ya en esta vida temporal
y luego en la vida eterna. Amén.

PETICIONES

- Te pedimos, Dios todopoderoso, que derrames tus bendiciones y gracias sobre


toda la Iglesia: por el Papa, por todos los Obispos, Sacerdotes, almas consagradas
y todo el Pueblo de Dios, ayúdanos a crecer en la fe, en la esperanza y en el amor
a Ti y al prójimo. Roguemos al Señor

- Salvador nuestro, te pedimos por todos los hombres del mundo, de forma especial
por aquellos que están más alejados de ti, por los que se encuentran en el pecado,
por los que viven momentos de sufrimiento, de enfermedad, de soledad; ayúdalos
con tu gracia para comprendan que Tú eres el único Camino hacia el cielo, la Verdad
que nos ilumina y la Vida Eterna. Roguemos al Señor

- Te pedimos, especialmente por los enfermos de nuestra comunidad:


Roguemos al Señor

- Jesús, Hijo de Dios Vivo, ayúdanos continuamente a poner nuestro corazón y


nuestra vida en tu Corazón y en el corazón de tu Madre, la Virgen María, para que
seamos un solo corazón y transformemos el maravilloso tiempo que nos das en un
tesoro para el cielo. Roguemos al Señor

- Jesús resucitado, te pedimos que abras las puertas del paraíso a las benditas
almas del Purgatorio para que vivan eternamente felices contigo en el gozo del cielo.
Roguemos al Señor

- Te pedimos especialmente por el eterno descanso de los siguientes difuntos:


Roguemos al Señor

Terminemos nuestro encuentro con el Señor, con las palabras que Él mismo nos
enseñó. Padre Nuestro…

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