Federico Nietzsche. “El Ocaso de Los Ídolos” , Bureau Editor, 2000.
NIETZCHE en el ocaso de los ídolos da una muestra clara de su pensamiento,
haciendo una fuerte crítica de la moral y religión de su época y en general de toda la ideología religiosa, moral y filosófica de su época. Aparte de enfatizar en la Moral y la religión, también rechaza la forma como algunos personajes en la historia han sido engrandecidos a pesar de sus limitantes enormes a tal punto de hacerlos ver casi como seres sobrenaturales, mientras tienen tantos defectos y errores en sus ideas y pensamientos como cualquier otro ser humano.
Nietzsche empieza criticando ferozmente y de una manera meticulosa a los
antiguos filósofos griegos como Sócrates y Platón, sin pasar por alto ni siquiera su aspecto físico, pero acentuando su crítica en las ideas que de acuerdo al autor eran decadentes, absurdas y desnudando un insólito carácter antigriego.
A su manera Nietzsche intenta demostrar las debilidades de los planteamientos
moralistas y filosóficos que han estado presentes la antigua Grecia Así por ejemplo, en su capítulo “el problema de Sócrates” coloca en tela de juicio la posición tan religiosa y fascinante de Sócrates, hasta el punto de quererse mostrar como un “salvador, así mismo la invención del espíritu puro y del bien en sí de parte de Platón en su obra, se contradice con los valores instintivos y biológicos del ser humano.
Luego arremete contra la religión y a sus planteamientos moralistas criticando
vehementemente la forma como el cristianismo trata de inculcar al hombre el abandono de las pasiones por el temor a ellas. Con mucho de sarcasmo e ironía, Nietzsche ridiculiza los planteamientos religiosos con frases como: "Es sabido que la Iglesia primitiva luchó, efectivamente, contra los «inteligentes» a favor de los «pobres de espíritu" Se expone la decadencia de todo el pensamiento que ha adoptado unos valores contrarios a la vida llenando a las personas de frustración, al despojarlos de la libertad de ejercer su voluntad y de guiarse naturalmente por las pasiones propias del ser humano.
“…..Es sabido que la Iglesia primitiva luchó, efectivamente, contra los
«inteligentes» a favor de los «pobres de espíritu». ¿Cómo se podía esperar de ella que combatiera inteligentemente las pasiones? La Iglesia combate las pasiones a base de extirpar, en todos los sentidos de la palabra: su medicina, su «terapia» consiste en castrar. No se pregunta nunca: «cómo espiritualizar, embellecer, divinizar un deseo?» En todo momento lo que ha hecho ha sido cargar las tintas de la disciplina sobre la base de exterminar (la sensualidad, el orgullo, el ansia de poder, de poseer, de vengarse). Pero atacar las pasiones de raíz equivale a atacar la vida de raíz: la praxis de la Iglesia es hostil a la vida”.