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Casos como este ya no son tan extraños en los juzgados, como reconocen

algunos abogados consultados por ABC. «Hay cierto incremento de


denuncias de los hijos hacia los padres porque al progenitor se le
escapa un cachete, una bofetada o insultos. Suelen denunciar
adolescentes de 13 a 17 años», afirma Gonzalo Pueyo, presidente de
la Asociación Nacional de Abogados de Familia.
Si ya casi nadie duda de que la letra con sangre no entra y de que los
menores tienen derecho a denunciar y reclamar, lo que está en juego
muchas veces es hasta dónde pueden corregir los padres a sus hijos en
determinadas situaciones y dónde se encuentra el límite. Y a la luz de
algunas investigaciones que se han realizado, muchos progenitores lo
tienen claro a pesar de lo que diga la ley y de lo que recomienden
pedagogos y psicólogos. En un reciente estudio se preguntó a más de mil
universitarios españoles si a la edad de 10 años les habían pegado algún
cachete: el 60% dijeron que sí. Una cifra que coincide con una encuesta
del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de 2005, uno de las
pocas que existen sobre este asunto: seis de cada diez adultos
(59,9%) creen que dar un azote a tiempo a los más pequeños
evita mayores problemas en el futuro.
Cambios legislativos

En España los padres ya no pueden «corregir moderada y


razonablemente» a sus hijos, como rezaba en los artículos 154 y 268
el Código Civil. De esta forma, acciones como un cachete o una
bofetada tenían cierto respaldo legal. Estos artículos fueron derogados en
2007 en una disposición adicional de la ley de adopciones
internacionales. En su lugar, el nuevo texto que regula la patria potestad
no solo elimina la posibilidad de corregir con un azote a los hijos, sino
que indica cómo los padres deben reprenderles: «Con respeto a su
integridad física y psicológica» y «de acuerdo con su personalidad».
Un cachete se puede considerar un delito de violencia doméstica Ahora,
el hecho de pegar un cachete o una bofetada a un hijo constituye un
delito de violencia doméstica regulado en el artículo 153 del Código
Penal y sancionado con una pena de prisión de entre tres
meses y un año.
Indudablemente, la adolescencia puede sacar de quicio tanto al
adolescente que está sufriendo los cambios como a los padres. Y
bajo ningún motivo se puede tolerar un maltrato a un
menor. Sin embargo, como se pregunta la abogada María José Andrés,
« ¿por qué se tratan con las mismas sanciones una bofetada puntual y un
maltrato reiterado?».
Hay otro fenómeno a considerar: los castigos físicos durante años
consentidos han dejado paso a una generación de chavales que no
conocen límites y no toleran la frustración. Y eso lo reconocen abogados,
padres, profesores, psicólogos, pedagogos... «Muchos adolescentes,
cuando no están conformes con los límites que les imponen los
padres y estos les dan una bofetada, les denuncian. Eso llega a los
tribunales, a veces con fundamento y otras no», asegura Juana
Balmaseda, abogada de la subcomisión de violencia de género
del Consejo General de la Abogacía Española.
El contexto

En los procesos de separación y divorcio hay que tener más cuidado.


«Una bofetada puntual puede ser alegada contra el progenitor
custodio diciendo que castiga a los hijos con mucho rigor. También los
niños llegan a ser grandes manipuladores para obtener lo que quieren,
utilizando a uno u otro cónyuge y diciendo "mi padre o mi madre me han
pegado". Hay que ver en qué contexto se hace: el padre que pega un
cachete porque el niño le ha sacado de quicio por una rabieta, el niño que
no tolera la frustración y tiene reacciones explosivas... No son
situaciones peligrosas, no es maltrato», dice Balmaseda.
«Los padres no debemos dejarnos chantajear por los hijos “Educación y
diálogo son las claves para evitar el conflicto, pero «hoy muchos
padres se ven sin armas, indefensos para dar pautas educativas.
Los padres no podemos dejarnos chantajear por los hijos ni educarlos
con miedo, tienen que ejercer su autoridad. Si un adolescente quiere salir
hasta las tres de la madrugada y amenaza con denunciar al padre porque
no le deja, quizá ese padre tenga que decirle: "Pues ahora vamos los dos a
la Policía"», defiende Javier Urra, psicólogo y director del programa para
padres e hijos en conflicto Recurra. «Una bofetada no es eficaz ni resulta
pedagógica, pero una bofetada a destiempo nunca se puede
equiparar a maltrato», opina.
Lo peor no es el dolor de la bofetada, como sostiene Balmaseda, sino el
hecho de que «un niño denuncie a su padre. Es, desde el punto de vista
familiar, una forma deficiente y muy dolorosa de manejar el conflicto.
Eso deja tremendas consecuencias».
Añade que tras azotar o gritar a un niño, a los padres, por lo
general, les suele asaltar un sentimiento de culpa, que después
se esfuerzan en cambiarlo para auto justificarse que tenían que
hacerlo (pegar al niño) para que aprenda. «Sin embargo, hay muchas
otras formas de educar a los niños sin necesidad de violencia
física —insiste—. Hay que hacer el esfuerzo de reprimir este impulso
de azotarle y optar por explicar al niño con palabras, sin gritos,
que lo que está haciendo no es correcto, sin obviar que hay
que advertirle que tendrá consecuencias si se vuelve a repetir la
situación que motivó el incidente”. Teoría de la frustración-
agresión
Cuando hay un conflicto y un padre pega a un hijo, «no es porque el hijo
haya creado un problema, es porque es el padre el que tiene un
problema. Influye el estrés diario y lo que se denomina como "teoría de
la frustración-agresión"; es decir, si a un hombre, por ejemplo,
alguien le agrede en el trabajo y es un superior o la persona no está
presente, este hombre tenderá a cargar su frustración en alguien inferior
o, al llegar a casa, lo hará con su mujer y, a su vez, ella lo hará con su hijo
pequeño, y el niño con el gato. Es así. Si no se acaba con este modelo de
educación, la violencia se perpetúa en nuestra sociedad», concluye
Ballesteros no sin recordar que el principal motivo de llamadas a la
Fundación Anar es por casos de violencia intrafamiliar.
Por esta razón, desde este organismo insisten en que recurrir al castigo
físico en la educación de los hijos puede traer consecuencias negativas en
su evolución y aportar alternativas saludables y positivas. Para ayudar a
los padres en esta labor de una educación sin violencia, recomiendan
tomar notas de los siguientes consejos:

1. Dedicad tiempo a estar con vuestros hijos. El tiempo que paséis


hablando con ellos o compartiendo sus juegos, es un regalo para todos y
es importante hacerlo desde edades tempranas. Invitadles a que os
hablen de su día a día y hacedlo también vosotros adaptando el lenguaje
a su edad. De esta manera les estaréis enseñando que es normal tener
problemas y la forma de buscar soluciones, además de construir una
convivencia positiva.
2. Poneos de acuerdo entre vosotros, padres, en las normas,
límites y consecuencias que vais a establecer. Para que ellos
crezcan y evolucionen positivamente, necesitan saber que en su familia
hay unas normas que cumplir, unos límites que respetar y unas
consecuencias (nunca maltrato físico ni psicológico) en caso de no
hacerlo. Y es importante que os mostréis unidos y firmes en esas
decisiones y en el cumplimiento de las consecuencias para que ellos no
puedan manipular la situación.
3. Adaptad las normas y límites a su edad. Sobre todo en la
adolescencia, es importante que impliquéis a vuestros hijos en la elección de
las normas y límites que se van a establecer y así será más fácil que las
cumplan. No obstante, es recomendable que les dejéis claro que, como padres,
tenéis la obligación de protegerles y buscar su bienestar.
4. Escucharles. Si ha quebrantado alguna norma o se ha saltado algún
límite, antes de aplicar las consecuencias a ese comportamiento, escuchad sus
razones. Tal vez sea necesario que tengáis que sancionarle después de su
explicación, pero se sentirá escuchado y atendido emocionalmente.
5. Usar el castigo físico como método para educar es perjudicial en
todos los niveles de desarrollo. Además, puede generar a largo plazo
dificultades en las relaciones con los demás y alteraciones en la salud mental.
Hay alternativas que no dañarán su integridad como, por ejemplo, la retirada
de privilegios.
6. Sed coherentes en la aplicación de consecuencias. Las
consecuencias que apliquéis al incumplimiento de las normas deben ser
proporcionadas al hecho que se ha producido y ajustadas en el tiempo para
conseguir el efecto deseado: el aprendizaje.
7. Sois ejemplo para vuestros hijos. Si sois violentos con ellos a la hora
de educarles, les estáis enseñando un modelo agresivo de resolver conflictos
que les traerá muchas dificultades en su vida adulta, ya que pueden
reproducirlo. Si, por el contrario, os mostráis firmes pero cercanos en vuestr a
forma de educarles, les estáis transmitiendo que pueden contar con vosotros y
no necesitarán buscar fuera de casa el afecto que necesitan para crecer y
evolucionar positivamente.
8. Antes de actuar por impulso, paraos a pensar. Es necesario saber
identificar las señales que os avisan que os estáis alterando. En ese momento,
es importante aplazar la conversación con vuestro hijo a otro momento en que
podáis hablar de lo ocurrido con tranquilidad. Recordad que ellos, igual que
vosotros, no son perfectos y pueden cometer errores. De esta manera estáis
enseñándoles que el comportamiento de las personas no debe estar manejado
por impulsos y emociones negativas.
9. Llevar una vida sana, favorece la salud emocional. Consumir
cualquier tipo de droga, incluso las aceptadas socialmente (alcohol y tabaco), o
no descansar lo suficiente, puede hacer que estemos más sobrecargados de
tensiones. En un alto porcentaje de los casos de maltrato, el alcohol está
presente. Si os alimentáis adecuadamente, descansáis lo suficiente y
descargáis tensiones a través de la actividad física, estaréis más tranquilos y
relajados en vuestra convivencia familiar.
10. Si tenéis dificultades para establecer una buena comunicación y
convivencia con vuestros, buscad ayuda profesional. Es posible que las
circunstancias y vivencias que hayáis tenido a lo largo de vuestra vida, influyan en la
manera de establecer relaciones y os dificulten la convivencia familiar. Si esto es así,
buscar ayuda profesional os ayudará no sólo a vosotros, sino que vues tros hijos
también se beneficiarán de ello.
Por qué un niño se porta mal
Hay que tratar de averiguar las razones que puede haber detrás de un comportamiento difícil. Puede
ser simplemente que se haya alterado su rutina y que el niño tenga hambre, esté cansado,
aburrido, o incluso sobreexcitado; o puede ser que esté atravesando por una situación que le
puede provocar ansiedad(nacimiento de un hermano, separación de los padres, cambio de colegio,
etc.).
Estas son cosas que se pueden prevenir fácilmente. Pero en muchos casos las razones son más
profundas. La llamada educación liberal, caracterizada por la tolerancia – como huida desesperada
del sistema autoritario anterior– ha confundido permisividad con ausencia de normas y ha
conseguido desconcertar a los padres. La supresión total de límites ante el temor de producirles
traumas también tiene fallos. Inculcar la disciplina como un ejercicio de autocontrol no siempre
funciona.

Consecuencias del castigo físico a los niños


Juan comentaba: “ si los azotes dejasen secuelas, nuestra generación sería una panda de
tarados” . Es verdad que un pescozón aislado no traumatiza, pero hay que procurar que no ocurra.
Por supuesto, si en alguna ocasión se da un azote – se preguntarán que quién no lo ha hecho
alguna vez– , no hay que considerarse un maltratador, pero hay que tender a erradicar esta
práctica.
El castigo físico ni es terapéutico para el que lo produce, ni pedagógico para el que lo recibe. Se
trata de un descontrol emocional personal del adulto, un desahogo momentáneo que normalmente
genera a continuación malestar y sentimiento de culpa. Nadie concibe que en su trabajo, aunque
sea por su bien, reciba un tortazo de su jefe al cometer algún fallo.

El bofetón es desaconsejable porque, aparte de humillar al niño y dañar su autoestima, le


proporciona un modelo a imitar y del que aprender. No le enseña por qué suceden las cosas ni
cómo hacerlas correctamente. Este tipo de conducta genera además violencia, rebeldía, temor y
falta de confianza en los padres. El niño acaba obedeciendo por miedo al castigo, pero sin
comprender el motivo de la sanción en la mayoría de los casos. Y por supuesto, termina por
impedir la comunicación entre padres e hijos.
Coherencia en la educación del niño
Está claro que es imprescindible firmeza para que el niño aprenda a respetarse a sí mismo y a los
demás. Pero aprender a “ someterse” sin coherencia le puede confundir. No entiende por qué a
los niños se les puede pegar y a los adultos, no; por qué él no puede chillar y los mayores sí; por
qué no puede mentir y a veces, cuando a sus padres les conviene, le piden que lo haga; por qué lo
que hoy le permiten hacer, mañana se lo prohíben…
Se puede llevar a cabo una disciplina positiva siendo justos y haciendo lo correcto. Es
importante marcar los límites a los hijos, pero también hay que ayudarlos a crecer. Hacerles saber
lo que se espera de ellos, adoptar actitudes positivas recalcando las formas correctas de actuar y
no censurar continuamente los errores.
Alternativas a los cachetes de los padres a los niños
1.- Palabras que expresen con claridad nuestros sentimientos pero sin atacar al niño. Conviene
usar frases cortas aunque firmes: “ Estoy muy enojado/a…” . Según las circunstancias, añada una
pequeña frase acerca de sus expectativas: “ Espero que cuelgues el abrigo nuevo y no lo dejes
tirado por el suelo” . No conviene decir nada sobre el carácter del niño o de su personalidad (“ eres
un desastre” ). Podemos decir cómo nos sentimos, pero sin necesidad de insistir en lo “ malo”
que es el niño.
2.- Irse. La mejor palabra de cuatro letras para cortar una pelea subida de tono. El alejarse de la
escena ofrece la posibilidad de serenar el ánimo y pensar en lo que debemos decir cuando
estemos otra vez con el niño.
3.- Hacer las paces cuando la tormenta ha pasado. Los padres pueden volver a mostrarse cariñosos
y hacer saber a sus hijos que su enfado, por muy fuerte que parezca, es pasajero.

Constitución política del Perú poder legislativo


Mi hijo tiene seis años dificultad en su comportamiento y sólo entiende
a los golpes.
Estimada mamá, si sigue con esa actitud su hijo se va a acostumbrar a los golpes y esto
sería muy grave.

El castigo físico trae consigo más agresión. El niño golpeado se siente violentado y apenas
tenga oportunidad se va a vengar. El castigo es lo que más genera violencia. Por eso es tan
importante que los padres no vuelven a utilizar los castigos.

Las consecuencias lógicas son las que deben usarse. El castigo humilla, debilita y crea más
rabia. Las consecuencias lógicas, por el contrario, le dan al niño un mensaje de amor. Yo le
importo lo suficiente a mis padres que hacen algo por mí , me ayudan a volverme más
responsable .

Las consecuencias pueden ser negativas o positivas. Miremos un ejemplo: si su niño no


hace tareas por estar viendo televisión, la consecuencia lógica negativa sería quitarle la
televisión un tiempo a ver si esto le ayuda a cumplir con sus deberes escolares. Si el niño es
pequeño hay que ayudarle a empezar las tareas y guiarlo un poco. Todo eso se hace sin
gritos ni humillaciones.

En vez del castigo también se puede utilizar algo que se llama time-out, un tiempo y un
espacio en el que al niño se le retira de la situación de conflicto. Es mejor que te vayas a tu
cuarto, pues veo que no te puedes controlar , más tarde hablaremos a ver qué otra cosa se te
ocurre que pueda ayudar a no meterte en problemas , sería lo ideal decir en ese momento.

Es mejor esta alternativa pues en un momento álgido de fuerte emocionalidad podemos


decir y hacer cosas de las cuales después nos vamos a arrepentir.

El mal comportamiento de un niño siempre tiene un origen. Busque el porqué del mal
comportamiento de su hijo. Habría que ver si a este niño le está faltando atención o afecto.
Siempre hay una creencia del niño detrás de su mal comportamiento . El niño puede sentir
que sólo siendo necio logra llamar la atención. Otras veces el niño está buscando poder en
la familia pero de una manera equivocada.

Otro objetivo inconsciente del niño puede ser la búsqueda de la venganza porque se ha
sentido maltratado por alguien. Finalmente el niño puede haber decidido que él es víctima y
que no importa lo que haga pues siempre va a ser el culpable. El niño ha tirado la toalla y
por lo tanto su autoestima está por el suelo. Se porta como alguien que no vale nada y que
merece castigo a cada rato.

La lección entonces es que hay que investigar. No hay que quedarse con el mal
comportamiento. Hay que mirar más a fondo. Cualquiera que sea la situación de su hijo, le
va a servir que también los padres le pongan atención a lo que él hace bien.

Ensaye a reforzar lo bueno o positivo que haga su hijo. Cambie de actitud usted como padre
y empiece a buscar las cualidades de su hijo. Seguro que las encontrará.

Los niños responden muy bien a los mensajes de amor y autoridad siempre y cuando estos
sean dados con amabilidad y respeto. El castigo físico es un irrespeto claro y la respuesta
del niño va a ser igual. La autoridad se puede ejercer sin violencia y con amor. Esto no se
puede olvidar nunca . Podemos caer en el castigo a veces, pero, ojalá reflexionemos y
veamos que estas otras alternativas son las que fortalecerán a nuestros hijos.
Dan diecisiete años de cárcel a padre que golpeó a su hijo
El padre rompió en llanto y pidió perdón, pero no pudo evitar el peso de la justicia.
Solo cuando estaba a punto de ser condenado, José Luis Minaya Janampa pidió
perdón a su hijo de cinco años por haberlo agredido salvajemente. Incluso prometió
que al salir de prisión lo buscaría para resarcir el dolor que le hizo vivir.

Al dirigirse a la jueza, antes de que se leyera la sentencia, recordó a sus otros tres
hijos y rompió en llanto al temer por ellos, pues dijo que “crecerán sin un padre”.

Minutos antes, mientras la fiscalía exponía los hechos, desde su asiento Minaya
aceptaba todo y visiblemente nervioso le decía a su abogado que no era un peligro
para la sociedad.

La única persona que lo acompañó durante la audiencia fue su actual esposa. Ella no
se identificó y se retiró de la sala entre lágrimas al escuchar que su pareja pasará los
próximos siete años y medio en una cárcel.

Ella fue una de las personas que presenciaron las continuas agresiones que sufría
el pequeño Johao, como se ve en uno de los videos grabados por un vecino. Allí se
ve al menor correr tras las piernas de su madrastra, escapando de su iracundo padre.

“Me voy a portar bien, ya no lo volveré a hacer”, grita el niño, mientras busca
protección en las piernas de su madrastra. El padre lo sigue, lo jala y arrastra de los
cabellos, luego lo carga y lo sumerge en un lavadero lleno de agua.

El niño sigue gritando y prometiendo portarse bien, sin que, aparentemente, nadie lo
escuche. El niño declaró a la fiscalía que no era la primera vez que era maltratado de
esa manera y que su padre le dijo que quería que se muera.

Un mes de torturas

En la audiencia se reveló que hace poco más de un mes el padre de Johao llevó al
menor a su casa a vivir con su esposa e hijos.

El niño había nacido fuera del matrimonio y vivía con su madre, según Minaya, en
condiciones inhumanas, por lo que lo llevó a vivir con él y su familia.

Al parecer el niño no se adaptó a su nueva familia. Minaya relató que el niño se


mostró malcriado y caprichoso, al punto de agotar su paciencia.

Los vecinos de la calle Raymondi en Bellavista contaron al personal del Ministerio


de la Mujer y Poblaciones Vulnerables que tanto el padre como su pareja
constantemente humillaban al niño con insultos: “Eres un bastardo, un animal
recogido de la calle”, le habrían gritado.
Hartos de las constantes agresiones, los vecinos decidieron grabar las agresiones
desde el techo de una casa colindante. Luego llamaron a las autoridades. Cuando
llegó la policía, José Minaya argumentó que el lugar donde sumergió al menor
era un jacuzzi rústico y no un lavadero.

Pasados los minutos y ante las evidencias, terminó por aceptar los hechos y se
justificó diciendo: “A veces hay que corregir así a los niños, si no, no entienden”.

Sentencia por agresión

El 2º Juzgado Penal del Callao sentenció a siete años y medio a José Minaya
Janampa por el delito contra el cuerpo, la vida y la salud de Johao. Además deberá
pagar cinco mil soles por concepto de reparación civil.

La fiscalía había pedido 34 años de prisión, pero Minaya aceptó haber maltratado al
menor, mostró estar arrepentido y firmó un acuerdo de terminación anticipada, lo
que le permitió disminuir su condena a la mitad.

En la audiencia, la fiscalía reveló que los médicos legistas habían concluido que el
menor tiene múltiples moretones y heridas en su cuerpo, que habría sido golpeado
varias veces. Por el momento, Johao se encuentra en un albergue del Inabif, donde
recibe asistencia psicológica, y se evalúa si se le otorga la custodia a su madre,
Maritza Luis Vásquez.

Que sirva de ejemplo

La ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Marcela Huaita, cuestionó


la condena de siete años y seis meses de prisión impuesta a José Luis Minaya
Janampa. Refirió que por la magnitud de la violencia en contra de su hijo se debió
considerar este hecho como un intento de parricidio con una condena de 15 a 25
años.

Ante lo sucedido, la ministra indicó que esta sentencia servirá de advertencia para
los padres de familia que ejercen violencia contra sus hijos. “Que les quede claro a
los padres de familia que no hay impunidad cuando se trata de violencia contra los
niños”.

Huaita también señaló que se han pedido medidas de protección para los demás
hijos de Minaya, pues han sido expuestos a continuos actos de violencia en su hogar.

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