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“Personas con excelencia humana y académica que aportan al mundo que les toca vivir”

GUÍA DE COMPRENSIÓN LECTORA


LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
Noticia
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Curso: 5° A – B - C

I. Lee el texto, luego responde las preguntas.

Violeta, una folclorista recordada.

Una Violeta llamada Chile en un país llamado Parra

Un recuerdo de la cantautora en su centenario, que La Mar de Músicas conmemora con


un concierto.

RAFAEL GUMUCIO
14 JUL 2017

"No me lo hace a mí, se lo hace a Chile”, solía decirle Violeta


Parra, nacida hace 100 años en San Carlos (región del Bío Bío), a
toda suerte de funcionarios diplomáticos cuando le negaban
subvenciones y apoyo. Estaba convencida de modo innegable que
Chile era ella, y ella era Chile. A la luz de su posteridad, es
imposible negar que Violeta Parra es Chile y Chile es en gran
parte su creación, la idea de una cierta tristeza que ríe, de una
cierta pasión que baila, de una cierta pobreza que no rechaza
darse ningún lujo.

Violeta, que murió no en vano en las tierras de La Quintrala, una


terrateniente colonial famosa por azotar a sus hombres. La Violeta
que encarna la madre pero también el padre de todo chileno. La
Violenta Parra, como la llamaba su hermano Nicanor, que no se
hizo nunca la dulce, o la frágil, pero que no dejaba nunca, sin
embargo, de seducir. Porque no es fácil escuchar sin una mezcla
de rabia y de emoción la voz quebrada y metálica de Violeta, que
rechaza toda melancolía, toda nostalgia, pero no le tiene miedo
casi nunca a la muerte, al dolor, a la pobreza, a la rabia. Una voz
que “lleva 40 años sufriendo”, como dice ella para explicar por
qué ella y solo ella puede cantar su ballet atonal El gavilán.
Serie de retratos de Violeta
Parra. GENTILEZA DE LA Violeta, hija de profesor primario que murió demasiado
FUNDACIÓN VIOLETA
PARRA Y MUSEO VIOLETA luego y demasiado pobre, se ganó la vida cantando en
PARRA circos, calles y velorios. Llegó de Chillán a Santiago
vestida de gitana de Triana, cantándole al río Manzanares.
Formó luego con su hermana Hilda un dúo que
interpretaba con la misma facilidad boleros y rancheras. Un día cualquiera de 1952,
impaciente ante la poca atención que su hermano Nicanor le prestaba, le preguntó qué
“Personas con excelencia humana y académica que aportan al mundo que les toca vivir”

leía con tanta atención. Su hermano estudiaba la poesía popular chilena del siglo XIX
para intentar escribir un Martín Fierro
chileno. Violeta se fue bruscamente de la casa de su hermano para volver a las pocas
horas con cientos de hojas llenas a rabiar de versos.

“Estudia eso mejor”, le dijo. Nicanor se encontró de pronto con canciones como las que
cantaban los ciegos en los bares de mala muerte en los que perdió su fortuna su padre.
“Canto a lo humano y lo divino”, como ese que improvisaban sus tíos y amigos en
guitarrones de 12 cuerdas. Todo un tesoro infinito de versos, imágenes, comidas y ritos
que siempre habían estado ahí, al alcance de la mano, pero que nadie se había dignado
en recoger antes de que Violeta Parra lo empezara a hacer.

Violeta Parra, que dejó el dúo con su hermana y su matrimonio con el maquinista Luis
Cereceda, decidió no sólo recopilar esas canciones, sino habitarlas de cuerpo entero. Su
forma de vestir, de hablar, de comer, de amar, se hizo a la medida de esa idea de Chile,
popular e inevitable, pobre de solemnidad y rico de colores, de contrastes. Se sentaba
siempre en un piso más bajo que los campesinos a los que entrevistaba, pero terminaba
por cantar ellas sus canciones, una más entre los mapuches, chilotes, campesinos y
mineros que iban entregando sus canciones y dichos a su incómoda grabadora.

Le preguntaron en París que, si tuviera que elegir entre la pintura, la música, los tapices
o la poesía, qué arte escogería. “Escogería quedarme con la gente”, respondió ella, pero
no hizo, sin embargo, más que arrancar lo más que pudo de su adorado país. Mientras
cantaba en Varsovia en el Festival de la Juventud que auspiciaba la Internacional
Comunista, su hija Rosa murió de frío en Santiago. No volvió antes de grabar en
Londres y exponer en el Museo de Artes Decorativas de París. Esos éxitos, que
contrastaban con la inestabilidad sentimental y material de su vida en Chile, no hicieron
más que acelerar la tragedia. En febrero de 1967, en la carpa polvorienta en la que
quería fundar una universidad del folclore, Violeta Parra se disparó en la cabeza.

Un homenaje, una despedida, un canto de esperanza, pero también una ironía


antipoética, un chiste cruel, un desafío: un gracias a la vida ante el que a la vida no le
queda más que responder:

—De nada, comadre, vuelva cuando quiera, en su casa no más está.

1. ¿A qué tipo de texto pertence? ¿Por qué?


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2. Dintingue la estructura de la noticia marcando en el texto según corresponda.

3. ¿Por qué crees tu que es importante Violeta Parra?


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