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Una alternativa al modelo procesual propuesto por Gross y que puede ayudar a superar
algunas de sus limitaciones es el modelo de regulación emocional basado en el procesamiento
emocional (Hervás, 2011). Algunos autores sugieren que las reacciones emocionales no
decrecerán si se intentan regular de forma precipitada, sino que es necesario un proceso activo
de elaboración y comprensión emocional (p.ej., Hunt, 1998). Este proceso de elaboración es lo
que se suele denominar procesamiento emocional.
Según Rachman (1980), el procesamiento emocional es el proceso por el cual las alteraciones
emocionales van declinando hasta que se absorben de forma que otros comportamientos y
experiencias pueden aparecer sin interferencias.
Es decir, que el procesamiento emocional permite absorber y canalizar una reacción emocional
que en ocasiones, por su importancia (p. ej., un fracaso o un duelo) u otras razones, puede
llegar a resultar excesivamente intensa o persistente, llegando incluso a interferir en la vida del
individuo.
Más recientemente, Stanton, Kirk, Cameron y Danoff-Burg (2000) consideraron que este
concepto podría ser más elaborado. En sus estudios argumentaron que el “afrontamiento
emocional”, es decir, la capacidad de hacer frente a las emociones de gran intensidad de un
modo saludable o adaptativo, es un tipo de estrategia que se asocia con un mejor ajuste
psicológico. Estos autores identificaron dos mecanismos diferentes de afrontamiento
emocional:
1. Apertura emocional, que es la capacidad del individuo para tener acceso consciente a sus
emociones, el grado más desarrollado sería la lograda tras un entrenamiento continuado en
atención plena o mindfulness, siendo el polo deficitario la alexitimia (Lane y Schwartz, 1987;
Taylor et al., 1988). El acceso a las emociones es un proceso complejo que implica un
desarrollo progresivo y una integración de componentes psicológicos y somáticos (Lane y
Schwartz, 1987).
4. Etiquetado emocional. Se refiere a la capacidad del individuo para nombrar con claridad sus
emociones, siendo el polo deficitario la confusión emocional (Gratz y Roemer, 2004; Salovey et
al., 1995). También se ha denominado granularidad o complejidad emocional a esta capacidad
de poner nombre de forma precisa a las emociones.
a) Origen: Cuando se activa una emoción el primer objetivo es saber por qué se ha activado,
si es que esa información se desconoce. A veces no está claro qué componente concreto es
el activador. Después de una reunión, una persona puede sentir abatimiento pero no saber
exactamente el porqué, hasta que tras reflexionar, llega a concluir por ejemplo que es
una reacción a la dificultad para explicar sus argumentos y que sean comprendidos. Por último,
el análisis emocional.
b) Mensaje: el análisis emocional implica también averiguar qué nos quiere decir esa emoción,
de qué nos informa. En la mayoría de los casos, la emoción nos informa de un aspecto
relevante del entorno que ya conocemos, pero además nos prepara para responder. Es el caso
del miedo, de la ira, de la frustración. Otras veces es más complejo. Por ejemplo, un
acontecimiento traumático implica cambios que no siempre son fáciles de entender, y genera
estados emocionales con significados que suponen un cambio de visión, una transformación de
los supuestos (o asunciones) básicos. En la ficha 2 aparece un listado de los mensajes de las
emociones más frecuentes en un lenguaje asequible para usar en un contexto clínico.
c) Validez: Las emociones son activadas por una serie de mecanismos, algunos más
controlados y otros más automáticos, con objeto de transmitir una señal, un mensaje. Pero esta
señal puede ser correcta o incorrecta y ese análisis corresponde a la propia persona. Tras
contrastar la situación con la mayor objetividad posible, la persona debe decidir si la emoción
es un mensaje válido, una falsa alarma (o si lo deja en suspenso por necesitar información
adicional). Para analizar la realidad, la persona puede usar estrategias cognitivas como la
técnica de la búsqueda de evidencia, la técnica del doble parámetro o la técnica de la tarta.
5) Aprendizaje: En el caso de que algunas emociones sean válidas será necesario que la
persona extraiga las conclusiones pertinentes. Eso puede implicar un aprendizaje con respecto
al futuro (por ejemplo, ante un comportamiento que ha generado culpa y que la persona
aprende que no debe volver a hacer) o un plan de acción (por ejemplo, ante una frustración
recurrente en una relación interpersonal).