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Sin embargo, es paradójico constatar que muestra más conocimientos adquiere el hombre
sobre su entorno, sobre la naturaleza, sobre lo exterior a él, en el campo de los valores, la
convivencia, la calidad de vida y la comprensión de la realidad humana, el panorama es
menos alentador.
A pesar de lo anterior, en Occidente las ideas religiosas que ejercían bastante influencia
sobre la vida de los hombres, lo consideraban el amo y señor de la naturaleza, legitimando
la utilización de ésta para satisfacer sus necesidades. Posteriormente, con el surgimiento
del capitalismo, alimentado por las ideas religiosas protestantes, se validó la utilización de
ésta como recurso económico explotable. Al ignorar que el hombre hace parte de la
naturaleza y que ésta hace parte del él, se está negando el origen de la vida humana. Esto
permite explicar la explotación intolerable de los recursos naturales en la búsqueda
maximalista de la acumulación de riqueza, olvidando que todo atentado contra la naturaleza
y el medio ambiente, es un ataque contra la especie humana, contra sí mismo, lo que puede
ocasionar la propia destrucción.
Revisando la historia de Occidente, “desde hace casi dos siglos, con el nacimiento de la
revolución industrial, la afirmación de la Razón y del Progreso, y las grandes revoluciones
políticas americana y francesa, entramos en una sociedad que se mueve al ritmo del
crecimiento económico y de las aspiraciones democráticas“ (1) , bajo el modelo económico
capitalista. Éste es el panorama que circunscribe la sociedad Occidental: el imperio de lo
financiero, todas las esferas económicas, políticas, sociales y culturales han sido
avasalladas por la lógica financiera dominante, en la cual la empresa juega un papel muy
importante, o como lo dice Jean François Chanlat , en la que se rinde “culto a la empresa”
Bajo este panorama, los asuntos humanos también han sido reducidos a los intereses de la
lógica financiera; la ética, los valores humanos han sido desplazados por los valores
económicos; los hombres sólo cuentan por su hacer, por lo que producen, y son
considerados un factor de producción.
Amparados en este reduccionismo, y en el afán de cientificidad, los discursos económicos,
políticos, administrativos, contables, han pretendido explicar la complejidad de las
relaciones humanas que éstos involucran (donde lo individual y lo social se entrecruzan y
en las cuales el hombre se convierte en objeto y sujeto) desde una lógica formal y racional
en la que se privilegian los modelos matemáticos, para cuantificar las variables humanas.
Los asuntos humanos se han reducido a modelos que no dan cuenta de la realidad, que
desconocen la individualidad, la historia personal de cada hombre; de ahí la impertinencia
de éstos para explicar y responder sus propias necesidades.
Científicos como Piaget, Freud entre otros, demostraron que cada ser humano, desde sus
propias experiencias - en la lactancia, en la vida escolar, en el juego, en las relaciones con
sus padres, en su desarrollo sexual - construye su personalidad, su propio ser. Sin embargo,
como el hombre es un ser social, esa construcción de sí mismo sólo es posible en relación
con los otros; por tanto, los otros juegan un papel trascendental en la formación de la propia
identidad, y en facilitar relaciones que se tejen a través de la comunicación, el lenguaje, la
palabra. Éstas últimas adquieren una vital importancia en la vida humana, y así lo afirma
Gudorf cuando define al hombre como “el animal que habla”. A través del lenguaje, el
hombre se construye a sí mismo y construye el entorno que le rodea; es decir, que
“construye su mundo a través del lenguaje y el espacio humano; es en esencia un universo
de palabras”.
A pesar de los numerosos estudios que las ciencias del lenguaje han realizado en la
sociedad actual, éste no ha sido tratado con el cuidado que le merece: la comunicación se
reduce al esquema mecánico de transmisor – mensaje – canal – receptor, esquema que
desconoce y mutila las posibilidades constructoras del lenguaje mencionadas anteriormente.
Igualmente, la palabra y el lenguaje han perdido, por un lado, la dimensión ética, la cual
exige un compromiso en cuanto a cumplir lo que se dice, escuchar para ser escuchado,
contestar a lo que se pregunta, y por el otro lado, el lenguaje se ha inundado con la lógica
financiera y los términos de la empresa. En todos los contextos se utilizan
inapropiadamente las palabras productividad, utilidad, maximización, rendimiento, recurso,
cliente, mercado, por mencionar sólo algunos términos. Situación preocupante por dos
razones: en primer lugar ,porque demuestra una vez más que la lógica financiera se ha
instaurado en la conciencia de la mayoría de los hombres; y en segundo lugar, por las
implicaciones que tiene el lenguaje en la construcción de la realidad, en la cual lo
económico y financiero desplazan lo humano.
Todos estos problemas que aquejan la realidad de las sociedades actuales, demuestran una
decadencia de lo humano. Las organizaciones y la administración no han sido ajenas a esta
situación, se han convertido en escenarios donde lo humano se ha ido desplazando por la
técnica y la máquina, en busca de la productividad, la eficiencia y la maximización de
utilidades; el hombre se ha reducido a un factor de producción. El lenguaje utilizado
también da cuenta de ello, al referirse al hombre como el recurso humano, el capital
intelectual, el costo de mano de obra; ello demuestra la borrosa concepción humana que
subyace a éstas, con una visión instrumental del hombre, que privilegia el hacer antes que
el pensar, restringiendo la comunicación, la afectividad, y que antepone los intereses de la
organización, netamente económicos, a los intereses individuales.
Quizá si la sociedad actual permitiera a los hombres un espacio para la reflexión, para la
comunicación, para las relaciones humanas, existirían menos problemas sociales, menos
cárceles, menos hospitales, menos guerras, más familias unidas, más organizaciones
exitosas, y finalmente, lo más importante: más hombres felices.
El hombre es una especie en decadencia o también podríamos decir una especie en vía de
extinción y no por su gran progreso, sino por la forma en que progresamos.
El hombre con el pasar de los años se ha visto rodeado de cambios que han influido mucho
tanto en el ambiente como en la sociedad buscando mejorar la calidad de vida. Pero ¿Qué
ha pasado? Nosotros como seres pensantes no estamos midiendo la consecuencia de
nuestros actos ya que intentando buscar una mejor vida estamos destruyéndonos a nosotros
mismos lentamente y consigo destruyendo el mundo en el que vivimos.
Toda persona busca tener demasiado dinero y una buena posición social sin importar las
consecuencias de sus actos por ejemplo la explotación de minas. Las personas que realizan
esta actividad son unos insensibles e inconscientes porque todo el mundo sabe que esto trae
como consecuencia contaminación química por los tóxicos empleados y la intoxicación de
las personas. Por este factor y muchos otros, en diferentes partes del mundo ha habido
muertes, nacimientos con malformaciones, sequias, muertes masivas de animales, etc. todo
esto por la mente enferma del hombre, por la avaricia de tener más sabiendo que uno como
persona puede vivir con muy poco y muy bien, y lo que nos sobre lo podríamos dar a otras
personas así dando una solución a la pobreza en el mundo.
Si seguimos con esta mentalidad tan enferma lo que vamos a conseguir en vez de una mejor
calidad de vida, es la destrucción de la especie humana, del planeta tierra y todo ser vivo así
que desde hoy comprometámonos a tratar de cambiar este futuro tan negro que nos espera.
Y no es imposible esto se puede hacer, nosotros como seres pensantes y racionales que
dicen que somos, podemos vivir sin estar atados a la tecnología que en vez de ayudar a la
supervivencia humana nos está condenando a morir lentamente en medio de la
contaminación, guerra nuclear, tensión nerviosa, enfermedades industriales entre otras
cosas.
EL SER HUMANO UN ESPECIE EN DECADENCIA
SNEYDER PADILLA
FILOSOFIA
CHITAGA
2019