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http://www.compite.com.co/site/informe-nacional-de-competitividad-2012-2013/
A pesar de los esfuerzos que se vienen realizando, Colombia sigue sin presentar
avances significativos en competitividad. El año pasado el Informe Nacional de
Competitividad (INC) hizo un balance sobre cómo iba el país en relación con la visión
que se ha definido en el marco del Sistema Nacional de Competitividad e Innovación
(SNCeI)1 para el año 20322. El resultado no fue positivo, en particular, en relación con
la posición del país en los rankings internacionales de competitividad, en los cuales –
en vez de mejorar– Colombia ha venido retrocediendo con respecto a otros países de
la región.
Lo mismo ocurrió con los resultados del Indicador Global de Competitividad del World
Economic Forum (WEF), que indican un retroceso del país de la posición 68 en 2011 a
la posición 69 en 2012, entre 144 países, alejándose, por tanto, de la meta de ser uno
de los países más competitivos de la región..
El año pasado se decía en el INC que estos resultados no debían sorprender a nadie,
en la medida en que no se pueden esperar resultados diferentes si el país sigue
produciendo lo mismo y de la misma manera como se hacía hace décadas. La
reciente literatura de desarrollo y la evidencia empírica sugieren que son los países
que se adentran en procesos de cambio estructural, o de transformación productiva –
es decir, que están constantemente cambiando la fisonomía de sus aparatos
productivos– los que logran tener mayores niveles de crecimiento sostenidos en el
tiempo3.
Esto sigue siendo igual de válido –o más– para Colombia. El país sigue teniendo una
canasta exportadora poco diversificada y de bajo nivel de sofisticación, al igual que la
tenía hace 20 años, con el agravante de que se viene experimentando un boom
minero-energético que viene deteriorando aún más los niveles de diversificación y
sofisticación del aparato productivo (ver capítulo Política Comercial). Al patrón de
ventajas comparativas que empuja al país hacia la producción de bienes basados en
recursos naturales se aúna el hecho de que el país se encuentra atrapado en una
especie de “trampa de país de ingresos medios”, la cual no le permite ser
competitivo a partir de mano de obra barata –que ya no tiene-. Por tanto, para
escapar de ella el país debe, por un lado, incrementar el nivel de sofisticación de
lo que actualmente produce y, por otro, pasar a producir bienes y servicios que en
la actualidad no produce.
Esta agenda se puede describir como teniendo dos aristas, o agendas (Gráfico 3).
En primer lugar, una agenda horizontal que busca abordar los obstáculos a nivel
microeconómico que limitan la productividad de todos los sectores de la economía
de forma transversal. En esta arista se encuentran elementos tales como acciones
para mejorar el funcionamiento de la justicia, la calidad de la educación básica y
media, la infraestructura de los grandes corredores logísticos del país, la
flexibilización del mercado laboral, la profundización del sistema financiero, el
acceso a energía a precios competitivos, entre otros.
Sin embargo, donde el país muestra los mayores rezagos es en relación con la
arista vertical de la agenda de competitividad. Si bien ha habido algunos avances,
estos siguen siendo poco profundos y descoordinados (ver capítulo Política de
Cambio Estructural)8. Como se mencionó, la actualización de la Agenda Nacional
de Competitividad contiene elementos importantes en este sentido. No obstante,
más allá de que estos elementos hayan sido incluidos, el país está en mora de
definir una verdadera Política de Cambio Estructural, que involucre –y esté ava-
lada por– todos los actores relevantes y que articule los diferentes instrumentos
bajo la política. Adicionalmente, una política de este tipo debe dar señales claras y
acotadas al sector privado sobre el número de apuestas que estaría haciendo el
país bajo esta política y definir claramente cómo se estarían abordando las
apuestas sectoriales del nivel nacional y aquellas que surjan de las regiones. La
profundización y la articulación de la arista vertical de la agenda de competitividad
son cruciales para lograr la tan anhelada transformación productiva.
Bajo este contexto de necesidad de profundizar la arista vertical, cobra aún mayor
relevancia la frase de que “la competitividad es local”, debido a que una parte
importante de esta agenda toma lugar a este nivel. Esta frase implícitamente
reconoce que Colombia sólo será competitiva en la medida en que logre tener
cadenas de valor, sectores, industrias, y/o clusters competitivos, los cuales tienen
manifestación en un contexto geográfico específico. La competitividad de un país
no es más que el reflejo de la competitividad de su sector privado. En ese
entendido, la competitividad es local, ya que para lograr tener cadenas de valor,
sectores, industrias, y/o clusters competitivos habrá que instrumentar agendas
explícitas a nivel local para abordar los cuellos de botella que limitan la
productividad del sector privado9 en las ciudades, departamentos y regiones.
El hecho de que una buena fracción de la agenda vertical tome lugar a nivel local
no quiere decir que a nivel local no se deban abordar también elementos del tipo
transversal. Todo lo contrario. Los gobiernos locales deben tener una agenda que
apunte a mejorar el ambiente microeconómico a nivel local. En este sentido, las
Entidades Territoriales tienen una parte importante de la responsabilidad en temas
como educación, salud, infraestructura, transporte y logística, formalización,
tributos locales, entre otros.
Por tanto, existe una corresponsabilidad de los actores públicos y privados del
nivel local con la agenda de competitividad del país. Tanto los gobiernos de las
entidades territoriales como el sector privado a nivel local tienen buena parte de la
responsabilidad para que se genere un sector privado productivo y, por tanto, para
que el país sea más competitivo. En este sentido, se necesita fortalecer la
institucionalidad que ha dispuesto el país para abordar la competitividad a nivel
local. En particular, cuando es a este nivel donde existen las mayores debilidades
del andamiaje institucional del país para la competitividad. Las CRC –que son la
manifestación local del SNCeI– siguen siendo muy débiles y siguen sin ser
utilizadas como los espacios de articulación público-privada a nivel local para
discutir e instrumentar las agendas de competitividad locales. El país tiene el reto
de fortalecer estos espacios, especialmente cuando –como lo dijo el profesor
Michael Porter en su más reciente visita al país– las CRC podrían ser incluso más
importantes para la competitividad del país que el mismo nivel nacional del SNCeI.
Por otro lado, el nuevo Sistema General de Regalías (SGR) distribuye los recursos
de regalías a lo largo y ancho del país de forma más equitativa. En la medida en
que los recursos del SGR pertenecen a los departamentos y municipios del país,
son los actores del nivel local los que serán responsables de qué tan bien estos
sean invertidos. Por un lado, los actores públicos locales estarán sentados en las
instancias que se han dispuesto para aprobar los proyectos a ser financiados10.
Por otro lado, los actores privados serán los que, en muchos casos, tendrán la
responsabilidad de presentar dichos proyectos y ejecutarlos. Nunca antes las
entidades territoriales habían tenido acceso a recursos tan importantes para sus
agendas de desarrollo11. De qué tan bien se instrumenten dependerá dónde se
encuentren en 15 años estas entidades en materia de desarrollo. Por tanto, será
clave que los actores locales garanticen que estos recursos se inviertan en
proyectos que estén en línea con sus agendas de mediano y largo plazo en
materia de competitividad.
En particular, hay tres fondos dentro del nuevo sistema de regalías cuyos recursos
podrán ir a financiar proyectos que apuntalen las agendas de competitividad de los
departamentos y municipios: los fondos de Ciencia, Tecnología e Innovación; de
Desarrollo Regional; y de Compensación Regional. Es clave, por tanto, que los
proyectos a ser presentados ante los Órganos Colegiados de Administración y
Decisión (OCAD) estén en línea con las agendas de competitividad de los
departamentos y, en particular, con las apuestas sectoriales de estos. Para
garantizar este alineamiento, será crucial el rol que jueguen las CRC no sólo como
postulantes de proyectos, sino como potenciales Comités Consultivos que darán
visto bueno a los proyectos presentados ante los OCAD12.
Si bien el gobierno –tanto del nivel nacional como del local– tiene una gran
responsabilidad en la competitividad del país, este proceso de cambio estructural
no será posible si el sector privado no hace la parte que le corresponde en esta
agenda. El país será más productivo y competitivo en la medida en que tenga
firmas más productivas. Y para mejorar la productividad al interior de sus
empresas, el sector privado no tiene –ni debe– esperar a que el sector público
actúe para actuar.
La evidencia empírica muestra que existe amplio espacio para que el sector
privado mejore su productividad. La productividad de los diferentes sectores en el
país sigue mostrando enormes rezagos frente a estándares internacionales. Por
ejemplo, la productividad colombiana promedio sigue siendo una quinta parte de
aquella de EE.UU. (ver capítulo Productividad Laboral). Adicionalmente, existe una
gran heterogeneidad en los niveles de productividad al interior de los sectores.
Esta heterogeneidad se refleja en una gran mayoría de empresas con bajos
niveles de productividad y sólo un cúmulo de empresas con niveles de
productividad aceptables, lo que redunda en bajos niveles de productividad
promedio para el país.
Ahora bien, el rol de sector privado con la competitividad del país no se limita a
mejorar la productividad al interior de sus empresas y de su ecosistema. También
tiene un rol a jugar en las instancias de articulación público-privadas en materia de
competitividad. De esa manera será clave, por ejemplo, la participación del sector
privado en las CRC, con el fin de definir y garantizar que se trabaje en la con-
secución de las visiones de largo plazo de los departamentos. Hay que recordar
que los gobiernos –tanto nacionales como locales– cambian, mientras el sector
privado siempre permanecerá.
El INC 2012-2013 incluye en esta ocasión 15 capítulos. Por un lado, hay 12 ca-
pítulos que repiten de años anteriores: Educación; Salud; Pensiones; Producti-
vidad Laboral; Ciencia, Tecnología e Innovación; Infraestructura, Transporte y
Logística; Tecnologías de la Información y las Comunicaciones; Sistema Finan-
ciero; Sistema Tributario; Promoción y Protección de la Competencia; Justicia; y
Corrupción. Por otro, hay tres nuevos capítulos que se incluyen en esta ocasión:
Energía, Política Comercial y Política de Cambio Estructural.
Como todos los años, el INC 2012- 2013 hace un diagnóstico sobre cómo está el
país en diferentes dimensiones que impactan su competitividad. En el diagnóstico
se incluyen los avances que viene haciendo el Gobierno en cada una de estas
dimensiones. Adicionalmente, en varios capítulos, además de abordarse los
elementos de la agenda a nivel nacional, se abordan las responsabilidades de
actores públicos y privados del nivel local en cada tema en particular. Por último,
en cada capítulo se incluyen recomendaciones que deberían poder complementar
la nueva Agenda Nacional de Competitividad.
El capítulo Sistema Financiero aborda los cuellos de botella que limitan un mayor
desarrollo de este sector en el país. Por un lado, se concentra en analizar los
obstáculos que –a pesar de los avances importantes de los últimos años– sigue
teniendo el acceso de la población a servicios financieros. Por otro lado, el
capítulo analiza las talanqueras que sigue teniendo este sector para ofrecer
diferentes alternativas de financiamiento a las empresas del país a lo largo de sus
distintas etapas de maduración.
En el capítulo sobre el Sistema Tributario –al igual que ha ocurrido en Informes
anteriores– se vuelven a plantear los pilares que deben servir de soporte para una
reforma tributaria que esté en línea con una mayor competitividad del país. Ahora
bien, en esta ocasión, más allá del tema tributario del nivel nacional, el capítulo
aborda la tributación del nivel local, identificando los enormes espacios de mejora
en el diseño y la gestión de la tributación de los Entes Territoriales.
Como todos los años, se espera que este INC no sólo se convierta en el
termómetro sobre cómo va el país en diferentes dimensiones que impactan su
competitividad, sino que adicionalmente se convierta en fuente de propuestas
novedosas que terminen nutriendo la agenda de competitividad del país. En esta
ocasión estas propuestas no tienen al Gobierno Nacional como único destinatario.
En la medida en que los gobiernos locales tienen una responsabilidad ineludible
en la competitividad del país, varias de las recomendaciones incluidas en este
Informe van dirigidas hacia ellos.
Por último, ningún esfuerzo de los gobiernos nacional y locales serán fructíferos si
el sector privado no hace lo que le corresponde. Existen innumerables formas en
las que las empresas del país pueden mejorar sus niveles de productividad, in-
cluso sin necesidad de esperar a que los gobiernos hagan su parte. Por tanto, el
sector privado no tiene excusas para postergar la profundización de sus esfuerzos
por mejorar su productividad y, de esa manera, la competitividad del país.