Pueblos varbaros de la caída del imperio romano de occidente
La crisis política de Occidente se agravó
cuando los visigodos, bajo el mando de Alarico I, se dirigieron hacia Italia en el año 402. En un primer momento, el general Estilicón, una de las últimas grandes figuras militares de Occidente, logró derrotar a Alarico en la batalla de Polencia. Sin embargo, las tropas romanas ya no eran tan abundantes como en tiempos anteriores y Estilicón solo pudo reunir los hombres suficientes retirando buena parte de los que vigilaban la frontera del río Rin. Esto provocó, en la Navidad del 406, que los vándalos, suevos, francos, y en menor medida los gépidos, alanos, sármatas y hérulos, cruzaran de forma masiva el río helado y se expandieran sin ningún control por la Galia y, posteriormente, por Hispania.
Invasiones germánicas y de los hunos en el Imperio romano, 100-500 d. C.
Poco después, Alarico I volvió a amenazar a Roma exigiendo el pago de importantes tributos, mientras en Britania un nuevo usurpador se coronaba a sí mismo como Constantino III. Estilicón fue incapaz de atajar la crisis y, víctima de las conjuras de sus enemigos de la corte, fue ejecutado en el 408. Las tropas romanas abandonaban Britania mientras era invadida por nuevos contingentes sajones con el fin de apaciguar la situación en la Galia, pero poco pudieron hacer. En muchas partes del Imperio la autoridad estatal era débil, y solo las sucesivas capitales de Milány Rávena contaban con las fuerzas suficientes para defenderse adecuadamente. El emperador Honorio, ante la apremiante situación, se trasladó a Rávena, una ciudad bien comunicada y muy bien defendida, desde donde se dedicó a observar cómo el Imperio se desmoronaba. Con este cuadro, a Alarico le fue relativamente fácil exigir tributos a la abandonada ciudad de Roma al sitiarla sucesivamente en 408 y 409, retirándose cuando obtenía el oro convenido con el Senado. Sin embargo, en el 410 no le pudieron entregar las 4000 piezas exigidas y Alarico ordenó saquear la ciudad. Tal hecho fue visto por los propios romanos como el fin de una era y un ultraje inimaginable,[cita requerida] pues la antigua gran capital del Imperio caía ahora saqueada por los bárbaros. Y mientras Alarico saqueaba la ciudad, Honorio se encontraba en Rávena y no emprendió ninguna acción efectiva para evitar el saqueo. Hacía más de siete siglos que en Roma no entraba un ejército extranjero. Alarico se dirigió luego a Nápoles con intención de embarcar hacia África, pero murió en el camino. Sorprendentemente, Gala Placidia, hermana del emperador Honorio, que había sido capturada en Roma, consiguió convencer a los visigodos para que firmasen la paz y se aliaran con los romanos. Selló esta alianza casándose con el nuevo rey visigodo, Ataúlfo, al cual se le cedió la Aquitania en 412 con el fin de que restableciera la autoridad romana sobre la Galia e Hispania. De esta manera, los responsables del primer saqueo de Roma en siglos se convertían en el más importante pilar sobre el que descansaba la autoridad romana en las provincias occidentales. Los visigodos, ya con un territorio fértil y seguro, se convirtieron en una fuerza tan o más poderosa que los propios romanos; si bien federados en la teoría, actuaban con independencia según su propio criterio, expandiendo progresivamente su influencia por Hispania. La agonía final del Imperio romano de Occidente[editar]
La división del Imperio después de la muerte de Teodosio I (c. 395) superpuestas en las fronteras modernas.
En el año 451, el debilitamiento de la administración imperial en Occidente era evidente. El rey
huno Atila había arrasado Europa y el Imperio de Oriente. Una carta de amor por parte de Honoria, la hermana del emperador occidental Valentiniano III, en la que le rogaba que la rescatara de los muros de Roma y se casara con ella, le sirvió a Atila como pretexto para invadir el imperio occidental.