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Mar Mounier

41 mins ·
El DESCONOCIDO HÉROE DE NOTREDAME.
(Por si los medios NO te lo cuentan)
15 de Abril del año 2019. Caía la noche y Paris miraba con sorpresa y estupor el
humo denso. El olor era intenso y se podía sentir kilómetros a la redonda. Los
parisinos apuntaban al cielo desde todas las direcciones de la ciudad con
sorpresa y horror. La gran catedral de Nuestra Señora, el EMBLEMÁTICO
símbolo cristiano de la ciudad, joya arquitectónica universal construida hacía
casi 800 años en el punto cero de Francia, estaba invadida por las llamas. Los
bomberos se desgarraban ante la impotencia de calles congestionadas y puentes
tomados por transeúntes que observaban la tragedia, aturdidos por la congoja y
la frustración. Las llamaradas tragaban voraces la parte superior de “Notre
Dame” con una fuerza que estremecía a todos. De pronto la “Flèche”, el
símbolo del símbolo, la gran aguja de 750 toneladas y 93 metros de alto que
coronó la gran catedral por 8 siglos y señalaba el centro de París a todo el
planeta, caía derrotada DERRUMBADA en medio de gritos de angustia y
horror. “Quelle tristesse!”
Copiosas lágrimas empezaron a asomar a través de miles de mejillas,
desbordando el corazón de Francia en un sentimiento que parecía muerto pero
solo estaba dormido. Fue entonces cuando una anciana emocionada, a duras
penas pudo arrodillarse, unió sus arrugadas manos y mirando al cielo, con voz
débil pero firme, empezó a tararear una tierna melodía, como intentando
consolar y arrullar a “Nuestra Señora” ante semejante infortunio, ante la
inmensidad de la tragedia. Quienes la vieron, no pudieron evitar la emoción ante
un acto tan desgarrador como hermoso, muchos recordando que la misericordia
de Dios siempre llega en nuestros momentos de mayor tribulación y dolor.
Cayeron también de rodillas invadidos por la inercia de un corazón suplicante,
imitándola. Fue así que el “Je vous Salue, Marie”, esa antigua y dulcísima
canción dedicada a Nuestra Señora, empezó in crescendo a llenar todos los
rincones de la ciudad, como el aroma de la rosa más hermosa en esa tarde de
primavera. “María, yo te saludo, llena de Gracia”. “¡No te vayas!”. Francia, la
hija preferida de la Virgen Madre así regresaba a sus brazos, entre el llanto, la
desolación y la esperanza. “Sainte Marie, Mère de Dieu!” “¡No nos dejes!”.
Finalmente, como si de un milagro se tratara, la vieja frase “La République est
laïque, la France est catholique!” golpeaba los corazones de miles de hijos
pródigos. “Amén, Amén, Aleluyah”.
Mientras, a unas calles de la tragedia, un SACERDOTE, capellán del Cuerpo de
Bomberos de nombre Jean Marie Fournier, luchaba desesperado por llegar al
corazón de Nuestra Señora. Conocía muy bien que la ahora destruída “Flèche”
había tenido en su estructura no sólo un gallo, símbolo de Francia, sino también
uno de los trozos de la Vera Cruz, unas espinas de la Corona de Jesús, además
de las reliquias de San Denis y Santa Genoveva, los santos de París. Y ahora la
estructura había caído entre las brasas. No podía permitir que el resto de las
reliquias sagradas se perdieran. Y corrió como un loco, abriéndose paso entre la
multitud, las bocinas y las luces de los camiones de bomberos, atropellando y
rezando “Amada Nuestra Señora, ¡tu siervo te implora!”. El jefe del Cuerpo de
Bomberos se encargaba que la restricción de no acercarse al edificio, se
cumpliera. El sacerdote católico que había servido en Afganistán, consternado
pero impulsado por ese eterno sentimiento de altruismo y amor que no es
humano pero yace en nuestros corazones por ser un regalo divino, solo tenía en
mente llegar hasta donde yacía Nuestra Señora. “Sentía” que era SU tarea y
debía cumplirla, ¡cueste lo que cueste!
“¡La Cruz de Espinas de Nuestro Señor!” gritó con firmeza. El jefe de bomberos
y quienes le rodeaban intentaban impedir que llevara a cabo un acto por lo
demás, suicida. “El fuego está muy avanzado. ¡No sabemos si Nuestra Señora
está ya en peligro de colapsar!”. “Oficial, ya estoy aquí y debo terminar mi
misión”, respondió Fournier mostrando su alzacuellos con la certeza de aquel
que ante el infortunio está dispuesto a dar la vida. El jefe de bomberos
comprendió que nada de lo que dijera iba a hacer cambiar de idea al sacerdote,
al tiempo de comprender lo que estaba en juego. Decidió entonces, que un
grupo de bomberos acompañara al hombre de Dios a una de las entradas de la
catedral. Al llegar, vio Fournier en el ennegrecido pórtico cerrado la escultura
de la Virgen con el Niño en brazos y, supo que era una señal. Al abrir la puerta,
la Gran Cruz del Altar Mayor fulgurante le enfundó fuerzas. El padre Jean
Marie se movía como un autómata. “Amada Nuestra Señora, Sé mi guía entre
esta oscuridad”, oraba, mientras gajos de la estructura caían incesantes sobre su
cabeza. El humo le penetraba los pulmones, los ojos, los huesos. “Nuestra
Señora, ¡tiéndeme tu mano!”. Descendió sin pensar casi cayendo por unas
escaleras de piedra inundadas de tinieblas. Llegó a la pequeña recámara y
tanteando, la alcanzó. Tomó entre sus manos la Sagrada Corona de Espinas de
Cristo y la apretó muy fuerte contra su pecho. Corrió. Se tropezó. Cayó. A
tientas y casi sin fuerzas, se arrastró hasta la nave principal y nuevamente la
Gran Cruz, incólume y resplandeciente, iluminó el camino que lo llevó directo
hacia al Santísimo Sacramento. Caminó de prisa aun apretando en su pecho la
rescatada reliquia más importante de la cristiandad. Luego, tomó el copón de
oro, tembloroso, lo besó y entre lágrimas corrió hacia la salida, entre las chispas
que caían del techo a punto de colapsar. “Gracias Nuestra Señora. Ave María
Purísima!”. El alma le estallaba de emoción. Había salvado el corazón de
Nuestra Señora: la Corona de Espinas del Amado Hijo Redimido y el Santísimo
Sacramento del Hijo Vivo, en plena Semana Santa.
Horas después, sentado en una acera, escuchó a un oficial decir: “se ha salvado
la estructura. ¡Reconstruiremos a Nuestra Señora!”. Y finalmente, el buen padre
Fournier, se echó a llorar.
Mar Mounier
(Tienen ABSOLUTA libertad de compartir esta historia verídica, narrada con
algunas inclusiones de la autora, siempre y cuando no olviden citar a la misma).
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Wil Sar Emocionante proeza

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Mar Mounier Foto del padre Jean Marie Fournier (Lifesite News) ayer, luego
de rescatar las reliquias.

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Patricia Muro replied

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Zindy Roeder

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o · 44m

Wil Sar No entiendo cómo hay gente sin escrúpulos tomándose selfie con una
sonrisa de oreja a oreja

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o · 40m

Isabel Rojas Maravilloso Mar! Me has conmovido

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Carlos Casablanca Postula al congreso el 2021. Se te necesita

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Carlos Casablanca replied

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Onelag Díaz Delgado Es inevitable no transportarse al momento y vivir a la


distancia esos minutos no de terror sino de una apasionante película de la vida
real..Amén

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Mary GM Tal cual, Mar ! Emocionante hasta las lágrimas 💕

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o · 35m

Patricia Muro Mar se me caen lagrimas de emoción definitivamente DIOS


escribe recto en renglones torcidos 💕💕

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o · 30m

Mar Mounier replied


· 1 Reply 27 mins

Bob Flores Esto tendrá consecuencias a todo nivel...

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