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26/4/2014 Knausgård: vivir para confesarlo | Cultura | EL PAÍS

Knausgård: vivir para confesarlo


La última revelación de las letras europeas es un escritor noruego, autor de ‘Mi lucha’, ciclo de
3.600 páginas que le ha valido comparaciones con Proust o Sebald
El autor afirma que el éxito le produjo “un problema de identidad”

ÁLEX VICENTE Ystad 17 ABR 2014 - 00:14 CET 37


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Roberto
Bolaño
Durante tres años seguidos, Karl Ove
Knausgård escribió veinte páginas Virginia
diarias sobre su propia existencia.
WoolfEl
escritor noruego pretendía superar así
Escritores
una larga crisis creativa, pero también
la trágica desaparición de su padre,
fallecido tras ingerir cantidadesNoruega
industriales de alcohol junto a una
Escandinavia
abuela senil e igualmente ebria, pocos
meses antes de que el autor cumpliera
Literatura
40 años. Knausgård siguió
escribiendo hasta concluir una Gente
saga
de seis volúmenes autobiográficos,
escritos con lucidez existencial yEuropa
honestidad sanguinaria, a la que la
que confirió el polémico título deCultura
Mi
lucha, que reconoce haber escogido
como pura provocación. Sociedad

Su aventura terminó en 2011, cuando


ya se había convertido en un
fenómeno de masas en Escandinavia.
Desde entonces, también lo es en el
El autor noruego Karl Ove Knausgård. / LEEMA GE mercado anglosajón, donde se le ha
comparado con Proust y W.G. Sebald,
además de ser adulado por autores
1.004
como Jonathan Lethem, Zadie Smith y Jeffrey Eugenides –“ha roto la
202
barrera de sonido de la novela autobiográfica”, sentenció este último–,
1
beneficiado por el respaldo del todopoderoso agente Andrew Wylie,
6
responsable del boom internacional de Roberto Bolaño. Tras un primer
volumen centrado en su progenitor, La muerte del padre, Anagrama
Enviar
publica ahora el segundo tomo de la saga, Un hombre enamorado, que
Imprimir versa sobre las frustraciones de su vida diaria como padre de familia,
Guardar relatadas con todo lujo de detalles. “Yo quería dejar a Linda, porque
siempre se estaba quejando, siempre quería algo distinto, y nunca hacía
nada para conseguirlo. Se limitaba a quejarse, quejarse y quejarse”,
sostiene sobre su mujer nada más empezar.

Pasan unos minutos de los dos de la tarde. Knausgård, hombre de


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rostro torturado y mirada cristalina, aguarda en el andén de la estación


de Ystad, pequeña ciudad en la costa sur de Suecia a la que se mudó
junto a su familia hace tres años, huyendo del mundanal ruido de
Estocolmo. Una vieja camioneta llena de objetos desordenados –libros
de Per Petterson, una temporada de la serie Mad Men y hasta una
muñeca Violeta, la heroína argentina de la factoría Disney– nos
conducirá hacia su hogar, una casa de campo tradicional dotada de un
espacio de trabajo independiente que huele a tabaco y cafeína,
presidido por una batería que dice tocar de vez en cuando. La entrevista
tendrá lugar en el sofá naranja de su biblioteca, donde conviven Stig
Dagerman, Virginia Woolf y los ensayos de Montaigne. “Me estudio más
que ningún otro asunto. Yo soy mi física y mi metafísica”, dejó dicho el
pensador francés. Damos por sentado que, siendo autor de 3.600
páginas sobre su propia vida, lo comparte sin matices.

“Llevaba tiempo trabajando en el libro, Su proyecto ha causado


pero no encontraba la forma
adecuada de tirar adelante. Un día me un sufrimiento atroz a
puse a escribir de manera su alrededor
embarazosamente confesional,
contando cosas íntimas de las que
nunca había hablado antes”, empieza relatando. Cuando se lo enseñó a
su editor, le dijo que le parecía digno de “un maníaco”. Ese día entendió
que lo había encontrado. “Había en el texto una energía infrecuente.
Abordaba una intimidad de la que se supone que no debe hablar una
novela”, explica.

El éxito del proyecto reside, precisamente, en la transgresión de ese


tabú. Al recorrer sus páginas, uno tiene la sensación de allanar su
morada y adentrarse sin permiso en su privacidad. De hacerse con un
diario personal escondido en un cajón y leerlo con avidez, para terminar
descubriendo secretos extrañamente familiares. Retraído pero nada
hermético, Knausgård asiente. “Existe placer en el hecho de leer sobre
vidas ajenas, pero también en el de contar la tuya. Narrar tu propia
existencia resulta casi lujurioso. Y, como toda lujuria, viene acompañada
de culpa y de vergüenza. Por lo menos, eso es lo que he sentido yo”,
asegura.

Pregunta. Su proyecto ha causado un sufrimiento atroz a su alrededor.


Su madre le intentó disuadir para que no lo publicara, su ex mujer le ha
condenado públicamente, la familia de su padre no le habla y su actual
esposa terminó deprimida. ¿Cómo consiguió tirar adelante?

Me planteé no Respuesta. Me repetía que el libro


era más importante que mi vida. En
publicarlo, pero aquel momento, lo creía de verdad.
necesitaba el aplauso Cuando uno crea algo así, debe
ajeno” quererlo con todas sus fuerzas. Si no,
el proyecto no resulta valioso. Eso no
quita que fuera difícil e incluso
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descorazonador. Yo siempre me había visto como una buena persona. Y


este libro no era el acto de una buena persona. Pero, por una vez en mi
vida, me dije que tenía que ser honesto.

P. Entonces, ¿cree que ha valido la pena?

R. Sí. Estoy feliz de que estos seis libros existan. Lamento haber hecho
daño a los demás, pero no puedo decir que lo sienta. Dicho esto, dudé
mucho. Cuando mandé el manuscrito a mi entorno y todos reaccionaron
tan mal, me planteé no publicarlo. Ya lo había escrito, ¿para qué
necesitaba que lo leyeran los demás? Entonces me di cuenta de que
necesitaba el aplauso ajeno. Solo lo siento por mis hijos. El precio que
pague yo no me importa, pero el que puedan pagar ellos, sí.

Se calcula que uno de cada cinco noruegos ha leído alguno de sus


libros. Algunas empresas tuvieron que prohibir sus novelas para evitar
que los trabajadores se desconcentraran en horario laboral. Lejos de
alegrarle, el éxito le perturbó. “Yo procedía del mundo académico y me
consideraba un tipo serio que hablaba de cosas importantes. No me
veía como un autor de best sellers”, reconoce. “¿Cómo era posible que
me sucediera esto? ¿En qué había fallado? El éxito me provocó un
problema de identidad. Afectó a la imagen que tenía de mí mismo”. Es
cierto que sus novelas anteriores tenían un perfil más erudito. Su
segundo libro, Un tiempo para todo, versaba sobre la conexión entre lo
humano y lo divino, además de reinterpretar pasajes de la Biblia. En
cambio, Un hombre enamorado habla de calentar biberones y preparar
papillas, de sortear desdichas domésticas y ganar batallas conyugales a
riesgo de perder la guerra.

P. ¿Cómo pasa uno de las sagradas Anagrama edita en


escrituras a los pañales de sus hijos
en menos de media década? castellano el segundo
tomo, ‘Un hombre
R. Nunca me lo planteé racionalmente
– responde, soltando su primera y enamorado’
última carcajada. – Sentía una gran
frustración, provocada por mi vida
familiar. Me decía que mi vida no tenía sentido y soñaba con
marcharme. Hoy me sigo sintiendo así, pero menos. Este libro resolvió
algo en mi interior. Antes veía a mi familia como el enemigo. Ahora los
veo como aliados. La recepción del libro fue tan extrema que agradecí
que estuvieran a mi alrededor para protegerme.

P. ¿Ahora ya no cree que sería mejor escritor si no tuviera familia?

R. No, porque estaría totalmente aislado. Tener mujer e hijos me obliga


a la interacción social, a enfrentarme al otro. Y de esa confrontación
surge algo indudablemente bueno. Cuando era joven me marchaba
largas temporadas a islas semidesiertas, porque creía que así era como
uno debía escribir. Con el tiempo he entendido que hay que aprovechar

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lo que tienes delante. Sin ese conflicto familiar, mi libro no existiría.

Para seguir me repetía P. ¿En algún momento lamentó haber


escogido un título tan connotado y
que el libro era más polémico como Mi lucha?
importante que mi vida”
R. No. Siempre me ha parecido un
buen título. Al final del sexto libro
hablo sobre Hitler, aunque no fue premeditado. Me interesa la diferencia
entre individuo y masa.

P. En el primer volumen, define esa lucha como un enfrentamiento


“contra una fuerza superior”, pese a no ser religioso. ¿En qué consiste
entonces esa fuerza?

R. Me resulta imposible responder con precisión. Existe un gran anhelo


en el libro por vivir en el momento presente. Es algo que solo me sucede
con la lectura, la escritura y el arte. Es un sentimiento parecido al que
debía de ofrecer la religión: una conexión con el mundo, un esplendor
de la existencia. Mis hijos no estudian la Biblia en el colegio y lo siento
por ellos. Se está perdiendo un lenguaje, una mitología, una manera de
experimentar el mundo. ¿Dónde ha quedado el éxtasis? ¿Ha adoptado
otra forma o ya no lo necesitamos?

P. Dígamelo usted.

R. Diría que la cultura del entretenimiento ha sustituido a la religión en


solo un par de generaciones. Mis hijos crecerán en un mundo muy
distinto al de mis padres. Me da pena, pero tampoco me opongo a ello.
¿Qué puedo hacer si a mi hija le gusta Violeta? Cada generación tiene
las llaves de su tiempo.

P. Suecia, Noruega y Dinamarca encabezan la lista de naciones con


mayores índices de felicidad, según datos recientes de la Universidad de
Columbia. ¿Intensifica eso su desapego?

R. Tal vez tenga envidia de esa gente, porque yo nunca he sido feliz. Ya
sabe que existe una larga tradición de intelectuales escandinavos
depresivos, de Ingmar Bergman a Lars Von Trier [sonríe]. Ser
escandinavo significa formar parte de una sociedad que, desde que
eres niño, te repite que no eres más importante que tu vecino. En la
fotografía más conocida del Rey de Noruega, aparece en un tranvía
vestido de calle y enseñando su billete. Ese proyecto social igualitario
me parece bueno. El problema es que implica un consenso excesivo. En
Escandinavia, todo el mundo piensa lo mismo. Y, cuando te atreves a
decir cosas opuestas al consenso, eres considerado un ser malvado.

P. Pues en el libro dice unas cuantas. Por ejemplo, pone matices a la


igualdad entre géneros y dice sentirse “emasculado” como hombre.

R. Eso responde a una gran inseguridad respecto a mi propia

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masculinidad. Un hombre de verdad no tendría problemas en criar a sus


hijos. Ahora he cambiado un poco. He encontrado una manera de ser
padre sin sentirme amenazado, tal vez porque vivo en el campo, donde
los roles de género son más tradicionales que en la ciudad. Cuando
vivía en Estocolmo presencié una conversación entre dos hombres que
discutían sobre si era mejor llevar al niño de cara o de espaldas en la
mochila porta-bebé. Me produjo un intenso sentimiento de claustrofobia.
Odio que seamos cada vez más parecidos. Es mi definición del infierno.

P. ¿Qué escribe uno después de un proyecto como este?

R. De momento, muy poco. Tengo que superar lo que me ha pasado


para ser capaz de seguir adelante. Necesito escapar a lo que soy y
sentirme libre. Me he puesto a leer sobre física, disciplina de la que no
sé nada, para ver si logro reinventarme. De momento no ha dado
resultado. El año pasado intenté empezar una novela. Escribí cuarenta
páginas abominables. Sé que es posible que no vuelva a escribir nada
que merezca la pena publicar.

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