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La mayor parte del peso corporal está formado por agua, participando en funciones
vitales para la salud, tales como:
A pesar de que podemos vivir con sólo 5 litros o menos de agua al día, generalmente
necesitamos unos 50 litros o más para mantenernos saludables, satisfacer las
necesidades personales y del hogar.
Se dice que el ser humano tiende a abusar de este rico elemento en perjuicio de su
propia especie y su propia existencia así como la del resto de habitantes de la Tierra.
El ser humano puede llegar a necesitar hasta 500 litros de agua potable al día, lo
que supone un derroche extremadamente excesivo.
Fuera del mar, el agua dulce solo representa el 1 % del agua de nuestro planeta,
el 96 % restante es agua salada que se encuentra en los mares, y el otro 3% es el
agua que se encuentra en los polos en forma de hielo.
El agua dulce es un recurso renovable pero la disponibilidad de agua fresca limpia,
no contaminada, está disminuyendo de manera constante. En muchas partes del
mundo, la demanda de agua ya excede el abastecimiento; a medida que aumenta
la población mundial, así también aumenta la demanda de agua limpia.
Es una práctica acostumbrada el ubicar industrias y asentamientos humanos a la
orilla de las corrientes de agua, para utilizar dicho líquido y, al mismo tiempo, verter
los residuos del proceso industrial y de la actividad humana. Esto trae como
consecuencia la contaminación de las fuentes de agua y, por consiguiente, la
pérdida de grandes volúmenes de este recurso.
La tierra cada vez está más caliente, la desertización va creciendo en zonas que
antes gozaban de ríos y pantanos, y la imposibilidad de poder cultivar y regar la
tierra se está convirtiendo en el principal problema de hambre a nivel mundial.