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Guerra comercia EEUU y China

Huawei, el centro de los ataques a la joya de la corona China. La empresa es una de las
más importantes en China y de las que más rápido crecimiento ha tenido en los últimos
años. Por eso, como medida de presión en las negociaciones, ha sido el blanco preferido
para el gobierno de Trump. Bajo el discurso de espionaje y de competencia desleal es
que ha iniciado estos ataques, desde el encarcelamiento de la hija mayor del dueño de
Huawei, hasta la publicación de la empresa en la lista negra del Departamento de
Comercio.

Al fin de las relaciones con Google le ha sucedido rápidamente la suspensión de la


venta de microprocesadores, aunque según directivos de la misma empresa era algo que
ya esperaban desde hacia un año. Preparándose con un stock para aproximadamente 3
meses. China ha respondido a este ataque con un llamado a dejar de consumir productos
de Apple.

Lo que hay detrás. El proyecto económico que implicó la globalización debilitó


económicamente a E.E. U.U., llevándolo a tener déficits comerciales históricos.
Igualmente, su deuda pública escaló hasta niveles nunca vistos, con un crecimiento
anual apenas por encima del 2% del PIB de 2017 a la fecha.

A pesar de que la guerra comercial se ha presentado como una guerra tecnológica y por
la propiedad intelectual, en realidad el problema es más profundo. China comenzó a
competir económicamente aprovechándose primero del bajo costo de su mano de obra y
la comercialización de productos con el resto del mundo. Sin embargo, lo económico
suele venir acompañado de lo político y viceversa.

Lo que Trump busca es recomponer lo perdido en los últimos años por la globalización
y que es propio del sistema capitalista. Tal como lo demostró Marx en El Capital con la
Ley de la Baja Tendencial de la Tasa de Ganancia, el aumento del capital constante y el
detrimento del capital variable hacen que la Tasa de Ganancia disminuya, existen
diferentes mecanismos para volver a elevarla.

Las empresas para maximizar sus ganancias encontraron en la deslocalización de la


producción el mecanismo perfecto para elaborar productos a bajo costo y tratar de
colocarlos en mercados que puedan absorber la oferta. Esto provocó que algunas de las
ciudades industriales más importantes como Detroit se volvieran ciudades asediadas por
la violencia y el desempleo.

Es por eso por lo que los intentos de Trump por sustituir algunas importaciones para
volver a producirlas en Estados Unidos son impotentes y porque atentan contra los
intereses de las empresas más poderosas del mundo, no solo en la tecnología, también
en el sector automotriz, el calzado, la ropa, etc.
El pasado lunes 20 de mayo, 173 empresas firmaron y publicaron en el sitio web de la
asociación comercial de la industria del calzado, una carta abierta al presidente de E.E.
U.U. donde hacen un llamado a poner fin a la guerra comercial.
Qué deparará el futuro. El conflicto está lleno de contradicciones. Estados Unidos ha
abierto una batalla desde diversos frentes. México fue uno de sus principales blancos a
través de la renegociación del TLCAN, debido a que el otro país con quien el país del
norte tiene el déficit más grande es con México. A pesar de haber aumentado los
aranceles a productos mexicanos y canadienses, en días recientes tuvo que dar pasos
atrás y anularlos, para destrabar la aprobación del Tratado México-Canadá-Estados
Unidos (T-MEC) aunado a que el gobierno mexicano estaba buscando fortalecer la
relación bilateral con China. El fallido intento golpista auspiciado desde Washington a
Venezuela, la presión sobre Irán, etc., son otros ejemplos más.

Las tensiones generan inestabilidad y pánico entre los inversionistas, según el Instituto
de Finanzas Internacionales (IIF por sus siglas en inglés), tan solo en las últimas dos
semanas 13 mil millones de dólares fueron retirados de las bolsas de valores del mundo,
principalmente de países emergentes. El fuego cruzado afecta al equilibrio altamente
inestable alcanzado después de la recesión del 2008, que implicó crecimientos muy por
debajo de los esperados, que está siendo afectado aún más por los conflictos de Medio
Oriente, que han encarecido el precio del petróleo.

Aunque hasta ahora la “guerra” ha quedado exclusivamente en el terreno económico, no


se descarta que pueda escalar, si bien no a un enfrentamiento directo, sí a conflictos
regionales entre potencias, retomando el ejemplo de Venezuela, donde Rusia ha
comenzado a instalar bases militares. El discurso del PC chino cada vez toma un tono
más nacionalista y con un lenguaje bélico.

Algunos especialistas como Tim Culpan comienzan a plantear el inicio de una Guerra
Fría tecnológica que pudiera separar al mundo en dos bloques. Sin embargo, China no
tiene aún la capacidad suficiente para dejar de depender de E.E.U.U. y lograrlo les
llevará aún bastante tiempo.

Es un juego de estira y afloja que ninguno de los dos países puede enfrentar por mucho
tiempo, por las enormes pérdidas que acarrea. Los países emergentes se ven arrastrados
a esta dinámica, ya sea por la interdependencia económica o por las presiones políticas
del imperialismo estadounidense. Quienes terminan perdiendo son los trabajadores de
todos los países arrastrados al conflicto, que parecieran ser peones en el ajedrez
geopolítico para ver qué nacionalidad tendrá el capital que les extraerá la mayor
cantidad de plusvalor posible y podrían ser ellos mismos quienes terminen por patear el
tablero, si la lucha de clases escala también a nivel global.

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