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Las marcas de "izquierdas" y "derechas" se han extendido a casi todos los países.
Incluso en el mundo anglosajón se habla de Left, cuando no de New Left. En
Rusia, el gran campeón de la derecha es el Partido Comunista, que se opone a
cualquier reforma, mientras que la etiqueta izquierdista le corresponde a los
movimientos que aspiran al cambio social, es decir, a los partidarios del
capitalismo.
La izquierda invoca además otros valores, además del "cambio". Quiere promover
la igualdad y, según dice, la justicia social, pero hay que reconocer que la
aplicación de estos valores conduce a ambigüedades muy particulares. Por
ejemplo el proteccionismo, que la izquierda reclama con fuerza, se confunde
fácilmente con el nacionalismo, que es una idea típicamente de derechas. En el
otro extremo del espectro, los agricultores proclaman su apego a la tierra y a las
tradiciones familiares, que son valores inequívocamente de derechas, pero no
duda en manifestarse, en algunos casos con violencia (recuérdese el caso
francés), para obtener subvenciones del Estado, en la más pura lógica socialista.
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¿Hasta qué punto sigue siendo útil la distinción entre valores de izquierdas y de
derechas? ¿No habría que trazar otra frontera más reveladora, más conforme a la
realidad actual, ahora que las nuevas tecnologías de la información y la
globalización de los mercados están convulsionando las relaciones sociales?
Probablemente la diferencia esté más bien entre los que creen en la vida moral, y
los que piensan, por el contrario, que el bien se obtiene mediante la intervención
del poder público, y un bien aún mayor mediante una intervención todavía más
violenta, un proceso que en rigor representa en toda regla la negación de
cualquier moral?
Obligar a alguien a realizar una actividad que no quiere hacer no es más que una
forma de esclavitud. El "servicio" militar o el sustitutorio debe ser voluntario.
Los adultos pueden ver y leer todo lo que les apetece, según sus propios valores
morales, sin ninguna censura y con independencia de que estos productos sean o
no conformes con las ideas mayoritarias sobre religión, razas, política o
sexualidad.
Todo el mundo tiene derecho a crear una radio o una televisión, sin límites de
contenido, horarios o lenguas, sin necesidad de solicitar ninguna licencia.
Los adultos decidirán libremente sus nombres y apellidos, y los de sus hijos. Estos
últimos los confirmarán, si lo desean, cuando alcancen la edad suficiente.
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Los mayores de edad decidirán por su cuenta si se ponen o no el cinturón de
seguridad en el coche.
Todo el mundo tiene derecho a decidir cuánto quiere pagar por los servicios
sanitarios y quién quiere que gestione esos fondos. Puede ser el Estado, un
banco, una asociación profesional o una empresa de servicios. Lo mismo para la
pensión.
Si las partes se han puesto de acuerdo sobre un determinado precio para comprar
o alquilar un producto, un inmueble, un servicio o un trabajo, el poder público no
es quien para imponer otro o impedir que se lleve a cabo la transacción.
Cada cual tiene derecho a construir, modificar o destruir su casa sin más
restricción que los acuerdos alcanzados con sus vecinos.
Todos tienen derecho a comprar los productos y los servicios que desean (sobre
todo si éstos proceden de los países más pobres que necesitan vender a los
consumidores más opulentos).
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Robar es apropiarse de los bienes de otra persona. El crimen es aún más grave
cuando lo comete un grupo organizado. Los recaudadores del Estado lo son, y
que sean funcionarios y hayan ganado unas oposiciones no varía la naturaleza de
la agresión. Cualquier impuesto confiscatorio es sinónimo de crimen organizado.
Todo el mundo tiene derecho a saber qué parte de sus impuestos se destina a
ayudar a los necesitados. Cada persona debería decidirá a quién quiere ayudar y
hasta qué punto. La mayoría de la gente estaría dispuesta a ayudar a los menores
y a los ancianos abandonados, pero no a la televisión pública.
Pregunta de repesca
Una sociedad libre escindirá la Política del Estado, como ya se han separado
Estado e Iglesia. Los demás no tienen por qué vivir como nos gusta a nosotros.
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Tablero político
Cada vez que un lector está de acuerdo con una pregunta cuenta una P o una E, y
ambas valen 10 puntos. La respuesta N (el lector no está de acuerdo) vale cero. El
total puede ser superior a 100 puntos debido a la pregunta de repesca.
Num. 3
Jun-Sep 1999