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El bloque de constitucionalidad es ese conjunto de principios, normas, valores, disposiciones

que, aun encontrándose fuera de la Constitución, por su contenido garantista de los derechos
humanos, tiene rango constitucional. Estas normas vinculan a los miembros de los Estados que
han ratificado tales instrumentos internacionales. Las normas internacionales amparan y
protegen; desde este punto de vista, todo ser humano posee una doble garantía de sus
derechos, por las normas internas del Estado al que pertenece o donde se encuentre, y en
forma externa por el Derecho Internacional. Esta supremacía que tienen los tratados
internacionales de Derechos Humanos está dada por la remisión que la propia Constitución
haga, la cual obliga a su aplicación directa en caso de conflicto o ausencia de regulación en el
derecho interno, como se señala en los artículos 11 numeral 3 y 426 de la Constitución, citados
a continuación:

La importancia del bloque de constitucionalidad radica en que la recepción de los


instrumentos internacionales no se refiere al criterio de jerarquía, sino al de aplicabilidad.
Edgar Corzo Sosa afirma que la concepción contemporánea del sistema constitucional se
desarrolla a partir de fundamentar que la Constitución ya no solamente debe ser vista como
norma normarum, esto es, como norma que da validez a todo el ordenamiento jurídico, sino
más bien como el texto fundamental que articula los diversos sistemas jurídicos que se
encuentran en un determinado territorio, entre el internacional y el interno; y, explica lo
siguiente:

“Así, la Constitución es criterio de validez para las normas de derecho interno, pues es ella la
que determina la forma en que esas normas deberán producirse. Sin embargo, en el caso de
las normas internacionales es el sistema internacional que lo hace, en específico la Convención
de Viena sobre los Tratados, pues allí encontramos los criterios para la elaboración de las
normas internacionales”.
Lo relevante del criterio de este autor consiste en reivindicar el papel de la Constitución
como la puerta de entrada del sistema normativo internacional al nacional de un Estado,
en tanto articula la aplicación de ese sistema en el orden jurídico interno.
Otro criterio importante del bloque de constitucionalidad consiste en ratificar y reiterar que
todos los Estados deben someterse a los principios del Derecho Internacional y de los
tratados internacionales sobre derechos humanos para no hacer una interpretación de la
CADH por debajo del contenido señalado, en relación con cada derecho, por la Corte IDH,
tanto en sus sentencias como en sus opiniones consultivas. Julián Daniel López-Murcia
señala lo siguiente: “Si cada Estado Parte pudiera apartarse “hacia abajo” de la
interpretación de los derechos señalada por la Corte Interamericana, la protección
derivada de la Convención Americana sería mínima o, incluso, inexistente, pues cada
Estado podría señalar a cada derecho el contenido que se le “antojara con el fin de que no
se declarara su incumplimiento de la Convención y su correspondiente responsabilidad
internacional.”

“Si cada Estado Parte pudiera apartarse “hacia abajo” de la interpretación de los derechos
señalada por la Corte Interamericana, la protección derivada de la Convención Americana
sería mínima o, incluso, inexistente, pues cada Estado podría señalar a cada derecho el
contenido que se le “antojara con el fin de que no se declarara su incumplimiento de la
Convención y su correspondiente responsabilidad internacional.” Los tribunales y cortes
constitucionales tienen la responsabilidad de enmarcar sus actos en los preceptos
normativos de los instrumentos internacionales sobre derechos humanos. Para ello, es
fundamental que precisen precedentes jurisprudenciales y líneas hermenéuticas para el
conjunto de operadores jurídicos y administradores de justicia, porque no se trata que
solamente los magistrados de la CC asuman el control de constitucionalidad y
convencionalidad en el cumplimiento de sus atribuciones, sino que esa se convierta en una
política constitucional de los jueces ordinarios, lo cual ha sido disminuido con sentencias
del máximo organismo constitucional -en Ecuador- sobre el control difuso de
constitucionalidad. El compromiso de los jueces de primer nivel con los derechos humanos
deben expresarse cuando activen el ejercicio del control difuso de constitucionalidad y no
cuando se ven limitados a suspender la tramitación de las causas para enviar en consulta
la constitucionalidad e inaplicación de normas que consideren contrarias a la Carta
Máxima. En tal virtud, los jueces de la CC deben expresar también sus compromisos con
el sistema interamericano mediante la definición de parámetros de interpretación que
contribuyan a fortalecer a los administradores de justicia ordinaria para que también se
fortalezcan como jueces constitucionales aplicando directamente los mandatos de
instrumentos internacionales como la CADH. (O) Lectura estimada: 4 minutos Contiene:
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en-la-interpretacion-constitucional
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DIPO 3

Como nos dice Juan Motañana Pinto en su obra denominada “La teoría constitucional
latinoamericana”[1] han existido históricamente 4 momentos trascendentes que se
pueden diferenciar en cuanto a la aplicación de los instrumentos internacionales en el
ordenamiento jurídico interno de un Estado: En un primer momento se aplicaba la teoría
clásica, en virtud de la cual existía un divorcio total entre el derecho interno y el derecho
internacional, por tanto solamente era aplicable el derecho nacional; en un segundo
momento a través de la jurisprudencia, se empezó a relativizar la prevalencia de las
normas de derecho interno y se consideró la aplicación directa e inmediata de ciertas
disposiciones internacionales de Derechos Humanos; en un tercer momento, se otorgó
un grado mayor de confianza a los tratados internacionales de derechos humanos,
consagrándose constitucionalmente la aplicación de normas de derecho internacional
por sobre el resto del ordenamiento jurídico pero con carácter infraconstitucional;
finalmente, el constitucionalismo contemporáneo o neoconstitucionalismo, se
caracteriza por el reconocimiento de la supremacía del derecho internacional de
derechos humanos por sobre todo el ordenamiento jurídico nacional, en aquellos casos
en los cuales los derechos obtengan una garantía o un reconocimiento más profundo
por parte de estos instrumentos.
Esta evolución en la aplicación de los tratados internacionales de derechos
humanos, se ve reflejada principalmente en el rol principal que tiene el Estado
de garantizar de la manera más efectiva los derechos constitucionales de las
personas, en tal virtud la aplicación del ordenamiento jurídico ya sea interno o
externo es indiferente siempre y cuando se cumpla con aquella misión estatal.

DIAPO 4

“(…) la armónica relación entre el ordenamiento interno y el externo se presenta como


una cuestión de primera importancia para el perfeccionamiento del Derecho y para la
garantía de la vida social civilizada. Esto alcanza la máxima trascendencia cuando se
trata de los derechos humanos, especialmente resguardados en el Art. 18 de la
Constitución, que establece que los tratados internacionales que los protejan serán
‘directa e inmediatamente aplicables por y ante cualquier juez, tribunal o autoridad’, de
suerte que la unidad del sistema jurídico impida que, bajo pretexto de falta de leyes o
reglamentos, queden sin aplicación estos grandes principios que protegen la vida, la
dignidad y la integridad de la persona. Finalmente merece recordarse que también
reconoce el texto de la Suprema Ley, en el artículo 19, los derechos que ‘derivan de la
naturaleza, de la persona y que son necesarios para su desenvolvimiento moral y
material’, con lo cual se da una pauta muy segura para la recta interpretación tanto de
la Constitución como de los tratados internacionales.”[2]

De lo dicho se desprende que los tratados y convenios internacionales tuvieron


expreso reconocimiento en el ordenamiento jurídico ecuatoriano a partir de la
Constitución de 1998, destacándose su jerarquía supralegal y aplicabilidad inmediata,
con un claro énfasis en materia de derechos humanos en donde se discutía si
contaban con jerarquía infraconstitucional, constitucional o incluso supraconstitucional,
con base especialmente en el Art. 163 de la Constitución de 1998, que prescribía:

En este sentido podríamos afirmar que en el marco de la Constitución de 1998,


los instrumentos internacionales sobre derechos humanos estaban al mismo
nivel jerárquico que las normas constitucionales ecuatorianas y se incorporaban
al catálogo de derechos garantizados por nuestro ordenamiento jurídico, siendo
directa e inmediatamente aplicables sin necesidad de desarrollo normativo
posterior ante cualquier juez, tribunal o autoridad[4]. Lo manifestado, era
corroborado por la doctrina ecuatoriana que a esa época señalaba que:

“…los tratados y convenios internacionales una vez publicados en el Registro


Oficial formaban parte del ordenamiento jurídico de la república y prevalecían
sobre leyes y otras normas de menor jerarquía, al tiempo que en el artículo 272
establecía la supremacía de la Constitución sobre las leyes orgánicas y
ordinarias y demás actos normativos de los poderes públicos, omitiendo
mencionar a los tratados; de lo que se concluía que los tratados y convenios
internacionales aprobados y ratificados por el Ecuador tenían igual jerarquía que
la Constitución, sobre todo aquellos relativos a derechos humanos, cuya
invocación ante jueces y autoridades administrativas y aplicación por parte de
éstos era directa e inmediata… ”[5]
En consideración a lo indicado, la discusión que gira en torno a la jerarquía de los
instrumentos internacionales de derechos humanos bajo nuestro esquema
constitucional actual, quedó expresamente aclarada a través del reconocimiento
expreso del denominado “bloque de constitucionalidad”[7], el cual es definido como “un
conjunto normativo que contiene disposiciones, principios o valores materialmente
constitucionales, fuera del texto de la Constitución documental, y tiene como fin ser
parámetro para el control de constitucionalidad de las normas infraconstitucionales”

DIAPO 6

Art. 11.- EI ejercicio de los derechos se regirá por los siguientes principios:

3. Los derechos y garantías establecidos en la Constitución y en los instrumentos


internacionales de derechos humanos serán de directa e inmediata aplicación por y ante
cualquier servidora o servidor público, administrativo o judicial, de oficio o a petición de parte.

6Y 7

Es importante anotar que la incorporación de una norma o principio en el bloque de


constitucionalidad de un país debe tener un fundamento normativo claro y expreso en
el texto constitucional, es decir, una remisión constitucional en tal sentido, es por esto
que en el caso ecuatoriano, de los artículos 11 numeral 3, 424 y 426 de la Constitución
se desprende que los instrumentos internacionales, siempre y cuando versen sobre
derechos humanos, forman parte del bloque de constitucionalidad, es decir, que tienen
la misma jerarquía normativa que la Constitución, norma suprema que prevalece
sobre cualquier otra norma del ordenamiento jurídico[12]. Al respecto, es necesario
tener presente que incluso frente a una eventual contradicción entre el texto
constitucional y los instrumentos internacionales de derechos humanos, deberá
aplicarse la norma que sea más favorable a la efectiva vigencia de éstos (indubio pro
homine)[13].

Art. 424.- La Constitución es la norma suprema y prevalece sobre cualquier otra del
ordenamiento jurídico. Las normas y los actos del poder público deberán mantener
conformidad con las disposiciones constitucionales; en caso contrario carecerán de eficacia
jurídica. La Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por el
Estado que reconozcan derechos más favorables a los contenidos en la Constitución,
prevalecerán sobre cualquier otra norma jurídica o acto del poder público.
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“En el Ecuador se ha reconocido que los tratados internacionales están al mismo nivel
jerárquico que la Constitución, así también la importancia que estos tienen y la
responsabilidad de que las autoridades, tanto judiciales como administrativas los
apliquen de manera directa. Se mira como uno solo el conjunto de normas
internacionales de derechos humanos sumados con el ordenamiento jurídico en esa
materia….
Así, existe el principio pro homine, el cual implica acudir a la norma más amplia o a la
interpretación más extensiva cuando se trata de reconocer derechos de firma integral,
de las eventuales víctimas de violaciones de los derechos humanos….”
Tal y como se desprende la sentencia de la Corte Constitucional citada, el
reconocimiento al bloque de constitucionalidad en el Ecuador es expreso y de
obligatorio cumplimiento tanto para autoridades judiciales como administrativas
e inclusive se llega al punto de identificar ambos sistemas normativos como un
sólo ordenamiento jurídico, lo cual nos lleva a pensar que en el Ecuador no
manejamos una teoría dualista de estos dos ordenamientos, sino que aceptamos
la teoría monista de los mismos[15].

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Alt. 426.- Todas las personas, autoridades e instituciones están sujetas a la Constitución. Las
juezas y jueces, autoridades administrativas y servidoras y servidores públicos, aplicarán
directamente las normas constitucionales y las previstas en los instrumentos internacionales
de derechos humanos siempre que sean más favorables a las establecidas en la Constitución,
aunque las partes no las invoquen expresamente.

CONCLUSIÓN.-
Del breve análisis efectuado en la presente investigación, podemos concluir que
en el contexto constitucional del año 1998, la aplicación de los instrumentos
internacionales en el Ecuador se enmarcaba dentro del tercer momento descrito
en la parte introductoria, es decir que si bien existía un reconocimiento de la
aplicación directa de tratados internacionales de derechos humanos, se discutía
si dicha aplicación era infraconstitucional, del mismo rango que la Constitución o
inclusive supraconstitucional.

Dicha discusión quedó zanjada con la aparición de nuestro actual sistema


constitucional, en el cual a través del bloque de constitucionalidad se ha
reconocido el mismo nivel jerárquico que nuestra Constitución a los instrumentos
internacionales de derechos humanos, inclusive consagrándose la aplicación de
estos por sobre la carta magna, cuando los derechos encuentren una garantía o
desarrollo más profundo de acuerdo al principio pro homine.
* Abogado de la República y Licenciado en Ciencias Jurídicas, Pontificia Universidad
Católica del Ecuador; Estudios de Especialización Superior en Derecho Constitucional,
Universidad Andina Simón Bolívar. Abogado en libre ejercicio
especializado en Derecho Constitucional, Derecho Civil, Derecho Laboral, Derecho
Procesal Civil, Derecho Administrativo.
[1] Juan Montaña Pinto, Teoría Utópica de las Fuentes del Derecho Ecuatoriano,
Corte Constitucional, Centro de Estudios y Difusión del Derecho Constitucional,
Quito, 2012, pp. 134-136.
[2] Juan Larrea Holguín, Supremacía de la Constitución y tratados internacionales,
Revista de Derecho FORO, número I, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar,
sede Ecuador, Corporación Editora Nacional, 2003, pp. 246 y 247.
[3] Art. 163 de la Constitución de 1998.
[4] Cfr. Art. 18 de la Constitución de 1998.
[5] Iñigo Salvador Crespo y María Fernanda Álvarez Alcívar, El Derecho
Internacional en la Constitución ecuatoriana de 2008: lo bueno, lo malo y lo feo, en
Libro de Amigos en honor de Hugo Llanos Mansilla, Santiago de Chile, 2011.
[6] Xavier A. Flores Aguirre, Las relaciones Internacionales en la Constitución del
2008: un análisis sistemático, Desafíos Constitucionales, la Constitución
ecuatoriana del 2008 en perspectiva, Serie Justicia y Derechos Humanos /
Neoconstitucionalismo y Sociedad, número 2, Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, Tribunal Constitucional, Quito, 2008, pp. 248 – 249.
[7] Danilo Alberto Caicedo Tapia en su artículo denominado “El Bloque de
Constitucionalidad en el Ecuador”, publicado en el libro Teoría y Práctica de la
Justicia Constitucional del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos del
Ecuador, determina que “El reconocimiento del bloque de constitucionalidad implica
a nivel internacional, en forma restringida reconocer como lo hacen casi la totalidad
de normas constitucionales, la obligatoriedad de la normativa supranacional
ratificada o suscrita por los Estados, reconocimiento que no es excusable por el
establecimiento de normativa interna en distinto sentido, en sometimiento al principio
pacta sunt servanda, reconocimiento que a su vez, determina la obligación estatal de
aplicar la norma más favorable a los derechos de la persona en aplicación al principio
pro homine” pp. 511.
[8] Germán Bidart Campos, El derecho de la Constitución y su fuerza normativa,
Ediar, Buenos Aires, 1995, pp.265-267.
[9] Cfr. Art. 417 de la Constitución de 2008 que señala: “Art. 417.- Los tratados
internacionales ratificados por el Ecuador se sujetarán a lo establecido en la
Constitución. En el caso de los tratados y otros instrumentos internacionales de
derechos humanos se aplicarán los principios pro ser humano, de no restricción de
derechos, de aplicabilidad directa y de cláusula abierta establecidos en la
Constitución.”, El reconocimiento que esta norma constitucional hace del
denominado principio de cláusula abierta, conlleva el potencial reconocimiento
de todo instrumento internacional que brinde una mayor protección a los
derechos humanos.
[10] Cfr. Art. 424 de la Constitución de 2008.
[11] César Montaño Galarza, Las relaciones internacionales y los tratados en la
Constitución, La Nueva Constitución del Ecuador / Estado, derechos e
instituciones, Universidad Andina Simón Bolívar sede Ecuador, Corporación
Editora Nacional, Quito, 2009, pp. 379.

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