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El gobierno convocó a una audiencia de consulta con la ciudadana sobre la posible instalación de la
planta de celulosa en el Río Negro en la ciudad de Paso de los Toros. Pero el encuentro será el martes
30 de abril, horas antes del feriado del 1ero de mayo. Un artilugio que muchos interpretan como un
nuevo obstáculo para impedir una real presencia ciudadana.
En esas audiencias se deberían explicar los impactos ambientales de una gigantesca obra que afecta
no solamente a una localidad, sino a decenas de ellas en varios departamentos y pone en riesgo el
segundo mayor río del país.
Lo que sería posiblemente la audiencia pública más importante de los últimos años, se hace horas
antes de un feriado donde casi nada funciona. Si ya era difícil para muchos trasladarse a Paso de los
Toros, más complicado será el intento de regresar. El día y las circunstancias de esta convocatoria
parecería que buscan cumplir la formalidad de convocar a la audiencia pero esperando que asista
poca gente. Sin dejar de mencionar el hecho que se la realiza superpuesta con la puesta de
manifiesto del estudio ambiental, lo que es otra contradicción con el procedimiento usual.
La gravedad de esto reside en que estamos ante cuestiones de enorme relevancia. La participación
ciudadana es un elemento esencial para una adecuada evaluación de los impactos ambientales, y en
especial frente a emprendimientos faraónicos como una planta de celulosa en el Río Negro, su nuevo
ferrocarril y los cambios en el puerto montevideano.
En un procedimiento ideal, la consulta ciudadana es un proceso. Esto quiere decir que existen una
sucesión de encuentros entre las personas potencialmente afectadas o interesadas, las autoridades
ambientales del gobierno, y los proponentes del proyecto. Esto es útil para los que hacen la revisión
ambiental desde el Estado ya que pueden encontrar dudas, alertas o interrogantes que pasaron por
alto, mejorando sus decisiones finales. Pero incluso es beneficioso para el proponente del proyecto,
como puede ser una empresa, ya que le sirve para explicar en forma accesible y en detalle lo que
realmente quiere hacer y disipar posibles fantasías o miedos.
Pero en la práctica actual, o sea, los modos por los cuales la DINAMA convoca a esas audiencias, las
achica todavía más. Es que lo hace anunciándolo con poco tiempo de anticipación, convoca para días,
horas o sitios que se vuelven obstáculos para muchos, y así sucesivamente. Aún en esas condiciones,
se logran concurrencias importantes, y eso explica que se intercalen duras polémicas como reclamos
directos a las autoridades. En una de ella, el ministro Víctor Rossi tuvo que escuchar a unos cuantos
vecinos, y esa imagen de crispación fue difundida por la televisión; no es inapropiado preguntarse si
lo que busca el gobierno es precisamente esquivar ese tipo de escenas.
Sea por una vía o por otra, es como si no quisieran escuchar las quejas ambientales. Se generan unas
condiciones donde la ciudadanía cada vez desconfía más de las audiencias. Entonces poca gente
asiste a ellas. ¿Para qué voy a ir si lo que diga no tiene ningún efecto? --es una conclusión que se
vuelve más y más frecuente. Y como la participación es magra, las autoridades del gobierno pueden
decir dos cosas: que formalmente consultaron, y que los realmente interesados asistieron. Y se
liberan de escuchar las quejas.
Este tipo de dinámicas perversas son comunes en América Latina, y son una de las expresiones del
debilitamiento de procedimientos participativos y consultivos de las audiencias ambientales. Esto a
su vez genera un descreimiento sobre las capacidades y la independencia del Estado. Cada vez más
gente asume que no se atiende el interés común y en realidad el Estado defiende a los intereses
privados de grandes proyectos.
Muchos de estos problemas ensombrecen la tramitación del proyecto UPM-2 aquí en Uruguay. Pero
la DINAMA tiene ciertas explicaciones para algunas de estas cuestiones. Sostienen que es ideal hacer
la audiencia antes de un feriado, porque al otro día nadie trabaja, y ante los reclamos por la falta de
transporte en la víspera del 1º de mayo, anuncian que pondrán ómnibuses. Además explican que se
ha fortalecido el proceso de participación por reuniones previas con los vecinos.
Las explicaciones de este tipo no son nuevas. Desde el gobierno siempre hay excusas y justificaciones
para todo. “Lo atamos con alambre, pero tenemos una larga lista de excusas para hacerlo…” –podría
ser el resumen de muchas de esas posturas.
Por ahora buena parte del Poder Ejecutivo navega en las negociaciones mostrando que las decisiones
ambientales no atenderán a razones ecológicas sino a intereses políticos, se dice que todo es
transparente pero siguen existiendo documentos secretos, se repitió hasta el cansancio que no
habría impactos ambientales aún antes de hacer los estudios y contrariando la evidencia de lo
inevitable que serán esos efectos, y así sucesivamente.
Estamos ante obras de infraestructura gigantescas pero la tramitamos desde una gestión política
enana.
https://www.montevideo.com.uy/Columnistas/Opinion--No-quiero-escuchar-quejas-ambientales-uc716911