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1.

1 LA FORMACIÓN DEL ESTADO-NACIÓN


México, de colonia a estado-nación: una propuesta de periodización, 1808-1835En
los años cincuenta del Novecientos se sistematizó un consenso historiográfico en
la mayor parte de las academias iberoamericanas que era aceptado por izquierdas
y derechas. Para el caso mexicano se había forjado desde el siglo XIX, en el caso
de otras repúblicas en la primera mitad del siglo XX. Pero en todas las
historiografías iberoamericanas se coincidía en varias ideas centrales. En primer
lugar, el nacionalismo impregnaba toda la explicación y se tradujo en un
metarrelato hegemónico entre los historiadores especialistas en la guerra de
independencia. Para los estudiosos de la lucha entre realistas e insurgentes, entre
gachupines y patriotas, la independencia era explicada desde el convencimiento
de que "analizaban" la forja de la nación. Un discurso que se volvió hegemónico y
que tenía el sentido político de unificar la historia de sociedades altamente
diferenciadas étnica, socioeconómicamente y regionalmente. Las guerras de
independencia interpretadas desde el nacionalismo se convirtieron en el sustrato
histórico común de las naciones iberoamericanas. México no fue una excepción.
Éstas fueron el inicio de su historia contemporánea. Y, en esto, hay que advertir
que no hay mucha diferencia con la Europa occidental. Y el discurso sobre la
Nación generó, o al menos alentó, otros corolarios que asentaron este consenso
historiográfico. Aconteció el concepto "pueblo", a la vez que desaparecieron, o ni
siquiera se consideraron, cada uno de los grupos sociales y étnicos existentes. El
"pueblo", ese ente homogéneo y sin fisuras, mejor, con algunas mínimas fisuras
que se identificaban con los "realistas españoles", fue el que persiguió la
independencia de la nación "300 años oprimida". El término realistas se adjudicó
unilateralmente a peninsulares y en algunos casos a grupos indígenas que se
habían opuesto a la "independencia nacional". Era una interpretación maniquea de
la independencia, entre buenos y malos, entre patriotas y traidores, también entre
los vencedores y los vencidos. Construcción de la Nación que alumbró la Historia
patria. Legado de largo alcance. Los peninsulares estaban en las filas del
absolutismo por cuestiones de nacimiento, familiares, políticas y redes
económicas vinculadas al colonialismo: burócratas, eclesiásticos, militares,
comerciantes monopólicos, plantadores, etc. Prevaleciendo en todos los casos el
valor de su nacimiento por encima de los intereses o vínculos. En el caso de los
indígenas era más simple el análisis. La mayor parte de las comunidades
indígenas quedaron al margen de las independencias porque era una guerra entre
criollos y peninsulares, y porque estaban enajenados, en especial por su
ignorancia, "adocenamiento" y alienación monárquica y católica fruto de
trescientos años de colonialismo. Y el pueblo y la nación fueron acompañados por
los héroes, el otro corolario del consenso historiográfico. O también, surgieron los
héroes y del pueblo emergió la Nación. Pero los héroes no fueron sólo alimento de
dictaduras; lo interesante es que también fueron respaldados tanto por liberales
como por conservadores, y en otros países, por escritores e historiadores de
izquierda y de derecha. Éste es un tema difícil de tratar porque desborda el ámbito
académico y se relaciona directamente con el uso que se ha brindado a los héroes
en el mundo político y con el arraigo en la me-

REVISTA DEL CESLA No 11 162 moria colectiva bien cimentada por los libros de
Historia Patria durante casi doscientos años. Los años sesenta: la nueva agenda
de investigación A partir de la década de los sesenta comenzaron a ser
cuestionadas las ideas rectoras del consenso historiográfico. Al respecto vale la
pena hacer una pequeña digresión. En los años sesenta surgió una "historiografía
revisionista". En estos años coincidieron muchos factores académicos pero, sobre
todo, políticos, económicos y sociales -tanto nacionales como internacionales- que
tuvieron impacto en los historiadores latinoamericanos, europeos y
norteamericanos que investigaron la guerra de independencia. Así, visto desde la
perspectiva de las universidades, en primer lugar se puede afirmar que llega una
nueva generación de historiadores, que ante todo son eso, historiadores
universitarios que adquieren el oficio y el manejo de las metodologías y técnicas
historiográficas en las escuelas o facultades de historia y en los pocos centros de
investigación que existían. Esta nueva generación de historiadores e historia-doras
harán gala de su oficio y emprenderán un análisis de las fuentes que habían si-do
utilizadas para estudiar la lucha entre patriotas y realistas, lo que les llevará a
cuestionar el amplio margen de maniobra, o para decirlo de manera más directa,
la carencia de rigor con que habían sido utilizados los documentos primarios. Y a
finales de los sesenta y principios de los setenta también sucede otro fenómeno
que marcará el desarrollo de la comunidad de historiadores, la multiplicación de
alumnos en las carreras de Ciencias Sociales, como la de historia, antropología,
sociología y ciencia política lo cual se tradujo en un mayor número de
historiadores con diploma universitario, se aumentaron las tesis, artículos, libros y
reseñas sobre las independencias. Y a los iberoamericanos se sumó la oleada de
historiadores extranjeros. También a partir de los años sesenta se multiplicaron los
libros, tesis y artículos sobre la temática de las guerras de independencia escritos
por europeos, en particular franceses y británicos -muy pocos españoles- y
norteamericanos. Dos acontecimientos internacionales, en gran parte, ayudan a
explicar el creciente interés por la historia de Iberoamérica: el proceso de
descolonización posterior a la Segunda Guerra Mundial y el triunfo de la
Revolución Cubana. Es bien sabido que en Estados Unidos, después de 1961, se
destinaron muchos apoyos privados y públicos a las universidades para que se
fundaran o se fortalecieran los Latín American Area Studies. Apoyos que contaron
con una pluralidad de becas para que desde Estados Unidos se estudiara
Iberoamérica o para que los estudiantes iberoamericanos se formaran en las uni-
versidades norteamericanas. La coyuntura política después de la Revolución
Cubana impactó, y de qué forma, en la académica. También tendremos que
destacar que en esta oleada de historiadores "profesionales" que comenzó desde
los setenta, hubo muchos que se acercaron a las temáticas de la independencia
desde una formación en ciencias sociales, especialmente antropólogos,
sociólogos e, incluso, pedagogos, y no tanto desde una formación estricto sensu
de historiadores. Lo cual evidentemente va a incidir no sólo en su método de
análisis histórico y conclusiones, sino también en los temas escogidos: étnicos,
raciales, de
Manuel Chust Calero México, de colonia... 163género, educación, formación
intelectual, movimientos sociales. Análisis y contenidos que, si bien es indudable
su aporte general, adolecieron algunos de ellos del manejo cuidadoso del tiempo y
del espacio. Herramientas inherentes a la Historia. Por supuesto que el incremento
sustancial del número de historiadores no es el dato fundamental que permitiría
identificar a una nueva generación de universitarios con título interesados en la
guerra entre realistas e insurgentes. No es una razón suficiente, pero es un dato
que se debe tener muy en cuenta. El tema fundamental es que a partir de los años
sesenta cambió la agenda de investigación. Una primera explicación de este
cambio de rumbo se encuentra en los debates generados por la teoría de la
dependencia y por las diversas corrientes del marxismo. Al calor del debate
alimentado por la teoría de la dependencia proliferó el uso, e incluso el abuso, de
conceptos como revolución, dependencia, grupos con intereses enfrentados,
clases sociales, grupos y fracciones de clase, etc. Y se plantea-ron interrogantes
que tocaban los puntos fundamentales sobre la comprensión de los procesos de
las guerras de independencia: ¿en verdad aconteció una revolución, o sólo fue
una reforma en donde primaron las continuidades coloniales –se empezó a acuñar
el concepto de sociedad poscolonial- con un mínimo cambio político? ¿La
dependencia sólo cambió el vértice de la Monarquía española –simplificada en la
voz "España"- a las nuevas potencias atlánticas? ¿Qué cambió y qué continuó
después de la independencia, o para ser más precisos con las preocupaciones de
los marxistas y los dependentistas, algo cambió con respecto a las estructuras
económicas y sociales coloniales? El marxismo o, habría que decir los marxismos,
calificaban a las masas sociales como simples actores sociales que seguían
pasivamente a los líderes insurgentes y patriotas, criollos con intereses diferentes
a éstas. ¿El conflicto era de clases, entre criollos -dueños de los medios de
producción- y los grupos populares, en aras de la unidad a favor de la
independencia y en contra de la opresión española? Así, consideramos que la
teoría de la dependencia y los debates de las distintas corrientes marxistas
marcaron en gran parte la agenda de investigación en los años sesenta y los
setenta si se toma como punto de referencia el conjunto de la historiografía sobre
la guerra de independencia. Esta afirmación general se puede matizar. En cambio
fue muy distinta la situación historiográfica en México. En este país, el debate se
centró en las investigaciones sobre la Revolución de 1910, y la historiografía sobre
la guerra de independencia de 1810 siguió otros caminos hilvana-dos por otras
temáticas. Pero si la geografía de la recepción historiográfica fue diversa, lo que
se constata en estos artículos, es que todos confluyeron en cuestionar, aunque
también frecuentemente en rechazar, los principales temas que habían forjado el
consenso historiográfico. Y en primer lugar, el vínculo insustituible entre
nacionalismo y guerra de independencia. Sobre todo a partir de los años setenta
vinieron a replantear e, incluso a rechazar, el relato nación, el "discurso
providencialista" que consideraba que a partir de 1808 se había emancipado la
Nación. Y escribimos con cautela "re-plantear", "rechazar", "cuestionar", porque
las investigaciones que se emprendieron
REVISTA DEL CESLA No 11 164 en estos años no tenían como fin último acabar
con ese discurso que había sido hegemónico. Del derrumbe, las consecuencias
Desde nuestro punto de vista, cinco vertientes de investigación minaron a la larga
las principales bases de sustento del consenso historiográfico: primera, la historia
regional; segunda, el cuestionamiento de la ineluctable independencia; tercera, el
deba-te sobre el desempeño productivo de las estructuras económicas de los
siglos XVIII y XIX; cuarta, los aportes de la historia social y por último, el
"desmonte del culto a los héroes". La región se va a convertir en un actor central
de estudio y de explicación de las guerras de independencia. Y la visión que surge
deja a un lado la frase unánime de "todos juntos por la nación y la independencia",
para dar paso a las diferencias sociales, económicas, políticas y étnicas de las
regiones. Esta perspectiva historiográfica destaca, incluso a pesar suyo, las
diferencias entre las regiones de Guayaquil y Quito, Maracaibo y Caracas,
Guatemala y El Salvador, la Costa Caribe y la Costa Grande, Buenos Aires y
Montevideo. Y de las diferencias regionales se pasó a la diferencia de los
proyectos políticos. No fue la búsqueda de la independencia y la Nación lo que
unificó a todos los grupos sociales y étnicos, ni los mismos contenidos
programáticos. Del consenso se pasó al disenso, de la unidad a la diversidad, o
incluso a lo muy diverso. Y para desmontar lo nacional se cuestionó su vínculo
mellizo, la independencia. Éste fue el segundo punto de distancia con respecto al
consenso historiográfico. Y como consecuencia se abrieron dos líneas de
investigación concurrentes, una, la que puso en tela de juicio "los movimientos
preinsurgentes" y la otra, la que destacó los proyectos autonomistas de algunos
grupos de criollos que no habían aún alcanzado el rango de "patriotas". En este
último tema se indicó que no sólo eran dos los grupos en la lucha, por lo menos
eran tres, independentistas, realistas y también autonomistas gaditanos. Los dos
últimos grupos existieron y no estaban condenados al fracaso, o visto desde otra
perspectiva, los independentistas no eran los únicos predispuestos a ganar,
incluso a pesar suyo; lo que se había de explicar, era, entre otros temas, por qué
triunfó finalmente el proyecto independentista y por qué los otros dos proyectos en
liza no lo hicieron. En conclusión, se relativizó la independencia al quitarle su fin
ineluctable, y se consideró con amplias posibilidades de victoria a los otros dos
con-tendientes. Si bien en México se publicaron varios artículos sobre la
propaganda leal al gobierno virreinal, el ejército y las milicias novohispanas, fue a
mediados de los ochenta cuando se incrementaron los estudios sobre los realista
y su participación en los ejércitos de Su Majestad. En segundo lugar, lo que nos
importa destacar aquí es que el estudio de los otros proyectos que se defendieron
durante las guerras en gran medida vino a poner en cuestión lo inevitable de la
independencia y con ello, el necesario proceso de emancipación de la nación. En
tercer lugar, a la historia regional y a los replanteamientos de los "otros
Manuel Chust Calero México, de colonia... 165proyectos", se añadieron los
debates acerca de los desempeños productivos de las estructuras económicas de
los virreinatos, capitanías y provincias de la América española a lo largo del siglo
XVIII y primeras décadas del siglo XIX. Lo que ahora nos importa es rescatar de
los resultados de estos debates y polémicas la idea de que también vinieron a
relativizar el peso de transformación de las independencias nacionales. En efecto,
observada desde los resultados de investigación del siglo XVIII, las
proclamaciones de independencia no aparecían como puntos de ruptura y
cambios profundos. Más que una ruptura habrían primado las continuidades
sociales y económicas, que con todo, eran los fundamentos de cualquier sociedad.
Muy en sintonía con la teoría de la dependencia se comenzó a hablar de un
estado poscolonial, en que las herencias del siglo XVIII eran notorias en el siglo
XIX. E, incluso, en el XX .En cuarto lugar, los estudios sobre la historia social de la
América española constituyeron otro camino en el que se vino a replantear, tanto
la relevancia de los líderes insurgentes, como el concepto de "pueblo", otra de las
ideas rectoras del consenso historiográfico, como hemos señalado. Lo esencial
era estudiar las bases sociales de la insurgencia y no sólo a sus dirigentes.
Importaba más saber por qué se habían revelado los grupos populares que la
ideología de los líderes, que había sido uno de los principales campos de estudio
de los investigadores durante el consenso historiográfico. Las investigaciones se
abocaron a indagar las razones económicas y las contradicciones sociales que
permitieron que los Morelos tuvieran eco social. Primero había que identificar las
"causas estructurales", más que precisar, hasta diseccionarlas, las ideas motoras
de los Padres de la Patria. Y también alcanzó mayor relevancia saber quién o
mejor dicho, quiénes eran el "pueblo". Campesinos, arrendatarios, pequeños
propietarios, pequeña burguesía, capitalistas, indígenas, negros, mulatos, zambos,
castas, etc. Lo importante era caracterizar las bases sociales de los rebeldes. Se
puso el énfasis en los grupos socioeconómicos y étnicos, es decir en la ideología
de las sublevaciones más que en las ideologías de los sublevados. Un tema que
será retomado con fuerza a finales de los años ochenta. Y con la historia social se
empezó a "desmontar el culto a los héroes" por una parte, se reformularon las
acciones y las ideas de Hidalgo o Morelos, que fueron eje principal de la
historiografía sobre la independencia. En México, el debate se centró sobre los
referentes ideológicos de Hidalgo. La polémica se prodigó en si sus proyectos
políticos tenían origen en el "enciclopedismo protoliberal" o en la "teología
positivista". No es necesario decir que de esta polémica mayúscula los héroes no
salieron inmunes. Por lo menos estas controversias generaron que la "Historia de
Bronce", como denominó Luis González "al estudio reverencial de las estatuas",
quedará relegada a un espacio reducido dentro de la historiografía sobre las
guerras de independencia. Las últimas dos décadas. Es indudable que la
denominada "ola democratizadora" de finales de los ochenta y principios de los
noventa impactó en los temas de investigación no sólo de la historiografía, sino en
general, de las ciencias sociales latinoamericanas y latinoamericanistas. Cayeron
las dictaduras en diversos países de América del Sur, incluso la paraguaya, y en
México, a partir de 1988 dio inicio la transición política.
REVISTA DEL CESLA No 11 166 El colapso de las dictaduras repercutió de
manera inmediata en los caminos seguidos por las historiografías de los países
que sufrieron esas plagas. Por consiguiente, las comunidades de historiadores
fueron diapasones sensibles al derrumbe de los gobiernos militares, y también a
los temas abiertos por la "normalización democrática". En las explicaciones sobre
el desarrollo de las historiografías independentistas de los últimos decenios
también será necesario reparar en las mutaciones teóricas y metodológicas que
cobraron fuerza, al menos desde los años ochenta, en la comunidad de
historiadores latinoamericanistas. Nos referimos a las críticas, que lograron una
gran resonancia y aceptación, a los postulados de la teoría de la dependencia, a
los marxismos y a la escuela de los Annales. Tres teorías que sin duda habían
mar-cado las investigaciones históricas desarrolladas sobre el pasado de
Iberoamérica. Algunos temas de los últimos tiempos Desdé nuestro punto de vista,
cuatro líneas de investigación han concentrado los afanes y debates sobre la
independencia. Las elecciones y la ciudadanía han sido una de las temáticas que
con mayor profusión se han prodigado en los últimos tiempos. Hay toda una
bibliografía amplia, plural y consolidada sobre este tema. Especialmente en lo que
se refiere para el caso rioplatense y mexicano. Destacan los estudios, por su
importancia y relevancia en el momento de publicación, de Jaime E. Rodríguez,
Antonio Annino, François-Xavier Guerra y Virginia Guedea, por citar algunos
nombres pioneros. Temática electoral que vino acompañada de la de la
representación y de toda una conceptualización del valor de la ciudadanía, de la
concepción de vecino, y su participación política en el nuevo régimen republicano,
etc. Concepto y "prácticas" electorales que se rescataron temáticamente, en
especial en el contexto del liberalismo gaditano y los procesos electorales que
desencadenó. Para México y Centroamérica sin ser un tema novedoso, strictu
sensu, sí que en los últimos años ha tenido y sigue teniendo una revitalización
notoria. En este último caso, Mario Rodríguez advirtió de su importancia en los
ochenta y lo rescató el grupo de historiadores que trabajan con Arturo Taracena.
Para el caso mexicano Nettie Lee Benson fue pionera en la década de los
cincuenta cuando apreció la centralidad e importancia que para la historia de la
independencia mexicana y su formación como estado-nación tuvieron las Cortes
de Cádiz y la participación de notorios diputados tanto en éstas como en las de
Madrid. Fueron sus discípulos, en especial Jaime E. Rodríguez, quienes
prosiguieron su magisterio. Tema y temática que han logrado una gran
consolidación en el panorama historiográfico novohispano, a distancia con otras
historiografías sudamericanas y, por supuesto, con la española, la cual sigue
haciendo prácticamente caso omiso de la importancia que para la historia
"española" tuvieron los "otros" territorios de la monarquía española. Con todo,
habrá que matizar, describir y consensuar el concepto liberalismo para la
significación historiográfica en Iberoamérica. Concepto histórico demasiado
impregnado en este territorio de su evolución histórica en el siglo XIX y especial-
mente del XX, en donde los análisis de las ciencias sociales y políticas lo han
identificado, con razón, con oligarquía e imperialismo. Concepto, el de liberalismo,
que
Manuel Chust Calero México, de colonia... 167también fue histórico, en nuestro
análisis. Y por lo tanto dinámico, mutable y en evolución, tanto en el espacio y el
tiempo. Pero como apuntan las investigaciones propias y ajenas, el liberalismo
gaditano impregnó un amplio espectro del proceso de construcción de los estados-
naciones. Y su trascendencia no se limitó sólo a la participación de sus diputados,
sino a la aplicación de sus decretos, a la politización de la sociedad, a la
interacción que provocaron sus ondas sísmicas tanto preactivas –en la
insurgencia- como reactivas –en el absolutismo colonial-, a los procesos
electorales que desencadenaron, a la importancia en la organización de
ayuntamientos, milicias nacionales, y, quizá es lo que habrá que investigar en las
próximos años, a la interacción entre esta "tercera vía" y la insurgencia, porque no
hubo compartimentos estancos, ni mucho menos. Por lo menos, esta línea de
investigación ha contribuido a renovar las tesis historiográficas ancladas en el
maniqueísmo dicotómico de insurgentes-realistas, contribuyendo a enriquecer más
el análisis del abanico de posibilidades históricas. Y por supuesto a desechar la
tesis de la "inevitabilidad" de la independencia. En segundo lugar, en las últimas
décadas se ha registrado un creciente interés por investigar la "otra parte".
Aquellos que no formaron parte de la historia patria, aquellos que no construyeron
la Nación, ni sus glorias, ni sus gestas. Es más, aquellos que durante muchos
años fueron omitidos y vilipendiados. Y este interés manifiesto por los "realistas",
si bien el término necesitaría matizaciones, es muy interesante para su rescate y
estudio. Es notorio que en estas últimas décadas se aprecia, en primer lugar, una
supe-ración de la tesis maniquea de la historia patria: no sólo fueron indios y
peninsulares los "realistas", entre las filas de los criollos hubo partidarios de
reformar el sistema absolutista sin por ello continuar con los planteamientos
coloniales ni tampoco llegar a la independencia. Entre el colonialismo y la
insurgencia hubo un crisol de opciones políticas que algunos historiadores
empiezan a matizar y advertir. Es por ello los estudios de las redes sociales y
políticas que se mantuvieron al margen o constituyeron posiciones intermedias o
autonomistas. Por otro lado, hay un rescate desde la historia social de los grupos y
comunidades indígenas, diversas y heterogéneas, por comprender sus posiciones
políticas en la coyuntura independentista. Con todo, existe una revaloración de la
historia de los vencidos, y un interés por estudiar estos grupos diversos, sus
problemas, sus conflictos y sus motivaciones complejas que evidentemente no se
explican sino desde una complejidad de factores históricos y económicos, más
que por el descarte de tópicos simplistas que unilateralmente los condenaron al
olvido bajo el tamiz de la "traición" o enajenación. Es evidente que el tema de las
clases populares, y su condición social, étnica y racial, están de "moda" y es una
de las temáticas que más producción historiográfica ha tenido en las dos últimas
décadas. La preocupación de la historia social, de las historias de la vida privada y
cotidiana, de los grupos excluidos, de la historia de género y de la cuestión étnica
y racial ha dado lugar a una pluralidad de estudios muy importantes por toda
Iberoamérica sobre el papel de las clases populares en la independencia. Así, los
temas sobre las comunidades indígenas como sujetos y como objeto de estudio se
han multiplicado. Y sus interpretaciones también. Dado que muchos de estos
estudios se encaminan a retratar el posicionamiento activo en la independencia o
a justifica.
REVISTA DEL CESLA No 11 168 car su pasividad, por el carácter de una guerra
nacional y no étnica, o a denunciar su marginación, mayor si cabe, en el posterior
estado-nación postindependentista. Muchos de estos estudios, deudores de la
antropología anglosajona, han conseguido mantenerse fuera de la onda expansiva
de ésta que caracterizaba bucólica e idealmente a la sociedad india. De ahí, y
aunque no sólo por esta razón, la aversión de parte de esta historiografía al
concepto "liberal" o "liberalismo" como término pernicioso. Al igual que el rescate
de la problemática étnica, al que se han sumado los actores negros, mulatos y
mestizos, completando un arco iris que da mucho más color a las anteriores
historias en blanco y blanco. También es de destacar que estos estudios han
profundizado en la vertiente anticolonial y antiliberal que se fraguó en la
independencia. Es decir, clases populares que intervinieron y se movilizaron bajo
un prisma no necesariamente patriótico o "realista" sino por intereses concretos
pertenecientes a sus grupos y etnias y no encuadradas en un estereotipo nacional
y nacionalista, en donde quien no se incorporaba al discurso paradigmático de la
nación, por fuerza estaba contra ella. Es decir, tuvieron no sólo una actuación
"consciente" sino también "explicable" por no hablar de legítima. Notorio cambio
de interpreteción y rescate de grupos sociales marginados y excluidos, no sólo
socialmente sino históricamente. Es un buen ejemplo de ello el reciente estudio de
Eric Van Young para el caso de la insurgencia mexicana desde la vertiente no
social sino desde la explicación cultural. Una destacable propuesta: reflexión y
discrepancia François-Xavier Guerra, en su tesis de estado, también fue seducido
por la… Revolución. Claro está…mexicana. Y al estudiarla situó el Antiguo
Régimen… en el Porfiriato. Persiguió un fantasma. Enseguida descubrió una
evidencia. En el régimen de don Porfirio no se encontraban las señas de identidad
del Antiguo Régimen, si con ello quería aludir a su nombre etimológico1. No fue
sólo la tesis de Guerra. Eran los años ochenta. El Antiguo Régimen, también en
Europa, se alargaba hasta el siglo XX por cierta historiografía en boga en aquellos
años2. Sombra alargada, ¡y tan alargada!, que algunos autores europeos y
españoles lo situaron en la I Guerra Mundial3e, incluso, en la II República
española, respectivamente. La propuesta de François-Xavier Guerra estaba en
este contexto. Con ello pretendía explicar el atraso económico de México, el peso
excesivo de la agricultura y la población rural, la debilidad del estado y la
inexistencia de una burguesía que empezaba ahora, en los albores del siglo XX, a
crecer. ¡¿Cómo era posible pues que se hablara, con esta realidad, de revolución
burguesa o liberal en el siglo XIX?! Si ni para el comienzo del siglo XX se
vislumbraba aún una sociedad liberal, burguesa, capitalista e individualista. Y,
para México aún era más fácil plantear esta tesis ya que la fecha revolucionaria
por excelencia era, sigue siendo, 1910. Y la Revolución: la Mexicana. Si bien con
ese adjetivo sólo se explicaba una revolu-1Cf. Voz "Antiguo Régimen" en Jean
Tulard, Jean-François Fayard, Alfred Fierro, Historia y diccionario de la Revolución
francesa. Madrid, Cátedra, 1989, pp. 549. 2Arnold Mayer. La persistencia del
Antiguo Régimen. Europa hasta la Gran Guerra. Madrid, Alianza, 1984. 3Mayer.
La persistencia…op. cit.
1.2 EL ESTADO MODERNO
Con el proceso de modernización industrial iniciado durante el cardenismo se hizo
necesario que el Estado adquiriera dos características fundamentales para su
consolidación: ser un Estado gestor del proceso de desarrollo económico
mediante la creación de toda la infraestructura necesaria para el desarrollo
industrial posterior del país, al mismo tiempo debería ser un Estado árbitro, que
impulsara una política gubernamental moderna capaz de conciliar los diversos
intereses nacionales de grupos y sectores de la sociedad mexicana, manteniendo
un clima de “armonía y estabilidad” política y social a través de la
institucionalización del sistema político mexicano por la vía del corporativismo. De
esta manera que todos los individuos, grupos y sectores del país quedarían
incorporados a las organizaciones gremiales, más no de clase, a la estructura del
Estado.
También fue necesario que el partido oficial se transformara en sus siglas y su
estructura, es decir, como reclutador de cuadros políticos y controlador de
organizaciones de masas. Su predominio quedaría garantizado mediante la
imposición, conveniencia y disciplina de la unidad política interna del mismo
partido, a cambio de derechos, privilegios y prebendas que harían de la burocracia
política una clase social privilegiada. Dos acontecimientos políticos afianzarían
aún más este poder: las facultades extraordinarias que la constitución de 1917 le
había otorgado al Ejecutivo al fortalecer su poder frente al Legislativo, otorgándole
la determinación sin restricción alguna de la orientación del gobierno federal; el
poder de vetar y promulgar leyes y la de nombrar a los integrantes y auxiliares de
su gabinete. Otro acontecimiento fue la fundación del Partido Nacional
Revolucionario en 1929 que agruparía a todas las fuerzas políticas de la familia
revolucionaria, quiénes ambicionarían el poder, de ahí en adelante tendría que
recurrir a los mecanismos pacíficos del reparto del poder. No más levantamientos
armados. Estado, gobierno y partido constituirán una Trinidad.
Por otra parte las medidas adoptadas en el régimen cardenista estuvieron
marcadas por muestra de poca simpatía entre los sectores tradicionalmente
conservadores dentro y fuera del país. Destacan las manifestaciones de
descontento que se iniciaron a partir de la lucha por la sucesión presidencial
dentro del PRM, y que tuvieron como antecedentes, provenientes tanto del sector
militar como de las fuerzas de oposición, (organizaciones políticas como el Partido
de Acción Nacional, Sinarquista y otras de tendencia anticomunista). Aunque es
conveniente señalar que la oposición más radical provino de la corriente
anticomunista del ejército.
Como solamente estaban en juego las ambiciones personales, sino, el propio
futuro del país. El dilema era, si el programa cardenista debía continuar o no para
el siguiente periodo presidencial. Los aspirantes más importantes a la presidencia
fueron: Francisco Mújica, Juan Andrew Almazán y Manuel Ávila Camacho.
La decisión final la tomó Cárdenas en 1939. En ello influyó, la crisis económica y
política de 1938, la cual resultó de las medidas adoptadas por la nacionalización
de la industria petrolera y la reforma agraria. Así, el escenario político para las
elecciones de 1940 estuvo dominado por un clima de violencia entre el grupo
cardenista y el de Ávila Camacho. La llegada de éste a la presidencia se
caracterizó por el rechazo lento y paulatino del proyecto cardenista, también por el
desmantelamiento del movimiento almazanista, que en dichas elecciones
amenazaba con una rebelión. Finalmente, esa violencia quedó reducida a
pequeñas acciones militares en el norte del país; las cuales terminaron con la
rápida salida de Almazán hacia La Habana, Cuba. Esta acción, planteó para el
nuevo grupo dirigente la posibilidad de la estabilidad política en el país, sin el
temor de que surgiera otra fuerza política capaz de enfrentar su hegemonía.
A partir de 1940 y hasta el año 2000 la Presidencia de la República fue ocupada
por candidatos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), nacido el 18 de
enero de 1946, bajo la presidencia de Miguel Ávila Camacho, partido al que
denominaremos dominante u oficial. Es importante destacar que los presidentes
han concluido su mandato sin ninguna dificultad, además de que todos han sido
civiles a partir del gobierno del Lic. Miguel Alemán Valdés.
Entre 1940 y 1970, hubo en dos ocasiones más, problemas con la sucesión
presidencial. Después del intento de rebelión por los almacenistas en 1938, se
plantearon nuevos problemas dentro de la llamada familia revolucionaria, algunas
tendencias internas pretendieron romper con la unidad política del partido. Dichos
movimientos fueron encabezados por Ezequiel Padilla, en 1946 y por Miguel
Enríquez Guzmán en 1952, pero no lograron crear ninguna “oposición
estructurada” pues la mayoría de los organizadores de dichos conatos de rebelión
regresaron a las filas del partido una vez que fracasaron en su intento. En el
periodo que va de 1940 a 1970, ocuparon la presidencia de nuestro país los
siguientes mandatarios:
Miguel Ávila Camacho 1940-1946
Miguel Alemán Valdés 1946-1952
Adolfo Ruíz Cortines 1952-1958
Adolfo López Mateos 1958-1964
Gustavo Díaz Ordaz 1964-1970
Manuel Ávila Camacho 1940 – 1946
Su régimen buscó impulsar una política de conciliación entre los diversos grupos y
facciones políticas del partido en el poder (PRM) dadas las circunstancias
históricas internacionales: como son el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la
situación política interna del país que requería de impulsar una política de “Unidad
Nacional”. Tras los acontecimientos suscitados con la candidatura del general
Juan Andrew Almazán. Se favorecería en 1943 la formación de la Confederación
Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) integrando a ella los sectores
medios profesionales, los empresarios y los militares en un afán de contrarrestar el
poder de la fuerza Castrense. Tratando de conciliar intereses, el gobierno negocia
con la iglesia el conflicto religioso iniciado en el callismo y modifica el artículo
tercero constitucional derogando la educación socialista contenida en dicho
artículo. En este mismo contexto y tratando de fortalecer el control gubernamental
Ávila Camacho modifica en 1945 el proceso electoral y convoca a la formación y
registro de partidos políticos. Son registrados los partidos: Fuerza Popular y
Comunista Mexicano. Contradictoriamente a estas propuestas aprueba el “delito
de disolución social” al mismo tiempo que reprime a la izquierda.
En cuanto a la política agraria promueve la parcelación del ejido colectivo en 1943,
así como, la adopción de medidas de apoyo crediticio a la agricultura comercial de
exportación en los distritos de riego. Aprovechando la demanda estadounidense
de productos agropecuarios como consecuencia del conflicto bélico mundial,
promovió la llamada “revolución verde”. Esta política implantada en perjuicio de los
campesinos, generaría gran malestar social en el campo, la cual pronto fue
silenciada con la política de control que la CNC ejerció sobre el campesinado
mexicano, lo que impidió una ola de protestas como la de la Liga Nacional
Campesina "Úrsulo Galván" y el movimiento guerrillero de Rubén Jaramillo en
1943.
Aplicó una política laboral de mano dura y de represión, que se expresó en la
modificación de la Ley Federal del Trabajo aplicando sanciones graves para quien
promoviera huelgas “ilegales”; obliga a los burócratas a no afiliarse a ninguna
organización sindical y a no realizar huelgas por solidaridad. Eleva a Secretaría el
Departamento del Trabajo. Durante su gobierno llega a la secretaría general de la
CTM Fidel Velázquez en 1941, líder clave en el control y disciplina del movimiento
obrero. Para 1943, y a pesar del control gubernamental, se inician huelguísticas
entre los ferrocarrileros, tranviarios, telefonistas, petroleros, cinematografitos y
mineros; acciones que serán controladas con un laudo de la Suprema Corte de
Justicia que ordena el despido sin indemnización a quienes impulsen la huelga.
Más tarde este laudo quedará compensado con la creación del Instituto Mexicano
del Seguro Social (IMSS).
En respuesta a esta política anti laboral nacen nuevas organizaciones obreras; la
Confederación de Obreros y Campesinos del Estado de México (COMM), la
Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la Confederación Proletaria Nacional
(CPN).
Se ve involucrado en el conflicto bélico mundial cuando los buques petroleros
“Faja de Oro” y “Potrero del Llano” son hundidos en 1942, declarando México la
guerra a los países del Eje (Alemania, Japón e Italia), colocándose al lado de los
aliados y aunque México no participó en forma activa en la guerra, acordó con el
gobierno estadounidense los siguientes puntos:
La migración temporal de braceros para ir a trabajar a este país.
Un compromiso comercial a partir de 1942 para abastecer a este país de materias
primas estratégicas para la guerra a cambio de proporcionarle todo lo necesario a
nuestro país para su desarrollo industrial.
Miguel Alemán Valdés 1946 – 1952
Fue el primer gobierno civil después de un largo periodo de presidentes de origen
militar, desde 1910 hasta 1940. Promovió el desarrollo industrial, favorecido por la
Guerra de Corea ya que las exportaciones mexicanas descendieron al fin de la
Segunda Guerra Mundial. Propicio la entrada del capital extranjero a nuestro país
a través de una política proteccionista en la que el Estado otorgó al capital
extranjero: subsidios, créditos, exenciones de impuestos, intervención directa en
áreas clave de la economía y obras de infraestructura que incrementaron las
utilidades y ganancias del gran capital.
Su política económica abandonó los postulados cardenistas del reparto agrario y
el ejido colectivo impulsando una serie de reformas constitucionales al artículo 27,
como son el derecho de amparo en materia agraria y la ampliación de la propiedad
privada agraria, estimulando entre los propietarios empresarios el crédito, las
obras de irrigación pública, el uso de semillas mejoradas, la asesoría técnica,
maquinaria y herramientas agrícolas, favoreciendo de esta manera una verdadera
revolución que dio en llamarse la “revolución verde”.
Así el abandono paulatino de la política agraria condujo a un enorme malestar
social y político en el campesinado mexicano que se complicó aún más con una
epidemia de fiebre aftosa entre el ganado vacuno que obligó al gobierno mexicano
a sacrificar el ganado enfermo y el sano también ante la presión del gobierno
estadounidense.
Fue un sexenio inmerso en la llamada “Guerra Fría” que declaró su
anticomunismo ante el beneplácito del gobierno estadounidense y por ello no dudó
en poner en marcha una política obrera y agraria hostil y represiva en contra de
los trabajadores de la insurgencia. Por ello, utilizó la fuerza pública, el charrísimo
sindical, la corrupción y el encarcelamiento de líderes y el uso de grupos de
choque. Esto propició el surgimiento de organizaciones como la Unión General de
Obreros y Campesinos de México (UGOCM); la Confederación Unitaria de
Trabajadores (CUT); la Alianza de Obreros y Campesinos (AOCM). Bajo este
técnica el propio partido oficial experimentó una serie de contradicciones político-
sociales al contender dos candidatos del mismo partido: el general Miguel
Henríquez Guzmán y Adolfo Ruíz Cortines y por la oposición Vicente Lombardo
Toledano cuya postulación la hicieron el Partido Popular (PP), y el Partido
Comunista Mexicano y la UGOCM.

Adolfo Ruíz Cortines 1952 – 1958


Este presidente fue un candidato de conciliación ante el heriquismo y la herencia
alemanista de corrupción y falta de credibilidad del sistema político mexicano,
ante esta situación fue necesario impulsar una política de austeridad que conservó
la misma orientación laboral y agraria de sus antecesores. Fue un sexenio en el
que la inversión pública destinada a los campesinos y ejidatarios descendió, la
reforma agraria se estancó a diferencia de los avances que la agricultura
capitalista alcanzó con el aumento de la inversión, los precios internacionales de
los productos agropecuarios y su abaratamiento a raíz de la devaluación del peso
mexicano en 1954. Y aunque el crecimiento económico había sido deslumbrante
hasta 1956, sin embargo tal situación se modificó con el descenso de las
exportaciones mexicanas que se vieron afectadas con la reconstrucción de la
economía europea y la política proteccionista y de dumping promovida por el
gobierno estadounidense, de manera que el gobierno ruizcortinista se vio obligado
a impulsar el llamado “desarrollo estabilizador” con el fin de reducir la inflación a
través de: el control de los salarios, el precio de los alimentos y el precio de las
materias primas. Estos aspectos se agravaron aún más cuando Estados Unidos
puso fin al convenio de contratación de trabajadores agrícolas mexicanos, en
calidad de campesinos desempleados.
Nuevamente el descontento se dejó sentir ante la política gubernamental que
problematizó aún más la situación del campo, promoviéndose invasiones de
tierras en Sonora, Baja California, Sinaloa, Nayarit y la Comarca Lagunera, al
frente de las cuales se encontraba la UGOCM.
Entre los obreros también hubo movilizaciones que tuvieron como ejes
fundamentales: las malas condiciones de vida, los bajos salarios y la falta de
democracia sindical que obligaron a este gobierno a impulsar la unión de
pequeñas centrales para evitar la dispersión del movimiento obrero y su falta de
control. Así surgieron en 1952 la Confederación Revolucionaria de Obreros y
Campesinos (CROC) y en 1955 el Bloque de Unidad Obrera (BUO).
Adolfo López Mateos 1958 – 1964
Su gobierno fue escenario de múltiples conflictos laborales y populares a
consecuencia de malas condiciones de vida de los trabajadores, de sus bajos
salarios y de la falta de democracia sindical en sus organizaciones pero también
del abandono y miseria en que se encontraban los campesinos como
consecuencia del apoyo que la industrialización había experimentado a partir de
los años cincuenta. Situación de malestar social que se vio estimulada con una
etapa de procesos revolucionarios en algunos países de Latinoamérica como
Perú, Venezuela, Colombia, Brasil y Cuba donde el proceso revolucionario se
había radicalizado. El caso cubano significó para México el impulso de una política
de cautela y reserva bajo los principios de la autodeterminación de los pueblos y la
no intervención, lo que le permitió mantener relaciones con la isla cuando esta fue
expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Durante su sexenio se suscitaron insurrecciones campesinas en varios estados de
la república que denotaban el malestar político y social de su política laboral y
agraria.
Hubo momentos en que el ascenso del movimiento obrero puso en riesgo el
control de las organizaciones obreras oficiales sobre el resto del movimiento
obrero. Así entre 1958 y 1959 el movimiento obrero vivió uno de sus momentos
más brillantes en un intento por estructurar un sindicalismo independiente, del que
los ferrocarrileros se constituirían en la vanguardia del movimiento obrero. La
respuesta por parte del gobierno fue la requisa, la represión, la cárcel y la
formación de una nueva central obrera oficial: la Central Nacional de trabajadores
(CNT).
Gustavo Díaz Ordaz 1964 – 1970
Este gobierno se caracterizó por su autoritarismo y por la represión y aunque fue
un sexenio con crecimiento económico extraordinario del 7% anual, así como
también por el desarrollo de nuevas ramas industriales que mejoraron los salarios
y las condiciones de vida de los mexicanos. Sin embargo la situación económica
del campo se hizo grave conduciendo al país a una crisis agrícola.
Otro rasgo importante de este gobierno fue la cada vez más grande participación
de la inversión extranjera en las actividades agroindustriales en las regiones más
productivas del país. Las protestas y movilizaciones fueron la expresión de esta
situación entre 1965 y 1970 en varios estados del país en donde la Confederación
Campesina Independiente (CCI), fue impulsora de esta insurgencia. La derrota de
la insurgencia obrera a fines de los cincuenta y el mejoramiento en las condiciones
contractuales, salariales y de vida condujeron a los sindicatos de industria a
desmovilizarse, constituyéndose en una elite del movimiento obrero, a diferencia
de los sectores medios que vieron pauperizarse sus salarios y sus condiciones de
vida al mismo tiempo que se proletarizaban. Esto explica su necesidad de
recuperar y mejorar su condición salarial y de vida y que tiene su expresión en los
movimientos médico y estudiantil de 1964, 1965 y 1968.
1.3 EL MODELO DE DEMOCRACIA LIBERAL

Resumen

En México, la heterogeneidad social ha planteado históricamente un dilema entre


gobernabilidad y democracia, en el pasado fue resuelto mediante soluciones
autoritarias para salvaguardar la gobernabilidad, en la actualidad este tipo de
salidas son imposibles, en virtud de la presencia dominante de los actores
modernos que defienden la democracia; sin embargo, la influencia de los actores
pre y postmodernos ha llevado a que, sin ser abandonada, la democracia siga una
trayectoria que se aleja del modelo cívico clásico y que refleja la restitución del
viejo equilibrio entre actores sociales, pero ahora al amparo del debilitamiento de
la gobernabilidad.

Introducción

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió las elecciones para la


presidencia de la república en el año 2000. Con este episodio emergieron las
esperanzas de que México experimentara una vida democrática normal, muy
cercana a la que viven los países desarrollados y los de transición reciente, pero
exitosa. Hoy este régimen es objeto de múltiples críticas y descontentos, a pesar
de la larga –y a veces dolorosa– lucha por instalarla como la única vía legítima
para acceder al poder.

En el fondo, tal descontento expresa una crisis temprana de representatividad.


Para mostrarla, estimé un indicador que se nutre de una en-cuesta levantada a
nivel nacional, que fue diseñada por la Universidad Autónoma de Querétaro y por
este autor, bajo el auspicio del Instituto Federal Electoral (IFE). Las entrevistas se
realizaron quince días después de la elección de julio de 2009. Las preguntas
inquieren, por un lado, sobre qué tanto les importa a las autoridades electas lo que
piensan los entrevistados y, por el otro, qué tanto representan los partidos a los
ciudadanos y qué tanto buscan su propio interés. Las respuestas fueron
transformadas en una variable cuantitativa discreta, mediante el siguiente
procedimiento:1

Donde VR es el valor de la respuesta i-ésima, que fluctúa entre 0 y 10; L, el lugar


que ocupa la respuesta de mayor a menor, y n, el número de respuestas posibles.
Entonces para cada autoridad (o partido) j-ésima:

Donde IR es el índice de representatividad de la autoridad (o partido) j-ésima; f, las


frecuencias o número de casos que asignaron la respuesta i-ésima a esa
autoridad; VR, el valor de la respuesta i-ésima, y DP, los datos perdidos.

Por otro lado, el índice de representatividad de las autoridades o de los partidos es


un promedio simple de los índices:

Donde IRAOP es el índice general de representatividad de todos las autoridades


electas o de todos los partidos, y m, el número de autoridades electas o de
partidos.

La representatividad también puede ser estimada en forma conjunta para


autoridades y partidos, si incorporamos el valor de la respuesta a cada rubro con
el que fueron juzgadas ambas instituciones:

Donde IGR es el índice global de representatividad que le otorga conjuntamente el


encuestado i-ésimo a partidos y autoridades; k, los rubros calificados que incluyen
tanto los de las autoridades como los de los partidos; VR, el valor de la respuesta
que el i-ésimo encuestado le otorga a la autoridad o a la dimensión busca el
interés de la gente o la correspondiente a representar a ciudadanos.

Así el índice global de representatividad para el conjunto de encuestados es:


Los índices respectivos se mueven en una escala de 0 a 10 y sus estimaciones
son presentadas en la gráfica 1.

Como se puede apreciar, las autoridades electas y los partidos políticos exhiben
índices no sólo reprobatorios sino también extremadamente bajos, cuando se les
examina separada y conjuntamente.

Esta investigación está enfocada en mostrar que detrás de esta pálida


representatividad se encuentra el conflicto estructural entre la democracia y la
gobernabilidad, que se desarrolla cuando aquélla trata de desplegarse en un
contexto de heterogeneidad social. Así lo atestigua la historia mexicana; sin
embargo, a diferencia de lo que sucedió durante el siglo XIX y XX, este dilema hoy
no se ha resuelto mediante expedientes autoritarios, sino con desviaciones
aparentemente irreversibles del modelo cívico de la democracia clásica. La causa
de esta solución reside en tres factores a través de los cuales ahora opera la
heterogeneidad: el agotamiento de los actores modernos, el resurgimiento de los
colectivos o premodernos, y la alineación entre los intereses de estos últimos y las
simpatías de un nuevo tipo de actor: el postmoderno.

Para mostrar estas hipótesis, el artículo se ha organizado en seis secciones: en la


primera se elabora una tipología de los actores sociales, con el propósito de
extraer y operativizar las variables que dan cuenta de su comportamiento; la
segunda se encarga de describir y reinterpretar de forma resumida cuál ha sido su
papel en la construcción histórica de la democracia nacional; la tercera indaga las
causas del agotamiento de los actores modernos, principales impulsores de la
democracia; la cuarta y la quinta se ocupan de la manera en que los actores
premodernos y postmodernos, respectivamente, han contribuido a frenar o
distorsionar la democracia mexicana, en su afán de frenar el proceso
modernizador. Finalmente, se especifican las conclusiones a las que se llegaron
con este análisis.

1.4 LAS TEORIAS DE LAS REFORMAS DEL ESTADO

La teoría del cambio constitucional. El Estado mexicano está llevando a cabo una
revisión cuidadosa y responsable del marco constitucional para variar normas
económicas, laborales, penales, del sistema educativo disfuncional y el sector de
las telecomunicaciones, una revisión del sector energético y petróleos mexicanos,
que producen insatisfacción a la ciudadanía, a los partidos y grupos políticos que
concurren en la integración de los órganos estatales, con especial énfasis en las
reformas penales, debido al problema de seguridad nacional que enfrenta el país
actualmente; esto busca, transparencia, resultados confiables y una actitud más
responsable y participativa de la sociedad y los poderes de gobierno, en sus tres
niveles. El tema de la reforma constitucional es uno de los clásicos de la teoría
constitucional, que se ha caracterizado como uno de los eventos ineludibles, mal
de las constituciones escritas, ciertamente; la reforma es inevitable. Ninguna
constitución ha quedado exenta e intocada. Esto es así en razón de que ninguna
Constitución, salvo aquella que pudiese ser calificada de ideal y que hasta ahora
no ha existido ni existe, es lo suficientemente elástica y multidimensional para
poder comprender en un momento histórico determinado, los eventos que a futuro
se habrán de desarrollar.1 En el caso de México se sigue un estilo similar al
Español, pues si bien es cierto que en el texto de la Constitución Federal no se
prevén cláusulas inmodificables, no es menos cierto, que si se determina que
algunos mandatos constitucionales serán de difícil alteración que el resto. Por
cuanto se refiere a las constituciones políticas de los estados de la República
mexicana, podemos decir que las constituciones no establecen cláusulas
inmodificables, pero si contemplan sujeción al pacto federal. Ahora bien, como no
hay constituciones ideales, ni perfectas, puede acontecer que surjan hipótesis no
previstas por la norma primaria, que se produzcan modificaciones impuestas por la
realidad o incluso, situaciones anormales que demandan una respuesta jurídica.
Para explicar tales vicisitudes que surgen en el transcurso de una Constitución, se
ha formula que se hicieren, en virtud de que el artículo 168, exigía que “nunca
deberá ser uno mismo el congreso que haga la calificación” de las reformas y el
que decrete las mismas. Más flexibles fueron las constituciones centralistas; la de
1836, prescribió que la reforma seguía el mismo procedimiento que la legislatura
ordinaria, pero las modificaciones que acordará el congreso, según el artículo 12
de la segunda ley, estaban sujetas a la sanción última del supremo poder
conservador, y la de 1843, indicó en su artículo 202, que para las reformas se
estaría “a lo previsto respecto de las leyes comunes”, aunque para la votación se
pedían los dos tercios de votos en las dos cámaras. Por su parte, la constitución
de 1857 retornó a la rigidez en el artículo 127, con algunas modificaciones
menores, igual al 135 en vigor, las reformas se efectuaban por el congreso de la
unión y las legislaturas de los estados. Debe destacarse que con anterioridad de
aprobarse dicho precepto se presentó otro proyecto que no fructificó, e el cual se
acogía el sistema de dos legislaturas, pero también daba doble oportunidad al
pueblo de expresar su sentir. Durante la vigencia de la constitución de 1857 cabe
añadir llegaron a efectuarse 71 reformas constitucionales. Finalmente, la
constitución de 1917, es una constitución rígida, en cuanto requiere para su
reforma de un órgano y un procedimiento especiales, de acuerdo con el artículo
135, que tiene prevista la asociación del congreso de la unión, el cual toma sus
acuerdos por las dos terceras partes de sus miembros presentes, y de las
legislaturas de los estados, a las que se remiten dichos acuerdos y de las que se
requiere el voto mayoritario. Corresponde al propio congreso, o la comisión
permanente en su caso, hacer el cómputo de los votos de las legislaturas y la
declaratoria de que se aprobaron las adiciones o reformas propuestas. Pero la
constitución de 1917 ha sido una constitución rígida más en la teoría que en la
práctica, como se constata de las abundantes modificaciones que ha sufrido hasta
la fecha. Las reformas, en efecto, vistas en conjunto son impresionantes en su
número, a tal punto que se han enunciado diversos criterios para registrarlas y por
ello los números frecuentes no concuerdan. Si se considera dichas reformas por
su publicación en el Diario Oficial, según el número de decretos que hay hasta la
fecha ascienden a 105; si se estiman las reformas de acuerdo con las
modificaciones hechas a cada artículo, se elevan a 384; si se cuantifica el número
total de reformas de acuerdo con una interpretación gramatical, considerando
como tal cualquier modificación, adición o alteración de un precepto constitucional
por mínimo que sea, llegarían a 683. Es también interesante apreciar las reformas
que se han hecho según el periodo presidencial, aplicando cualquier criterio se
observa como en los últimos sexenios el ritmo se ha venido acelerando; si se
considera según los artículos afectados, se produjeron 36 reformas con Luis
Echeverría, 32 con José López Portillo, 58 con Miguel de la Madrid, 45 con Carlos
Salinas y 50 con Ernesto Zedillo. Desde el inicio de su vigencia y hasta la fecha, la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se ha reformado o
adicionado en más de un 70%, en dicho porcentaje se incluyen reformas o
adiciones significativas en materia de iniciativa y formación de las leyes. El
derecho a iniciar y formar leyes en el ámbito federal ha permanecido inmutable
con el paso de los años y sólo se ha otorgado a los integrantes del Poder
Legislativo, al titular del Poder Ejecutivo y a las Legislaturas de las Entidades
Federativas. Las constituciones, como la inmensa mayoría de las normas
jurídicas, nacen con vocación de permanencia y estabilidad: la aspiración a la
seguridad y certeza en las relaciones humanas es característica común a las
manifestaciones del derecho. Pero ello no ha impedido constatar, desde un primer
momento, que toda regulación y también las normas constitucionales pueden
alterarse en el futuro, por el cambio de las circunstancias sociales, o de la voluntad
de la comunidad política. Como expresamente proclamó la (inaplicada)
Constitución Francesa de 17934, un pueblo siempre tiene el derecho de revisar,
de reformar y de cambiar su Constitución. Una generación no puede sujetar sus
leyes a las generaciones futuras. No es extraño por tanto, que las constituciones
escritas, contengan como regla general, previsiones relativas a su modificación y
prevean procedimientos específicos para ello, que suelen incluir requisitos más
complicados que los exigidos para la creación o reforma de otras normas. Por otra
parte, la previsión de procedimientos de reforma persigue evitar que la única
alternativa a los mandatos constitucionales sea, o su tergiversación e
inobservancia (lo que reduciría la Constitución a un documento sin valor) o la
ruptura revolucionaria, y la 4 Artículo 28. elaboración de nuevos preceptos
constitucionales sin continuidad ni legitimación, respecto del ordenamiento
anterior.5 En Estados Unidos, estas ideas permitieron considerar la posibilidad no
de sugerir cambios en la Constitución, sino en el modo de pensar la Constitución;
la pregunta que se planteó fue entonces, la siguiente: ¿por qué tendríamos que
sentirnos hoy ligados a un documento producido hace más de dos siglos por un
grupo de cincuenta y cinco mortales, firmado únicamente por treinta y nueve, de
los cuales un número importante eran dueños de esclavos, y adoptado sólo en
tres estados por los votos de menos de dos mil hombres, todos muertos hace
demasiado tiempo y casi totalmente olvidados? Nuestro ciudadano —continúa
diciendo el comentarista— podría responder que, después de todo, los
estadounidenses somos libres de modificar nuestra constitución mediante
enmiendas, y que así lo hemos hecho en varias oportunidades. Por lo tanto,
nuestra actual Constitución se funda finalmente en el consentimiento de quienes
vivimos en el presente. Pero antes de que aceptemos esta réplica, permítaseme
formular otra pregunta: ¿Hemos tenido alguna vez los estadounidenses la ocasión
de expresar nuestra voluntad acerca del sistema constitucional?, por ejemplo
¿cuántos lectores de estas líneas participaron alguna vez en un referéndum que
preguntara si deseaban seguir siendo gobernados por la Constitución existente?
Naturalmente, la respuesta es: ninguno. La pregunta, sin embargo, sigue en pie: si
nuestra Constitución presenta fallas según los estándares democráticos,
¿deberíamos cambiarla? ¿Y cómo? Lo he dicho anteriormente, mi intención
apunta menos a sugerir cambios en la Constitución existente que a modificar el
modo en que la pensamos: si debe ser la actual, una versión enmendada de ésta
o bien, una Constitución nueva y más democrática.6 5 LÓPEZ GUERRA, Luís,
Introducción al Derecho Constitucional, Tirant Lo Blanch Libros, Valencia, España,
l994, págs. 54-55. 6 DAHL, R.(2003).¿Es democrática la Constitución de los
Estados Unidos? (págs. 9-12). Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. No
puede dejar de considerarse al hablar de las opiniones anteriores que en Estados
Unidos, la interpretación de la Corte Suprema ha sido fundamental para el
desarrollo de la Constitución, ya que sus precedentes representan una incesante
labor de adaptación del texto por el derecho judicial y por eso se ha dicho que los
propios padres constituyentes no reconocerían su obra en la actualidad.7 Como es
sabido, la Constitución norteamericana es el ejemplo típico de una constitución
rígida, es decir, de aquélla cuya reforma se lleva a cabo por órganos y métodos
distintos de los del proceso legislativo ordinario.8 Suiza, eje y encrucijada de
Europa, tiene singular interés para el derecho constitucional. En este pequeño
país, donde existen varias lenguas con carácter oficial, se a logrado el
funcionamiento del sistema federal, el legislativo y el ejecutivo, tienen rasgos
dignos de análisis y la democracia se práctica con la intervención directa o
semidirecta del pueblo. De la confederación a la federación. Aunque Suiza se
llama a si misma confederación, por una supervivencia de esa designación
tradicional, técnicamente se ha organizado bajo el sistema federal. La constitución
suiza es rígida, y, por consiguiente precisa de órganos y métodos especiales para
su reforma. Tal reforma puede ser total parcial. La revisión total no significa
necesariamente la transformación de todos los artículos de la constitución, sino
simplemente que esta, en su totalidad, es sometida a discusión, y cabe por lo
tanto la reforma de cada artículo. La revisión es parcial cuando se refiere a
determinados artículos o a partes de la constitución que presentan cierta unidad.
Ambas revisiones tienen algunos elementos comunes en cuanto al procedimiento,
ante todo la intervención popular, pero difieren en otros. La revisión total puede ser
iniciada po cantonal. Pero cuando hay discrepancia entre las cámaras o la revisión
es planteada por iniciativa popular entonces la cuestión de si procede o no la
revisión es sometida a referéndum. Si la respuesta es afirmativa, se disuelve la
asamblea y se procede a elegir una nueva que actuará como constituyente, a
reserva de la sanción popular. 1.2 El Poder de reforma o revisión constitucional. El
ejercicio del poder de reforma constitucional9 requiere de la aplicación de la
técnica de ésta, que solamente puede efectuarse cuando se añade algo al texto
existente en el momento de realizar la modificación —suplemento—, o bien se
suprime algo — supresión— o bien se sustituye el texto existente por otro —
cambio—. El procedimiento puede extenderse a varios artículos o tan sólo a uno,
a una parte de un artículo (párrafo o frase) o a varias palabras, o tan sólo a una
palabra dentro de una frase.10 Las constituciones suelen encomendar su eventual
reforma, no al poder legislativo ordinario, sino a un poder especial, un poder de
reforma o de revisión. A veces se le denomina poder constituyente constituido,
aunque esta denominación no es apropiada: el poder constituyente es originario y
reside en la comunidad, no depende de una habilitación anterior. La diferencia
entre el poder de reforma y los poderes ordinarios del estado, se cifra usualmente
en el carácter más oneroso y complicado del procedimiento: los requisitos para
alterar la Constitución son generalmente, más estrictos y difíciles que los
necesarios para aprobar otro tipo de disposiciones. De la supremacía formal de la
constitución se deriva pues la rigidez constitucional, esto es: su inalterabilidad si
no se cumplen determinados requisitos (extraordinarios). Estos últimos, suelen
consistir en mayores exigencias de apoyo parlamentario o popular para la
aprobación de la reforma: mayorías reforzadas, celebración de nuevas 9 El hecho
de que ab origine la Constitución sea cambiante y adecuarle pese a la realidad, no
se constituye en pretexto para el reformismo constitucional. 10 LOEWENSTEIN,
Karl, Teoría de la Constitución, 3ra. Edición, Editorial Ariel S.A., 983, págs. 175-
176. Elecciones que ratifiquen la reforma, o sometimiento de esto a referéndum.
Ello persigue que la reforma refleje efectivamente, y con la mayor fidelidad, la
voluntad de la comunidad. Finalmente, la exigencia de mayoría cualificada, o de
pronunciamientos del electorado (por medio del referéndum o de elecciones
generales), viene a ofrecer garantías a las minorías que una mayoría
parlamentaria coyuntural no podrá alterar, aprovechando su momentánea ventaja,
las reglas de procedimiento y las bases sobre las que se asienta la comunidad
política. La constitución se muestra así como un acuerdo básico, por encima de
mayorías coyunturales, y que sólo puede reformarse si se reproduce ese acuerdo,
que incluya a mayorías y minorías. Esta necesidad se hace más patente en la
reforma constitucional de países federales, en los que la rigidez del procedimiento
de reforma, busca salvaguardar los derechos de los estados o unidades
federadas. No es infrecuente que se califiquen determinadas cláusulas
constitucionales como irreformables.11 Tal sería el caso del artículo 89 de la
Constitución Francesa de l958, (la forma republicana de gobierno no puede ser
objeto de revisión); la Constitución Italiana,12 (la forma republicana no podrá ser
objeto de revisión constitucional) o la Ley fundamental de Bonn,13 (Es inadmisible
toda modificación de la presente ley fundamental que afecte a la división de la
federación en estados o al principio de cooperación de los Lander o a los
principios consignados en los artículos 1 y 20).14 1.3 Procedimiento
¿constituyente original o reforma? El tema de la reforma constitucional en los
Estados15 es muy complejo, especialmente desde el punto de vista político-
constitucional; existen dos caminos para obtener una nueva y sólida estructuración
federal, en y para los estados: 11 La distinción clásica, expuesta por Lord Bryce
James, entre constituciones flexibles (reformables según el procedimiento
legislativo ordinario) y constituciones rígidas (sólo reformables mediante un
procedimiento agravado) no tiene hoy aplicación. De lo que si puede hablarse es
de diversos grados de rigidez, según la intensidad de la gradación del
procedimiento de reforma, en relación con el procedimiento legislativo ordinario.
12 Artículo 139. 13 Artículo 79.3. 14 Cfr. LÓPEZ GUERRA, Luis, Ob. Cit., págs.
55-57. 15 Este tema ha sido magistralmente tratado por el doctor Rabasa Emilio
O, investigador jurídico de la UNAM. Constituyente original. Requiere
obligadamente, de la convocatoria y la realización de un Congreso Constituyente
Original. Aun cuando tendría una mayor legitimidad, presenta serios problemas:
grandes erogaciones económicas, agitación política, existencia simultánea de dos
congresos (el constituyente y el ordinario) y, muy especialmente, ninguna
Constitución prevé el caso de la convocatoria de un constituyente original, por la
simple y sencilla razón, que ninguna aspira a su propia liquidación. Reforma
integral. No requiere de constituyente original, sino del constituyente permanente o
poder revisor que puede formalmente, cambiar toda la Constitución. Aquí hay que
cuidar que no se violen las estructuras fundamentales tradicionales o las grandes
decisiones históricas del pueblo; puede obviarse la cuestión estableciendo, al final
del procedimiento revisor, el refrendo popular.16 1.4 Sistematización de los
procedimientos de reforma. En síntesis, podemos clasificar los procedimientos,
para reformar las Constituciones de los Estados de la República, sin contravenir
los textos constitucionales, de la siguiente manera: Los procedimientos mediante
los cuales es posible una reforma constitucional, son muy variados y en ocasiones
complejos; como ya se ha dejado sentado en este documento, existen dos
caminos para obtenerla: la vía constituyente original o, la vía reforma integral. Esta
última acompañada en ocasiones, del requisito de refrendo 16 GÁMIZ PARRAL,
Máximo N., Coordinador, Las Entidades Federativas y el Derecho Constitucional,
UNAM Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2003, pág. 156.
CONSTITUYENTE ORIGINAL REFORMA INTEGRAL REFRENDO POPULAR
REFORMA CONSTITUCIONAL popular, que confirme la decisión de los órganos
del estado, en cuanto a la reforma o adición. En los estados de la República
Mexicana, los procedimientos o requisitos para la reforma constitucional, aparecen
en los últimos artículos de las Constituciones estatales; estos procedimientos
presentan variantes dignas de análisis, y, para efectos didácticos, hasta de
clasificación, pues su estudio permite observar qué tan rígidas o flexibles son los
textos constitucionales. Con ese propósito observamos los órganos del Estado,
facultados para la iniciativa de reformas o adiciones, así como los órganos que
intervienen en su aprobación, significando que, aunque en la mayoría, si no es que
en todas las constituciones locales, intervienen en el procedimiento reformatorio
los Poderes ejecutivo, legislativo, ayuntamientos de los municipios que integran
cada uno de los Estados, y en ocasiones, excepcionalmente, el Poder Judicial o el
Tribunal de Elecciones, no es menos cierto que se presentan variantes. 1.5
Órganos del Estado con facultades de iniciar leyes o decretos. En lo que toca a la
posibilidad de iniciativa de reformas y adiciones, en una revisión exhaustiva de las
constituciones locales, podemos afirmar, que el derecho de iniciar leyes y decretos
o sus reformas, varía de acuerdo con la legislación constitucional de cada entidad,
pero podemos concluir que dicha facultad compete indistintamente: - A los
miembros del Congreso del Estado; - A los diputados y senadores, al Congreso de
la Unión que se encuentren en funciones, y hayan sido electos en el estado; -Al
gobernador del estado; -Al Supremo Tribunal de Justicia del Estado, en todo lo
relacionado con la organización y funcionamiento de la aplicación y la
administración de justicia; -A los ayuntamientos del Estado o consejos
municipales, en lo relativo a sus localidades y sobre los ramos que administren; -A
los ciudadanos de cada entidad, mediante iniciativa popular, en los términos que
establezca la ley. El reglamento interior del congreso de cada estado, especificará
los trámites que tengan cada una de esas iniciativas, los que deberán sujetarse a
lo establecido en la Constitución Política, en el capítulo relativo a reforma
constitucional. Por cuanto hace a la forma de emitir el voto, por los órganos
colegiados, como por la cantidad de legisladores, o de ayuntamientos que deben
aprobar la reforma constitucional, también encontramos variantes, pues en
ocasiones, se requiere que sea aprobada por los votos de las dos terceras partes
del número total de los diputados, y la mayoría de los ayuntamientos. En otros
textos constitucionales se exige la aprobación de las dos terceras partes del total
de diputados que integran la Legislatura, sin conceder intervención a ningún otro
órgano del estado, ni a los ayuntamientos. En este orden de ideas también es
significativo destacar que a los ayuntamientos de los municipios del estado, se les
da un plazo, que oscila entre los quince y los noventa días, para que emitan el
resultado de su votación; sin embargo, de no producirse éste en el tiempo
señalado, existe la sanción consistente en que “su abstención es aprobación”; en
tanto que en otras entidades es necesario que los ayuntamientos se pronuncien
expresamente, y de no ser así, la reforma no es aprobada; las variantes en la
cantidad de votos de los órganos encargados de la aprobación de la ley
constitucional, pueden ser: de mayoría absoluta; dos terceras partes del número
total; dos terceras partes pero de los presentes; o bien, mayoría absoluta de los
miembros del cuerpo colegiado; mayoría simple; en otras ocasiones, se exige el
voto de las dos terceras partes de los miembros que la integran, y finalmente, hay
casos que exigen la mitad más uno. La Constitución del Estado Libre y Soberano
de Veracruz–Llave, sometida del 13 de septiembre de 1999 al 3 de febrero de
2000, a una reforma integral, permite hablar de una nueva Constitución.17 Los
veracruzanos, lejos de adentrarse a la reforma exclusiva de determinadas
materias, optaron por una renovación general de su 17 A juicio de los
constitucionalistas Fernández Rodríguez José Julio. “La omisión legislativa en la
Constitución del Estado de Veracruz-Llave en el marco de la teoría general de
dicho instituto”. En Eduardo Ferrer Mc Gregor y Rodolfo Vega Hernández
(coords.). Justicia Constitucional local. Fundación Universitaria de Derecho,
Administración y Política. Santiago de Querétaro, págs.145-157. Constitución, del
llamado que el gobernador del estado había hecho en su toma de posesión, al
expresar: "No propongo reformas parciales, sino un debate responsable y serio
para dar a nuestro estado una nueva constitución política que fije el rumbo de
nuestro desarrollo en el próximo siglo".18 El proceso reformador arrojó una
Constitución totalmente nueva, que no tiene punto de comparación con aquélla de
donde pretende extraer su legitimidad. Si por mera curiosidad intelectual quisiera
compararse la actual Constitución veracruzana con los preceptos de la
Constitución de Córdoba de 1917, se concluiría inmediatamente que son dos
normas totalmente diferentes. No obstante, como se sabe, se prefirió hacer uso
del apartado que regulaba el procedimiento de reforma de la Constitución, para
realizar la metamorfosis normativa desde la legalidad, para no tener que pasar por
la angustiosa incertidumbre que genera convocar a una constituyente, por el
miedo que siempre deviene del hecho de despertar el poder creador del pueblo
soberano que, en un principio, actúa sin límites por ser un poder a-jurídico. Sin
lugar a dudas, la reforma constitucional en comento actualiza el debate, que ahora
se encuentra muy presente en México, sobre los límites a la reforma
constitucional, tema clásico dentro de la doctrina constitucionalista. Referido al
caso veracruzano, cabe preguntarnos ¿Hasta qué punto un mecanismo que
permite reformas parciales, con el objeto de actualizar o facilitar la evolución
jurídica de un documento, 18 Ahora bien, ¿cuándo puede decirse que una
constitución escrita es buena y duradera? La respuesta, señores, es clara, y se
deriva lógicamente de cuanto dejamos expuesto: cuando esa Constitución escrita
corresponda a la Constitución real, a la que tiene raíces en los factores de poder
que rigen en el país. Allí donde la Constitución escrita no corresponde a la real,
estalla inevitablemente un conflicto que no hay manera de eludir y en el que a la
larga, tarde o temprano, la constitución escrita, la hoja de papel, tiene
necesariamente que sucumbir ante el empuje de la Constitución real, de las
verdaderas fuerzas vigentes en el país. ¿Qué debió suceder entonces al triunfar la
revolución de 1848? Pues, sencillamente, debió anteponerse a la preocupación
por hacer una Constitución escrita, el cuidado de hacer una Constitución real y
efectiva, desarraigando y desplazando en beneficio de la ciudadanía las fuerzas
reales imperantes en el país. Estas condiciones que impone a la Constitución
Alemana son dignas de tomarse en cuenta en todo proceso de reforma
constitucional. Lasalle, Ferdinand, ¿Qué es una Constitución, Editorial Colofón,
S.A., México, 2004, págs. 37-38. Rousseau era muy exigente en lo que respecta a
la manera de elaborar las leyes constitucionales. Quería que estas fuesen votadas
mediante el consentimiento unánime de los asociados. “No existe sino una ley,
decía, que por su propia naturaleza, exige un consentimiento unánime, el pacto
social”. En las Consideraciones sobre el Gobierno de Polonia, es aún más
explícito: “Según el derecho natural de las sociedades, se requiere la unanimidad
para la formación de cuerpo político y para las leyes fundamentales que se
relacionan con su existencia…” Si hemos de creer al gran teórico de los jacobinos,
el poder constituyente reside en el consentimiento unánime del pueblo. Esto es
una utopía que no merece discutirse. En el derecho moderno, el poder
constituyente reside en la nación misma que expresa su voluntad por medio de un
congreso organizado para discutir y expedir las leyes constitucionales. puede ser
utilizado para promulgar una nueva constitución? Siendo evidente que todo acto
de reforma tiene límites y que no puede utilizarse para subvertir el orden ahí
establecido, so pena de cometer fraude constitucional; existe cierta confusión en la
explicación de la operación veracruzana, pues mientras se advierte que la
constitución es nueva al atender a un espíritu diferente, se reconoce que se llegó a
ella mediante las posibilidades de cambio jurídico que ofrecía la anterior
constitución. El problema es que toda nueva iniciativa en este sentido debe apelar
al elemento de legitimidad y no al de legalidad, esto es, adquirir su fuerza y vigor
mediante un procedimiento constituyente sin sometimiento al derecho y no
mediante uno que llame a la misma constitución que se pretende sustituir. En esta
afirmación subyace la lógica de que una Constitución no puede posibilitar su
autodestrucción. 1.6 Procedimientos de reforma instituidos en las constitucionales
locales de la República Mexicana. Los textos constitucionales de las 31 entidades
federativas que conforman la República mexicana establecen diversos sistemas y
procedimientos para la reforma constitucional; algunos son rígidos, otros más
flexibles, el propósito fundamental es el de preservar el texto constitucional. Por
considerar provechoso para la comprensión de los temas tratados en este estudio,
se procedió al análisis de cada una de las constituciones políticas locales a fin de
conocer sus procedimientos de reforma, pues finalmente, el trabajo que se
presenta deriva de la reforma constitucional en materia electoral local, la cual ha
tenido una notable y trascendente repercusión en el poder judicial de la entidad
veracruzana, y fundamentalmente, en la creación del Tribunal Electoral. Con base
en los sistemas establecidos para las reformas constitucionales estatales, se
establece una clasificación acorde con la intervención que tienen los poderes del
estado: ejecutivo y legislativo, y en su caso los ayuntamientos; tomando en
cuenta, por supuesto, el método establecido en la norma fundamental para la
emisión del voto de sus integrantes vale decir, si es por mayoría simple o
calificada; si esta mayoría debe ser de los miembros presentes o de todos los
integrantes del órgano de que se trate, y si existe posibilidad de referéndum. No se
aborda a la entidad conocida como Distrito Federal en virtud, de que no constituye
un estado y por lo mismo, carece de constitución política local, en el sentido
técnico del término; no obstante se rige por un estatuto de gobierno, el cual toda
proporción guardada, hace las veces de texto constitucional y también contiene su
procedimiento de reforma. La clasificación de los procedimientos de reforma
constitucional local se presenta agrupando a las entidades federativas que siguen
procedimientos similares de aplicación de la técnica de cambio constitucional,
destacándose once modalidades: A. Técnica de cambio constitucional con
exigencia de mayoría calificada de integrantes de la legislatura, y mayoría simple
de ayuntamientos. B. Técnica de cambio constitucional con exigencia de mayoría
calificada de miembros de la legislatura, sin la intervención de otro órgano del
estado. C. Técnica de cambio constitucional con exigencia de mayoría calificada
de miembros presentes en la legislatura, y mayoría simple de ayuntamientos. D.
Técnica de cambio constitucional con exigencia de mayoría calificada de
miembros presentes en la legislatura, y mayoría absoluta de ayuntamientos. E.
Técnica de cambio constitucional con exigencia de mayoría calificada de
miembros de la legislatura, y la mitad más uno de ayuntamientos. F. Técnica de
cambio constitucional con exigencia de mayoría calificada de miembros de la
legislatura, y mayoría de los ayuntamientos. G. Técnica de cambio constitucional
estrictamente rígido y complejo (abstención no es aprobación). H. Técnica de
cambio constitucional con posibilidad de referéndum para diputados,
ayuntamientos o ciudadanos, con mayoría calificada de estos últimos. I. Técnica
de cambio constitucional con exigencia del voto de dos terceras partes de cada
uno de los órganos del estado que intervienen en la reforma. J. Técnica de cambio
constitucional con exigencia del voto de cuando menos tres cuartas partes de los
ayuntamientos. K. Técnica de cambio constitucional con exigencia de la
aprobación de dos periodos de sesiones ordinarios sucesivos con mayoría
calificada del Congreso, y en reforma total, exige referendo. 1.6.1 Técnica de
cambio constitucional con exigencia de mayoría calificada de integrantes de la
legislatura y mayoría simple de ayuntamientos. Iniciada la reforma y aprobada por
los votos de las dos terceras partes del número total de diputados, la mayoría de
los ayuntamientos, si transcurriere (término establecido en la ley) la fecha en que
recibieron el proyecto de reforma y no emiten el resultado de la votación, su
abstención es aprobación, como son los casos de la Constitución de
Aguascalientes,19 quince días; Constitución de Baja California,20 un mes, y podrá
ser sometida a referéndum; Constitución de Chiapas,21treinta días; Constitución
de Chihuahua,22 cuarenta días, esta entidad federativa mexicana presenta la
particularidad de exigir una mayoría calificada de ayuntamientos y no sólo eso:
que los mismos representen más de la mitad de la población del estado; otra
modalidad, la presente la Constitución del Estado de Sonora que exige que hayan
sido acordadas por las dos terceras partes de los miembros de un congreso y
aprobadas por una mayoría calificada, representada por la mayoría del número
total de los ayuntamientos del estado; Constitución de Jalisco,23 un mes;
Constitución de Morelos,24 un mes; Constitución de Tlaxcala,25 un mes. 1.6.2
Técnica de cambio constitucional con exigencia de mayoría calificada de
miembros de la legislatura, sin la intervención de otro órgano del estado.
Aprobación de las dos terceras partes del total de diputados que integran la
legislatura, sin conceder intervención a ningún otro órgano del estado, ni a los
ayuntamientos, como son los casos de: Constitución de Baja California Sur;26
Constitución de Nuevo León;27 Constitución de Oaxaca;28 Constitución de
Puebla;29 Constitución de Tamaulipas;30 Constitución de Yucatán.31 19 Artículo
94. 20 Artículo 112. 21 Artículo 83. 22 Artículo 202. 23 Artículo 117. 24 Artículo
147. 25 Artículo 120. 26 Artículo 166. 27 Artículo 150. 28 Artículo 141. 29 Artículo
64. 30 Artículo 165. 1.6.3 Técnica de cambio constitucional con exigencia de
mayoría calificada de miembros presentes en la legislatura, y mayoría simple de
ayuntamientos. Aprobada por las dos terceras partes de los diputados presentes y
por la mayoría de los ayuntamientos de los municipios del estado, aquí se da la
particularidad de que si el congreso del estado o la diputación permanente no
declaran que ha sido aprobada por la mayoría del ayuntamiento, ésta no se
reforma o adiciona. Esto significa que no existe aceptación tácita de la adición o
reforma, como es el caso de la Constitución de Campeche32 e Hidalgo.33 1.6.4
Técnica de cambio constitucional con exigencia de mayoría calificada de
miembros presentes en la legislatura, y mayoría absoluta de ayuntamientos.
Iniciada la reforma y aprobada por los votos de las dos terceras partes de los
diputados presentes, la mayoría absoluta de los ayuntamientos, si transcurriere
(término establecido en la ley) la fecha en que recibieron el proyecto de reforma y
no emiten el resultado de la votación, su abstención es aprobación, como son los
casos de la Constitución de Coahuila,34 treinta días y Constitución Tabasco,35
quince días. 1.6.5 Técnica de cambio constitucional con exigencia de mayoría
calificada de miembros de la legislatura, y la mitad más uno de ayuntamientos. Se
requiere que la legislatura del estado, por el voto de las dos terceras partes de los
diputados que la integran, acuerde tales reformas o adiciones y que éstas sean
aprobadas por la mitad más uno de los ayuntamientos de los municipios del
estado; aquí no existe plazo para que los ayuntamientos se pronuncien. Se da la
particularidad de que si el congreso del estado o la diputación permanente no
declaran que ha sido aprobada por la mayoría de los ayuntamientos, ésta no se
reforma o adiciona. Esto significa que 31 Artículo 108. 32 Artículos 130 y 131. 33
Artículo 158. 34 Artículo 196. 35 Artículo 83. no existe aceptación tácita de la
adición o reforma, como son los casos de la Constitución del Estado de México36
y de la Constitución del Estado de Quintana Roo.37 1.6.6 Técnica de cambio
constitucional con exigencia de mayoría calificada de miembros de la legislatura, y
mayoría de los ayuntamientos. Que la reforma o adición se apruebe con el voto de
la mayoría absoluta de los miembros del congreso, de la mayoría de los
ayuntamientos municipales del estado, como es el caso de la Constitución de
Michoacán,38 un mes. Como ha quedado demostrado en la clasificación a

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