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Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
2 Corintios 3.18
Somos conscientes que el mundo ofrece una serie de atractivos para el joven, los cuales no son más
que ataques del maligno para desafiar lo establecido por Dios, dicha seducción, que pretende
destruir espiritualmente a los jóvenes, se puede resumir en lo que Juan llamó “los deseos de los
ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2.16), tales deseos se ven reflejados
en los resultados de la encuesta nacional, que nos mostró que en muchos de nuestros jóvenes hay
poca lectura bíblica, poca oración y alta exposición a prácticas sexuales no sanas.
En contraste con el maquiavélico plan de nuestro adversario, encontramos la gloriosa formula divina
para contrarrestar toda aberración moral y llevar de vuelta nuestra juventud a los pies del Maestro,
esta fórmula es: La Palabra de Dios.
La Palabra de Dios: El medio de santificación
En 2 Corintios 3.18 se nos revela el glorioso proceso de santificación que está siendo operado en
nosotros, pues como lo dice la traducción La Biblia de las Américas “Estamos siendo transformados”.
Esta transformación permanente en la vida del creyente opera, como lo atestigua Pablo, “Por el
Espíritu del Señor”, es decir, no es un proceso orquestado por autoría humana, sino por el Poder de
Dios. En este punto, recordemos que toda manifestación del Espíritu Santo se gesta como resultado
de la Palabra, pues como dijo el Señor “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”
Juan 6.63.
Su Palabra es el recurso perfecto que Dios ha determinado para santificarnos.
Hazlos santos con tu verdad; enséñales tu palabra, la cual es verdad.
Juan 17.17 (Nueva Traducción Viviente)