You are on page 1of 8

El hecho religioso en la psicología

Un comentario sobre la visión de Freud, Frankl, Maslow y


Szentmártoni

Angel Hernández Bravo


Univ. Eclesiástica San Dámaso CCRR

Mayo 2019
Dijo una vez Alfred N. Whitehead que “...tal vez el Cristianismo sea una ensoñación
pero, si lo fuera, sería la mas bella ensoñación jamás soñada”. Muchos han visto en
la religión en general, y en el Cristianismo en particular, una ensoñación, o un opio del
pueblo, un invento para dominar a las clases trabajadoras, o una delirante patología. En
general la psiquiatría occidental califica a los estados místicos o simplemente religiosos
como patológicos, pero se intuye a menudo que el hecho religioso nos muestra una visión
mucho más amplia de la conciencia humana que la filosofía y la ciencia. Nos lleva muchas
veces a rincones inexplorados del ser humano. Son experiencias que tienen un profundo
carácter numinoso, utilizando el concepto inventado por Rudolf Otto para designar la
percepción de lo sagrado.

Para Otto los sentimientos no son totalmente subjetivos sino que tienen una correlación
objetiva con el valor. Lo sagrado, lo numinoso, es un valor objetivamente percibido. Lo
sagrado se presenta ante la mente de quien lo siente como un carácter perfectamente
objetivo1. Y, sin embargo, lo sagrado o si se quiere lo santo, que en el Antiguo Testamento
y en el Nuevo Testamento apelan a la bondad moral, trascienden a ésta pues pretenden
expresar mucho “mas”. Este “mas” , que para Otto es lo “numinoso” abre las puertas a
algo mas, a una percepción de lo trascendente, y eso produce una transformación positiva
en quienes las protagonizan. Por ello, la psicología a tratado de encajar el sentimiento
religioso en el marco científico y le ha dado múltiples interpretaciones, unas mas positivas
y otras más negativas.

Hagamos un itinerario por tres posturas representativas de como la psicología ha


entendido el sentimiento religioso a lo largo de la historia comentando los siguientes
autores:

1) El malestar de la cultura de Sigmud Freud


2) El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl
3) Religiones, psicología y experiencias cumbre de A. Maslow,
4) Psicología de la experiencia de Dios de M. Szentmártoni

Sigmud Freud tiene una visión profunda de la experiencia del hecho religioso y en su
libro “Malestar en la cultura” aparece esa visión que le atribuye un origen esencialmente
patológico, que surge del sentimiento de culpa dentro de la psique del hombre en las
fricciones del Yo, el SuperYo y el Ello. No resultaría interesante desde el punto de vista
de un cristiano si no fuera por dos hechos: i) su argumentación es muy sólida desde el
punto de vista científico, y, ii) ha tenido una influencia tremenda en el pensamiento
occidental hasta la actualidad. En el primer punto cabe decir que aún siendo impecable
científicamente, sin embargo el hecho religioso que analiza no sea el verdadero hecho
religioso alrededor del Misterio que un verdadero creyente pone en el centro de su ser
(su psique, su corazón, su mente); y en segundo punto se puede decir que también
muchos de sus discípulos como Jung, Frankl y otros se apartaron de este planteamiento.

El modelo que aparece en el libro de Freud y en sus continuadores es un modelo de los


que se llaman “psicodinámico”, que entiende la relación hombre y religión como búsqueda
de una figura ilusoria que provea de seguridad y protección y, sustituya de alguna manera

1
Otto R., Lo santo Alianza Editorial, Madrid 2016
la figura paterna con la cual se habría producido un terrible conflicto en la niñez que
jamás se supera. Aparece así una interpretación de lo religioso como una ayuda para
personas psicológicamente o intelectualmente débiles, patológicamente oprimidas por
neurosis no resueltas.

Las ceremonias religiosas serían análogas a las neurosis obsesivas. Una neurosis
obsesiva es un conflicto psicológico en el que la persona se siente obligada a realizar
actos indeseados resultado de una tensión entre ello, yo y superyo que la persona
trata de reducir o aliviar a través de rituales, de forma que no hacerlos genera un
sentimiento insoportable de culpabilidad que se manifiesta en ansiedad. En todo caso la
via religiosa sería una solución ficticia.

Aún así, Freud y muchos psicoanalistas aseguran que tales experiencias no son más que
sintomáticas de un estado psicótico y, por tanto, serían experiencias ilusorias. En su libro “El
malestar de la cultura” se describe el origen de tales patologías y el resumen de su teoría:
el hecho religioso en el hombre surge del complejo de culpa. Sin embargo, es
interesante observar que desde la primera generación de discípulos de Freud, Jung, por
ejemplo, estaba en contra de esta interpretación contra. Para este último, la experiencia
mística deriva de los niveles más profundos del inconsciente y debe ser considerado como
un tesoro enterrado bajo el inconsciente colectivo. También de esta primera generación de
discípulos, Viktor Frankl, pone completamente en cuestión ese origen patológico y lo
enmarca en un motor subconsciente mucho mas potente que el impulso sexual y que es
el impulso a la búsqueda de sentido.

Freud plantea que la insatisfacción del hombre por la cultura se debe a que esta controla sus
impulsos, que son de dos tipos, sexuales y agresivos, ya que el hombre tiene una agresividad
innata que puede desintegrar la sociedad. La cultura controla esta agresividad generando
unente interno bajo la forma de Superyo y contraponiendola al yo, el cual puede responder
con actitudes autodestructivas.
Freud nos dice en este libro todo ser humano existe un sentimiento oceánico de eternidad,
infinitud o unión con el universo, razon por la cual el hombre es un ser religioso, e intenta
dar una explicación psicoanalítica del mismo:
1) nuestro yo es algo diferente de lo exterior, porque su límite interno se continúa con el ello
y se va configurando desde el principio de la vida. El yo lo incluye todo al principio, pero
cuando se separa o distingue del mundo exterior, el yo termina siendo un residuo atrofiado
del sentimiento de ser uno con el universo. antes indicado. Para Freud, en la esfera de lo
psíquico aquel sentimiento pretérito se conserva en la edad adulta, pero sin embargo dicho
sentimiento oceánico está más vinculado con el narcisismo que con el sentimiento religioso
y para Freud este último deriva en realidad del desamparo infantil y la nostalgia por el padre
que dicho desamparo suscitaba. Por lo tanto, Freud disocia, a mi entender artificialmente,
el sentimiento oceánico, con cierta vitola positiva, del sentimiento religioso que nace de
oscuras luchas contra el remordimiento.
2) la religión buscaría de alguna manera no determinante responder al sentido de la vida, y
por otro lado el hombre busca el placer y la evitación del dolor, cosas irrealizables
completamente, por lo que el hombre rebaja sus pretensiones de felicidad, si bien, busca
otras posibilidades como el hedonismo, el estoicismo, etc, son muchos los caminos para
conquistar la felicidad o alejar el sufrimiento, pero ninguno totalmente efectivo. La religión
aparece en Freud como otro narcótico, cosa que, tal vez sea verdad en muchos casos,
pero no en el verdadero sentimiento religioso. Se me viene a la cabeza la cantidad de
veces que Jesús en el Evangelio desenmascara una falsa religiosidad la raza de víboras
de los escribas y fariseos, que cargan pesadas losas sobre los otros e inundan de
preceptos la experiencia de Dios.
3) La religión impone un camino para ser feliz y evitar el sufrimiento. Para ello reduce el valor
de la vida y delira deformando el mundo real intimidando a la inteligencia, infantilizando al
sujeto y produciendo neurosis o delirios colectivos y ,no obstante, tampoco puede eliminar
totalmente el sufrimiento. Tal vez Freud no haga mas que observar algo que se ve
desde fuera y que deba verse como una crítica real. Hay una religiosidad, mismamente
en el Cristianismo que no es sana, y que no surge de un encuentro con Dios. Tal vez
en otras religiones como el Budismo, este diagnóstico de Freud se acerca más a la
realidad.
Por otro lado, dice Freud, que la sociedad también canaliza la agresividad dirigiéndola contra
el propio sujeto y generando en él un super-yo, una conciencia moral, que será la fuente del
sentimiento de culpabilidad y la necesidad de castigo. La autoridad es así internalizada, y
el “super-yo” presiona al “yo” pecaminoso generándole angustia. La conciencia moral actúa
especialmente en forma severa cuando algo salió mal y entonces nos avocamos a un examen
de conciencia, típico del Cristianismo. Por lo tanto los dos orígenes del sentimiento de
culpabilidad son el miedo a la autoridad, y otro, más reciente, el miedo al super-yo, y ambos
obligan a renunciar a los instintos. Se crea así la conciencia moral, que exige renuncias a
los instinto.
Pero, claro, lo que llama Freud conciencia moral, tiene un origen interno y, de suyo,
patológico, mientras que para un creyente cristiano, tiene origen sobrenatural. Son dos
planos diferentes e imposibles de integrar. Para un cristiano, la conciencia moral escrita
por Dios en el corazón del hombre es un principio. En la ciencia un principio es algo
no demostrado del que se parte. ¿Cómo analizar el origen psicológico de una cosa así?.
Da la sensación de que Freud y un cristiano llaman lo mismo a dos cosas completamente
diferentes.
Adicionalmente, para Freud existe un fuerte sentimiento de remordimiento por haber
matado a un presunto protopadre de la tribu primitiva. Pero ¿de donde sale tal sentimiento
si la conciencia moral surge fabricada en el interior del hombre en procesos posteriores,
difíciles de definir? La respuesta, no muy sólida, por parte de Freud es una compleja
interacción del yo, el ello y, sobre todo, del super-yo, que actuaría como una especie de
fantasma autoritario dentro del hombre. Parece ciertamente muy compleja y ortopédica
esta explicación de Freud, de elementos como escritos a fuego en la psique de la persona.
En la psicología mas moderna existen esos componentes de la psique humana, pero
son mas tangibles, en el sentido de que están asociadas a procesos reales de la vida
de las personas, y no en los objetos arcanos, obscuros, de la noche de los tiempos,
externos a la vida de un hombre cualquiera.
Para Viktor Frankle, podemos intuir en su libro “El hombre en busca de sentido”, que el
hombre no sólo se halla dominado por una impulsividad inconsciente y complejísima, como
pretende Freud, sino que también hay en él lo que el autor llama una espiritualidad
inconsciente. El concepto no aparece como tal en el libro, pero en el narra sus propias
experiencias apuntando a la existencia de esa tal espiritualidad inconsciente, o quizá
mejor, subconsciente (para usar la terminología de Freud). A partir de su modelo de la
conciencia y enriquecido con ejemplos de su práctica clínica, Frankl trata de demostrar, por
medios empíricos, de que hay inconsciente en el hombre una religiosidad que implica en él
lo que llama la presencia ignorada de Dios. Esta visión de Frankl que aparece en su libro
“El hombre en busca de sentido” y luego en su teoría psicológica, la Logoterapia, se
corresponde a un modelo de los llamados humanísticos-existenciales en el que el hombre
esta dotado de una fuerza interna positiva que lo impulsa a crecer y a ser mas humano,
siendo la vía religiosa un camino a través del que se puede llegar a la realización del
deber original de la propia existencia, que tiene un alto valor en si misma. Pero no deja
de ser una instrumentalización, entre otras muchas posibles , al servicio de una
autorrealización que margina el hecho religioso como experiencia transcendente a uno
mismo y se proyecta en los otros, en el Otro. El hecho religioso para Frankl es algo
accidental, útil si se quiere, pero otro mas entre otros tantos caminos de autorealización,
al servicio de un instinto profundo del hombre en busca de un sentido.
En realidad este paso de Frankl es positivo respecto de Freud, pero el sentimiento
religioso no tiene entidad como tal, no está determinado por un acontecimiento externo,
fundante, que sale al paso de la vida del hombre, sino que es un movimiento interno
del hombre, pero, en mi opinión, en el esquema de Frankl no lo sería de todos los
hombres, sino de algunos con una suficiente fuerza interior. De no ser así, ¿por qué la
mayoría de sus compañeros del campo de concentración perecieron?, ¿no debería ser
este instinto mas operativo en cada persona?. Solo unos pocos parecen estar capacitados
para ello.
Frankl no habla de religiosidad sino más bien de una espiritualidad, gracias a la cual el ser
humano empieza su largo trayecto por la “búsqueda del sentido”, como un factor de
completitud, como la pieza clave que falta en el puzle. Per hablar de espiritualidad es
algo muy poco preciso, aunque bastante compatible con el pensamiento líquido de la
actualidad. De hecho, me llama mucho la atención la referencia a las sesiones de
espiritismo que servían en esta línea a los habitantes del campo de concentración que
se describe en el libro. En cierto modo, aquí la espiritualidad también funciona como
una cierta válvula de escape, virtual, y por tanto irreal.
Es positivo en Frankl el que lo religioso no es algo patológico, como en la línea freudiana,
que tanta influencia ha tenido en las ideologías modernas, pero su diagnóstico sigue si
dar en lo esencial de sentido religioso, como relación frente a frente con Dios.

En el libro sobre las experiencias cumbre de Maslow aparece, como en Frankl, un


modelo de tipo humanístico-existencial en el que el hombre esta dotado de una fuerza
interna positiva que lo impulsa a crecer, como persona, siendo la vía religiosa un camino
a través del que se puede llegar a la realización plena de uno mismo. El análisis de
Maslow es como una extensión como más pragmática de lo que dice Frankl.
Para Maslow el ser humano posee una naturaleza superior y trascendente que forma parte
de su esencia, que para él es su naturaleza biológica, huyendo así de la actitud nihilista
mas generalizada en la psicología. Lo que se me aparece como más relevante en la
obra de Maslow es que analiza de forma científica, empírica, el hecho religioso, sin
prejuicios ideológicos como ocurre en Freud.
Todo hombre puede tener cierto tipo de experiencias denominadas “cumbre”. En estas
experiencias se da una disolución de las fronteras del yo, una fusión con todo el universo.
Algo parecido al sentimiento oceánico de Freud. Existe por tanto una trascendencia del
yo, una difusión de nuestros límites, y una comunión con lo que nos rodea. No importa nuestra
historia pasada ni nuestros miedos y anhelos futuros, estamos inmersos en el aquí y ahora
pero más allá de nuestros límites habituales. Parece como una intuición de la
transcendencia, lo cual es un paso muy grande respecto de Frankl.
Fruto de su análisis riguroso ,Maslow advierte sobre los peligros de la superficialidad
espiritual, que puede derivar en una actitud mágica frente a la realidad que si puede
derivar en lo patológico. Introduce la necesidad de discernimiento en la experiencia
religiosa, cosa que , por lo demás, han hecho los grandes maestros espirituales como
San Ignacio o Santa Teresa.

Dando un paso más, quizá muy sustancial, Szentmártoni en su libro establece el proceso
de experiencias del hombre, un poco en la línea de las experiencias cumbre de Maslow,
como fundamento del hecho religioso. La vida espiritual de cualquier persona estaría
compuesta por una serie de experiencias vividas relacionadas entre sí, que levan
dinámicamente a un continuo diálogo con Dios, en el cual la iniciativa parte siempre de Dios.
El hombre, como ser abierto, en su naturaleza, a la trascendencia, responde a Dios, que se
automanifiesta, que se revela. Estas iniciativas de Dios llegan a la persona a través de
diversas situaciones que la llaman a la conversión y a la ascesis, las cuales,
inexorablemente llevan a la construcción de la propia identidad a través de la aceptación
de un carisma, de conseguir el amor místico, de vivir un “camino”.
Estas situaciones experienciales pueden ser bien de tipo natural, como una enfermedad, el
fracaso, el encuentro con una determinada persona o cualquier acontecimiento imprevisto,
etc.; o bien de tipo religioso, como una lectura espiritual o el encuentro con una experiencia
carismática. Pueden ser internas o externas, pero eso no sería lo importante. Lo
determinante no es el hecho en cuanto tal, sino la presencia de Dios en ese hecho, así como
el proceso que se genera en la persona y la interpretación creyente que ésta realiza de lo
que le ha acontecido.
El hombre, interpelado por tales iniciativas o llamadas de parte de Dios, se ve involucrado
en un proceso que lo lleva a buscar el significado de su propia existencia (vemos
que reaparece la búsqueda de sentido que veíamos como núcleo central del libro de
Frankl, pero surgido de un motor que no está en el individuo).
En este proceso van a aparecer numerosas cuestiones de las que no es posible pasar de
lado ni ponerse de perfil: ¿Adónde voy?, ¿cómo voy?, ¿quién soy?, ¿qué debo hacer?,
¿cómo debo obrar?, ¿para que todo? . Un puñado de experiencias vitales desembocan
en un proceso de discernimiento. Para Szentmártoni ese puñado de experiencias no
son casuales o aleatorias como dirían Maslow o Frankl, sino que son iniciativa de Otro.
La verdadera ocupación constitutiva del hombre que tiene el ser humano es la de dar una
orientación a su propia vida. Lo que ocurre es que esta búsqueda puede tener orientaciones
diversas. Desde la fe cristiana, la persona tendrá que empezar por responder: ¿para qué he
sido creada?, ¿cuál es el sentido de mi vida? . Como dice Ignacio de Loyola, en el libro de
los Ejercicios Espirituales: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a
Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su alma”.
Szentmártoni propone un discernimiento, esta palabra que se ha puesto de moda y que
responde a lo que pedía Maslow, determinar críticamente que es realmente una
experiencia que me lleva a una experiencia religiosa y no a una concepción mágica de
la existencia. Por ello hace un análisis exhaustivo de los procesos de conversión y da
pautas para que lo sean realmente. Para la mayoría de las personas, la palabra “conversión”
evoca la idea de un cambio radical de conducta, abandonando una vida mala o superficial.
Pero la conversión es, nuclearmente, un encuentro con Dios, que puede ser imprevisto (como
en el caso de San Pablo) o gradual (como en el caso de San Agustín). La descripción puede
variar, pero esencialmente es la toma de conciencia de la propia relación con Dios a nivel
experiencia, no un proceso de crecimiento personal como en el caso de los tres primeros
autores. Esta toma de conciencia desde luego que es de importancia fundamental para la
vida de la persona, pero es fruto de una experiencia desde y hacia afuera. Las ideas
religiosas, que hasta la conversión tenían posiciones marginales, o subconscientes según
Freud, en la conciencia del individuo, ocuparán en lo sucesivo un punto central y se
convertirán en la principal fuente de energía el ser humano.

You might also like