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Ciudadano Nicolas Maduro Moros Presidente Constitucional de la Republica Bolivariana de Venezuela Su Despacho Estimado Presidente: Desprovisto de alardes y con un inmenso respeto por esta batalla digna y valiente que ha librado contra el imperio declinante, me dirijo a usted en la oportunidad de presentar mi renuncia al cargo de Embajador Plenipotenciario de la Reptiblica Bolivariana de Venezuela ante la Republica de Italia. Debo reconocer que naci para martillo y del cielo me caen los clavos. No he aprendido a regatear indulgencias y ello es terrible y agotador en la politica del dia a dia. Afortunadamente, el dolor proporciona confianza y seguridad; el dolor es necesario y opcional, cuando los pasajes duros se atraviesan frente a nuestra dignidad. Sepa usted, Presidente, que sigo senderos rectos como los de una lanza. Su causa, que es la mia, me ha retenido como un campo de fuerza, como un iman. Con fe absoluta me he aferrado al chavismo, cual una tabla en este océano de contradicciones que rodea su Gobierno. He llegado, sin embargo, a comprender definitivamente que no puedo convertir el agua en vino, ni resucitar a los muertos. Muchos de sus discipulos tienen muy poco de apéstoles, y es cuando todos nos preguntamos {si es la iglesia o dios quien esta fallando? Como San Pablo, el gran faquir, renuncio a mi trabajo de recaudador y me largo al infierno. Puede usted estar seguro que cantando enfrentaré cualesquiera de las muertes que me esperan iYa no aguanto mas! Se ha irrespetado la Embajada donde lo represento, y tengo 77 ajfios. Mi frente esta y estara en alto, no soy de los que se quedan mirando los zapatos. Toda la vida he rechazado las injerencias que pretendan humillar o alterar mi consciencia y mi espiritu. Quiero que sepa usted, que estoy y estaré a su lado. Pero espiritualmente. Es mi turno de ser abuelo. Lo he diferido mucho tiempo y no quiero morir sin ejercer este oficio que lo ha retardado la politica, Me alisto en la Fuerza Espiritual de Operaciones Especiales para los Nietos. Necesito mucho de ellos para poder contar y escribir las historias de este tiempo, vivido desde 1.998 hasta la fecha en la cual suscribo esta carta La fe, Presidente, es una leccion, pero también una eleccion. No tengo nada de que arrepentirme; he sido feliz entregandome a una de las causas mas bellas de la vida: la libertad de mi pais. He querido ser un compaiiero leal y no un diletante adulador y temeroso. No me meti en esto para sacar una espada de una piedra y convertirme en el rey Arturo. Creo en su causa y puedo bailar mazurcas con Ana Karénina. La cruz que he cargado durante estos afios la acepto con benevolencia y afabilidad, como un gesto de gracia. No soy de quienes se rajan la camisa para luego decir: “mira lo que hice por ti”. He visto mucho marketing al lado suyo y también al lado de Chavez. La gente constantemente se bautiza, pero jamas se libera de sus pecados; sepa usted, Presidente, que su pueblo no solo es insobornable sino, también, dificil de engatusar. Mucho mas alla de los partidos, ese pueblo, es una gran familia que debe superar el odio. Con el tiempo sabremos quienes somos, y a quienes nos hemos parecido, a Bolivar o a Santander. Me voy (del cargo) sin rencores y sin dinero. Mi esposa acaba de vender las prendas que le regalé su ex esposo, para poder mantenernos frente al bloqueo norteamericano. Estoy intentando traspasar el vehiculo que compré al llegar a la Embajada y, como usted sabe, no tengo cuenta bancaria, porque los gringos me sancionaron y la banca italiana me eché de su lonja. Clavaron mi honestidad en una pica, pero cuando muera sabran exactamente cual patrimonio dejo a mis hijos. Guardaré los recuerdos que de usted tengo en una caja con pelotas de naftalina. No tiene usted que aceptar o reprobar esta carta. La haré publica porque es definitiva. No es irrevocable porque nada es irrevocable en la vida. Es simplemente definitiva, sefior Presidente. No me vea ni me sienta vulnerable. Esa expresion es “neonazi” y no suena bien. Créame que me siento orgulloso de haber sido su Embajador y su compafiero, y que, en este momento, siento como si me quitara una de las tantas contracturas que tengo (son tres) en la columna. Renuncio, Presidente, a mis dosis de insomnio, estrés, afliccién y a las viboras con cabeza triangular que desde hace mucho tiempo lo acompafian. Me voy “pelado”, como el ala de un murciélago, como si una ola turbulenta me empujara; sin ningun tormento, con la verdad de lo intimo, de lo justo y de las convicciones intactas. Le juro que continuaré perfeccionando mi dignidad para reconocerla en mis silencios y poseerla hasta mis ultimos dias, y para emplearla como escudo y hacha frente a los adversarios (no tengo enemigos Presidente). Su amigo Julian Isaias Rodriguez Diaz

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