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En la última década se han dado una serie de cambios a nivel político y económico en el
Ecuador, siendo uno de los más relevantes, la creación y emisión de la Constitución del
año 2008, en la cual se establece como uno de los principales deberes del Estado, la
planificación del desarrollo nacional para alcanzar el “Sumak Kawsay” o “Buen Vivir”
(el mismo que comprende la erradicación de la pobreza, desarrollo sustentable y
redistribución equitativa de la riqueza y los recursos).
Frente a esta oferta y demanda, y/o relaciones de mercado que se dan en el país, el artículo
52 de la Constitución preceptúa:
El mismo que concuerda con los incisos 15 y 25 del artículo 66 de la misma norma:
(…)
25. EI derecho a acceder a bienes y servicios públicos y privados de calidad, con
eficiencia, eficacia y buen trato, así como a recibir información adecuada y veraz sobre
su contenido y características. (…)” (Constitución de la República del Ecuador , 2008,
pág. 47)
Con este antecedente, es necesario señalar que el desarrollo del presente ensayo se
enfocará en dos aspectos claves de la competencia: el primero como parte de las políticas
estatales, y el segundo en base a los principios que se deberían poner en práctica dentro
de un mercado.
En teoría, la política estatal debería estar enfocada en proteger al mercado así como su
equilibrio, con el objetivo de precautelar el interés tanto individual como colectivo, es
decir de la población en general sea esta demandante u oferente (grandes, medianos y
pequeños). Estas políticas, deberían estar basadas en un análisis profundo de las
conductas del mercado interno (debilidades y fortalezas), su interacción frente a mercados
externos (amenazas y oportunidades) y como las mismas inciden positiva o
negativamente en la libre competencia, el emprendimiento y la posibilidad de traspasar
fronteras con nuevos productos y/o servicios.
Es menester mencionar, que uno de los mayores obstáculos en nuestro país para llegar a
poseer un mercado de competencia perfecta, son los altos costos de producción que tienen
que afrontar los diferentes agentes económicos, hecho que no permite que se dé la entrada
de nuevos oferentes al mercado. La inflación y el costo de mano de obra en nuestro país
(uno de los más elevados en Latinoamérica); han incidido negativamente en el
emprendimiento y desde un inicio lo aniquilan. Adicionalmente a estos hechos de carácter
económico, existen barreras de tipo legal, pues el Estado se ha agigantado y tiene una
serie de entidades que se encargar de regular sin proporcionalidad a aquellos que inician
un nuevo negocio, permitiendo de este modo que exista una concentración empresarial.
“Esta es justamente la relación que existe entre las figuras de fusión y concentración
con el derecho de competencia, al ser figuras que tienen por objetivo el crecimiento
empresarial e industrial, deben ser reguladas y controladas por el derecho de
competencia para que su aplicación no propicie los abusos del poder de mercado ni
restrinja o limite la competencia dentro del mismo” (Montoya Pardo, 2012).
Por tal motivo, la legislación debería propiciar una relación coherente entre lo que es el
mercado y la legalidad (conductas permitidas y prohibidas), basándose a su vez en el
control de los monopolios y oligopolios empresariales, con el objetivo de propiciar una
competencia en igualdad de condiciones y que la misma en vez de alterar de forma
agresiva la economía del país, la induzca a mejorar a través del crecimiento e innovación
empresarial por la entrada de nuevos agentes económicos.
Es menester mencionar, que Estados Unidos fue uno de los primeros países que buscó
regular y dar un tinte de ilegalidad al monopolio y al oligopolio a través de la Ley
Sherman (1890), cuya importancia radica en haber sido la primera ley en tratar de
establecer parámetros para regular este tipo de fenómenos que buscan controlar de manera
desleal el mercado. A pesar de que esta ley fue derogada en su país de origen ya que la
misma fue insuficiente para marcar las directrices de lo que serían actos ilegales dentro
de un mercado, la misma sigue siendo un referente a nivel mundial para aquellos países
que buscan establecer políticas de competencia.
“Recién en el presente siglo se dictó la Clayton Acto de 1914, cuya sección séptima
prohibía la integración horizontal de empresas ya sea por adquisición de toda la
empresa o de parte sus acciones. Posteriormente, en 1950 la Ley Celler Kefauver
Antimerger modificó la sección séptima antes mencionada dejando claramente
establecido que el control de operaciones de concentración se extendía también a las
integraciones verticales y a la adquisición de activos de empresas; luego se dieron dos
modificaciones más en 1976 y en 1980, incluyendo las operaciones que no ocurrían
dentro del mercado norteamericano pero que podían afectarlo y aquellas que
involucraban no sólo a corporaciones sino también a personas” (Quintana Sánchez,
1999, pág. 227)
Sin embargo, a pesar de lo anteriormente mencionado, hay que considerar que la sociedad
ha avanzado tecnológicamente a pasos agigantados en cuanto a nuevas formas de hacer
negocios tanto dentro del territorio como fuera de él, por el fenómeno de la globalización;
hecho que ha generado que exista un mayor consumo de productos y nuevas formas de
monopolización; motivo por el cual, el Derecho de la Libre Competencia, en teoría se ve
inmerso en la necesidad de adaptarse a estos nuevos eventos y regularlos de acuerdo a la
realidad actual del país, de tal forma de que contribuya a que el mismo tenga un sinnúmero
de competidores que han crecido en un mercado interno en igualdad de condiciones y que
estén a la altura de competir a escala mundial.
Un hecho que merece ser mencionado ya que concierne a los tratados que ha firmado
nuestro país, es con respecto al Acuerdo de Cartagena (1969), el mismo que constituyó
un instrumento legal que integró a los países de la Comunidad Andina (CAN). La CAN,
a través del Comité Andino de Defensa de la Libre Competencia (CADC), se encarga de
establecer una serie de parámetros (tanto sanciones como medidas correctivas), en caso
de que alguno de sus Estados miembros, incurran en prácticas que afecten la libre
competencia y la dinamismo del mercado. Entre los documentos que emitió este
organismo, con respecto a lo tratado en el presente ensayo, son la Normas para la
Protección y Promoción de la Libre Competencia en la Comunidad Andina; siendo
nuestro país, uno de los Estados que más tardíamente adoptó