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ANSIEDAD EN EL ADULTO

MAYOR

Introducción
Concepto de ansiedad La ansiedad se define como un fenómeno adaptativo que cumple
funciones de alerta y de defensa necesarias para la supervivencia de un individuo1 . Desde el
punto de vista emocional, es considerada universal y aparece cuando el individuo percibe
una situación como peligrosa o amenazante, con independencia del peligro o amenaza real.
Esto facilita la respuesta ante distintas situaciones de peligro al preparar para la acción y
facilitar el afrontamiento. La reacción de ansiedad implica la actuación de distintos sistemas
de respuesta (cognitivo, fisiológico y motor) que no siempre están bien coordinados. Esto da
lugar a una combinación de respuestas cognitivo subjetivas (inseguridad, temor), fisiológicas
(taquicardia, sudoración) y expresivo motoras (cambios de expresión facial, movimientos
repetitivos, conductas de evitación) dando forma a la emoción que denominamos ansiedad2
.
Existen diversos modelos teóricos para tratar de dar explicación a la ansiedad. Uno de ellos,
bastante sencillo de entender, es el modelo de alarma-creencias-afrontamiento (ABC de sus
siglas en inglés Alarm, Beliefs, Coping) 3 . Este sistema implica circuitos neuronales
específicos para cada uno de sus componentes, que se interrelacionan de forma equilibrada
en una situación de normalidad, y cuyo desajuste puede dar lugar a los distintos trastornos de
ansiedad.
La ansiedad como trastorno
Los fenómenos descritos anteriormente se pueden considerar en principio como una reacción
normal, no patológica. Cuando dichos fenómenos sufren un desajuste bien sea por la
frecuencia, la intensidad o la duración de los mismos es cuando podemos hablar de trastorno2
. Para el DSM-V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales)4 los trastornos
de ansiedad comparten características de miedo y ansiedad excesivos. Al miedo lo
caracterizan accesos de activación autonómica necesarios para luchar o huir, pensamientos
de peligro inminente y comportamientos de huída. La ansiedad se presentaría con más
frecuencia como tensión muscular y vigilancia en preparación de un daño futuro, así como
comportamientos de evitación y cautela.

Los trastornos de ansiedad en el adulto mayor


No existen demasiados estudios que evalúen específicamente los trastornos psiquiátricos en
pacientes de edad avanzada. La mayoría de las veces se extrapolan los hallazgos en
poblaciones más jóvenes estudiadas a la población anciana. A veces dichos pacientes no
encajan apropiadamente en las definiciones y los criterios diagnósticos propuestos y esto
conlleva que en este sector de la población pueda hallarse una baja proporción de estos
trastornos5 . En lo concerniente a los trastornos de ansiedad existen dos conceptos. El
primero es que existe una menor prevalencia respecto a la población más joven y el segundo
que la aparición en la vejez de los trastornos de ansiedad es relativamente rara. Si bien en los
estudios epidemiológicos llevados a cabo en poblaciones geriátricas de diferentes ambientes
se halla que la aparición de novo de trastornos de ansiedad es infrecuente, es necesario tener
en cuenta también que el desarrollo de procesos morbosos diferentes (como por ejemplo
pueden ser los cuadros demenciales) hace que la sintomatología ansiosa se solape a la de
estos cuadros, siendo infravalorada o incluso no tenido en cuenta el trastorno de ansiedad en
favor de otro proceso considerado jerárquicamente más importante5 . Las investigaciones
recientes en este campo de interés revelan que dichos conceptos han de ser revisados. Por
ejemplo, las dificultades para salir del domicilio por los impedimentos físicos de algunos
pacientes pueden hacer que sea menos probable realizar un diagnóstico de trastorno por
agorafobia. Por otro lado, las dificultades visuales de muchos pacientes hacen más difícil la
interacción social y la participación en determinadas actividades, lo que puede interpretarse
erróneamente como una fobia social5 . Hace falta incidir en que la edad es un factor
determinante en la forma en cómo se presentan los trastornos de ansiedad. Los factores
psicosociales y los cambios físicos que se presentan con la edad tienen un papel importante
en la evaluación de los mismos. Los sentimientos de aislamiento, inutilidad y desamparo
aumentan el estrés psicológico de los pacientes. En las sociedades modernas, el papel de esta
franja de población es cada vez menos activo, lo que favorece la aparición de este tipo de
síntomas y contribuye al desarrollo de estos

trastornos. Por último, en el tratamiento farmacológico de la ansiedad en la población anciana


es de suma importancia tener en cuenta la polifarmacia a la que se ven sometidos muchos de
estos pacientes, y manejar de forma precisa los distintos tratamientos para evitar
interacciones no deseadas que puedan desembocar en efectos secundarios perjudiciales o en
una disminución de la eficacia de los tratamientos.

Etiología y factores de riesgo


El modelo ABC
Según el modelo ABC antes mencionado3 , los circuitos amigdalares son los responsables
de una respuesta rápida a la amenaza (Alarm). En los trastornos de ansiedad existe una
disrregulación que lleva a una disminución del umbral del estímulo frente al que este circuito
se activa, como puede suceder en los ataques de pánico. Tanto la amígdala como el circuito
prefrontal influyen en el mecanismo interpretativo de las emociones. Un reclutamiento
ineficiente de mecanismos de control prefrontales y una excesiva activación amigdalar ante
la percepción de amenazas potenciales ocasionan en los pacientes ansiosos este
comportamiento6 . Los circuitos neuronales responsables de las creencias o beliefs situados
en los ganglios basales procesan la información asociada a los estímulos de alarma basándose
en experiencias previas a estímulos similares. Estos circuitos están particularmente afectados
en el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). La tercera parte del circuito de la ansiedad
presenta circuitos corticales encargados de la elaboración de estrategias de afrontamiento
(Coping) más elaboradas. Se ha observado una hiperactivación insular en el trastorno de
ansiedad generalizado, las fobias y el trastorno por estrés postraumático6 .
Neurotransmisores
Los circuitos neuronales están controlados por múltiples neurotransmisores3 . Entre ellos,
los más extendidos son el ácido gamma aminobutírico (GABA) y el glutamato. Esto es
importante porque es conocido el hecho de que las terapias que mejor funcionan en la
ansiedad son las que afectan a varios sistemas de neurotransmisores diferentes. Aun así, la
característica de estas redes neuronales y sistemas de neurotransmisores es que tienen una
extensa red de interconexiones, una compleja estructura de receptores y múltiples
mecanismos de retroalimentación, lo que a veces explica la impredecible y, a veces,
paradójica respuesta a la medicación. Los circuitos serotoninérgicos tienen un papel
fundamental en la regulación de los estados cerebrales, incluyendo la ansiedad, y modulando
las vías dopaminérgica y noradrenérgica. Un incremento del tono serotoninérgico parece
reducir la ansiedad, aunque el papel de los receptores de este sistema puede variar
dependiendo de su localización. No obstante, las medicaciones que reducen la recaptación
de la serotonina aumentan la neurotransmisión serotoninérgica reduciendo la ansiedad. El
incremento de la neurotransmisión mediada por GABA tiene un efecto ansiolítico y es la
base de actuación de los barbitúricos y las benzodiacepinas. Estas medicaciones, sin
embargo, no actúan directamente sobre el receptor sino modificando configuraciones
asociadas mediadas por canales de cloro.

La modulación de las vías gabaérgicas reduce la ansiedad de forma inmediata, pero los
mecanismos de compensación asociados a la acción de estos fármacos tienen como resultado
efectos de tolerancia y potencialmente fatales efectos de abstinencia7 . Diferentes
medicaciones antiepilépticas también modulan la transmisión GABA, pero por una vía
diferente, produciendo un menor efecto compensatorio y, por lo tanto, menor tolerancia y
abstinencia. El papel de la dopamina es complejo. El bloqueo de los receptores D2, además
de su característico efecto antipsicótico, es también ansiolítico. La dopamina, como buena
catecolamina, tiene una regulación al alza con la noradrenalina en los estados de ansiedad.
El resultado de esta compleja relación es la variabilidad en la respuesta a medicaciones que
incrementan la dopamina. Algunos pacientes con ansiedad responden bien a medicaciones
dopaminérgicas. En otros, sin embargo, empeora su estado. La noradrenalina está aumentada
en los estados de ansiedad. Media algunos síntomas físicos de los estados de ansiedad como
la taquicardia. Es por esto que medicaciones como los bloqueadores beta pueden reducir el
correlato físico de la ansiedad, pero no son efectivos en el componente emocional de la
misma. El glutamato es el principal neurotransmisor excitador en el sistema nervioso central
(SNC). A través del receptor NMDA tiene particular importancia en la memoria y en el
aprendizaje. La activación de este receptor codifica la síntesis proteica, lo que refuerza la
conexión de las neuronas implicadas en esta vía, estando relacionado con el
condicionamiento y la extinción de comportamientos. El antagonismo y el agonismo de la
vía del glutamato parece ser eficaz en la reducción de la ansiedad. No hay medicaciones
agonistas aprobadas, pero dos antagonistas (memantina y riluzol) tienen evidencias de
eficacia en el tratamiento del TOC, y parece que también en ansiedad generalizada8 .
Genética
Desde el punto de vista genético, parece que la herencia está ligada sobre todo a la posibilidad
general de padecer trastornos de este grupo, pero no a ningún trastorno concreto, quedando
la aparición de uno u otro más ligada a las influencias ambientales. Sea cual sea el caso, el
factor hereditario parece mayor en el TOC.
Factores de riesgo
Al contrario de lo que ocurre con la depresión, la edad no es un factor que predisponga por
sí mismo al padecimiento de trastornos de ansiedad1 . Los factores de riesgo que se pueden
considerar para padecer un trastorno de ansiedad podrían ser9 : ser mujer; padecer varias
enfermedades crónicas; estar soltero/a, divorciado/a o separado/a y tener un nivel bajo de
educación. Tener depresión también influye en la aparición de síntomas de ansiedad. Algunas
series hablan de que hasta el 80% de los pacientes con depresión tienen un incremento de la
ansiedad y que un 50% de los pacientes con trastorno de ansiedad generalizada (TAG)
pueden tener sintomatología depresiva10.

Aspectos psicológicos
Cada individuo es irrepetible en cuanto a sus características y peculiaridades, pero las
situaciones fundamentales, los temas vitales, obstáculos y necesidades por satisfacer son las
mismas para todos. Todo ser humano nace, alcanza la madurez sexual y aprende
determinadas pautas y técnicas para adaptarse y sobrevivir. Aun así, el hombre nunca
permanece estático, pasa por sus fases de desarrollo desde que nace hasta que perece. En
cada una de estas fases adquiere nuevas características, desarrolla nuevas aptitudes marcadas
por su biología, por su desarrollo cognitivo y por las pautas que la sociedad en la que vive le
marca. Esta sociedad establece una posición, da un papel a cada uno de sus miembros y le
confiere unas tareas determinadas. Cada vez que una persona ocupa una nueva posición, los
semejantes que le rodean hacen recaer en ella un cúmulo de exigencias y de imposiciones
con las cuales, hasta ese momento, no le había sido preciso enfrentarse. El aumento de la
edad cronológica implica la necesidad de nuevas actitudes y formas de comportarse de
acuerdo con la experiencia acumulada y la pérdida progresiva de capacidades y posibilidades
que hasta aquel momento el individuo había utilizado. El progreso a través de cada una de
las etapas de la vida puede quedar incompleto y, aunque esto no impide pasar a la siguiente
etapa de desarrollo, puede ocasionar déficits que propicien fijaciones y regresiones a estados
anteriores donde existía una salud psíquica más equilibrada11. Envejecer es un proceso que
se desarrolla en cada individuo y en cada cultura de forma distinta, pero que forma parte del
ciclo de la vida, y durante el mismo suceden cambios importantes y un modo de vivir distinto
que repercute tanto en el individuo como en los que le rodean. La psiquiatría psicodinámica
ha señalado clásicamente la ansiedad como una señal de alarma provocada por un conflicto
psíquico. En los ancianos, además, la ansiedad puede
Causas médicas de la ansiedad
Las enfermedades médicas y la ansiedad pueden comportarse de 3 maneras: los propios
síntomas de la enfermedad pueden ser la causa desencadenante de la ansiedad, la enfermedad
médica puede mimetizarse con los síntomas de un trastorno de ansiedad o ambas entidades
pueden coexistir. En el adulto mayor, los trastornos de ansiedad ocurren frecuentemente de
forma simultánea a otras enfermedades como depresión, enfermedades cardíacas, diabetes,
etc. En algunos casos, estas comorbilidades deben ser evaluadas y tratadas antes de que el
paciente pueda responder adecuadamente al tratamiento de la ansiedad3 . Dentro de las
enfermedades médicas que causan ansiedad destacan procesos cardiovasculares,
respiratorios, neurológicos y de estirpe endocrina. Un listado útil a tener en cuenta, aunque
no exhaustivo, podría ser el propuesto en la tabla 11 . Los síntomas de una crisis de ansiedad
(palpitaciones, taquicardia, sudoración) podrían solaparse con los propios de un infarto de
miocardio. La insuficiencia cardiaca es causa frecuente de disnea y secundariamente de
ansiedad. Las enfermedades respiratorias que cursan con disnea son causa frecuente de
ansiedad, sobre todo las más limitantes de la deambulación. La medicación broncodilatadora
produce un efecto ansiógeno a tener en cuenta. La enfermedad pulmonar obstructiva crónica
se asocia con cierta frecuencia con el trastorno de angustia.

Se debe valorar cuidadosamente la presencia de un embolismo pulmonar agudo en la


instauración brusca de un cuadro ansioso. La enfermedad de Parkinson está entre las causas
más frecuentes de ansiedad secundaria. La propia afectación subcortical resultante en esta
enfermedad, así como la disfunción autonómica potencialmente pueden ocasionar ataques de
pánico o síntomas autonómicos similares6 . Los fármacos antiparkinsonianos también tienen
capacidad ansiógena. Es frecuente que tras un accidente cerebrovascular puedan aparecer
trastornos de ansiedad, en especial agorafobia. Los procesos degenerativos como la demencia
asocian síntomas de inquietud muy frecuentemente. Enfermedades endocrinas como el hiper
o hipotiroidismo, el hiper o hipoparatiroidismo y la hiper o hipoglucemia también pueden
provocar sintomatología ansiosa en el anciano.
Manifestaciones clínicas
Síntomas de la ansiedad
En resumen, todo trastorno de ansiedad podría verse como un despliegue de sintomatología
ansiosa con un procesamiento anormal de la información y estrategias de afrontamiento
inadecuadas. En la tabla 2 se muestran los síntomas típicos de una crisis de angustia. El
paciente mayor tiende a expresar la ansiedad de forma diferente al paciente joven, siendo
más frecuente la expresión de síntomas físicos. Por este motivo, y porque muchos síntomas
de ansiedad pueden solaparse o ser indistinguibles prácticamente de los síntomas de
enfermedades médicas consideradas en el apartado anterior, es imprescindible realizar una
anamnesis detallada con una valoración cuidadosa de las circunstancias en las que aparecen
los síntomas, así como una exploración física adecuada.
Los principales trastornos de ansiedad que aparecen en la población anciana son las fobias
(agorafobia, específicas, social), el TAG, los ataques de pánico y el TOC.

Principales trastornos de ansiedad


Fobia específica
En las fobias existe un miedo o una ansiedad marcada hacia un objeto o situación concreta.
Este miedo surge cada vez que el paciente se expone a dicho objeto o situación, está fuera de
control o es desproporcionado y se producen conductas de evitación. En el paciente anciano
quizás sean de mayor relevancia las fobias a situaciones concretas (viajes en avión, estancias
en determinados lugares, fenómenos ambientales, etc.), mientras que en los más jóvenes
suelen ser más hacia animales u objetos concretos.
Agorafobia
En la agorafobia se produce un marcado miedo o ansiedad ante situaciones como el uso del
transporte público, la estancia en espacios abiertos o en los que es difícil salir, las multitudes
o incluso estar solo fuera de casa. Estas situaciones provocan un miedo desproporcionado y
son activamente evitadas. La falta de movilidad o los síntomas depresivos con ansiedad que
hacen que el anciano no salga de su domicilio plantean un diagnóstico diferencial común.

Ansiedad social
En la ansiedad social se produce un miedo o ansiedad cada vez que el sujeto se expone a
contextos o situaciones en los que está sometido al escrutinio de otras personas o así lo
percibe (conversaciones, intervenciones en público, comer en un restaurante, etc.). El sujeto
teme que actuará de una manera en la que será evaluado negativamente. Este miedo es
desproporcionado y provoca la evitación de contextos sociales. En el anciano, la disminución
sensorial y la falta de confianza en sí mismo y en los demás pueden ocasionar síntomas
similares a este trastorno.
Trastorno de ansiedad generalizada
El TAG4 se caracteriza por una excesiva ansiedad y preocupación sobre diversas actividades
o situaciones. La intensidad, duración o frecuencia de esta preocupación es desproporcionada
respecto a la que normalmente cabría esperar por dicha actividad o situación. El paciente
encuentra dificultad para manejar esta preocupación y los pensamientos acerca de ella
invadiendo el campo de la atención y de las tareas que realiza a diario. Las preocupaciones
surgen ante las más diversas situaciones: tareas diarias, la salud propia o de familiares, orden
en casa, asistencia a citas, economía, etc. y estas van siendo diferentes según la etapa y las
circunstancias de la vida del paciente. Así, por ejemplo, el paciente mayor puede estar más
preocupado por temas acerca de su salud que por temas de trabajo. El TAG se distingue de
la preocupación normal o “fisiológica” en que estas son más frecuentes y variadas, más
intensas, más invasivas, causan una perturbación significativa del sujeto y tienen una
duración más prolongada. Además del perjuicio social y ocupacional que producen estas
preocupaciones, se ven acompañadas de la sensación de permanente alerta, fatigabilidad
fácil, dificultad para la concentración, irritabilidad, tensión muscular y alteraciones del
sueño. También se pueden experimentar síntomas somáticos tales como sudoración, náuseas,
diarrea, etc. Los síntomas de hiperexcitación autonómica (taquicardia, disnea, mareo, etc.),
aunque posibles, aparecen con menor frecuencia que en el trastorno de pánico. La aparición
de este trastorno es variable a lo largo de la vida y predomina en personas de temperamentos
ansiosos y de neuroticismo acusado, apareciendo más frecuentemente en mujeres. Es poco
frecuente un inicio tardío del trastorno y su aparición de novo en esta época de la vida debe
hacer pensar en todas las causas posibles del mismo. Una vez más, la experiencia subjetiva
de cada individuo caracteriza el correlato sintomático del trastorno. Así, por ejemplo, un
diagnóstico tardío en un paciente de 80 años de una enfermedad crónica (diabetes)
aparentemente bien controlada y estable para el parecer del médico, puede suponer un
acontecimiento devastador para el paciente que la sufre por primera vez.

Ataques de pánico
Un ataque de pánico se define como la irrupción brusca de un miedo o un disconfort intenso
que alcanza su máximo en minutos. Los ataques en este trastorno4 ocurren de forma

recurrente e inesperada sin un desencadenante obvio. La coexistencia de ataques esperables


ante situaciones concretas no invalida este diagnóstico siempre que se cumplan los criterios
anteriores. Para diagnosticar este trastorno es necesario tener más de un ataque. Dichos
ataques pueden estar separados en el tiempo por períodos variables de tiempo (incluso años)
y cada ataque puede manifestarse con síntomas diferentes. Estos ataques pueden llevar al
paciente a preocuparse de forma excesiva por su salud física y mental. A veces incluso
pueden provocar una enfermedad física reconocible14. También pueden conducir a evitar
determinadas situaciones en las que se presentan los ataques, pudiendo ocasionar la aparición
de agorafobia, constituyendo una causa suficiente para realizar un diagnóstico adicional de
este trastorno.
Diagnóstico
Evaluación de los síntomas de ansiedad En la valoración de la ansiedad en el paciente anciano
es importante tener en cuenta diversos factores1 : 1. Obtener los datos del paciente y de las
personas cercanas. 2. No olvidar entrevistar al paciente a solas. 3. Obtener una historia
psiquiátrica completa. 4. Valorar la personalidad y la biografía del paciente. 5. Pensar en
comorbilidad psíquica, sobre todo depresión. 6. Valorar circunstancias de vida y sus
actividades. 7. Valorar todos los problemas de salud física. 8. Conocer todos los
medicamentos y sustancias que consume. Es importante realizar una historia clínica completa
con la recogida de la enfermedad actual, tanto la referida a la ansiedad como al resto de la
sintomatología psiquiátrica15. También los antecedentes personales y familiares. Es
imprescindible conocer las circunstancias de vida habituales del paciente, sus actividades
cotidianas y el radio espacial en el que se desarrollan estas, junto con las dificultades que se
presentan, así como los factores que el paciente considera positivos para hacer frente a sus
problemas. Conocer los recursos de los que dispone el paciente es importante de cara a
hacernos una idea de la base de la que se parte y pensando en futuros planes de apoyo
psicoterapéutico. También es importante obtener una información tanto del paciente como
de un observador. Si bien la valoración de la experiencia subjetiva de la ansiedad es
importante, la visión de un observador externo puede aportar información complementaria
igualmente valiosa. Asimismo, es interesante realizar entrevistas tanto conjuntas como
individuales13 pues existen elementos, sobre todo en los casos de agitación más graves o en
la evaluación de conductas o pensamientos suicidas, que tanto paciente como observador es
posible que no comuniquen si están acompañados.
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