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Historia, ¿Para qué?

La eficacia del discurso histórico no se reduce a su función de conocimiento: posee


también una función social cuyas modalidades no son exclusiva ni primordialmente de
carácter teórico. Sin ninguna pues, el estudio del movimiento de la sociedad, mas allá de
la validez o legitimidad de los conocimientos que genera, acarrea consecuencias
diversas para las confrontaciones y luchas del presente. No hay discurso histórico cuya
eficacia sea puramente cognoscitiva; todo discurso histórico intervienen una
determinada realidad social donde es mas o menos útil para las distintas fuerzas en
pugna. Ello no conduce, sin embargo, a medir con el mismo rasero las cualidades
teóricas de un discurso histórico y su funcionamiento en el debate social: su utilidad
ideológico-política no es una magnitud directamente proporcional a su validez teórica.
Es preciso no incurrir, en la confusión que se hace entre las motivaciones ideológicas o
políticas de la investigación o de su utilización y su valor científico. En definitiva, la
función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo y
comprenderlo, como clave para la comprensión del presente.
Durante largo tiempo la historia fue concebida como si su tarea consistiera apenas en
mantener vivo el recuerdo de acontecimientos memorables según criterios que variaron
en las distintas formaciones culturales. La función de esta disciplina se limito
primeramente a conservar en la memoria social un conocimiento perdurable de sucesos
decisivos para la cohesión de la sociedad, la legitimación de sus gobernantes, el
funcionamiento de las instituciones políticas y eclesiásticas así como de los valores y
símbolos populares. A finales del siglo pasado, sin embargo, ya aparecía como ilusión
pasada de moda creer que la historia proporciona enseñanzas prácticas para guiarse en
la vida, lecciones de inmediato aprovechamiento para individuos y sociedades. Las
condiciones en que se producen los actos humanos son raras veces suficiente semejantes
de un modo a otro para que las lecciones de la historia puedan ser aplicadas
directamente.
La investigación histórica también se ha despojado cada vez mas del lastre que suponía
la idea de que su tarea central consiste en dar preceptos prácticos para guiarse en la
vida. Las formas del discurso histórico se apartan crecientemente de esas pretensiones
didácticas y literarias. En cualquier caso es cierto que no solo el conocimiento del
pasado permite la mejor comprensión del presente sino también, de manera recíproca, se
sabe mejor que investigar en el pasado si se posee un punto de vista preciso respecto a
la situación que se vive.

Obertura: La nueva historia, su pasado y su futuro.

En la última generación, aproximadamente, el universo de los historiadores se ha


expandido a un ritmo vertiginoso. La historia nacional, predominante en el siglo XIX,
ha de competir ahora, para atraer la atención, con la historia mundial y local. Hay
muchos campos nuevos, sostenidos a menudos por revistas especializadas. La historia
social, por ejemplo, se independizó de la económica para acabar fragmentándose en
demografía histórica, historia del trabajo, historia urbana, historia rural, etc.
En este universo en expansión y fragmentación se da una progresiva necesidad de
orientación. ¿Qué es eso que se ha llamado nueva historia? ¿Hasta que punto es nueva?
¿Es una moda pasajera o una tendencia a largo plazo? ¿Sustituirá a la historia
tradicional o podrán o podrán coexistir en paz ambas rivales?

¿Qué es la Nueva Historia?


La expansión “la nueva historia” resulta mas conocida en Francia que en cualquier otra
parte. La nouvelle histoire es el título de una colección de ensayos dirigida por el ilustre
medievalista Jacques Le Goff. Le Goff ha contribuido también a editar una masiva
colección de ensayos en tres volúmenes sobre el tema nuevos problemas, nuevos
enfoques y nuevos objetos. En estos casos, esta claro que es la nueva historia: se trata de
una historia “made in France”. Mas exactamente se trata de la historia relacionada con
la denominada école des Annales, agrupada en torno a la publicación Annales:
économies, sociétés, civilisations.
¿Qué es esta nouvelle histoire? No es fácil una definición positiva, el movimiento recibe
su unidad solo de aquello a lo que se opone y las páginas siguientes demostrarán la
diversidad de enfoques nuevos. Es, por tanto, difícil ofrecer algo mas que una
descripción vaga que caracterice la nueva historia como historia total o estructural.
La nueva historia es una historia escrita como reacción deliberada contra el paradigma
tradicional, según el término útil, aunque impreciso, puesto en circulación por Thomas
Kuhn, el historiador americano de la ciencia. Convendría describir ese paradigma
tradicional como “historia rankeana”, por el gran historiador alemán Leopold von
Ranke.
Según el paradigma tradicional, el objeto esencial de la historia es la política. La nueva
historia, por su parte, ha acabado interesándose por casi cualquier actividad humana.
En segundo lugar, los historiadores tradicionales piensan fundamentalmente la historia
como una narración de acontecimientos, mientras que la nueva historia se dedica mas al
análisis de estructuras.
En tercer lugar, la historia tradicional presenta una vista desde arriba, en el sentido de
que siempre se ha centrado en las grandes hazañas de los grandes hombres, estadistas,
generales y, ocasionalmente, eclesiásticos. Al resto de la humanidad se les asignaba un
papel menor en el drama de la historia. Por otra parte, cierto número de nuevos
historiadores se interesan por la historia desde abajo, es decir, por la opiniones de la
gente corriente y su experiencia del cambio social. La historia de la cultura social ha
sido objeto de considerable atención.
En cuarto lugar, según el paradigma tradicional, la historia debería basarse en
documentos. El período anterior a la invención de la escritura quedó descartada como
“prehistoria”. Sin embargo, el movimiento de la historia desde abajo presentó, por su
parte, las limitaciones de este tipo de documentación. Los registros oficiales expresan,
por su parte, las limitaciones de este tipo de documentación. Los registros oficiales
expresan, por lo general, el punto de vista oficial. Para reconstruir las actitudes de
herejes y rebeldes, tales registros requieren el complemento de otro tipo de fuentes.
Según el paradigma tradicional, expuesto de forma memorable por el historiador y
filósofo Collingwood, “cuando un historiador pregunta porque Bruto mato a César,
quiere decir ¿En que estaba pensando Bruto para decidirse a apuñalar a César?”. Este
modelo de explicación histórica ha sido criticado por historiadores mas recientes por
varios motivos, principalmente porque no consigue dar razón de la variedad de
cuestiones planteadas por los historiadores, interesados a menudo tanto por
movimientos colectivos como por acontecimientos.
De acuerdo con el paradigma tradicional, la historia es objetiva. La tarea del historiador
es ofrecer al lector los hechos. En la actualidad este ideal se considera, en general,
quimérico. Por mas decididamente que luchemos por evitar los prejuicios asociados al
color, al credo, l clase social o el sexo, no podemos evitar mirar al pasado desde una
perspectiva particular.
Una de las maneras de describir los logros del grupo de los Annales consiste en decir
que han mostrado como las historias económicas, social y cultural pueden estar a la
altura de las exigentes pautas establecidas por Ranke para la historia política.
Al mismo tiempo, su interés por toda la gama de la actividad humana les estimula a ser
interdisciplinarios, en el sentido de aprender de antropólogos sociales, economistas,
críticos literarios, psicólogos, sociólogos, etc, y colaborar con ellos

¿Hasta que punto es nueva la Nueva Historia?

¿Quién inventó- o descubrió- la nueva historia? La expresión se utiliza a veces para


aludir a procesos ocurridos en las décadas de 1970 y 1980, período en que la reacción
contra el paradigma tradicional se extendió por todo el mundo afectando a historiadores
del Japón, la India, América Latina y cualesquiera otros lugares.
Para muchos, la nueva historia esta asociada a Marc Bloch y Lucian Febvre, que
fundaron en 1929 la revista Annales para promocionar su enfoque, y a Fernand Braudel,
en la generación siguiente. De hecho sería difícil negar la importancia del movimiento
encabezado por estas personas en la renovación de la historia. Sin embargo en su
rebelión contra los rankeanos no estuvieron solos. También hubo quienes se hicieron
sentir en Gran Bretaña y Alemania, por ejemplo.

Problemas de definición.

Por razones tanto internas como externas, no es disparatado hablar de la crisis del
paradigma historiográfico tradicional. Sin embargo, el nuevo paradigma tiene también
sus problemas: problemas de definición, de fuentes, de método y de exposición.
Se dan problemas de definición porque los nuevos historiadores se están introduciendo
en un territorio desconocido. A su vez, la historia desde abajo fue concebida en origen
como la inversión de la historia desde arriba, poniendo la cultura baja en el lugar de la
cultura alta. No obstante, alo largo de sus investigaciones, los estudiosos se han ido
dando cuenta mas y mas de los problemas inherentes a esta dicotomía.
Así, por ejemplo, si la cultura popular es la cultura del pueblo, ¡Quién es el pueblo?
¿Los son todos, lo pobres, las clases inferiores? ¿Los son los iletrados o las personas sin
educación? Pero, ¿Qué es la educación? ¿Es solo la preparación proporcionada en
ciertas instituciones oficiales, como escuelas o universidades? La gente corriente,
¿Carece de educación o, simplemente, tiene una educación diferente, una cultura
distinta de la de las elites?
La expresión historia desde abajo, parece ofrecer una salida a estas dificultades, pero
genera sus propios problemas. En contextos distintos, su significado cambia. Una
historia política desde abajo, ¿Debería debatir las opiniones y los actos de cualquiera
que este excluido del poder o habría de tratar la política en un plano local o en el de la
gente corriente? Una historia de la gente desde abajo, ¿Debería considerar la religión
desde el punto de vista de los laicos, fuera cual fuese su rango social?
Una de las razones de la dificultad para definir la historia de la cultura popular es que la
noción de cultura es incluso mas difícil de definir que la de popular. Un elemento
fundamental de la nueva historia es su noción amplia de cultura. El estado, los grupos
sociales y hasta el sexo o la sociedad misma se consideran construidos culturalmente.
Sin embargo, si utilizamos el término en un sentido amplio, habremos de preguntarnos,
al menos, que es lo que no cuenta como cultura.

Problemas de fuentes.
Sin embargo, los mayores problemas de los nuevos historiadores son, sin duda, los de
fuentes y métodos. Se ha sugerido ya que, cunado los historiadores comenzaron a
plantear nuevas cuestiones sobre el pasado, a elegir nuevos objetos de investigación,
hubieron de buscar nuevos tipos de fuentes que complementaran los documentos
oficiales. Algunos se volvieron hacia la historia oral, otros hacia las pruebas figurativas,
otros hacia las estadísticas. También se ha demostrado posible releer ciertos tipos de
documentos oficiales de una manera nueva. Los historiadores de la cultura popular, por
ejemplo, han hecho gran uso de los registros judiciales.
Sin embargo, todas estas fuentes suscitan problemas engorrosos. Los historiadores de la
cultura popular procuran reconstruir las ideas ordinarias y cotidianas partiendo de
registros de sucesos que fueron extraordinarios en las vidas de los acusados:
interrogatorios y juicios.
La cultura material es, por supuesto, el territorio tradicional de los arqueólogos que
estudian épocas carentes de documentos escritos. Sin embargo no hay ninguna buena
razón para restringir los métodos arqueológicos a la prehistoria y los arqueólogos han
comenzado de hecho a estudiar la Edad Media, la primera revolución industrial y, mas
recientemente, un ámbito temporal mas amplio, desde la América colonial hasta la
actual sociedad de consumo.
La máxima innovación metodológica en la última generación ha sido, seguramente, la
aparición y expansión de los métodos cuantitativos, descriptos a veces irónicamente,
como Cliometría, es decir, las medidas de la diosa de la historia. Naturalmente, este
enfoque tiene una larga existencia entre los historiadores de la economía y los
demógrafos históricos. Lo nuevo, entonces y ahora, es su extensión a otros tipos de
historia de las décadas de 1960 y 1970. En Estados Unidos, por ejemplo, existe una
nueva historia política cuyos cultivadores cuentan los votos emitidos en las elecciones o
en el debate parlamentario.

Problemas de explicación.

Ya hemos insinuado que la expansión del terreno del que se ocupan los historiadores
implica repensar la explicación de la historia, pues las tendencias culturales y sociales
no pueden analizarse de la misma manera que los acontecimientos políticos y requieren
una presentación mas estructural.
La expansión del universo histórico ha tenido así mismo repercusiones en la historia
política, pues los acontecimientos políticos pueden explicarse también de varias
maneras. Los historiadores que estudian la Revolución Francesa desde abajo, darán
probablemente un tipo de explicaciones bastante diferentes a las de quienes se centran
en los actos e intenciones de los dirigentes.
Al intentar evitar el anacronismo psicológico o, en otras palabras, la hipótesis de que las
personas del pasado pensaban y sentían lo mismo que nosotros, existe el peligro de caer
en el extremo contrario y “desfamiliarizar” el pasado tan completamente que resulte
ininteligible. Los historiadores se enfrentan a un dilema. Si explican las diferencias del
comportamiento social en diversos periodos mediante discrepancias en las actualidades
conscientes o las convenciones sociales, corren el riesgo de la superficialidad. Por otro
lado, si explican las diferencias del comportamiento por la diversidad de la estructura
profunda del carácter social, corren el riesgo denegar la libertad y la flexibilidad de los
agentes individuales en el pasado.
Una posible manera de eludir esta dificultad es utilizar la noción de hábito de un
determinado grupo social expuesta por el sociólogo Pierre Bourdieu. Con el término
hábito de un grupo social, Bourdieu se refiere a la propensión de sus miembros para
seleccionar respuestas de entre un repertorio cultural particular de acuerdo con las
demandas de una situación o campo concretos. A diferencia del concepto de regla, el
hábito posee la gran ventaja de permitir a quien lo utiliza reconocer el ámbito de la
libertad individual dentro de ciertos límites impuestos por la cultura. No obstante, los
problemas subsisten

Problemas de síntesis.

Aunque la expansión del universo de los historiadores y el diálogo creciente con otras
disciplinas, desde la geografía a la teoría literaria, deberían ser, sin duda, bien recibidos,
estos procesos tiene su precio. La disciplina de la historia esta ahora mas fragmentada
que nunca. Los historiadores de la economía son capaces del hablar el lenguaje de los
economistas; los historiadores del pensamiento, el de los filósofos; y los historiadores
sociales, los dialectos de sociólogos y antropólogos sociales. Pero a estos grupos de
historiadores les comienza a resultar cada vez mas difícil conversar entre si.
¿Tendremos que soportar esta situación o existe alguna esperanza de síntesis?
Es imposible ofrecer algo mas que una opinión parcial y personal del problema. La mía
propia puede resumirse en dos puntos opuestos, mas complementarios que
contradictorios. En primer lugar la proliferación de subdisciplinas es virtualmente
inevitable. Aunque la proliferación también tiene sus ventajas: aumenta el conocimiento
humano y fomenta métodos mas rigurosos y niveles mas profesionales.
Descubrimos, también, un interés por el componente social en la política y por lo
elementos político en la sociedad. Por un lado, los historiadores políticos no se limitan a
la alta política, a los dirigentes, a las elites. Analizan la geografía y la sociología de las
elecciones y la república en la aldea. Por otro lado, sociedad y cultura se consideran
ahora terreno de juego de las tomas de decisión y los historiadores debaten la “política
de la familia”, la “política del lenguaje” o la manera en que el ritual puede expresar
poder y hasta, en algún sentido, crearlo.

Antimanual del mal historiador (o cómo hacer hoy una buena historia
crítica).

De antimanuales y antidefiniciones de la historia.

¿Por qué escribir y publicar hoy, en los inicios de este tercer milenio cronológico un
antimanual y además, un antimanual del mal historiador? Porque estamos convencidos
de que la mayoría de las instituciones académicas que hoy forman y educan a los
futuros historiadores, lo que están educando y formando es a malos historiadores, y no a
historiadores críticos y serios, creativos y científicos. Y también porque sabemos que el
sentido que tienen, en general, todos los manuales es el de simplificar ideas o
argumentos complicados, con el fin de volverlos asequibles a un público cada vez mas
amplio.
Pero nuestro objetivo en este pequeño libro es muy distinto: lo que queremos no es
hacer simples, ideas que son complejas, sino mas bien combatir y criticar viejas ideas
simples, rutinarias y ya superadas sobre lo que es y lo que debería ser la historia.
Así, para nosotros, la historia no es solamente una disciplina asociada a los archivos, y
con los hechos, personajes y sucesos ya desaparecidos y muertos, sino una ciencia
también de lo social y lo vivo, atento al perpetuo cambio histórico de todas las cosas, y
directamente conectadas, de mil y un maneras, con nuestro presente mas actual, lo
mismo que con nuestra vida social mediata e inmediata, en todas sus múltiples y
variadas manifestaciones.
Sin embargo y desde hace ya mas de un siglo, la verdadera historia científica ha peleado
abiertamente para dejar de ser solo instrumento de legitimación de los poderes
estatuidos, tratando de distanciarse tanto de la historia oficial, como de las distintas
versiones igualmente limitada y sometida de la historia tradicional. Ya que es imposible
hacer una historia seria, de cualquier hecho, fenómeno o proceso, en cualquier momento
o etapa del pasado o del presente, que no muestre en su análisis la necesaria finitud y
caducidad de lo que se estudia, haciendo evidente el carácter efímero y los límites
temporales de ese problema investigado, y subrayando el obligado cambio histórico al
que están sometidos todos esos procesos, fenómenos y sucesos mencionados.
Una historia crítica, que siendo forzosamente opuesta alas historias oficiales y
tradicionales hasta hoy dominantes, se desplaza sistemáticamente de las explicaciones
consagradas y de los lugares comunes repetidos, para intentar construir nuevas y muy
diferentes interpretaciones de los hechos y de los problemas históricos.

Historia es la ciencia que se consagra al estudio de la obra de los hombres en el tiempo,


según la acertada definición de Marc Bloch, y por lo tanto, el examen crítico que abarca
lo mismo el mas pretérito periodo de la mal llamada prehistoria humana, que el mas
actual e inmediato presente.
Una antidefinición de la historia importante de la historia verdaderamente científica es
la que afirma que no es posible hacer la historia de México, España, Francia o Chile, e
incluso la historia de Europa, Asia, o América Latina, si uno se queda limitado al
análisis de los procesos y de los hechos puramente mejicanos, chilenos, españoles,
europeos, africanos o latinoamericanos, según los diversos casos respectivos. Porque
después del siglo XVI, y del profundo e irreversible proceso de radical universalización
histórica que la humanidad ha vivido n los últimos cinco siglos, es cada vez mas
imposible entender las historias locales, nacionales o regionales, si uno se encierra en el
limitado y siempre parcial horizonte local, nacional o regional.
Es, además, imposible ser un buen historiador sin la lectura de los economistas, de los
antropólogos, y lo mismo con los buenos textos clásicos de la sociología, la geografía o
la psicología.
La historia concebida como proyecto científico data de hace solo cincuenta años, siendo
una disciplina que se encuentra todavía en sus primeras e iniciales etapas de desarrollo,
y por ende, en un intenso y continuo proceso de crecimiento y de enriquecimiento
constante, y aún a la búsqueda de nuevos objetivos, paradigmas, modelos teóricos,
conceptos, problemáticas y técnicas aún por descubrir.
Otra antinoción necesaria es la que nos enseña que la historia no son simples
cronologías o recuentos sucesivos de batallas y gobernantes, ni tampoco un titánico y
siempre aburrido ejercicio de la memoria de los alumnos y estudiantes, a los que se
quiere obligar a repetir y acumular en la cabeza una serie de fechas, lugares, datos,
cifras y anécdotas.
Sin embargo, y felizmente para nosotros los historiadores, la historia es mucho mas que
esas solas cronologías políticas de presidentes, gobernantes, facciones políticas y
Estados, abarcando la densidad misma del tejido completo de las sociedades, e
incluyendo entonces dentro de sus territorios a la historia económica y a la historia
cultural, a las transformaciones demográficas y a las grandes mutaciones sociales.
Finalmente, una última antinoción en contra de la mala historia positiva y oficial, se
refiere al hecho de que la historia no esta ni obligada ni condenada fatalmente, a ser solo
el registro y el instrumento de autolegitimación de las clases dominantes y de los
poderes existentes de turno.

Los siete pecados capitales del mal historiador.

La mala historia es mil veces mas fácil de hacer y de enseñar que la buena historia, la
historia crítica. Por eso, entre otras razones, ha proliferado tanto y se ha mantenido viva.
El fruto directo de esa mala historia hecha y enseñada, son justamente esos libros
aburridos y pesados en tantos sentidos, que nadie lee y que nadie toma en cuenta.
El primer pecado capital de los malos historiadores actuales es el positivismo, que
degrada a la ciencia de la historia a la simple y limitada actividad de la erudición.
Muchos historiadores siguen creyendo hoy en día, en pleno comienzo del tercer milenio
cronológico, que hacer historia es lo mismo que llevar a cabo el trabajo de investigación
y de ampliación del erudito.
Una historia que limita el trabajo del historiador, exclusivamente al trabajo de las
fuentes escritas y de los documentos, se reduce a las operaciones de la crítica interna y
externa de los textos, y luego a su clasificación dentro de una narración que,
generalmente, solo nos cuenta en prosa lo que ya estaba dicho en verso en esos mismos
documentos.
Y si bien es claro que sin erudición no hay historia posible, también es una gran lección
de toda la historiografía contemporánea, desde Marx y hasta nuestros días, que la
verdadera historia solo se construye cuando, apoyados en esos resultados del trabajo
erudito, accedemos al nivel de la interpretación histórica, a la explicación razonada y
sistemática de los hechos, de los fenómenos y los procesos y situaciones históricas que
estudiamos.
El segundo pecado capital del mal historiador es el del anacronismo en la historia. Es
decir, la falta de sensibilidad ante el cambio histórico, que asume consciente o
inconcientemente que los hombres y que las sociedades de hace tres o cuatro siglos o de
hace mas de un milenio, eran iguales a nosotros y que pensaban, sentían, actuaban, y
reaccionaban de la misma manera en que lo hacemos nosotros. Es decir, una historia
que proyecta al individuo egoísta y solitario de nuestras sociedades capitalistas
contemporáneas, como si fuese el modelo eterno de lo que han sido los individuos, en
todo tiempo y lugar, y a lo largo de toda la curva del desarrollo humano.
Pero con esto, se cancela una de las tareas primordiales de la historia, que es justamente
la de mostrarnos, primero a los historiadores y después a toda la gente, en que ha
consistido precisamente el cambio histórico.
Un tercer pecado capital de la mala historia, hoy todavía imperante, es el de su noción
del tiempo, que es la noción tradicional newtoniana de la temporalidad física. Una idea
del tiempo que lo concibe como una dimensión única y homogénea, que se despliega
linealmente en un solo sentido, y que esta compuesto por unidades y subunidades
perfectamente divididas y siempre idénticas. Pero como nos lo han explicado tan
brillantemente Marc Bloch, Norbert Elías, Walter Benjamín o Fernand Braudel, entre
otros, el tiempo newtoniano de los físicos, medido por calendarios y relojes, no es nunca
el verdadero tiempo histórico de las sociedades, que es mas bien un tiempo social e
histórico, que no es único sino múltiple, y que además es heterogéneo y variable,
haciéndose mas denso o mas laxo, mas corto o mas amplio, y siempre diferente, según
los acontecimientos, coyunturas o estructuras históricas a las que se refiere.
El cuarto pecado repetido de la mala historia, en los diversos manuales tradicionales, es
el de su idea limitada del progreso. Pues si el tiempo histórico es concebido solo como
esa acumulación ineluctable de hechos y sucesos, inscriptos sucesivamente en la
progresión de días, meses y años del calendario, la idea del progreso que desde esta
noción temporal se construye es también la de una ineluctable acumulación de avances
y conquistas, determinadas fatalmente por el simple transcurrir temporal.
Una idea del progreso humano en la historia, que parece afirmar que inevitablemente,
todo hoy es mejor que cualquier ayer, y todo mañana será obligatoriamente mejor que
todo hoy. Entonces, la humanidad no puede hacer otra cosa mas que avanzar y avanzar
sin detenerse, puesto que según esta construcción, lo único que ha hecho hasta hoy es
justamente progresar, avanzando siempre desde niveles mas bajos hasta los mas altos,
en una suerte de escalera imaginaria en donde estaría prohibido volver la vista atrás,
salirse del recorrido ya trazado, o desandar lo ya avanzado.
Sin embargo es así como progresa la humanidad: explorando y avanzando primero a
ciegas en su propia evolución, para ir muy poco a poco siendo consciente de lo que ha
hecho y de porque lo ha hecho, a la vez que va asumiendo también, lentamente, la
responsabilidad conciente de que es ella misma la que debe construir la historia, y la que
debe elegir también de manera conciente los rumbos de su futuro desarrollo.
Otro pecado capital del mal historiador, el quinto, es el de la actitud profundamente
acrítica hacia los hechos del presente y del pasado, y hacia las diversas versiones que las
diversas generaciones han ido construyendo de ese mismo pasado/presente. Es decir, la
típica actitud pasiva que los historiadores positivistas mantienen siempre frente a los
testimonios y a los documentos, lo mismo que frente a los resultados y a los hechos
históricos tal y como han acontecido.
Un sexto pecado capital de los historiadores no críticos es el del mito repetido de su
búsqueda de la objetividad y neutralidad absoluta frente a su objeto de estudio.
El séptimo pecado capital de los historiadores que son seguidores de los Manuales hoy
al uso, es el pecado del postmodernismo en la historia. Porque haciéndose eco de
algunas posturas que se han desarrollado recientemente en las ciencias sociales
norteamericanas, y también en la historiografía estadounidense, han comenzado a
proliferar en nuestro país algunos historiadores que intentan reducir a la historia a su
sola dimensión narrativa o discursiva, evacuando por completo el referente esencial de
los propios hechos históricos reales. Así, llegan a afirmar que lo que los historiadores
conocen e investigan no es la historia real, la que muy posiblemente nos será
desconocida para siempre, sino solamente los discursos históricos que se han ido
construyendo, sucesivamente y a lo largo de las generaciones, sobre tal o cual supuesta
realidad histórica.

Iniciación al vocabulario del análisis histórico.

Los diversos contenidos del término historia.

Quizás el peligro mas grave, en la utilización del término historia, sea su doble
contenido: historia designada a la vez el conocimiento de una materia y la materia de
este conocimiento.
Cuando decimos “historia de Francia”, la entendemos como el conjunto de hechos
pasados referentes al grupo humano organizado que lleva actualmente este nombre;
pero también entendemos por tal nuestros manuales escolares correspondientes. Dado
que el pasado es pasado, es decir, no renovable por definición, se confunde para
nosotros con lo que ha sido transmitido. El conocimiento se confunde, así, con la
materia.
Para muchos, la materia de la historia es cualquier cosa pasada, y saber historia, para
algunos eruditos y para los juegos televisivos, consiste en memorizar el mayor número
posible de hechos dispares. Lucien Febvre evocó la irritación del historiador que se oye
decir “por unas voces cándidas y cordiales: usted que e historiador debe saber esto:
¿Cuál es la fecha de muerte del Papa Anacleto?
Para otros la materia histórica queda un poco mejor definida. Es el terreno de los hechos
destacados, conservados por tradición, el recuerdo colectivo, lo relatos oficiales,
debidamente controlados por los documentos y aureolados por el prestigio y el
testimonio de los monumentos y los textos, de las artes y las letras, como se decía
antaño. Conocimiento ya mas elaborado, ni omisible ni despreciable, pero fundado en
una elección de los hechos que no tiene nada de científica, y asaltado inconcientemente
por los prejuicio morales, sociales, políticos o religiosos, capaz en el mejor de lo casos
de proponer un placer estético a unas minorías y, en el terreno de los acontecimientos,
de hacernos revivir una incertidumbre.

Las etapas de la historia como modo de conocimiento.

Las incoherencias que hemos constatado en la utilización del término historia ¿Son
desalentadoras a este respecto?
Merece la pena recordar que todas las ciencias se han elaborado a partir de interrogantes
dispares, a los que se fue dando sucesivamente respuestas cada vez mas científicas.
Intentemos pues, ver de qué forma el conocimiento histórico ha progresado, progresa y
puede progresar hacia la categoría de ciencia.

 Primera observación.

La necesidad de un conocimiento histórico sociológico es tan antigua y tan universal


como la necesidad de un conocimiento de la naturaleza. Una humanidad que no tuviera
ninguna conciencia de su pasado sería tan anormal como un individuo amnésico.

 Segunda observación.

De hecho, tanto en el caso de los grupos como en el de las personas, la memoria no


registra, sino que construye. Las formas primitivas de la historia son el mito, que tiene
su lógica interna, y la crónica, que relata los acontecimientos desde el punto de vista de
intereses específicos.
Los mitos construyen hoy en día uno de los temas favoritos de estudio de los etnólogos
y psicólogos, como búsqueda de una lógica de las formas, reveladora de rasgos
comunes en las estructuras de comunicación.
Las crónicas consignan los acontecimientos relevantes (generalmente políticos y
militares) de una época. Son a menudo los primeros registros escritos del pasado y, por
tanto, los primeros documentos de la historia propiamente dicha, dado que los tiempos
anteriores a la escritura se clasifican por definición dentro de la prehistoria.

 Tercera observación: sobre la historia como género literario.

La evocación literaria ha respondido también, al margen de toda regla científica, a a


necesidad instintiva de conocimiento del pasado que ya hemos señalado. Esto mismo ha
favorecido los embellecimientos, las invenciones, la retórica, el moralismo y las
apologías religiosas, políticas y nacionales.
¿Puede decirse que la historia.- como género literario- no ha aportado nada interesante
al modo de conocimiento histórico? No. Porque ha habido historiadores geniales que
con la literatura han sabido aportar lo suyo.

 Cuarto grupo de observaciones: la aparición de exigencias científicas en la


definición y en la práctica de la historia: el siglo XVI.

Para el occidente europeo la preocupación científica en cuestión de historia nace, como


muchas otras manifestaciones del espíritu moderno, con el humanismo, la reforma y el
renacimiento, es decir, entre el último cuarto del siglo XV y el último cuarto del siglo
XVI. Esta preocupación se expresa dos formas complementarias:
La preocupación crítica, que consiste en no aceptar la existencia de un hecho, la
autenticidad de un texto, hasta después de verificaciones minuciosas.
La preocupación constructiva que consiste en elegir determinado tipo de hechos, en
confrontarlos y en buscar las correlaciones, con el fin de resolver un problema planteado
por el pasado humano.
La preocupación crítica se manifiesta, a finales del siglo XV y durante el siglo XVI,
tanto en el descubrimiento de textos y monumentos de la antigüedad como en el deseo
de una reforma en el campo religioso.
La preocupación constructiva se manifiesta cuando los sabios, los filósofos y los juristas
aplican las investigaciones eruditas a la solución de un problema, incluso cuando este
problema es todavía secundario o parcial.

 El siglo XVII. Francia y la erudición. Inglaterra y la aritmética política.

No nos sorprendamos si la constitución de la historia en ciencia pasa por retrasos, a


veces parciales, desarrollos desiguales.
En la Francia del siglo XVII comprobamos en las concepciones de la historia mas
corrientes, mas oficiales, un retroceso muy claro del siglo XVI. En compensación hay
que tomar conciencia de este mismo período, de una etapa importante para el futuro del
pensamiento histórico. Se produce en Inglaterra: con Graunt nacen los primeros ensayos
de demografía histórica, mediante la observación del número de nacimientos y muertes
registrados en las parroquias de Londres; con Gregory King los primeros ensayos para
evaluar lo que hoy llamamos el producto nacional de diversos países; con William Petty
los primeros ensayos de lo que él denominó aritmética política.
Sabemos hoy que este tipo de investigaciones constituyen, sino toda la materia histórica,
cuando menos sus bases, sus fundamentos.

 La aportación del siglo XVIIII. Principios de análisis, aspiración a las


síntesis.

La primera mitad del siglo XVIII ve nacer la aspiración teórica que busca una ciencia
nueva a través de reflexión sobre el aspecto cíclico del desarrollo de los grupos
humanos. Es Voltaire, en sus “Nuevas consideraciones sobre la historia”, el primero en
compara la evolución posible de la historia con la de las ciencias físicas. De hecho, lo
mas interesante demostrado en la actitud de Voltaire hacia la historia es el cambio en el
tipo de curiosidades del historiador. Con su habitual ironía denuncia no solo las fábulas
aceptadas todavía por los hombres de su tiempo, sino que también el gusto por las
anécdotas históricas. Condena también la historia diplomática y militar pura: “En el
fondo quedaba igual que antes… solo me enteraba de acontecimientos”.
Cabe señalar que esta vigorosa ofensiva del espíritu histórico coincide con el carácter
dinámico y revolucionario del siglo XVIII, cuando la burguesía no duda ni en criticar la
forma de escribir la historia del Antiguo Régimen, ni de esperar un día escribir la
historia científicamente.

 En el siglo XIX. Auge y desviación de la investigación histórica: aparición


de una teoría general, y posterior divorcio entre disciplinas sociológicas.

En un sentido, el siglo XIX se presenta como el del triunfo de la historia. Marrou habla,
a este respecto, de una inflación de los valores históricos, debido al impresionante
desarrollo de las técnicas históricas, arqueológicas, filológicas. A la publicación de
grandes compilaciones de fuentes y finalmente a la aparición de las grandes historias
nacionales.
Sin embargo, hacia 1900, la historia positivista triunfaba en todas partes y la separación
tajante y casi absoluta entre economía, sociología e historia ponía en peligro la
esperanza de una síntesis global sobre el pasado de las sociedades.

 Adquisiciones recientes en el terreno de los principios y de las técnicas de la


investigación histórica.

Lucien Febvre, Marc Bloch y Henri Berr difundieron los siguientes principios: 1) hay
una sola historia; no existen compartimentos estancos entre una historia económica, una
historia política, una historia de las ideas, etc; 2) el historiador avanza por medio de
problemas: los documentos tan solo contestan cuando se les pregunta siguiendo
hipótesis de trabajo; la historia, entonos los terrenos, lo es de los hechos de masas, no de
los simples acontecimientos. 3) existe una jerarquía y un juego recíproco entre
economías, sociedades, civilizaciones, juego que constituye el tema mismo de la ciencia
histórica.

Intento de definición de la materia y de la investigación histórica.

El objeto de la ciencia histórica es la dinámica de las sociedades humanas. La materia


histórica la constituyen los tipos de hechos que es necesario estudiar para dominar
científicamente este objeto. Clasifiquémoslos rápidamente:
1) Los hechos de masas: masa de los hombres (demografía), masa de los bienes
(economía) masa de los pensamientos y de las creencias.
2) Los hechos institucionales, mas superficiales, pero mas rígidos, que tienden a
fijar las relaciones humanas dentro de los marcos existentes: derecho civil,
constituciones políticas, tratados internacionales, etc. Hechos importantes pero
no eternos, sometidos al desgaste y al ataque de las contradicciones sociales
internas.
3) Los acontecimientos: aparición y desaparición de personajes, de grupos, que
toman medidas, decisiones, desencadenan acciones, movimiento de opinión, que
ocasionan hechos precisos: modificaciones de los gobiernos, la diplomacia,
cambios pacíficos o violentos, profundos o superficiales.

La ciencia histórica en el siglo XX.

La ciencia histórica desde el historicismo clásico hasta la historia como ciencia social
analítica.
La transmisión del pasado existió y existe en todas las culturas. En el transcurso del
tiempo ha adoptado diversas formas, entre las cuales la historiografía ocupa un lugar
preponderante.
El origen de la ciencia histórica coincide con el establecimiento de la historia como una
asignatura que se enseña y se estudia en las universidades.

El origen de la historia como disciplina científica: el historicismo clásico.

En los albores del siglo XIX se produjo en el mundo occidental una ruptura
generalizada con el modo en el que hasta entonces se había venido investigando,
escribiendo y enseñando la historia. A este respecto, lo decisivo era la transformación de
la historia en una disciplina especializada. Hasta entonces habían existido dos formas
distintas de historiografía, una de orientación erudita y otra, la literaria. Estas dos
formas se iban fusionando a medida que la historia dejaba de ser un género literario para
convertirse en una disciplina especializada.
Como disciplina científica, la historia tenía, desde el principio, mucho en común con
otras ciencias, también con las ciencias naturales, tal como venían surgiendo desde el
siglo XVII, si bien los historiadores no han dejado nunca de subrayar la diferencia que
separa su ciencia de las ciencias naturales. Para el origen de la ciencia histórica resulta
decisiva la moderna universidad alemana, cuyo prototipo sería la universidad de Berlín.

La historia como ciencia social.

 La crisis del historicismo clásico.

Hacia el final del siglo XIX se acentúa una insatisfacción, antes solo observada en
ocasiones, con el concepto de ciencia y con la práctica científica que se había impuesto
internacionalmente en la investigación histórica y en la historiografía. En Alemania,
Francia, Estados Unidos y otros países se entabla una viva discusión acerca de los
fundamentos de la investigación histórica, los cuales se pretende que correspondan a las
nuevas condiciones sociales y políticas.

Los historiadores marxistas británicos.

Desde hace unos cuantos años la historia y la sociología se han visto envueltas en una
relación simbiótica, puesta de manifiesto por el crecimiento y el desarrollo de la historia
social y la sociología histórica. Ello representa un cambio bastante radical en la práctica
de cada una de estas disciplinas y, especialmente, en las relaciones entre ellas.
Pero todavía perdura un problema importante en la relación que se ha establecido entre
las disciplinas de la historia y la sociología, debido, en buena parte sin duda, a los
puntos de vista que historiadores y sociólogos siguen manteniendo en relación con la
materia propia y la ajena. Tanto por parte de los historiadores como de los sociólogos,
hay una fuerte tendencia a considerar la sociología como fuente de métodos y teorías, y
la historia como fuente de datos, estudio de casos, o ilustraciones del pasado sobre los
que la teoría sociológica ha de ser verificada.

Historia de la microhistoria italiana.

Las raíces de la microhistoria italiana en el siglo XX.


Para comprender la génesis y luego afirmación y desarrollo de la microhistoria italiana,
resulta necesario partir de lo que en la historia de la sociedad, la cultura y la
historiografía de la península representó, primero el régimen fascista de Benito
Mussolini. El estado fascista trato de imponer a ultranza una “unidad nacional” que
también se reflejó en el nivel de la historiografía, la que en estos tiempos solo prestó
atención a los procesos y tendencias generales, nacionales, unificadoras de la vida social
italiana, mientras que ignoraba o minimizaba a esas mismas realidades locales o
particulares ya referidas.
Por eso, y como una reacción casi natural, la derrota del fascismo en Italia, realizada
aquí por parte de un potente movimiento social interno y no por una intervención
externa, representó también el renacimiento y luego un nuevo florecimiento y
multiplicación tanto de las culturas como de las historias y las historiografías locales y
regionales mas diversas.
Gran peso de la cultura de izquierda, por ser los fundadores del movimiento que puso
resistencia al fascismo y que va a verse reforzado por el hecho de que, entre 1945 y
1973, todo el mundo, y por lo tanto también toda Europa e Italia, van a vivir una clara y
fuerte fase expansiva del siclo económico del Kondratiev. En Italia va a crecer también
la industria, y con ellas el papel social de la clase obrera.
Lo que además, va a combinarse con el hecho de que, después de la segunda guerra
mundial, el centro de gravedad del desarrollo del marxismo dentro de Europa va a
desplazarse hacia Francia e Italia.
De este modo y dentro de este triple marco referido, de u a presencia fuerte y hasta
dominante de la cultura de izquierda en su acepción mas amplia, la expansión y
crecimiento de la clase obrera, del movimiento obrero y del movimiento socialista
italiano, y de un florecimiento importante del marxismo dentro de la península, es que
Italia va a vivir su tránsito específico, también cumplido por otras naciones europeas y
no europeas en distintos momentos del siglo XX, desde una historia predominantemente
política, y aún fuertemente episódica, hacia una verdadera y orgánica historia social
abierta y fecundada por la sociología, la demografía, la antropología, la economía, o la
psicología, entre otras.
Porque al leer los libros mas importantes de esa microhistoria italiana, resulta claro que
las hipótesis macrohistóricas y los modelos y categorías generales que ellos intenta
revisar, criticar y reformular, a partir de la aplicación del procedimiento macrohistórico
y del experimento historiográfico realizado en la escala reducida de análisis, son en u
inmensa mayoría las categorías, modelos e hipótesis postulados o establecidos dentro y
desde esos debates y esas obras de la historia social italiana de los años cuarentas,
cincuentas y sesentas.
Es claro que hacia los años 1945-1968/72-73, las tradiciones internas mas importantes
que coexisten dentro de la historiografía italiana son, de un lado la obra y la escuela de
Benedetto Croce, y del otro la tradición gramsciana. Croce se ha afirmado como un
referente social esencial e imprescindible de los estudios históricos italianos, sobre todo
por su trabajo teórico que, apoyándose en una creativa y singular recuperación de la
obra de Hegel, terminará desembocando en la creación de su propia filosofía y teoría de
la historia.
Por otra parte y de modo paralelo a esta difusión e influencia de la perspectiva crociana,
la historiografía italiana de la segunda posguerra ha vivido también el impacto de la
obra de Antonio Gramsci.
Para retomar el debate en torno a la central “cuestión meridional” dentro de la historia
de Italia, pero también para leer ciertos problemas y fragmentos de la historia italiana y
de la situación entonces contemporánea de la península.
La historiografía italiana de la segunda posguerra se ha visto influenciada por la
historiografía francesa en general, y mas especialmente por los trabajos de Annales.

La microhistoria italiana ante de la microhistoria italiana.

Si nos concentramos en la historia de la corriente microhistórica italiana, podríamos


postular que la misma ha recorrido hasta el momento actual tres etapas principales,
articuladas por dos breves períodos de transición. Había entonces una primera etapa de
la historiografía de la microhistoria italiana, que abarcando desde 1966 hasta
aproximadamente 1974, constituiría la etapa de la génesis o de los antecedentes directos
del proyecto microhistórico, escenificando tanto los primeros posibles “experimentos
microhistóricos” aplicados, como también el claro proceso de recuperación del
microanálisis dentro de los estudios históricos italianos.
Viene después una primera etapa de transición, entre 1975 y 1977, que es la de la
formación de la revista Quaderni Storici, del grupo central o núcleo de la microhistoria
italiana.
Una segunda etapa, la de auge o período áureo de la microhistoria italiana abarcaría en
nuestra opinión desde aproximadamente 1978 hasta 1988, y es dentro de ella en donde
van a escribirse tanto los mas importantes textos metodológicos de la propuesta
microhistórica.
Viene después una segunda etapa de transición, entre 1989 y 199, marcada tanto por el
abandono sucesivo de la revista Quaderni Storici por parte de la mayoría de los
miembros del núcleo duro principal de la etapa áurea, así como por efectos de la entrada
de la nueva coyuntura social, cultural e historiográfica creada por la caída del muro de
Berlín y por todos los cambios importantes acontecidos en Italia y el resto del mundo.
Finalmente habría una tercera etapa de la microhistoria italiana, iniciada
aproximadamente en 1992 y que se despliega hasta el día de hoy y en la que el proyecto
microhistórico se fragmenta en varios trabajos individuales fuertes.

El período áureo de la microhistoria italiana.

Segunda etapa de vida o período áureo de la microhistoria italiana que abarca desde
1978 hasta 1988-89 aproximadamente, y que a su vez va a subdividirse en dos claras
fases constitutivas, una primera que abarca desde 1978 hasta 1983, y una segunda que
va desde 1984 hasta 1989. Dos fases que, con distintos énfasis y espacios de gravitación
intelectual, van en su conjunto a constituir el verdadero momento de clímax de la
microhistoria italiana.
En esta primera fase de esta segunda etapa de clímax, el ensayo de Giovanni Levi va a ir
definiendo todas las insuficiencias y límites principales de los tradicionales modelos
macrohistóricos. La microhistoria italiana alcanza su verdadero punto culminante en
estos años de 1978-1983.
Lo que abre la segunda fase de esta segunda etapa, en la que muy lentamente comenzará
a desintegrarse ese excepcional núcleo duro constructor de la perspectiva
microhistórica, a la vez que disminuye la frecuencia de la producción de nuevos textos
metodológicos
Al mismo tiempo que todas esas obras, y que algunos nuevos títulos de la colección
“Microhistorias” que se continúan publicando en estos años de 1984-1989, van también
todavía a producirse algunos interesantes ensayos de orden metodológico, que derivan
de este trabajo colectivo del equipo dirigente de Quaderni Storici, ahora sumergido en
un lento proceso de desintegración y de relajamiento, aunque todavía activo y creativo
de manera importante.
Y si esta segunda fase de la segunda etapa es todavía rica en estos resultados
historiográficos y epistemológicos, es también sin embargo el proceso claro de
desintegración del núcleo duro de la corriente microhistórica italiana. Pues desde 1988
Carlo Ginzburg se vuelve titular de la cátedra “Franklin D. Murphy” de Estudios sobre
el Renacimiento Italiano en la Universidad de California, Los Ángeles, lo que hará que
al menos la mitad del año esté en Estados Unidos. Al mismo tiempo crecen los
conflictos internos en el seno de los Comités de Quaderni Storici, lo que llevará a varias
reorganizaciones sucesivas a partir del año 1988, y terminará provocando, entre otras
cosas, la salida de Giovanni Levi de la revista en 1991.
Simultáneamente, Edoardo Grendi comenzará poco a poco a alejarse también de la
revista desde finales de los años ochentas y a principios de los noventas, al tiempo que
promueve la cooptación de una generación de historiadores jóvenes que, en los años
noventa, tomaran claramente la conducción de Quaderni Storici. Se cierra con ello el
período de clímax de la microhistoria italiana.

La microhistoria italiana después de la microhistoria italiana.

Entre 1978 y 1988 va a incorporarse, dentro de los Quaderni Storici, una nueva y mas
joven generación de historiadores italianos. Así, en 1988 se crea un “Comité Editorial”
para dos años después desaparecer al antiguo Comité Científico, e incorporar a algunos
de sus miembros al Comité de Dirección, lo que implica una clara reorganización del
equipo dirigente de la revista.
Igualmente y como ya habíamos señalado antes, este período de transición está marcado
por el abandono de Quaderni Storici de tres de los cuatro principales miembros del
antiguo “núcleo duro” de la microhistoria italiana. Estamos hablando de cuando Carlo
Ginzburg comienza a trabajar en Estados Unidos. Mientras tanto, en 1991 Giovanni
Levi abandona la revista y Edoardo Grande también comienza a alejarse cada vez mas
del trabajo de Quaderni Storici.
Y del mismo modo en que, antes de 1978, la microhistoria italiana y Quaderni Storici
existieron de manera paralela e independiente, para fundirse en un solo proyecto durante
1978-1989, en 1991 volverán a separarse clara y definitivamente.
A pesar de que para estos tres pilares (Ginzburg, Levi y Grande) la microhistoria
italiana jamás volverá a su momento de clímax, los trabajos autónomos que han
continuado haciendo han evitado que desaparezca la microhistoria, esta solo se ha
transformado, durante su tercera etapa de vida en un proyecto constituido por tres
itinerarios intelectuales fuertes, que en los últimos años han continuado produciendo
varios y muy interesantes ejercicios microhistóricos.
También es cierto que, dentro del actual equipo directivo de Quaderni Storici, es posible
encontrar todavía una cierta presencia importante y una clara impronta del legado
general de dicha microhistoria italiana. Aunque en general sin aportar casi nunca
nuevos enriquecimientos significativos o nuevos desarrollos sustantivos de estos
paradigmas o de este proyecto en general. Y es por eso que hablamos que dentro de la
revista Quaderni Storici el proyecto microhistórico solo ha sobrevivido como un
horizonte general de débil presencia, y de escasos nuevos resultados durante esta tercera
etapa de la corriente microhistórica.

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