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Pontificia Universidad Javeriana

Preseminario: René Descartes.


Profesora: Anna María Brigante.
Nombre: Miguel Ángel Vencé Duran.
9 de mayo de 2018

¿CÓMO LLEGAR A AFIRMAR LA EXISTENCIA DE DIOS?


PROTOCOLO DE LA SESIÓN DEL 25 DE ABRIL DE 2018

Introducción.

El presente texto tiene como objetivo exponer algunos aspectos importantes abordados en
la sesión sobre la segunda mitad de la “Cuarta Parte” del Discurso del Método, y aclarar
algunos aspectos sobre la prueba de existencia, la aparición de la sustancia infinita, realidad
formal y objetiva, la interpretación correcta de la analogía del triángulo, la participación de
los sentidos y la imaginación en la unión sustancial, sueño y vigilia, y algunas otras cosas.

I) Sobre las demostraciones y la sustancia infinita

Antes de abordar la segunda mitad de la “Cuarta Parte”, es necesario realizar algunas


aclaraciones acerca de lo que el francés nos habla en la primera mitad de esta, para no llegar
a confundirse en su discurso. En cuanto al orden de la aparición de las sustancias, no se debe
confundir su orden epistemológico y su orden ontológico. Pues, en el primero de estos, la
aparición de la sustancia pensante se da antes a la de la sustancia infinita. Sin embargo, en el
segundo, la sustancia infinita precede a la pensante. Por otro lado, cabe destacar la
importancia de tener una correcta comprensión sobre la unión sustancial para la comprensión
de la obra de Descartes; entender que alma y cuerpo son distintas, mas no están separadas
(en vida), y saber que el único que podría realizar esta separación, es Dios.

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En cuanto a la prueba de la existencia de Dios, algunos consideran que esta está dividida
en dos demostraciones (Ej. García, J), otros, que es solo una demostración. Sin embargo, lo
importante no es tanto esta división, sino comprender que lo que Descartes dice:

A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no


era omniperfecto, pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer
que el dudar, comencé a indagar de donde había aprendido a pensar en alguna cosa más
perfecta de lo que yo era (AT, VII, 34).

Esto nos remite a pensar en Dios. Sin embargo, debemos entender que la relación entre
ser conscientes de nuestra imperfección y la idea de una naturaleza perfecta no es de
causalidad. Pues, de ser conscientes de nuestra naturaleza imperfecta, no se sigue que esto
sea porque sabemos en qué consiste una naturaleza perfecta. Simplemente son dos
conocimientos diferentes: el de nuestra naturaleza imperfecta y el de la naturaleza perfecta,
conocer ambas naturalezas, no implica que de una se derive la otra.

II) Realidad formal – realidad objetiva

Tenemos dos realidades: la objetiva, correspondiente a las ideas y la formal,


correspondiente a los objetos. Por otro lado, debemos tener en cuenta las relaciones de causa
y efecto: la causa debe tener tanta o más realidad que el efecto que produce y el efecto no
puede tener más realidad que la causa. En cuanto a las ideas, estas no pueden tener más
realidad que causa y, estas deben tener al menos tanta realidad objetiva, como realidad formal
tenga el objeto que produce la idea (su causa); no más realidad objetiva, que realidad formal
(si esta última es la causa). Con esto en mente, podemos ver como se aplica esto a la idea de
Dios.

La idea de Dios es diferente de las demás y de acuerdo con lo anterior no puede tener más
realidad “de su efecto” que “de su causa”, la realidad de Dios es perfecta, luego, si esta es
perfecta, la causa no puede ser el hombre porque la idea de Dios tiene más realidad objetiva
que la realidad formal que tiene el hombre. Al esta idea tener tanta realidad objetiva, no puede
ni siquiera tener una causa que posea realidad formal sino que requerirá de una que más
adelante Descartes llamara realidad eminente. La idea de Dios es una idea con tanta realidad
objetiva que no es posible que sea causada por la realidad formal de cualquiera de las cosas
del mundo, incluyendo al hombre. Entonces, como debe haber una causa igual o mayor a la

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realidad objetiva de la idea de Dios, esta va a ser una causa que posea la llamada realidad
eminente, la cual es más realidad que la realidad formal, e incluso, es la que le da origen a
esta última. Teniendo en cuenta todo lo anterior, podemos concluir que la única causa posible
de Dios y de la idea de él, es él mismo, pues es el único poseedor de la realidad eminente. Y
también podemos concluir que, dado el caso que Dios no existiera, no existiría la realidad
formal.

III) El triángulo ¿Cómo debe comprenderse?

Una analogía que Descartes usa para explicar la existencia de Dios desde el ámbito de la
geometría, es la del triángulo. Si suponemos un triángulo, es correcto afirmar que la suma de
sus tres ángulos será igual a la suma de dos ángulos rectos, sin embargo, a pesar de que esto
sea cierto, no se puede asegurar la existencia de algún triángulo en el mundo.

Contrariamente a lo anterior, examinando de nuevo la idea de un Ser Perfecto, el filósofo


veía que la existencia estaba comprendida en sí misma de la misma manera que, por ejemplo,
en la del triángulo está comprendida la de que sus ángulos sumen ciento ochenta o en la de
una esfera que todas sus partes sean equidistantes de su centro, e incluso de manera más
evidente. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto es o existe
como lo pueda ser cualquier demostración geométrica.

La idea del triángulo se podría ver como una realidad objetiva, pues es una idea. Mientras
que la posible existencia de un triángulo en el mundo seria la realidad formal, esto, se puede
ver también en la idea de Dios, como se habló anteriormente.

Finalmente, como se dijo en la sesión, es muy importante comprender la analogía de la


forma correcta y entender, que lo que esta nos está diciendo, es que de la misma manera en
que puedo deducir del triángulo que la suma de sus ángulos es 180 grados, así mismo puedo
deducir que la existencia de Dios se deduce de su idea. Esto muestra porque es considerada
como una prueba a priori, la cual, de acuerdo con Kant, no funciona porque no se puede
deducir la existencia a partir de una idea.

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Sin embargo, algunos la consideran una prueba ad-continuum pues en el momento en el
que se habla de la idea de Dios, se está implicando su existencia de manera inmediata; su
idea y su existencia son simultaneas (García, J.). Esto es discutible.

IV) El papel de la imaginación y los sentidos en la unión sustancial

Siguiendo con el camino del texto, a este punto el francés comienza a hablar acerca de
que la principal razón de que muchas personas que afirman una gran dificultad en conocer a
Dios y así mismo, en conocer la naturaleza de su alma, es que no tienen la capacidad de
elevar su pensamiento por encima de las cosas sensibles y están tan acostumbrados a no
considerar nada que no sea para ellos imaginable, es decir, algo tan estrechamente
relacionado a lo material, que lo que no sea imaginable, lo consideran incomprensible.

Esto tiene cierta relación con la metafísica, en el sentido de que no cualquiera puede leer
esta obra correctamente. Pues, entrar en este discurso metafísico requiere un talante, una
disposición intelectual. Y como lo advertía desde un principio el filósofo, este discurso
presenta unas meditaciones metafísicas a un público al que no le deben ser presentadas,

La razón mencionada, se nota en la máxima que los mismos filósofos defienden como
verdadera en las escuelas: no hay nada en el entendimiento que previamente no haya
impresionado a los sentidos.

Claramente las ideas de Dios y alma nunca han impresionado a los sentidos, por
consiguiente, aquellos que desean comprenderlas por medio de su imaginación “hacen lo
mismo que si quisieran servirse de sus ojos para oír los sonidos o sentir los olores” (AT, VII,
37). Además, la vista no asegura menos verdad de sus objetos que el olfato o el oído, mientras
que ni los sentidos ni la imaginación podrían asegurar cosa alguna si no interviniera el
pensamiento. Pensamiento que nos permite comprender a Dios y al alma.

Sin embargo, esto anterior tendrá un giro inesperado en las ultimas Meditaciones
Metafísicas específicamente en la sexta. Y es que al final de estas, cuando ya aparece la unión
sustancial, Descartes nos hace ver que realmente la única posibilidad de sellar esta unión es
a través de los sentidos y de la imaginación, los mismos que ha rechazado tanto durante toda
su obra.

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En todo caso, siguiendo con el texto, dice Descartes que, si aún hay hombres que no han
sido persuadidos por sus razones acerca de la existencia de Dios y su alma, sin embargo,
deben saber que las cosas sobre las que creen estar seguros, como de tener cuerpo, la
existencia de astros, tierra y todas las cosas de ese estilo, son menos ciertas que Dios. Pues,
así se tenga seguridad moral respecto a la existencia de esas cosas, esta no es razón suficiente
para estar seguros de que existen tales seres, pues como bien se ha dicho a lo largo de la obra
del filósofo, es posible imaginar estas mismas cosas estando dormido, sin que ninguna de
ellas sea existente.

V) Sueño y vigilia

¿Cómo se puede conocer la falsedad de los pensamientos que se dan durante el sueño y
diferenciarlos de los que se dan en la vigilia, teniendo en cuenta que el primero por lo general
posee la misma vivacidad y claridad que la segunda? Varios estudiosos sobre esta cuestión
han intentado dar respuesta a esta pregunta, sin embargo, de acuerdo con el francés, no hay
manera alguna en la que puedan disipar dicha duda si no presuponen para ello, la existencia
de Dios. Debido a que, primero, incluso la regla considerada anteriormente (lo concebido de
manera clara y distinta será verdadero), será válida solo si Dios existe, es un ser perfecto y
todo lo que tenemos proviene de él. De lo anterior se sigue que al ser nuestras ideas seres
reales provenientes de Dios, por ser claras y distintas, serán verdaderas.

De manera que en cuanto a las ideas participes de falsedad que poseemos, se puede decir
que están en nosotros porque provienen de lo confuso y oscuro, es decir, de nuestra propia
imperfección, nuestros errores de juicio producto de los sentidos o errores causados por la
imaginación. Claramente es repulsivo afirmar que la falsedad o la imperfección sean
provenientes de Dios, así como también lo es, afirmar que la verdad o la perfección sea
proveniente de la nada. Así pues, si no supiéramos que todo lo real y verdadero que existe
alrededor de nosotros es proveniente de un ser infinito y perfecto, por más claras y distintas
que fueran nuestras ideas, no habría forma de asegurar que estas fueran verdaderas, ya que
como se ha dicho antes la verdad es perfección y la perfección es de Dios.

Dicho lo anterior, habiéndonos convencido sobre la certeza de la ya mencionada regla


gracias al conocimiento de Dios y el alma, no hay dificultad alguna en conocer que los

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pensamientos que se tienen en el sueño no deben hacernos dudar de ninguna manera, sobre
la verdad de los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos. Pues, así se tuviese
una idea muy distinta mientras se está dormido, una idea geométrica o matemática, el soñarla
no impediría que fuese verdad.

Y en cuanto al recurrente error de los sueños que consiste en representar objetos de la


misma manera que la obtenida por medio de los sentidos exteriores, es de poca importancia
que estos hagan desconfiar de dichas ideas, pues de cualquier manera pueden inducir al error
sin necesidad de estar dormido, como le pasa a aquellos que sufren ictericia y ven todo
amarillo o como cuando los astros u otros cuerpos divisados en la lejanía parecen de un
tamaño mucho menor del que realmente poseen (AT, VII, 39).

La idea de sueño presentada en este apartado es algo diferente de la presentada en la


“Primera Meditación”, pues en la segunda el sueño hace dudar de la existencia del cuerpo.
En la primera en cambio, ya está Dios y eso hace que el sueño ya no sea una causa de duda.

VI) Los sentidos como causa principal de desconfianza

Sin embargo, para Descartes sigue existiendo hasta este punto un factor que ha afectado
desde el principio y que continúa siendo la mayor causa de error: los sentidos. Esto muestra
que la distinción entre vigilia y sueño pasa a un segundo plano de importancia pues los
sentidos nos hacen errar en ambos casos. Y nos permite ver que realmente el problema de los
sueños no es el soñar en sí, sino que lo que se sueña es proveniente de los sentidos.

VII) La razón como única fuente del conocimiento y la primacía de la


vigilia

Dicho todo lo anterior, Descartes vuelve a recalcar que independientemente de si se está


en vigilia o se está durmiendo, no puede ser motivo de persuasión ninguna cosa que sea
diferente a la razón. Ni la imaginación, ni los sentidos, pues, aunque podamos ver el sol, eso
no implica que este sea del tamaño que lo vemos y aunque podamos imaginar una cabra con
cabeza de león, eso no implica que las quimeras existan (AT, VII, 40), ya que la razón no
dicta que lo visto o lo imaginado sea verdadero. Al contrario, dicta que toda idea debe tener

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un fundamento de verdad, pues es imposible que Dios, ser perfecto y veraz, haya puesto estas
en uno sin tenerlo en cuenta.

Y en vista de que los razonamientos son claramente más completos y evidentes estando
despierto que estando dormido, aunque a veces sea difícil de distinguir, la razón dicta que los
pensamientos, al no ser todos verdaderos, pues el hombre no es perfecto, lo existente debe
encontrarse en aquellos que se tienen estando despierto más bien que en los que se tienen al
estar durmiendo.

Referencias

Descartes, R, 1987, Discurso del Método, Alfaguara., Madrid.

Descartes, R. (2009). Meditaciones acerca de la Filosofía Primera. Bogotá. Universidad Nacional de


Colombia.

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