You are on page 1of 7

DISCRIMINACIÓN DE LOS NEGROS

EN LA VIDA CONSAGRADA EN EL SIGLO XXI


A FAVOR O EN CONTRA?
Discriminación en el pasado y en el presente en la Orden Franciscana

Fray Fabiano Aguilar Satler, ofm

L a pregunta que abarca el titulo del presente artículo tiene una intención
provocadora y conlleva dos trampas para las cuales es necesario estar atentos
para evitar respuestas dadas de prisa o talvez impensadas. Sin embargo el punto
de partida de esta reflexión, se refiere a la realidad de la esclavitud en el Brasil colonial
y monárquico, para luego hacer una reflexión en torno a la realidad de la Orden de los
hermanos menores en este inicio de siglo, en el marco celebrativo del octavo centenario
de su aprobación pontificia. Creemos que algunos aspectos que aquí serán tratados
puedan servir de reflexión sobre la identidad de la Vida Consagrada masculina,
principalmente en aquellos institutos clasificados como clericales, como es el caso de la
Orden Franciscana.

El tema de la esclavitud negra en las órdenes religiosas en el Brasil y en los demás


países de América Latina es un asunto delicado y poco conocido de los propios
religiosos, como sucede algunas veces con temas tan incómodos a las instituciones que
cargan en su pasado con hechos históricos constringidos.

Sobre estos temas, normalmente, se tiene un silencio nada inocente, quebrado de vez en
cuando por la investigación atenta de estudiosos de temas relacionados, pero cuyos
resultados no llegan a hacer parte de la memoria colectiva de la mayoría de los
religiosos.1 En relación con la esclavitud negra en el Brasil, es significativa la actitud
del Ministro de Hacienda del Gobierno de la Republica, Rui Barbosa (1849-1923), que
para “apagar la marcha” del pasado esclavista brasilero, mandó quemar los archivos
referentes a la esclavitud.

Para una correcta comprensión de ese tema y de sus implicaciones para las antiguas
ordenes religiosas presentes en el Brasil colonial y monárquico (Franciscanos,
benedictinos, carmelitas, jesuitas, mercedarios y clarisas), es necesario prestar atención
al contexto socio eclesial de ese periodo: la esclavitud como base del sistema productivo
y la vigencia del sistema de patronato colonial, sustituido por el regalismo en el periodo
monárquico, que puede ser resumido en el control civil de todos los aspectos de la vida
de la Iglesia, vista como uno de los departamentos de administración estatal.

1
Sobre el tema de la Iglesia Católica y la esclavitud negra en el Brasil colonial o monárquico hay un
trabajo profundo y sintético, de autoría de MATOS, Henrique Cristiano José. Nossa história: 500 anos de
presença da Igreja Católica no Brasil. Tomo 2: Período imperial e transição republicana . São Paulo:
Paulinas, 2002.
Sobre la esclavitud en la Orden Franciscana, verificar WILLEKE, Venâncio. Senzalas de Conventos in
Separata da Revista de História, nº 106. São Paulo, 1976.
Sobre la esclavitud en la Província de Santo Antônio, hay un texto de FRAGOSO, Hugo. Uma dívida que
a Província de Santo Antônio ainda não pagou (pro manuscripto).

1
En algunos momentos del periodo monárquico, se llegó casi a la consumación de un
cisma con la Iglesia de Roma y al establecimiento de una Iglesia Nacional controlada
por el monarca brasilero. En ese contexto, la esclavitud negra – diferente de la
esclavitud ejercida contra los indígenas- era vista como algo estructural. Al pedido de
un religioso italiano que, en 1691, solicitó al rey de Portugal un capellán para ser
enviado al “quilombo” de Palmares; el jesuita Padre Antonio Veira reaccionó
enérgicamente contra la decisión favorable del rey: “Estos negros entonces están en
estado permanente de rebelión”, huyendo de los ingenios, cayeron en “pecado mortal”
y estaban excomulgados. Para él, el envió de un capellán a Palmares y el
reconocimiento tácito de esa región negra libre significaría, en tesis, el fin de Brasil:
“Sin negros no hay Pernambuco y sin Angola, no hay negros”. Bien entendido: sin
esclavitud, no hay Brasil, y como debe haber Brasil, entonces debe haber esclavitud,
raciocinaba el religioso Jesuita.2

En una sociedad blanca supuestamente cristiana, no faltaron argumentos y


justificaciones “cristianas” para la existencia del régimen esclavista. Ora vistos como
descendientes de la raza maldita de Cam, hijo de Noé (cf. Gn 9.18-27), o vistos como
consecuencia del pecado original, que dio origen a siervos y señores; no faltaron
argumentos religiosos y teológicos para la existencia de la esclavitud. El más serio de
esos argumentos parece haber sido el de la “liberación espiritual”. De acuerdo con ese
argumento, los portugueses de ese periodo eran vistos no como los verdugos de los
pueblos africanos, sino como sus verdaderos libertadores: al ser rescatados de la
“ignorancia invencible” y de la barbarie de sus propios pueblos siendo llevados para la
civilización en la tierra de Santa Cruz, ofreciéndole a los africanos la oportunidad de
ser introducidos en el “reino de la luz”. El cautiverio y la esclavitud en tierras
brasileras, por lo tanto, eran vistos como un mal menor delante de la posibilidad de
“ingreso” en la religión cristiana y la conquista de la vida eterna. El bautismo impuesto
fue práctica corriente con respecto a la de los negros de origen angoles durante
determinados periodos. Los negros provenientes de esa colonia portuguesa africana
eran marcados con un hierro caliente, antes de su embarque para el Brasil, señal del
pago de los impuestos sobre su comercialización y, también, de su bautismo,
dispensándolos de recibirlo nuevamente en el destino. A los negros provenientes de
otras regiones se les establecía un plazo de un año, a partir de la llegada al Brasil, pera
ser instruidos en la fe cristiana y en el bautismo.

Las primeras informaciones sobre la utilización de mano de obra de los esclavos por
parte de los hermanos franciscanos se refieren a la construcción del convento de San
Francisco de Victoria, en el año de 1.595. Tales esclavos no eran, aún, propiedad de los
franciscanos, siendo cedidos por los benefactores para la construcción del convento. La
mano de obra puesta por los esclavos, será la responsable por la edificación de
conventos y Iglesias suntuosas, en cuanto duró la esclavitud en el Brasil, mezclando la
argamasa de los conventos con la sangre y el sudor de los esclavos.

Informaciones sobre la tenencia y posesión efectiva de esclavos se remonta a los años


1.618 y 1.624. Ya en el fin del siglo XVIII, se menciona la compra de niños esclavos,
ciertamente de precio más bajo y de fácil aprendizaje de algún oficio. La adquisición de
niños para usarlos como esclavos y la consecuente separación de sus padres, no parece
haber tenido problemas de conciencia entre los franciscanos de la época. El canon 53
2
Cf. DUSSEL, Enrique. História Geral da Igreja na América Latina. Tomo II. Petrópolis: Vozes, 1977, p.
262-263.

2
de las Constituciones del Sínodo de Bahía de ese periodo ordenaba la separación de los
padres paganos de sus propios hijos a partir de los siete años de edad, para no correr el
riesgo de pervertirse.3

El auge del número de esclavos en los conventos franciscanos se dio alrededor del año
1.760, que coincide con el auge de la Provincia franciscana de San Antonio, en el
nordeste del Brasil, que llegó a tener 470 hermanos profesos. El convento de Bahía
poseía, en el año de 1.773, 86 esclavos para un número de 86 franciscanos profesos.4

Informaciones sobre los conventos localizados en la capitanía de San Pablo nos dan
cuenta de que, en el periodo de 1.797 a 1.798, para un total de 58 miembros de la
comunidad franciscana, había un total de 108 esclavos (en una relación, por lo tanto, de
casi dos esclavos por cada religioso). El convento de Peña, en la capitanía del Espíritu
Santo, contaba con 42 esclavos en 1.872. Más escandalosa parece haber sido la
situación del monasterio del Destierro, de las hermanas Clarisas de Bahía. Para un total
de 81 profesas, había un numero de 298 esclavas, 290 de las ofrecidas como dote de las
hermanas que ingresaron en el monasterio.5 Esos esclavos y esclavas desempeñaban las
más diversas actividades, desde el trabajo del albañilería, carpintería, cocina, trabajo
agrícola en las propiedades rurales, y hasta en el acompañamiento de los frailes a pedir
limosna, servicio que algunos esclavos realizaban solos mandados por los religiosos
franciscanos.

La vida en las aldeas de los negros existentes en los conventos, no era menos dura que
en la vida en las aldeas de los negros existentes en las “casas grandes”. Igualmente, con
el cuidado dispensado a la instrucción religiosa y a los esclavos enfermos y ancianos, el
tronco para el azote de los esclavos fugitivos y la cárcel estaban presentes en el medio
de las aldeas de los negros existentes en los conventos, por lo menos en los conventos
del nordeste brasilero.6 Los frailes también utilizaban los servicios de los odiados
“capitanes del monte”, responsables por la recaptura de los esclavos fugitivos. Los
gastos pagos a estos “capitanes del monte” se pueden constatar en el libro de cuentas de
entradas y gastos del convento de San Francisco de Bahía (1.790-1.821). La función de
recapturar los esclavos fugitivos también fue confiada a San Antonio de Lisboa, santo
conocido como el restituidor de las cosas perdidas. Un cronista franciscano de la
Provincia de San Antonio, Fray Jaboatao, llega a narrar el “milagro” ocurrido en la
capitanía de Sergipe del Rey, de un negro fugitivo juntamente con dos esclavas,
recapturadas gracias a la diligencia del santo lisboeta, reducido a “capitán de monte”.7

La Provincia de San Antonio de Portugal, de cuya dependencia estaban los franciscanos


del Nordeste del Brasil, vetaba el ingreso en la Orden Franciscana a los descendientes
de Judíos y de moros (musulmanes) aunque se hubieren convertido a la fe cristiana,
igual que a los herejes, a los gentiles “modernos” y a los mulatos “en cuarto grado
inclusive”. Después de la autonomía de la Provincia de San Antonio, a entidad
autónoma en el Brasil “heredó” la legislación y la practica discriminatoria de la matriz
lusitana. En este contexto, es única la historia de fray Francisco de San Antonio, el
negrito, por ser “negro por naturaleza”, que buscó su ingreso en la Orden Franciscana
en la cualidad de hermano laico (pues no era posible ser admitido como sacerdote).
3
Cf. WILLEKE, Venâncio, p. 356.
4
Idem, p. 359
5
Cf. WILLEKE, p. 359-360.
6
Idem, p. 361.
7
FRAGOSO, Hugo, p. 12.

3
Viendo que los frailes no satisfacían su deseo de ingreso en la Orden, encontró quien lo
introdujera en la presencia del monarca Don Pedro II (1.648-1.706), en Portugal. Ese
monarca les ordenó a los frailes en el Brasil que lo aceptaran en la Orden, profesando en
el convento de Olinda el 2 de agosto de 1.689, cuando tenía ochenta años de edad. 8
Lastimosamente, esa práctica discriminatoria en esa Provincia Franciscana del Nordeste
del Brasil perduró hasta los años 1.951, cuando fue promulgada la “ley Alfonso
Arinos”,9 que pasó a incluir entre las contravenciones penales la practica de actos
resultantes de preconceptos de raza o de color.

Dentro de ese contexto de esclavitud y discriminación puede ser entendido el papel de


las cofradías y hermandades sobre la protección de San Benito, que obligaba a los
esclavos. San Francisco de Asís, a diferencia de San Benito, no era visto como
“hermano de los esclavos”, pues era un santo de los blancos. Significativo, es el hecho
de haber en el candomblé Afro-brasilero un “orixa” asociado a San Benito (Ossain) y
ninguno a San Francisco. Los propios
Esclavos de los conventos eran conocidos como esclavos “del santo”, más que los
esclavos de los franciscanos. Un periódico de Bahía que defendía la causa de la
abolición de la esclavitud llegó a denunciar: “hasta los santos tienen esclavos: los
esclavos de San Francisco…” “hacer del poverelo de Asís un ‘señor de esclavos’ fue
como el culmen del anti-testimonio franciscano.”10

La esclavitud fue oficialmente abolida en Brasil en 1.888, más como consecuencia


lógica de un sistema de producción que se mostró anacrónico y dispendioso y menos
como causa de presiones generalizadas de la sociedad brasilera. Doce años antes, en
1.876, los franciscanos pasaron carta de emancipación a sus últimos esclavos, 11 un
tiempo demasiado tarde y muy próximo de la fecha en que la causa abolicionista tomo
cuenta de la conciencia de la sociedad civil, pero no de la conciencia religiosa de los
frailes.

Delante de ese cuadro histórico, son necesarias algunas preguntas. ¿La vida en las
aldeas de los negros en los conventos franciscanos eran menos duras que en las demás
aldeas de esclavos negros, como argumentan algunos? ¿La esclavitud en el interior de
los conventos franciscanos en el Brasil colonial y monárquico es algo que puede ser
justificable en el contexto histórico de ese periodo? ¿Si no fuera justificable, puede al
menos ser comprensible dentro de la mentalidad posible de esa época?

Nos parece que, sobre cualquier enfoque que se analice el asunto, difícilmente podrán
ser encontrados argumentos que justifiquen o hagan menos dramática la presencia de
mano de obra esclavista dentro de los conventos y monasterios, al servicio del “bien
estar” de los frailes y hermanas.

En el fin del siglo XIX, ya había una conciencia “liberal” favorable a la abolición de la
esclavitud, el propio papado tomó posición en contra de la esclavitud en 1.839.

8
Idem, p.6.
9
Art 1º: Constitui contravenção penal, punida nos termos desta Lei, a recusa, por parte de estabelecimento
comercial ou de ensino de qualquer natureza, de hospedar, servir, atender ou receber cliente, comprador
ou aluno, por preconceito de raça ou de cor. Parágrafo único. Será considerado agente da contravenção o
diretor, gerente ou responsável pelo estabelecimento.
10
Idem.
11
Cf. WILLEKE, p. 355.

4
A través de la Carta Apostólica In supremo Apostolatus fastigio, Gregorio XVI condenó
radicalmente la esclavitud y el trafico de africanos. En el Brasil, obispos como Don
Romualdo Antonio de Seixas (1.827-1860), Don Antonio Ferreira Viçoso (1.844-1.875)
y Don Antonio Maria Correa de Sá y Benavides (1.877-1.896) tomaron posición
públicamente contra la esclavitud. Los frailes, entre tanto, parecen haberse quedado
lejanos a esos Pronunciamientos. Es cierto que hubo posiciones aisladas a los
franciscanos, como el Custodio de Marañon, fray Cristóbal de Lisboa, que en 1.647
condenó por un lado, la esclavitud de nuestros indígenas, como el tráfico de
12
africanos. En la ultima década del siglo XVIII, dos capuchinos italianos, fray José de
Bolonia y fray José Barbarola, también asumieron la causa abolicionista, siendo sido el
primero suspendido por el obispo de Bahía. 13 Entre tanto, como ya dijimos, son voces
que parecen no haber afectado la conciencia de la mayoría de los frailes, que
permanecieron alejados de la cuestión.

Dando un paso adelante en nuestra argumentación, presentamos una pregunta más:


¿una vez que la esclavitud no subsiste más en las órdenes religiosas, existe alguna forma
de discriminación más o menos implícita contra los negros que puedan, por ventura,
perdurar en nuestro medio? ¿Sería aceptable una situación hipotética de un religioso no
poder asumir servicios de gobierno en su instituto religioso por el hecho de ser negro?
Una vez más, es necesario tener cautela en las respuestas. La argumentación de que los
simples hechos de las leyes civiles condenaron cualquier forma de discriminación étnica
tornándose inexistentes en los institutos religiosos. No es preciso recordar de que la
Iglesia posee una legislación interna propia, codificada en el Derecho Canónico, y que,
en algunos aspectos, esa legislación es contraria a la ley civil de las diversas naciones.
Basta el ejemplo de la dimisión ipso facto del instituto de un religioso que contrae
matrimonio. ¿Existe una ley civil que provea embasamiento para tal practica, o sea la
exclusión de un ciudadano de una institución debido a su estado civil?. Por lo tanto,
aunque condenada civilmente, el Derecho Canónico podría proveer, en teoría, una
legislación que justifique una practica discriminatoria sobre alguna forma. Y esto
sucede de hecho, si no, en relación a un grupo muy concreto: los religiosos laicos al
interior de los institutos clericales masculinos, como es el caso de las tres ramas de la
Orden Franciscana: Conventuales, Menores y Capuchinos. 14 Los frailes laicos de esos
institutos y también los religiosos laicos de cualquier instituto religioso clerical están
imposibilitados de asumir servicios de gobierno, debido al hecho de tener vocación
laical al interior de esos institutos, lo que constituye una clara violación a uno de los
aspectos fundamentales de la identidad de la vida religiosa consagrada.

En ese punto, quedan formuladas las preguntas centrales de nuestra reflexión: ¿Cuáles
serian las justificaciones válidas (una vez que puede haber justificaciones engañosas e
ideológicas) para discriminaciones contra los negros en la vida religiosa consagrada
masculina? ¿Cuáles serian las reacciones y los puntos de vista del conjunto de la vida
consagrada contra tal práctica discriminatoria si ella se hace presente? Y aquí reside la
primera trampita
contenida en la pregunta que se insinuó al inicio de este articulo: ¿por qué determinada
discriminación es vista como inaceptable sobre cualquier punto de vista?. Por ejemplo,
la discriminación étnica es otra forma de discriminación, como la practicada contra los

12
Idem.
13
Cf. WILLEKE, p. 355.
14
Sobre la especificidad de ese tema, consultar “A graça das origens e a origem de um mal-estar” en
www.ofm800.blogspot.com.

5
frailes laicos en la Orden Franciscana y los demás institutos masculinos clericales, ¿se
hace justificable y tolerable?.

¿Cuáles son las justificaciones validas para la discriminación contra los frailes laicos al
interior de una Orden religiosa, como la franciscana, qué tiene, en su identidad
fundacional, la vivencia de la fraternidad y de la igualdad evangélica entre frailes
clérigos e frailes laicos?. O de otra manera, si es previsible una reacción generalizada y
contraria a cualquier forma de discriminación contra los negros al interior de la Orden
franciscana. ¿Por qué se asiste a tamaña pasividad de parte de la cúpula de la Orden de
los frailes Menores, en relación a la discriminación real y institucional contra los frailes
laicos?

Si la primera pregunta en el párrafo anterior remite a los organismos del Estado


Vaticano, que se rehúsa a conceder un “ status” propio a la Orden de los Hermanos
Menores para que ella pueda vivir, de derecho y de hecho, la igualdad institucional entre
sus miembros, la segunda pregunta remite al interior de la propia Orden Franciscana y a
su silencio en relación a la pertinencia de este tema, tratado, una vez que otra por
ocasión de la celebración de sus capítulos generales, cuyas orientaciones al respecto
caen en el silencio.

Sobre el enfoque de estos dos asuntos, es necesario aportar una segunda y sutil trampita
presente en el titulo de este articulo: ¿Qué significa tomar posición contraria o favorable
a este tipo de discriminación? ¿Basta una simple afirmación impensada? ¿Ser apáticos
a la temática de la discriminación y cruzar los brazos delante de la misma es realmente
tomar una posición? ¿Es posible no estar de acuerdo con discriminación y,
simultáneamente, cerrar los ojos a los mecanismos subyacentes a la misma? ¿El
silencio y la omisión y la pasividad delante de una discriminación real no configuran
una concordancia tacita con la misma?

En las celebraciones de los ochocientos años de la Orden Franciscana, hay un silencio


en el ambiente. En las diferentes esferas de la Orden, hay un silencio en relación al
status jurídico de los frailes laicos al interior de la Orden.

Un acontecimiento reciente y aparentemente insignificante, pero revelador de


determinadas posturas y mentalidades ejemplifica ese silencio.

En el contexto de la conmemoración del octavo centenario de la Orden, el Gobierno


General convocó un Capitulo destinado a reunir frailes jóvenes de la Orden que tuvieran
diez años de votos solemnes. Ese Capitulo fue realizado en el mes de julio del año
2.007 en Jerusalén. En la celebración Eucarística de apertura de ese Capitulo, a los
pocos frailes laicos que estaban presentes les fue impedido el ingreso o acceso al altar
eucarístico, donde los frailes clérigos tomaban la sagrada comunión (un fraile se
encargó de separar a los hermanos en la fila de comunión). A los frailes laicos les fue
impedido el acceso al altar para recibir la comunión, destinándoles un sacerdote para
servir la eucaristía, separados de los demás frailes clérigos. Acontecimientos como
estos nos remiten a un pasado reciente, aún vivo en algunos frailes de la Orden, en que a
los frailes laicos se les hacia un noviciado separado, con dormitorios, comedores y con
prohibición de tener contacto con los que se preparaban para las ordenes clericales. ¿Si
en un Capitulo destinado a reunir a los jóvenes considerados como la vanguardia de la
Orden, tales hechos acontecen y justamente en el momento de la “comunión”, que grado

6
de esperanza nos queda? Todos estos acontecimientos sucedieron delante de un gran
silencio de los miembros del Gobierno General de la Orden presentes en el Capitulo, lo
que a nuestro parecer se torna aun más grave. Felizmente al día siguiente, esa situación
incomoda y poco aceptable fue denunciada por un pequeño grupo de frailes, que
seguidamente, recibió el apoyo de los demás frailes y la situación parece que fue
corregida, sin faltar las murmuraciones malsanas de algunos frailes, que estaban más
atentos a las rubricas y a las tradiciones presentes en Tierra Santa que al espíritu de
fraternidad e igualdad promulgadas por San Francisco, que al interior de la regla de los
Hermanos Menores fundamenta nuestra vida.

La gracia de que vivamos en un periodo que coincide con el octavo centenario del inicio
del carisma franciscano y de la aprobación pontificia de nuestro propósito de vida exige
de nosotros un esfuerzo de reavivar la memoria de los ochocientos años de nuestro
peregrinar: Un tiempo de gracia, pero también, de sombras poco conocidas en su
dimensión real. Basta citar el ejemplo de participación de los frailes franciscanos en la
inquisición y su uso contra elementos externos e internos a la Orden, el anti-semitismo
teórico y practico de los frailes en momentos críticos de nuestra historia, y la violencia
física entre diferentes grupos al interior de la Orden, en nombre de la “autentica”
vivencia de la Regla franciscana, la presencia de trabajo esclavo al interior de una
Orden en que su fundador declaraba que “yo trabajaba con mis manos y quiero que
todos mis hermanos se ocupen de un trabajo honesto. Y los que no saben lo aprendan,
no por interés de recibir el salario del trabajo, si no por causa del buen ejemplo y para
alejar la “osiocidad.” Esos son a penas algunos breves ejemplos de las sombras de
nuestros antepasados en la Orden. Más graves son las nuestras propias sombras, delante
de la cuales no parece haber ningún esfuerzo serio en superarlas, ni el más fuerte
empeño por erradicar totalmente la discriminación institucional en la Orden franciscana
contra los frailes laicos impuesta por el Estado Vaticano (con el apoyo de los frailes) y a
nuestro modo de ver, un don a la Iglesia y a la vida consagrada de una manera general,
pues nos aproxima más al evangelio de Jesús y de la institución fundamental de
Francisco de Asís y de sus primeros compañeros: somos todos hermanos, de hecho y de
derecho.

El año 2.009 fue determinado por el Gobierno General de la Orden Franciscana, como
el año en que culmina la conmemoración del octavo centenario de la aprobación
pontificia del propósito de la vida franciscana por el Papa Inocencio III en 1.2009.
Entre tanto, en la forma como se viene desarrollando, es imprescindible combatir el
silencio que se tiene en relación a temas centrales de nuestra identidad franciscana.

You might also like